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145. ¿Por qué no hay una reseña histórica que hable de todos los que participaron en nuestra Independencia, incluyendo a los negros, mestizos e indígenas? (Laura Arisbel Mena Robledo, Grado 8, Quibdó, Chocó). INDIOS, NEGROS Y MUJERES EN LOS MANUALES Y TEXTOS DE HISTORIA DEL SIGLO XIX Y XX Sandra Paola García Pulido Natally Duarte Hincapié Eduardo Martínez Torres Esta imagen empírica de la historia tiene que conformarse, ante la inmensa multiplicidad de los hechos, con la presentación de algunas leyes regulares y la descripción inconexionable de lo múltiple, entonces se ve que hay repeticiones y que en lo múltiple hay lo análogo; que hay ordenaciones políticas de poder con las series típicas de formas y hay también la confusión caótica; que hay series regulares de estilo en lo espiritual y hay la nivelación de lo irregular permanente Karl Jaspers (1995) Cuando abordamos la historia de Colombia a lo largo de nuestra vida académica encontramos una historia llena y sobretodo hecha por grandes personajes; es decir, encontramos sólo a los padres de la patria y sus heroicas hazañas. Pero, ¿cómo llegan a nosotros los conocimientos históricos de épocas como la independentista en nuestro país? Para analizar qué y cómo se escribe en la historia, en especial la que se nos da a conocer de y desde el siglo XIX, es necesario conocer quiénes la escribían. A lo largo de la historia de nuestro país las fechas han tenido gran relevancia, por ejemplo sabemos cuándo se descubrió América, sabemos cuándo se reformó la constitución colombiana, sabemos cuándo son los mundiales de fútbol y sabemos, claro está, cuándo se dio el grito de Independencia de nuestro país en relación al dominio español. Teniendo en cuenta esto, ¿cuándo fue el grito de independencia? ¿Quiénes fueron los actores o los personajes que participaron en este evento? Recordamos nombres como José González Llorente, Antonio Villavicencio, Antonio y Francisco Morales. Pero, ¿qué pasaba con otros sectores de la sociedad como las mujeres, los negros y los indígenas en esta época? Las mujeres jugaron un papel fundamental en los procesos independentistas que, es importante recordar, no sólo se dan el 20 de Julio de 1810, sino en los años siguientes, incluso en la actualidad. Durante ésta época, las mujeres apoyaron a los llamados patriotas —que consideramos es una categoría que sirve para homogeneizar e invisibilizar— que buscaban nuestra libertad; este apoyo iba desde curar las heridas, alimentar a las tropas, luchar valientemente en las principales ciudades, con armas o sin ellas, contra los ejércitos de la reconquista española, averiguar información de

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145. ¿Por qué no hay una reseña histórica que hable de todos los que participaron en nuestra Independencia, incluyendo a los negros, mestizos e indígenas? (Laura Arisbel

Mena Robledo, Grado 8, Quibdó, Chocó).

INDIOS, NEGROS Y MUJERES EN LOS MANUALES Y TEXTOS DE HISTORIA DEL SIGLO XIX Y XX

Sandra Paola García Pulido

Natally Duarte Hincapié Eduardo Martínez Torres

Esta imagen empírica de la historia tiene que conformarse, ante la inmensa multiplicidad de los hechos, con la presentación de algunas leyes regulares y la descripción

inconexionable de lo múltiple, entonces se ve que hay repeticiones y que en lo múltiple hay lo análogo; que hay ordenaciones políticas de poder con las series típicas de formas y hay

también la confusión caótica; que hay series regulares de estilo en lo espiritual y hay la nivelación de lo irregular permanente

Karl Jaspers (1995)

Cuando abordamos la historia de Colombia a lo largo de nuestra vida académica encontramos una historia llena y sobretodo hecha por grandes personajes; es decir, encontramos sólo a los padres de la patria y sus heroicas hazañas. Pero, ¿cómo llegan a nosotros los conocimientos históricos de épocas como la independentista en nuestro país? Para analizar qué y cómo se escribe en la historia, en especial la que se nos da a conocer de y desde el siglo XIX, es necesario conocer quiénes la escribían. A lo largo de la historia de nuestro país las fechas han tenido gran relevancia, por ejemplo sabemos cuándo se descubrió América, sabemos cuándo se reformó la constitución colombiana, sabemos cuándo son los mundiales de fútbol y sabemos, claro está, cuándo se dio el grito de Independencia de nuestro país en relación al dominio español. Teniendo en cuenta esto, ¿cuándo fue el grito de independencia? ¿Quiénes fueron los actores o los personajes que participaron en este evento? Recordamos nombres como José González Llorente, Antonio Villavicencio, Antonio y Francisco Morales. Pero, ¿qué pasaba con otros sectores de la sociedad como las mujeres, los negros y los indígenas en esta época? Las mujeres jugaron un papel fundamental en los procesos independentistas que, es importante recordar, no sólo se dan el 20 de Julio de 1810, sino en los años siguientes, incluso en la actualidad. Durante ésta época, las mujeres apoyaron a los llamados patriotas —que consideramos es una categoría que sirve para homogeneizar e invisibilizar— que buscaban nuestra libertad; este apoyo iba desde curar las heridas, alimentar a las tropas, luchar valientemente en las principales ciudades, con armas o sin ellas, contra los ejércitos de la reconquista española, averiguar información de

 

las tropas españolas y llevarla al ejército libertador, entre otros muchos actos que acompañaron las luchas en los campos de batalla. El principal problema es que en la historia que aprendemos sólo se nos brindan nombres de grandes personajes como Bolívar, Santander, Nariño, Camilo Torres, entre otros, y la única mujer que conocemos como mártir de la patria es Policarpa Salavarrieta. Lo que debemos resaltar es que las mujeres hicieron mucho más que cuidar enfermos, hacer uniformes y dar a sus hijos a la patria pues además tomaron una posición activa en las luchas aunque eso no sea dado a conocer por la historia misma. Personajes como Mercedes Abrego, Carmen Rodríguez y Antonia Santos son de igual importancia que las dos mujeres que más conocemos en la época independentista. Resulta que, si bien la propuesta independentista gozó de gran acogida en este sector, es importante mencionar que existió una parte de esta población que no quería ser independiente pues consideraba que perdería su modo de vida relativamente estable, situación que también se presentó en la población indígena. Pero, ¿qué pasó con la población que sí estaba a favor de la Independencia? Luchó con los ejércitos patriotas en sus filas, apoyó las luchas locales en pro de la libertad política tan anhelada. Aunque es necesario mencionar que parte de esto no llega a nosotros pues los que escribían la historia en el siglo XIX estaban permeados por ideas excluyentes de carácter racial donde los negros producían temor. Siguiendo con los indígenas y como mencionamos anteriormente, algunas comunidades, especialmente las ubicadas en Pasto se mostraban reacias a un proceso independentista. Sin embargo, así como los criollos, mestizos y mujeres, participaron activamente, pues de cierto modo no eran tan “temidos” como los negros. es verdad que no conocemos mucho de su participación por la forma cómo se escribía la historia y los imaginarios que existían sobre esta población, por ejemplo que eran maliciosos y muy inteligentes pero que en ocasiones se dejaban llevar por la pereza y la falta de fe. No obstante, es importante mencionar que los sectores populares y subalternos jugaron un papel fundamental en las luchas independentistas así no sean visibles en la historia y que su papel fundamental en la sociedad no sólo tuvo lugar en el pasado sino que actualmente nuestra sociedad se construye con sus aportes y participación. Nuestro siglo XIX se caracteriza por un gran cambio cultural, por luchas encaminadas a conseguir la Independencia y una estabilidad política y sobre todo, por ideales que pretenden alcanzar el progreso consolidando de esta manera el naciente Estado–nación. Sin embargo, es pertinente mencionar que dichas propuestas independentistas, culturales y progresistas conllevan a la consolidación de identidades acorde al proyecto civilizador estipulado. En esta medida, a lo largo de este escrito proponemos exponer que la creación de identidades en el período decimonónico de nuestro país conlleva a la construcción de alteridades y subalternidades que invisibilizan en ocasiones a la mujer como agente activo en la construcción de la historia. Creemos también que en este momento donde el bicentenario de la Independencia es abordado desde distintas disciplinas y ejes temáticos se hace necesario resaltar y re (de) construir el papel de la mujer en la historia colombiana, haciendo énfasis no sólo grandes personajes ilustres del género femenino sino también de mujeres del común que contribuyeron con sus historias de vida a enriquecer la historia

 

nacional, que por cierto, está inmersa en dinámicas inclusión/exclusión que esbozaremos también en el presente escrito. El objeto del presente trabajo no es el de buscar o relatar la verdadera historia, o la de visibilizar al subalterno, sino evidenciar la invisibilización en la historiografía y aventurarnos a dar una posible explicación de la ausencia de las mujeres, los indios y los negros en la historia independentista, desde las teorías postcoloniales y los estudios subalternos. Por último, es necesario mencionar unos elementos teóricos que permitirán comprender de una forma más satisfactoria: colonialidad y eurocentrismo. El primero, entendido cómo lo plantea Aníbal Quijano: un elemento distinto pero vinculado al colonialismo, pero, la colonialidad como categoría dista del colonialismo, dado que ésta es más duradera y profunda que la otra categoría enunciada. Se desplegó en múltiples ámbitos, es decir planos, materiales y subjetivos, en lo cotidiano y en toda la existencia social. Es una nueva estructura de poder que no sólo configura múltiples identidades históricas, sino también identidades geoculturales: América, África, Occidente, Oriente, Europa, etc. La colonialidad es una estructura de poder cuyos componentes se ubican dentro de una larga amplitud temporal y, parafraseando a Quijano, está articulada con elementos históricos heterogéneos, con espacios y tiempos específicos pero distintos entre sí. Podemos entender la colonialidad como estrategia y estructura política e ideológica de dominación y control de donde se desprenden diversas relaciones de explotación y relaciones de trabajo, y por otro lado, como la construcción de múltiples identidades históricas como “indias”, “mestizas”, “negras”, “blancas”. La nueva estructura de poder se sustenta, en parte, en las diferencias existentes entre conquistadores y conquistados, pues ésta sería la base de las nuevas identidades históricas, a partir de la construcción mental de la idea de raza. Con esta nueva categoría se pretendía dar explicación a las nuevas poblaciones de América y su carácter humano, llegando a la conclusión de que las nuevas poblaciones sí eran humanas, pero con una estructura biológica distinta, que las ubicaban en un nivel inferior. Así estas construcciones mentales configuran diversas relaciones sociales y culturales a partir de distintas jerarquías de valores, actitudes y prácticas. Es importante mencionar que las diferencias, no se dirigen únicamente al color de la piel y demás aspectos físicos. La idea de raza incluye las diferencias que se convierten en jerarquías de desarrollo en distintos estadios, que van de lo bárbaro a lo civilizado. En suma, Quijano expone que la diferencia entre conquistadores y conquistados conllevaría a la creación de un término de raza, ubicando a los segundos en una inferioridad natural respecto a los primeros. El eurocentrismo es una actitud colonial hacia el conocimiento en el que la validación y legitimación de éste proviene de responder a las reglas del conocimiento que pretende ser universal y objetivo. Como sistema de dominio del conocimiento se centra en la razón como discurso legitimador. Es un mecanismo que ha alterado las formas de concebir, explicar y conocer el mundo. Esta actitud colonial hacia el conocimiento subalterniza y subordina las formas propias y otras múltiples experiencias de conocimiento. El

 

eurocentrismo se caracteriza por concebir como conocimiento únicamente lo que responde a los parámetros, a las metodologías y a la forma de explicar el mundo centrado en Occidente, más exactamente en Europa. Así, todo pensamiento que esté por fuera de esta estructura es visto como dogma o mito. PERIODIZACIÓN, CARACTERIZACIÓN O CLASIFICACIÓN DE LOS DIFERENTES RELATOS SOBRE LA INDEPENDENCIA Los relatos sobre la Independencia en la historiografía sobre Colombia sonnumerosos y han ocupado una agenda principal en los trabajos de quienes hacen historiografía, como filósofos, historiadores, literatos. Junto con el período de la Regeneración, el período de la Independencia ha sido tenido en cuenta al hablar de la construcción de la nación en Colombia y se asume como la fecha de nacimiento del Estado colombiano luego de la independencia de España, por lo menos en términos administrativos y estatales. La mayoría de relatos sobre la Independencia coinciden con que la delimitación temporal de ésta se circunscribe a los años 1810-1820, algunos pueden hablar de la rebelión de los comuneros a finales de siglo XVIII, pero no para referirse a este proceso como directamente independentista sino como un mero antecedente, al igual que el movimiento Túpac Amaru en el Perú. Sobre estos dos episodios es bien importante plantear la pregunta por la forma en la que la historiografía los representa y las razones que podemos leer entre líneas para que no se hayan incluído como integrantes de la lucha por la independencia. Pues la discriminación que hace un autor respecto a los hechos que integran un período histórico hace también parte del discurso que transversaliza su visión histórica específica. Si bien actualmente hay estudios con base en fuentes primarias de las historias de estos sujetos no relacionados en la historiografía tradicional, aún existe un discurso hegemónico en la Academia histórica, y en consecuencia, los textos de enseñanza de educación básica en su mayoría continúan repitiendo la historia de los próceres de la Independencia e invisibilizando a este grupo de sujetos que, de aquí en adelante, denominaremos como subalternos. Para realizar este análisis es preciso revisar la historia de la historia de la Independencia, manuales de historia del siglo XX, compendios del siglo XX y relatos historiográficos sobre el suceso de la Independencia de ambos siglos. Durante este tiempo de escritura de la historia de la Independencia hemos podido establecer algunos períodos, en un intento por definir tendencias historiográficas. Queremos proponer las siguientes etapas: Historia de los próceres contada por próceres Invención y reproducción de héroes de la Independencia (1824-1950) Este período es posible comprenderlo como la instauración de una forma de elaborar la historia sobre la Independencia centrada en los grandes héroes, el acontecimiento y la narración consecutiva y cronológicamente ordenada; tiene la característica de elaborar

 

personajes que representarían a ese tipo de nación que se pretendía formar posterior a la Independencia. Podemos empezar a situar este tipo de elaboración historiográfica con la obra fundacional de José Manuel Restrepo, y decimos fundacional porque este autor elaboraría e instituiría unos cánones y reglas sobre cómo nombrar tanto a las élites que participaron en la Independencia como a los sectores que fueron objeto de la conciencia política e ideológica de la élite independentista. Antes, es necesario situar a este autor. Según Sergio Mejía, Restrepo fue uno de los civiles con mayor influencia y poder durante el período independentista, sería una figura representativa de los civiles criollos que desempeñaban posiciones de liderazgo. Restrepo (2009) escribe la Historia de la revolución de la República de Colombia en la América Meridional. Una primera versión publicada en 1827 y una segunda, ampliada, en 1857. La primera, sería elaborada al calor de los mismos hechos, poniendo explícitamente los referentes políticos, personales e históricos de Restrepo; la segunda, tendría una distancia temporal, y siguiendo a Sergio Mejía, ejercería un llamado a recordar el pasado, buscando salvaguardar la memoria patria, más que promover la acción política. En este caso el paradigma es José Manuel Restrepo que, como lo relata Colmenares, mientras sucedían los hechos de la Independencia iba acumulando un archivo de elementos que seleccionaba, como crónicas de viajes ycartas militares, además de ir escribiendo memorias que implicaban asumir su posición específica. En este sentido, es posible decir que el mismo Restrepo fue un prócer de la historia, en tanto que ocupó cargos en el Gobierno y como ilustre ciudadano aportaba conocimiento a la causa revolucionaria. En la Colección de Historiadores de América, el historiador José Manuel Marroquín dice sobre Restrepo que tenía “el cúmulo de conocimientos necesarios para constituir una nación nueva y para darle leyes, administración, impulso y cultura en el instante mismo de su nacimiento” (Marroquín, 1984, p. 5), es como si la historia estuviese bebiendo de los mismos sujetos que la hicieron, sin intermediarios. Durante este período es posible visibilizar la tendencia de los historiadores latinoamericanos de seguir el ejemplo de la historiografía europea. Al respecto, Colmenares toma los casos de la historiografía chilena, las tendencias que se tratan de copiar y los resultados homogenizantes y excluyentes de los métodos para hacer historia. José Manuel Restrepo es un autor que mantiene contacto constante con Humboltd y con la Ilustración europea, de la cual es hijo y representante en Latinoamérica Restrepo poseía un capital cultural significativo que le permitió ocupar importantes posiciones durante el imperio español y así tener acceso a las ideas de afuera. En este sentido, Germán Colmenares señala que la posición de clase y su capital cultural le permitiron elaborar una historia de la Independencia dentro de un régimen de autoridad que le otorgaba su posición de ilustrado y así mismo le daba la posibilidad de ubicarse en un punto cero de observación (Castro-Gómez, 2005), es decir, que podía elaborar una historia sobre la Independencia con una pretendida imparcialidad, queriendo alejarse de cualquier posición. Su historia, como lo menciona Colmenares, es una proyección de los hechos, que

 

permitirían a los padres de la patria, a la élite blanca, masculina, elaborar una determinada historia sobre la Independencia con sus propios héroes y mitos. Su narrativa histórica era reflejo de una adhesión de su posición personal en la defensa de los intereses de un grupo, de la búsqueda de un Estado fuerte y de un sistema social que difícilmente diera cabida a otros sectores sociales que pudieran emerger; es posible afirmar que su narración histórica era funcional para determinado sector, determinadas prácticas y relaciones de poder que se buscaban reproducir en la joven república. Podemos empezar a preguntarnos cómo fueron nombrados y representados los negros e indios por la narrativa de José Manuel Restrepo. Es evidente que Restrepo está permeado por las discusiones científicas sobre las razas que tenían lugar tanto en Europa como en las nacientes repúblicas, que devienen en un discurso sobre las castas y los atributos naturalizados relacionados con estos grupos:

El indio reducido era abyecto, ignorante, en sumo grande, estúpido y esclavo de los curas y corregidores que se aprovecharon del fruto de su trabajo y de su industria. Al esclavo africano y su prole se les trataba mejor que en otras naciones, pero tenía la ignorancia y los vicios que trae consigo la esclavitud. El mulato libre estaba dotado de viveza penetración, atrevimiento y aptitud para las artes y ciencias, lo mismo que para cualquier otro destino (Restrepo, 2009, p. 32).

Los criollos eran sujetos de cambio político a partir de sus propias cualidades de herencia blanca y de sus implicaciones y atributos culturales, estos eran condiciones de acción y atributos a partir de su posición de élite y de clasificación socioracial. “Así las cualidades de los criollos blancos y pardos bajo un buen gobierno en que no reinaran la Inquisición y el despotismo, como en el sistema colonial, podían formar un pueblo nuevo en poco tiempo, y producir grandes hombres en todas las ramas” (p. 32). Es posible interpretar, a través de sus afirmaciones, que los negros para Restrepo eran violentos, causantes de conflictos, y peligrosos para la estructura social que se estaba intentando construir. Así fueron representados como agentes de inestabilidad para las élites y su sistema social y político, donde la forma de salvar a la naciente república de los agentes de inestabilidad era a través de la inmigración extranjera. Como lo ejemplifica la siguiente cita:

En Venezuela se han descubierto ya dos conspiraciones para comenzar una guerra de exterminio contra los blancos […] En la provincia de Cartagena se han notado en estos días semillas de desunión con los pardos […] Si pronto no tenemos una fuerte inmigración extranjera, la república corre mucho riesgo de una guerra intestina con los negros y mulatos (Colmenares, 1986, p. 27).

Como se puede ver, la obra de Restrepo permitió elaborar una identidad nacional particular para la ciudadanía de la naciente república y, siguiendo a Sergio Mejía, la producción historiográfica no fue neutral, lo que se hace evidente como ejercicio y acto político dentro

 

de un grupo del que Restrepo no sólo hacía parte sino que buscaba legitimar, con una clara intención de influir sobre su presente en el proyecto de construir una identidad y una estabilidad política e institucional. Es posible ver a Restrepo como el que elaboraría un mito fundacional sobre la historia independentista dentro de lo que más adelante denominaremos discurso patriota, donde una de sus contribuciones más importantes es la de elaborar una narración heroica de la liberación, una glorificación de los ejércitos y sobre todo, un estandarte político y moral que se presenta como modelo a seguir por las instituciones republicanas y del proyecto civilizador. La importancia del estudio de la historia era algo que tenían claro quienes hacían historia y tenían la obligación de transmitir los relatos de lo sucedido a las generaciones futuras. Muchos autores eran conscientes de dicha transcendencia , motivo por el cual al inicio de sus obras hablaban sobre el papel de la historia como constructora del futuro. En Colombia se publican algunos compendios de historia sobre la Independencia, entre ellos podemos ver el que se publica en la revista El maestro de Escuela, por la Escuela Normal de Instrucción Pública de Cundinamarca. Durante el año 1880, a partir del 12 de octubre, se empezó a expedir por partes el Compendio de la Historia de la Revolución en Colombia para el uso de las escuelas oficiales, por Constancio Franco. Este compendio reitera muchas de las ideas que tenía don José Manuel Restrepo sobre el proceso de independencia, por ejemplo, que quienes promueven la Revolución en Colombia son los hombres ilustrados del interior, desde los ayuntamientos; se refiere a las masas como acostumbradas a respetar el poder de España; exalta la importancia de los documentos como actas, declaraciones, constituciones y leyes1. La diferencia entre este prócer y los sujetos que no se encuentran en su relato, es que a ellos la historia no los deja hablar sino a través de intermediarios. Según Ana María Ospina (2009, p.213), la figura del escribano en la investigación sobre la historia de los sujetos subalternos, debe ser tenida muy presente, pues se trata de quien traduce y escribe lo que entiende de lo que quiso decir quien acudió en su momento ante la administración. Éste también es un problema para que la actual historiografía pueda llegar a plantear un relato en el que los sujetos subalternos puedan hablar: el problema de la fuente. Segunda generación de patriotismo Luego de que José Manuel Restrepo escribiera la segunda edición de la Historia de la Revolución (2009) y de que José Manuel Groot publicara la Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada, empiezan a surgir los primeros textos de quienes no estaban presentes en el momento mismo de la Independencia, sino que fueron hijos de la misma. Éste es el caso de Josefa Acevedo de Gómez, hija del tribuno del pueblo José Acevedo y Gómez, que

                                                                                                                         1 Este aspecto es muy importante y reiterativo en la historiografía —no sólo de la Independencia—, pero para el caso es bien relevante, pues la importancia de los documentos escritos para hacer la historia va a constituirse también en un factor para dejar por fuera de los procesos a quienes no hacen parte de la élite Ilustrada que escribe y deja la memoria de sus actos políticos en la materialidad del papel, al mejor estilo de un título valor.

 

publica una serie de textos sobre la biografía de su padre y otros personajes; hace hablar de segunda mano a quienes fueron los héroes de la revolución en Colombia. Además de ella, podemos encontrar los casos de José María Samper y Soledad Acosta de Samper, esta última, hija del historiador y prócer Joaquín Acosta y Pérez de Guzmán, quien alcanza a vivir para la celebración del centenario de la Independencia para el que dedica una especial colección de escritos historiográficos que publica en su Biblioteca Histórica, Época de la Independencia. Un primer tema fundamental de este texto es la importancia de la ilustración de los personajes a los que se refiere,, todos son generales ilustres, los temas que destaca de cada prócer tienen que ver con su educación en Europa o el tamaño de su biblioteca. Es claro que para ella la revolución se dio desde las letras, y el papel para las masas o el pueblo es mínimo. Encontramos un claro ejemplo cuando habla del general Miranda, recién llegado de Europa a Venezuela:

Muy en breve se persuadiría de que esa Venezuela que abandonó hacía más de 30 años, no era por cierto la que él idealizaba en sus sueños de libertad, esa plebe - en su mayor parte de raza africana, enseñada a la servidumbre- y esa clase media, ignorante y sin idea ninguna de Independencia, pensó él que no podría jamás, o al menos por mucho tiempo admitir las ventajas de una República como él la comprendía (Acosta, 1909, p. 35)1.

La superioridad intelectual y ética atribuida a los próceres de la independencia y de la cual son herederos ella (Acosta) y su esposo —pues hacen parte de la élite intelectual del momento—, les permite asumir el rol de jueces de las acciones de quienes ejecutaron los actos de la Independencia, se trata de seguir entonces deificando y reiterando la existencia de los héroes ya definidos por la primera historiografía de la Independencia, a la vez que se hace una evaluación de la Independencia y se trata de incluir a otros sujetos. En el caso específico de Soledad Acosta hay un texto sobre el 20 de julio de 1810 en el que dedica un capítulo del libro al papel de la mujer en las luchas de la Independencia pero no como sujetos emancipadores, sino con un papel relegado, como mártires, este concepto lo desarrollaremos más adelante, por ahora, escuchemos la voz de la autora: “[…] las mujeres de aquellos tiempos aceptaban sus suerte con abnegación y dignidad; empapadas en verdaderos sentimientos generosos, no solamente eran valientes y varoniles, sino que sabían infundir su fortaleza de ánimo” (1909, p. 45)  . En esta historiografía de Soledad Acosta de Samper es posible ver que a los indios y los negros se les da un papel negativo, el mecanismo de inclusión en la historia es definirlos como sujetos contradictores de los ideales revolucionarios racionales, o hacerlos parecer incivilizados, pintorescos, ridículos. En este pasaje es posible verlo claramente: “Los indios, dominados por las supersticiones se arrodillaban delante del General, y abrazándole las piernas le suplicaban que no intentara arrojarse al agua porque todos se ahogarían” (p. 73.).                                                                                                                          1 Nota del editor: Referencia incompleta en el original y en proceso de verificación por los autores.

 

Cuando se refiere a Túpac Amaru en Perú dice que fue posible intentar hacer una revolución porque él tiene más sangre blanca que india, la idea de blanquización de la sangre es predominante, además arguye el fracaso del movimiento a que conserva malas costumbres indígenas, como la impulsividad y la malicia. Este período de la historia de la Independencia desarrollado por los hijos de la revolución es la de reafirmación de los héroes en el imaginario,aunque esta vez asumiendo una posición racional sobre los problemas que representan. Por otra parte, el énfasis no está en establecer una serie de datos y detalles sobre cada suceso de la Independencia, sino en la inclusión de comentarios y afirmaciones que juzgan los hechos desde una perspectiva liberal. Historiografía estructural Luego del período de historiografía de los próceres, la historia empieza a tener otras preocupaciones, empieza, a través del contacto con otras ciencias como la sociología y la economía, a darle un vistazo a las estructuras que en cada período de tiempo se caracterizan por determinadas circunstancias. Comienzan a producirse estudios históricos que se pueden diferenciar de los anteriores por las recurrentes alusiones a cifras y estadísticas. Dentro de esta corriente podemos encontrar a Salomón Kalmanovitz (2008) o a historiadores como John Lynch (1985), para quienes en el desarrollo del relato histórico es primordial establecer las características económicas y sociales de los procesos, lo cual tendrá implicaciones políticas y que darán lugar a delimitar los períodos históricos. En el texto sobre las revoluciones en América Latina de John Lynch, los discursos políticos en este tipo de historias son reflejo de ciertas condiciones económicas, la relación que se establece entre las discriminaciones raciales y las necesidades económicas de la sociedad neogranadina se puede ver claramente en la siguiente cita:

Los indios sospechaban con razón de la política republicana, los esclavos tenían poco de que alegrarse. La economía colombiana no dependía de la esclavitud como la de Venezuela. Es cierto que la industria minera utilizaba esclavos y encontraba dificultades para atraer mano de obra libre […] la esclavitud estaba ya en declive en el siglo XVIII, tanto numérica como institucionalmente. La guerra dio más oportunidades para escapar de ella, para la conscripción (1985, p. 294).

En este momento de la historia de la historia de la Independencia se da por sentado que el origen de la nación colombiana se encuentra en el siglo XIX, asunto que ocupa a la historiografía y como respuesta surge el hecho de que la formación de la nación se da a partir de la búsqueda de la unificación. Por ello la historia del siglo XIX es la historia del caos y al final la regeneración, como si sólo este suceso, nacido de la cabeza de algún genio, fuera el inicio del Estado-nación colombiano. En esa búsqueda por los orígenes de la unificación nacional, también hay una búsqueda por los sectores de la población que no han

 

sido llamados a la historia. Si bien existe la preocupación por los negros y los indígenas, reflejados en cifras, estadísticas y en los discursos de los líderes de la Independencia, el acercamiento es más bien en el sentido de un objeto de estudio, como un acercamiento a un fenómeno económico y no un intento por descubrir o permitir que el subalterno pueda hablar2. La tendencia científica o estadística de este tipo de historia cae en dos errores o contradicciones que le impiden plantearse como historia objetiva. Primero, su deseo de descubrir a través de la estadística o de los indicios institucionales y económicos los hechos sociales se torna difícil, siendo que las estructuras sociales no son completamente planas y lineales, sino que son un entramado de relaciones de poder y resistencias3 que hacen que las estructuras no dependan de las otras y que no se puedan predeterminar las consecuencias sociales a partir de las estructuras institucionales. Es claro que este tipo de historiografía no tiene en cuenta los ámbitos privados y cotidianos, a pesar de que estos tienen una influencia bien importante en los tejidos sociales. Segundo, esta historiografía vuelve a proponer como principales gestores de la historia de la Independencia a quienes la primera historiografía determinó como próceres. Si se trata de visibilizar la historia desde la estructura económica e institucional, el criterio subjetivo de quien lucha por la independencia desvía la pretendida objetividad y aporta a la continuidad del discurso elitista criollo. Uno de los textos que realizó apertura en la historiografía fue el de Indalecio Liévano Aguirre Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia ubicado dentro de lo que se ha llamado revisionismo histórico, que pretendía hacer un revisionismo ideológico dentro liberalismo. Es pertinente mencionar su interpretación sobre la Independencia pues es posible verla a partir de una propuesta relacional en el sentido en que la élite no encarna un papel central, sino que actúa como agente que entra en relación con otros sectores, es decir, con los denominados por el mismo autor como los sectores populares. Para Liévano Aguirre este amplio grupo haría posible la Independencia pues recogía los deseos y la inconformidad de los esclavos: negros e indios y porque la figura y el papel de Bolívar es recurrente y central como agente aglutinador del inconformismo. Es posible plantear la apertura que realiza este autor en su interpretación independentista, pues la propone como el resultado de un proceso relacional donde los sectores populares son representados con gran importancia, así como en el caso de líderes como Petion. No obstante, su apertura no llega a resaltar el papel de las mujeres y de los indios. Nueva historia Dentro de este grupo podemos enmarcar la tendencia que se entiende como la nueva historia y otros escritos que no hacen parte de la historia estructural. No es la historia                                                                                                                          2 El sujeto subalterno según Spivak es silenciado por la historia. En este caso, como hemos visto, a los negros, los indígenas y las mujeres la historia no los deja hablar más que por intermediarios, así el intento de la historiografía estructural de visibilizarlos en la historia no es más que un mero reconocimiento de que existían, de que podían ser contados y estandarizados, y que a partir de esa estadística su papel en la historia podía ser revelado. 3 Sobre esta crítica al estructuralismo son fundamentales los aportes de Michael Foucault.

 

basada únicamente en las ideas de quienes hicieron la independencia o la que determina los sucesos sociales a partir de la estructura económica; hay un planteamiento crítico sobre las fuentes y el papel de la historia. En este sentido podríamos mencionar a autores como Germán Colmenares y Alfonso Múnera, que plantean formas diferentes de ver la historia y que buscan rescatar las voces de los personajes, lugares y hechos que no han contado su historia. Antes es necesario señalar que para mediados del siglo XX se sigue escribiendo una historia ceremonial de la Independencia; ya para finales de la década de los sesenta se rompe esta propuesta, pues no se interpreta como una verdadera revolución, y la historiografía se centra en la época colonial y en los siglos XIX y XX. De esta forma, a partir de la década de los ochenta en Colombia comenzarán a irrumpir otras propuestas interpretativas y teóricas que redefinen la historiografía sobre la Independencia. Es necesario ver hasta qué punto llega esta nueva corriente historiográfíca en relación al proceso de la Independencia y las representaciones elaboradas sobre las mujeres, negros e indígenas. Uno de los historiadores que se ha ocupado de la Independencia durante las últimas décadas del siglo XX ha sido Javier Ocampo López. Este autor realizó una producción historiográfica enmarcada dentro de lo que se ha denominado nueva historia social y cultural. Vamos a hacer referencia a dos obras importantes de este autor, su artículo “El proceso político, militar y social de la independencia”, en la Nueva Historia de Colombia, y su texto El proceso ideológico de la emancipación (1980), publicado en 1982. El primer texto es una artículo publicado en la Nueva Historia de Colombia, en el año de 1990. Aquí Ocampo López parte de la importancia que han tomado en los estudios históricos sobre la Independencia los grupos indígenas, negros y mestizos (las mujeres no son mencionadas) y su participación popular en las tensiones y agitaciones sociales en la segunda mitad del siglo XVIII. Realiza una retrospectiva de los movimientos populares hacia el movimiento de los comuneros. Es pertinente mencionar que son interpretados como respuesta a una fuerte problemática económica y social, de alcances principalmente regionales, como movimientos campesinos con fines de suprimir algunos impuestos y mejoramiento de aspectos materiales concretos. Como antecedente de la revolución, Ocampo señala la importancia de la participación popular, donde la mitad era indígena. Más adelante, este autor pone de manifiesto la problemática de la participación de los sectores populares en la Independencia, siendo consciente que en gran parte de Hispanoamérica la independencia es restringida a las élites criollas. Se menciona la importancia de masas populares como mestizos, negros y mulatos en la ciudad de Cartagena para que ésta culminara la independencia absoluta. Así como una parte de los sectores populares presentaron resistencia cuando los criollos llegaron al poder, dado que algunos grupos de indígenas asumieron con desconfianza este desplazamiento de poder. Así, Ocampo López sugiere que es necesario pensar la intervención de estos sectores no de colonia o república, sino de gobiernos del rey de España o de los criollos, y tener en cuenta que la gran mayoría de indígenas asumieron la defensa de la monárquico.

 

En su texto publicado seis años después, El proceso ideológico de la emancipación, hace explícita esta dificultad, privilegiando a los sectores de la élite en su investigación:

Escogemos para este estudio las ideas expresadas por los precursores, ideológicos y realizadores de la independencia de Colombia, respecto la metrópoli española. Se trata de los criollos Antonio Nariño, Pedro Fermín de Vargas, Camilo Torres, Francisco José de Caldas, José Félix de Restrepo, Simón Bolívar, Frutos Joaquín Gutiérrez, Joaquín Camacho,otros quienes expresarían sus ideas de independencia, origen y razón de ser, formas ideales de gobiernos […] Las ideas que embarcaron la actividad de estos hombres, fueron las de planear, organizar las resistencia al gobierno español y triunfar (Ocampo, 1982, pp. 11-12).

Esss necesario resaltar que no se menciona el papel de las mujeres como grupo social activo, ni siquiera dentro de las élites criollas blancas. Según el autor, los hombres de los que habla no sólo pertenecen a la élite, sino que están dentro de los sectores excluidos de las castas, de los sectores racializados y hacen parte del capital cultural. Más adelante, en el capítulo titulado “El criollo lucha por la independencia”, es notorio el protagonismo de este sector y cómo se ocultan otros grupos sociales. Se señala que la independencia de Hispanoamérica no podría dejar de ser contada sin la participación del grupo social de los criollos, es decir, el criollo como elemento totalizador y determinante de la historia sobre la Independencia: “Son ellos, los criollos que planearon y realizaron la emancipación del Nuevo Reino de Granada, constituyeron el cuerpo social que con la ideología demoliberal hicieron la revolución política” (p. 81). Esto nos permite ver los alcances y limitaciones de la nueva historia social y cultural, con el fin de problematizar el acercamiento a las fuentes, y reconocer que la historia habla únicamente de aquellos grupos que la escribieron. A partir de esto aparecen trasformaciones y cambios en la enunciación, aunque su esencia perduraría a pesar de la aparición de nuevas perspectivas teóricas y metodológicas. Así se pone en evidencia el poder y la resonancia de las cadenas de enunciación historiográficas que emergen desde los textos de José Manuel Restrepo y que se expresan, tal vez de forma matizada pero vigente, hasta la década de los ochenta del siglo pasado. Es importante mencionar el texto de David Bushnell (1996), Colombia una nación a pesar de sí misma. De los tiempos precolombinos a nuestros días, pues intenta realizar una interpretación histórica desde los tiempos precolombinos hasta casi finales del siglo XX. Cuando analiza la época de la Independencia nos permite ver la continuidad del discurso patriota pues en su interpretación y narración del proceso independentista se menciona constantemente el papel del hombre blanco, aunque sólo del hombre blanco ilustrado. Así, el nombre de Antonio Nariño es fundamental, pues reitera su saber ilustrado, es decir, la importancia de mencionar una biblioteca que contuviera todo un saber europeo y norteamericano que le otorgara legitimidad a su actuación en procesos de emancipación e independencia. Por supuesto, no se menciona a ninguna mujer, indio o negro. Tal vez, el

 

autor no los incluye por no extenderse en su argumentación y ni el desarrollo de la obra, pero la ausencia de estos sujetos en esta obra histórica de la última década del siglo XX, sí genera preocupación. Así mismo, la obra de Hans-Joachim Köning (1994), En el camino hacia la nación. Nacionalismo en el proceso de formación del Estado y de la Nación de la Nueva Granada es un texto que aparece en 1996 y busca analizar la formación de una identidad nacional, del incipiente sentimiento de nacionalismo, sentimiento arraigado en las élites criollas e ilustradas. Es posible afirmar que parte de la tesis central de Köning consiste en que el sentimiento de nacionalismo sólo es perceptible en las élites criollas ilustradas, donde los intereses y el desarrollo de una conciencia madura criolla no coincidirán con la de los españoles. Los textos mencionados anteriormente tienen en común la recurrencia del discurso patriota en la explicación de la formación de un sentimiento de nacionalista pues las figuras masculinas son únicas y donde la ausencia de mujeres y mucho menos de indios o negros es asuente. Donde esta élite poseedora y que irradia hacia los demás sectores este sentimiento de una identidad nacional, o de un sentimiento diferencial de los españoles es legitimado tanto por ser hombres, masculinos, de élite y sobre todo ilustrados pues este elemento no solamente le otorgara herencia si no legitimidad, donde el saber europeo, de las posibilidades de emancipación que este otorga, de su importancia en la explicación histórica nos mantiene en las garantías tanto del progreso como de un patriotismo donde el sujeto no masculino, blanco e ilustrado no es posible encontrarlo. Podemos decir que la historiografía mencionada ha aportado nuevas preguntas y respuestas sobre el proceso independentista, pero así mismo podemos seguir viendo que las cadenas de enunciación historiográfica están presentes y posibilitan las formas de representar estos sectores; si bien existen propuestas concretas de rupturas, aún persiste la forma de nombrar y es constante la ausencia y el silencio en torno a estos grupos de la sociedad.

 

ESTABLECIMIENTO DE PATRONES COMUNES Y CATEGORÍAS TRANSVERSALES A LOS RELATOS DE LA INDEPENDENCIA Ideología o discurso patriota Posterior a la independencia emergen toda una serie de producciones literarias y escritos que tratan este proceso, enmarcados en la búsqueda de producir una identidad que le diera cohesión a la nueva realidad como república. Estos textos son más discursivos que ideológicos, es decir, son una serie de documentos narrativos en los que se hace la presentación del patriota inscrito en un discurso totalizador.La figura del patriota nunca pertenecía a algún sector popular, ni tampoco podía ser del género femenino, sin embargo, era un sujeto universalmente enunciado a partir de ese locus denominado historia, con sus pretensiones de objetividad, de narración ordenada y que sigue una secuencia cronológica. El discurso patriota es una manifestación de las luchas de poder entre los sectores sociales que existían desde la colonia y que continuarían cambiando aún posteriormente. Dicho discurso se veía como un signo de poder de la élite que produciría los primeros escritos sobre la independencia, que se constituirían como la autoridad puesto que determinaría los cánones, las formas y las tradiciones sobre cómo y a quien nombrar en la narración independentista. Es necesario mencionar dos elementos de este discurso. El primero, es que como discurso que tiene la facultad de construir verdades, realidades, dogmas, sujetos y grupos sociales, tiene la facultad de reflejar y a la vez moldear o modificar las relaciones de poder. Puede decirse que dicho discurso emerge en la década de los treinta del siglo XIX con los escritos de José Manuel Restrepo hasta finales del siglo XIX; surge en una élite ilustrada, blanca, masculina y se despliega en distintos espacios incluyendo la escuela. Un segundo elemento es su funcionalidad, la de buscar y elaborar héroes que permitieran reproducir las relaciones de invisibilización y nombrar tanto a los negros, indígenas y mujeres como grupos por fuera del proceso independentista o como objetos de la conciencia y capacidades políticas e ideológicas que poseía la élite. Cadenas de enunciación Esta categoría está directamente relacionada con la anterior, pues el discurso patriota elaborado desde la década de los treinta del siglo XIX se reproduciría desde espacios académicos e intelectuales, hasta lugares micro como las escuelas, a través de los manuales de historia. Así los manuales decimonónicos aún se hacen presentes los textos escolares del siglo XX . Son múltiples las cadenas de poder y de enunciación que existen en la historiografía y la concepción de la historia y además, se convertirían, como lo plantea Germán Colmenares, en verdaderas cárceles historiográficas que imposibilitarían salir de las formas fijas de la historiografía independentista. Las cadenas de enunciación se reproducirán a partir de la autoridad de quien las enuncia y elabora. Este elemento propio de las cadenas de enunciación historiográfica estará presente desde las producciones historiográficas de José Manuel Restrepo hasta la década de los setenta del siglo XX.

 

La plebe realista En los textos de Soledad Acosta de Samper hay alusiones muy interesantes a la situación de las clases populares, de los negros sobretodo. Al encargarse de la historia de Miranda alude a la realidad de la plebe y hace referencia al poco apoyo que recibió en Venezuela por parte del populacho. En la idea de revolución y de Independencia, presente en los escritos de José María Samper es posible ver que el liberalismo radical abogaba por una democracia de élite, de quienes valoraban el ideal republicano y democrático. En la historia de las guerras de independencia el lugar de los pardos o mulatos fue el de los militares que traicionan a Bolívar, como se puede ver en la historiografía de José Manuel Restrepo, de Soledad Acosta, de John Lynch y aún en los textos escolares, como si se tratará de enemigos internos de la Revolución, como si fueran antihéroes aun cuando muchas fuentes primarias han revelado que se trataba de malos entendidos o rencillas raciales. Un relato diferente de estos personajes se puede ver en el texto de Juan Zapata Olivella (1986) titulado Piar, Petion y Padilla, tres mulatos de la Revolución, publicado en 1986. En este texto el autor hace una defensa de la historia de estos tres personajes como héroes de la Independencia que fueron víctimas de la necesidad de la élite de mantener unos márgenes establecidos sobre la condición social dictada desde la raza. La defensa de esos personajes se hace desde un patriotismo semejante al que habían hecho los historiadores tradicionales de los próceres de la independencia:

Resulta curioso e incomprensible que hombres untados de negritud, sucumbieran devastados por las infamias y los egoísmos. Fueron superiores a su tiempo y víctimas irremediables de envidias ajenas […] se hace necesario devolverles el pleno dominio de la gloria y el resplandor mágico de sus hazañas (Zapata Olivela, 1986, p. 36).  

En el texto se hace regencia constante al hecho de que estos tres personajes siempre hayan buscado educarse en Europa, los tres son, de cierto modo, producto del mestizaje. Piar era de ojos azules, elemento que es muy importante en el libro. Aunque el libro trata de rescatar el papel político de los negros en la Independencia lo hace desde la misma lógica eurocéntrica y proselitista con que lo hizo la historia de la Independencia en un principio. El texto de John Lynch trata el tema de los pardos en las luchas por la Independencia. Resalta que la utilización de pardos en los ejércitos libertadores era muy común y que se había convertido en una necesidad para mantener el sistema esclavista y la división social de razas, además de permitir que los desórdenes sociales no se gestaran en el interior de la naciente república. Al respecto, Lynch cita a Bolívar:

¿Qué medio más adecuado ni más legítimo para obtener la libertad que pelear por ella? ¿Será justo que mueran solamente hombres libres por emancipar a los esclavos? […] Hemos visto en Venezuela morir la población libre y quedar la cautiva, no sé si esto es política, pero sé que si en Cundinamarca no empleamos a los esclavos ocurrirá otro tanto (1985, p. 285).

 

Este intento de Lynch de dar cuenta de la población negra en la Nueva Granada, muestra que se le dio un papel específico a los esclavos y que en determinados momentos, cuando se presentaban problemas sociales era menester eliminarlos y contarle a la historia que fueron traidores. Por eso, es necesario buscar nuevas formas de hacer historia y dar lugar a que estos personajes puedan hablar, pues seguimos hablando en vez de ellos.

 

LOS INDIOS, NEGROS Y MUJERES EN LA HISTORIA DE LA INDEPENDENCIA Mujer en la Independencia Como se mencionó, dos ideales que atravesaron el siglo XIX y que a su vez se contenían el uno al otro eran las propuestas de progreso y civilización, indispensables para consolidar un Estado-nación que garantizara estabilidad y bienestar a sus habitantes. Estas dos propuestas eran ideas netamente eurocentristas que querían ser aplicadas y desarrolladas en nuestros territorios por la élite criolla, primordialmente compuesta por hombres. En este sentido, ¿a qué se enfrentaba la mujer con estas nuevas propuestas? Para responder a este interrogante retomaremos el imaginario de mujer decimonónica, sus causas y consecuencias en la historiografía. Así mismo, resaltaremos mujeres que se salen de los cánones establecidos y marcan un hito en la historia nacional, con el fin de re (de) construir el papel de la mujer en la historia de nuestro país. La mujer decimonónica fue concebida, establecida y moldeada a través de la literatura (en auge), de los discursos jurídicos y de la misma Iglesia, que gozaba de gran influencia en este período. Las feminidades y masculinidades decimonónicas (pre y posindependentistas) se sustentaban y reproducían a través un discurso ilustrado, plasmado en novelas, manuales, cartas, enseñanza, leyes y roles que instituciones como la Iglesia, la escuela y el Estado se encargaban de dar a conocer. De esta manera justificaban las relaciones de poder, así como los roles de género que debían asumir para alcanzar el progreso y la civilización europeos. En el primer centenario de la Independencia fue notable el trabajo la Academia Colombiana de Historia, en el que se interrogó acerca del papel de la mujer en este proceso. . El llamado discurso patriota incluye a la mujer, y en este sentido es primordial preguntarse cómo se configura ésta en la historiografía independentista. Una de las más importantes formas de representación de la mujer fue la presentada por José D. Monsalve. Si bien este autor elabora su discurso dentro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, es una muestra de los alcances de la enunciación historiográfica y de las representaciones construidas. Este autor parte del reconocimiento de la influencia de las mujeres en los destinos de una nación, y así mismo plantea: “[…] si los hombres son el gobierno, la razón y la fuerza, ellas son el sentimiento, la belleza, la bondad y el consuelo de los hombres; ellas hacen amor a la gloria y son las que aprecian y coronan la virtud” (Monsalve, 1926, p. 302). Más adelante se pregunta acerca del papel de ésta en la Independencia, y llega a la siguiente conclusión:

Y nosotros debemos pensar que las mujeres como madres, esposas, e hija o hermana es el imán a que tienden las acciones de los hombres; ¿Qué cosa es la patria, socialmente hablando, sino una conglomeración de hogares? Y ¿Qué es un hogar allí donde no se siente el encanto y atractivo de una mujer? La acción de la mujer en todas las esferas de la vida es más humana, se conduce con más sencillez y obedece más a los instintos naturales que la del hombre, precisamente porque si él es la

 

cabeza, ella es el corazón de la humanidad; él calculo y el esfuerzo, ella además de ser adorno y gracia, es también sentimiento, la abnegación y el consuelo (p. 2).

Así se relaciona a la mujer con el espacio del hogar, con lo sentimental, y al hombre con lo público, la razón y el cálculo. Ya veremos la relación de esto con las representaciones y cómo se nombra a las mujeres en la Independencia. Hasta hace poco la historiografía reconoció la falta de importancia que se le dio al tema de la mujer en la Independencia: “Lo que ha sucedido es que aquella misma sencillez y modestia, aquel natural retiro de la vida pública, aquellos deberes que se cumplen en silencio, allá en lo íntimo del hogar, no permiten que los nombres de las heroínas y mujeres mártires, sean todo conocidos y entregados al juicio de la historia” (Díaz, 1968, p. 4). Lamentablemente, se marginó a la mujer de la Independencia y ésta condición se naturalizó. El papel de la mujer en el espacio privado no se muestra así como algo histórico sino como algo inherente al ser femenino. En 1968 apareció en el Boletín de Historia y Antigüedades el texto titulado “Las mujeres en la Independencia” de la autoría de Carlos Arturo Díaz. Este texto homenajea a las mujeres que intervinieron en el movimiento revolucionario entre los años 1816 y 1819: “Aquellas mujeres abnegadas, esposas, madres, hijas y hermanas, de los varones que en campo de batalla y en las batallas ideológicas, lucharon con el decoro y osadía por inculcar en la mente del pueblo las ideologías revolucionarias” (p. 3). Aquí la mujer se muestra activa, pero la legitimidad de sus acciones depende directamente de un hombre y su papel es el de madre o mártir, es decir, aún muy relacionado con el hogar, con lo privado. Sin embargo, las mujeres mencionadas pertenecieron a la élite. Entonces, aquellas del pueblo que cumplieron funciones de varón desaparecieron. Escasamente se presentaron algunas referencias a ellas: “[…] fueron esposas, las amantes, las amigas, las compañeras del soldado y del oficial, siempre activas, siempre diligentes, siempre tiernas, siempre cariñosas, las que endulzaron sus penas […]esas mujeres formaron la cuna, la sacrificada generación que ayudó a fundar esta nacionalidad” (p. 13). Son evidentes las ambivalencias de este reconocimiento y de la necesidad de realizar un homenaje a las mujeres de la Independencia, pues se las nombra, pero a la vez se naturaliza su condición de marginamiento. Su papel dentro de la Independencia está siempre a la sombra de los varones. La mujer en el siglo XIX es un sujeto excluido de la mayoría de asuntos políticos de la época. Y aunque algunas mujeres estaban al tanto de la política y podían dar su opinión, lo hacían en la medida en que estaban ligadas a grandes personajes de la vida pública. La dinámica inclusión/exclusión de la mujer en el siglo XIX se evidencia no sólo en el acceso a la vida política y la vida pública. La mujer y el ideal de mujer que predominaban en el siglo XIX responden a un estereotipo femenino que responde a una lógica de inclusión frente a la nación moderna propuesta. En este sentido, si bien se pretende incluir a la mujer en la formulación de nación, es interesante observar que la mujer se encuentra claramente

 

excluida de sectores decisivos en la construcción y desarrollo de tal nación. El estereotipo de mujer la liga exclusivamente al hogar, a su función de madre y esposa. En pocas palabras, a la mujer se le incluye en el proyecto nacional en tanto que cumple con parámetros foráneos (occidentales) que determinen la conducta y establecen y reproducen relaciones y subalternidades coloniales dentro de la lógica moderna del Estado-nación: inclusión/exclusión. Dentro de la lógica del incipiente Estado-nación, las mujeres tenían un rol de madres, de protectoras y de conservadoras del orden en la sociedad. Para esto debían cumplir con ciertas normas de comportamiento (expuestas en los manuales de urbanidad), deberes con la Iglesia y la familia (dados por la Iglesia) y cierto tipo de enseñanza que las fortalecieran en valores y las prepararan como buenas esposas y madres (labor designada a los colegios). Este tipo de control ejercido por el Estado y las instituciones se puede analizar desde lo que se ha denominado colonialidad del poder, entendiéndola como un elemento constitutivo de la modernidad diferente de los procesos de colonización. La colonialidad del poder se despliega por distintos espacios, influye en todas las áreas sociales y genera relaciones históricas y permanentes; crea nuevas identidades y despoja de las originales. Además imposibilita la producción autónoma de conocimientos, expresiones y demás apropiaciones del mundo y obliga a asumir la propia condición y la identidad como inferiores con respecto al colonizador. La mujer, si bien tiene un papel específico en la sociedad (como protectora), se encuentra subalternizada y subestimada por la élite masculina criolla, pues sus funciones y roles estarían movidos por los sentimientos “más nobles y puros”, pero no por la razón:

La mujer, hecha de ternura i fidelidad como las Gracias alegóricas, reduce el universo al hogar, al esposo, al hijo, al padre, al hermano, al amante que la desvela, a la flor que cultiva, a la tumba que guarda las cenizas de los que le pertenecen, al templo donde eleva su espíritu a Dios […] El hombre tiene también [sic] estas adoraciones pero él no se liga solamente a esos vínculos, sino que va más allá, internándose en un mundo más grande a que se siente ligado por la inteligencia (Franco, 1880, p. 152).

La mujer no ejercía plenamente la ciudadanía aunque cumplía con los requisitos de ciudadano ideal, tales como la capacidad de obedecer a la Iglesia y a la ley, asunto que evidentemente no garantizaba la igualdad promulgada y anhelada, sino que simplemente justificaba y naturalizaba las diferencias de género y relaciones asimétricas de poder. Se da entonces la construcción de un ser que se forjó con un gran amor patriótico. La mujer decimonónica comienza a representar la máxima expresión de amor a la patria y al territorio. Así, basados en mitos occidentales en los que la mujer es elemento que procura y conserva la gloria y salvación de la patria, se comienza una objetivación femenina, en la medida en que reducirla a su apariencia la constituyó como elemento ornamental de la gloria y salvación patrióticas (Carrillo González, 2008).

El papel que se le dio a la mujer decimonónica en la sociedad consistía en mediar y dialogar con la razón, propia de los hombres. Este diálogo se realizó a

 

través del cultivo y promoción de sentimientos patrióticos. Esto resume su papel en las luchas independentistas y demás contiendas emprendidas en el siglo XIX. Sin embargo, es importante mencionar que con la nueva historia, nuevos papeles y roles de la mujer decimonónica han salido a la luz: Dad vosotras este gran impulso, inspirad vosotras este movimiento universal, y por vosotras comenzará la historia de Colombia y su primera y más brillante página será consagrada a llevar vuestros nombres a la inmortalidad (Zea, 1820, p. 108).

Aunque el ideal y los parámetros que guiaron al bello sexo en el siglo XIX eran netamente occidentales, el espíritu crítico y una temprana conciencia sobre su condición hicieron que algunas mujeres como Manuela Beltrán, Policarpa Salavarrieta, Soledad Acosta de Samper, Nicolasa y Bernardina Ibáñez y quizá hasta Las Juanas de la guerra de los Mil días rompieran con el estereotipo de la mujer pasiva y mostraran el lado activo de las mujeres y sus pensamientos, ideas, sueños y metas. Pero esto no significa que el papel de la mujer cambiara y fuera asumido de otra forma. Ellas enfrentaron críticas y juicios, que en el caso de las escritoras las llevaba a buscar seudónimos; en el caso de La Pola a enfrentar la muerte; a las Ibáñez a ser juzgadas por sus vidas sentimentales; y a Acosta de Samper a estar entre las ideas peligrosamente innovadoras y un feminismo sano. En el caso de las ‘caudillas’ es importante mencionar que su papel se desarrolló en la clandestinidad. Sin embargo, la historia y su escritura está permeada por intereses, y quizá son estos intereses los que llevan a ocultar relatos que superan los imaginarios de la participación de la mujer:

Las mujeres tuvieron un papel muy importante durante la Independencia de Colombia. Ellas participaron en tertulias literarias, intervinieron en la sedición contra el gobierno español, colaboraron con las guerrillas y con el Ejercito Libertador como correo, espías y divulgadoras de las ideas, entregaron a sus hijos para la guerra en el ejército patriota y, en la misma forma, acompañaron en numerosos casos a sus hombres en las campañas libertadoras (Ocampo, 2004)  .

Negros e indígenas en la independencia

Todo hombre de color que no era francamente negro como un africano, o cobrizo como un indio, se dice español. Pertenece a la gente de razón, y a esta razón que, hay que confesar, es a veces arrogante y perezosa persuade a los blancos, y a los que lo creen ser, que la labranza de la tierra es cosa de esclavos. Nos sorprendió ver muchos zambos y mulatos y otras gentes de color que, por vanidad, se llaman españoles y se creen blancos, porque no son tan rojizos como los indios (Castro-Gómez, 2005, p. 67) .

A partir de esta cita de Alexander von Humboldt, Santiago Castro Gómez desarrolla la idea de que la blancura en la Nueva Granada no se reducía al aspecto físico, sino que además estaba influido por aspectos sociales y culturales que tenían más peso a la hora de

 

establecer una taxonomía social. Teniendo en cuenta este argumento, trataremos de vislumbrar cuál fue efectivamente el papel que la historia le dio a los negros en la lucha por la independencia. Es imposible imaginar que la lucha por la independencia de la América española se diera únicamente entre blancos. Como hemos visto, a lo largo del presente texto es posible encontrar en la historiografía los rastros de los otros sujetos que contribuyeron en las batallas independentistas. Los negros, en su caso específico, fueron bien importantes y muchas veces sus papeles fueron antagónicos. Un primer problema en cuanto a la inclusión de los negros en la Independencia tenía que ver con el bando al que se adherirían. Al respecto, John Lynch afirma que los esclavos no podían confiar en las intenciones de los criollos promotores de la Independencia, debido a que la esclavitud en la Nueva Granada era central en su economía y porque las guerras les permitían escapar de sus amos. Por otra parte, los negros no sólo eran esclavos , sino que algunos libertos podían acceder a lugares sociales superiores, y éstos no habían sido incluidos en la historia como guerreros de la Independencia. Es difícil establecer que los negros hayan sido estrictamente realistas, pues esto dependía más de un interés que del color de su piel. Esta tendencia a pensar que los negros amaban la opresión española, se dio gracias a la elitización de la razón criolla, es decir, la idea de que los criollos eran capaces de razonar desde la libertad y los otros no. Por otra parte, los negros debían decidir si estaban de acuerdo en conformar una nación sin España y apoyar la causa, o bien hacer parte de ésta a pesar de no compartir las ideas de los criollos patriotas. En general los ideólogos, militares y principales ejecutores de la guerra de independencia son criollos de ascendencia blanca y que regresaban de Europa con ideas de libertad, pero que habían sido formados en el sistema feudal, católico y arcaico de la Colonia. Las nuevas ideas pugnaban por el abandono de la esclavitud y la conformación de estados liberales y laicos, pero en la realidad lo que se logró en la nueva República fue apenas la libertad de vientres, el establecimiento de una república inestable y el mantenimiento de la fe católica. Esto ocasionó que dentro de las luchas de independencia el protagonismo fuera blanco, pues si bien muchos negros se involucraron, lo hicieron dentro de la jerarquía militar en el menor nivel, es decir, como soldados rasos. Hubo algunos casos en los que había un ascenso de personajes de color, eso sí eran pardos o mestizos. Pero luego eran llamados traidores y colgados. Así sucedió en el caso del general Padilla, a quien Bolívar ordenó ejecutar y posteriormente pidió perdón por este hecho. El establecimiento de lugares específicos para quienes no eran parte de la razón ilustrada permite no solamente que la historiografía los coloque en la cima de la lucha independentista, sino también que quienes posteriormente escribieron la historia sobre la Independencia los muestren como los otros. Dentro de la nueva historia existen varios textos que intentan descubrir el papel de los negros, mulatos y mestizos dentro de las luchas por la independencia. Los estudios de Alfonso Múnera se destacan dentro de esta categoría, pues se ha encargado de estudiar esa

 

construcción de la nación desde la ilustración criolla y el hecho de que se deja por fuera a sujetos que no sólo despeñan el lugar de soldados rasos, sino que en el caso de Cartagena, idean y desarrollan acciones libertarias de gran envergadura e influencia. Estas nuevas formas de entender la lucha independentista tienen en sus antecedentes a historiadores como Germán Arciniegas y le dan otra perspectiva a la historiografía. Sin embargo, si nos remitimos a los manuales y compendios de historia decimonónicos podemos encontrar representaciones de indígenas, mujeres y negros permeadas por imaginarios biológicos, influencia del clima y capacidades mentales que determinan los vicios y virtudes propios de estos sectores de la población. Es importante mencionar que los manuales y compendios de historia estaban escritos por “hombres notables”, es decir, hombres criollos, ilustrados y con cierto reconocimiento en la sociedad de la época. En este sentido, los manuales y compendios tenían la función de promover en sus lectores (la mayoría niños) el patriotismo que permitiría consolidar el Estado-nación y afianzar un pasado común a toda la población. La historia abordada en estos textos, extensa, con muchos detalles y además se exaltaba la figura del héroe o la mártir. Hace énfasis en los grandes personajes, batallas, las mujeres mártires de la patria y las hazañas realizadas en la gloriosa época de la Independencia. Ejemplo de lo anterior lo encontramos en El Institutor:

Los principales ciudadanos cuya memoria se recuerda con respeto, que son señalados como próceres de la independencia a la admiración de la posteridad, son los señores Antonio Villavicencio, Camilo Torres, Joquín Camacho, Francisco José de Caldas […] Entre esas víctimas la más gallarda i notable figura es la de la heroína Policarpa Zalabarrieta, santafereña, que fue fusilada por la espalda el 14 de noviembre en la plaza mayor porque transmitía noticias a los republicanos(1870, pp. 508-509).

En este mismo texto encontramos una clasificación de los habitantes de la tierra según su raza. En este sentido, desde la escuela se inculcaba una serie de opiniones que justificaban jerarquías de poder y saber, para así mantener el orden establecido: “Los primeros pobladores del globo serían semejantes bajo todos los aspectos; más por el influjo del clima, del alimento, de las costumbres que adquirieron en los varios países en que se esparcieron, han contraído después diferencias notables” (p. 361). Es importante también resaltar que en estos compendios y manuales no sólo se perpetuán las representaciones sobre las mujeres, los negros y los indios (en nuestra investigación en la época independentista principalmente), sino que además se justifica el papel dominante del hombre en la sociedad y las distintas funciones legítimas para él: “El gobierno patriarcal es la autoridad de los padres de familia: fue el origen de las sociedades, el único directamente establecido por dios i cuya autoridad, como emanada de el, es la más sagrada y natural” (p. 362).

 

Los llamados patriarcas de la historia, es decir, Restrepo, Groot y Samper, serán tomados como referencia para la construcción de los relatos. Así, en La República en Colombia se hace referencia a la Independencia como el inicio del Estado-nación y se muestra a los negros de la siguiente manera: “La noche de negros: hicieron circular la voz de que estaba cercano un batallón de negros que venía en auxilio del gobierno, y mantuvieron la población en grande efervescencia. Durante aquella noche, que se llamó de los negros, se preparó el último golpe a la revolución” (Borda, J. J, 1872b, p. 9). En el Libro de la patria (Borda, I. 1894) se cuenta otra versión de la noche de negros, y es interesante observar el temor que infundía la raza negra en la población. De la misma manera, en los textos escolares de historia decimonónicos se ve cómo la figura femenina principal de la Independencia recayó en Policarpa Salavarrieta. En los compendios y manuales, los negros e indígenas son nombrados de vez en cuando con nombres propios, pues siempre se hace referencia a “los negros” o “los indios”, aunque no se incluyeran en los relatos independentistas. Un texto fundamental es el escrito por José María Samper (1861), quién desde un principio nos habla de las razas, las influencias que rodean a la población. Como aspecto fundamental propone que la revolución fue resultado inevitable del progreso, esto obviamente en cabeza de la raza más apropiada (la blanca). Según lo expuesto por Samper, las razas con sus vicios y virtudes contribuyen o retrasan la revolución. Para este autor la peor raza encontrada en el país son los zambos, y las demás (indios, mulatos, negros, criollos, mestizos) poseen características propias de cada sector: la desconfianza, la pereza, la insolencia, la elegancia. Al respecto, dice:

En todas partes el criollo es la inteligencia de la revolución, sin escasear por eso su sangre generosa y sus sacrificios admirables; mientras que el indio, el negro, el mulato y el mestizo blanco son los instrumentos materiales […] las demás razas o castas, en los primeros tiempos no hacen más que obedecer a la impulsión de las que tienen el prestigio de la inteligencia, de la audacia y aun de la superioridad de la raza blanca (1861, pp. 186-187).

El papel de los indios y esclavos en la Independencia lo expone y lo resume de la siguiente manera:

Los negros esclavos, incapaces de comprender la revolución y oprimidos por su condición servil, sirvieron simultáneamente a las dos causas, según la opinión de sus amos o los recursos de acción de los jefes militares enemigos. La revolución por un lado excitaba a los negros diciéndoles ‘El que de vosotros me sirva será libre’. Los jefes españoles hacían otro tanto en las provincias que ocupaban; y el resultado fue que los negros esclavos peliaran bajo las dos banderas enemigas, en gran número y que de ese modo la revolución y la reacción contribuyeron simultáneamente a emancipar a muchos miles de esclavos, e hicieron inevitable la abolición mas o menos radical y próxima de la esclavitud.

 

En cuanto a los indios, mulatos y otros mestizos es evidente que, por regla general, los primeros fueron en su mayor número instrumentos de la reacción, en las regiones montañosas que los mulatos y zambos libres formaron en las filas de la revolución en su mayor número, y que los mestizos de indio y español fueron de los más terribles combatientes en los dos campos; sirviendo esas turbas semibárbaras de elementos de acción a cada partido […] pero en general se puede afirmar que esas castas —sobretodo los llaneros de Colombia y los gauchos de Buenos Aires—, le dieron mucha fuerza a la revolución y fueron en definitiva el gran recurso de la independencia (pp. 159-160).

En la Historia de la republica de Colombia (1827) se caracteriza y representa a la población del territorio con cualidades o virtudes hacia el trabajo, comportamientos más o menos civilizados gracias al influjo del clima sobre los seres. La Independencia se muestra como un proceso llevado a cabo por la élite ilustrada, cuyos principales actores son hombres blancos, criollos, que gracias a sus virtudes y lugar de enunciación y ubicación son los más aptos para dirigir la revolución. Las otras razas siempre representan un peligro, pues existe el temor de levantamientos de estos sectores; así, aunque un primer paso de las luchas independentistas sea la abolición de la esclavitud, esto no implica que la sociedad pase a ser una sociedad abierta libre de prejuicios raciales y biológicos. En cuanto a este tema se sugiere que “sin que por eso se promoviese la explosión de aquella turba que no conoce el puñal cuando se halla sin cadenas” (Lallement, 1827, p. 123). Los negros debían ser liberados gradualmente y prudentemente, pues se temía un levantamiento de esta población (recordemos el gran temor tenido hacia los cimmarrones). La Independencia fue, según los historiadores, hecha por criollos, quienes se sirvieron del resto de la población para sus fines. Lo valioso es que en esos mitos fundacionales, actores principales y grandes hechos son traspasados a nuestra época a través de los textos escolares, pues si bien con la influencia de nuevas corrientes históricas se abordan otros temas de investigación, en los textos educativos se sigue privilegiando a grandes personajes, las mismas historias heroicas y los mismos relatos independentistas. Esto lo podemos ver en textos de ciencias sociales de primaria, que abordan figuras como Simón bolívar, Santander, La Pola, pero dejan por fuera a los indígenas, a Petion y al general Padilla, entre otros.

 

CONCLUSIONES A partir de la investigación se puede decir que la representación de los indios, las mujeres y los negros en la historiografía independentista estuvo sustentada por la raza, el género, la clase y el saber ilustrado como categorías de inclusión/exclusión, donde el patrón de escritura respondía a formas de conocimiento producidos y pensados desde Europa. En primer lugar, podemos ver que los negros y los indios eran vistos como razas inferiores que estaban diseñados para llevar a cabo labores físicas, mas no eran tomados como sujetos racionales y por tanto como sujetos políticos que pugnaran autónomamente por su libertad. En la escritura de la historia prevalecen aún los prejuicios raciales, y salen a flote argumentos como el de la influencia del clima sobre los comportamientos de las razas. Esta opinión está presente en los próceres como Francisco José de Caldas y en historiadores como José Manuel Restrepo y Soledad Acosta de Samper. La mujer, desde la tradición, europea es concebida de determinada forma. Se trae a América el perfil de las gracias alegóricas y la mujer sería sujeto activo siempre y cuando sea pasional y no racional. Es el ser que siente, que duele, que se martiriza y sigue los actos de su esposo. Existe en la historiografía sobre la Independencia una mayor tendencia a nombrar a la mujer más que a los negros y a los indígenas, sea como mártir o como coadyuvante de la lucha. Existen además hitos de las mujeres de la Independencia como Manuelita Sáenz, Policarpa Salavarrieta y Antonia Santos. El ejemplo más representativo es la historiografía de Soledad Acosta de Samper que, como vimos, reflexiona sobre las mujeres en la Independencia y nombra muchas mujeres y su actuar en la revolución. Sin embargo, todas las mujeres que allí nombra son criollas y siguen a sus esposos o hermanos, sin llegar realizar acciones directas que influyan dentro de la lucha independentista. En conclusión, la mujer es un sujeto pasional y un objeto político, porque además no era un sujeto que estuviera en la capacidad de producir conocimiento. Dentro de la historiografía sobre la independencia la mujer no existe como el sujeto político que de manera autónoma decida emprender la lucha por la Independencia. Por último, la clase y el saber ilustrado son categorías que van de la mano y que directamente hacen que la historia refleje la influencia de la raza y el género. Además, son las que establecen quienes escriben, sobre qué se escribe, para qué se escribe y desde dónde. Esa idea de ilustración y de cientificismo no sólo permea la historiografía del siglo XIX y el XX, sino que además sustenta los principales mecanismos de exclusión, en los que la elaboración de la historia sobre la Independencia era legitimada por la forma de acercarse a las fuentes históricas y su respectivo análisis pretendidamente objetivo. Estas categorías mencionadas anteriormente permitirían elaborar patrones transversales sobre la escritura de la historia sobre la Independencia, a partir de la publicación de Historia de la Revolución en la Nueva Granada de José Manuel Restrepo, y se heredarán algunos términos que se repetirán hasta nuestros días. Las categorías que frecuentemente encontramos —patriotas, republicanos, masas, realistas (antagónico), mártir, prócer— permiten conglomerar los distintos grupos sociales y las taxonomías sociales de la época, lo que desemboca en una visión binaria de la historia misma. Dichas categorías responden al

 

reforzamiento de una ritualidad del poder, de unas prácticas que legitiman la posición de una élite que hace y escribe la historia. Así mismo, fomenta una historia basada en grandes hechos y grandes héroes, pues el resto de sujetos políticos se homogenizan y se convierten en masa. A partir de los primeros escritos históricos, hemos podido ver una serie de etapas sobre cómo se aborda el período de la Independencia. Teniendo en cuenta que en un principio hay un nombramiento apenas superficial de las clases sociales vistas como subalternas (mujeres, indios y negros), podemos decir que en la historiografía hay algunas rupturas sobre cómo se nombra a estos sujetos. Al respecto podemos establecer tres rupturas: la inclusión de las mujeres como aliadas de los hombres que lucharon por la Independencia (como lo vimos en el caso de Soledad Acosta de Samper); la inclusión de los indios y negros como cifras que se debían tener en cuenta al momento de relatar el período de la Independencia y su contribución en números a los ejércitos patriotas (lo podemos encontrar de este modo en la historiografía estructural, en autores como John Lynch y Salomón Kalmanovitz); por último, la inclusión en la nueva historia y la búsqueda en las fuentes de otras versiones del papel de los grupos subalternos (actualmente se está dando esta ruptura con autores como Germán Arciniegas y Alfonso Múnera). Ahora bien, si bien estas rupturas han dado lugar a que los subalternos sean más tenidos en cuenta, es importante resaltar que existen muchas limitaciones para que tengan voz propia en la historiografía. Si bien actualmente hay investigaciones sobre las fuentes primarias, la voz del escribano sigue primando en los relatos historiográficos y la ciencia histórica debe revaluar sus métodos y formas de analizar el material que se encuentra. Estas rupturas han sido útiles a las nuevas políticas multiculturales, sin que realmente puedan ser vistas como relatos propios y localizados, es decir, como relatos que no oculten la voz de quien no ha tenido en sus manos “la capacidad y la razón occidental”. Pero al mismo tiempo que existen rupturas se evidencia una continuidad en la historiografía sobre la Independencia: la del silencio del subalterno, cuyo lugar lo ocupa quien habla en la historia sobre la Independencia, bien sea el prócer, el patriota o el escribano, en el mejor de los casos. Por último, es necesario mencionar que es necesario que la historia encuentre una forma distinta de acercarse a los sectores populares a partir de nuevas formas de interpretar las fuentes. Los marcos teóricos y las metodologías deben romper con el legado colonial que obstaculiza la visibilidad de los grupos subalternos. Hacemos, entonces, un llamado a elaborar nuevas formas de explicar el pasado en las que se tenga en cuenta con qué intereses se eligen los sucesos que han de ser contados, pues es evidente que existe una cierta jerarquización que ha determinado la historia de la Independencia. Y esto se logrará únicamente cuando se rompan los hilos de la historia dominante y de la ritualización del poder.

 

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