26 domingo ordinario - Un abismo insalvable

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Un abismo insalvable El infierno del egoísmo

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Un abismo insalvableEl infierno del egoísmo

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Estando el hombre rico entre tormentos […], gritó: Padre Abraham, ten piedad y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque […] porque me torturan estas llamas. Abraham le contestó: Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro males […] Entre nosotros se abre un abismo inmenso para que no puedan cruzar… Lc 16, 19-31

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El Dios de la tradición judía es sensible: se conmueve ante el sufrimiento del pobre y se

indigna con el rico que vive en la abundancia sin mirar a los necesitados. Es un Dios con corazón,

que se desposa con la humanidad y se compromete.

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La parábola del hombre rico y el pobre Lázaro evoca el abismo que se abre entre los países ricos y los más pobres. Estos países, como Lázaro, recogen miseria a los pies de los

poderosos que, a menudo, han alcanzado su riqueza explotándolos sin escrúpulos.

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Hay un riesgo: hacer una lectura marxista de este evangelio. El dinero y el capital, en sí, no son malos. Lo que es bueno o malo es el uso que hacemos de ellos. Se trata de poner los bienes materiales al servicio de

todos, especialmente de los más pobres. Así lo entiende la Iglesia en sus obras de caridad y en sus misiones.

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La fe coherente no se limita a la oración y a la

celebración comunitaria.

Pasa por la generosidad económica.

¿Es coherente nuestra vida diaria con nuestra

fe?No podemos separar nuestra fe de lo que

vivimos y expresamos.

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Muchos afirman que la pobreza es un problema de los políticos. Pero los gobiernos no pueden

resolver todos los problemas del mundo.

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Muchas revoluciones han comenzado desde la base social. No se han fraguado en las cúpulas

del poder. Es en una sociedad inquieta, responsable y emprendedora, donde germinan

las semillas del cambio.

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Con nuestro enorme potencial, los cristianos podríamos cambiar el mundo… Pero nos

adormecemos y dejamos que se cometan abusos y atropellos. No podemos conformarnos pensando que es el gobierno quien debe poner solución. El

cambio es de abajo arriba.

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Hemos de actuar como si todo dependiera de nosotros, pero con la confianza de que todo,

finalmente, depende de Dios. (S. Ignacio)El mal no es irremediable. La mirada de Jesús cambió muchas vidas. También nosotros, en nuestro pequeño obrar, día a día, podemos

provocar cambios a nuestro alrededor.

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Id a las periferias, dice el Papa Francisco.A los arrabales de la existencia, más allá de nuestras cómodas fronteras del bienestar.

Que no haya más un “ellos”, sino un nosotros.

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La imagen del hombre rico abrasándose es sobrecogedora. Su tortura es la del que se

encierra en sí mismo y vive centrado en su propio deseo. Vivir así nos quema. Pensar

solo en uno mismo nos reduce a cenizas. Nos arrebata la alegría y el sentido de vivir.

Nos convierte en polvo.

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El infierno del egoísmo quita más vidas que las armas.

El ego inflamado destruye la plenitud humana: este es el abismo insalvable, el

precipicio entre el mal y el bien, el infierno de la soledad, la falta de norte y valores.

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Sólo Dios puede salvar este abismo infranqueable.

Abramos nuestro corazón y dejemos que Él penetre en nuestro interior.

Abramos nuestras manos y tendámoslas a los demás.

Así construiremos Reino del Cielo en este mundo.

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26º Domingo Tiempo Ordinario – Ciclo CTextos: Joaquín Iglesias Aranda.