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[Pida a un joven que presente este informe en primera persona.] R evisé mi correo en busca de una carta de uno de los programas de pasantía a los que quería ingresar. Pero no había ninguna carta de aceptación, y comencé a preocuparme. Soy estudiante de Agricultura en Madagascar. [Ubique Madagascar en el mapa, un país insu- lar al este de Sudáfrica]. Mis estudios requie- ren que cumpla una pasantía en una granja, para adquirir la experiencia práctica de mi profesión. Para ello, tenía que completar una pasantía de cinco semanas, pero ninguna de las instituciones con las que me había puesto en contacto me aceptó como pasante. No podía completar mis estudios sin cumplir ese re- quisito. Me puse en contacto con mi primo, que estudia en la Universidad Adventista Zurcher, en el centro del país. Le pregunté si la institución tenía una granja, y él me res- pondió que sí. Me instó a que me pusiera en MADAGASCAR | 7 de Julio contacto con el encargado de la granja. Por primera vez en semanas, sentía algo de espe- ranza. Sabía que los adventistas eran muy estrictos en temas religiosos, como por ejemplo guardar el sábado y no consumir carne de cerdo. Comencé a sentirme nervioso por tener que trabajar en ese lugar, pero cuando me aceptaron supe que tenía que ir. Salí entonces para la universidad después de prometerles a mis padres que no me haría adventista. Un nuevo estilo de vida Llegué al remoto campus de la universidad y miré a mi alrededor. Todo parecía normal. Los estudiantes eran amistosos, y mi primo me in- vitó a hospedarme en su casa. Al día siguiente comencé a trabajar en la granja. Trabajamos duro todo el día, y todos los días. Pero el viernes por la tarde el encargado me dijo que fuera a casa a prepararme para el sábado. Ese atardecer, la familia de mi primo se reunió para cantar y orar antes de ir a un culto en la iglesia. Me explicaron que el sábado comenzaba con la puesta del sol del viernes. Pasaron dos semanas, y sentí que estaba dis- frutando la experiencia. Para mi sorpresa, me di cuenta de que estaba esperando que llegara el sábado. No solo porque era un día libre, sino también porque esperaba que llegara la hora del culto. Fundamentos sólidos Mi madre me llamó, advirtiéndome que con- Romain 4 Material adaptado y facilitado por RECURSOS ESCUELA SABÁTICA © MISIÓN ADVENTISTA - DIVISIÓN SUDAFRICANA Y DEL OCÉANO ÍNDICO Cinco semanas que cambiaron mi vida Cinco semanas que cambiaron mi vida

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[Pida a un joven que presente este informe en primera persona.]

R evisé mi correo en busca de una carta deuno de los programas de pasantía a los

que quería ingresar. Pero no había ningunacarta de aceptación, y comencé a preocuparme.

Soy estudiante de Agricultura en Madagascar.[Ubique Madagascar en el mapa, un país insu-lar al este de Sudáfrica]. Mis estudios requie-ren que cumpla una pasantía en una granja,para adquirir la experiencia práctica de miprofesión. Para ello, tenía que completar unapasantía de cinco semanas, pero ninguna delas instituciones con las que me había puestoen contacto me aceptó como pasante. No podía completar mis estudios sin cumplir ese re-quisito. Me puse en contacto con mi primo, que estudia en la Universidad Adventista Zurcher, en el centro del país. Le pregunté si la institución tenía una granja, y él me res-pondió que sí. Me instó a que me pusiera en

Madagascar | 7 de Julio

contacto con el encargado de la granja. Porprimera vez en semanas, sentía algo de espe-ranza.

Sabía que los adventistas eran muy estrictos entemas religiosos, como por ejemplo guardar elsábado y no consumir carne de cerdo. Comencéa sentirme nervioso por tener que trabajar enese lugar, pero cuando me aceptaron supe quetenía que ir. Salí entonces para la universidaddespués de prometerles a mis padres que nome haría adventista.

Un nuevo estilo de vidaLlegué al remoto campus de la universidad y

miré a mi alrededor. Todo parecía normal. Losestudiantes eran amistosos, y mi primo me in-vitó a hospedarme en su casa.

Al día siguiente comencé a trabajar en lagranja. Trabajamos duro todo el día, y todos losdías. Pero el viernes por la tarde el encargadome dijo que fuera a casa a prepararme para elsábado. Ese atardecer, la familia de mi primose reunió para cantar y orar antes de ir a unculto en la iglesia. Me explicaron que el sábadocomenzaba con la puesta del sol del viernes.

Pasaron dos semanas, y sentí que estaba dis-frutando la experiencia. Para mi sorpresa, medi cuenta de que estaba esperando que llegarael sábado. No solo porque era un día libre,sino también porque esperaba que llegara lahora del culto.

Fundamentos sólidosMi madre me llamó, advirtiéndome que con-

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tinuara siendo fiel a la religión de mi familia e instándome a que no me hiciera adventista. Pero yo no podía evitar la curiosidad. Cada día que pasaba, tenía más preguntas sobre las creencias adventistas y sobre las diferencias con las creencias de mi familia. Hice muchísimas preguntas y disfruté estudiar la Biblia con la familia de mi primo. También estudié la lección de Escuela Sabática a fin de tener sólidos argumentos que presentar cada semana. Quería hallar las fallas en el sistema de creencias adventistas.

Cierto día, vi que en la casa de mi primo había un libro titulado Patriarcas y profetas. Comencé a leerlo y no lo pude dejar más. Todo lo que se decía en ese libro estaba fundamentado con referencias bíblicas. Leí también otros libros que encontré en la casa de mi primo. ¡Apenas tenía tiempo de dormir!

Cuando las cinco semanas llegaron a su fin, me sentí triste de irme de allí. ¡Había aprendido tantas cosas! Había recibido conocimientos de agricultura y obtenido una educación espiritual que no había anticipado.

Portador de la feCuando regresé a mi hogar, pronto volví a

mi atareado cronograma. Pero extrañaba el am-biente espiritual de la universidad adventista. Leí el libro que me había regalado mi primo sobre la importancia del sábado, y decidí comenzar a adorar a Dios en ese día. Le dije a mi profesor que ya no asistiría a clase los sábados. Él me advirtió que mis calificaciones se verían afectadas. Pero el día después de fal-tar por primera vez a la universidad, el profe-sor me trajo una grabación de su clase.

Estudié sobre la historia del cristianismo y el sábado, y decidí ser bautizado en la Iglesia Adventista. ¡Me sentía tan entusiasmado de haber encontrado la verdad! Hablé con mi ma-dre, mi hermano menor y mi hermana acerca de mi nueva fe. Mi madre dijo que ella jamás guardaría el sábado. Pero recordé de qué ma-

nera mi mente obstinada había cambiado en solo cinco semanas, y le dije que era muy probable que se sorprendiera de lo que Dios era capaz de hacer. También estoy enviando mensajes a mi padre, de lo que he aprendido.

Comparto mi fe en la universidad con todo aquel que quiera escucharme. Algunos se re-húsan, pero yo sigo testificando. Un estudian-te ya ha sido bautizado, y otros dos están asis-tiendo a la iglesia por haber compartido con ellos mi nueva fe.

Cada día sigo aprendiendo algo nuevo. Estoy agradecido a la Universidad Adventista Zurcher, una institución que ayuda a desarrol-lar la fe. Este trimestre, parte de la ofrenda del decimotercer sábado ayudará a construir un centro estudiantil en el campus de esa institu-ción. Eso ayudará a que la institución reciba la acreditación plena. En un futuro cercano, me gustaría estudiar Teología allí. Después de to-do, fue allí donde Dios sembró las primeras semillas de fe en mi vida.

C á p s u l a I n f o r m a t i v a

Los habitantes de Madagascar provienen originalmente de lo que hoy se conoce como Indonesia y la costa oriental de África. Siglos después, se establecieron allí personas provenientes de la India y de regiones árabes. Los primeros pobladores trajeron consigo el culto a los antepasados, que aún es practic-ado en la actualidad.

Madagascar es una nación insular que se encuentra cerca de la costa oriental de África Meridional. Es la cuarta isla más grande del mundo. Alrededor del ochenta por ciento de sus plantas y animales no se encuentran en ningún otro lugar del mundo.

La isla cuenta con unos veinte millones de habitantes; uno de cada ciento setenta es adventista.

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