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juventud rebelde LECTURA 08 DOMINGO 24 DE ENERO DE 2021 por RICARDO RIVERÓN ROJAS [email protected] LLEGAR lo más tempranamente posi- ble a la meta, a la celebridad, a la ima- gen pública: ansiedad juvenil que a mu- chos conmina a volarse etapas y empe- zar por donde se termina, sin cumplir el largo recorrido donde acumulamos realizaciones y descalabros, avances y retrocesos. En ese horno se cocinan al- gunas de las consagraciones fáciles al amparo del argumento de la juventud como garantía de legitimidad y porta- dora de las más promisorias estrate- gias de cambio. Demasiadas personas se creen (o ac- túan como si fueran) Rimbaud, Mozart, o Lorca, pero solo unos pocos son de esa altura: la genialidad es sumamen- te selectiva, discriminante, cruel en sus descartes. La cultura occidental, en muchos de sus paradigmas, exalta a los niños terribles que echan por tierra todas las concepciones prestablecidas. La tradición oriental, por el contrario, pondera con mayor fuerza la sabidu- ría destilada con los años de reflexión, atributo de la ancianidad. Unos más impetuosos, otros más reposados, en ambos territorios se concretan realiza- ciones capaces de aportar brillos al de- sarrollo humano. Ni lo juvenil es por esencia revolucio- nario como tampoco lo añejo es irre- mediablemente conservador. Ambos estados cronológicos comparten te- rritorios de confort y de inconformi- dad, semillas de una u otra condición. Lo que sí no podemos dudar es que en la etapa juvenil de nuestras vidas la vo- luntad de cambio, expresada en cual- quier actividad, es más fuerte que la de consolidación de logros, mientras en la ancianidad sucede lo contrario sin que ello signifique que carezca de fuerza renovadora ese afán por conservar lo que también fue fruto de anhelos y lu- chas juveniles. La Revolución Cubana la lidera- ron jóvenes (los de la Generación del Centenario), quienes, para fortuna nuestra, se han mante- nido abiertos a cambios. Varios de esos líderes aún interactúan Despacio, que estoy de prisa cotidianamente con los nuevos actores sociales aportando una sinergia asom- brosa, vencedores de la edad. Son ya seis las décadas de Gobierno revolu- cionario en que vienen concurriendo, cada una con su dinámica enriquece- dora, varias capas generacionales. La capacidad evolutiva de las institu- ciones cubanas ha quedado demostra- da con la sostenida inconformidad en lo tocante a sus fallas de eficiencia. Su expresión se concreta en hondos de- bates propiciadores de la restructu- ración de los patrones que identifica- mos como guías hacia el desarrollo. Contrastemos, para mejor compren- sión, el replanteo de estilos y concep- tos que caracterizan a nuestro mo- delo de funcionamiento económico, donde todo se cuestiona menos los inamovibles principios de soberanía y autodeterminación. Los cambios en la manera de organi- zar la economía, la educación, la cultu- ra, la comunicación pública, la ciencia nos han permitido superar (o al menos salir de) situaciones de alta compleji- dad o estancamiento para llegar hasta el día de hoy. El mañana sigue estando en la mira. No siempre los resultados de los cambios y experimentos podrían considerarse exitosos; pero gracias a ellos hemos ido accediendo, trabajosa y a veces tardíamente, a una moderni- dad no doblegada ante los descomuna- les poderes que capitalizan las más efi- caces realizaciones de la tecnología, la industria y el orbe mediático. Resulta que, según nuestros «salva- dores» de los centros hegemónicos, en los años 60 nos dirigían jóvenes lo- cos, irresponsables, irreflexivos; enton- ces reclamaban respeto a tradiciones y consolidación de estructuras políti- cas, económicas y legales de vieja data. Hoy, por el contrario, intentan deva- luarnos alegando decrepitud de per- sonas y procesos. Como si el capitalis- mo no fuera un sistema mucho más añejo que la soñada sociedad socia- lista, solo lograda plenamente, hasta ahora, como proclamación y suma de esfuerzos. En uno de sus libros clásicos, Confu- cio sentencia que para lograr la armo- nía en una sociedad se hace necesaria «la aceptación de los consejos y orien- taciones de sabios y artistas, de los que siempre debe rodearse el gobernan- te». [1] La Revolución Cubana siempre ha iluminado sus derroteros con la opi- nión de su masa social inteligente, no importa si jóvenes o ancianos. Reflexiones muy lúcidas aportó tam- bién el poeta venezolano Aquiles Na- zoa en su Elogio incondicional de la juventud: La juventud es un estamento de la vida que surge de una manera casi mi- lagrosa, a un mundo donde ya todo está acomodado, donde todos tienen su lugar bajo el sol, donde cada uno está seguro de que con él ha terminado el proceso de la civilización, cada cual está seguro de sí mismo y de su signifi- cación, y como atornillado a los intere- ses que lo han erigido en árbitro de la historia. [2] Pero acto seguido agregó, refiriéndo- se entonces a la vejez: Cuando decimos viejos, deberíamos aclarar inmediatamente que no se tra- ta aquí de la vejez considerada como un hecho biológico, no es eso. Me re- fiero a la vejez mental, a la vejez de las ideas, a la vejez de las ma- neras de concebir el mundo; y los años físicos del hom- bre no cuen- tan tanto en ese caso. Desde el punto de vista biológico lo que se llama vejez no es sino una incapacidad progresiva del or- ganismo humano a medida que van pasando los años, para retener la sus- tancia de que está hecho nuestro cuer- po: el agua. No es otra cosa el envejeci- miento que una pérdida irreparable de la capacidad de retener nuestro cuerpo el agua. No tiene nada que ver eso con las ideas, que sí suelen quedarse cuan- do ya nuestro cuerpo se ha quedado como un viejo tinajero arrinconado. [3] Queda claro entonces que se pue- de ser sabio en plena juventud y artis- ta transgresor en la vejez. Y también vi- ceversa (parafraseo a Benedetti). Los enemigos de nuestro proceso deva- lúan el diálogo gobierno-intelectuali- dad porque lo suponen condicionado por el miedo, y también por intereses espurios de los convocados al razona- miento. Explotar las ansias juveniles de acceder a los espacios programá- ticos constituye una de las estrategias subversivas más llevadas y traídas, so- bre todo maximizando las diferencias generacionales. En defensa de lo que para desacre- ditarnos llaman «conservadurismo» (a veces desde voces jóvenes, otras no) vale la pena convocar nuevamente a Confucio: «el hombre sabio, en cuanto ha alcanzado una virtud, se aferra fuer- temente a ella y ya no la pierde jamás; en cuanto ha perfeccionado al máxi- mo la virtud adquirida, la guarda cuida- dosamente en su interior como fuente inagotable de energía». [4] ¿Cómo des- prendernos en Cuba de lo que en ma- teria de igualdad, justicia y desarrollo social hemos alcanzado en un devenir que, a expensas de las pautas socialis- tas, les aporta trigo y corazón a todos, sin que importen edad, sexo, raza, pre- ferencias, creencias? El futuro no tiene prisa para aconte- cer, pero no perdona a quienes lo dejan tirado en el camino en la brega por un presente que nos conmina a conside- rarlo eterno. (Tomado de La Jiribilla) Notas: [1] Confucio: Los cuatro libros clá- sicos, Libro segundo, disponible en: https://www.oshogu- laab.com/TAOISMO/ TEXTOS/CONFU- CIO.html, [fe- cha de consul- ta, 17 de ene- ro de 2021]. [2] Aquiles Nazoa: Elogio incondicional de la juventud, Fundación edito- rial El Perro y la Rana, Caracas, 2014, p. 12. [3] Aquiles Nazoa: Ob. Cit., pp 12-13. [4] Confucio: Ob. Cit., Libro Cuarto.

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juventud rebeldeLECTURA08 domingo 24 de enero de 2021

por RICARDO RIVERÓN [email protected]

LLEGAR lo más tempranamente posi-ble a la meta, a la celebridad, a la ima-gen pública: ansiedad juvenil que a mu-chos conmina a volarse etapas y empe-zar por donde se termina, sin cumplir el largo recorrido donde acumulamos realizaciones y descalabros, avances y retrocesos. En ese horno se cocinan al-gunas de las consagraciones fáciles al amparo del argumento de la juventud como garantía de legitimidad y porta-dora de las más promisorias estrate-gias de cambio. Demasiadas personas se creen (o ac-

túan como si fueran) Rimbaud, Mozart, o Lorca, pero solo unos pocos son de esa altura: la genialidad es sumamen-te selectiva, discriminante, cruel en sus descartes. La cultura occidental, en muchos de sus paradigmas, exalta a los niños terribles que echan por tierra todas las concepciones prestablecidas. La tradición oriental, por el contrario, pondera con mayor fuerza la sabidu-ría destilada con los años de reflexión, atributo de la ancianidad. Unos más impetuosos, otros más reposados, en ambos territorios se concretan realiza-ciones capaces de aportar brillos al de-sarrollo humano. Ni lo juvenil es por esencia revolucio-

nario como tampoco lo añejo es irre-mediablemente conservador. Ambos estados cronológicos comparten te-rritorios de confort y de inconformi-dad, semillas de una u otra condición. Lo que sí no podemos dudar es que en la etapa juvenil de nuestras vidas la vo-luntad de cambio, expresada en cual-quier actividad, es más fuerte que la de consolidación de logros, mientras en la ancianidad sucede lo contrario sin que ello signifique que carezca de fuerza renovadora ese afán por conservar lo que también fue fruto de anhelos y lu-chas juveniles. La Revolución Cubana la lidera-

ron jóvenes (los de la Generación del Centenario), quienes, para fortuna nuestra, se han mante-nido abiertos a cambios. Varios de esos líderes aún interactúan

Despacio, que estoy de prisacotidianamente con los nuevos actores sociales aportando una sinergia asom-brosa, vencedores de la edad. Son ya seis las décadas de Gobierno revolu-cionario en que vienen concurriendo, cada una con su dinámica enriquece-dora, varias capas generacionales. La capacidad evolutiva de las institu-

ciones cubanas ha quedado demostra-da con la sostenida inconformidad en lo tocante a sus fallas de eficiencia. Su expresión se concreta en hondos de-bates propiciadores de la restructu-ración de los patrones que identifica-mos como guías hacia el desarrollo. Contrastemos, para mejor compren-sión, el replanteo de estilos y concep-tos que caracterizan a nuestro mo-delo de funcionamiento económico, donde todo se cuestiona menos los inamovibles principios de soberanía y autodeterminación. Los cambios en la manera de organi-

zar la economía, la educación, la cultu-ra, la comunicación pública, la ciencia nos han permitido superar (o al menos salir de) situaciones de alta compleji-dad o estancamiento para llegar hasta el día de hoy. El mañana sigue estando en la mira. No siempre los resultados de los cambios y experimentos podrían considerarse exitosos; pero gracias a ellos hemos ido accediendo, trabajosa y a veces tardíamente, a una moderni-dad no doblegada ante los descomuna-les poderes que capitalizan las más efi-caces realizaciones de la tecnología, la industria y el orbe mediático. Resulta que, según nuestros «salva-

dores» de los centros hegemónicos, en los años 60 nos dirigían jóvenes lo-cos, irresponsables, irreflexivos; enton-ces reclamaban respeto a tradiciones

y consolidación de estructuras políti-cas, económicas y legales de vieja data. Hoy, por el contrario, intentan deva-luarnos alegando decrepitud de per-sonas y procesos. Como si el capitalis-mo no fuera un sistema mucho más añejo que la soñada sociedad socia-lista, solo lograda plenamente, hasta ahora, como proclamación y suma de esfuerzos. En uno de sus libros clásicos, Confu-

cio sentencia que para lograr la armo-nía en una sociedad se hace necesaria «la aceptación de los consejos y orien-taciones de sabios y artistas, de los que siempre debe rodearse el gobernan-te».[1]  La Revolución Cubana siempre ha iluminado sus derroteros con la opi-nión de su masa social inteligente, no importa si jóvenes o ancianos. Reflexiones muy lúcidas aportó tam-

bién el poeta venezolano Aquiles Na-zoa en su Elogio incondicional de la juventud:La juventud es un estamento de la

vida que surge de una manera casi mi-lagrosa, a un mundo donde ya todo está acomodado, donde todos tienen su lugar bajo el sol, donde cada uno está seguro de que con él ha terminado el proceso de la civilización, cada cual está seguro de sí mismo y de su signifi-cación, y como atornillado a los intere-ses que lo han erigido en árbitro de la historia.[2]

Pero acto seguido agregó, refiriéndo-se entonces a la vejez:Cuando decimos viejos, deberíamos

aclarar inmediatamente que no se tra-ta aquí de la vejez considerada como un hecho biológico, no es eso. Me re-fiero a la vejez mental, a la vejez de las

ideas, a la vejez de las ma-neras de concebir el

mundo; y los años físicos del hom-

bre no cuen-tan tanto

en ese caso. Desde el punto de vista biológico lo que se llama vejez no es sino una incapacidad progresiva del or-ganismo humano a medida que van pasando los años, para retener la sus-tancia de que está hecho nuestro cuer-po: el agua. No es otra cosa el envejeci-miento que una pérdida irreparable de la capacidad de retener nuestro cuerpo el agua. No tiene nada que ver eso con las ideas, que sí suelen quedarse cuan-do ya nuestro cuerpo se ha quedado como un viejo tinajero arrinconado.[3]

Queda claro entonces que se pue-de ser sabio en plena juventud y artis-ta transgresor en la vejez. Y también vi-ceversa (parafraseo a Benedetti). Los enemigos de nuestro proceso deva-lúan el diálogo gobierno-intelectuali-dad porque lo suponen condicionado por el miedo, y también por intereses espurios de los convocados al razona-miento. Explotar las ansias juveniles de acceder a los espacios programá-ticos constituye una de las estrategias subversivas más llevadas y traídas, so-bre todo maximizando las diferencias generacionales. En defensa de lo que para desacre-

ditarnos llaman «conservadurismo» (a veces desde voces jóvenes, otras no) vale la pena convocar nuevamente a Confucio: «el hombre sabio, en cuanto ha alcanzado una virtud, se aferra fuer-temente a ella y ya no la pierde jamás; en cuanto ha perfeccionado al máxi-mo la virtud adquirida, la guarda cuida-dosamente en su interior como fuente inagotable de energía».[4]  ¿Cómo des-prendernos en Cuba de lo que en ma-teria de igualdad, justicia y desarrollo social hemos alcanzado en un devenir que, a expensas de las pautas socialis-tas, les aporta trigo y corazón a todos, sin que importen edad, sexo, raza, pre-ferencias, creencias? El futuro no tiene prisa para aconte-

cer, pero no perdona a quienes lo dejan tirado en el camino en la brega por un presente que nos conmina a conside-rarlo eterno. (Tomado de La Jiribilla)  Notas:[1]  Confucio:  Los cuatro libros clá-

sicos, Libro segundo, disponible en:  https://www.oshogu-

laab.com/TAOISMO/TEXTOS/CONFU-

CIO.html, [fe-cha de consul-ta, 17 de ene-ro de  2021].[2]  Aquiles

Nazoa:  Elogio incondicional

de la juventud, Fundación edito-

rial El Perro y la Rana, Caracas, 2014, p. 12.

[3]  Aquiles Nazoa: Ob. Cit., pp 12-13.

[4]  Confucio: Ob. Cit., Libro

Cuarto.

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juventud rebelde domingo 24 de enero de 2021 09LECTURA

texto y fotos OSVIEL CASTRO [email protected]

JIGUANÍ, Granma.— ¿Es posible encontrar hoy aborígenes en Cuba? La interrogante parece-ría ilógica en este tiempo lue-go de haber repetido tanto que nuestros primeros pobladores fueron aniquilados enseguida, azotados por los maltratos de los colonizadores y las enfer-medades que estos trajeron.Pero tal vez en Jiguaní, un pue-

blo que este 25 de enero cum-plirá 320 años (cabecera del municipio homónimo de unos 60 000 habitantes), la pregunta no sea irracional. Porque aun-que en la comarca no existen «indios puros», aún decenas de personas conservan rasgos de aquellos primitivos.Y es que este poblado, funda-

do entonces con más de 20 fa-milias y el nombre de San Pa-blo de Jiguaní, surgió a instan-cias del indio Miguel Rodríguez, oriundo de Bayamo, quien jun-to al cura Andrés Jerez, resol-vió reconcentrar aquí, para su protección, a los naturales dispersos entre los ríos Con-tramaestre y Cautillo. De he-cho, fue el último asentamien-to indígena reconocido por los españoles.Ese nacimiento (1701) echa

por tierra la teoría de la «desa- parición total» de la sangre ori-ginaria de Cuba. En 1818, un decreto de la metrópoli deter-minó el fin de la villa aborigen, pero los indios siguieron vi-viendo, como indican las dis-posiciones de 1836 del alcalde Miguel Íñiguez, (abuelo de Ca-lixto García), para resguardar a nuestros primigenios.Esos fundadores de la pobla-

ción fueron dejando huellas. Incluso, en 1991, en el aniver-sario 290 de Jiguaní, se creó ofi-cialmente, después de meses de funcionamiento, un grupo

de descendientes de aboríge-nes, idea impulsada por el his-toriador local Hugo Armas Pé-rez, apasionado investigador del tema durante 40 años.«El objetivo principal era so-

cializar experiencias de sus an-tepasados y saber en realidad cuánto tenemos de nuestras etnias iniciales, que es más de lo sospechado», dice él.Por otra parte, revela que en Ji-

guaní y las zonas aledañas ocu-rrió un proceso singular: fami-lias enteras como los Ferrales, Rivero, Reyes, Quesada, Anaya, Aguilera, Aguilar, Garcés, Ley-va, Reyes, Sosa, Fuentes y An-dino —todas con rasgos indíge-nas— se entrecruzaron hasta una cuarta generación, y gene-raron grupos muy parecidos físicamente.«Después se produciría una

mezcla con españoles y africa-nos, pero algo de lo indio per-duró: varios tipos de platos, al-gunas palabras, el trabajo de la cerámica, los tejidos manua-les a partir del yarey, utensilios como la hamaca y ciertas cons-trucciones como los caneyes», señala el historiador.

DE HUMANO A PIEDRASus abuelos le contaban his-

torias de los jigües, «unos ena-nitos que salían de los ríos y asustaban». Así lo recuerda hoy Dora Aguilar Osorio, trabaja-dora de la biblioteca munici-pal, quien se enorgullece de sus raíces, y es una de las fun-dadoras del citado grupo de descendientes.Ella oyó muchas «anécdotas

indias» salidas de la boca de su tía, Rosa Aguilar Almaguer, de 69 años; anécdotas llenas de or-gullo por el terruño. Ahora sue-le narrarle a su nieto de 11 abri-les, David Castillo Rivero, novelas reales sobre sus raíces y le cuen-ta de las tortas de casabe —he-chas a partir de la yuca— o los

platos de hayaca —elaborados a base de maíz— que comía en su niñez. Estos, por cierto, se co-nocen como «tamales» en mu-chos sitios de nuestra geografía.Volviendo al jigüe: según la le-

yenda original, era un duende pequeñito que hacía perder a los caminantes en lugares cer-canos a ríos o lagunas, en los que él habitaba. En el occidente del país se le denomina güije y es descrito como un ser de piel oscura de ojos saltones. Sin em-bargo, en esa región pudo pa-sar igual que con la historia de la Virgen de la Caridad: el enano se convirtió en negrito al paso del tiempo, y esto hizo pensar en su procedencia africana.Otra de las costumbres llama-

tivas de ciertos moradores de la zona del Cauto —agrega Armas Pérez—, consistía en guardar una semilla de cayajabo, una planta trepadora, que por sus poderes supuestamente ahu-yenta la mala suerte y era em-pleada por nuestros nativos.«Mi papá siempre traía una

semilla de esas en el bolsillo, se calentaba al frotarla en una superficie y eso se lo habían transmitido sus abuelos», re-lata Lázaro Miguel Aguilar Ra-mírez, un jiguanisero con pre-suntos ancestros indios.Tales detalles son entendi-

bles. Según la enciclopedia cu-bana Ecured, para los origi-narios cubanos algunos ob-jetos inanimados, incluyendo las piedras, poseían vida terre-nal o tenían atributos mágicos, algo llamado animismo.En la zona, incluyendo Baya-

mo y sus alrededores, todavía persisten las leyendas de per-sonas capaces de transformar-se en árboles o animales, una rara propiedad que según los campesinos locales, poseían los cagüeiros, término que no se sabe si es indígena.Además, se mantiene vivo el

Nuestra primera sangre

llamado espiritismo de cordón, nacido de la danza del areíto, practicada por nuestros pri-meros predecesores. Al res-pecto, Hugo Armas Pérez, se-ñala que hace mucho le llamó la atención ver en uno de los templos espirituales de la re-gión una cruz junto a un hacha petaloide, símbolo de mezcla, pero también de persistencia de lo taíno.

COMERSE LA GUAYABAAlgunos pudieran sonreír al

escuchar la palabra cutara, de-nominación que se le da en ciertas regiones a la chancleta. Mas, no hay que sentir pena de usarla pues esta proviene de la lengua original cubana, desaparecida por desdicha.Por supuesto, se cuentan mu-

chos más vocablos «únicos», como tubonuco (chichón), que en la probable traducción del aruaco significa «azul (o golpe) se asienta cerca del ojo». «Ellos empleaban un lengua-

je muy descriptivo, para el que cada objeto requería más de una palabra. Esa característica fue heredada por el campesi-nado de la región», escribió en un artículo el historiador ba-yamés Víctor Vega La O.Esto revela el origen de vo-

ces empleadas en la actualidad, como nacío (cosa dura está ahí), sabana (pocos árboles dentro), y manía (no gusta al indio), esta última usada cuando una comi-da está echada a perder. Otras están por estudiarse: catauro,

sobaco, macana, fututo, yagua, coa, canoa, cacique, cabuya, güi-ra, yarey, huracán, iguana, ma-cuto, etc.Si analizamos la toponimia de

esta zona también nos perca-taremos de la huella origina-ria: Jiguaní (río de oro), Bayamo, Babiney, Cauto, Virey, Guaca-nayabo, Yara, Babatuaba, Cu-paynicú, Maboa, Macanacú, Ja-tía, Mabay, Jagua, Cupey...Hay más. La musicalidad a

la hora de hablar es propia del triángulo Bayamo-Las Tu-nas-Holguín, algo quizá here-dado de los aborígenes, al igual que ciertas expresiones tropo-lógicas como «te comiste la gua-yaba», una frase vinculada con la ausencia porque Maque-taurie Guayaba era el señor de Coaybay, el mundo de los muertos, de los no presentes; y la guayaba resultaba el alimento favorito de las opías, es decir, de los fallecidos, tal como explicó la lingüista Libia Roblejo Peña.«Definitivamente, tenemos que

seguir profundizando en el le-gado aborigen. En Jiguaní y en la provincia de Guantánamo, donde también hay huellas de aquellos antecesores, hemos de-sarrollado varios eventos inte-resantes, con muchos aportes, pero no basta con eso», asegu-ra Hugo Armas Pérez.Él es uno de los que más han

batallado por situar a nuestra primera sangre en su lugar. A partir de ella germinó una se-milla que necesitamos cuidar a toda costa.

El nacimiento de un singular poblado hace 320 años demuestra que lo aborigen no murió tan temprano

Rosa Aguilar Almaguer vive orgullosa de haber echado su vida en Jiguaní.

Dora Aguilar Osorio acostumbra a narrar a su nieto, David Castillo Rivero, varias anécdotas vinculadas con sus antecesores aborígenes.

Lázaro Miguel Aguilar Ramírez, un jiguanisero con presuntos ancestros indios.

Aborígenes de Jiguaní. Foto: Tomada de Ecured

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juventud rebelde DOMINGO 24 DE ENERO DE 2021 11LECTURA

De tiro rápidopor CIRO BIANCHI [email protected]

CONVERSABA el escribidor en días pasados con un equipo de la televisión francesa que aco-metía en La Habana y Santia-go de Cuba un reportaje so-bre Graham Green en Cuba, y como es casi de rigor cuando se alude al autor de El poder y la gloria y El revés de la tra-ma, entre otras muchas nove-las, surgió el tema de los coc-teles cubanos. El gran escri-tor británico, que fue, al decir de García Márquez, un inven-tor de cocteles diabólicos, era fanático del ron añejo, palabra que, en su español chapurrea-do, pronunciaba así: «aniejo», una bebida que, afi rmaba, sa-bía a madera de barco, a via-je por mar. Se refi rió el escribidor, en su

diálogo con los periodistas fran-ceses, a la amplia gama de la coctelería cubana y a sus diez cocteles estrellas: daiquirí, moji-to, saoco, Havana Special, Mary Pickford, presidente, mulata, Cuba libre… Tienen detrás, por lo general, una historia o una le-yenda y en ocasiones no resul-ta imposible mencionar el nom-bre de su creador y el lugar don-de surgieron.Si el daiquirí —surgido un

poco al rumbo en las minas de hierro de ese nombre, en San-tiago de Cuba, y perfeccionado en La Habana por el barman catalán Constantino Ribalai-gua— es el rey de los cocte-les cubanos, el Cuba libre es el más vendido. Aseguran espe-cialistas que se venden 70 be-bidas Cuba libre por segundo en todo el mundo.Esa agradable combinación de

ron blanco, refresco de cola y zumo de limón, enfriada con dos o tres cubos de hielo, surgió en La Habana hace ya no menos de 120 años. Todavía a fi nes del siglo XIX no

se conocía en Cuba la palabra coctel. La ginebra superaba al ron en el gusto de los bebedo-res y se hablaba de compuestos, achampanados y meneados. La intervención militar norteameri-cana puso una nota de moder-nidad en los bares cubanos, y ron, refresco de cola y hielo hi-cieron una mezcla de campeo-nato. Cesó la soberanía espa-ñola, la Isla quedó bajo la égida de Estados Unidos y nació una república mediatizada. Pero la gente, con una buena dosis de ingenuidad, levantaba su vaso y decía: Cuba libre. En 1902 surgía el bar La Flo-

rida, que con el tiempo, pasó a ser Floridita, y existían ya en-tonces el American Club, en Prado y Virtudes, que quebró y reabrió después, y la cantina

que daba servicio a las tropas norteamericanas destacadas en el campamento de Colum-bia. Existían ya el Dos Herma-nos, surgido en 1892, y el Casti-llo de Farnés, en 1896. Se habla asimismo de un bar America-no, que el escribidor no ha po-dido localizar, si es que existió. En cualquiera de estos pudo surgir el Cuba libre.La leyenda insiste, sin em-

bargo, en que fue en ese The American Bar donde un parro-quiano, un poco al azar, hizo la prodigiosa combinación que despertó el interés de los otros clientes del establecimiento que se aprestaron a brindar por Cuba libre.

CONSULADO CUBANOEN MIAMI

Villa Paula es una magnífi ca mansión de los años 20 del si-glo pasado, de estilo neoclási-co, con un distintivo sabor cu-bano en su diseño y decora-ción interior. Cuenta con diez habitaciones, dos baños, te-chos de 18 pies de alto, baldo-sas y columnas toscanas pin-tadas a mano. Fue construida con ladrillos amarillos y estu-co blanco llevados de Cuba. La mansión está ubicada en el co-razón de Little Haití, en el 5811

de North Miami Avenue, en Miami, Florida.Se edifi có en 1925 para ser

sede del primer Consulado de Cuba en Miami, por el ofi cial consular superior Domingo Mi-lord, y su esposa, Paula, cuyo nombre se le dio al inmueble. Seis años después de que la fe-liz pareja se instalara allí, Paula murió por complicaciones tras la amputación de una pierna.El residente siguiente de

esta casona fue Reardon Mu-riel, que vivió en ella durante más de 30 años. Después de tener una variedad de propie-tarios, la mansión se convir-tió en un hogar de ancianos. En 1974 se encontraba ya en mal estado y quedó como un refugio de vagabundos. Afor-tunadamente se rescató Villa Paula mediante la compra de la propiedad por parte del De-partamento de Vivienda y De-sarrollo Urbano. Luego de in-vertir miles de dólares en la restauración, la casa recuperó su grandeza original.Al poco tiempo de su restau-

ración se descubrió que existía más de una manifestación pa-ranormal en ella:Constantemente llamaban a

su puerta de entrada de forma intermitente, para luego no

encontrarse a nadie que pro-vocara el llamado. Existía ade-más una «personalidad espiri-tual» que odiaba a los gatos. Tres gatos domésticos murie-ron aplastados por una puerta de hierro. No había viento para que la puerta se cerrara y gol-peara a los gatos, por lo que se cree que una presencia invisi-ble esperó el momento en que un gato pasara por la puerta, para cerrarla de forma violenta, como una trampa (se sabe que uno de los antiguos propieta-rios, Reardon Muriel, realmen-te odiaba a los gatos, ¿será él?).La puerta de la habitación

que perteneció a Paula tiende a cerrarse también violenta-mente. Según un anciano, Pau-la acostumbraba hacerlo cuan-do ella tocaba el piano.Se suele oler un fuerte aro-

ma de café cubano provenien-te de la cocina, así como el olor fragante de las rosas en el co-medor, durante la temporada cuando las rosas no están en fl or. También se oyen sonidos de tacones lejanos en el cami-no de piedra del patio trasero.Además, en el pasillo que lle-

va a las habitaciones se ha vis-to a una mujer de apariencia cu-bana, de pelo negro recogido en un moño, que silba alegremen-te mientras lo recorre. Luce un vestido largo, pero antes de que se esfume, se nota con claridad que tiene solo una pierna…Algunas de las manifestacio-

nes de la villa han demostra-do ser agresivas: en una opor-tunidad, un fantasma, en su rabieta, tiró platos y cubiertos por toda el área de la cocina. Además, la lámpara del por-che se soltó una vez de mane-ra inexplicable.Una sesión de espiritismo, reali-

zada en 1976, reveló que no solo Paula se manifi esta en la man-sión, sino también otros cua-tro espíritus. Según el espiritis-ta, Paula era demasiado tímida para identifi carse, pero expresó que ella amaba moler el café co-lombiano, y que adoraba tocar el piano y poner rosas alrededor de la vivienda.También se percibió un hom-

bre delgado, que llevaba un sombrero de copa, una seño-ra bastante pesada, que lucía un vestido rojo, una mujer llo-rando porque estaba preocu-pada tras haber perdido una medalla en el jardín, y apare-cía asimismo el espíritu de una mujer joven, muy desdichada, que estaba buscando la sepul-tura de su hijo ilegítimo, cuyos restos estarían enterrados en

algún lugar del recinto de Vi-lla Paula o en sus inmediacio-nes. Tal vez fuera criada en la villa o había vivido en un lugar cercano.La casa quedó libre de avis-

tamientos, ruidos y disturbios por algunos años, después de la sesión de espiritismo, lo que calmó los ánimos y posibilitó la venta de la mansión. Sin em-bargo, en los años 80 la activi-dad fantasmal volvió con fuer-za, incluyendo las apariciones de Paula. Los gatos volvieron a ser liquidados por la infa-me «puerta de la muerte». En 1989, The Miami Herald nom-bró a Villa Paula como la casa más embrujada de Miami. A principios de los 90, la mansión dejó de ser vivienda para con-vertirse en el consultorio de un médico, lo que hizo que la villa quedara en poder de sus habi-tantes fantasmales durante las horas de la noche, lo que al pa-recer ha sido un cambio bien-venido por los espectros que moran en lo que fuera el Con-sulado cubano en Miami.(Esta historia me la contó mi

amigo Max Lesnik, director de Radio Miami y presidente de la Alianza Martiana en esa ciu-dad. Si no la reclama ahora, el escribidor se la adjudicará como propia).

VIVIR COMO CARMELINADurante años y años se dice

que vive como Carmelina aquel que lleva una vida muelle y re-galada, sin penas, carencias ni limitaciones.Para muchos, esa mujer no es

otra que Carmelina Arechaba-la, de Cárdenas, integrante de la acaudalada familia propie-taria de la ronera Arechaba-la y de una corredora y alma-cenes de azúcar, de una ter-minal marítima y astilleros, así como de fábricas de levadura y confi turas. Una descendiente directa de

dicha señora dijo al escribidor que Carmela, hija de José Are-chabala Aldama, fundador de la dinastía, se casó con su pri-mo José Arechabala Saínz, y de esa unión nació Carmelina, que contrajo matrimonio en primeras nupcias con su pri-mo Miguel Ángel Arechabala. Esa es la Carmelina a la que se atribuye la frase. Añadió que era una joven her-

mosa, de pensamiento abierto para su época, bondadosa, sim-pática y alegre, que causó grata impresión en cuantos la cono-cieron, pero también una mujer muy sufrida por la invalidez que aquejó a dos de sus hijas. Pero la Carmelina de la frase

no es la cardenense. Debe ser española. Parece que es en Es-paña donde se originó la frase.