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LAS DOS ESPAÑAS. Manfred Nolte Nuevamente la paradoja. Frente al pensamiento lineal y cartesiano que caracteriza a Occidente, la reflexión paradójica oriental halla en cada idea válida otra opuesta a la que otorga igual eficacia. Se nos ha educado en occidente hacia el juicio excluyente y absoluto: si o no, blanco o negro. La armonía contenida en el ‘dharma’ budista asume de forma natural la contradicción: si y no, blanco y negro al mismo tiempo. La realidad es múltiple, contradictoria e incluyente. La paradoja surge en nuestro caso de lo que dicen de España algunos indicadores de solvencia internacionales y la cruda realidad contrastada en el día a día. Tres son las referencias habituales que los analistas económicos utilizamos para evaluar la solvencia externa de un país –el llamado ‘riesgo país’- en un escenario de apertura de fronteras y globalización de los mercados. Los tres instrumentos comunes se refieren al tipo de interés de la deuda pública del país en cuestión, a la prima de cobertura de su correspondiente seguro de impago(‘credit default swaps’) y a la nota o ‘rating’ que las agencias de calificación otorguen al país analizado. De esta manera el inversor institucional o privado, o el simple curioso de las relaciones internacionales tiene a su 1

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LAS DOS ESPAÑAS.Manfred Nolte

Nuevamente la paradoja. Frente al pensamiento lineal y cartesiano que caracteriza a Occidente, la reflexión paradójica oriental halla en cada idea válida otra opuesta a la que otorga igual eficacia. Se nos ha educado en occidente hacia el juicio excluyente y absoluto: si o no, blanco o negro. La armonía contenida en el ‘dharma’ budista asume de forma natural la contradicción: si y no, blanco y negro al mismo tiempo. La realidad es múltiple, contradictoria e incluyente. La paradoja surge en nuestro caso de lo que dicen de España algunos indicadores de solvencia internacionales y la cruda realidad contrastada en el día a día.

Tres son las referencias habituales que los analistas económicos utilizamos para evaluar la solvencia externa de un país –el llamado ‘riesgo país’- en un escenario de apertura de fronteras y globalización de los mercados. Los tres instrumentos comunes se refieren al tipo de interés de la deuda pública del país en cuestión, a la prima de cobertura de su correspondiente seguro de impago(‘credit default swaps’) y a la nota o ‘rating’ que las agencias de calificación otorguen al país analizado.

De esta manera el inversor institucional o privado, o el simple curioso de las relaciones internacionales tiene a su disposición el instrumento comparativo que clasifica a las economías desde los puestos de máxima solvencia que se reputan sólidos y duraderos hasta aquellas otros de gran riesgo y dudosa viabilidad. Los capitales que conjuguen la búsqueda de la rentabilidad con la asunción razonable de riesgos tienen a su disposición una útil herramienta. Naturalmente que el último criterio acerca de la solvencia de un país recae en los fundamentos de su economía, esto es, su crecimiento, competitividad, equilibrio exterior, nivel de empleo, estabilidad

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política y jurídica y un largo etcétera adicional. Pero los indicadores citados, prima de riesgo, prima de cobertura de impago y ‘rating’ oficial ya tienen en cuenta todos esos factores y nos dan el trabajo hecho de una forma pública, cómoda y objetiva.

El jueves 17 de abril, el más reciente día de mercado en las bolsas españolas, el bono español a 10 años se compraba en el mercado secundario a un tipo de interés del 3,098%. A estas alturas de la contienda económica mundial todos sabemos que la prima de riesgo es el diferencial con el tipo de interés del bono alemán. Como quiera que este último ofrecía un rendimiento del 1,516%, la archifamosa prima de riesgo se situaba, en la fecha descrita, en 158,20 puntos básicos. No olvidemos que veníamos de la estratosfera financiera cuando en Julio de 2012 marcábamos una prima de 720 puntos básicos. Lo cual nos conduce a una conclusión espectacular: la prima de riesgo española o su equivalente, el tipo de interés a 10 años se aproxima cada vez más al mínimo histórico del 3,005% registrado el 21 de septiembre de 2005, tres años antes del estallido de la burbuja inmobiliaria y dos antes de los primeros escándalos ocurridos en Estados Unidos en torno a las hipotecas ‘sub-prime’ y la titulización fraudulenta de activos inmobiliarios tóxicos. España recupera con este registro la pacífica senda financiera de la década prodigiosa del euro, aquel escenario idílico de tipos de interés a largo plazo bajos y liquidez ilimitada que propiciaba crecimientos sostenibles y ausencia de desempleo. Según este indicador España disfruta de una segunda juventud, la recuperación es un hecho y aquí no ha pasado nada.

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La segunda consideración –aquí se ahonda la paradoja- es que el bono español acaba de batir otro record no menos notorio al cotizar al mismo nivel que la deuda de Estados Unidos. Así, el bono público a cinco años cotiza el 1,7%, igual tipo de rendimiento que el del bono estadounidense al mismo plazo. En el plazo de diez años las diferencias tampoco son significativas: la deuda española está en el 3,09% frente al 2,72% del americano. La conclusión vuelve a ser espectacular: España tiene análoga percepción de solvencia y reputación que el gigante americano. Somos tan buenos como la primera economía mundial, y ello no debido a la manipulación estadística u otra decisión fraudulenta sino por el veredicto de los inversores internacionales que asumen el riesgo público español con idéntico apetito que el riesgo público yanqui sin que nada ni nadie les esté obligando a hacerlo.

El amable lector, sorprendido tal vez por la aparente elocuencia de estos datos, mantendrá la convicción de estar envuelto en una grosera trampa, como es efectivamente el caso.

Ya hemos indicado que existen otras formas de medir el riesgo país. Por ejemplo a través de las primas de los contratos de seguro de impago de emisor soberano y aquí las diferencias son abismales. Lo mismo sucede con el criterio mostrado en las calificaciones de las agencias de rating. Mientras que Estados Unidos está con los mejores de la clase, triple A –con la excepción de Standard&Poor’s que la sitúa en un escalón inferior- España se sitúa nada menos que

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ocho escalones por debajo, a un solo paso del bono basura, y eso que ha sido premiado con la recuperación de un nivel en fecha reciente. Hay que remontarse a 2007 para encontrar niveles equivalentes entre el tipo de la deuda española y americana, pero entonces aun no se había desatado el fiasco ‘subprime’ y España también disfrutaba con su triple A de los primeros puestos en la tabla mundial.

¿Cuál es la razón o razones que promueven un espejismo de las características descritas? Los manuales nos orientan al menos en dos direcciones no siempre matemáticas. La primera se refiere a un escenario de bajo crecimiento y baja inflación en el que retornos nominales modestos se transforman en rendimientos reales aceptables. La demanda de bonos es más acusada en

tiempos de recesión o crecimientos famélicos como puede ser el caso actual de nuestra economía. La segunda y quizás más determinante es la que se deriva de la advertencia lanzada por el Banco Central Europeo para adoptar una próxima política de relajación cuantitativa en la Eurozona. Este tipo de programas implica la creación masiva de dinero nuevo que se utiliza predominantemente para la compra de títulos gubernamentales que empujan sus tipos de interés a la baja. En este contexto los inversores realizan hoy una apuesta firme por España aventurando que los tipos de largo aún caerán más.

Pero existe una última razón que no figura en los libros de texto. Se refiere a la profunda disociación que en España se ha producido tras la crisis entre la economía financiera y la economía real. Aplicado el torniquete al sector bancario y realizado un elogiable esfuerzo de recorte del déficit público, los parámetros financieros se han estabilizado ignorando una economía real cuyo PIB tardará aun más

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de un lustro en alcanzar los niveles previos a la crisis y un paro que se extenderá hasta más allá del 2025 si los vientos son suficientemente favorables. Estamos fotografiando las dos Españas.

21.04.14.

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