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Arthur Schopenhauer Sobre la metafísica de la música [...] Las cuatro voces de toda armonía, es decir, bajo, tenor, contralto y soprano, o tónica, tercera, quinta y octava, corresponden a los cuatro niveles en la serie de los seres, o sea, al reino mineral, el vegetal, el animal y el humano. Esto recibe además una llamativa confirmación en la regla fundamental de la música según la cual el bajo ha de permanecer mucho más alejado de las tres voces superiores que estas entre sí, de modo que solo se puede acercar a ellas a lo sumo una octava y la mayoría de las veces se queda más abajo, conforme a lo cual el acorde perfecto tiene su lugar en la tercera octava de la tónica. Según ello, el efecto de la armonía amplia, en la que el bajo queda lejos, es mucho más potente y bello que el de la ajustada, en la que se acerca más, y que solo se introduce debido al ámbito limitado de los Instrumentos. Pero toda esa regla no es en modo alguno arbitraría sino que tiene su raíz en el origen natural del sistema tonal; pues los primeros niveles armónicos que suenan en consonancia a través de las vibraciones concomitantes son la octava y su quinta. En esta regla reconocemos el análogo musical de la índole fundamental de la naturaleza, en virtud de la cual los seres orgánicos están mucho más cerca entre sí que respecto de las inertes masas inorgánicas del reino mineral; entre estas y aquellos se encuentra el límite más claro y el abismo más profundo de toda la naturaleza. – El hecho de que la voz alta, que canta la melodía, sea al mismo tiempo una parte integrante de la armonía y se conecte en ella hasta con el bajo más profundo puede considerarse en analogía con el hecho de que la misma materia que en un organismo humano es el sostén de la idea del hombre tenga que representar y soportar al mismo tiempo las ideas de la gravedad y las propiedades químicas, es decir, los grados inferiores de objetivación de la voluntad. Porque la música, a diferencia de todas las demás artes, no representa las ideas o grados de objetivación de la voluntad sino inmediatamente la voluntad misma, se explica que ejerza un influjo tan inmediato sobre la voluntad, es decir, sobre los sentimientos, pasiones y afectos del oyente, exaltándolos rápidamente o transformándolos. [...] Fuente: Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación II. Complementos al libro tercero, pp.499-500. Trad. por Pilar López de Santa María, Madrid, Editorial Trotta, S.A., 2005

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Arthur Schopenhauer

Sobre la metafísica de la música

[...] Las cuatro voces de toda armonía, es decir, bajo, tenor, contralto y soprano, o tónica,tercera, quinta y octava, corresponden a los cuatro niveles en la serie de los seres, o sea,al reino mineral, el vegetal, el animal y el humano. Esto recibe además una llamativaconfirmación en la regla fundamental de la música según la cual el bajo ha de permanecermucho más alejado de las tres voces superiores que estas entre sí, de modo que solo sepuede acercar a ellas a lo sumo una octava y la mayoría de las veces se queda másabajo, conforme a lo cual el acorde perfecto tiene su lugar en la tercera octava de latónica. Según ello, el efecto de la armonía amplia, en la que el bajo queda lejos, es muchomás potente y bello que el de la ajustada, en la que se acerca más, y que solo seintroduce debido al ámbito limitado de los Instrumentos. Pero toda esa regla no es enmodo alguno arbitraría sino que tiene su raíz en el origen natural del sistema tonal; pueslos primeros niveles armónicos que suenan en consonancia a través de las vibracionesconcomitantes son la octava y su quinta. En esta regla reconocemos el análogo musicalde la índole fundamental de la naturaleza, en virtud de la cual los seres orgánicos estánmucho más cerca entre sí que respecto de las inertes masas inorgánicas del reinomineral; entre estas y aquellos se encuentra el límite más claro y el abismo más profundode toda la naturaleza. – El hecho de que la voz alta, que canta la melodía, sea al mismotiempo una parte integrante de la armonía y se conecte en ella hasta con el bajo másprofundo puede considerarse en analogía con el hecho de que la misma materia que enun organismo humano es el sostén de la idea del hombre tenga que representar ysoportar al mismo tiempo las ideas de la gravedad y las propiedades químicas, es decir,los grados inferiores de objetivación de la voluntad.

Porque la música, a diferencia de todas las demás artes, no representa las ideas o gradosde objetivación de la voluntad sino inmediatamente la voluntad misma, se explica queejerza un influjo tan inmediato sobre la voluntad, es decir, sobre los sentimientos,pasiones y afectos del oyente, exaltándolos rápidamente o transformándolos.

[...]

Fuente: Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación II.Complementos al libro tercero, pp.499-500.Trad. por Pilar López de Santa María, Madrid, Editorial Trotta, S.A., 2005