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HISTORIA 4º AÑO 1820 – 1852: el derrumbe del poder nacional, las tentativas de reconstrucción, ascenso y caída de la Confederación Los caudillos Después de la independencia, las constituciones no podían por sí mismas forzar el respeto y la lealtad, ni eran tampoco el único foco de alianzas políticas. La gente recurría a líderes individuales, hombres fuertes, a los que se vinculaban por lazos personales de dependencia y afinidad o por sus cualidades carismáticas. Unos líderes con esas características podían gobernar bajo una constitución, paralelamente a la constitución o sin constitución. Estos líderes son los llamados caudillos. El caudillo es fruto del entorno en que vivía, la hacienda dominaba la vida económica y social y se convirtió en el modelo de gobierno: los hacendados gobernaban sus dominios con su autoridad personal y exigían obediencia incondicional. Constituían una clase poderosa y cohesionada. Las clases populares, superiores en número, eran heterogéneas en su composición y estaban divididas en grupos dispares: los peones en las haciendas, los trabajadores a sueldo, los pequeños propietarios o los arrendatarios, los gauchos y delincuentes marginales. Así, constituían un material ideal para la movilización militar y eran fácilmente transformados en guerrilleros, bandoleros o montoneros. El uso de fuerzas populares no implicaba, sin embargo, objetivos populares. Las masas eran objeto de órdenes, reclutamientos y manipulaciones pero no eran politizadas ni incorporadas a la nación. La relación de clientelaje era la que establecía el vínculo esencial. El 1

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1820 – 1852: el derrumbe del poder nacional, las tentativas de reconstrucción, ascenso y

caída de la Confederación Los caudillos

Después de la independencia, las constituciones no podían por sí mismas forzar el respeto y la lealtad, ni eran tampoco el único foco de alianzas políticas. La gente recurría a líderes individuales, hombres fuertes, a los que se vinculaban por lazos personales de dependencia y afinidad o por sus cualidades carismáticas. Unos líderes con esas características podían gobernar bajo una constitución, paralelamente a la constitución o sin constitución. Estos líderes son los llamados caudillos.El caudillo es fruto del entorno en que vivía, la hacienda dominaba la vida económica y social y se convirtió en el modelo de gobierno: los hacendados gobernaban sus dominios con su autoridad personal y exigían obediencia incondicional. Constituían una clase poderosa y cohesionada. Las clases populares, superiores en número, eran heterogéneas en su composición y estaban divididas en grupos dispares: los peones en las haciendas, los trabajadores a sueldo, los pequeños propietarios o los arrendatarios, los gauchos y delincuentes marginales. Así, constituían un material ideal para la movilización militar y eran fácilmente transformados en guerrilleros, bandoleros o montoneros. El uso de

fuerzas populares no implicaba, sin embargo, objetivos populares. Las masas eran objeto de órdenes, reclutamientos y manipulaciones pero no eran politizadas ni incorporadas a la nación. La relación de clientelaje era la que establecía el vínculo esencial. El terrateniente quería mano de obra, lealtad y servicio en época de paz o de guerra. El peón quería su sustento y seguridad. El hacendado era, por tanto, un protector, el que poseía suficiente poder para defender a los que estaban a su cargo de las bandas de merodeadores, de los sargentos de leva y de las hordas rivales. Era también el que los abastecía, el que desarrollaba y defendía los recursos locales y podía ofrecer empleo, comida y cobijo. Abasteciendo de lo necesario y explotando lo que se le ofrecía, el hacendado reclutaba a la peonada.Esa estructura política primitiva, basada en el poder individual, construida sobre la lealtad personal, cimentada por la autoridad del patrón y la dependencia del peón, fue finalmente incorporada al Estado y se convirtió en el modelo del caudillismo. Las alianzas individuales se multiplicaban hasta formar una pirámide social al convertirse los patrones a su vez en clientes de hombres más poderosos, hasta que se alcanzaba la cumbre del

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poder y todos se convertían en clientes de un superpatrón. De ese modo, desde su base rural, un caudillo local, apoyado por sus hacendados clientes y por las personas a su cargo, podía conquistar el Estado para sí mismo, su familia y su región. Entonces, como representante de un grupo o de una provincia, reproduciría el padrinazgo y el personalismo en el que había sido criado y que le había alzado al poder. El caudillismo era la imagen de la sociedad y los caudillos eran sus frutos.El caudillo era un jefe regional que derivaba su poder del control de recursos locales, especialmente de la hacienda, que le daban acceso a hombres y suministros. El caudillismo clásico adoptó la forma de bandas armadas de patrones y clientes que se mantenían unidas por vínculos personales de dominación y sometimiento, así como por el deseo común de obtener riquezas por la fuerza de las armas. El dominio del caudillo podía pasar de ser de dimensiones locales a nacionales. También en ese caso, el poder supremo era personal, no institucional; la competencia por los cargos y los recursos era violenta y los logros rara vez, eran permanentes.El caudillo era un producto de las guerras de independencia; cuando el estado colonial se derrumbó, las instituciones fueron destruidas y los grupos sociales competían por llenar el vacío. Tras 1810 hubo una progresión en la que el llanero o el gaucho pasaban a vagabundos, bandidos y finalmente guerrilleros, al tiempo que los propietarios locales o los nuevos líderes buscaban seguidores a los que reclutar. El campo se vio pronto empobrecido por la destrucción, y la gente arruinada por los impuestos de guerra y los saqueos. Según la economía iba aproximándose a su punto de ruptura, más personas se veían obligadas a engrosar las bandas en busca de sustento bajo el mando de un caudillo que los pudiera conducir al botín. Así pues, el bandidaje fue producto de la miseria reinante en el campo al tiempo que una de sus causas, y durante los primeros años de la guerra el instinto de supervivencia fue más fuerte que la ideología. Gradualmente, el caudillo se convirtió en un líder de la guerra. Las fuerzas que encabezaban no eran ejércitos profesionales, ni tampoco eran los caudillos necesariamente soldados profesionales. Los ejércitos se reunieron como sistemas informales de obediencia a partir de diversos intereses que representaban los caudillos o que eran capaces de vincular. En tiempo de guerra es normal buscar un poder ejecutivo fuerte. Al caudillismo lo perpetuaban, y en algunos casos lo creaban, los

conflictos de posguerra. En el caso Argentino: unitarios y federales.

La época de Rivadavia

Después de la disolución del gobierno central, las ventajas económicas de Buenos Aires (ante todo, el dominio del único puerto y de su aduana) se notan cada vez más. Cada provincia comienza a organizarse en torno a la figura del caudillo regional. El sentimiento de unidad se mantiene a través de la firma de sucesivos pactos o tratados que reflejan la intención de organizar un estado nacional bajo una Constitución federal (Tratado del Pilar, del Cuadrilátero, Pacto Federal) firmados generalmente por las provincias del Litoral y Buenos Aires.

Rivadavia, ministro de Martín

Rodríguez La victoria de los

caudillos federales sobre Buenos Aires en 1820 fue de corta vida, pues los defensores de la centralización en Buenos Aires hicieron otro intento concertado de tomar el poder bajo el liderazgo de Bernardino Rivadavia, ex secretario del primer triunvirato. Rivadavia había pasado varios años en Europa, como representante unitario para lograr hallar un candidato para la monarquía constitucional que esperaban establecer. En 1821, sin embargo, pasó a formar parte del gobierno de Martín Rodríguez, gobernador de Buenos Aires.La mala fortuna de los caudillos empezó en 1821, cuando la alianza entre López y Ramírez terminó bruscamente. Primero Ramírez se había enfrentado a Artigas, antiguo aliado y jefe, luego se vio enemistado con López. Ramírez fue derrotado y muerto, y como era costumbre en épocas de guerras

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civiles, su cabeza fue expuesta en la Catedral de Santa Fe. López sin Ramírez no tenía poder sobre Buenos Aires.Buenos Aires pronto reanudó el bloqueo sobre el Paraná, que le permitió monopolizar el comercio extranjero y las rentas del puerto. Esta inyección de capital que se ponía a disposición de la provincia generó lo que algunos historiadores llaman la feliz experiencia.En esta situación, el gobierno de Rodríguez inició una campaña contra los indios pampas. Su meta era poner fin a los continuos robos de ganado y los ataques a los poblados fronterizos. También pretendía extender la frontera para desarrollar la ganadería. Esta campaña cumplida en dos etapas, tuvo gran éxito y se incorporaron millones de acres de nuevas tierras al otro lado del río Salado a unos 110 Kms. al sur de la ciudad. La expansión de la frontera aceleró la transición bonaerense del comercio a la ganadería y con la nueva matriz productiva las familias patricias, antes comerciantes urbanos, empezaron a amasar fortunas a partir de la estancia y el saladero. En julio de 1821, con Martín Rodríguez en las guerras de frontera, Rivadavia se convirtió en la figura principal de la administración. Defendía el libre comercio, las inversiones extranjeras y la colonización de tierras por europeos. Continuó los experimentos con la votación popular iniciados una década antes, contribuyendo a elaborar y aplicar una nueva ley electoral en Buenos Aires. Luchó contra el clero aboliendo la inmunidad clerical y redujo los diezmos. Disolvió el Cabildo y creó una nueva administración municipal. En 1821, Rivadavia firmó el decreto creando la Universidad de Buenos Aires y otorgándole una subvención estatal. Luego llenó la biblioteca de la Universidad con las últimas obras de medicina, ciencias y economía política. Finalmente, sus campañas a favor de la inmigración europea demostraban un conocimiento de los sucesos y problemas del momento en los Estados Unidos. Como Thomas Jefferson, aspiraba a crear un capitalismo agrario. Pero junto a estas tendencias liberales, Rivadavia abrigaba el deseo conservador de devolver a Buenos Aires su carácter de fines del siglo XVIII del centro comercial y financiero, con comerciantes y banqueros que controlasen la economía y el Estado; su idea de una autoridad fuerte, activa y centralizada era en algunos aspectos, más neoborbónica que liberal. También quería volver a dar a los metales preciosos el rango de principal

exportación de Buenos Aires, y durante su mandato estimuló la búsqueda de nuevas minas. Revivió los métodos coloniales de hacer frente a la vagancia rural, promulgando en 1823 una medida que dividía la población rural en “propietarios” y “sirvientes”, y obligaba a estos últimos a proveerse de documentos firmados por un estanciero; el no hacerlo acarreaba una pena de cinco años al servicio de la milicia.

La ley de Enfiteusis La más importante de las medidas de Rivadavia fue la ley de Enfiteusis de 1826. Después de la campaña conducida por Rodríguez, el gobierno tuvo la tarea de administrar y adjudicar las tierras fronterizas arrebatadas a los indios. Para mantener la propiedad estatal de las tierras fronterizas Rivadavia aplicó el sistema de la Enfiteusis: otorgaba derechos a largo plazo de acceso y uso de la tierra, pero esta seguía siendo del Estado. Mediante esta política esperaba obtener un ingreso sobre la tierra que le permitirían reducir los impuestos sobre el comercio y a la vez mantener la posesión sobre la tierra para que sirviera de garantía sobre créditos millonarios en el exterior. Pronto aparecieron los numerosos defectos del plan y sus resultados fueron contrarios a los esperados. En lugar de hacer crecer el comercio, apresuró la transición a la ganadería. Además, como medio para obtener ingresos, la medida fue un completo fracaso porque las valoraciones de las tierras la hicieron los mismos arrendatarios, que presentaron estimaciones inferiores a su valor real. La ley permitió a los especuladores obtener tierras a largo plazo sin costo; no pagaban ningún precio de compra y prácticamente ningún arrendamiento. Así, la principal consecuencia de la Enfiteusis fue la expansión y consolidación de las grandes propiedades, la aceleración de la transición a la ganadería, y la separación funcional de ganaderos y comerciantes.

Los empréstitos En el decenio 1820-30 Rivadavia reanudó sus esfuerzos para promover lazos económicos más estrechos con Gran Bretaña. El comercio con Gran Bretaña se había estancado por un tiempo después de 1815, cuando el mercado interno se saturó de productos importados y las reservas de plata se agotaron en gran medida. En 1822, el gobierno autorizó la creación de un nuevo Banco de Descuento dominado por los comerciantes británicos que lo usaron para financiar sus operaciones. Estas concesiones hallaron una

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cálida acogida en Londres. En 1824, cuando los últimos españoles fueron expulsados de Perú, Gran Bretaña concedió su reconocimiento diplomático a las Provincias Unidas. Por el Tratado de Amistad, Navegación y Comercio, los dos países se daban mutuamente el rango de nación más favorecida en el comercio, junto con la seguridad de las propiedades de los residentes, libertad de religión y exención del servicio militar. En 1824, Rivadavia contribuyó a la creación de La Compañía Minera del Río de la Plata, una empresa destinada a invertir capital británico en la búsqueda de nuevas minas en Famatina, La Rioja. Las pretensiones sobre Famatina generaron duros enfrentamientos con Facundo Quiroga, caudillo de La Rioja, quien pretendía explotar la mina a partir de una sociedad de capitales del Interior.También en ese año apoyó y tomó parte en las gestiones de un préstamo de la Baring Brothers, la casa bancaria de Londres. El préstamo se convirtió inmediatamente en tema de controversia cuando el gobierno de Buenos Aires apenas recibió la mitad del millón de libras prestadas; el resto se lo embolsaron como comisión, agentes comerciales y otros intermediarios. A su regreso a Buenos Aires, Rivadavia usó gran parte del préstamo para financiar un nuevo Banco Nacional, que fue en gran medida dominado por comerciantes británicos, quienes usaron sus facilidades de descuento para financiar una nueva oleada de importaciones de Gran Bretaña.

Rivadavia Presidente

Un Congreso reunido desde 1824 en Buenos Aires, eligió a Rivadavia presidente de las Provincias Unidas del Sur en 1826. El congreso discutía una nueva Constitución que estipulaba la elección de un presidente y un Congreso, y que abogaba por la separación de poderes. Aunque la nueva Constitución reconocía el derecho a las provincias del autogobierno y proponía planes para compartir las rentas de Buenos Aires, tenía marcados rasgos unitarios: poder ejecutivo con un mandato de nueve años, poder presidencial de nombrar y destituir gobernadores provinciales. Proponía instalar el gobierno en Buenos Aires. Las provincias disolverían sus milicias; abolirían los aranceles locales, los impuestos de tránsito y la emisión de sellos; y cederían tierras al gobierno nacional a cambio de la cancelación de deudas provinciales, tierras que quedarían bajo la ley de Enfiteusis (tengamos en

cuenta las intensiones mineras de Rivadavia y sus socios británicos). La Constitución y el nuevo régimen, fueron inmediatamente repudiados por los caudillos que desconfiaban de las promesas del gobierno de compartir las rentas. Se negaron a disolver las fuerzas, argumentando que sería una invitación a Buenos Aires a invadir las provincias.

La guerra contra Brasil por la Banda Oriental En 1822 Brasil había declarado su independencia de Portugal. La Banda Oriental, arrebatada a Artigas con el consentimiento del gobierno de Buenos Aires, pasó a llamarse Provincia Cisplatina e incorporada al imperio de Brasil. En 1825, un pequeño grupo de exiliados orientales partieron de Buenos Aires, al mando de Juan Antonio Lavalleja. Desembarcaron en Colonia y rápidamente lograron el apoyo de la población local. Brasil declaró la guerra a las Provincias Unidas que tuvo que enviar tropas a la margen oriental. La situación porteña se agravaba día a día, así como la conducción de la fuerza recaía sobre Buenos Aires, el coste de su mantenimiento también. La armada brasileña bloqueó el puerto de Buenos Aires haciendo estragos en las rentas: el comercio decayó, los ganaderos y los comerciantes británicos se enfrentaron al gobierno pues sus ingresos se veían afectados.

El fin de Rivadavia A principios de 1827, la presidencia de Rivadavia, estaba al borde de la caída. Cuatro provincias –Córdoba, Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero- habían formado una alianza militar para resistir la Constitución. En julio de 1827, cuando se difundieron rumores de una revuelta de ganaderos en Buenos Aires y de los grupos mercantiles, Rivadavia renunció y con él se fue otro intento de unificación del país. Manuel Dorrego, fue elegido nuevo gobernador de Buenos Aires. Se anuló la Constitución y se acepto la mediación británica en la guerra con Brasil. Las hostilidades cesaron en 1828 cuando se aceptó la creación de un Estado independiente en la Banda Oriental que pasó a llamarse República Oriental del Uruguay. El fin de la guerra significaba nuevos problemas ya que sus jefes eran reconocidos unitarios. El ejército volvió en dos destacamentos: las tropas al mando del general Juan Lavalle fueron a Buenos Aires; y las conducidas por José María Paz a Córdoba. Dorrego

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fue capturado por Lavalle y fusilado. En Córdoba el General Paz venció a Bustos y formó la Liga Unitaria. Lavalle fue incapaz de mantenerse en Buenos Aires porque un estanciero poderoso llamado Juan Manuel de Rosas, abanderado en Buenos Aires del federalismo y aliado de Estanislao López, lo derrotó. A fines de 1829, Rosas se convirtió en gobernador de Buenos Aires con facultades extraordinarias, dadas por la Legislatura. En este momento entonces, Buenos Aires que había sido el bastión del centralismo unitario, fue gobernado por un federal, y el Interior, siempre federal, fue gobernado por el unitario el General Paz.

Juan Manuel de Rosas

El AscensoTras el fusilamiento de Dorrego el 1 de diciembre de 1828 por las fuerzas del general unitario Lavalle, Rosas asciende políticamente convirtiéndose en representante del sector de los hacendados. Los terratenientes consideraron que el sector comercial que venía gobernando entre 1820 y 1827 había fracasado y que las guerras civiles y el desorden sólo podían se acallados si ellos tomaban en sus manos la administración directa de un poder político.Horacio Gilberti rescata la definición que Sarmiento diera de Rosas: “¿Quién es Rosas? Un propietario de tierras. ¿Qué acumula Rosas? Tierras. ¿Qué dio a sus sostenedores? Tierras. ¿Qué confiscó a sus adversarios? Tierras.” Rosas se movía en la vida política de la misma manera que lo hacía en la estancia. Para él la sociedad se dividía entre los que mandaban y los que obedecían y la política, entre rosistas y antirrosistas.

El primer gobiernoRosas gobernó la provincia entre 1829 y 1832 con facultades extraordinarias. Esta condición le permitía sancionar las leyes que considerara necesarias, sin la intervención del poder legislativo. Además la Cámara de Representantes (Poder Legislativo) le otorgó el título de “Restaurador de las leyes” en buscas de recuperar el esplendor de Buenos Aires entre 1820 y 1824. El crecimiento económico se basaba en el desarrollo de la ganadería de exportación. La estancia como unidad económica de producción se basa en el trabajo asalariado libre por lo que era necesario un disciplinamiento de la mano de obra. Rosas garantizaba a su clase el orden de la campaña y la

“domesticación” del gaucho debido a que tenía una gran llegada a los sectores populares.Los unitarios fueron señalados como culpables de todos los males y fueron perseguidos, encarcelados o debieron exiliarse. Una vez desaparecido el partido unitario, comenzaron a observarse las diferencias entre los propios federales porteños. Un sector, los doctrinarios, criticaba el personalismo de Rosas, defendían el rol de la Legislatura y la libertad de expresión. Por su lado, el sector rosista planteaba un poder ejecutivo fuerte para garantizar el orden.En el Interior, se hacía fuerte el poder del General Paz que había regresado también con sus tropas de

la guerra del Brasil. Rápidamente había derrocado a Bustos que gobernaba la provincia de Córdoba desde 1820. Aunque mantenía una relación de coexistencia con las provincias del Litoral tuvo que enfrentar el asedio militar del caudillo Facundo Quiroga, el hombre fuerte de La Rioja. En 1830 las tropas de Quiroga son derrotadas y se consolida el poderío de Paz en todo el Noroeste constituyéndose la Liga del Interior Unitaria.

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En 1831 los gobernadores del Litoral firman un Tratado que, aunque señala las intensiones de crear una república cuando las condiciones estén dadas, se trata más de una alianza defensiva y ofensiva contra la Liga del Interior. En un hecho bastante confuso el General Paz es capturado y sus gobiernos provinciales aliados comienzan a caer en manos de las fuerzas federales. En 1832, finalizado su mandato, la legislatura lo reeligió como gobernador pero no le otorgó las facultades extraordinarias. Rosas no aceptó el cargo y organizó una campaña al desierto con el objetivo de ampliar las tierras productivas y reducir el accionar de los malones.

El retorno de Rosas al poder: 2º gobiernoDurante el periodo que Rosas no estuvo en la gobernación de Buenos Aires se acentuaron las diferencias entre los que querían que Rosas asumiera el poder absoluto, los apostólicos, y sus adversarios los lomos negros (denominados así porque usaban frac –considerado aristocrático– y no la chaqueta más popular) o cismáticos1. En 1833, las elecciones dan como triunfadores a los lomos negros lo que genera tumultos y protestas. Comienza a gestarse una organización llamada la Sociedad Popular Restauradora o Mazorca, conducida subrepticiamente por la esposa de Rosas, Encarnación Ezcurra. Los periódicos rosistas vinculaban a los cismáticos con los unitarios. La tensión llegó a tal que se llevó a juicio a una publicación llamada el Restaurador de las Leyes. Los dirigentes apostólicos regaron la idea de que el gobierno, que tildan de unitario, quería enjuiciar a Rosas en su ausencia. Esto genera una espontánea movilización popular en la campaña y el posterior hostigamiento de los opositores.Rosas retorna de su campaña al sur con un prestigio muy alto por los logros obtenidos. Había pactado una paz duradera con los pueblos indígenas y había ganado para los terratenientes porteños grande extensiones de los campos más fértiles de la

provincia. La legislatura le ofrece nuevamente la gobernación que niega nuevamente por no contar con facultades extraordinarias. La agitación popular continúa azuzada por la Sociedad Patriótica Restauradora, que poco a poco van creando la idea de que Rosas es insustituible, que es el único que puede garantizar el orden y el control de los sectores

subalternos de la sociedad. Quiroga, que vivía en Buenos Aires, plantea a Rosas la necesidad de convocar a un Congreso Constituyente. Rosas no está de acuerdo, argumenta que las condiciones no están dadas. Sin embargo, uno de los motivos más fuertes es que la unificación del país le quitaría a Buenos Aires la exclusividad del disfrute de las rentas aduaneras del puerto. El asesinato en Córdoba de Facundo Quiroga reavivó la idea de una restauración unitaria. El gobernador de Buenos Aires, Maza renuncia a su cargo y en 1835 Rosas asume como gobernador de la provincia de Buenos Aires nuevamente. Esta vez no tendrá sólo facultades extraordinarios sino que se le conferirá la Suma del Poder Público, el gobernador concentraba en su mano el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial. Además Rosas era el representante de las relaciones exteriores del país por delegación de las provincias y el responsable de la Defensa Nacional. Así el poder de Rosas se fue consolidando en las provincias y los gobernadores que eran elegidos eran cada vez más

dependientes de su poder.

La restauración del orden que encara Rosas se hace a partir de un fuerte control ideológico. Se obliga a todos los habitantes a utilizar la divisa punzó2, se controla rigurosamente a la prensa y se reprime a los opositores a través de las acciones violentas de la Sociedad Patriótica Restau-radora.

La oposiciónEn el ámbito intelectual surge un grupo opositor al régimen rosista. En el salón de Marcos Sastre,

1 Cismáticos son, en materia religiosa, aquellos que se aparta de la autoridad reconocida. En este caso se hace el contrapunto con la idea de “Apostólicos”.2 La divisa punzó es un distintivo rojo muy vivo que casi siempre tenía el emblema federal.

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jóvenes intelectuales provenientes de las elites porteñas y del Interior, se reúnen para debatir sobre literatura y política. Entre los que se encontraba Domingo F. Sarmiento, Juan B. Alberdi y Esteban Echeverría. La Asociación Joven Argentina, se plantea como objetivos recuperar los principios de la Revolución de Mayo, alentar el progreso material y superar la oposición entre federales y unitarios. Debido a las persecuciones, la mayoría de los miembros del movimiento se exiliaron en Chile o en Montevideo. Desde el exterior, a través de diversos medios periodísticos o mediante obras literarias, realizaron duras críticas contra el gobierno de Rosas. Este grupo es conocido como la Generación del 37.Otro foco opositor se encuentra en el descontento de las potencias extranjeras ligadas al comercio en la región que estaban en desacuerdo con algunas medidas proteccionistas del gobierno de Buenos Aires y la negativa de éste a la libre navegación de los ríos interiores. Rosas tuvo que soportar dos duros bloqueos económicos: el francés (1838-1840) y el anglofrancés (1845-1848). En este periodo Rosas toma partido en la guerra civil de Uruguay, lo que disgusta de sobremanera a las potencias económica. La política de disciplinamiento social del rosismo se hace sentir no solo entre la oposición, que se desangraba en los facones de los miembros de la Mazorca, sino también entre los propios estancieros, allegados muchos de ellos a Rosas, que temían disgustar al líder y morir también degollados. En torno a 1840 resurge la oposición unitaria en las provincias del Interior. Se forma así la Coalición del Norte, comandada por Lavalle, Avellaneda y Lamadrid que controlan todo el Noroeste del país y la provincia de Corrientes. Los general rosistas logran desarticular este movimiento a través del terror y del combate abierto en el campo de batalla.

La caída Durante el bloqueo anglo-francés (1845-1848) se produjeron los sucesos de la Vuelta de Obligado donde las fuerzas Argentina intentaron, mediante la utilización de buques unidos por cadenas, detener el avance de una flota militar y mercante que pretendía adentrarse por el Paraná. Pese a la dura resistencia de las fuerzas al mando del General Lucio Mansilla las fuerzas conjuntas de franceses e ingleses lograron ingresar por el río. El 20 de noviembre se celebra el Día de la Soberanía en conmemoración a esta batalla.El impedimento de la libre navegación de los ríos y por consiguiente la obligatoriedad de comerciar con el puerto de Buenos Aires no solo afectaba los

intereses extranjeros. Los estancieros del Litoral también se veían afectados por esta medida. Sus productos debían pagar impuestos de aduana al gobierno de Buenos Aires y todos los productos importados que consumían también debían pasa primero por Buenos Aires. Uno de los estancieros afectados era Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos.En la provincia de Buenos Aires los sectores populares fueron quienes más sufrieron las consecuencias de los bloqueos extranjeros. Los terratenientes tenían reservas económicas para pasar el momento y como durante estos años la faena de animales fue menor, cuando se levantaron los bloqueos tenían su ganado ampliado y listo para la exportación.Año tras años, argumentando problemas de salud, Rosas presentaba su renuncia a la conducción de las relaciones exteriores de la Confederación con la seguridad de que no le sería aceptado. En 1851, el gobernador de Entre Ríos presentó un escrito, conocido como el pronunciamiento de Urquiza, en el cual aceptaba la renuncia de Rosas y reasumía la representación de las relaciones exteriores de su provincia. El conflicto de fondo era económico. Entre Ríos venía reclamando la libre navegación de los ríos que le permitiría exportar directamente sus productos sin necesidad de pasar por el puerto de Buenos Aires. Urquiza teje nuevas alianzas y se prepara para

enfrentar a Rosas. Brasil, que pretendía impedir que 7

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Rosas incorporara a Paraguay como provincia de la Confederación; Montevideo, enemiga de Rosas por apoyó al bando contrario en la guerra civil, y Entre Ríos unen sus fuerzas para formar el llamado Ejército Grande que enfrentará y derrotará a Rosas en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852. Vencido Rosas se embarca rumbo a Inglaterra donde vivirá hasta su muerte. Tras su partida los estancieros, quienes eran sus aliados más fieles, se convierten en acérrimos antirrosistas.Urquiza, el vencedor de Caseros, nombra como gobernador de Buenos Aires a Vicente López y Planes. Convoca a los gobernadores de las provincias para firmar el pacto de San Nicolás donde se sientan las bases para la unificación del país y la

convocatoria de una Constituyente que crea la Constitución Nacional de 1853. Ese mismo año Urquiza es nombrado presidente de la Confederación, sin embargo, el Estado nacional no estaba constituido. Buenos Aires se niega a ceder sus derechos sobre el puerto y no acepta la Constitución de 1853. Se constituye como Estado autónomo y dicta su propia constitución. Este conflicto tendrá su desenlace años después con el enfrentamiento entre la Confederación y la provincia de Buenos Aires en las batallas de Cepeda (1859) y de Pavón (1861).

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