1955 - Leopoldo Lugones (Colaboración Betina Edelberg)

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  • JJoorrggee LLuuiiss BBoorrggeess

    BBeettiinnaa EEddeellbbeerrgg

    LLeeooppoollddoo LLuuggoonneess (1955)

  • 2

    Advertencia

    Este libro es una introduccin a la obra de Leopoldo Lugones. Situar esta obra en la historia

    de la literatura argentina y de la literatura hispanoamericana, proponerla a la curiosidad

    del lector y esbozar un principio de orientacin por su poblado mbito, son los propsitos

    fundamentales de este trabajo.

    Queden para otros los exhaustivos anlisis estilsticos y la historia de un hombre solitario,

    orgulloso y valiente, cuyos libros despertaron la admiracin, pero no el afecto, y que muri,

    tal vez, sin haber escrito la palabra que lo expresara.

    J. L. B. - B. E.

  • 3

    A Leopoldo Lugones

    Los rumores de la plaza quedan atrs y entro en la Biblioteca. De una manera casi fsica

    siento la gravitacin de los libros, el mbito sereno de un orden, el tiempo disecado y

    conservado mgicamente. A izquierda y a derecha, absortos en su lcido sueo, se perfilan

    los rostros momentneos de los lectores, a la luz de las lmparas estudiosas, como en la

    hiplage de Milton. Recuerdo haber recordado ya esa figura, en este lugar y despus aquel

    otro epteto que tambin define por el contorno, el rido camello del Lunario, y despus

    aquel hexmetro de la Eneida, que maneja y supera el mismo artificio:

    Ibant obscuri sola sub nocte per umbram.

    Estas reflexiones me dejan en la puerta de su despacho. Entro; cambiamos unas cuantas

    convencionales y cordiales palabras y le doy este libro. Si no me engao, usted no me

    malquera, Lugones, y le hubiera gustado que le gustara algn trabajo mo. Ello no ocurri

    nunca, pero esta vez usted vuelve las pginas y lee con aprobacin algn verso, acaso

    porque en l ha reconocido su propia voz, acaso porque la prctica deficiente le importa

    menos que la sana teora.

    En este punto se deshace mi sueo, como el agua en el agua. La vasta biblioteca que me

    rodea est en la calle Mxico, no en la calle Rodrguez Pea, y usted, Lugones, se mat a

    principios del treinta y ocho. Mi vanidad y mi nostalgia han armado una escena imposible.

    As ser (me digo), pero maana yo tambin habr muerto y se confundirn nuestros tiempos

    y la cronologa se perder en un orbe de smbolos y de algn modo ser justo afirmar que yo

    le he trado este libro y que usted lo ha aceptado.

    J. L. B.

    Buenos Aires, 9 de agosto de 1960.

  • 4

    Leopoldo Lugones

    Como el de Quevedo, como el de Joyce, como el de Claudel, el genio de Leopoldo Lugones

    es fundamentalmente verbal. No hay una pgina de su numerosa labor que no pueda leerse en

    voz alta, y que no haya sido escrita en voz alta. Perodos que en otros escritores resultaran

    ostentosos y artificiales, corresponden, en l, a la plenitud y a las amplias evoluciones de su

    entonacin natural.

    Para Lugones, el ejercicio literario fue siempre la honesta y aplicada ejecucin de una tarea

    precisa, el riguroso cumplimiento de un deber que exclua los adjetivos triviales, las

    imgenes previsibles y la construccin azarosa. Las ventajas de esa conducta son evidentes;

    su peligro es que el sistemtico rechazo de lugares comunes conduzca a meras

    irregularidades que pueden ser oscuras o ineficaces. Lugones tuvo la vanidad de trabajar

    detenidamente su obra, lnea por lnea; un resultado de esta dedicacin es el elevado nmero

    de pginas de ndole antolgica.

    Desdeoso de lo espaol, el autor de La guerra gaucha, paradjicamente adoleci de dos

    supersticiones muy espaolas: la creencia de que el escritor debe usar todas las palabras del

    diccionario, la creencia de que en cada palabra el significado es lo esencial y nada importan

    su connotacin y su ambiente. Sin embargo en algunos poemas de tono criollo, emple con

    delicadeza un vocabulario sencillo; esto prueba su sensibilidad y nos permite suponer que sus

    ocasionales fealdades eran audacias y respondan a la ambicin de medirse con todas las

    palabras. Fatalmente muchas de aquellas novedades se han anticuado pero la obra, en

    conjunto, es una de las mayores aventuras del idioma espaol. El siglo XVII quiso innovar,

    regresando al latn; Lugones quiso incorporar a su idioma los ritmos, las metforas, las

    libertades que el romanticismo y el simbolismo haban dado al francs.

    La literatura de Amrica an se nutre de la obra de este gran escritor; escribir bien es, para

    muchos, escribir a la manera de Lugones. Desde el ultrasmo hasta nuestro tiempo, su

    inevitable influjo perdura creciendo y transformndose. Tan general es ese influjo que para

    ser discpulo de Lugones, no es necesario haberlo ledo. En La pipa de Kifde Valle Incln se

    advierte el Lunario sentimental; sin menoscabo de su originalidad, dos grandes poetas,

    Ramn Lpez Velarde y Martnez Estrada, provienen de Lugones.

    Alcanzar en un medio indiferente una obra tan frtil y tan plena es una empresa heroica; su

    vida entera fue una laboriosa jornada, que desde las recompensas, los aplausos y los

    honores y hasta la gloria que ahora lo sustenta y lo justifica. Su destino le impuso la soledad,

    porque no haba otros como l y en esa soledad lo encontr la muerte.

  • 5

    El Modernismo

    La historia de Leopoldo Lugones es inseparable de la historia del modernismo, aunque su

    obra, en conjunto, excede los lmites de esta escuela. A fines del siglo XIX y a principios del

    XX, el modernismo renov las literaturas de lengua espaola. Esta renovacin era necesaria;

    despus del siglo de oro y del barroco, la literatura hispnica decae y los siglos XVIII y XIX

    son igualmente pobres.

    Espaa nunca fue clsica; la impetuosa irregularidad de su drama y la evocacin, acaso

    arbitraria, de su color local, inspiran la reaccin romntica; Alemania descubre a Caldern, lo

    traduce Shelley y su obra sirve de argumento contra el rigor de las tres unidades clsicas.

    Es curioso observar que el romanticismo, esencialmente afn a la ndole de Espaa, no

    produce en este pas un solo poeta de la significacin de Keats o de Hugo.

    La circunstancia de que algunos crticos espaoles ignoraran esta indigencia contribua a

    hacerla ms irreparable; as Menndez y Pelayo, en la antologa que se titula Las cien

    mejores poesas lricas de la lengua castellana, admite inexplicablemente una desmesurada

    proporcin de poetas de su poca.

    Con esta decadencia contrastan la complejidad y el vigor de las otras literaturas de Europa;

    en la poesa de Francia, cuyo influjo en el modernismo ser decisivo, el Parnaso sucede al

    romanticismo y el simbolismo al Parnaso. De estas escuelas, excluyentes en Francia, las dos

    ltimas son recibidas con igual devocin por las jvenes generaciones americanas y se

    difunden con facilidad. En lo que se refiere al romanticismo, se observa una reaccin contra

    su elocuencia y su pompa, pero an se admira a Vctor Hugo.

    Por aquellos aos, en Buenos Aires o en Mjico no se concibe una persona culta que no sepa

    francs y es prestigioso ir a Pars para perfeccionar los estudios. Todava cercana la guerra de

    la Independencia, el odio a lo espaol no se haba extinguido; las injuriosas expresiones godo

    y gallego eran habituales. La admiracin por lo francs llega al exceso; Eduardo Wilde se

    burla de ella en su artculo Vida moderna.

    La imitacin del clasicismo espaol persista en ciertos poetas, pero su obra constituy, para

    los jvenes, un testimonio ms de la esterilidad de esa tradicin. Recordemos la obra de

    Oyuela.

    Agotado el placer que podan suministrar el vocabulario y los metros clsicos, se senta la

    urgencia de renovarlos. Oscuramente se anhelaba y se vislumbraba otra cosa; adelantndose

    a ello, algunos poetas anteriores parecan sealar nuevas direcciones.

    As el revolucionario cubano Jos Mart deca en el prlogo de sus Versos libres (1882):

    "Estos son mis versos. Son como son. A nadie los ped prestados... Recortar versos tambin

    s, pero no quiero. As como cada hombre trae su fisonoma, cada inspiracin trae su

    lenguaje. Amo las sonoridades difciles. . ." En 1891, agregaba: "Amo la sencillez y creo en

    la necesidad de poner el sentimiento en formas llanas y sinceras." El mrito de Mart, como

    poeta, se limita a haber preferido la sencillez; en sus mejores versos hay algo de copla

    popular. Se considera que Ismaelillo, escrito en 1882 para su hijo, marca el principio de esta

    nueva tendencia en las letras americanas, que culminar en Azul, de Rubn Daro.

  • 6

    Otro cubano, Julin del Casal (1863-1893), prefigura los temas del hasto, de la evasin y del

    exotismo, que sern luego predilectos de los modernistas. Influido por Baudelaire, entre lo

    artificial y lo natural elige lo primero:

    Tengo el impuro amor de las ciudades

    Ya este sol que ilumina las edades

    Prefiero yo delgas las claridades.

    A mis sentidos lnguidos arroba,

    Ms que el olor de un bosque de caoba,

    El ambiente enfermizo de una alcoba.

    Otro famoso precursor, Jos Asuncin Silva (1865-1896), ferviente lector de Poe, de

    Baudelaire, de Verlaine, de los prerrafaelistas ingleses, trunca su desdichada vida a la edad de

    treinta aos, pero deja los Nocturnos, que Amrica an no ha olvidado:

    ... Era el fro del sepulcro, era el hielo de la muerte,

    era el fro de la nada...

    Y mi sombra

    por los rayos de la luna proyectada,

    iba sola,

    iba sola,

    iba sola, por la estepa solitaria-,

    y tu sombra esbelta y gil,

    fina y lnguida,

    como en esa noche tibia de la muerta primavera,

    como en esa noche llena de murmullos,

    de perfumes y de msica de alas,

    se acerc y march con ella,

    se acerc y march con ella,

    se acerc y march con ella...

    Oh las sombras enlazadas!

    Oh las sombras de los cuerpos que se juntan

    con las sombras de las almas!

    Oh las sombras que se buscan en las noches

    de tristezas y de lgrimas!...

    Entre los iniciadores del modernismo se halla tambin el mejicano Manuel Gutirrez Njera

    (1859-1895), fundador de la Revista azul, que con tanta hospitalidad acogi la poesa de los

    jvenes. Dice Pedro Henrquez Urea: "Hay en su melancola un dejo otoal, que concuerda

    con el constante clima otoal de las altas mesetas de Mjico. Es el ms mejicano de los poetas

    un mejicano del valle de Anhuac, en el que est la capital como Casal es uno de los ms cubanos en su amor por los colores vivos. Su poesa es tambin pictrica, especialmente en

    las Odas breves, llenas de reminiscencias griegas y latinas." Ejemplo de estos ejercicios

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    clsicos, ensayados por un poeta esencialmente romntico, es la oda Ultima Necat1, donde se

    imita no slo la brevedad y las alusiones mitolgicas sino tambin las apretadas

    yuxtaposiciones de ciertos estilos helnicos:

    Huyen los aos como raudas naves!

    rpidos huyen!

    Infecunda Parca

    plida espera. La salobre Estigia

    calla dormida.

    Voladores aos!

    Dado me fuera detener convulso,

    horas fugaces, vuestra blanca veste!

    Pasan las dichas y temblando llegan

    mudos inviernos...

    Las fragantes rosas

    mustias se vuelven, y el enhiesto cliz

    cae de la mano. Pensativa el alba

    baja del monte. Los placeres todos

    duermen rendidos...

    En mis brazos flojos

    Cintia descansa.

    Pero Jos Mart, Julin del Casal, Jos Asuncin Silva y Manuel Gutirrez Njera se limitan

    a preparar el advenimiento de un gran poeta: Rubn Daro.

    De igual manera que el romanticismo francs cabe en el solo nombre de Hugo, as lo que ser

    el modernismo su nostalgia, sus excesos decorativos, su esplendor verbal cabe en el de Daro.

    La historia de la nueva escuela comienza en 1888 con la publicacin de Azul... en Valparaso.

    De este libro, cuya importancia histrica es innegable, quiz lo nico que an sobreviva sea

    algn soneto como el dedicado a Walt Whitman. En 1896 aparece en Buenos Aires Prosas

    profanas. Temas, palabras, metforas, emociones, estn muy lejos de nosotros, pero es

    indiscutible que con este libro de versos entr en el idioma espaol una nueva msica, un

    nuevo juego de posibilidades sonoras. Las predilecciones de Rubn Daro por el esdrjulo,

    por el tono agudo y por cierta espontnea o estudiada facilidad oral se manifiestan en

    estrofas, acaso gastadas ahora, pero que entonces debieron sorprender por su osada:

    Boga y boga en el lago sonoro

    donde el sueo a los tristes espera,

    donde aguarda una gndola de oro

    a la novia de Luis de Baviera.

    (Blasn)

    1 Recurdese la inscripcin de los relojes de sol: "Omnes vulnerara, ultima necat" (Todas hieren, la ltima

    mata).

  • 8

    Padre y maestro mgico, lirforo celeste

    que al instrumento olmpico y a la siringa agreste

    diste tu acento encantador;

    Panida! Pan t mismo, que coros condujiste

    hacia el propleo sacro que amaba tu alma triste,

    al son del sistro y del tambor!

    (Responso a Verlaine)

    Daro publica despus Cantos de vida y esperanza (1905) y El canto errante (1907). En estos

    libros perfecciona sus esplendores (Visin, Metempsicosis), y alcanza aquello que Lugones

    no alcanzar, tal vez, en toda su vida: un vnculo amistoso con el lector, la confidencia

    ntima. Detrs de la magnificencia verbal y de los hallazgos mtricos se vislumbra el destino

    trgico de Daro. Recurdese Yo soy aquel que ayer noms deca..., Cancin de otoo en

    primavera, Melancola. Lo fatal, Eheu!

    El modernismo, por obra de Daro, triunf en Amrica y en Espaa. Daro, en este ltimo

    pas, no es un forastero; se ha incorporado a la tradicin nacional y se habla de l como de

    Garcilaso o de Gngora. Daro es as, para la historia de la literatura, un gran poeta de Espaa

    y de Amrica.

    Dos poetas norteamericanos, Edgar Allan Poe y Walt Whitman, haban influido

    esencialmente, por su teora y por su obra, en la literatura francesa; Rubn Daro, hombre de

    Hispanoamrica, recoge este influjo a travs de la escuela simbolista; y lo lleva a Espaa.

    Hemos dicho que la evasin fue uno de los rasgos diferenciales del modernismo; podra

    sealarse tambin los temas de la mitologa griega, heredados del Parnaso francs y, en

    general, usados de manera decorativa. En Prosas profanas, Rubn Daro lleg a decir:

    Amo ms que la Grecia de los griegos

    la Grecia de la Francia, porque en Francia,

    al eco de las Risas y los fuegos,

    su ms dulce licor Venus escancia.

    Verlaine es ms que Scrates; y Arsenio

    Houssaye supera al viejo Anacreonte

    La profusin de mitos helnicos no basta al modernismo; Ricardo Jaimes Freyre, en Castalia

    brbara (1899), reemplaza las divinidades griegas por las escandinavas. Cambian as los

    personajes, no el espritu.

    Alguien podra objetar la frecuencia de temas, mitolgicos en la literatura de nuestro tiempo

    (Yeats, Valry, Kafka, Gide); pero su empleo, ahora, no es puramente ornamental, es

    tambin significativo de situaciones individuales.

    El modernismo abarc todas las naciones de Sudamrica. Sus poetas, quizs a travs de

    Heredia y de Hugo, descubrieron las posibilidades literarias del continente; a Grecia y a

    Versailles suceden la historia y la geografa americanas. Sus orgenes los conducen a Espaa

  • 9

    y, por ende, al descubrimiento de su Edad Media y de la lrica barroca. Gngora, reprobado

    por la Academia y admirado, acaso desde lejos, por Verlaine,2 es de nuevo propuesto a la

    admiracin por los modernistas.

    Pedro Henrquez Urea, en el libro Las corrientes literarias en la Amrica Hispnica, divide

    la historia del modernismo en dos perodos: el primero, va de 1882 a 1896, integrado por

    Mart, Casal, Gutirrez Njera, Asuncin Silva y Daro; el segundo va de 1896 a 1920.

    "Mart, Casal, Gutirrez Njera y Silva mueren entre 1893 y 1896; Daro queda, pues, como

    cabeza indiscutible para los veinte aos siguientes." Agrega Henrquez Urea que entre 1896

    y 1900 el centro de este movimiento estuvo en el sur, en Buenos Aires y Montevideo.

    Como se habr observado, el primer perodo del esquema propuesto por Henrquez Urea

    comprende, con excepcin de Daro, a los poetas que nosotros, por juzgarlos an vinculados

    al romanticismo, hemos considerado precursores. No hay que olvidar que las clasificaciones

    literarias son artificiales y responden a la necesidad de organizar el conocimiento; los

    lectores pueden elegir cualquiera de las dos posibilidades.

    En el modernismo predomin la poesa, pero tambin hubo prosistas. Daro cultiv ambas

    formas; nadie ignora que fue ms afortunado en el verso. Veremos que en el caso de Lugones

    la decisin no es fcil. Alguno (Carlos Reyles, Rod), se limit a la prosa. Y un gnero

    intermedio, el breve "poema en prosa", a la manera de Aloysius Bertrand y de Baudelaire,

    encontr asimismo cultores. En El cencerro de cristal (1915), Giraldes, influido por

    Laforgue, altern en una misma composicin la prosa y el verso.

    Hoy las literaturas de lengua espaola han traspuesto sus lmites geogrficos y merecen

    inters y respeto; esto es obra del modernismo. No, acaso, de los libros que fueron expresin

    de esta escuela, pero s del impulso que ella dio a las letras espaolas y americanas. Hasta la

    reaccin contra el modernismo, que se observa a partir de mil novecientos veintitantos, es

    consecuencia o parte del modernismo, y hereda su mpetu.

    2 En los Pomes Saturniens (1867), el soneto "Lassitude" lleva como paradjico epgrafe: a batallas de amor

    campo de pluma (Soledad Primera).

  • 10

    Lugones, Poeta

    El primer libro de Lugones, Las montaas del oro, se public en 1897 y desconcert o

    entusiasm a los lectores. Todo en l era deliberadamente nuevo, hasta el artificio tipogrfico

    de dar a los versos, slo separados por guiones, apariencia de prosa. En esta disposicin

    acaso influyeron Rimbaud y Maeterlinck;3 como tantas otras innovaciones, sta era tambin

    un arcasmo, ya que los ms antiguos monumentos de la poesa medieval el Beowulf, el Cantar de los Nibelungos y el Poema del Cid presentaban esta forma.

    Los guiones, en el Primer Ciclo, separan versos endecaslabos asonantados:

    ..."Entonces comprend ( Santa Miseria! ) el misterioso amor de los pequeos;i odi la dicha de las nobles sedas, i las prosapias con raz de hierro; i hall en tu lodo grmenes de lirios, i puse la amargura de mis besos sobre bocas purpreas que eran llagas ... "

    En el Segundo Ciclo, marcan las pausas entre versos irregulares:

    ..."Son las vacas que han venido a media noche, olfateando en las distancias de la sombra, el sutil olor de muerte que levantan de la tierra mojada por el degello, las frescuras de la fronda. Con pesados trotes llegan las salvajes plaideras, en la niebla que envolviendo los zarzales flota, absorbiendo los cuajados alientos de sus narices, que sobre la muda tierra con ronco estertor sollozan, i destilan grandes lgrimas llenas de candor salvaje, sus pupilas soadoras, i la sangre derramada se humedece empapada de jemidos y congojas". ...

    Cierra el volumen un largo poema en prosa rtmica, el Himno de las torres. Hay, asimismo,

    composiciones en verso alejandrino (Reposorio) o endecaslabo (Salmos del combate), en lo

    que cada verso ocupa, a la manera tradicional, una lnea.

    En todo el libro es evidente la presencia de Hugo. Este influjo, ms de una vez, ha sido

    reprochado a Lugones. Mucho podra decirse contra esa acusacin. Imitar a Hugo no es fcil;

    imitarlo sin incurrir en la mera grandilocuencia y sin que el tono desfallezca es una tarea

    difcil, aun para el propio Hugo; Lugones, sin embargo, la ejecuta con felicidad. No slo

    hereda las sonoridades del maestro que tanto dao suscitaron en imitadores mediocres, sino la facultad narrativa y una expresin directa y concreta. No ignora que lo pico acepta,

    entre muchas cosas, el efecto aparentemente prosaico. En el Himno de las torres, escribe:

    ..."i va Cristbal Coln con una cruz i una espada bien leal; i Marco Polo, con un tratado

    cosmogrfico de Cosmas en la mano... i la May-Flower con la carta del rei Juan; i Dumond

    Durville con un planisferio i una ncora; i Tasman con una brjula; i Stanley con el lpiz del

    New York Herald y su casco de corcho; i Livingstone con su Biblia y su esposa David Livingstone el padre del Nilo."

    Al recuerdo de Hugo y de Whitman se agrega, acaso el de Baudelaire, que asoma en la

    blasfemia y en la sensualidad de ciertas imgenes. Dante y Homero, dos admiraciones que lo

    acompaarn hasta el fin de sus das, ya son celebrados en este libro.

    Sin afectacin de criollismo, el lenguaje de Las montaas del oro, resulta espontneamente

    argentino.

    3 De 1897 son las Ballades Franpaises, de Paul Fort, en las que se observa el mismo recurso.

  • 11

    A la fama literaria del segundo libro de Lugones, Los crepsculos del jardn (1905), se

    agrega otra de carcter polmico y casi judicial. Se trata de una acusacin de plagio. En 1904,

    el poeta uruguayo Julio Herrera y Reissig public Los xtasis de la montaa; Blanco

    Fombona, en el prlogo de la edicin Garnier (Pars, 1912), destac las afinidades de este

    libro con Los crepsculos del jardn y acus a Lugones de haber calcado a Herrera. El

    argumento, as formulado, parece irrefutable; pero como sealan, entre otros, conocidos

    escritores del Uruguay Horacio Quiroga, Vctor Prez Petit, Emilio Frugoni, las poesas de Lugones ya haban aparecido en revistas de Buenos Aires y de Montevideo, antes de ser

    reunidas en un volumen. As Los doce gozos se publicaron en revistas argentinas hacia 1898

    y 1899.4

    Lo cierto es que Lugones y Herrera haban ledo a Samain.

    Telas, crepsculos, jardines, suspiros, estanques y fragancias invaden la poesa de Lugones y

    destierran las vastas divinidades de Hugo. Pero los motivos que en Samain aparecen

    desdibujados, en funcin de la melancola, de la nostalgia y de la contenida pasin, son

    prodigados ostentosamente por su mulo y sirven para el escndalo y la jactancia. Hugo y

    Baudelaire estn lejos de Los crepsculos del jardn, pero su recuerdo a veces asoma y

    perturba la unidad del estilo. Veamos estos versos de Samain:

    Voici que lesjardins de la Nuit vontfleurir,

    Les lignes, les couleurs, les sons deviennent vagues.

    Vois, le dernier rayn agonise a tes bagues.

    Ma soeur, entends-tupas quelque chose mourir!...

    (Elgie)

    Comprense con stos de Lugones:

    Tal como una bandera derrotada

    Se aj la tarde, hundindose en la nada.

    A la sombra del tlamo enemigo,

    Se apag en tu collar la ltima gema,

    Y sobre el broche de tu liga crema

    Crucifiqu mi corazn mendigo.

    (En color extico)

    Y con los siguientes de Herrera y Reissig:

    Con viperinas gulas, la onda impa

    mordi los aromticos billetes,

    y el sol se desangr en la fantasa

    de tus sortijas y tus brazaletes.

    4 Vase la revista Nosotros (2

    a poca), nmero dedicado a Lugones (N

    a 26-28), pgs. 225-266.

  • 12

    La tarde ahogse entre opalinas franjas...

    (Holocausto)

    En conjunto, el libro de Lugones es harto desigual. Al verso admirable: Se extenuaba de

    amor la tarde quieta, sigue: Con la ducal decrepitud del raso. Abundan estrofas como sta:

    Fnebre es tu candor adolescente

    Que la luna sonmbula histeriza,

    Y el perfume de nardo decadente

    En que tu alma pueril se exterioriza.

    (Romntica)

    En este libro, Lugones logra una mayor destreza formal, no as un mayor rigor. Su empeo es

    ser original y no se resigna a sacrificar el menor hallazgo, o lo que l considera hallazgo.

    Cada adjetivo y cada verbo tiene que ser inesperado. Esto lo lleva a ser barroco, y es bien

    sabido que lo barroco engendra su propia parodia.

    De este volumen, acaso inaccesible al gusto de nuestro tiempo, perduran algunas

    composiciones: Emocin aldeana, cuyos versos irregulares prefiguran al Lunario

    sentimental; el soneto parnasiano Len cautivo y el sensible poema El soltern, cuyo

    atribulado protagonista, a diferencia de otros del libro, parece real. En El soltern las muchas

    descripciones no entorpecen la fluidez y simplicidad del conjunto. La primera estrofa ya nos

    da el tono melanclico de la historia:

    Largas brumas violetas

    Flotan sobre el ro gris,

    Y all en las drsenas quietas

    Suean oscuras goletas

    Con un lejano pas.

    En el Lunario sentimental (1909), se trasluce el ejemplo del simbolista francs Jules

    Laforgue y de su Imitacin de Notre-Da-me la Lune. Sin embargo, como Lugones fue algo

    ms que un espejo de los libros que iba leyendo, es posible conjeturar que aun sin Laforgue

    hubiera llegado a despojarse de la juvenil y excesiva solemnidad de Los crepsculos del

    jardn. La abundancia lxica y metafrica de este libro habr despertado sonrisas; Lugones

    no renuncia a ella, pero gracias al tono festivo, logra una mayor levedad.

    El prlogo del Lunario sentimental es polmico. En l se lee que "el verso vive de la

    metfora" y que "hallar imgenes nuevas y hermosas, expresndolas con claridad y

    concisin, es enriquecer el idioma". Lugones, en efecto, presenta una de las mayores

    colecciones de metforas de la literatura espaola. Es innegable que estas metforas son

    originales y, a veces, muy hermosas; su desventaja es ser tan visibles que obstruyen lo que

    deberan expresar; la estructura verbal es ms evidente que la escena o la emocin que

    describen:

  • 13

    Mas ya dejan de estregar los grillos

    Sus agrios esmeriles,

    Y suena en los pensiles

    La cristalera de los pajarillos.

    (Himno a la luna)

    La variedad de evocaciones y la vehemencia llegan a anonadar:

    Farol glacial del invierno:

    Cuando se paralice toda savia,

    Y muera como un tigre el sol eterno,

    Y temple el cierzo formidable la gravia,

    Y petrifique el boreal infierno

    En suplicio de mrmol toda la Escandinavia,

    Tu ojo de pez antediluviano

    Coagular en su influjo maligno

    La desolada extensin, en signo

    De esplendor soberano.

    (El sol de medianoche)

    "La rima dice Lugones en el prlogo, es el elemento esencial del verso moderno." En el texto se prodigan las rimas inslitas: apio - Esculapio, astro - alabastro, sarao - cacao, ampo

    -crisolampo, copos - tropos, anda - Irlanda, garbo - ruibarbo, apogeo - Orfeo, organos -

    llganos, insufla - pantufla, picara - jicara, hongos - oblongos, orla - por la, petrleo - mole o,

    nyade - haya de, pretritas - in vino veritas... Esta exigencia de que la poesa no prescinda de

    rimas invalidara, por cierto, a poetas como Whitman, Cari Sandburg, Apollinaire y al propio

    Lugones del Himno de las torres.

    Lugones iguala y tal vez supera a Laforgue en el nmero y en la variedad de artificios

    verbales, pero estos artificios, que en Laforgue como en Byron, sirven para traducir una

    individualidad y corresponden, o parecen corresponder, a una idiosincrasia, en Lugones son

    meras habilidades, son deliberados juegos retricos y no trascienden el plano literario.

    Como en los ms antiguos monumentos de la pica del Indostn o como en Las Mil y Una

    Noches, prosa y verso conviven en el Lunario sentimental. Quizs Une saison en enferde

    Rimbaud sugiri a Lugones esta combinacin, que en 1909 era rara; ahora es ms frecuente.

    La unidad del libro est dada por el tema de la luna, expresado en odas, cuentos, sonetos y en

    lo que el autor llama Teatro quimrico: el dilogo en prosa, Dos ilustres lunticos; una

    gloga, La copa inhallable, una pantomima, El pierrot negro, y el "cuento de hadas" Los tres

    besos. Cierra el volumen la narracin titulada Francesca, que ofrece una nueva

    interpretacin del famoso episodio del canto quinto del Infierno.

    "Ojo izquierdo del mundo" llamaron a la luna los cabalistas, "puerta del cielo", una de las

    Upanishadas, donde tambin se lee que la luna interroga a los muertos y crece o mengua

  • 14

    segn entren o salgan de ella sus almas. De este sentido mtico de la luna (tan evidente, para

    citar un solo ejemplo, en la obra de Yeats) casi no hay conciencia en Lugones, que recurre a

    ella como un pretexto para ancdotas irnicas o amorosas. Es significativo, que la apostrofe

    as en el poema inicial:

    Yo te hablar con maneras corteses

    Aunque s que slo eres un esqueleto...

    En realidad, esta actitud corresponde a las preferencias escpticas y materialistas de cierta

    literatura de aquella poca.

    En 1910, ao de nuestro Centenario, public las Odas seculares. Al propsito, sin duda

    sincero, de conmemorar poticamente aquella fecha y de participar en la emocin colectiva,

    acaso se agreg una necesidad de acercarse a la gente y de atenuar la impresin de

    extravagancia provocada por el libro anterior. Por primera vez aparecen en su poesa los

    temas argentinos en los que tanto insistira despus. Sin embargo, la entonacin es ms

    espaola que criolla y el vocabulario sigue exhibiendo una vanidosa riqueza. No faltan

    prosasmos deliberados, que responden al deseo de probar que todo cabe en la obra del poeta

    y que ste debe medirse con cualquier tema. Tal es la verosmil explicacin de versos como

    stos:

    Reclamemos la enmienda pertinente

    Del cdigo rural cuya reforma,

    En la nobleza del derecho agrcola

    Y en la equidad pecuaria tiene normas.

    (A los ganados y las mieses)

    El defecto del libro reside en lo que algunos han considerado su mayor mrito: la tenacidad

    prolija y enciclopdica que induce a Lugones a versificar todas las disciplinas de la

    agricultura y de la ganadera. Felizmente, hay confidencias personales que mitigan el

    fatigoso catlogo:

    Como era fiesta el da de la patria,

    Y en mi sierra se nublan casi todas

    Las maanas de mayo, el veinticinco

    Nuestra madre sala a buena hora

    De paseo campestre con nosotros,

    A buscar por las breas ms recnditas

    El panal montaraz que ya el otoo

    Azucaraba en madurez preciosa,

    Embelleca un rubio aseado y grave

    Sus pacficas trenzas de seora.

    Seguanla el pen y la muchacha.

  • 15

    Y adelante, en pandilla juguetona,

    Corramos nosotros con el perro

    Que describa en arco pistas locas.

    Con certeza cabal deca el hombre:

    Aqu esta el camoat, misia Custodia. Que as su nombre maternal y po

    Como atributo natural la adorna.

    Aunque aqu vaya junto con la patria

    Toda luz, es seguro que no estorba.

    Adelgazada por penosos aos,

    Como el cristal casi no tiene sombra.

    Despus se nos ha puesto muy anciana,

    Y si muere sera triste cosa

    Que no la hubiese honrado como debe

    Su hijo mayor por vanidad retrica.

    Tambin en determinadas estrofas de composiciones como A los Andes y A los gauchos, se

    abre camino la emocin a travs de la constante grandilocuencia:

    Yo, que soy montas, s lo que vale

    La amistad de la piedra para el alma.

    Con este libro, Lugones vuelve a los temas civiles de su primera poca. Es evidente la

    sinceridad patritica del poeta; hay en sus palabras un estremecimiento que, por cierto, no se

    encontrar en el Canto a la Argentina, de Rubn Daro, obra de compromiso elaborada para

    la misma ocasin.

    El libro fiel (1912) no es la obra ms caracterstica de Lugones (probablemente lo sea el

    Lunario sentimental), pero es la obra que mejor parece corresponder a una exigencia ntima.

    En otros libros se adivina el deliberado propsito de versificar determinados temas; en ellos,

    el autor, en lugar de abandonarse a la emocin, cumple una tarea que se ha impuesto. En ste,

    en cambio, el tono es confidencial. Ya ttulos como El dolor de amar, La joven esposa, La

    estrella del dolor, Historia de mi muerte, anuncian una melanclica madurez que contrasta

    con los juegos o con las doctrinas de pginas anteriores.

    En este libro, hasta las alusiones mitolgicas han superado su carcter decorativo y las

    sentimos recreadas por el poeta:

    Porque es as que sin pavor ni estruendo,

    Viene y nos clava el peligroso infante,

    Tras la gota de miel dardo tremendo.

    (Oda al amor)

    Lugones regresa a su predileccin por la luna en el mismo poema:

  • 16

    Pero tambin, por singular fortuna,

    Te comunicar en noche bendita

    El dulce bien de descubrir la luna.

    Tambin en La blanca soledad:

    La luna cava un blanco abismo

    De quietud, en cuya cuenca

    Las cosas son cadveres

    Y las sombras viven como ideas.

    Y uno se pasma de lo prxima

    Que est la muerte de la blancura aquella,

    De lo bello que es el mundo

    Posedo por la antigedad de la luna llena

    Y el ansia tristsima de ser amado

    En el corazn doloroso tiembla.

    En estos versos sentimos la presencia de la luna con ms conviccin que en las laboriosas

    metforas del Lunario.

    Hacia 1897, Rubn Daro haba comparado a Lugones con Poe; Historia de mi muerte y El

    canto de la angustia confirman por su ambiente de terror esta sorprendente opinin:

    Y contemplaba mis manos

    Sobre la mesa qu extraordinarios miembros;

    Mis manos tan plidas,

    Manos de muerto.

    Y not que no senta

    Mi corazn desde haca mucho tiempo.

    Y sent que te perda para siempre,

    Con la horrible certidumbre de estar despierto.

    Y grit tu nombre

    Con un grito interno

    Con una voz extraa.

    Que no era la ma y que estaba muy lejos.

    Y entonces, en aquel grito,

    Sent que mi corazn muy adentro,

    Como un racimo de lgrimas

    Se deshaca en un llanto benfico.

    Y que era el dolor de tu ausencia

    Lo que haba soado despierto.

    Tambin recordamos el ambiente sombro de Silva y de Gutirrez Njera.

    La gravedad y la ternura del Libro fiel se prolongan en algunas composiciones del Libro de

    los paisajes (1917):

  • 17

    Oh amiga que tan dulcemente amparas

    En tu suave amistad mi hosca fatiga,

    Purificando con tus manos claras

    Mi oscuro corazn, oh dulce amiga.

    (Sonata primaveral)

    El primer vuelo. La tarde clara, Salmo pluvial figuran entre los ms famosos poemas de

    Lugones. Salmo pluvial termina admirablemente con los versos que siguen.

    CALMA

    Delicia de los rboles que abrev el aguacero.

    Delicia de los grrulos raudales en desliz.

    Cristalina delicia del trino del jilguero.

    Delicia serensima de la tarde feliz.

    PLENITUD

    El cerro azul estaba fragante de romero,

    Y en los profundos campos silbaba la perdiz.

    Una de las partes, Alas, rene composiciones dedicadas a pjaros argentinos. Por momentos

    la entonacin, tambin verncula, anticipa los futuros romances criollos. En las

    descripciones de los pjaros se prodigan toques realistas; ese realismo fragmentario es

    caracterstico de todo el volumen. Decimos fragmentario, porque esos toques estn como

    perdidos entre ornamentos retricos y vagas efusiones lricas. No vemos los paisajes de

    Lugones como vemos, por ejemplo, los de Fernndez Moreno; las estrofas de Mapamundi o

    de Horas campestres evocan a lo sumo acuarelas y leos, no una inmediata realidad.

    El libro fiel, El libro de los paisajes y Las horas doradas (1922) componen, en cierto modo,

    una sola obra, pero en el ltimo la versificacin es ms fluida. El terror sobrenatural, tema del

    Canto de la angustia y de Historia de mi muerte, reaparece con pareja eficacia en Los perros

    lunticos-.

    Rozando interminables muros,

    Trotan sin fin. Su endeble traza

    Bajo la luna se adelgaza,

    Y ella los vuelve ms oscuros.

    Y siguen con absurdo empeo

    En nuestra misma direccin,

    Los fatales perros sin dueo,

    Sordos al mimo y al baldn.

    Una esquivez de presidiario

    Manifiesta su intimidad

    Con los vampiros del osario

    Y el horror de la soledad.

  • 18

    Afelpando su oblicua marcha,

    Toda la noche van as,

    Exasperado por la escarcha

    Su silencioso frenes.

    O una demencia paralela,

    Su gaido histrico arranca,

    Y se pasan la noche en vela

    Ululando a la muerte blanca.

    (Romanzas del buen invierno, IX)

    El amor conyugal es otro de los temas que vuelven. De la admirable Balada del fino amor son

    los siguientes versos:

    Y habr quien no haya visto en un inerte

    Crepsculo de glidos candores,

    Caen las violetas ulteriores,

    De las lnguidas manos de la muerte?

    Los diptongos quebrados del tercer verso recuerdan los de Gngora: Entre las violetas fui

    herido. Ventura Garca Caldern ha sealado la ocasional afinidad de Lugones con Gngora;

    la siguiente estrofa reproduce no slo el brillo sino la spera dureza de las Soledades:

    Mordido de coloren cada poro,

    Friega de oro el metal su pulimento,

    Y exorbita hasta el cnit un violento

    Pavo real verde delirado en oro.

    (La tarde)

    Lugones, que iba buscndose y descubrindose en los libros que lea, ahond en su propia

    intimidad, gracias a los poemas de Heine. No slo el ttulo del Romancero (1924), atestigua

    esta influencia, sino los trece Heder, Intermezzo y el romance inicial Gaya ciencia, que es

    una deliberada variacin del poema Der Asra.

    Algunas composiciones Las fatales, El ausente, Romance de las dos hermanas permiten entrever al novelista que Lugones, tal vez no logr ser cuando se propuso escribir novelas. Su

    predileccin por el Libro de Las Mil y Una Noches y por la poesa islmica se refleja en Las

    tres kasidas y en ciertos poemas narrativos: Romance del rey de Persia, Tonada, El beso. El

    ropaje extico no debe engaarnos; Lugones est mucho ms cerca de estos poemas que, por

    ejemplo, de los ejercicios descriptivos que cultiv en las Odas seculares. El presentimiento y

    la curiosidad del amor, patticos en un hombre maduro, asoman en muchas pginas de este

    libro {Chicas de octubre, Tennis, Perfil, Negro y blanco, Figurn) y les otorgan un inters

    humano que, acaso, estticamente no alcanzan. En otras, la adivinacin de la muerte se une al

    amor y es entonces cuando el lirismo de Lugones logra su plenitud:

  • 19

    LA PALMERA

    Al llegar la hora esperada

    En que de amarla me muera,

    Que dejen una palmera

    Sobre mi tumba plantada.

    As, cuando todo calle,

    En el olvido disuelto,

    Recordar el tronco esbelto

    La elegancia de su talle.

    Entregar con ternura

    La flor, al viento sonoro,

    El mismo reguero de oro

    Que dejaba su hermosura.

    Como un suspiro al pasar,

    Palpitando entre las hojas,

    Murmurar mis congojas

    La brisa crepuscular.

    Y mi recuerdo ha de ser,

    En su angustia sin reposo,

    El pjaro misterioso

    Que vuelve al anochecer.

    En Poemas solariegos (1927), uno de los libros capitales de la obra que estudiamos, Lugones

    quiere fundar su poesa en la realidad o, mejor dicho, quiere celebrar una realidad que

    justifique y documente los poemas. Comparado con libros como el Lunario, este volumen

    seala una reaccin; el propsito de realizar una poesa argentina, ya ensayado en las Odas

    seculares, alcanza aqu su perfeccin. El lenguaje es ms directo y ms simple, sobre todo en

    El canto y en la perdurable Dedicatoria a los antepasados. Nuestra admiracin por esta

    sencillez casi oral no debe hacernos olvidar que su eficacia, en buena parte, proviene del

    contraste con preciosismos anteriores. A pesar de las influencias que hemos indicado, la obra

    de Lugones es una; el estilo barroco de Los crepsculos del jardn hace resaltar la

    simplicidad de la Dedicatoria.

    Recorre el libro un sentimiento elegiaco; Lugones ha querido rescatar viejas cosas criollas,

    olvidadas costumbres y personas. Las composiciones de inspiracin cordobesa (El almuerzo,

    La sobremesa, El traspatio) son ms autnticas que las Estampas porteas, o que la

    demasiado famosa Salutacin a Enbeita. En El payador (1916), Lugones menciona a "un

    mozo llamado Serapio Surez que se ganaba la vida recitando el Martn Fierro en los

    ranchos y en las aldeas. Viva feliz y no tena otro oficio; lo cual demuestra que la poesa era

    uno, s bien reducido a los cuatro granos diarios que constituyen el jornal del pjaro cantor".

    En los Poemas solariegos, dedica un largo romance a la memoria de aquel lejano amigo.

    Cierran el volumen unos cincuenta epigramas, Los nfimos, que recuerdan las ocurrencias de

    Jules Renard o ciertos juegos de la poesa japonesa.

    Con la obra pstuma Romances de Ro Seco (1938) culmina la poesa de Lugones. Durante

  • 20

    toda su vida haba sido devoto del Martn Fierro, que juzgaba el libro esencial de nuestra

    cultura; esta veneracin lo llev a crear poemas de ambiente y tono criollos. Fueron

    surgiendo, as, los Romances de Ro Seco. En los primeros (La cabeza de Ramrez, La presa)

    el criollismo es todava un poco deliberado y enftico. Gradualmente, Lugones se libera y

    escribe, acaso, sus mejores poemas. En general, los escritores gauchescos haban preferido la

    bravata y el desafo; Lugones, en El regalo, La visita, El Seor de Renca, pone de relieve un

    rasgo menos divulgado y que fue tpico de los payadores: la cortesa criolla. Ms importante

    que la ancdota es, en cada una de estas composiciones, el tono:

    Aunque a rigor esta vez

    La ley del canto me toque,

    Les narrar el sucedido

    Del gaucho Jacinto Roque.

    Tal condicin de mi letra

    Puntualmente determino,

    Porque es, con perdn de ustedes,

    La historia de un asesino.

    (El malevo)

    En La visita admiramos, una vez ms, la capacidad narrativa de Lugones. Conviven en este

    pausado relato el pudor, los buenos modales y la picarda del hombre de campo. El poema

    concluye con las significativas estrofas:

    Y como dndose tiempo

    De asentar los cojinillos-.

    Me haban dicho, amigo Robles, Que tena unos novillos...

    A estas palabras don Pepe,

    Como es de la misma laya,

    Regatea con desgano:

    Puede ser que algunos haya. Y costar mucho verlos? El otro sin contestar,

    Afirma, entregando el mate-.

    Yo lo voy a acompaar. Montan juntos, y sin prisa

    Toman el camino al trote.

    Es all cerca, noms, Trasmontando aquel mogote.

    As podr revisarlos

    Antes que asiente el calor.

    La hacienda estaba rodeada

    Desde la tarde anterior.

  • 21

    Dos colecciones. Poesas diversas y La copa de jade, incluidas en sus Obras poticas

    completas, nada esencial agregan a su labor.

    Nadie discute que Lugones sea un gran poeta; esta definicin, aplicada en general a escritores

    de produccin abundante, acepta la presencia de irregularidades y de cierta grandilocuencia.

    Paradjicamente, resulta ms difcil decidir si fue o no poeta. La dificultad es slo verbal. Si,

    para tipificar la poesa, pensamos en Anacreonte, en Keats, en Verlaine, en Garcilaso o, entre

    nosotros, en Enrique Banchs, hombres de tono ntimo, quiz no podamos incluir en esta

    categora a Lugones. En cambio, si pensamos en Pndaro, en Milton, en Hugo, en Quevedo,

    es evidente que tambin Lugones tiene derecho a la fama de poeta.

  • 22

    El Prosista Lugones Y Lo Argentino

    De los trabajos en prosa de Lugones,5 ninguno se deja leer con mayor agrado que El imperio

    jesutico (1904). En 1903, el gobierno argentino le encarg la redaccin de esta memoria, que

    lleg a ser un erudito ensayo histrico. Lugones recorri el territorio de las Misiones y el

    Paraguay para documentarse. Como lo indica el ttulo, este libro historia y analiza el rgimen

    teocrtico que la Compaa de Jess instaur en el Paraguay y en las zonas limtrofes. El

    primer captulo es una descripcin del estado de Espaa durante la poca de la Conquista;

    Lugones considera que para comprender la conquista es indispensable comprender la nacin

    que la llev a cabo. Ms adelante, pasa a detallar el paisaje de las Misiones; en otros libros, su

    estilo barroco no condice con los temas que trata; en ste, hay una afinidad natural entre la

    exuberancia del paisaje y la de la prosa.

    "No tengo para los jesuitas y por de contado para los que ya no existen en el Paraguay

    declara Lugones, cario ni animadversin. Los odios histricos, como la ojeriza contra Dios, son una insensatez que combate contra el infinito o contra la nada."

    Es interesante comparar este "ensayo histrico" de Lugones con el trabajo anlogo de

    Groussac sobre el Padre Jos Guevara y su historia del Paraguay. Lugones, por ejemplo, se

    limita a sealar las leyendas milagrosas que pululan en las historias de los jesuitas; Groussac

    insina, al pasar, que una fuente probable de esa milagrera fue cierta bula que se refiere a la

    canonizacin con estas palabras precisas: "las virtudes no bastan, sin los milagros".6

    En El imperio jesutico, el sujeto preocupa menos al autor que las posibilidades literarias que

    aqul le ofrece.

    Piedras liminares (1910) integra con Didctica, Odas seculares y Prometeo, el homenaje de

    Lugones al primer centenario argentino. Se trata de una obra desconcertante; menos

    resignado que otros ciudadanos de nuestro pas a la agobiadora fealdad de los monumentos

    pblicos, Lugones pretende que stos sean bellos y sugiere varios minuciosos proyectos.

    Entre otros encara la construccin de un templo dedicado al himno argentino, en el que cada

    capitel representara "una escena alusiva en mrmol o en bronce, segn la situacin de las

    columnas".

    El primero y el ltimo captulo de la Historia de Sarmiento (1911), escritos con

    grandilocuencia, no corresponden al estilo general del libro, uno de los ms fuertes y

    agradables de la obra de Lugones. Estos dos captulos, en efecto, adolecen de gigantismo y de

    prolijidad. En uno de ellos no le basta al autor la comparacin de Sarmiento con una

    montaa; la describe con pormenores geolgicos: "Persiste la quemadura plutnica en el

    costillar de traquito, en la hacheadura de gneis que forman la grieta oblicua. En vano la

    nyade montaesa vertile, por siglos compasiva, su escurridura de alcuza." En otro,

    proyecta esta detallada pirmide: "La tumba de Sarmiento, es otro tema monumental.

    Parceme que dado el personaje, debiera ser una pirmide de granito ocupada por un fretro

    de bronce... Deberamos orientarla como aquellas otras de los faraones, por medio de la

    astronoma estelar, cuyo primer observatorio argentino fue una creacin de Sarmiento. Quiz 5 La prosa de Lugones es tan mltiple, que no podemos mantener en este captulo el orden cronolgico que

    hemos observado para su poesa. Nos ha parecido preferible una clasificacin por temas. 6 GROUSSAC, Estudios de historia argentina, 1918, pginas 56-57.

  • 23

    conviniera formarla con cincuenta bloques, grabando en cada uno de ellos el ttulo de un libro

    suyo."

    Felizmente, pasajes como los anteriores son excepcionales. La obra deja una imagen vivida

    de Sarmiento. La prolijidad que, aplicada a lo meramente verbal, es intolerable, resulta una

    virtud cuando Lugones la emplea para comunicar hechos reales. Las predilecciones, los

    hbitos de trabajo, el rgimen de vida, las ancdotas, la sucesiva indumentaria, las comidas

    preferidas, todas las circunstancias de Sarmiento, estn en este libro. Sin indiscreciones, el

    historiador nos da la intimidad del protagonista. Lugones admira a Sarmiento, pero no se

    propone justificar todos sus actos. Condena, por ejemplo, la muerte de Pealoza.

    Aos ms tarde, el autor se desdijo de "la ideologa liberal de este libro".

    Ciertos pasajes merecen un recuerdo especial: el captulo titulado El innovador, la

    descripcin de las orillas de Buenos Aires, las bien elegidas y bien comentadas citas del

    propio Sarmiento.

    En 1913 publica su Elogio de Ameghino. No corresponde analizar aqu el aspecto cientfico

    de este libro; en sus pginas, Lugones ha rescatado para la posteridad la modesta presencia de

    un gran hombre. Al iniciar su biografa, destaca una singular coincidencia, que bien puede ser

    una predestinacin: en Lujan fueron descubiertos los grandes restos de los animales

    prehistricos; en Lujan naci el estudioso que les dedicara su vida. Lugones refiere la

    vicisitudes de esa labor, tardamente reconocida, en nuestro pas. Esta biografa, como la de

    Sarmiento, abunda en pormenores precisos. La obra entera ha sido escrita con emocionada

    amistad.

    Nos enfrentamos ahora con uno de los mejores libros de Lugones, El payador (1916). El

    propsito del autor era que esta obra, consagrada al Martn Fierro de Hernndez, constase de

    tres partes: una introduccin esttica y descriptiva, un vocabulario y el texto original,

    comentado. Slo apareci la primera, Hijo de la pampa, ms conocida por el ttulo de El

    payador. Lugones consideraba que el Martn Fierro era un poema pico: razonar esta idea

    era uno de los fines que se propuso. Movido por su pasin helenstica, vio en la obra de

    Hernndez una epopeya, que bien poda significar para nosotros lo que para los griegos la

    Ilada. No todos estarn de acuerdo; nadie, sin embargo, podr permanecer insensible a los

    esplendores y a la emocin de esta obra fervorosa. En una antologa de la prosa espaola

    seran indispensables estas pginas que describen los orgenes pastoriles de nuestra sociedad:

    el desierto, los incendios, el regreso del padre, la yerra, los indios, los desafos de la guitarra

    y del cuchillo.

    Roca (1938), la ltima produccin de Lugones, ha quedado inconclusa. Esta biografa llega

    hasta la conquista del desierto. No hay en sus pginas un juicio directo sobre la ideologa de

    su hroe, pero s un ataque a la Constitucin del 53, una censura del liberalismo y una

    apologa de la poltica exterior de Rosas. No es fcil formular una opinin sobre esta

    biografa que el autor no alcanz a corregir; cautiva menos que la Historia de Sarmiento o

    que El imperio jesutico.

    Entristece que este libro pstumo cargue con un prlogo intempestivo de Octavio R.

    Amadeo, hecho de bromas dbiles ("Crdoba se sinti aliviada con la partida del hijo

    prdigo, y pudo decir: Vate!, vete!") y de metforas indigentes ("Ha llegado de Crdoba con

    cajones llenos de palabras elctricas, de todos colores... El tanque cordobs hace fuego caiga

    quien caiga").

  • 24

    Imposible omitir en este captulo dos preocupaciones de Lugones: los problemas del lenguaje

    y los pedaggicos.

    Vigoroso testimonio de lo primero es el fragmentario comienzo de un Diccionario

    etimolgico del castellano usual, que abarca ms de seiscientas pginas y que no alcanza a

    agotar la letra A. La Academia Argentina de Letras lo public en 1944.

    Lo pedaggico proviene de sus experiencias personales. Lugones, desde el ao mil

    novecientos, ejerca el cargo de inspector de enseanza; tres aos despus renuncia por

    solidaridad con el inspector general, Pablo Pizzurno, y publica La reforma educacional. Esta

    obra combate las arbitrarias innovaciones introducidas en el plan de estudios por el nuevo

    ministro. Se aprecia en ella la profunda versacin pedaggica del autor. Censura, entre otras

    cosas, que el francs o el ingls no sean materias obligatorias y satiriza el predominio

    concedido a la gramtica, en detrimento de otras asignaturas.

    Otro libro, Didctica (1911), recoge la experiencia de esos aos de labor escolar. Es una obra

    extensa, que condesciende a las ms minuciosas observaciones; analiza planes de estudio y el

    material de enseanza; ni las dimensiones de los bancos ni la forma de los tinteros eluden su

    examen.

  • 25

    Lugones Y Lo Helnico

    El amor de lo helnico acompa siempre a Lugones. En una conferencia pronunciada en

    1915, refiri que en "la gracia moderada" de las colinas de Crdoba, en "la vivacidad de su

    aire seco y transparente" y en los ros "de sonora delgadez" haba presentido el paisaje griego.

    Ya hemos dicho que los poetas del modernismo admiraban a Grecia; esta admiracin, que en

    la mayora se redujo al manejo retrico de algunos temas o palabras, fue genuina en Lugones.

    Lo llev a estudiar la mitologa, las costumbres, las artes, y aun los dialectos.

    Prometeo (1910) forma parte del homenaje que Lugones quiso tributar a la patria, en su

    centenario. Es significativo que el tema central de este libro sean las ideas griegas; Lugones,

    en el prlogo, afirma que stas "constituyen el fundamento de la civilizacin a la cual

    pertenecemos". El cristianismo, considerado por Lugones una religin oriental, ha

    oscurecido nuestra vinculacin con la cultura helnica. Lugones quiere recordar a los

    argentinos este lejano origen y contribuir a la formacin de "lo que ahora nos falta: una

    civilizacin, una moral y un culto". En 1910 pens que esa Argentina que se afanaba con su

    progreso material vala mucho menos que la otra que atraves los Andes, cre repblicas y

    fund la libertad "con su miseria generosa". Querra que nuestro segundo siglo de historia

    organizara un nuevo tipo de vida basada en lo espiritual.

    Prometeo es una exposicin y una interpretacin de la mitologa griega. Lugones rechaza la

    tendencia, entonces en auge, a ver en los fenmenos naturales el fundamento de los mitos;

    desentraa o quiere desentraar la parte de verdad que en ellos se oculta. En el captulo

    titulado Un proscripto del Sol, niega que el descubrimiento del fuego sea el tema esencial del

    mito de Prometeo. Otros captulos analizan el arte, las costumbres y las instituciones. En

    algunos pasajes de la obra asoma el influjo de las doctrinas teosficas. Lugones, en este libro,

    reverencia una vez ms a Platn.

    En 1915 public El ejrcito de la Ilada, que reproduce una conferencia pronunciada siete

    aos antes en el Crculo Militar.

    Con los apuntes de unas conferencias dictadas en la Universidad de Tucumn en 1915,

    compone el libro Las industrias de Atenas, que apareci en 1919. El trabajo ateniense, la

    cermica, la construccin de las flautas y la industria de la miel son los temas principales.

    Como de costumbre, Lugones emplea con un propsito aleccionador las analogas de lo

    griego con lo argentino. Seala, entre otras cosas, que el pueblo ateniense, como el nuestro,

    se form por inmigracin: "Atenas fue un resultado de la tolerancia y hospitalidad con que

    supo acoger en el suelo tico a los emigrantes corridos por la invasin drica." En otra

    disertacin observa un parecido local: se refiere a "la industria de la miel que, como se sabe,

    era el azcar de los antiguos. Reviste, pues, una especial importancia para Tucumn donde

    tambin existe una civilizacin de la dulzura... "

    Estudios helnicos (1923) y Nuevos estudios helnicos (1928) renen varios trabajos

    dedicados a los poemas homricos e incluyen traducciones del texto original en alejandrinos

    rimados. Se recordar que en el prlogo del Lunario sentimental, Lugones haba afirmado

    que la rima es el elemento esencial del verso moderno; en Estudios helnicos aclara que sta

    reemplaz al ritmo o cantidad prosdica del verso antiguo. La eleccin del alejandrino se

  • 26

    debe a que Lugones lo consideraba "el hexmetro romanceado". Este metro le permiti

    mantener en su traduccin el mismo nmero de versos del original.

    "Tengo la conviccin escribe Lugones de que mi comentario es interesante y de que mis traducciones son buenas." Acaso le parecieron buenas porque en cada palabra segua oyendo

    el texto original; tal ilusin es frecuente en los traductores, y casi inevitable. Esa iluminacin

    indirecta no alcanza al lector, que no ve sino el resultado ltimo del trabajo.

    Ms atento al significado de las palabras que a su valor esttico, Lugones las combinaba y las

    prodigaba con extraa insensibilidad. Construa as dificultosos pasajes como ste:

    Oh Hermano, El Raudo Aquiles Te Acosa Grandemente Con Pie Veloz, En Torno De La Ciudad De Pramo.

    Mas, Ea, Detengmonos Ya Y Hagmosle Frente.

    Contestle El Grande Hctor Del Casco Tremlente:

    Siempre Fuiste, Defobo, Mi Hermano Ms Querido Entre Los Que Hijos De Hcuba Y Pramo Hemos Sido;

    Pero Aun Sabr Mi Estima Crecer En Adelante,

    Pues A Dejar Los Muros Por M Te Has Atrevido

    Al Ver Mi Riesgo, Mientras Los Dems Se Quedaron.

    Y La Ojizarca Atena Djole:

    Hermano, Es Cierto Que Padre, Augusta Madre Y Amigos, Abrazaron

    Mis Rodillas Rodendome, Y Harto Me Suplicaron

    Quedase All (Pues Todos De Terror Estn Yertos).

    (Ilada, Canto XXII.)

    Estudios helnicos y Nuevos estudios helnicos proceden de conferencias dictadas en Buenos

    Aires.

  • 27

    Lugones Y La Poltica

    Lugones, hombre de mltiples intereses, no poda sustraerse a los problemas que suscit la

    Primera Guerra Mundial; en 1912, previo que el conflicto de los Balcanes era el anuncio de

    otro ms vasto y as lo declar en una correspondencia enviada a La Nacin desde Europa.

    Para la imaginacin popular, el auge posterior de la literatura pacifista Sin novedad en el frente es acaso el ejemplo ms divulgado, aunque estticamente haya otros mejores ha reducido la guerra de 1914 a una torpe matanza de hombres aprisionados en trincheras. El

    horror de esta imagen no debe hacernos olvidar que la causa de los aliados era

    fundamentalmente justa. La invasin de Blgica y el hundimiento del Lusitania fueron

    sentidos como algo terrible por los contemporneos. Lo cierto es que, por sus crecientes

    atrocidades, Alemania ha logrado, en cada guerra, renovar el estupor y la indignacin.

    Lugones, que comparta estos sentimientos, los expres con fervor en los artculos de Mi

    beligerancia (1917) y de La torre de Casandra (1919), continuacin del anterior.

    Nada, en el Lugones de aquella poca, anuncia el venidero apstol de "la hora de la espada",

    salvo la entonacin dogmtica que es comn a los dos. Ms fcil es simpatizar con aqul que

    con ste. Lugones public ambos libros con un propsito esclarecedor, segn lo manifiesta

    en el prlogo de Mi beligerancia:

    "He credo que la eficacia con que algunos de mis escritos contribuyeron a esclarecer en este

    pas el concepto de nuestra posicin y de nuestros deberes ante la guerra, durara ms si

    coleccionaba yo aquellas pginas; pues, aunque su relativo mrito dependiera en gran parte

    de la oportunidad circunstancial, uno mayor y permanente asignaramos, de suyo, a los

    principios de verdad y de honor en ellas expuestos."

    Ms tarde, para propagar las convicciones que la posguerra suscit en l, Lugones no slo se

    vali de artculos, sino de conferencias. An se recuerdan las que pronunci en el Coliseo, en

    1923, y que recogi ese mismo ao en Accin. Este libro inaugur la serie de trabajos que

    clausurara, en 1923, con El estado equitativo} A travs de ellos puede seguirse la evolucin

    que lo llev a un credo totalitario. Sin detenernos a juzgar, y por cierto a condenar ese credo,

    labor que no incumbe a estas pginas, queremos sin embargo dejar a salvo la indiscutible

    sinceridad de Lugones. Exalt la espada porque la crey necesaria para la redencin de la

    patria. Es sabido que particip en la revolucin de septiembre; a poco de triunfar este

    movimiento, Uriburu le ofreci la direccin de la Biblioteca Nacional; Lugones rehus,

    porque su militancia haba sido desinteresada.

  • 28

    El Narrador

    En 1905, el barroquismo de Lugones llega a sus ltimas consecuencias tanto en el verso de

    Los crepsculos del jardn como en la prosa de La guerra gaucha. El farragoso lxico, la

    sintaxis a veces inextricable y el abuso de los pronombres demostrativos, que con frecuencia

    obligan al lector a retroceder, entorpecen la lectura seguida. El tema las incursiones de los milicianos de Gemes hacia 1814 desaparece bajo la frondosidad del estilo: "Rejuveneciendo en la ablucin del roco, el paisaje se embelesaba sonredo de aurora. Las

    montaas del oeste empolvbanse de violcea ceniza. La evanescencia verdosa del naciente

    deslease en un matiz escarlatino, especie de agita etrea cuyo rosicler an se sutilizaba

    como si una idea adviniese a color. La luz vari sobre el follaje de los cebiles. El horizonte

    pulase en un topacio clarsimo sobre las montaas, azules las distantes, verdes de cardenillo

    las prximas, retrocediendo sus depresiones en perspectivas de planisferio. Manchas de

    sulfatado azul debilitbanse en los declives. Un faralln de cerro oblicuaba sus estratos,

    semejante a un inmenso costillar; y orlaban los repliegues de las colinas desbordamientos de

    arcilla como una desolladura de carnazas. El cnit de cinc resucitaba en celeste."

    No en vano una de las ltimas reimpresiones incluye un erudito y minucioso vocabulario de

    1257 palabras, indispensable para la buena inteligencia del libro. Por obra del contexto, hasta

    las voces ms familiares parecen rebuscadas:

    ..."Pasado el primer mpetu de pavor, lo arrastraban a la brusca, irguiendo el testuz,

    mosqueando la oreja, como clavo de punta el ojo, prontos a venirse sobre el lazo en un bote

    ventajero, el moro a ras de tierra, la papada cimbrndose entre las manos. Aquel novillo se

    port maula; huy, y lo malogran a la fija, si un concurrente no se comide. Le faltaba lazo, iba

    en pelo, y para colmo, estorbado por los rboles, err su tiro de boleadoras; pero en

    alcanzando al animal, desnud su cuchillo, tendise a la paleta del caballo, y cogindose con

    la izquierda a las crines, con la otra desjarret. Desplomse el vacuno con un baladro..."

    Los rasgos brutales que figuran en este libro el moreno que guarda para su perro el brazo de un soldado espaol son quiz verdaderos, pero no logran ser verosmiles.

    Por su adaptacin al cinematgrafo y por su argumento patritico, no por su lectura, cuya

    dificultad ya hemos indicado, La guerra gaucha ha logrado gran difusin. La escritura de

    estas pginas ampulosas sirvi de desahogo a Lugones; en obras ulteriores su estilo

    gradualmente se simplifica.

    Las fuerzas extraas (1906) comprende doce cuentos fantsticos y un ensayo de cosmogona.

    Ambos gneros inevitablemente evocan al autor de Eureka y de Cuentos de lo grotesco y

    arabesco. El estmulo de Edgar Allan Poe es, en efecto muy probable; pero ni la literatura

    fantstica de Lugones ni la cosmognica se parecen a las del antecesor.

    Ya en 1896, Lugones cultivaba el Cuento fantstico. Quedan, en revistas de la poca, muchos

    testimonios de esa predileccin, no recogidos posteriormente, pero que llevan su firma. De

    los incluidos en Las fuerzas extraas, acaso los mejores sean La lluvia de fuego (que revive,

    con minuciosa probidad, la destruccin de las ciudades de la llanura), Los caballos de

    Abdera, Yzur, La estatua de sal. Estas pginas se cuentan entre las ms logradas de las

    literaturas de lengua hispana. Lugones resuelve uno de los cuentos mediante la intervencin

  • 29

    de un dios; el burdo recurso del deus ex machina, tan reprochado a Eurpides, logra, gracias

    al arte de Lugones, una tremenda y sobrecogedora eficacia.

    Por el tema popular y por el estilo sencillo, nada frecuente en el autor, despierta inters El

    escuerzo. En este cuento, ms que en otros, Lugones entra plenamente en lo sobrenatural.

    El Ensayo de una cosmogona en diez lecciones tiene un proemio y un eplogo novelesco; es

    fcil adivinar que se trata de una precaucin literaria o, para decirlo como Lugones, de una

    modestia. El propsito del autor es expresar seriamente una hiptesis. El marco narrativo

    sirve, pues, para disculpar esta intromisin de un profano en materia cientfica. La

    cosmogona de Lugones rene elementos de la fsica de su tiempo energa, electricidad, materia y otros del Vedanta y de la filosofa budista: aniquilaciones y recreaciones cclicas del universo y trasmigracin de las almas.

    En 1921, Lugones volver a la astronoma y a sus problemas en la conferencia titulada El

    tamao del espacio, que es una exposicin y una apologa de las doctrinas de Einstein.

    Filosofcula (1924) rene prosas breves y poemas de ndole sentenciosa. Entre las prosas,

    unas son de ambiente oriental y otras de ambiente helnico. Las primeras recogen temas de

    Las Mil y Una Noches y de la Biblia y son, quiz., las de ejecucin ms feliz. Recomendamos

    a la curiosidad del lector: El talismn de la dicha y El tesoro de Scheherezada. En cambio, es

    difcil aprobar las parbolas en que aparece Cristo; imaginar una sola frase que sin desdoro

    pueda soportar la proximidad de las que han conservado los Evangelios, excede, acaso, la

    capacidad de la literatura. Lugones, verosmilmente, no pensaba en los textos evanglicos

    sino en ciertas pginas similares de Osear Wilde o de Anatole France, pero no alcanza su

    ingenio y su levedad.

    Al propsito de continuar Las fuerzas extraas responde el libro Cuentos fatales (1924). La

    pompa de ciertas descripciones, algo mecnica, traduce la fatiga del escritor y su alejamiento

    de los temas tratados. Da cierta realidad a estas imaginaciones fantsticas, un procedimiento

    que ha encontrado muchos imitadores: el mismo Lugones es protagonista de lo que narra y en

    la accin intervienen amigos suyos, con su nombre verdadero. Aparece el tema del suicidio,

    que volveremos a encontrar en El ngel de la sombra (1926). En esta novela, redactada con

    languidez, es difcil reconocer a Lugones, que, si bien ha eludido la extravagancia y el exceso

    retrico, no se ha librado de la trivialidad.

    Por la activa pasin de su inteligencia, por la pluralidad de sus inquietudes, por la constante

    busca de una verdad que tantas veces lo llev a contradecirse, Lugones constituye en este

    pas un fenmeno inslito. Su personalidad excede sus libros; la imagen de s mismo que un

    escritor deja en los otros es tambin parte de su obra.

    En el caso de Leopoldo Lugones, la imagen del hombre ha oscurecido la literatura escrita por

    l. Admirables trabajos como El payador, como la Historia de Sarmiento, como Las fuerzas

    extraas y como El imperio jesutico permanecern virtualmente inditos hasta que nuestro

    tiempo los redescubra.

  • 30

    Las "Nuevas Generaciones" Literarias

    Leo en las respetuosas pginas de una revista joven (los jvenes, ahora, son respetuosos y

    optan por la urbanidad, no por el martirio): "la nueva generacin o heroica, como tambin se

    la llama, cumpli plenamente su cometido: arras con la Bastilla de los prejuicios literarios,

    imponiendo a la consideracin de achacosos simbolistas nuevas ideas estticas..." Esa

    generacin impositiva, arrasadora y cumplidora es la ma: he sido, pues, calificado, siquiera

    colectivamente, de hroe. No s qu opinarn de ese ascenso mis compaeros de apoteosis;

    de m puedo jurar que la gratitud no excluye el estupor, la zozobra, el leve remordimiento y la

    suma incomodidad.

    Generacin heroica... El texto de Cambours Ocampo, del que acabo de distraer ese prrafo

    laudatorio, se refiere a la de Prisma, Proa, Inicial, Martn Fierro y Valoraciones. Es decir, a

    los aos comprendidos entre 1921 y 1928. En el recuerdo, el sabor de esos aos es muy

    variado; yo jurara, sin embargo, que predomina el agridulce sabor de la falsedad. De la

    insinceridad, si una palabra ms corts se requiere. De una insinceridad peculiar, donde

    colaboran la pereza, la lealtad, la diablura, la resignacin, el amor propio, el compaerismo y

    tal vez el rencor. No culpo a nadie, ni siquiera a mi yo de entonces; ensayo meramente a travs del "grande espacio de tiempo" a que alude Tcito un ejercicio cristalino de introspeccin. No me arredra el temor (nada inverosmil, por lo dems) de revelar a un

    mundo distrado le secret de Polichinela. Estoy seguro de decir la verdad: una verdad

    superflua y anacrnica, bien lo s, pero que debe ser manifestada por alguien. Por alguien de

    la "generacin heroica", precisamente.

    Nadie ignora (mejor dicho: todos han olvidado) que el rasgo diferencial de esa generacin

    literaria fue el empleo abusivo de cierto tipo de metfora csmica y ciudadana. Ya

    irreverentes (bajo la pluma de Sergio Pinero, de Soler Dars, de Oliverio Girondo, de

    Leopoldo Marechal o de Antonio Vallejo); ya piadosas (bajo las de Norah Lange, Brandan

    Caraffa, Eduardo Gonzlez Lanuza, Carlos Mastronardi, Francisco Pinero, Francisco Luis

    Bernrdez, Guillermo Juan o J. L. B.), esas alarmantes imgenes combinaban hechos

    actuales, cosas del cielo intemporal o siquiera cclico, y de la inestable ciudad. Recuerdo que

    asimismo recomendamos, como todas las nuevas generaciones, el retorno a la Naturaleza y a

    la Verdad y la muerte de la vana retrica. Tambin tuvimos el arrojo de ser hombres de

    nuestro tiempo como si la contemporaneidad fuera un acto difcil y voluntario y no un rasgo fatal. En el primer impulso abolimos oh definitiva palabra! los signos de puntuacin: abolicin del todo inservible, porque uno de los nuestros los substituy con las

    "pausas", que a despecho de constituir (en la venturosa teora) "un valor nuevo ya

    incorporado para siempre a las letras", no pasaron (en la prctica lamentable) de grandes

    espacios en blanco, que remedaban toscamente a los signos. He pensado, despus, que

    hubiera sido ms encantador el ensayo de nuevos signos: signos de indecisin, de

    conmiseracin, de ternura, signos de valor psicolgico o musical... Opinamos tambin

    entiendo que con toda razn y con el beneplcito secular de los rapsodas homricos, de los salmistas de la Sagrada Escritura, de Shakespeare, de William Blake, de Heine y de

    Whitman que la rima es menos imprescindible de lo que cree Leopoldo Lugones. La importancia de esa opinin fue considerable. Nos permiti no parecer lo que ramos:

    involuntarios y fatales alumnos sin duda la palabra "continuadores" queda mejor del

  • 31

    abjurado Lunario sentimental.

    Lugones public ese volumen el ao 1909- Yo afirmo que la obra de los poetas de Martn

    Fierro y Proa toda la obra anterior a la dispersin que nos dej ensayar o ejecutar obra personal est prefigurada, absolutamente, en algunas pginas del Lunario. En Los fuegos artificiales, en Luna ciudadana, en Un trozo de selenologia, en las vertiginosas definiciones

    del Himno a la luna .. .Lugones exiga, en el prlogo, riqueza de metforas y de rimas.

    Nosotros, doce y catorce aos despus, acumulamos con fervor las primeras y rechazamos

    ostentosamente las ltimas. Fuimos los herederos tardos de un solo perfil de Lugones. Nadie

    lo seal, parece mentira. La falta de asonantes y consonantes perturb para siempre a

    nuestros lectores, que prefirieron escasos, distrados y colricos juzgar que nuestra poesa era un mero caos, obra casual y deplorable de la locura o de la incompetencia. Otros,

    muy jvenes, contrapusieron a ese injusto desdn una veneracin no menos injusta. La

    reaccin de Lugones fue razonable. Que nuestros ejercicios metafricos no acabaran de

    interesarle, me parece muy natural: l mismo ya los haba agotado hace tiempo. Que nuestra

    omisin de las consonantes mereciera y consiguiera su desaprobacin, tampoco es ilgico.

    Lo inverosmil, lo increble, es que ahora, en 1937,7 siga persistiendo en ese debate, que ya se

    parece tanto al monlogo.

    Y nosotros? No demorbamos los ojos en la luna del patio o de la ventana sin el insoportable

    y dulce recuerdo de alguna de las imgenes de Lugones; no contemplbamos un ocaso

    vehemente sin repetir el verso "Y muera como un tigre el sol eterno". Yo s que nos

    defendamos de esa belleza y de su inventor. Con la injusticia, con la denigracin, con la

    burla. Hacamos bien: tenamos el deber de ser otros.

    Examine el incrdulo lector el Lunario sentimental, examine despus los Veinte poemas para

    ser ledos en el tranva o mi Fervor de Buenos Aires o Alcndara, y no percibir la transicin

    de un clima a otro clima. No me refiero a repeticiones lineales, aunque las hay. Tampoco a

    los intrnsecos valores de cada libro, por cierto incomparables. Tampoco a sus propsitos

    desiguales, tampoco a su feliz o adversa fortuna. Me refiero a la plena identidad de sus

    hbitos literarios, de los procedimientos utilizados, de la sintaxis. Ms de quince aos dista el

    primero de los libros del ltimo; este orden cronolgico no impide que sean contemporneos

    los cuatro. Esencial y realmente contemporneos, aunque una mera diferencia de tiempo lo

    quiere desmentir.

    Es muy sabido que no hay generacin literaria que no elija dos o tres precursores: varones

    venerados y anacrnicos que por motivos singulares se salvan de la demolicin general. La

    nuestra eligi a dos. Uno fue el indiscutiblemente genial Macedonio Fernndez, que no sufri

    de otros imitadores que yo; otro, el inmaduro Giraldes del Cencerro de cristal, libro donde

    la influencia de Lugones del Lugones humorstico del Lunario, es un poco ms que evidente. Por cierto, el hecho no es desfavorable a mi tesis.

    7 Las "Nuevas Generaciones" Literarias. El Hogar, febrero, 1937.

  • 32

    Lugones

    Decir que ha muerto el primer escritor de nuestra repblica, decir que ha muerto el primer

    escritor de nuestro idioma, es decir la verdad y es decir muy poco. Muerto Groussac, la

    primera de esas dos primacas le corresponde; muerto Unamuno, la segunda. Ambas

    proceden de una eliminacin; nos dicen de Lugones y de otros hombres, no de Lugones

    ntimo; ambas lo dejan solo. Las dos en fin (aunque no incapaces de prueba) son vagas como

    todo superlativo.

    Nadie habla de Lugones sin hablar de sus mltiples inconstancias. Hacia 1897 poca de Las montaas de oro era socialista; hacia 1916 poca de Mi beligerancia, demcrata; desde 1923 poca de las conferencias del Coliseo, profeta pertinaz y dominical de la Hora de la Espada. Tambin parece que en Las fuerzas extraas (1906) incurri en la culpa

    de no prever las dos teoras de Einstein, que sin embargo contribuy a divulgar el ao

    veinticuatro. Tampoco le perdonan el paso del atesmo irreverente a la fe cristiana, como si

    ambas no fueran evidencias de una misma pasin. El hombre que es sincero y meditativo no

    puede no cambiar: slo no cambian los polticos. Para ellos el fraude electoral y la prdica

    democrtica no son incompatibles.

    He aqu lo indudable. Esos "cambios mltiples", que son escndalo o admiracin de los

    argentinos, son de carcter ideolgico y nadie ignora que las ideas de Lugones mejor, las opiniones de Lugones, son menos importantes que la conviccin y que la retrica esplndida que les dedic. Retrica esplndida he dicho, no retrica til, ya que Lugones

    prefera la intimidacin a la persuasin. Chesterton o Shaw enriquecieron de problemas y de

    razones las doctrinas que profesaban; Lugones no aportaba a sus empresas otra cosa que su

    adhesin, acompaada por algunas metforas. Habitualmente, simplificaba hasta lo

    monstruoso las discusiones. Por ejemplo: recuerdo que postulaba una diferencia moral entre

    el recurso mtrico de repetir determinadas slabas (rimar) y el de no repetirlas.

    Sus razones casi nunca tenan razn; sus eptetos, casi siempre. Conviene, pues, buscarlos en

    aquellos lugares de su obra no maculados de polmica: verbigracia, en las pginas

    descriptivas de El payador. "Era el monstruoso banquete de carne, para hombres, perros y

    aves de presa... Junto a los fogones inmensos, hombres sentenciosos, enguantados de sangre,

    comentaban las peripecias del da, dibujando marcas en el suelo, o limpiando los engrasados

    dedos con lentitud en el empeine de la bota..." o en algn admirable cuento fantstico La lluvia de fuego, Los caballos de Abdera, Yzur o en aquel Lunario sentimental que es el inconfesado arquetipo de toda la poesa profesionalmente "nueva" del continente, desde El

    cencerro de cristal de Giraldes hasta El retorno malfico o La suave patria, de Lpez

    Velarde, acaso superiores al modelo. (A qu aludir a remedos incompetentes, como La pipa

    de Kif)

    Se deplora no sin justicia el mal gusto de Lugones. Yo tambin lo deploro, pero me incomoda menos que el de otros: digamos el de Ortega y Gasset. El uno "Y cumbres siempre, cumbres, en torno, cumbres en el horizonte, como si al bienvenido, todo aquel

    suelo, de un solo bloque, se erigiera en montaas" est mitigado por la pasin; el otro "Me hizo meditar mucho cierta damita en flor, toda juventud y actualidad, estrella de primera magnitud en el zodaco de la elegancia madrilea" es mera y framente feo.

  • 33

    En vida, Lugones era juzgado por el ltimo artculo ocasional que su indiferencia haba

    consentido. Muerto, tiene el derecho pstumo de que lo juzguen por su obra ms alta.

    En cuanto a lo dems, a lo que sabemos... En el tercero de los cuatro Estudios helnicos estn

    estas palabras: "Dueo de su vida el hombre, lo es tambin de su muerte." (El contexto

    merece recordacin. Ulises rehsa la inmortalidad que Calipso le ofrece; Lugones arguye que

    rehusar la inmortalidad equivale a un suicidio, a plazo remoto.)

  • 34

    Lugones, Herrera, Cartago

    Los hechos, como se ver, son muy simples. En 1904, Herrera y Reissig public Los xtasis

    de la montaa (Eglognimas); al ao siguiente aparecieron Los crepsculos del jardn, de

    Lugones. Los hbitos sintcticos y prosdicos, el vocabulario y las metforas de ambos libros

    son fundamentalmente iguales; en 1912, Rufino Blanco-Fombona acus al "poeta de Buenos

    Aires" de haber saqueado al "poeta de Montevideo". ste haba muerto. Lugones no se dign

    responder a la acusacin, pero otros lo hicieron por l desde el Uruguay, muy honrosamente.

    Jos Pereira Rodrguez, Emilio Frugoni, Horacio Quiroga y Vctor Prez Petit dieron su

    testimonio y refutaron de manera definitiva el argumento cronolgico de Blanco-Fombona,

    que pareca irrefutable. Recordaron que Lugones, que estuvo en la ciudad de Montevideo a

    principios de 1901, recit algunas de sus composiciones a los poetas que integraban El

    Consistorio del Gay Saber y, a sus instancias, las grab en un cilindro fonogrfico. Estas

    composiciones (precisamente las que incriminara Blanco-Fombona) ya haban aparecido,

    por lo dems, en revistas argentinas de 1898. Herrera, por aquellos aos elaboraba cantos a

    Espaa, a Castelar, a Guido Spano y a Lamartine... Max Henrquez Urea {Breve historia del

    modernismo, Mxico, 1954) cierra de ese modo su exposicin: "En cuanto a la vieja disputa,

    provocada por un error de informacin de Blanco-Fombona, el fallo no lo han emitido los

    pareceres individuales, sino las fechas, que son las que han hablado de manera concluyente."

    Quienes requieran ms pormenores, pueden interrogar el nmero extraordinario que

    Nosotros dedic a Leopoldo Lugones en el ao 1938.

    Reducida a sus elementos, la causa clebre que agit a los cenculos no es mucho ms que un

    quid pro quo. Su futilidad se agrava si recordamos, con Vctor Prez Petit, que el tipo de

    poema cuya prioridad se discute procede, notoriamente, de Albert Samain. No slo de una

    imitacin, sino de una vulgarizacin puede hablarse; el desconcertado lector comprueba que

    el instrumento forjado por Samain para la expresin de estados sentimentales (Et le del, o la

    fin du jour se subtilis) sirve a Lugones para la jactanciosa conmemoracin de hazaas

    erticas ("...y el viejo banco/sinti gemir sobre su activo flanco/ el vigor de mi torva

    aristocracia ') ya Herrera para construir el caos:

    Un estremecimiento de Sibilas

    epilepsiaba a ratos la ventana,

    cuando de pronto un mito tarambana

    rod en la oscuridad de mis pupilas.

    Lo singular es que este debate, ya sin misterio, siga preocupando a la gente.

    "La polmica no ha terminado comprueba Guillermo de Torre (La aventura y el orden, Buenos Aires, 1943) y resucita a cada nueva sazn conmemorativa de uno u otro poeta". Aun ms interesante es observar, en las dos mrgenes del Atlntico, una inclinacin general y

    casi instintiva a favor de Herrera. Indagar las razones de esa tendencia es el propsito de esta

    nota.

    La primera es de ndole novelesca. Imaginar que un gran escritor famoso alevosamente

    saque a un poeta casi ignorado es ms potico que imaginar la humilde verdad: Herrera,

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    discpulo de Lugones. El doctor Johnson ha observado que nadie se resigna a ser deudor de

    sus contemporneos; Herrera, muerto, no era otra cosa que los versos dejados por l y

    admirarlo en 1912 era ms fcil que admirar a Lugones, hombre polmico, asertivo e

    incmodo. Sus desagradables y enfticas opiniones polticas daaron su reputacin literaria.

    Otra razn podemos conjeturar, que Blanco-Fombona no declar, y acaso no supo, pero que

    milit a su favor, y sigue militando. Las ntimas razones que hacen que un hombre se decida

    a profesar una tesis o a rechazarla suelen no figurar en las polmicas; adivinarlas es tarea de

    la crtica. La acusacin de Blanco-Fombona, redactada en estilo comercial, habla de

    novedades creadas por el poeta de Montevideo y puestas en circulacin por el poeta de

    Buenos Aires; tales eptetos o apodos responden a la supersticin acadmica de variar las

    palabras, de eludir la enojosa repeticin de los nombres Herrera y Lugones, pero en ellos est

    el nervio del argumento. Buenos Aires en 1912 era ya, o todava, una gran ciudad; su nombre,

    opuesto a la apacible Montevideo, era inmediatamente traducible en Babel o en Cartago.

    Hay ciudades que el tiempo ha desbaratado, otras que ha ido olvidando; Cartago, al cabo de

    la tercera y ltima guerra pnica, fue borrada por los romanos, que arrasaron las casas,

    prohibieron toda habitacin humana en su territorio y lo dedicaron con solemnes

    imprecaciones a los dioses del Trtaro. Diecisiete das dur el incendio de la vasta ciudad.

    Escipin el Africano, general de los ejrcitos de Roma, repiti tristemente, al verlo, aquel

    pasaje de la Ilada que dice. "El da vendr, bien lo s, en que la sagrada Troya ser

    destruida", porque en ese fuego vio el fuego en que ardera Roma. As se lo dijo a Polibio,

    que lo escribira en su Historia. Los romanos pasaron el arado sobre el terreno y sembraron

    sal. Borrada Cartago, que bien pudo producir ilustres poetas, nada nos queda de sus letras y

    de sus artes salvo unas pocas inscripciones, unas palabras conservadas en una comedia

    romana, la famosa tarifa de Marsella tantas monedas de plata a los sacerdotes por el sacrificio de un buey, tantas por el de un carnero, tantas por el de una cabra, tantas por el de

    un ave y una versin griega del Periplo del navegante Hannon.8 Cartago, ahora, significa ciudad de mercaderes, que ignora la poesa.

    Tal idea corresponde a un prejuicio romntico o demaggico. El hecho es que toda ciudad,

    toda gran ciudad propaga civilizacin; no en vano esta palabra contiene la palabra civil, que

    quiere decir ciudadano.

    La poesa nace de la ciudad y tambin la poesa que celebra los motivos del campo; hombres

    de Buenos Aires y de Montevideo inventaron el estilo gauchesco, y Tecrito, padre de la

    poesa pastoril, la engendr en la corte de Siracusa o en la Biblioteca de Alejandra.

    La ciudad (que esencialmente es el calor y el dilogo de los hombres) ha creado un nmero

    infinito de cosas, y una de ellas es la vasta labor que Lugones, hombre de Crdoba, ejecut

    bajo su estmulo, y otra es la fatiga que inspir a Horacio el Beatus Ule y a Swift el elogio de

    la barbarie y que nos mueve a exagerar, paradjicamente, las virtudes de la soledad y de la

    provincia.

    Porque la gente no quiere admitir que Cartago tiene, tambin, poetas, prosper y persiste la

    acusacin de Blanco-Fombona.

    8 Tambin se conjetura que es pnico el vasto nombre de frica, que originariamente se aplic al territorio

    cartagins.

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    Pgina Final

    Ya escrito el libro, ya entregadas las pginas a la imprenta, los editores tal vez abrumados por

    tantos nombres propios y fechas, por tal acopio bibliogrfico o estadstico, me indican la

    conveniencia de un juicio personal sobre Lugones, de un poco de esa intimidad cuya falta

    deploramos en el maestro.

    Como Kipling (con el que tiene tantas afinidades, pero de quien los aos hicieron un hombre

    ms complejo y ms desdichado) Lugones es de los primeros autores que me fue dado leer;

    juzgarlo es juzgar a mi generacin y acaso a toda la literatura argentina.

    Lugones es un hecho histrico; antes de investigarlo tenemos que investigar sus causas. Mi

    punto de partida ser Flaubert, cuya doctrina y cuyo destino, ms que su obra, son ejemplares

    en la literatura de nuestro tiempo. Flaubert pensaba que hay un modo de decir cada cosa y que

    es deber del escritor descubrir ese modo nico. Postul, adems, una armona preestablecida

    de lo eufnico y de lo exacto y se maravill de que la palabra justa fuera, invariablemente la

    musical.

    Al exponer esta doctrina, escribi: Je parle en platonicien, y el hecho es que tal imaginacin

    tiene mucho de mstica. Podemos oponerle este prrafo de Alfred North Whitehead:

    "Existe la comn certidumbre de que la Humanidad ya posee todas las ideas fundamentales

    que son aplicables a su experiencia. Se pretende asimismo que esas ideas han encontrado

    explcita expresin en el lenguaje humano, en palabras sueltas o en frases. A esa postulacin

    yo la nombro Falacia del Diccionario Perfecto." Ya Chesterton, en 1904, haba escrito: "El

    hombre sabe que hay en el alma tintes ms desconcertantes, ms innumerables y ms

    annimos que los colores de una selva otoal... Cree, sin embargo, que esos tintes, en todas

    sus fusiones y conversiones, son representables con pr