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    Origen y desarrollo de una ciencia:la biotica(Origin and Development of a Science: Bioethics)

    Velasco Gogenola, Juan M deUniv. de Deusto. Fac. de Teologa. Avda de las Universidades, 24.48007 Bilbao

    BIBLID [0212-7016 (2009), 54:1; 147-187]

    La biotica naci en la segunda mitad del siglo XX con el propsito de llegar a ser la guamoral que acompaase el desarrollo de las biociencias. En este contexto, las diferentes manerasde entender quin y qu es el ser humano han dado origen a que los dilemas bioticos tenganmltiples respuestas.

    Palabras Clave: Biotica. Dilemas bioticos. Principios bioticos. Experimentacin humana.

    Bioetika XX. mendearen bigarren erdian sortu zen, biozient zien garapenari lagundu beharkozion gida morala izateko helburuarekin. Testuinguru horretan, gizakia nor eta zer den ulert zekomolde desberdinen ondorioz, dilema bioetikoek askotariko erant zunak dituzte.

    Giltza-Hitzak: Bioetika. Dilema bioetikoak. Print zipio bioetikoak. Giza esperimentazioa.

    La biothique est ne dans la seconde moiti du XXme sicle dans le but de devenir leguide moral qui accompagne le dveloppement des biosciences. Dans ce contexte, les diffrentesmanires de comprendre qui est et quest-ce que ltre humain ont donn lieu ce que les dilemmesbiothiques aient de nombreuses rponses.

    Mots Cl : Biothique. Dilemmes biothiques. Principes biothiques. Exprimentation humaine.

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    INTRODUCCIN

    En los albores del siglo XX, cuando los hermanos Wright experimentabancon sus modelos aeronuticos los primeros vuelos a motor, o Marie Curieinvestigaba de forma incansable la radiactividad, estaba naciendo una nueva

    era cientfica que iba a introducir cambios extraordinarios que afectaran deforma incuestionable a la humanidad. Desde entonces hasta ahora, a comien-zos del tercer milenio, el hombre ha realizado conquistas revolucionarias encampos como el gentico, el informtico, el biotecnolgico, etc., que hanintroducido la posibilidad de transformar radicalmente no slo su propia vidasino tambin la de todo el ecosistema terrestre. Hoy en da, a partir de la tec-nologa conocida, es posible producir desde los instrumentos ms complejosusados por la ciruga molecular hasta armas de destruccin masiva, es decir,es posible crear desde los ms preciados y beneficiosos inventos que exigenlas nuevas terapias mdicas, sumamente eficaces ante determinadas enfer-medades, hasta, por ejemplo, los ms funestos y peligrosos programas de

    defensa nuclear que impulsan diversos estados, con el fin, eufemsticamentejustificado, de protegerse ante cualquier posible ataque de un pas enemigo.Esta paradjica situacin que propicia el progreso cientfico, segn el uso oel abuso que se hace del mismo, ha existido siempre, pero en la actualidadha alcanzado lmites inimaginables, pues, en pocas pasadas, el ser humanodifcilmente poda incidir en su propia naturaleza y en el medio ambiente comolo puede hacer hoy. En este contexto histrico, en el ao 1970, el onclogonorteamericano Van Rensselaer Potter, escriba:

    La humanidad tiene la necesidad urgente de una nueva sabidura que proveael conocimiento de cmo usar el conocimiento para la supervivencia del hombre

    y para el mejoramiento de la calidad de vida. Este concepto de la sabidura comouna gua para la accin el conocimiento de cmo usar el conocimiento para un biensocial podra ser llamado la ciencia de la supervivencia; seguramente el prerrequi-sito para el mejoramiento de la calidad de vida. Yo soy de la opinin de que la cienciade la supervivencia debe ser construida sobre la ciencia de la biologa, ampliada msall de sus fronteras ms tradicionales para incluir los elementos ms esenciales delas ciencias sociales y humanidades, con nfasis en la filosofa en su sentido msestricto, que significa amor a la sabidura. Una ciencia de supervivencia debe serms que una ciencia sola, y por consiguiente propongo el trmino Biotica parapoder enfatizar los dos ms importantes componentes para lograr la nueva sabiduraque tan necesitadamente necesitamos: conocimiento biolgico y valores humanos1.

    Con estas palabras, Potter manifestaba su inquietud por crear una nuevadisciplina que guiase el conocimiento cientfico para prevenir funestos erro-res, y propona el nombre de Biotica para designar a la ciencia que fuese elnexo de unin entre las ciencias de la vida y las ciencias humanas. Este acon-tecimiento fue un eslabn ms en la cadena de hechos que dieron vida a estenuevo saber, por haberse quedado obsoletas las guas de accin ofrecidaspor las ticas tradicionales para resolver los numerosos dilemas que la nuevasituacin biocientfica haba creado.

    1. POTTER, Van Rensselaer, Bioethics, the science of survival. En: Biology and Medicine,vol 14, N 1, (Autumm 1970), 127-153. Recogido en: Biotica, la ciencia de la supervivencia.

    En: Selecciones de Biotica, N 1, 2002, 121.

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    1. EL ORIGEN DE LA BIOTICA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX

    En sus primeros aos de vida, la biotica se desarroll fundamentalmentea partir de los parmetros que dictaban los acontecimientos biomdicos, yno desde la perspectiva de Potter, que conceba la nueva ciencia como unsaber mucho ms global. En buena medida se debi a intereses que, desdedistintos estamentos de la comunidad cientfica y social norteamericana, sefueron afirmando como prioritarios. En este sentido, son esclarecedoras laspalabras de A. R. Jonsen aparecidas en el Suplemento Especial de noviembrede 1993 de la Revista Hasting Center Report2, donde se haca eco de una con-vencin que se haba celebrado el ao anterior en Seatle para conmemorar eltreinta aniversario de la publicacin del artculo They Decide Who Lives, WhoDies, considerado como el primero que se escriba sobre biotica; el mencio-nado artculo lo escribi la periodista Shana Alexander en la revista Life. ParaJonsen, ese fue uno de los acontecimientos que junto a otros, tales como laregular aparicin de artculos sobre cuestiones ticas en revistas mdicas,el nacimiento de publicaciones propiamente especializadas en biotica comoel Hasting Center Report(en aquel momento contaba con veinte mil subscrip-tores), la enseanza de tica mdica en la mayor parte de las facultades demedicina, la preocupacin del gobierno norteamericano por crear comisionesde estudio e introducir en sus equipos sanitarios a especialistas en biotica,la aparicin de centros como el Instituto Kennedy (con sede en la Universidadde Georgetown), las sentencias judiciales que sirvieron para dirimir casosparadigmticos como el de Karen Ann Quinlan (acerca de los medios sani-tarios que deban usarse en casos de coma permanente), , marcaron esaprimera poca de pioneros. Jonsen llam pioneros a todos aquellos mdicos,filsofos, telogos, etc., que contribuyeron a que la biotica se desarrollasefundamentalmente en el campo de la biomedicina, con el nico fin de evitarcualquier tipo de injusticia o discriminacin que pudiese acarrear el mal uso delas nuevas tecnologas disponibles, o para que las investigaciones realizadascon seres humanos tampoco degenerasen en praxis inmorales. Mayormente,estas fueron las causas que propiciaron que la biotica se desarrollase funda-mentalmente en la direccin indicada.

    2. LA FUNDAMENTACIN BIOTICA: LA TEORA PRINCIPIALISTA DEBEAUCHAMP Y CHILDRESS

    2.1. Antecedentes

    Las teoras de fundamentacin biotica, que sirven para argumentar tica-mente y dar pautas para resolver las novedosas cuestiones morales que plan-tea la biomedicina, no tardaron en llegar. De todas ellas la que ha destacadopor antonomasia es la denominada Teora Principialista, establecida en basea cuatro principios ticos: autonoma, beneficencia, justicia y no-maleficencia;

    2. JONSEN, Albert, R., ed., The Birth of Bioethics, Special Supplement. En: Hasting Center

    Report, 23, no. 6 (1993).

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    y fue propuesta al final de los aos setenta en Principles of Biomedical Ethics3por Tom. L. Beauchamp y James L. Childress. La aparicin de Principles ofBiomedical Ethicssupuso un antes y un despus en la fundamentacin bio-tica, ya que es punto de referencia incuestionable para una correcta com-prensin de los caminos que ha seguido esta disciplina, especialmente enEstados Unidos.

    Pero antes de iniciar el anlisis y estudio de la Teora Principialista deBeauchamp y Childress es necesario conocer el background en el que sur-gi. Aos antes, en 1966 Henry K. Beecher publicaba en la revista The NewEngland Journal of Medicineun artculo4en el que, con la debida prudencia,denunciaba y manifestaba su gran preocupacin porque en determinadasfacultades de medicina, hospitales universitarios, instituciones sanitariasgubernamentales, etc., se haban realizado experimentos con seres humanosde forma arbitrara sin cumplir unos mnimos ticos exigibles, y en el mejor delos casos, al menos cuestionables; expona veintids ejemplos. Las razonesque adujo para sacar a la luz pblica aquella escandalosa informacin fueronlas siguientes: 1) El importante y continuo incremento de las asignacionespblicas para la investigacin, de la cual una parte substancial se realizabacon seres humanos, 2) La disponibilidad de recursos y la necesidad de pro-bar en seres humanos (ltima exigencia protocolara de los ensayos clnicos)los frmacos y las terapias en experimentacin antes de ser comercializadosen el mercado con total garanta, pudindose dar el caso de que las posibi-lidades de investigar superasen al nmero de investigadores responsables,3) El deseo de promocin de algunos jvenes y ambiciosos investigadorespreocupados por un destino profesional que dependa de los resultados desus propios trabajos, muchas veces realizados bajo gran presin. Este art-culo supuso una llamada de atencin no slo para la comunidad cientficasino tambin para las autoridades gubernativas y para la sociedad en general,pues todava entonces, incluso con dinero pblico, se estaban financiandoproyectos que dejaban mucho que desear, al menos desde el punto de vistade la justicia y la tica. Adems, los riesgos que, en opinin de Beecher, ame-nazaban a las investigaciones biomdicas norteamericanas fueron el preludiode otro suceso que convulsion al pueblo estadounidense.

    En 1972 el New York Timesdaba a conocer que en el estado de Alabama,en la localidad de Tuskegee, el Public Health Service(PHS) estaba realizando

    una investigacin, en la que exclusivamente participaban afroamericanos, conel fin de conocer cul era la evolucin natural de la sfilis. El estudio habacomenzado en 1932, y para llevarlo a cabo se eligieron a cuatrocientos indivi-duos sifilticos, pero que desconocan que padecan la enfermedad, y a otrosdoscientos sanos para que hiciesen de grupo de control; durante todos los

    3. BEAUCHAMP, Tom, L.; - CHILDRESS, James, F., Principles of Biomedical Ethics, 4 ed.New York: Oxford University Press, 1994. (Trad. Esp.: Principios de tica Biomdica, Barcelona:Masson, S. A., 1999).

    4. BEECHER, Henry, K., Ethics and clinical research. EN: NEJM, 274 (16 nov. 1966), 1354-

    60.

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    aos que dur el ensayo clnico no se aplic terapia alguna a los enfermos,ni siquiera a partir de los aos cuarenta cuando aparecen los antibiticos.Obviamente, la investigacin se dio por concluida desde el momento en quese hizo pblica y recibi una condena unnime.

    2.2. El informe Belmont: un paso ms hacia la teora principialista

    Toda esta serie de episodios, ocurridos en el transcurso de ciertas inves-tigaciones biomdicas que se haban realizado en los Estados Unidos, habasacado a la luz hechos que se consideraban erradicados en la praxis de losensayos clnicos que se efectuaban en las democracias occidentales despusde la Segunda Guerra Mundial. El riguroso protocolo que, desde la aparicindel Cdigo de Nremberg (1947) y de la siguiente Declaracin de Helsinki5(1964), deba seguirse para realizar este tipo de experimentos con sereshumanos as lo haca suponer, pero la realidad demostraba lo contrario, y eraevidente que las personas que se sometan a estos programas podan vervulnerados sus derechos y ser tratados de forma injusta y discriminatoria, encontra de los criterios ms elementales que dicta la tica. As, con el fin deevitar que se repitiesen abusos como los que se cometieron en Tuskegee, el12 de julio de 1974 el Congreso de los Estados Unidos cre una ComisinNacional (The National Comission for the Protection of Humans and BehaviroalResearch) con la misin de:

    () investigar e identificar los principios ticos bsicos que deban ser res-petados en toda investigacin biomdica en la que interviniesen seres humanos.La tarea encomendada a la Comisin consista en la consideracin de los siguien-

    tes puntos: los lmites existentes entre la investigacin biomdica y la prcticarutinaria de la medicina, los criterios de riesgo-beneficio en las investigaciones enque tomen parte sujetos humanos, guas de consulta apropiadas para la seleccinde temas y sujetos que participen en esas investigaciones y, por ltimo, el consen-timiento informado6.

    Cuatro aos despus, una vez concluido el trabajo de la Comisin, apa-reci El Informe Belmont7, nombre con el que es conocido este innovadordocumento, que se alejaba de la metodologa empleada por los cdigos ylas declaraciones que regulaban la experimentacin humana basndose enreglas y normas, para seguir su propio camino enmarcado en el horizonte de

    los principios. Los artfices de este documento tuvieron la pericia de unir en

    5. Su siguiente revisin en Tokio (1975) y las dems actualizaciones que se han realizadoen este documento corresponden a fechas posteriores a las analizadas en este apartado delestudio.

    6. VELASCO, Juan M. de, La biotica y el principio de solidaridad, Bilbao: Universidad deDeusto, 2003, 30.

    7. NATIONAL COMMISSION FOR THE PROTECTION OF HUMAN SUBJET S OF BIOMEDICAL ANDBEHAVIROAL SCIENCES, The Belmont Report, Washington, 1979. Trad. Cas. El Informe Belmont.Principios ticos y recomendaciones para la proteccin de las personas objeto de experimentacin:

    Biotica para clnicos, Azucena Couceiro (ed.), Madrid: Editorial Triacastela, 1999, 313-324.

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    un mismo protocolo tres principios ticos relevantes, reconocidos y aceptadospor la propia tradicin cultural norteamericana, tal y como reconoce el propioInforme Belmont:

    La expresin principios ticos bsicos se refiere a esos juicios generales

    que sirven como justificacin bsica para las muchas prescripciones y evaluacio-nes ticas particulares de las acciones humanas. Entre aquellos generalmenteaceptados en nuestra tradicin cultural, tres principios bsicos son particular-mente relevantes para la tica en la que participan sujetos humanos: el principiode respeto a las personas, la beneficencia y la justicia.

    Con elInforme Belmontse pretenda

    proporcionar un marco analtico que sirva de gua en la resolucin de los problemasticos planteados por la investigacin en la que participan sujetos humanos8,

    tomando como punto de referencia los principios de autonoma (respeto a laspersonas), beneficencia y justicia. Indiscutiblemente, dichos principios cons-tituyen una referencia moral paradigmtica para cualquier decisin que pre-tenda ser objetivamente correcta, y no slo para las que hacen referencia alos ensayos clnicos. De esta manera debieron pensar Beauchamp y Childresscuando concibieron la idea de escribir Principles of Biomedical Ethicsy aplicarla teora de los principios ticos a la biotica.

    2.3. La Teora principialista de Beaucahmp y Childress

    En el ao 1979, BeauchampyChildressestablecieron su famosa teora defundamentacin biotica a partir de cuatro principios ticos, a saber: respetoa la autonoma, no-maleficencia, beneficencia y justicia. Estos autores tuvie-ron la intuicin de aplicar los criterios ticos asumidos en el Informe Belmonta la Biomedicina, ya que dicha disciplina estaba necesitada de una tutelamoral que no le poda ofrecer la tica mdica tradicional. La nueva situacincreada por los avances biocientficos, en una sociedad cada vez ms cons-ciente del puesto que deba ocupar (individual y comunitariamente) en lasdecisiones mdico-paciente, fue en gran medida la causa de que entrasenen crisis los modelos sanitarios basados en estndares morales paterna-listas, que tenan en el principio de beneficencia y en el de no-maleficencia

    la justificacin necesaria para determinar las pautas a seguir en el ejerciciode la profesin mdica. Entre otras, sta fue una de las principales razonesque favorecieron la gran acogida que, desde su publicacin, se dispens aPrinciples of Biomedical Ethics, pero sin duda, la razn fundamental del xitoalcanzado por esta obra estriba en la sencillez con que estructura la teorade los cuatro principios bioticos. Estos son concebidos como el referenteprimigenio que indicar la moralidad de las decisiones que se tomen en bio-medicina, pero de una manera determinada. En un primer momento, sonconsiderados como principios prima facie, es decir, obligatorios s, pero no

    8. Ibd.

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    pero en cambio s puede ser capaz de decidir de forma autnoma si prefierepasar el da en la mar o en la montaa.

    Un captulo importante del estudio del principio de respeto a la autonomaest dedicado al consentimiento informado, entendido como la autorizacinque el paciente concede (por escrito) para someterse a una determinada tera-pia mdica. Se concibe en el marco de un proceso informativo, mediante elcual el paciente toma conciencia de lo que supone la decisin que va a tomary que finalizar con la firma de un documento que acredite de forma expresaque el sujeto ha tomado la opcin propuesta. Obviamente, tambin se indicanuna serie de requisitos necesarios para que el consentimiento se realice aut-nomamente, tales como capacidad, informacin suficiente, voluntariedad,etc. En el caso de que la persona sea incompetente para tomar una decisin,tambin se indica el procedimiento a seguir para que la persona incapacitadano sea tratada con injusticia e indignidad.

    2.3.2. El principio de no-maleficencia

    Beauchampy Childressconsideraron necesario distinguir entre el principiode no-maleficencia, determinado por el axioma moral primum non nocere, y elprincipio de beneficencia. De esta manera, establecen con claridad meridianala diferencia que existe entre los intereses que postulan los deberes nega-tivos, que condenan las acciones dainas que se perpetran en perjuicio dealguien y rigen al principio de no-maleficencia, y los deberes positivos que pro-mueven praxis benefactoras a favor de la persona y que orientan al principiode beneficencia. Lgicamente la exigencia moral que demandan los deberesnegativos es mayor que la solicitada por los deberes positivos, pues tal comoafirma el profesor Diego Gracia nunca es lcito hacer el mal, pero a veces noes lcito hacer el bien11. A pesar de lo cual, en Principles of Biomedical Ethics,la no-maleficienciase estructura y valora como el resto de los principios de lateora, yen consecuencia las acciones maleficientes tambin son prima facieincorrectas:

    () interferir con los intereses de otros causando daopuede no ser inco-rrecto o injustificable, pero siempre es prima facieincorrecto. Algunos actos noci-vos obstaculizan, justificadamente, los intereses de otros, como por ejemplo,el caso de la guerra y de los castigos justificados a los criminales, e incluso al

    ponderear intereses en conflicto. El que un acto sea correcto o no depende, comoocurre al castigar, del peso de las razones que lo justifican. Pero lo ms impor-tante quiz sea que lo que para una persona puede representar un dao puede noserlo para otra, en funcin de sus distintos puntos de vista acerca de lo que puedesuponer un obstculo para sus intereses12.

    11. GRACIA, Diego, Fundamentos de Biotica, Madrid: Eudema, 1989, 103.

    12. BEAUCHAMP, Tom, L.; CHILDRESS, James, F., Principios de tica Biomdica, op. cit.,

    183.

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    Ciertamente, para valorar ticamente una accin es necesario conocer elcontexto en el que se ha realizado; de lo contrario se podran cometer graveserrores. Generalmente, la mera observacin de un determinado suceso, sinms consideracin que su pura factualidad fsica, no es suficiente para rea-lizar su valoracin moral. La intencionalidad que tiene el sujeto que realizala accin y las peculiaridades que caracterizan el acto (posibilidad de xito,proporcin entre los beneficios y los perjuicios, etc.) son, en definitiva, las pre-misas que precisan la no-maleficencia, pues no es lo mismo empujar y tirar alsuelo a una persona para evitar que sea atropellada por un coche que hacerlopara producirle dao. Asimismo, Beauchamp y Childress son conscientes dela pluralidad de corrientes filosficas y ticas que cohabitan en el panoramaideolgico actual, en el que un mismo dilema biotico puede obtener respues-tas de lo ms dispar, incluso contradictorias.

    En este sentido, estos autores estudian el principio de no-maleficenciadesde el ms absoluto respeto por todas las creencias que participan en eldebate socio-poltico, y desde un punto de vista prctico, centrando su puntode atencin en establecer la lnea divisoria entre el exceso y el defecto decuidado debido13en la prctica mdica. Desde esta perspectiva, considerannecesario distinguir entre tratamientos obligatorios y tratamientos optativospara situar la frontera de la no-maleficencia; para ello se basan en el anlisisde la calidad de vida y en el respeto a la autonoma de los pacientes compe-tentes. Estas apreciaciones, aunque necesarias, en determinadas situacionesson insuficientes para valorar una decisin desde criterios no-maleficientes.Por este motivo, cuando est en juego la vida de una persona creen que espreciso responder a cuatro preguntas:

    a) conceptualmente cul es la diferencia entre matar y dejar morir?; b) noinstaurar un tratamiento es a veces sinnimo de matar y, en caso afirmativo, consti-tuye unas veces suicidio y otras un homicidio?; c) moralmente, es lo mismo matarque dejar morir?; d) en qu circunstancias puede un paciente, un profesionalsanitario o un sustituto decidir no instaurar un tratamiento con el objetivo de que unpaciente muera, u organizar un suicidio asistido o cualquier otro tipo de muerte?14.

    Concluyen afirmando que en ocasiones no existe diferencia entre matar ydejar morir; piensan que no instaurar un tratamiento puede suponer la muertede un individuo, ya que se puede matar tanto directamente por medio de unaaccin determinada como por omitir un tratamiento que sea vital para la per-

    sona. Esta ltima circunstancia puede conducir a situaciones complejas queson, segn los autores, difciles de juzgar, pues pueden admitir solucionesopuestas, en funcin de los planteamientos morales de la persona y del res-peto que se tenga por su autonoma, y su concepto de beneficencia y justicia.Obviamente, las discrepancias que pueden surgir son tantas como las que exis-ten en el debate social sobre la eutanasia. Ante este dilema, tratan de respon-der si en algn caso puede estar justificado ticamente matar o dejar morir:

    13. Ibd., 185.

    14. Ibd., 208.

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    Los cdigos de tica mdica, desde Hipcrates hasta hoy, prohben rotunda-mente la asistencia directa a la muerte, por mucho que el paciente tenga buenasrazones para desear morir. Por ejemplo, en 1991, la American Geriatrics Societyse opuso a cualquier tipo de intervencin de los mdicos para matar o asistir alsuicidio. El American Medical Association Council on Ethical and Judicial Affairs,

    en una declaracin realizada en 1973, revisada en 1988 y en 1991, permita laomisin de tratamientos de soporte vital, pero prohiba cualquier tipo de interven-cin intencionada de un ser humano para acabar con la vida de otro ser humano;matar por compasin. Segn esta norma, el hecho de que dejar morir sea o nomoralmente aceptable depende de una serie de factores, pero si la muerte implicamatar aunque las circunstancias sean idnticas a aquellas en que dejar morirest permitido nunca est justificado15.

    Para Beauchamp y Childress la norma general no deja lugar a duda, pero,no obstante, consideran necesario evaluar los argumentos que existen a favory en contra de matar por compasin, del suicidio asistido y de la omisin detratamientos de soporte vital. Creen que existen situaciones de eutanasiaactiva donde la intervencin mdica no tiene por qu ser moralmente inco-rrecta; del mismo modo creen que sera conveniente suavizar las normasque proscriben ciertos casos de suicidio asistido, de forma que el mdicopueda encontrarse ms tranquilo cuando ayude a morir a enfermos termina-les16. De cualquier manera, son conscientes de que el objetivo de Principlesof Biomedical Ethicsest en el mundo de la tica biomdica y no en el delderecho, razn por la que no tratan de establecer los lmites que deben seraceptados desde las instancias sanitarias pblicas, sino las pautas que ti-camente puedan justificarse cuando se colabore en la muerte de una persona(por comisin u omisin)17.

    2.3.3. El principio de beneficencia

    En Principles of Biomedical Ethics se estudian dos principios de bene-ficencia: la beneficencia positiva y la utilidad. La primera hace referenciaal suministro de beneficios; la segunda investiga la utilidad que provienede los bienes aportados, es decir, la relacin que existe entre el provechobeneficiente deseado y el perjuicio tolerado que acaece cuando se aplica unaterapia o poltica sanitaria, etc. Beauchamp y Childress consideran que estabeneficencia es obligatoria y la distinguen de la virtud de la benevolencia y deotros tipos de cuidados altruistas que, segn ellos, no tienen ese carcterpreceptivo, sino que son meramente optativos18. Con estos criterios tratande situar la obligatoriedad (prima facie) que exige el principio de beneficencia,pues son conscientes de que existen acciones benefactoras que exceden acualquier obligacin tica. En consecuencia, establecen una serie de condicio-

    15. Ibd., 215.

    16. Ibd., 216.

    17. Ibd., 223.

    18. Ibd., 245.

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    nes para situar la diferencia entre lo que es compromiso moral de lo que esuna voluntad altruista. Para ello, basndose en diversos autores, considerana la persona X y a la persona Y, y dicen:

    1. Y est expuesto al riesgo de una prdida significativa o de un perjuicio para

    su vida o salud o para algn otro inters principal; 2. La accin de X es necesaria(sola o junto a otras) para prevenir esta prdida o perjuicio; 3. La accin de X (solao junto a otras) tiene una alta probabilidad de prevenirlo; 4. La accin de X norepresentar riesgos, costes o cargas significativos para X; 5. El beneficio que Ypuede esperar obtener supera cualquier perjuicio, coste o carga que es probableque incurra X19.

    Estas cinco condiciones pueden determinar la obligacin de beneficencia.No obstante, la cuarta establece un punto de inflexin, pues:

    () es crtica porque nos permite ocuparnos de los problemas que rodean a

    las formulaciones de la obligacin de beneficencia. Aunque es difcil especificarlos riesgos, costes o cargas significativas, la implicacin de la cuarta condicines clara: aunque la accin X pueda salvar probablemente la vida de Y, y puedacumplir todas las condiciones menos la cuarta, la accin no sera obligatoriabasndose en la beneficencia20.

    Otro apartado importante de la reflexin del principio de beneficencia estcentrado en el estudio del paternalismo mdico, al que definen como:

    la desautorizacin intencionada de las preferencias de una persona, donde lapersona que las desautoriza justifica su accin con el propsito de beneficiar a oevitar el dao a la persona cuya voluntad est desautorizando21.

    Esta manera de exponer el significado de paternalismo, tal y como reco-nocen los propios autores, es totalmente neutral; no establecen ningn juiciode valor, nicamente relatan un comportamiento sin posicionarse a favor o encontra; as, no dicen si es necesario, si es moralmente incorrecto, o si puedeestar total o parcialmente justificado.

    En lnea con el planteamiento de Joel Feinberg, distinguen entre pater-nalismo dbil y fuerte. Segn esta clasificacin, el dbil es aquel que actabeneficientemente para evitar las decisiones que pueda tomar una personano autnoma; por el contrario, el fuerte es el que califica a las acciones

    beneficientes que se realizan en contra de las decisiones voluntarias y aut-nomas del individuo22. Desde esta perspectiva, slo el paternalismo fuerte esconsiderado paternalismo en sentido propio, ya que vulnera la autonoma deuna persona capaz y competente para decidir por s misma. Por esta razn,

    19. Ibd., 252.

    20. Ibd., 252.

    21. Ibd., 260.

    22. Ibd., 262-263.

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    Beauchamp y Childress tratan de averiguar cundo puede estar justificadoel paternalismo fuerte, pues, con este tipo de intervenciones, fcilmente sepuede incurrir en abusos y arbitrariedades al interponer el criterio mdico a lavoluntad del paciente. En consecuencia, creen que slo se puede actuar bajola tutela del paternalismo fuerte si:

    1. Un paciente est expuesto al riesgo de un dao significativo y prevenible;2. La accin paternalista probablemente prevendr ese dao; 3. Los beneficiosproyectados de la accin paternalista para el paciente sobrepasan a los riesgospara el citado paciente; 4. Se adoptar la alternativa menos restrictiva de la auto-noma que asegure los beneficios y reduzca los riesgos23.

    Despus de finalizar el anlisis del principio de beneficencia en la medi-cina clnica, continan su investigacin estudiando las decisiones de polticasocial e institucional en cuanto a los beneficios, vistos en funcin de loscostes y los riesgos. Para evaluar dichas decisiones se basan en lo que deno-

    minan anlisis coste-efectividad (ACE) y anlisis coste-beneficio (ACB)24; paraestos autores:

    Tanto el ACE como el ACB tratan de identificar, medir, comparar y evaluartodos los costes y consecuencias relevantes de polticas, programas y tecnolo-gas en trminos cuantitativos. Sin embargo los dos pueden distinguirse por lostrminos en los que hacen constar el valor de los resultados. En el ACB, tanto losbeneficios como los costes son valorados en trminos monetarios. En el ACE, losbeneficios son valorados en trminos no monetarios, como por ejemplo aos devida, aos de vida ajustados a la calidad de vida, o a casos de enfermedad25.

    2.3.4. El principio de justicia

    Beauchamp y Childress fueron conscientes de la dificultad que suponaexponer distintos principios de justicia, pues, la construccin de una teoracomprehensiva y unificada de la justicia que capte nuestras diversas concep-ciones puede ser imposible26.En este sentido, optan por el trmino justiciadistributiva, que, segn ellos, es la forma ms coherente para repartir y asig-nar a cada persona la parte correspondiente de los beneficios de que puededisponer y de las cargas que debe asumir.Este principio de justicia se fundaen la mxima los iguales deben ser tratados igualmente y los desigualesdeben ser tratados desigualmente27; este axioma es considerado el aspectoformal del principio, ya que indica la manera de tratar equitativamente a laspersonas, slo eso. Evidentemente, desde la perspectiva formal no se explicaquines son iguales o cules son las guas que establecen las similitudes

    23. Ibd., 268.

    24. Ibd., 278.

    25. Ibd., 279.

    26. Ibd., 311.

    27. Ibd., 313.

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    y las diferencias, etc., puesto que su funcin no es la de concretar toda esaserie de circunstancias, sino simplemente la de establecer el criterio medianteel cual se hace el mencionado reparto de beneficios y servicios anteriormentealudido. La concrecin la dan los principios materiales de justicia, que estable-cen las caractersticas que dirigen la distribucin. En Principles of BiomedicalEthicsse identifican varios de ellos, tales como a cada persona una parteigual, a cada persona de acuerdo con la necesidad, a cada persona deacuerdo con el esfuerzo, a cada persona de acuerdo con la contribucin,a cada persona de acuerdo con el mrito, a cada persona de acuerdo conlos intercambios del libre mercado28. Ser a partir de estos principios mate-riales de justicia desde donde surjan las controversias y diferencias entre lasdistintas cosmovisiones socio-polticas que participan en el debate social; esdecir, desde el momento en que se traspasa a la vida real los conceptos te-ricos de justicia:

    Todas las polticas pblicas e institucionales, basadas en la justicia distri-butiva, se derivan finalmente de la aceptacin (o el rechazo) de algunos princi-pios materiales y algunos procedimientos para especificarlos y perfeccionarlos, ymuchas disputas sobre la poltica correcta o la distribucin surgen de puntos departida opuestos, o al menos alternativos, con diferentes principios materiales29.

    Es importante tener en cuenta esta apreciacin, porque desde el mismoprincipio formal de justicia se puede llegar a polticas sanitarias diferentes,e incluso opuestas, pues el leitmotiv de la justicia distributiva viene dado apartir de sus principios materiales, que condicionan no slo la interpretacinde igualdad sino tambin la de las polticas sanitarias a seguir. As, una de lasfunciones principales de estos principios es la de identificar las propiedades

    relevantes que califican a la persona y la hacen acreedora de unos serviciossanitarios.

    Tambin hay que tener en cuenta que las distintas formas de justiciadistributiva se han desarrollado en el horizonte de diferentes teoras socio-polticas, tales como la utilitarista, la liberal, la comunitarista, la igualitarista,etc. Entre estas ltimas, la teora de la justicia propugnada por Rawls, unidaa la propuesta del mnimo decente de asistencia sanitaria, ha propiciado quelo que se denomina oportunidad justa se convierta en un tema de debate parala teora de la justicia social30. La oportunidad justa es una forma de justiciadistributiva que tiene como principio:

    (...) que nadie debe tener garantizados beneficios sociales sobre la base decondiciones ventajosas no merecidas (porque ninguna persona es responsablede tenerlas) y que a nadie se deberan negar beneficios sociales sobre la base decondiciones desventajosas no merecidas (porque tampoco son responsables deesas propiedades). Dichas condiciones distribuidas por la lotera de la vida social

    28. Ibd., 315.

    29. Ibd., 315.

    30. Ibd., 325-326.

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    y biolgica no son base para una discriminacin moralmente aceptable entrelas personas a no ser que la gente tenga una oportunidad justa de adquirirlas osuperarlas31.

    Esta forma de entender la justa distribucin de los bienes sanitarios

    sita sus prioridades en aquellas personas que, en la lotera de la vida, nohan tenido la suerte de quedar acomodadas en posiciones ventajosas en elreparto de las condiciones socio-biolgicas, que en numerosas ocasiones soncausa de marginacin y miseria. A pesar de ello, tambin se pretende buscaralgn lmite hasta el que se deba actuar siguiendo la regla de la oportunidadjusta, pues si es un criterio de compensacin, llegar un punto en que labalanza est equilibrada. As, H. Tristam Engelhardt, desde posturas liberales,sita ese punto en la frontera entre lo injusto y lo desafortunado, si bien pordesgracia no es nada precisa la lnea que separa lo uno de lo otro32.

    Otro foco de atencin del principio de justicia est centrado en el mnimo

    decente de asistencia sanitaria al que tendra derecho toda persona, indepen-dientemente de cualquier circunstancia o condicin. Este concepto, que seencuentra en relacin con la regla de la oportunidad justa, hace referencia alas prestaciones sanitarias de primer nivel, es decir, a las necesidades bsi-cas y a las catstrofes:

    El nivel 1 cubrira, presumiblemente, al menos las medidas de salud pblica yasistencia preventiva, atencin primaria, asistencia en casos agudos, y serviciossociales especiales para aquellos que tengan discapacidades. En esta concep-cin, las obligaciones de la sociedad no son ilimitadas y estn reguladas por unmodelo general de una red de seguridad para todo el mundo, y este modelo debe

    ir acompaado de una explicacin de las distribuciones sociales justificables. Deotro modo, el mnimo decente es una vaga abstraccin33.

    Segn Beauchamp y Childress, esta propuesta de asistencia sanitariatiene la ventaja de que puede ser aceptada desde concepciones socio-polti-cas que estn fundadas en planteamientos distintos, tales como los libera-les, los utilitaristas, comunitaristas e igualitaristas, pues asume criterios queson compartidos por todos ellos; adems, da margen para que pueda existirotro tipo de sistema sanitario en el que se puedan contratar las prestacionesque no cubre el mnimo decente. Obviamente, esta forma de concebir el sis-tema sanitario refleja el pensamiento norteamericano, donde el gestor de los

    seguros mdicos son compaas privadas, en contraposicin con el modeloeuropeo que es gestionado por el estado y tiene una cobertura no de mnimossino de mximos, con independencia de que, particularmente, se puedancontratar otros servicios mdicos privados, paralelos a los de la red sanitariapblica.

    31. Ibd., 326.

    32. Ibd., 326-329.

    33. Ibd., 341.

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    Asimismo, en Principles of Biomedical Ethicsse tiene en cuenta la distri-bucin del presupuesto de asistencia sanitaria segn prioridades. En estecontexto, hay que tener en cuenta que, en el ltimo cuarto de siglo, al menosen los pases desarrollados, los gastos sanitarios se han multiplicado porcausa del envejecimiento de la poblacin y por la incorporacin de las nuevastecnologas en medicina. En otras partes del mundo, como puede ser frica,las cosas son bien distintas, pues en gran parte de los pases de ese conti-nente la poblacin ni siquiera tiene acceso a un sistema sanitario que cubrala atencin primaria.

    2.4. Otras fundamentaciones

    Adems del principialismo, en el entorno norteamericano surgieron tam-bin otras formas de fundamentacin de la biotica; de ellas, sin duda, una delas ms atractivas es la concebida por Edmund Pellegrino y David Thomasmaen The Virtues in Medical Practise34, basada en la teora de la virtud. Estacorriente de pensamiento hunde sus races en la filosofa clsica, especial-mente en Aristteles y en su manera de entender al ser humano como serracional, capaz de descubrir y adoptar ciertas actitudes que lo sitan en elhorizonte del bien y de la felicidad. Dichas actitudes son fruto del aprendizaje,del esfuerzo y de la perseverancia en una forma de concebir la vida, que propi-cia la bondad moral y la perfeccin personal35. En este contexto, no se puedeolvidar la importancia que, ya desde antiguo, ha tenido la teora de la virtud enla tica cristiana, va que siguieron estos autores al publicar, aos despus,The Christian Virtues in Medical Practice36, con el propsito de vivir su vidaprofesional a partir de su compromiso con el Evangelio en un mundo plural ylaico. As, tal y como ellos mismos manifiestan:

    Este volumen procede partiendo de las virtudes teologales de la fe, la espe-ranza y la caridad, hasta las virtudes prcticas, como la prudencia la justicia y lacompasin. La caridad, el amor al prjimo, es la virtud ordenadora de la tica cris-tiana, la mdica y otras. Debera conformar todas las relaciones sanitarias Uncompromiso cristiano, si es fiel y est completamente presente en un profesionalsanitario, transforma esa profesin en una vocacin37.

    De esta manera, Pellegrino y Thomasma sitan este libro en el marco dela biotica cristiana, a la que citaremos ms adelante, pues difcilmente se

    puede hablar de esta ciencia sin tener en cuenta las aportaciones realizadas

    34. PELLEGRINO, Edmund, D.; THOMASMA, David, C., The Virtues in Medical Practice, NewYork, Oxford University Press, 1993.

    35. ARISTTELES, Moral a Nicmaco, Madrid, Espasa Calpe, sexta edicin, 1993.

    36. PELLEGRINO, Edmund, D.; THOMASMA, David, C., The Christian Virtues in Medical Prac-tice, Washington (USA), Georgetown University Press, 1996; Las virtudes cristianas en la prcticamdica, Madrid, Universidad Pontificia de Comillas, 2008.

    37. PELLEGRINO, Edmund, D.; THOMASMA, David, C., Las virtudes cristianas en la prctica

    mdica, op. cit., 18.

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    por los telogos y los moralistas cristianos, tal y como es reconocido desdemuy distintas instancias. As lo afirma Albert Jonsen en el segundo captulo desu libro The Birth of Bioethics38, donde muestra la gran importancia que tuvie-ron en los orgenes de esta disciplina las reflexiones de autores cristianos.

    Tambin la casustica ha hecho su aparicin en el marco de la fundamen-tacin biotica de la mano de A. Jonsen y S. Toulmin. Desde esta perspectivatica se pretende acercar la praxis a la toma de decisiones en biomedicina apartir de ciertos casos paradigmticos. Se trata de establecer la similitud quepuede existir entre el arquetipo, cuyas conclusiones han sido ampliamenteestudiadas y aceptadas, y el caso particular que se pretende resolver39. Estosautores han renovado una metodologa tradicionalmente utilizada en pocaspasadas como alternativa a los sistemas deductivos, basados en conceptosabstractos alejados de la realidad experiencial. En este sentido, la nuevacasustica critica al principialismo por la indeterminacin y la ambigedad quegeneran sus principios a la hora de alcanzar una certeza moral en las decisio-nes bioticas40.

    Adems de stas, otras fundamentaciones, como la defendida por H.Tristam Engelhardt en The Foundations of Bioethics41, o la que sostienen K.D. Clouser y B. Gert con su Teora de la Regla imparcial42, son tambin deprocedencia estadounidense, mbito en el que la biotica se ha desarrolladode una manera espectacular.

    Con todo, no deben olvidarse las aportaciones realizadas desde la bioticaeuropea. As, autores como Diego Gracia han contribuido de manera singulara esta ciencia. En sus Fundamentos de Biotica43da a conocer una propuestade fundamentacin basada en una tica formal de bienes de corte zubirianoen la que sita los tres principios de beneficencia, autonoma y justicia:

    () propone aceptar no solamente unos principios bsicos, sino tambin lafundamentacin que constituye su marco de referencia, lo que permite situar adichos principios jerrquicamente en el seno de una sociedad plural en la que se

    38. JONSEN, Albert, R., The Birth of Bioethics, New York - Oxford, Oxford University Press,1998.

    39. BEAUCHAMP, Tom, L., La Forza del Paradigma dei Princpi in Bioetica: Bilancio di 25 Annidi Bioetica. Un rapporto dai pioneri, 104-105.

    40. Ibd., 105.

    41. ENGELHARDT, H. Tristam, The Foundations of Bioethics, New York, Oxford UniversityPress, 1996, 2 ed.

    42. CLOUSER, K. D., Common Morality as an Alternative to Principlism: Kennedy Institute ofEthics Journal 5 (1995) 219-236; CLOUSER, K. D., GERT, B., Morality vs. Principlism: Principlesof Health Care Ethics, (ed) R. Guillon, New YorK: John Wiley and Sons, 1994, 251-266; GERT, B.,CULVER, CH. M., CLOUSER, K. D., Bioethics: a Return to Fundamentals, New York: Oxford Univer-sity Press, 1997, 71-92.

    43. GRACIA, Diego, Fundamentos de Biotica, Madrid, Eudema, 1989; Fundamentos de Bio-

    tica, Madrid, 2 ed., Triacastela, 2007.

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    legisla para todos y no nicamente para un determinado grupo o colectivo. Parte,pues, de un canon de referencia (reciprocidad y universalidad) que posibilita loque denomina el esbozo, a partir del cual surgen los principios como normasdeontolgicas ()44.

    Una vez finalizada esta breve enumeracin de algunas de las principalesfundamentaciones que han aparecido en el panorama biocientfico interna-cional, hay que reconocer que la mayora de ellas han nacido en dilogo ycomo alternativa a la teora de Beauchamp y Childress que, hoy por hoy, siguesiendo la propuesta ms reconocida y aceptada por la comunidad cientficay dems sectores sociales. Esto no significa que las dems proposicionestengan un perfil argumentativo ms dbil y resulten menos eficaces en laresolucin de dilemas biocientficos, sino que no han alcanzado la difusin yel consenso logrado por el paradigma principialista. Sin embargo, en ocasio-nes pueden ser una ayuda inestimable para decidir en situaciones complejasy comprobar que, tanto con un modelo como con otro, se llega a la misma

    solucin del conflicto biotico, pues con todos ellos se debe pretender buscarla correccin tica en las decisiones y no la justificacin de posturas prede-terminadas. Obviamente, cada persona se encontrar ms cmoda en unaformulacin que en otra por diferentes razones, tales como la ideologa, laconfesionalidad religiosa, etc., pues no es lo mismo partir de concepcioneshumanistas, que consideran a todo hombre y a toda mujer fin en s mismos ycon una dignidad inviolable, que hacerlo desde planteamientos posmodernosdonde los valores absolutos no tienen cabida.

    As las cosas, es frecuente encontrarse con que un mismo dilema bioticose resuelve de muy distinta manera, ya que a los mismos interrogantes que

    el ser humano plantea sobre su propia existencia, su salud, su vida, etc., sepuede responder de diferente modo, por no decir de manera contradictoria.Esta paradjica situacin tiene su origen en las distintas formas que tienela persona de concebir su propia naturaleza, especialmente en los estadosoccidentales laicos y pluralistas, donde cada grupo social, poltico o religiosotiene su propio cdigo deontolgico sobre lo que debe ser respetado y lo queno; en consecuencia, lo que para unos significa defender los derechos msfundamentales de la persona, para otros supone la violacin de sus valoresms elementales. Este terrible contrasentido que viven el hombre y la mujerdel comienzo del tercer milenio, en cuanto a su propia mismidad, a su serpersona, no parece que tenga una solucin fcil, ya que en la mayora de los

    casos supondra renunciar a postulados asumidos como seas de identidad.En conclusin, al menos por el momento, a lo ms que se puede aspirar es afrmulas consensuadas por ley, las cuales permiten (pero no obligan) realizaren determinadas circunstancias ciertas prcticas, investigaciones, etc., quetocan aspectos vitales de la persona. Tal es el caso de la nueva la Ley deInvestigacin Biomdicapublicada en el BOE en el ao 2007 y de la que sehablar a continuacin.

    44. VELASCO, Juan M. de, La biotica y el principio de solidaridad. Una perspectiva desde la

    tica teolgica, op. cit., 132.

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    3. LA LEY DE INVESTIGACIN BIOMDICA

    El 4 de julio de 2007 se publicaba en el Boletn Oficial del Estado lanueva Ley de Investigacin Biomdica (Ley 14/2007, de 3 de julio, en adelanteLIB).La LIBconstituye una de las legislaciones europeas ms vanguardistasy ambiciosas en lo que compete a la investigacin con clulas troncalesembrionarias (clulas madre embrionarias). Asimismo, regula la creacin dediversas Comisiones y Comits con la finalidad de velar por la buena prcticaen materias tan delicadas como las que pretende normalizar (Comits ticosde Investigacin, Comisin de Garantas para la Donacin y Utilizacin deClulas y Tejidos Humanos y el Comit de Biotica de Espaa). Por otra parte,tambin recoge todo lo concerniente a los anlisis genticos, las muestrasbiolgicas humanas y la creacin de biobancos. Se excluyen del mbito deesta legislacin las implantaciones de rganos, tejidos y clulas de cualquierorigen.

    Como era de esperar, las reacciones que ocasionaron, en primer lugar,el Proyecto, y la propia LIB despus, fueron de lo ms dispar y proliferaronmanifestaciones tanto a favor como en contra. Pero, con independencia deesta diferencia de pareceres, se puede afirmar sin temor a equivocarse queesta regulacin marcar un antes y un despus en la investigacin con clulastroncales embrionarias en este pas. Por esta razn, no es de extraar que,desde distintos mbitos de investigacin y de reflexin, se argumente y seexpongan criterios para fundamentar la conformidad o el rechazo de lo quepropone la LIB.

    Los motivos que, desde el terreno legislativo, se alegan para legislar sonobvios: los recientes avances cientficos, as como las incertidumbres ti-cas y legislativas que crean estas nuevas tcnicas de investigacin.

    Todas estas circunstancias hacen que no sean pocas las causas de pre-ocupacin que la nueva Leytrae consigo, pues lo que para algunos sectoresy grupos sociales representa dar carta de ciudadana al progreso y al avancede la ciencia, para otros, por el contrario, supone vulnerar la dignidad y losderechos ms fundamentales del ser humano.

    En este sentido, lo que se pretende en este apartado del presente trabajo

    es analizar y estudiar crticamente algunos de los puntos ms conflictivos dela LIB; particularmente, las distintas formas de enjuiciar los dilemas bioticosque propician las nuevas tcnicas de investigacin ahora en vigor.

    En primer lugar, se debe valorar positivamente la iniciativa de regular lainvestigacin en biomedicina. Con estas palabras laudatorias no se pretendeenjuiciar lo que dice la Ley, es decir, su forma de entender y estimar lo quedebe ser legal y por qu; slo se quiere hacer hincapi en algo que no debepasar desapercibido: la gran importancia que tiene la investigacin en estasreas de la ciencia. Resulta incuestionable que con dichas investigacionesestn en juego aspectos fundamentales de la vida humana, cuestin que no

    puede quedar al libre albedro y a la buena voluntad de los individuos y de las

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    entidades que estn trabajando en la investigacin cientfica, pues tal y comose dice en la LIB:

    (...) estos avances cientficos y los procedimientos y herramientas utilizadospara alcanzarlos, generan importantes incertidumbres ticas y jurdicas que deben

    ser convenientemente reguladas, con el equilibrio y la prudencia que exige untema tan complejo que afecta a la identidad del ser humano.

    En segundo lugar, tambin merece una mencin especial el inters quemuestra la LIBpor la defensa de la dignidad e identidad del ser humano y sudeseo de protegerlas ante cualquier posible agresin que pudiese provenir deuna mala prctica investigadora:

    (...) la ley se construye sobre los principios de la integridad de las personas yla proteccin de la dignidad e identidad del ser humano en cualquier investigacinbiomdica que implique intervenciones sobre seres humanos, as como en la reali-

    zacin de anlisis genticos, el tratamiento de datos genticos de carcter personaly de las muestras biolgicas de origen humano que se utilicen en investigacin.

    En tercer lugar, tampoco resulta balad ni debe olvidarse la gran repercu-sin que tienen estas investigaciones en el marco social, especialmente enel mbito poltico y econmico. Hace algunos aos, concretamente en el 2003,el Informe sobre el Desarrollo Humano de la ONUllamaba la atencin sobre losrecursos que se destinaban a ciertas investigaciones biotecnolgicas en detri-mento de otras, fundamentales para paliar numerosas enfermedades endmi-cas que afectan a millones de personas en zonas del tercer mundo:

    A pesar del enorme potencial de los recientes avances en biotecnologa,relativamente poca inversin est orientada a la tecnologa que ayuda a solucio-nar los problemas de la pobreza. En medicina, por ejemplo, la Comisin sobreMacroeconoma y Salud de la Organizacin Mundial de la Salud ha detectadouna notable subinversin en las enfermedades que ms afectan a los pobres.Entre ellas se incluyen enfermedades tropicales como kala-azar, enfermedad deChagas y enfermedad del sueo, adems de las principales infecciones mortales(VIH/SIDA, tuberculosis, paludismo). En conjunto, las enfermedades tropicales yla tuberculosis suponan el 11% de la carga mundial de enfermedad de 1999. Sinembargo de los 1.393 nuevos medicamentos aprobados entre 1975 y 1999, slo16, algo ms del 1%, estaban desarrollados para esas dolencias.... Las empresasfarmacuticas y los pases ricos representan el 93% del gasto mundial en investi-

    gacin y desarrollo en salud. Los pases pobres y las enfermedades de los pobressuponen poco en trminos de mercado puesto que los pases en desarrollo repre-sentan menos del 2% del mercado de los principales productos farmacuticos.Como resultado los pases pobres se benefician de las inversiones mundialesen investigacin slo cuando padecen enfermedades que tambin afectan a lospases ricos, como en el caso del VIH/SIDA. Incluso entonces los pases pobresno pueden compartir los frutos de dicha investigacin debido a los altos preciosque se mantienen con ayuda de patentes, como sucede con los medicamentosretrovirales para el VIH/SIDA45.

    45. PROGRAMA DE NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO (PNUD), Informe sobre el desa-

    rrollo humano 2003, Madrid: Mundi-Prensa, 2003, 158.

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    En cuarto lugar, otro factor importante a tener en cuenta, al hablar de laInvestigacin Biomdica,est relacionado con lo que se podra denominar eldominio tecnolgico, al que casi nadie est dispuesto a renunciar. Pero,por desgracia, en numerosas ocasiones, poseer ese dominio y permanecer ala vanguardia de la investigacin exige prcticas que estn en esa incerti-dumbre tica a la que se aluda anteriormente. Adems, como siempre habralguien dispuesto a realizar aquello que sea tecnolgicamente posible, aunquetraspase la frontera de lo tico, permanecer en la vanguardia cientfica podrasignificar participar en una carrera imparable por la posesin del conocimientobiocientfico y de la propiedad intelectual e industrial de sus resultados. Estopuede dar origen a que las legislaciones se basen en meros consensos quemiren ms a las exigencias impuestas por las biociencias que a otro tipo derazones.

    Estas observaciones son de capital importancia para considerar los resul-tados de las investigaciones biomdicas como autntico progreso, esdecir, para que sus resultados sean beneficiosos para todo hombre y todamujer independientemente de su situacin o condicin; dicho con otras pala-bras, para que no sean fuente de discriminacin o manipulacin de unosseres humanos en beneficio de otros. Por tanto, una consecuencia bsica quese desprende de la LIBest indisociablemente unida al discernimiento de lasincertidumbres ticas que las nuevas tecnologas ponen en juego.

    As, ya desde las disposiciones generales de la LIB se pueden apreciarplanteamientos y definiciones que son discutidos en el mbito cientfico.Por ejemplo, cuando en el artculo primero se habla de la dignidad y de laidentidad del ser humano, sera bueno saber qu significa para el legisladorcada uno de los trminos, pues son muchas las formas de comprenderlas yvalorarlas. Tanto la una como la otra, es decir, la dignidad como la identidadhumana, concretan y constituyen el punto de partida de la legislacin y de loque se quiere defender en todo momento. En consecuencia, ser conscientesde lo que representan y de lo que se quiere dar a entender cuando se hacereferencia a ellas es una necesidad de primer orden:

    Sin duda, en los grandes dilemas ticos que hoy se presentan en la fronterade las investigaciones mdicas, lo que est en juego es la esencia misma delhombre en cuanto persona, que se resiste a ser tratada como cosa, es decir a lacosificacin a que est abocada el ser mismo de la persona si no se clarifica y

    se acota hasta dnde el propio ser humano puede ser objeto de la investigacincientfica. En efecto, el ser humano comienza a ser visto y corre el peligro de serreducido a statusde cosaque se puede moldear como cualquier objeto tcnicoa voluntad de su constructor46.

    Por esa misma razn, la primera pregunta que debe ser respondida es lareferida a cundo comienza la identidad humana: con la aparicin del ADN?

    46. MARTNEZ MORN, Narciso, Persona, Dignidad Humana e Investigaciones Mdicas, enBiotecnologa, derecho y dignidad humana, coord. Narciso Martnez Mran, Granada: Comares,

    2003, 4.

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    en otro estadio de la vida? a partir de la anidacin? desde la organogne-sis? ... En este sentido, es necesario distinguir la diferencia que existe entretener vida y constituir un ser viviente, criterio indispensable a tener encuenta a la hora de dar una respuesta coherente a esta cuestin inicial:

    En principio, y atendiendo slo a las caractersticas morfolgicas, de un con-junto de clulas con fenotipo embrionario (por ejemplo de ratn) y que estn cre-ciendo en un medio adecuado, se podra afirmar tanto que son clulas murinasvivas, como que es un embrin precoz (en fase previa a la implantacin, y quealgunos consideran que es un conjunto celular pre-embrionario) de ratn, o unconjunto celular ordenado de tal modo que dar lugar a dos individuos gemelos,etc. Sin embargo, la ambigedad de las respuestas no es ambigedad de la reali-dad. El criterio macro-morfolgico puede ser insuficiente para definir con precisinde qu realidad se trata: se requiere un criterio que no deje lugar a dudas acercade la diferencia real entre vida y viviente individual. La pregunta se formula portanto como qu organizacin de la materia confiere el carcter de tener vida y quconfiere el carcter deser vivo.En el caso del hombre esta cuestin es esencial yaque todo ser humano, y slo el viviente de la especie Homo sapiens, es persona.Y por el contrario carece de realidad personal cualquier material celular capaz demultiplicarse, tener actividad vital pero no constituyendo una realidad orgnica,unitaria; un todo orgnico o viviente47.

    Por otra parte, tampoco se debe olvidar que este debate rebasa el hori-zonte de las ciencias empricas. Las ciencias humanas tambin participanactivamente en el mismo; as, Roberto Adorno desde planteamientos tico-jurdicos, citando a Robert Spaemann, dice que:

    (...) si aceptamos que los derechos humanos existen, parece innegable que el

    primero de estos derechos consiste en que nadie est autorizado para poner endiscusin la pertenencia de otro a la categora de hombre que posee semejantederecho. Pues, si alguien estuviera autorizado a plantear esta cuestin y, por con-siguiente, a privarme de ese derecho en virtud de propiedades que no dependende mi libre albedro, ese derecho no sera tal, sino una concesin. Por ello, slocuando el hombre es reconocido como persona sobre la base de lo que es sim-plemente por naturaleza, puede decirse que el reconocimiento se dirige al hombremismo y no a alguien que cae dentro de un concepto que otros han convertidoen criterio para el reconocimiento. Como es natural, de aqu se deduce que todolmite temporal para su reconocimiento inicial como hombre es convencional, y portanto tirnico48.

    De igual forma, tambin la filosofa participa en esta polmica disputacientfica, pues los conceptos de identidad, ser, persona, etc., corres-ponden a su propia epistemologa, a su propio conocimiento. Y es que si slose tiene en cuenta lo que dicen las biociencias se puede incurrir en graveserrores. Esta afirmacin no es algo trivial, ya que olvidar el humanismo cien-

    47. LPEZ MORATALLA, Natalia; MARTNEZ-PRIEGO, Consuelo, El embrin humano comoindividuo: una visin epigentica: en La humanidad in vitro, Jess Ballesteros (coord.), Granada:Comares, 2002, 193-194.

    48. ANDORNO, Roberto, Biotica y dignidad de la persona, Madrid: Tecnos, 1998, 70-71.

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    tfico supone dejar de lado todo lo que supera el resultado experimental dela investigacin. Las ciencias empricas dicen cundo aparece un nuevo ADN,cundo se da la anidacin del embrin, etc., pero como datos neutros, aun-que sean esenciales. Por consiguiente, lo que corresponde a las biocienciasy lo que deben hacer, es contribuir con esos datos. Otro tipo de aportacionescorresponden a otras reas del saber, igualmente imprescindibles y necesa-rias para llegar a conclusiones ciertas. De todas formas, tampoco las cienciashumanas son un mar de aguas tranquilas; las discrepancias y la disparidad decriterios de filsofos, moralistas y juristas son similares a las que enfrentan alos biocientficos. Segn lo dicho, y en abierta oposicin con lo apuntado ante-riormente por Andorno desde sus planteamientos tico-jurdicos, el filsofoJavier Sdaba dice:

    (...) se est cayendo en el error de confundir la categora lgica de potencia-lidad con la ontolgica de poder. Dicho de otra manera, el cigoto puede, en elsentido de que est dentro de sus posibilidades, construir un ser humano. Pero no

    es un ser humano. Para eso tendra que ser ya con su poderun individuo humano.Hay que sealar, adems, que una de las posibilidades del cigoto y de sus esta-dios inmediatamente posteriores es la de desarrollarse hasta llegar a ser un indi-viduo. Las otras son ir convirtindose en agua, desaparecer, etctera. No existe,en consecuencia, la determinatio ad unum49.

    Igualmente, tambin las religiones participan en este debate con argumen-tos propios. As, el Magisterio de la Iglesia Catlica ha manifestado en nume-rosas ocasiones su posicin en esta materia, defendiendo la vida humanadesde el mismo momento de la concepcin:

    Ciertamente ningn dato experimental es por s suficiente para reconocerun alma espiritual; sin embargo, los conocimientos cientficos sobre el embrinhumano ofrecen una indicacin preciosa para discernir racionalmente una pre-sencia personal desde este primer surgir de la vida humana: cmo un individuohumano podra no ser persona humana? El Magisterio no se ha comprometidoexpresamente con una afirmacin de naturaleza filosfica pero repite de modoconstante la condena moral de cualquier tipo de aborto procurado. Esta ense-anza permanece inmutada y es inmutable.

    Por tanto, el fruto de la generacin humana desde el primer momento de suexistencia, es decir, desde la constitucin del cigoto, exige el respeto incondicio-nado que es moralmente debido al ser humano en su totalidad corporal y espiri-

    tual. El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instantede su concepcin y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben recono-cer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo serhumano inocente a la vida50.

    En consecuencia, una vez expuestas algunas de las diferentes formas deentender y valorar la realidad del embrin humano, la primera cuestin a diri-

    49. SDABA, Javier, Principios de la biotica laica, Barcelona: Gedisa, 2004, 89-90.

    50. CONGREGACIN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instruccin Donum Vitaesobre el respeto

    de la vida humana naciente y la dignidad de la procreacin I. 1.

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    mir es la de preguntarse si es posible encontrar una solucin al dilema moralsobre si debe merecer igual respeto que una persona. Al final, hasta el da dela fecha, lo nico que se ha conseguido son posturas enfrentadas y sin nimode conciliacin, y que, por consiguiente, slo conducen a dilogos estriles ya callejones sin salida.

    Por su parte, la LIB, en el Artculo 2 afirma que:

    Se asegurar la proteccin de la dignidad e identidad del ser humano conrespecto a cualquier investigacin que implique intervenciones sobre seres huma-nos en el campo de la biomedicina, garantizndose a toda persona, sin discri-minacin alguna, el respeto a la integridad y a sus dems derechos y libertadesfundamentales.

    La LIBno deja resquicio a la duda de lo que pretende proteger en el serhumano: su dignidad, su identidad, sus derechos Pero quin es ese ser

    humano? Ciertamente, a lo que denomina preembrin no, pues, como sever ms adelante, puede ser material biolgico para las investigacionesbiomdicas.

    En el Artculo 3, al que titula definiciones, da la respuesta conceptual alos trminos biocientficos que se utilizan en el LIB. As, al definir el embrinse dice:

    (...) fase del desarrollo embrionario que abarca desde el momento en el queel ovocito fecundado se encuentra en el tero de una mujer hasta que se produceel inicio de la organognesis, y que finaliza a los 56 das a partir del momento de

    la fecundacin, exceptuando del cmputo aquellos das en los que el desarrollo sehubiera podido detener.

    En esta definicin no se tienen en cuenta las primeras fases de desarrollodel embrin engendrado de forma natural, es decir, desde que se produce lafecundacin en las trompas de Falopio de la mujer hasta que llega a su tero;durante ese tiempo cmo se le denomina?, es tambin un embrin o, porel contrario, es un preembrin? En el mismo artculo de la LIBse dice que elpreembrin es:

    (...) el embrin constituido in vitro formado por el grupo de clulas resultantede la divisin progresiva del ovocito desde que es fecundado hasta 14 das mstarde.

    Por tanto se puede decir que por el mero hecho de introducir un preem-brin en el tero materno se convierte en embrin? Si es as, lo que le da aesa vida humana su status de embrin no es su identidad gentica sino sulocalizacin.

    Entonces, sera bueno saber qu es lo que da categora de ser humanoa esa vida incipiente: una decisin basada en un consenso o la existenciaobjetiva de un ser sujeto de derechos? Resulta significativo matizar estarespuesta; en primer lugar, para saber cul es el criterio que establece el

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    concepto de ser humano, y en segundo lugar, para conocer quin es el queinstituye dicho principio.

    Asimismo, la LIBtrata la donacin de embriones y de fetos humanos parala investigacin biomdica. En el Artculo 28 se dice que embriones y fetospueden ser objeto de la investigacin biomdica:

    Los embriones humanos que hayan perdido su capacidad de desarrollo biol-gico, as como los embriones o fetos humanos muertos, podrn ser donados confines de investigacin biomdica u otros fines diagnsticos, teraputicos, farma-colgicos, clnicos o quirrgicos.

    En este artculo de la LIBse autoriza la investigacin con aquellos embrio-nes que hayan perdido su capacidad de desarrollo biolgico, aparte de losfallecidos. Habra que preguntarse qu significa para el legislador perder lacapacidad de desarrollo biolgico, ya que es un trmino muy general que no

    tiene ningn tipo de precisin.

    Por su parte, en el artculo 32, se dice que:

    1. La investigacin con ovocitos y preembriones deber contar con el con-sentimiento de las personas de las que provengan, las cuales podrnrevocarlo en cualquier momento de la investigacin realizada.

    2. La donacin de ovocitos y de preembriones se regir por lo dispuestoen la Ley 14/2006, de 26 de mayo sobre tcnicas de reproduccinasistida.

    Da la impresin de que, con los debidos consentimientos y cumpliendolos requisitos que exige la Ley 14/2006,de 26 de mayo, sobre tcnicas dereproduccin humana asistida, se puede investigar con todos aquellos preem-briones sobrantes procedentes de la aplicacin de las tcnicas de reproduc-cin asistida, segn estipula el artculo 15 de la mencionada Ley. Es decir,parece que se trata ms bien de una decisin personal y no de otra razn,la que permite utilizar preembriones humanos como material gentico parainvestigaciones o experimentaciones biomdicas.

    Otro artculo que merece especial atencin es el 33. En l se dice taxativa-

    mente que se prohbe la creacin de preembriones y embriones humanos conel fin de experimentar con ellos. Adems se afirma que:

    2. Se permite la utilizacin de cualquier tcnica de obtencin de clulas tron-cales humanas con fines teraputicos o de investigacin, que no comporte lacreacin de un preembrin o de un embrin exclusivamente con este fin, en lostrminos definidos en esta Ley, incluida la activacin de ovocitos mediante trans-ferencia nuclear.

    As pues, en el segundo prrafo del artculo parece regularse favorable-mente la activacin de ovocitos mediante transferencia nuclear. Y esto

    obliga a preguntarse qu diferencia existe, al menos en cuanto a su posible

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    desarrollo, entre un preembrin producido in vitro de otro preembrin conse-guido por medio de una transferencia nuclear. Biolgicamente, en las mismascondiciones, tanto uno como otro, al menos en teora, tienen capacidad paradesarrollar un ser maduro de la especie a la que pertenezca el preembrin.Por tanto, embrin, preembrin, realidad gentica obtenida por transferencianuclear y activacin de ovocito, al final, vienen a denominar a una realidadgentica que corresponde a un estado de vida organizada e incipiente51. Porotra parte, parece claro que la obtencin de embriones somticos por activa-cin de ovocitos y transferencia nuclear no est considerada clonacin, aun-que para algunos cientficos lo sea, ya que el ser que provenga de ese embrinsomtico, obtenido por ese procedimiento, no tiene enriquecimiento genticoalguno y conservar el ADN del ncleo implantado en el ovocito. Estas y otrasparticularidades convierten a la LIBen un texto de difcil comprensin, ya queda la impresin de que lo que por un lado se prohbe por otro se permite.

    Como era de esperar, estas novedades legislativas no han cerrado y dadopor concluido el debate social sobre el estatuto del embrin humano; la pol-mica contina. En este sentido, aunque de forma matizada, el Prembulo dela LIBse hace eco de estas vicisitudes:

    En efecto, tanto en el mbito internacional como en el seno de la sociedadespaola algunos de los aspectos ms sensibles relacionados con la investiga-cin biomdica han sido objeto de debate abierto y extenso, lo que ha permitidodeducir principios y criterios, de cada vez ms amplia aceptacin, a partir de loscuales construir normas y reglas de conducta que logren establecer el necesarioequilibrio entre las necesidades de los investigadores y la confianza de la socie-dad en la investigacin cientfica.

    Se dice que cada vez es mayor el consenso social y la aceptacin de losprincipios y criterios propuestos en la LIB, y es cierto. Pero al mismo tiempo,con la misma rotundidad, se debe afirmar que corroborar la creciente acep-tacin de las nuevas propuestas de investigacin no significa que las pro-puestas contrarias sean minoritarias y que slo sean un reducido bastin deconfesiones religiosas. Nada ms alejado de la realidad, ya que son muchaslas voces que, desde distintos sectores sociales, manifiestan su disconfor-midad con la nueva normativa ahora en vigor y reclaman un trato respetuosopara el embrin humano, origen de una vida que no puede ni debe ser tratadacon fines distintos a los que su propio bien exige.

    En gentica no se cuestiona cundo surge la vida de un ser humano.La fecundacin es el origen de un proyecto vital que, desde esos primerosmomentos iniciales, tiene trazado su destino biolgico en el ADN impreso ensus clulas. En consecuencia, el embrin resultante de la unin del vulo ydel espermatozoide no es un mero agregado celular sino una vida incipiente yorganizada de la que puede nacer un ser humano:

    51. LACADENA, Juan R., El Proyecto de Ley de Investigacin Biomdica: algunos comentariossobre aspectos ticos y cientficos (08/2006).http//www.isftic.mepsyd.es/w3/temticas/geneti-

    ca/index.html (consulta: 30 de Septiembre 2008).

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    En Gentica no discutimos cundo tiene comienzo la vida, se constata queesto ocurre en el momento mismo de la fecundacin, ya que es el nico momentoen el que hay un antes y un despus, diferenciador en lo que a la identidad gen-tica se refiere. Es en la concepcin cuando surge un programa completo, individuale irrepetible. Un programa personal, con una combinacin de genes diferenciadora

    y distinta de la de los padres y fruto de la fusin de los ncleos gamticos de laovoclula y del espermatozoide. Este patrimonio hereditario propio confiere unaidentidad al hijo recin concebido, desde el mismo momento de la fecundacin,y que no va a variar, salvo mutacin somtica, ni entre las clulas de una mismapersona ni a lo largo del tiempo. Es importante tener en cuenta estos conceptos,y sobre todo hay que hacer nfasis en el factor tiempo, frecuentemente ignoradoen las discusiones de las que dependen decisiones ticas sobre prcticas comoel aborto, la clonacin o la manipulacin de embriones. Cada persona, cada indi-viduo es nico en su identidad gentica desde la concepcin hasta la muerte. Siun embrin se congela, se disgrega o destruye, se detiene o se altera el curso deuna vida que habra proseguido sin ninguna duda un desarrollo natural hasta laconfiguracin del individuo adulto52.

    En este sentido, es necesario destacar tres caractersticas que acompa-an el desarrollo embrionario: 1) la continuidad; 2) la aparicin de nuevaspropiedades; 3) el todo biolgico no es igual a la suma de sus partes:

    (...) me parece importante sealar tres aspectos relacionados con todo pro-ceso biolgico en general y con el proceso de desarrollo particular: un primeraspecto es el de continuidad, que imposibilita distinguir con exactitud un antes yel despus. El segundo aspecto hace referencia, sin embargo, a que la continui-dad de los procesos biolgicos es compatible con la emergencia instantnea depropiedades nuevascualitativamente diferentes a las existentes en un momento

    anterior. Por ltimo, el tercer aspecto se refiere a que el todo biolgico no es iguala la suma de las partes, indicando con ello el riesgo de la aplicacin del reduccio-nismo en la Biologa53.

    Si a esto aadimos que hasta que no se produce la anidacin no estcompletamente fijada la unidad y la unicidad del embrin de hecho se pue-den dar la gemelacin (proceso en el que de un embrin temprano surge otrou otros embriones idnticos) o, el caso contrario, el quimerismo (la unin dedos embriones formando uno slo)54, la polmica del estatuto de embrinse complica an ms de lo que en principio podra parecer. Por un lado, el nopoder establecer el instante exacto de los cambios biolgicos que se produ-

    cen en el embrin y, por otro, la posibilidad de multiplicidad o reagrupamientoembrionario, origina que, en distintos mbitos cientficos, existan incertidum-bres en determinados aspectos de la identidad personal del ser humano en

    52. JOUVE DE LA BARREDA, Nicols, Genoma humano y clonacin: perspectivas e interrogan-tes sobre el hombre, Universidad de Alcal, 2003, 20.

    53. LACADENA, Juan R., Consideraciones gentico-biolgicas sobre el desarrollo embrionariohumano, en Gentica Humana, ed. Carlos Casabona, Bilbao: Universidad de Deusto-FundacinBBV, 1995, 77-78.

    54.Ibd.,82-85.

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    esa fase inicial de su existencia. Pero, no obstante lo expuesto, tampoco sepueden dejar de lado u omitirse datos fundamentales en esa etapa inauguralde la vida, ya que:

    (...) al producirse la fecundacin de los gametos se origina el cigoto, querene, ya desde el mismo instante de su formacin, toda la informacin genticanecesaria para programar la formacin del nuevo ser, de manera que, de no mediaralteraciones de cualquier tipo que interfieran con el proceso, a partir del momentoque empiece a funcionar el primer gen en dicha clula inicial nica, programacingentica conducir inexorablemente a la formacin del individuo adulto (...).

    (...) estas consideraciones nos sitan ante los interrogantes genticos fun-damentales en torno alstatusdel embrin humano y que podramos concretar enesta doble pregunta:cundo empieza la vida humana?cundo esa vida humanaque empieza es ya un ser humano individualizado?. O, dicho en otras palabras,cuando en los primeros estadios de vida embrionaria slo hay un conglomeradode clulas en activa divisin existe ya humanidado se trata simplemente de unmontn de clulas humanascuya consideracin no tendra que ser diferente dela de cualquier cultivo de clulas que habitualmente se utilizan en determinadosanlisis clnicos (cultivos de leucocitos, biopsias, etc.)?

    En cuanto a la primera pregunta cundo empieza una nueva vida humananingn cientfico dudara en responder que en el momento de la fecundacin (...).

    En cuanto a la segunda cuestin cundo la vida humana que ha empezadoes ya un ser humano, el abanico de opiniones es amplio y variopinto (...).

    Volviendo, pues, al terreno cientfico, en cuanto a la cuestin de cundo

    empieza el nuevo ser humano debemos decir que, desde el punto de vista gen-tico, no existe hoy por hoy una respuesta cientfica cierta55.

    En conclusin, despus de todo lo dicho, entre otras razones, ademsde las expuestas y aportadas anteriormente por la Instruccin Donum Vitae56,da la impresin de que la persona que quiera argumentar con rigor y excluircompletamente cualquier accin que pudiese daar a un ser humano deber,al menos desde los planteamientos ticos que se defienden en este trabajo,respetar al embrin humano (tambin denominado preembrin) como per-sona y rechazar su utilizacin como material gentico para investigacionesbiomdicas, ya que la conciencia dudosa nunca puede ser criterio de discer-

    nimiento por el simple hecho de que no llega a alcanzar el juicio moral, algoestrictamente necesario para establecer las pautas del comportamiento aseguir.

    55. Ibd., 81-82.

    56. CONGREGACIN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instruccin Donum Vitaesobre el respeto

    de la vida humana naciente y la dignidad de la procreacin I. 1.

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    4. LA BIOTICA Y LA IGLESIA CATLICA

    Como no poda ser de otra manera, tambin la Iglesia Catlica se hapreocupado por la biotica, y lo ha hecho por la importancia que, para suMagisterio, tienen los temas que son tratados por esta ciencia. Por estemotivo, desde la segunda mitad del siglo XX, las indicaciones, recomenda-ciones, aclaraciones, etc., han sido numerosas. Desde esa poca, todoslos pontfices han manifestado en repetidas ocasiones la postura oficial delMagisterio Catlico ante determinadas cuestiones. As, el Papa Juan Pablo II,en el saludo a los participantes en el Congreso Internacional Las races de laBiotica, celebrado en Roma, en febrero de 1996, afirmaba que la bioticase encuentra en la interseccin de grandes realidades humanas, tales comola familia, la justicia social, la defensa del ambiente, etc., y que la Iglesiatiene el deber de afrontar estas cuestiones que rozan las mismas fronterasde la vida. Por esta razn, afirmaba que la complejidad y amplitud de los dile-mas bioticos exigen de forma urgente un mayor conocimiento de las racesontolgicas y antropolgicas que sustentan las normas ticas que guan laselecciones humanas en temas tan decisivos57.

    Del mismo modo, Benedicto XVI ha continuado por el camino trazado porel Papa Wojtyla, y desde el comienzo de su pontificado ha expresado su pre-ocupacin por las cuestiones bioticas. Los ejemplos son numerosos; as, enel discurso de bienvenida a los participantes en el Congreso Internacional deFarmacuticos Catlicos Las Nuevas Fronteras de la Farmacia, en octubrede 2007, deca:

    A vosotros os corresponde tambin ayudar a los jvenes que entran en lasdiferentes profesiones farmacuticas a reflexionar sobre las implicaciones ticascada vez ms delicadas de sus actividades y de sus decisiones. Con este fin esimportante que se movilicen y se unan todos los profesionales catlicos del mbitode la salud y las personas de buena voluntad, para profundizar su formacin noslo en el campo tcnico sino tambin en lo que concierne a las cuestiones de bio-tica, y para proponer dicha formacin a todos los que ejercen esa profesin58.

    De igual forma, sus antecesores en el pontificado vieron la necesidad deasesorar a los catlicos en estas materias. Fue, particularmente, a partir delpapado de Po XII, cuando los nuevos descubrimientos biocientficos comen-zaron a plantear dilemas ticos desconocidos anteriormente. La tranquilidad

    que haba existido hasta entonces, en todo lo referente a la tica hipocr-tica, experiment un cambio radical; las normas clsicas de la deontologamdica, prcticamente inamovibles en siglos, resultaban insuficientes. Poreste motivo, los pontfices no han dudado en intervenir pblicamente y expo-ner el criterio del Magisterio Catlico.

    57. JUAN PABLO II, Editorial: Medicina e Morale (1996) 10.

    58.BENEDICTO XVI, Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los Participantes en un Congre-so Internacional de Farmacuticos Catlicos (Lunes 29 de Octubre de 2007), http//www.vatican.

    va/holy_father/benedict_xvi/ speeches/.../html (Consulta: 30 de Septiembre de 2008).

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    4.1. Algunas aportaciones del Magisterio Catlico a la biotica teolgica

    4.1.1. La Iglesia Catlica y los trasplantes de rganos

    En 1954 en el Peter Bent Brigham Hospital de la Universidad de Harvard,el doctor Joseph E. Murray realiz con xito el primer trasplante renal condonante vivo. A partir de entonces, ese tipo de operaciones se convirti enuna prctica comn de la ciruga; pero habra que esperar hasta la dcadasiguiente, hasta el 3 de diciembre de 1967, para que se realizase el primertrasplante de corazn. Ante estos acontecimientos, el Magisterio de la Iglesiatuvo que plantearse la moralidad de estas prcticas.

    Cuando Po XII, con ocasin de los primeros trasplantes de crnea59, sepronunci sobre el tema60, consider lcitos, incluso, los trasplantes realiza-dos con rganos procedentes de animales, siempre y cuando no alterasen lapersonalidad del sujeto. En cuanto a los realizados entre seres humanos vivos(donante y receptor), el problema se present en el caso de trasplantes derganos integrales, dada la literalidad con que algunos moralistas catlicosaplicaban los principios morales:

    Con respecto al trasplante de rganos integrales, tales como el rin, losmoralistas catlicos han estado divididos. El motivo de tal enfrentamiento lo cons-titua fundamentalmente el manejo de los principios de totalidad, de doble efecto,etc. Para los que aplicaban de una manera casi mecnica estos principios, lostrasplantes aparecan como una mutilacin directa y por lo tanto inmoral. Sinembargo, otros moralistas apelaron al principio de la caridad, al principio de lasolidaridad humana y cristiana, y de esta manera aceptaron la licitud del tras-

    plante de rin61

    .

    Sin embargo, Po XII contribuy a la interpretacin de estos principiosdesde un horizonte espiritual y acept este tipo de terapias en funcin de unbien superior que subordinaba a todos los dems: la caridad cristiana. Enel ao 1958, en el discurso Vous navez pas voulu, dirigido a los participan-tes en el VII Congreso Internacional del Colegio Internacional Neuropsico-Farmacolgico, afirmaba que, en dichas cuestiones (terapias), el telogo notiene competencia directa, puesto que dependen de condiciones y circunstan-cias que deben ser apreciadas por la clase mdica; pero al mismo tiempo aa-da que el hombre tiene derecho a servirse de su cuerpo y de sus facultades

    superiores, si bien no como dueo absoluto, sino como administrador de losdones recibidos de Dios. Por esa razn, consider legtimo mutilar o destruiruna parte del cuerpo, si fuese necesario, por el bien integral de la persona,sin contravenir por ello el derecho divino; no obstante, tambin afirmaba que

    59. GAFO, Javier, tica y legislacin en Enfermera, Madrid: Universitas, 1994, 220.

    60. PIO XII, Le premier Congrs(13. IX. 1952): AAS 44 (1952) 779-789; PIO XII, Vous Nousavez demand(14. V. 1956): AAS 48 (1956) 459-467.

    61. VIDAL, Marciano, Moral de la Persona y Biotica Teolgica. Moral de Actitudes, II-I Parte,

    Madrid: PS, 8 ed., 1991, 760.

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    tal subordinacin de los rganos particulares en relacin con la totalidad delorganismo estaba en funcin de la finalidad espiritual del ser humano62.

    En esa misma lnea, Juan Pablo II no dud en valorar positivamente lasdonaciones de rganos para salvar vidas humanas. As, en 1984, al dirigirse alos participantes en la marcha de la solidaridad organizada por los dirigentesde la Asociacin de Voluntarios Italianos de la Sangre y Donantes de rganos,explcitamente manifest el carcter caritativo y solidario de dichas accionespor sobrepasar lo que se puede exigir moralmente a una persona en favor delprjimo necesitado:

    () aprecio, sobre todo, la finalidad que os ha reunido y movilizado: es decir,la de proporcionar y estimular un hecho tan noble y meritorio como el de dar lapropia sangre o un rgano propio a aquellos hermanos que tienen la necesidadde ellos.

    Tal gesto es tanto ms laudable por el hecho de que no os mueve, al rea-lizarlo, el deseo de inters o de miras terrenas, sino un impulso generoso delcorazn, la solidaridad humana y cristiana: el amor al prjimo que constituye elmotivo inspirador del mensaje evanglico y que ha sido definido, con toda razn elmandamiento nuevo (cfr. Juan 13,34)63.

    4.1.1.1. Los trasplantes de rganos y el diagnstico de la muerte

    Otro punto polmico en el tema de trasplantes de rganos fue el referidoal diagnstico de la muerte. La urgencia que se precisa en la extraccin de