20 Años ya Discurso de Celebración

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Palabras de Gonzalo A. Ramírez Cleves en los 20 años de Celebración de haber salido del Colegio Bachillerato Patria.

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¡20 AÑOS YA!

Por: Gonzalo A. Ramírez Cleves

20 años ya que nos graduamos del Colegio Bachillerato Patria. Son muchos

años desde que entramos en ese enorme Colegio de la cien con once en

donde completamos nuestros estudios secundarios. Los primeros días

fueron de reconocimiento del terreno. Veníamos de primarias distintas del

Colombia, del Santa Bárbara, del Patria, habían muchos rostros nuevos y

era un basto territorio que teníamos que explorar.

En 1984 entramos a primero de Bachillerato y nosotros nos sentíamos

orgullosos de estar ya en el colegio para grandes pero al mismo tiempo

algo asustados porque éramos los más pequeños. Y es que en ese tiempo

teníamos doce años y no habíamos salido de nuestra infancia todavía.

En estos primeros años pasábamos casi todo el día el Colegio. En los

salones que eran nuestras guaridas, en donde recibíamos clases y en

donde también algunas veces nos tocaba quedarnos en los recreos

barriendo, biruteando y encerando con zapatones. Cuando salíamos

paseábamos por la pista de atletismo dando vueltas y vueltas, nos

quedamos por las canchas o las barras y los más osados se iban por los

lados de la chamba que para algunos todavía era terreno tabú.

Otros les gustaba pasear por la parte sur del colegio cerca de los

laboratorios y los salones de música en donde había un gran pasillo en

donde paseaba cada quien con su pandilla. También nos veíamos en los

pequeños parques del colegio o en el segundo piso de la cafetería donde

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quedaba el gimnasio y en donde nos confundíamos con los grandes que

hacían piruetas en las colchonetas.

Al mediodía nos reuníamos todos en la cafetería a almorzar después de

comprar unos vales de colores que intercambiábamos por la comida. El

ruido de dicho recinto podía alcanzar decibeles insoportables por el

sonido de platos, cubiertos, conversaciones y risas. Tratábamos de no

dormirnos en la jornada de la tarde para a las tres y media salir corriendo

hacía las rutas y las casas. Cuando sonaba la campana era como si

comenzará una gran competencia atlética. Salíamos corriendo por los

pasillos, gritando y alzando los brazos para coger los mejores puestos de la

ruta.

1985, segundo de Bachillerato, fue un año difícil para nosotros y también

para todo el país. Las niñas se desarrollaron primero y se interesaban más

en verse bonitas y arregladas y no en los juegos y en “la recocha”

tradicional. Ellas estaban más grandes y también más voluptuosas,

mientras que nosotros seguíamos siendo medio pigmeos y la palabra

recurrente de las niñas hacía nosotros era que “dejáramos de ser

inmaduros”.

Aunque el año había comenzado bien ya que Lucho Herrera había ganado

una etapa en el Tour de Francia que vimos en los televisores que había

dispuesto el colegio en la cafetería y habíamos cantado ¨We are the

World¨ en el teatro del Cantón Norte, en noviembre nos conmocionamos

todos, primero con la toma del Palacio de Justicia y su posterior incendio y

luego con la tragedia de Armero.

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Recuerdo que el día de la toma del Palacio, el 5 de noviembre de 1985,

estábamos en un bingo organizado por el Colegio en el Hotel Tequendama

cerca del centro. A las cinco o seis de la tarde se finalizó el evento

rápidamente y nos pidieron que lo mejor era que nos fuéramos para

nuestras casas. Yo dormí toda la noche con el radio prendido oyendo los

disparos y a los periodistas impresionados narrando cómo las llamas salían

del edificio en lo que fue calificado como el Holocausto del Palacio de

Justicia.

El año no podía terminar peor, el 13 de noviembre mientras hacíamos los

exámenes finales, nos enterábamos también del desastre de Armero y

vimos a la niña Omayra, que tenía nuestra edad, morir en el barro y entre

los escombros de este pueblo destruido por la avalancha del nevado del

Ruíz.

En 1986, logramos pasar a tercero u octavo de Bachillerato, fueron

tiempos de cambios para todos. Empezamos a sufrir los estragos de la

adolescencia, ya no nos parecía tan chévere salir corriendo por los pasillos

y agitar los brazos con algarabía sino que sentíamos como nuestros

cuerpos iban cambiando y creciendo. También empezamos a sentir como

se aceleraban nuestras hormonas y a experimentar sensaciones

novedosas que todavía no nos explicaban en Comportamiento y Salud.

En 1987 llegamos a cuarto o noveno de Bachillerato. Para los hombres fue

el empezar a levantarse temprano los sábados para ir al servicio militar.

Estábamos en cuarto pero en la Escuela de Infantería éramos unos pobres

reclutas con un distintivo verde y con una chuler que nos habíamos hecho

en la peluquería la Cordillera, que nos hacia reconocer como los más

nuevos en el asunto de marchar, de la instrucción y del orden cerrado. De

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frente mar, en guardia, y los himnos a la Infantería sacrificada y heroica, la

oración patria y gloria al soldado del himno del ejército se combinaban

con las canciones de Hombres G, Wilfrido Vargas, Enanitos Verdes y

Manduco, que aunque muchos no sepan son los compositores de ¨la

Suavecita¨ el tema más reconocido en las clases de música del gordo Kiko.

En 1988 pasamos a quinto o a décimo de Bachillerato. Muchos de

nuestros amigos se habían quedado en octavo o noveno que al parecer

fueron los años más difíciles, otros habían emigrado de colegio, pero

también habían aparecido nuevos amigos, que a veces solo habíamos visto

en kinder o en primaria pero que reconocíamos después, cuando volvían

al Patria. El Colegio en su mayoría era para hijos de militares y éste

garantizaba tener siempre la opción de educación para sus hijos en sus

carreras trashumantes. Los que viajaban y volvían al Patria nos contaban

sus historias en otras partes pero al cabo de un rato siempre los

reconocíamos como pares y volvíamos a reírnos como antes.

1989 nos cayó de repente. Era el final del Colegio ya habíamos hecho

nuestras novias, ellas con copetes Alf y nosotros con cortes de pelo de

finales de los ochentas que tratábamos de ocultar en el peluqueado

militar. Se hablaba solo de qué íbamos a hacer después del colegio, del

ICFES y de la excursión. El concierto de Conciertos marco el final de

nuestra vida en el colegio pero también recordamos el miedo de la

amenaza narcoterrorista que ya habíamos sentido con las bombas del DAS

y del Espectador y que en agosto se hizo más patente con el asesinato de

Luis Carlos Galán en Soacha y el anuncio del Presidente Barco de una

guerra frontal contra el enemigo de todos Pablo Escobar. Se hablo de

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amenazas en contra del colegio y a la excursión nos llevaron escoltados a

Melgar.

El grado a finales de noviembre contenía todas estas cosas, estábamos

alegres de terminar el colegio con nuestros blazers, corbatas y corbatines.

Teníamos en nuestras manos el diploma que nos acreditaba como

bachilleres y la libreta del colegio que nos había costado flexiones y

volteadas. Se acababa el tiempo del colegio, nos abrazamos, nos tomamos

fotos con nuestros mejores amigos y familiares. Muchos de nosotros no

nos volvimos a ver desde entonces.

Esta reunión después de 20 años tiene como objetivo principal el

volvernos a encontrar para hacer memoria de nosotros mismos, vernos

con el espejo del pasado, reflejarnos con nuestros amigos y compañeros,

volver a acordarnos de profesores, de anécdotas, de buenos y a veces

malos momentos. Ya se fueron algunos como Hernán Mauricio Meza,

Edgar Jiménez, Germán Alberto Castro y Harold Bonilla a quienes

recordamos ahora y que seguramente estarán contentos de vernos juntos

otra vez.

Nos dice Marianne Punsford que: ¨No hay equipaje más poderoso ni más

caprichoso que la memoria, pero no hay duda que allí se aloja lo más

querido¨. La escritora Jane Austen dice que: ¨Si existe una sola facultad de

nuestra naturaleza que pueda ser llamada más maravillosa que el resto,

creo que es la memoria. Los poderes, los fracasos, las desigualdades de la

memoria son más incomprensibles que cualquier otra expresión de nuestra

inteligencia. La memoria es a veces tan retentiva, tan servicial, tan

obediente; y otras veces, tan rebelde y débil…¨.

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Nos encontramos ahora haciendo memoria y muchas veces ésta nos lleva

a la nostalgia pero también a la alegría de recorrer el tiempo pasado como

en una constante reinvención de lo vivido. Brindo por los tiempos del

colegio en donde crecimos. Brindo por nuestros profesores y amigos.

Brindo por los compañeros que se fueron o que ahora no están. Brindo

por nuestras familias y seres queridos. Brindo por todos nosotros y Brindo

sobre todo por los tiempos vividos y por los que vendrán.

Agradezco a todos los promotores de esta idea y a los que han ayudado de

una u otra manera a la realizción de este evento. A Jennifer Reyes, Luis

Alberto Niño, Mario Serpa, Patricia Zuluaga a Jhon Núñez y especialmente

a Gustavo Gélvez, Mariana Jaramillo y Tatiana Oñate que han hecho parte

del Comité organizador. Sin ellas y ellos no hubiera sido posible este

encuentro.

Veinte años ya, como pasa el tiempo, ya no somos niños, ni jóvenes por

fuera pero seguramente lo seguimos siendo por dentro y conservamos esa

sonrisa inocente y ese corazón altivo.

Los invito a festejar y a disfrutar este momento que nos junta otra vez.

Salud para todos y muchas gracias por estar aquí.