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CRITICANDO LA TEORÍA TRADICIONALDE LA ACCIÓN. JOHN R. SEARLE, Razones paraActuar. Una teoría del libre albedrío. Oviedo, No-bel, 2000.

En esta reseña vamos a abordar una de lasúltimas obras de Searle, obra que fue galardona-da en el año 2000 con el Premio Internacionalde Ensayo Jovellanos, premio que se falla todoslos años en Oviedo.

John R. Searle se dedica a temas propios dela filosofía de la mente y del lenguaje, así comode la teoría de la acción. Es uno de los filósofosactuales más relevantes no sólo dentro de la filo-sofía analítica anglosajona sino dentro de la filo-sofía en general, ya que obras suyas como Actosde Habla (1969), han sido claves en el ámbito dela filosofía del derecho o del lenguaje. Además deeste libro, otros trabajos fundamentales suyos sonIntencionalidad (1983), Mentes, Cerebros y cien-cia (1984) y La Construcción de la Realidad So-cial (1995). Nuestra facultad de filosofía tuvo elplacer de contar con su presencia con ocasión deuna conferencia que dio en junio de 1997, titu-lada «¿Cómo construímos la realidad social?» (pu-blicada en Laguna V, 1998).

El objetivo principal de Searle en su nuevolibro es criticar la teoría tradicional de la acción.Este objetivo va a ser desarrollado sobre todo enel primer capítulo mientras que en los demáscapítulos tratará temas relacionados con la ac-ción, como la intencionalidad o la debilidad dela voluntad, criticando también la imagen quede estos fenómenos da la teoría tradicional de laacción. Pero antes de entrar en el análisis del li-bro voy a realizar un recorrido por la discusiónexistente sobre el tema central del libro, la formaen que se causa una acción humana, señalandola posición en la que se encuadra Searle.

Hay una primera distinción importante, decarácter ontológico, en relación a la manera deentender las acciones humanas. Existen dos posi-ciones básicas en filosofía respecto a las accioneshumanas. La primera posición considera que lasacciones humanas caen bajo el mismo tipo decausalidad que otras relaciones causales. Esta po-sición es defendida por autores como Davidson.La segunda posición considera que las acciones hu-manas no pueden explicarse ni describirse con el

concepto de causalidad. En esta posición podemosencontrar a los autores denominados libertaristas.

Searle se encuentra en un punto interme-dio entre ambas posiciones. Rechaza la idea deque la causalidad no tenga nada que ver con lasacciones humanas, pero no está totalmente deacuerdo con la posición de Davidson. Davidsonconsidera que las causas de nuestras acciones sonnuestras razones primarias, nuestros deseos ynuestras creencias. Razones y causas cumplenfunciones iguales en Davidson, las causas denuestras acciones son las razones que damos paraexplicar por qué hemos realizado tales acciones.Searle va a estar de acuerdo con Davidson enque nuestras razones causan nuestras acciones,pero va a diferenciar entre razones, por una par-te, y deseos y creencias, por otra.

Además de la distinción ontológica ante-rior, hay otro tipo de distinción importante conrespecto a las acciones y, más concretamente, alas acciones libres. Hay que distinguir entre losautores que consideran que las razones, o losdeseos y las creencias, bastan para causar sufi-cientemente las acciones y los que creen que hacefalta algo más. Ese algo más es para Searle el«yo». Searle considera necesario que el sujeto seaun auténtico agente para que haya una causaciónsuficiente de nuestras acciones.

Todas estas diferencias que mantiene Searlecon Davidson, y con otros autores, son las que lellevan a criticar a la teoría tradicional de la ac-ción. Según Searle, esta teoría se basaría en unossupuestos incorrectos. En el primer capítulo ex-pondrá las equivocaciones de estos supuestos yen los demás capítulos sus consecuencias.

Así, en el primer capítulo de Razones paraActuar, Searle afirma que el primer supuesto de lateoría tradicional de la acción es que las acciones,cuando son racionales, están causadas por creen-cias y deseos, y que la racionalidad es sólo una he-rramienta para obtener dichas creencias y deseos.Este supuesto está equivocado para él ya que, comohemos visto, Searle considera no sólo que las razo-nes son separables de deseos y creencias, sino queademás son las razones las que causan las acciones.Searle va a subrayar esta separación al llamar a es-tas razones, razones independientes del deseo. Unarazón independiente del deseo es una acción nocausada por creencias o deseos.

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Este supuesto es el que hace que la teoríatradicional de la acción no dé cuenta correcta-mente de las acciones humanas. Pero, además,la teoría tradicional no daría cuenta correcta-mente de las acciones humanas porque, inclusosi considerase que las razones son las causas delas acciones, éstas no causanrían suficientemen-te las acciones. Se produce una brecha entre lascausas de las acciones, ya sean éstas creencias,deseos o razones, y las acciones mismas. Dire-mos algo más sobre esta brecha y sobre la con-cepción que Searle tiene de la libertad en el aná-lisis del capítulo tercero.

Searle critica los demás supuestos y haceuna modificación de ellos, dedicando todo elcapítulo séptimo al supuesto que trata de la de-bilidad de la voluntad, que contrariamente a loque piensa la teoría tradicional de la acción, espara Searle una forma común de irracionalidadque se deriva del fenómeno de la brecha.

Estos supuestos, corrección de los de la teo-ría tradicional, le sirven para ofrecer un modeloalternativo de la acción. En este modelo, son lasrazones independientes del deseo las que cau-san, aunque no suficientemente, las accionesracionales. Esta falta de causación suficiente haceque aparezca el fenómeno de la brecha, que sóloes salvable mediante el agente humano. En losdemás capítulos desarrollará otros conceptoscomo los de razones independientes del deseoque son propios de su modelo.

En el capítulo segundo critica de nuevo a laconcepción tradicional por su falta de un con-cepto claro de intencionalidad y desarrolla suconcepto de intencionalidad que introdujo en suslibros Intencionalidad y La construcción de la rea-lidad social, siendo este capítulo una casi enterarepetición de lo desarrollado en dichos libros,exceptuando un cambio que introduce en la no-ción de intención previa. En su anterior libroIntencionalidad, la intención previa no era efecti-va una vez que comenzaba la intención en la ac-ción, ahora la intención previa sigue funcionan-do aunque ya esté la intención en la acción.

En el capítulo tercero desarrolla más exten-samente el concepto de brecha que define comola elección racional entre alternativas por partedel agente humano. La brecha va a ser el librealbedrío, la libertad. Esta libertad, esta elección

racional entre alternativas, es posible debido aque al no causar suficientemente las acciones lascreencias y deseos, se abren posibilidades de de-cisión que son elegidas en función de las razo-nes independientes del deseo.

Como vemos, se necesitan tanto las razo-nes como la toma de una decisión por parte delagente humano para causar suficientemente lasacciones racionales, las acciones libres. Searleidentifica acción libre con acción racional, re-cuperando así una idea presente tanto en la filo-sofía medieval, en Tomás de Aquino por ejem-plo, como en autores posteriores como Leibniz.

El problema con esta visión de la libertad quetiene Searle es que parece que es demasiado exi-gente. Cuando analizamos una acción nuestra, laconsideramos libre si ha sido causada por noso-tros, pero esto quiere decir tanto por nuestras ra-zones como por nuestros deseos o creencias. Pare-ce que calificamos a una acción como libre depen-diendo de si lo que la causa es o no interno a noso-tros, no dependiendo de si la acción es racional oirracional. Podríamos dar una definición de acciónlibre en la cual ésta fuera causada o por razones opor creencias y deseos, en los dos casos sería unaacción libre y podríamos seguir manteniendo ladistinción entre acciones racionales e irracionales.

El análisis de la estructura lógica de las ra-zones es el tema del capítulo cuarto. En este ca-pítulo, Searle analiza cómo las razones se dan enenunciados relacionales, una razón es siempreuna razón para algo, por ejemplo para un esta-do intencional. Searle define una razón para laacción como una entidad con estructura propo-sicional que es parte de una razón total (una ra-zón total es lo que entendemos normalmentepor razón) que, para Searle, más que una abs-tracción es una actividad del «yo».

En el capítulo quinto, comenta algunosaspectos característicos de la razón práctica. Unprimer rasgo es que la razón práctica o razónpara actuar me compromete. Si yo tengo unarazón para actuar de determinada manera, ten-deré a comprometerme con esa actuación.

Otro rasgo es que las razones para la acciónsiempre miran hacia delante, incluso si damosuna razón de porqué un agente actuó en el pasa-do de determinada manera, lo que hacemos esexplicar que ese agente tenía una razón que le

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comprometía con una acción futura que realizóo debía haber realizado.

Un tercer rasgo es que las razones para laacción tienen que ser capaces de actuar comomotivo, como causa, de una acción

El cuarto y último rasgo es que aunque ten-gamos una razón para la acción, ésta no es causasuficiente de la acción ya que tiene que habersiempre una deliberación y una decisión entrelas distintas alternativas.

Los rasgos primero y segundo no tienen pro-blemas pero parece haber una contradicción en-tre el tercer y el cuarto rasgo. Sin embargo, lacontradicción sólo existe si entendemos, comohace el modelo tradicional, que en el tercer rasgolas razones para la acción tienen que causar sufi-cientemente la acción. Y ya hemos visto que en elmodelo de Searle no es así, con lo que se dan dehecho tanto el tercer rasgo como el cuarto.

En el capítulo sexto, Searle hace un análisisde la formación de las razones independientes deldeseo. Lo que afirma Searle es que el ser humanotiene la capacidad de comprometerse con actua-ciones que no satisfacen sus creencias y deseos, yque estas actuaciones son la base de las razonesindependientes de deseos y creencias. El agenteracional se considera comprometido a actuar dedeterminada manera aunque esto vaya en contrade sus deseos y, al contrario que para la tradiciónoccidental, es perfectamente racional ya que va-lora más su compromiso que la satisfacción desus deseos y creencias. Es interesante comprobarcómo Searle no se enreda como otros filósofos enuna teoría de deseos y creencias de distintos or-denes para explicar las acciones cotidianas en lascuales actuamos en contra de nuestros deseos, sinoque simplemente constata el hecho de que nosiempre podemos satisfacer nuestros deseos.

Searle le dedica todo el último capítulo alfenómeno de la debilidad de la voluntad. En tér-minos muy generales, la debilidad de la volun-tad consiste en tener una cierta intención de rea-lizar una acción y, sin embargo, no actuar deacuerdo con esta intención. Para la tradición oc-cidental, al menos dentro de la filosofía analíti-ca, no hay casos puros de debilidad de la volun-tad sino que los casos apartentes de debilidad dela voluntad son en realidad casos en los que nose conocen bien las intenciones del sujeto.

En este capítulo Searle afirma la existenciareal de este fenómeno en contra de la opiniónde esta tradición analítica, y se centra en dosautores que son Hare y Davidson. Hare man-tiene que si alguien actúa en contra de susconviciones morales, entonces no tenía realmen-te dichas conviciones. Davidson por su parteconsidera que si alguien actúa en contra de susintenciones al realizar una acción, es que no te-nía intenciones incondicionales de realizar di-cha acción.

Frente a esto, Searle va a opinar que es unhecho muy común el que actuemos en contrade nuestras intenciones. La debilidad de la vo-luntad o akrasia es una simple consecuencia dela existencia de la brecha. Al existir la brecha loque sucede es que hay varias alternativas y elegi-mos entre ellas, pero contrariamente a la con-cepción clásica de la toma de decisiones no hayun «punto de elección», no hay un momento enel cual están cerradas las alternativas y podemoselegir entre ellas.

Por el contrario, Searle afirma que hay unrango infinito de elecciones y en cada una deesas elecciones realizamos acciones. Estas accio-nes contienen en sí la posibilidad de no haberlasrealizado. La akrasia surge debido a que algunasde estas acciones no realizadas siguen siendoatractivas para nosotros, con lo que a veces ac-tuamos en contra de la intención que teníamos.El que hayamos deliberado, encontrando deter-minadas razones para actuar, no quita que lasopciones que no vayamos a realizar pierdan atrac-tivo para nosotros con lo que a veces las escoge-mos ya que las razones para actuar no determi-nan, no causan suficientemente nuestras accio-nes. Siempre tenemos la posibilidad de actuarde otra manera.

Para finalizar con esta reseña, diremos queSearle intenta siempre relacionar entre sí a lo largode su libro los diferentes conceptos de brecha, ra-zón independiente del deseo y akrasia. Uno puedeaceptar o no sus tesis, pero es muy interesante lacritica que hace de la teoría tradicional de la ac-ción y, sobre todo, es de agradecer el esfuerzo quehace en ofrecer un modelo de acción alternativo albasado simplemente en deseos y creencias.

DAVID VIEJO BARBERO

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