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Guillermo Calonge Cano (et all.) 454 LA ACTUALIZACIÓN DE LA TOPONIMIA EN MESOESCALA Y MICROESCALA COMO ACTIVO ENRIQUECEDOR DEL PATRIMONIO RURAL. EJEMPLO DE UN MUNICIPIO VALLISOLETANO (RUEDA) Guillermo CALONGE CANO (1) José María RAMOS SANTOS (2) (1) Departamento de Geografía. Universidad de Valladolid. (2) IES. Campos y Torozos. Medina de Rioseco (Valladolid). [email protected], [email protected] 1. INTRODUCCIÓN, OBJETIVOS Y METODOLOGÍA La denominación concreta de los nombres de lugares se conoce como Toponimia y forma parte esencial de todo tipo de mapas que pretendan el conocimiento del territorio en tanto que espacio geográfico utilizado en diversa medida por la actividad social humana. Los topónimos siguen siendo, pues, a pesar de las imágenes de satélites, fotografías y videos y la facilidad de coordenadas a través de los aparatos “GPS”, un elemento de referencia necesaria en los mapas para su comprensión y para que sirvan de comunicación externa de información. Por eso, la preocupación por conseguir una Toponimia correcta y expresiva y, por tanto, eficaz como medio de entendimiento y comunicación cartográficos va más allá de la morfografía y la estética fonética de las palabras. Así pues, es lógico que la Toponimia haya sido objeto de atención reiterada en importantes organismos institucionales de interés público, como las varias “Conferencias de las Naciones Unidas (ONU) sobre la Normalización de los Nombres Geográficos” en la última década del pasado siglo XX y a lo largo de la primera década del siglo XXI (ALCÁZAR y AZCÁRATE, 2005). Concretamente, el “Grupo de Expertos” de la ONU ha señalado que el “uso de topónimos correctos” es beneficioso en todos los ámbitos espaciales (internacional, nacional y local) y para una amplia gama de actividades: comercio, comunicaciones, protección civil, turismo, censos de población, estadísticas, catastros, gestión medioambiental, cartografía, navegación automática, políticas agrarias, ordenación el territorio. En el caso de España y, en particular de la Península Ibérica la Toponimia de macroescala referida a las cadenas montañosas y a grandes conjuntos regionales y suprarregionales se ha quedado en parte obsoleta y, si siempre fue incorrecta, hoy en día todavía lo es más por la globalización, la inserción de España en la Unión Europea y por la descentralización administrativa que supone el vigente Estado Español con 17 Comunidades Autónomas y con cuatro lenguas y varios dialectos. Por todo esto, distintos gobiernos del Reino de España han atendido a la “normalización” de los nombres geográficos” en tanto que actualización y consenso sobre la Toponimia. Entre otra legislación cabe señalar cuatro Reales Decretos: 2039/1994, 1792/1999, 1476/2004 y 1545/2007. De entre éstos adquieren especial relevancia para la Toponimia dos: el de 1999, por el que se crea el Consejo Superior Geográfico y dentro de éste la Comisión de Nombres Geográficos; y el más reciente del año 2007, pues en este último se instituye una nueva “Comisión Especializada de Nombres Geográficos (CENG)”, cuyos objetivos consisten textualmente en “impulsar la normalización de los nombres geográficos de España, en coordinación con los organismos competentes del Estado y las Comunidades Autónomas, y promover su conocimiento, uso normalizado y valor como patrimonio cultural por las diferentes Administraciones Públicas, entidades privadas y el resto de la sociedad”. Todas estas acciones con el objetivo de “normalizar” y mejorar los nombres geográficos todavía no se han divulgado para los ámbitos antedichos de macroescala dentro de la Península Ibérica. A su vez, es necesaria tal normalización y actualización en los ámbitos de la mesoescala de las comarcas

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LA ACTUALIZACIÓN DE LA TOPONIMIA EN MESOESCALA Y MICROESCALA COMO ACTIVO ENRIQUECEDOR DEL PATRIMONIO

RURAL. EJEMPLO DE UN MUNICIPIO VALLISOLETANO (RUEDA)

Guillermo CALONGE CANO(1) José María RAMOS SANTOS(2)

(1) Departamento de Geografía. Universidad de Valladolid. (2) IES. Campos y Torozos. Medina de Rioseco (Valladolid).

[email protected], [email protected]

1. INTRODUCCIÓN, OBJETIVOS Y METODOLOGÍA La denominación concreta de los nombres de lugares se conoce como Toponimia y forma parte esencial de todo tipo de mapas que pretendan el conocimiento del territorio en tanto que espacio geográfico utilizado en diversa medida por la actividad social humana. Los topónimos siguen siendo, pues, a pesar de las imágenes de satélites, fotografías y videos y la facilidad de coordenadas a través de los aparatos “GPS”, un elemento de referencia necesaria en los mapas para su comprensión y para que sirvan de comunicación externa de información. Por eso, la preocupación por conseguir una Toponimia correcta y expresiva y, por tanto, eficaz como medio de entendimiento y comunicación cartográficos va más allá de la morfografía y la estética fonética de las palabras. Así pues, es lógico que la Toponimia haya sido objeto de atención reiterada en importantes organismos institucionales de interés público, como las varias “Conferencias de las Naciones Unidas (ONU) sobre la Normalización de los Nombres Geográficos” en la última década del pasado siglo XX y a lo largo de la primera década del siglo XXI (ALCÁZAR y AZCÁRATE, 2005). Concretamente, el “Grupo de Expertos” de la ONU ha señalado que el “uso de topónimos correctos” es beneficioso en todos los ámbitos espaciales (internacional, nacional y local) y para una amplia gama de actividades: comercio, comunicaciones, protección civil, turismo, censos de población, estadísticas, catastros, gestión medioambiental, cartografía, navegación automática, políticas agrarias, ordenación el territorio. En el caso de España y, en particular de la Península Ibérica la Toponimia de macroescala referida a las cadenas montañosas y a grandes conjuntos regionales y suprarregionales se ha quedado en parte obsoleta y, si siempre fue incorrecta, hoy en día todavía lo es más por la globalización, la inserción de España en la Unión Europea y por la descentralización administrativa que supone el vigente Estado Español con 17 Comunidades Autónomas y con cuatro lenguas y varios dialectos. Por todo esto, distintos gobiernos del Reino de España han atendido a la “normalización” de los nombres geográficos” en tanto que actualización y consenso sobre la Toponimia. Entre otra legislación cabe señalar cuatro Reales Decretos: 2039/1994, 1792/1999, 1476/2004 y 1545/2007. De entre éstos adquieren especial relevancia para la Toponimia dos: el de 1999, por el que se crea el Consejo Superior Geográfico y dentro de éste la Comisión de Nombres Geográficos; y el más reciente del año 2007, pues en este último se instituye una nueva “Comisión Especializada de Nombres Geográficos (CENG)”, cuyos objetivos consisten textualmente en “impulsar la normalización de los nombres geográficos de España, en coordinación con los organismos competentes del Estado y las Comunidades Autónomas, y promover su conocimiento, uso normalizado y valor como patrimonio cultural por las diferentes Administraciones Públicas, entidades privadas y el resto de la sociedad”. Todas estas acciones con el objetivo de “normalizar” y mejorar los nombres geográficos todavía no se han divulgado para los ámbitos antedichos de macroescala dentro de la Península Ibérica. A su vez, es necesaria tal normalización y actualización en los ámbitos de la mesoescala de las comarcas

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(dimensiones de entre 200 y 2.000 Km²) y de las subcomarcas o geosistemas (en torno a 10 a 100 Km²), pues así lo reclama la en gran parte obsoleta Toponimia de los mapas oficiales de escala 1:200.000. Asimismo, es necesaria una actualización en la microescala de las dimensiones de la geofacies (en torno al centenar de hectáreas) y del geotopo (en torno a tan sólo la decena de hectáreas), pues aquí también resulta inadecuada, confusa y poco funcional la Toponimia de los mapas oficiales de escala 1:50.000 tanto en su primera edición civil (editada en el año 1930 y próximos) como en la misma escala del mapa militar (editada entre 1960 y 1980) En ambos casos la Toponimia en realidad se plasmó como algo secundario ante la primacía de las triangulaciones de altitudes, curvas de nivel, vías de comunicación, nombres de núcleos de población y humedales varios. Con respecto a estos mapas estimamos que es cierto que ha habido una notoria mejoría en la Toponimia incluida en las hojas del Mapa Topográfico Nacional de escala 1:25.000 publicados desde el año 2000.

Figura 1. Localización del Municipio de Rueda

No obstante, la Toponimia de dichos mapas topográficos de escala 1.50.000 y, en menor medida, la de los citados mapas de escala 1:25.000 resulta en gran parte poco expresiva de los rasgos del medio definitorios del físico, de la historia y de la intervención humana reciente en el territorio; es decir, en la Toponimia al uso no se recoge lo esencial del patrimonio histórico y del medio rural, porque no se ha efectuado estudios y encuestas serios al respecto entre la población conocedora de cada término municipal. Para demostrar todo esto y proponer una actualización mejoradora de la Toponimia se ha escogido un

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término municipal de tamaño mediano-grande y con ubicación central significativa dentro de las amplias llanuras de Castilla y León contiguas al río Duero (Figura 1). Exactamente, se ha escogido dentro de la hoja nº 399 del Mapa Topográfico Nacional de escala 1:50.000 el municipio de Rueda (con extensión de 90,5 Km²), que se extiende, a su vez, en parte de cuatro hojas del Mapa Topográfico Nacional de escala 1:25.000: nos 399-I (Pollos), 399-II (Serrada), 399-III (Siete Iglesias de Trabancos) y 399-IV (Rueda). También, la elección de este término municipal ha venido motivada por su renombre nacional al ser “Rueda” una famosa “denominación de origen” de área productora de vinos blancos (de uva de la variedad “verdejo” en su mayoría), por la extraordinariamente alta concentración de vías pecuarias históricas y por la excepcional presencia de una singular masa forestal de alcornoques (Quercus suber L.) (Ramos y Calonge, 2009). Para estudiar la validez funcional de la Toponimia de microescala del municipio de Rueda llamada “menor”, por excluir los topónimos de los tres núcleos de población existentes (Rueda, Foncastín y Torrecilla del Valle), se ha procedido a analizar las fuentes históricas fundamentales de toponomástica, que son el Catastro del Marqués de Ensenada y el Catastro de Rústica. Asimismo, la metodología de este estudio se basa en el análisis del medio físico y la escasa relación de la Toponimia oficial con éste a través de las hojas de las dos escalas 1:50.000 y 1:25.000, que se ha escrutado en detalle como complemento a los recorridos y trabajos de campo “in situ”. No se ha utilizado fotografía aérea detallada, porque la profundización en Toponimia temática y concreta excede los objetivos de este estudio; pero hay que hacer notar que la metodología usada de análisis de documentación histórica y de los mapas topográficos oficiales, junto con trabajos de campo e imágenes de satélite no detalladas, conduce a la propuesta de actualizar la Toponimia oficial vigente, así como a la de crear tipos de Toponimia que completen aquélla y la puedan seguir actualizando y manteniendo viva. Esto en razón de que los diversos tipos de Toponimia propuestos en este estudio, y posibles para cualquier municipio de España, significan un activo enriquecedor cultural en general y del patrimonio rural en particular, siempre que se lleven a efecto con un buen hacer profesional de geógrafos y, si hace al caso, con otros profesionales de las ciencias de la naturaleza, el territorio y las de cariz social. 2. VALORACIÓN DE LAS FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LA TOPONIMIA. No son pocas las fuentes a disposición del geógrafo para el análisis de la toponomía y su relación con el paisaje, estas fuentes tienen un especial interés a la hora de determinar los rasgos del medio físico, especialmente en aquellos elementos que han sido fácilmente transformados o eliminados por el ser humano a lo largo de la historia, y de los que sólo nos queda el nombre, muchas veces instalado en un medio físico que hoy le es ajeno (Morala Rodríguez, J. R., 2007: 287). Hacemos aquí una síntesis de algunas de estas fuentes:

1º) Los pleitos del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid: Tienen el interés de su carácter seriado, pues recogen documentos desde la segunda mitad del siglo XIV hasta la primera mitad del siglo XIX, y además en ocasiones la prolongación de un pleito en el tiempo o la continuación de los conflictos referidos a una misma propiedad durante un largo período (afecta a bienes públicos o de la nobleza) permite un análisis diacrónico del uso de los topónimos. Cuando los pleitos civiles (con menos frecuencia los criminales) afectan a conflictos por el uso y aprovechamiento de la tierra es frecuente la presencia de documentos que recogen deslindes de fincas con los amojonamientos correspondiente, que habitualmente hacen referencia a elementos del paisaje físico; en algunas ocasiones a estos pleitos se añaden “vistas de ojos”, esto es, dibujos o pinturas al óleo en los que se recoge con detalle la zona objeto de litigio con inclusión de topónimos para la localización de la tierra en el espacio.

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2º) El Catastro del Marqués de la Ensenada, obra de los primeros años de la segunda mitad del siglo XVIII, se divide en dos conjuntos fundamentales de libros; por una parte los Libros de respuestas generales y por otra los Libros de respuestas particulares o Libros maestros de seglares y de eclesiásticos; estos últimos son los más interesantes para nuestro objetivo pues contienen las relaciones nominales de todos los vecinos, y dentro de estas relaciones figuran todas las propiedades de cada uno, localizadas en relación con un pago determinado y referenciadas en función de límites naturales (una cuesta, un río) o humanos (un camino, una cañada, otra tierra). De esta manera es posible adscribir a cada localidad una amplia riqueza toponímica, en función del preciso conocimiento que todavía en el siglo XVIII existía del territorio de cada término municipal.

3º) En 1845 se introduce la contribución catastral de inmuebles, cultivos y ganaderías, que se va perfeccionando durante la segunda mitad del siglo; los agentes encargados de averiguar la riqueza imponible y efectuar el reparto eran los Ayuntamientos. De esta forma se elaboran unos completos Libros de Amillaramientos, entre los que tienen interés para nuestro estudio los de 1879-1881 dado el análisis exhaustivo de la relación de bienes de cada propietario y porque para esta fecha tan sólo se ha completado una pequeña parte del amplio proceso desamortizador y por lo tanto no se ha alterado en lo sustancial la transformación de la propiedad del suelo. De nuevo estas relaciones de propiedades, divididas en parcelas, permiten un completo conocimiento del territorio a través de la toponimia vinculada. El modelo que siguen los amillaramientos consiste en siete preguntas: La clase de finca, el nombre, el pago o término en que se encuentra, la clase de cultivo o aprovechamiento, los linderos, la cabida y el valor en venta o renta. En la descripción de las vías urbanas y pecuarias la información ofrecida por este documento nos permite valorar el grado de deterioro de las cañadas que, en el mejor de los casos, tenían una anchura máxima de diez metros (Cañadas del Molino, de Mollorido, del Reguilón, del Montico y de Valverde), pero que otras veces se habían reducido a cinco metros (cañada del Torrejón). La modernización del Catastro de Rústica dotará a este instrumento fiscal a lo largo del siglo XX de una base cartográfica que por el detalle que tiene ofrece una buena visión de la toponimia. La consulta de los planos que se realizan a distintas escalas permite conocer algunos topónimos que nos sitúan en un pasado casi perdido, pues perdidas en el tiempo están muchas de las aldeas que jalonaron el territorio estudiado; así en la orilla izquierda del Zapardiel, cerca de donde si situó el antiguo castillo de este despoblado la cartografía sitúa un pago con el topónimo de Terma Romana, expresivo de una antigua vitalidad económica en esta zona por la que transcurría un camino transversal que enlazaba el camino de Salamanca y el de Madrid.

4º) La cartografía permite un análisis diacrónico a partir de la consulta de las distintas ediciones del Mapa Topográfico Nacional a escala 1:50.000 (la 1ª edición de la Hoja de Rueda es de 1930) hasta la actualidad, con el cambio de topónimos en relación con los nuevos usos del territorio, con la transformación del propio territorio (simplificación de la red caminera), con la desaparición de elementos físicos (lavajos, fuentes, vados), especialmente desde 1960 en adelante. Además, esta cartografía ofrece la localización, más o menos precisa, de algunos de los principales topónimos que han pervivido en el tiempo. Las hojas del M.T.N. a escala 1:25.000 son de fechas más recientes (en el caso de Rueda del año 1985, pero sobre un vuelo fotogramétrico de 1976) y tienen la ventaja de ofrecer una toponimia más rica y, en principio, más precisa en su localización en el territorio. En la Figura 2 se incluyen las dos hojas del MTN (años 1985 y 2000) en las que se aprecia es esfuerzo de revalorización de la toponimia en el territorio de Rueda. Paralelamente debe recurrirse a la fotografía aérea, especialmente la del denominado “vuelo americano” de 1956/57, puesto que para esta fecha los cambios en el territorio todavía no habían provocado unas transformaciones tan grandes como ocurrirá a partir de los años 80.

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Figura 2. Mapas Topográficos Nacionales a escala 1:25.000

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3. LEGADO HISTÓRICO DE LA TOPONIMIA EN EL MUNICIPIO DE RUEDA. Las referencias toponímicas más extendidas desde el siglo XVIII corresponden, por un lado, a los pagos en los que se ubican las tierras de cultivo, y, por otro a caminos, sendas y cañadas. Normalmente los topónimos se vinculan con características físicas del territorio en el que se encuentran, o con actividades y prácticas agrarias o ganaderas; menos frecuente, pero igualmente interesante por el cambio que se ha producido en la vegetación, es la presencia de topónimos alusivos a plantas. Los topónimos nos están indicando una continuada intervención en el territorio en relación con la actividad agraria o ganadera que se ha practicado en un largo período histórico. En el municipio de Rueda la dedicación agraria (cerealista y vitícola) era ya para los siglos XVIII y XIX dominante, de forma que las superficies forestales constituían un recuerdo sólo presente en topónimos genéricos como el pago Montico, el sendero del Pinar o el pago del Bosque; en topónimos que aluden a la existencia de montes en un tiempo no lejano (pago del tercer desmonte, pago los quemadillos, la peana del monte), o en actividades relacionadas con la existencia de un monte que proveyese de madera (pago de la Fragüilla, pago los hornos), y, finalmente, otros topónimos son relativos a especies naturales o plantadas, como el pago de la Olma, el pago de las Olivas, el pago del Rebollarejo, la cañada del Rebollar, el pago de las Almendreras, el pago al álamo blanco, el pago de Valcornejo (en alusión a este arbusto caducifolio denominado cornejo o sanguisa), el pago de las Zarzas, el pago de la Zofraga o de la Sofraga, o el despoblado de Zofraguilla (junto al Duero) en relación con la posible presencia de los alcornoques (en León y Zamora es frecuente el topónimo sofreral para referirse a los alcornocales, así El Sofreral de Cerezal de Aliste en Muelas de Pan, Zamora), o el pago de Alborníos, tal vez relacionado con el nombre popular, frecuente en León, dado al madroño (Arbutus unedo). No hay que pasar por alto la continua transmisión de palabras de distintas procedencias, y en esta región especialmente del Norte de León, en relación con la pervivencia de la trashumancia a través de la Cañada Real Leonesa Occidental, que permitió un contacto cultural a través de los siglos, contacto que se manifestará, sin duda, en la introducción de ciertos topónimos con arraigo en el territorio. Otras veces los topónimos recogen los elementos del medio físico más fácilmente identificables o que tenían una utilidad diaria, es el caso de la frecuente presencia en el territorio de pequeñas lagunas o labajos: Labajo del Toro (en Torrecilla del Valle), labajo de Arriba, labajo del Torrejón, labajo de Botines, labajo Redondo, o pago del Dornajo (hace referencia a una forma de artesa), en estas dos últimas se había realizado un acondicionamiento del terreno y desde el siglo XVIII se destinaban a cultivo de mimbres, otras veces se destinaban a prados, pues eran lagunas someras que en épocas sin lluvias se secaban completamente, y, finalmente algunas de ellas eran artificiales (distinguidas por su forma circular) destinadas a abrevaderos para el ganado trashumante (y por extensión también estante), por lo que estaban cerca de alguna de las numerosas cañadas o cordeles que recorrían el término. Con el tiempo estas lagunas pierden la función que tenían y desaparecen al constituir un obstáculo para la práctica agraria extensiva. Los topónimos relativos a caminos están presentes en el territorio de Rueda en relación con la estratégica localización de esta población a lo largo del camino que se dirigía al Noroeste, entre el Duero y Medina del Campo, de tal manera que hacen referencia a cañadas para el ganado, sendas que se dirigían a los distingos pagos del término municipal o al río Duero, caminos que comunicaban con otras poblaciones importantes de la zona (Figura 3). Rueda se localiza a lo largo de una vía históricamente utilizada para la comunicación con el Norte (de ahí la forma alargada de la localidad), seguramente desde época romana; y que con el paso de tiempo vio reforzado su protagonismo como vía tanto para las mercancías o las personas como para el ganado trashumante que recorría

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anualmente el valle del Duero a la ida hacia las montañas cantábricas y a la vuelta hacia los descansaderos de La Mancha; esta importancia no es ajena a la amplia presencia de torres, o torrejones en la toponimia local, intercomunicadas entre sí y que se encontraban junto a los caminos más importantes, en pequeños altozanos, con el fin de vigilar los lugares de paso (BAYÓN, 1999). Más aún, el cercano camino procedente de Salamanca que se dirige a Tordesillas, se comunicaba a través de un enlace con el Madrid a Tordesillas; y, en definitiva, el valle del río Zapardiel era un paso natural para el ganado, además de servir de acceso a los distintos asentamientos presentes en sus orillas.

Figura 3. Rueda. Caminos, cañadas y parcelario en junio de 1956 (Fotografía aérea

del vuelo americano de 1956/57)

4. RASGOS BÁSICOS DEL MEDIO FÍSICO Y DEFICIENTE SIGNIFICADO GEOGRÁFICO DE LA TOPONIMIA DEL MUNICIPIO SEGÚN EL MAPA TOPOGRÁFICO NACIONAL 1:50.000. El término municipal de Rueda tiene una forma “grosso modo” rectangular (alargada de Norte a Sur) y se extiende por el cuadrante SO. de la provincia de Valladolid en la margen izquierda o meridional del río Duero, del que dista 2,5 Km. (en línea recta). En éste desemboca el río Zapardiel (ya en el término municipal de Tordesillas) después de abandonar por el NO. los predios del municipio de Rueda. El Zapardiel es el principal humedal de este término municipal, pues lo recorre por entero de Sur a Norte a través de su tercio occidental, salvando un desnivel de tan sólo 24 metros entre los 702 metros de altitud en el extremo Sur municipal y los 678 metros en el extremo Norte a lo largo de 12 Km. de cauce (en línea recta). Más hacia el Este la red fluvial está representada por el

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arroyo Perú, que desemboca en el río Duero y que sólo ocasionalmente lleva caudal subaéreo. El agua también escasea en los humedales no fluviales, que son un lavajo en el NE. del término municipal (el Botines) y una pequeña laguna (el Torrejón) con unas 0,5 hectáreas en el SE. Así, pues, lo más sobresaliente en cuanto a recursos hídricos superficiales y como elemento hidrogeográfico es el citado río Zapardiel, que resulta ser uno de los afluentes del río Duero menos importantes de entre sus tributarios por su margen meridional. Esto en razón de que el Zapardiel suele tener su cauce seco durante los meses estivales de Junio a Septiembre e incluso en otras estaciones del año, si éste no es lluvioso por encima de la media de precipitaciones. Éstas son escasas y, junto con las extracciones para regadío y para abastecimiento antrópico, explican la indigencia de los caudales propios del río Zapardiel, así como la parca entidad del citado arroyo Perú y los dos humedales de “aguas quietas”. Es muy posible que los rasgos climáticos locales no difieran de los de otros lugares a similar altitud contiguos por el Este, aunque no hay datos meteorológicos del todo fiables (CALONGE, 2002). A pesar de estas limitaciones, se puede afirmar que el municipio de Rueda posee los rasgos característicos del tipo de clima Mediterráneo-frío con precipitaciones en torno a 400-450 mm. de media anual y aridez estival de 2 a 3 meses (cada uno de 15 a 30 mm. de media). No hay pruebas de una excepcionalidad climática del municipio de Rueda con respecto a lo normal en las llanuras vallisoletanas al Sur del Duero, las cuales, eso sí, registran unas medias térmicas en los meses estivales ligeramente superiores a las de la ciudad de Valladolid y áreas próximas al Norte del Duero. En efecto, los promedios de Julio y Agosto superan ligeramente el umbral de 22º C (en la ciudad de Valladolid 21º), lo que en la clasificación climatológica de W. Köppen se considera un tipo de clima “Csa” de tipo Mediterráneo cálido, aunque habría que matizar que esta cualidad térmica sólo en acepción moderada con respecto a otros así denominados en la mitad Sur y el tercio oriental de la Península Ibérica. Tampoco se ha advertido nada excepcional en el término municipal de Rueda en lo relativo a la configuración geomorfológica habitual en las terrazas y campiñas vallisoletanas al Sur del Duero. Predominan, en efecto, las formas de relieve de llanuras con pequeños valles y vegas, entre las que sobresale la del río Zapardiel, y destacan cerros y lomas entre 30 y 60 metros con laderas casi siempre tendidas, que no superan inclinaciones de 15-20º en materiales fluvio-detríticos del Mioceno arcillo-arcósico con colores ocres, anaranjados y secundariamente grises. Estas litofacies del Mioceno Inferior-Medio están en parte recubiertas por depósitos gruesos con cantos de cuarcitas, gravas y arenas de tipo “rañoide” atribuibles al final del Plioceno y a un Cuaternario antiguo. A su vez, hacia el Norte del municipio menudean coberteras de arenas cuarzosas de colores claros con cantos dispersos de cuarcitas, que se hacen corresponder a niveles de terrazas medias del río Duero. Sobre estas litofacies miocenas y cuaternarias (pleistocenas en gran medida) se han desarrollado suelos arcillo-limosos con aptitudes agrícolas para cereales, otros con cantos y gravas entre arcillas, en los que se ha venido cultivando el viñedo, pequeños sectores de suelos humíferos en las vegas del Zapardiel con buena aptitud agrícola y, sobre todo, en el Norte del municipio arenales con masas forestales, bajo la hegemonía del pino albar o piñonero (Pinus pinea L.), entre suelos silíceos, sueltos y ácidos. Los pinos albares a menudo coexisten con arbustos de encina (Quercus ilex L. subps. ballota) y con la excepcional presencia de una desigual masa forestal de alcornoques (Ramos y Calonge, 2009). Estas masas boscosas están acompañadas de matorrales de retama-escoba (Retama sphaerocarpa L.) y de retama negra (Cytisus scoparius (L.) Link); y de matorral bajo silicícola de cantueso (Lavandua stoechas L. subsp. pedunculata) y tomillo mejorana (Thymus mastichina L.). Además de variada vegetación herbácea ruderal, también cabe mencionar la minoritaria presencia de árboles de chopos (Populus nigra L.),

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junto con arbustos de sauces (Salix sp.). Por tanto, la biodiversidad vegetal no es relevante; pero sí la excepcionalidad de la presencia de alcornoques, de los que nada dice la Toponimia de los mapas de escala 1:50.000; y poco de los demás aspectos del paisaje vegetal actual o del que podía haber existido en el pasado. Nada más se constata el pinar de “Valdegalindo”, que es donde están los alcornoques citados, algunos pocos topónimos relativos a montes en general y a encinar como “carrasca” en particular. No obstante, cabe subrayar el topónimo de “Sofraga” (en la orilla derecha del río Zapardiel y a 3,5 Km. al SO. del núcleo de población de Rueda), que podría hacer alusión a un antiguo vocablo relacionado con la palabra latina “suber” y, por tanto, con alcornoque en un tipo de habla leonesista; hipótesis sugerente que habría que comprobar por la importante implicación biogeográfica y medioambiental que tendría una tradicional presencia más amplia que en la actualidad de alcornoques en las altiplanicies frías de la Cuenca del Duero. Por otra parte, hay que indicar lo poco expresiva, detallada y variada que es la Toponimia en dichos mapas, puesto que se aprecia vacíos en el sentido de que hay pequeños valles y laderas que carecen de topónimos. Pocos de éstos aluden al roquedo, al relieve y a los suelos. Incluso uno de los pocos referidos al medio físico (“cantosal”) aparece duplicado en el NE. y SO. del término municipal. También son muy pocos los topónimos que aluden a la esencial actividad agraria tradicional vitivinícola. Además, aparece varias veces el topónimo “peña” en lugares llanos sin hacer al acaso. En suma, que desde el punto de vista del medio físico la Toponimia en los mapas oficiales de escala 1:50.000 presenta graves insuficiencias; pero también desde la perspectiva de los usos del suelo agrarios y otros tradicionales. Esto hasta el punto de que ni siquiera aparece mencionada como tal la “Cañada Real Leonesa Occidental”, que pasa al lado del núcleo de población de Rueda y que en gran parte es seguida y ocupada por la crucial carretera (autovía hoy día) A-6 Madrid-La Coruña. Otras varias vías pecuarias aparecen mencionadas; pero todas éstas con la denominación de “cañadas”, lo que parece equivocado por la gran proximidad de varias de éstas entre si. Esta cercanía parece indicar que gran parte de las vías pecuarias denominadas cañadas, en realidad son de los tipos menores conocidas como cordeles, veredas y coladas; pero nada de esto señala la Toponimia del municipio de Rueda en los mapas oficiales de escala 1:50.000, que, en definitiva, presentan insuficiencias toponímicas que merman mucho su utilidad socio-económica. 5. LA MEJORA DE LA TOPONIMIA OFICIAL EN LOS MAPAS DE ESCALA 1:25.000 Y LA NECESIDAD DE ACTUALIZAR Y DIVERSIFICAR LA TOPONIMIA No cabe duda, estimamos, que la Toponimia oficial ha mejorado mucho con la nueva cartografía de escala 1:25.000 publicada por el Instituto Geográfico Nacional desde el año 2000; pero también es cierto que hay insuficiencias y omisiones que debemos señalar. Tales aciertos y defectos es convenientemente esclarecedor reseñarlos, aun sin ser exhaustivos, a la luz del ejemplo del municipio de Rueda. En este caso se puede afirmar (quizá en general) que con respecto a las ediciones anteriores de los mapas de escala 1:50.000 ha mejorado mucho la rotulación con varios colores y clases de letra según el tipo de topónimo y con signaturas claras y coloreadas de los usos del suelo, por lo que ciertamente la presentación formal se puede considerar suficiente en calidad estética y en claridad expresiva. En el caso del municipio de Rueda, además, constatamos bastantes más topónimos; y de entre éstos un aumento palmario de los referidos a la vegetación tanto silvestre o de monte como de frutales y huertas. También las vías pecuarias históricas aparecen mejor señaladas y ya explícitamente se indica el topónimo de la importante “Cañada Real Leonesa Occidental”, que recorre gran parte del término municipal en sentido meridiano de intervalo latitudinal. Asimismo, hay que hacer notar la mejora en la

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plasmación de los usos del suelo con aceptables detalle y claridad en lo referido al caserío, vías de comunicación y aspectos agrarios. No obstante, hay que señalar que todavía sigue habiendo defectos y mucho margen de maniobra para mejorar la Toponimia de los mapas oficiales de escala 1:25.000 en el ejemplo que nos ocupa, y suponemos que en otros muchos municipios. En el caso concreto del término municipal de Rueda se continúa apreciando algunos vacíos territoriales, ya que hay espacios de microescala (del tamaño indicado de los geotopos) que no poseen ningún topónimo asignado. También hay que indicar que se aprecia alguna duplicación injustificable, como el mismo topónimo de “cantosal” en dos áreas del mismo término municipal. Asimismo, hay que hacer notar que no se consigna ningún topónimo indicador de la excepcional e importante presencia de la masa forestal de alcornoques en el Norte del municipio lindero con el término municipal de Tordesillas. En el lado opuesto (el Sureste) del ámbito municipal de Rueda hay que destacar la omisión de que ningún topónimo recuerda la existencia de uno de los dos humedales no fluviales (la laguna el Torrejón) contenidos en el anterior mapa de escala 1:50.000. Por otra parte, es necesario advertir que resulta excesiva la superficie rotulada como predios de regadío, mientras que no hay ninguna signatura convencional para indicar el uso agrícola de secano con cereales. Además, la escala 1:25.000 permitiría sin estrecheces concretar los elementos menores de las vías pecuarias históricas y a la vez vigentes (cordeles, veredas y coladas), pero únicamente se siguen denominando como “cañadas”. En definitiva, a pesar del meritorio trabajo recopilatorio y de “normatización y normalización” que se ha realizado y publicado (Alcázar y Azcárate, 2005), las hojas de escala 1:25.000 que contienen el término municipal de Rueda, indican que falta un estudio serio “in situ” del medio físico con su Toponimia correspondiente, así como una encuesta fiable realizada con los habitantes conocedores de los topónimos usuales del territorio. En esta dirección debe avanzar la Toponimia oficial y mejorar mucho para que verdaderamente constituya un impulso socio-económico que contribuya a promover actividades de turismo y ocio, junto con el conocimiento de los aspectos históricos, geográficos y agrarios que conforman y enriquecen el patrimonio rural. A todo esto coadyuvarían Toponimias sectoriales y temáticas elaboradas por profesionales científicos en contacto con las tradiciones populares sobre el territorio. Estas Toponimias, además de poner en valor el patrimonio rural en cuanto recurso cultural y económico, servirían para alimentar la mejora y la actualización de la Toponimia oficial, que estimamos debe existir y ser de calidad fiable y expresiva del ámbito territorial concreto; pero sujeta a mutación y a actualización. 6. CONSIDERACIONES FINALES Han quedado demostradas a través del territorio del municipio de Rueda (Valladolid) las varias e importantes insuficiencias de la Toponimia en los mapas topográficos nacionales de las escalas 1:50.000 y 1:25.000. Estimamos que es conveniente para el desarrollo socio-económico de un municipio una Toponimia oficial correcta y expresiva de la diversidad paisajística y de recursos y actividades humanas tanto actuales como históricas. Para lograr este objetivo estimamos necesario elaborar mapas de cada término municipal con Toponimia sectorial y temática, para lo que resulta muy útil la tecnología de los Sistemas de Información Geográfica (SIG) que permiten realizar con excelente claridad varios mapas a modo de “capas” con software informático específico. Se estima que para cumplir el objetivo antedicho serían precisos al menos los siguientes mapas con Toponimias: uno basado en fuentes históricas, otro resultante del estudio del medio físico con aplicaciones de riesgos naturales y protección civil, otro de topónimos

Guillermo Calonge Cano (et all.)

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populares de variada procedencia que requiere encuestas fiables a la población originaria y habitante del municipio y otro mapa de usos del suelos agrarios. Con toda esa Toponimia sectorial y temática cartografiada, cada municipio, estimamos, que debe ganar en grado de conocimiento y “transparencia” territorial que permita una mejora sustancial en los usos del territorio y, sobre todo, en el incremento de la actividad turística. FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA. ALCÁZAR GONZÁLEZ, A. y AZCÁRATE LUXÁN, M. (2005): Toponimia: Normas para el MTN25. Conceptos básicos y terminología. Publicación Técnica n. 42. Madrid, Edita Dirección General del Instituto Geográfico Nacional, 131. ANTÓN BURGOS, F. J.: “El fenómeno de la trashumancia: Interpretación geográfica”, en ELÍAS PASTOR, L. V. y NOVOA PORTELA, F. (2003): Un camino de ida y vuelta. La trashumancia en España. Madrid, Lunwerg Ediciones, pp. 203-214. ANTÓN BURGOS, F. J. (2007): “Trashumancia y turismo en España”, en Cuadernos de Turismo, 20, pp. 27-54. ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE VALLADOLID: Catastro del Marqués de la Ensenada. Libro maestro de seglares. Libro 238. ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE VALLADOLID: Administración Provincial de Hacienda. Libros de Amillaramientos. Libros 1150 y 1151. BAYÓN CLEMENTE, J. (1999): Historia de la antigua Villa de Rueda. Primera parte. Valladolid, Edita Diputación Provincial. CALONGE CANO, G. (2002): “Estudio del medio físico de las llanuras centrales de la Cuenca del Duero: El ámbito de los interfluvios y valles de los ríos Adaja-Eresma y Cega”, en MAÑANES ÁLVAREZ, T. (2002): Arqueología del área Central de la Cuenca del Duero. Valladolid, Edita Diputación Provincial de Valladolid, pp. 17-31. COVARRUBIAS, S. (1674): Tesoro de la lengua castellana o española, en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras. GRUPO DE EXPERTOS DE LAS NACIONES UNIDAS EN NOMBRES GEOGRÁFICOS (2007): Manual para la normalización nacional de nombres geográficos. Edita Naciones Unidas. Departamento de Asuntos Sociales y Económicos, 173 pp. INSTITUTO GEOLÓGICO Y MINERO DE ESPAÑA (2000): Mapa Geológico de España. Escala 1:50.000. Hoja 399 (Rueda). LORENZO SANZ, E. (coord.) (1986): Historia de Medina del Campo y su Tierra. Nacimiento y expansión. Volumen I. Valladolid, Edita Ayuntamiento de Medina del Campo. MADOZ, P. (1845-1850) [1984]: Diccionario geográfico-estadístico-histórico de Castilla y León. Valladolid. Ámbito Ediciones. MAPA TOPOGRÁFICO NACIONAL. Escala 1:50.000. Hoja de Rueda, nº 399. Madrid, Edita Instituto Geográfico Nacional. MAPA TOPOGRÁFICO NACIONAL DE ESPAÑA. Escala 1:25.000. Hojas 399-I, 399-II, 399-III y 399-IV. Madrid, Edita Instituto Geográfico Nacional. MORALA RODRÍGUEZ, J. R.: “Objetivos y métodos en el estudio de la toponimia”, en ÁLVAREZ, A. y PERDIGUERO, H. (eds.). Toponimia de Castilla y León. Actas de la Reunión Científica sobre Toponimia de Castilla y León (1994). Burgos, Edita Facultad de H. y Educación, pp. 57/80. MORALA RODRÍGUEZ, J. R.: El bosque oculto en la palabra, en GIL SÁNCHEZ, L. y TORRE ANTÓN, M. (ed.) (2007): Atlas forestal de Castilla y León. Tomo I. León. Edita Junta de Castilla y León, pp. 287-308.

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