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    Jon SobrinoLiberacincon espr i tuApuntes para una

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    Coleccin PRESENCIA TEOLGICA23

    JON SOBRINO

    LIBERACINCON ESPRITUAPUNTES PARA UNANUEVA ESPIRITUALIDAD

    Editorial SAL TERRAESantander

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    1985 by Jon SobrinoSan Salvador (El Salvador) 1985 by Editorial Sal Ter raeGuevara, 20 - 39001 SantanderCon las debidas licenciasImpreso en Espaa. Printed in SpainISB N: 84-293-0730-3 Dep . Legal : BI-2.263-85

    Grficas Ibarsusi , S. A. - Camino de Ibarsusi , s /n - 48004 Bilbao

    NDICEPgs.

    PRESENTACIN 7INTRODUCCIN: La impor tancia actual

    de la vida espiritual 91.a Par te: LIBERACIN CON ESPRITU

    1. Presupuestos y fundamentos de espiritualidad 232. Espiritualida d y liberacin 353. Espiritualida d y teologa 594. Perfil de una santid ad poltica 995. Espiritualidad de la persecucin y del ma rtirio 1096. L o divino de luchar por los Derech os Hum anos 1272. a P ar t e : DIM E NS IONE S DE E S P IRIT UAL IDAD7. La significacin actual del Reino de Diosanunciado por Jess 1438. Evangelizac in y seguimiento de Jess 1619. El conflicto en la Iglesia 171

    3. a P ar t e : F UE NT E S DE E S P IRIT UAL IDAD10. El martirio de las religiosas norteamericanasMa ura, Ita, Doro thy y Jean 18511. La esperanza de los pobres en Am rica Latina 18912. Qu Cristo se descubre en Amrica Latina:hacia una nueva espiritualidad 203

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    PRESENTACINEn este libro recogemos un a serie de artculos ya publicados elos ltimos cinco aos. No se trata, estrictamente hablando, de unbr o sobre espiritualidad, ni menos sobre espiritualidades concretSe trata, ms bien, de exponer el ncleo de lo que sera toda espiritualidad y mostrar su necesidad en el mundo de hoy: vivir con un dterminado espritu para ser creyente o, simplemente, un ser humanEn un mundo de tanto cambio, tanta crisis, tantos retos, y tantas prmesas tambin, no basta con doctrinas e ideologas. Se necesita eritu para dominar y orientar la vida y la historia; para que stas seen ltimo trmino promesa, ms que absurdo o puro devenir; generesperanza, ms que desesperacin o resignacin; alienten a unaprctica transformadora, ms que a la pasividad o al egosmo.En nuestra opinin, por lo tanto, la temtica de estos artculosresponde a una necesidad real. Desde Amrica Latina, esto se cocreta en imbuir de espritu la prctica de la liberacin. Esta ofrececauce necesario, justo y bueno, pero que tiene que ser llenado conpritu para subsanar las limitaciones de quienes la practican (puesguen siendo seres humanos), para potenciarla y para que en ella sepotencie tambin el sujeto liberador. En Europa, J. B. Metz llamatencin hace ya tiempo sobre la necesidad de unir mstica y poltiEn Amrica Latina se ha hablado de la necesidad de la contemplacin en la liberacin (L. Bojfjy de la contemplacin en la accin pla justicia (I. Ellacura); en este libro hablamos de santidad polticde liberacin con espritu, pero la intuicin es la misma: la un ificcin de espritu y prctica. S in espritu, la prctica est siempre anazada de degeneracin; y sin prctica, el espritu permanece va gindiferenciado, muchas veces alienante.Este libro se sita dentro de una serie de publicaciones de teolga latinoamericana en los ltimos aos. To das ellas debieran ba star para eliminar las sospechas que sobre dicha teologa se han l

    zado, sobre todo en la Instruccin vaticana sobre algunos aspectosla Teologa de la Liberacin. Tengan o no fortuna estos intentosesclarecimiento, lo que no se puede negar con honradez es que es

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    8 P R E S E N T A C I Nteologa se preocupa de la espiritualidad como de una dimensin dela teologa tan primigenia como su versin a la prctica. As lo dijoG. Gutirrez hace quince aos y as se ha ido explicitando ahora. Lateologa vive, antes que nada, de una prctica y de una espiritualidad. Esa prctica no es otra cosa que el seguimiento de Jess ennuestra historia, y esa espiritualidad no es otra cosa que la actualizacin del espritu de Jess. As se puede resumir lo que pretendenmostrar estas pginas.Digamos, para terminar, qu e lo que haya de iluminador en ellas,el autor lo ha encontrado en el pozo del que hay que beber, como diceG. Gutirrez: en ese pozo qu e los pobres de l continente y quienes lesacompaan ha n llenado de tanta entrega, de tanto amor, de tantasangre..., del espritu de Jess. Algo de eso se recoge en la terceraparte de este libro: el amor de la sangre martirial y la esperanza delos pobres. All se describe la realidad de la liberacin con espritu.Lo que se dice antes slo pretende poner en palabra esa realidad. Porello, nuestro agradecimiento a todos los qu e con su vida y su muertehan ido llenando el pozo de l que otros podemos beber para seguir aJess y encaminarnos hacia Dios.

    San SalvadorSeptiembre de 1985

    IntroduccinLA IMPORTANCIA ACTUALDE LA VIDA ESPIRITUAL*

    La vida espiritual es algo tradicional en la Iglesia y en la vida religiosa. Sea cual fuere su ltima esencia y sean cuales fueren sus prcticas, la vida espiritual es tradicional, porque se nos entrega de generacin en generacin; y en esa entrega se presupone su obvia importancia y necesidad.No es de extraar, por lo tanto, que peridicamente nos recuerden esta importancia y necesidad. El P. Arrupe, por ejemplo, insistaconstantemente en la necesidad de mantener y acrecentar el vigor dela fe otra forma de mencionar la vida espiritual en un nuevo lenguaje, porque, sin l, nuestro trabajo apostlico carecer de su ltimaraz y se ver amenazado desde dentro.La tradicin secular de la vida espiritual y el recordatorio peridico de su importancia deberan llevarnos a tomarla en serio. La experiencia acumulada de siglos no suele engaarse en cosas de esta naturaleza, sobre todo cuando se trata de realidades que ataen a la constitucin de la persona y de grupos de personas, pues en ellos persistenciertas constantes a lo largo de la historia, aun cuando sta cambie.A m i entender, todos intuimos sean cuales fueren nuestra comprensin de la vida espiritual, nuestras prcticas y nuestras crticas a determinadas concepciones y prcticas que este tema es de suma importancia y decisivo para la vida cristiana.Pero, por otra parte, la mera repeticin de la importancia y necesidad de la vida espiritual y sus prcticas no genera por s misma y* Este trabajo reproduce, con algunos retoqu.es, el artculo La vida espiritualen las comunidades religiosas, publicado en Diakona 17 (abril de 1981), Mana

    gua, pp. 9-22. Anteriormente haba sido presentado en una reunin de superiores dela Provincia Centroamericana de la Compaa de Jess. Aunque sus destinatariosinmediatos son los religiosos y religiosas, creemos que puede introducir a la problemtica de la espiritualidad de todos los cristianos com prometidos con la liberacin.

    http://retoqu.es/http://retoqu.es/http://retoqu.es/
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    10 L A I M P O R T A N C I A A C T U A Lnecesariamente una vida espiritual vigorosa. Como suele ocurrir confrecuencia, la verda d genrica sobre la vida espiritual no se hace realsi no se historiza. Y para historizarla es necesario que lo que hay deeterna verdad en la importancia y necesidad de la vida espiritual surja siempre de nuevo desde una determinada situacin histrica, quela vida espiritual se muestre eficaz para vivir como c ristianos y comoreligiosos y, en ltimo trmino, que la vida espiritual sea eficaz paratransformar la realidad secular circundante en la direccin del reinode Dios.A mi entender, algo de esto es lo que est sucediendo ah ora. Existe un nuevo inters por la vida espiritual, existe un replanteamiento almenos de su importancia y existen nuevas realizaciones. Pero el hablar de nuevo sobre la vida espiritual no surge primordialmente porpura fidelidad formal a la tradicin secular aunque se intuya en ellouna profunda verdad, sino por fidelidad a la propia situacin, quevuelve a plantear una vez ms , y desde dentro de s misma , el problema de la vida espiritual.

    Es significativo, por ejemplo, que la teologa de la liberacin, msinteresada en un principio en la prctica de la fe, est poniendo nfasis en el tratamiento de temas espirituales como la oracin, la contemplacin y, en general, lo que se puede denominar una espiritualidad de la liberacin.Lo que a continuacin pretendemos ofrecer es, ms que una consideracin terica de lo que es la vida espiritual, una descripcin reflexiva de lo que ha ocurrido en los ltimos aos, para encontraraquellas races histricas que hacen replantear la realidad de la vidaespiritual y su configuracin concreta en la actualidad.Antes de comenzar esa reflexin digamos, sin embargo, qu entendemos por vida espiritual, aunque no demos una definicin o descripcin muy analtica. Podramos comenzar diciendo que vida espiritual no es otra cosa que vida con espritu y, ms en concreto, vidacon el espritu de Jess. Esta afirmacin puede parece r excesivamentesimple o puramente nominalista o tautolgica. Pero si no damos porsupuesto que ya sabemos cristianamente q u es vida y qu es esprituy la relacin entre ambos, entonces, al ahondar en estos dos elementos, podremos avanzar un poco en la comprensin histrica de lavida espiritual.La importancia de este enfoque consiste en no comprender lavida espiritual a partir de sus prc ticas especficas, por im portantes ynecesarias que sean, sino a partir de algo ms abarcador, como es la

    D E L A V I D A E S P I R I T U A L 11vida misma, de la cual las prcticas espirituales son expresin y parala cual son iluminacin y motivacin.1. La leccin de los aos setenta:la relacin entre vida espiritualy vida histrica

    Si comparamos la vida de los cristianos y la vida religiosa en laactualidad con la de hace diez o quince aos, no se puede negar quese ha operado un gran cambio y que ste ha alcanzado a la vida espiritual. Los aos setenta fueron decisivos en este aspecto. Lo que estaba en juego, en mi opinin, fue la discusin sobre si existen caucesautom ticos y autnom os de la vida espiritual o si stos deben existiren un cauce mayor y ms primigenio, que podemos denominar vida,vida histrica, vida cristiana. Lo que en cualquier caso se quiso enfa-tizar es la necesidad de la 'vida' real para la vida 'espiritual'.1.1. Como fenmeno general, podemos afirmar que los cristianos y religiosos ms impactados y consecuentes con el Vaticano II yMedelln comenzaron a sospechar de la concepcin mecnica de lavida espiritual a partir de sus mecanismos especficos. Por una parte,se dio una bsqueda de nuevas formas y prcticas espirituales msacordes con la nueva situacin. Por otra parte, se dio un mayor o menor abandono, que en algunos casos lleg hasta el desprecio, de lasantiguas prcticas y su teologa subyacente. Pero, en cualquier caso,se hizo hincapi en lo que hay de vida histrica y vida real en la vidaespiritual. Y desde ah se replante en serio el significado ltimo de lavida cristiana y su estructura fundamental.No podemos ahora alargarnos en repetir lo que es de sobra conocido. Pero s es conveniente recordar el redescubrimiento de las caractersticas fundamentales de la 'vida' cristiana. Se recalc en esosaos la necesidad ineludible de encarnacin en la realidad centroamericana, no slo a niveles culturales, sino a niveles sociales, donde m sclaramente apareca la miseria, la opresin, la injusticia y la represina las que estn sometidas las mayoras centroamericanas. Esa encarnacin puso a los cristianos y a los religiosos en contacto ms o menos inmediato con los pobres reales, y ellos se convirtieron en el 'lugar' de la vida cristiana. Se tom adems la opcin por los pobres,formulada diversamente. Pero lo importante de esa opcin es que lavida cristiana fue comprendida como prctica servicial a los pobres,que cada vez ms fue vista como prctica desde los pobres. La prctica del amor, especialmente en la forma de justicia (acompaada,

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    12 L A I M P O R T A N C I A A C T U A Lpor lo tanto, de la denuncia del pecado estructural y de la bsquedade transformaciones estructurales) se convirti en el contenido fundamental de la vida cristiana. Por ltimo, este tipo de encarnacin y deprctica acarre, en mayor o menor grado, la persecucin, que es a lavez muestra de la solidaridad con el pueblo oprimido, criterio de verificacin de la encarnacin y de la prctica del amor e ingrediente,histricamente necesario, de la vida cristiana.Lo importante de esa dcada fue, por lo tanto, el redescubrimiento de la vida real de las mayoras pobres y el redescubrimientoevanglico de que a ellos se dirige la buena noticia. Los pobres, asentendidos, se convirtieron en el 'lugar' de toda vida cristiana y detoda vida religiosa. Y, lo que es ms importante para nuestro tema, sedescubri que se era tambin el lugar para la vida espiritual. Lo queaada o matice el adjetivo 'espiritual' al sustantivo 'vida' no puedeser ya comprendido ni realizado desde otro lugar que no sea la vidahistrica. Dicho brevemente, la intuicin que fue imponindose esque sin 'vida' histrica y real no poda haber vida 'espiritual'.Esta conviccin fue iluminada por una nueva lectura de la Escritura y numerosas afirmaciones de documentos eclesiales. Caus granimpacto la intuicin proftica de que conocer a Dios es practicar lajusticia, la intuicin evanglica de que el horizonte ltimo de la auto-cromprensin y prctica de Jess era el reino de Dios, como realidadincipientemente histrica y no slo transcendente, y el recordatoriode Mt 25 como ltimo criterio para la fe cristiana. Tambin Medellnformul la mism a tesis de fondo y record la afirmacin de Pablo V I:para conocer a Dios hay que conocer al hombre. La CongregacinGeneral XXXIII record a los jesutas que su misin fundamental esel servicio de la fe y la promocin de la justicia.Todas estas formulaciones y otras elaboradas por la teologa tienen algo en comn. Por una parte, reconocen la bipolaridad de la totalidad de la existencia cristiana. Existe en ella un elemento histrico:el reino, la justicia, el conocim iento y servicio al hom bre. Y existe elelemento transcendente: Dios, el conocimiento de Dios, la fe en Dios.Por otra parte, se reconoce que el elemento transcendente no es directamente accesible, sino a travs de su mediacin histrica.Creemos que en esta intuicin hay algo irrenunciable, y que esirrenunciable en nombre de la misma fe. Y creemos tambin que estaintuicin es histricamente irreversible p ara mucho s cristianos y religiosos, al menos en un futuro inmediato. Sean cuales fueren los problemas tericos y prcticos que suscit esta nueva comprensin y

    D E L A V I D A E S P I R I T U A L 13prctica de la totalidad de la fe, algo importante qued en claro: nose puede confesar a D ios sin trabajar p or su reino; no se puede confesar a Cristo sin el proseguimiento histrico de Jess. Formulado enlos trminos que ahora nos interesan: no puede haber vida 'espiritual'sin 'vida' real e histrica; no se puede vivir 'con espritu' sin que el espritu se haga 'carne'.

    1.2. El mero hecho de optar por la vida histrica, tal como lahemos descrito, y vivirla realmente, es ya una expresin del esprituy, por ello, la vida histrica no es puram ente histrica, sino que de alguna forma es ya vida 'espiritual'. No debemos olvidar que, segn lafe cristiana, el Espritu es da dor de vida, el Espritu enva a p roclam arla buena nueva a los pobres, el Espritu promueve la palabra proftica, el Espritu da la fortaleza para mantenerse en la persecucin, etc.Una vida histrica encarnada, en favor de los pobres y mantenida enla persecuin, es ya vida 'espiritual'.Pero, por otra parte como lo reconocieron los pioneros de lateologa de la liberacin, la prctica de una nueva vida histrica nosoluciona autom ticame nte lo que est implicado en el adjetivo 'espiritual', aunque proponga el cauce estructural para poder solucionarlocorrectamente. En mi opinin, dos tipos de experiencias y constataciones histricas han motivado a volver a profundizar en lo que debehaber de 'espiritual' en la vida histrica. Por una parte, la honradaconstatacin de que tambin los cristianos y religiosos que optaronpor un nuevo tipo de vida histrica permanecen sujetos a la tentaciny el pecado. Y por otra parte, porque, aun dentro del cauce irrenunciable de la nueva vida histrica, el Espritu de Dios sigue pronunciando nuevas palabras, nuevas exigencias. No se le puede poner lmites a priori a su voluntad ni acallar arbitrariamente el 'ms' quesurge siempre desde dentro de la historia.Creo yo que quienes han vivido con mayor honradez el procesode los aos setenta han reconocido tambin que siguen sujetos a lafragilidad humana; que el mismo cauce elegido, aunque necesario ycorrecto, genera tambin su propia concupiscencia, como se puedenotar, por ejemplo, en las tentaciones de protagonismo, en alardearde superioridad tica o en creerse inmunes a la tentacin y el pecad o.Adems, el mismo cauce elegido muestra dificultades estructuralescomo las de compaginar eficacia y gratuidad, lucha y magnanimidad,justicia y compasin, equidad y perdn.Nada de esto, en mi opinin, ha quitado validez y necesidad a laopcin fundamental y a la intuicin de que no hay vida espiritual sin

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    14 L A I M P O R T A N C I A A C T U A Lvida histrica. Pero ello ha hecho tambin formular honradamente lapregunta por el espritu con que hay que vivir y dar vida. Segn esto,me parece que hay tres cosas importantes que constatar.En primer lugar, ha cobrado mayor importancia analizar no slola prctica de Jess, sino tambin el espritu de esa prctica, comoaparece programticamente en el sermn del monte. En la primerabienaventura nza queda claro que el principio material de la espiritualidad es la pobreza real, tal como aparece en la versin de Lucas.Pero es im portante n o olvidar la versin de M ateo, que habla de espritu, no para volatizar la pobreza real, sino en la feliz reformulacinde I. Ellacura para ser pobres con espritu. En la ltima bienaventuranz a queda tambin clara la verificacin histrica de la vida espiritual, que no es otra co sa que la persecucin que sobreviene a la prctica de la justicia. Pero si estas bienaventuranzas aparecen como evidentes en nuestra situacin, hay tambin una recuperacin de lo quese contiene en las otras, del talante espiritual cristiano explicitado enlas entraas de misericordia y en la construccin de la paz. Y sobretodo, creo yo, est bien formulado ese talante en la bienaventuranzaque habla de los limpios de cora zn porque ellos ven a Dios, es decir,de quienes no estn apegados a s mismos (ni siquiera egostamente alas causas por las que luchan), de quienes tienen ojos limpios, los quebuscan la verdad, los castos en el sentido ms profundo del trmino.Ellos son los que, dentro de la historia, se colocan siempre delante deDios para escuchar su palabra, mayor que cualquier palabra que nosotros podamos pronunciar, aunque sea correcta. Tomadas las bienaventuranzas en su conjunto, nos presentan al hombre que no sloha hecho una opcin y se ha comprometido con la historia correctamente, sino al hombre con espritu.En segundo lugar, ha ido creciendo la conviccin de lo que podramos llamar la 'eficacia de la santidad'. Es evidente que el compromiso con los pobres exige y busca la eficacia histrica. De ah lainsistencia en la liberacin, en la prom ocin de la justicia, en la participacin en procesos liberadores y, en casos lmite, en procesos revolucionarios. Pero, sin negar nada de esto, se ha ido viendo tambinque la vida con espritu, la santidad, tiene su propia eficacia histrica.Esto no se ha descubierto por especulaciones a priori, sino por constatacin histrica. Por poner un solo ejemplo significativo, recordemos el caso de Mons. Romero. No hay duda de su compromisohistrico. Pero su inmenso influjo social y la eficacia de su prcticano pueden ser comprendidos sin su propia santidad personal. La con-

    D E L A V I D A E S P I R I T U A L 15clusin es que una vida histrica 'con espritu' no slo no aleja a loscristianos de los problemas reales, sino que los hace ms eficacespara la liberacin de los pobres.Por ltimo, creo que se ha recobrado la conviccin de la necesidad de explicitar la vida con espritu en prcticas espirituales. Haaparecido de nuevo su necesidad, pero no slo por consideraciones apriori, sino porque as lo exige la vida real y porque sta se hace menos cristiana cuando faltan aqullas. En un sentido se ha hecho verdad que la realidad conlleva su propia exigencia de explicitarse a losniveles de sentido y, a la inversa, que, cuando no se explcita, se puede dudar de que exista la tal realidad. Pero, adems, ha aparecido lanecesidad de la explicitacin espiritual, tanto para la iluminacincomo para la motivacin de la vida histrica.No podemos entrar ahora en la discusin terica sobre qu es loque tiene supremaca segn la fe cristiana: la vida o su explicitacin,el modelo de 'contemplativus in actione'od de 'contemplata alus tra-dere'. Personalmente, creo en la ltima supremaca de la vida sobresu explicitacin. Pero , por otra parte, no po demos negar que existe almenos una dialctica entre vida con espritu y explicitacin del espritu con que se vive. En este sentido, las prcticas de espiritualidad,aunque no gozan de autonoma con respecto a la vida histrica, sonnecesarias, porque son eficaces para vivir la vida con ms espritu.Por todo ello, aunque algunas prcticas puedan o deban ser abandonadas y otras modificadas, ha aparecido la necesidad de ellas, sobretodo de aquellas que tocan las ltimas races de la vida cristiana,como son la eucarista, la oracin, los ejercicios espirituales, el discernimiento, etc.

    En resumen, creo yo que la gran leccin de la dcada de los setenta par a la vida espiritual es doble. Por u na pa rte, la absoluta necesidad de vida histrica para que pueda existir vida espiritual. Este logro es el m s novedoso y es fundamental desde la fe cristiana. Es porello tambin irrenunciable, y en buena medida es irreversible paramuchos cristianos y religiosos. Y por otra parte, la necesidad de vivirla historia con espritu cristiano, que nos sigue juzgando aun dentrodel cauce co rrecto de la vida histrica y, sobre todo, sigue exigiendo,de una forma siempre nueva y mayor, profundizar en la historia cadavez ms cristianamente.Dicho de forma grfica, se trata de comprometerse histricamente en la construccin del reino de Dios y as acceder a Dios, y deser hombres de corazn limpio para ver a Dios y as construir su rei-

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    16 L A I M P O R T A N C I A A C T U A Lno . O, dicho de otra forma, se trata de hacer lo que hizo Jess y hacerlo cada vez ms como lo hizo Jess, sin que esto suponga ningnfundamentalismo, precisamente porque se trata de vivir segn el Espritu de Jess, que, por una parte, nos remite a l, a lo suyo concreto , a su memoria peligrosa y, por otra, abre nuevos caminos, nuevasinterpelaciones, nuevas mediaciones histricas.2. Importancia de la vida espiritualen la actualidad

    En la actualidad, como decamos al principio, existe una nuevapreocupacin y un renacimiento de lo que hay de 'espiritual' en lavida de los cristianos y religiosos. Por una parte, la misma vida religiosa posee sus propias exigencias, que no se resuelven automticamente por haber elegido un nuevo cauce de vida histrica, aunqueste proporcione profundo sentido a la vida religiosa. Sin embargo,permanece la problemtica tpica de la vida religiosa: la disponibilidad de la obediencia, la entrega y soledad del celibato, el abajamientode la pobrez a, lo que posibilita y condiciona la vida com unitaria, etc.Todas stas son realidades con sus propias posibilidades y sus propias dificultades, que necesitan espritu para que stas se superen yaqullas produzcan frutos.Ahora, sin embargo, queremos concentrarnos en las realidadeshistricas en que se viven la fe y la vida religiosa en Centroamrica yque slo pueden ser vividas cristianamente con espritu. Mencionamos las que nos parecen ser ms importantes, aunque su importanciavare segn la situacin de los diversos pases.2.1. La persecucin es una realidad bastante generalizada queexige un espritu de fortaleza. Todos conocemos la represin del pueblo que se ha dado y se sigue dando en muchos de nuestros pases.Cuando los cristianos y los religiosos se han solidarizado en verdadcon el pueblo, tambin a ellos les ha sobrevenido la persecucin. Essta una de las formas eficaces a travs de las cuales los religiosos ylas comunidades religiosas deben hacer opciones ltimas, arriesgadasy difciles.La disponibilidad a la persecucin y, sobre todo, a mantenersefirmes en ella no es algo fcil ni evidente, no se deriva de la inercia dela vida religiosa ni de sus principios genricos. Significa volverse a loprofundo de la vida cristiana, al principio fundamental del amor c ristiano, a la disponibilidad de dar de la propia vida y aun la propiavida.

    D E LA V ID A ESPIR ITU A L 17En esta situacin de persecucin se necesita espritu, el espritu deJess en el huerto y el espritu del buen pastor, dispuesto a no abandonar a las ovejas cuando sobreviene el peligro. Tanto para mantenerse personalmente en la persecucin como para mantener a quienestrabajan o dependen de nosotros, se necesita un especial espritu defortaleza, se necesita la fuerza del espritu, mayor que los miedos ytemores. Se necesita or en medio de la fragilidad la palabra reconfortante de Jess: No temis: Yo he vencido al mundo. Y se necesitacreer hasta el final la palabra definitiva de Jess: Nadie tiene msamor que el que da la vida por los hermanos. Vida 'espiritual' significa hoy, por lo tanto, vida con espritu de fortaleza.2.2. Las nuevas situaciones por las que pasan nuestros pasesrequieren un discernimiento profundo y exigen un espritu de bsqueda de la verdad. Esto es de suma importancia teo-lgica. Los nuevosprocesos de liberacin, las luchas revolucionarias, las nuevas sociedades no capitalistas que estn surgiendo o que se vislumbran, la re

    construccin de los pases, son tierra nuev a tambin para los religiosos, y en ella hay que aprender a vivir como hombres, como cristianos y como religiosos.Surgen entonces preguntas serias. Cmo encarnarse en procesosliberadores y revolucionarios? Cmo apoyar lo que tienen de justoy bueno? Cul debe ser nuestro aporte ms importante y especfico?Cmo mantener la sana autonoma y la especificidad nuestra? Pararesponder a toda s estas pregunta s los saberes previos no bastan, ni siquiera los saberes cristianos y los que provienen de nuestros caris-mas. Nos encontramos simplemente ante una nueva historia y, porello, ante una nueva palabra de Dios.Par a no ignorar o desvirtuar la novedad de la historia y, sobre todo, para discernir la voluntad de Dios en ella se necesita espritu, corazn y ojos limpios que no retengan la verdad ya sabida, sino quebusquen en verdad la voluntad de Dios. Vida 'espiritual' significa, entonces, vida con un apasionado espritu por la verdad.2.3. La situacin histrica de nuestros pases cambia, y cambiaen cosas fundamentales, lo cual exige un espritu de idelidad. La historia dura y trae consigo novedades. Si es cierto, como decamos antes, que hay que encarnarse en cada situacin histrica, tal cual ella

    llega a ser, no es menos cierto que la encarnacin n o se realiza de unavez para siempre, sino que hay que estar siempre dispuestos a unanueva conversin.

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    18 L A I M P O R T A N C I A A C T U A LLos ltimos diez aos en Centroam rica son un ejemplo de lo quehan cambiado la sociedad y la Iglesia y de la necesidad de sucesivasconversiones. Incluso cuando ha triunfado un proceso revolucionario, como en Nicaragua, la historia no se estanca, sino que surgennuevos problemas y exigencias. Y si miramos la historia pa ra el futuro , nadie puede predecir lo que suceder de ntro de diez o veinte aos.La disponibilidad a una continuada encarnacin, a la honradezcon la historia tal cual sta llega a ser, exige la indiferencia y disponibilidad que nos exiga S. Ignacio de Loyola. Exige la fidelidad a Diostambin a travs de lo desconocido de la historia, la disponibilidad aabandonar la casa paterna, como Abraham, y a caminar humildemente con tu Dios, como deca el profeta Miqueas. Vida 'espiritual'significa, entonces, vivir la historia con espritu de apertura, de disponibilidad, de fidelidad.2.4. Quisiera mencionar, por ltimo, un fenmeno extendidodentro de la Iglesia y de la vida religiosa. Se trata de la divisin en di

    versos grupos, c ada uno de los cuales quiere reivindicar par a s el serla verdadera Iglesia o el ser la forma verdadera de vida religiosa.Creemos que esta cuestin slo la zanja en ltimo trmino (y exige,por ello) el espritu de santidad.No es infrecuente que unos quieran mostrar su verdad apelando ala pura ortodoxia, mientras otros con mayor razn, en mi opinin-apelan al evangelio y a la teologa ms acorde con l. Unos apelan alpoder de la autoridad para dilucidar los problemas, y otros apelan alpoder de la razn teolgica. As, los primeros repiten que la verdadera Iglesia es la Iglesia institucional, con su jerarqua, su doctrina, etc.,mientras que los segundos afirman que la verdadera Iglesia, sin negarnada de lo anterior, es la Iglesia de los pobres.No quisiera negar la importancia de la argumentacin teolgicapara dilucidar el problema de la verdadera Iglesia. Lo que quisieraaadir es que, en ltimo trmino, el verdadero poder de cualquiergrupo eclesial que reclame para s el ser verdadera Iglesia no es otroque la santidad. Slo con santidad se gana a largo plazo la batalla dela verdadera Iglesia, aunque se pierda a veces a corto plazo, como lomuestran las vidas de muchos santos y fundadores de rdenes religiosas.Quien de veras ame hoy a la Iglesia, quien desee su renovacin,quien pretenda ayudarla en la actual situacin de confusin y divisin, tiene que estar dispuesto a dar el testimonio de la santidad. Seraerrneo confundir amor a la Iglesia con defensa a ultranza de la insti-

    D E L A V I D A E S P I R I T U A L 19tucin y de la ortodoxia. Pero sera tambin insuficiente, aunque noerrneo, mostrar el amor a la Iglesia slo a travs de una correcta argumentacin teolgica.Y lo que decimos de la Iglesia sirve tambin al interior de la vidareligiosa, en la medida en que existe confusin y divisin. En ltimotrmino, slo la santidad se impone por s misma, y slo la santidadilumina con credibilidad la verdad de la argumentacin. Por ello, enla actual situacin de la Iglesia, vida 'espiritual' significa espritu desantidad.2.5. Estas son algunas de las realidades actuales que exigen unavida 'espiritual'. En teora, son realidades cuyas exigencias puedenser formuladas umversalmente: fortaleza, discernimiento, fidelidad,santidad. Pero la situacin actual las hace evidentes o ms evidentesy, sobre todo, exige un contenido concreto.La conclusin es la importancia de vivir con espritu, tanto pornecesidad como por buscar eficacia histrica. A nivel argumentativo,quiz no se pueda decir mucho ms, ni es ste el momento de elaborar tericamente esa necesidad y esa eficacia. Si ha quedado bastanteclara la necesidad de la vida histrica para la vida espiritual, crecetambin la conviccin de la necesidad de vivir con espritu, precisamente cuando ms se ahonda en la vida histrica.A veces es difcil poner en palabras en qu consiste ese espritu.Quiz sea ms fcil sealar su ausencia. Pero tampoco se puede negar que, en presencia de hombres y mujeres con espritu, aun sin poder definirlo adecuadamente, notamos algo nuevo. Notamos que suvida histrica, su opcin por los pobres, su lucha por la justicia, sucompromiso con procesos liberadores y revolucionarios, tienen algode especial que, lejos de apartarlos de la historia, otorga a su vidauna p rofundidad y una ca lidad espe ciales. Y si es difcil definir la vidacon espritu, no lo es apuntar a pe rsonas concretas o a grupos religiosos que lo poseen y lo manifiestan. Mons. Romero fue un hombrecon espritu. Com unidades de religiosas entre camp esinos, com unidades de base, hombres y mujeres que trabajan desinteresadamente,con gran entrega y generosidad, con humildad y disponibilidad, nosdicen mejor que muchas palabras lo que significa vivir la historia conespritu.

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    1.a Parte:LIBERACIN CONESPRITU

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    1PRESUPUESTOS Y FUNDAMENTOSDE ESPIRITUALIDAD *

    Vamos a exponer en este captulo la estructura de la espiritualidad de la liberacin, dejando para otro momento sus contenidos msconcretos.Hay que partir del hecho de que existe una prctica cristiana dela liberacin y que, por lo tanto, existe tambin algn tipo de espiritualidad que sustenta esa prctica, aunque esto ltimo no haya sidotan explcitamente tratado por la teologa como lo primero. Al hablardel seguimiento de Jess, de la escucha y pue sta en prctica de la Palabra de Dios, de asumir la situacin, la causa y el destino de los pobres, ya se han hecho importantes afirmaciones sobre la espiritualidad cristiana que informa la prctica de la liberacin. Pero quizno se haya explicitado todava la estructura de la espiritualidadcomo tal.Para llevar a cabo esa tarea, comencemos diciendo que espiritualidad no es otra cosa que el espritu del sujeto, personal y grupal, encuanto relacionado con la totalidad de la realidad. Esta afirmacin essumamente formal, pero con ella se quieren decir dos cosas importantes: la primera es que la espiritualidad no es una actividad absolutamente autnoma del sujeto, sino relacionada; y la segunda es queesa relacin con la realidad no es regional ni se refiere slo a otrasrealidades espirituales, sino a la totalidad.Insistir en la relacionalidad de la espiritualidad con la totalidad dela realidad nos parece importante subrayarlo, porque, por una parte,es sta una intuicin que subyace a la prctica de la liberacin y, porlo tanto, a su espiritualidad; y, por otra p arte, se trata de evitar la ten-

    * Este trabajo fue publicado , bajo el titulo Espiritualidad de Jess y de la liberacin, en Christus (diciembre 1979-enero 1980), pp. 59-63, nmero monogrfico dedicado a la Espiritualidad de la Liberacin. Aqu aparece retocado.

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    24 L I B E R A C I N C O N E S P R I T Utacin (frecuente en el planteamiento de la espiritualidad, como lo demuestra la historia) de dejar a la realidad abandonada a s misma,con los resultados consiguientes de evasin alienante de lo histrico,paralelismo sin convergencia entre vida espiritual y accin histrica,acomodo sutil a lo que la historia va dando de s permaneciendoas detrs de la historia, o la no menos sutil huida a la anticipacinescatolgica, que tambin deja atrs la historia.

    Para evitar esas tentaciones y avanzar en la comprensin de laespiritualidad hay que plantearse, entonces, cul es la correcta relacin del espritu del sujeto con la realidad. Vamos a exponer las exigencias mnimas de esa relacin, que se convertirn en presupuestosde espiritualidad, necesarios, por lo tanto, para cualquier espiritualidad; y adems, en fundamentos sobre los que edificarla si el espritudel sujeto se mantiene fiel a la dinmica interna de esos pres upuestos.Estos son en concreto: 1) la honradez con lo real, 2) la fidelidad a loreal, 3) corresponder a y dejarse llevar por el ms de lo real. Estastres actitudes bsicas se pueden convertir tambin en mediaciones dela relacin con Dios, por lo cual los presupuestos y fundamentos sontambin teologales. Estos presupuestos se han redescubierto conms claridad desde la prctica de la liberacin; y esto, a su vez, ha facilitado redescubrirlos en la vida, prctica y destino de Jess. Por e so,ms a modo de ilustracin que de estricta argumentacin, aludiremosa Jess y a la prctica de la liberacin.1. La honradez con lo real

    Lo que queremos afirmar con esta expresin viene descrito admirablemente (de forma negativa en un primer momento) en el famosopasaje de Rom 1,18 ss.: La clera de Dios se revela contra la impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia. La primera y fundamental condena de Dios se dirige al hechoprimario de la negacin que el sujeto hace de la verdad de la realidad,a la deshonestidad con lo real.Esa deshonestidad no consiste meramente en un error notico sobre la verdad de las cosas, sino que consiste en hace rlas injusticia, enviolentarlas en su propio ser, en no ser honrado con ellas. Y de ah sederiva un triple hecho: 1) se priva a las cosas de su propio significado , de su capacidad de ser sacramentos de transcendencia y de desencadenar historia; 2) se priva al propio sujeto de la capacidad deconocer adecuadamente la realidad, pues su corazn se entenebrece; 3) lleva a la negacin prctica de Dios, a no reconocerlo com o el

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    fundamento de lo real y del propio espritu del sujeto. Con esa deshonestidad fundamental hacia lo real se imposibilita la primera relacincorrecta entre sujeto y realidad y, por lo tanto, se imposibilita la espiritualidad. Esta debe comenzar, pues, a la manera inversa: con unacto de profunda honradez hacia lo real, reconociendo en un primermomento las cosas tal cual son.Naturalmente que lo dicho hasta ahora es en exceso abstracto ypodra aducirse que a ese nivel no existe una dificultad especial parala espiritualidad. Las cosas, sin embargo, no son as. Por poner unimportante ejemplo, podemos preguntarnos cmo se trata histrica yteolgicamente la creacin. En mucho s lugares, del primer m undo sobre todo, la verdad de la creacin suele ser descrita con el lenguajeuniversalizante de la humanidad o, peor an, del hombre moderno, como si as se describiese adecuadamente la realidad de la creacin actual, de tal manera que los logros y los problemas de la creacin fuesen los del mentado hombre moderno. Teolgicamente, sesuele analizar la creacin, con razn, como accin de Dios, comodato importante tanto para la teo-loga como para la antropologa,como inicio del plan salvfico de Dios, que se ir desarrollando en lahistoria hasta conseguir la plenitud.Sin embargo, la comprensin de la creacin actual simplementecomo humanidad u hombre moderno enmascara su ms profunda realidad. La humanidad es la inmensa mayor parte de la humanidad, que poco tiene que ver con el hombre moderno. Y la precipitacin teolgica en el tratamie nto de la creacin puede pa sar por alto loprimero que dice la creacin de Dios: la vida de los hombres.Reconocer la verdad de la creacin, hoy, debe tomar otro rumboen ese primer m omento fundamental de honradez. Por fros y pocosteolgicos que parez can los datos de las estadsticas, hay que tenerlosen cuenta, y por ah hay que empezar. La humanidad hoy est sometida a la pobreza, a la violencia institucionalizada, en muchos casosa la muerte lenta o violenta. Dicho teolgicamente, la creacin deDios est amenazada y viciada. La proto-loga, no slo la escato-lo-ga, sigue siendo problema fundamental. Adems, como esa realidadno es simplemente natural, sino histrica, debida a la accin de unoshombres contra otros, la realidad es pecado, negacin absoluta de lavoluntad de Dios, gravsimo pecado y fundamental pecado.Reconocer as las cosas es acto de la inteligencia, pero de un inte-ligir correcto y convertido que pone el inters previo al conocer alservicio objetivo de la realidad y no del sujeto, que se traduce en ne-

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    26 L I B E R A C I N C O N E S P R I T Ucesaras ideologas, pero no en provecho propio, sino de la realidad.Lo que la teologa dialctica (K. Barth sobre todo) afirmaba del conocimiento humano como posibilidad (y, para l, realidad) de defenderse contra Dios, se debe afirmar tambin del conocimiento de larealidad. Hay un modo de conocer que es para defenderse de lo real;el mod o correcto es para defender a lo real, a sus intereses objetivos,y por ello se necesita conocerlo objetivamente. Esto es lo que queremos afirmar al hablar de honradez con lo real.Pero esa honradez primaria abarca no slo el primer momentonotico que implica tambin lo tico del sujeto, sino el momentode corresponder a la exigencia que proviene de la misma realidad.Cuando no se la aprisiona con la injusticia, de ella misma surge unincondicion al no y un incondicional s. El no de la realidad es a sumisma negacin, a la ausencia, carencia y aniquilacin de vida; enterminologa bblica, al pecado por antonomasia: el no al fratricidaCan, el no a la opresin en Egipto, el no de los profetas a los quevenden al justo por un par de sandalias. No hay teologa o teodiceasubsecuente que pued a acallar o relativizar ese no prim ario de la realidad, sean cuales fueren otra s exigencias de la realidad. En la realidad actual, la no-vida de las mayoras no puede ser condonada pornada.

    El s que exige la realidad es un s a la vida y, como la mayora dela creacin est sometida, ese s a la vida debe ser un s a devolver lavida; es un s, por lo tanto, no slo a la vida, sino a dar vida. Lamisma realidad es la que exige, por lo tanto, lo que de forma genricase puede llamar el amor; slo que la honradez con lo real exige unaprimera caracterizacin del amor como aquella praxis, dirigida a darvida a las m ayora s, que puede den ominarse justicia. De aqu se deduce que una espiritualidad basada en la honradez con lo real nodebe ser obviamente alienante lo cual sera una contradiccin en smismo, pero tampoco debe ser una espiritualidad que precipitadamente adece sin ms espiritualidad y am or (aunque formalmente seacorrecto) sin comenzar y mantener aquella forma de amor que exigela realidad mayoritariamente: la justicia.Todo esto lo ejemplifica Jess. Jess fue honrado con ese primerdato de la realidad imperante tambin en su tiempo. La creacin desu Padre Dios apareca viciada, la mayora de sus contemporneosno eran el hombre viviente, gloria del Dios vivo. Y esa honradez es laque proporciona lgica teolgica a muchas de sus palabras y acciones, pasadas por alto con frecuencia por ser, en apariencia, insufi-

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    cientemente profundas para decirnos algo importante de Jess encuanto Cristo. Jess sinti compasin por las muchedumbres y susnecesidades reales, exigi a sus discpulos que les diesen de comer, pidi el pan cotidiano, defendi a quienes por hambre coman de uncampo ajeno, cur sin ms a enfermos haciendo caso omiso de prescripciones que aparentemente apuntaban a reas ms elevadas de lavida de los hombres, com o la cltico-religiosa. Cierto es que Jess noredujo su actividad salvadora a ese mbito; pero no es menos ciertoque no se desentendi de l, que lo cultiv explcitamente y que, incluso cuando ofreca la plenitud de la salvacin que se extiende a otrosmbitos de la vida, no lo ignor o minusvalor.Tambin Medelln, la teologa de l liberacin y la prctica de laliberacin parten del mismo acto de honrad ez con la realidad latinoamericana. Aunque la explicitacin teolgica se haya llevado a cabofijndose ms en el seguimiento de Jess, en los pasajes de Mt 25 yLe 4,18 ss. o en el xodo, en el fondo hay todava una lgica msprofunda. La insistencia en la activa solidaridad con los pobres deeste mundo no proviene slo del seguimiento de Jess (o no, al menos, en el sentido de que esa exigencia sea una exigencia 'arbitraria'de Jess, de modo que, si no la hubiera mencionado, dejara de serexigencia). Proviene de la profunda honradez con la realidad latinoamericana, que encuentra una profunda coincidencia con la exigenciade Jess y por ello, adems, ambas cosas se iluminan mutuamente.Este es el primer presupuesto de la espiritualidad: la honradezcon lo real. Sin l, vano ser intentar edificar una espiritualidad. Encontrar en concreto cul es la realidad objetiva puede ser aleatorio.Pero la actitud de intentar encontrarla es bsica, as como la disposicin a la conversin, para ver la realidad tal cual es. En Amrica Latina se cree que se da esa actitud y que han sido los pobres los que lahan posibilitado, tanto objetivamente (pues desde abajo y desde laperiferia se conoce mejor la verdad de las cosas que desde arriba ydesde el centro) como subjetivamente (pues los pobres tienen la capa cidad de convertir la mirada del sujeto hacia su mundo y de des-inte-resarlo de s mismo para captar los intereses de la realidad).2. La fidelidad a lo real

    Por honradez hacia lo real, hay que actuar sobre ello en la doblelnea enunciada: negar su negacin y alimentar su positividad. Peroello tiene dificultades y costos, y por esa razn la primera honradezcon lo real debe convertirse en ma ntener esa honra dez, en ser fiel a la

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    28 L I B E R A C I N C O N E S P R I T Urealidad, sea cual fuere el lugar hacia el que la primera honra dez noslleve. Esa fidelidad es el segundo presupuesto de la espiritualidad. Esexperiencia histrica, acumulada y actual, que la respuesta correctahacia lo real, el amor en todas sus formas y mucho ms en su formade justicia, no siempre tiene xito y, con frecuencia, a quien quierepropiciar la vida le espera el dar de la propia vida o aun la propia vida. El dar la vida luchando contra el pecado pronto se transforma entener que cargar con el pecado, lo cual destruye tambin al que quiere dar vida, y le lanza adem s la pregunta de si es verdad que es posible dar vida. En esta situacin es comprensible la tentacin de abandonar la direccin de la primera respuesta honrada hacia la realidado de declararla simplemente ilusoria. Surge entonces la tentacin deinfidelidad hacia lo real.

    El mantenerse fiel a la realidad en esta dimensin bsica que estamos analizado es lo que ejemplifica el siervo de Yahv. Si se tomanen conjunto los cuatro cantos del siervo, se observa cmo es su primer juicio sobre la realidad: una realidad oprimida; cmo es su primera respuesta honrada a esa realidad: implantar el derecho y la justicia. Pero la leccin del siervo es que se mantiene en esa honradezsin dejarse desviar de su camino por la trgica sorpresa de la negati-vidad, que le aniquila a l mismo y, peor a n, a su causa honrad a. Sinembargo, se mantiene fiel hasta el final, obrando desde dentro de larealidad, sea cual fuere el destino al que sea conduc ido. No ha y aquantropologa o teologa positiva, sino slo negativa, pero eficaz: a pesar de todo, lo nico que no se puede hacer es dejar de ser honradocon la realidad.Esta honra dez mantenida hacia lo real es lo que ejemplifica Jes sde un modo cabal; y no slo principalmente porque en teologizacio-nes subsecuentes se le declarase el siervo por a ntonom asia, sino porque as lo muestra su vida histrica. Jess comienza con una actitudpositiva: El reino de Dios se acerca, y a su servicio pone todo loque es y tiene. Pero pronto sobreviene la trgica sorpresa. Lo que esbuena noticia para los pobres encuentra resistencia y oposicin; loque debiera ser acogido con entusiasmo y agradecimiento es vistocomo m ala noticia por los poderosos; lo que es gracia es interpretadocomo amenaza y ataque. Jess se mantiene a pesar del ataque a sucausa y, despus, a pesar del ataque a su propia persona. Esa fidelidad de Jess es lo que describe admirablemente la Carta a los Hebreos cuando menciona la obediencia de Jess, sus gemidos y lgrimas, su perma necer fiel hasta el fin, a pesar de la oscuridad que le so-

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    breviene sobre su causa y la amenaza a su persona. La Carta se recrea en llamar a Jess el hombre fiel.Tambin en la prctica de la liberacin existe esa fidelidad. Se hadicho que, propiamente hablando, no puede haber una teologa delcautiverio, pero s la que se hace desde el cautiverio (L. Boff) mientras ste exista, pues es parte de la realidad y, dentro de l, hay queser honrados con sta. Los abundantes mrtires de Amrica Latinadan buena prueba de esa fidelidad. Buscan y trabajan por la liberacin, pero no se desentienden de ella cuando sobreviene lo negativo yson fieles a ella dondequiera que les conduzca.La fidelidad a lo real, como segundo presupuesto de espiritualidad, no es otra cosa que mantener la primera honradez dentro de loque en la historia hay de negativo y cargando con ello, aun cuandoas aparezca un cierto no-saber que oscurece el primer saber y aparezca el poder de la negatividad que cuestiona la primera esperanza.Lo nico que se sabe es que hay que mantenerse fieles y seguir en lahistoria tratando siempre de transformarla en positivo.Esa fidelidad a lo real es lo que ejemplifica la cruz de Jess. Auncuando no perciba el advenimiento del reino de-Dios, sino todo locontrario, y del Padre slo oiga su silencio, Jess sigue siendo fiel, sigue encarna do en la historia que quiere transformar, aunque aho ra sele transforme en cruz para l. El silencio de la cruz es el silencio deDios y de la historia; pero Jess lo mantiene, pues forzar una palabradistinta sera deshone stidad; y ace ptando ese silencio y cargan do conl se mantiene en fidelidad hacia lo real.

    3. Corresponder a y ser llevados por el ms de la realidadLa historia no es slo negatividad; por tanto, no exige fidelidadante lo que tiene de oscuridad y de costos. Pablo afirma tambin quela creacin vive de la esperanza de su propia liberacin de toda servidumbre y corrupcin. En la misma realidad hay algo de promesa yde esperanza no acallada por la experiencia de siglos. La misma realidad, a pesar de su larga historia de fracasos y miseria, plantea siempre de nuevo la exigencia y la esperanza de plenitud. Siempre surgeun nuevo xodo, una nueva vuelta del exilio, una liberacin del cautiverio, aunque stas no sean tampoco nunca definitivas. Siempre encuentra un portavoz, un Moiss, un nuevo Moiss que anuncia una

    nueva tierra y un nuevo cielo, una vida ms hum ana, un homo vivens.La honradez con lo real es entonces esperanza, exigida por la direccin que la realidad quiere tomar. Pero es una esperanza activa,

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    30 L I B E R A C I N C O N E S P R I T Uno slo expectante; un ayudar a que la realidad llegue a ser lo quequiere ser. Eso es el amor. Esperanza y amor son dos caras de unamisma moneda: la conviccin, puesta en prctica, de las posibilidades de la realidad. Ambas cosas se alimentan mutuamente. El que elmun do llegue a ser un hogar para el hombre (E. Bloch) slo se esperaen la medida en que el hombre pone manos a la obra de construir esehogar. El que el mundo tenga vida slo se espera dando vida al mundo . Esa tarea de humanizar al hombre, de que el hombre viva, no esslo una arbitraria exigencia, ni siquiera el ms excelso de los manda mientos, declarado por Jess o por cualquier otro, como podra haber sido no declarado. Es la sintona ms acabada con la realidad.Por ello, el humanizar al hombre, el amor, es la suprema tarea que sejustifica por s misma, que no tiene lmites en s misma.Esperanza y amor son las formas de corresponder a lo que dems tiene la realidad y, por ello, de hacerle justicia, de ser honradosy fieles con ella. Esto habr que concretarlo de diversas maneras, yde diversas maneras lo concretaron Jess y la prctica de la liberacin. Pero estas concreciones no deben ocultar el meollo de la cuestin: esperanza y amor son el modo como el sujeto corresponde alms de la realidad que busca siempre su propia plenitud.Desde aqu se puede comprender lo ms profundo de la personay actividad de Jess. Junto a sublimes afirmaciones cristolgicas,pueden parecer poco profundas otras afirmaciones neotestamenta-rias: la que le presenta, por ejemplo, como el hom bre de la m isericordia o com o el que, simplemente, pas haciendo el bien. Pero aqu seencuentra el meollo de su propia espiritualidad. Sistemticamente,puede decirse que Jess se dedic a humanizar a los hombres, a realizar lo que posteriormente afirmaran los cristianos de que la gloria deDios es el hombre que vive. Su punto de partida fue el vivens pauper,el que el pobre viva, y desde ah ofreci tambin la vida a todos (en elcaso de los opresores, llamndolos a la conversin), y a todos incluidos los pobres les ofreci verdadera vida, exigindoles que fueran pobres con espritu.Pasar haciendo el bien es el modo de corresponder a la creacinen lo que sta tiene de ms. Slo que Jess, como otros, descubrique, para que la historia d ms de s, el sujeto tiene que dar de smismo y a s mismo. El mandamiento del amor, preconizado e ilustrado cabalmente por el propio Jes s, y su exigencia de ser para losdems, no puede ser interpretado slo sapiencialmente (no hagas alos dems lo que no quieres para ti) ni slo antropolgicam ente (co

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    dencia a lo ms profundo de la realidad, a ayu darla a que llegue a serms. El para de la vida de Jess no es slo condicin de posibilidadpara futuras soteriologas, sino ms bien, primigeniamente, la afirmacin sobre lo que significar vivir, sintonizar con la creacin de Dios.Esta misma esperanza que brota de la realidad y la respuesta pr-xica de ayuda r a que haya vida, es lo que est en el fondo de la prc tica de la liberacin o, al menos, en sus mejores intentos. Y por ellopuede haber una au tntica espiritualidad de la liberacin, porque stano ser algo superimpuesto ideolgicamente al mismo hecho de laprctica liberadora, sino el mismo espritu de dar vida. Esa prcticasintoniza con la realidad, y por ello tambin a pesar de las gravesdificultades de la liberacin, la esperanza de los pobres no decae. Sidesde el cielo y la tierra actuales se puede hablar de un nuevo cielo yuna nueva tierra, es porque esa esperanza surge desde el mismo proceso liberador, aunque esto slo pueda ser comprendido y formuladodesde dentro de ese mismo proceso y no al margen de l. Al operarsobre la realidad tratando de dar vida, crece la conviccin del msde la realidad. Con ese ms hay que ser honrado, a pesar de la ne-gatividad que le es tambin inherente.Ese corresponder al ms de la realidad en esperanza y amor esel tercer presupuesto de espiritualidad. En cuanto correspondencia,expresa lo que en la espiritualidad hay de respuesta a la exigencia porparte de la realidad. Pero hay ms que eso. La misma realidad posibilita realizar esa exigencia. En este sentido, el sujeto es tambin llevado por la realidad, y ese ser llevado es don de la realidad, mediacinde la gratuidad.

    4. La experiencia de DiosEste enfoque de la espiritualidad no ha pretendido plantear ni resolver la casustica de las diversas formas y mtodos de espiritualidad. En sentido estricto, tampoco ha elaborado una espiritualidadcristiana y ni siquiera lo cual puede parecer ms chocante se hamencionado la relacin personal del hombre con Dios.Slo se han mencionado los presupuestos de espiritualidad y, eneste sentido, de toda espiritualidad h uma na. Sin embargo, la insistencia en esos presupuestos nos parece importante para no plantear laespiritualidad en un crculo puramente espiritual, sin mediacin de larealidad, sin dar un rodeo a travs de la realidad histrica. La tram pade evitar ese rodeo ya la desenmascar Jess claramente en la parbola del buen samaritano.

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    32 L I B E R A C I N C O N E S P R I T UPero, aunque no se haya explicitado desde el Dios cristiano, ya seha dicho algo importante de ello. En primer lugar, el mero hecho deelegir esos presupuestos y no otros c orresponde a una visin cristianade la realidad. Que la realidad no sea slo negatividad, sino tambinpromesa, por ejemplo, depende de una determinada visin de Dios.Pero ms de fondo, al enunciar esos presupuestos hemos hablado

    tambin de las mediaciones de la revelacin y comunicacin de Diosy del modo fundamental de responder y corresponder a esa revelacin y comunicacin. La honradez y fidelidad hacia la realidad no esslo el presupuesto p ara una experiencia espiritual de Dios, sino sumateria propia, fuera de lo cual e independientemente de lo cual no secapta la revelacin ni se responde a ella. Esto responde , positivamente , a la tan repetida estruc tura histrica de la revelacin de Dios, bienen sus orgenes, en el decurso de la historia, en la encarnacin delHijo e incluso en el final escatolgico. Y responde, negativamente, ala advertencia pa ulina: sin honradez hacia lo real, las cosas no son yalo que son para nosotros y pierden su carcter sacramental reveladory, por lo tanto , no puede ha ber una experiencia de Dios ni por el ladodel objeto (Dios que ya no se revela en la realidad) ni por el lado delsujeto (el corazn entenebrecido del hombre al hacer violencia a larealidad).El problema de la espiritualidad no es otra cosa que la correspondencia a la revelacin de Dios en la historia real. El que a sta se laconsidere dogmticamente como clausurada en Cristo no significaque la experiencia espiritual de Dios se haga al margen de la historiaactual; sigue presuponiendo m s bien que Dios se sigue manifestandoen ella. La revelacin de Dios en el pasa do, com prendida simplemente como depsito, slo posibilita una doctrina sobre Dios, pero nogarantiza una experiencia de Dios. Para ello se necesita que Dios sesiga manifestando. Pe ro eso, hoy com o en el decurso de la revelacinbblica, slo se realiza en la historia real. Por ello, la honradez y fidelidad hacia lo real no son slo presupuestos, sino tambin fundamentos de espiritualidad en lo ms fundamental de sta. Permiten seguiroyendo a Dios en la historia y expresan la realizacin fundamental dela respuesta a su palabra.Estos presupuestos son, por lo tanto, fundamentos de una espiritualidad radicalmente antropolgica, pero tambin radicalmente teologal. Presentan cmo debe relacionarse el hombre con la historia,pero, a travs de ello, cmo debe relacionarse con Dios y con lo personal en Dios.

    P R E S U P U E S T O S Y F U N D A M E N T O S D E E S P I R I T U A L I D A D 33Esta es la espiritualidad teologal de Jess. La C arta a los Hebreoslo explcita muy claramente unificando su experiencia histrica y teologal, su misericordia y su fidelidad. Dicho sistemticamente, en Jess aparecen aunada s la fidelidad al reino de Dios y al Dios del reino,su prctica histrica y su experiencia del Padre. En la prc tica de humanizar a otros, aparece Jess como el hombre ante Dios; en laprctica de hermanar a otros, aparece como el Hijo ante el Padre. Eles el hombre espiritual. Llama a Dios padre y en ello muestra su explcita relacin de obediencia y confianza con l; pero le invocacomo 'Padre' en una accin histrica liberadora (Ch. Duquoc).Parafrase ando a Pablo, podem os decir que, si sobre gentiles y judos se ha revelado la clera de Dios contra quienes aprisionan laverdad en la injusticia, sobre Jess se ha revelado la gracia de Dios,porque hizo justicia a la realidad. Por ello aparece en Jess, por unaparte, la verdad de Dios: cmo ve Dios al mundo y qu quiere Diosde este mundo; y, por otra, la verdad del hombre: cmo ve el hombrea Dios y cmo debe realizar su voluntad y relacionarse as con Dios.La honradez con lo real y con aquello hacia lo que sta nos llevees , pues, necesaria para la espiritualidad y para la experiencia deDios. Quien se relaciona correctamente con la realidad sin entrarahora a discutir la teora de los cristianos annimos est c orrespondiendo a Dios objetivamente y Dios se le comunica, aunque de formano temticamente refleja. Quienes creen que en Jess ha aparecido lagracia y la verdad pueden y deben tematizar esa correcta relacincon la realidad como relacin con Dios, como experiencia de Dios ycomo gracia de Dios.Esta honradez con la realidad latinoamericana, la fidelidad hacia

    ella en medio de sus costosas exigencias, la esperanza y la prcticadel amor mantenidas para que los dolores de parto se conviertan enel gozo de la nueva vida, la experiencia de gratuidad, no slo de cargar con esa realidad, sino tambin de ser llevados por ella, nos parecen los presupuestos ltimos de la espiritualidad de la liberacin.Como en este continente se explicitan desde Jess y desde Dios, sontambin fundamentos ltimos de espiritualidad cristiana. Estos debern ser siempre cultivados en la direccin de la plenitud cristianacomo aparecer en otros artculos de este libro, pero son necesarios, pues sin ellos no puede haber espiritualidad cristiana de la liberacin, y son fructferos, pues desde ellos pueden crecer el hombre espiritual y los pueblos con espritu cristiano.

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    2ESPIRITUALIDAD Y LIBERACIN *

    Par a m uchos cristianos la liberacin histrica de los pueblos oprimidos es absolutamente necesaria y justa; la prctica de la liberacines por eso mismo justa y necesaria. Afirman adems esos cristianosque en el compromiso personal y comunitario con la liberacin recobran y potencian el sentido de su vida; ms an, que la prctica de laliberacin se les ha convertido en mediacin principal, y para algunosquiz la nica, de su experiencia personal con Dios. D esde esa pr ctica releen la totalidad de la Escritura y en ella encuentran la centrali-dad de la liberacin, tanto como manifestacin de la voluntad deDios hacia los oprimidos como en cuanto exigencia a propiciarlapara quienes creen en l. Liberacin, por lo tanto, es una realidadcentral en la que se unifican lo histrico y lo personal, la exigencia delpresente y el origen norm ativo de la Escritura; la liberacin no su pone entonces ningn problema para esos cristianos, sino que ms bienencuentran en ella la solucin actual a lo que de problema h ay o puede haber en su ser hombres, creyentes y cristianos.Pero no ocurre necesariamente lo mismo con la espiritualidad.Para algunos cristianos comprometidos con la liberacin, la espiritualidad posee la misma obvia necesidad que aqulla; pero para o trosno es tan obviamente necesaria y puede seguir siendo vista con recelos y sospechas. En este preciso contexto queremos presen tar la realidad, necesidad e importancia de la espiritualidad.Pero antes de abordar el tema queremos hacer algunas aclaraciones previas.

    1) Nos vamos a concentrar en la espiritualidad y no tantoen la prctica de la liberacin; damos por supuesta la necesidadde una liberacin histrica que incluye muy principalmente latransformacin estructural de sociedades opresoras, la necesidad* Publicado en Sal Terrae LXXII/2 (febrero de 1984), pp. 139-162.

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    de una lucha por la justicia y las formas polticas de esa lucha;suponemos tambin el tratamiento bblico y teolgico de esaprctica.2) Al concentrarnos en la espiritualidad lo hacemos no deforma genrica, sino en relacin con la prctica de la liberacin;es decir, la espiritualidad que una prctica de la libertad exige ypropicia.3) El tratamiento de la espiritualidad ser hecho de formaprogramtica y sinttica, intentando descubrir sus ltimas racesy su contenido fundamental, no sus detalles o sus manifestacionesarticuladas en las llamadas 'espiritualidades' en plural.4) Digamos, por ltimo, que este anlisis de la espiritualidad, aunque expresado en forma conceptual, se hace en base a loque hacen y dicen los cristianos com prometidos con la liberacinen Centroamrica y especialmente en El Salvador, lo cual encuentra tambin algn paralelismo en lo que hacen y dicen algunos no creyentes.Segn esto, dividimos este trabajo en las siguientes partes:1. La espiritualidad y su problemtica.2. Necesidad e importancia de la prctica de la liberacin parala espiritualidad.3. Necesidad e importancia de la espiritualidad para la liberacin.4. La espiritualidad de la liberacin como acceso a Dios.

    1. La espiritualidad y su problemtica1.1. En Amrica Latina la espiritualidad ha estado presente, dehecho y de derecho, en el origen de los procesos de liberacin; y lahistoria posterior no ha hecho ms que mostrar su necesidad e importancia.Ya en los comienzos se dijo que la prctica de la liberacin noslo necesita de categoras tericas (teolgicas y cientficas), sino deuna actitud vital global y sinttica que informe la totalidad y eldetalle de nuestra vida (G. Gutirrez). Repasando aos despus la

    prctica de la liberacin, se ha con statado que detrs de toda prctica innovadora de la Iglesia, en la raiz de toda teologa verdadera ynueva, se esconde latente una experiencia religiosa tpica (L. Boff).

    E S P I R I T U A L I D A D Y L I B E R A C I N 37Esa actitud y esa experiencia estn relacionadas histricamentecon la prctica de la liberacin, por supuesto. P ero esa relacin no esmecnica, sino complementaria y respetuosa de ambas dimensiones.Lo que histricamente ha hecho recalcar la necesidad de algo msque la pura prctica es, creemos, que desde el principio no se ha tratado de una pura prctica de la liberacin, sino de la liberacin de lospobres; y este aadido, lejos de ser rutinario o secundario para unaprctica de liberacin, le es esencial, le pone determ inadas condiciones y la engloba ms claramente en algo que no es la pura prctica.Los pobres no son slo los beneficiarios de la liberacin, sino queen su mero estar ah son para el creyente el lugar histrico de Dios.Por eso, lo que sustenta la prctica y la teora (teolgica) liberadorases una experiencia espiritual de encuentro con el Seor en los pobres(L . Boff). El correlato a los pobres es liberacin histrica, peroevanglicamente es el reino de Dios, totalidad ms abarcadora que laabsolutamente necesaria liberacin socio-econmica. 'Pobres' dice,por lo tanto, liberacin totalizante, integral en el lenguaje eclesial, exi

    gencia a cultivar diversos mbitos de la liberacin, todo lo cual exigeuna prctica muy llena de espiritu para hacer avanzar siempre las liberaciones histricas hacia la plenitud del reino de Dios. Los pobres,como se repite, deben ser los gestores de su propia liberacin; lo cual,si se toma absolutamente en serio, confronta con el escndalo de quela liberacin pasa tambin por la debilidad, con el escndalo del siervo de Yahv. Creer en el potencial liberador de los pobres y no slotrabajar para ellos reclama una fe que no genera por necesidad lamisma prctica. Esos pobres, por ltimo, deben ser liberados de supobreza material injusta, pero deben crecer ellos mismos hasta llegara ser los pobres con espritu (I. Ellacura), segn la sntesis sistemtica de las bienaventuranzas segn Mateo y Lucas.

    En la teora teolgica latinoamerica na, por lo tanto, la prctica dela liberacin no slo no excluye otras dimensiones de la existenciahumana como experiencia religiosa, actitud vital, espritu en una palabra (adems de la consabida necesidad de anlisis tericos), sinoque las reclama. Estas realidades no entran en la teologa por la puerta falsa, voluntarista o idealistamente, ni por pura fidelidad formal auna tradicin que nos ha legado el mundo de lo espiritual; entran enla liberacin con pleno derecho y con creciente necesidad. En el fondo , creemos, porque 'los pobres' son una realidad que pone en cuestin y moviliza la totalidad del ser hombre y del ser cristiano, y noslo su dimensin prxica. Y esto, que es verdad en la teora de la li-

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    beracin, lo viven en la prctica los sujetos liberadores. Ellos son losque necesitan y producen espiritualidad, sea un Mons. Romero, seanlos cristianos de las comunidades o refugios, los que viven en zonasconflictivas o incluso los que combaten.1.2. Para otros cristianos, sin embar go, espiritualidad puedeser todava una realidad sospechosa; ocuparse de ella no parecieratener mayor significado, a no ser para asegurar que no se use de ellaalienantemente.Esta actitud puede deberse a varias causas: 1) La espiritualidadno sera ms que el reflejo subjetivo de lo que de hecho acaece en laprctica de la liberacin; y, en cuanto buena, se desprendera cuasimecnicamente de la misma prctica, aunque se reconociese un mnimo de decisin espiritual para comprometerse en ella. La espiritualidad no poseera ninguna entidad propia notable, sobrevendra poraadidura a la prctica de la liberacin y no se necesitara ningn especial cultivo de ella. 2) La espiritualidad tiende a poseer su propia

    autonoma con respecto a la prctica de la liberacin, tendencia quelleva a insalvables dualismos y, en ltimo trmino, a la alienacin.3) En ambientes ms secularizados puede resultar difcil la espiritualidad como explicitacin tambin de la relacin personal con Dios. Entales ambientes la relacin con Dios, en cuanto problematizada, puede realizarse honradamente en la respuesta a la voluntad de Dios detrabajar por su reino; pero quiz sea ms difcil explicitar al Dios delreino, quien es algo ms que una exigencia tica de justicia o un impulso hacia la utopa. Abordar el tema de la espiritualidad significa,sin em bargo, ab ordar en serio la realidad de Dios como quien es tambin persona y Padre, configurador de un reino para sus hijos, perodialogante tambin con ellos.1.3. Las dificultades expuestas estn presentes ambien talmen-te , con mayor o menor intensidad, segn personas, grupos y lugares.La respuesta a las dificultades no creemos que se d al nivel de lapura aclaracin del concepto de espiritualidad, sino en la misma rea

    lidad. Si la espiritualidad se da en la prctica de la liberacin, es quees posible; si con ella la prctica de la liberacin se potencia, es queno es alienante, sino positiva; si sin ella la prctica de la liberacindegenera, es que es necesaria.Sin embargo, es importante aclarar mnimamente lo que se entiende y no se entiende por espiritualidad, para eliminar al menos dificultades innecesarias.

    Por espiritualidad no entendemos el sustrato genrico de 'espiritualidades' o 'prcticas espirituales', vistas con gran frecuencia com omecanismos para la santidad, de modo que la 'espiritualidad' fuesealgo opcional para el hombre comn y el cristiano corriente y slonecesaria para avanzar en la perfeccin. Tampoco entendemos elmodo de ponerse directamente en contacto con el mundo espiritual,como si eso fuese posible al margen de lo histrico concreto. No entendemos, por ltimo, que la espiritualidad pueda constituirse a smisma a travs de determinados mecanismos para poder ser aplicadadespus a cualquier situacin o prctica del cristiano, como si stasltimas fuesen indiferentes a la constitucin misma de la espiritualidad y su contenido fundamental.Pero, dicho todo esto, no se puede negar que el hombre es tambin espritu y que los grupos humanos poseen analgicamente supropio espritu; que existe el mbito del espritu; que la espiritualidadle es tan inherente al hombre como su corporeidad, socialidad o pra-xicidad. Es cierto que el espritu del hombre est referido a lo material e histrico, que esto ltimo condiciona su espiritualidad. Per o noes menos cierto que el hombre est referido a ello con libertad y creatividad, que tiene que configurar lo material e histrico, y que esaconfiguracin no le es dictada mecnicamente por aquello.Referido a la liberacin, esto significa que la liberacin ofrece unmaterial y un cauce al espritu del hombre, que le impone ya la materia sobre la cual debe actuar; pero, por otra parte, que el espritu delhombre tiene que informar la liberacin, debe proporcionarle una determinada direccin, suministrarle unos contenidos, propiciar unosvalores para promoverla y para que estn presentes en el mismo proyecto de liberacin.1.4. Estas afirmaciones apriori se ven constatadas aposteriorien los procesos concretos de liberacin, tal como se van desarrollando y no slo como se han pensado. El espritu es necesario en la prctica de la liberacin.

    a) En Centroam rica, las condiciones objetivas para originaruna prctica de la liberacin estaban dadas desde hace tiempo, mientras que las condiciones subjetivas se han dado recientemente. Pudiera argirse, por lo tanto, que la decisin por la liberacin como actodel espritu se ha producido cuasi mecnicamente. Pero, en realidad,eso slo muestra que el espritu est referido a las condiciones histricas objetivas, pero no mecnicamente determinado, pues, entre otras

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    razones, no todos se han decidido por la liberacin. El decidirse porla liberacin es ya un acto del espritu, propiciado por la concienciailustrada de su necesidad y posibilidad, pero no forzado por ella. Estambin acto del espritu mantenerse en la prctica de la liberacin,con sus exigencias de fortaleza, creatividad, esperanza y disposicina dar la vida. El contenido de la prctica a yuda a que se generen esasactitudes, pero no las garantiza automticamente.b) La prctica de la liberacin, aunque justa y buena, es tambin algo creatural, con posibilidades positivas como se analizarms adelante, pero som etida tambin a la limitacin y a la pecami-nosidad, siendo sta no slo la pecaminosidad general, sino aquellaespecfica que le es propia a esa prc tica. Tam bin la prctica de la liberacin est amenazada de generar subproductos negativos que nose remedian desde la mism a prc tica, sino desde un espritu consciente a hacer contra esos subproductos. Entre las tentaciones ms comunes a esa prctica justa, tal como lo avis Mons. Romero y comolo reconocen los cristianos comprometidos, estn las siguientes:

    1) Excesivo protagonismo de un determinado grupo liberador en contra de otros, o de todos ellos en contra de otros gruposque trabajan por la liberacin, pero no a la manera de aqullos;todo lo cual, por una parte, genera desunin y merma eficacia ala prctica y, por otra, genera una conciencia de superioridad tica que tiende a afirmar la bondad de lo que se hace por el merohecho de que lo haga tal o cual grupo.2) Paulatina suplantacin de lo popular, de las mayoraspopulares a las organizadas, de stas a sus cuadros y de stos alas dirigencias, lo cual aunque histricamente inevitable y necesario para la eficacia de la lucha tiene el peligro de distancia-miento del pueblo real, de sus necesidades y sufrimientos concretos, y de sacrificarlo al pueblo ideal pensado.3) Absolutizacin de un mecanismo de prctica liberadorasegn la coyuntura (social, poltica o militar), con la consecuentereduccin de la totalidad de la vida del pueblo a uno de sus mbitos, absolutizando uno de ellos, como si de la plenitud de uno deellos se siguiese automticamente la plenitud de los otros.4) Manipulacin de lo religioso ms all de su legtima utilizacin, dada la convergencia entre liberacin y evangelio, lo cualviolenta la dimensin religiosa histrica de los pueblos y privaadems de la importante m otivacin religiosa p ara la liberacin.5) Dogmatismo en el anlisis, en la interpretacin o en lasimple c onstatacin de los hechos, de modo que confirmen postu-

    ras e intereses previos y no se sometan aqullos a la verificacinde la realidad.6) Ambigedad en el uso del poder, con su tendencia inn ataa la autoafirmacin y no al servicio, a convertir su uso necesarioen mstica del poder, a abusar de l.Evitar todos estos subproductos negativos en la prctica de la li

    beracin es cosa de espritu y de mucho espritu.c) Ese espritu es tambin necesario para dar una determina dadireccin a la liberacin y generar valores especficos, personales yestructurales. Esa direccin puede denominarse, en el lenguaje de losdocumentos eclesiales, la liberacin integral, terminologa quiz fra yde resonancias doctrinarias, pero que alude a que la liberacin, porsu esencia, debe apuntar a la totalidad, tanto en el proyecto final quese vislumbra como en las liberaciones parciales que se intentan durante el proceso. Esa totalidad significa, a un nivel tico-religioso,

    propiciar valores como la solidaridad, la reconciliacin, la m isericordia, que acompaen y potencien la liberacin; a nivel antropolgicosignifica propiciar las diversas manifestaciones del espritu en la creatividad de la cultura, el arte, la celebracin, la amistad, el amor, etc tera.Esto significa abrir la liberacin a la utopa y a la transcendencia.Slo en la utopa se da la reconciliacin plenificante de todos los elementos dispares de las liberaciones histricas, que tan difcilmente seemparejan en la historia: lo personal y lo estructural, verdadera luchay anhelo de p az, justicia y perdn, triunfo y reconciliacin, etc. Man tener la liberacin abierta a la utopa no es cosa mecnica, sino delespritu. Plantarse siempre desde lo histrico concreto ante la utopa, para que sta juzgue y anime, no es cosa fcil, sino que debe serhecha conscientemente, con gran desinters y esperanza.7.5. Esta descripcin sistemtica de lo que ocurre en los procesos de liberacin muestra que el espritu es necesario para iniciarseen la prctica de la liberacin y m antenerse con fidelidad a sus exigencias fundamentales, para superar los inevitables subproductos negativos que amenazan aun a una justa liberacin, para mantenerlasiempre abierta a la utopa. La realidad muestra adems que ese es

    pritu hace ms eficaz la prctica de la liberacin, aun cuando en unprimer momento la atencin explcita a ese espritu pudiera parecerque merma energas a la prctica que busca la liberacin poltica.

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    Con esto no se niega en absoluto que en la liberacin exista la exigencia absoluta y urgente de liberar a los pobres, entendidos aqu ensu sentido primigenio de pobres socio-econmicos, y de revolucionarlas estructuras socio-econmicas y que, por lo tanto, tenga necesariamente un fuerte ingrediente de lucha poltica. Se afirma simplementeque lo poltico no lo es todo ni en el proyecto ni en los medios de la liberacin; que pa ra abrir la liberacin a su plenitud e incluso para asegurar ese ncleo socio-econmico y pa ra dar eficacia a la lucha poltica, se necesita espritu.De esta forma se puede plantear la relacin entre prctica y espiritualidad. L a liberacin necesita de p rctica y de espritu; am bas cosas, por su esencia, no son antagnicas, sino complementarias. Dichonegativamente, espiritualidad sin prctica de liberacin es hoy puramente genrica, evanglicamente imposible e histricamente alienante ; prctica de liberacin sin espritu es genricamente buena, peroconcretamente amenazada de degeneracin, empequeecimiento ypecado. Dicho positivamente, la espiritualidad necesita prctica de liberacin para que el espritu tenga el cauce y el material correcto enel cual realizarse evanglica y relevantemente en la historia a ctual; laprctica necesita espritu para mantenerse como prctica de liberacin de los pobres, hacerse creativa y potenciadora de una liberacincada vez ms abarcadura.De e sta forma se declara tambin cul deba ser la actitud y la intencin al plantear el problema de la espiritualidad con relacin a laliberacin. No bastara un tratamiento de la espiritualidad que desdeun principio fuese receloso y estuviese a la defensiva, aunque largasexperiencias hagan esta actitud comprensible; no bastara con proponer la liberacin como remedio para la espiritualidad y su tendenciaalienante. La espiritualidad debe tambin ser abordada con una actitud y una intencin positivas, creyendo que el espritu evanglico potencia y sana la prc tica de la liberacin. Esto es lo que deseamos esclarecer en los dos apartados siguientes desde el punto de vista explcitamente cristiano.2. Necesidad e importancia de la prcticade la liberacin para la espiritualidad.La fundamental espiritualidad teologal

    La prctica de la liberacin es necesaria para la vida cristiana y,por lo tanto, para su espiritualidad fundamental. Sin una clara opcin

    por las mayoras pobres, sin un compromiso con su liberacin, elamor cristiano no sera hoy posible. Aunque el amor, como quintaesencia de la vida cristiana, tiene otras manifestaciones que la pr cticade la liberacin, si sta no es incluida y hecha central, aunque seaanalgicamente, difcilmente se podr hablar de amor. No vamos ainsistir, pues, en la necesidad de esa prctica, que damo s por sentada.En lo que queremos insistir es en la importancia de la prctica dela liberacin para que pueda desarrollarse hoy una espiritualidadcristiana fundamental. Queremos afirmar que po r su propia naturaleza , y no slo intencionalmente, la prctica de la liberacin confronta hoy al cristiano con realidades ltimas a las que el espritu deberesponder con ultimidad. Que lo haga de una u otra forma no es pro-gramable; pero que es confrontado con la ultimidad de la realidad yde s mismo, es evidente. Por eso hablamos de espiritualidad fundamental teo-logal, aunque slo al final mencionaremos explcitamentea Dios.Esa ultimidad le viene a la prctica de ser una prctica de liberacin de los pobres. A travs de ella se le exige al hombre que se definacon respecto a la verdad, al amor y a la esperanza; se le ofrece alhomb re la posibilidad de enfrentarse con lo ltimo de forma verdaderamente ltima, histrica y evanglicamente. Si su respuesta es positiva, el hombre deja de ser seguidor de s mismo para hacerse seguidorde Jess; deja de ser el hombre carnal para hacerse el hombre espiritual.

    2.1. Los pobres y empobrecidos de este mundo son en su mismarealidad la pregunta ms radical por la verdad de este mundo, y tambin la respuesta ms correcta a esa pregunta.De los pobres de este mundo se puede decir con razn que tienenuna esperanza y que luchan por su liberacin. Esto es cierto, pero nohay que precipitarse. Son, en primer lugar, pobres, piltrafas y desechos de la humanidad, crucificados lentamente por las estructuras deeste mundo y violentamente cuando las resisten. Los pobres muestran que la realidad de este mundo es peca do; y que aunque el pecadono sea lo nico, sin ver la realidad como flagrante pecado no se haatinado a descubrir su verdad. Dicho teolgicamente, los pobresmuestran que la creacin de Dios est amenazada y viciada, que los

    dolos de la muerte campean por este mundo como sus verdaderosdioses. Y esto es tanto ms verdadero porque los pobres son, cuantitativamente, mayora en la humanidad, aunque slo de vez en cuan-

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    do algunos de ellos llaman la atencin de la opinin pblica; y porque, cualitativamente, su pobrez a llega a extremos espan tosos de miseria, de tortura y de muerte.Esta realidad es la que en s misma se presenta como preguntapara el hombre y a la que tiene que responder con un profundo actode honradez, que es acto de su espritu. Se le pregunta al hombre, enprimer lugar, si ve la realidad as o de otra manera; pregunta nadaretrica, porque esta realidad, precisamente en cuanto es pecado,tiende a ocultarse a s misma, a relativizarse, a hacerse pasa r por algosecundario y provisional con respecto a los logros de la humanidaden general. Esa realidad exige una primera toma de postura del hombre, ms all de reconocerla como tal. Hacia fuera, exige que sea dicha y denunciada: la denuncia proftica. Pero tambin es preguntapara el mismo hombre, por su participacin en ese pecado de la humanidad; es la exigencia a la primera gran conversin. Al hombre sele dice que los pobres de este mundo no son produc tos casu ales, sinoproducto de las acciones de otros hombres. La frase de Pedro: Vosotros asesinasteis al justo (Hech 2,23), la frase del Gnesis: Quhas hecho de tu hermano? (Gn 4,10) son preguntas por la ltimaverdad de uno m ismo. Reconocer la verdad de la realidad y estar dispuesto a reconocer la propia verdad es la primera exigencia al espritu, que los pobres presentan con ineludible claridad. Este reconocerla verdad es a la vez conversin, pues tambin el conocimiento hum ano tiene su propia concupiscencia para no ver las cosas como son,para tenerlas cautivas, para dominarlas con el propio inters(Rom 1,18).

    2.2. Los pobres y empobrecidos de este mundo plantean a l hombre la pregunta por su ubicacin en este mundo y por su respuesta almismo.La ubicacin del hombre en el mundo o es cosa secundaria y accidental, pues en ello le va su capacidad de conocer y actuar correctamente. Para conocer la verdadera realidad hay que estar cabe ella,y estando ajeno a ella el hombre tiende irremediablemente a figurrsela falsamente y manipularla. En el lenguaje cristiano, estar en larealidad no es cosa simplemente de estar en algn lugar o de quererestar en el lugar correcto; es la decisin positiva de llegar a estar don

    de se debe estar. Este llegar a estar es algo activo; como se dice trans-cendentalmente de Cristo que devino carne humana; y, ms concretamente para nuestro propsito, que siendo rico se hizo pobre

    (2 Cor 8,9). Esta disponibilidad activa a encarnarse en lo pobre deeste mundo, que eso pobre impregne hbitos y actitudes, dirija elconocimiento y el inters, supone una fundamental decisin delespritu.Poca duda cabe de que los pobres de este mundo, y captada supobreza desde la encarnacin entre ellos, reclaman un gran acto deamor hacia ellos. Esa es la nica respuesta correcta y honrada haciasu realidad. Y el contenido concreto del acto de amor est guiado porla miseria y opresin que debe ser superada y por la vida de los pobres que debe ser fomentada. No hay duda, pues, que el amor correcto hacia los pobres tiene que ser la lucha por su liberacin, que pasaprimigeniamente por la liberacin a los niveles ms elementales enque se juegan la vida y la muerte de los pobres. La frase del xodo:Bien vista tengo la afliccin de mi pueblo en Egipto, y he escuchadoel clamor que le arrancan sus capataces; pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para librarle de la mano de los egipcios y parasubirle de esta tierra a una tierra buena y espaciosa (Ex 3,7 s) siguesiendo el paradigma transcendental de la respuesta correcta a la realidad de los pobres. No hace falta, pues, insistir en la necesidad de lajusticia estructural, de un amor eficaz, con todas sus mediacionessocio-polticas, para conseguir su liberacin.

    Pero aqu nos interesa recalcar, aunque sea tericamente conocido, lo que ese amor liberador significa para el mismo hombre que sedecide por la liberacin. Por el amor el hombre se des-centra, encuentra su realizacin en la entrega al otro. El amor liberador al pobre,por su propia naturaleza, exige una radical entrega, y es por ello mismo una radical pregunta por el des-centramiento del hombre. Estosignifica muy concretamente que, en la prctica de la liberacin, alhombre se le pregunta si en verdad es el dolor del 'otro' lo que quieresuperar y si es la liberacin del 'otro' lo que busc a. El pobre es de talmanera un 'otro' que exige absolutamente la ex-centridad del hombre; que, en la prctica de la liberacin, sea realmente esa liberacinla que se busca, y no directamente (aunque sea de modo sutil) el sentido de la propia vida, aunque de hecho se encuentre ese sentido en laprctica de la liberacin. El pobre es el que de manera muy eficaz lepone al hombre ante la alternativa de elegirse a s mismo o elegir a'otro' , de aceptar o no frases evanglicas tan sencillas como aquellaque afirma que ms feliz es el que da que el que recibe.

    La liberacin de los pobres radicaliza la ex-centricidad del amorhasta el radical olvido de uno mismo. Ese olvido hay que cultivarlo

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    para que en la misma prctica no se introduzca de nuevo el 'yo ', sinoque sea guiada por la liberacin del 'otro ' pobre. Ese olvido es exigidomuy realmente porque, por su propia naturaleza, la liberacin de lospobres conlleva amenazas y persecuciones que ponen en peligro al'yo', y conlleva la posibilidad nada remota de tener que renunciar absolutamente a uno mismo. La muerte y el martirio son realidades conlas que tiene que contar un amor liberador. Ser consecuentes con laprctica de la liberacin significa entonces para el hombre aceptar loque no es tan evidente, pero en cuya aceptacin o rechazo se va constituyendo el hombre mismo: que para encontrar la vida hay que perderla (Me 8,35) y que nadie tiene mayor amor que el que da la vidapor sus amigos (Jn 15,13). La liberacin de los pobres, por lo tanto,exige am or; pero lo exige con una radicalidad que no es conseguible apartir de la pura intencin amorosa ni de la pura prctica en cuantotal. Esta lo propicia; pero realizarlo es de nuevo cosa del espritu.

    2.3. Lo s pobres y empobrecidos de este mundo confrontan alhombre con la esperanza o, por el lado contrario, con la desesperanza, la resignacin o el cinismo.Por una parte, las liberaciones histricas que ya se han dado,aunque imperfectas o amenazadas, muestran que la liberacin (o algn tipo de liberacin) es posible; en p rocesos de liberacin se celebran triunfos parciales y se desarrollan nuevas formas de vida socialms justas y humanas; algunas teoras cientficas pronostican eltriunfo inexorable de las revoluciones y el advenimiento de una sociedad que sea en verdad un ho