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http://www.unav.es/penal/iuspoenale 157 9.ª OTRAS CONSECUENCIAS DEL DELITO LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD I. Concepto, fundamento y fines.– II. Clasificación de las medidas de seguridad.– III. Aplicación de las medidas de seguridad.– IV. El sistema vicarial.– V. Medidas de seguridad previstas en la ley de responsabilidad penal de los menores.– Sabemos ya que la medida de seguridad es una consecuencia jurídica aplicada a una persona física en función de la peligrosidad de su hecho. No se imponen en función de la culpabilidad, pues es precisamente ésta la que les falta para responder penalmente. Pero la conducta se considera «hecho», y éste como hecho antijurídico, pues el agente aun sin culpabilidad actúa, y además puede actuar antijurídicamente; sin embargo, su obrar antijurídico no le es del todo imputable, y por tanto no es culpable. Motivo por el cual no podemos hablar de un «delito». La medida se refiere así, no a un delito, sino a un «estado peligroso»; y no se basa en la culpabilidad, sino en la peligrosidad que el agente demuestra como consecuencia de la enfermedad o situación de inimputabilidad. De todo esto se ha tratado en la lección 1.II. Corresponde ahora adentrarse en las concretas modalidades de medidas de seguridad en nuestro sistema. I. Concepto, fundamento y fines.- En el moderno Derecho penal, a la pena se ha añadido, como consecuencia jurídica del delito de naturaleza específicamente penal, las medidas de seguridad 1 . Así como la pena tiene como fundamento la culpabilidad del sujeto, las medidas de seguridad se basan en su peligrosidad. Este sistema de una diferenciación de sanciones (penas y medidas) es el resultado del compromiso histórico que se alcanza tras la polémica desarrollada en Europa en el s. XIX acerca del fundamento y los fines de la pena 2 . Por un lado, la denominada Escuela Clásica postuló que la responsabilidad penal se basaba en el libre albedrío y que la pena debía encontrar su fundamento exclusivamente en la culpabilidad del sujeto y orientarse a la retribución. La Escuela Positiva, en cambio, negaba el libre albedrío y partía de una concepción determinista del hombre; la responsabilidad penal no era una de carácter ético o ético-jurídico, sino una responsabilidad legal o social atribuible al sujeto por formar parte de la sociedad. La pena debía tener su fundamento en la 1 Hacia finales del s. XIX se incorporan las medidas de seguridad al catálogo de sanciones de los estados modernos (cfr. SIERRA LÓPEZ, Las medidas de seguridad en el nuevo Código penal, Valencia, 1997, pp 61 y ss). 2 Sobre esta cuestión, de manera detallada, cfr. JORGE BARREIRO, Las medidas de seguridad en el Derecho español, Madrid, 1976, pp 33 y ss. También, ASÚA BATARRITA, «Alternativas a las penas de privativas de libertad y proceso penal», CPC 1989, 39, pp 605 y ss; GRACIA MARTÍN/ALASTUEY DOBÓN, Lecciones de consecuencias jurídicas del delito, 3.ª ed., Valencia, 2004, pp 285 y ss; LANDROVE DÍAZ, Las consecuencias jurídicas del delito, 6.ª ed., Madrid, 2005, pp 57 y ss.

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9.ª OTRAS CONSECUENCIAS DEL DELITO LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD I. Concepto, fundamento y fines.–

II. Clasificación de las medidas de seguridad.–

III. Aplicación de las medidas de seguridad.–

IV. El sistema vicarial.–

V. Medidas de seguridad previstas en la ley de responsabilidad penal de los menores.–

Sabemos ya que la medida de seguridad es una consecuencia jurídica aplicada a una persona física en función de la peligrosidad de su hecho. No se imponen en función de la culpabilidad, pues es precisamente ésta la que les falta para responder penalmente. Pero la conducta se considera «hecho», y éste como hecho antijurídico, pues el agente aun sin culpabilidad actúa, y además puede actuar antijurídicamente; sin embargo, su obrar antijurídico no le es del todo imputable, y por tanto no es culpable. Motivo por el cual no podemos hablar de un «delito». La medida se refiere así, no a un delito, sino a un «estado peligroso»; y no se basa en la culpabilidad, sino en la peligrosidad que el agente demuestra como consecuencia de la enfermedad o situación de inimputabilidad. De todo esto se ha tratado en la lección 1.II. Corresponde ahora adentrarse en las concretas modalidades de medidas de seguridad en nuestro sistema.

I. Concepto, fundamento y fines.-

En el moderno Derecho penal, a la pena se ha añadido, como consecuencia jurídica del delito de naturaleza específicamente penal, las medidas de seguridad1. Así como la pena tiene como fundamento la culpabilidad del sujeto, las medidas de seguridad se basan en su peligrosidad.

Este sistema de una diferenciación de sanciones (penas y medidas) es el resultado del

compromiso histórico que se alcanza tras la polémica desarrollada en Europa en el s. XIX

acerca del fundamento y los fines de la pena2. Por un lado, la denominada Escuela

Clásica postuló que la responsabilidad penal se basaba en el libre albedrío y que la pena

debía encontrar su fundamento exclusivamente en la culpabilidad del sujeto y

orientarse a la retribución. La Escuela Positiva, en cambio, negaba el libre albedrío y

partía de una concepción determinista del hombre; la responsabilidad penal no era una

de carácter ético o ético-jurídico, sino una responsabilidad legal o social atribuible al

sujeto por formar parte de la sociedad. La pena debía tener su fundamento en la

1 Hacia finales del s. XIX se incorporan las medidas de seguridad al catálogo de sanciones de los

estados modernos (cfr. SIERRA LÓPEZ, Las medidas de seguridad en el nuevo Código penal, Valencia, 1997, pp 61 y ss).

2 Sobre esta cuestión, de manera detallada, cfr. JORGE BARREIRO, Las medidas de seguridad en el Derecho español, Madrid, 1976, pp 33 y ss. También, ASÚA BATARRITA, «Alternativas a las penas de privativas de libertad y proceso penal», CPC 1989, 39, pp 605 y ss; GRACIA MARTÍN/ALASTUEY

DOBÓN, Lecciones de consecuencias jurídicas del delito, 3.ª ed., Valencia, 2004, pp 285 y ss; LANDROVE DÍAZ, Las consecuencias jurídicas del delito, 6.ª ed., Madrid, 2005, pp 57 y ss.

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9.ª peligrosidad del delincuente. La superación de esta polémica se produce mediante el

compromiso alcanzado con las propuestas de las llamada «direcciones intermedias»,

encabezadas por v. Liszt en Alemania o por Carnevalle y Alimena en Italia. La solución

pasa por entender que el Derecho penal debe establecer dos clases distintas de

reacciones o consecuencias jurídicas frente al delito: la penal, cuyo fundamento y límite

sería la culpabilidad del sujeto, y las medidas de seguridad, cuyo presupuesto es

únicamente la peligrosidad del delincuente. De ahí la denominación con la que se suele

designar a esta propuesta, la de «doble vía». En la actualidad se habla de un sistema

denominado «vicarial» (cfr. infra, IV), que permite compatibilizar ambas vías

computando el tiempo de cumplimiento de la medida de seguridad como parte de

tiempo de pena.

Las medidas de seguridad son, por tanto, la consecuencia jurídica establecida para aquellos sujetos que han puesto de manifiesto su peligrosidad con un comportamiento delictivo, pero del que no pueden ser culpables. Son un mecanismo complementario a la pena y suponen, como ésta, la previa realización de un hecho previsto en la ley como delito. Comportan, como la pena, una restricción de derechos y son impuestas, al igual que la pena, de conformidad con lo previsto en la Ley, por los órganos de la jurisdicción penal. Lo que diferencia claramente la pena de la medida de seguridad es su fundamento; como ya hemos dicho, la culpabilidad en las penas, la peligrosidad en las medidas de seguridad3.

De lo anterior se deriva que son dos los presupuestos materiales que deben fundamentar la imposición de las medidas: la peligrosidad criminal4 del sujeto y la comisión de un delito previo5. Estos presupuestos constituyen también criterios limitadores de la gravedad y duración de las medidas. Éstas no podrán ser más gravosas que la pena correspondiente al delito previo realizado, ni exceder del límite necesario para prevenir la peligrosidad del autor (art. 6.2 CP). Si las medidas se fundamentan en la peligrosidad criminal del sujeto a quien se

3 Según JORGE BARREIRO, «La reforma de 1978 a la LPRS», en Comentarios a la legislación penal, vol. II, El derecho penal del Estado democrático, Madrid, 1983, p 488, las medidas de seguridad son «medios penales preventivos de lucha contra el delito, que implican privación de bienes jurídicos, y que se caracterizan por ser aplicadas por los órganos jurisdiccionales en función de la peligrosidad criminal del sujeto –demostrada con ocasión de haber cometido un hecho previsto en la ley como delito– y por estar orientadas a la prevención especial del delito (finalidades de corrección, tratamiento y aseguramiento)». Sobre las medidas de seguridad en general, véase, entre otros, ID., Las medidas de seguridad; SANZ MORÁN, Las medidas de corrección y de seguridad en el Derecho penal, Valladolid, 2003. Sobre la naturaleza jurídica de las medidas, cfr. SIERRA LÓPEZ, Las medidas de seguridad, pp 73 y ss.

4 Cfr. las SSTS de 18 de diciembre de 1996 (RJ 9004), 29 de junio de 1999 (RJ 6120), 7 de febrero de 2000 (RJ 307), 2 de junio de 2000 (RJ 4722), 14 de marzo de 2002 (RJ 3736), 9 de junio de 2003 (RJ 5612), 23 de enero de 2004 (RJ 2176), 11de marzo de 2004 (RJ 3640) y 8 de julio de 2004 (RJ 4291).

5 La peligrosidad criminal no puede presumirse, sino que ha de estar probada. No caben en nuestro Derecho (cfr. STC 23/1986, de 14 de febrero de 1986) las medidas de seguridad predelictuales. Cfr. supra, lección 1.II.iii). Sobre lo que se deba entenderse por peligrosidad, cfr. SIERRA LÓPEZ, Las medidas de seguridad, pp 87 y ss.

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9.ª imponen, desaparecida la peligrosidad, dejará de tener sentido el cumplimiento de la medida.

Esto último se concreta en dos sentidos. Uno, de orden cualitativo: no puede imponerse una medida de seguridad privativa de libertad si el delito cometido no está castigado con una pena también privativa de libertad (arts. 95.2 y 104 CP). Otro, de orden cuantitativo: el internamiento no podrá exceder del tiempo que habría durado la pena privativa de libertad.

Como ya se expuso en otro lugar (cfr. lección 2.IV.3), la previsión de las medidas de seguridad en el sistema jurídico-penal parece responder a una ponderación equilibrada entre los tres principios de la Política criminal: por una lado, entre el de seguridad y el de respeto de la dignidad (subprincipio de subsidiariedad, en cuanto que la medida se presenta como una alternativa menos lesiva a la pena); y por otro lado, entre el de dignidad y el de seguridad (subprincipio de culpabilidad, en la regla de igualdad real o material: trato desigual a sujetos desiguales, de acuerdo con la cual, parece ajustado a Derecho contar con alternativas a la pena para sujetos inimputables). Es posible dar entrada entonces a las medidas de seguridad (arts. 19; 20 in fine para los supuestos 1.º; 2.º; 3.º; CP), que se orientan a la concreta fuente de peligrosidad del sujeto en cuestión, por lo que prima en ellas la prevención especial.

Al no tratarse de penas, por tanto, no son de aplicación instituciones tales como la suspensión de la ejecución de la pena privativa de libertad, ni la libertad condicional6.

II. Clasificación de las medidas de seguridad.-

Se utilizan dos criterios clasificatorios. En primer lugar, según la finalidad perseguida por la medida, se distingue entre las de carácter corrector (educativas o terapéuticas) y las asegurativas. En segundo lugar, se puede diferenciar las medidas por el contenido de éstas: medidas personales (afectan al sujeto, y pueden ser privativas o no de libertad) y medidas reales (afectan a las cosas).

El Código penal español en su art. 96 utiliza un criterio de distinción atendiendo al efecto de privación de la libertad y distingue así entre medidas privativas de libertad y no privativas.

Las medidas privativas de libertad consisten en el internamiento del sujeto en un establecimiento adecuado a sus características de personalidad. El art. 96.2 CP menciona el internamiento, tanto en un establecimiento psiquiátrico (medida terapéutica), como en uno de deshabituación (también terapéutica), o en centro educativo especial (medida educativa).

6 Cfr. la STS de 12 de noviembre de 1997 (RJ 8888).

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9.ª Las medidas no privativas de libertad tienen como denominador común que no afectan a la libertad del sujeto. La mayor parte de ellas tienen por objeto la privación o restricción de otros derechos distintos a la libertad, aunque algunas de ellas afectan a determinados aspectos de la libertad ambulatoria. En nuestro Derecho se prevén como medidas de seguridad no privativas de libertad: La inhabilitación profesional; la expulsión del territorio nacional de extranjeros no residentes legalmente en España; libertad vigilada; custodia familiar; privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores; privación del derecho a la tenencia y porte de armas (arts. 96.3 y 105 CP).

Algunas de ellas tienen la misma denominación y contenido que ciertas penas (inhabilitación profesional, privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores y del derecho a la tenencia y porte de armas), pero se distinguen por el término de referencia (peligrosidad en lugar de culpabilidad, que no se da aquí). En virtud de la custodia familiar (art. 96.3 y 105.1), el sancionado quedará sujeto al cuidado y vigilancia del familiar que se designe y que acepte la custodia, quien la ejercerá en relación con el Juez de Vigilancia Penitenciaria (sin menoscabo de las actividades escolares o laborales del custodiado). La libertad vigilada consiste (art. 106) en el sometimiento del sancionado a control judicial a través del cumplimiento por su parte de ciertos deberes (como la obligación de estar localizable, o presentarse periódicamente, o la prohibición de aproximarse a la víctima, entre otras).

III. Aplicación de las medidas de seguridad.-

Las condiciones generales de aplicación de las medidas de seguridad están recogidas en el art. 95 CP: i) haber cometido un hecho previsto como delito; ii) no ser culpable por carecer de imputabilidad (ex art. 20.1.1.ª, 2.ª ó 3.ª); y iii) peligrosidad por la probabilidad de comisión de nuevos delitos. A su vez, es posible aplicarlas en casos de imputabilidad disminuida (o semiimputabilidad): art. 104.

El art. 97 CP establece la posibilidad de que durante la ejecución de la sentencia el juez o tribunal sentenciador pueda cesar, suspender o sustituir la medida que se está cumpliendo.

Las medidas de seguridad privativas de libertad no tienen fijados límites de duración determinados numéricamente, sino que se deducen de los principios generales que las fundamentan, según los cuales las medidas no pueden durar más que la pena señalada para el delito correspondiente (seguridad)7, ni exceder de lo necesario para prevenir la peligrosidad del autor (dignidad). En resumen, no tienen límite mínimo alguno, aunque sí máximo. Otra cosa es que,

7 Sin embargo, se podría poner en duda que la Ley fije un límite máximo dado que la igualdad material o real hace que deba tenerse en cuenta lo que hace al sujeto desigual: la enfermedad o dependencia de sustancias tóxicas, que provocan inimputabilidad.

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9.ª por falta de necesidad de tutela, se evite una medida de seguridad de tan corta duración que resultaría ineficaz.

La medida concluye cuando el juez, a petición del Juez de Vigilancia, decrete el cese por haber desaparecido la peligrosidad criminal del sujeto, o cuando se alcance el límite máximo de cumplimiento8.

En caso de quebrantamiento de una medida de seguridad de internamiento, el juez podrá ordenar el reingreso del sujeto en el mismo establecimiento. Si se incumplen otras medidas el juez podrá acordar la sustitución de la quebrantada por la de internamiento, siempre y cuando se demuestre su necesidad.

Las medidas aplicables se determinan según si el sujeto está exento de responsabilidad criminal conforme al art. 20.1 CP (enajenación y trastorno mental transitorio), en cuyo caso se impondrá el internamiento o tratamiento; si lo está conforme al art. 20.2 CP (intoxicación), que corresponderá el internamiento en un centro de deshabituación; y, en el caso de sujetos exentos de responsabilidad criminal conforme al art. 20.3 CP (alteración de la percepción), la medida consistirá en el ingreso en un centro educativo especial. (arts. 101, 102, 103 CP, respectivamente). En estos casos se podrán imponer también las medidas previstas en el art. 105 CP.

IV. El sistema vicarial.-

El Código penal español ha optado por la separación entre penas y medidas, teniendo en cuenta los criterios que siguen una y otra reacción penal. Rige, por tanto, un sistema de doble vía. Pero dicho sistema no excluye la posibilidad de que penas y medidas sean en ocasiones compatibles. Es lo que se prevé cuando el agente es culpable pero con una culpabilidad disminuida (enajenación mental no plena, intoxicación no absoluta, por ejemplo). En dichos casos, si concurre culpabilidad y peligrosidad, se puede hacer concurrir también pena y medida de seguridad. Para el caso de concurrencia entre penas y medidas en nuestro ordenamiento penal rige el llamado «sistema vicarial», así denominado porque una realidad (la medida de seguridad) sustituye, representa, obra en lugar de otra (la pena).

Puede ocurrir que el sujeto no sea absolutamente inimputable, sino que sea declarado

semiimputable porque se ha aplicado una eximente incompleta del art. 21.1 en relación

8 Su duración no podrá exceder de la prevista para la infracción de que se trate. Cfr. el art. 104 CP y las SSTS de 2 de junio de 2000 (RJ 4722), 14 de marzo de 2002 (RJ 3980) y 18 de octubre de 2004 (RJ 2005, 11). Por otro lado, el TS ha declarado que el límite temporal de la medida viene establecido por la tipificación del hecho como si el sujeto fuese responsable, por lo que en los supuestos de alevosía el hecho ha de calificarse como de asesinato. Vid. el Acuerdo del pleno no jurisdiccional de la Sala II del TS, de 26 de mayo de 2000, en ÍÑIGO CORROZA/RUIZ DE ERENCHUN

ARTECHE, Los acuerdos de la Sala penal del Tribunal Supremo: naturaleza jurídica y contenido (1991-2007), Barcelona, 2007, pp 274-276, con referencias y las SSTS de 29 de junio de 2000 (RJ 6601) y 5 de octubre de 2005 (RJ 7412).

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9.ª con los números 1.ª, 2.ª y 3.ª del art. 20. En ese caso, el sistema vicarial (arts. 99 y 104)

permite imponer al sujeto penas y medidas de seguridad.

Cuando esto ocurra, el juez ordenará el cumplimiento de la medida, que se abonará por el de la pena (art. 99 CP)9. Una vez cumplida la medida de seguridad, el juez o tribunal podrá suspender el cumplimiento del resto de la pena, si con la ejecución de la pena se pusieran en peligro los efectos conseguidos a través de aquella. También podría aplicar alguna de las medidas no privativas de libertad (las del art. 96.3 CP).

V. Medidas de seguridad previstas en la ley de responsabilidad penal de los menores

La diferencia entre el Derecho penal de adultos y el de menores10 desde el punto de vista de los fines radica en que, mientras el de adultos se orienta a la prevención de delitos, el de menores fundamentalmente a la educación y resocialización del menor. Tiene, por tanto, un carácter fundamentalmente preventivo-especial. Ahora bien, teniendo en cuenta que existe, como en toda sanción, un componente represivo, sin el cual, por otro lado, el sistema no sería realista ni eficaz.

Este Derecho penal debe ser específico y propio por razones no de merecimiento, sino fundamentalmente de necesidad de pena (de falta de necesidad). El punto de partida es la comisión por el menor de un hecho típicamente antijurídico. La consideración de este hecho como típicamente antijurídico deberá valorarse por el juez de menores, teniendo en cuenta en cada una de las categorías, las características personales del sujeto y su entorno. Aunque se reconoce que el menor de edad ha realizado un hecho típicamente antijurídico, posteriormente y por razones de necesidad de pena no se impondrán las sanciones que el CP recoge, sino otras consecuencias específicas, eso sí, de naturaleza penal, fundamentadas en la citada finalidad preventivo-especial de la norma.

Se aplica a sujetos entre 14 y 18 años de edad. Por debajo de la edad de 14 años se presume (sin prueba en contrario posible: iuris et de iure, por tanto) que el agente no es imputable, y sólo cabe aplicarles otro género de medidas (del orden civil). Entre 14 y 18 años se aplican las medidas y consecuencias, de

9 Sobre el cumplimiento de este sistema y el límite temporal del sistema vicarial, cfr., SIERRA

LÓPEZ, Las medidas de seguridad, pp 135 y ss.

10 La LO 5/2000, de 12 de enero, de Responsabilidad Penal de los Menores, es de naturaleza formalmente penal pero materialmente sancionadora-educativa (EM II). Es sancionadora porque desarrolla la exigencia de una verdadera responsabilidad jurídica de los menores infractores, referida específicamente a los hechos tipificados como delitos o faltas por el CP.

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9.ª acuerdo con la LO 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la Responsabilidad Penal de los Menores11.

Con arreglo a las orientaciones expuestas, la Ley Orgánica de la Responsabilidad Penal de los Menores establece un amplio catálogo de medidas aplicables, desde la perspectiva sancionadora-educativa, debiendo primar el interés del menor en la adopción de la medida a imponer. Estas medidas son: amonestación, prestaciones en beneficio de la comunidad, medidas de internamiento (en régimen cerrado, abierto o terapéutico), asistencia a un centro de día, libertad vigilada, realización de tareas socioeducativas, tratamiento ambulatorio para aquellos casos en que el menor presente algún proceso adictivo o disfunciones significativas de su psiquismo, permanencia el fin de semana en el hogar, convivencia con una persona, familia o grupo educativo, privación del permiso para conducir ciclomotores o vehículos de motor, o del derecho a obtenerlo, o de licencias administrativas para caza o para el uso de cualquier tipo de armas o cualesquiera otras obligaciones que el Juez estime convenientes para la reinserción social del sentenciado.

CONSECUENCIAS ACCESORIAS Y RESPONSABILIDAD CIVIL

DERIVADA DEL DELITO I. Naturaleza y finalidad.–

II. El comiso.–

III. Consecuencias accesorias aplicables a organizaciones sin personalidad jurídica.–

IV. La responsabilidad civil ex delicto.–

IV.1. Naturaleza.–

IV.2. Contenido.–

IV.3. Personas civilmente responsables.–

IV.4. Responsabilidad civil en el caso de determinadas eximentes.–

IV.5. Responsables civiles principales y subsidiarios.–

I. IV.6. Cumplimiento.-

I. Naturaleza y finalidad.-

El CP de 1995 destinó un título del Libro I, el Título VI, a lo que denomina «consecuencias accesorias»12, entre las que se incluyen el comiso de los

11 Originariamente se preveía la salvedad (art. 4 de la LO 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la Responsabilidad Penal de los Menores) de aplicar el régimen de medidas de los menores a personas de edades comprendidas entre 18 y 21 años, con los requisitos exigidos en el párrafo 2 de dicho artículo. Pero dicha previsión ha sido derogada por la LO 8/2006, de 4 de diciembre de 2006.

12 Hay quien como LANDROVE DÍAZ, Las consecuencias jurídicas del delito, 6.ª ed., Madrid, 2005, pp 127 y ss, las califica como un tercer modelo de sanción penal; o como GARCÍA ARÁN, «Algunas consideraciones sobre la responsabilidad penal de las personas jurídicas», Libro Homenaje al Profesor Doctor Don Angel Torío López, Granada, 1999, pp 325, que las considera como una

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9.ª instrumentos y efectos del delito y el comiso de las ganancias (arts. 127 y 128 CP), y un elenco de medidas previstas para las empresas y asociaciones y organizaciones delictivas (art. 129 CP)13. Después, con la previsión en la reforma de 2010 de la responsabilidad penal de las personas jurídicas, se ha definido un elenco de penas para ellas (art. 33.7) y las originariamente definidas en el art. 129 han quedado para los casos de entidades colectivas sin personalidad jurídica.

Los temas objeto de esta lección abarcan algunas consecuencias que son penales y otras que no lo son. La responsabilidad civil, por su sentido y finalidad, no es penal. Las sanciones aplicables a personas jurídicas, en cambio, son penales pero hay razones para pensar que no responden al mismo fin que las penas de personas físicas.

Algo semejante sucede con el comiso y las demás consecuencias accesorias, las aplicables a entes colectivos carentes de personalidad jurídica, cuya finalidad es neutralizar los objetos de origen delictivo: la doctrina mayoritaria en España entiende que estas consecuencias accesorias son una serie diferente de consecuencias jurídicas del delito, cuya naturaleza jurídica es la de sanciones o medidas sui generis diferentes de la pena y de la medida de seguridad, pero que no por ello son de naturaleza civil, sino penal14.

II. El comiso.-

Consiste en la privación al delincuente de los instrumentos con que ejecuta el delito y de los efectos y ganancia que provengan de él y su traslado directo e

medida híbrida o inclasificable. Por otro lado estaría la opinión de MIR PUIG, Derecho penal. Parte General, 8.ª ed., Barcelona, 2008, p 775 y ss, que entiende que son consecuencias accesorias especiales que privan a la persona física del instrumento peligroso que es la persona jurídica. Por su parte, ZUGALDÍA ESPINAR, en «Las penas previstas en el art. 129 del Código penal para las personas jurídicas (Consideraciones teóricas y consecuencias prácticas)», PJ 46 (1997), p 328, son definitivamente penas.

13 Algunos autores como GRACIA MARTÍN, Tratado de las consecuencias jurídicas del delito, pp 536-537, entienden que el Código penal en su Parte Especial establece para determinados delitos algunas otras medidas que podrían clasificarse también de accesorias. Por ejemplo, «la pérdida de la posibilidad de obtener subvenciones o ayudas públicas y del derecho a gozar de beneficios o incentivos fiscales o de la Seguridad Social» por un tiempo determinado, previsto para el delito de blanqueo de capitales (art. 302.2.b) o para los delitos contra la Hacienda Pública (arts. 305.1 y 308.3)

14 En este sentido, véanse, entre otros: LUZÓN PEÑA, Curso de Derecho penal. Parte general I, Madrid, 1996, p 58; MARTÍNEZ-BUJÁN, Derecho penal económico y de la empresa. Parte general, 2.ª ed., Valencia, 2007, pp 539-540; TAMARIT SUMALLA, «Las consecuencias accesorias del art. 129 del Código penal: un primer paso hacia un sistema de responsabilidad penal de personas jurídicas», en La ciencia del Derecho penal ante el nuevo siglo. Libro Homenaje al Prof. Dr. D. José Cerezo Mir, Madrid 2002, p 1163. En otro sentido, considerando que no tienen carácter penal ni siquiera son sancionadoras, GRACIA MARTÍN, Tratado de las consecuencias jurídicas, p 543 y ss, especialmente, p 46.

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9.ª inmediato de su titularidad a favor del Estado. El comiso es una consecuencia accesoria que está necesariamente condicionada a una declaración de condena y la existencia de una pena principal. El comiso no es, por tanto, una pena, sino una consecuencia asociada a ésta. No se prevé como amenaza destinada a disuadir de la comisión del delito, ni como castigo merecido por el delito. No responde a ninguno de los fines de la pena: ni a la prevención ni a la retribución. Tampoco obedece a la necesidad de tratar la peligrosidad del sujeto, como las medidas de seguridad, sino a neutralizar los productos y efectos de un delito. Lo cual no significa que no ejerza efectos (funciones, y no fines) de carácter disuasorio, retributivo y preventivo15, pero éstos no son esenciales (no son fines) en el comiso. Ya hemos dicho anteriormente, al hacer referencia en general a las consecuencias accesorias, que éstas tienen un carácter distinto.

Tradicionalmente los objetos del comiso han sido los efectos provenientes del delito o falta cometidos y los instrumentos con que se ha ejecutado. Pero el comiso juega cada vez un papel más relevante en la neutralización de los objetos delictivos, de modo que en algunas reformas del Código se ha ido matizando o perfilando como consecuencia accesoria de efectos importantes. Así, la reforma llevada a cabo por la LO 15/2003, de 23 de noviembre, añadió a los instrumentos también los bienes y los medios, y amplió el ámbito de su aplicación, pues tales objetos serán decomisables también cuando se hayan utilizado en la preparación del delito y no sólo en su ejecución. Más recientemente, la reforma obrada por la LO 5/2010, de 22 de junio, ha previsto que sean decomisables también los bienes de las personas físicas responsables de actividades delictivas cometidas en el marco de una organización o grupo criminal o terrorista, o de un delito de terrorismo16; además, se prevé también para delitos imprudentes castigados con pena privativa de libertad de más de un año, en cuyo caso, se podrá acordar la pérdida de los efectos y ganancias que provengan del delito, así como de los bienes, medios o instrumentos con que se haya preparado o ejecutado17.

Éstas son medidas cuyo presupuesto es la peligrosidad objetiva de determinados objetos y bienes, y se orientan a prevenir su utilización en un 15 Así, privar al delincuente de los beneficios del delito lleva consigo una indudable carga de castigo, que puede, además, desplegar efectos de cara a delitos futuros en el sentido de que delinquir no sale a cuenta, pues el sujeto será privado hasta de los efectos y ganancias del hecho.

16 De hecho, ha previsto facilitar que sean decomisados, no sólo los objetos y bienes directamente relacionados con el delito, sino también los de las personas condenadas vinculadas a dicha actividad. Concretamente: «se entenderá que proviene de la actividad delictiva el patrimonio de todas y cada una de las personas condenadas por delitos cometidos en el seno de la organización o grupo criminal o terrorista o por un delito de terrorismo cuyo valor sea desproporcionado con respecto a los ingresos obtenidos legalmente por cada una de dichas personas».

17 Con todo, en sede de seguridad vial, el legislador ha previsto que, a efectos del comiso, se considera «instrumento del delito» el vehículo de motor y ciclomotor utilizado en los hechos (art. 385 bis).

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9.ª futuro para la comisión de nuevos delitos. Hay que probar la existencia de un hecho típico y antijurídico (no hace falta que sea culpable) y el pronóstico de probabilidad de que estos objetos pudieran ser utilizados en el futuro para la comisión de nuevos hechos delictivos. Por ello, aunque la redacción de la regulación del art. 127 CP es de carácter imperativo («deberá»), cuando el instrumento utilizado no sea objetivamente peligroso, ni quepa pronosticar la probabilidad de que se utilice en el futuro para otros delitos, algunos autores entienden que hay que ser restrictivos al aplicarlo; por eso exigen peligrosidad. El art. 127 CP parece vetar la posibilidad de aplicar el comiso de los instrumentos y efectos del delito cuando estos pertenezcan a un tercero de buena fe y no responsable del delito.

En cualquier caso, dado que no siempre será necesario establecerlo, la fijación del comiso de los bienes y efectos debe ser objeto de motivación en la sentencia18.

¿Qué se entiende por efectos provenientes del delito? Se entiende los objetos que hayan sido producidos mediante la acción delictiva como, por ejemplo, los alimentos adulterados en un delito contra la salud pública, o la moneda falsa en uno de falsificación. Etcétera.

Según parece derivarse de la letra del precepto (art. 127), no se consideran efectos del

delito y no podrán ser decomisadas, las cosas materiales que constituyen el objeto del

delito, como las que hayan sido hurtadas o robadas, ya que estas cosas pertenecen a la

víctima. En estos casos, el Ordenamiento vela para que se garantice satisfacer la

responsabilidad civil del perjudicado por el delito, mediante la restitución o reparación,

y destinando los bienes decomisados a tales fines. Sin embargo, parece poco razonable

en atención al fin de la norma, además de dudoso en términos gramaticales, que el

comiso no se refiera a dichos objetos del delito, mientras que sí a las ganancias

derivadas de esos bienes, o a los instrumentos del delito en cuestión.

Pueden ser decomisados los bienes aun cuando el objeto material del delito sea

propiedad del autor (como por ejemplo sucede con las armas o explosivos en el delito

de tenencia ilícita de armas o explosivos, con la droga en el delito de tráfico de drogas,

entre otros). La razón es que el comiso va dirigido a cumplir diversas finalidades: a

neutralizar los bienes de origen delictivo, como también a garantizar la satisfacción de

la responsabilidad civil.

Por otra parte, se prevé que el comiso recae sobre «cualesquiera que sean las

transformaciones que hubieren podido experimentar» los bienes (instrumentos o

ganancias), para evitar que se frustre la finalidad de la consecuencia accesoria.

¿Y por instrumentos? Los objetos que hayan servido para la ejecución del delito o para su preparación, como por ejemplo las armas con las que se han ejecutado las muertes o las lesiones, los útiles empleados para la comisión del robo, etc.

18 Cfr. STS 17 de octubre de 2009.

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9.ª El legislador ha introducido en el art. 128 CP un criterio de proporcionalidad, contemplando ciertos límites a las previsiones de los bienes susceptibles de comiso del art. 127: así, prevé la posibilidad de evitar el decomiso de bienes cuyo importe sea desproporcionado respecto del delito19.

En el art. 127 se incluye también el comiso de las ganancias (del delito o falta). El comiso de las ganancias encuentra su razón de ser en el enriquecimiento generado por la realización de una conducta antijurídica, lo cual puede ejercer funciones de prevención, como ya hemos señalado. En efecto, algunos autores ven en la finalidad de esta medida evitar futuros hechos delictivos, por la posibilidad de que sirvan las ganancias como financiación de actividades ilícitas.

Las ganancias pueden manifestarse de diferentes modos: i) ganancias que derivan directa y necesariamente de la realización del tipo (en el delito de tráfico de drogas, el importe de ésta, por ejemplo)20. ii) En otras ocasiones la realización del tipo de determinados delitos no lleva aparejada necesariamente una ganancia para el autor o partícipe. Dentro de este grupo pueden distinguirse, a su vez: casos en que la ganancia queda abarcada por un elemento subjetivo del injusto distinto del dolo. Por ejemplo, las joyas que son la condición de un secuestro, o el precio en el delito de asesinato; y otros casos en los que no se exige este requisito. Por ejemplo, los honorarios recibidos por el intruso en la profesión de médico.

El precepto se extiende a las transformaciones de las ganancias. En efecto, la medida alcanza no sólo a las ganancias originales, sino a cualquier bien en que éstas se hayan transformado. El código penal no dice nada sobre el comiso de los beneficios obtenidos con la inversión, utilización o explotación de las ganancias ilícitas (por ejemplo, el dinero del arrendamiento de un piso obtenido ilícitamente). No está claro que entre dentro de la letra del precepto legal. Para su aplicación bastaría con la prueba de que el delito produjo determinados beneficios y que éstos representan para su destinatario un enriquecimiento sin causa, un provecho ilícito. Sin embargo, se tiene que probar plenamente que esas ganancias provienen del hecho delictivo concreto que se esté enjuiciando en cada caso, por lo que no podrán decomisarse aquellas de las que no pueda

19 Téngase en cuenta (nota 17), que al considerarse el vehículo instrumento del delito, su decomiso parece inevitable. Sin embargo, lo previsto en los arts. 127 y 385 bis, no impide lo previsto en el 128, el cual da entrada a consideraciones de proporcionalidad, las cuales podrían, en su caso, impedirlo.

20 En el ámbito del tráfico de drogas (art. 374) el TS adoptó un Acuerdo del pleno no jurisdiccional de 5 de octubre de 1998 en el que interpretó que el comiso de las ganancias debe extenderse a las ganancias precedentes de operaciones anteriores a la concreta operación descubierta y enjuiciada, siempre que se tenga por probada dicha procedencia y se respete en todo caso el «principio» acusatorio (con la terminología aquí empleada: el subprincipio de sometimiento al proceso). En el mismo sentido, cfr. las SSTS de 1 de abril de 1999 (RJ 2254), 5 de abril de 1999 (RJ 2767), 15 de noviembre de 2000 (RJ 10640), 15 de julio de 2003 (RJ 5386) y 10 de enero de 2005 (RJ 1612).

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9.ª probarse una vinculación directa con el caso, por mucho que exista suposición acerca de su procedencia ilícita21.

Desde la reforma introducida por la LO 15/2003, de 23 de noviembre, ha quedado claro que el art. 127 (actual art. 127.4, desde la reforma de 2010), la independencia del comiso de las ganancias respecto de la pena, al establecer que se puede aplicar también en los casos en que no se haya impuesto por concurrir una causa de exención de responsabilidad o por haberse extinguido la pena.

Otra de las medidas establecidas por la ley es el comiso de otros bienes por un valor equivalente supletorio del comiso de las ganancias provenientes del delito22. El art. 127.3 (introducido por la LO 15/2003, de 25 de noviembre, entonces como 127.2) y es una modalidad de comiso que nunca antes había tenido reflejo en nuestra legislación penal. Esta modalidad de comiso entra en juego cuando no han podido ser decomisadas la totalidad de las ganancias provenientes del delito. Su finalidad es suplir al comiso de ganancias cuando éste no se puede cumplir, o sólo se pueda parcialmente. Esta figura se aplicará cuando la ganancia proveniente de un delito no se encarne en un objeto determinado que pueda ser decomisado, por ejemplo, porque la ganancia consista en el mero aprovechamiento o disfrute de un bien; otras veces, porque las ganancias del delito hayan sido adquiridas por un tercero de buena fe; o cuando el delincuente haya consumido la ganancia del delito.

III. Consecuencias accesorias aplicables a organizaciones sin personalidad jurídica.-

Conocemos ya (lección 8) cómo existen penas aplicables a las personas jurídicas, previstas en el art. 33.7, desde la reforma de 2010 (LO 5/2010, de 22 de junio). El legislador ya había previsto en el código, desde su aprobación en 1995, que les fueran aplicable ciertas sanciones, medidas o «consecuencias accesorias» como las denominaba expresamente. Era una «solución de compromiso» en el sentido de que se les imponían ciertas restricciones, de naturaleza dudosa (la doctrina debatía sobre su naturaleza) pero sin que fueran responsables penalmente en sentido estricto. La reforma de 2010 ha dado un paso más: las que antes eran «consecuencias accesorias» son ahora penas en sentido estricto, en el art. 33.7 (cfr. lección 8), y se prevé una vía de responsabilidad de las personas jurídicas en cuanto tales, el art. 31 bis (cfr. lección 1.II.ii]). El art. 129 no ha sido derogado, sino que queda como vía para imponer algunas restricciones –siguen siendo denominadas en tales casos «consecuencias accesorias»– a organizaciones

21 En este sentido, véase CHOCLÁN MONTALVO, El patrimonio criminal. Comiso y pérdida de la ganancia, Madrid, 2001, p 51.

22 Esta medida se venía solicitando desde hacía tiempo. La memoria correspondiente al año 1991 de la Fiscalía especial para la prevención y represión del tráfico ilegal de drogas ya recogía esta necesidad. También lo había hecho un importante sector de la doctrina.

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9.ª cuando no puede decirse que sean personas jurídicas, ya que carecen de tal personalidad (no han sido formalmente constituidas, por ejemplo).

Concretamente se prevén para delitos o faltas «cometidos en el seno, con la colaboración, a través o por medio de empresas, organizaciones, grupos o cualquier otra clase de entidades o agrupaciones de personas» sin personalidad jurídica23. Por este motivo, no le es aplicable el régimen que opera a través del art. 31 bis, pero tampoco es lógico que dicha exclusión deje a esas organizaciones sin sanción, ya que eso provocaría que se crearan entidades para delinquir, las cuales quedarían impunes por carecer de personalidad jurídica.

En tales casos, es potestativo aplicar consecuencias accesorias (así las denomina la rúbrica del título VI y la propia letra del precepto: «consecuencias accesorias a la pena»)24. En particular, se prevé que se pueden imponer uno o varias (siempre motivadamente) de las siguientes: Suspensión de sus actividades (hasta cinco años); clausura de sus locales y establecimientos (hasta cinco años); prohibición (definitiva o temporalmente, hasta 15 años) de realizar en el futuro las actividades en cuyo ejercicio se haya cometido, favorecido o encubierto el delito (incluso aunque se trate de actividades lícitas); inhabilitación para obtener subvenciones y ayudas públicas, para contratar con el sector público y para gozar de beneficios e incentivos fiscales o de la Seguridad Social (hasta quince años); e intervención judicial para salvaguardar los derechos de los trabajadores o de los acreedores (hasta cinco años). En cambio, no es posible aplicarles como consecuencias accesorias ni la multa ni su disolución (recuérdese que carecen de personalidad jurídica).

IV. La responsabilidad civil ex delicto.-

De la comisión de un hecho delictivo no se deriva sólo la responsabilidad penal (penas y medidas de seguridad), sino que también puede derivarse la denominada «responsabilidad civil ex delicto» para reparar los daños y perjuicios patrimoniales o morales causados por el hecho delictivo25.

IV.1. Naturaleza

Se ha discutido la naturaleza (civil, penal o mixta) de la responsabilidad civil ex delicto, pero lo cierto es que el único punto en común que tiene con la responsabilidad penal es la comisión de un hecho descrito en la ley penal. La 23 Pero no se prevén con carácter general, para todo delito, sino sólo en aquellos casos en que se ha establecido que las personas jurídicas respondan penalmente. Con otras palabras: que, si dichas entidades tuvieran personalidad jurídica, sí responderían como tales (art. 129.2).

24 Establece además el art. 129.3 que la clausura temporal de los locales o establecimientos, la suspensión de las actividades sociales y la intervención judicial podrán ser acordadas también por el Juez Instructor como medida cautelar durante la instrucción de la causa a los efectos establecidos en este artículo y con los límites señalados en el art. 33.7.

25 Cfr. la STS de 11 de mayo de 1981 (RJ 2187).

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9.ª responsabilidad incluye una serie de obligaciones de carácter civil que en ocasiones nada o muy poco tienen que ver con el contenido de la responsabilidad penal26. En efecto, las reglas de imputación jurídico-penal no coinciden con las de la responsabilidad civil ex delicto; asimismo, la valoración de la gravedad de un hecho penal a veces es muy distinta a la valoración civil de daños.

Esto se pone de manifiesto, entre otras, por las siguientes razones:

i) El presupuesto de la pena es la culpabilidad y el de la responsabilidad civil es la existencia de un daño resarcible causado por un hecho antijurídico.

ii) En la responsabilidad civil no rige el criterio de personalidad propio de la pena (dentro del subprincipio de culpabilidad). La responsabilidad civil derivada del delito se extingue como las obligaciones civiles y por tanto, la obligación de compensar a la víctima se transmite a los herederos del responsable. El responsable civil y el penal no siempre coinciden. La pena es personalísima y sólo puede imponerse al autor del hecho delictivo, mientras que la reparación puede ser satisfecha por una persona distinta a la que realizó el hecho ilícito causante del daño. Además la responsabilidad civil es transmisible a terceros.

iii) La responsabilidad civil derivada del delito no se establece de manera proporcional a la gravedad del hecho, sino a partir de los efectos producidos por éste. Así, un delito de muy escasa gravedad o incluso una falta leve puede originar el pago de cuantiosas responsabilidades civiles en función de los perjuicios ocasionados, mientras que la sanción penal puede ser mínima.

iv) Mientras que la acción penal para perseguir el delito no se extingue por renuncia del ofendido, la acción civil es plenamente renunciable por quien tenga derecho a ejercerla.

La distinta naturaleza de la responsabilidad penal y la civil ex delicto no significa que el

ilícito penal y el ilícito civil sean esencialmente distintos.

Esto viene corroborado por la redacción del art. 109 CP de la que se desprende que la obligación de reparar los daños y perjuicios nace con la ejecución de un hecho típico penalmente, de manera objetiva y con independencia de si existe o no responsable penal. La naturaleza civil de esta clase de responsabilidad queda confirmada por el art. 1092 CC que establece: «Las obligaciones civiles que nazcan de los delitos o faltas se regirán por las disposiciones del CP».

El sistema español de exigencia de la responsabilidad civil por delito presenta una peculiaridad importante en materia procesal, respecto a otros sistemas jurídicos próximos. La acción penal y la civil se ejercen conjuntamente en el mismo proceso penal en el que se enjuicia el delito y son resueltas por el mismo juez o tribunal en la misma sentencia. Esta solución responde a un criterio de 26 GRACIA MARTÍN, Tratado de las consecuencias jurídicas, p 595, entiende y explica de manera detallada que esta responsabilidad tiene carácter civil.

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9.ª economía procesal, en cuanto que la prueba y valoración de los hechos se efectúa sobre la base de lo estudiado en el proceso penal, sin prolongar el proceso con un nuevo procedimiento ante la jurisdicción civil dirigido a exigir responsabilidad de esta clase.

En todo caso el art. 109.2 CP faculta al perjudicado para exigir la responsabilidad civil ante la jurisdicción civil27, pero teniendo en cuenta que se dice que «podrá optar» por hacerlo. Y «optar» significa elegir entre varias alternativas, con ello renunciará al ejercicio de la acción de responsabilidad civil en el proceso penal. Pero el criterio general es que la responsabilidad civil sigue a la responsabilidad penal y depende de ella. Si embargo, esta correspondencia entre responsabilidad criminal y civil es sólo aparente, como se confirma inmediatamente por varias excepciones que destacan la independencia de ambas clases de responsabilidad.

Se dan casos en que hay responsabilidad penal, pero no la hay civil (cuando no haya habido daños o perjuicios); también hay casos en que no existe responsabilidad penal pero sí se exige responsabilidad civil (por ejemplo, en los hechos justificados en estado de necesidad); y, por último, el CP regula supuestos de responsabilidad civil subsidiaria, en los que existiendo un responsable penal, la responsabilidad civil recae sobre persona distinta (por ejemplo, el tutor o responsable en los casos de menores de edad o inimputables), o incluso solidariamente (art. 116.2 y 3).

IV.2. Contenido

Con arreglo al art. 110 CP la responsabilidad civil derivada del delito o falta comprende varios aspectos que tienen un objetivo común: restaurar o reponer la situación jurídica quebrantada por la comisión de una infracción penal. La responsabilidad civil incluye: la restitución, la reparación del daño y la indemnización de perjuicios materiales y morales.

i) La restitución es el concepto más claro, aunque no es aplicable a todos los delitos, puesto que se refiere a la devolución del mismo bien siempre que sea posible con abono de deterioros y menoscabos que el juez o tribunal determinen (art. 111.1 CP). No puede hacerse cuando un tercero haya adquirido el bien de forma legal de manera que sea irreivindicable (art. 111.2 CP).

ii) La reparación del daño puede consistir en obligaciones de hacer o no hacer que establecerá el juez o tribunal atendiendo a las condiciones del culpable y

27 Tanto en uno como en otro caso tiene naturaleza civil, por lo que se regirá siempre por las normas civiles. Cfr. las SSTS de 14 de marzo de 1991 (RJ 2139), 29 de diciembre de 2000 (RJ 2001, 750), 14 de octubre de 2002 (RJ 9289) y 7 de marzo de 2007 (RJ 2235). No es de aplicación el principio de retroactividad de la ley penal más favorable, tal como ha señalado el TS en sus Sentencias de 19 de marzo de 1997 (RJ 2332) y 22 de enero de 1999 (RJ 403).

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9.ª determinado si han de ser cumplidas por él mismo o ejecutadas a su costa (art. 112 CP)28.

iii) La indemnización de perjuicios. Para que nazca el deber de indemnizar no basta con que exista constancia del delito o falta, sino que es preciso probar la existencia de unos daños y la cuantía de éstos y la relación causa-efecto entre el delito y los daños.

Objeto de la indemnización son los daños materiales y los morales (art. 113 CP). Al incluirse los perjuicios materiales puede producirse una cierta confusión con la reparación del daño, por lo que sigue siendo útil acudir a la distinción entre daño emergente, como el que resulta efectiva y materialmente en el objeto del delito, y lucro cesante como equivalente al perjuicio, beneficios que dejan de obtenerse como consecuencia del delito.

Los destinatarios de la indemnización (art. 113 CP) son el agraviado (que no siempre coincide con el perjudicado)29, sus familiares o terceros.

Resulta relevante para establecer la extensión de la responsabilidad civil, la denominada compensación de culpas (art. 114 CP), por la que se puede moderar la reparación o indemnización si la víctima hubiere contribuido a la producción del daño o el perjuicio. De este modo, se suele reducir la cuantía de la indemnización al tener en cuenta que la víctima tuvo algo de culpa.

IV.3. Personas civilmente responsables

En principio, el responsable penal es también el responsable civil y en caso de concurrencia de varios responsables penales (autores y cómplices) se fijarán las cuotas que corresponden a cada uno de ellos (art. 116 CP). Los distintos intervinientes en el delito o falta responden solidariamente entre sí por sus respectivas cuotas y subsidiariamente respecto de las correspondientes de los demás30. También responde solidariamente la persona jurídica que haya sido hecha responsable penal: solidariamente con la persona física que haya sido condenada por los mismos hechos.

28 Se respeta así la clasificación de obligaciones que hace el Código civil en su art. 1.088: «Toda obligación consiste en dar, hacer o no hacer una cosa».

29 El agraviado es el sujeto pasivo de la infracción, la víctima del delito, mientras que el perjudicado es la persona que ha sufrido los daños civiles ocasionados por el delito. Por ejemplo, en los delitos contra la vida humana independiente, el agraviado es la víctima y el perjudicado puede ser un familiar.

30 Los autores y los cómplices, cada uno dentro de su respectiva clase, serán responsables solidariamente entre sí por sus cuotas, y subsidiariamente por las correspondientes a los demás responsables [cfr. las SSTS de 23 de diciembre de 1993 (RJ 9703), 26 de septiembre de 1997 (RJ 6366), 22 de marzo de 2001 (RJ 1357), 4 de junio de 2002 (RJ 7133) y 22 de junio de 2004 (RJ 5445)]. La responsabilidad subsidiaria se hará efectiva, primero, en los bienes de los autores, y después, en los de los cómplices, todo ello sin perjuicio del derecho de repetición que asiste a quien hubiese satisfecho las cuotas correspondientes a los demás (art. 116.2 CP).

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9.ª El art. 117 CP establece la responsabilidad civil directa del asegurador de bienes, industrias o actividades, hasta el límite de la indemnización legalmente establecida o convencionalmente pactada en los casos en que, como consecuencia de un hecho previsto en el Código, se produzca el evento que determine el riesgo asegurado31.

Sin embargo, hay casos en los que no coincide la responsabilidad penal con la civil; al respecto, como veremos a continuación, puede distinguirse entre: supuestos en los que no existe responsabilidad penal (IV.4) y supuestos de responsable civil distinto y subsidiario del responsable penal (IV.5).

IV.4. Responsabilidad civil en el caso de determinadas eximentes

El art. 118 CP contiene las siguientes reglas destinadas a cubrir la responsabilidad civil en casos de inimputabilidad, estado de necesidad, miedo insuperable y error32. Se trata de casos en que, por tales motivos, no hay responsabilidad penal. Otros casos de ausencia de responsabilidad penal no dan lugar en cambio a responsabilidad civil (así, cuando se obra en legítima defensa, del art. 20.4.ª CP).

i) En los casos de realización del hecho típico por quien padece una enajenación mental o alteración en la percepción desde el nacimiento o la infancia (art. 20.1 y 3 CP), son responsables civiles quienes los tuvieran bajo su potestad o guarda siempre que hubiere por su parte culpa o negligencia. Se trata de supuestos de la denominada «culpa in vigilando» atribuible a quien es responsable del inimputable, pero que debe ser demostrada y no presumirse. Esta responsabilidad civil de quien tiene la guarda del sujeto inimputable es compatible con la que pueda tener por sus propios hechos si son calificables autónomamente como hechos delictivos, por ejemplo, por omisión, comisión por omisión.

ii) Son responsables civiles directos el ebrio y el intoxicado declarados exentos de responsabilidad penal con arreglo al art. 20.2 CP. Aquí no hay desplazamiento de responsabilidad a otras personas.

iii) En caso de miedo insuperable (art. 20.6 CP) responde civilmente el que hubiera causado el miedo y, subsidiariamente, quien hubiere ejecutado el hecho movido por el miedo.

iv) En caso de estado de necesidad (art. 20.5 CP) responden civilmente aquellos en cuyo favor se haya evitado el mal, proporcionalmente al perjuicio que les hubiere evitado. El estado de necesidad constituye una causa de justificación. También la legítima defensa lo es. Pero ésta no da lugar a responsabilidad civil.

31 De forma más detallada sobre esto, véase GRACIA MARTÍN, Tratado de las consecuencias jurídicas, pp 616-620.

32 Vid. las SSTS de 8 de marzo de 1984 (RJ 1719), 26 de diciembre de 1989 (RJ 9782), 28 de mayo de 2002 (RJ 6407), 28 de mayo de 2003 (RJ 4279) y 22 de abril de 2004 (RJ 3992).

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9.ª La diferencia estriba en que en aquél existe «enriquecimiento sin causa» por parte de quien sale beneficiado de la acción en caso de necesidad (obsérvese que el precepto del CP no se establece que deba responder civilmente quien obra en caso de necesidad, sino quien se beneficia). Así, por ejemplo, en caso de salvar a quien se halla a punto de morir ahogado a costa de la propiedad de un tercero cuya barca es empleada para el salvamento, no se responde penalmente, pero sí responderá civilmente quien se benefició del salvamento (el que estaba a punto de ahogarse y no quien socorrió).

v) En supuestos de error (art. 14 CP), la posible exención de responsabilidad penal no elimina la responsabilidad civil de quienes padeciéndolo (sea vencible o invenciblemente), hayan ejecutado el hecho. Obsérvese que la referencia al error lo es al art. 14, que define tanto el de tipo como el de prohibición. De este modo, ambos siguen el mismo régimen de responsabilidad civil, pero es distinto el de la responsabilidad penal.

Como puede apreciarse, en estos cinco grupos de casos se incluyen situaciones que afectan a categorías bien distintas de la teoría del delito. Unos se refieren a la antijuricidad33 y al hecho mismo (así, iv] y v] cuando el error es el llamado «error de tipo»); otros, a la culpabilidad (así, i], ii], iii] y v] cuando el error recae sobre la valoración que merece la conducta realizada o «error de prohibición»).

IV.5. Responsables civiles principales y subsidiarios

Los arts. 120 y 121 del CP establecen supuestos de responsabilidad civil subsidiaria que recae sobre determinadas personas en defecto del responsable penal. Para ello es necesario que el responsable penal no pueda hacer efectiva la responsabilidad civil, generalmente por razones de insolvencia, y que se dé una relación entre la persona que se halla obligada subsidiariamente y el delito cometido o su autor.

Los requisitos de la responsabilidad civil subsidiaria son: 1) que entre el responsable civil subsidiario y el responsable penal (responsable civil directo) exista una relación jurídica o de hecho, en virtud de la cual el responsable criminal se halle bajo dependencia, onerosa o gratuita, duradera o circunstancial, de su principal, o que la tarea que realiza el responsable civil directo lo sea con el beneplácito del responsable civil subsidiario y 2) que el delito que genera una y otra responsabilidad civil se halle inscrito dentro del ejercicio normal o anormal de las funciones encomendadas al infractor.34

33 La apreciación de las eximentes de legítima defensa y cumplimiento de un deber no generan responsabilidad civil, según las SSTS de 3 de diciembre de 1993 (RJ 9239) y 28 de mayo de 2003 (RJ 4279).

34 Cfr. las SSTS de 8 de febrero de 1990 (RJ 1929), 29 de mayo de 2000 (RJ 5230), 22 de septiembre de 2000 (RJ 8070), 13 de diciembre de 2001 (RJ 2002, 1180), 15 de febrero de 2002 (RJ 3573), 29 de julio de 2002 (RJ 6357), 24 de septiembre de 2002 (RJ 8590), 14 de octubre de 2002 (RJ 9289), 14 de marzo de 2003 (RJ 2263), 29 de mayo de 2003 (RJ 4412), 22 de octubre de 2004 (RJ 2005, 782), 2 de noviembre de 2004 (RJ 8091), 13 de diciembre de 2005 (RJ 10172) y 9 de febrero de 2007 (RJ 800).

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9.ª En el art. 120 CP se recogen hasta cinco situaciones de responsabilidad civil subsidiaria: 1) los padres o tutores, por los delitos o faltas cometidos por los sometidos a su patria potestad o tutela, siempre que por su parte haya habido culpa o negligencia35. 2) Las personas naturales o jurídicas titulares de editoriales o medios de comunicación36. 3) Las personas naturales o jurídicas, en los casos de delitos o faltas cometidos en los establecimientos de los que son titulares, cuando haya habido infracción de los reglamentos de policía y ello haya sido condición para la causación del delito37. 4) Las personas naturales o jurídicas dedicadas a cualquier género de industria o comercio38. 5) Las personas naturales o jurídicas titulares de vehículos39.

El art. 121 CP contiene la regulación expresa de la responsabilidad civil subsidiaria del Estado por los daños causados por los empleados públicos que resulten sus responsables penales, siempre que la lesión sea consecuencia directa del funcionamiento de los servicios públicos. El texto recoge sólo la responsabilidad civil subsidiaria por delitos dolosos o culposos, con exclusión de las faltas. La responsabilidad civil subsidiaria de un ente público no es aplicable en los casos en que no es acusado ni condenado un funcionario público40.

35 Cfr. art. 120.1º CP y SSTS de 26 de marzo de 1999 (RJ 2054), 13 de septiembre de 2002 (RJ 8828) y 11 de mayo de 2005 (RJ 7578).

36 Cfr. art. 120.2º CP y STS de 22 de mayo de 1993 (RJ 4232).

37 Cfr. art. 120.3º CP y SSTS de 10 de octubre de 1998 (RJ 8709), 28 de junio de 2000 (RJ 5649), 30 de junio de 2000 (RJ 6603), 31 de enero de 2001 (RJ 491), 19 de mayo de 2001 (RJ 9954), 6 de julio de 2001 (RJ 5427), 13 de diciembre de 2001 (RJ 2002, 1180), 15 de febrero de 2002 (RJ 3573), 27 de marzo de 2002 (RJ 5663), 3 de junio de 2002 (RJ 6457), 13 de julio de 2002 (RJ 7506), 27 de septiembre de 2002 (RJ 8847), 22 de octubre de 2002 (RJ 9704), 2 de abril de 2003 (RJ 3487), 30 de octubre de 2003 (RJ 7523), 13 de noviembre de 2003 (RJ 8746), 9 de febrero de 2004 (RJ 543), 25 de marzo de 2004 (RJ 3641), 3 de febrero de 2005 (RJ 2193), 29 de diciembre de 2005 (RJ 2006, 274) y 22 de marzo de 2007 (RJ 1655).

38 Cfr. art. 120.4º CP y SSTS de 2 de octubre de 2000 (RJ 8480), 17 de octubre de 2000 (RJ 9152), 6 de noviembre de 2000 (RJ 9973), 29 de noviembre de 2001 (RJ 2002, 1986), 12 de abril de 2002 (RJ 4766), 5 de junio de 2002 (RJ 5678), 11 de junio de 2002 (RJ 5969), 24 de junio de 2002 (RJ 7618), 24 de septiembre de 2002 (RJ 8590), 17 de octubre de 2002 (RJ 9168), 23 de diciembre de 2002 (RJ 2003, 2706), 29 de mayo de 2003 (RJ 4412), 22 de julio de 2003 (RJ 6054), 9 de octubre de 2003 (RJ 7233), 28 de abril de 2004 (RJ 3462), 15 de julio de 2004 (RJ 5627), 22 de octubre de 2004 (RJ 2005, 782), 2 de diciembre de 2004 (RJ 2005, 27), 31 de marzo de 2006 (RJ 1910) y 9 de febrero de 2007 (RJ 800)].

39 Cfr. art. 120.5º CP y SSTS de 30 de mayo de 1992 (RJ 4963), 1 de abril de 2002 (RJ 6758), 23 de septiembre de 2002 (RJ 9026), 14 de octubre de 2002 (RJ 9289), 19 de diciembre de 2002 (RJ 2003, 2467) y 27 de junio de 2003 (RJ 4365)].

40 SSTS de 24 de mayo de 1999 (RJ 3383), 29 de mayo de 2001 (RJ 4575), 6 de julio de 2001 (RJ 5427), 17 de septiembre de 2001 (RJ 7729), 19 de octubre de 2001 (RJ 9424), 19 de noviembre de 2001 (RJ, 2775), 17 de mayo de 2002 (RJ 6389), 5 de julio de 2002 (RJ 7936), 19 de octubre de 2002 (RJ 9700), 19 de febrero de 2003 (RJ 1793), 31 de marzo de 2004 (RJ 2322), 22 de mayo de 2004 (RJ 3262), 16 de junio de 2004 (RJ 2005, 2165), 18 de octubre de 2004 (RJ 6434), 20 de enero de 2005 (RJ 1067), 25 de abril de 2005 (RJ 6547) y 6 de febrero de 2007 (RJ 1190)].

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La determinación de la pena

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9.ª La acción para exigir la responsabilidad civil en el procedimiento regulado en la LO 5/2000, se ejercitará por el Ministerio Fiscal. Cuando el responsable de los hechos cometidos sea un menor de dieciocho años, responderán solidariamente con él, de los daños y perjuicios causados, sus padres, tutores, acogedores y guardadores legales o de hecho, por este orden. Cuando éstos no hubieren favorecido la conducta del menor con dolo o negligencia grave, su responsabilidad podrá ser moderada por el Juez según los casos.

IV.6. Cumplimiento

Los artículos 125 y 126 CP están dedicados «al cumplimiento de la responsabilidad civil y demás responsabilidades pecuniarias».

El art. 125 prevé la posibilidad de un pago fraccionado, cuando los bienes del responsable civil no sean suficientes para satisfacer de una vez todas las responsabilidades pecuniarias.

Por su parte, el art. 126 CP establece un orden de prelación para el pago de las responsabilidades pecuniarias cuando los bienes del penado (o del responsable civil subsidiario) no puedan cubrir todas. La imputación de los pagos se hará en el siguiente orden: 1.º reparación e indemnización; 2.º indemnización al Estado por los gastos; 3.º costas acusación; 4.º otras costas; y 5.º la multa.

Si el delito fuera de los perseguibles a instancia de parte, en segundo lugar en el orden de pagos irían las costas de la acusación y en tercer lugar la indemnización al Estado.