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AÑOS DE CAMBIOS

Los últimos tres años del gobierno de Carlos Ibáñez del Campo fue-ron cruciales para Chile, no tanto como consecuencia de las acciones de dicha administración, sino por otras circunstancias que tendrían un gran significado histórico y una proyección decisiva hacia las décadas siguientes.

El año 1955 había terminado con serias dificultades económicos que mostraban una verdadera crisis del sistema, con una inflación desata-da —alcanzó un 84% en esos doce meses—, lo cual generaba problemas sociales vinculados al aumento del costo de la vida, un mal que llevaba años sin resolverse. Así, 1956 se presentaba como una oportunidad para superar esas dificultades, en el comienzo del fin de la administración Ibáñez, que culminaría en noviembre de 1958. En esos tres años ocurrie-ron cosas relevantes: unas estaban a la vista, otras sucedían de manera subterránea; algunas eran de naturaleza político-partidista, mientras otras tenían que ver con la economía o con la cuestión social. La década había comenzado con la muerte de Arturo Alessandri y concluiría con el fallecimiento del propio Ibáñez. En 1957, por su parte, irrumpieron con una dimensión especial dos figuras que llegarían a ser presidentes de la República: Jorge Alessandri Rodríguez y Eduardo Frei Montalva.

Adicionalmente, en ese período hubo una recomposición del mapa de los partidos y las coaliciones políticas. En el ocaso del ibañismo algunas fuerzas tradicionales —los partidos Conservador y Liberal— recuperaron su voto histórico, pero asimismo se produjo en 1956 una reorganización en la izquierda, que formó el Frente de Acción Popular, que unía a los partidos Socialista y Comunista; un año después se organizó la Demo-cracia Cristiana, que pasaría a ser el principal partido político del país, por su tamaño electoral y la influencia decisiva que ejercería en Chile en la última etapa del siglo XX. La DC accedió al gobierno en 1964, mien-tras el FRAP se ampliaría en 1969, formando la Unidad Popular, que lle-garía a La Moneda un año después.

Por otra parte, en estos años salieron a la luz algunas manifestacio-nes de la contradicción evidente que existía en un país que, teniendo un

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alto grado de progreso político, era pobre y con un débil desarrollo so-cial. El movimiento del 2 de abril de 1957 y la toma de lo que sería la po-blación La Victoria ese mismo año, no fueron situaciones aisladas, sino que la expresión visible, externa, de conflictos profundos que se habían acumulado por décadas.

Finalmente, estos años llegarían a ser decisivos, en el largo plazo, por el convenio entre la Universidad de Chicago y la Universidad Cató-lica de Chile, que abriría el camino a lo que décadas más tarde sería la transformación económica del país, desde una vertiente estatista hacia una economía libre. No está de más recordar que este convenio coinci-de, cronológicamente, con el desarrollo de la misión Klein & Saks y con las críticas al sistema de desarrollo económico-social que había tenido el país, que volvían perentorio avanzar hacia la aplicación de criterios técnicos y que favorecieran el desarrollo económico.738 Por otra parte, en 1957 arribó a Chile el sacerdote belga Roger Vekemans, quien sería muy influyente en la introducción del análisis sociológico y contribuiría al pensamiento sociopolítico de sectores eclesiásticos y de la Democra-cia Cristiana.

LA ELECCIÓN PARLAMENTARIA DE 1957 Y LA IRRUPCIÓN DE EDUARDO FREI Y JORGE ALESSANDRI

En la democracia chilena bajo la Constitución de 1925, las elecciones parlamentarias revestían gran importancia. Ellas hacían ver la evolu-ción de la fuerza de los partidos políticos y de los distintos conglome-rados, así como también permitían observar la irrupción u ocaso de los liderazgos. La elección senatorial por Santiago en 1949 fue especial-mente reveladora, cuando reemergió Carlos Ibáñez del Campo como figura de primera línea y quedó a las puertas de regresar a La Moneda; así se demostraría también en la última elección bajo la Constitución de 1925, en marzo de 1973.

738 Al respecto, Juan Pablo Couyoumdjian (editor), Reformas económicas e instituciones políticas; Sofía Correa, “Algunos antecedentes históricos”, y “La derecha política en la década de 1950”, Opciones, N° 9 (Santiago, mayo-septiembre 1986), especialmente pp. 47-51.

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Por eso, los comicios de 1957 cobraron tanto valor: en ellos compe-tían figuras emblemáticas de los distintos partidos y ocurrían un año an-tes de una elección presidencial. Quizá la consecuencia más importante, desde una perspectiva histórica, fue la consolidación de los liderazgos de Jorge Alessandri Rodríguez y de Eduardo Frei Montalva. Ambos fue-ron elegidos senadores y llegarían a la Presidencia de la República en 1958 y 1964, respectivamente.

Jorge Alessandri (1896-1986) nació inmerso en la política.739 Era hijo de Arturo Alessandri Palma, que fue Presidente de la República en dos oportunidades, entre 1920 y 1925 y luego entre 1932 y 1938. El famoso León de Tarapacá dio inicio a una dinastía política que tendría candi-datos presidenciales, senadores, diputados y otros tantos que ocuparon cargos públicos. Jorge fue el único que llegó a la Primera Magistratura.

La vida de Jorge Alessandri transcurrió principalmente en el ámbito de la empresa privada y la dirigencia gremial. En lo primero, fue durante años presidente de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones, “la Papelera”; en lo segundo fue también Presidente de la Confedera-ción de la Producción y del Comercio (CPC). Sus incursiones políticas fueron más bien escasas: fue elegido diputado en 1925, ejerciendo el car-go por un tiempo breve, ya que al asumir Carlos Ibáñez del Campo como Presidente de Chile en 1927, la familia Alessandri fue perseguida y sus miembros partieron al exilio. Durante el gobierno de Gabriel González Videla, Alessandri fue ministro de Hacienda, dejando una buena impre-sión por su capacidad y profesionalismo.

Su década decisiva fue la de 1950. Tras dejar el gabinete, regresó a sus labores empresariales y en 1953 asumió la presidencia de la CPC. Desde ahí siguió preocupado de la cosa pública: “Mi verdadero placer en la vida —decía en 1956— han sido los problemas de interés público. Es mi hobby”.740 Desde esa tribuna presentó sus posiciones en diversas

739 Una obra que se puede consultar es Patricia Arancibia, Álvaro Góngora y Gonzalo Vial, Jorge Alessandri 1896-1986. Una biografía (Santiago, Zig Zag, 1996).

740 Charlas señor Jorge Alessandri R., 22 de junio de 1956, p. 2. Introducción de Enrique Ferrando. En Archivo Jorge Alessandri R., Sala Medina, Biblioteca Nacional.

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conferencias, generando interés por sus planteamientos y también al-gunas polémicas.

Fue muy interesante su intervención en junio de 1953 en la Conven-ción Nacional de la Industria, con presencia del Presidente de la Repú-blica, Carlos Ibáñez. En esa ocasión destacaba su preocupación por una legislación social que mejorara la situación de los asalariados, percibía las expectativas crecientes de la población; pero también mostraba pre-ocupación por el “alarmante” aumento del gasto público. En uno de los argumentos principales de su exposición destacaba:

“Cualquiera sea el régimen económico que impere en un país, el factor fundamental e insustituible para conseguir un mayor bienestar colecti-vo es el capital, ya que sin él es imposible un aumento de la productivi-dad, principalmente a través de nuevas maquinarias que permitan mul-tiplicar muchas veces el esfuerzo individual. Esos capitales solo pueden provenir del ahorro interno y del capital extranjero. Sin sacrificios no hay ahorro posible y mientras impere en Chile el régimen de empresa privada son quienes se dedican a las actividades productoras y del co-mercio legítimo los grandes forjadores de la riqueza nacional”.741

En junio de 1954 dictó una conferencia en la Universidad Católica, en la que se refirió a temas como los objetivos de la economía, la inter-vención del Estado en la misma, el problema de la inflación y la impor-tancia de la empresa privada, ejemplificando con el caso de la Papelera. Concluía señalando que era necesaria una rectificación, para lograr “el alivio de las miserias e inquietudes de nuestros semejantes mediante la elevación efectiva de su standard (sic) de vida, que se traduzca para ellos en ascensión material y moral”.742

Sin embargo, el discurso que tuvo mayor repercusión fue uno de 1955 sobre los problemas económicos y sociales de Chile, que fue publica-

741 Jorge Alessandri, Discurso en la Convención Nacional de la Industria, Viña del Mar, junio de 1953, 9 páginas. La referencia en p. 7. En Archivo Jorge Alessandri R.

742 Jorge Alessandri, Conferencia Universidad Católica, 8 de junio de 1954, 9 páginas. En Archivo Jorge Alessandri R.

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do después como libro.743 Alessandri se refería ahí a la transformación de las políticas públicas a partir de 1939, al persistente problema de la inflación, a los impuestos, los gastos fiscales y a lo que denominó “la desnaturalización del régimen sindical”, por las exigencias excesivas o el recurso a la huelga legal o ilegal. La revista Panorama Económico reprodujo extensamente diversos aspectos de los análisis y propuestas de Alessandri, apreciando algunas contradicciones en la exposición. Sin embargo, estimaba que el dirigente empresarial era convincente en lo que toca a la economía de las empresas, pero no observaba propuestas concretas en el líder de la CPC.744

743 Jorge Alessandri, La verdadera situación económica y social de Chile en la actualidad (San-tiago, Confederación de la Producción y del Comercio, 1955). Corresponde a la Exposición pública hecha al país por el Presidente de al Confederación de la Producción y del Comercio en septiembre de 1955.

744 Comentarios editoriales, “Analizando la exposición Alessandri”, Panorama Económico, N° 132 (Santiago, 14 de octubre de 1955), pp. 556-564.

Jorge Alessandri, destacado dirigente empresarial. Llegó al Senado en 1957, un paso decisivo hacia la Presidencia de la República. Biblioteca del Congreso Nacional.

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A mediados de los años 50, Jorge Alessandri era una persona de re-conocido prestigio personal y profesional, a quien si bien sin tener par-ticipación política, le interesaban los problemas económicos y sociales. Desde la derecha, especialmente en el Partido Liberal, veían en él a una persona que a pesar de su carácter independiente, compartía su ideario y podría ser un buen candidato. Tenía potencial, y había que mirarlo con atención y, eventualmente, atraerlo.

Para las elecciones parlamentarias de marzo de 1957, el Partido Li-beral le ofreció una candidatura a senador por Santiago. En una carta de fines de 1956, Alessandri le explicaba a Hugo Zepeda Barrios, pre-sidente de los liberales, las razones que había tenido para rechazar el ofrecimiento:745

“He sido muy franco y muy sincero al expresarles reiteradamente que dada mi manera de ser y de proceder, no creo que en los tiempos que vivimos mi nombre pueda tener el arrastre electoral que Uds. suponen. Les he recordado la firme decisión que he mantenido hasta ahora de no mezclarme en la vida política activa, las poderosas razones de índole personal que la motivan y, finalmente, las graves responsabilidades que pesan sobre mí en las circunstancias presentes, que no puedo eludir ni mucho menos desatender”.

Sin embargo, y pese a lo antes señalado, terminó por declarar que “no me he creído autorizado para mantener mi negativa, por lo cual he deci-dido aceptar la candidatura a Senador por Santiago con la que el Partido Liberal me ha honrado”. Luego se explayaba en los temas fundamen-tales que abordaría en su trabajo, en especial los “de orden económico social, que constituyen hoy la espina dorsal de toda acción pública”. Al respecto se refería a la intervención del Estado, que debía “orientar, es-timular y coordinar la economía general del país”. Pero no aceptaba la tendencia a entregar al Estado o a los funcionarios facultades discrimi-natorias en materia económica, por ser contrarias a los intereses gene-

745 Carta de Jorge Alessandri a Hugo Zepeda Barrios, Presidente del Partido Liberal, 27 de no-viembre de 1956. En Archivo Jorge Alessandri R.

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rales. Asimismo, valoraba la empresa privada, que prestaba un beneficio colectivo, y la libre competencia, que favorecía a los consumidores.

En diversos momentos el candidato reiteró que no militaba en par-tido político alguno y reflexionó sobre lo que eso podría significar en cuanto a su actuación parlamentaria. En una entrevista en la revista Zig Zag señaló que los hombres de opinión independientes, que no se sen-tían representados por las colectividades políticas, debían tomar una “acción rectificadora”, que enfrentara la “prédica demagógica e irres-ponsable”.746 En la misma línea se expresaba a sus electores: “si triunfo seré en el Senado el genuino representante de esa opinión pública inde-pendiente que está cansada de mentiras y de palabrerías insustanciales, que reclama definiciones y no vaguedades, que está harta de la demago-gia”. Por lo mismo, se comprometía a ser “el implacable adversario de la asfixiante politiquería que antepone a los intereses generales los de partidos, círculos, o individuos”.747

El cierre de campaña sirvió para que el candidato presentara una es-pecie de declaración de principios:

“En el país hay un ánimo de rectificación que no puede suprimirse o disminuirse. Hay una sana inquietud que conmueve a la opinión inde-pendiente, apartidista, que busca una directiva honesta y capaz. Y que está dispuesta a hacer los sacrificios que sean necesarios para sacar a Chile del desgobierno, del imperio de la demagogia y del predominio de la inefectividad. Y que desea el restablecimiento del antiguo concepto que hizo grande a nuestro país, que a la vida pública se entra a servir y no solo a buscar honores, ni mucho menos beneficios. Que se debe go-bernar o legislar para el país, y no para grupos o capillas”.748

La elección consolidó el liderazgo independiente de Alessandri, al obtener 41.638 votos, que permitieron su elección como senador. Si bien

746 “Hay que interpretar a los independientes”, Zig-Zag, 2 de febrero de 1957.747 Discurso de Jorge Alessandri, 4 de enero de 1957, 16 páginas. Las citas en p. 13. En Archivo

Jorge Alessandri R.748 “Extraordinarios contornos alcanzó la proclamación del candidato Jorge Alessandri”, El Mer-

curio, 2 de marzo de 1957.

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fue superado por Eduardo Frei y por el radical Ángel Faivovich, es nece-sario considerar que los votos de derecha se “dividieron”, ya que tam-bién competía el candidato conservador Bernardo Larraín, quien logró 25.712 sufragios y que asimisimo resultó elegido. El liderazgo y proyec-ción de Jorge Alessandri quedaban establecidos.

Uno de los temas habituales que se destacan en relación con Ales-sandri es su cercanía al mundo empresarial, de lo cual estaba orgulloso. Ya durante la aceptación de la candidatura había señalado: “Es evidente que si llego al Parlamento me sentiré el más genuino intérprete de los hombres de empresa, que tanto desde el campo de la producción como del comercio promueven el progreso del país y dan sustento a la enorme mayoría de nuestros conciudadanos”.749 Pocos días después de los co-micios de marzo, el senador electo escribió a Eugenio Heiremans, pre-sidente interino de la Sociedad de Fomento Fabril, agradeciendo que a pesar de la prescindencia política de la institución, “mi elección como senador ha sido unánimemente celebrada por sus miembros por lo que mi presencia en la Cámara Alta significará para la Industria”.750

Esta relación con los empresarios era positiva a juicio de Alessandri, quien advertía dos peligros importantes para Chile. El primero es que se había producido un progresivo alejamiento entre los hombres de em-presa, los partidos políticos y la labor parlamentaria, lo que era contra-producente para “la cosa pública”, aunque resaltaba la necesidad de no confundir la acción política con la acción gremial. El segundo peligro era el distanciamiento entre los empresarios y los trabajadores —obreros y empleados, según la distinción legal de entonces—, que respondía a una lógica de lucha de clases y no a una de colaboración de los factores productivos, en la que él creía.

En una carta de 1957 a Clotario Blest, el senador le expresaba al líder de la CUT que apoyaría la ley de amnistía que se discutía, para luego explicarle que estaba equivocado si pensaba que “me encuentro en la

749 Carta de Jorge Alessandri a Hugo Zepeda Barrios, Presidente del Partido Liberal, 27 de no-viembre de 1956. En Archivo Jorge Alessandri R.

750 Carta de Jorge Alessandri a Eugenio Heiremans, 8 de marzo de 1957. En Archivo Jorge Alessan-dri R.

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trinchera opuesta a la de quienes defienden los intereses de la clase tra-bajadora”. Estaba convencido de que quienes estaban en la vida pública debían “propender a dar el mayor bienestar posible al mayor número”. Por lo mismo había procurado la colaboración entre los asalariados y empresarios, entre quienes no creía que existieran divergencias.751

Alessandri gustaba de reunirse con grupos de trabajadores y procu-raba participar incluso en tertulias más amplias para conversar sobre diversos aspectos de interés común. Así ocurrió, por ejemplo, en junio de 1956, cuando se reunió en un “hogar sindical” con dirigentes de los empleados particulares, que se encontraban procurando una transfor-mación en las relaciones entre capital y trabajo. En esa ocasión Alessan-dri abordó, entre otros temas, materias de derecho del trabajo, reformas legales y el problema de la inflación.752

Muy pronto se comenzó a hablar de la proyección presidencial del flamante senador. El periódico La Gaceta anunció en julio de 1957 un su-puesto “Plan Alessandri” para llegar al gobierno.753 Al mes siguiente un grupo de personalidades —entre las que se encontraban el doctor Eduardo Cruz Coke y el historiador Francisco Antonio Encina— le escribieron una carta en la que le proponían presentar su candidatura a la Primera Magistratura.754 El objetivo era vencer la negativa reiterada del senador independiente a involucrarse en la carrera presidencial. Mientras tanto, los dirigentes más importantes de la derecha insistían en que Alessandri sería “un gran candidato”, en palabras de Hugo Zepeda Barrios, e inclu-so que “sería gran Presidente”, como lo señaló el senador conservador Juan Antonio Coloma.755

Es interesante revisar la opinión que tenía Alessandri sobre Eduardo Frei, el otro gran ganador en la elección senatorial de marzo, cuando am-bos comenzaban a aparecer como eventuales candidatos presidenciales

751 Carta de Jorge Alessandri a Clotario Blest, 27 de junio de 1957. En Archivo Jorge Alessandri R.752 Charlas señor Jorge Alessandri R., 22 de junio de 1956, 16 páginas. Introducción de Enrique

Ferrando. En Archivo Jorge Alessandri R.753 “El ‘Plan Alessandri’ para alcanzar la Presidencia”, La Gaceta, 13 de julio de 1957, p. 5.754 “Desfile de la política”, Última Hora, 14 de agosto de 1957.755 Las palabras de Hugo Zepeda en “Alessandri es un gran candidato”, El Siglo, 9 de agosto de

1957; las de Juan Antonio Coloma en “Desfile de la política”, Última Hora, 14 de agosto de 1957.

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para 1958. Al respecto, señaló lo siguiente: “Yo no tengo ni la más remota aspiración, pese a que me creo con mayor capacidad y más servicios públicos que el señor Frei”.756 En otra carta —escrita durante la campaña senatorial— se había extendido más sobre el tema:

“Soy amigo de Eduardo Frei, conozco todas sus virtudes, su inteligen-cia, su honradez, su desinterés y su gran ilustración, pero, también, otros aspectos de su interesante personalidad que la propaganda de sus admiradores no ha considerado. Debido a las actividades a que se ha dedicado, no tiene conocimiento personal y práctico de los proble-mas y, además, es un hombre de muy poca acción y, por obra de esas circunstancias, vacilante. Es de temer que esas condiciones resulten inadecuadas para que pudiese enmendar los rumbos de nuestro país como muchos creen”.757

Eduardo Frei (1911-1982) desplegaría —precisamente en esta elección de 1957— un liderazgo político de proyección nacional. Era una de las principales figuras de la política chilena en el siglo XX, representante y líder de una generación que emergió en los años 30 y llegó al gobierno tres décadas después.758

En 1957 Frei obtenía una victoria contundente. Sus incursiones elec-torales parlamentarias habían tenido derrotas y victorias, en ese orden. En 1937 debutó obteniendo una gran votación para diputado en Tarapa-cá, pero no resultó electo, y también fue derrotado en los comicios si-guientes en los que participó.

En términos políticos, la primera vez compitió como miembro de la Falange, que era la juventud del Partido Conservador, del cual se separaría en 1938. En las elecciones posteriores, hasta 1957, fue parte de la Falange Nacional, movimiento autónomo, y con proyecto propio.

756 Carta de Jorge Alessandri a Pedro Saavedra (Iquique), 24 de junio de 1957. En Archivo Jorge Alessandri R.

757 Carta de Jorge Alessandri a Joaquín Undurraga Fabres (Hacienda Lo Vargas, Lampa), 25 de febrero de 1957. En Archivo Jorge Alessandri R.

758 La biografía más completa del líder falangista es Cristián Gazmuri, Eduardo Frei Montalva y su época, 2 tomos (Santiago, Aguilar, 2000, con la colaboración de Patricia Arancibia y Álvaro Góngora).

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Un momento decisivo para Frei fue la elección parlamentaria de 1949, cuando triunfó en su candidatura a senador por Atacama y Coquimbo. Era el primer falangista en la Cámara Alta, además de ser el senador más joven, con solo 38 años. Esto significó la mayoría de edad para el partido y convirtió a Frei en el líder de la colectividad por el resto de su vida.759 Renán Fuentealba, quien sería varias veces presidente de la De-mocracia Cristiana, resume así la importancia de esta elección: “Frei llegó al parlamento y fue un gran senador, tuvo una tribuna nacional a través de la cual exponía nuestras ideas y nuestro pensamiento sobre la política chilena, sobre lo que debía ser Chile. Todos sus discursos eran magistrales”.760

A mediados de siglo, Eduardo Frei Montalva era una figura conso-lidada, con una destacada trayectoria en la dirigencia juvenil católica y luego en su movimiento político: si bien ejerció ocasionalmente como abogado y como periodista, su vida estaba dedicada casi exclusivamente a la actividad política. En la década de 1940 asumió la responsabilidad de ser ministro de Obras Públicas en el gobierno de Juan Antonio Ríos.761

Sin embargo, hay otro aspecto que revela su originalidad: Frei era un hombre muy culto, para algunos era un intelectual, si bien sería más exacto calificarlo como un político que reflexionaba, sobre su propia la-bor y sobre su país. Tenía importantes amigos en el mundo de la cultura, como el filósofo francés Jacques Maritain y la poetisa Gabriela Mistral.762

Había escrito varios libros sobre temas históricos y de actualidad. En 1937 publicó Chile desconocido; tres años después apareció La Política y el Espíritu, con prólogo de Gabriela Mistral, y en 1942 fue el turno de Aún es tiempo...763 Por lo mismo, no resulta extraño que siendo senador des-

759 Fernando Castillo Infante, La flecha roja, pp. 126-127.760 Entrevista de Alejandro San Francisco a Renán Fuentealba, La Serena, 21 de noviembre de

2014.761 Luis Valencia Avaria, Anales de la República, Tomo 2, pp. 614-616.762 Sobre este tema y la primera etapa de la vida de Frei, ver Eduardo Frei Montalva, Memorias

1911-1934 y correspondencias con Gabriela Mistral y Jacques Maritain (Santiago, Planeta/Funda-ción Eduardo Frei, 1989).

763 Eduardo Frei Montalva, Chile desconocido (Santiago, Editorial Ercilla, 1937); La Política y el Espíritu (Santiago, Ediciones Ercilla, 1940, con prólogo de Gabriela Mistral), y Aún es tiem-po... (Santiago, 1942).

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de 1949, y camino a un liderazgo de dimensión nacional, Frei publicara tres libros en la década de 1950: Sentido y forma de una política en 1951, La verdad tiene su hora en 1955 y Pensamiento y Acción al año siguien-te.764 En el ínterin complementó los estudios de Alberto Edwards sobre la historia de los partidos políticos en Chile y apareció una edición con su firma y la del historiador.765 Algunos de estos libros tendrían varias ediciones y permitirían mostrar una visión de la historia, un análisis del tiempo presente y también un proyecto de futuro.766

En 1954 Frei adquirió una estatura política diferente cuando Carlos Ibáñez lo convocó para ofrecerle que liderara un gabinete como una es-pecie de primer ministro, a lo que el líder falangista estuvo dispuesto, aunque con algunas condiciones: detención del proceso inflacionario y equilibrio en el presupuesto nacional, lo cual requería austeridad y re-ducción de gastos; un plan previsional para terminar con la acumulación de jubilaciones, con un tope para las rentas altas; un plan de productivi-dad agrícola, y otras medidas. Así Frei se convirtió, por unos días, en la principal figura política del país.767 La iniciativa finalmente no prospe-ró, por oposición de algunos partidarios de Ibáñez, si bien el Presidente mismo había impulsado la fórmula.

Paralelamente, Frei trabajaba por hacer crecer el falangismo, enton-ces un partido pequeño y poco influyente. Para ello se reunía con perso-nas de otras colectividades, que pudieran tener afinidad con sus plan-teamientos. Así lo recuerda José Musalem, diputado desde 1953, por el Partido Nacional Cristiano, tras recibir la visita del senador: “quería que yo ingresara a la Falange. Nada decidí en ese momento”. Sin embargo, la reunión le permitió ir borrando prejuicios, y lo consideró “un gran hom-

764 Eduardo Frei Montalva, Sentido y forma de una política (Santiago, Editorial del Pacífico, 1951); La verdad tiene su hora (Santiago, Editorial del Pacífico, 1955), y Pensamiento y Acción (Santiago, Editorial del Pacífico, 1956).

765 Alberto Edwards Vives y Eduardo Frei Montalva, Historia de los partidos políticos chilenos (San-tiago, Editorial del Pacífico, 1949).

766 Sol Serrano, “Del conservantismo a la modernización: la visión histórica de la Falange Nacio-nal”, Alternativas. Revista del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea, Número espe-cial (Academia de Humanismo Cristiano, junio de 1984), pp. 156-178. Ver “La visión histórica de Eduardo Frei”, en pp. 168-176.

767 Revista Vea, 14 de mayo de 1954.

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bre”. Por último, “su análisis de la realidad nacional fue muy inteligente, y lo que más me atrajo de él fue su honestidad y amor por Chile”.768 Mu-salem ingresaría posteriormente a la Democracia Cristiana.

De cara a las elecciones de 1957, el senador Frei decidió disputar una senaduría por Santiago. Fue un buen momento para reafirmar su posi-ción destacada, así como las virtudes que coronaban su vida pública, pero también sirvió para acrecentar la oposición a su figura, haciendo valer algunas críticas que serían más permanentes. Lo resume El Dia-rio Ilustrado, periódico conservador, cuando apenas se iniciaba la cam-paña senatorial:

“Se trata de un parlamentario brillante, estudioso, conoce los problemas nacionales..., es tranquilo, honrado, serio y buen orador... Frente a tales cualidades, demuestra un defecto capital: la manifiesta indefinición de su vida política, que la hace aparecer plagada de contradicciones.Frei enuncia los problemas, los analiza con prolijidad, tiene un buen diagnóstico. Pero para quien haya leído sus discursos, su libro central (La verdad tiene su hora, título de su slogan), u observado sus actuacio-nes, resulta evidente que no propone soluciones de ninguna especie”.769

La campaña falangista fue intensa, y Frei personalmente recorrió distintos lugares de Santiago. El esfuerzo valió la pena. En la elección parlamentaria del 3 de marzo de 1957 no solo triunfó Frei, sino que ade-más la Falange se consolidó como proyecto político, al lograr elegir a catorce diputados: Pedro Muga, Juan de Dios Carmona, Renán Fuen-tealba, Rafael Agustín Gumucio, Mario Hamuy, José Musalem, Alfre-do Lorca, Tomás Reyes, Pedro Videla, José Isla, Eugenio Cruz, Jaime Concha, Constantino Suárez e Ignacio Palma. Como resume Cristián Gazmuri, Frei “estaba eufórico”.770 Claramente sabía la importancia del resultado y su proyección futura.

Para la Falange esto significaba un crecimiento notable: de tres a ca-torce diputados, y desde un magro 2,85% a un 9,2% de los votos a nivel

768 José Musalem, Mi vida entre líneas. Memorias (Santiago, Cadaqués, 2012), pp. 80-81.769 El Diario Ilustrado, 23 de diciembre de 1956.770 Cristián Gazmuri, Eduardo Frei Montalva, Tomo 1, p. 428.

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nacional.771 ¿La razón de la victoria? Ciertamente había una maduración de la colectividad, pero la figura de Eduardo Frei era el factor fundamen-tal, como lo destacó El Diario Ilustrado, que no era proclive al senador:

“Los falangistas crecieron de seis diputados a catorce, o sea, más que duplicaron sus fuerzas. Este éxito, más relativo que los anteriores, obe-dece, a nuestro juicio, a un imponderable.‘Fulano, candidato a diputado con Frei’. Así rezaban los carteles de pro-paganda de los postulantes falangistas. El triunfo de la Falange no co-rresponde a un efectivo arraigo electoral, sino al arrastre personal —e independiente— de su líder, Eduardo Frei, y a un trabajo organizado, eficaz e inteligente”.772

El comentario, que tenía un cierto tono crítico hacia la Falange, era un gran reconocimiento a su líder. Por su parte Política y Espíritu, re-vista falangista, manifestó su alegría por los resultados. Destacó espe-cialmente “la plataforma Frei”, que definía así: “la democracia cristiana actuando como médula de un movimiento de envergadura nacional”, que entendía que el apoyo electoral a Frei implicaba una confianza, in-directamente, hacia la ideología y el cauce político que representaba.773

Como suele ocurrir en estos casos, rápidamente comenzaron las es-peculaciones, especialmente en relación con la elección presidencial de 1958. Consultado Frei, respondió con un escueto “no hay que adelantar nada”.774 Pero de hecho la discusión se anticipó, el gobierno de Ibáñez parecía cosa del pasado y emergían las candidaturas más probables para sucederlo. En ese sentido pueden interpretarse las celebraciones post electorales: reflejaban la alegría por el crecimiento falangista y la vic-toria freísta, pero también eran una manifestación de esperanza en el futuro político del proyecto.

Sus partidarios comenzaron a fortalecer la opción de Frei, mientras sus detractores incrementaron los ataques. Un momento propicio se dio

771 Jaime Etchepare, Surgimiento y evolución de los partidos políticos, pp. 180 y 194.772 “Comentario político de la semana”, El Diario Ilustrado, 10 de marzo de 1957.773 Política y Espíritu, N° 174, 13 de marzo de 1956, pp. 7-8.774 El Diario Ilustrado, 10 de marzo de 1957.

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con ocasión de los sucesos del 2 de abril, que generaron una discusión en torno a las Facultades Extraordinarias para el presidente Ibáñez. Los conservadores y liberales apoyaron la iniciativa, ante la violencia que había estallado y la amenaza contra las vidas y propiedades. La situación de Frei era compleja, pero terminó aprobando la posición del gobierno, temiendo que el país pudiera caer en la “dictadura o la anarquía”.775 Un par de meses después señaló, tras un viaje al extranjero, que fuera del país había una sensación de alarma ante la posibilidad de que Chile es-tuviera “camino a la revolución o a la dictadura”.776

775 Diario de Sesiones del Senado, Sesión Extraordinaria N° 6, del 6 de abril de 1957, pp. 193-195.776 El Mercurio, 6 de mayo de 1957, citado por Cristián Gazmuri, Eduardo Frei Montalva, Tomo 1, p.

437.

Eduardo Frei Montalva sufraga en las elecciones senatoriales de marzo de 1957.Fotografía de Gastón Franco Campos. Archivo fotográfico donado a la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile por Gastón Franco y Corina Díaz. Disponible en: http://historiapolitica.bcn.cl/

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Finalmente el Senado aprobó las Facultades Extraordinarias por 23 votos contra 14, estos últimos de los partidos de izquierda y los radica-les. Sin embargo, a las pocas semanas el Gobierno revocó la medida, en lo que parecía una burla a quienes habían apoyado su propuesta. La si-tuación de desorden se normalizaría posteriormente, pero dejando una estela de temor y destrucción.

Frei no se limitó exclusivamente a su labor senatorial, ya que a me-diados de año asumió la candidatura a la Presidencia de la República. A fines de julio, y coincidiendo con la formación de la Democracia Cris-tiana como partido, el líder falangista pronunció un extenso discurso radial, especie de manifiesto donde planteaba una posición global sobre la situación del país y sus propuestas de transformación. En esa ocasión aprovechó de hacer una premonitoria advertencia frente a la grave situa-ción económica y social de Chile:

“No podemos seguirnos engañando: la forma como está viviendo nues-tra democracia, ha que muchos estén pensando que por los actuales caminos no hay esperanzas y comienzan a evolucionar hacia sistemas extremos en que pueda conseguirse por la violencia lo que no se consi-gue dentro de la libertad y el respeto a la ley”.777

Para la Falange, el año 1957 resultó decisivo en dos aspectos. El pri-mero, ya mencionado, fue la irrupción de Eduardo Frei como candidato presidencial. El segundo fue la formación del Partido Demócrata Cris-tiano, por la confluencia de la Falange con otras fuerzas políticas social cristianas, lo que permitía constuir una estructura más amplia y sólida, que pudiera disputar las mayorías a la derecha y a la izquierda del país.

Ambos factores se habían retroalimentado en los años previos, y la Falange comenzó a forjar “la imagen de un hombre superior”. Si se ana-liza la exaltación de Frei entre 1955 y 1958, se puede apreciar que va más allá de lo simplemente político, y adquiere cierta connotación “moral religiosa”, en palabras del historiador Francisco Javier González, quien

777 “Sólo una política racional y popular será capaz de afrontar los problemas del país”, El Mercu-rio, 26 de julio de 1957, p. 21.

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reproduce un testimonio inédito del diputado falangista Jorge Rogers: “El hecho Frei es un fenómeno de la política chilena extraordinariamen-te complejo que hay que haberlo vivido para entenderlo”.778

Más adelante, Frei recordaría la campaña de 1957, y también la pre-sidencial de 1958, como las más hermosas que le correspondió afrontar en su vida política.779

Con la elección senatorial de 1957 se podría decir que Frei y Alessandri desarrollaron vidas paralelas, con algunas diferencias. Frei fue el prime-ro de su familia en incursionar en política, mientras Jorge era heredero de un Presidente de la República y contaba con hermanos parlamenta-rios. Si Alessandri destacaba especialmente en los temas económicos, Frei era más versado en temas políticos; para el líder independiente de derecha los principales problemas del país eran económico sociales, mientras el falangista insistía —en una primera etapa— que Chile tenía un problema moral.

Alessandri fue un dirigente empresarial, presidente de la Confedera-ción de la Producción y del Comercio; en tanto Frei era un líder político, el principal dirigente de la Falange Nacional y su primer senador. El pri-mero dictaba conferencias sobre los problemas económicos del país, el segundo publicaba libros sobre la necesidad de ampliar la democracia política y resolver los asuntos económicos. En 1957, sus vidas convergie-ron en la elección senatorial.

Ambos volverían a encontrarse en la elección presidencial de 1958, pero eso ya es otra historia.

EL 2 DE ABRIL DE 1957: LA “BATALLA DE SANTIAGO”

Los últimos años de la administración Ibáñez estuvieron marcados por un reacomodo de las fuerzas políticas y de la realidad económica del país, junto con la acción de movimientos sociales que cuestionaban el orden vigente. La crisis económica —con una inflación desbordada—

778 Francisco Javier González, Partido Demócrata Cristiano, pp. 68-69. Cursiva en el original.779 Jorge Cash Molina, La Falange Nacional. Bosquejo de una historia (Santiago, Ediciones Copy-

graph, 1986), p. 247.

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configuraba un ambiente propicio para la expresión de la molestia de las masas, que observaban un panorama verdaderamente desalentador. La chispa final se encendió el 26 de marzo de 1957, cuando el Ejecutivo decretó un alza en las tarifas de la locomoción colectiva, iniciándose en-tonces una seguidilla de jornadas de protestas que se extendieron por varios días en las ciudades de Valparaíso, Concepción y Santiago.780

La renuncia del ministro de Economía Alejandro Lazo y su reem-plazo por Roberto Infante Rengifo, en marzo de 1957, vinieron apare-jadas con alzas en los precios de artículos como la leche y la bencina, lo que acarreaba aumentos en otros productos y servicios.781 El gobierno había decidido eliminar el subsidio que otorgaba el Estado al precio de las bencinas, lo que disparó un alza de más del 25% en las tarifas de la locomoción colectiva, llegando a triplicarse en algunos casos. Esto se pudo hacer porque este servicio dejó de ser considerado entre aquellos de primera necesidad, afectando especialmente a los estudiantes. Se-gún señala Gabriel Salazar, la tarifa escolar en Santiago aumentó de 1 a 5 pesos.782 Al mismo tiempo, los altos niveles de cesantía y los salarios fijados por ley, y cuyo reajuste era sensiblemente menor al aumento en los precios, se sumaban en la configuración de un panorama social des-mejorado, cuya característica fundamental eran la pobreza generaliza-da y la falta de oportunidades.783 El periodista Luis Hernández Parker señalaba en su comentario radial que:

780 Pedro Milos, Historia y memoria: 2 de abril de 1957 (Santiago, LOM Ediciones/Universidad Al-berto Hurtado, 2007).

781 Se trataba del undécimo cambio de ministro de Economía y Comercio que realizaba Ibáñez. En total, catorce ministros pasarían por esa cartera durante el gobierno. Luis Valencia Avaria, Anales de la República, Tomo 2, pp. 628-648.

782 Gabriel Salazar, La violencia política popular en las “Grandes Alamedas”. p. 212. En los días pre-vios al alza de los pasajes de la locomoción colectiva, el servicio fue eliminado de entre los artículos de primera necesidad y, por tanto, no quedaba sujeto al régimen de estabilización económica, según se explica en Pedro Milos, 2 de abril de 1957, p. 88. Ver Gabriel Salazar, La violencia política popular en las “Grandes Alamedas”, p. 212.

783 Los salarios bajos en un contexto de inflación económica producían irremediablemente un alza en el costo de la vida, agudizándose la pobreza y la falta de oportunidades. Esto ha sido problematizado en Jorge Ahumada, En vez de la miseria, pp. 73-77; Aníbal Pinto Santa Cruz, Chile. Un caso de desarrollo frustado (Santiago, Universitaria, 1959), pp. 125-148. Véase también Pedro Milos, 2 de abril de 1957, p. 49.

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“se lanzó una política antiinflacionista, pero discriminatoria. Se le co-locaron frenos hidráulicos a los salarios y sueldos, y se toleraron inde-fectiblemente las alzas de precios. De este modo no se ha combatido la inflación, sino que la crisis ha sido endosada a los consumidores…”.784

Tras el anuncio del alza hubo reacciones inmediatas, registrándose protestas con una fuerza y violencia que se agudizaron progresivamen-te. Como apunta Pedro Milos, inicialmente las manifestaciones incluye-ron negarse a utilizar el transporte público, impedir el tránsito normal en las calles, además de la agresión y destrucción de vehículos median-te apedreos y volcamientos.785 Pronto los acontecimientos se tornaron mucho más violentos. En Valparaíso, las manifestaciones eran prota-gonizadas por estudiantes, obreros, trabajadores portuarios y vecinos, detectándose episodios de destrucción y vandalismo que se fueron acre-centando con el pasar de los días. Las protestas no se detuvieron con la declaración del Estado de Emergencia en la provincia el 29 de marzo, y se extendieron hasta el 31, cuando entraron a operar tarifas rebajadas en la locomoción colectiva tras resolución del Intendente. Las jornadas concluirían con un muerto y varios heridos de bala.786

En Santiago también hubo episodios que pasaron de la protesta pací-fica a la violencia, especialmente en las noches, con una serie de destro-zos en el centro de la ciudad y reiterados enfrentamientos con Carabine-ros. A las manifestaciones se sumaron pronto el FRAP y la CUT, mientras que la FECH, liderada por el falangista Eduardo Moraga Cuadra, declaró un paro estudiantil y participó en las protestas que se desarrollaban bajo consignas como “Todo Chile a luchar contra el alza criminal”.787 Sin embargo, los acontecimientos se agudizarían tras la muerte de la estu-diante de Enfermería y delegada FECH Alicia Ramírez Patiño, sucedién-

784 Luis Hernández Parker, “30 de marzo de 1957. Situación social previa a los acontecimientos del 2 de abril”, en Luis Hernández Parker, Señores auditores, muy buenas tardes (Santiago, LOM Ediciones, 2010), p. 96.

785 Pedro Milos, 2 de abril de 1957, p. 95.786 Pedro Milos, 2 de abril de 1957, p. 96-97.787 Marco Antonio Rocca, Presencia de la FECH en la vida nacional, p. 45; Pedro Milos, 2 de abril de

1957, p. 169.

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dose desde entonces los episodios más dramáticos, que alcanzaron el 2 de abril su mayor intensidad. La “batalla de Santiago” —como la llamó el jefe de la Guarnición de la capital, general Horacio Gamboa— se caracterizó por episodios de violencia que incluyeron asaltos y saqueos desatados, tiroteos, barricadas, incendios, destrucción del mobiliario urbano y apedreos masivos, además del ataque a las sedes de los tres poderes del Estado. Gabriel Salazar señala que se desencadenó una ola de “metódica destrucción” que avanzó por la ciudad, tras la cual “nada quedó entero”.788 Había argumentos suficientes para señalar que Chile era “poco menos que un campo de batalla”, según afirmaba el diputado socialista Mario Palestro.789 La fuerza policial, que se encontraba sobre-pasada, se retiró de las calles; se declaró el Estado de Sitio y los militares asumieron el control de la situación.790 Un editorial de El Mercurio seña-laba que “es temerario seguir manteniendo la coexistencia de fuerzas armadas y manifestantes, ya que de las injurias de palabra se pasa a las vías de hecho y finalmente a términos de represión irreparables”, aña-diendo que “la vista del aparato de guerra, en vez de crear un ambiente de tranquilidad, exacerba los ánimos y da paso a la formación de estados colectivos incontrolables”.791

Por esos días muchos observaban la doble implicancia del movi-miento de protestas. A la existencia de un reclamo social puntual, el go-bierno y la derecha argumentaban que sectores de la izquierda política se aprovechaban del malestar para crear una coyuntura revolucionaria. El ministro del Interior, general Benjamín Videla, calificaba como sedi-ciosas las acciones y señalaba que “el comunismo y sus colaboradores pusieron en movimiento a sus agentes y otros elementos extremistas”, añadiendo que la fuerza pública había actuado con legitimidad contra quienes “se habían levantado revolucionariamente con el manifiesto y preciso objetivo de derrocar los Poderes del Estado”. El ministro afirma-ba que en las jornadas de protestas “se ha jugado una revolución y ésta

788 Gabriel Salazar, La violencia política popular en las “Grandes Alamedas”, p. 217.789 El Siglo, 2 de abril de 1957.790 Pedro Milos, 2 de abril de 1957, pp. 97-99.791 El Mercurio, 3 de abril de 1957, p. 3.

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fue aplastada”, responsabilizando principalmente a la CUT por su reali-zación.792 Estas declaraciones eran respondidas acaloradamente por el senador Salvador Allende, quien señalaba que el principal responsable era el Gobierno, “y dentro del Gobierno, el ciudadano Presidente de la República”. Allende apuntaba sus dardos contra Ibáñez:

“a quien el pueblo, por desgracia, dio el Poder legítimo que, a mi jui-cio, ha sido convertido en ilegítimo, porque es ilegítimo el poder que, no obstante haberse conquistado en las urnas, representa el olvido de las voluntades mayoritarias que lo eligieron”.793

Por su parte, El Mercurio afirmaba que las manifestaciones contra el alza de las tarifas se había “desvirtuado por la intervención clandesti-na de elementos comunistas que vieron en los sucesos una oportunidad apropiada para volcar el régimen constitucional”, cuyos comandos revo-lucionarios tenían el objetivo de “crear una conmoción en los principales centros del país”. Los responsables, según este periódico, eran “comu-nistas y socialistas extremistas, que saben que no tienen opción a tomar la dirección del país por las vías legales y a los que, por lo tanto, un colap-so revolucionario les parece el recurso propio para asaltar el poder”.794 Por su parte, El Diario Ilustrado responsabilizaba al Partido Comunista por los asaltos a las armerías durante las protestas, los que serían parte de un programa de subversión.795 Del otro lado, El Siglo señalaba:

“Está probado que el único método eficaz para conseguir el éxito que se desea en la lucha contra las alzas es el de la acción de las masas, y no el de grupos aislados. Por eso tienen razón la CUT y otras organizaciones que han dispuesto la movilización de todos sus efectivos. Por esto mis-mo, se requiere una gran vigilancia contra los provocadores o métodos provocativos que, de prosperar, amenazarían con producir grietas en las filas del pueblo y restar fuerzas al movimiento en marcha. Con el evidente propósito de tratar de desprestigiar estas luchas, el Gobierno y

792 Diario de Sesiones del Senado, Sesión Extraordinaria N° 2, del 5 de abril de 1957, pp. 20-23.793 Diario de Sesiones del Senado, Sesión Extraordinaria N° 2, del 5 de abril de 1957, p. 43.794 El Mercurio, 4 de abril de 1957.795 El Diario Ilustrado, 4 de abril de 1957.

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sus órganos de prensa han pretendido responsabilizar a los manifestan-tes del apedreo de troles y buses repletos de gente. Pero ya se ha podido comprobar que son elementos policiales, incrustados en las manifesta-ciones callejeras, los que han lanzado piedras contra los troles y buses cuando éstos llevan pasajeros”.796

Además, el periódico de izquierda respondía al ministro del Interior para refutar la afirmación de que las protestas se desarrollaban bajo las directrices de “agitadores”, “instigadores” y “comunistas”, señalan-do que “la protesta de las masas ha surgido espontánea y unánime, y merece ser escuchada. Es fácil hacer apalear y agredir a las multitudes, pero con esto no se resuelve problema alguno, salvo aumentar el odio de todo un pueblo contra los culpables de tales actuaciones”.797 El gobierno terminaría por constituir una comisión para que revisara las tarifas del transporte, resolviendo, mientras tanto, suspender el alza.

El saldo de las intensas jornadas de manifestaciones fue una veinte-na de muertos, cientos de heridos y graves daños materiales.798 El “re-ventón social” de abril de 1957 debió haber traído a la memoria de Ibá-ñez aquellos acontecimientos que derivaron en su caída en 1931, y que solo pudieron ser aplacados tras la intervención del Ejército.799

La crisis de abril tuvo como detonante, como se ha dicho, el alza de las tarifas de la locomoción, pero en el fondo ella canalizaba el malestar social acumulado y dejaba en evidencia las tensiones políticas y econó-micas presentes en la realidad nacional. Las protestas eran una consta-tación de las contradicciones y agotamiento del modelo de desarrollo económico y social. Cuando el Estado no pudo mantener la subvención a las bencinas y debió fijar, por lo tanto, una nueva tarifa para el transpor-te público acorde a las nuevas circunstancias económicas, la ciudada-

796 El Siglo, 31 de marzo de 1957.797 El Siglo, 1° de abril de 1957.798 Pedro Milos, 2 de abril de 1957, p. 99.799 El concepto de “reventón social” y “reventón histórico” ha sido propuesto por Gabriel Salazar

en alusión a las jornadas de protestas de abril de 1957. Véase Gabriel Salazar y Julio Pinto, His-toria contemporánea de Chile. Tomo V, p. 209; Gabriel Salazar, La violencia política popular en las “Grandes Alamedas”, pp. 209-220.

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nía —que con dificultad podía costear tal alza de precios— se manifestó inmediatamente y por el camino de la protesta social logró poner en ja-que a las autoridades. Además, la discusión política originada a partir de la “batalla de Santiago” evidenció una polarización creciente. Mientras el gobierno y la derecha responsabilizaban a la izquierda comunista por el desenlace de los hechos, esta última apuntaba a que el verdadero res-ponsable era el Ejecutivo.800 Finalmente, una ley de amnistía permitió restablecer aquella “frágil paz social”, necesaria para que el traspaso del poder en 1958 ocurriera según las normas fijadas en la Constitución.801

LA TOMA DE LA POBLACIÓN LA VICTORIA

El problema de la habitación popular fue una constante durante gran parte del siglo XX. Ya se ha mencionado la realidad de los conventillos, en donde vivían trabajadores y sus familias en un ambiente general de hacinamiento y enfermedades.802 Desde mediados de siglo y hasta los años 70 predominaron las “tomas”, entendidas por Armando de Ramón como aquella “ocupación ilegal de terrenos sin contrato previo y, a ve-ces, con violencia”.803 Entre las primeras encontramos la toma de Zañar-tu —cuyos ocupantes darían origen a Nueva La Legua— y La Victoria; más tarde vendrían casos como La Bandera.804

En paralelo, hubo otras formas de ocupación de aquellos terrenos que no tenían un propietario claro o que eran bienes nacionales de uso público, como cerros, riberas de ríos y de canales de desagüe. No eran pocos quienes levantaban sus modestos ranchos de cartón, sacos, latas y tablas en las orillas del río Mapocho o del Zanjón de la Aguada, proli-

800 Pedro Milos, 2 de abril de 1957, p. 111.801 Brian Loveman y Elizabeth Lira, Las ardientes cenizas del olvido. Vía chilena de Reconciliación

Política 1932-1994, p. 194.802 Véase en esta misma Historia de Chile, Tomo 1, capítulo “Chile a mediados del siglo XX. Demo-

cratización política y subdesarrollo económico 1932-1958”.803 Armando de Ramón, “La población informal. Poblamiento de la periferia de Santiago de Chi-

le. 1920-1970”, p. 6.804 Un buen estudio sobre la población La Legua en Paulo Álvarez Bravo, Legua Emergencia: una

historia de dignidad y lucha (Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2014). Sobre el movimiento de pobladores, véase Mario Garcés, Tomando su sitio.

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ferando en poco tiempo aquellas poblaciones “callampa”, llamadas así por su aparición de la noche a la mañana, y que se caracterizaban por las condiciones de vida miserables de sus habitantes, la escasa protección de las habitaciones ante el frío y las lluvias, sin servicio de agua potable, alcantarillado ni luz eléctrica. Según el Primer Censo Nacional de Vi-viendas, de 1952, en Chile había 176.308 personas que vivían en piezas de conventillos y 469.025 que habitaban en viviendas callampa, repre-sentando en conjunto a más del 10% de la población nacional.805 Según se aprecia en el siguiente cuadro, la presencia de familias en estas pobla-ciones de Santiago se duplicó durante la década de 1950:

CUADRO N°19. NÚMERO DE FAMILIAS QUE VIVEN EN POBLACIONES CALLAMPA EN EL GRAN SANTIAGO

Comuna 1952 1959

Santiago 3.250 7.642

Conchalí 1.600 2.683

Providencia 452  —

Ñuñoa 2.169 2.405

San Miguel 4.001 8.203

Quinta Normal 1.119 4.316

Renca 591 1.820

Las Barrancas 323 — 

La Cisterna 1.106 87

Las Condes 1.296 3.916

La Florida 169 55

Puente Alto 426 1.180

Total 16.502 32.307

Fuente: Citado en Teresa Valdés, “El problema de la vivienda. Políticas estatales y movilización popular”, Documento de Trabajo FLACSO, N°195, Santiago (noviembre 1983).

805 Servicio Nacional de Estadística y Censos, “Primer Censo Nacional de Viviendas”, en XII Censo general de población y I de vivienda. Levantado el 24 de abril de 1952 (Santiago, Servicio Nacional de Estadística, 1953), p. 3. El cuadro que presenta relación de habitantes con tipo de vivienda, en esta Historia de Chile, Tomo 1, capítulo “Chile a mediados del siglo XX. Democra-tización política y subdesarrollo económico 1932-1958”.

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Las poblaciones callampa levantadas a la vera del Zanjón de la Agua-da eran un buen ejemplo de la trágica realidad social de Santiago. En una franja de terrenos de no más de cinco kilómetros de longitud y hasta 125 metros de ancho, se habían establecido más de 35.000 personas, agru-padas en diez poblaciones.806 Como apunta Mario Garcés, el Zanjón era “el mayor cordón de miseria de Santiago”; se trataba de un “cordón in-terminable de casuchas infectas, mal olientes, donde miles de familias viven en la más absoluta promiscuidad y en las peores condiciones sani-tarias, sin agua, sin alcantarillado y prácticamente sin ningún servicio de urbanización”, según se apreciaba en el Municipio de San Miguel.807 Si bien hubo intentos de los gobiernos por solucionar los problemas de los habitantes del Zanjón, estos no tenían efecto en la realidad concreta de las familias, perpetuándose así el círculo de la pobreza extrema y la frustración de esperanzas. Así, por ejemplo, en 1947 el presidente Ga-briel González Videla concurrió a la zona para dar inicio a las obras de construcción de viviendas de emergencia, las que finalmente no se con-cretaron porque el terreno en que pretendían emplazarse era demasiado blando.808 Más adelante, se exploró la posibilidad de instalar a los pobla-dores en otras zonas de Santiago, como Lo Valledor y La Feria, pero esta iniciativa tampoco llegó a buen puerto.

En octubre de 1957 el problema hizo crisis. Los incendios que afecta-ron a los vecinos los días 15 y 26 de ese mes transformaron en acción la frustración acumulada por las promesas incumplidas de las autoridades y por las soluciones provisorias que ofrecían. Durante la madrugada del 30 de octubre, numerosas familias provenientes del Zanjón de la Agua-da se trasladaron, en silencio y sin que lo advirtieran las autoridades ni Carabineros, al sector de la chacra La Feria, en la comuna de San Miguel, para instalar allí sus pertenencias. Para pasar inadvertidos, los poblado-res forraron con trapos los cascos de las patas de los caballos y las ruedas de las carretas. Los camiones que se sumaron al traslado debieron ha-

806 Vicente Espinoza, Para una historia de los pobres de la ciudad, p. 248.807 Mario Garcés, Tomando su sitio, p. 121; Ilustre Municipalidad de San Miguel, Actas, Sesión Or-

dinaria, 8 de enero 1953, citado en Mario Garcés, Tomando su sitio, p. 121808 Vicente Espinoza, Para una historia de los pobres de la ciudad, p. 249.

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cerlo con las luces apagadas.809 Durante el día, nuevos pobladores pro-venientes de otras zonas de Santiago, como La Legua, se establecieron en el lugar para conformar una ocupación con cerca de 2.000 familias en alrededor de 50 hectáreas.810 Los acontecimientos llamaron la aten-ción inmediata de los medios de comunicación. El Siglo titulaba que “los pobladores del Zanjón ganaron su primera batalla contra la miseria”, re-produciendo las palabras de un poblador que explicaba los hechos:

“Estábamos cansados de tramitaciones. No podíamos seguir viviendo en la mugre y el desamparo. Estamos dispuestos a defender nuestro de-recho a tener un techo para vivir. Contamos con la solidaridad de todos los pobladores de la comuna y nadie nos hará echar pie atrás”.811

Otro poblador, Héctor Lanas, señalaba: “No queremos volver a le-vantar chozas callampas. No queremos ranchos de fonolita para que se incendien. Queremos que nos ayuden con materiales para edificar casi-tas decentes. Estamos todos dispuestos a pagar de acuerdo con nuestros medios”.812 Por su parte, La Nación titulaba “Solución inmediata exige el Presidente”, señalando que “los ocupantes de estos terrenos están ame-nazados de epidemias por la falta de agua corriente y alcantarillado”. Según comentaba el periódico, la autoridad había ofrecido el Estadio San Miguel como refugio transitorio, con el fin de impedir la creación de un foco de enfermedades que afectara a los pobladores.813

La situación posterior a la toma era incierta. Si bien Carabineros no pudo impedir la instalación de los nuevos pobladores, sí hubo enfrenta-mientos. El desalojo de las familias parecía inminente. Desocupar los terrenos, conforme a lo señalado por la ley, implicaba una acción de la fuerza pública que podía acarrear costos humanos lamentables.814

809 Mario Garcés, Tomando su sitio, p. 129; Vicente Espinoza, Para una historia de los pobres de la ciudad, p. 252.

810 Vicente Espinoza, Para una historia de los pobres de la ciudad, p. 252.811 El Siglo, jueves 31 de octubre de 1957.812 El Siglo, viernes 1° de noviembre de 1957.813 La Nación, viernes 1° de noviembre de 1957.814 Mario Garcés, Tomando su sitio, p. 133.

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Los diputados de izquierda Mario Palestro, José Cademártori y José Oyarce reaccionaron de inmediato y se presentaron tempranamente en el lugar. Por su parte, el conservador Francisco Huneeus Gana había ad-vertido ese mismo mes que era urgente enfocarse en una política de vi-vienda que brindara techo a los habitantes de las poblaciones callampa, pero cuya solución también fuera un lugar idóneo para la vida familiar. Se buscaba “dar a nuestro pueblo y a las familias modestas no solamente un techo que los cubra contra las inclemencias del tiempo, sino también un ambiente hogareño que compense las fatigas y procure el descanso, la alegría familiar que hará surgir el amor entre ellos y a su Patria”.815

La Iglesia Católica jugó un papel fundamental. El cardenal José María Caro, arzobispo de Santiago, se reunió con el presidente Ibáñez, acordan-do finalmente que los ocupantes no serían desalojados, con la condición de que no ingresaran nuevos pobladores al sitio.816 Más tarde, el mismo cardenal Caro organizó una red de apoyo con el fin de ayudar a los veci-nos desde sus primeros días en el lugar. El Hogar de Cristo intercedió en-tre pobladores y autoridades, y junto a Caritas Chile fueron fundamen-tales tanto para proveer los artículos de primera necesidad —alimentos, frazadas y colchones— como para propiciar la instalación definitiva de los ocupantes, lo que implicaba autorizar la construcción en los terrenos tomados. Por su parte, el FRAP y la FECH organizaron campañas de re-colección de ropa y alimentos.817 Para los habitantes, los primeros meses fueron difíciles. Una de las pobladoras, Ángela Román, recuerda:

“Cuando llegué fueron días horribles. Armamos una pieza de made-ra luego de sacar los yuyos y limpiar, pero quedaban otros problemas, porque solíamos dormir entre los bichos, en la tierra, también llegaron piojos. Y no había agua, así que teníamos que levantarnos a las 3 de la mañana para ir a buscarla a los camiones. Tampoco teníamos luz, y como baños construíamos hoyos negros

815 El Diario Ilustrado, 12 de octubre de 1957.816 Mario Garcés, Tomando su sitio, p. 134.817 Mario Garcés, Tomando su sitio, pp. 135-136.

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[...] Un día de los primeros meses vino una lluvia tremenda, y al otro día salió el sol. Los colchones eran de lana o algodón y se pasaron, así que tuvimos que botarlos. Lo malo es que trajo muchas enfermedades y murieron trece niños, fue terrible. Esas cosas nos iban uniendo, si ni se notaba quien venía de La Legua o del Zanjón, a nadie se le preguntaba el origen. Con la vecina del lado nos hicimos comadres, cuando a una le faltaba algo, la otra ayudaba. Ella tenía tres niñas y una se le murió aquí, con la insalubridad que había se enfermó con algo que comió. Con el tiempo se paró un consultorio, que lo atendían estudiantes que venían como voluntarias a ayudar y así practicaban en terreno”.818

Finalmente, la instalación de la población —que adoptaría el nombre de La Victoria— fue permitida por el gobierno. Ella visibilizaba, cual sím-bolo, las deficiencias del sistema político para atender las urgencias so-ciales. Esto demostraba que la actuación de los movimientos populares respondía a una inmediatez que las políticas de los gobiernos democráti-cos no eran capaces de atender adecuadamente. Como corolario, la toma de los terrenos y la autogestión en la construcción de las viviendas pare-cía el camino más rápido para dar solución inmediata —y ciertamente insuficiente— al problema habitacional. De este modo, y a pesar de los esfuerzos en materia de vivienda, se marcaba un importante precedente para la década siguiente: a fines de los 60 y principios de los 70 se recla-mará con más fuerza el derecho a una casa propia, observándose una eclosión de las tomas de terreno como la salida más pronta al problema de la vivienda de los sectores más modestos.

818 Ángela Román, “No me arrepiento de haber vivido aquí”, en Grupo de Identidad de Memoria Popular, Memorias de La Victoria. Relatos de vida en torno a los inicios de la población (Santiago, Editorial Quimantú, 2006), p. 36.

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LA FORMACIÓN DEL FRENTE DE ACCIÓN POPULAR

Después de tres décadas de existencia y coexistencia, a veces con alian-zas y en otras ocasiones con distanciamientos, los partidos Socialista y Comunista conformaron una importante plataforma política, que sería un primer paso en el camino de la unidad para llegar al gobierno de Chi-le. El proyecto se llamó Frente de Acción Popular, que en 1969 daría vida a la Unidad Popular.819

Ambas agrupaciones representaban la expresión política, práctica, de las ideas marxistas a partir de la década de 1930, aunque tendrían diferencias de interpretación y énfasis.820 En cuanto a la acción política conjunta, la situación no había sido fácil. En un comienzo, socialistas y comunistas habían tenido discrepancias importantes: los dos presumían y se disputaban el ser la vanguardia del proletariado, tenían diferencias y enfrentamientos en el ámbito sindical y miraban la realidad interna-cional de manera contrapuesta. A juicio de Julio Faúndez, el problema residía en que el PC y el PS utilizaron las alianzas gobiernistas, durante las administraciones radicales, para atacarse e intentar destruirse recí-procamente.821 Es decir, existía una voluntad de competencia y desacre-ditación más que de colaboración.

A estas diferencias se sumó un hecho coyuntural, que afectaba al Partido Comunista, y que fue su proscripción desde 1948 como conse-cuencia de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia. Algunos sectores de la izquierda, en los primeros años de la década de 1950, mos-traron posturas diferentes, incluso muy críticas, respecto de los comu-nistas. En 1952 el socialista Julio César Jobet publicó un libro titulado Socialismo y comunismo, donde contraponía ambas corrientes y destaca-ba que la doctrina a la que ellos adherían era “una política y una moral

819 Un interesante trabajo sobre este tema es Marcelo Casals, El alba de una revolución. La iz-quierda y la construcción estratégica de la ‘vía chilena al socialismo’ 1956-1970 (Santiago, LOM Ediciones, 2010).

820 Para una explicación de este tema ver Tomás Moulian, Contradicciones del desarrollo político chileno 1920-1960 (Santiago, LOM/Editorial Arcis, 2010, Primera reimpresión), capítulo “El marxismo en Chile: producción y utilización”, pp. 57-109.

821 Julio Faúndez, Izquierdas y democracia en Chile, 1932-1973, p. 103.

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opuestas al liberalismo capitalista y al comunismo totalitario”, añadien-do una serie de conceptos lapidarios hacia el Partido Comunista, que estaba bajo la “dependencia directa de la política exterior soviética”: lo consideraba oportunista, totalitario, sumido en contradicciones y con “doblez y maledicencia estalinista”.822

Sin embargo, al año siguiente —y precisamente a raíz de la muerte de Stalin— se produjo un acercamiento entre ambos partidos, a través del senador Salvador Allende, que había sido candidato presidencial en la elección de 1952. El médico socialista estimó oportuno participar en el evento organizado en el Teatro Baquedano, ocasión en que pronunció un laudatorio discurso acerca de la vida y obra del dictador soviético, a quien consideraba “símbolo de paz y construcción, bandera de revolu-ción, de ejecución creadora, de sentimiento humano agrandado hasta la plenitud”. Terminó solidarizando con el Partido Comunista, diciéndo-les: “Nosotros sabemos que hay sombra y dolor en vuestros corazones, que es ancha y profunda vuestra angustia. Vuestro consuelo es saber que hay hombres que no mueren. Stalin es uno de ellos”.823

En los años siguientes hubo desencuentros, con distintas posturas ideológicas o de orientación política, que alternarían con los acerca-mientos partidistas para formar una coalición más amplia y permanen-te. En el primer ámbito, el Partido Socialista promovía el Frente de Tra-bajadores, mientras el Partido Comunista era partidario del Frente de Liberación Nacional.824 Como telón de fondo de estos planteamientos subyacía la interpretación diferente del marxismo leninismo, así como la crítica que los socialistas hacían a los comunistas de ser dependientes de la Unión Soviética.

822 Julio César Jobet, Socialismo y comunismo (Santiago, Espartaco, 1952).823 El Siglo, “Hombres de la URSS, los socialistas compartimos vuestro luto que tiene conmoción

universal”, 16 de marzo de 1953. El discurso del senador aparece también reproducido en Ma-rio Amorós, Allende. La biografía. Titulado “Discurso ante la muerte de Stalin”, pp. 572-585.

824 Ver Marcelo Casals, El alba de una revolución, pp. 43-77.

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CUADRO N° 20. DOS ESTRATEGIAS POLÍTICAS DENTRO DEL FRAP, 1956

Estrategia del Partido Comunista Estrategia del Partido Socialista

Organización de todos los sectores de trabajadores, unidad de todas las fuerzas progresistas no importando su clase, ideología ni religión.

Unidad de la clase obrera, de los intelectuales, de los campesinos y de todos los trabajadores manuales.

Puesta en práctica de la revolución burguesa como paso en la lucha para el socialismo.

Lucha por el socialismo; la revolución burguesa se debe incluir, pero no como paso previo al socialismo, sino dentro del proceso de la revolución.

Posibilidad de tomar el poder por medios pacíficos, o sea, la lucha parlamentaria.

La vía pacífica y la insurrección armada se deben considerar como maneras posibles de alcanzar el poder.

Alineación con la Unión Soviética y el campo socialista.

Independencia del campo socialista. Autonomía de todos los movimientos revolucionarios.

Fuente: Carmelo Furci, El Partido Comunista de Chile y la vía chilena al socialismo (Santiago, Ariadna, 2008), p. 118.

Las diferencias entre ambas posturas eran evidentes. El Frente de Trabajadores fue fruto del XVI Congreso del Partido Socialista (entonces llamado Partido Socialista Popular, PSP), que se realizó en Valparaíso entre el 29 de octubre y el 1° de noviembre de 1955.825 Esta posición recha-zaba alianzas con los partidos burgueses, era partidaria de endurecer la lucha y avanzar hacia objetivos revolucionarios, con un claro sentido de clase. Luego el PSP llegó a un acuerdo con el Partido Democrático del Pueblo, con la firma de los dirigentes máximos de ambas agrupaciones, Raúl Ampuero y Humberto Martones: ahí se comprometían “a man-tener una estrecha asociación política para crear y fortalecer un movi-miento popular y nacional, democrático y revolucionario, junto a todas las fuerzas de avanzada que compartan tal propósito”.826

El Frente de Liberación Nacional fue la política de los comunistas de mediados de siglo, y patrocinaba acuerdos amplios entre las distintas clases y fuerzas políticas. Las razones de esta opción táctica, a juicio de Alonso Daire, se basaban en haber asumido esta postura en un contexto

825 Sobre el XVI Congreso del PS y sus consecuencias, ver Julio César Jobet, Historia del Partido Socialista, pp. 214-226.

826 Ver Julio César Jobet, Historia del Partido Socialista, pp. 217-218.

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de ilegalidad y de acción clandestina, además de considerar la evalua-ción de la situación internacional del momento, en pleno desarrollo de la Guerra Fría. El proyecto se consolidó en septiembre de 1952, tras la realización de la IX Conferencia Nacional del PC chileno. El programa insistía en su carácter “antiimperialista y antioligárquico” —conceptos que serían recurrentes hasta 1973—, además de enfatizar la necesidad de luchar por la derogación de las leyes de Seguridad Interior del Estado, de Defensa Permanente de la Democracia, y otras.827

Sin embargo, persistirían las discrepancias tácticas entre ambas agru-paciones, ya que los comunistas privilegiarían la llamada vía pacífica a partir de 1956, mientras los socialistas promoverían una forma de rup-

827 Alonso Daire, “La política del Partido Comunista de la post-guerra a la Unidad Popular”, en Augusto Varas, Alfredo Riquelme y Marcelo Casals (editores), El Partido Comunista en Chile. Una historia presente (Santiago, Catalonia, 2010), pp. 121-172.

En 1956 se formó el Frente de Acción Popular que incluyó a socialistas y comunistas. En la imagen, Pleno del Partido Comunista en el Teatro Caupolicán en 1958, año en que volvieron a la legalidad. Pool fotográfico de Zig-Zag. Museo Histórico Nacional.

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tura más radical con la sociedad burguesa. Con todo, esas diferencias se superaron en el orden práctico, para avanzar hacia un proyecto común.

El FRAP se constituyó el 29 de febrero de 1956, y lo integraban el Partido Comunista —que aún se encontraba proscrito—, y el Partido Socialista de Chile, las dos fuerzas principales de la izquierda. Además había algunos grupos más pequeños, como el Partido Democrático del Pueblo, el Partido Democrático de Chile y el Partido Socialista Popular.

El Acta de Constitución del FRAP expresaba lo siguiente:

“El Frente de Acción Popular será una organización política unitaria de las fuerzas de avanzada que concertará la acción de los partidos que la constituyen en el campo político, parlamentario, sindical y electoral. El Frente de Acción Popular se caracterizará fundamentalmente por ser núcleo aglutinador de las fuerzas que estén dispuestas a la lucha por un programa antiimperialista, antioligárquico y antifeudal. Su acción esencial se dirigirá a consolidar un amplio movimiento de masas que pueda servir de base social a un nuevo régimen político y económico, inspirado en el respeto a los derechos y aspiraciones de la clase traba-jadora y dirigido a la emancipación del país, al desarrollo industrial, a la eliminación de las formas precapitalistas de la explotación agraria, al perfeccionamiento de las instituciones democráticas y a la planifica-ción del sistema productivo con vistas al interés de la colectividad y a la satisfacción de las necesidades básicas de la población”.828

El año 1956 fue complejo para el Partido Comunista, pues se llevó a cabo el XX Congreso del PC de la Unión Soviética, que tuvo una defi-nición fundamental: en ese encuentro comenzó la desestalinización, es decir, el proceso de dejar atrás el estalinismo como doctrina y a Stalin como ese padre al que habían querido los comunistas de todo el mun-do, y cuya muerte habían llorado en marzo de 1953. La acusación que hizo Nikita Kruschev —el líder de la URSS— se basó en el concepto del “culto a la personalidad”, que habría permitido omitir o tolerar los crí-menes del sucesor de Lenin. Luis Corvalán —quien asistió a Moscú a esa

828 Citado en Julio César Jobet, Historia del Partido Socialista de Chile, pp. 218-219.

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reunión— recordaría años más tarde que esa denuncia del culto a la per-sonalidad y la promoción de nuevas formas de acceso al poder, la llama-da vía pacífica, eran los aspectos más importantes del Congreso; asegu-raba haber conocido meses más tarde las denuncias de los crímenes de Stalin.829 Esta nueva postura permitió un acercamiento con el Partido Socialista, muy crítico de Moscú, que no consideraba a la Unión Sovié-tica como “baluarte de la revolución mundial” y que recibió de buena manera la condena del estalinismo.830

Otro momento decisivo, también en el plano internacional, se produ-jo con la invasión de Hungría en octubre de 1956, cuando los tanques so-viéticos entraron en Budapest para impedir que este país saliera de la ór-bita socialista. El hecho fue condenado por la comunidad internacional, aunque la URSS justificó su intromisión en el contexto del Pacto de Var-sovia, que ordenaba proteger a los países socialistas cuando se encon-traran amenazados. El Partido Comunista, en su fidelidad tradicional a Moscú, apoyó la intervención. Los socialistas, en tanto, la condenaron, e incluso Salvador Allende tuvo palabras recriminatorias en el Senado.831

El propio senador reivindicaría dos aspectos fundamentales de la unidad socialista-comunista, en otro discurso en la Cámara Alta. Ellos eran, en primer lugar, el reclamo de libertad cívica para los comunistas, entonces todavía fuera de la actividad pública desde 1948; en segundo término, Allende advertía: “Jamás aceptaríamos la presencia del Par-tido Comunista si ello significara de parte nuestra, hipotecar nuestro derecho a criticar, a analizar, a desmenuzar la política internacional de la Unión Soviética”.832

La primera incursión electoral del nuevo conglomerado de izquierda tuvo lugar ese mismo año, con ocasión de las elecciones municipales, en las que obtuvo el 18,60% de los votos. Al año siguiente, en las elecciones

829 La entrevista a Corvalán en Patricia Arancibia, Cita con la historia (Santiago, Editorial Biblio-teca Americana/ARTV, 2006), pp. 73-88; el tema del Congreso de 1956 en pp. 77-78.

830 Olga Ulianova, “Inserción internacional del socialismo chileno 1933-1973”, en Olga Ulianova (editora), Redes políticas y militancias, pp.256-257.

831 Olga Ulianova, “Inserción internacional del socialismo chileno 1933-1973”, p. 258. Ver Diario de Sesiones del Senado, Sesión Extraordinaria N° 5, del 7 de noviembre de 1956, pp. 195-198.

832 Discurso de Salvador Allende en el Senado, 4 de diciembre de 1956.

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parlamentarias, logró el 17,32%, eligiendo 21 diputados, que incluían a los del Partido Socialista Popular, del Socialista de Chile, del Democrá-tico y del Trabajo (nombre que adoptaron los comunistas para eludir la proscripción política).833

En 1958 se formó el denominado Bloque de Saneamiento Demo-crático, que promovía algunas reformas constitucionales y legales que permitieran “limpiar” y perfeccionar la democracia chilena. Una de las medidas propuestas era precisamente la derogación de la Ley de De-fensa Permanente de la Democracia o “ley maldita”, como la llamaban sus detractores, además de reformas como la Cédula Única, que per-mitiría elecciones libres de cohecho. Ese mismo año Salvador Allende sería por segunda vez candidato a Presidente de la República en repre-sentación del conjunto de la izquierda, agrupada en este Frente de Ac-ción Popular.

EL NACIMIENTO DE LA DEMOCRACIA CRISTIANA EN 1957

La elección senatorial de Eduardo Frei Montalva no solo representó un éxito personal o del movimiento político que él lideraba, la Falange Na-cional. El suceso también abrió una nueva etapa para la corriente social cristiana, con un bloque parlamentario importante y que podía seguir ampliándose. Ello significaba, a juicio de los falangistas, un doble de-safío: por una parte, “conservar a todo precio la pureza de su acción y el sentido nacional de su actitud”; por otra parte, “resolver el problema de la formación de un partido único demócrata cristiano”, sobre lo cual existían adelantos, pero todavía sin una resolución final.834 Lo anterior no era una simple declaración formal, sino que tenía su fundamento en que el pequeño y relativamente uniforme grupo que diera vida a la Falange se había transformado con el paso del tiempo en un movimiento más am-plio y progresivamente heterogéneo en su origen e incluso en su doctrina.

833 Jaime Etchepare, Surgimiento y evolución de los partidos políticos, pp. 191 y 194-195.834 Política y Espíritu, N° 174, 13 de marzo de 1956, p. 8.

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El crecimiento no era exclusivamente político, sino que también se manifestaba en los movimientos sociales, como la Federación de Estu-diantes de la Universidad de Chile y la Central Única de Trabajadores. En el primer caso, la Falange disputó con éxito la principal organización estudiantil del país, y controlaría su presidencia ininterrumpidamente durante quince años, entre 1955 y 1970.835 Política y Espíritu celebró la victoria democratacristiana en la FECH en 1957, sobre las listas radical, de derecha y frapista (izquierda): “esta elección tiene importancia en cuanto expresa a una parte de la opinión pública y refleja orientaciones en el plano nacional”, fue su reflexión, en un análisis general del triunfo local.836 Además, su presencia en el movimiento obrero, específicamen-te en la CUT, había tenido cierta relevancia, aunque criticaba su politi-zación, y específicamente el carácter claramente marxista de su Decla-ración de Principios.837 Sin perjuicio de ello, participó activamente en la agrupación, y al momento de su constitución como partido político, tenía cuatro miembros en su comité ejecutivo, en medio de comunistas, socialistas y trotkistas.838

Por otra parte, la unidad partidaria ya había avanzado algunos pasos decisivos, cuyo comienzo se podría ubicar en las elecciones parlamen-tarias de 1953, ocasión en que compitieron reunidos en un frente común la Falange Nacional, el Partido Conservador Social Cristiano, el Parti-do Nacional Cristiano y el minúsculo Movimiento Social Cristiano.839 En conjunto lograron una representación reducida —nueve diputados y dos senadores—, pero a partir de ahí se abría el sendero de la unidad. Como resumió Política y Espíritu, entre las diferentes agrupaciones pesaban poco y no había razón para permanecer separados, por lo que

835 Marco Antonio Rocca, Presencia de la FECH en la vida nacional, p. 32.836 “Triunfo democratacristiano en la Universidad”, Política y Espíritu, N° 186, 15 de septiembre

de 1957, p. 4.837 Ver William Thayer, “Bases para una política sindical”, Política y Espíritu, N° 184, 15 de agosto

de 1957, pp. 14-19. Ver también Declaración de principios aprobada en el Congreso de la Cen-tral Única de Trabajadores, agosto de 1957, y Proyecto de Declaración de Principios presen-tado por la delegación democratacristiana al Congreso de la Central Única de Trabajadores, ambos en Política y Espíritu, N° 185, 1° de septiembre de 1957, pp. 30-32.

838 Alan Angell, Politics and the labour movement in Chile, p. 216.839 José Díaz Nieva, Chile: de la Falange Nacional a la Democracia Cristiana, pp. 102-107.

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debían iniciar el camino a la unidad.840 En septiembre del mismo año se firmó el Acta de Fundación de la Federación Social Cristiana, entre los presidentes falangista, Juan de Dios Carmona, y conservador social cristiano Jorge Mardones. Entre otros aspectos se proponía propagar las doctrinas del social-cristianismo y luchar por su establecimiento en las leyes y en las diversas manifestaciones de la vida nacional. Hacía una invitación a otros grupos o movimientos, precisando que los pac-tantes no renunciarían “a sus respectivas personalidades legales ni a sus nombres, ni a su tradición”.841 Por otra parte, consideraba necesario enfrentar el problema de “la homogeneidad doctrinaria y práctica en sus filas”, señalando que esta mentalidad única ya la había representa-do hasta entonces la Falange.842

De esta manera, en julio de 1957 se fundó el Partido Demócrata Cristiano, que integraba a la Falange Nacional y al Partido Conserva-dor Socialcristiano, a los que se unieron el Partido Nacional Cristiano y algunos miembros del Partido Agrario Laborista.843 Fue elegido como presidente de la nueva colectividad el falangista Rafael Agustín Gumu-cio. La Declaración de Principios del partido esbozó los lineamientos doctrinarios que guiarían su acción, que se proponía llegar al gobierno del país.844 Establecía como misión realizar “una verdadera democra-cia” (I) y proclamaba “como fundamentales los derechos de la persona humana” (II). A su vez defendía la familia, célula básica de la sociedad (IV) y aspiraba a la instauración de una economía humana (V). En cuan-to al derecho de propiedad, lo reconocía como un “derecho natural”, pero impulsaba el sistema de comunidad o cooperativo cuando los me-dios de producción requirieran el trabajo de muchos hombres, así como

840 “La situación del Social-cristianismo en Chile”, Política y Espíritu, N° 90, 15 de abril de 1953, p. 23.

841 “Acta de Fundación de la Federación Social Cristiana”, Política y Espíritu, N° 102, 15 de octubre de 1953, p. 32.

842 “La unidad social cristiana”, Política y Espíritu, N° 182, 15 de julio de 1957 , pp. 5-6.843 Sobre el tema ver George Grayson, El Partido Demócrata Cristiano chileno (Buenos Aires,

Editorial Francisco de Aguirre, 1972); Francisco Javier González, Partido Demócrata Cris-tiano, pp. 59-73.

844 “Partido Demócrata Cristiano. Declaración de Principios”, reproducida en Política y Espíritu, N° 187, 1° de octubre de 1957, pp. 30-32. La Declaración está estructurada en nueve puntos.

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reconocía al Estado la acción en aquellas áreas y empresas que “exce-dan la capacidad particular o constituyan factores vitales de la econo-mía” (VI). En algunos ámbitos específicos se mostraba partidario de una propiedad agraria que superara el latifundio y el minifundio, para vincular a la tierra a quienes trabajan en ella (VI); promovía el respeto del Estado a la familia para orientar la educación de sus hijos, “asegu-rándole, por la repartición proporcional de sus recursos, el libre y efec-tivo cumplimiento de tal fin a través de la enseñanza fiscal o particular” (VII); apoyaba a los sindicatos, pero rechazando “las tácticas extremis-tas” y asegurando que la organización de los trabajadores “debe actuar libre de toda tutela estatal, partidista o patronal” (VIII). Finalmente, proclamaba su adhesión a la paz como principio orientador del orden internacional (IX).

Desde el punto de vista de sus fundamentos doctrinales, el Partido Demócrata Cristiano se definía como una agrupación “de inspiración cristiana”, distinguiéndose de los partidos confesionales. Con ello el PDC se distanciaba de los conservadores, tema que era explicado por uno de los principales ideólogos del partido, Jaime Castillo Velasco:

“Se han definido tradicionalmente como de inspiración cristiana, a fin de distinguirse de aquellos otros que declaran su ‘confesionalismo’. Ser confesional importa asumir algo así como una representación política de la Iglesia… Un Partido Demócrata Cristiano se propone pasar a una nueva etapa de civilización. Surge de la crisis del mundo moderno, o sea, de esa etapa en que ha dominado el sentido individualista de la vida, y que ha producido, por reacción, los intentos de colectivismo en una concepción antiespiritualista del hombre... es pues, en definitiva, una empresa de liberación del hombre”.845

Nuevamente se manifestaba, al igual que la Falange años atrás, dis-tante de la izquierda y la derecha, asumiendo la lucha contra el totali-

845 Jaime Castillo Velasco, “¿Qué es un Partido Demócrata Cristiano?”, Política y Espíritu, N° 184, 15 de agosto de 1957, pp. 12-13. Una excelente base documental y doctrinal sobre el PDC desde su fundación en adelante en Jaime Castillo, Teoría y práctica de la Democracia Cristiana chilena (Santiago, Editorial del Pacífico, 1973),

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tarismo (soviético o cualquier otro), y proclamando que una economía “liberal capitalista no es cristiana”.846

En la práctica, se trataba de una evolución desde el movimiento ju-venil de los años 30, que había crecido y fortalecido su posición, lideraz-gos, opinión pública y participación en la vida política del país a través del Congreso Nacional. Su crecimiento y consolidación habían quedado demostrados muy nítidamente en las elecciones parlamentarias de 1957, las últimas que enfrentaron como Falange Nacional. La fecha de funda-ción del PDC también se vincula con la elección de Eduardo Frei como senador por Santiago, considerando que la gran adhesión que había cap-tado entre el mundo independiente podría ser canalizada a través de una nueva agrupación, a lo que se sumaban los ejemplos de Alemania e Italia, con fuertes corrientes social cristianas.847

Sin perjuicio de ello, el nuevo partido debió enfrentar las acusacio-nes de clericalismo, que le hacía el Partido Comunista, el que criticaba tanto la incipiente candidatura de Frei Montalva como algunas de sus ideas en el ámbito sindical y educacional, que favorecerían —según los comunistas— los “sindicatos confesionales paralelos” y “el desarrollo de los establecimientos particulares, respectivamente”. Los democrata-cristianos respondieron que eran mentiras de los comunistas asociadas a un proceso electoral, además de una demostración errada política-mente y fruto de la ignorancia.848

La Democracia Cristiana, que era un partido distinto a las colectivi-dades tradicionales que habían existido en el país, comprendía que su ideario y su misión era la manera de transformar a Chile, desde las injus-ticias del presente hacia una organización política y social más justa en el futuro. En este sentido, el PDC respondía a una tradición política, pero también había nacido como un partido original, en su forma y actitud.

846 En el mismo artículo de Castillo Velasco, “¿Qué es un Partido Demócrata Cristiano?”, aparta-dos “3. La estructura política”, y “4. La estructura económica”.

847 Cristián Gazmuri, Eduardo Frei Montalva, Tomo 1, pp. 439-442.848 “Respuesta al Comité Central del Partido Comunista”, Política y Espíritu, N° 186, 15 de sep-

tiembre de 1957, pp. 4-6.

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Bernardino Bravo Lira ha calificado este nuevo tipo de partidos —entre los que incluye al Socialista, al Comunista y al Demócrata Cristiano— como “partidos ideológicos”, los que se caracterizaban por tener un sen-tido total de la política, contaban con una minoría rectora, de un carác-ter internacional y procuraban intervenir con sus ideas y líderes dentro de las organizaciones sociales.849

El caso de la minoría que lidera los cambios históricos —a pesar de los llamados a una amplia participación popular—, aparece en estas palabras de Jaime Castillo Velasco:

“Sea cual fuere la doctrina verdadera sobre el problema de la historia, el hecho es que ninguna gran transformación ha dejado de ser hecha sino por unos pocos hombres que no tuvieron temor a las consecuencias de sus actos. Ellos poseyeron el genio de quien, en un momento dado, sabe que todo lo existente se ha vuelto ficticio, vacío, falso. La idea nueva, la revolución, no es más que una consecuencia de ese impulso genial”.850

Finalmente, no se puede dejar de mencionar la importancia de la elección presidencial de 1958 para el surgimiento de la Democracia Cris-tiana. Ante un liderazgo consolidado de Frei, era el momento de retroa-limentar al nuevo partido con la popularidad de su líder, y avanzar hacia la Presidencia de la República en la nueva etapa.851 Sin perjuicio de ello, llama la atención que la candidatura destacara expresamente su carác-ter independiente, en un contexto en que se percibía una situación eco-nómica muy deteriorada. “Ratificamos su proclamación —expresaba un manifiesto de los independientes— porque en realidad, Eduardo Frei fue designado candidato presidencial por el pueblo de Santiago en las elecciones de 3 de marzo último”.852

849 Bernardino Bravo Lira, Régimen de gobierno, pp. 70-87.850 Jaime Castillo Velasco, “Sobre la firmeza en política”, Política y Espíritu, N° 132, 13 de abril de

1955, reproducido en Jaime Castillo, Teoría y práctica, pp. 87-89.851 “Otra etapa”, Política y Espíritu, N° 183, 1° de agosto de 1957, p. 1.852 “Proclamación de la candidatura presidencial de Eduardo Frei por los sectores independien-

tes”, El Mercurio, Viernes 18 de julio de 1987.

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Si bien Frei no entraría a La Moneda en esa primera incursión elec-toral, él y su partido sí lo lograrían en 1964, iniciando un gobierno de partido único, con un sólido respaldo electoral y que tenía un desafío inmenso por delante, en medio de una ideologización creciente y de una democracia cansada.

EL CONVENIO ENTRE LA UNIVERSIDAD DE CHICAGO Y LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

En junio de 1955 arribaron a Chile los profesores del departamento de economía de la Universidad de Chicago, Theodore Schultz, Arnold Har-berger, Simon Rottenberg y Earl Hamilton. Su objetivo era establecer un convenio con alguna universidad chilena, financiado por Estados Unidos, que transformara la manera y contenidos de la enseñanza de la economía en Chile.853

La “Escuela de Chicago” ya entonces promovía la economía de li-bre mercado y desconfiaba de la excesiva intervención estatal, pero su principal característica ha sido el estudio científico de la economía.854 Harberger escribió en 1956 que “las causas principales de la ineficiencia productiva de Chile provienen... mucho más de las políticas guberna-

853 Arturo Fontaine A., Los economistas y el presidente Pinochet (Santiago, Zig-Zag, 1988), p. 25. Gonzalo Vial, Una trascendental experiencia académica (Santiago, Fundación Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1999), pp. 47-119. Francisco Rosende (editor), La Escuela de Chicago. Una mirada histórica a 50 años del convenio Chicago/Universidad Católica. Ensayos en honor a Arnold C. Harberger (Santiago, Edi-ciones Universidad Católica de Chile, 2007).

854 Sobre la Escuela de Chicago, ver artículo de George Stigler, “La Escuela de Chicago”, Estudios Públicos, Nº47 (Santiago, invierno 1992), pp. 181-198, y los libros de Francisco Rosende (edi-tor), La Escuela de Chicago, y Johan Van Overtveldt, The Chicago School. How The University of Chicago Assembled the Thinkers Who Revolutionized Economics and Business (Chicago, B2 books, 2007). Juan Gabriel Valdés, La Escuela de Chicago: operación Chile (Buenos Aires, Editorial Zeta, 1989), p. 180; Rolf Lüders y Francisco Rosende (editores), Milton Friedman. La vigencia de sus contribuciones. Metodología, teoría y política económica (Santiago, Ediciones UC, 2015). Sobre el enfoque científico de la Escuela de Chicago, véase “Entrevista de Ángel Soto a Sergio de Castro”, publicada en Ángel Soto (compilador), Un legado de libertad. Milton Friedman en Chile (Santiago, Democracia & Mercado/Fundación Jaime Guzmán/FPP, 2012), pp. 74-76.

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mentales que de la administración deficiente de las empresas mismas”.855 Por tanto, el “nuevo” economista que se proponían formar debía ser un técnico por sobre la coyuntura política.856

La idea se gestó hacia 1953, cuando Schultz sugirió a Albion W. Patterson, director del Instituto de Asuntos Interamericanos en Chile, la necesidad de desarrollar un plan de educación económica a nivel de posgrado en Latinoamérica que formara en áreas como la economía, la ingeniería y la administración, que tecnificara la agricultura e hiciera frente a la enseñanza de las teorías de la CEPAL y del socialismo en bo-ga.857 Chile era un buen candidato, por ser un país democrático y alber-gar la sede de la Comisión Económica para América Latina. Al decir de Arturo Fontaine Talavera: “Se quería enfrentar al león en su propia cue-va. Las políticas de sustitución de importaciones llevaban años de apli-cación y los problemas económicos estaban a la vista: inflación crónica, bajo ritmo de crecimiento y monoexportación”.858

En 1955, Patterson pensó ofrecer el convenio —en primer lugar— a la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, debido a que por entonces gozaba de mayor prestigio. Algunos dicen que no obtuvo res-puesta, pero más que interpretarse como un descuido o falta interés, se debió a que el entonces decano Luis Escobar Cerda tenía pleno conoci-miento del enfoque de Chicago, y si bien estaba dispuesto a enviar al-gunos alumnos a esa universidad, quería tener la libertad para mandar también estudiantes a otras universidades norteamericanas, lo cual no era permitido por el convenio. Se le indicó que si no aceptaba se haría la oferta a Julio Chaná, decano de la Facultad de Economía de la Universi-dad Católica de Chile. Luis Escobar Cerda recuerda:

855 Arnold Harberger, “Memorandum sobre Chile”, El Mercurio, 22 de diciembre de 1956, p. 3. Reproducido con el título “Memorándum sobre la economía chilena”, Estudios Públicos, Nº 77 (Verano, 2000), p. 410.

856 Juan Gabriel Valdés, La Escuela de Chicago, p. 214. Sobre la profesionalización de la economía, véase Correa, “Algunos antecedentes históricos”, p. 120; y Arturo Fontaine T. “Sobre el pecado original de la transformación capitalista chilena”, Barry Levine (Compilador), El desafío neoli-beral (Colombia, Editorial Norma, 1992), p. 94.

857 Van Overtveldt, The Chicago School, p. 348; y Juan Gabriel Valdés, La Escuela de Chicago.858 Arturo Fontaine T., “Sobre el pecado”, p. 94; Van Overtveldt, The Chicago School, p. 349.

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“Chaná, un hombre inteligente y muy claro, me llamó a los pocos días para preguntar: ‘¿A qué se debe este regalo?’ Le expliqué lo ocurrido; pero él no podía darse el lujo de rechazar la oferta: su Escuela estaba débil en la parte Economía. Me dijo que aceptaría la oferta y que quería que todos los becados que se enviaran fueran de primera fila, ‘de modo que a lo mejor podemos enviar un grupo combinado entre ambas Escuelas’”.859

Por entonces, la Facultad de Comercio y Ciencias Económicas de la UC no enseñaba economía ni hacía investigación. Solo preparaba especialistas en administración y auditorías, en tanto que la Univer-sidad de Chile, sí lo hacía, aunque con un fuerte enfoque keynesiano. El principal libro de referencia era Economía de Paul Samuelson, en tanto que Milton Friedman no solo no se enseñaba, ni siquiera se sabía que existía.860

La Universidad Católica de Chile aceptó el programa, el cual, junto a la asesoría técnica de los profesores norteamericanos, promovió la in-vestigación y seleccionó los alumnos que continuarían sus estudios de postgrado en Chicago, comprometiéndolos a regresar como profesores a la Facultad de Economía y a reformar el plan de estudios.861 El obje-tivo —recuerda Sergio de Castro— era dotarla de por lo menos cuatro profesores con jornada completa “que tuvieran un riguroso entrena-miento en Ciencias Económicas”.862

El convenio Universidad de Chicago-Universidad Católica de Chile se firmó el 29 y 30 de marzo de 1956, siendo su duración original hasta 1959. Sin embargo, luego se prolongó hasta 1963, viajando en todo el pe-ríodo un total de 26 estudiantes.863

859 Luis Escobar Cerda, Mi Testimonio (Santiago, Editorial Ver, 1991), p. 32.860 Entrevista a Gastón Rozas. Santiago, 10 de julio de 2015. Rozas estudió Economía en la Univer-

sidad de Chile entre los años 1955 y 1959.861 Fontaine A., Los economistas, p. 24.862 Sergio de Castro (Prólogo), ‘El Ladrillo’. Bases de la política económica del gobierno militar chile-

no (Santiago, Centro de Estudios Públicos, 1992), p. 7. 863 Entre 1964 y 1973 otros 100 estudiantes viajaron apoyados con becas de Ford y Rockefeller

Foundation. Agradecemos la información a Rolf Lüders, en conversación con Ángel Soto, marzo de 2015.

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Los primeros en partir rumbo a Chicago —entre septiembre y diciembre de 1956— fueron Sergio de Castro y Ernesto Fontaine, alum-nos de “la Católica”, y Carlos Massad de “la de Chile”, lo que recuerda las palabras de Julio Chaná a Luis Escobar Cerda y la propuesta de en-viar alumnos de ambas universidades.864

Ernesto Fontaine, en sus Memorias, señala que él y Sergio de Castro fueron los traductores y encargados de movilizar a los profesores de Chi-cago en Santiago, lo que sumado a su dominio del idioma y desempeño académico les permitió ser los primeros seleccionados por el convenio. Una vez instalados en Estados Unidos, su vida combinó un ritmo inten-so de estudio con el fortalecimiento de una amistad que los consolidó como grupo e hizo tomar conciencia de la responsabilidad que tendrían a su regreso a Chile. Fontaine recuerda:

“Estudiábamos como locos y fuimos buenos alumnos. Alito Harberger era nuestro consejero y ‘hermano mayor’, quien a eso de las 11 ó 12 de la noche nos pasaba a visitar a nuestra sala de estudios para llevarnos al Jimmy’s, un bar en los alrededores del Campus en Hyde Park. Desde allí, algunas veces nos íbamos al departamento de Alito… y conversá-bamos hasta la madrugada. Una de esas noches en que estábamos bas-tante ‘alegres’, Harberger nos dijo que seríamos en el futuro conocidos como “Los Tigres de Chicago” y que cambiaríamos el ‘pelo’ de Chile (Carmen Tessada… fue la responsable de que fuéramos conocidos como los Chicago Boys)”.865

Agrega:

“en la euforia de una de esas noches hicimos una especie de pacto de honor mediante el cual nos comprometimos a volver a la Católica para

864 Sobre la selección de los estudiantes consultar la obra de Valdés, La Escuela de Chicago, pp. 190-193. Véase “Entrevista de Ángel Soto a Sergio de Castro”, publicada en Ángel Soto (Com-pilador), Un legado de libertad. Milton Friedman en Chile, p. 73.

865 Carmen Tessada fue desde 1960 hasta el 2004 la Subdirectora de Asuntos Estudiantiles de la Facultad. Su papel, junto a la tarea administrativa, fue ser una tutora y consejera de los alum-nos. Patricia Vildósola, “Perfil de la Semana. Señora de las cuatro décadas”, El Mercurio, Eco-nomía y Negocios, 23 de octubre de 1999. En palabras de Gonzalo Vial, era “el puntal adminis-trativo de la Escuela”. Gonzalo Vial, Una trascendental experiencia académica, pp. 137-138.

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transformar a la Escuela de Economía en, primero, la mejor de Chile y, después, de Latinoamérica; a reformar la Universidad; a reformar la po-lítica económica del país, primero, y de la Región, después, y transfor-mar la manera de manejar las empresas públicas y privadas del país”.866

Sergio de Castro regresó con su Master en Economía en septiembre de 1958 y volvió a Chicago en 1962 para concluir el doctorado. Ya de re-torno en Chile, en 1965, fue nombrado Decano de la Facultad de Econo-mía de la Universidad Católica de Chile.867

Este fue el inicio de lo que años después se conocería como la trans-formación económica de Chile.

EL ARRIBO DE VEKEMANS Y LA CREACIÓN DEL CENTRO BELLARMINO

Un agudo informe diplomático inglés sobre la Iglesia en Chile señaló que la acción del padre Alberto Hurtado, fallecido en 1952, y del obispo Manuel Larraín, fallecido en 1966, habría sido continuada con la llega-da, en 1957, del jesuita Roger Vekemans para organizar el Centro Be-llarmino. Desde allí emprendió investigaciones y formó laicos en orden a promover cambios sociales. El informe agregó que Vekemans “sería después una prominente figura de la política chilena, frecuentemente señalado como la eminencia gris detrás del Presidente Frei”.868

Roger Vekemans, nacido y ordenado sacerdote en Bélgica, llega a Chile comisionado por Jean-Baptiste Janssens, General de la Compa-ñía de Jesús, quien le propuso crear un centro de investigación y acción social en Santiago.869 Janssens había favorecido el giro de la Compañía

866 Ernesto Fontaine, Mi visión. Sobre la influencia del Convenio U.Católica-U. Chicago en el pro-greso económico y social de Chile (Santiago, Instituto Democracia y Mercado/Facultad de Go-bierno UDD, 2009) pp. 43-44.

867 Gonzalo Vial, Una trascendental experiencia académica, p. 181.868 Foreign Office, FCO 7/410. Informe “The Catholic Church in Chile”, elaborado por A. S. Dyer,

despachado el 18 de abril de 1968, p. 2. Dyer ocupaba entonces el cargo de Primer secretario de la Embajada Británica en Santiago.

869 Roger Vekemans SJ, D.C.-C.I.A.-CELAM. Autopsia del Mito Vekemans (Caracas, Universidad Ca-

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hacia los asuntos sociales, estimaba que “los jesuitas no debían aparecer como ‘aliados de los ricos y los capitalistas’, sino manifestar una preocu-pación igual o mayor por los proletarios”.870

La formación de Vekemans era amplia. Entre 1939 y 1942 realizó estudios de Teología, Filosofía, Sociología y Ciencias Políticas en Lo-vaina y otras universidades europeas. Como profesor en la Universidad Gregoriana de Roma, y ya conocedor de su nuevo destino, se entrevistó con “expertos” que luego se trasladarían también a Chile y con funcio-narios internacionales que fueron claves para obtener recursos econó-micos. Inteligente y riguroso en el trabajo, su facilidad para los idiomas fue un factor relevante que le permitió distinguirse y generar amplias redes de contacto.

El jesuita belga tenía encargada la “Misión Santiago” —como la denomina Fernanda Beigel— a partir de la fundación en Chile del Cen-tro de Información y Acción Social (CIAS), que en Chile se llamó Centro Bellarmino. Vekemans fue “el verdadero creador del CIAS chileno”,871 consolidando las nuevas tendencias sociológicas mediante un centro de expertos destinado a elaborar innovadores proyectos en la Iglesia y la sociedad latinoamericana. No perdió el tiempo y comenzó a ofrecer cur-sos de formación para dirigentes sindicales y de la Acción Católica, que se hicieron extensivos a militantes de la ahora denominada Democra-cia Cristiana. Las conferencias y cursos abarcaron también dos sectores no despreciados por el sacerdote: los empresarios católicos y los estu-diantes universitarios. Paralelamente, junto al también jesuita Renato Poblete, recién llegado de EE.UU., y otros sacerdotes como Gabriel La-rraín, Carlos González y Marcos Mac Grath, asesoraron a la Conferen-cia Episcopal para desarrollar nuevas estrategias pastorales y estudiar una reforma agraria en las propiedades de la Iglesia.

tólica del Táchira, 1982).870 Así lo menciona Janssens en sus “Instrucciones para el Apostolado Social” de 1949, citado

por Fernanda Beigel, Misión Santiago, El mundo académico jesuita y los inicios de la cooperación internacional católica (Santiago, LOM, 2011), p. 74.

871 José Arteaga SJ, “Medio siglo 1965-2015”, en Jorge Costadoat SJ (editor), El impacto del Vatica-no II en los jesuitas chilenos (Santiago, Ediciones Revista Mensaje, 2015), p.43.

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La Iglesia Católica había visto con buenos ojos la creación de organis-mos internacionales después de la Segunda Guerra Mundial. François Houtart, sacerdote belga experto en sociología de las religiones, organi-zó una reunión en Río de Janeiro, en 1958, que es considerada el inicio de los estudios socio-religiosos en la región. Se reunieron especialistas de diversos países de Latinoamérica, entre ellos el propio Vekemans, ya radicado en Chile. El encuentro buscó revisar el papel de la Iglesia frente al cambio social que, en Latinoamérica, según Houtart, había resultado del choque de una economía de mercado y una economía de subsisten-cia, que dividía a la población de los distintos países del continente en dos categorías, un sector integrado y un sector marginal. Esta reunión habría sido un paso decisivo para consolidar lo que la socióloga Fernan-da Beigel llama “funcionarios internacionales de la Iglesia”:

“se fue profesionalizando, así, una burocracia para gestionar las nuevas organizaciones y manejar sus vínculos con gobiernos, universidades u organismos internacionales. Se trataba de una nueva generación de ‘expertos’, compuesta por sacerdotes o laicos, cuyos perfiles permiten identificarlos como funcionarios internacionales de la Iglesia. Algunos de estos eran teólogos o cientistas sociales y otros fueron perfeccionán-dose en la gestión de proyectos sociales. Los que fusionaron ambas ca-pacidades fueron los que llegaron a tener una considerable influencia dentro y fuera de la Iglesia”.872

Los jesuitas dirigían el circuito de formación y becas de estos “ex-pertos en ciencias sociales”, que tuvo su eje latinoamericano en el Cen-tro Bellarmino de Santiago. Llegaban a Chile después de realizar es-tudios de teología en la Universidad de Lovaina o de algún posgrado en universidades norteamericanas como Notre Dame, Georgetown, Woodstock o Chicago.

El Centro Bellarmino comenzó en abril de 1957. Vekemans lo orga-nizó como un think tank interdisciplinario, de alto nivel intelectual, para desarrollar la Doctrina Social de la Iglesia y proyectarla en los movi-

872 Fernanda Beigel, Misión Santiago, pp. 38 y 39.

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mientos sociales. Es indudable la labor pionera de estos sociólogos en su difusión, hoy mucho más extendida. Desde el Centro Bellarmino, al que se le incorporó la revista Mensaje, Vekemans, Poblete y otros “expertos” jesuitas ejercieron una enorme influencia sobre los obispos chilenos.873

El jesuita belga buscó convertir el Bellarmino en un centro innovador, en un “Vaticano chico”, como lo llamaron durante los 60, para lo cual incorporó a sacerdotes como el ya mencionado Renato Poblete y los tam-bién jesuitas Hernán Larraín, Juan Ochagavía, Mario Zañartu, Arturo Gaete, Manuel Ossa y Gonzalo Arroyo, además del francés Pierre Bigo, especialista en Doctrina Social de la Iglesia. El padre Poblete recordó años más tarde la influyente labor del Centro: “trabajábamos para elabo-rar el pensamiento social y exponerlo a través de [la revista] Mensaje”.874 Otro jesuita describe al Bellarmino como un espacio de encuentro entre los sacerdotes de la Compañía y los laicos con inquietud social:

“Fue un grupo que logró lo que hoy llamaríamos un alto grado de inci-dencia en la formación de muchos políticos y profesionales y en la crea-ción de una mentalidad de cambio social al interior de sectores de la misma Iglesia que culminó con el triunfo de Eduardo Frei Montalva en las elecciones presidenciales de 1964”.875

“En menos de una década Vekemans había logrado más de lo que en toda su vida han realizado la mayoría de los hombres”,876 escribió un op-timista periodista norteamericano en 1967, admirado de los comienzos del gobierno de Frei y de la influencia del sacerdote belga. No obstante, el destino del “experto” jesuita sufrió un fuerte vuelco a finales de 1970. Ante la eventual llegada de Salvador Allende a La Moneda, pareciera que el resultado de sus proyectos sociales no fueron los por él esperados y abandonó abruptamente Chile, junto a decenas de sus funcionarios.

873 Sofía Correa, “Iglesia y Política: el colapso del Partido Conservador”, p. 141.874 El relato del padre Poblete, en Blanca Etcheberry C., Testimonios. Renato Poblete Barth, S.J. Un

puente entre dos mundos (Santiago, Edebé, 2005), p. 86.875 José Arteaga SJ, “Medio siglo 1965-2015”, en Jorge Costadoat SJ (editor), El impacto del Vatica-

no II en los jesuitas chilenos, p.43.876 Leonard Gross, The last, best hope: Eduardo Frei and Chilean Democracy (New York, Random

House, 1967), p. 179.

Page 52: 1956-1958 Tres años decisivos - ellibero.clellibero.cl/wp-content/uploads/2016/12/1956-1958-Tres-años-decisivos.pdf1956-1958 Tres años decisivos 361 do después como libro.743

CAMINO AL FUTURO

Los temas analizados —formación de partidos y coaliciones políticas, irrupción de liderazgos nacionales, estallido de problemas sociales y un acuerdo académico de proyección pública— fueron acontecimientos que confluyeron en un período breve, pero que tuvieron una proyección his-tórica más duradera y profunda.

Cuando el país se acercaba a una nueva elección presidencial, la de 1958, se consolidaron las corrientes políticas y los liderazgos que dispu-tarían el poder en los años siguientes: Jorge Alessandri gobernaría entre 1958 y 1964, Eduardo Frei Montalva y la Democracia Cristiana lo harían entre 1964 y 1970, mientras Salvador Allende llegaría a La Moneda en 1970, como líder de la Unidad Popular, sucesora del FRAP.

Por otra parte, “la batalla de Santiago” del 2 de abril y la toma de lo que sería la población La Victoria, ambos en 1957, desnudaron cruda-mente las tensiones sociales en un país que gozaba de una democracia política que permitía la libertad, la participación electoral y la alternan-cia en el poder, pero que era incapaz de dar una solución oportuna a problemas sociales crecientes y graves. Estas tensiones, que se proyec-tarían en el tiempo y serían caldo de cultivo para la polarización políti-ca, determinarían el ambiente de los años revolucionarios que vendrían posteriormente.

Por último, el convenio académico entre la Universidad de Chicago y la Universidad Católica de Chile se convertiría con el paso de los años en una experiencia que excedería las salas de clases, para pasar a tener consecuencias en las políticas públicas del país y en la transformación económica que se produjo después de 1973. Previamente, el jesuita Ro-ger Vekemans había logrado incidir en el programa sociopolítico de la “Revolución en Libertad”, ejerciendo una gran influencia durante la dé-cada de 1960.