2 domingo Cuaresma - B

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2 DOMINGO DE CUARESMA – B REVELACIÓN EN EL TABOR

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2 DOMINGO DE CUARESMA – B

REVELACIÓN EN EL TABOR

Tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta y se transfiguró ante ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador… Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías… Se formó una nube que los cubrió y salió de la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado, escuchadlo.

Mc 1, 12-15.

Jesús sube al monte con sus tres discípulos más amados. Allí, solos en la intimidad, les revela su auténtica naturaleza: les muestra el rostro de Dios, las entrañas de su persona y su relación con el Padre.

Los discípulos quedan deslumbrados. Saborean el cielo allí, en lo alto del Tabor. ¡Hagamos tres

tiendas!, exclama Pedro, entusiasmado. Quisieran eternizar el momento… ¡Se está tan

bien junto al corazón de Dios?

Testigos de la manifestación de Jesús son Moisés, que simboliza la Ley, y Elías, que

representa los profetas. Los dos pilares de la fe de Israel se resumen y llegan a su cima en

Jesús.

Después de ver resplandecer su gloria, Jesús anuncia a sus amigos su destino: Jerusalén,

donde irá a entregar su vida y morirá. Gloria y cruz son la cara y el envés de su misión…

Jesús les pide que no digan nada a nadie. El Tabor ha sido un anticipo de la resurrección. Pero antes el hijo del hombre ha de morir ... La experiencia vivida marcará a los discípulos y su

recuerdo será el norte que guíe sus vidas.

El camino a Jerusalén tiene una meta: la entrega de Jesús pasará por una larga agonía y una muerte dolorosa. También hoy los cristianos vivimos con la certeza de la resurrección, pero debemos afrontar nuestras cruces de cada día.

Podemos leer este pasaje profundizando en su significado: el hombre viejo ha de morir, soltando sus lastres, para renacer como hombre nuevo, libre y colmado del amor de Dios.

El tiempo de Cuaresma nos invita a subir al monte alto: a saborear el cielo en momentos de oración íntima con el Padre. Después, podremos descender renovados y fortalecidos para retomar el camino hacia nuestra Jerusalén.

Como Pedro, Santiago y Juan, cada domingo, en la eucaristía, revivimos el esplendor del Tabor. Jesús renueva su entrega, su muerte y su resurrección. Tomando su cuerpo nos decidimos a seguir sus pasos.

Textos: Joaquín Iglesias ArandaBlog: http://homilias.blogspot.com