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Instituto Cervantes de Praga Luces de Bohemia www.lucesdebohemia.cz Encuentros Literarios - Literární setkání

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100 años de palabras

Praga 31.3.2014

Sto roků slov - .Escritores y centenarios

Julie PištejováAlena Sindlerová

Alexandra DanissováVeronika DvořákováVeronika StefanováFortuna Hernández

Ángel Corbacho

10 años - let

2004-2014

con la literatura

en españolAlberto Ortiz

Mónica MárquezJana Mrkvová

Mirek SchlaichertDenisa SkodováElena Buixaderas

Lectura de textosa cargo de:

Invitada/host:Anežka Charvátová

Música/hudba:Juan Carlos Vivas & friends

Octavio Paz (Ciudad de México, 1914 - 1998) Poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano, Premio Nobel de Literatura de 1990. Considerado como uno de los escritores más influyentes del siglo XX y uno de los grandes poetas hispanos de todos los tiempos. Su extensa obra abarcó géneros diversos, entre los que sobresalieron poemas, ensayos y traducciones.

Inicio de Laberinto de soledadA todos, en algún momento, se nos ha revelado nuestra existencia como algo particular, intransferible y precioso. Casi siempre esta revelación se sitúa en la adolescencia. El descubrimiento de nosotros mismos se manifiesta como un sabernos solos; entre el mundo y nosotros se abre una impalpable, transparente muralla: la de nuestra conciencia. Es cierto que apenas nacemos nos sentimos solos; pero niños y adultos pueden trascender su soledad y olvidarse de sí mismos a través de juego o trabajo. En cambio, el adolescente, vacilante entre la infancia y la juventud, queda suspenso un instante ante la infinita riqueza

del mundo. El adolescente se asombra de ser. Y al pasmo sucede la reflexión: inclinado sobre el río de su conciencia se pregunta si ese rostro que aflora lentamente del fondo, deformado por el agua, es el suyo. La singularidad de ser —pura sensación en el niño— se transforma en problema y pregunta, en conciencia interrogante.A los pueblos en trance de crecimiento les ocurre algo parecido. Su ser se manifiesta como interrogación: ¿qué somos y cómo realizaremos eso que somos? Muchas veces las respuestas que damos a estas preguntas son desmentidas por la historia, acaso porque eso que llaman el “genio de los pueblos” sólo es un complejo de reacciones ante un estímulo dado; frente a circunstancias diversas, las respuestas pueden variar y con ellas el carácter nacional, que se pretendía inmutable. A pesar de la naturaleza casi siempre ilusoria de los ensayos de psicología nacional, me parece reveladora la insistencia con que en ciertos períodos los pueblos se vuelven sobre sí mismos y se interrogan. Despertar a la

Con la colaboración de la Embajada de México en Rep.Checa

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historia significa adquirir conciencia de nuestra singularidad, momento de reposo reflexivo antes de entregarnos al hacer.

Las palabrasDales la vuelta,cógelas del rabo (chillen, putas),azótalas,dales azúcar en la boca a las rejegas,ínflalas, globos, pínchalas,sórbeles sangre y tuétanos,sécalas,cápalas,písalas, gallo galante,tuérceles el gaznate, cocinero,desplúmalas,destrípalas, toro,buey, arrástralas,hazlas, poeta,haz que se traguen todas sus palabras.

Piedra de sol (fragmento)Un sauce de cristal, un chopo de agua,un alto surtidor que el viento arquea,un árbol bien plantado más danzante,un caminar de río que se curva,avanza, retrocede, da un rodeoy llega siempre:un caminar tranquilode estrella o primavera sin premura,agua que con los párpados cerradosmana toda la noche profecías,unánime presencia en oleaje,ola tras ola hasta cubrirlo todo,verde soberanía sin ocasocomo el deslumbramiento de las alascuando se abren en mitad del cielo,

un caminar entre las espesurasde los días futuros y el aciagofulgor de la desdicha como un avepetrificando el bosque con su cantoy las felicidades inminentesentre las ramas que se desvanecen,horas de luz que pican ya los pájaros,presagios que se escapan de la mano,

una presencia como un canto súbito,como el viento cantando en el incendio,

una mirada que sostiene en viloal mundo con sus mares y sus montes,cuerpo de luz filtrado por un ágata,piernas de luz, vientre de luz, bahías,roca solar, cuerpo color de nube,color de día rápido que salta,la hora centellea y tiene cuerpo,el mundo ya es visible por tu cuerpo,es transparente por tu transparencia,

voy entre galerías de sonidos,fluyo entre las presencias resonantes,voy por las transparencias como un ciego,un reflejo me borra, nazco en otro,oh bosque de pilares encantados,bajo los arcos de la luz penetrolos corredores de un otoño diáfano,

Julio Cortázar (Bruselas, Bélgica, 1914 - París, Francia, 1984) Escritor, traductor e intelectual argentino nacido en Bélgica. Optó por la nacionalidad francesa en 1981, en protesta contra el gobierno argentino. Fue uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, maestro del relato corto y la prosa poética, creador de importantes novelas que rompieron los moldes clásicos mediante narraciones que escapan a la linealidad temporal.Vivió parte de su vida en Argentina y también en Europa. Fue además un reconocido traductor, y trabajó para la Unesco.

Inicio de Rayuela ¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.

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Pero ella no estaría ahora en el puente. Su fina cara de translúcida piel se asomaría a viejos portales en el ghetto del Marais, quizá estuviera charlando con una vendedora de papas fritas o comiendo una salchicha caliente en el boulevard de Sebastopol. De todas maneras subí hasta el puente, y la Maga no estaba. Ahora la Maga no estaba en mi camino, y aunque conocíamos nuestros domicilios, cada hueco de nuestras dos habitaciones de falsos estudiantes en París, cada tarjeta postal abriendo una ventanita Braque o Ghirlandaio o Max Ernst contra las molduras baratas y los papeles chillones, aun así no nos buscaríamos en nuestras casas. Preferíamos encontrarnos en el puente, en la terraza de un café, en un cine-club o agachados junto a un gato en cualquier patio del barrio latino. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra.

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al relojPiensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de

perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Fragmento de Carta a una señorita en París (de “Bestiario“)Me mudé el jueves pasado, a las cinco de la tarde, entre niebla y hastío. He cerrado tantas maletas en mi vida, me he pasado tantas horas haciendo equipajes que no llevaban a ninguna parte, que el jueves fue un día lleno de sombras y correas, porque cuando yo veo las correas de las valijas es como si viera sombras, elementos de un látigo que me azota indirectamente, de la manera más sutil y más horrible. Pero hice las maletas, avisé a la mucama que vendría a instalarme, y subí en el ascensor. Justo entre el primero y segundo piso sentí que iba a vomitar un conejito. Nunca se lo había explicado antes, no crea que por desleal tad, pero naturalmente uno no va a ponerse a explicarle a la gente que de cuando en cuando vomita un conejito. Como siempre me ha sucedido estando a solas, guardaba el hecho igual que se guardan tantas constancias de lo que acaece (o hace uno acaecer) en la privacía total. No me lo reproche, Andrée, no me lo reproche. De cuando en cuando me ocurre vomitar un conejito. No es razón para no vivir en cualquier casa, no es razón para que uno tenga que avergonzarse y estar aislado y andar callándose.Cuando siento que voy a vomitar un conejito me pongo dos dedos en la boca como una pinza abierta, y espero a sentir en la garganta la pelusa tibia que sube como una efervescencia de sal de frutas. Todo es veloz e higiénico, transcurre en un brevísimo instante. Saco los dedos de la boca, y en ellos traigo sujeto por las orejas a un conejito blanco. El conejito parece contento, es un conejito normal y perfecto, sólo que muy pequeño, pequeño como un conejito de

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chocolate pero blanco y enteramente un conejito. Me lo pongo en la palma de la mano, le alzo la pelusa con una caricia de los dedos, el conejito parece satisfecho de haber nacido y bulle y pega el hocico contra mi piel, moviéndolo con esa trituración silenciosa y cosquilleante del hocico de un conejo contra la piel de una mano. Busca de comer y entonces yo (hablo de cuando esto ocurría en mi casa de las afueras) lo saco conmigo al balcón y lo pongo en la gran maceta donde crece el trébol que a propósito he sembrado. El conejito alza del todo sus orejas, envuelve un trébol tierno con un veloz molinete del hocico, y yo sé que puedo dejarlo e irme, continuar por un tiempo una vida no distinta a la de tantos que compran sus conejos en las granjas.

Nicanor Parra (San Fabián, Chile, 1914) Poeta, matemático y físico chileno cuya obra ha tenido una profunda influencia en la literatura hispanoamericana. Considerado el creador de la antipoesía, ha sido galardonado con el Premio Nacional de Literatura 1969 y con el Cervantes 2011, entre otros.

Proyecto de tren instantáneo entre Santiago y Puerto MonttLa locomotora del tren instantáneoestá en el lugar de destino (Pto. Montt)y el último carro en el punto de partida (Stgo.)

la ventaja que presenta este tipo de trenconsiste en que el viajero llegainstantáneamente a Puerto Montt en elmomento mismo de abordar el último carroen Santiago

lo único que debe hacer a continuaciónes trasladarse con sus maletaspor el interior del trenhasta llegar al primer carro

una vez realizada esta operaciónel viajero puede proceder a abandonarel tren instantáneoque ha permanecido inmóvildurante todo el trayecto

Observación: este tipo de tren (directo)sirve sólo para viajes de ida

El hombre imaginario El hombre imaginariovive en una mansión imaginariarodeada de árboles imaginariosa la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginariospenden antiguos cuadros imaginariosirreparables grietas imaginariasque representan hechos imaginariosocurridos en mundos imaginariosen lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes imaginariassube las escaleras imaginariasy se asoma al balcón imaginarioa mirar el paisaje imaginarioque consiste en un valle imaginariocircundado de cerros imaginarios

Sombras imaginariasvienen por el camino imaginarioentonando canciones imaginariasa la muerte del sol imaginario

Y en las noches de luna imaginariasueña con la mujer imaginariaque le brindó su amor imaginariovuelve a sentir ese mismo dolorese mismo placer imaginarioy vuelve a palpitarel corazón del hombre imaginario.

AutorretratoConsiderad, muchachos,Este gabán de fraile mendicante: Soy profesor en un liceo obscuro, He perdido la voz haciendo clases. (Después de todo o nadaHago cuarenta horas semanales). ¿Qué les dice mi cara abofeteada? ¡Verdad que inspira lástima mirarme! Y qué les sugieren estos zapatos de cura Que envejecieron sin arte ni parte.

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En materia de ojos, a tres metros No reconozco ni a mi propia madre. ¿Qué me sucede? -¡Nada!Me los he arruinado haciendo clases: La mala luz, el sol,La venenosa luna miserable.Y todo ¡para qué!Para ganar un pan imperdonableDuro como la cara del burguésY con olor y con sabor a sangre.¡Para qué hemos nacido como hombres Si nos dan una muerte de animales!

Por el exceso de trabajo, a vecesVeo formas extrañas en el aire,Oigo carreras locas,Risas, conversaciones criminales.Observad estas manosY estas mejillas blancas de cadáver,Estos escasos pelos que me quedan.¡Estas negras arrugas infernales!Sin embargo yo fui tal como ustedes,Joven, lleno de bellos ideales,Soñé fundiendo el cobreY limando las caras del diamante:Aquí me tienen hoyDetrás de este mesón inconfortableEmbrutecido por el sonsoneteDe las quinientas horas semanales

José García Nieto (Oviedo, España 1914 – Madrid, 2001)Poeta y escritor español, ganador del Premio Nacional de literatura en dos ocasiones y del Premio Cervantes en 1996. Fue miembro de la generación poética de la posguerra española, junto a Gabriel Celaya, Blas de Otero y José Hierro.

Amigos de la infanciaSon todos vuestros años la denuncia de mi tiempo en la tierra, amigos míos, orillas que recuerdo, deltas, ríos donde el acabamiento ya se anuncia. No hay elección posible; no hay renuncia posible. No hay regreso de estos fríos, aunque busquen los tristes ojos míos la niñez que en los vuestros se pronuncia.

Y no soy yo. Sabéis que el retratado es otro. Os esforzáis en ver copiado aquél que fui en el aire de Toledo. No busquéis más. No miréis. Os pido que ceguéis en las sombras del olvido, ojos que me asustáis desde mi miedo.

Paisaje inicialYa todo preparado,suspendidas las lágrimas de aquel párpado antiguotodo deshabitado para el tacto que estrenala raíz poderosa de su hermosura fácil-¡oh, terciopelos muertos de rubor en la espalda!-la pared y la acacia,y hasta aquella esquina que jugaba su luz indeseable,y el hombre primitivo desempolvando gestos,y aun el niño.Sí, el niño también iba tras de su ligerezac o m u n i c a n d o b r i l l o s d e e s t r e l l a s trasnochadas-¡Corre, que llega la sombra!-Sí, hasta el niño me vio aquel silenciomadrugador a oscuras.Y no pasaba nada;ni mi inocencia lejos de los álamos-mis árboles cordiales-,ni un recuerdo de nievepor la cabeza pálida y peinada.[…]Nadie, nadie sabía que yo hacía mis versoscon mi sangre cortada por el hielo del hombre.Y a veces del amigo,y de mí mismo a veces.Nadie vio en mis mejillaseste revés del cieloque se muere de sed inaplacable;y yo iba tan despiertoque en este gesto triste que no sé a quién le debohabía una promesa rotunda de la aurora.Todo estaba dispuesto,y yo entré como el viento cerca de la campana,por los desorbitados ojos de alguna torre.Entré.

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Preguntadme ahora cómo es mi habitación.Yo os la describiré a ciegas y cantando,hasta el detalle mínimo;pero de aquella entrada nada sabré decir.No me exijáis tampoco.“No la toquéis ya más…”O sí; rompedla, heridla,estrujadla en las manoso echádsela a los muertos,“…que así es la rosa”.

Samuel Feijóo, (Ranchuelo, Cuba, 1914 - La Habana, Cuba, 1992)Artista cubano polivalente de formación autodidacta. En La Habana donde termina hasta el tercer año del bachillerato en el Instituto de La Habana. Todos sus estudios posteriores fueron de forma autodidacta. Desde esta época comienza a publicar sus primeros artículos en revistas habaneras y a crear los libros de poesía que publicaría más tarde.

Poética Millones de pájaros cantan y nadie señala un Dante entre ellos. ¡Felices pájaros! Las bibliotecas del viento se queman cada mañana, y otra vez la cultura matinal del pájaro llena los bosques de inmensos conciertos.

Epitafio del poeta bobo Entre millones de libros ¿quién leerá el tuyo? Millones de libros, generación tras generación, bosques y bosques de versos, generación tras generación, montes y montes de páginas… Generación tras generación…

Y tú escribiendo versitos, ingenuo, creyendo que alumbras con tus lamparitas el alma solitaria que tal vez te encontró…

Y millones de libros vendrán y siempre habrá un bobo con su versito.

Efraín Huerta (Silao, México, 1914 - Ciudad de México, 1982)Fue uno de los poetas más reconocidos de México, cuyos versos se caracterizaban por ir en contra de lo establecido en términos estilísticos.Recibió, entre otros premios, las Palmas Académicas del gobierno de Francia en 1945, en 1975 el Premio Xavier Villaurrutia, el Premio Nacional de Lingüística y Literatura en 1976, y el Premio Nacional de Periodismo en divulgación cultural de 1978. Fue uno de los periodistas cinematográficos más importantes de México.

La muchacha ebriaEste lánguido caer en brazos de una

[desconocida,esta brutal tarea de pisotear mariposas y

[sombras y cadáveres;este pensarse árbol, botella o chorro de

[alcohol,huella de pie dormido, navaja verde o negra;este instante durísimo en que una muchacha

[grita,gesticula y sueña por una virtud que nunca

[fue la suya.

Todo esto no es sino la noche,sino la noche grávida de sangre y lechede niños que se asfixian,de mujeres carbonizadasy varones morenos de soledady misterioso, sofocante desgaste.

Sino la noche de la muchacha ebriacuyos gritos de rabia y melancolíame hirieron como el llanto purísimocomo las náuseas y el rencor,como el abandono y la voz de las mendigas.

[…]Ah, la muchacha ebria, la muchacha del

[sonreír estúpidoy la generosidad en la punta de los dedos,la muchacha de la confiada, inefable ternura

[para un hombre,

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como yo, escapado apenas de la violencia [amorosa.

Este tierno recuerdo siempre será una [lámpara frente a mis ojos,

una fecha sangrienta y abatida.

¡Por la muchacha ebria, amigos míos!

Sílabas para el maxilar de Franz KafkaOh vieja cosa dura, dura lanza, hueso impío, sombrío objetode árida y seca espuma; ola y nave, navío sin rumbo, derrumbadoy secreto como la fórmula del alquimista; velero sin pilotopor un mar de aguda soledad; barca para pasar al otro lado del mundo,enfilados hacia el cielo praguense y las callejuelasdonde la muerte pisa charcos de la cerveza que no bebió Neruda:hueso infinito para ponerse verde de envidia,para no remediar nada —ni el silencio ni las alas oscuras y obscenas de tus orejas;para no ver siquiera la herida de tu bocani el incendio de allá arriba, donde tus ojos todo lo penetrancomo otras naves, otras lanzas ardidas, otra amenaza;para hipnotizar la espada de la melancolíay acaso para descifrar el curso de aquel río de palaciosdonde murieron los santos y las vírgenes agonizaron tañendo laúdes de piedra;para que pasen la novia y el féretro y Nezval resuciteen el corazón del follaje del cementerio judío;para que el poeta te mire y se sonría ante el retrato de Dios;para la locura —tu maxilar de duelo—, para la demencia totaly hasta para la humildad de nuestro lenguaje y su negra lucidez;para morir eternamente de una tuberculosis doraday cabalgar las nubes y nombrar a los ángeles del exterminioy clamar por los asesinos —-otra vez allá arriba—,por lo que quemaron a Juan Hussy arrojaron sus cenizas a un ancho río de espinosa corriente.Hueso de piedra, ojo derecho del carlino puente,pirámide caída, demolida, muerta desde su muerte;hueso para escribir cien veces Señor K Señor K Señor Khasta la podredumbre de las estrellas y las ratas de los castillosy la infamia de los jueces; hueso vivo, puntiagudocomo la raíz del alma, como la ciega aurora de tus cejas;hueso para llegar de rodillas y aguardar amorosamentela carcajada y la oración, la blasfemia y el perdón.Nave, navío, barca y espuma para sudar de miedoy escribir sobre la piel la palabra abismo,la palabra epitafio, la palabra sacrificioy la palabra sufrimiento. y la palabra hacedor.

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Los hombres del alba (fragmento)Y después, aquí, en el oscuro seno del río más oscuro,en lo más hondo y verde de la vieja ciudad,estos hombres tatuados: ojos como diamantes,bruscas bocas de odio más insomnio,algunas rosas o azucenas en las manosy una desesperante ráfaga de sudor.

Son los que tienen en vez de corazónun perro enloquecidoo una simple manzana luminosao un frasco con saliva y alcoholo el murmullo de la una de la mañanao un corazón como cualquiera otro.

Son los hombres del alba.Los bandidos con la barba creciday el bendito cinismo endurecido,los asesinos cautelososcon la ferocidad sobre los hombros,los maricas con fiebre en las orejasy en los blandos riñones,los violadores,los profesionales del desprecio,los del aguardiente en las arterias,los que gritan, aúllan como loboscon las patas heladas.Los hombres más abandonados,más locos, más valientes:los más puros.

Ellos están caídos de sueño y esperanzas,con los ojos en alto, la piel grisy un eterno sollozo en la garganta.Pero hablan. al fin la noche es una mismasiempre, y siempre fugitiva:es un dulce tormento, un consuelo sencillo,una negra sonrisa de alegría,un modo diferente de conspirar,una corriente tibia temerosade conocer la vida un poco envenenada.Ellos hablan del día. Del día,que no les pertenece, en que no se pertenecen,en que son más esclavos; del día,en que no hay más caminoque un prolongado silencioo una definitiva rebelión. […]

Adolfo Bioy Casares (Buenos Aires, Argentina, 1914 – 1999) Escritor argentino que frecuentó las literaturas fantástica, policial y de ciencia ficción. Fue gran amigo de Jorge Luis Borges, con quien colaboró literariamente en varias ocasiones. Recibió varios premios distinciones como el Gran Premio de Honor de la SADE en 1975, la membresía a la Legión de Honor francesa en 1981 y el Premio Miguel de Cervantes y el Alfonso Reyes en 1990.

Fragmento de La invención de MorelVolví a golpear. En algunas partes saltaban pedazos de pared, que no dejaban ver ninguna cavidad ni clara ni sombría, que se reconstruían con una prontitud mayor que la de mi vista y alcanzaban, entonces, aquella dureza invulnerable que ya había encontrado en el sitio de la abertura.Me puse a gritar "¡Socorro!", embestí algunas veces la pared y me dejé caer. Tuve una imbecilidad con llantos, con ardor húmedo en la cara. Me conmovía el pavor de estar en un sitio encantado y la revelación confusa de que lo mágico aparecía a los incrédulos como yo, intransmisible y mortal, para vengarse.Acosado por las terribles paredes celestes, levanté los ojos al tragaluz, donde estaban interrumpidas. Vi mucho tiempo sin entender y luego asustado, una rama de cedro que se desviaba de sí misma y se convertía en dos; después volvían las dos ramas a compenetrarse, dóciles como fantasmas, a coincidir en una sola. Dije en voz alta o pensé muy

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claramente: No podré salir. Estoy en un sitio encantado . Al formular esto sentí vergüenza, como un impostor que ha llevado la simulación demasiado lejos, y comprendí todo:Estas paredes —como Faustine, Morel, los peces del acuario, uno de los soles y una de las lunas, el Tratado de Belidor— son proyecciones de las máquinas. Coinciden con las paredes hechas por los albañiles (son las mismas paredes tomadas por las máquinas y después reflejadas sobre sí mismas). En donde yo he roto o suprimido la pared primera, queda la reflejada. Como es una proyección, ningún poder es capaz de cruzarla o suprimirla (mientras funcionen los motores).Si rompo íntegramente la primera pared, cuando los motores no funcionen este cuarto de máquinas quedará abierto, no será un cuarto, será un ángulo de otro; cuando funcionen, la pared volverá a interponerse, impenetrable.Morel ha de haber ideado esta protección con doble muro para que ningún hombre llegue a las máquinas que mantienen su inmortalidad. Pero estudió las mareas deficientemente (sin duda en otro período solar) y creyó que la usina podría funcionar sin interrupciones. Seguramente es el inventor de la peste famosa que hasta ahora ha protegido muy bien a la isla.

Fragmento de Planes para una Fuga al Carmelo (de “Historias desaforadas”)—Tarde o temprano habrá que decidirse. No puede ser que en la otra Banda haya un foco infeccioso, un caldo de cultivo de todas las pestes que nosotros hemos eliminado. Salvo que alguien descubra la manera de frenar la vejez… Pero ¿qué vas a contestar si te preguntan cómo empezó el tercer período? —Cuando ya nadie creía en los políticos, la medicina atrajo, apasionó, al género humano, con sus grandes descubrimientos. Es la religión y la política de nuestra época. Los médicos argentinos, del legendario Equipo del Calostro, un día

lograron la barrera de anticuerpos, durable y polivalente. Esto significó la erradicación de las infecciones, pronto seguida por la del resto de las enfermedades y por una extraordinaria prolongación de la juventud. Creímos que no era posible ir más lejos. Poco después los uruguayos descubrieron el modo de suprimir la muerte. —Lo que nuestro patriotismo recibió como una patada. —Pero ni los propios uruguayos lograron detener el envejecimiento. —Menos mal… —Con tus interrupciones pierdo el hilo —dijo Valeria y retomó el tono de recitación—. Alrededor de los dos países del Río de la Plata, se formaron los bloques aparentemente irreconciliables, que hoy se reparten el mundo. Los enemigos nos llaman jóvenes fascistas y, para nosotros, ellos son moribundos que no acaban de morir. En el Uruguay la proporción de viejos aumenta. —Sin detenerse agregó: —Son casi las diez. Tengo que irme.La acompañó hasta la puerta, la besó, le pidió que no volviera tarde y no entró hasta que la perdió de vista.

Concha Zardoya, escritora. (Valparaíso, Chile, 1914-Madrid, España, 2004).Escritora nacida en Chile, de padres españoles. Se trasladó a España con diecisiete años, donde inició sus estudios de Filosofía y Letras. Comienza a escribir poemas que publica en la “Hora de España” y, ya en Madrid, da clases, realiza traducciones, elabora guiones de cine y ensayos y se dedica a la narrativa, saliendo a la luz sus primeros cuentos. Obtuvo entre otros el accésit del Premio Adonais por Dominio del llanto, el Premio Boscán por Debajo de la luz, o el Prometeo de Poesía por Altamor.

En otra orilla (A Rosalía Castro)En otra orilla estás, en donde sueñasco el Sar y sus aguas de ceniza, con montes grises y árboles desnudos, con las dolientes brumas de las rías, los tristes charcos negros de la lluviay el largo, largo viento que gemía.

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En otra orilla estás, ya sin campanas,pero sueñas aún con esas íntimasaguas de hondas fuentes que llorabanpor desvalidas aves fugitivas.

Y la verde frescura de los camposen la noche se acerca hasta tu orilla.En la otra ribera te acompañanlos sueños que soñaste en la vida,cumplidos ya, colmada primaverade tu alma dulce, pura, sensitiva.

Y el más largo silencio de los muertoste da su paz y larga compañía.

He aquí la palabraHe aquí la palabra transparente,ese cristal del almaque sólo aspira a ser el alma misma.

La opacidad encubre y la metáforaes traslación ambiguao velo que enmascara lo evidente.

Unas pocas palabras verdaderasnos sirven de diccióno de canto, de íntima sonata.

La transparencia brille en su pureza,sin reflejos inútiles.Desnudo sea el verso, agua límpida.

Joan Vinyoli i Pladevall (Barcelona, España 1914 - 1984) En 1974 fue galardonado con el Premio Lletra d'Or por I encara les paraules. Ha sido galardonado en dos ocasiones con el Premio de la Crítica de poesía catalana por Ara que és tard (1976) y Passeig d'aniversari (1984). Por esta última obra, en 1985 obtuvo también el Premio Nacional de Poesía.

Ara que és tardLa nit passada anava per les vinyesseques, palpant els ceps un per uncom si fer-ho tingués significat:rera els canyissos,una dona vetllant cremacionsem va cridar i em conduífins a l'estable.No recordo

la casa, no vull fer memňriadel menjador ni de l'escala nide cada replŕ.Només recordo el ventabrupte, cargolant-seper l'apagada xemeneia, rebatentles portes.I la passióque m'empenyia cap algúque ja no era dins el campsinó dels records.Els arbres gemegaveni tot era un crit foscque venia de llunyi res no era comprensibleni res no era ja per abastar el que tantles mans volien: no sentir-se buidesdel tot.Els grans focs apagats ja no es revifen.El vent glaçat impera i mata.

A las tres copas digo esto (traducción de Jonio González)Los niños que juegan y la gentedel bar son mis amigos. Pasa una mujerdeprisa con su hijo, entra un hombre azul

[oscurocon un claro designio: jugaremos a las cartaso al dominó, somos tres.He decidido escribirpoesías concretas. Envejezco, se necesitanrealidades, no humo. Y sin embargo un humome nubla la vista, se interpone, suavemente,entre la Cosa y yo, y todas las aristaspule: el mundo ya casi no hace mal.

A las tres copas digo esto: fíate,barca de san Pedro, bajocansadamente por las aguasde otro tiempo. Me llegan hasta las rodillas.

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Teófilo Cid (Cautín, Chile, 1914 – Santiago de Chile, 1964) Poeta chileno, fundador del grupo surrealista Mandrágora. En 1963 recibió el Premio Nacional del Pueblo, de la comuna de San Miguel, por el conjunto de su obra poética.

El bar de los pobresHoy he ido a comer dónde comen los pobres,Dónde el pútrido hastío los umbrales inundaY en los muros dibuja caracteres etruscos,Pues nada une tanto cómo el frío,Ni la palabra amor, surgida de los ojos,Como la flor del eco en la cúpula perfecta.

Los pobres se aproximan en silencio.Monedas son sus sueñosHasta que el propio sol airado los dispersaPara sembrarlos sobre el hondo pavimento.En tanto, cada uno es para el otroClaro indicio, fervor de siembra constelada.

Y en la pesada niebla de los hábitosQue en ráfagas a veces se conviertenDe una muda erupción

De alcohólica armonía,Yo siento que el destino nos aplasta,Como contra una piedra prehistórica.[…]

Sentados en podridos taburetesEllos gastan los últimos billetesVertidos por la Casa de Moneda.

Los billetes son diáfanos, decimos,Carne de nuestra carne,Espuma de la sangre.

Con billetes el mundoCongrega sus rinconesY parece mostrar una estrella accesibleSin ellos, el paisaje es sólo el solY cada cual resbala sobre su propia

[sombra.[…]

Hoy he ido a comer donde comen los pobresY he sentido que la sombra es comúnQue el dolor semejante es un lenguajePor encima del sol y de las Madres.

Retorno (fragmento)Nadie podría interrumpir el reposo de la bóveda terrestreAquí el silencio ha juntado sus labios para nunca pronunciar palabraQue pudiera profanar la ostensible flor que caeComo un junco en la ribera de los sueños.Un sol amarillento acaricia el pórticoMientras haya aún verdad para la muerte y queden hombresPor caer hacia su túmuloComo caen los costados de los ríos en las sórdidas vertientes sin celajeEl tiempo está temblandoTemblando como un ópalo en la manoDe este día jubilosoYo sé que este día, sin embargo, no puede interrumpir el cursoDe los muertos que aquí yacenEsparcidos como frutasAunque el gallo en su plumaje de guerrero etrusco y asoleadoBorre con la esponja de su cantoLa indescifrable desdicha de la vidaY los gorriones veloces y las cautivas golondrinasImpongan un blasón de idilio a la comarcaLa tierra está sorbiendo nuestras lágrimasBebiendo la salud que se nos vaLa alegría que perdemos a medida que vivimos

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La tierra está atrapándonos la sombra que el sol proyecta mediante nuestros sueños. […]

Pero ahora los caminosHan perdido su papel de antiguo encantoTal secas lanzas sus veredas se han hundidoEn mi costado

Poseer acaso el único resabioLa piel que cubre el cuerpo de los versosEs todo lo que halloCuando trato de saber lo que poseo

Despojos ya sin sangreEs todoYo he sentido a veces que el amorComo un cabello caía ante mis ojosNublando la esencia del paisajeGris en que me muevoPor forzoso automatismo

Eduardo Anguita (Yerbas Buenas, Chile, 1914 - Santiago de Chile, 1992) Poeta chileno de la llamada generación literaria de 1938, Premio Nacional de Literatura en 1988.Comenzó estudios de Filosofía y Letras, que abandonó para dedicarse a la literatura. Colaboró en numerosas revistas y diarios chilenos. Publicó su primer poemario, Tránsito al fin, en 1934, cuando se desarrollaban movimientos estéticos como el surrealismo y el creacionismo. Fue amigo y admirador de Vicente Huidobro y se mantuvo vinculado muchos años al grupo Mandrágora.

Fragmento de El poliedro y el marMe ha sido dado un poliedro frente al mar:un cuerpo muy sólido pero invisible,una compacta reunión de lejanías,con todo su silencio endurecido,toda su ausencia próxima,y cuanto más palpable, despojado.

Era dulce dejarse ir por sus aristasmás veloz que la mirada vuelve al sol,ciego volar sobre la línea pura hacia un

[encuentro :cuando quise pensar en dónde estaba, tuve un

[vértigo :¡la arista, la línea, no era nada!

Deslicé por la nada que forman

dos caras del poliedro besándose :del beso lineal quise subir al labio,tenderme en las superficies,reposar por fin en la extensión dorada.

Así, mientras lo hacía,desdeñe el azul profundo del oceanodesde mi valle de cuarzo fantasmal.

Mas, ¿qué es eso? La extensión también era [sólo límite puro :

¡donde un volumen iba a nacer, otro cesaba!En ese silencio cortante,en ese filo más exiguo que entre beso y boca,¿Había yo creído tocar la substancia?Sólo era volumen contra volumen

[despojándose :¡y eso que era la nada, inasible y fugaz,con cuánto amor ausente me atraía!

Frente al océano exclamé :¡Todo no es más que lejanía!-- ¿Qué sabes tú? Cien niños juntos, cada uno

[de diez años,¿suman mil años?

No sé. Arrojé al mar el poliedroporque tuve conciencia que me había

[mentido.

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Fragmento de Venus en el pudridero¿Escucháis madurar los duraznos a la hora del estío,a la venida del sol, mientras un príncipe danzaen víspera de su coronación?Yo pienso en el gusano.

¿Oís podrirse los duraznos en el granero,al atardecer, mientras las fechas del reinocaen de los tronosy el viento las amontona, las dispersa y olvida?Yo pienso en el gusano.

Si veis montar el agua de la noria,con un niño fijamente asomado al brocalfrente a frente al abuelo,y se siente el bese de los amantes como una hoja secaque el pie del tiempo aplasta crepitando:¿los amantes están muertos? No preguntéis con torpeza.Pensad en el gusano.…Niño, niño mío, nómbrame sin pestañear,en un segundo,las dinastías reinantes -siglos, siglos-,los monarcas desgajados.Abuelo, abuelo, nómbrame siglos sin pestañear, en un instante,antes que el ruiseñor concluya la nota de su silbo.

¿Quién osa alzar el Tarot vertiginoso?Todas las fechas están prontas, o marchitas, como nunca nacidas.Niño y anciano, en este instante tenéis la misma edad:sólo un instante:¿no habéis empezado?, ¿habéis terminado?¡A qué pensar en el gusano!

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Bohumil Hrabal (Brno, 1914- Praga, 1997)Novelista checo, escritor de obra tardía. Estudió Derecho en la Universidad Carolina de Praga y no publicó su primer libro (Alondras en el alambre), hasta 1963. Sus exitosas novelas fueron traducidas a veinticuatro lenguas, obteniendo renombre internacional. Durante los años setenta, en la «época de la normalización» fue expulsado de la Asociación de Escritores Checos. Después solo pudo publicar en ediciones «samizdat». En 1977 publico así Una soledad demasiado ruidosa, considerada como una de sus obras maestras.

Fragmento de Una soledad demasiado ruidosa Hace treinta y cinco años que trabajo con papel viejo y ésta es mi love story. Hace treinta y cinco años que prenso libros y papel viejo, treinta y cinco años que me embadurno con letras, hasta el punto de parecer una enciclopedia, una más entre las muchas de las cuales, durante todo este tiempo, habré comprimido alrededor de treinta toneladas. Soy una jarra llena de agua viva y agua muerta, basta que me incline un poco para que me rebosen los más bellos pensamientos, soy culto a pesar de mí mismo y ya no sé qué ideas son mías, surgidas propiamente de mí, y cuáles he adquirido leyendo, y es que durante estos treinta y cinco años me he amalgamado con el mundo que me rodea porque yo, cuando leo, de hecho no leo, sino que tomo una frase bella en el pico y la chupo como un caramelo, la sorbo como una copita de licor, la saboreo hasta que, como el alcohol, se disuelve en mí, la saboreo duran-te tanto tiempo que acaba no sólo penetrando mi cerebro y mi corazón, sino que circula por mis venas hasta las raíces mismas de los vasos sanguíneos. Por regla general, prenso unas dos toneladas por mes, y para tener fuerzas para este bendito trabajo, durante treinta y cinco años he bebido tanta cerveza que con ella se podría llenar una piscina olímpica o una buena cantidad de viveros de carpas navideñas. De esta manera, a pesar de mí mismo, me he vuelto sabio y ahora me doy cuenta de que mi cerebro es un fajo de pensamientos prensados en la prensa mecánica, mi cabeza calva es la nuez de Cenicienta, y sé bien que los tiempos en los que

el pensamiento estaba inscrito en la memoria humana tenían que ser mucho más hermosos; si en aquel tiempo alguien hubiese querido prensar libros, tendría que haber prensado cabezas humanas, pero tampoco eso habría servido para nada, porque los verdaderos pensamientos provienen del exterior, van junto al hombre como su fiambrera de fideos y por eso todos los inquisidores del mundo queman los libros en vano, porque cuando un libro comunica algo válido, su ritmo silencioso persiste incluso mientras lo devoran las llamas, y es que un verdadero libro siempre indica algún camino nuevo que conduce más allá de sí mismo.

Fragmento de Yo serví al rey de Inglaterra (traducción: Monika Zgustová)

En Nochebuena, a las doce, vi luces bajo la ventana, dejé la pluma para salir de la casa y entonces lo increíble se hizo realidad: algunos campesinos con un quitanieves llegaron hasta aquí abriéndose camino a través de los aludes… aquellos desgraciados que no hacían otra cosa que charlar en la taberna vinieron a verme en trineo, los mismos que al echarme en falta mataron de un tiro a mi perro lobo… les invité al bar, a mi domicilio, cuando estuvieron dentro me fijé en que me miraban extrañados… ¿De dónde has sacado este disfraz? ¿Quién te lo ha dado? ¿Por qué te has vestido así? Sentaros, señores, ahora vosotros sois mis clientes, porque yo fui camarero, dije, pero era como predicar en el desierto porque ellos estaban tan sorprendidos que parecían arrepentirse de haber venido… ¿Y qué es esto, esta banda y esta condecoración? Hace muchos años que me las dieron, dije, porque yo soy el que sirvió al emperador de Etiopía… ¿Y a quién sirves ahora?, preguntaban. Ahora, mis clientes son estos, ya veis, y señalé al caballo y la cabra, que levantados querían salir, golpeaban la puerta con la cabeza, abrí y ellos se dirigieron uno tras otro al establo. Pero estos ignorantes de pueblo estaban tan extrañados al verme con el frac, la banda celeste y la medalla brillante que al cabo de poco rato me desearon feliz Navidad y ya salían a la calle, y para dorarme la píldora me

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invitaron a la comida de San Esteban… y yo veía sus espaldas en los espejos, lentamente fueron desapareciendo todas las luces en la noche, ya no se oía ni el tintineo de los cascabeles ni el ruido del quitanieves, yo me quedé ante el espejo y cuanto más me contemplaba, más miedo me daba a mí mismo, con si fuera otro, alguien que se había vuelto loco… soplé sobre mi doble, me acerqué tanto que llegué a besarme en aquel cristal frío, y al final me puse a limpiar con la manga la imagen empañada, hasta que volví a aparecer, con un farol encendido en la mano como una copa en alto para brindar. Y la puerta se abrió silenciosamente y me quedé atónito… entró el caballo, detrás la cabra, la gata saltó al mostrador de cinc al lado de la estufa… y yo estaba contento, los campesinos me vinieron a ver a pesar de la barrera de nieve y se asustaron al verme así, lo cual estaba muy bien porque yo debía ser una persona muy rara, yo que era alumno del señor Skřivánek, el maître que sirvió al rey de Inglaterra, yo que tuve el honor de servir al emperador de Etiopía, el cual me distinguió para siempre concediéndome esta medalla, esta condecoración que me dio la fuerza para escribir para los lectores esta historia… de cómo lo increíble se hizo realidad. ¿Tenéis suficiente? Pues ahora sí que termino de verdad.

Alberto Baeza Flores (Santiago de Chile, 1914 - Miami, Florida, 1998) Poeta chileno adscrito a la Generación de 1938, residió durante muchos años en Cuba, Costa Rica y otros países. En 1939, al frente de una delegación del Gobierno del Frente Popular, llegó a Cuba, de donde no partiría hasta mediada la década de los sesenta. En La Habana se vinculó al grupo Orígenes junto con Lezama Lima y Gastón Baquero. Fue cofundador de las revistas La Poesía Sorprendida, Acento y Expresión.

La llave final Ya la voz del soñar casi no me acompaña.El vino de arroz embriaga como el viento.La guerra más feroz está en nosotros.El dolor siempre borra fronteras de nostalgias.¿Qué nos queda de todo lo vivido?Acaso esa estrella invisible que en nuestras

[manos se ha dormido

y era la llave -final- del Paraíso.

En parís era otoño y las hojas caíanEn París era otoño y las hojas caíancon una levedad dorada de milagro.Eras la bien amada y eras la bien perdida,la viajera infinita que ilusiona el verano.En París era otoño y las hojas caían.Nunca más andarían tan juntos nuestros pasos.Le dabas a mi vida países imposibles,vagos sueños errantes con sus colas de pájaros.En París era otoño y las hojas caíana un secreto soñar de todo lo que amábamosSonreías, a veces, como si no te fuerasy a mi amor melancólico le dabas su oro pálido

Nicomedes Guzmán (Santiago de Chile, 1914- 1964) Novelista y poeta chileno. Perteneció a la Generación del 38, conocida como neorrealista, comprometida socialmente pero atenta a los descubrimientos estilísticos de las vanguardias literarias. Sus temáticas revelan y juzgan la vida de la clase social chilena más pobre, de inicios del siglo XX.

Fragmento de Los hombres oscurosLa noche reúne en su covacha a casi toda esta gente derrotada y miserable. Encienden una fogata y se calientan el agua para preparar la “choca”. Mientras charlan, Coñopán toca la trutruca. Los tristes aires del instrumento sobrecogen el ánimo de los vecinos y ponen tensos los nervios del conventillo. Las notas resbalan por el aire como lágrimas de impotencia de una raza que muere. El dolor del pueblo rechina los dientes. Por las venas de la angustia, la sangre se hace espesa. José María, el viejo afilador, hace memoria de Recabarren de quien fue camarada en sus tiempos de lucha. Habla de la actuación del inmenso líder, en el norte. Habla con fervor de sus campañas. De su gesto. De su voz, que despertaba los anhelos dormidos en el pecho rudo de los trabajadores. De su palabra encendida, llena de antorchas reivindicadoras, florecida de esperanzas y de cantos que hacían vibrar las cuerdas humanas en un humano deseo de echarse a correr al encuentro de la verdadera vida.

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Fragmento de La sangre y la esperanzaEn esta madrugada no sonó la sirena del depósito tranviario. Era la fiesta del trabajo. Y había paro general. … Yo tomaba mi “ulpo”, mientras leía en un tarro que había sobre la mesa: “Avena machacada “Gavilla” Modo de usar. Sopa de avena. Porridge”. Era un tarro en que los colores chilenos jugaban un papel de vivo predominio. Antes había contenido quaker. Ahora se desempeñaba como azucarero.-Tengo que hablar en el mitin.... --dijo mi padre, mientras se ajustaba el cuello. Tenía el rostro prolijamente rasurado. Y el vago azul del cutis, después de la afeitada, lo hacía evidentemente distinguido. -¿Sabe que está buen mozo mi viejo? -bromeó mi madre, pellizcándole la nariz al hombre. -¡Para ti quisiera estarlo siempre, vieja! -exclamó él, cariñosamente. ¡Viejita estarás, pero aun mereces que se te conquiste! -agregó-. ¡Y si alguien ha de conquistarte, que sea este pobre maquinista! Reía, bromeando, mi padre. Zamarreó tiernamente a su mujer, cogiéndola por los hombros y la besó en la f rente . Pose ía unos d ientes blanquísimos, robustos, muy distintos a los de mi madre, cuyos reparos de oro comenzaban ya a desprenderse. […]Me agradaba profundamente ver a mi padre entregando en simples y espontáneos gestos su mundo tierno a la mujer de su vida. Hubiera sido feliz contemplándole restregar su rostro curtido de hombre contra el seno de su compañera. ¡Con qué deliciosa fruición yo realicé esto, como hijo, en más de una bella oportunidad, mientras mi madre enredaba sus dedos filiales en mis cabellos, acariciándome! Fueron éstas como pequeñas libertades de hombre en existencia de niño, libertades que me eran como rescoldos de felicidad […]. Replegado a una retracción en que el temor movía sus más rojos nervios, se explica, entonces, la felicidad que hubiera asistido a mi espíritu, viendo a mi padre en desprendimiento de ternura sobre los pechos de su mujer. Apartándome la vida a

tan temprana edad de la blandura del seno materno, mi ansia crispábase íntima y secretamente, oteando ya cualquiera ajeno nido en que la suavidad carnal de una hembra, dispusiera a mi impulso el misterio de sus calores. Era, acaso, simple ansia de espíritu. Pero, en todo caso, movida por la energía única y sutil de un instinto con ojos avisores, con pies ligeros, y con alas prontas a los vuelos altos. […]Estaba emocionado el hombre. Su mirada era viva. Honda. Delatora de sus más escondidas verdades. Mi padre era en aquel instante lo mismo que un árbol muy frondoso, hablando como un humano, hablando como deben hablar los humanos.

José Revueltas (Durango, México 1914 - Ciudad de México, 1976)Escritor mexicano, guionista de cine, y activista político. Estuvo encarcelado cuatro veces, la última en 1968. Una vez concluida su condena en 1970 y con problemas de salud se dedicó a dictar conferencias, impartir clases de cine en Estados Unidos, ofrecer entrevistas, y a seguir escribiendo hasta su muerte.

La Multiplicación de los pecesCuando van por la calle los peces caminan apenas avergonzados de su vientre chino y pálido, al cuello su bufanda de espejos, silenciosos, un tanto furtivos en el aire. Empiezan entonces lentamente a respirar con un angustioso par de banderas a cada lado del cuerpo, igual que una barca que al mismo tiempo fuese paloma.En seguida nace en ellos su antiguo rencor hacia los números, hacia las desastrosas máquinas de sumar, hacia los bancos y los encargados del orden. El horrible temor de que cada número sea una escama y que el mundo llegue a poblarse de esos pedacitos de luz fija, como si lloviera para siempre hasta quedar desnudos.Entonces piensan en la injusta Multiplicación de los Peces, en ese castigo, en esa manera de reproducirse, sin deseo, a la que fueron condenados a la orilla del Tiberíades. Están

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condenados a ser peces tan sólo porque tienen sueños prohibidos. Pero podrían ser vacas, corderos, o llevar vestidos, hablar y sonreír.

Fragmento de Los días terrenalesAllá, por entre las cortinas de su alcoba, la mujer que se mira en el espejo sonríe, se vuelve, habla con su soledad, se hace ofrecer mil clases de aventuras y luego se toma la cabeza entre las manos, en la actitud de una tarjeta postal. Así semidesnuda, los codos hacia arriba, es de una gracia infinita, pero de pronto se deshiela, parece tomar una decisión y con ambas manos hace girar la cabeza sobre su propio eje unas veinticuatro veces, cual la cabeza de un maniquí; se la arranca con suavidad como quien se desprende una espina de pescado de la dentadura, y luego la coloca bajo su axila, igual al guerrero que se quita el casco, sonriendo, atrozmente sonriente, sin que la decapitación, empero, haya dejado una sola gota de sangre en el punto donde el cuello fue separado del tronco. El pañuelo que pasa por la calle despidiéndose de alguien y de súbito llora, a pañuelo vivo, porque alguien no está en la ventana. El cartero triste, un poco soñador y otro decepcionado, que después de doblarlo cuidadosamente en cuatro arroja en el buzón, sin miedo pero tampoco sin que sus pies toquen ninguna superficie, el cuerpo de un fantasma verde que exclama he muerto, he muerto, he muerto. Las azoteas. Dos senos pendientes del tendedero. Una sábana completamente nupcial que se agita en el aire.

Joaquín Chamorro Aguilar (Fuentes de Oñoro, España, 1914- Madrid, 2002)Escritor, poeta y ensayista español, ejerció como médico mientras alternaba su carrera con la literatura. Fue autor de varios ensayos y numerosos poemarios, pero también cultivó la novela, quedando finalista del Premio Nadal en 1983 con su novela Historia de una depresión.

¡Aquel poema!Qué había en aquel poema,que había en aquel poema,ya nunca más hallado.

Lo recibí. Llegó hasta mí acordadoal sentir que interior me traspasaba. Y lo perdí. Tal vez yo, descuidado,no advertí que se hundió en la papelera.

Qué había en aquel poema.Qué palabras decía, qué expresaba,para dejarme así, desesperadopor no hallarle, volver a oírle mi almacomo una susurrada melodíaen el aire de un éxtasis flotada.

Aquel poema sin suerte, ¿dónde para?Quizá un funesto día, mujer, en tu limpiezalo entregaste, inocente, a la basura.

Y no lo encontraré: repito en mi amargura.Se hundirá entre lo inerte y será nada-oh destino tan pronto seńalado-como ha de sucederle a esta bellezaen torno nuestro, regalo de la vida.

Aquel poema ignorado, ¿de qué hablaba?

Misterioso él se fue, mientras fluíasu manar lento y cálido entregado.Para dejarme, ah, después en la nostalgiade su encanto inicial, su honda palabra,y el sonar de su verso enamorado.

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ColoresColores.Colores allí amados.

Ofrecidos, ya lucientes,lejanos, conmovidos,en torno mío vibrados.

Apasionados rojos difundidosen el declinar poniente. Espirituales violetas a su ladoen suaves trazos diluidos.

Colores allí amados.

Ocres,sienas,de la tierra ferroxidada;como la sangre tensaen el animal latido.

Amarillos,cadmios encendidos,también azafranados;fuego en el crecido,abierto, sol naciente.

Y aquellos otros clarosde las altas, secas, mieses,cereales del verano.

Purísimos cobaltos espaciados.Azules confluyentesen el cielo y el ámbito marino.

Delicados, tenues,granates, carmines, rojos cárdenos,tras la pérdida tarde distanciados.

Os amo, colores.Os amo y siento.

De la luz estremecidavida apasionada: Encarnada ella, embebida,cuando nueva en el fiel díavuestra música secretacon enritmado tono íntimo nos llega.

Colores recibidos,de las cosas, los seres,vegetales, y animales más simples, emanados.

Colores silenciados,puros, efusivos, fusionados,de la blanca luz virgínea-transparente, vivaz comunión vuestra-desprendido,preciosísimo regalo.

Colores.Os recibo, siento;calladamente os amo.

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Pedro Víctor Debrigode (Barcelona, España, 1914 - 1982)Escritor español, prolífico autor de novelas populares de diversos estilos, romántico, ciencia ficción, novela negra, aventuras. Estudió Derecho, pero no terminó debido a la Guerra Civil. Acusado de espionaje y malversación de fondos dentro del Bando Nacional fue encarcelado hasta 1945. Escribió bajo numerosos seudónimos, los más famosos Peter Debry (La hora del asesino) y Arnaldo Visconti (El galante aventurero).

Inicio de El galante aventureroContinuamente invadida y abandonada por mesnadas de mercenarios al servicio de distintas nacionalidades, Córcega, la bella isla mediterránea, gozaba unos instantes de calma en los albores del siglo XVI.Una calma especial, impregnada de tumultuosa libertad salvaje. Las leyes no tenían representantes con suficiente fuerza ejecutiva, y la multiplicidad de cuadrillas irregulares, levantadas en armas, daban pretexto a la chusma para, desde sus escondrijos entre la exuberante flora montañesa, descender en incursiones asoladoras a litoral. Entre estas cuadrillas las había que eran conducidas por hombres de sentimientos generosos y finalidades puras; pero a su amparo agrupábanse hombres violentos, para quienes el desorden reinante en la isla servía de pretexto para sus latrocinios y crímenes.

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Próxima cita 12.5.2014

“Eros en la palabra”

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