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Tema 1: EL HOMBRE, SER CREADO Las enseñanzas principales de la Iglesia sobre este tema son: a) Todo el universo (todo lo que existe) procede de Dios (y, por tanto, no tiene en sí la razón de su existencia). Como proviene “de Dios”, es bueno . Como “proviene” de Dios, no es Dios. Y por tanto es relativo , contingente 1 ; solo Dios es Absoluto. Por lo tanto, la fe en la creación afirma a la vez la bondad y la relatividad de las cosas. La creación es buena pero su bondad es relativa. También cuando se experimenta como mala, su maldad es contingente o relativa y sigue siendo en algún sentido buena. b) Procede de Dios, no porque Él tuviera necesidad, sino libremente y para comunicar su bondad. c) El hombre no es una creatura más. Es la creatura privilegiada, fin y señor de todas las demás. Dotado de un valor absoluto, querido por Dios como fin en sí. Pero como afirmamos antes, no es un Absoluto absoluto, sino un absoluto “relativo”. d) El mundo procede de Dios como mundo por acabar y como tal es entregado al hombre. Característico de la mentalidad moderna parece ser no sólo el descubrimiento de la creación como evolutiva e inacabada, sino también una cierta vivencia del hombre como llamado a pilotear esa evolución. Profundicemos estos conceptos… 1 Se dice que algo es contingente cuando puede suceder o no suceder. Que no existe por sí mismo, sino que depende de otro. Antónimos de contingente son necesario, indispensable. 1

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Tema 1: EL HOMBRE, SER CREADO

Las enseñanzas principales de la Iglesia sobre este tema son:

a) Todo el universo (todo lo que existe) procede de Dios (y, por tanto, no tiene en sí la razón de su

existencia).

● Como proviene “de Dios”, es bueno.

● Como “proviene” de Dios, no es Dios. Y por tanto es relativo , contingente1; solo Dios es

Absoluto.

Por lo tanto, la fe en la creación afirma a la vez la bondad y la relatividad de las cosas. La creación

es buena pero su bondad es relativa. También cuando se experimenta como mala, su maldad es

contingente o relativa y sigue siendo en algún sentido buena.

b) Procede de Dios, no porque Él tuviera necesidad, sino libremente y para comunicar su bondad.

c) El hombre no es una creatura más. Es la creatura privilegiada, fin y señor de todas las demás. Dotado

de un valor absoluto, querido por Dios como fin en sí.

Pero como afirmamos antes, no es un Absoluto absoluto, sino un absoluto “relativo”.

d) El mundo procede de Dios como mundo por acabar y como tal es entregado al hombre.

Característico de la mentalidad moderna parece ser no sólo el descubrimiento de la creación

como evolutiva e inacabada, sino también una cierta vivencia del hombre como llamado a

pilotear esa evolución.

Profundicemos estos conceptos…

Fijismo y evolucionismo

La visión que el hombre tenía del mundo hasta la edad moderna, era una visión estática, el

fijismo: todas las cosas existieron siempre como las vemos ahora. Se pensaba en la creación inmediata,

directa, de cada una de las especies vegetales y animales y del hombre.

Nosotros sabemos hoy que la creación se ha traducido en un largo proceso evolutivo; más aún,

que la creación está en marcha todavía, y que compromete la acción del hombre (co-creador).

Por eso, decimos “Dios crea”, en presente, porque la creación se coextiende a todo el proceso

evolutivo. Dios no “ha creado una vez y después se echó a descansar”. Las cosas necesitan la acción

1 Se dice que algo es contingente cuando puede suceder o no suceder. Que no existe por sí mismo, sino que depende de otro. Antónimos de contingente son necesario, indispensable.

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creadora de Dios, tanto para pasar del no-ser al ser como para seguir subsistiendo en el ser (doctrina de

la “creación continua”). Por lo tanto, la afirmación de que el hombre es creación de Dios, no se refiere

solo a los comienzos de la especie humana; allí donde surge un ser humano, ello acontece como

creación de Dios.

El milagro de la vida

La razón humana tiende a pensar que es imposible que un universo tan amplio esté tan “vacío”, y

que es “evidente” que debe haber vida en otros planetas. Mientras que muchos científicos, mejores

conocedores del enorme milagro y de la absoluta improbabilidad de la vida, razonan al revés: la

aparición de la vida es algo así como si en cada una de las estrellas existentes se fuesen echando todas

las letras de que consta “La Ilíada” de Homero. ¿Hay alguna probabilidad de que en alguna estrella

perdida nos encontráramos con que esas letras han caído precisamente recomponiendo todo el poema

homérico? ¿Y habrá alguna probabilidad de que esa suerte se repita más de una vez?

Es tan improbable, que la ciencia cree que toda la vida terrestre es monofilética (tiene un único

origen común de donde partió todo el proceso evolutivo), porque hay coincidencias demasiado

profundas (en el metabolismo o en la transmisión de la “información” –el código genético que hay en el

ADN- o en el hecho de que siempre intervengan los mismos veinte aminoácidos entre muchos posibles)

para pensar en un azar repetido.

La cuestión del origen: ¿creación o evolución-generación?

Tanto las ciencias como el lenguaje ordinario estipulan que el ser humano es el producto de una

causa intramundana, sea ésta la hominización2 (en el caso de los primeros hombres), sea la generación

(en los casos restantes). La fe y algunas corrientes filosóficas, sin desmentir lo anterior, sostienen que el

ser humano es producto de una causa trascendente, es creación de Dios.

Una primera respuesta que se dio consistía en el reparto de competencias: la cuestión del origen del cuerpo era entregada a las ciencias, mientras que la fe se reservaba el origen del alma. Pero dicha solución, no responde al origen del hombre, sino al origen del cuerpo y del alma.

A la pregunta por el origen del hombre cabe, pues, responder de dos maneras: el hombre es

efecto de una causalidad trascendente (a esto llamamos creación) y, a la vez, el hombre es efecto de

una causalidad inmanente (evolución y generación).

Pero estas dos causalidades son distintas. A la causalidad trascendental de Dios la llamamos

“creación”; a la causalidad categorial de la criatura la llamamos “generación” u “hominización”. Siendo

ambas diversas, podrá distinguirse lo que es peculiar de cada cual.

2 La evolución humana u hominización explica el proceso de evolución biológica de la especie humana desde sus ancestros hasta el estado actual.

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● De un lado, el ser humano es individuo de una especie; en cuanto tal, es edición repetida de

algo ya existente; procede de un acto biológico generativo cuyo fin es, justamente, la

multiplicación de la especie, esto es, la replicación de estructuras orgánicas dadas.

● Por otra parte, cada hombre es persona, algo totalmente nuevo, singular, irrepetible; dotado

de un valor absoluto, querido por Dios como fin en sí, no como medio para la prolongación de

la especie. Cada realidad personal es hasta tal punto nueva y distinta de todo lo demás que no

se deriva de nada. “Mis padres no me querían a mí precisamente; querían un hijo o una hija.

A mí sólo me quiso Dios”3

Así, Dios y los padres (o los prehomínidos) son causa del hombre. No causa parcial; Dios crea al

hombre entero, y los padres lo son del hombre entero. Ninguna de las dos causas anula a la otra;

ninguna basta por sí misma de hecho.

Dicho de otra manera…

● Evolución (y generación) es un concepto de las ciencias positivas: alude a una serie de fenómenos

regido por leyes. Es un proceso que nos indica “cómo” pudieron suceder las cosas. Describe el

proceso sin dar una explicación última.

● Creación es un concepto filosófico-teológico: expresa la total dependencia de los seres y sus

actividades con respecto a Dios. No tiene nada que ver con una fabricación. Es una explicación

última que nos indica el “por qué” y el “para qué” de todo el proceso.

Ambos conceptos deben integrarse en la fórmula creación-evolutiva.

Las ciencias, que se mantienen por método en el campo de lo observable, no pueden descubrir

la acción divina, ni pronunciarse sobre la finalidad última. Pero tampoco deben negarla . De lo

contrario se ubicarían en un nivel extracientífico, filosófico.

Se puede dar una completa descripción de un reloj en función de la materia y de la energía, sin apelar a la idea o la intención que el relojero tuvo al diseñarlo. El científico prescinde…., pero no tiene derecho de negar esa idea, ese plan, esa finalidad incorporada a la estructura del reloj. Esta tarea de interpretación corresponde a la filosofía y a la teología.

La causa y el fin que están en juego, no son conceptos que contradigan la ciencia: son

complementarios.

¿Cómo actúa Dios en el mundo?

Preguntarse por el origen del hombre equivale a preguntarse por el modo como Dios actúa en

el mundo o cómo concebir la creación en el ámbito de una cosmovisión evolutiva.

Es propio del pensamiento primitivo atribuir a la Causa Primera lo que hacen las causas segundas:

3 Catecismo Holandés para adultos, Barcelona, 1968, p. 449

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“Dios maneja el rayo y el trueno, hace llover, cambia el corazón del Faraón, etc.”. Pero Dios no es una

parte del mundo. El mundo se desarrolla a través de una cadena de causas intramundanas; Dios no es

un eslabón más en la secuencia de las “causas segundas”, porque Dios no es una “causa segunda”,

sino la Causa Primera que confiere a las causas segundas todo su sentido. Ni siquiera se puede ubicar a

la acción de Dios al comienzo de una “serie causal” intramundana. Dios, más que una causa del

universo, que lo precede “temporalmente” y lo pone en marcha, es su explicación definitiva. El no obra

en forma directa, milagrosa, a nivel de causas físicas. No se ve actuar a Dios; el obrar divino no es

detectable fenomenológicamente, ni puede serlo.

Y, sin embargo, Dios actúa en el mundo pero siempre mediante las causas segundas sin

sustituirlas mediante intervenciones, sin interrumpirlas, sin romper la cadena, sin interferir en la acción

de las criatura. La causalidad de Dios no se halla en la misma línea de la causalidad de las criaturas:

Dios es trascendente, su acción es in-espacial y a-temporal.

Hagamos una comparación. Yo puedo mover mi brazo por mi voluntad, pero, al hacerlo, mi voluntad personal no reemplaza en modo alguno las reacciones químicas que causan el movimiento. Mi dimensión espiritual no está en la misma línea de estos factores orgánicos; no se la puede contar como uno de ellos; no reemplaza a ninguno, sino que los domina, penetrándolos.

Aunque parezca mentira, todo lo hace Dios y a la vez todo lo hace el hombre; lo que pasa es que

Dios y el hombre actúan en niveles diferentes.

¿Cuándo surge el ser humano?

La paleontología no puede fijar el “momento” en que aparece el hombre sobre la tierra. Porque

“hominización” es surgimiento del espíritu, y el espíritu no se puede desenterrar con una pala. El

criterio decisivo no está en los fósiles, sino en los restos de cultura que los acompañan, cuando son

signos suficientes de pensamiento reflexivo. Así, con el hombre, la evolución da un salto de lo

“biológico” a lo cultural. Estos “saltos” que llevan a nuevos niveles ontológicos exigen un influjo

creador, so pena de divinizar la materia; exigen una causalidad trascendente.4

Es esta causalidad trascendental divina la que posibilita que la creatura pueda rebasar su propio

límite y así generar algo distinto y superior, mayor y mejor que lo que ella es. Ya que nadie da lo que no

tiene. Si hay realmente una evolución, ello quiere decir que en el mundo aparece de vez en cuando algo

que supera el nivel hasta entonces alcanzado. Si esto ocurre, ello solo es posible porque la causalidad

divina está actuando desde dentro sobre la causalidad finita, dinamizándola, elevándola y potenciándola

para que traspase sus propios límites. 5

Si los organismos no son inteligentes y, sin embargo, realizan operaciones que superan a veces

4 La emergencia del pensamiento reflexivo no pudo ser instantánea. Actualmente, al nacer los niños, nadie duda de su naturaleza reflexiva, pero las manifestaciones de la inteligencia se dan a un ritmo lento y casi imperceptible. Así, tenemos que pensar en innumerables generaciones de “pueblos niños” que llegaron muy lentamente a la adultez síquica.5 RAHNER (Das Problem…, 79)

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la inteligencia humana, se debe a que esa inteligencia está fuera de los organismos, en Alguien que ha

plasmado la naturaleza de los mismos.

Si cuando encontramos un martillo, una punta de flecha, un botón… en un lugar desierto,

decimos: “Por aquí pasó un hombre, por aquí pasó una inteligencia”, aunque no hayamos visto jamás a

esa persona, ¿Por qué no vamos a decir otro tanto ante los seres estupendamente organizados de la

naturaleza?

Se impone, pues, la necesidad de una Inteligencia Primera. Así, la vida sería una inmensa

aventura físico-química, relativamente polarizada por una Inteligencia. A esa Inteligencia Primera

Maxwell la llamó “Genio Divino”, Eddington “Antiazar”, Einstein “Arquitecto del Universo”… ; Jesús de

Nazaret, contemplando un día los lirios del campo, lo llamó Dios.

Conclusión:

Creer en el Creador del mundo no significa decidirse por este o aquel modelo cosmológico, no

significa decidirse por el fijismo o por el evolucionismo; significa afirmar que el mundo y el hombre no

quedan sin explicación, no son absurdos, no salen de la nada ni van hacia la nada: que tienen sentido

y valor y que Dios respalda ese sentido.

Al creer en Dios, el hombre no sabe científicamente sobre su mundo ni más ni menos de lo que

sabía antes. Pero lo ve de distinta manera. Ve el mundo como una obra personal, querida por Alguien,

planeada por Alguien, en beneficio de alguien.

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