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CAPÍTULO I RELACIONES ENTRE LA PSICOLOGÍA Y LA LEY 1. Introducción Eugenio Garrido Martín! (Universidad de Salamanca) Los estudios que exponen las relaciones entre la psicología y la ley posi- tiva suelen comenzar con algún ejemplo enrarecido en los medios de co- . ., mUlllcaClOn. No quiero apartarme de este esquema; quiero recordar dos acontecimien- tos o noticias relativamente frescas. El primero, ya clásico, la sentencia de la minifalda. Me refiero a él no por el ruido social que produjo, sino por las razones aducidas por el juez de Teruel para absolver al empresario que acosa sexualmente a su secretaria: no he hecho más, dice casi textualmente el juez, que aplicar los principios de la biología y de la psicología de Freud. Es decir, que las teorías psico16gicas de la conducta intervienen explícita- mente en la argumentaci6n jurídica. La conclusi6n, para los psic6logos, es que en esta sentencia se ha explicitado su fundamentaci6n psico16gica; en todas las demás se utiliza de igual manera (Fitzmaurice y Pease, 1984). El segundo acontecimiento, que se toma de los medios de comunicaci6n, es menos conocido, pero no por eso menos significativo en cuanto a mos- trar la íntima relaci6n existente entre la psicología y la ley. Se trata de un reportaje aparecido en el suplemento dominical de ABe (29-3-89, págs. 66-67). Reportaje publicado con motivo del Decreto del Consejo de Ministros de 3 de marzo de 1989 en el que se pena a quienes no pasan a la mujer y a los hijos la pensi6n estipulada en la sentencia de separaci6n. Uno de los jueces entrevistados Guez de familia Eduardo Hijas) afirma que él quedaría más satisfecho si pudiera entrevistarse a solas con las partes que litigan. En este segundo caso la relaci6n entre la psicología y la ley roza el cam- po del ejercicio profesional. De alguna manera, ciertas funciones del juez, o que se atribuyen a ciertos jueces, tienen algo o mucho que ver con las 1. Esta publicaci6n se realiza bajo la ayuda de investigaci6n CICYT, PBS 90·0387.

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  • CAPTULO I RELACIONES ENTRE LA PSICOLOGA Y LA LEY

    1. Introduccin

    Eugenio Garrido Martn! (Universidad de Salamanca)

    Los estudios que exponen las relaciones entre la psicologa y la ley posi-tiva suelen comenzar con algn ejemplo enrarecido en los medios de co-

    . ., mUlllcaClOn.

    No quiero apartarme de este esquema; quiero recordar dos acontecimien-tos o noticias relativamente frescas. El primero, ya clsico, la sentencia de la minifalda. Me refiero a l no por el ruido social que produjo, sino por las razones aducidas por el juez de Teruel para absolver al empresario que acosa sexualmente a su secretaria: no he hecho ms, dice casi textualmente el juez, que aplicar los principios de la biologa y de la psicologa de Freud. Es decir, que las teoras psico16gicas de la conducta intervienen explcita-mente en la argumentaci6n jurdica. La conclusi6n, para los psic6logos, es que en esta sentencia se ha explicitado su fundamentaci6n psico16gica; en todas las dems se utiliza de igual manera (Fitzmaurice y Pease, 1984).

    El segundo acontecimiento, que se toma de los medios de comunicaci6n, es menos conocido, pero no por eso menos significativo en cuanto a mos-trar la ntima relaci6n existente entre la psicologa y la ley. Se trata de un reportaje aparecido en el suplemento dominical de ABe (29-3-89, pgs. 66-67). Reportaje publicado con motivo del Decreto del Consejo de Ministros de 3 de marzo de 1989 en el que se pena a quienes no pasan a la mujer y a los hijos la pensi6n estipulada en la sentencia de separaci6n. Uno de los jueces entrevistados Guez de familia Eduardo Hijas) afirma que l quedara ms satisfecho si pudiera entrevistarse a solas con las partes que litigan.

    En este segundo caso la relaci6n entre la psicologa y la ley roza el cam-po del ejercicio profesional. De alguna manera, ciertas funciones del juez, o que se atribuyen a ciertos jueces, tienen algo o mucho que ver con las

    1. Esta publicaci6n se realiza bajo la ayuda de investigaci6n CICYT, PBS 900387.

    INFINITUMTexto escrito a mquinaSobral J, Arce R, Prieto A. (1994). Manual dePsicologa Jurdica, Barcelona Espaa Ed. Paids

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    INFINITUMTexto escrito a mquinaCap. 1. Relaciones entre al psicologa y la leyPg. 17-54

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    funciones especficas del psiclogo. Fue Parsons quien, all por los aos cua-renta (1949), afirmaba que la eficacia de los abogados no se mostraba tanto en las salas de juicios como en sus despachos. Se refera a funciones que en psicologa se denominan counselling y que es uno de los roles ms viejos del psiclogo: tanto que puede constituir su estereotipo.

    Aun partiendo de estos dos ejemplos prototpicos, y con ello continuar la tradicin de los escritos psicolegales, no es mi inters demorarme en lo anecdtico que ponga de manifiesto el ejercicio. Me interesan las relaciones epistemolgicas, mostrar si son idnticas o distintas de sus representacio-nes de la conducta, objeto de estudio de la psicologa y objeto de regula-cin de la ley positiva. Tambin me interesa llegar a establecer los paradig-mas concretos de la posible o real colaboracin.

    2. Tres momentos histricos

    Si nos acercramos sistemticamente a las primeras pginas de los trata-dos de psicologa jurdica hallaramos unos cuantos tpicos que se repiten con mayor o menor fortuna. Uno de ellos es el recuerdo de hechos histri-cos que muestran cmo fueron descubriendo y aceptando los hallazgos de las ciencias sociales, en especial de la psicologa, quienes tienen por oficio la ley positiva.

    No faltar nunca la mencin de Mnstenberg, 1908 (vase Balu, 1984, Marcowitz, 1976). Mnstenberg mostr la imperiosa necesidad que tiene la ley positiva de conocer y aplicar los hallazgos de la psicologa cientfica, especialmente en el campo del testimonio presencial. La cita siguiente, re-cordada por Zimbardo (1975), es larga, pero merece la pena: es uno de los primeros testimonios en que se muestra la necesidad de que el juez tenga en cuenta la psicologa de los sentidos: Los periodistas se sentaron in-mediatamente delante del estrado. Uno escribi que los ,oyentes estaban tan sorprendidos por mi discurso que ste fue acogido con un completo silen-cio: otro, que yo era constantemente interrumpido por vivos aplausos, y que al final de mi arenga stos continuaron varios minutos. El primero es-cribi que yo no dej de sonrer durante el discurso de mi contradictor y el segundo anot que mi rostro se conserv serio, sin una sonrisa. Segn uno, me puse colorado; segn otro, blanco como la pared. El primero con-t que mi adversario no dej de pasear por el escenario durante mi discur-so, y el otro que permaneci siempre sentado a mi lado y que me daba paternalmente golpecitos en la espalda (Zimbardo, 1975, pgs. 35-36).

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    Naturalmente, cuando los tratados mencionan la obra de Mnstenberg, no eluden recordar la solfa en que la pone Vigmore (1909). Algunos no se olvidan, tampoco, de que la farsa tiene un tercer acto: treinta aos des-pus, 1937, Vigmore reconoce la necesidad de que la ley positiva se funda-mente o tenga en cuenta los hallazgos de las ciencias sociales, admitiendo, tambin, que los test son un instrumento cientfico. Sin duda, puede afir-marse que en el trasfondo existe una concepcin positivista de la ley, aque-lla que no se funda en la ideologa liberal, sino en la naturaleza de la reali-dad social (vase Garca Arn, 1987).

    Un segundo e importante momento histrico tiene lugar en el ao 1962, con el juez Bazelon (vase Balu, 1984, pg. 4, y pg. 344 y sigs.). Psiclogos y psiquiatras no estn de acuerdo en el diagnstico de la enfermedad men-tal de Yenkins. El juez admite la cualificacin del psiclogo para diagnosti-car en temas de enfermedad mental. Tal como demuestra Balu (1984) y lo prueban Poythress y Petrella (Poythress, 1979; Petrella y Poythress, 1983), mediante estudios comparativos y representativos, los diagnsticos de psi-cologa forense pueden ser mejores que los de los psiquiatras.

    Tomados en conjunto estos dos casos histricos, se advertir que existe en ellos un gran sesgo a favor de la ley positiva: parece que tal relacin tu-viera lugar solamente en el mbito de la ley procesal (capacidad del acto responsable o veracidad del testimonio). Y, en verdad, no se puede negar que la psicologa jurdica, al menos la acadmica, est determinada o pola-rizada en torno al mundo del proceso y del diagnstico (Garrido, 1992; Romero, 1992).

    Los psiclogos, sin embargo, no estaran de acuerdo en limitar las rela-ciones entre psicologa y ley a slo estos campos. Como se ver ms adelan-te, la gran pretensin de los psiclogos es, dentro de unos lmites, convertir a la psicologa en el fundamento de la ley positiva y de sus aplicaciones con-cretas: fundamento racional de su formulacin, auxiliar indispensable en su ejecucin y juez evaluador de sus logros. Tal es la opinin de autores como Monahan y Loftus (1982), Haney (1984), Blackman, Mller y Chap-man (1984), Kirby (1978), Muoz Sabat (1980), Tapp y Levine (1977), etc., y, en general, es la pretensin de todos los que directa o indirectamente se han acercado epistemolgicamente a esta relacin, incluida la presente.

    Por eso, los psiclogos suelen citar con cierta sesgada querencia la sen-tencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos de Amrica en la que se prohibe la educacin discriminada entre negros y blancos. En ella se afirma explcitamente que las ciencias sociales han demostrado que la educacin separada promueve la segregacin. Es el tercer hecho histrico al que que-

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    ra referirme. Aqu las ciencias sociales, entre ellas la psicologa, han ofreci-do la realidad social que da sentido, que da aplicaci6n concreta a la ley y ayuda a quien ha de aplicarla, ayuda que consiste en ofrecerle el verdadero sentido de lo que quiere la ley: en 1896 el Tribunal Supremo de los Estados Unidos dict6 una sentencia judicial acerca de la doctrina de separados pero iguales en las relaciones raciales, normalizando que la segregaci6n racial legislada no viola la Constituci6n. En 1954 el Tribunal dio la vuelta a esta decisi6n anterior al declarar que la segregaci6n racial legalizada en las es-cuelas pblicas es intrnsecamente desigual, por lo tanto una violaci6n de los derechos constitucionales. Para llegar a esta conclusi6n el Tribunal de 1954 tuvo en cuenta gran nmero de documentos de las ciencias sociales, que cita en una nota a pie de pgina de la decisi6n.

    Quienes se opusieron a la decisi6n de 1954 se fijaron rpidamente en este hecho y expresaron su desnimo porque el Tribunal Supremo se haba apartado de su obligaci6n de tomar decisiones puramente legales y de ha-ber contaminado sus decisiones con consideraciones psico16gicas y socio-l6gicas. Tal como lo expres6 el editor de Richmond Times-Dispach, en Vir-ginia: Violencia en Little Rock ... no hubiera tenido lugar si nueve jueces no hubieran consultado a los soci6logos y a los psic6logos en lugar de a los juristas en 1954 e intentado legislar mediante decretos judiciales (Dab-ney, 1957, pg. 14, citado por Petigrew, 1961).

    Tales crticas apoyan la decisi6n puramente legal de 1896 en la que explcitamente se reconoce que: la legislaci6n es impotente para erradicar los instintos raciales y sostener el punto de vista de que el modo estatal no puede modificar el modo popular (stateways cannot change folkways). Pero esta crtica a la decisi6n de 1954 lleva en s misma su refutaci6n al re-velar que la decisi6n de 1896 es tambin socio16gica y psico16gica. As, la noci6n de que existen instintos raciales y la creencia de que la legislaci6n o la acci6n judicial no produce un cambio de actitudes son supuestos psico-l6gicos que exigen una evidencia emprica en favor o en contra. De hecho, incluso decisi6n suena como si se inspirase directamente en los escritos de William Graham Sumner, el influyente soci6logo de aquellos tiempos, quien sostena que stateways cannot change folkways (D. Bem, 1970, pg. 1).

    Mientras el psic6logo, en sus relaciones con la ley positiva, se restrinja a su papel de experto que aconseja a la parte jurdica en temas de conducta humana, parece que no se crean demasiados problemas. En definitiva, mien-tras el jurista siga detentando el poder de esta relaci6n y el psic6logosea el auxiliar y le ofrezca los datos a los principios sobre los que fundamentar su argumentaci6n, no se plantean mayores problemas, ni epistemo16gicos

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    ni de competencia (Haney, 1984). Cuando, por el contrario, la psicologa o cualquier otra ciencia social pretende convertirse en rbitro, las relacio-nes entre psicologa y ley se hacen difciles (Ellison y Buckhout, 1981; King, 1984; Kirby, 1978; Garrido, 1986).

    Se han recomendado tres hechos hist6ricos con cierta relevancia que de-finen, te6rica y prcticamente, las posibles relaciones entre la psicologa y la ley positiva: la necesidad de contar con los descubrimientos psico16gicos en las pruebas: Mnstenberg; la cualificaci6n cientfica del psic610go para emitir evaluaciones forenses: Bazelon, y la influencia de los conocimientos psico16gicos en el cambio de la legislaci6n.

    3. Consideraciones epistemolgicas

    En algn escrito anterior mo (1986) se defiende la legitimidad que po-see el psic610go para intervenir en temas legales y el predominio de la psi-cologa sobre la ley en el terreno de los principios; tambin se declara (1990) que tal prioridad, en la prctica, es una paradoja, sobre todo cuando se ana-liza el poder efectivo de la psicologa en el momento de dar forma explcita a la norma positiva o en el de aplicarla.

    N o se quiere volver sobre estos campos de fricci6n: el inters actual se concentra en los problemas epistemo16gicos que plantean las relaciones mu-tuas; aunque tampoco se pretende que aquello se eche en olvido.

    Los tratados de psicologa jurdica no suelen aproximarse demasiado a los fundamentos de las relaciones entre la psicologa y la ley. Suelen, no obstante, comenzar haciendo afirmaciones bsicas: la psicologa y la ley han de relacionarse porque ambas tratan de la conducta humana.

    Dicho de esta manera vaga y genrica, nada habra que objetar, salvo que, como diran los clsicos, la conducta humana no es ms que un objeto material susceptible de ser estudiado desde distintas perspectivas, y stas son las diferencias sustantivas de los saberes. Si la psicologa y la ley se rela-cionan entre s porque ambas se ocupan de la conducta, ha de ser, en parte al menos, porque tienen tambin el mismo modo de entenderlo; aunque una, la psicologa, estudie sus regularidades, y otra, la ley, las suponga.

    Es necesario, pues, matizar ms. Y al hacerlo surgen dificultades. Se tra-tar de exponerlas gradualmente: primero desde el punto de vista de la psi-cologa; luego, ms difcil para m, desde los cultivadores de las ciencias ju-rdicas.

    La psicologa y la ley han de relacionarse necesariamente porque ambas

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    tratan de accin humana: Ley y psicologa son semejantes porque am-bas tratan de las conductas humanas. Ambas se preocupan de controlar la conducta (Howard, 1974, citado por Kirby, 1978) ..

    Ellison y Buckhout (1981) son ms precisos: Ley y psicologa tienen un punto de vista comn: a ambas les preocupa la comprensin, la predic-cin y la regulacin de la conducta humana (pg. 1).

    Hay autores que toman posturas, a primera vista, ms extremas, como Saks y Hastie (1978): Cada ley y cada institucin legal se apoyan en una presuncin acerca de la naturaleza humana y la manera en que viene deter-minada la conducta humana (pg. 1).

    En esta gradacin in crescendo se llega a la precisin de Howard que re-coge King (1984): La ley se funda en creencias comnmente aceptadas (no necesariamente fundadas) y refleja actitudes comnmente aceptadas (aun-que prejuzgadas)>> (pg. 67). .

    El desarrollo de estas afirmaciones de Howard constituye el cuerpo de argumentacin de libros tan bien estructurados como los de Fitzmaurice y Pease (1984) o el de Lovegrove (1988).

    En el otro extremo, en el de las argumentaciones que demuestran el de-sapego y naturaleza distinta de psicologa y ley, estaran autores como el ya citado King, que niegan casi de modo absoluto las posibles relaciones entre ambas disciplinas por hallarse en dos mundos del saber que ni se ro-zan: nada tiene que ver el mundo de las leyes cientficas de la conducta con la aplicacin concreta, circunstancial e individual de la ley positiva; idea que se puede caricaturizar diciendo cmo en la mayora del mundo se con-duce por la derecha y en Gran Bretaa por la izquierda (aunque resulta cu-rioso leer cmo Maccoby (1980), al mencionar los temas bsicos sobre los que existen leyes positivas en todas las culturas y acentuar cmo las que resultan de inters comn se aceptan, pone como ejemplo el acuerdo sobre la mano por la que se conduce).

    La idea de la no relacin tiene ms trascendencia cuando se argumenta con el valor histrico de la ley positiva. As, quienes pertenecen al partido socialista espaol y hoy estn en el gobierno, hace 20 aos eran perseguidos y encarcelados como desviados de la norma. Ser un delincuente no es cues-tin de personalidad (de psicologa), sino de voluntad dellegislador.2

    2. Lo que sucede es que tampoco la psicologa tiene una concepcin de la delincuencia como naturaleza, sino como conducta aprendida. Pasar mucho tiempo hasta que la con-cepcin mdica de la conducta o el error fundamental de la atribucin causal penetre en el campo de las dems ciencias, y ms tiempo an debe pasar hasta que se convierta en representacin sociah,.

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    Por todo ello la consideracin del delito y el delincuente como realida-des que estn en la naturaleza de las cosas indica un reduccionismo en el que cay la criminologa clsica y que se ha revelado totalmente inco-rrecto (Garca Arn, 1987, pg. 24).

    Ante afirmaciones y posturas tan dispares se corre el riesgo de recen-cia: quedarse con el ltimo argumento ledo. Aunque tambin crean un conflicto sociocognitivo, que se resuelve mediante la integracin de los con-trarios en una estructura cognitiva superior. Por una parte, parece que psi-cologa y ley son inseparables; por otra, que utilizan un lenguaje anlogo y no unvoco al referirse a la conducta. Se interesan por los mismos temas: la delincuencia, el testimonio, la rehabilitacin, los contratos, la negocia-cin, pero el significado de estas palabras es distinto para cada uno de ellos. Y, finalmente, de la analoga se pasa a la equivocidad.

    Situados en esta encrucijada, se impide retomar las cosas desde el princi-pio, comenzar por el anlisis de la conducta humana como punto de en-cuentro de psicologa y ley, y reconsiderar aquellas afirmaciones de los psi-clogos que parecen exageradas. Como ejemplo, las de Ellison y Buckhout (1981) cuando afirman que ambas ciencias se preocupan de la comprensin, la prediccin y la regulacin de la conducta humana. Esto es aparentemen-te cierto, pero la comprensin, la prediccin y la regulacin tienen signifi-cados muy distintos cuando son utilizadas por la psicologa o cuando son utilizadas por el legislador (Muoz Sabat, 1980; Bays, 1980; Garzn y Seoa-ne, 1988; Munn, 1987).

    Slo tangencialmente puede interesar al legislador el conocimiento no-mottico de la conducta humada. No es su cometido el descubrimiento o estudio de la ley del efecto, del aprendizaje vicario o de las leyes guestlticas de la percepcin humana. Entindase bien, no es que el legislador no su-ponga las leyes del funcionamiento conductual humano, pero ste no es su cometido, mientras que s lo es del psiclogo.

    De la misma manera es equvoca la expresin prediccin de la conduc-ta humana aplicada por los autores a ambas ciencias por igual. Las cien-cias sociales, como cualquier otra ciencia de la naturaleza, buscan el descu-brimiento de las leyes que les permitan controlar el comportamiento de los seres que estudian, y no existe control de verdad si se ignoran las leyes o los procesos. Si se descubre que la mera familiaridad con las personas, objetos o artificios produce la querencia, el psiclogo utilizar tal descubri-miento, por ejemplo, para modificar unas actitudes prejuiciosas. De la mis-ma manera utilizar y medir comportamientos humanos a partir de la gra-tificacin, del modelado, de las leyes de la memoria, de los principios de

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    la atribucin causal, etc. La ley positiva, en cambio, no predice sino que prev y trata de fomentar o de prohibir positivamente, pero no explcita-mente en funcin de las leyes de la naturaleza humana, sino en funcin del poder que posee, y en funcin de lo que considera bueno o malo para la convivencia entre las personas.

    Qu decir de la regulacin aplicada unvocamente a ambas disciplinas? La regulacin de la conducta es la funcin esencial de la ley positiva: ella es la que nos dice lo que debemos hacer o evitar, la que premia y la que castiga, la que abre o cierra semforos e impone direcciones nicas. N o se entiende, en cambio, en qu sentido puede afirmarse que la psicologa re-gula la conducta ms all del uso de sus leyes nomotticas que controlan solamente en cuanto predicen. Sin duda, este tipo de control psicolgico es de naturaleza muy distinta del que ejerce la ley positiva. Es tan equvoco el uso del control por ambos saberes que la ley positiva puede controlar (pro-hibindolo o imponindolo) el control psicolgico.

    Existen, pues, muchos equvocos cuando, desde un punto de vista epis-temolgico, se tratan de hallar las relaciones entre psicologa y ley. Un autor que elimina este equvoco es Piaget (1976), cuando con sutil precisin dice: Las ciencias jurdicas ocupan una posicin muy diferente debido a que el derecho constituye un sistema de normas y una norma se distingue, por su misma obligatoriedad de las relaciones ms o menos generales buscadas por las ciencias nomotticas, de la simple constatacin de relaciones exis-tentes: es una categora aparte, que es la del deber ser. Lo propio de una norma es, pues, prescribir un cierto nmero de atribuciones y de obligacio-nes que siguen siendo vlidas aun en el caso de que el sujeto las viole o no haga uso de ellas, mientras que una ley natural se apoya en un determi-nismo causal o en una distribucin estocstica y su valor de verdad depen-de exclusivamente de su adecuacin a los hechos (pg. 50).

    Tras la lectura de estas palabras no quedan ya dudas sobre lo que es pro-pio, objeto formal, de la ley positiva y lo que es propio de la psicologa cuando ambas se aproximan a su objeto material comn: la conducta. Se trata de lenguajes distintos, el del ser y el del deber ser, el de la imposicin y el del descubrimiento.

    El lector ya se ha dado cuenta del modo paradjico de exponer en el que se afirma negando. Por eso, es necesario matizar las palabras de Piaget, pues no sacan del equvoco ni del conflicto socio cognitivo.

    No es verdad que entre psicologa y ley no exista ms relacin que a travs de su objeto material comn: la conducta. Su contacto es ms ntimo: las dos tienen la misma concepcin de la naturaleza humana y de su com-

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    portamiento. Y la ley, si no quiere ser irracional e inhumana, ha de con-tar, entre otras ciencias sociales, con la psicologa. A no ser que quiera le-gislar que el sol da vueltas alrededor de la tierra, o que el recin nacido mata a su madre, y debe, por ello, ser encarcelado. Cuando el legislador quiera ir ms all de la interpretacin semntica de las palabras debe recalar en las ciencias sociales (Walker y Lind, 1984).

    4. Relacin sin equvocos. Relacin unvoca

    Las matizaciones a las palabras de Piaget deben hacerse ordenada o pro-gresivamente. En primer lugar, cuando los psiclogos hablan de relaciones entre psicologa y ley estn afirmando que, aunque cada disciplina tenga su cometido, las dos comparten una concepcin unvoca de los procesos que gobiernan la conducta humana, slo que una, la ley, los supone o intu-ye, y la otra, la psicologa, los coloca en su punto de anlisis. La ley positiva parte de una concepcin de la naturaleza humana y de una previsin del comportamiento humano y legisla en consecuencia. Por ejemplo, el dere-cho penal no tiene sentido si no se presupone que el hombre se comporta tal como lo predicen los psiclogos del refuerzo o el castigo contingentes. Tambin el psiclogo premia, castiga y amenaza para demostrar que stos son principios de motivacin que rigen la conducta humana. Por esta ra-zn no parece adecuada la objecin de Andenaes (1979) cuando critica, en concreto, este paralelismo entre la psicologa y la ley penal, simplemente porque el castigo en el laboratorio no es lo mismo que el castigo penal. Y, sobre todo, no es aceptable tal crtica cuando en ese mismo captulo l habla del valor disuasorio de la ley penal al igual que lo hacen en otros captulos del mismo volumen Zimring y Hawkins. Dicho paladinamente, desde el punto de vista psicolgico, la ley penal, en tanto su finalidad es exigir el cumplimiento de lo legislado, se funda en una concepcin de com-portamiento humano idntica a la de la psicologa, pero sta le dice que el uso que hace de esos procesos es dudoso, porque no son los mejores para conseguir lo que explcitamente pretende. La motivacin de la conducta ha sido estudiada con ms precisin por la psicologa del aprendizaje, y cuan-do la ley positiva quiera utilizarla deber contar con sus hallazgos (Buik-huisen, 1988; Van Dusen y Mednick, 1988).

    Desde la perspectiva psicolgica, aqu es donde se halla el verdadero fun-damento de las relaciones entre la psicologa y la ley positiva: en que mu-chas de las leyes positivas tienen su razn de ser, su justificacin terica en

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    los supuestos de cmo funciona la naturalez~ humana y as ap~r~~e formal-mente en los prolegmenos de cada ley (Garndo, 1992). En delmtlva, como se insistir ms adelante, las relaciones psicolegales se fundamentan en que la ley no es puro voluntarismo, sino que tambin quiere ser racional. Ante esta conclusin ya no parece tan exagerada la afirmacin de Saks y Ha~tie (1978) de que cada ley y cada institucin legal se apoyan en una ~resuncln acerca de la naturaleza humana yen la manera en que se determma la con-ducta humana.

    5. El psicologicismo de la ley

    Naturalmente, existe conciencia de la cascada de deducciones que estas afirmaciones precipitan: la psicologa y las ciencias sociales como norma de la norma; la psicologa y las ciencias sociales como jueces de la nor-ma positiva. Se puede ejemplificar esta exageracin dicie~do 9ue, ~e ser as, la psicologa puede juzgar el valor de una norma tan arbItrarla y sm fund~mento psicolgico explcito como la ubicacin de un semforo y la frecue~cla de sus cambios. Y puede juzgarlo por, al menos, dos razones: una, acudle~do a sus estudios de percepcin humana; la otra, por el estudIO de los mOVI-mientos de masas o conductas colectivas (Milgram y Toch, 1968).

    Sinceramente, para un estudioso de las ciencias sociales no resulta fcil liberarse de esta red de argumentaciones; no es fcil hallar la salida al pan-psicologicismo de la ley. Aunque bien pensado, no es que la psic.ologa quiera usurpar la hegemona del fundamento de la ley; es la ley mIsma, por su naturaleza intrnseca, la que est llena de psicologa, la que es panpsicolgi-ca. La psicologa cientfica puede ayudarle a que la psicologa en la que se apoya sea la mejor posible.

    Sin embargo, por sentido comn, acaso por un cierto sentido de l~ me-sura y del pudor cientfico, tanto panpsicologicismo puede parecerle mde-seable, paranoico. Llegado a esta argumentacin extremada, uno tiene l~ ~entacin de contenerse: no se pretende sostener que todas las leyes pOSItIvas tengan la misma dependencia psicolgica que el derecho penal. Existen le-yes positivas, como la obligatoriedad del cinturn de seguridad, o. muchas normas del derecho administrativo, como el modo de rellenar un Impreso, que nada o muy poco tienen que ver con la psicologa o las ciencias sociales.

    En alguna otra ocasin (Garrido, 1991) he intentado salir de este impas-se recurriendo a la escala de valores del legislador como anclaje ltimo de la ley positiva. Por ejemplo, no es lo mismo tener una ideologa socialista

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    que una ideologa liberal en el momento de elaborar los presupuestos gene-rales del Estado. Es decir, las leyes emanan, no de la concepcin de la natu-raleza humana, sino de la escala de valores del legislador_ Dentro de poco se demostrar que la puesta en prctica (conducencia) de esas leyes emana-das de una escala de valores determinada exigir que el legislador cuente con los hallazgos y servicios de las ciencias sociales.

    Antes se analizar ms de cerca la afirmacin de que la escala de valores terminales es el fundamento ltimo, no psicolgico, de la ley positiva, po-niendo el acento en el valor de justicia. Se ver la circularidad que existe en la distincin piagetiana entre el ser y el deber ser con la que se justifica-ba la distincin entre psicologa y ley. Se anunciar una posible salida en el interaccionismo simblico o, mejor, el interaccionismo recproco ban-duriano.

    6. Validez circunstancial del valor de justicia Cuando se apela a la escala de valores terminales como fuente ltima

    de la ley positiva parece que se ha tocado fondo y se concede un respiro ante la exageracin del panpsicologicismo. Se est de acuerdo con psicoso-cilogos como Rokeach (1973), Serrano (1984) o Garcs (1988), que conce-den a las escalas de valores terminales la funcin de justificar la propia conducta.

    Pero este tipo de justificacin tiene mucho que ver con una concepcin del derecho natural que sostiene que el fundamento ltimo de la ley se ha-lla inscrito y es innato a la naturaleza humana en cuanto tal. Uno de los valores innatos, eternos y consustanciales es el de justicia, valor que, por principio sostiene la ley positiva. Tan es as que, en nuestro lenguaje, se le han dado la vuelta a los significados semnticos diciendo que es justo aque-llo que se acomoda a la ley. Idea sta que tambin est implicada en la dia-lctica ser y deber seD> sobre la que se ha prometido volver.

    Se puede entender que los valores de vida confortable, dignidad huma-na, paz, igualdad, libertad, etc., estn inscritos en la naturaleza misma; una inscripcin semejante a la de los primeros principios del razonar, que son el fundamento ltimo de la deduccin lgica. Hay autores nada sospecho-sos de esencialismo y ms bien sospechosos de historicismo, como Samp-son (1986), que afirman lo mismo del valor justicia: Algo que es tan pro-fundamente persuasivo como lo es la justicia para legitimar un orden social, no puede ser relativo y siempre cambiante. Los principios de la justicia de-

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    ben fundamentarse en un estrato ms profundo de la vida social humana. Los principios de la justicia deben referirse a temas que afecten a todas las sociedades humanas y -yo creo- se focal icen en la cooperacin y el inte-rs general de la comunidad ms que en la competicin o en el inters ip.di-vidual (pg. 97).

    Frente a esta concepcin innatista, segn la cual el valor de justicia se equipara a los dems valores terminales, debe sostenerse que el valor de jus-ticia, por definicin, es un valor relacional y, por consiguiente, surgido del consenso y vigente por consenso, por lo cual es esencialmente relativo a tiempos y circunstancias. En nuestro tiempo se impone que sea un valor intrnsecamente relacionado con la justicia distributiva. Justicia distributi-va que, en ltimo trmino, se identifica con la equidad y no con la igualdad y menos con la necesidad de que habla Deutsch (1975, 1986) en sus escritos de tanta resonancia en el mbito de la psicologa social (Bierhoff et al., 1986).

    Sera larga de explicar la argumentacin que existe tras cada uno de los trminos que se acaban de utilizar, adems de no pertinente en este mo-mento. A modo de prueba de autoridad han de entenderse en el mismo sentido las palabras de Rawls (1985) cuando afirma que la justicia es un pro-blema de consenso social y, por lo mismo, acomodaticio y no necesaria-mente el mismo en todas las sociedades: Aunque la justicia tenga cierta prioridad y sea la virtud ms importante de las instituciones, manteniendo igual otras cosas, una concepcin de la justicia es preferible a otra en cuan-to sus consecuencias ms amplias sean ms deseables (pg. 6).

    Si las afirmaciones sobre el valor consensuado son ajustadas, resulta o se deduce que el valor de justicia no sera un valor terminal en s mismo, sino que sera un valor independiente, un subproducto de la igualdad, siempre que la igualdad se entienda como equidad, tal como se explica ms adelan-te. Dicho de otro modo, todos somos iguales siempre que todos aportemos igualitariamente.

    Interesa resaltar estas palabras de Rawls porque en su famoso libro pare-ce que busca ese primer principio de la justicia, ese valor que trascienda a las circunstancias, alejado de la investigacin emprica psicosociolgica, dejando para sta nicamente los modos de su aplicacin concreta en tiem-pos y latitudes diferentes para lograr lo que l llama imparcialidad, coordi-nacin, eficacia y estabilidad.

    Implcitamente se supondra que las ciencias sociales tendran ms que decir en la aplicacin concreta del valor justicia a la imparcialidad, la coor-dinacin, la eficacia y la estabilidad, y menos a la nocin misma de justicia. Sin embargo, tal como yo la entiendo y tal como yo entiendo que la en-

    RELACIONES ENTRE LA PSICOLOGA Y LA LEY 29

    tiende Rawls, la justicia valor terminal, por ser problema de consenso, es problema circunstancial y debe ser descubierta por las ciencias sociales tan-to en su definicin o sustantividad como en sus funciones o aplicaciones.

    En el intento de hallar las relaciones entre la psicologa y la ley, si se acepta la nocin de justicia que se acaba de exponer, resulta ser funcin de las ciencias sociales investigar cul es el concepto de justicia de la socie-dad en la que se vive. Y, si se es lgico, puede hacerse un argumento perfec-to: si la ley positiva se fundamenta en la nocin de justicia que rige la socie-dad en la que se promulga, y si es funcin de las ciencias sociales descubrir dicha nocin, entonces son las ciencias sociales las que tambin han de dar el fundamento ltimo, ultimsimo, a la ley positiva.

    7. Interaccin entre el ser y el deber ser

    Es sta una cuestin que tenemos pendiente desde la referencia a Piaget. Segn este autor, una de las diferencias esenciales entre ambas disciplinas es que la ley nos dice lo que debemos hacer y la psicologa descubre las leyes del ser, las leyes de la conducta. Las leyes positivas, aunque no se cum-plan, siguen teniendo su valor, mientras las leyes nomotticas se invalidan cuando no se halla su cumplimiento real. Pero debe afirmarse en contra de Piaget que si se invalidan las leyes nomotticas, se invalidan tambin las leyes positivas que razonablemente se fundan en ellas.

    Aun admitiendo la trascendencia de los valores terminales, e incluso in-cluyendo entre ellos el valor de justicia, queda por explicar todava la jerar-qua entre ellos dentro de la mente del legislador; queda por descubrir el or~e~ de preferencia dominante en la sociedad en la que se vive. Me estoy refmendo, a la vez que resumiendo, a la lgica de la deduccin: se est tra-tando de hallar las relaciones entre psicologa y ley desde las ciencias socia-les, desde la psicologa. Hasta ahora se ha dicho que la psicologa, en esta relacin, fundamenta a la ley. Tal sucede aun en el caso en que se quiera salir del panpsicologicismo acudiendo al deus ex machina de los valores ter-minales. Porque el valor justicia, fundamento de la ley positiva, es un valor cuya esencia es social, cuya existencia sera impensable fuera de la coexis-tencia entre personas. Cmo se experimenta, se siente, se concibe, etc., la justicia y la injusticia en una sociedad es problema de las ciencias sociales. . Pero con este tipo de argumentacin se est dando la impresin, falsa Impresin, de que la psicologa tiene esta prepotencia sobre la ley positiva (al menos en el orden de las ideas) porque es la que estudia la naturaleza

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    humana y la naturaleza del comportamiento humano. Y por naturale-za entendemos el sel", la realidad, lo sustantivo, el supuesto o soporte de la acci6n misma. Lo que pretendo es hacer una crtica a este supuesto, y para hacerlo es necesario replantearse las relaciones entre el ser y el deber ser. Entre el ser que supuestamente descubre la psicologa y el deber ser que ordena la ley positiva.

    Naturalmente que a estas alturas del desarrollo del pensamiento huma-no no se es original al afirmar que la ideologa, las ciencias sociales, no son ms que un reflejo del deber ser. En definitiva, no es original quien preten-da afirmar que las ciencias, especialmente las ciencias sociales con frecuen-cia no son ms que un ropaje cientfico del statu qua, son unas supraestruc-turas al servicio del poder establecido, que es el que legisla.

    Desde el punto de vista que nos ocupa (las relaciones entre psicologa y ley), esto quiere decir que la ley, impuesta por el poderoso, determina lo que las ciencias sociales deben descubrir. Es decir, que es la sociedad tal como est establecida, y, ms en concreto, el poder que crea las leyes, el que determina la psicologa que se hace, la naturaleza que se descubre. Y dicho as las tornas se vuelven contra las ciencias sociales. , ,

    Decir esto carece de originalidad, pero es necesario decirlo o recordarlo porque, como ya hemos visto, Piaget diferencia entre ser y deber ser a la hora de distinguir epistemo16gicamente las ciencias sociales de las jurdicas.

    La pregunta es, pues: quin determina a quin? El poder establecido, el deber ser, determina el ser que descubre la ciencia, o es primero el descu-brimiento del ser hecho por la ciencia y a l se acomoda la ley positiva?

    Dentro de la psicologa hay autores que han tratado bien este tema, por ejemplo A. Buss (1979), Gergen (1984), Sampson (1977), Torregrosa (1986), ]imnez Burillo (1992). Son ejemplos recurrentes la psicologa diferencial, mediante la cual se descubren diferencias entre las personas. Estas diferen-cias ordinariamente coinciden con las divisiones sociales y muestran c6mo los que estn arriba y dominan tienen ms capacidad y por eso deben con-tinuar obedeciendo. Sampson recuerda c6mo el origen y aplicaci6n masiva de los test psico16gicos a comienzos de siglo en EE.uU. tuvo la finalidad de evitar la inmigraci6n de los oriundos de naciones menos dotadas, una especie de eugenesia nacional. .

    En el contexto psicolegal parece ms adecuado recurrir a estudios de psi-cologa jurdica. Fitzmaurice y Pease (1986) ponen un ejemplo que, sin duda, resulta aleccionador para comprender c6mo la psicologa ha estado dirigi-da por quien detenta el poder: el complejo de Edipo freudiano, en el que las bajas pasiones de envidia, agresividad y maldad polimorfa se atribuyen

    RELACIONES ENTRE LA PSICOLOGA Y LA LEY 31

    al hijo y no al padre, a pesar de que en la obra de S6focles hay indicios manifiestos de c6mo el padre, Layo, es quien envidia al hijo o lo provoca hasta situaciones lmite. Freud debi6 hablar del complejo de Layo y no del de Edipo, pero Layo era el padre, el superior.

    En el campo de las relaciones entre la psicologa y la ley, el mejor ejem-plo, sin duda, es el tratamiento que la psicologa ha dado al tema de la per-cepci6n y la vivencia de la justicia distributiva tanto en su teora de la equi-dad como en la percepci6n del mundo justo (Walster y Walster, 1975). En la formulaci6n de la teora de la equidad se establece que el que ms aporta no solamente se lleva la parte delle6n en el reparto de beneficios, sino que, adems, trata de imponer unas normas del consenso (ley positiva) que favo-rezcan su situaci6n de privilegio. En la teora del mundo justo se ratifica esta situaci6n de reparto desigual, pero con un convencimiento ms medu-lar: que cada uno tiene lo que se merece. Quien tiene miseria o es vctima por algo ser, y quien ve la cara positiva de la suerte, aunque sta se deba al azar, es porque tambin se lo ha merecido. E incluso, segn las investiga-ciones de Lerner y sus colaboradores, a quien est hundido nadie le echa una mano.

    Nos encontramos en una situaci6n semejante a la expuesta para la psico-loga diferencial. La teora, el ser, la psicologa, descubren lo que es coinci-dente con el deber ser, con la ley positiva hecha a modo y medida de quien detenta el poder. El que ms tiene debe seguir tenindolo y mandar sobre los dems. Aunque un poco demag6gicas, stas son las palabras de Samp-son, que ratifican cuanto estamos diciendo: El papel potente que juega la justicia en la legitimaci6n social lleva inmediatamente a la posibilidad de que los principios de justicia puedan servir al inters de los actuales patro-nos de la dominaci6n ... Qu tentador es para quienes se benefician de una determinada jerarqua de poder y privilegio creer profundamente que se merecen esta posici6n elevada. Cunto ms fcil es para ellos dormir pacfi-camente por la noche si creen vivamente que los menos afortunados estn arropados en la creencia de su merecimiento del destino peOl" (pgs. 98-99).

    Esta misma concepci6n de la justicia como equidad es la influencia ma-yor que la ley positiva, emitida por quien est en el poder para favorecer sus privilegios, ha ejercido sobre la psicologa. Pero no es la nica y me gustara resaltar, al menos, dos ms y sin prejuicio de que el tema se vuelva a tocar ms adelante. La primera es una especie de lazo de programa de or-denador en el que el paso siguiente aumenta la cantidad bsica un nmero determinado de veces; se puede expresar de la siguiente manera: la ley posi-tiva, por s misma, por el hecho de ser promulgada, termina cambiando

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    las creencias de los subordinados hasta tal punto que, pasado el tiempo, la gente mantiene como naturales y obvias creencias y aptitudes que aos atrs parecan contra natura. Pongamos el ejemplo del aborto, o del divor-cio, o de las relaciones prematrimoniales, o las homosexuales. Desde el mo-mento en que algo se permite (y como permitir es no castigar, y no castigar es aprobar) termina siendo natural el abortar, el divorciarse y la eutanasia.

    La segunda de las relaciones inversas (de la ley sobre la psicologa) es ms trivial, por ser ms cotidiana. Desde una mente psicolgica resulta in-teresante acercarse a quienes, desde una mente legal, critican las relaciones entre la psicologa y la ley. Critican especialmente la transpolacin de re-sultados desde el laboratorio psicolgico al caso concreto que se est tratan-do en la sala de juicios. Pero lo que critican de una manera formal lo in-cumplen informalmente. No es menos sorprendente analizar cmo en las salas de juicios y en las sentencias judiciales se acude a principios y procedi-mientos explcita y expresamente psicolgicos para dar fuerza y contenido a la argumentacin jurdica. Es decir, las relaciones de fundamento de la psicologa sobre la ley carecen de mucho sentido cuando se estudian for-malmente, pero esas mismas leyes psicolgicas, descubiertas en los mismos laboratorios, son utilizadas por el poder fctico cuando a ste le conviene para sus intereses. Una vez ms el poder determina lo que la ciencia debe buscar. U na vez ms, cuando la ciencia es auxiliar del poder no causa pro-blemas; cuando se quiere convertir en duea desde el estudio de la natura-leza humana a la que debera someterse, la leyes criticada y reprimida. En la parte emprica de la investigacin que patrocina este escrito se estn analizando los componentes psicolgicos de las sentencias judiciales en ma-teria de delitos sexuales. U no de los captulos ms apasionantes est resul-tando ser la concepcin psicolgica que aparece en dichas sentencias.

    Lo dicho es suficiente para demostrar que, al igual que la psicologa que se hace, el ser que se descubre no est tan lejano de la circunstancia jerr-quica en la que se vive. Aunque no sea ms, como dice Bandura (1976), que porque previenen a la ciencia el plantearse ciertas hiptesis.

    Analizadas las dudosas relaciones entre el ser y el deber ser, hay que re-tornar al punto de vista psicolgico que predomina en estas pginas. Se debe afirmar, y con ello corroborar las afirmaciones de Harvey (1984), que si las ciencias sociales no sirven ms que para reforzar los argumentos de los juristas, no merece la pena hacer una psicologa jurdica. Lo mismo ha de decirse cuando se utilizan las ciencias sociales para mostrar, a posteriori, lo acertada que ha sido la imposicin de una ley; como, por ejemplo, si la so-ciologa jurdica se utilizara solamente para confirmar, hoy en da, lo bien

    RELACIONES ENTRE LA PSICOLOGA Y LA LEY 33

    que ha sido acogida la ley del aborto. En este vaivn entre la psicologa y la ley no se puede renunciar a la utopa de que mediante nuestros estudios podemos y de hecho estamos cambiando los valores de la sociedad. Dicho ms claramente, las ciencias sociales no pueden renunciar a modificar pro-fundamente la escala de valores de una sociedad. Y uno de los caminos es influyendo sobre la ley positiva. Haney (1984) expresa la misma idea con claridad: El contacto con otros sistemas intelectuales como el legal puede vigorizar paradigmas psicolgicos ya mortecinos, pero solamente si el psi-clogo se convierte en algo ms que un mero tecncrata que llena con sus datos categoras legales preexistentes ... Yo creo que el psiclogo, con sus da-tos, debe ayudar a transformar las categoras y las estructuras legales, de otra manera su xito reciente terminar siendo intil y de corta duracin (pg. 44).

    Parece necesario, una vez ms, recordar la decisin del Tribunal Supre-mo de los Estados Unidos de Amrica sobre la segregacin racial. La psico-loga, la sociologa y otras ciencias sociales mostraron la igualdad entre to-dos los seres humanos, mostraron tambin la vivencia de la injusticia al ser educados separadamente y con ello demostraron que cualquier tipo de se-gregacin, de separacin, es anticonstitucional. De esta manera influyeron sobre las leyes; de esta manera ayudaron a interpretar adecuadamente la Cons-. .,

    tltuclOn. La psicologa descubre la naturaleza que modifica la ley, pero una vez

    promulgada sta modifica la naturaleza humana que trata de descubrir la psicologa, que, como profeca autocumplida, descubre lo que la ley positi-va le ha impuesto.

    8. El determinismo recproco como solucin

    A estas alturas del discurso no estara mal un recogimiento esquemtico y guestltico que marcara el punto en que nos encontramos. Se trata de ha-llar, epistemolgicamente hablando, las relaciones entre la psicologa y la ley. Se ha partido de posturas encontradas: para los psiclogos, detrs de toda ley o acto jurdico existe una concepcin de la naturaleza humana y de las leyes de su comportamiento. Los juristas, recelosos, tienen miedo a un psicologicismo de la ley y confan ms en el anlisis de los textos legales; y su aplicacin, las teoras criminalistas clsicas y la historia reciente de la humanidad con el genocidio nazi les dan un poco la razn. Frente a estas posturas relativamente encontradas, se ha intentado salir mediante la clara exposicin de Piaget, que hace dos afirmaciones bsicas: no se debe utilizar

  • 34 MANUAL DE PSICOLOGA JURDICA

    la palabra conducta de manera equvoca, y hay que distinguir, al hablar de conducta, entre las ciencias que descubren el ser (ciencias sociales) y las que imponen la conducta, el deber ser (las ciencias jurdicas). Ante estas afirmaciones piagetianas se ha razonado, como psiclogos, en primer lugar, que psicologa y ley parten de la misma concepcin de la naturaleza huma-na y de su comportamiento; ejemplo tpico es la ley penal que se funda-menta en las leyes del aprendizaje contingente, entre otras. La lgica de es-tos argumentos, se deca a continuacin; nos lleva a un panpsicologismo como fundamento de la ley; esto asusta, aunque no sea ms que por el prin-cipio cientfico de economa. La salida de este pan psicologismo se hallara en la escala de valores del legislador; sta es la que determina las leyes posi-tivas. Pero, se contraargumentaba, el valor que fundamenta el derecho ser el de justicia, y el valor de justicia es contractual, circunstancial y temporal, y por lo mismo, propio de las ciencias sociales.

    Tampoco el segundo argumento de Piaget: la distincin entre el ser y el deber ser, ha parecido tan evidente, pues ya es saber comn que las cien-cias, especialmente las ciencias sociales, descubren lo que se proponen o, ms drsticamente, no descubren lo que no se propone. Y lo que se propo-nen suele estar determinado por el poder dominante; las ciencias sociales, con frecuencia, confirman las estructuras de poder establecidas. Como ejem-plo tpico, dentro de la psicologa, se ha puesto la percepcin de justicia distributiva y la teora del mundo justo.

    Aqu es donde nos hallamos. Sin querer nos hemos introducido en el juego del poder y de la causalidad. Un juego que es difcil de eludir, pero, a su vez, difcil de solucionar una vez que se ha afrontado. En el caso de las relaciones entre la psicologa y la ley, podemos poner ejemplos de cmo la psicologa influye sobre la ley: segregacin racial, ley penal. Pero por otra parte podemos ver cmo la ley impone el cambio psicolgico en las perso-nas; ejemplo: la ley del aborto o del divorcio. Esta imposicin de la. ley, del poder sobre las ciencias sociales puede ser dictatorial, como en el eJem-plo de Stalin, pero puede ser de dialctica histrica, tal como lo han de-mostrado las teoras marxistas en el anlisis de las ideologas. Por lo que se refiere a la psicologa el libro de A. Buss (1979), es un magnfico ejem-plo. Pero puede tener una dimensin prctica ms puntual: cuando la nece-sidad del legislador nos dice lo que debemos investigar. Tal sucede, en gene-ral, cuando se crean reas preferenciales de investigacin que tienen dotaciones econmicas prioritarias. Pero dentro del campo de las relaciones entre psi-cologa y ley se da en los temas, por ejemplo, del testimonio, de la seleccin de jurados, de la percepcin en los contratos civiles, y de las encuestas y

    RELACIONES ENTRE LA PSICOLOGA Y LA LEY 35

    estadsticas que confirman lo adecuado de una norma positiva; en la prcti-a se da siempre que las ciencias sociales son utilizadas como instrumento ~l servicio de la ley, que es el ente poderoso de la relacin.

    Cualquiera puede poner excepciones y matizaciones a estas relaciones. y esto es debido a que las relaciones, histricamente hablando, son mucho ms complejas: la evolucin histrica ha llevado a un momento concreto a la divisin de clases, que confirma la psicologa con sus test y su psicolo-ga diferencial.

    Pero dentro de este statu quo ya existe su infeccin mortal, porque en el fondo lo que existe es una escala de valores y dentro de ella una concep-cin del valor justicia como equidad: el que ms aporte que reciba ms be-neficios. Pero, a la vez, el criterio de equidad es la diferencia descubierta por la psicologa (el ser); cuando sta sigue in~es.tiga~do, en pura invest~gacin, descubre que es falso el que unos sean mas mtehgentes que otros, smo que todos pueden ser iguales si todos reciben la misma formacin. De esta manera la psicologa, el ser, siguiendo las directrices del poder, descubre leyes que van contra el mismo poder. f\ partir de. aqu dejar de ~x.istir la segregacin racial y sexual, lo que hara que cambien las leyes pOSItIvas. Y as en cadena indefinida.

    Cuando nos introducimos en la cadena causal nos introducimos en un callejn sin salida, pues todo es a la vez causa y efecto, al menos por lo que respecta a la conducta humana; todo depende de dnde cortemos este flujo de una conversacin entre A y B. Si alguien accede cuando est hablando A, pensar que la respuesta de B est causada por las palabras de A; pero si alguien accede a la conversacin cuando est hablando B y luego escucha la segunda iritervencin de A pensar que las palabras de B son la causa de la respuesta de A. De esta manera las palabras de B son, a un mismo tiem-po, aunque para distintos observadores, efecto y causa.

    Bandura (1978), en un influyente artculo sobre el determinismo rec-proco, expone sus ideas sobre la causalidad en psicologa. La originalidad del mismo radica en demostrar cmo la conducta es causa de la personali-dad y del ambiente. Generalmente la conducta ha sido considerada, en psi-cologa, como la variable dependiente, el efecto a explicar. Y como varia-bles independientes, determinantes o causantes de la conducta, estaran, bien por separado, bien por interaccin, la personalidad y el ambiente.

    Como cultivador utpico de una ciencia social deseara pensar que las relaciones entre la psicologa y la ley son recprocas, bidireccionales. Siguiendo el paradigma de la teora social cognitiva (Bandura, 1987) me parece que la influencia causal entre ambas depende del momento histrico (cuando

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    se hacen macroafirmaciones), o del momento experimental (cuando se ha-cen estudios puntuales) en que se inicie el anlisis causal. Depende del mo-mento en que se d el corte para que el anlisis se concluya o que sea la psicologa la que influya sobre la ley o la ley sobre la psicologa; y, a su vez, que se concluya si la psicologa influye sobre la ley porque ha creado modos de ver la naturaleza humana que luego la psicologa, como mera apor-tadora de datos, confirmar.

    Acaso porque no se tiene en cuenta el modelo del interaccionismo rec-proco es por lo que las discusiones de relaciones, de dependencias al fin, se hacen interminables. Es que, por la misma naturaleza del planteamiento, lo son.

    Dicho esto, sera injusto con la teora sociocognitiva si dejara la impre-si6n de que, al fin y al cabo, todo da igual o todo es igual. En el captulo del determinismo recproco la teora social cognitiva afirma que, en deter-minadas situaciones o relaciones, es ms importante la personalidad que el ambiente, y en otras la conducta que la personalidad. Segn esto, es posi-ble que las ciencias sociales tengan ms impacto sobre las leyes positivas, mientras que en otros tipos de leyes se descubra que stas influyen sobre las aptitudes y los valores.

    9. Paradojas: distintas concepciones entre psicologa y ley

    La lectura de las pginas anteriores puede dejar planteados ms proble-mas que soluciones, pero lo que no debera dejar ensombrecida es la idea de que ambas, ley y psicologa, tienen una mismaconcepci6n de la con-ducta y sus causas. La psicologa descubre estas leyes, el legislador las supo-ne y dictamina en consecuencia.

    Pero llegados a este punto uno se encuentra con que dentro de la psico-loga misma, existen diferentes corrientes u orientaciones. Entre parntesis, est tra de las grandes dudas que los psic610gos dejamos a los juristas y a otros profesionales que requieren nuestros conocimientos; estas corrien-tes estn claramente sintetizadas dentro del determinismo recproco.

    A continuaci6n se van a enumerar algunas posturas antag6nicas entre psicologa y ley, a la hora de adoptar o aplicar los conocimientos psicol6gicos.

    En primer lugar me referir a las distintas orientaciones psicol6gicas que tiene la ley y lo que yo considero psicologa ms cientHica.

    Existen psic610gos que tienen una concepci6n de la conducta como de-terminada por causas, instancias intrnsecas al sujeto; existen otros, frontal-

    RELACIONES ENTRE LA PSICOWGA y LA LEY 37

    mente opuestos a los anteriores, para quienes la conducta est determinada por el ambiente, por los estmulos. Son posturas encontradas y conocidas. Como he dejado entrever al exponer la teora social cognitiva en su captu-lo sobre el determinismo recproco, se deben romper estos esquemas. Pero no se deben romper hasta el punto de admitir que la conducta est deter-minada por causas intrnsecas innatas o permanentes. No se debe admitir una explicaci6n cientHica de la conducta en la que sta no sea modificable y reaprendible. Es decir, que por muy inadaptada que sea una conducta nunca se pierde la esperanza de modificarla. Hechas estas precisiones y marcadas estas posiciones bsicas se mencionan a continuaci6n algunas posturas en-contradas entre la concepci6n del comportamiento humano que aparece en el mbito legal y el que aparece en el psicol6gico.

    Independientemente del sentido legal que se deba dar a las sentencias judiciales cuando afirman que el acusado es autor material y responsable de los hechos que se le imputan, parece ser cierto que la ley est formulada pensando en que el sujeto es la causa fundamental de sus actos. Dicho ms tcnicamente, la ley est sesgada hacia el determinismo intrnseco de la con-ducta cometiendo el error fundamental de atribuci6n (Ross, 1977). Ade-ms (Carroll y Payne, 1976, 1977) insinan c6mo las personas del mundo de la ley estn socializadas respecto a percibir y atribuir la causalidad inter-na del crimen, ms que la causalidad circunstancial. Dentro de la investiga-ci6n que bajo el patrocinio de la CICYT estamos llevando a cabo, una de las hip6tesis trata de demostrar c6mo a lo largo de las distintas carreras uni-versitarias los estudiantes se socializan en estilos atribucionales intrnsecos o circunstanciales. Los resultados, an no definitivos, muestran c6mo los estudiantes de Derecho tienden a atribuir causalidad intrnseca a las vcti-mas de los delitos de violaci6n (Herrero). 3

    La discusi6n puede parecer trivial, acadmica o bizantina, pero en reali-dad no lo es. Y para demostrarlo bastara con leer el primer captulo de Principios de modificacin de la conducta de Bandura, y extraer las conse-cuencias que se derivan del llamado modelo mdico de la conducta.

    Para mostrar la trascendencia de explicaci6n de la conducta humana desde su componente predominantemente intrnseco y constitutivo, y sin salir-nos de las relaciones entre psicologa y ley, baste con mostrar la cadena de consecuencias que se engarzan una vez que el sujeto ha cometido un delito: es culpable intrnseco, lo que supone atribuirle la maldad, la anormalidad

    3. Tesis doctoral de Carmen Herrero sobre Percepcin social de las vctimas. Univer-sidad de Salamanca.

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    como entidad personal. La mejor manera de prevenir a la sociedad de sus peligros es la prevencin especial: el encarcelamiento, y mejor si fuera de por vida, y mejor si lo descubriramos al nacer, o mejor an (en lgica psi-colgica de atribucin a la entidad intrnseca) si no naciera. El tratamiento que se le puede dar es el de la vigilancia estrecha, el de la contencin, no el de la rehabilitacin.

    Bajo esta misma concepcin de la conducta humana se llega a condenar al ya rehabilitado o a buscar la proporcionalidad, la justicia distributiva en un juicio cuyo crimen hace ya muchos aos que se cometi, porque en de-finitiva aquella persona y sta, a la distancia de cinco o ms aos, sigue siendo la misma.

    Desde el punto de vista social tal concepcin no obliga a cambiar las circunstancias que llevaron, posiblemente, a este sujeto a convertirse en un delincuente. La sociedad crea hospitales para los locos y crceles para los desviados, que no son lugares de aprendizaje y de reforma, sino de almace-namiento y vigilancia.

    La finalidad de la pena, como se ha dicho ya, ser la prevencin especial, la incapacitacin del sujeto, y esto se logra, en tono menor, con la custodia, y en su forma mayor y ms eficaz, con la pena de muerte.

    Como digo, el anlisis minucioso de muchas sentencias nos est llevan-do a la conclusin de que en ellas existe una concepcin psicolgica de la conducta que no coincide con lo que hoy sera una psicologa ms cientfi-ca, experimentalmente hablando.

    Quizs la mejor y ms bsica aportacin que podra hacer la psicologa a la leyes mostrarle cul debe ser la concepcin de la conducta humana. La cita siguiente esclarece cuanto estamos insinuando:

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    tiene el poder. Es decir, que es bueno aquello que no se castiga y malo lo que se castiga. Tras esta etapa vienen otras cuatro, al menos, en las que la moralidad se juzga por el consenso o por los principios generales que rigen o juzgan las acciones morales. Puesto que de etapas evolutivas se trata,hay quien puede permanecer en la primera etapa, pero hay quien puede come-ter el crimen despus de haber alcanzado el estadio ms evolucionado, el estadio de los principios morales. Sin embargo, la ley penal o el derecho procesal penal no hace tales diferencias. Antes al contrario, condena con la misma clase de penas, por ejemplo, la crcel, al terrorista que ha asesina-do, que al delincuente comn o al cura Trevio. Aparentemente la pena es justa, porque as est establecido por la ley. Sin embargo, desde el punto de vista psicolgico y moral no tiene el mismo significado la crcel para quien no ha pasado del primer estadio de la evolucin de la conciencia so-cial que para quien comete el delito habiendo alcanzado los niveles ms al-tos de desarrollo moral. Dicho de otra manera: la ley parece ser justa por-que trata igualitariamente a todos los que cometen delito, pero eso no es verdad al ser mayor, psicolgicamente hablando, la pena externa idntica para unas personas que para otras. Queriendo ser justos podemos estar siendo gravemente injustos.

    Para finalizar este tipo de concepciones psicolgicas distintas entre psi-cologa y ley, mencionar el caso de los jurados y su seleccin (N ehmeth, 1981; Garrido, 1990; Sobral y Arce, 1990). An no sabemos cul va a ser la forma que adopte la legislacin espaola. Tampoco sabemos cules sern las exigencias requeridas para la seleccin de sus miembros. Por eso nos re-ferimos a la literatura ms abundante sobre el tema, la americana (Wrights-man, Kassin y Willis, 1987). En el sistema americano no se permite ser miem-bro del jurado a quien no sepa leer, y en general a quien sea incapaz de comprender el sentido de lo que se est celebrando en la sala de juicios, quien sea incapaz de entender las explicaciones que el juez dirige a los miem-bros del jurado a fin de que se atengan solamente a las pruebas vlidamente presentadas, etc~ La paradoja radica en que, segn la ley, no pueden sentarse en el banco del jurado aquellos miembros de la sociedad que s se pueden sentar en el banquillo de los acusados, aunque tampoco entiendan mucho la trascendencia que para sus vidas tiene su comportamiento en un escena-rio para cuya comprensin y representacin no han sido entrenados ni adoc-trinados. Por eso, estudios psicolgicos sobre la posibilidad de ser juzgados, como el de vila Espada (1987), deberan ser ms frecuentes y debidamen-te conocidos por los juristas.

    RELACIONES ENTRE LA PSICOLOGA Y LA LEY 41

    10. Modos de relacionarse la psicologa y la ley

    Debera haber quedado claro a lo largo de las lneas anteriores que psi-cologa y ley tienen la misma concepcin formal de la conducta humana, aunque dentro de las posibles explicaciones de la conducta la ley, por regla general, entienda lo psicolgico ms como entidad fija que como conducta aprendible. A continuacin se trata de especificar de modo esquemtico los modos reales o posibles en que se relacionan estos dos campos del saber.

    Los puntos de contacto se pueden dividir en cuatro categoras bien dis-tintas: la primera en cuanto la psicologa puede ser el fundamento de la ley positiva; la segunda, como auxiliar de la ley positiva; la tercera, como objeto de estudio, en la medida en que el comportamiento legal es objeto de estudio en s mismo o en la medida en que la situacin legal es elegida como laboratorio para el estudio de la conducta humana; la cuarta, estudia-ra ms la influencia de la ley sobre el comportamiento; sera, pues, una relacin inversa a las anteriores.

    U na vez que se hayan expuesto estas cuatro categoras de relaciones, pue-den plantearse algunas cuestiones residuales como, por ejemplo, cul de ellas mantiene un estatus superior en esta relacin o si la relacin de la psicolo-ga con la ley tiene un carcter distinto del de otras ciencias auxiliares, in-cluyendo entre ellas las mal llamadas ciencias naturales o experimentales; tambin se podra preguntar a los psiclogos por las razones de su ausencia en los foros de la ley, para terminar defendiendo a la psicologa de los juris-tas, que a fe que son muchos. Estas cuestiones, en resumen, constituiran, a mi entender, el elenco de preguntas que se pueden hacer al tratar los pun-tos de contacto entre la psicologa y la ley.

    1. La psicologa, fundamento de la ley positiva Cuanto pueda afirmarse dentro de esta categora de relaciones mutuas

    tiene su fundamento en lo ya expuesto. Pero ahora, en el momento de las relaciones concretas, quisiera tener los pies ms en el suelo.

    El legislador no pretende, salvo excepciones, ser irracional. Lo sera, por ejemplo, si tratase de encarcelar a un recin nacido por haber causado, al nacer, la muerte de su madre. El ejemplo es extremo, pero el extremismo es un recurso de la hermenutica. Comencemos, a partir del nacimiento a subir en edades y desarrollo hasta determinar cundo un sujeto es ya ca-paz de delito. La respuesta a esta cuestin no puede alejarse de una concep-

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    cin de la naturaleza humana y una explicacin de la conducta. Y, como ya se ha dicho, la conducta humana es el objeto formal de la psicologa. Y lo que se dice de la edad del delito se extiende a toda la legislacin que se fundamenta en el desarrollo de la personalidad: edad escolar, currculum escolar, edad de acceso a la poblacin activa, edad de jubilacin, etc.

    El mismo hecho de imponer castigos o sanciones, como ya se ha visto, tambin supone una concepcin de la motivacin humana. Andenaes (1984), defensor de la ley penal como instrumento educativo, lo dice con esta clari-dad: El pedagogo noruego Nordland (1966) seala paralelismos entre las funciones de la disciplina en el ambiente educativo y la ley penal de la gran sociedad (pg. 57).

    Podramos centrarnos en cualquier ley positiva y veramos cmo el le-gislador trata de ser racional y trata, asimismo, de justificar que no impone la ley por puro voluntarismo. Por ejemplo, si tomamos la ley de la produc-tividad del profesorado universitario, ley de escalones, si se analiza de cerca, se hallarn en ella un conjunto de suposiciones sobre la conducta humana que son objeto de estudio especfico de la psicologa o de otras ciencias so-ciales: suposiciones sobre la motivacin humana, la comparacin social, eli-minacin de la jerarqua de roles, percepcin de la equidad, en tanto todos tienen las mismas funciones (investigar y ensear) y, sin embargo, no to-dos pueden ganar lo mismo, etc., etc.

    Lo que suele suceder es que el legislador parte de intuiciones personales o del sentido comn. Intuiciones que no siempre son contrastadas por la ciencia (Rubin, 1973; Loftus, 1979; Fitzmaurice y Pease, 1984).

    A veces el fundamento de la ley que se quiere promulgar se busca tanto en concepciones bsicas del comportamiento humano cuanto en hechos o realidades sociales. En tales casos, es ms evidente que debe contar con el apoyo de las ciencias sociales, encargadas de descubrir tales realidades.

    Sin salirse an de esta relacin bsica, una ltima idea con aplicaciones polticas y no slo jurdicas. Las ciencias sociales, al explicar el fundamento de la conducta, pueden ayudar a dirimir problemas polticos. Existen dis-cusiones, como la pena de muerte o la violencia en los medios de comuni-cacin, que se han hecho crnicas definiendo posturas ideolgicas encon-tradas. Tales problemas, sin embargo, resultan ser problemas de comprobacin social. Son, para recordarlo una vez ms, como el tema de la segregacin racial. Pero lo mismo se puede decir de temas de ecologa. En definitiva, los problemas sociales cada vez son ms tcnicos, y son los tcnicos quienes deber ser consultados a la hora de resolverlos.

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    2. La psicologa como auxiliar de la ley positiva

    Como se ha indicado ms arriba, el fundamento ltimo de la leyes la escala de valores del legislador, que es lo que le infunde la racionalidad lti-ma. Pero aunque no fuera as, aunque el origen de la ley fuera el puro vo-luntarismo, una vez que la ley positiva ha sido promulgada debe ponerse en prctica, debe lograr que los ciuda~ano~ la cumplan, y para ello, sin duda, las ciencias sociales son una ayuda mestImable.

    No puede entenderse que una ley se promulgue para no ser cumplida. Dicho de otra manera, para que no consiga su efecto, aunque ste sea mera-mente poltico, propagandstico y no de cumplimiento, todos los medios que el legislador proponga para que tal ley positiva sea con?ci~a, prop~gada, entendida y aceptada, etc. han de contar con los conOCImIentos pSICO-sociolgicos. Cualquier psiclogo o socilogo podra ofrecer frmul~ prc-ticas para que la ley alcanzara cada una de esas metas. Creo que esto es evIdente y no se debe insistir .ms en ello.

    Aunque esto es obvio, no lo es menos la necesidad de evaluar los efectos que la ley produce. ~ o es menos obvio que. ~llegislador ~ebe preg~nt:use si la ley, pasado un tIempo de su promulgaclOn,ha cumphdo los obJetIVOs para los que fue promulgada. Son eficaces las reformas educa~ivas, las n:e-didas generadoras de empleo, o que estimulan el ahorro o que mtentan dIS-minuir las estadsticas de accidentes, evitar contaminacin, etc.? Las cien-cias sociales, a travs de metodologas especficas (Clemente, 1989), estn ofreciendo esta posibilidad de evaluacin de los efectos de una medida pol-tica o legal. Atenindonos al tema legal, Shuman (1978) ha planteado meto-dolgicamente este tema referido a la ley penal y sus objetivos ~ctuales y alternativos. El legislador, una vez ms, suele hacer sus evaluaCIones por intuicin, o con metodologas poco cientficas (Campbell, 1975). A veces incluso, pueden ser contraproducentes para los fines que persigue la ley .. Bah: (1979) muestra cmo un programa de ayuda familiar creado con la fmah-dad de consolidar el matrimonio y la adecuada educacin de los hijos, ge-ner un mayor nmero de divorcios y un menor nmero de re-casamientos; las mujeres que reciban la ayuda encontraban en sta la liberacin econ-mica que les haba impedido divorciarse con anterioridad.

    Esta aportacin de la psicologa como auxiliar de la ley, afirmad~ .de ~odo general terica y metodolgicamente, debe concretarse en clasIflcaclOnes ms pr~cisas. Con este propsito puede adoptarse la opcin ms generaliza-da (Iddies, 1984; Ribich, 1978), que consiste en enumerar temas legales es-tudiados por la psicologa:. testimonio presencial, testimonio bajo hipnosis,

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    detectores de mentiras, uso de castigos en las crceles, seleccin de jurados prediccin de la peligrosidad, discriminacin de minoras, evaluacin fa: rense, etc.

    Frente a esta postura ms generalizada se podra intentar una clasifica-cin ms racional de aquellos tipos de ayudas que la psicologa puede pres-tar a la ley, a riesgo siempre de que las clasificaciones se queden cortas o se solapen los contenidos.

    A. Ayuda en el esclarecimiento de los hechos. Con frecuencia los proce-sos legales tienen por finalidad el esclarecimiento de los hechos a los cuales aplicar post~riormente la ley vigente. sta es, en general, la primera parte de los conslderandos de las sentencias, por ejemplo.

    El psiclogo puede ayudar al esclarecimiento de los hechos bien como perito, bien como experto. El caso ms tpico es el del peritaje que, co-mo es sabido, tiene dos temas estrella. El primero hace referencia a la admi-sin de l~s hechos; entrara aqu todo lo referente al testimonio presencial o a la valIdez de los contratos basados en pruebas perceptivas. El segundo, una vez probados los hechos, se centrara en el peritaje sobre la capacidad de. re~ponsabilidad; e~~ajara aqu la evaluacin forense tanto en el proceso cnmmal -responsabIlIdad y permisos carcelarios- como en los juzgados de familia y de menores.

    E~isten otros temas no tan estelares como los mencionados, en los que la pSIco!~ga puede ~yudar al esclarecimient~ de los hechos. Por ejemplo, percepClOn del espaclO en un plano como ongen de un contrato engaoso (Muoz Sabat, 1974), letra pequea en los contratos, semejanzas de logoti-pos, actuaciones bajo presin social, etc.

    B. Ayuda en el procedimiento. En este caso, a diferencia del anterior, no se trata de llegar a la veracidad de los hechos, sino de buscar el modo de p.roceder mejor p~ llegar al esclarecimiento de los mismos. Me estoy refi-nendo a algo parecIdo a lo que Wells (1978) denominara variables del siste-ma. Por e~emplo, modo de llevar un interrogatorio policial o judicial, pre-guntas abIertas o cerradas, recordar o identificar, influencia de los libros de fotos de las comisaras sobre la identificacin posterior, modo ms efi-caz de instruir a los jurados para que desempeen sus funciones en un jui-cio justo, ruedas de identificacin, etc.

    ~. ~~ediccin de conductas. Muchas de las decisiones que se toman en el e)erCIClO de los roles legales, por ejemplo, como jueces, se basan en la probabilidad y prediccin de futuras conductas de los sujetos. El caso ms evidente, y recientemente dramtico, es el de los permisos carcelarios. Pero

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    esta misma circunstancia se da en la entrega de la custodia de los hijos en juzgados de familia, la pena en los tribunales de menores, la seleccin de jurados, la aceptacin de una sentencia a fin de que sta sea ms rehabilita-dora en casos de delincuencia por drogadiccin, pO!' ejemplo. En todos es-tos momentos importantes del proceso es bueno contar con el estudioso de la conducta humana, sus leyes y sus predicciones de futuro.

    3. Estudio del comportamiento jurdico propiamente dicho

    Intentando hacer alguna clase de crtica a lo que se ha afirmado hasta aqu, pudiramos llegar a concluir que se ha estado errando el objeto de estudio. Se haba propuesto como tema de estudio la psicologa jurdica y, sin embargo, el tema que se ha desarrollado es el de las relaciones entre psi-cologa y ley. El marco de referencia ha sido la transpolacin de los estu-dios psicolgicos a los temas legales. Por esta razn parecen, de entrada, bien sonantes las crticas de autores como King (1984), Andenaes (1978), Lloyd-Bostock (1984), y en general todos los que ponen freno a la psicologa legal porque no es posible trasladar los hallazgos del laboratorio a la situacin real de la sala de juicios o al momento de ejecutar un contrato (Garrido, 1986). Todava no hemos hablado del comportamiento legal propiamente dicho, por ejemplo, de la bsqueda de las pruebas por parte de los aboga-dos dependiendo del derecho procesal penal (Walker y Lind, 1984).

    La psicologa jurdica no se ha olvidado de este problema. Dentro de esta categora se pueden hallar dos subcategoras:

    1. La psicologa que se confirma en las actuaciones de la ley positiva. Se trata de confirmar las hip6tesis psico16gicas en el laboratorio natural que ofre-cen muchas de las situaciones legales. Sin duda, el

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    b.unale~ ... Igualmente, .l~s tribunales proporcionan un lugar donde la influen-CIa socIal sobre las declSlones acontece de modo real... El mundo de la ley, cui-dadosamente cuantificado, ofrece un foco natural para los psiclogos (MIler, Blackman y Chapman, 1984, pgs. 9-10).

    2. ~studi~ de l~ con~ucta legal. En ste, como en casi todos los campos de la pSlcologla socIal aphcada, suele suceder que no se estudian las conductas propiamente dichas. Por ejemplo, en poltica se aplican los estudios sobre acti-tudes~ pero no se estudia la verdadera conducta poltica, que acaso sea la de medIar entre posturas extremas. En psicologa jurdica tambin debe estu-d~arse el comportamien~o jurdico como tal. Existen estudios como el ya men-clOnado de Walker y Lmd (1984) sobre el comportamiento de los abogados, o el de Kook y Hetvedt (1986) sobre el reparto equitativo por parte de quien detenta el poder, o los de Cohen (1986) cuando habla de la utilizacin de los smbolos del poder, etc., que pudieran considerarse propiamente estudios psi-clogos de la conducta jurdica.

    Parecera, segn las crticas antes mencionadas y lo que se acaba de decir en este apartado 2, que solamente este tipo de estudios sera verdaderamen-te de psicologa jurdica. Por esta raz6n no pueden formar conjunto la psi-cologa hecha en el laboratorio jurdico y el estudio del comportamiento jurdico .como t~l. ~! idea, como ~a de otros autores, es que ambos tipos de estudIOs son Jundlcos. En el pnmero, por ejemplo, se estudia la toma de decisiones por parte de un jurado, y sa es su tarea en tanto jurado, ? la memoria de un testigo, o la atribuci6n de culpabilidad por parte del Juez, etc., aunque lo que se est estudiando primordialmente sea la memo-ria, la toma de decisiones y el procesamiento de la informaci6n. y una vez ms aparece el problema de la relaci6n unvoca entre psicologa y ley a la hora de hablar de la conducta: esto es lo que de verdad est latente detrs de esta categora nica. Fitzmaurice y Pease (1984) lo dicen con claridad cuando tratan de analizar la conducta de juzgar: Nuestro prop6sito es arrojar luz sobre algunos de los problemas suscitados por el sentenciar, tal como ahora se practica, y relacionar varios aspectos de esta tarea con lo que noso-tros conocemos mediante la investigaci6n psico16gica. A veces la investiga-ci6n se emprende con la intenci6n de arrojar luz sobre la conducta, gene-ralmente entendida. En otros casos, la literatura es una investigaci6n dirigida explcitamente al sentenciar (pg. 8).

    Ms dudosa resultara, en cambio, la distinci6n entre la psicologa como fundamento de la ley y este estudio intrnseco de la conducta legal. Crtica que yo estara dispuesto a asumir.

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    4. Desde la ley hacia la psicologa

    No sera completa ni coherente una enumeraci6n de las posibles rela-ciones entre psicologa y ley, si nos olvidramos de la otra discrecionalidad, la que marca la influencia desde la ley hacia la psicologa. Los psic6logos,

    genera1me~te, tratamos I?uc~o de la de~endenci~ ~e la ley .en rela~i6~ con la psicologla. Y este escnto, SI se exceptuan las pagmas del mteracCIOlllsmo recproco, puede ser un fiel reflejo de ello.

    Como psic6logos, bandurianamente hablando, debemos preguntar~os tambin por la influencia de la ley, y de la norma del grupo sobre la PSICO-loga. Deberamos preguntarnos si la ley no cambia la psicologa de las per-sonas. Acaso esto parezca duro de admitir para concepciones psico16gicas ms cercanas a los componentes bio16gicos de la conducta, aunque, como dice McGuire (1983) en sus eursticos, no se debe descartar como hip6tesis. No debe parecer nada extrao, en cambio, cuando hablemos de valores, ap-titudes o motivaciones, cuando hablemos de psicologa social.

    No es el momento de volver sobre lo ya dicho respecto al interaccionis-mo recproco y menos todava volver sobre el trillado tema del ser y del deber ser, o de la profeca autocumplida, etc.

    Sin embargo, no me resisto a hacer un apunte filos6fico ms trascenden-tal, especialmente para mostrar c6mo los problemas no son tan nue.v0s.

    En realidad el problema que aqu se plantea es el de la naturaleza mIsma de la psicologa como ciencia. Como tal, parecera que existe una naturale-za cuyas leyes descubre el psic6logo-cientfico y a ellas debe acomodarse el legislador. Sin embargo, cuando se afirma que lo que descubre la psicolo-ga es lo que ha creado el legislador, o el grupo, es naturaleza desaparece.

    Las teologas monotestas se plantearon un problema semejante, s6lo que referido a la revelaci6n y al discurrir. El problema de la fe y la raz6n. Las teologas monotestas hallaron fcilmente la soluci6n: Dios es el que ha re-velado y quien ha creado la raz6n: no puede existir contradicci6n entre ellas, y en el caso de que la haya es porque no se discurre bien. Las consecuencias de esto no han pasado, y los fundamentalismos de todos los tiempos siguen obedeciendo 6rdenes de matar y perseguir a los herejes.

    Pero cuando en la sociedad occidental aparece el dominio de la raz6n, no nos hemos liberado del paralelismo de la fe y la hereja. Lo que se ha hecho es sustituir a Dios por el grupo y su consenso y al hereje por el des-viado. Mientras en la sociologa contempornea se siga pensando, como Durk-heim, en el espritu, la mente, la voluntad del grupo; mientras los psic610-gos sociales sigamos hablando de socializaci6n como aculturizaci6n, siguen

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    ~igentes los esquemas teocntricos medievales. En este sentido me parecen Interesantes estas palabras de Fuller (1978): Como no cat6lico viviendo en una comunidad cat6lica, Durkheim podra haber buscado dotar a los fran-c.eses anticlericales ?e una aut?rida.d moral se~~jante a la de la Iglesia cat6-hca con su referenCIa a un raclOnalIsmo escolastlco basado en la revelaci6n. Estamos seguros de que en una edad tan escptica como la nuestra, en la que carecemos de la autoridad de una escritura universalmente aceptada, no es~amos t~ntados de llenar este vaco con una metfora que atribuye a la ~ocIedad mIsma el poder de decir lo que es correcto o lo que es err6neo? (pag. 35).

    P?r sug,erent~s que s~an este tipo de consideraciones y otras que desde ~a p~l~ologl~ s?cI~l podn.an hacerse sobre la legitimidad, la percepci6n de la J~sucIa y la InJustICIa, la Influencia del poder, etapas de desarrollo de la con-

    cIenci~ .mo~l y aceptaci6n de la influencia legal, etc., se debe, retornar a la cla~l1caclOn de los modos en que la ley puede influir sobre la psicologa,

    esp~cIalmente sobre las creencias, valores, opiniones y normas de conducta socIal. Y esto lo hace la ley de tres formas que apelan cada una a mecanis-mos psico16gicos distintos. "

    . A. Influencia directa. Me refiero a la influencia que tiene la ley por el mIsmo ?e~ho de promulgarse. Debido a ese origen legtimo, que se funda-menta ulumamente en el consenso del grupo, las personas aceptan y cum-pl~n la l~y y de esta manera cambian sus conductas. Desde el punto de vista

    PSIc~~ocIal .estamos r~zando todos los temas de la ambigedad de la infor-maClOn, la ImportancIa y el fundamento de la comparaci6n social, el falso consenso en atribuci6n. Es viejo en psicologa social el conocimiento de la posibilida~ de influir en el individuo cuando se expresa la opini6n del

    gru~o, espeCIalmente en ~os temas informativos, aunque tambin en los per-cepuvos. Pero es necesarlO tenerlo en cuenta y aplicarlo cuando se trata de

    mos~rar lo~ mecanismos por los que la ley influye sobre el comportamien-to. SIn olvI.dar el hecho cultural y antropo16gico de nuestras sociedades en las, q~e es Justo aquello que se acomoda a la ley. Desde el punto de vista practICO puede llegar a verse como necesaria una ley, aun a sabiendas de que no se va a cump~i:, en tanto su finalidad primera puede ser la expresi6n de una v~luntad pohuca. Aunque tampoco podemos olvidar estudios como 10s.menclOnados por Andenaes, (1978), Zimring y Hawkins (1978) o Buik-hUIsen (1988), en los que se demuestra tambin el determinismo recproco: una ley se acepta cuando la opini6n pblica est preparada para aceptarla y no se lleva a efecto cuando la opini6n pblica la rechaza.

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    B. Ley como instrumento educativo. Este modo de influir ~s distinto del anterior dado que aqu no se cuestiona el origen de la ley, SInO que. se to-ma sta como instrumento educativo. La utilizaci6n de la ley como Instru-mento educativo es consustancial con los regmenes totalitarios (Rotchin, 1986). Pero tambin en los regmenes democrticos la ley e~ instrumento de educaci6n por las siguientes razones que apunta muy bIen An~en~es (1978): de ~odo directo, porq~e se hace respet~, recuerdaJo que esta ,bIe~

    , y lo que esta mal, da oportumdad para qu: el hder suge~uone a los su.bdl-tos; de modo indirecto, influye en la educacI6n porque eVIta los malos eJem-plos: los educadores la utilizan para ensear el ~ien, y el, mal. .

    C. Como instrumento disuasorio. Esto se aplIcana mas espeCIalmente a la ley penal. Pero no debemos olvidar que, en principio, toda l~y lleva implicita la sanci6n para los infractores. Nada.nuevo hay que. a~~lr a ~ste supuesto, porque est claro que se basa en los SIstemas de mouvaClOn pSI~~l6gicos -premios o castigos:- y es el ~je~plo .que a lo l~go d~ estas pagI-nas se ha utilizado para mostrarla cOIncIdenCIa entre pSIcologla y ley a la hora de entender la conducta humana.

    Esta relaci6n podemos abarcarla bajo la denominaci6~ co;n~n de l.a di-suasi6n. Y a la hora de estudiarla desde los aspectos pSIcologlCOS exIsten tres modos distintos de razonamiento: el primero hace referencia al cambio de costumbreS en general. En este sentido se puede decir que la ley penal es ms eficaz, precisamente, para quienes no tienen miedo de, tr:ansgredirla pero les sirve de indicador de su conducta. Un auto: caractenstlcO ~e est~s estudios es Zimring. El segundo modo de razonamIento y de estudlOs PSI-co16gicos de la disuasi6n se refiere ms a la influencia ~e la ley pen;l sobre la conducta del individuo propenso a su quebrantamIento. El capItu~o de Buikhuisen (1988) es una buena exposici6n ~e este t~po de, razo~amlento y de estudios. Finalmente, estaran lo,s estudl?s de pSIcologl~ aphcada a}a disuasi6n. Un buen representante sena el capItulo final del hbro de Baron (1973) sobre la agresividad, cuando intenta aplicar las teoras psicosociales al enjuiciamiento de la ley penal. '

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