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2.3. La respuesta humana al Reinado de Dios 44 En la frase-síntesis de Marcos que hemos tomado como base se lee: “Conviértanse y crean en la Buena Noticia” 45 . Se trata aquí de la respuesta que el hombre debe dar ante el don del Reino. ¿Qué es la conversión?, ¿qué es la fe? 2.3.1. Significado de “fe” y “conversión”. Por conversión (metánoia) se entiende un cambio del modo de pensar y de actuar propio por el que Dios quiere. Es un cambio de rumbo, de mentalidad. Este concepto general es común a los maestros de la Ley y Jesús. Las sentencias rabínicas hablan frecuentemente de la conversión a la que todos están obligados, incluso los justos, especialmente a la hora de la muerte. Ella consiste en apartarse de las faltas pasadas y reparar el mal que se ha cometido. Sin embargo, la llamada de Jesús a la conversión se sitúa en una perspectiva completamente nueva: resuena en el momento de la llegada del Reinado de Dios; eso es lo que le da su fundamento y su carácter de urgencia. Convertirse significa ahora: aprovechar la salvación presente y darlo todo por ella: “El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel. También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y al encontrar una de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra” (Mt 13,44-46). Convertirse significa no disculparse con razones plausibles en cualquier otro momento, sino aceptar la invitación, dejarlo todo y venir, como se expresa en la “parábola de los invitados al banquete”: “Al oír esto, uno de los comensales le dijo: ‘¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!’. Él le respondió: ‘Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ‘Vengan, que ya está todo preparado’. Pero todos a una comenzaron a disculparse. El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses’. Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses’. Otro dijo: ‘Me acabo de casar, y por eso no puedo ir’. Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, el dueño de casa, airado, dijo a su siervo: ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, a ciegos y cojos’. Dijo el siervo: ‘Señor el siervo, ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio’. Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga 44 En esta parte utilizo ampliamente a BORNKAMM,G., op. cit., pp. 87-89, 101-123, y VILLEGAS,B, “Evangelizar hoy”, op.cit., pp.23-35. 45 En la Vulgata se lee: “Paenitemini et credite evangelio”, esto es, “hagan penitancia y crean en el Evangelio”. La palabra “penitencia”, aquí, entonces, es sinónimo de “conversión”. Hay que notar, sin embargo, que este término actualmente tiene un sentido muy diferente al de la “metánoia” de Jesús. 47

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2.3. La respuesta humana al Reinado de Dios 44

En la frase-síntesis de Marcos que hemos tomado como base se lee: “Conviértanse y crean en la Buena Noticia” 45. Se trata aquí de la respuesta que el hombre debe dar ante el don del Reino. ¿Qué es la conversión?, ¿qué es la fe?

2.3.1. Significado de “fe” y “conversión”.

Por conversión (metánoia) se entiende un cambio del modo de pensar y de actuar propio por el que Dios quiere. Es un cambio de rumbo, de mentalidad.

Este concepto general es común a los maestros de la Ley y Jesús. Las sentencias rabínicas hablan frecuentemente de la conversión a la que todos están obligados, incluso los justos, especialmente a la hora de la muerte. Ella consiste en apartarse de las faltas pasadas y reparar el mal que se ha cometido.

Sin embargo, la llamada de Jesús a la conversión se sitúa en una perspectiva completamente nueva: resuena en el momento de la llegada del Reinado de Dios; eso es lo que le da su fundamento y su carácter de urgencia. Convertirse significa ahora: aprovechar la salvación presente y darlo todo por ella:

“El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel. También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y al encontrar una de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra” (Mt 13,44-46).

Convertirse significa no disculparse con razones plausibles en cualquier otro momento, sino aceptar la invitación, dejarlo todo y venir, como se expresa en la “parábola de los invitados al banquete”:

“Al oír esto, uno de los comensales le dijo: ‘¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!’. Él le respondió: ‘Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos; a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los invitados: ‘Vengan, que ya está todo preparado’. Pero todos a una comenzaron a disculparse. El primero le dijo: ‘He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses’. Y otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses’. Otro dijo: ‘Me acabo de casar, y por eso no puedo ir’.

Regresó el siervo y se lo contó a su señor. Entonces, el dueño de casa, airado, dijo a su siervo: ‘Sal en seguida a las plazas y calles de la ciudad, y haz entrar aquí a los pobres y lisiados, a ciegos y cojos’. Dijo el siervo: ‘Señor el siervo, ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía hay sitio’. Dijo el señor al siervo: ‘Sal a los caminos y cercas, y obliga

44 En esta parte utilizo ampliamente a BORNKAMM,G., op. cit., pp. 87-89, 101-123, y VILLEGAS,B, “Evangelizar hoy”, op.cit., pp.23-35.45 En la Vulgata se lee: “Paenitemini et credite evangelio”, esto es, “hagan penitancia y crean en el Evangelio”. La palabra “penitencia”, aquí, entonces, es sinónimo de “conversión”. Hay que notar, sin embargo, que este término actualmente tiene un sentido muy diferente al de la “metánoia” de Jesús.

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a entrar hasta que se llene mi casa’. Porque les digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena” (Lc 14,15-24).

En esta parábola no se contrapone un “tipo de actividad” con otro: por ejemplo, la “secular”, “laical”, de los primeros invitados y la “religiosa” de 46 de los últimos. Las disculpas se refieren a tareas perfectamente legítimas. Sin embargo, ¡no se hace otra cosa cuando uno es invitado y la cena está servida! Lo central de la parábola dice relación con el “tiempo”, con el “kairós”: los fariseos están desperdiciando la gran oportunidad salvadora brindada por Dios, debido a su excesiva seguridad de que “entrarán al banquete” (= Reino) de todas formas; sin embargo, Jesús les advierte que otros pueden ocupar los puestos reservados para ellos.

¿Qué es, por su parte, la fe (pístis)?

En el AT la palabra “fe” debe ser entendida en vinculación con la Alianza. El término castellano, traduce la palabra hebrea “emet”, que significa “seguridad”, “firmeza” “confianza” en el cumplimiento de los deberes que corresponde a las partes en un pacto. En lo relativo a Dios, se trata de sus acciones salvadoras; al hombre, de la actitud por la cual se confía en Él como un aliado que es firme porque no engaña ni defrauda sino que cumple su promesa de salvación. Por eso, la fe está muy vinculada a la “esperanza”, esto es, al ponerse en camino en dirección a la meta de la promesa del Señor, tal como se aprecia en la figura de Abraham.

En el anuncio de Jesús, se trata de la aceptación del Reinado de Dios, tal como Él lo anuncia. Jesús exige que se ponga en Él la confianza que corresponde sólo a Dios, debido a que se considera su enviado, su representante, el que hace presente en el mundo la acción divina.

Como se ve, en Jesús, fe y conversión son casi sinónimos. Ambos significan acoger a Dios que comienza a reinar, aprovechar la oportunidad que ofrece, dejarse salvar por Él, cambiar la propia vida de acuerdo al don del Reino. ¿Qué rasgos caracterizan la fe y la conversión evangélica?

2.3.2. Respuesta a la iniciativa de Dios

Para el pensamiento judío, la conversión es lo primero; ella es la condición para que el pecador pueda esperar la gracia o la salvación. Esta última es concebida como recompensa al esfuerzo humano.

En Jesús, es el don de Dios, la salvación ofrecida aquí y ahora, operante en medio de los hombres, la que engendra la conversión. En la parábola vista más arriba, los que se sientan a la mesa son los pobres, los inválidos, los ciegos y los paralíticos, y no la gente que ya está medio curada. A los publicanos y pecadores que comen con Jesús (lo mismo que al “hijo pródigo”) no se les pregunta sobre el grado de su progreso moral. La oveja perdida

46 A menudo indentificada con la asistencia a la Eucarisía en las homilías dominicales.

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(Lc 15,4-7) no ha comenzado a hallar el camino de regreso; es el pastor quien la busca y la carga sobre sus hombros.

No hay, entonces, condiciones previas para recibir el don de Dios. No se exige una actividad del hombre que prepara la venida de la “gracia”. La conversión es “ser encontrado” por Jesús.

Convertirse significa, pues, hacerse pequeño delante de Dios: “Porque todo el que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado” (Lc 14,11). “Yo les aseguro: el que no reciba el Reinado de Dios como un niño, no entrará en él (Mc 10,15; Lc 18,7) No se trata de la presunta inocencia de la infancia lo que se presenta como ideal, según la interpretación romántica que se da a veces a estas palabras, sino de la pequeñez del niño, de su total dependencia de los demás, de su incapacidad para proveerse de lo necesario para su subsistencia.

Es necesario, entonces, renunciar a la pretención de merecer el Reino. “Nada de lo que el hombre tenga o deje de tener: riqueza, poder o saber; nada que el hombre haya podido hacer en su pasado; nada que sea sólo la expresión del juicio de otros hombres sobre el valor de un hombre: nada de esto puede sustraerlo al ofrecimiento que, en Jesús, le hace Dios aquí y ahora” 47.

2.3.3. Liberación para el amor

2.3.3.1. Liberación de la Ley

Convertirse es ponerse a disposición de Dios para hacer su voluntad, estar al servivio de su proyecto, vivir la vida como una misión encomendada. Responder a la invitación de Dios significa estar dispuesto a que su querer abarque toda nuestra existencia, sin reservar aspectos de ésta en los que Él esté ausente. Jesús advierte: “El que quiera conservar su vida la perderá y el que la pierda la encontrará” (Lc 17,33) 48.

Pero, ¿cuál es la voluntad de Dios? ¿Cómo se descubre?

Los fariseos veían la voluntad de Dios expresada en forma completa y para siempre en la Ley; por eso, es importante comprender cuál fue la postura de Jesús hacia ella.

Jesús no pretende suprimir la Torah ni reemplazarla por su propio mensaje: “No piensen ustedes que he venido a abolir la Ley y los profetas. No he venido a abolir sino a dar cumplimiento” (Mt 5,17). Jesús cumple la Ley y cita la Escritura como Palabra de Dios.

47 VILLEGAS,B. “Evangelizar a los pobres”, op. cit., p. 10.48 No se trata de una renuncia masoquista a la propia personalidad, sino de proyectar la propia existencia en términos de donación y no de posesión; y ello porque sólo una vida entregada y solidaria conduce a la felicidad (la “vida”, en sentido bíblico).

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Sin embargo, Jesús a veces critica a la Torah, como puede verse en dos pasajes: el primero, Mc 7,14-23, en el que cuestiona las normas de pureza e impureza (y que hemos comentado más arriba); el segundo, Mc 10,1-12, en el que critica la posibilidad de divorcio (Dt 24). En otros textos, Jesús coloca su autoridad por encima de la Ley con una libertad impensable en un rabino: “Han oído ustedes que fue dicho a los antepasados 49... pero yo les digo” (Mt 5,21-22 y ss).

En una categoría aparte hay que poner los textos en que Jesús critica, no la Ley, sino la tradición oral de los rabinos, que la interpreta y que la ha desfigurado o anulado. Es el caso de las curaciones en sábado (Mc 3,1-5; Lc 13,10-17; etc.) y de cuando lo discípulos arrancan espigas en el camino para saciar su hambre (Mc 2,23-28).

¿Cómo se entiende la actitud de Jesús? Hay en Él una enorme protesta en contra de la mentalidad de los escribas y fariseos, que ha terminado por aprisionar la voluntad de Dios en la Ley. Tratar así a la Torah es atribuirle inevitablemente una autoridad formalista que lleva a una obediencia con las mismas características, que se hace mensurable, demostrable. La acción se convierte en “obra” y éstas se acumulan hasta constituir un “capital”. Las relaciones con Dios terminan siendo de haberes y deberes, ganancias y deudas; el comportamiento del hombre se convierte en objeto de transacciones con Dios, como lo muestran las palabras del fariseo en el Templo (en la parábola vistaque vimos más arriba (Lc 18,9-12).

Se produce, entonces un doble muro entre el creyente y Dios. El primero de los cuales es la Ley, que ha logrado ocultar a Dios, cubrirlo con sus mandatos, dejar su voluntad atrapada en ellos. El segundo, las “obras”, que ha colocado al hombre detrás de ellas, angustiado por sus “deudas” o satisfecho en sus cumplimientos 50.

La palabra de Jesús atraviesa esta defensa imaginaria. Libera a la voluntad divina de su petrificación en las tablas de la Ley y toca al corazón del hombre que se había encerrado en la fortaleza tranquilizadora o agobiante de la legalidad. Para conseguir este objetivo Jesús no recurre a exhortaciones generales ni a principios teóricos o morales, ni menos aún a nuevas normas, aún más estrictas que las de la Torah.

La “nueva Ley” del Sermón de la Montaña 51 es, en realidad, un “anti-código”. Sus “normas” son casi siempre impracticables 52, su lenguaje deliberadamente exagerado 53. Es un discurso poético que busca generar en una nueva mentalidad, en la línea del “corazón nuevo” del que hablaba Ezequiel (Ezq 11,19-20). Estas palabras ponen al hombre desnudo ante Dios y su voluntad en el “hoy” de cada día 54. Jesús pide, en el fondo, una

49 Que significa “han oído ustedes que Dios dijo a sus antepasados”; en este caso, y en otros, Jesús usa la voz pasiva para evitar nombrar directamente a Dios, por respeto a su “nombre”.50 BORNKAMM,G. op. cit., p. 11051 Se entiende por tal una recopilación de palabras de Jesús referidas al actuar del discípulo, ordenadas de forma sistemática por Mateo, en los caps. 5 a 7. 52 Por ejemplo, es imposible no jurar por Dios en un juicio, como lo pide Jesús en 5,34, poner siempre “la otra mejilla” como en 5,39 (Jesús no lo hace en Jn 18,22-23), etc.53 VILLEGAS,B., “Comprender el Sermón de la Montaña”, op. cit., pp. 40-41.54 Buscan, dicho en lenguaje actual, desarrollar en el creyente la capacidad de un discernimiento adulto de la voluntad de Dios en cada situación concreta (“ya no estamos bajo el pedagogo sino que somos herederos”,

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identificación profunda con lo central del corazón de Dios: su amor gratuíto; por eso amar es hacer la voluntad de Dios.

2.3.3.2. Liberación para el amor

Jesús propugna, como hemos visto, una liberación de la Ley en cuanto poder que oprime al hombre, que lo hace vivir obsesionado por la propia salvación o detrás de un muro tranquilizador que lo defiende de la voluntad de Dios. Sin embargo, dicha liberación no puede ser una excusa para el egoísmo; los mandatos más importantes de la Torah siguen en pie 55 (“no piensen que he venido a abolir la Ley y los Profetas, no he venido a abolir sino a dar cumplimiento”: Mt 5,17), ¿cuáles son?

Jesús no responde a esta pregunta, pero nos orienta remitiéndonos al doble mandato del amor, que ya algunos rabinos habían presentado como lo central de la Ley:

“Se levantó un legista, y dijo para ponerlo a prueba: ‘Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna? Él le dijo: ‘¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?’ Respondió: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con toda tu mente 56; y al prójimo como a tí mismo 57 ” (Lc 10,25-28).

Si bien la presentación de estos dos mandatos juntos como lo fundamental de la Ley no es original de Jesús, sí lo es el modo de entender esa centralidad y unión. Ésta puede sintetizarse en 3 afirmaciones:

- El amor a Dios y al prójimo no están en el mismo nivel. El primero tiene una primacía que nada puede reemplazar, ni siquiera el amor al prójimo (“Nadie puede servir a dos señores”: Mt 6,24).

- Por otra parte, el amor al prójimo debe ser al hermano por sí mismo. No puede ser el otro un medio para amar a Dios (o para mi salvación personal 58). En la “parábola del juicio final”, los de la derecha no se han dado cuenta de que lo hecho al menor de los hermanos estaba dirigido a Dios (Mt 25,31-46).

- El amor a Dios funda el amor al hermano, ya que sólo un corazón centrado en Dios y no en los ídolos es capaz de amar al prójimo; pero también

- el amor al que está cerca es un “test” de que se está amando de verdad a Dios y no a una imagen falsificada de él.

dirá Pablo, o sea, hijos con todos los derechos de un adulto: Gal 3,24)55 ¡Desde luego los del Decálogo (Ex 20,1-17)!56 Dt 6,5.57 Lv 19,18.58 Hay ciertas visiones de la santidad del cristiano que van en la línea de “hacer carrera”, en la que el prójimo es utilizado como un medio para la propia santificación. Observaciones acertadas al respecto se encuentran en VILLEGAS,B. “Santos despreocupados de serlo”, en Revista Mensaje, Marzo-Abril, 1989.

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¿Qué significa amar al prójimo? Jesús lo enseña magistralmente en la conocida “parábola del buen samaritano”(Lc 10,25-37). Ella viene a continuación del doble mandato del amor. Lo que sigue es un comentario del texto:

Lc 10,25: “Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: ‘Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia vida eterna?’”.

La pregunta pretende obtener normas concretas en vistas a la gran preocupación del mundo fariseo: la aprobación de Dios en el juicio final.

10,26-28: “(26) Él (Jesús) le dijo: ‘¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?’(27) Respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.’ (28) Le dijo entonces: ‘Bien has respondido. Haz eso y vivirás.’”

La respuesta de Jesús desiluciona al escriba, es demasiado amplia y vaga; por eso, él busca una mayor delimitación. Los grandes maestros habían tenido ya discusiones al respecto: ¿hasta donde debe abarcar el concepto de prójimo?, ¿a la propia familia, tribu, nación? Es un pensamiento que opera en círculos concéntricos: ¿hasta cual se debe llegar?

10,29-32: “(29) Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: ‘Y ¿quién es mi prójimo?’ (30) Jesús respondió: ‘Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. (31) Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. (32) De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo.”

En la conducta del sacerdote y del levita, Jesús recoge hábilmente la visión que tiene el interlocutor. De ellos no se puede esperar mucho; son símbolos de una religión exterior y decadente.

10,33ª: “Pero un samaritano que iba de camino se acercó a él,...”

Del samaritano se puede esperar menos aún. Como se indicó en la parte de “Palestina en tiempos de Jesús”, los samaritanos son enemigos declarados de los judíos.

10,33 b -35: “...y al verle tuvo compasión; (34) y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. (35) Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: ‘Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.’”

En contra de todo lo esperado, es el samaritano el que “siente compasión”. Ésta se manifiesta en lo que hace: se acerca, venda sus heridas, les echa aceite (para calmar el dolor) y vino (para desinfectarlas), lo monta en su caballo y le consigue hospedaje.

10,36: “(36) (Jesús dijo) ‘¿Quién de estos tres te parece que se hizo prójimo del que cayó en manos de los salteadores?’ (37) Él (legista) dijo: ‘El que practicó la misericordia con él.’ Le dijo Jesús: ‘Vete y haz tú lo mismo.’”

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Jesús modifica la pregunta original: ya no es “¿quién es mi prójimo?, sino ¿“quién se comportó como prójimo”? Este cambio corresponde al del punto de vista del escriba por el de Jesús.

Lo verdaderamente central de la parábola la revelación de que Dios como Padre asume el punto de vista del herido: para éste existen sólo dos tipos de personas: las que no lo ayudaron y la que lo ayudó; muy poco le importan las divisiones entre sacerdotes y escribas, judíos y samaritanos. El escriba mira las cosas desde sí mismo; Dios, en cambio, lo hace desde el necesitado, para quién es fundamental que el que va pasando “se haga prójimo suyo” y lo socorra 59.

Es muy significativo que las “antítesis” 60 del Sermón de la Montaña terminen con una enseñanza de cómo es Dios.

“Han oído que fue dicho (o que Dios dijo): ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pero yo les digo: ‘Amen a sus enemigos (...) para que sean ustedes hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos (...) Ustedes sean perfectos, como es perfecto su Padre celestial 61

A modo de conclusión de esta sección dedicada a la voluntad de Dios, la parábola comentada nos enseña que las exigencias de esa voluntad llegan a nosotros, no desde las páginas sagradas de un código, sino desde las necesidades concretas de los que están a nuestro lado. Así, la vida queda convertida en una gran aventura; tan imprevisible como imprevisibles son las necesidades de los que irrumpen en mi vida 62.

Todo esto trae como consecuencia la imposibilidad de acumular bienes delante de Dios, aunque estos sean espirituales. Es necesario una entrega con total decisión en el momento presente, sin la pretención de que ella nos deje un residuo capitalizado y utilizable. “A cada día le basta su afán” (Mt 6,34). Dios nos da la posibilidad de que nada de nuestro triste pasado cuente; pero esto tiene como contrapartida el que no podemos contar con méritos o virtudes acumulados 63.

59 Por eso es tan empobrecedor ese modo de interpretar las parábolas que busca “sacar su enseñanza”, “su moraleja”, entendiendo por ésta una indicación de “qué es lo que hay que hacer”.60 Mt 5,21-44; hemos visto su estructura: “Han oído ustedes que fue dicho ...pero yo les digo”.61 Debe notarse que la “perfección” en Dios consiste en su amor gratuito.62 VILLEGAS,B. “La predicación de Jesús en el Evangelio”, en “Cuadernos Universitarios”, nº 1, Eds Paulinas, Stgo, (no indica año), p. 25. Cuando se trata de necesidades permanentes del prójimo la pregunta es: “¿A qué necesidades de aquel me corresponde responder, de acuerdo a mis “carismas” (es decir, a esos dones que el Espíritu ha puesto en mí)? La respuesta a ella es fundamental a la hora de querer descubrir la propia “vocación” (=llamado de Dios)”. La fidelidad a esta última acarrea vitalidad, unidad interior y paz.63 VILLEGAS,B. “La predicación de Jesús en el Evangelio”, op. cit., p. 18.

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2.4. La paternidad de Dios 64

(El Dios del reino)

2.4.1. Problemas con la paternidad de Dios

Hablar de Dios como Padre hoy en día no es fácil. La caracterización de Dios en esos términos provoca una serie de problemas que es indispensable abordar si es que no se quiere deformar o vaciar de sentido el contenido de los textos bíblicos.

Un primer problema lo constituye la experiencia relacionada con nuestro propio padre terreno. Sin duda la vivencia que se ha tenido en este aspecto condiciona la imagen que tenemos de Dios. ¿No estaremos proyectanto en Dios los rasgos positivos o negativos de nuestro padre? ¿Qué sucede cuando el padre ha sido –como en muchas familias de América Latina- “el gran ausente”?

Un segundo tipo de problemas lo constituye la presencia, a menudo inconsciente en nosotros, del rechazo moderno de Dios como Padre. La modernidad, en su reacción contraria a la tutela eclesial propia de la Edad Media, terminó concibiendo a Dios Padre como un rival del hombre. Si este último quería llegar a ser plenamente humano, llegar a la “mayoría de edad” y asumir su propio destino, había entonces que dejar de lado a un Dios que relegaba al hombre a un estado de “infantilismo” humano y religioso. Pensadores tan diversos como Marx, Freud, Nietzsche, Sartre y Merleau-Ponty, estuvieron de acuerdo en este punto.

Otro tipo de problemas lo ha puesto en el tapete la teología feminista. Según ella, la concepción de Dios como Padre deja fuera sus rasgos maternales y termina sacralizando socialmente al “varon” que pasa, a menudo, a ser concebido como la única “imagen de Dios” (en contra de Gn 1,27) 65.

Finalmente, el problema más grave respecto al carácter “paternal” de Dios lo plantea la reflexión (filosófica, teológica, artística, etc.) sobre la realidad del mal en el mundo. Si Dios es Padre de todos los hombres, ¿cómo explicar que exista tanta pobreza, soledad y desamparo entre sus hijos?; ¿qué decir, sobre todo, del “sufrimiento del inocente”, esto es, del que no ha causado ningún mal, como es el caso de los niños? Detrás de esta pregunta suele estar latente la siguiente alternativa: si Dios causa el mal o, pudiendo evitarlo, lo permite, estaríamos ante un Dios “sádico” o al menos “cómplice del mal”.Si Dios no puede evitar el mal, entonces estaríamos ante un Dios bueno pero “impotente” 66.

Este se hace aún más agudo con la enorme difusión que ha tenido en el pasado la

64 Basado en :TORRES QUEIRUGA,A., “Creo en Dios Padre”, Sal Terrae, Santander, 1986, pp.15-45, 73-149, GALLO,L., “El Dios de Jesús”, CCS, Madrid, 1992, pp. 7-32, 130-139, y BORNKAMM,G., pp. 130-135.65 Que esta posibilidad de considerar imagen de Dios sólo al varón es muy real lo muestra la increíble argumentación de San Pablo en 1 Cor 11,2-966 Es posible constatar que la mayoría de la gente prefiere la primera alternativa a la segunda: es más fácil aceptar a un Dios Todopoderoso, que obra a veces el mal, que a un Dios bueno pero impotente.

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“teoría de San Anselmo”, tan presente en la catequesis tradicional. Según ella, Dios Padre, previendo el futuro pecador del hombre, envió a su Hijo al mundo para cancelar la deuda que éste tenía con Dios por el pecado de Adán. El “pecado original” (y los pecados personales que son consecuencias de él) constituía una ofensa a Dios tan grave que sólo el “Dios-hombre” Jesucristo podía repararla. Mediante su sufrimiento, Jesús “dio satisfacción” (pagó la deuda) en lugar de toda la humanidad.

2.4.2. La paternidad de Dios en el AT

Hay que descartar la idea de que Jesús ha sido el primero en la historia de las religiones en llamar a Dios “Padre” y en hacer de la filiación de los hombres a Él el centro de su mensaje. La idea de la paternidad de Dios es corriente, con muchas variantes, en múltiples religiones. Así, en las religiones míticas, como en la religión griega, por ejemplo, Zeus es “padre” de una familia de dioses.

Volveremos a encontrar esta idea, en términos filosóficos, entre los estoicos; para ellos la divinidad es el padre del cosmos y los hombres son sus hijos; éstos pueden estar seguros de su asistencia y providencia.

En el AT, Dios es llamado Padre en un sentido muy distinto. De partida, llama la atención la escasez de textos que hablan de Dios en estos términos (menos de 20). Pareciera ser que se trató de evitar a toda costa la confusión con los mitos cananeos y sus dioses de la fecundidad. No encontramos aquí la idea de una descendencia física de los dioses, semidioses y héroes a partir de un padre divino (religión griega), ni la de una filiación divina común a todos los hombres por estar dotados de razón (filosofía estoica).

Por eso, la paternidad de Dios se revela en un “hecho histórico”: la salida de Egipto; y designa la relación exclusiva que ha supuesto la elección de Israel por parte de Yahveh. Por eso, el pueblo en su conjunto es llamado “hijo primogénito” de Dios (Ex 4,22-23) y Yahveh el Padre de Israel (Jer 31,9).

En época de la monarquía, el rey es considerado hijo de Dios en un sentido privilegiado, y eso desde la antigua promesa hecha a Natán, que se refería al futuro de la dinastía (“casa”) de David: “Yo seré su Padre y él será mi hijo” (2 Sam 7,14; Sal 89,27-38). Lo mismo pasa con el texto que cita a menudo el NT aplicándolo al mesías prometido: “Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy” (Sal 2,7). No se trata, en este último caso, de un nacimiento milagroso sino de la entronización de un nuevo rey israelita “en nombre” de Yahveh.

En el Judaísmo la idea de paternidad divina y de filiación se aplica a los “justos” (particularmente a los mártires), como consuelo y promesa para los que obedecen los mandamientos de Dios (Eclo 4,10; Sab 2,16-20).

2.4.3. La paternidad de Dios en el Jesús

La utilización por parte de Jesús del término “Padre” para designar a Dios no introduce, pues, una nueva idea de Él. Sin embargo, manifiesta ciertas características que

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están estrechamente ligadas al conjunto de su mensaje. Así, la relación padre-hijo no se aplica nunca al pueblo; no se refiere a la nación y a su origen como una garantía de salvación. Tampoco, es un privilegio reservado a los hombres piadosos. Por el contrario, para Jesús, Dios es el Padre “de los malos como de los buenos, de los justos como de los injustos” (Mt 5,45; 21;28-32). Lo que funda la exigencia: “Amen a sus enemigos y ruegen por los que los persiguen, para que sean ustedes hijos de su Padre Celestial ... Sean perfectos como es su Padre Celestial (Mt 5,44-48).

Jesús proclama una presencia inmediata de Dios en le cuidado de sus hijos que se pone de relieve en las palabras siguientes: “Ningún pajarillo caerá en tierra sin el consentimiento del Padre de ustedes. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están todos contados” (Mt 10,29-30). “No anden ustedes preocupados por su vida, qué comerán, ni por su cuerpo, con qué se vestirán. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo: no siembran ni cosechan, ni recogen en graneros: y el Padre celestial de ustedes las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas? (...) Busquen primero el Reino de Dios y su justicia y todas esas cosas se les darán por añadidura” (Mt 6,25-33). “Su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de pedírselo” (Mt 6,8) 67.

El modo de ser de Dios como Padre se muestra sobre todo en su conducta para con los pecadores, como se expresa de modo incomparable en la “parábola del hijo pródigo” (Lc 15,11-32). Presento a continuación un breve comentario:

15,11-13: “(11)Dijo Jesús: Un hombre tenía dos hijos; (12) y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde’. Y él les repartió la herencia. (13) Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.”

La figura central del relato es siempre el padre. Él permite a su hijo más joven que se marche libremente, a pesar de haberle exigido su parte de la herencia y de haberlo tratado, por consiguiente, como si ya estuviera muerto.

15,14-16: “(14) Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. (15) Entonces fue y acordó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus tierras a pastorear cerdos. (16) Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.”

El hijo menor ha caído en lo más bajo: no sólo pasa hambre sino que trabaja al servicio de un extranjero cuidando cerdos (¡el animal impuro por excelencia!).

15,17-20: “(17)Y reflexionando en su interior, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! (18) Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado

67 La realidad parece desmentir de una manera brutal estas palabras; sin embargo, Jesús no promete que no vayamos a pasar necesidad y persecuciones, y hasta padecer una muerte violenta en el servicio del Reino. Lo que Él asegura es que, aún en el peor de los casos, todo lo que somos (nuestra identidad) será preservado y llevado a plenitud por Dios.

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hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. (20) Y levantándose, partió hacia su padre.”

Contrariamente a lo que a menudo se ha dicho, una lectura atenta muestra que no se trata de una “conversión” propiamente tal sino simplemente de la constatación de que se encuentra en un “callejón sin salida”. El recuerdo del padre le hace pensar que no sólo estaba bien allí sino que con lo que hizo ha perdido todos sus derechos de hijo.

Su regreso lleva una propuesta: no ser tratado como hijo sino como un jornalero más. Le parece que eso es lo que corresponde a su conducta. En todo caso, significa una enorme mejoría respecto de lo que está viviendo ahora.

15,21-24: “Estándo él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. (21) El hijo le dijo: ‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo’. (22) Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Traigan deprisa el mejor vestido y vístanlo, pónganle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. (23) Tráigan el ternero engordado, mátenlo, y comamos y celebremos una fiesta, (24) porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado’. Y comenzaron la fiesta.”

El padre no ha esperado dentro de su casa; ha visto a su hijo cuando se encontraba todavía lejos. Le da lástima, se precipita a su encuentro, lo abraza y lo besa. No escucha su explicación sino que, apresuradamente, le devuelve todos sus derechos de hijo (el anillo en la mano) y organiza una fiesta 68.

15,25-30: “(25) Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; (26) y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. (27) Él le dijo: ‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el ternero engordado, porque le ha recobrado sano’. (28) Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. (29) Pero él replicó a su padre: ‘Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; (30) y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu fortuna con prostitutas, has matado para él el ternero engordado!’”

Esta última parte, que relata el diálogo entre el padre y el hijo mayor, constituye una parte esencial de la parábola. No es posible entender correctamente su sentido si es que se omite.

Nuevamente es el padre quien toma la iniciativa; lleno de diligencia va a su encuentro y lo invita a entrar. Sin embargo, el hijo no quiere hacerlo, invocando toda una vida de obediencia a él. De pasada, se desentiende de su hermano (“ese hijo tuyo”). El relato pone de manifiesto que no sólo el hijo menor desconocía el modo de ser de su padre

68 Contrariamente a lo que a veces se ha dicho, esta conducta no corresponde en absoluto a la que tendría un padre judío (o actual) en una situación semejante. Más bien es esperable una solución intermedia entre la misericordia y la justicia; algo así como: “me alegra que hayas vuelto, pero de ahora en adelante te ganas duramente tu pan”.

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sino también el mayor. Su relación con él era más cercana a la de un empleado con su jefe que de un hijo con su padre.

15,31-32: “(31) Pero él le dijo: ‘Hijo, tu siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; (32) pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado’”.

El padre sitúa la relación en su justo lugar: “Hijo, tu siemnpre estás conmigo y todo lo que tengo es tuyo”. Con mucha delicadeza, le recuerda que el hijo menor es su hermano (v. 32) y le reitera su invitación a la fiesta.

La parábola carece de final: ¿Entró el hijo menor a la fiesta? No lo sabemos. Corresponde al oyente darle uno.

La parábola está dirigida a los escribas y fariseos, con el fin de ellos se identifiquen con el hijo mayor 69. La descripción del menor recoge de modo genial la percepción que tienen de los pecadores. Su reclamación ante Jesús es la de que no procede con justicia (¡precisamente eso es lo que alega el mayor!). Sin embargo, para Dios Padre lo verdaderamente prioritario es la recuperación de a los que están perdidos 70. La carencia de final se vuelve pregunta: “Y tú, ¿estás dispuesto a entrar a la fiesta que Dios te ofrece como Padre?”

En esta parábola se ve, más que en cualquier otro sitio, que hay que entender la paternidad de Dios como un milagro y como una revelación que se produce ahora. El Reinado de Dios como Padre “se ha acercado” (Mc 1,15).

Dicha cercanía se refleja en una expresión que Jesús escoge para dirigirse a Dios y que a cualquier judío le parecería demasiado poco respetuosa: “Abbá” (Mc 14,36) 71, que significa literalmente “papá”. Es la manera confiada y familiar de dirigirse un niño a su padre. Nunca se utiliza en el lenguaje religioso. En boca de Jesús expresa la relación única que existe entre Él y el Padre. Es significativo haya pasajes en que Jesús dice “mi Padre y el Padre de ustedes”, pero en ningún sitio dice “nuestro Padre”. Sin embargo, esta experiencia única es para Él algo a compartir, como se ve en la oración del Padrenuestro.

Una última consideración: El hecho de que Dios se haya puesto cerca como Padre, no excluye su carácter de “Rey” que exige 72. No podría ser de otro modo, ya que está en juego precisamente nuestra salvación. Es significativo que Jesús no elimine el lenguaje relativo al castigo y recompensa (a pesar de su crítica a los fariseos); sin embargo, hay que reparar en el uso del singular. No habla de “las recompensas” y “los castigos”,

69 Y no para que el auditor se identifique con el menor, tal como la utilizó posteriormente la Iglesia. La falta enorme del menor hace difícil la identificación del creyente que se sabe pecador con él.70 Lo que es más importante que la justicia, que de ningún modo es negada: la parábola es clara respecto de que el menor obró mal y el mayor bien. 71 Presente también en las cartas de Pablo (Rm 8,15; Gal 4,6), que son los escritos más antiguos del Nuevo Testamento (AT).72 Por ejemplo, de juez que ha de venir (Mt 10,33; 16,27).

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sino de “la recompensa” y “el castigo”. La primera, en el fondo, es Dios mismo y su Reino, la segunda, quedarse al margen de Él; lo cual es, en último termino, un “autocastigo”.

2.4.4. Respondiendo a los problemas

Bajo esta nueva luz, retomemos los problemas formulados al principio.

¿Es la caracterización de Dios como Padre una simple proyección de la experiencia que tenemos con nuestro propio padre? Ante esa posibilidad, el AT prohibe hacer imágenes de Dios e incluso pronunciar su nombre. Son atisbos de lo que llamamos hoy “teología negativa”: lo que se afirma de Dios, si bien depende de nuestros conocimientos empíricos, acaba rompiendo la significación inicial, negando y superando sus límites, para adquirir un sentido que en rigor sólo se puede aplicar a Dios 73.

¿Es Dios Padre un “competidor” del hombre, alguien que le impide llegar a la “mayoría de edad” o ser autónomo? No es esa la experiencia de Jesucristo. La confianza de Jesús, que brota de su relación con su Padre, no lo lleva a negar la dureza de la realidad sino precisamente a enfrentarla en forma más radical. No hay nada de infantil en Jesús. Es alguien capaz de romper con todo legalismo; totalmente “hombre para los demás”, decididamente libre, hasta el punto enfrentar a los poderes político, militar y religioso 74.

El cuestionamento a la caracterización unilateral de Dios como “Padre” de la teología feminista es plenamente legítimo. No hay duda de que la imagen de Dios en la Biblia está influida por el machismo de la cultura hebrea. Sin embargo, a pesar de eso, Dios Padre aparece también en el AT con rasgos maternales: aparece su “ternura” (Sal 103,13-14), su amor y perdón incondicional (Os 11,3.8-9), su conmoverse “hasta las entrañas” (Os 11, Jer 31,20) 75, su consuelo como de una madre (Is 66,13). Por lo mismo, es plenamente legítimo hablar de Dios como “Madre”.

Finalmente, en lo relativo al problema del mal, es necesario denunciar con claridad la falsedad de la alternativa esbozada más arriba entre un Dios fuerte y malo, o bueno pero débil. Dios es todopoderoso pero a la vez respetuoso de la creatura que ha formado. Su

73 Es la “analogía”, que es el lenguaje que se ocupa para hablar de Dios. Consta de 3 pasos: a) afirmación: por ejemplo, yo afirmo “Dios es justo”, b) negación: debo corregir la afirmación, negándola: “sí, Dios es justo pero no al modo en que los hombres somos justos”, y c) la eminencia: “Sólo Dios es completamente justo; es más, Dios es la justicia misma, de la que la justicia humana es sólo un pálido y deformado reflejo” (ver SESBOÜÉ,B., “Creer”, Paulinas, Madrid, 2001, pp. 72-73).

En esta misma línea, Jesús recomienda no llamar a nadie “padre” en esta tierra (Mt 23,9). No se trata de una orden o norma jurídica (de hecho se trata de algo impracticable), sino de un llamado a tomar conciencia de que sólo Dios es “Padre” en sentido estricto, y de que todos los otros no son sino un reflejo débil de esa característica suya. Por lo mismo, se debe ser cauto a la hora de decir que una persona que ha tenido una mala experiencia con su propio padre tenga una radical imposibilidad de conocer a Dios como tal. A veces en la carencia humana de paternidad se puede vislumbrar otra más alta y firme. 74 San Pablo ha sacado las consecuencias de esa imagen de Dios para la vida cristiana: “No recibieron ustedes un espíritu de esclavitud para volverse al miedo, sino un espíritu de hijos adoptivos, gracias al cual podemos gritar: “¡Abbá, Padre!” (Rm 8,15).

75 “Rahamín” es una palabra hebrea que designa el seno materno.

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modo de intervenir en el mundo es suscitando solidaridad y amor en la libertad humana, potenciándola sin violentarla.

La revelación de Dios en el AT ha debido hacer un largo y difícil recorrido para ir superando la imagen de un Dios que, junto con enviar el bien, también es causa del mal. (sea como castigo o puesta a prueba) 76. Libros como el Eclesiastés y Job son testimonios de esta dificultad. Es sólo con Jesucristo que ese proceso llega a plenitud.

Con Jesús, Dios aparece no sólo no enviando el mal sino como aquel que está de parte del hombre y en contra del mal. En nombre del Padre, Jesús proclama su Reinado, expulsa demonios, ofrece sin condiciones previas el amor y el perdón, va en busca de los más marginados y alejados.

Y por eso entra en conflicto con las autoridades de Israel que, no sólo oprimen a los más desvalidos, sino que lo hacen en nombre de Dios. A Aquel que manifiesta su ternura, particularmente hacia el pobre y el marginado, que salva y perdona en donde todos condenan, ¿cómo no iba a resultarle insufrible que lo hicieran aparecer asociado a la opresión social, sacralizando el egoísmo de los hombres? ¿Cómo podía tolerar que las víctimas de la injusticia humana fueran convertidas además en pecadores, es decir, en supuestas víctimas de la justicia divina? Eso significaba la perversión más horrible del rostro del Señor, una puñalada en el corazón mismo de su bondad, una negación demoníaca de su santidad”.

Teorías como las de San Anselmo, esbozada más arriba, son un buen testimonio de lo difícil que es para el ser humano aceptar a un Dios con estas características. Aún hoy, expresiones como “si Dios te lo envía, será para tu bien”, o, “(ante la muerte de un ser querido) Dios se lo llevó porque quería tenerlo a su lado”, y otras, son frecuentes, incluso en las homilías y catequesis de Iglesia 77. Será sobre todo la Pascua de Jesús la que iluminará plenamente lo que significa invocar a Dios como “Padre”.

Apéndice 1: comentario al “Padrenuestro” 78

Paternidad y realeza, cercanía y trascendencia de Dios se encuentran reunidas en la principal oración cristiana, de la que presentamos a continuación un breve comentario:

El “Padrenuestro” nos ha llegado a través de dos versiones, la de Mateo y la de Lucas. Los especialistas consideran que la segunda corresponde a lo dicho por Jesús; los agregados del autor del primer evangelio buscan explicar sus palabras y adaptarlas para el uso litúrgico 79. El texto es como sigue:76 Recuérdese, por ejemplo, cuando uno de los hijos del sumo sacerdote, con la buena intención de que no se cayera, echó mano al Arca y en castigo murió fulminado, porque el Arca era santa y no podía ser tocada (2 Sam 6,6-8).77 Hemos explicado más arriba en qué sentido se puede hablar de castigo y recompensa en Dios.78 El análisis que sigue está tomado de FITZMYER, J.A., “El Evangelio según Lucas”, Cristiandad, Madrid, 1987, tomo III, pp. 306 y ss. Se puede consultar también POUILLY,J. “Dios, nuestro Padre”, Verbo Divino (Cuadernos Bíblicos, 68), Estella (Navarra), 1990, y VILLEGAS,B., “Comprender el Sermón de la Montaña”, op. cit., pp. 89-95.79 VILLEGAS,B. “El Dios de Jesucristo”, en Rev. Mensaje, Julio, 1987, pp. 252 (nota a pie de página nº 6)

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Mt 6,9-15: Lc 11, 2-4:

Les dijo:Vosotros, pues, orad así: "Cuando oréis, decid:Padre nuestro Padre,que (estás) en los cielossea santificado tu Nombre, sea santificado tu Nombre,venga tu Reino, venga tu Reino.hágase tu voluntadcomo en (el) cielo también en (la) tierra.Nuestro pan cotidiano Nuestro pan cotidianodános(lo) hoy, dános(lo) cada día,y perdónanos nuestras deudas y perdónandos nuestros pecados,como también nosotros como también nosotros mismoshemos perdonado perdonamosa nuestros deudores. a todo el que nos debe.Y no nos introduzcas en tentación Y no nos introduzcas en tentación.sino líbranos del Malo.

Comenzamos comentando el texto lucano. Una primera mirada permite distinguir dos partes: la primera (v. 2 b y c) contiene una invocación (“¡Padre!”) y dos peticiones que se refieren a los “derechos de Dios”. La segunda (vv. 3-4) nos pone ante las necesidades del hombre y contiene tres peticiones.

Veamos la primera parte:

La invocación “Padre” equivale al arameo “Abbá”, que tiene el sentido visto más arriba. Jesús enseña (y autoriza) a sus discípulos a dirigirse a Dios con este término, con la connotación de familiaridad y confianza con que Él lo utiliza.

La primera petición se refiere al “nombre” de Dios. Éste es Dios mismo en cuanto “expresado”. La comunidad está pidiendo a Dios que manifieste esa cualidad de su ser que es la “santidad” 80. Según el AT, Dios mismo se encargará de que “su nombre sea santificado”:

“Por eso, di a los israelitas: Esto dice el Señor Yahveh: ‘No hago esto por ustedes, pueblo de Israel, sino por mi santo nombre que ustedes han profanado en medio de las naciones adonde fueron. Haré que sea reconocida la grandeza de mi nombre, que ustedes profanaron entre las naciones (...) Los tomaré de entre todas las naciones donde están, los recogeré de todos los países y los llevaré a su tierra. Los rociaré con agua pura y los purificaré de todas sus impurezas e idolatrías. Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en

80 “Sea santificado” es un “pasivo divino”. Como se ha visto más arriba, Jesús utiliza la voz pasiva para evitar nombrar a Dios. La expresión equivale a decir “santifica tu nombre”.

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ustedes y haré que vivan según mis mandamientos, observando y cumpliendo mis leyes. Vivirán en la tierra que di a sus antepasados; ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios” (cf Ezq 36,22-28).

A la luz de este texto, la Comunidad debe dirigirse a Dios con plena conciencia de su santidad, de su carácter de absoluto, de su plenitud. Le solicita que dicha santidad se manifieste en sus acciones salvadoras en beneficio de ella y de los hombres.

La segunda petición, está estrechamente vinculada con la anterior. Los discípulos deben aceptar y pedir que Dios gobierne efectivamente en sus vidas y en el mundo, y que ese soberanía llegue pronto a plenitud con la Parusía.

La segunda parte, hemos dicho se refiere a las necesidades de los discípulos. La Comunidad depende esencialmente del Padre y por eso le pide que reconozca y provea a sus necesidades básicas cotidianas. Debe hacerlo con la confianza inquiebrantable de que su súplica será escuchada.

La primera petición se refiere a la necesidad del sustento material (“pan” aquí tiene el mismo sentido que entre nosotros, el que usamos en expresiones como “ganarse el pan”). La frase en griego es muy extraña en el lenguaje bíblico; sobre todo el término “epiúsion”, cuyo sentido puede ser:

- el pan necesario para la existencia, esencial o sustancial; - el pan para el día presente, para hoy o cotidiano; - el pan para el día que viene, el día siguiente 81.

Implícitamente está presente aquí la experiencia del maná (Ex 16,4), con el que Dios proveía a su pueblo.

La segunda petición se refiere al perdón. No se puede comprender la frase como si el perdón dado por el discípulo fuera condición indispensable para obtener el de Dios. Hemos visto que, precisamente, Él acoge al pecador sin ningún tipo de exigencia previa. Debe entenderse más bien como que el perdón recibido de Dios debe llevar a perdonar al hermano y que, no hacer esto último, es “cerrar la puerta”o bloquear la acción del primero.

Lucas ha modificado el texto de Jesús cambiando “deudas” por “pecados”. La razón del cambio es que en arameo, “deudas” tiene el sentido amplio de “pecados”, en cambio en el griego designa sólo lo económico 82.

Tercera petición. La palabra “peirasmós” puede ser traducida tanto por “tentación”, como por “prueba”. Se trata aquí de la tentación 83 o prueba fundamental de perder la fe y confianza en Dios como Padre. Se han propuesto tres posibilidades de traducción de esta frase, que es muy compleja:

81 El pan se hacía en la tarde del día anterior.82 El arameo es la legua de Jesús, en cambio Lucas escribe en griego.83 ¡Y no “las tentaciones”! No son las pequeñas (o incluso grandes) tentaciones de todos los días.

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a) “No nos pongas a prueba (o no nos tientes). Esta traducción presupone la afirmación de que Dios tienta o pone a prueba. Hemos visto que esta concepción es contraria al mensaje de Jesús 84. Esta posibilidad debe, por lo tanto, ser descartada.

b) “No nos hagas entrar en la tentación (o en la prueba)” Se trataría de que Dios evitara a los cristianos la tentación, o, al menos, aquella que no se está en condiciones de resistir.

c) “No nos hagas caer en tentación (o sucumbir en la prueba). Aquí no ser trata de que Dios evite la prueba sino de que ayude a sus hijos a enfrentarla exitosamente, a vencer la tentación. Esta última postura pareciera ser la más acorde con el resto del NT.

Veamos a continuación los agregados que realiza Mateo a la oración de Jesús 85.

En la invocación agrega “nuestro” dándole a la oración un carácter de plegaria comunitaria o litúrgica. La frase“que estás en los cielos” corresponde al lenguaje judío de la época consagrado en la sinagoga. Mateo quiere decir que el “Padre” invocado por los cristianos no es otro que el Dios del Judaísmo (al cual él ha sido infiel). La expresión “en los cielos” señala también la diferencia con el padre terreno.

“Hágase tu voluntad como en el cielo también en la tierra”. Este agregado simplemente explicita que desear la venida del Reinado de Dios implica querer que se haga su voluntad contribuyendo activamente a ello. El énfasis en la actuación del cristiano es un rasgo típico del evangelio de Mateo.

“Líbranos del Maligno (o del mal)”. Se discute si el término “ponerú” debe entenderse en sentido masculino (“el malo”) o neutro (“mal”). Esta petición no agrega una nueva idea a la de “no nos hagas caer en tentación”, ya que el Maligno es por definición el tentador (y el mal la tentación fundamental de perder la fe).

84 Un texto del NT lo expresa magistralmente: “Ninguno cuando sea probado diga: ‘Es Dios quien me prueba’; porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie. Sino que cada uno es probado, arrastrado y seducido por su propia concupiscencia (deseo egoísta). Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da a luz al pecado (...)” (Stgo 1,13-15). Sin embargo esta postura no siempre es segida por los otros autores del NT, como puede apreciarse en Heb 12,5-13.85 Basado en LUZ,U., “El Evangelio según san Mateo”, Sígueme, Salamanca, 1993, vol. I, pp. 465-497.

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3. DISCÍPULOS DE JESÚS 86

3.1. Ser discípulo

Un signo fundamental del Reinado de Dios fue la Comunidad de discípulos que Jesús fundó. “Seguimiento” y “discipulado” son palabras que nos remiten a una experiencia que era corriente en la época: la de los seguidores de los maestros de la Ley. En efecto, los escribas tenían discípulos que aprendían de ellos lo relativo al conocimiento de la Torah viviendo con el maestro y sirviéndolo mientras duraba el tiempo de la formación. Una vez aprendido lo necesario, pasaban a su vez a ser maestros.

Jesús fue considerado como tal por la gente y, aceptó ser llamado así (Lc 10,25). Sus discípulos también aprendieron de Él siguiéndolo de pueblo en pueblo. Sin embargo, las diferencias con los otros escribas fueron importantes. He aquí algunas de ellas:

- Jesús escoge a sus discípulos, tomando por lo tanto la iniciativa; en cambio los seguidores de los escribas elegían ellos a su maestro;

- Jesús no les enseña la Ley sino lo relativo a la cercanía del Reinado de Dios y su práctica;

- el discípulo debe dejar su familia, su medio social y su oficio para seguir a Jesús;- la condición de discípulo es permanente, esto es, nunca se llega a ser maestro.

No todos los que adhieren a Jesús llegan a ser discípulos. Jesús no considera como tal a la gente, que a menudo lo sigue de un lado para otro.

En los evangelios encontramos, además, a un grupo de discípulos en un sentido amplio formado por simpatizantes que aceptaban y apoyaban su proyecto sin abandonar su casa ni sus ocupaciones cotidianas. No fueron considerados por Jesús inferiores a los discípulos propiamente tales. Ellos acogían a Jesús y sus discípulos, y vivían de acuerdo a sus enseñanzas. A este grupo pertenecieron publicanos como Zaqueo (Lc 19,1-10), miembros del Sanedrín como José de Arimatea (Mc 15,42-47) o la familia de Marta, María y Lázaro, que los recibían en Betania cuando iban a Jerusalén (Jn 12,1-8; Lc 10,39-42). Formaron una red de familias vinculadas al movimiento de Jesús que fue muy importante para la expansión de su mensaje y su forma de vida en Palestina durante la primera generación cristiana.

De entre los discípulos propiamente tales hay que distinguir el grupo de los Doce y los otros también llamados por Jesús, de entre los cuales se encuentran Natanael (Jn 1,45-51), José y Matías, mencionados en Hch 1,21-22, y algunas mujeres que lo siguieron no sólo en Galilea, sino también en Jerusalén 87.

86 Basado en BORNKAMM, op. cit., pp. 151-159, y GUIJARRO,S. “Jesús y sus discípulos”, en revista Reseña Bíblica, nº 36, Verbo Divino, Estella, 2002, pp. 5-12. Para complementar se puede leer todo el nº 36 de Reseña Bíblica, recién citado dedicado a “Los discípulos de Jesús”.87 María Magdalena, Juana y Susana, en Lc 8,1-3; María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé,

según Mc 15,40-41.

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Lo que sigue será una presentación de las características del discipulado en sentido estricto. No siempre es fácil hacer una reconstrucción histórica fiel, ya que las comunidades eclesiales de la primera y segunda generación consideraron como modelo de toda vida cristiana a la comunidad de discípulos de Jesús, y aplicaron a sí mismas las enseñanzas del Maestro, modificándolas para hacerlas actuales 88.

Dado que la inmensa mayoría de los cristianos vive su condición de tal en medio de su familia y oficio, en notas a pie de página daré algunas pistas de actualización de algunos de los elementos propios del discipulado propiamente tal.

3.2. El llamado

En los evangelios se llega a ser discípulo de Jesús por un llamado que es iniciativa de Él y no de la libre elección de quien se siente particularmente atraído por Él. Los relatos subrayan tanto este aspecto que dejan fuera todo los demás, como se puede ver en los siguientes pasajes:

Mc 1,16-20 (El llamado a los cuatro primeros discípulos):

“Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: ‘Vengan conmigo, y les haré llegar a ser pescadores de hombres’. Al instante, dejando las redes, le siguieron.Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él”.

Mc 3,13-19 (Llamado a los Doce):

“Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le entregó”.

Jn 1,35-51 (Segunda versión del llamado a los cuatro primeros discípulos):

“Al día siguiente, Juan (Bautista) se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: ‘He ahí el Cordero de Dios.’ Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: ‘¿Qué buscan ustedes?’ Ellos le respondieron: ‘Rabbí - que quiere decir, ‘Maestro’ - ¿dónde vives?’ Les respondió: ‘Vengan y lo verán.’ Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Eran más o menos las cuatro de la tarde. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: ‘Hemos encontrado al Mesías’

88 Las palabras “seguidor” o “discípulos” son aplicadas a todo creyente en Jesús.

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-que quiere decir, Cristo-. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: ‘Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas’ -que quiere decir, ‘Piedra’. Al día siguiente, Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con Felipe y le dice: ‘Sígueme.’ Felipe era de Betsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe se encuentra con Natanael y le dice: ‘Ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret.’ Le respondió Natanael: ‘¿De Nazaret puede haber cosa buena?’ Le dice Felipe: ‘Ven y lo verás.’ Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: ‘Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.’(...) 89.

Como puede apreciarse, los textos se abtienen de describir, como habría hecho cualquier historiador, el contexto en el cual son llamados, la historia previa con Jesús y la preparación psicológica de Simón, Andrés, Santiago, Juan, y Felipe. No manifiestan el menor interés por su heroica decisión. Lo esencial es la palabra del maestro que llama: “¡Vengan conmigo!” 90.

3.3. Dejarlo todo para vivir con Jesús

En contra de lo que se suele pensar, Jesús no eligió a los pobres y menos dotados, sino a aquellos que podían ayudarle en la tarea de anunciar y hacer presente el Reinado de Dios. Los discípulos de los que sabemos algo tenían buena posición social, tenían un oficio (Pedro, Andrés y Leví) e incluso pertenecían a una familia de propietarios (Santiago y Juan).

La llamada de Jesús les exigió un cambio de vida radical: tuvieron que dejar todo: familia, oficio, amigos, insersión social. Lo subraya el texto citado más arriba: “Al instante, dejando las redes, le siguieron” 91. Jesús insiste en que esta exigencia debe tomarse en serio: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nido; pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Mt 8,20).

En el mismo sentido, una parábola pone en guardia a los que están dispuestos a seguir a Jesús sin haberlo reflexionado suficientemente:

“Porque, ¿quién de ustedes, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no

89 Según este último texto, el llamado a Simón, Andrés y Felipe ocurre en Judea y durante el ministerio de Juan Bautista; en cambio Mc lo sitúa en Galilea en torno al lago. Es probable que Jesús los haya conocido siendo discípulo de Juan y que después se haya reencontrado con ellos en Galilea al comienzo de vida pública.90 “Pablo, siervo de Cristo Jesús, (...) a todos los amados de Dios, ustedes que están en Roma, santos por vocación, a ustedes gracia y paz” (Rm 1,1.7). Así comienzan muchas de las cartas de Pablo, aludiendo al llamado o vocación que han recibido todos los cristianos (o “santos”). No hay vida cristiana sin vocación, sin haber sido llamado por Jesús en un acontecimiento y momento preciso de la propia vida, a través de uno o más miembros de una comunidad cristiana. Dicho llamado es completamente gratuito: no está motivado por la propia capacidad o condición social. La elección que ello supone no es para quedarse gozando de la experiencia del Señor; siempre es en beneficio de otros, para que finalmente todos puedan conocer y experimentar a Jesucristo91 Sin embargo, es probable que tanto la respuesta a Jesús como las renuncias que ella implicaba se fueron dando de forma paulatina.

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pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él diciendo: ‘Éste comenzó a edificar y no pudo terminar’ (...) Pues de igual manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío” (Lc 14,28-30.33) 92.

El seguimiento de Jesús, a diferencia de otras formas de discipulado de aquella época, implicaba la convivencia continuada, porque los discípulos no sólo tenían que aprender unas enseñanzas, sino que debían ser testigos de unas acciones en que se realizaba lo anunciado por Jesús.

3.4. En servicio al Reino

La renuncia a los bienes, la familia y el oficio están al servicio de la misión que corresponde a los discípulos. En el texto de Mc citado más arriba esa tarea se expresa con una frase más bien desconcertante: “Yo haré de ustedes pescadores de hombres” (Mc 1,17; Lc 5,10).

En otro texto significativo la misión de los discípulos es expresada con otro oficio, el de jornalero:

“Y al ver la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: ‘la cosecha es mucha y los jornaleros son pocos. Ruegen pues al Dueño de la cosecha que envíe jornaleros a su cosecha’” (Mt 9,36-38)

En ambos pasajes se expresa la urgencia de la misión. Jesús la concibió no como un quehacer organizado y estable, sino como uno temporal que se realiza en servicio de otros. Las imágenes de la siega (Mt 13,24-70) y la pesca (Mc 1,17) tienen connotación escatológica. Es una misión urgente en consonancia con el “kairós” de la cercanía del Reinado de Dios.

92 Hemos visto más arriba que desde el comienzo del ministerio de Jesús existen también personas que adhieren a Jesús en medio de su familia, pueblo y oficio y que éstos no son considerados por Jesús inferiores a los discípulos propiamente tales. Actualmente la mayoría de los cristianos está en esta situación. Sin embargo, aunque de un modo más amplio e indirecto, la renuncia a los bienes, a las personas y a un proyecto personal de vida sigue vigente. Al tratar el tema de la voluntad de Dios, afirmábamos que todo lo que la persona es y tiene debe estar al servicio de Jesús, lo que se traduce en la donación de nuestra vida a los que necesitan de nosotros. De modo negativo, nada puede ocupar el lugar central que corresponde sólo a Dios, ni siquiera la propia pareja o familia (conforme al “primer mandamiento”); de un modo positivo, todo debe estar al servicio de la causa del evangelio. La pregunta es, por lo tanto, de qué modo quiero servir a Jesús, ¿soltero o casado?, ¿en que profesión u oficio?, ¿en qué lugar de trabajo?, etc. Por supuesto, que las propias inclinaciones, aptitudes, gustos y necesidades (de entre las que están las económicas) deben ser tomadas en cuenta en una decisión de este tipo, pero la mirada debe estar centrada siempre en el servicio a los demás.

En cierto sentido, la vida del cristiano es siempre itinerante. Tiene conciencia de que “este mundo” es el que va a ser renovado por Dios; sin embargo, aún ese futuro no ha llegado y debe tener respecto de las personas y de las cosas una actitud de desprendimiento. Un desapego que no es indiferencia (porque a este mundo es al que el cristiano está llamado a servir) ni incapacidad de gozar (Jesús mismo es llamado comilón y borracho, amigo de publicanos y protitutas, por los “ascetas” de la época: Lc 7,33-34) sino un renunciar a “instalarse” en un determinado momento, situación o lugar como si ahí estuviera lo definitivo.

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Los discípulos no sólo son testigos de cómo Jesús hace presente el Reinado de Dios mediante sus milagros, actitudes y palabras, sino que ellos mismos son enviados a misionar. En Mt 10,1-15 se nos narra este hecho:

“A estos Doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones:

‘No tomen el camino de los gentiles ni entren en ciudad de samaritanos; diríjanse a más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, purifiquen leprosos, expulsen demonios. Gratis lo recibieron; entréguenlo gratis. No lleven oro ni plata ni dinero en el bolsillo; ni morral para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bastón; porque el obrero tiene derecho a su sustento.

Cuando lleguen a cualquier pueblo, averiguen quién hay en él digno de recibirlos y quédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar en la casa, saluden, y si lo merecen, la paz de su saludo permanecerá con ellos; si no, regresará a ustedes. Si no los reciben ni escuchan su mensaje, salgan de esa casa o de ese pueblo y sacúdanse el polvo de sus pies. Les aseguro que el día del juicio será más llevadero para Sodoma y Gomorra que para ese pueblo’”.

Puede apreciarse en el texto la misión de los discípulos: anunciar la cercanía del Reinado de Dios mediante acciones (en este caso, milagros) y palabras. Comunican, por lo tanto, no sólo un mensaje, sino también la “fuerza” del Reino, su capacidad sanadora que acarrea “paz”. Deben vivir de la hospitalidad de aquellos que reciben el anuncio 93; y tienen derecho a eso por el servicio que prestan. Llama la atención la referencia al castigo que recibirán los que no acojan el mensaje. Esto requiere de una explicación más detenida. Debe tenerse en cuenta la situación histórica: la predicación es en las ciudades de Galilea, algunas de las cuales han sido visitadas por Jesús, otras han oído hablar de sus signos 94. Los milagros obrados por los discípulos deben ser suficientes para creer. El rechazo en este caso es una muestra de lo que Jesús llama la “dureza de corazón”, esto es, la decisión consciente y libre de “cerrarle la puerta” a Dios. El castigo mencionado es más bien un “autocastigo”: el automarginarse de la salvación, de la gran oportunidad de plenitud ofrecida por Dios 95.

Respecto de los destinatarios de la misión, Jesús pensó sobre todo en el cumplimiento de las promesas hechas por Dios a Israel, y por lo tanto, su actuación quedó circunscrita a los límites de su pueblo. Esta perspectiva se deja traslucir en la constitución de los Doce, que alude a las doce tribus y significa la restauración del Pueblo Elegido. Al interior del mismo, los destinatarios preferenciales fueron los sectores más marginados de la sociedad, como se ha visto en el capítulo anterior.

La misión se fue realizada no sólo mediante la palabra y las señales milagrosas, sino también por un estilo de vida y de relaciones humanas, acordes con un conocimiento

93 Posible sólo en una sociedad campesina como la de Palestina; cuando san Pablo evangeliza en las grandes ciudades nunca utiliza una estrategia de este tipo.94 Y han recibido la preparación del AT.95 Jesús utiliza las representaciones de castigo propias de la época.

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cada vez más profundo del Maestro. La comunidad de los discípulos fue llamada por Jesús a constituir una especie de “anticipación” del Reinado de Dios futuro; esto es, la nueva familia escatológica (3,31-35; 10,28-30), del Israel definitivo (los Doce que aluden a la 12 tribus), en donde Dios comienza a reinar ya, perdonando los pecados y ofreciendo una nueva relación con Él, filial, y entre sus miembros, fraternal. Por ese motivo, los discípulos deben vivir una actitud de servicio y de renuncia a la ambición de poder en la comunidad (9,34); deben también relativizar todo tipo de bienes y saber abandonarlos en función del Reino (10,17-31); deben hacerse niños, en su modo de recibir el amor del Padre (10,15) 96.

3.5. Corriendo los mismos riesgos del Maestro

Esta misión la ponen en práctica el discípulos corriendo los mismos riesgos a que se vio expuesto el Maestro. No se debe esperar tener una mejor suerte:

“No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo. Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su amo. Si al dueño de casa le han llamado Beelzebul (=Demonio), ¡cuánto más a los de su familia!” (Mt 10,24-25).

Lo que Jesús quiere decir aquí es que no se puede pretender ingenuamente ser fiel a la misión y a la vez ser aceptado por todo el mundo. Ella siempre acarrea conflicto.

“Si alguno quiere seguirme, niégese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quién pierda su vida y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?” (Mc 8,34-36).

Quien sigue a Jesús debe contar incluso con la posibilidad del martirio. Négarse a sí mismo no significa aquí la auto-anulación de la propia personalidad sino la capacidad de vencer el “instinto de supervivencia” y el egoísmo, tan fuerte en todos los seres humanos. La entrega que Jesús pide se hace en virtud de la vida, de la felicidad, de la plenitud. No es una renuncia masoquista. La Iglesia ha rechazado siempre a los que buscan el martirio por el martirio. No se trata de ir tras la muerte sino de no evitarla a costa de la fidelidad a Jesús 97.

96 ¿Qué vigencia actual tienen estas palabras de Jesús? La misión de la Iglesia, que busca continuar la de Jesucristo, tiene dos aspectos, complementarios e inseparables:

- el de la “evangelización”, mediante la cual se anuncia explícitamente a Cristo y su mensaje, y que corresponde a las “palabras” de Jesús, y

- el del “servicio”, que es la realización del mensaje de Jesús en todos los aspectos de la vida humana, personal y social, y que se inspira en las “acciones” de Jesús.

La evangelización corresponde a toda la Iglesia, pero particularmente a sacerdotes y religiosos; el servicio, en cambio, a toda la Iglesia, pero sobre todo a los laicos. Estos últimos hacen presente a Dios, nosólo en sus familias, sino también en sus puestos de trabajo y en la acción política. En la mayoría de los casos no se trata de un anuncio explícito sino simplemente de una acción que busca hacer más humanas las condiciones de vida de la gente y que, por lo mismo, corresponde a la voluntad de Dios.

La misión de la Iglesia perderá toda credibilidad si no va acompañado de un estilo de vida y de relaciones humanas en la línea de lo dicho arriba. Este nuevo modo de ser no va a tener mucho alcance si no modifica también la forma de organización institucional eclesial, ya que ésta condiciona en forma muy radical las actuaciones de los individuos.97 Jesús se refiere aquí a discípulos en sentido estricto; sin embargo, de un modo o de otro, el ser humano debe hacer la experiencia de la muerte y Jesús ofrece vivirla en la fe, como entrega de la propia vida a Dios y

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3.6. En medio de una gran fragilidad personal

Las exigencias anteriores pueden parecer imposibles de cumplir y producir desaliento y deseos de evitarlas. Eso mismo le pasó a los discípulos de Jesús. La imagen que ofrecen los evangelios de ellos no es para nada idealizadora. A menudo no comprenden a Jesús (Mc 8,31-33), fallan en su fe (Mt 14,29-33), anhelan el poder (Mt 20,20-28), hasta los tres discípulos más íntimos no consiguen velar con su maestro orando en el huerto de Getsemaní y se duermen (Mc 14,32-42), Pedro reniega al Señor (Mc 14,66-72) y Judas lo traiciona (Mc 14,43-46). Cuando el Maestro es apresado, todos ellos huyen (Mc 14,50). Y sin embargo, Jesús nunca se retracta de su elección; por el contrario, es a ellos a los que se dirige después de su resurrección para volver a enviarlos.

3.7. Experimentando desde ya la felicidad del Reino futuro

“Pedro se puso a decirle: ‘Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido’. Jesús dijo: ‘Yo les aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o tierras por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora, al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna” (Mc 10,28-31).

El testimonio de los misioneros cristianos de todos los tiempos avala esta palabra: después de dejar familia, profesión y patria, llegan a tener relaciones humanas mucho más profundas en los países donde han misionado, aún en medio de incomprensiones y persecuciones. Comienzan a vivir desde ya la promesa de un mundo futuro sin conflictos, pobrezas y opresiones.

a los demás. La forma suprema de la entrega de la vida es el martirio; sin embargo, no es la única: a veces es necesario pasar por situaciones durísimas por fidelidad al Maestro y a nosotros mismos. Vividas con Jesús, en la fe, esas situaciones nos hacen crecer y terminan siendo fuente de plenitud.

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4. LA PASCUA DE JESÚS

Por “Pascua” entendemos aquí el “paso” de la muerte a la vida que se da en Jesús. Se trata del acontecimiento central de su existencia. Él no sólo anuncia el Reinado de Dios a través de palabras y signos milagrosos, sino que lo hace presente fundamentalmente a través de la entrega de su propia vida. Por eso la Pascua pasará a ser el principal signo del Reinado de Dios. No es extraño, entonces, que los primeros cristianos y sobre todo Pablo, vieran en la muerte y resurrección de Jesús (y en toda su persona) lo central del “Evangelio”.

4.1 LA MUERTE DE JESÚS 98

4.1.1. Introducción

La muerte de Jesús fue consecuencia de su vida: sus palabras, acciones y actitudes le valieron la condena por parte de las autoridades y de los principales grupos judíos.

Esta conexión entre muerte y vida, y las causas históricas de la ejecución de Jesús han estado ausentes de la reflexión teológica y de la enseñanza catequética de muchos siglos. Esto ha sucedido porque se ha concebido la pasión como el fruto de un plan de Dios de tipo determinista que ha previsto tanto el pecado humano, como el envío del Redentor.

En la parte correspondiente a la paternidad de Dios hemos aludido a la teoría de San Anselmo, que buscaba explicar el porqué de la encarnación. En líneas generales, su respuesta era que Dios, que conocía desde la eternidad el futuro pecador del hombre, habría establecido que el Salvador tuviera que morir en la cruz para reparar la ofensa inferida a su infinita majestad. Así, con su sangre, Jesús “dio satisfacción” (o sea, canceló la “deuda”) a la justicia divina y volvió a abrir las puertas del cielo.

Hemos visto que esta explicación tiene graves consecuencias en la imagen de Dios como Padre. ¿Qué padre humano exigiría la sangre de su hijo como reparación de una ofensa, por muy grave que sea? En el punto que ahora nos ocupa, esta explicación encubre las razones históricas de la muerte de Jesús y termina culpando de ella a Dios.

La idea de un plan divino inexorable que conduce a la pasión se ve aparentemente reforzada por los evangelios. En efecto, si leemos el de Juan, vemos que en él Jesús no va a la pasión como víctima sino libremente: la recibe del Padre como don (13,31; 17,1), constituye una “glorificación” (12,22). Jesús va resuelto hacia la muerte como un monarca que sabe todo lo que va a pasar (12,20-36; 13,1.31-32). Ya no hay enigma: todo es revelación.

98 Basado en GONZÁLEZ FAUS, J.I., “La Humanidad Nueva”, Sal Terrae, Santander, 1982, pp. 115-136. GONZÁLEZ FAUS, J.I., “Acceso a Jesús”, Sígueme, Salamanca, 1983, pp. 75-85, KASPER,W., op. cit., 138-150, GALLO,L., “Jesús de Nazaret”, CCS, Madrid, 1992, pp. 91-102. Puede complementarse esta presentación con GONZÁLEZ DE CARDEDAL,O. op. cit., pp. 79-123.

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Basándose en este evangelio, muchos cristianos han concebido la pasión como una especie de comedia, en la que Jesús sabe todo lo que va a pasar, y representa un papel que no coincide con lo que está viviendo íntimamente. El dolor de Jesús se reduce, entonces, al aspecto puramente físico, y se consolida la separación entre su muerte y su vida.

Parecen contradecir esta visión algunos detalles del evangelio de Marcos 99:

- La huida y desconcierto de los discípulos (Mc 14,50), que no se explica si han sabido de antemano que Jesús iba a morir, de acuerdo a los tres anuncios consignados en 8,31; 9,31 y 10,33.

- Los detalles humillantes de la pasión (escupos, presentación como rey de pacotilla, crucifixión desnudo,etc.).

- La “oración del huerto”, que nos muestra la angustia real que Jesús siente ante su muerte (Mc 14,32-34).

- La frase final: “Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”(Mc 15,34) que no se compagina con la actitud presentada por el evangelio de Juan.

Hemos aludido antes al hecho de que los evangelios no son libros de historia en sentido moderno, sino “narraciones teológicas”. Esto significa que nos presentan determinados hechos con una fidelidad histórica fundamental; pero, a la vez, procuran detectar en ellos la acción de Dios y animar la fe de los cristianos. Al darse juntos “narración” e “interpretación”, inevitablemente los acontecimientos se simplifican o se deforman para dejar entrever su sentido profundo.

Esta característica nos obliga a distinguir los hechos históricos de las interpretaciones de los primeros cristianos y de los evangelistas. Ello, no sólo nos permitirá conocer mejor cómo vivió Jesús su muerte, sino también cómo la entendió la Iglesia Primitiva.

4.1.2. Causas históricas de la muerte de Jesús 100

¿Por qué murió Jesús? ¿Qué motivo tuvieron sus acusadores para pedir su condena a muerte? El punto central está en su modo de concebir el Reinado de Dios y, sobre todo, al Dios del Reino. Jesús anunció a un Dios que es “Padre” y, por lo tanto, combatió con tenacidad y valentía actitudes, relaciones y estructuras que de hecho negaban esa paternidad.

a) Jesús cuestionó la religiosidad legalista de tipo farisaico

Si Dios es realmente un Padre, entonces el modo legalista de relacionarse con Él no reconoce ese carácter. Cuando esa religiosidad se impone a los demás, se consigue hombres que viven en el miedo, cansados y oprimidos por el yugo de la Ley (cf. Mt 11,28-30).

99 Aunque su visión teológica en este punto no es demasiado distinta a la de Juan: todo obedece a un plan previo de Dios y Jesús parece saberlo todo.100 Basado en GALLO,L., “Jesús de Nazaret”, op. cit., pp. 95-102.

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Es muy esclarecedor al respecto el episodio de la curación del hombre con la mano paralizada de Mc 3,1-6:

“Entró de nuevo en la sinagoga y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Lo estaban asechando para ver si lo sanaba en sábado, y tener así un motivo para acusarlo. Jesús dijo entonces al hombre de la mano paralizada: ‘ Levántate y ponte ahí en el medio’. Y a ellos les preguntó: ‘¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal; salvar una vida o destruirla?’ Ellos permanecieron callados. Mirándolos con indignación y entristecido por la dureza de su corazón, dijo al hombre: ‘Extiende la mano’. Él la extendió, y su mano quedó restablecida. En cuanto salieron, los fariseos se pusieron de acuerdo con los herodianos para planear el modo de acabar con él”.

La práctica de Jesús fue una gran propuesta de cambiar todo un modo de ser, de relacionarse, de estructurar la sociedad, que terminaba con los privilegios de aquellos considerados sabios y justos en Israel: los escribas y fariseos.

b) Jesús comprendió de otro modo la distinción entre “pureza e impureza”

Es muy importante en esta causa el texto de Mc 7,1-23, que hemos visto antes. Recordemos que Jesús realiza un desplazamiento de la distinción entre “puro e impuro” hacia el “corazón” del hombre, en donde se da el amor y el desamor. Las normas de pureza ocupaban un lugar central en el culto del Templo (y que los escribas y fariseos habían ido aplicando en todos los aspectos de la vida cotidiana) y establecían una fuerte discriminación.

Tenemos varios ejemplos en los evangelios en los que Jesús transgrede esta norma:

En Mc 1,40-42, Jesús cura a un leproso y “le toca”, haciéndose impuro también él. En el caso de la mujer con derrame de sangre (Mc 5,25-34) sucede algo parecido: esta vez es una impura quien toca a Jesús contagiándolo de su impureza. Pero no por ello Jesús se autolimita, y dice a la mujer: “vete en paz: tu fe te ha salvado”.

Jesús entra en contacto también con algunos paganos (impuros por excelencia), como es el caso de una mujer cananea cuya hija cura (Mt 15,21-28) y a la que alaba su fe, contraponiéndola a la débil y escasa de su pueblo (Mt 15,28; 8,10; 13,58).

c) Jesús purificó el Templo

Con el tiempo, el Templo de Jerusalén había ido perdiendo en gran medida su sentido original de ser lugar de la presencia de Dios y símbolo de comunión, para convertirse en sitio de marginación y discriminación. Estaba gestionado por las familias de los sumos sacerdotes, que habían hecho de él una fuente de lucro personal. Había en él un ruidoso comercio de animales para el sacrificio, en el patio “de los gentiles”.

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Según los cuatro evangelios 101 Jesús atacó abiertamente este sistema que constituía un insulto a Dios y a su Reinado. En el Templo, Yahveh aparecía como un dios de opresión y de muerte en vez de ser el Señor de la libertad y de la vida:

“Cuando llegaron a Jerusalén Jesús entró en el Templo y comenzó a echar a los que vendían y compraban en el Templo. Tumbó las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los que vendían palomas, y no permitía que nadie pasara por el Templo llevando cosas. Luego se puso a enseñar diciéndoles: ‘¿No está escrito: Mi casa será casa de oración para todos los pueblos (Is 56,7)? Ustedes, sin embargo, la han convertido en cueva de ladrones’.Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley se enteraron y buscaban el modo de acabar con Jesús, porque le tenían miedo, ya que toda la gente estaba asombrada de su enseñanza” (Mc 11,15-18).

Se puede advertir también que, en el proceso en su contra, se acusa a Jesús de haber hablado en contra del Templo (Mt 26,60-61; Mc 14,58).

d) Jesús criticó la idolatría de la riqueza y del poder.

No sabemos cuánto deben haber influido en las motivaciones de los acusadores de Jesús sus críticas a la riqueza y al poder cuando éstas ocupan el lugar de Dios.

En cuanto a la riqueza baste citar Mt 6,24 y Lc 16,19-31

“Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No pueden ustedes servir a Dios y al dinero”(Mt 6,24).

En cuanto al poder: Mc 10,41-45:

“Ustedes saben que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre ustedes, sino que el que quiera llegar a ser grande entre ustedes, será su servidor, y el que quiera ser el primero entre ustedes, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.”

Hemos visto en el capítulo 1° que los ricos y poderosos de tiempos de Jesús son, principalmente, los sumos sacerdotes y los ancianos, ambos grupos representados en el Sanedrín y de ideología saducea.

e) La desilusión del pueblo.

Hemos visto en el capítulo primero que el pueblo en su mayoría (y entre ellos los zelotas) aguardaba un mesías político-militar, al estilo de lo que había sido David. De él se

101 Mt 21,12-16; Mc 11,15-18; Lc 19,45-46; Jn 2,13-16.

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esperaba que inaugurara el Reino de Dios entendido como derrota de los enemigos de Israel y fundación de un imperio judío.

Jesús anuncia el Reinado y realiza algunos gestos propios del Mesías (por ejemplo, curar enfermos); sin embargo, nunca se presenta como tal. El hecho de que desaprovechara la festividad de Pascua para iniciar una sublevación y, en cambio, se dejara detener, debió ser desilucionante para muchos. No pocos exégetas piensan que eso puede haber sido una razón de peso en la mente de Judas para traicionar a Jesús.

4.1.3. La condena

No es fácil saber con exactitud de qué fue acusado Jesús ante el Sanedrín. La confesión que Marcos pone en sus labios refleja más bien la teología del evangelista 102. Es muy probable que Jesús haya sido acusado de falso profeta y blasfemo, para lo cual existía la pena de muerte (Lev 24,16; Dt 13, 5ss; 18,20). Apoyan esta afirmación las dos escenas de burlas (Mc 14,65 y 15,16-20); ya que, en la época, éstas parodiaban el delito por el cual se era condenado. En este caso señalan al Señor como “rey de los judíos” y como falso profeta (“adivina quién te pegó”).

La acusación ante Pilatos es distinta a la del Sanedrín. Como este último no podía condenar a muerte (los gobernadores romanos no enviaban a nadie a la pena máxima por “cosas de la religión judía”), se le acusa ahora de pretender ser “rey de los judíos” (o sea, mesías), desconociendo a la autoridad de Roma. La inscripción en la cruz (Mc 15,26) es suficiente prueba de ello. Este tipo de muerte era la que correspondía a los esclavos y subversivos.

4.1.4.¿Qué sentido dio Jesús a su muerte?

Esta pregunta es muy difícil de contestar ya que la reflexión post-pascual está demasiado presente en los textos. En efecto, las tres célebres profecías de la pasión (Mc 8,31; 9,31;10,33) constituyen explicaciones tardías de la muerte de Jesús.

¿Previó Jesús su muerte? Existen una serie de factores que deben haber hecho pensar a Jesús en un final violento: el destino del Bautista, el aviso de que Herodes quería matarle (Lc 13,31-33), y el conflicto creciente con los principales grupos de poder de la época: sumos sacerdotes y escribas, fariseos y saduceos.

¿Qué sentido dio Jesús a su muerte?

En los textos de la “última cena” (Mc 14,17-25 y paralelos; 1 Cor 11,23-25), aún admitiendo que se trata de un texto que ha sufrido transformaciones posteriores a la pascua por su uso litúrgico, Jesús anuncia su muerte y le da el sentido de servicio en la línea del “Siervo de Yahveh” que “carga con los pecados” del pueblo:

102 En efecto, el “hilo” fundamental del evangelio de Mc es la presentación de Jesús como Mesías e Hijo de Dios.

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“Porque yo recibí del Señor lo que les transmití: que el Señor Jesús, la noche en que era entregado, tomo pan, dando gracias, lo partió y dijo: ‘Este es mi cuerpo que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía’. Asimismo tomó el cáliz después de cenar, diciendo: ‘Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la beban, háganlo en memoria mía’” (1 Cor 11,23-25).

“Cuerpo y sangre” designan, en lenguaje bíblico a toda la persona. En este caso, la de Jesús, que se entrega a costa de su propia destrucción (“pan partido”, “sangre derramada”).

El “Siervo de Yahveh” es un misterioso personaje 103 que aparece en cuatro cantos 104 insertos en el libro del profeta Isaías. Su función es cargar con los pecados del pueblo al modo como lo hacía el carnero al cual el sumo sacerdote imponía las manos en el “día de la expiación”105. El sentido profundo del texto es que el Siervo, a pesar de ser inocente, asume el castigo divino que corresponde en justicia a todos. La descripción que hace el profeta es conmovedora:

“No tenía atractivo ni belleza...despreciado y abandonado de los hombres, varón de dolores...Mas, ciertamente, llevó nuestra enfermedad y cargó con nuestros dolores...Fue traspasado por nuestros pecados, molido por nuestras maldades;Cargó el castigo sobre él para paz nuestra,Habiendo sido curado nosotros por sus heridas...Ofreció su vida como sacrificio por el pecado,Verá descendencia que vivirá largamente...Porque se entregó a la muerte, contándose entre los malhechores,Porque llevó los pecados de muchos e intercedió por los pecadores”

(Is 53,1-12).

Como nuevo Siervo, Jesús deberá cargar con todo el odio humano que ha suscitado para hacer presente el Reinado de Dios aún en medio del rechazo de su pueblo 106.

Parece contradictorio con lo dicho la frase final de Jesús: “¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15,34; Mt 27,46), que es ciertamente auténtica. Estas palabras constituyeron un problema desde el principio para las primeras comunidades cristianas; de hecho, Lc la sustituye por “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”

103 Hasta el día de hoy hay discusión entre los especialistas acerca de quién se refiere en concreto Isaías104 Is 42,1-9; 49,1-7; 50,4-11; 52,13 – 53,12.105 O “Yom Kippur”. Era un día en que se pedía a Dios que borrara todos los pecados del pueblo. El sumo sacerdote entraba al Santo de los Santos del Templo y derramaba sobre la piedra que había servido de soporte al Arca de la Alianza la sangre de un carnero ofrecido en holocausto. En ese día también el sumo sacerdote “imponía las manos” sobre un macho cabrío (Azazel) para traspasarle todos los pecados del pueblo y después enviarlo al desierto. (Una descripción más completa se encuentra en Lv 16)106 Hablar de Jesús como Siervo de Yahveh no debe llevar a concepciones como las de San Anselmo. Hay que tener en cuenta el conjunto de su vida y de su práctica. Dios no castiga, pero el pecado en un cierto sentido sí, ya que daña al ser humano, y particularmente a los débiles e inocentes. Jesús ha tomado sobre sí, en nombre del Padre, todo ese dolor.

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(23,46) y Jn presenta la muerte de Jesús como grito de victoria (19,30). Sin embargo, la exégesis puede demostrar que la frase original es cita del salmo 22. Al citar el comienzo del salmo, Jesús está recitando el salmo entero. Se trata de una lamentación que termina en una acción de gracias. Como este punto ha sido causa frecuente de malos entendidos, me tomo la libertad de citar el texto ampliamente 107:

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?Mis gemidos están lejos de ti, mi Salvador.Dios mío, de día clamo y no contestas;de noche, y no me haces caso.

Tú estás en el Santuario, donde te alaba Israel.En ti confiaron nuestros antepasados,en ti confiaron y tú los libraste;a ti clamaron y fueron salvados,en ti confiaron, y nunca quedaron defraudados.Pero yo soy un gusano, no un hombre,vergüenza de la humanidad, desprecio de la gente;todos los que me ven se ríen de mí,hacen muecas, menean la cabeza:‘Se encomendó al Señor, ¡pues que él lo libre,que lo salve, si es que lo ama!’(...)

Me acorralan muchos novillos,me acosan toros de Basán,abren contra mí sus faucescomo leones que rugen y destrozan.Estoy como agua derramada,todos mis huesos están dislocados,mi corazón, como cera, se derrite en mi interior.(...)Pero tú, Señor, no te quedes lejos,fuerza mía, date prisa en socorrerme.(...)Anunciaré tu nombre a mis hermanos,te alabaré en medio de la asamblea:‘los que respetan al Señor, alábenlo;glorifíquenlo, descendientes de Jacob,témanlo, descendientes de Israel.

Porque no miró con desprecioni sintió repugnancia por el humilde;no le ocultó su rostro, y cuando le pedía auxilio lo atendió.

107 El salmo 22 es originalmente la súplica de un enfermo grave a Dios, al que sus enemigos culpan de haber pecado y por tanto de estar siendo castigado y abandonado por Yahveh.

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Él será mi alabanza en la gran asamblea,cumpliré mis votos en presencia de quienes lo respetan.Comerán los humildes y se saciarán,alabarán al Señor los que lo buscan:‘¡Viva su corazón por siempre!’

Al recordarlo retornará al Señor la tierra entera,todas las naciones se postrarán ante él.Porque sólo el Señor reina, él gobierna las naciones.Sólo ante él se postrarán los grandes de la tierra, ante él se inclinarán todos los mortales.

Yo viviré para el Señor,mi descendencia le rendirá culto,hablarán de él a la generación venidera,narrarán su salvación a los que nacerán después,diciendo: ‘Esto hizo el Señor’”.

Jesús lleva su servicio a Dios y a los hombres hasta el final. Su muerte es, pues, resumen y concreción de toda su vida. También es claro el ocultamiento de su proyecto, el Reinado de Dios. Éste se va a realizar en la pobreza e impotencia humanas. Si la actividad de Jesús no ha de ser un fracaso, eso es algo que corresponde sólo a Dios responder. Al final, Jesús deja al Padre el modo y manera de la llegada del Reino en medio de la soledad y el abandono. Será la resurrección la que muestre que no estamos ante un fracaso definitivo sino ante la revelación suprema del amor de Dios hacia los hombres en medio del horror de la cruz.

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4.2. LA RESURRECCIÓN DE JESÚS 108

4.2.1. Introducción

Jesús se presentó como aquel que anunciaba y traía consigo el Reinado de Dios. Sin embargo, terminó condenado por sus representantes oficiales y en su nombre a una muerte que, para los judíos era una verdadera prueba de la maldición divina 109.

Esa muerte parece haber acabado con la fe de los discípulos, que huyeron y no parecen haber esperado un retorno del Maestro 110. Sin Él no era posible continuar la misión. Dada la profunda vinculación que existía entre el Reinado de Dios y su Hijo, no podía existir una “causa de Jesús” ... sin Jesús.

Sin embargo, en contra de cualquier espectativa y en un breve lapso de tiempo, los discípulos vuelven a congregarse, y forman un movimiento numeroso. La razón que aducen para hacerlo es que “Jesús ha resucitado y se les ha aparecido a los suyos” (Lc 24,34).

Los textos nos muestran que a los mismos discípulos les fue difícil creer en la resurrección de Jesús. En un comienzo hubo incredulidad y obstinación (Mc 16,14), dudas (Mt 28,17), burlas (Lc 24,11) y resignación a la muerte del Maestro (Lc 24,17-24). Sin embargo, una vez superadas las dificultades, se muestran dispuestos a morir por la fe en el Resucitado. No pasará mucho tiempo para que la Iglesia Primitiva tenga sus primeros mártires (Esteban, Santiago).

Al abordar los textos, nos encontramos con que existen dos tipos de testimonios escritos: el del “kerigma” y el de las “narraciones de apariciones” de los evangelios. Es importante tratarlos por separado.

4.2.2. Los textos más antiguos

Los textos más antiguos que hablan de la resurrección son los del “kerigma”. Éste es una confesión de fe que contiene, en una apretada síntesis, el anuncio de Jesús resucitado de las primeras comunidades cristianas. Tiene un carácter oficial y público 111. Aparece en

108 Basado en GONZÁLEZ FAUS,J.I., “La Humanidad Nueva”, op. cit. pp.137-163, GONZÁLEZ FAUS,J.I., “Acceso a Jesús”, op. cit., pp., 111-128, y KASPER,W., op. cit., pp. 151-196. Puede complementarse esta presentación con GONZÁLEZ DE CARDEDAL,O., op. cit., pp. 125-175.

109 Dt 21,23 dice: “maldito el que muera colgado de un madero”.

110 Contrariamente a lo que presenta el evangelio de Lucas (y Hechos de los Apóstoles, que es obra suya) los discípulos no parecen haberse quedado en Jerusalén. La existencia de apariciones de Jesús resucitado en Galilea (Mc 14,28; Mt 28,16) da a entender que hubo discípulos que volvieron a su lugar de origen porque no vieron ningún sentido en continuar el movimiento sin Jesús. Sólo la aparición -completamente inesperada- del Maestro en ese lugar los animó a volver a Jerusalén.

111 Algo así como nuestro actual “credo”.

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diversos textos que son muy posteriores, pero se le reconoce fácilmente porque tiene un esquema común.

El texto más antiguo del NT en que aparece el kerigma es el de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, del año 57 de nuestra era:

“Porque les transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Pedro y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí”...(1 Cor 15,3-5).

Las palabras “recibir” y “transmitir” son traducción de los términos griegos “paralambánein” y “paradídonai” que son términos técnicos que se utilizan para transmisión de tradiciones oficiales. La confesión se estructura en 3 partes:

- la afirmación del hecho de la muerte y resurrección;- la comprobación experimental del mismo: sepultura y apariciones, y- el testimonio de la Sagrada Escritura, con la idea de cumplimiento de lo anunciado

por los profetas en el AT.

El término griego “ófthe” significa literalmente “fue visto”, y se emplea en el AT para las apariciones de Dios. Era como decir: “Dios se dejó ver”, o, mejor, “Dios se apareció” 112. No se trata, entonces, de “visiones” sino de auténticas apariciones, en las que la iniciativa proviene de Jesús 113.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles existen varios pasajes que contienen el kerigma. Nos detendremos en el más conocido:2,22-24.32-36:

“(22) Israelitas, escuchen ustedes estas palabras: A Jesús, el Nazareno, hombre acreditado por Dios entre ustedes con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre ustedes, como ustedes mismos saben, (23) a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, ustedes lo mataron clavándole en la cruz por mano de los gentiles; (24) a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedara bajo su dominio (...) (32) A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos. (33) Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que ustedes ven y oyen. (34) Pues David no subió a los cielos y sin embargo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha (35) hasta que ponga a tus enemigos por tarima de tus pies.

112 Se trata del “pasivo divino”, que ha aparecido en otras ocasiones.113 La visión tiene un fuerte componente subjetivo (aunque sea inspirada por Dios), ya que está vinculada al fenómeno psicológico del “éxtasis”. La aparición, en cambio, es objetiva, no depende del que la recibe de ningún modo.

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(36) Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien ustedes han crucificado”.

Se trata de una versión del kerigma más completa que la anterior; sus elementos son los siguientes:

- Ese Jesús, que paso haciendo el bien, acreditado por Dios por sus prodigios y señales,...(vida de Jesús) (Hch 2,22)

-... ustedes lo mataron clavándolo en una cruz...(2,23)-... Dios lo resucitó, (anástasis) (2,32)- ... y exaltado, ha recibido el Espíritu Santo prometido...(2,33)- ... siendo constituido Señor y Cristo (2,36)-... y todo esto de acuerdo a las Escrituras, como cumpliendo de ellas (2,23a).

En primer plano está el contraste entre la actuación judía (desconocer los signos, matar a Jesús) y la de Dios (salvar al pueblo mediante la resurrección y exaltación de Jesús).

La resurrección de Jesús es presentada como una acción de Dios Padre que lo libra del dominio de la muerte (Hades). Aparece también la idea de “exaltación”, que significa que Jesús ha recibido toda la autoridad propia de Dios 114: el “dominio del mundo (“Señor”) y su poder salvador (“Cristo” y envío del Espíritu Santo).

Se subraya el testimonio de la resurrección (“de la cual todos somos testigos”) que, en realidad, lo es de las apariciones de Jesús.

4.2.3. Las apariciones del Resucitado en los evangelios

A diferencia de los textos anteriormente nombrados, los evangelios contienen largos relatos sobre la Pascua. El más antiguo es el de Marcos, en el cual “la tumba vacía” de Jesús juega un rol importante:

“Pasado el sábado, María Magdalena, María, la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle. Y muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, van al sepulcro. Se decían unas a otras: ‘¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro?’. Y levantando los ojos ven que la piedra estaba ya retirada; y eso que era muy grande. Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en el lado derecho, vestido con una túnica blanca, y se asustaron. Pero él les dice: ‘No se asusten. Buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Vean el lugar donde le pusieron. Pero vayan a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de ustedes a Galilea; ahí lo verán ustedes, como les dijo’. Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo...” (Mc 16,1-8).

114 “Sentar a la derecha”, es una imagen tomada de la monarquía. Sentarse a la derecha del rey era todo un honor..

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Este texto está lleno de detalles legendarios o simplemente literarios (el “ángel explicador” típico de los relatos apocalípticos, el ir a embalsamar un cuerpo al tercer día, el no haberse conseguido antes alguien que moviera la piedra del sepulcro,etc.); sin embargo, los especialistas concuerdan en la historicidad de dos hechos: el de la tumba vacía y el de las apariciones en Galilea 115. El primero, porque el anuncio en Jerusalén de un Jesús resucitado no hubiera podido mantenerse un día si es que su cadáver hubiera permanecido en el sepulcro 116 ; el segundo, porque lo esperable era que las apariciones hubieran sido en Jerusalén y no en Galilea.

En los cuatro evangelios encontramos relatos más o menos largos de apariciones de Jesús resucitado. Ellos pretenden principalmente comunicarnos el significado salvador de la resurrección de Jesús, y sólo secundariamente el modo de esas apariciones. Por ello discrepan bastante en detalles secundarios (lugar, orden, número, etc). A pesar de sus diferencias, hay 3 elementos que son comunes a todos. Los explicaremos siguiendo el relato de Jn 20,11-29.

a) Iniciativa de Jesús

Según estos textos, el Resucitado es incognoscible para los hombres. Si llega a ser conocido es debido a una decisión suya de manifestarse, de hacerse captable por los sentidos humanos. Por eso, ellos nos muestran a menudo que Jesús no es reconocido por sus discípulos y que debe hacer algo para que “se les abran los ojos” (Jn 20,14-16).

“Estaba María junto al sepulcro afuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Le dicen ellos: ‘Mujer, ¿por qué lloras?’. Ella les respondió: ‘Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto’. Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: ‘Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?’ Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: ‘Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré’. Jesús le dice: ‘María’. Ella se vuelve y le dice en hebreo: ‘Rabbuní’ - que quiere decir: ‘Maestro’-”.

b) Reconocimiento

Los textos evangélicos nos presentan una fundamental identidad entre el Jesús pre-pascual y el post-pascual. Su estado es diferente pero se trata de la misma persona; por eso atraviesa murallas, se hace presente en forma imprevista, y, sin embargo, conserva las llagas de la crucifixión y come (Jn 21; Lc 24,41-42). No estamos, entonces, ante un ángel o un espíritu. Sigue siendo un hombre, aunque su humanidad ha entrado en la dimensión de Dios. Continuemos con el texto de Jn:

“Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en

115 Para un comentario más detallado, ver KASPER,W., op. cit., pp. 155-159.116 Mateo recoge la explicación que se dio más tarde: los discípulos robaron el cadáver de Jesús: Mt 27,62-66.

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medio de ellos y les dijo: ‘La paz con ustedes’. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con ustedes. Como el Padre me envió, también yo los envío’ Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos’.Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: ‘Hemos visto al Señor’. Pero él les contestó: ‘Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré’. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: ‘La paz con ustedes’. Luego dice a Tomás: ‘Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente’. Tomás le contestó: ‘Señor mío y Dios mío’. Le dice Jesús: ‘Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído’” (Jn 20,19-29).

c) Misión

La realización de las promesas de Dios en la persona de Jesús resucitado es algo para ser comunicado a todos los hombres; por eso, el Maestro renueva la misión a los mismos discípulos que lo abandonaron y para ello les da la fuerza del Espíritu Santo, del que hablaremos más adelante.

4.2.4. ¿Qué es la resurrección?

La fe en la resurrección de Jesús es absolutamente central para el cristianismo. Por eso llama la atención el rol secundario que ha jugado en la conciencia creyente de los últimos siglos. La reflexión catequética estuvo demasiado centrada en la encarnación 117

y en la cruz 118. La filosofía platónica tuvo un papel importante al acentuar la salvación del alma como esperanza fundamental. La apologética del siglo XIX desvalorizó la resurrección al presentarla casi como un milagro más, cuya función era confirmar el carácter divino de Jesús.

Por ello, es capital realizar el esfuerzo de aclarar el concepto y subrayar la importancia de la resurrección para la esperanza cristiana (y humana).

Como una primera aproximación al concepto de resurrección, podemos decir, siguiendo a san Pablo, que es el paso de una condición marcada por el dominio del pecado 119, la limitación y la muerte, a una de plenitud y victoria. Y ello por una intervención de Dios Padre a través del Espíritu (Rm 6,1-11).117 Respondiendo a la pregunta de cómo puede existir un dios-hombre.118 Entendida fundamentalmente como cumplimiento de un plan divino119 Jesús no fue (ni es) pecador, pero asumió la condición de la humanidad pecadora.

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El significado de la resurrección no es representable por nuestras categorías humanas porque éstas están radicalmente marcadas por nuestra condición actual no-resucitada. Se puede apuntar en la dirección correcta mediante el lenguaje de la analogía 120, que nos sirve de orientación, pero que no da cuenta del concepto.

Esta limitación la percibieron también los primeros destinarios de las apariciones de Jesús. Ellos tuvieron que echar mano a conceptos del Antiguo Testamento para hablar de la resurrección; y les fue necesario recurrir a varios tipos de lenguaje del mismo para suplir las insuficiencias que cada uno de ellos tenía. En concreto, utilizaron dos: el de “exaltación” y el de “resurrección”:

El primero se puede encontrar en Hch 2,32-36 y en Flp 2,6-11. El primer texto lo hemos visto más arriba, aunque desde otra perspectiva.

“A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos. Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que ustedes ven y oyen. Pues David no subió a los cielos y sin embargo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por tarima de tus pies.Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien ustedes han crucificado”. (Hch 2,32-36).

“Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su condición como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese

120 Hemos visto la analogía, con sus aspectos de afirmación, negación y eminencia al hablar de la paternidad de Dios.

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que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre”(Flp 2,5-11).

Con imágenes tomadas de la monarquía, estos textos nos muestran a un Jesús que ha sido reivindicado por Dios hasta tal punto que lo ha puesto en el sitio de máximo honor (la derecha del rey). Desde esa condición ha adquirido el gobierno del mundo (título de “Señor”) y el poder de salvarlo (de “Cristo” o “Mesías”). De un modo implícito está presente la idea de que Dios Padre no le ha dado la razón al Sanedrín en su actuación, sino a Jesús; sólo este último era su auténtico representante.

El lenguaje de resurrección insiste en que Jesús ha sido levantado o despertado del sueño de la muerte Nuestras bíblias traducen por “resurrección” o “resucitar” al verbo “anístemi” y al sustantivo “anástasis” (que significan “levantar”, “poner de pie” a alguien que se ha caído); así como al verbo “egéiro” y el sustantivo “égersis” (con el significado de “despertar”, “llamar”). Se trata de la de superación de la muerte y del paso a una vida plena.

Siguiendo este último leguaje, podemos comprender la resurrección como un paso de la muerte a la vida, pero a una nueva que no puede entenderse a partir de la actual 121. Es entrada a la dimensión de Dios, que es irrepresentable, inobjetivable, impensable por nuestras categorías. Por eso, la resurrección sólo es realizable por Dios mismo, en un acto tan exclusivamente divino como el de la Creación. En esta línea, Pablo identifica al “Dios que llama al ser lo que no es” con el “Dios que ha resucitado a Jesús de entre los muertos” (Rm 4,17-24).

Por este motivo la resurrección es un suceso “meta-histórico”. Por “hecho histórico” se entiende aquel que, por su misma naturaleza, es decir, por haber ocurrido en un lugar y tiempo determinado, puede compararse y vincularse con otros sucesos semejantes a él. La resurrección sucede en nuestra historia (en el siglo I de nuestra era) pero la supera, ya que el Resucitado entra en una dimensión nueva que no es la de este tiempo y espacio, por eso no asciende localmente, no existen los días para Él, etc. 122.

En todo caso, la resurrección atañe a Alguien que es de nuestra historia y ha tenido efectos positivos en ella. Los testigos del Resucitado la concebían como un suceso real e independiente de su propia conciencia 123.

Si ella es ingreso a la dimensión de Dios y por lo tanto no perceptible a nuestros sentidos, ¿cómo se accede a ella? El NT nos presenta dos vías: las apariciones del Resucitado y las manifestaciones del Espíritu Santo.

121 De un modo análogo a la experiencia del nacimiento. El embrión en el seno materno no puede imaginar lo que es vivir en el mundo exterior con sus colores, sonidos, encuentro con los padres y las cosas, etc.122 Esta es la razón por la cual no se puede probar históricamente. En el mejor de los casos (si hubiera sido posible tener una cámara de video en esa época) se hubiera podido constatar la desaparición del cuerpo de Jesús y sus apariciones. Pero no su nueva condición y el significado radical que ella tiene para el futuro de nuestro mundo.123 Ver lo dicho más arriba sobre el término “ófthe” empleado en el kerigma.

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Mediante las primeras, Jesús se hace presente a sus discípulos 124. Por las segundas, a toda la Comunidad Cristiana en su vida y misión. El Espíritu la dota de dones o “carismas” (1 Cor 12) y le da la claridad necesaria y la valentía para anunciar el Evangelio a todas las naciones.

4.2.5.- Contenido de la resurrección

4.2.5.1. El Reino de Dios realizado en Jesús

Jesús esperaba que todo Israel aceptara el Reinado de Dios; sin embargo, ello no ocurrió. Ante este rechazo, Dios lo realizó en la persona de su Hijo. Jesús es el Hombre Nuevo 125, en el que se concentra la “Nueva Creación”. El final pleno de la historia se ha anticipado en Jesús resucitado.

Mediante este gesto, Dios Padre hace fecunda la cruz de Jesús pero no la “justifica”. El Padre “ha sacado” de la cruz la resurrección de Jesús, la vida de la muerte, y la Iglesia del rechazo de Israel. Él es capaz de convertir los peores acontecimientos en fuente de plenitud. Sin embargo, esto no justifica la cruz. Ella es fruto y signo de la maldad humana y como tal no es querida por Dios. Es permitida por Él unicamente por respeto a la libertad del hombre; en este caso, la de los que condenaron a Jesús. Sólo en este último sentido se puede hablar de voluntad divina. Me parece que puede ser de ayuda distinguir entre una voluntad de Dios “originaria” y otra “derivada”. Lo que Dios quería era que los hombres aceptaran su Reinado, esta fue su voluntad originaria; dado eso no sucedió, entonces el Reino debió hacerse presente en la cruz de Jesús (voluntad derivada) 126 .

La realización del Reinado de Dios en Jesús tiene consecuencias para nosotros. Como dice Pablo: “Creemos que Jesús murió y resucitó, y que, por lo tanto, Dios llevará consigo a los que han muerto unidos a Jesús” (1 Tes 4,14) La resurrección del Señor es anticipo y garantía de la nuestra. Es un futuro ofrecido a todo hombre que quiera unirse a Él 127.

4.2.5.2. Dios hecho hombre

En la resurrección de Jesús se hace manifiesta su divinidad. Antes de ella, esa condición no fue percibida ni por la gente ni por sus discípulos. Se lo vio como un maestro judío y un profeta. Sin embargo, Jesús ya antes de la Pascua realizó acciones que superaron ampliamente esos roles y que, de un modo más bien oculto, fueron signos de ella: perdonar pecados y llamar a Dios “Abbá”. La exigencia a los discípulos de una adhesión que sólo corresponde a Dios constituye también una pista. Sin embargo, nunca se presentó ante nadie explícitamente como Hijo de Dios, en el sentido de una “filiación divina”.

124 Utilizando la palabra en su sentido estricto. Se trata de aquellos que fueron llamados a seguirlo y que vivieron con él, como se ha explicado en el cap. 3.125 1 Cor 15,21-22.45.126 Derivada del rechazo humano.127 Para lo cual, lo decisivo es amar como Jesús amó.

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De modo que podemos hablar de una manifestación oscura o más bien oculta de su divinidad que concluye con una explícita y manifiesta en sus apariciones post-pascuales. A partir de ellas las primeras comunidades releerán los hechos y palabras del Maestro, y nos advertirán, como sucede en los evangelios, que Jesús ya era divino al comienzo de su ministerio 128.

Sin embargo, la reflexión eclesial no termina aquí. En los “relatos de la infancia” de Mt y Lc, y en el “prólogo” de Jn se afirma que Jesús era divino ya en su gestación y nacimiento. La razón de esto es la convicción de que la divinidad de Jesús no puede ser una adquisición de última hora. Ningún hombre puede llegar a ser dios; sin embargo, Dios puede hacerse hombre. Esto es lo que ha acontecido en Jesús.

Esta convicción tiene serias consecuencias para nuestra salvación “porque lo que no ha sido asumido no ha sido salvado; pero lo que se une a Dios, eso queda salvado” 129. En Jesús, Dios ha vivido nuestra condición humana “hasta el extremo” (Jn 13,1) presentando una salida al misterio del mal. Ya no es posible concebir a un dios lejano, que contempla desde fuera las acciones de los hombres y que, al final de la historia, las juzga. El Hijo de Dios ha pasado por el dolor, también el Padre, que lo ha enviado y acompañado, y el Espíritu Santo soporta en el presente, día a día, el sufrimiento que los seres humanos nos inflingimos unos a otros.

4.2.5.3. Revelación de Dios

Sólo a la luz de Jesucristo, sobre todo de su muerte y resurrección, es posible una concepción correcta de Dios. Nuestras visiones o representaciones de la divinidad deben pasar por el crisol de Jesús.

Es esencial en la concepción cristiana de Dios su carácter trinitario. Aunque la palabra Trinidad no aparece en el NT, sí está muy presente su realidad. Los textos más antiguos la contienen en fórmulas breves y densas, por ejemplo:

“Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor (=Jesús) es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios (=Padre) que obra en todos” (1 Cor 12,4-6; también 2 Cor 13,13).

Una fórmula similar se puede encontrar en el Evangelio de Lucas:

“Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.” (Lc 10,22).

Las tres Personas Divinas ya están presentes en el ministerio de Jesús. Él anuncia el Reinado de su Padre, con el que tiene una relación muy estrecha, y en quien pone toda su confianza. Jesús actúa no como un simple enviado sino como Aquel que tiene en sí

128 Como en la escena del bautismo de Jesús de Mc 1,9-11.129 Gregorio Nacianceno, Epist. 101, 7,32.

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mismo la fuerza del poder divino; por eso solicita la fe en su persona. Sólo el Hijo conoce al Padre y quién quiere conocer al Padre debe mirar al Hijo (Lc 10,21-26).

Más que en las palabras, es en las acciones de Jesús que se revela el Espíritu Santo. Él es aquella fuerza (“dínamis”) y aquella autoridad (“exusía”) con que realiza milagros y gestos liberadores (Mc 3,20-30). Explícitamente dice Jesús: “Si expulso demonios por el Espíritu de Dios, es señal de que ha llegado a ustedes el Reinado de Dios” (Mt 12,28). Esta fuerza que está en Jesús y al mismo tiempo es diferente de Él es lo que más tarde la Comunidad Eclesial llamará el Espíritu Santo.

La resurrección de Jesús es una acción trinitaria. Jesús es resucitado por el Padre (1 Tes 1,10; Rm 10,9; 1 Cor 15,4; etc). Se trata de una acción creadora suya sobre Jesús crucificado y muerto por la cual muestra su lealtad a la Alianza hecha con su pueblo 130. Dicha acción la realiza el Padre por medio del Espíritu, que es la fuerza amorosa que une al Padre y al Hijo. Así, el Jesús terreno se ve totalmente transformado por la fuerza del Espíritu. En lenguaje paulino, Él se transforma en “cuerpo espiritual”, es decir, en una realidad que asume las características del Espíritu, que implica plenitud de vida divina (cf 1 Cor 15,45). Mediante Él, la energía de la resurrección se comunica a los cristianos, que la acogen mediante la fe y pasan a ser “nuevas creaturas” (2 Cor 5,17; Gal 6,15).

En lo expuesto, se contiene la base de lo que más tarde pasará a ser la doctrina trinitaria: Dios es tres personas distintas pero una sola esencia, sustancia o naturaleza 131. Sin embargo, el concepto de persona en Dios está dado por la relación, por la donación de sí, y no por la autoafirmación cerrada en sí. Por eso se puede decir que Dios es realmente uno y a la vez diverso.

Lo dicho tiene consecuencias importantes para los cristianos: sólo se imita a Jesús haciendo comunidad, a semejanza de Dios que es esencialmente comunión. Así como en Dios la diferencia no impide la comunión sino que la fortalece, y la comunión no aplasta lo diverso sino que lo potencia, así debe ser nuestra vida común 132.

4.2.5.4. Revelación del hombre

La resurrección no sólo revela quién es Dios sino también quién es el hombre; o, más bien, qué está llamado a ser. En ella, la divinidad de Jesús realiza al máximo su humanidad (“así de humano sólo puede serlo el mismo Dios” 133). Jesús es, entonces, el prototipo o modelo de lo que es ser hombre.

130 Y, por supuesto, su lealtad con el propio Jesús.131 IV Concilio de Letrán, año 1215. Se puede leer el texto en DENZINGER,H. – HÜNERMANN,P., “El Magisterio de la Iglesia”, Herder, Barcelona, 1999, n° 803.132 Si Dios es Comunidad, entonces las imágenes tan frecuentes de Él como un ser solitario que crea un mundo para darse compañía y que lo contempla “desde fuera” debieran dejarse definitivamente de lado. Dios no necesita crear nada, pero quiere hacerlo para compartir con alguien distinto de sí la riqueza de su propia vida divina que es fundamentalmente Comunión.133 BOFF,L. “Jesucristo liberador”, Sal Terrae,Santander, 1987., p.189.

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Pablo expresa esta idea llamando a Jesús el Segundo Adán o el “Adán según el Espíritu” (Rm 5,12ss): Lo que quiere dar a entender es que Él es el hombre verdadero, el que realiza lo que el primero no pudo: llegar a ser “imagen” de Dios (Gn 1,26-27).

Como hombre Pleno, o nuevo Adán, Jesús es meta y a la vez impulso gestador de una humanidad nueva, plena, reconciliada. En dos impresionantes himnos del NT (Ef 1,3-14 y de Col 1,15-20), Cristo aparece como el que nos hace hermanos, hijos de un mismo Padre, y como el que va “recapitulando” (es decir, unificando y reconciliando) a toda la creación conduciéndola a su “plenitud” en el final de los tiempos:

“Bendito sea Dios,Padre de nuestro Señor Jesucristo,que desde lo alto del cielonos ha bendecido en Cristocon toda clase de bienes espirituales.Él nos eligió en Cristoantes de la creación del mundo,para que fuéramos su pueblo (...)Movido por su amor,él nos destinó de antemano,por decisión gratuita de su voluntad, a ser adoptados como hijos suyospor medio de Jesucristo (...)Él nos ha dado a conocer su plan salvíficoque había decididorealizar en Cristo,llevando su proyecto salvador a su plenitudal recapitular todas las cosas en Cristo,las del cielo y las de la tierra”.

(Ef 1,3-10)

Esta función reconciliadora la realiza Jesús a través de la Iglesia. Utilizando una imagen común del mundo grego-romano, Pablo afirma que Cristo forma con los cristianos un “Cuerpo” (es decir, una unidad vital profundamente personal), que Él encabeza y dinamiza. Cada miembro tiene algo que aportar en él, tanto en función de su misión, como de su vida interna, para lo cual, el Espíritu Santo le confía un don o “carisma” .

“A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común. Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas. Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad.

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Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo (...)

Así también el cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos. Si dijera el pie: «Puesto que no soy mano, yo no soy del cuerpo» ¿dejaría de ser parte del cuerpo por eso? Y si el oído dijera: «Puesto que no soy ojo, no soy del cuerpo» ¿dejaría de ser parte del cuerpo por eso? Si todo el cuerpo fuera ojo ¿dónde quedaría el oído? Y si fuera todo oído ¿donde el olfato? (...)” (1 Cor 12,7-30)

Corresponde a la Iglesia ser signo e instrumento de esa humanidad nueva en un mundo renovado que Jesús encarna e impulsa 134, y ello no por la vía de la imposición sino por la del servicio (Lc 22,24-29) 135.

4.3. Carácter pascual de la existencia cristiana

A modo de reflexión final presento un tema que es recurrente en el Nuevo Testamento: el de la actualidad de la Pascua de Jesús en la vida presente del cristiano.

De entre muchos textos posibles, cito uno: “Llevamos siempre en nuestras personas 136 por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra persona. Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra condición humana frágil 137. De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en ustedes (también) la vida” (2 Cor 4,10-12).

Todos sabemos que tarde o temprano el dolor y la muerte golpean nuestra vida. Nuestro mundo a diario vive situaciones de verdadera catástrofe. Es muy importante no atribuir el mal a Dios (¡No lo envía Dios!). Éste proviene de la libertad humana (que en sí misma es un gran don, pero que se puede usar mal) y de la autonomía relativa de un mundo no terminado, que Dios respeta en su funcionamiento 138. El mal en sí mismo no es justificable (es “pecado”, si brota de nuestra voluntad libre; es “catástrofe”, si viene de la naturaleza) y debe ser visto y denunciado como tal.

Sin embargo, Dios ofrece la oportunidad de vivir ese mal en conexión con la muerte de Jesús, y, así, transformarlo en fuente de vida nueva. Nada nos puede separar del amor de Cristo y de su capacidad transformadora: ni la enfermedad, ni el dolor, ni la persecución, ni

134 Como lo afirma el CONCILIO VATICANO II, en su Constitución dogmática sobre la Iglesia” (Lumen Gentium), n°1, BAC, Madrid, 1966.135 Ello no significa afirmar que Dios esté presente sólo en la Iglesia o que actúe únicamente a través de ella; sino que, como Cuerpo de Cristo, juega un rol esencial en la salvación que Dios ofrece a todo hombre.136 Literalmente, “cuerpo” (en sentido hebreo).137 Idem.138 Las enfermedades, los accidentes y las catástrofes naturales son propias de un mundo, de una naturaleza, que aún está lejos de haber llegado a su plenitud. Dios respeta el funcionamiento regular de la misma como condición de la libertad del hombre. Un mundo que cambiara continuamente haría imposible toda actuación humana.

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la misma muerte (Rm 8,35-39). Todo ello puede ser convertido en fuente de alegría y plenitud...hasta el día en que no va a ser necesario asumir el mal porque éste va a haber dejado de existir. En ese día -el de la venida del Reinado de Dios en plenitud - “ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo viejo habrá desaparecido” porque Dios va a haber “instalado su morada en medio de los hombres” (Ap. 21,3-4).

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