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PROFESORA: Marcia Castañeda Calero TRIUNFADORES DESDE EL PRINCIPIO…! 01 INSTITUCIÓN EDUCATIVA PRIVADA ALUMNO (A): ________________________________________ GRADO: 4° NIVEL: Secundaria ÁREA: Comunicación FECHA: 13/04/15 «« « Nuestra Señora de Guadalupe» PLAN LECTOR «Nuestra Señora de Guadalupe» CABALLOS DE MEDIANOCHE -No me gusta el agua -dijo ella, y dibujó un mohín con los labios-. No me gusta nada. -¿Cómo que no te gusta? -repuso él, mientras la sostenía al bor- de de la tina-. A las niñas buenas les gusta el agua y se bañan todos los días. -Yo no soy una niña buena. -¿Con que no eres una niña bue- na...? Entonces... ¿se puede saber qué clase de niña eres? Por- que si no eres una niña buena tienes que ser una niña mala... -Ah, no -alzó la voz-, eso sí que no. Yo no soy una niña mala. Yo no... -Bueno -la interrumpió él-, si no eres una niña mala te vas a meter al agua de una vez. Y sin chistar. -Está fría. No quiero. -Caramba, no está fría. Ven, dame la mano. Ella protestó, pero finalmente dejó que él la cogiera. Él sostuvo aquella mano pequeña y blanda como si se tratara de un pez de cristal y la posó suavemente sobre la superficie del agua; luego, la sumergió. Ella dio un ligero respingo e intentó retirar la mano, pero él la mantuvo dentro hasta que dejó de resistirse. -¿Ves? No está fría. Ella comenzó a batir el agua y pronto deslizó la mano. --Señorita -observó él-, no hemos venido aquí para hacer un baño de manos. Así que usted va a entrar al agua de una vez, le guste o no le guste. Ella dejó de remover el agua y lo miró con cierta hostilidad. -- No me digas así -dijo. - ¿Cómo? -Que no me digas señorita. No me gusta. -A usted no le gusta nada. Nunca he visto una niña tan disque no me gusta que me digan señorita. No soy, tan vieja. El hombre la miró divertido y empezó a reír; sin embargo, su risa se apagó de repente, interrumpiéndose con un bufido sordo, e inclinó la cabeza y se llevó las manos a la frente. -¿Qué te pasa, papi? - Nada, nada. ¿Dónde dejé mi vaso? -Ahí está -apuntó ella bajo el lavatorio. El hombre lo cogió y bebió lo que quedaba de un solo sorbo. -Bueno -anunció-, o entras por las buenas o entras por las ma- las. Escoge. Ella lo miró durante varios segundos, midiendo la firmeza de su resolución. --Está bien -dijo, resignada, bajando la vista. Él aprovechó para hacerle cosquillas y ella comenzó a reír convulsivamente. Enton- ces la levantó en vilo _ La metió dentro de la tina. --Ay! ¡Está fría! -Vamos, no seas teatrera. El agua está tibia. Ahora quédate quieta que voy a llenar mi Vaso. Cuando é! regresó ella ya se había acostumbrado a la temperatura del agua. Tomó el jabón y empezó a jabonarle el cuerpo. -Qué chiquita para más cochina... El agua sale negra. Parece que te arrastraras por el suelo todo el día. -Estuve jugando a las escondidas con Tito -explicó ella. -¿Tito? ¿Quién es ese sujeto? Usted todavía está muy mocosa para an- dar con novios. -Tito no es mi novio. Es mi amigo, -¿Muy amigo? Ella asintió - Mmmm... Eso suena algo sospechoso. Cierra los ojos que puede entrarte jabón. -Listo --dijo él, envolviéndola con la toalla-. Ahora sí pareces una niña decente. -Oye, no me limpies tan fuerte. -Limpies no -corrigió él-: frotes. A ver, levanta los brazos. Ya... voltéate... Hay que secar bien el potito. Date la vuelta. Ahora la cosita, siempre tan meoncita... Cuidado que te resbalas. La llevó al dormitorio y le puso el piyama y la acostó. -A dormir se ha dicho, jovencita --se inclinó sobre ella y la besó. -Pica tu cara. ¿Por qué no te has cortado? -¿Por qué no me he afeitado? -dijo él, palpándose la barba desordenada y copiosa de varios días. -Pareces un oso feo --dijo ella. -¿Sí? ¿Tan feo? -se levantó y dio unos pasos vacilantes por la habitación. -¿Vas a salir, papi? -¿Salir? No, no. ¿Dónde diablos he puesto mi vaso? -En el baño. Junto a la tina. -Sí, claro. Qué memoria. No me acuerdo de nada. Fui al baño. -Mejor será que duermas -dijo, regresando al cuarto. -No tengo sueño. Levantó el vaso para beber. -No me gusta eso que tomas ahí -dijo ella. --¿Lo has probado? Ella asintió.-Es amargo. Horrible. Casi vomito. -Eso te pasa por meter las narices donde no debes. Ahora, señorita, quiero que usted se duerma. -Ya pues, no me digas señorita. -Como usted ordene; pero se me duerme de una vez, si no quiere que me vuelva malo. -¿Te duele la cabeza, papi? El hombre había cerrado los ojos y se frotaba las sienes. ---No es nada -dijo él, haciendo un ademán de poca importancia-. Un dolorcito de cabeza común y corriente. Ya pasará. Hasta maña- na. -Papi. --¿Qué? -No te vayas. Él se acercó v se sentó en el borde de la cama. --Es tarde -dijo, mientras le revolvía la suave madeja de su cabe- llera negra y lacia-. Todo el mundo duerme de noche. - ¿ Y tú? - Yo también. Ahora voy y me acuesto. La noche se ha hecho para dormir. -Mentira -¿Le llamas mentiroso a tu padre? -Anoche no te acostaste. -¿Anoche? -Sí. No podía dormir porque quería agua y me levanté y te vi despierto en la sala con tu vaso. Estabas parado junto a la ventana y en la mañana cuando me levanté para ir al colegio todavía estabas ahí. --Seguramente me había levantado temprano--No. porque estabas despeinado y cuando te besé no te habías lavado la boca porque olía feo. -Caray por lo visto no se puede ganar contigo. Eres genial. --Le dio un beso en la mejilla y ella se colgó de su cuello y lo atrajo hacia sí. --¿Me das un beso como en las películas? -le susurró en eso el hombre lanzó una carcajada ---Como en las películas, ja... -Y cómo es eso? Yo no sé... -No le hagas... _-Si no lo me hago --Ya pues. -Con una condición. --¿Cuál? -Te duermes de una vez. --Con una condición -dijo ella. -¡Cómo! ¿Tú también quieres poner condiciones? Así no vale. - Intenté, deshacerse de su abrazo, pero ella lo retuvo y acercó sus INSTITUCIÓN EDUCATIVA PRIVADA NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE NSTITUCIÓN EDUCATIVA PRIVADA NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE NSTITUCIÓN EDUCATIVA PRIVADA NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE NSTITUCIÓN EDUCATIVA PRIVADA NUESTRA SEÑORA

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PROFESORA: Marcia Castañeda Calero TRIUNFADORES DESDE EL PRINCIPIO…!01

INSTITUCIÓN EDUCATIVA PRIVADA

ALUMNO (A): ________________________________________

GRADO: 4° NIVEL: Secundaria ÁREA: Comunicación FECHA: 13/04/15

«««Nuestra Señora de Guadalupe»

PLAN LECTOR

«Nuestra Señora de Guadalupe»

CABALLOS DE MEDIANOCHE

-No me gusta el agua -dijo ella, y dibujó un mohín con loslabios-. No me gusta nada.-¿Cómo que no te gusta? -repuso él, mientras la sostenía al bor-de de la tina-. A las niñas buenas les gusta el agua y se bañantodos los días.-Yo no soy una niña buena. -¿Con que no eres una niña bue-na...? Entonces... ¿se puede saber qué clase de niña eres? Por-que si no eres una niña buena tienes que ser una niña mala...-Ah, no -alzó la voz-, eso sí que no. Yo no soy una niña mala. Yono...-Bueno -la interrumpió él-, si no eres una niña mala te vas ameter al agua de una vez. Y sin chistar.-Está fría. No quiero. -Caramba, no está fría. Ven, dame la mano.Ella protestó, pero finalmente dejó que él la cogiera. Él sostuvoaquella mano pequeña y blanda como si se tratara de un pez decristal y la posó suavemente sobre la superficie del agua; luego,la sumergió. Ella dio un ligero respingo e intentó retirar la mano,pero él la mantuvo dentro hasta que dejó de resistirse. -¿Ves? Noestá fría.Ella comenzó a batir el agua y pronto deslizó la mano. --Señorita-observó él-, no hemos venido aquí para hacer un baño demanos. Así que usted va a entrar al agua de una vez, le guste ono le guste.Ella dejó de remover el agua y lo miró con cierta hostilidad. --No me digas así -dijo. -¿Cómo? -Que no me digas señorita. No me gusta.-A usted no le gusta nada. Nunca he visto una niña tan disqueno me gusta que me digan señorita. No soy, tan vieja. El hombrela miró divertido y empezó a reír; sin embargo, su risa se apagóde repente, interrumpiéndose con un bufido sordo, e inclinó lacabeza y se llevó las manos a la frente. -¿Qué te pasa, papi? -Nada, nada. ¿Dónde dejé mi vaso? -Ahí está -apuntó ella bajo ellavatorio. El hombre lo cogió y bebió lo que quedaba de un solosorbo.-Bueno -anunció-, o entras por las buenas o entras por las ma-las. Escoge.Ella lo miró durante varios segundos, midiendo la firmeza de suresolución.--Está bien -dijo, resignada, bajando la vista. Él aprovechó parahacerle cosquillas y ella comenzó a reír convulsivamente. Enton-ces la levantó en vilo _ La metió dentro de la tina.--Ay! ¡Está fría! -Vamos, no seas teatrera. El agua está tibia. Ahoraquédate quieta que voy a llenar mi Vaso. Cuando é! regresó ellaya se había acostumbrado a la temperatura del agua. Tomó eljabón y empezó a jabonarle el cuerpo. -Qué chiquita para máscochina... El agua sale negra. Parece que te arrastraras por elsuelo todo el día.-Estuve jugando a las escondidas con Tito -explicó ella. -¿Tito?¿Quién es ese sujeto? Usted todavía está muy mocosa para an-dar con novios.-Tito no es mi novio. Es mi amigo, -¿Muy amigo? Ella asintió -

Mmmm... Eso suena algo sospechoso. Cierra los ojos que puedeentrarte jabón.-Listo --dijo él, envolviéndola con la toalla-. Ahora sí parecesuna niña decente.-Oye, no me limpies tan fuerte.-Limpies no -corrigió él-: frotes. A ver, levanta los brazos. Ya...voltéate... Hay que secar bien el potito. Date la vuelta. Ahora lacosita, siempre tan meoncita... Cuidado que te resbalas. La llevóal dormitorio y le puso el piyama y la acostó.-A dormir se ha dicho, jovencita --se inclinó sobre ella y la besó.-Pica tu cara. ¿Por qué no te has cortado? -¿Por qué no me heafeitado? -dijo él, palpándose la barba desordenada y copiosade varios días. -Pareces un oso feo --dijo ella. -¿Sí? ¿Tan feo? -selevantó y dio unos pasos vacilantes por la habitación.-¿Vas a salir, papi? -¿Salir? No, no. ¿Dónde diablos he puesto mivaso? -En el baño. Junto a la tina. -Sí, claro. Qué memoria. Nome acuerdo de nada. Fui al baño.-Mejor será que duermas -dijo, regresando al cuarto. -No tengosueño.Levantó el vaso para beber.-No me gusta eso que tomas ahí -dijo ella. --¿Lo has probado?

Ella asintió.-Es amargo. Horrible. Casi vomito. -Eso te pasa pormeter las narices donde no debes. Ahora, señorita, quiero queusted se duerma.-Ya pues, no me digas señorita.-Como usted ordene; pero se me duerme de una vez, si noquiere que me vuelva malo.-¿Te duele la cabeza, papi?El hombre había cerrado los ojos y se frotaba las sienes. ---No esnada -dijo él, haciendo un ademán de poca importancia-. Undolorcito de cabeza común y corriente. Ya pasará. Hasta maña-na.-Papi. --¿Qué? -No te vayas. Él se acercó v se sentó en el bordede la cama.--Es tarde -dijo, mientras le revolvía la suave madeja de su cabe-llera negra y lacia-. Todo el mundo duerme de noche. - ¿ Y tú? -Yo también. Ahora voy y me acuesto. La noche se ha hecho paradormir. -Mentira -¿Le llamas mentiroso a tu padre? -Anoche note acostaste. -¿Anoche? -Sí. No podía dormir porque quería aguay me levanté y te vi despierto en la sala con tu vaso. Estabasparado junto a la ventana y en la mañana cuando me levantépara ir al colegio todavía estabas ahí. --Seguramente me habíalevantado temprano--No. porque estabas despeinado y cuandote besé no te habías lavado la boca porque olía feo.-Caray por lo visto no se puede ganar contigo. Eres genial. --Ledio un beso en la mejilla y ella se colgó de su cuello y lo atrajohacia sí.--¿Me das un beso como en las películas? -le susurró en eso elhombre lanzó una carcajada ---Como en las películas, ja... -Ycómo es eso? Yo no sé... -No le hagas..._-Si no lo me hago --Ya pues. -Con una condición. --¿Cuál?-Te duermes de una vez. --Con una condición -dijo ella.-¡Cómo! ¿Tú también quieres poner condiciones? Así no vale. -Intenté, deshacerse de su abrazo, pero ella lo retuvo y acercó sus

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labios y los oprimió sobre los de él.-Hiciste trampa-dijo él, retirando la boca poco después. Ella selimitó a mirarlo en silencio durante un largo momento. -Papi -dijo. -Papi -vaciló-. Papi, quiero dormir contigo. -¿Conmigo? -dijo él y se desprendió de su abrazo. Recogió el vaso que habíadejado en la mesa de noche. -Hace mucho tiempo que nodormimos juntos -dijo él, luego de beber un trago. -Sí, peroesta noche quiero dormir contigo. -No. Esta noche no. Ella des-vió la vista.-¿Y se puede saber por qué quieres dormir conmigo esta no-che?Ella no respondió. -¿Por qué? -insistió él, buscando sus ojos.Ella se volvió de costado.-Tu cama es grande -balbuceó. Él miró hacia la pared.-Sí -dijo-. Mi cama es grande. Demasiado grande. Pero esa noes una razón muy convincente. Ella hundió la cara en la almo-hada. Él le acarició la nuca. -Y bien -dijo.Ella giró hacia él y dijo:-Tengo miedo -y volvió a hundir la caraen la almohada. -, -¿Miedo? ¿Miedo? -repitió él-. ¿Y por quétienes miedo? -No sé -gimió ella-. Pero tengo miedo muchomiedo. -Vamos, no hay que tener miedo. No hay, por qué tenermiedo.Ella volvió el rostro hacia él. Sus ojos brillaban como dos esfe-ras ardientes.-El miedo es lo más terrible que hay -dijo el hombre en vozbaja, como si hablara para sí mismo de que ella naciera. Unamirada capaz, de atravesar las paredes, solía decirse. Pero, decualquier manera, ya no había tiempo. Se incorporó, fue al bary abrió una nueva botella. Luego se acercó a la ventana. Laciudad se escondía en la vasta penumbra de la noche, dejandocomo única huella un reguero de puntos luminosos. El depar-tamento estaba ubicado en el penthouse de un edificio de diezpisos. Hacia la izquierda se extendía el acantilado y una levebrisa se elevó trayendo una correntada de aire marino. Aunqueesta vez no era el aire fresco y vigoroso, sino más bien un airerancio, pesado, con algo de pescado podrido, desechos de mar.El hombre miraba la calle que se estiraba abajo, a treinta metroscomo una lengua húmeda y brillante. Había llovido y el asfaltomojado reflejaba las luces del alumbrado público. Una densacortina de neblina empezaba a cubrir las calles como una enre-dadera de algas.Orinó larga y ruidosamente, su cuerpo se encogía en espasmoscontinuos a medida que vaciaba su vejiga. No tuvo cuidado yorinó fuera de la taza. Luego se abrochó y se apoyó un mo-mento sobre el lavatorio. Desde el espejo un hombre le devol-vió una mueca. Lo observó escrupulosamente. Era el rostro deun hombre desaliñado, que ostentaba una barba de variosdías. Tenía los párpados hundidos y flojos; ambos ojos esta-ban inflamados y el izquierdo pestañeaba continuamente. Lafrente, antes amplia y enérgica, aparecía surcada por un bos-que de líneas y cubierta a medias por el cabello abundante yrevuelto. La boca asumía una actitud desdeñosa y los labiosestaban hinchados y deformes. Súbitamente la palidez del ros-tro se acentuó y los pómulos y la frente enrojecieron vivamen-te, y las venas de las sienes se abultaron y marcaron bajo la piel.El hombre se aferró con fuerza al lavatorio para no caer, apretólos dientes y se lanzó contra ese rostro que se contorsionaba enel espejo y lo rompió en mil pedazos. Un hilo de sangre lebajaba por la frente. Se había dedicado a vaciar los cajones delescritorio, atropelladamente, arrojando a uno y otro lado pape-les, fólders y sobres. A Continuación revisó el armario, el clóset y, por último, elarchivador de metal. Allí encontró finalmente lo que buscaba.Deshizo el paquete y corno probó que contenía todas las cintasde papel engomado de dos pulgadas que había comprado esatarde. Con prisa, se dirigió a la puerta principal, desplegó elextremo de uno de los rollos, lo presionó sobre la rendija quedejaba la puerta al unirse con el marco y tiró del rollo haciaabajo, de modo que quedara herméticamente cerrada. Repitió

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IÓN la operación en la puerta del balcón y luego prosiguió con las

ventanas. En la cocina se le acabaron los rollos pero se lasarregló para taponear la rendija inferior de la puerta falsa conunos trapos. Entonces abrió la llave del gas.Se tendió exhausto al lado de la niña. Sudaba copiosamente yel sudor se mezclaba con la sangre que manaba de la herida dela frente. Apretó los puños hasta que las uñas se hundieron enla carne. Tenía la sensación de un taladro dentro de la cabeza. Elrumor había vuelto y su intensidad había aumentado hastaconvertirse en un ruido exasperante. Sin embargo, ya no teníaninguna duda acerca de aquello que lo originaba. Era el sonidode millares de cascos retumbando contra la tierra en una carreradesenfrenada.Se volvió hacia la niña, la rodeó con su brazo y esperó. Yaestaban muy cerca. De pronto sintió que todo se le escapaba - laniña, el cuarto, su propio cuerpo- como un puñado de arenaque uno se empeña inútilmente en retener, y su cuerpo se tornóflojo y empezó a replegarse como una bola de papel arrugado.Fue entonces cuando los vio. Allí estaban las fauces furiosas, lasorejas erectas y los belfos resoplantes, arremetiendo con unbrillo salvaje en el centro de los ojos, relampagueando con elesplendor helado de una manada de caballos blancos desbo-cados en las tinieblas de la noche.

Ancón, noviembre 1979-Lima, agosto 1980

Sentido Literal

1. Responde las siguientes preguntas:

a) ¿Cómo se encontraba la niña antes de bañarse?

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b) ¿Por qué la niña no quería que le dijeran señorita?

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2. ¿Cuál era la adicción que sufría el papá de la niña?

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3. ¿Por qué la niña quería que su papá durmiera con ella?

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Sentido inferencial

4. ¿Por qué el señor no podía dormir en las noches? Respondey explica.

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5. ¿A qué se debe que el señor ve reflejado esa imagen en elespejo?

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6. ¿Por qué taponeó todas las rendijas con la cintas engoma-das ?

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Sentido crítico - valorativo

7. Reflexiona y contesta las siguientes preguntas:

a) ¿Has tenido algún tipo de experiencia paranormal? Explica

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b) ¿Cómo te sentirías si te pasara lo mismo que al protagonista?

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c) ¿Crees en espectros, aparecido o experiencias parnormales?Escribe algún tipo de experiencia cercana a ti o a tu familia.

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