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«Soyunexpertoespadachínytengounagranhabilidadenelmanejodelamuerte. No es una habilidad que me aporte placer pero se me da bien,simplemente».

1735.Londres.

HaythamKenwayhaaprendidoamanejarlaespadadesdequeeraunniñoyfuecapazdesostenerelpesodelarma.Cuandosuhogarsufreunterroríficoataqueenelquesupadreesasesinadoysuhermanasecuestrada,Haythamseveobligadoadefenderalossuyosdelúnicomodoquesabe:matando.

Un misterioso tutor se hace cargo de él y le enseña a convertirse en unasesino letal. Consumido por la sed de venganza, Haytham inicia labúsquedaquelellevehastaaquellosqueacabaronconsufamilia,sinconfiarennadie,poniendoendudatodoaquelloqueaprendióyconociódeniño.

Laconspiraciónylatraiciónleenvuelvenmientrassesumergemásymásenla largabatallaentreAsesinosyTemplarios,unabatallaquese remontaalprincipiodelostiempos.

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OliverBowden

Assassin’sCreed:ForsakenAssassin’sCreed5

ePubr1.0epublector17.02.14

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Títulooriginal:Assassin’sCreed.ForsakenOliverBowden,2012Traducción:NoemíRisco,2013

Editordigital:epublectorePubbaser1.0

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Paramimadre,Usha,lamujermásextraordinariaqueconozco.

Conamor

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Prólogo

Nuncaleconocí.Nodeverdad.Creíaquesí,perocuandoleísudiariomedicuentadequenoleconocíaenabsoluto.Yahoraesdemasiadotarde.Demasiadotardeparadecirlequelehabíajuzgadomal.Demasiadotardeparadecirlequelosiento.

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PRIMERAPARTE

ExtractosdeldiariodeHaythamE.Kenway

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HacedosdíascumplídiezañosydeberíahaberlocelebradoenmihogardelaplazaQueen Anne, pero mi cumpleaños ha pasado desapercibido; no hay fiestas, solofunerales,ynuestracasacalcinadapareceundienteennegrecidoypodridoentrelasaltasmansionesdeladrillosblancosdelaplazaQueenAnne.

De momento, nos hemos alojado en una de las propiedades de mi padre enBloomsbury.Esunacasabonitay,aunquelafamiliaestádeshechaynuestrasvidas,destrozadas, al menos debemos dar gracias por tenerla. Aquí nos quedaremos,consternados, a la espera —como fantasmas atribulados—, hasta que se decidanuestrofuturo.

El fuego consumió mis diarios, por lo que empezar a escribir esto es comocomenzardenuevo.Enesecaso,probablementedeberíadaraconocerminombre,Haytham,unnombreárabeparaunmuchachoingléscuyohogaresLondres,yquiendesdeelnacimientohastahacedosdíasvivióunavidaidílica,protegidodelopeorqueexistíaencualquierotrapartedelaciudad.DesdelaplazaQueenAnneveíamoslanieblayelhumoqueflotabasobreelrío,ycomoalresto,nosmolestabaelhedor,quetansolopuedodescribircomo«caballomojado»,peronoteníamosquecruzarlosfétidos residuos de las curtidurías, las carnicerías y los traseros de animales ypersonas.Lasranciascorrientesdevertidosqueacelerabanelpasodeenfermedades:disentería,cólera,polio…

—Abríguese,señoritoHaytham,oseresfriará.Cuando paseábamos por los campos hacia Hampstead, mis niñeras solían

apartarmedelospobresdesafortunadosaquejadosdetosymetapabanlosojosparaquenovieraaniñoscondeformidades.Loquemáslesasustabaeralaenfermedad.Supongoqueporquenosepuederazonarconella;nosepuedesobornarnialzarseenarmascontralaenfermedad,ynorespetanilariquezanielprestigio.Esunenemigoimplacable.

Yporsupuestoatacasinprevioaviso.Asíquetodaslasnochescomprobabanquenotuvierasignosdesarampiónovaricelaydespuésinformabandemibuenasaludamimadre,queveníaadarmeunbesodebuenasnoches.Yaveisqueeraunodelosafortunados,conunamadrequemedabaunbesodebuenasnochesyunpadrequelohacíatambién,quemequerían;yunahermanastra,Jenny,quemehablódelosricosylospobres,quemehizo serconscientede la suerteque teníayme instó siempreapensarenlosdemás;contrataronatutoresyniñerasparaquemecuidaranyeducaran,paraquemeconvirtieraenunhombredebuenosprincipios,valiosoparaelmundo.Unode losafortunados.Nocomo losniñosquedebían trabajar en loscampos, lasfábricasy,arriba,enlaschimeneas.

Aunqueavecesmepreguntabasitendríanamigosaquellosotrosniños.Entonces,

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apesardequesabíaquemividaeramáscómodaquelasuya,lesenvidiabaporeso:sus amigos.Yono tenía ninguno, ni tampocohermanos o hermanas demi edad, yrespecto abuscármelos,bueno, era tímido.Además,habíaotroproblema: algoquehabíasalidoalaluzcuandosoloteníacincoaños.

Sucedióunatarde.LasmansionesdelaplazaQueenAnnesehabíanconstruidojuntas, demodo que amenudo veíamos a nuestros vecinos, ya fuera en lamismaplazaoensusjardinestraseros.Aunladodenuestracasavivíaunafamiliaqueteníacuatro hijas, dos de ellas de mi edad. Pasaban lo que parecían horas brincando ojugandoalagallinitaciegaensujardínyyolasoíamientrasdabaclasebajolaatentamiradademitutor,elviejoseñorFayling,queteníaunascejascanosasypobladas,ylacostumbredehurgarse lanarizyquedarseexaminandodespués loque fueraquehubieseextraídodesusorificiosnasales,paraluegocomérseloaescondidas.

Aquella tarde enparticular, el viejo señorFayling abandonó la habitaciónyyoesperé hasta que sus pasos se alejaran para levantarme demis cuentas, ir hacia laventanaymiraraljardíndelamansiónvecina.

Dawson era el apellido de la familia. El señor Dawson era miembro delParlamento,esodecíamipadre,apenasocultandosuceñofruncido.Teníanunjardíndealtosmurosy,apesardelosárboles,arbustosyfollajeenplenafloración,algunasparteseranvisiblesdesdelaestanciadondedabaclase,asíqueveíajugaralasniñasDawson.Enaquellaocasión,paravariar,setratabadelarayuela,yhabíancolocadounosmazosenelsuelocomopistaimprovisada,aunquenoparecíaqueselotomaranmuy en serio; seguramente las dos mayores intentaban enseñar a las dos máspequeñas las sutilezas del juego. Vislumbré un borrón de coletas, color rosa yvestidos arrugados; se llamaban y reían, y de vez en cuando oía una voz adulta,probablementeladeunaniñera,fuerademivistatraselmantobajounosárboles.

Dejé un momento mis cuentas desatendidas sobre la mesa mientras observabacómojugabanhastaque,derepente,casicomosipudierapercibirquelaestuvierancontemplando,unadelasmáspequeñas,unañomenorqueyotalvez,alzólamirada,mevioenlaventanayambosnosquedamosmirándonosfijamente.

Traguésalivaydespués,nomuyconvencido,levantéunamanoparasaludar.Parami sorpresa, la niña me contestó con una sonrisa. A continuación llamó a sushermanas,quese reunieronasualrededor,y lascuatro,entusiasmadas,estiraronelcuello y se taparon los ojos del sol paramirar haciami ventana, donde yo estabaexpuesto como en unmuseo, salvo que aquel objeto de exposición semovía y sesonrojaba ligeramente por la vergüenza, pero aun así sentía el suave y cálidoresplandordealgoquepodríahabersidoamistad.

Pero se evaporó en el instante en que apareció su niñera bajo el abrigo de losárboles,miróenfadadahaciamiventanaconunaexpresiónquenodejabaningunadudadeloquepensabasobremí—queeraunmirónoalgopeor—yenseguidaquitó

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demivistaalascuatroniñas.Aquella mirada que me había lanzado la niñera ya la había visto antes y la

volveríaaverenlaplazaoenloscamposanuestrasespaldas.¿Recordáiscómomisniñerasmeapartabandelosandrajososdesafortunados?Otrasmanteníanasusniñosalejados demí. La verdad es que nuncame pregunté por qué.Nome lo preguntéporque…Nosé,porquenohabíarazónparapreguntárselo,supongo;eratansoloalgoqueocurríaynoconocíaotracosa.

***Alosseisaños,Edithmeentregóunfardoderopaplanchadayunpardezapatosconhebilla de plata. Salí de detrás del biombo con mis zapatos nuevos de hebillasrelucientes,unchalecoyunachaqueta.Edithllamóaunadelassirvientasyestadijoqueeralavivaimagendemipadre,ydesdeluegoesaeralaidea.

Más tarde, mis padres vinieron a verme, y habría jurado que a padre se leempañaron un poco los ojos, mientras que madre no disimuló en absoluto ysimplemente rompió a llorar allí mismo para seguir en el cuarto de los niños,sacudiendolamanohastaqueEdithlepasóunpañuelo.

Allídepie,mesentíunadultosabio,apesardequevolvíaasentircalorenlasmejillas. De pronto me descubrí preguntándome si las niñas Dawson me habríanconsiderado elegante con mi nuevo traje, hecho un caballero. Pensaba en ellas amenudo.Aveceslasalcanzabaaverporlaventana,corriendoporsujardínoguiadashaciacarruajesdelantedelasmansiones.Creíveraunadeellasechandounamiradafurtivahaciamiventana, pero simevio, esta veznohubo sonrisasni saludos, tansolounasombradeaquellamismaexpresiónquemehabíadedicadosuniñera,comosi le hubiera transmitido su desaprobación hacia mí, como si se tratara deconocimientoarcano.

Los Dawson estaban a un lado, esas esquivas y saltarinas Dawson con coleta,mientrasquealotrosehallabanlosBarrett.Eranunafamiliadeochohijos,chicosychicas,aunquedenuevocasinuncalosveía;comoconlasDawson,mirelaciónconellosselimitabaaverlesentrarencarruajesodistinguirlesalolejosenloscampos.Undía,pocodespuésdemioctavocumpleaños,mehallabaeneljardín,paseandoporel perímetro al tiempo que arrastraba un palo por el altomuro de ladrillos rojos amediodesmoronar.Devezencuandomedeteníaadarlelavueltaalaspiedrasconunpaloparainspeccionarlosinsectosquecorreteabanpordebajo—cochinillas,milpiés,gusanos que se retorcían como si estiraran sus largos cuerpos—, yme topé con laentradaquellevabaaunpasilloentrenuestracasayladelosBarrett.

La pesada puerta estaba cerrada con un enorme candadodemetal oxidadoqueparecía no haberse abierto en años y me quedé mirándolo un rato, sopesando elcerrojoenlapalmadelamano,cuandooíunsusurro,lavozapremiantedeunchico.

—Oye,tú.¿Esciertoloquedicendetupadre?

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Proveníadelotroladodelapuerta,aunquetardéunmomentoenubicarla,unosinstantesenlosquemequedéhorrorizado,petrificadodemiedo.Acontinuación,elcorazón estuvo a punto de salírseme del pecho cuandomiré por un agujero en lapuertayviunojoquemeobservabasinpestañear.Denuevoesapregunta:

—Vamos,mellamarándentrodepoco.¿Esverdadloquedicendetupadre?Máscalmado,meinclinéparacolocarelojoalaalturadelagujerodelapuerta.—¿Quiéneres?—pregunté.—Soyyo,Tom,elqueviveaquíallado.Sabía que Tom era el hijo más pequeño, tenía mi edad. Había oído cómo le

llamaban.—¿Ytúquiéneres?—quisosaberél—.Merefieroacómotellamas.—Haytham—respondí,ymepreguntésiTomeraminuevoamigo.Teníaunojo

amistoso,almenos.—¡Quénombremásraro!—Esárabe.Significa«águilajoven».—Bueno,tienesentido.—¿Quéquieresdecircon«tienesentido»?—Ah,nosé.Perolotienedealgúnmodo.Ysoloestástú,¿no?—Tengounahermana—repliqué—.Ytambiénvivoconmadreypadre.—Esunafamiliabastantepequeña.Asentí.—Oye,¿esverdadono?—insistió—.¿Tupadreesloquedicenquees?Ynise

teocurramentir.Teveolosojos,¿sabes?Serécapazdedistinguirsiestásmintiendodescaradamente.

—Nomentiré,peronoséquéesloquedicenquees,nisiquieraquiénlodice.Todoaquellomeresultabaextrañoynodemasiadoagradable.Porahíexistíauna

ideadeloqueseconsideraba«normal»ynosotros,lafamiliaKenway,noestábamosincluidos.

Puedequeeldueñodelojopercibieraalgoenmitonodevoz,porqueseapresuróaañadir:

—Losiento…Sientosihedichoalgofueradelugar.Tansolomeinteresaba,esoestodo.Verás,hayunrumoryseríamuyemocionantesifueracierto…

—¿Quérumor?—Tepareceráunatontería.Le eché valentía y me acerqué al agujero para mirarle, ojo a ojo, mientras le

decía:—¿Aquéterefieres?¿Quédicelagentesobremipadre?Pestañeó.—Dicenqueeraun…

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Derepentehubounruidodetrásdeélyoíunavozmasculinaquelellamaba:—¡Thomas!Elsustolehizoretirarsehaciaatrás.—¡Oh,quéfastidio!—susurróenseguida—.Tengoqueirme,mellaman.Espero

verteporaquí.Aldeciraquello,sefueyyomequedéallí,preguntándomeaquéserefería.¿Cuál

seríaeserumor?¿Quédecíalagentesobrenuestrapequeñafamilia?Enaquel instante recordéquedebíadarmeprisa.Eracasimediodía, lahoradel

entrenamientoconarmas.

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Me siento invisible, como si estuviera atrapado en un limbo entre el pasado y elfuturo. A mi alrededor los adultos mantienen tensas conversaciones. Tienen losrostrosdemacradosylasseñoraslloran.Apesardequelaschimeneassemantienenencendidas,porsupuesto,lacasaparecesiemprefría;estávacíasalvopornosotrosylosbienesquerescatamosdelamansiónincendiada.Fuera,lanievehacomenzadoacaer,mientrasquedentrolapenacongelahastaloshuesos.

Puesto que no tengo muchas más cosas que hacer sino escribir en mi diario,esperabaponermealdíacon lahistoriade loquehehechoenmividahastaahora,peropor lovisto tengomásquecontarde loquepensabaenunprincipio,ydesdeluego,hetenidoqueocuparmedeotrosasuntosimportantes.Losfunerales.HoyhasidoeldeEdith.

—¿Estáseguro,señoritoHaytham?—habíapreguntadoantesBetty,conlafrentearrugada por la preocupación, y los ojos cansados. Durante años, desde que teníamemoria,habíasidolaayudantedeEdith.Estabatanafligidacomoyo.

—Sí —respondí, vestido como nunca con aquel traje y, para aquel día, concorbatanegra.

Edith estaba sola en el mundo, así que los empleados y los Kenwaysupervivientessehabíanreunidoparaunacomidasencillaabasedejamón,cervezaytarta. Cuando terminó, los hombres de la funeraria, que ya estaban bastanteborrachos,cargaronsucuerpoenlacarrozafúnebreparallevarlaalacapilla.Detrás,nos sentamos en los carruajes de duelo. Tan solo necesitamos dos. Al acabar, meretiréamihabitaciónparacontinuarconmihistoria…

***UnpardedíasdespuésdehablarlealojodeTomBarrett,todavíacontinuabadándolevueltas a lo que había dicho. Así que unamañana, cuando Jenny y yo estábamossolosenlasaladedibujo,decidípreguntarlesobreaquelasunto.

Jenny.Yoteníacasiochoañosyella,veintiuno,yteníamostantoencomúncomoyoconelhombrequerepartíaelcarbón.Menos,probablemente,silopensababien,porquealhombrequerepartíaelcarbónyamínosgustabareír,mientrasqueraravezhabíavistoaJennysonreíryyanodigamosreírse.

Tenía el pelo negro y brillante, y los ojos oscuros y…bueno, «somnolientos»,diría yo, aunque había oído describirlos como «inquietantes», y al menos unadmiradorfuetanlejoscomoparadecirqueteníauna«miradahumeante»,fueraloquefuesequequisiesedecireso.LasmiradasdeJennyeranuntemadeconversaciónmuypopular.Eramuyhermosaoesosolíadecirmelagente.

Aunquenoesloqueopinabandemí.EllaeraJenny,laquesehabíanegadotantasveces a jugar conmigo que al final había desistido de pedírselo; a la que siempre

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imaginabasentadaenunasilladerespaldoaltoylacabezainclinadasobresucosturao bordado, fuera lo que fuese que hiciera con la aguja y el hilo. Y frunciendo elentrecejo.Amímeparecíaqueaquellamiradahumeantequesusadmiradoresdecíanqueposeíaeraenrealidadunaexpresióndemalhumor.

Lacuestióneraque,apesardequenoéramosmásquehuéspedesenlavidadelotro,comobarcosquenaveganporelmismopuertopequeñoypasancerca,perosinrozarse,teníamoselmismopadre.YJenny,alsertreceañosmayor,sabíamássobreél que yo. Aunque se hubiera pasado años diciendo que era demasiado tonto odemasiadojovenparacomprender—yunavezinclusoqueerademasiadobajoparaentender,fueraloquefueseloquequisieradecireso—,solíaintentarmantenerunaconversación con ella. No sé por qué, puesto que, como he mencionado antes,siempreresultabaqueyonoentendíanada.Para fastidiarla talvez.Peroenaquellaocasiónenparticular,unpardedíasdespuésdemiconversaciónconelojodeTom,lacuriosidadporaveriguarloqueTomhabíaqueridodecirerademasiadofuerte.Asíquelepregunté:

—¿Quédicelagentedenosotros?Suspiródemanerateatralyalzólavistadesuslabores.—¿Aquéterefieres,mocoso?—preguntó.—Pueseso,¿quédicelagentedenosotros?—¿Estáshablandodechismes?—Siquieresllamarloasí…—¿Yatiquéteimportanloschismes?¿Noeresdemasiado…?—Meimportan—lainterrumpíantesdequesacaraeltemadequeerademasiado

joven,demasiadotontoodemasiadobajo.—¿Ati?¿Porqué?—Alguiendijoalgo,esoestodo.Dejósuslabores,laspusojuntoalcojíndelasillaqueteníaalladodelapiernay

fruncióloslabios.—¿Quién?¿Quiénhahabladocontigoyquéhadicho?—Unchicoenlapuertadeljardín.Dijoquenuestrafamiliaerararayquepadre

eraun…—¿Qué?—Nolleguéaaveriguarlo.Sonrióycogiósuslabores.—Yesotehahechopensar,¿no?—Bueno,¿noestaríastútambiéndándolevueltas?—Yoyasétodoloquemehacefaltasaber—contestóconaltanería—,ytedigo

unacosa,yonocreeríanadadeloquedigansobrenosotroslosvecinos.—Bueno,puescuéntameloentonces—dije—.¿Quéhizonuestropadreantesde

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queyonaciera?Jennyavecessonreía.Sonreíacuandojugabaconventaja,cuandopodíaejercer

unpocodepodersobrealguien,sobretodosiesealguienerayo.—Yalosabrás—respondió.—¿Cuándo?—Cuandollegueelmomentoapropiado.Alfinyalcabo,eressuheredero.Hubounalargapausa.—¿Aquéterefierescon«suheredero»?—pregunté—.¿Quédiferenciahayentre

túyyo?Ellasuspiró.—Bueno, de momento, no hay mucha, aunque tú recibes entrenamiento con

armasyyono.—¿Túno?Peropensándolobien,ya lo sabíay supongoqueenalgúnmomentomehabría

preguntadoporquéyomanejabalaespadayellahacíacostura.—No,Haytham,yonomeentrenoconarmas.Ningúnniñorecibeentrenamiento

conarmas,Haytham,almenosnoenBloomsburyyquizátampocoentodoLondres.Nadieexceptotú.¿Notelohandicho?

—¿Elqué?—Quenodigasnada.—Sí,pero…—Bueno,¿algunaveztehaspreguntadoporqué,porquésesuponequenodebes

decirnada?Quizásí.Quizásenelfondolosabíatodo.Nodijenada.—Pronto averiguarás lo que te tienen reservado—dijo—.Nuestras vidas están

planeadas,notepreocupesporeso.—Bueno,y¿quétedeparaatielfuturo?Resoplóconsorna.—Quémeesperanoeslapreguntaadecuadasinoquién.Esoseríamásacertado.Habíaunrastrodealgoensuvozquenoentendídeltodohastamuchomástarde,

ylamiré,sabiendoqueeramejornoseguirpreguntándoleyarriesgarmeasentir lapunzada de aquella aguja. Pero cuando dejé el libro que había estado leyendo yabandonélasaladedibujo,lohiceconscientedequeaunquenohubieraaveriguadocasinadasobremipadreomifamilia,habíaaprendidounacosadeJenny:porquénuncasonreía,porquésiempresemostrabatanhostilconmigo.

Era porque conocía el futuro. Conocía el futuro y sabía queme favorecía porningunaotrarazónsalvoporquehabíanacidohombre.

Podríahaberlosentidoporella.Podríahabermedadolástimasinohubierasidotanamarga.

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Noobstante,conlainformaciónqueahoraposeía,elentrenamientoconarmasaldía siguiente tuvo una emoción especial.Así que nadiemás recibía entrenamientocon armas.De repente tuve la sensación de estar probando la fruta prohibida, y elhecho de quemi padre fuerami tutor solo la hacíamás suculenta. Si Jenny teníarazónyhabíaunavocaciónantelaquedebíaresponder,comootrosmuchachosalosque se les preparaba para el sacerdocio, para que fueran herreros, carniceros ocarpinteros,puesbien.Meparecíabien.Nohabíanadieenelmundoalqueadmirasemás que a mi padre. La idea de que estuviera pasándome sus conocimientos erareconfortanteyemocionantealavez.

Y, claro, había espadas de pormedio. ¿Quémás podía pedir unmuchacho?Alechar la vista atrás, sé que a partir de aquel día me convertí en un alumno másdispuesto y entusiasta. Todos los días, ya fuera mediodía o después de la cena,dependiendodelaagendademipadre,nosreuníamosenloquellamábamoslasalade entrenamiento, pero en realidad era el cuarto de juegos. Y fue allí donde midestrezaconlaespadacomenzóamejorar.

No he entrenado desde el ataque. No he tenido ánimos para volver a coger laespada,peroséquecuandolohagameimaginaréaquellahabitación,consusoscurasparedesderoble,laslibreríasylamesadebillarquesehabíaapartadoaunladoparahacer espacio. Y dentro, mi padre, con los ojos brillantes, la mirada dura, peroamable,siempresonriendo,siempreanimándome:bloquea,esquiva,juegodepiernas,equilibrio,conciencia,anticipación.Aquellaspalabraslasrepetíacomounmantra;avecesnodecíanadamásdurantetodaunalección,tansolodabalasórdenes,asentíacuando lo hacía bien o negaba con la cabeza cuando me equivocaba, de vez encuando se detenía para apartarse el pelo de la cara y se ponía detrás de mí paracolocarmelosbrazosylaspiernasenlaposiciónadecuada.

Para mí aquello es, o era, el entrenamiento con armas: la librería, la mesa debillar,elmantrademipadreyelsonidode…

Lamadera.Sí,delamadera.Para mi disgusto, usábamos espadas de madera en el entrenamiento. El acero

vendríamásadelante,decíacadavezquemequejaba.***

La mañana de mi cumpleaños, Edith estuvo especialmente amable conmigo y mimadreseaseguródequemedieranmidesayunofavorito:sardinasconmostazaypanfresco con mermelada de cereza, elaborada con la fruta de los árboles de nuestrojardín.ViaJennymirándomeconairedespectivomientrasengullíalacomida,perono le di importancia. Desde nuestra conversación en la sala de dibujo, fuera cualfueseelpoderqueteníasobremí,queyaeraescaso,dealgúnmodosehabíahechomenos perceptible.Antesme habría parecido ridícula, quizás algo tonta y afectada

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poreldesayunoquehabíarecibidoenmicumpleaños.Peroaqueldíano.Alvolverlavista atrás, me pregunto si el día que cumplí ocho años fue el día que empecé aconvertirmeenunhombre.

Así que no, nome importó ver los labios torcidos de Jenny o los gruñidos decerdoqueemitíaaescondidas.Yosoloteníaojosparamimadreymipadre,quesoloteníanojosparamí.Porsulenguajecorporal,esepequeñocódigoparentalquehabíacaptadoconelpasodelosaños,supequeibaahaberalgomás,quelosplaceresdemi cumpleaños estaban listos para continuar. Y así fue. Para cuando terminé decomer,mipadrehabíaanunciadoqueaquellanocheiríaaWhite’sChocolateHouseenlacalleChesterfield,dondesehacíachocolatecalientedelosbloquessólidosdecacaoqueimportabandeEspaña.

Mástarde,aquelmismodía,EdithyBettyestuvieronmimándomeymevistieronconmi trajemáselegante.Luego loscuatrosubimosauncarruaje,aparcadofuera,juntoalbordillo,desdeelquemirédisimuladamentehacia lasventanasdenuestrosvecinosymepreguntésilosrostrosdelasniñasDawsonestaríanpegadosalcristal,olosdeTomysushermanos.Esperabaqueasífuera.Esperabaquepudieranvermeenaquelmomento.Quenosvieranypensaran:«AhívalafamiliaKenway,vanasalirdenoche,comounafamilianormal».

***LazonaalrededordelacalleChesterfieldestabaconcurrida.Conseguimosacercarnosa la puerta deWhite’s y, cuando llegamos, nos ayudaron a cruzar enseguida la víaatestadadegente,paraentrarenlatienda.

Aun así, durante aquel corto paseo entre el carruaje y el refugio de la casa delchocolatemiréaizquierdayderechaparaverunpocodelacrueldaddeLondres:elcuerpodeunperroyacíaenunaalcantarilla,unindeseablevomitabacontraunaverja,vendedorasdeflores,mendigos,borrachos,unospilluelossalpicandoenuncharcodebarroqueparecíahervirsobrelacalle.

En el interior nos recibió un denso aroma a humo, cerveza, perfume y, porsupuesto, chocolate, así como el alboroto de un piano y unas voces altas. Todosestaban gritando y se apoyaban sobre lasmesas de juego. Los hombres bebían deunas enormes jarras de cerveza; las mujeres, también. Vi a alguien con chocolatecalienteytarta.Porlovisto,todosseencontrabanenunestadodegranentusiasmo.

Miré ami padre, que se había parado en seco, y noté su incomodidad. Por unmomentomepreocupóquesedieralavueltaysemarchara,antesdequeuncaballerollamaramiatenciónallevantarunbastón.Eramásjovenquepadre,conunasonrisafácilyunbrilloqueeravisibleinclusodesdeelotroladodelasala,ynoshacíaseñasconelbastón.Mipadrelereconocióylesaludóagradecido,ycomenzóacaminarporellocal,metiéndoseentrelasmesas,pasandoporencimadeperroseinclusodeunoodosniños,querevolvíanalospiesdelosparranderos,supuestamenteesperandoque

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algocayeradelasmesasdejuego:trozosdetartaotalvezmonedas.Llegamosadonde sehallabael caballerodelbastón.Adiferenciademipadre,

quellevabaelpelodesgreñado,apenasrecogidohaciaatrásconunlazo,éllucíaunapelucaempolvadablanca,conlapartedeatrásprotegidaporunabolsadesedanegra,yunalevitadeuncolorrojovivoeintenso.Conungestodelacabeza,saludóamipadreyluegoconcentrósuatenciónenmíehizounareverenciaexagerada.

—Buenas noches, señorito Haytham, creo que está recibiendo muchasfelicitaciones. Recuérdeme su edad, señor. Por su comportamiento, veo que es unniñodegranmadurez.¿Once?¿Doce,talvez?

Al decir aquellas palabras, miró por encima de mi hombro con una brillantesonrisaymispadresserieron,agradecidos.

—Tengo ocho, señor —contesté, y me hinché, orgulloso, mientras mi padreterminabalaspresentaciones.

ElcaballeroeraReginaldBirch,unodelosprincipalesagentesinmobiliarios,queafirmó estar encantado de conocerme y luego saludó a mi madre con una largareverencia,besándoleeldorsodelamano.

A continuación centró su atención en Jenny y la tomó de la mano, inclinó lacabezayllevóloslabioshastaella.Sabíalosuficienteparadarmecuentadequelaestabacortejandoyenseguidamiréamipadre,esperandoqueinterviniera.

Peroviqueélymadreparecíanentusiasmados,aunquelaexpresióndeJennyeraimperturbableypermanecióasímientrasnosllevabanaunasalainteriorprivadadelacasadelchocolate,dondenossentamos,JennyalladodelseñorBirch,altiempoquelosempleadosdelWhite’scomenzabanatrabajaranuestroalrededor.

Podríahabermequedadoallí toda lanoche,hartándomedechocolatecalienteytarta,delosquedejaronenlamesaunacantidadabundante.TantomipadrecomoelseñorBirch parecían disfrutar de la cerveza.Así que al final fuemimadre la queinsistióenmarcharnos—antesdequecualquieradenosotrossepusieraenfermo—ysalimosalacalle,queestabainclusomásconcurridaahoradenochequealatardecer.

Duranteunmomentomehallédesorientadoporelruidoyelhedor.Jennyarrugólanarizyvicómolecruzabaelrostroamimadreundestellodepreocupación.Porinstinto, padre se acercó más a todos nosotros, como si intentase protegernos delgriterío.

Unamanosuciaapareciódelantedemicarayalcélavistaparaveraunmendigoque en silencio pedía dinero, con unos ojos grandes, suplicantes, de un blancoresplandeciente en contraste con lamugre del rostro y del pelo; una vendedora deflorespasóatodaprisajuntoamipadreparatratardellegaraJennyylanzóun«eh»de indignacióncuandoel señorBirchutilizó subastónparabloquearle el paso.Yomismo me sentía zarandeado y vi a dos pillos con las palmas extendidas hacianosotrosparaintentartocarnos.

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Entonces,cuandounhombresaliódeentrelamuchedumbre,conlaropasuciayandrajosa, enseñando losdientesy lasmanosextendidaspara robar el collardemimadre,ellalanzóungrito.

Yuninstantedespuésdescubríporquéelbastóndemipadrehacíaaquelruidocurioso, puesto que para proteger a su esposa, sacó el cuchillo que escondía en suinterior.Enunabrirycerrardeojos,salvóladistanciaqueleseparabadeella,peroantes de vaciar la funda, cambió de opinión, tal vez al ver que el ladrón ibadesarmado,ylovolvióacolocarensusitiodeungolpeparaconvertirlodenuevoenbastóny,conelmismomovimiento,lohizogirarparaapartarlamanodelrufián.

El ladrón lanzóungritodedolory sorpresa,y retrocedióendirecciónal señorBirch,quelolanzóhacialacalle,seabalanzósobreélycolocólasrodillassobreelpechodelhombreyunpuñalensugarganta.Contuvelarespiración.

Vicómomimadreabríamucholosojosporencimadelhombrodemipadre.—¡Reginald!—exclamópadre—.¡Basta!—Haintentadorobarte,Edward—respondióelseñorBirch,sindarselavuelta.Elladrónlloriqueó.LostendonesenlasmanosdelseñorBirchsobresalíanylos

nudillosestabanblancossobreelmangodelpuñal.—No,Reginald,esanoesmaneradeobrar—dijomipadreconcalma.Teníaabrazadaamimadre,quienhabíahundidolacaraensupechoygimoteaba

quedamente.Jennyestabacercadeellos,aunlado;yyo,alotro.Anuestroalrededorsehabía reunidounamultitud; losmismosvagabundosymendigosquenoshabíanestado molestando ahora mantenían una distancia respetuosa. Una distanciarespetuosaporelmiedo.

—Lo digo en serio, Reginald —insistió mi padre—. Retira el puñal, déjalemarchar.

—Nome hagas quedar como un tonto, Edward—dijo Birch—, no delante detodos,porfavor.Ambossabemosqueestehombremerecepagarlo,sinoconsuvida,entoncesquizáconundedoodos.

Contuvelarespiración.—¡No! —ordenó mi padre—. No habrá derramamiento de sangre, Reginald.

Cualquierrelaciónquehubieraentrenosotrosterminarásinohacesloquetedigoenestemismomomento.

Sehizo el silencio.Oí farfullar al ladrón, quenodejabade repetir: «Por favor,señor, por favor, señor, por favor, señor…». Tenía los brazos inmovilizados a loscostadosy,mientrasyacíaatrapado,pataleabayagitabalaspiernasenvanosobrelosadoquinesllenosdesuciedad.

Hastaque, por fin, el señorBirchpareció tomarunadecisióny retiró el puñal,dejándolealladrónunpequeñocortesangrante.Seincorporóylelanzóunapatadaalrufián,quiennonecesitónadamáspara incorporarseapresuradamentey salirde la

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calleChesterfield,agradecidoporescaparconvida.Nuestro cochero había reaccionado y ahora estaba junto a la puerta,

apremiándonosparaqueentrásemosenlaseguridaddelcarruaje.MipadreyelseñorBirchsequedaronmirándoseelunoalotro,lasmiradasfijas.

Alpasarmimadrejuntoamí,viarderlamiradadelseñorBirch.Advertíquepadrelemirabadelamismaformayleofreciólamanoaltiempoquedecía:

—Gracias, Reginald. De parte de todos nosotros, gracias por la rapidez dereflejos.

Noté lamano demimadre en la parte baja demi espaldamientras trataba deempujarmehaciaelcarruaje,peroestiréel cuelloparaveramipadrecon lamanoextendidahaciaelseñorBirch,quelelanzóunamiradaasesinaysenegóaaceptarla.

Después, justo cuando entraba a empujones en el carruaje, vi al señor Birchalargarlamanoyalcanzarladepadre.Sumalacarasesuavizóhastaconvertirseenunasonrisa.Unasonrisatímida,conciertavergüenza,comosideprontosehubieraacordadodequiénera.EstrecharonsusmanosymipadreleotorgóalseñorBirchelbreve gesto de cabeza que yo conocía tan bien. Significaba que todo se habíasolucionado.Significabaquenosedebíahablarmásdelasunto.

***Por fin regresamosacasa,a laplazaQueenAnne,dondecerramos lapuertaynosolvidamosdelolorahumo,estiércolycaballo,yyoledijeamadreypadrelomuchoquehabíadisfrutadodeaquellanoche,seloagradecíefusivamenteylesaseguréqueel alboroto en la calle no había echado a perder mi cumpleaños. En privado, meparecíaquehabíasidolamejorparte.

Peroresultóquelanochenohabíaterminadoaún,porque,cuandoibaasubirlasescaleras,mipadremehizoseñasparaquelesiguieraymellevóalasaladejuegos,dondeencendióunalámparadequeroseno.

—Asíqueentoncestelohaspasadobienestanoche,Haytham—dijo.—Melohepasadomuybien,señor—contesté.—¿CuálhasidotuimpresióndelseñorBirch?—Megustamucho,señor.Padresoltóunacarcajada.—Reginaldesunhombrequeledamuchaimportanciaalaspecto,alosmodales,

alaetiquetayelorden.Noesqueserijaporlaetiquetayelprotocolocomoinsigniasolocuandoleconviene.Esunhombredehonor.

—Sí,señor—afirmé,perodebídesonartandudosocomomesentíaporquememirócondureza.

—Ah—dijo—,¿estáspensandoenloquepasóalsalirdelachocolatería?—Sí,señor.—Y¿porqué?

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Señalóunadelasestanterías.Alparecerqueríaquemeacercasealaluzyasusojosparapoderexaminarmebienelrostro.Laluzdelalámparajugueteabaporsusrasgos y el pelo oscuro le brillaba. Sus ojos siempre eran amables, pero tambiénpodían ser intensos, como en aquelmomento.Distinguí una de sus cicatrices, queparecíabrillarmásbajolaluz.

—Bueno,fuemuyemocionante,señor—respondíyenseguidaañadí—:Aunqueloquemásmepreocupabaeramadre.Quérápidofuealsalvarla…Nuncahabíavistoanadiemoverseaesavelocidad.

Serio.—Elamorprovocaesascosasenunhombre.Lodescubrirásportimismoalgún

día.Pero¿quéhaydelseñorBirch?¿Desureacción?¿Quétepareció,Haytham?—¿Señor?—Birch parecía estar a punto de administrar un severo castigo a aquel

sinvergüenza,Haytham.¿Creesqueselomerecía?Reflexionéantesdecontestar.Porlaexpresióndelrostrodemipadre,intensay

atenta,supequemirespuestaeraimportante.Yenlaemocióndeaquelmomentosupongoquepenséqueelladrónsemerecía

unareacciónsevera.Aunquebreve,hubouninstanteenelqueunairaprimariadeseóque le hicieran daño por atacar a mi madre. Ahora, en cambio, bajo el suaveresplandordelalámpara,conpadremirándomeamablemente,mesentídeotromodo.

—Responde sinceramente,Haytham—meanimómipadre, como si leyeramispensamientos—.Reginaldtieneunsentidodelajusticiamuymarcado,odeloqueéldescribecomojusticia.Esalgo…bíblico.Pero¿quéopinastú?

—Alprincipiosentíganasde…venganza,señor.Perosemepasaronenseguidaymealegrédeverquealhombreleconcedíanclemencia—dije.

Mi padre sonrió y asintió, y después se volvió súbitamente hacia las librerías,dondeconunmovimientodemuñecaactivóundispositivoquemovióunoscuantoslibros para revelar un compartimento secreto. Seme paró el corazón cuando sacóalgo de allí: una caja, queme entregó y, con un gesto de cabeza,me pidió que laabriera.

—Unregalodecumpleaños,Haytham—dijo.Mearrodillé,dejélacajasobreelsueloylaabrípararevelaruncinturóndecuero

que retiré enseguidaporque sabíaquedebajohabría una espada; nouna espadademadera para jugar, sino una de reluciente acero, con un mango ornamentado. Lasaqué de la caja y la sostuve en las manos. Era una espada corta y, aunquevergonzosamentesentíunapunzadadedecepciónporello,supedeinmediatoquesetratabadeunahermosaespadacorta,yeramiespadacorta.Enaquelinstante,decidíquenuncaseapartaríademíyyaestabarecogiendoelcinturón,cuandomipadremedetuvo.

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—No, Haytham —dijo—, se queda aquí y no la sacarás ni utilizarás sin mipermiso.¿Estáclaro?

Mehabíaquitadolaespadaparadevolverlaasucajaycolocóelcinturónencima,antesdecerrarla.

—Prontocomenzaráselentrenamientoconestaespada—continuó—.Tequedamuchoporaprender,Haytham,nosoloacercadelaceroquehansujetadotusmanos,sinotambiéndelaceroentucorazón.

—Sí, padre —contesté, intentando no parecer tan confundido y decepcionadocomomesentía.

Observécómosedabalavueltaycolocabalacajaenelcompartimentosecreto,ysi estaba tratando de asegurarse de que no viera qué libro abría el compartimento,bueno,noloconsiguió.EralaBibliadelreyJaime.

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8dediciembrede1735

Hoy ha habido dos funeralesmás, de los dos soldados que habían destinado a losjardines.Porloquesé,elayudantedemipadre,elseñorDigweed,asistióalservicioporelcapitán,cuyonombrenuncaconocí,peronoestuvonadiedenuestracasaenelfuneral del segundo. Hay muchas pérdidas y luto a nuestro alrededor en estosmomentos,escomosiyanoquedaraespacioparamás,aunquesueneinsensible.

***Despuésdemioctavocumpleaños,elseñorBirchseconvirtióenunavisitaregularacasay,cuandonopaseabaconJennyporlosjardines,olallevabaalaciudadensucarruaje,osesentabaenlasaladedibujoabebertéyjerez,amenizandoalasmujeresconhistoriasdesuvidaenelejército,sereuníaconmipadre.EstabaclaroparatodosnosotrosquepretendíacasarseconJennyyqueaquellaunión tenía labendicióndepadre,peroserumoreabaqueelseñorBirchhabíapedidoposponerlasnupcias;quequeríaserlomásprósperoposibleparaqueJennytuvieraelmaridoquesemerecía,yqueteníaechadoelojoaunamansiónenSouthwarkparaquevivieradelmodoalqueellaestabaacostumbrada.

Madreypadreestabanentusiasmadosconlaidea,porsupuesto,aunqueaJennyno lehacía tantagracia.Devezencuando laveíacon losojosenrojecidosyhabíadesarrollado el hábito de salir volando de las habitaciones, ya fuera sumida en unberrincheotapándoselabocaconlamano,conteniendolaslágrimas.Másdeunavezoíapadredecir:«Cambiarádeopinión»,yenunaocasiónmemiródesoslayoypusolosojosenblanco.

Asícomoellaparecíamarchitarsebajoelpesode su futuro,yo florecíaante laexpectativadelmío.Elamorquesentíapormipadreamenazabaconstantementeconenvolverme en su abrumadora magnitud; no le quería simplemente, sino que leidolatraba.Aveceseracomosilosdoscompartiéramosinformaciónqueerasecretaparael restodelmundo.Por ejemplo, amenudomepreguntabaquémeenseñabanmis tutores, escuchaba atentamente, y luego decía: «¿Por qué?». Siempre que mepreguntaba algo, ya fuera sobre religión, ética o moralidad, sabía si le daba larespuestadememoriaosi lo repetíacomoun loro,ydecía:«Bueno,meacabasdedecirloqueopinaelviejoseñorFayling»o«Yasabemosloquepensabaunescritordehacesiglos,pero¿quédiceaquí,Haytham?»ymeponíaunamanoenelpecho.

Ahoramedoycuentadeloquehacía.ElviejoseñorFaylingmeenseñabahechosy absolutos, y padre me pedía que los cuestionara. Los conocimientos que metransmitíaelviejoseñorFayling,¿dedóndesalían?¿Quiénempuñabalaplumayporquédebíaconfiaryoenaquelhombre?

Padresolíadecir:«Paraverlodiferente,antesdebemospensardiferente»,ypuedequesueneestúpidoyosriais,otalvezalecharlavistaatrásdentrodeunosaños,yo

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mismo me ría; pero a veces parecía que de verdad sentía cómo se expandía micerebroparamirarelmundoigualquemipadre.Porlovisto,teníaunamaneradeverel mundo distinta a la de cualquiera, una manera de ver el mundo que ponía enentredicholamismaideade«verdad».

Desdeluego,yoponíaendudaloquemeenseñabaelviejoseñorFayling.UndíalecuestionédurantelasEscriturasymeganéungolpeenlosnudillosconsubastón,juntoconlapromesadequeinformaríaamipadre,loquefinalmentehizo.Mástarde,padremellevóasuestudioy,trascerrarlapuerta,sonrióabiertamenteysediounosgolpecitosenellateraldelanariz.

—Muchas veces es mejor guardarte tus pensamientos, Haytham. Esconderte aplenavista.

Y eso fue lo que hice.Me descubrí observando a las personas ami alrededor,intentandomirar en su interior como si de algunamanera fuese capaz de adivinarcómoveíanelmundo,sicomoelviejoseñorFaylingocomomipadre.

Al escribir esto ahora, por supuesto, me doy cuenta de que se me estabansubiendo demasiado los humos; me sentía mucho mayor de lo que era, lo queresultaríatanpocoatractivoahora,alosdiez,comohabríasidoalosocho,yluegoalosnueve.Probablementeerainsoportablementealtanero.Probablementemecreíaelhombrecitodelacasa.Cuandocumplílosnueveaños,padremeregalóunarcoconflechas, con el que practicaba en el jardín, y esperaba que las niñasDawson o loschicosdelosBarrettpudieranvermedesdelasventanas.

HabíapasadomásdeunañodesdequehabíahabladoconTomenlapuerta,peroavecesmerodeabapor allí por si acasonosvolvíamos a encontrar.Padre eramuycomunicativo respecto a todos los temas salvo los de su propio pasado. Nuncahablaba de su vida antes de llegar a Londres, ni de la madre de Jenny, así quealbergaba la esperanza de que fuese esclarecedora cualquier información que meofrecieraTom.Yapartedeeso,porsupuesto,queríaunamigo.Nounparienteniunaniñera, un tutor omentor; de esos ya teníamuchos. Tan solo quería un amigo. YesperabaquefueraTom.

Peroyanoloserá.Leentierranmañana.

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9dediciembrede1735

El señor Digweed vino a visitarme esta mañana. Llamó a la puerta, esperó mirespuestayluegotuvoqueagacharlacabezaparaentrar,porqueelseñorDigweed,además de tener poco pelo, unos ojos ligeramente saltones y párpados venosos, esaltoydelgado,ylaspuertasdenuestraresidenciadeemergenciasonmásbajasquelas de casa. La manera de moverse encorvado por el lugar añadía a su aire deturbación la sensación de que se hallaba como pez fuera del agua. Había sido elayudantedemipadredesdeminacimiento,almenosdesdequelosKenwaysehabíaninstalado en Londres, y como todos nosotros, quizás incluso más que el resto denosotros,pertenecíaalaplazaQueenAnne.Loqueagudizabasudoloreralaculpa.Se sentía culpable porque la noche del ataque estaba fuera, ocupado en asuntosfamiliaresenHerefordshire;nuestrococheroyél regresaron lamañanadespuésdelataque.

—Esperoquepuedaperdonarmedecorazón, señoritoHaytham—medijounosdíasdespués,conlacarapálidaydemacrada.

—Claro, Digweed—contesté, sin saber qué añadir a continuación; nunca mehabíasentidocómododirigiéndomeaélporsuapellido,nosonababienenmiboca.Asíquemelimitéadecir—:Gracias.

Aquellamañanasurostrocadavéricoportabalamismaexpresiónsolemneysupequefueracualfueselanoticia,eramala.

—SeñoritoHaytham—dijodelantedemí.—¿Sí…,Digweed?—Losientomuchísimo,señoritoHaytham,perohemosrecibidounmensajedela

plazaQueenAnne,de losBarrett.Deseanaclararnosquenadiede la casaKenwayserá bien recibido en el funeral del joven señoritoThomas. Piden respetuosamentequenohayaningúntipodecontacto.

—Gracias, Digweed —respondí y observé cómo hacía una breve reverencia,afligido,paraluegoagacharlacabezayevitar,almarcharse,lavigabajadelapuerta.

Mequedéallíunrato,conlavistafijaenelespacioqueélhabíaocupado,hastaqueBettyregresóparaquitarmeeltrajedefuneralyvestirmeconeldediario.

***Unatardedehacesemanas,estababajolasescaleras,jugandoenelcortopasilloquellevabaalasaladeloscriados,hacialapuertadebarrotesenelcuartodelavajilla.Eraenesahabitacióndondesealmacenabanlosobjetosdevalorfamiliares:laplataque solo veía la luz del día en raras ocasiones en las que madre y padre teníaninvitados;lasreliquiasdefamilia,lasjoyasdemimadreyalgunoslibrosdemipadrequeélconsiderabadegranvalor, libros irreemplazables.Siempre llevabaencimalallavedelcuartodelavajilla,colgadadelcinturón,ysololehabíavistoconfiárselaal

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señorDigweed,aunquedurantecortosperiodosdetiempo.Me gustaba jugar en el pasillo de al lado porque apenas lo transitaban, lo que

significaba que no vendrían amolestarme las niñeras, siempre diciéndomequemelevantara del suelo sucio antes de hacerme un agujero en los pantalones; ni otrapersona bienintencionada del servicio, que me obligaría cortésmente a responderpreguntas sobre mi educación o mis amigos inexistentes. Ni siquiera apareceríanmadre o padre, diciéndome queme levantara del suelo sucio antes de hacerme unagujero en los pantalones y obligándome luego a responder preguntas sobre mieducaciónomisamigosinexistentes.Enelpeordeloscasos,vendríaJenny,queseburlaríadecualquierjuegoalqueestuvierajugandoy,sifueransoldaditos,haríaunmalintencionadoesfuerzopordarleunapatadaacualquierhombredeplomo.

No,elpasilloentrelasaladeloscriadosyelcuartodelavajillaeraunodelospocossitiosen laplazaQueenAnnedonde, siendo realista,podíaconfiarenevitarcualquiera de esas cosas. Aquel pasillo era donde iba cuando quería que no memolestaran.

Excepto en aquella ocasión. Justo cuando estaba a punto de organizar a mistropas,aparecióunrostronuevoquenoeraotroqueeldelseñorBirch.Llevabaunfarolconmigo,quehabíadejadosobreelsuelodepiedra,yelfuegodelavelatitilópor la bocanada de aire al abrirse la puerta del corredor. Desdemi posición en elsuelo,vieldobladillodesulevitaylapuntadesubastón,ymientrassubíalamiradaparavercómomeestabaobservando,mepreguntésiéltambiéntendríaguardadaunaespadaensubastón,sisonaríacomolademipadre.

—Señorito Haytham, esperaba encontrarle aquí—dijo con una sonrisa—. Mepreguntabasiestaríaocupado.

Meapresuréaponermedepie.—Soloestabajugando,señor—contestéenseguida—.¿Hapasadoalgo?—Oh,no.—Serio—.Enrealidad,loúltimoquequieroesinterrumpirsusjuegos,

aunqueesperabapoderhablarconusted.—Por supuesto—dije, asintiendo, aunque temía otra ronda de preguntas sobre

mis habilidades en aritmética. Sí, disfrutaba haciendo cuentas. Sí, me gustabaescribir.Sí,esperabaalgúndíasertaninteligentecomomipadre.Sí,esperabaalgúndíaseguirelnegociofamiliar.

Pero con un gesto de lamano el señorBirchme pidió que siguiera jugando yhastadejóaunladoelbastónyseremangólospantalonesparaagacharsejuntoamí.

—¿Quétenemosaquí?—preguntó,señalandoalasfigurillasdeplomo.—Essolounjuego,señor—respondí.—Sonsoldados,¿no?—quisosaber—.¿Cuáleselcomandante?—Nohaycomandante,señor—dije.Soltóunasecacarcajada.

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—Sushombresnecesitanunlíder,señoritoHaytham.¿Cómosinosabráncuáleselmejorprocedimiento?¿Cómosinoselesinculcaráunsentidodeladisciplinayladeterminación?

—Nolosé,señor—dije.—Mire.—El señor Birch alargó lamano para coger del pelotón a uno de los

minúsculoshombresdeplomo,lesacóbrilloensumangayloapartódelresto—.Talvezdeberíamosconvertiraestecaballeroenellíder.¿Quéopina?

—Silecomplace,señor…—Señorito Haytham.—El señor Birch sonrió—. Este es su juego. Yo soy un

merointruso,alguienqueesperaqueledigancómosejuega.—Sí,señor,creoqueunlíderirábienenestascircunstancias.Derepentelapuertadelpasillosevolvióaabrir,alcélavistayestavezvientrar

al señor Digweed. Bajo la luz titilante del farol advertí que él y el señor Birchintercambiaronunamirada.

—¿Puedeesperareseasunto,Digweed?—preguntóelseñorBirchconvoztensa.—Faltaríamás,señor—contestóelseñorDigweed,quehizounareverenciayse

retiró,cerrandotrasdesílapuerta.—Muybien—continuóelseñorBirchyvolvióacentrarsuatencióneneljuego

—.Entoncesmovamosaestecaballerodeaquíparaqueseael líderdelaunidadeinspireasushombresgrandeshazañas,paraquelessirvadeejemploylesenseñelasvirtudesdelorden,ladisciplinaylalealtad.¿Quéopina,señoritoHaytham?

—Sí,señor—asentíobedientemente.—Hayalgomás,señoritoHaytham—dijoelseñorBirch,llevandolamanoentre

suspiesparacogeraotrossoldadosdeplomodelgrupoycolocarlosjuntoalcapitánnominal—.Unlídernecesitatenientesdeconfianza,¿no?

—Sí,señor—estuvedeacuerdo.Hubounalargapausa,durantelaqueobservéalseñor Birch colocar con un cuidado desmedido a dos tenientes junto al líder, unapausaquesehacíacadavezmásincómodaconformepasabanlossegundos,hastaquedije, más por romper aquel violento silencio que porque quisiera hablar de loinevitable—:¿Quierehablarmedemihermana,señor?

—¡Vaya,veatravésdemí,señoritoHaytham!—ElseñorBirchserioconganas—.Supadre es un buenmaestro.Veoque, entre otras cosas, le ha enseñado a serastuto,sinduda.

Noestabasegurodeaquéserefería,asíquepermanecícallado.—¿Cómovaelentrenamientoconarmas,simepermitelapregunta?—inquirióel

señorBirch.—Muy bien, señor. Cada día mejoro un poco o eso dice padre—afirmé con

orgullo.—Excelente,excelente.¿Ysupadrealgunavezlehacomentadoelpropósitode

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suentrenamiento?—preguntó.—Padre dice que mi verdadero entrenamiento empezará el día de mi décimo

cumpleaños—respondí.—Bueno,me pregunto qué tendrá que decirle—dijo con la frente arrugada—.

¿Deverdadnotieneniidea?¿Nisiquieraunatisbodequépodríaser?—No,señor,nolosé—dije—.Tansolosemeocurrequemeofreceráuncamino

queseguir.Uncredo.—Entiendo. ¡Qué emocionante! ¿Y nunca le ha dado ninguna pista de lo que

podríaserese«credo»?—No,señor.—¡Fascinante!Meapuestocualquiercosaaqueestáimpaciente.Mientrastanto,

¿le hadado supadreuna espadadehombre con la quepueda aprender el oficio osigueutilizandolasdemaderaparapracticar?

Torcíelgesto.—Tengomipropiaespada,señor.—Megustaríamuchísimoverla.—Laguardamosen la salade juegos, señor, enun lugar seguroalque solomi

padreyyotenemosacceso.—¿Soloustedysupadre?Entonces,¿tambiéntieneustedaccesoaella?Me ruboricé y agradecí que la luz tenue del pasillo no permitiera que el señor

Birchvieralavergüenzaenmirostro.—Loúnico que digo es que sé dónde está la espada, señor, no que sepa cómo

accederaella—aclaré.—Entiendo.—El señorBirch sonrió abiertamente—.Es un lugar secreto, ¿no?

¿Unacavidadocultadentrodeunaestantería?Micaratuvoquedecirlotodo.Serio.—Nosepreocupe,señoritoHaytham,susecretoestáasalvoconmigo.Lemiré.—Gracias,señor.—Esoeramásomenostodo.Se levantó, cogió su bastón, se sacudió los pantalones, aunque no se había

manchado,ysevolvióhacialapuerta.—¿Ymihermana,señor?—inquirí—.Nomehapreguntadoporella.Sedetuvo,seriobajitoymealborotóelpelo.Ungestoquemegustóbastante.Tal

vezporquemipadretambiénlohacía.—Ah, no me hace falta. Me ha dicho todo lo que necesitaba saber, señorito

Haytham—dijo—.SabetanpocodelahermosaJennifercomoyo,yquizásasítengaque ser. Las mujeres deberían ser un misterio para nosotros, ¿no cree, señoritoHaytham?

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No tenía la másmínima idea de lo que estaba hablando, pero sonreí de todasformas,ysuspiré,aliviado,cuandounavezmásvolvíatenerelpasillodelcuartodelavajillaparamísolo.

***Nomuchodespuésdeaquella conversaciónconel señorBirch,mehallabaenotrapartede lacasaymedirigíaamihabitación,cuandoalpasarporelestudiodemipadre,oíallídentrounasvoceselevadas:setratabadepadreyelseñorBirch.

Por miedo a no encontrar un buen escondite, me quedé demasiado lejos paraalcanzaraoír loquedecían,ymealegrédemantener ladistancia,porqueenaquelinstanteseabriólapuertadelestudioysalióelseñorBirchatodavelocidad.Estabafurioso—erafácilversuenfadoporelcolordelasmejillasylosojosenllamas—,peroalvermeenelpasillo,separóenseco,todavíanervioso.

—Lo he intentado, señorito Haytham —dijo mientras se tranquilizaba ycomenzabaaabotonarseelabrigo,dispuestoamarcharse—.Heintentadoadvertirle.

Ytraspronunciaraquellaspalabras,sepusoeltricornioenlacabezaysemarchósigilosamente.MipadrehabíaaparecidoenlapuertadesudespachoyfulminabaalseñorBirchconlamiraday,aunquehabíasidosindudaunencuentrodesagradable,eranasuntosdeadultosynoerandemiincumbencia.

Teníaotrascosasenlasquepensar.Alcabodepocosdías,tuvolugarelataque.***

Sucediólanocheantesdemicumpleaños.Merefieroalataque.Estabadespierto,talvezporelentusiasmodeldíasiguiente,pero tambiénporque tenía lacostumbredelevantarmedespuésdequeEdithdejaralahabitaciónparasentarmeenelalféizarymirar por la ventana.Desdemi posición estratégica veía gatos y perros, o inclusozorros,quecruzabanelcéspedbañadoporlaluna.Sinoobservabalafaunayflora,me quedaba contemplando la noche, mirando la luna, el color gris acuoso que leotorgabaa lahierbay losárboles.Alprincipiocreíque loqueveíaa lo lejoseranluciérnagas.Mehabíancontadode todosobre las luciérnagas,peronunca lashabíavisto.Loúnicoquesabíaeraquesemovíanengrupoyemitíanunbrillopálido.Sinembargo, enseguida me di cuenta de que aquella luz no era un brillo pálido enabsoluto,sinoque,dehecho,seencendíayapagabaparaluegoencenderseotravez.Estabaviendounaseñal.

Semecortólarespiración.Laluzintermitenteparecíaprocederdelosalrededoresdelaviejapuertademaderaenelmuro,porlaquehabíavistoaTomaqueldía,yloprimeroquepenséfuequeintentabacontactarconmigo.Aunquemeparecióraro,nipor un segundo imaginé que la señal estuviera dirigida a otra persona. Estabademasiadoocupadoponiéndomeunospantalones,metiéndome lacamisadedormirporlacinturillaysubiéndomelostirantes.Luegomeenfundéunabrigo.Enloúnicoquepodíapensareraenlamagníficaaventuraqueestabaapuntodeemprender.

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Ahora,alechar lavistaatrás,medoycuentadequeen lamansiónvecinaTomdebíadeserotromuchachoalquelegustabasentarseenelalféizardelaventanaparaobservarlavidanocturnadeljardíndesucasa.Y,comoyo,debíadehabervistolaseñal.YtalvezTomhabíapensadolomismoqueyo:queyolehacíaesaseñal.Ysureacciónfuehacerlomismo:vestirseapresuradamenteybajarainvestigar…

DosnuevosrostroshabíanaparecidoenlacasadelaplazaQueenAnne,unpardeantiguos soldados inflexibles, contratadospormipadre.Suexplicación fueque losnecesitábamosporquehabíarecibido«información».

Soloeso.«Información»,esofueloúnicoquedijo.Yentoncesmepreguntéigualque me pregunto ahora qué significaría aquello y si tenía algo que ver con laacaloradaconversaciónquehabíaescuchadoporcasualidadentreélyelseñorBirch.Fueraloquefuese,nohabíavistomuchoalosdossoldados.Loúnicoquesabíaeraque uno estaba situado en la sala de dibujo, en la parte delantera de la mansión,mientras que el otro se hallaba cerca del fuego en la sala de los criados,supuestamente para vigilar el cuarto de la vajilla. Ambos fueron fáciles de evitardespués de bajar las escaleras para llegar a la planta baja y escabullirme hacia lasilenciosa cocina, iluminadapor la luna, que nuncahabía visto tan oscura, vacía ytranquila.

Y fría. El aliento se me heló y enseguida me eché a temblar, incómodo alcomprobarelfríoquehacíaencomparaciónconelcalorescasoquecreíatenerenmicuarto.

Juntoa lapuertahabíaunavela,queencendíy,con lamanoahuecadasobre lallama,sostuveparailuminarelcaminomientrassalíaalosestablos.Ysipensabaqueenlacocinahacíafrío,pues,bueno…,fuerahacíael tipodefríoquetehacesentirqueelmundoa tualrededoresquebradizoyestáapuntode romperse;hacía tantofríoquemequedésinalientomientrasmeplanteabasipodríacontinuar.

Unodeloscaballosrelinchóypiafó,yporalgúnmotivoaquelruidomeayudóadecidirme.Pasé lascasetasde losperroshasta llegaraunaparedlateralycrucéungran arco que daba al huerto. Seguí por los manzanos altos y pelados, y despuésquedé al descubierto, plenamente consciente de que la mansión se hallaba a miderecha,eimaginérostrosencadaunadesusventanas:Edith,Betty,madreypadreestaríanmirandoymeveríanfuerademihabitación,corriendocomounlocoporlosjardines. No era que estuviese corriendo como un loco literalmente, por supuesto,pero eso dirían ellos; eso diría Edith mientras me regañara y también mi padre,cuandomegolpearaconelbastónporcausarproblemas.

Perosiesperabaungritodelacasa,nooíninguno,asíquecontinuécaminandopor elmuro que rodeaba el perímetro y comencé a correr deprisa hacia la puerta.Todavía temblaba, pero al aumentar mi entusiasmo, me pregunté si Tom habríallevadocomidaparaunfestínamedianoche:jamón,pastelygalletas.Oh,yponche

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calienteseríaloquemejorvendría,también…Un perro empezó a ladrar. EraThatch, el sabueso irlandés demi padre, en su

caseta del establo. Los ladridos hicieron que me detuviese y me agaché bajo lasdesnudas ramas de un sauce que colgaban bajas, hasta que cesó de manera tanrepentina como había empezado. Más tarde, claro, entendería por qué se habíadetenidotansúbitamente.PeronosemeocurrióenaquelmomentoporquenoteníamotivosparasospecharqueuninvasorlehubieracortadoelcuelloaThatch.Ahoracreemosquefueroncincolosquenossorprendieronconcuchillosyespadas.Cincohombres se dirigieron a la mansión mientras yo me encontraba en los jardines,totalmenteajenoaloquesucedía.

Pero¿cómoibaasaberloyo?Eraunniñotontoqueansiabaaventurasygrandeshazañas,pornomencionareljamónylatarta,ycontinuéporelmuroquerodeabaelperímetrohastallegaralapuerta.

Queestabaabierta.¿Qué esperaba? Que estuviera cerrada, supongo, y que Tom se hallara al otro

lado.Tal vez uno de nosotros habría trepado elmuro.Tal vez habríamos planeadointercambiar cotilleos con la puerta entre nosotros. Lo único que sabía era que lapuertaestabaabiertaycomencéatenerlasensacióndequealgoibamal,yalfinalsemepasóporlacabezaquelaseñalquehabíavistodesdelaventanademihabitaciónquizánoibadirigidaamí.

—¿Tom?—susurré.Noseoyónada.Lanocheestabaencompletosilencio:noseoíanpájaros,ningún

animal,nada.Yanervioso,estabaapuntodedarmelavueltaymarcharme,devolveralacasayalaseguridaddemicalientecama,cuandovialgo.Unpie.Mealejéunpocomásdelapuerta,dondeelpasadizoestababañadoporelblancosuciodelaluzdelaluna,queotorgabaatodounsuaveresplandormugriento,incluidalacarnedelmuchachodespatarradoenelsuelo.

Estabamediotumbado,mediosentado,recostadoenlapareddeenfrente,vestidocasiexactamenteigualqueyo,conunospantalonesyunacamisadedormir,aunqueélnosehabíamolestadoenmetérselapordentroyestabaretorcidaalrededordelaspiernas,colocadasenunánguloextrañoyantinatural,sobreeldurobarrodelsenderollenodesurcos.

Era Tom, por supuesto. Tom, cuyos ojos muertos me miraban fijamente, sinverme,bajoelaladesusombrero,torcidosobrelacabeza;Tom,cuyasangrebrillabaalaluzdelalunamientrascaíaachorrosdelprofundocortequelehabíanhechoenlagarganta.

Comenzaronacastañetearme losdientes.Oíungimoteoymedicuentadequeerayo.Cienpensamientosdepánicoseagolparonenmicabeza.

Yentoncestodopasótandeprisaparamíqueinclusonorecuerdoelordenexacto

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de losacontecimientos,aunquecreoquecomenzaronconel sonidodeuncristalalromperseyungritoqueproveníadelacasa.

«Corre».Me avergüenza el admitir que las voces, los pensamientos que entraban a

empujonesenmicabeza,gritabansoloaquellapalabra,todasalavez.«Corre».Y yo las obedecí. Corrí. Solo que no en la dirección que me pedían. ¿Estaba

haciendoloquemipadremehabíainculcadoyescuchabaamisinstintosolosestabaignorando?Nolosabía.Perosíeraconscientedequeestabacorriendohaciaelmásterribledelospeligros,aunquecadamúsculodemiserqueríaescapardeél.

Crucé a toda velocidad los establos e irrumpí en la cocina, donde apenas medetuveparaaceptarelhechodequelapuertapendíaabiertadelasbisagras.Oímásgritosprovenientesdealgúnlugardelvestíbulo,visangreenelsuelodelacocinaycrucé la puerta hacia las escaleras, solopara descubrir otro cuerpo.Eraunode lossoldados.Yacíaenelpasillo,agarrándoseelestómago,conlosojosparpadeandosincesaryunchorrodesangresaliendodelabocamientraslellegabalamuerte.

Alpasarporencimadeélycorrerhacialasescaleras,solopodíapensarenllegarhastamispadres.Enelvestíbulo,queestabaaoscurasperollenodegritosyruidodepersonas corriendo, comenzaron a aparecer los primeros hilos de humo. Intentéorientarme.Arribaseoyóotrogritoyalcélavistaparaverunassombrasdanzantesenelbalcóny,poruninstante,eldestellodelaceroenlasmanosdeunodenuestrosatacantes.Eneldescansilloseloencontróunodelosayudasdecámarademipadre,perolaescasaluznomedejóvereldestinodelpobrechico,aunquesílooíypormispiessentíelgolpehúmedodesucuerpoalcaerdelbalcónsobreelsuelodemadera,nomuylejosdemí.Suasesinoemitióunaullidodetriunfoyoísuspasosmientrascorríamásalládeldescansillo,hacialosdormitorios.

—¡Madre!—grité,ycorríhacialasescalerasjustocuandoviabrirselapuertadesuhabitaciónymipadresaliratropelladamenteparaencontrarseconelintruso.

Llevabaunospantalones,lostirantessobreloshombrosdesnudosyelpelosuelto,sinrecoger.Enunamanososteníaunfarolyenlaotra,suespada.

—¡Haytham!—mellamócuandolleguéalfinaldelasescaleras.El intruso estaba entre nosotros dos, en el rellano. Se detuvo, se volvió para

mirarmey,bajolaluzdelfaroldemipadre,pudeverlebienporprimeravez.Llevabaunos pantalones, un chaleco negro de cuero y una pequeñamáscara que le cubríamediorostro,comolasquesellevanenunbailededisfraces.Yestabacambiandodedirección.Envezdesubirparaenfrentarseamipadre,volvíaporeldescansilloparacargarcontramí,conunasonrisa.

—¡Haytham!—repitiómipadre.Se apartó demimadre y comenzó a correr hacia el rellano tras el intruso. Al

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instantesalvóladistanciaentreambos,peronoerasuficiente,ymedilavueltaparaescapar. Sin embargo, al pie de las escaleras había un segundo hombre, con unaespada en la mano, que me bloqueaba el paso. Iba vestido igual que el primero,aunque advertí una diferencia: sus orejas. Terminaban en punta y la máscara leotorgabaelaspectodeunhorriblepolichineladeforme.Porunmomento,mequedéparalizado, luegomevolví paraverque el hombre sonrientedetrásdemí sehabíadado la vuelta para enfrentarse ami padre y sus espadas se entrechocaban. Padrehabía dejado el farol atrás y luchaban en la penumbra.Una breve y brutal batalla,salpicadaporlosgruñidosyelrepiqueteodelacero.Inclusoenelfragoryelpeligrodelmomentodeseéquehubierahabidomásluzparapoderverbiencómoluchaban.

Entoncesterminaronyelasesinosonrienteyanosonreía,dejócaersuespadaycayó por la barandilla con un grito hasta tocar el suelo. El intruso de orejaspuntiagudashabíasubidolamitaddelasescaleras,peroselopensómejorysediolavueltaparaescaparhaciaelvestíbulo.

Abajo se oyó un alarido. Por encima de la barandilla vi a un tercer hombre,tambiénconmáscara,quelehizoseñasaldeorejaspuntiagudasantesdequeambosdesaparecierandemivistabajoeldescansillo.Alcé lamiraday,apesarde lapocaluz,viunaexpresióncruzarelrostrodemipadre.

—Lasaladejuegos—dijo.Yalinstante,antesdequemimadreoyopudiésemosdetenerle,saltóporencima

de la barandilla hacia el vestíbulo de abajo. Cuando brincó, mi madre gritó:«¡Edward!»ylaangustiadesuvozretumbóenmispropiospensamientos.No.Enmiúnicopensamiento:nosestáabandonando.

«¿Porquénosestáabandonando?».Elcamisóndemimadrelaenvolvíadeformadesordenadamientrascorríaporel

rellanohaciadondeyo estaba al final de las escaleras; su cara eraunamáscaradeterror. Tras ella llegó otro atacante, que apareció en la escalera al otro lado deldescansillo y alcanzó amimadre al mismo tiempo que ellame alcanzó amí. Laagarródesdeatrásconunamanomientrasechabasuespadahaciadelanteparacruzarconlahojasucuelloaldescubierto.

Nomedetuveapensar.Nopensénadaenabsolutohastamuchomástarde.Peroenunsolomovimientosubílasescaleras,cogílaespadadelatacantemuerto,laalcéporencimademicabezayconambasmanosselaclavéenlacaraalatacanteantesdequepudieracortarlelagarganta.

Mipunteríafuecerteraylapuntadelaespadaatravesóelojodelamáscaraysehundióen sucuenca.Sualaridoabrióunagujero irregular en lanochemientras seapartabademimadreconlaespadaincrustadaensuojoporunmomento.Despuéssela arrancómientras chocaba contra la barandilla, perdía el equilibrio durante unosinstantes,caíaderodillasysearrojabahaciadelante,muertoantesdequesucabeza

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tocaraelsuelo.Madre corrió amisbrazosyhundió la cabeza enmihombro, aunqueestuviera

agarrando la espada, y la cogí de la mano para continuar bajando las escaleras.Cuántasvecesmehabíadichomipadredecaminoasutrabajodiario:«Hoytequedasalmando,Haytham;cuidarásdetumadrepormí».Ahoraestabadeverdadalmando.

Llegamos al pie de las escaleras, donde una extraña calma parecía haberdescendidosobrelacasa.Elvestíbuloestabavacíoahorayseguíaaoscuras,aunqueiluminado por un titilante resplandor naranja que no auguraba nada bueno. El aireestaba empezando a condensarse por el humo, pero a través de la neblina vi unoscuerpos: el del asesino, el del ayudantequehabíanmatado antes…YaEdith, queyacíaconlagargantaabiertaenuncharcodesangre.

MimadretambiénvioaEdith,gimoteóeintentótirardemíparallevarmehacialaspuertasprincipales,perolapuertadelasaladejuegosestabamedioabiertayoíelsonidode la luchadeespadasqueproveníadel interior.Eran treshombres,unodeellos,mipadre.

—Padremenecesita—dije,tratandodesoltarmedemimadre,quealverloqueestabaapuntodehacer,tiródemíconmásfuerza,hastaquelogréliberarmecontalímpetuquelamujercayóalsuelo.

Duranteunextrañomomentomeplanteéayudaramimadrealevantarseypedirledisculpaspuestoqueeraespantosoverlaenelsuelopormiculpa.Peroentoncesoíunfuertechillidoqueproveníadel interiorde la salade juegosybastópara lanzarmehacialapuerta.

Lo primero que vi fue que el compartimento de la librería estaba abierto ydistinguí la caja que contenía la espada. Por lo demás, la sala estaba igual quesiempre,justocomolahabíamosdejadotraslasesióndeentrenamiento,conlamesadebillar tapada, retiradaparadejarespacioparaelentreno;dondeunashorasantesaquelmismodíamipadremehabíadadoclasesymehabíareprendido.

Dondeahoramipadreestabaderodillas,muriéndose.De pie sobre él se encontraba un hombre con la espada hundida hasta la

empuñaduraenelpechodemipadre,cuyahojasobresalíaporlaespalda,goteandosangre sobre el suelo demadera.Nomuchomás lejos estaba el hombre de orejaspuntiagudas,que teníaungrancorteprofundoensu rostro.Habíanhechofaltadoshombresparaderrotarapadre,peroconesohabíabastado.

Meabalancésobreelasesino,alquepilléporsorpresa.Comonotuvotiempoderetirarlaespadadelpechodemipadre,sediolavueltaparaesquivarmihojaysoltósuespadaalavezquemipadrecaíaalsuelo.

Como un tonto continué siguiendo al asesino, me olvidé de protegerme elcostado, y lo siguiente que vi fue un movimiento repentino por el rabillo del ojocuando el hombre de orejas puntiagudas avanzó. No estoy seguro de si pretendía

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hacerloocalculómalsugolpe,peroenlugardedarmeconlaespada,meaporreóconelpomoysemeennegreciólavisión;micabezatocóalgoquetardéunsegundoenidentificar como la pata de lamesadebillar, y caí al suelo, aturdido, despatarradoenfrentedemipadre,queyacíadecostadoconlaempuñaduradelaespadatodavíasaliendodesupecho.Aúnhabíavidaensusojos,solounachispa,ysuspárpadossemovieron por un momento, como si estuviera enfocando, asimilándome. Duranteunosinstantes,nosquedamoselunofrentealotro,losdoshombresheridos.Estabamoviendoloslabios.Atravésdeunaoscuranubededolorypenaviquealargabalamanohaciamí.

—Padre…—dije.Acontinuaciónelasesinoseacercóy,sindetenerse,seagachóyretirósuespada

del cuerpo demi padre, que se sacudió y arqueó con un último espasmo de dolormientrassuslabiosseseparabandelosdientesensangrentados,ymurió.

Notéunabotaenelcostadoquemeempujabahastaponermebocaarriba.Alcélavistaymiréalosojosdelasesinodemipadre,queahoraseríaelmío,elqueconunasonrisitalevantabasuespadaconambasmanosyestabaapuntodeclavármela.

Si me daba vergüenza afirmar que mis voces interiores me habían ordenadocorrerhacíatansolounosinstantes,mellenoahoradeorgulloaldecirquesehabíancalmado; me enfrentaba a la muerte con dignidad, consciente de que había hechotodoloposibleporsalvaramifamilia;agradecidoporqueprontoestaríajuntoamipadre.

Pero por supuesto no iba a ser así. No es un fantasma el que escribe estaspalabras. Algo atrajo mi atención, la punta de una espada que apareció entre laspiernasdemiasesinoyenaquelmismoinstantesedirigióhaciaarriba,abriéndoleeltorsodesdelaentrepierna.Desdeentoncesmehedadocuentadequeladireccióndelataque tuvomenos que ver con la violencia ymás con la necesidad de apartar alasesinodemí,denoempujarlohaciadelante.Peroviolentosífue,ygritócuandolepartieronporlamitad.Lasangresalpicóalmismotiempoquelastripascaíanalsueloparaseguirlasinmediatamenteelcuerposinvida.

DetrásdeélestabaelseñorBirch.—¿Estásbien,Haytham?—preguntó.—Sí,señor—resollé.—¡Soberbio!—exclamó y después se dio la vuelta con la espada alzada para

interceptar al hombre de orejas puntiagudas, que se acercaba a él con la hojadestellando.

Mepusederodillas,cogílaespadadelsueloymelevanté,dispuestoaunirmealseñorBirch,quehabíallevadoalhombredeorejaspuntiagudasdevueltaalapuertade la salade juegos, cuandode repente el atacantevio algo—algoqueno seveíadetrásdelapuerta—ysemovióaunlado.Acontinuación,elseñorBirchretrocedió

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y extendió lamano para impedir que yo siguiera caminandomientras en la puertahabíavueltoaaparecerelhombredeorejaspuntiagudas.Soloqueestavezteníaunrehén.Noeramimadre,comoalprincipiohabíatemido,sinoJenny.

—Atrás—gruñóeldeorejaspuntiagudas.Jennygimoteóyabriólosojosdeparenparcuandolahojalepresionóelcuello.¿Puedo admitir…, puedo admitir que en aquel momento me preocupaba más

vengarlamuertedemipadrequeprotegeraJenny?—Quedaosahí—insistióelhombredeorejaspuntiagudasytiródemihermana.Llevabaeldobladillodelcamisónenredadoensustobillosyarrastrabalostalones

por el suelo. De repente apareció un tercer hombre enmascarado que portaba unaantorchaencendida.Elvestíbuloahoraestabaprácticamentellenodehumo.Veíalasllamassaliendodeotrapartedelacasa,rozandolaspuertasdelasaladedibujo.ElhombredelaantorchasedirigiócomounaflechahacialascortinasparaquemarlasylacasacomenzóaarderanuestroalrededorsinqueelseñorBirchniyopudiéramoshacernadaparaevitarlo.

Por el rabillo del ojo vi amimadre y di gracias aDios de que estuviera bien.Aunque Jenny era otra cuestión. Mientras la arrastraban hacia la puerta de lamansión, tenía los ojos clavados enmí y en el señorBirch como si fuésemos susúnicas esperanzas. El atacante de la antorcha se acercó a su compañero, abrió lapuertaysalióatodavelocidadhaciauncarruajequevifuera,enlacalle.

PorunmomentopenséquetalvezdejaríanmarcharaJenny,perono.Mihermanaempezóagritarmientras laarrastrabanalcarruajey lametíandentroaempujones.Todavía gritaba cuando un tercer hombre enmascarado en el asiento del cocherosacudió las riendas, utilizó la fusta y el carruaje salió traqueteandohacia la noche,dejándonosescapardelacasaincendiada,alejandoarastrasanuestrosmuertosdelasgarrasdelasllamas.

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10dediciembrede1735

Aunquehoyhayamosenterradoamipadre, loprimeroen loquepensécuandomedesperté esta mañana no tenía nada que ver con él ni con su funeral, sino con elcuartodelavajillaenlaplazaQueenAnne.

No habían intentado entrar. Padre había contratado a los dos soldados porqueestaba preocupado por un posible robo, pero nuestros atacantes habían subido a laprimeraplantasinnisiquieramolestarseenintentarasaltarelcuartodelavajilla.

PorqueibanaporJenny,esaeralarazón.¿Ymataramipadreerapartedelplan?Esofueloquepensécuandomedespertéenunahabitaciónqueestabahelada.No

era raro que hiciera una temperatura tan baja y, de hecho, era algo que pensaba adiario.Noobstante,hoyhacíaespecialmentefríoenlahabitación.Eltipodefríoquetehacecastañetear losdientesytecala loshuesos.Leechéunvistazoa la lumbre,preguntándomeporquénodesprendíamáscalorelfuego,perodescubríqueestabaapagadoylachimenea,grisypolvorientaporlascenizas.

Salí de la cama yme dirigí hacia la ventana, en cuya parte inferior había unagruesacapadehieloquenomedejabaverelexterior.Jadeandoporelfrío,mevestíyabandoné el cuarto, sorprendido por el silencio que parecía reinar en la casa.BajésigilosamentelasescalerasenbuscadelcuartodeBetty,diunossuavesgolpesenlapuerta y luego llamé con más fuerza. Al no obtener respuesta, dudé sobre cómoactuar a continuación, con una creciente preocupación. Y cuando seguí sin recibirrespuesta,mearrodilléparamirarpor lacerraduraal tiempoque rezabapornoveralgoquenodebiera.

Estabadormidaenunadelasdoscamasdesuhabitación.Laotraestabavacíaybienhecha,aunquealospieshabíaunpardeloqueparecíanbotasmasculinas,conunatiraplateadaenlostalones.VolvíacentrarlavistaenBettyylaobservéporunmomentomientrascaíalamantaquelatapaba,peroluegodecidídejarladormirymelevanté.

Fuitranquilamentealacocina,dondelaseñoraSearleseasustóunpococuandoentré,memiró de arriba abajo con una ligera desaprobación y después retomó sutrabajoenlatabladepicar.LaseñoraSearleyyononosllevábamosmal,tansoloeraqueaquellamujermirabaconreceloatodoelmundo,másdesdeelataque.

—Noesquehayatenidounavidamuyindulgente—medijounatardeBetty.Aquellaeraotracosaquehabíacambiadodesdeelataque:Bettysehabíavuelto

mucho más franca y de vez en cuando soltaba indirectas de cómo se sentía enrealidad.NomehabíadadocuentadequeellaylaseñoraSearlenuncaseponíandeacuerdo, por ejemplo, ni tampoco teníani ideadequeBettydesconfiabadel señorBirch.Peroasíera.

—No sé por qué está tomando decisiones en nombre de los Kenway—había

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masculladoeldíaanterior,enfadada—.Noesunmiembrodelafamiliaydudoquealgunavezlosea.

Dealgunamanera,alsaberqueBettynolehacíamuchocasoalaseñoraSearle,el ama de llaves me resultabamenos intimidante y a diferencia de antes, quemehubiera pensado dos veces entrar en la cocina sin previo aviso para pedir comida,ahoranoteníaningúnreparo.

—Buenosdías,señoraSearle—saludé.Mehizo una pequeña reverencia.Hacía frío en la cocina, igual que el que ella

desprendía.EnlaplazaQueenAnne,laseñoraSearleteníaalmenostresayudantes,pornomencionarotrosempleadosqueentrabanysalíanporlagranpuertadobledelacocina.Peroesoeraantesdelataque,cuandoteníamosdetodo.Nohaynadacomouna invasión de hombres enmascarados, empuñando espadas, para espantar a loscriados:lamayoríanohabíaregresadoaldíasiguiente.

AhorasoloestabanlaseñoraSearle,Betty,elseñorDigweed,unacriadallamadaEmily,y la señoritaDavy, ladoncellademimadre.Eran losúltimosempleadosalservicio de los Kenway. O lo que quedaba de los Kenway, debería decir. Soloestábamosmimadreyyoahora.

SalídelacocinaconuntrozodepastelenvueltoenunaservilletaquemehabíadadolaseñoraSearle,conunaexpresiónavinagrada.Sindudanoleparecíabienquerondara tan temprano por la casa, buscando comida antes del desayuno que ellaestaba aún preparando.Me gusta la señora Searle ymás siendo uno de los pocosmiembros del servicio que se ha quedado con nosotros después de aquella nocheterrible, pero, aun así, hay otros asuntos de los que preocuparse. El funeral demipadre.Ydemimadre,claro.

Entoncesme hallé en el vestíbulo,mirando el interior de la puerta principal, yantes de darme cuenta, la estaba abriendo, sin pensar; al menos, sin pensardemasiado.Salíalosescalonesyaunmundoempañadodeescarcha.

***—Pero¿quédemoniospretendeshacerenunamañanatanfríacomoesta,Haytham?

UncarruajeacababadedetenersedelantedenuestracasayenlaventanillaestabaelseñorBirch.Llevabaunsombreromásgruesoquedecostumbreyunabufandaquelecubríalanariz,porloque,aprimeravista,parecíaunbandolero.

—Solomiraba,señor—contestédesdelasescaleras.Se bajó la bufanda, intentando sonreír. Antes, cuando sonreía, le brillaban los

ojos.Ahora,susonrisaeracomolasfríascenizasalasquehabíaquedadoreducidoelfuegoque trata inútilmentedegenerarcalor, tan forzadaycansadacomosuvozalhablar.

—Creosaberloqueestásbuscando,Haytham.—¿Elqué,señor?

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—¿Elcaminoacasa?Mequedéreflexionandoymedicuentadequeteníarazón.Elproblemaeraque

habíavividolosprimerosdiezañosdemividaguiadopormispadresylasniñeras.Aunque sabía que la plazaQueenAnne estaba cerca, y se podía ir caminando, noteníaniideadecómollegarhastaallí.

—¿Pensabashacerunavisita?—preguntó.Me encogí de hombros, pero la verdad era que sí, me había imaginado en la

estructura de mi antiguo hogar, en la sala de juegos. Me había imaginadorecuperando…

—¿Tuespada?Asentí.—Metemoqueesmuypeligrosoentrarentucasa.¿Tegustaríapasarporallíde

todas formas?Almenos,podrásverla.Entra,aquí fuerahace tanto fríocomoenelhocicodeungalgo.

Noteníamotivosparanoobedecerle,sobretodocuandosacóunsombreroyunacapadelfondodelcarruaje.

Cuando,unosminutosmás tarde,nosdetuvimos frentea lacasa,no teníanadaqueverconlaideaquemehabíahecho.No,estabamuchísimopeor.Comosielpuñode un gigante divino la hubiera golpeado desde arriba, destrozando el tejado hastallegar al sueloy abriendoun enorme agujero irregular en el edificio.Másqueunacasa,parecíauncorteensección.

A través de las ventanas rotas podíamos ver el vestíbulo y arriba, a través delsuelodestrozado,elpasillodela terceraplanta, todoelloennegrecidoporelhollín.Veíamueblesquereconocía,carbonizados,retratosquemados,colgandotorcidosenlasparedes.

—Losiento,realmenteesmuypeligrosoentrar,Haytham—dijoelseñorBirch.Alcabodeunratomellevódevueltaalcarruajeydiodosgolpecitoseneltecho

consubastónparaponernosenmarcha.—Noobstante—dijoelseñorBirch—,ayermetomélalibertadderecuperartu

espada.Metiólamanodebajodesuasientoparasacarlacaja.Tambiénestabacubiertade

hollín,perocuando levantó la tapa, la espadaaparecióenel interior, tan relucientecomoeldíaenquemelahabíaentregadomipadre.

—Gracias,señorBirch—fuetodoloquepudedecircuandocerrólacajayladejóenelasientoentreambos.

—Es una bonita espada, Haytham. Estoy seguro de que la guardarás como untesoro.

—Loharé,señor.—Mepreguntocuándoprobarálasangre.

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—Nolosé,señor.HubounapausayelseñorBirchsecolocóelbastónentrelasrodillas.—Lanochedelataque,matasteaunhombre—dijo,girandolacabezaparamirar

porlaventana.Pasamosporcasasquesoloseveíanflotandoatravésdeunaneblinadehumoyairecongelado.Eratodavíamuytemprano.Lascallesestabanensilencio—.¿Cómotesentiste,Haytham?

—Estabaprotegiendoamimadre—respondí.—Esaeralaúnicaopciónposible,Haytham—respondiómostrandosuacuerdoy

asintióconlacabeza—,ehicistelocorrecto.Niporunmomentopienseslocontrario.Peroelhechodequefueralaúnicaopciónnocambiaquemataraunhombreseaunacto importante.Para cualquiera.Para tupadreoparamí, pero sobre todoparaunmuchachodetantiernaedad.

—Nosientotristezaporloquehice.Soloactué.—¿Yhaspensadoenellodesdeentonces?—No,señor.Solohepensadoenpadreymadre.—¿YenJenny…?—preguntóelseñorBirch.—Ah,sí,señor.Hubounapausaycuandovolvióahablarsuvozeraapagadaysolemne.—Tenemosqueencontrarla,Haytham—dijo.Mequedécallado.—PiensomarcharmeaEuropa,dondecreoquelaretienen.—¿CómosabequeestáenEuropa,señor?—Haytham, soy miembro de una prestigiosa e importante organización. Una

especiedeclubosociedad.Unadenuestrasmuchasventajasesquetenemosojosyoídosentodaspartes.

—¿Cómosellama,señor?—pregunté.—LosTemplarios,Haytham—respondió—.Soyuncaballerotemplario.—¿Uncaballero?—repetí,mirándoleconacritud.Soltóunabrevecarcajada.—Talveznoexactamenteeltipodecaballeroenelqueestáspensando,Haytham,

una reliquia de la Edad Media, pero nuestros ideales son los mismos. Igual quenuestrosantepasados tuvieron la intencióndepropagar lapazpor todaTierraSantahacesiglos,nosotrossomoselpoderocultoqueayudaamantenerlapazyelordenennuestra época.—Señaló hacia la ventana con lamano, donde las calles aparecíanahoramásconcurridas—.Todoesto,Haytham,requiereestructuraydisciplina,y laestructuray ladisciplina requierenunejemploa seguir.LosCaballerosTemplariossoneseejemplo.

Girélacabeza.—¿Ydóndesereunen?¿Quéhacen?¿Tienenarmadura?

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—Luego,Haytham.Luegotecontarémás.—Pero¿mipadretambiéneramiembro?¿Erauncaballero?—Mediounvuelco

elcorazón—.¿Meestabaentrenandoparaquemeconvirtieraenunodelossuyos?—No, Haytham, él no lo era, y me temo que, según tengo entendido, estaba

entrenándoteenelmanejodelaespadaparaque…,bueno,elhechodequetumadrehayasobrevividodemuestraquelasleccionesvalieronlapena.No,mirelacióncontupadre no se forjó en la Orden. Me complace decir que me contrató más por mihabilidad para administrar propiedades que por cualquier conexión secreta. Sinembargo,élsabíaqueyoerauncaballero.Alfinyalcabo,losTemplariostenemosricosypoderososcontactosyavecespodemosutilizarlosennuestrosasuntos.Puedequetupadrenofueramiembro,peroeralobastanteastutoparasaberquemerecíalapena esa relación: una palabra amable, pasar información útil—respiró hondo—,como por ejemplo el aviso del ataque en la plaza Queen Anne. Se lo dije, porsupuesto.Le pregunté por qué se había convertido en un objetivo pero se burló aloírlo, falsamente tal vez.Nos peleamos,Haytham. Levantamos la voz. Pero ahorasolopiensoenquedebíhabersidomásinsistente.

—¿Fueesaladiscusiónqueoí?—pregunté.Memiródereojo.—Asíquelaoíste,¿no?Noestaríasescuchandoaescondidas,supongo.Poreltonodesuvoz,supequeeramejornohaberlaoído.—No,señorBirch,oíunadiscusión,peroesofuetodo.Memirócondureza.Satisfechoalcomprobarquedecíalaverdad,miróalfrente.—Tupadreeratantestarudocomoinescrutable.—Peronoignorólaadvertencia,señor.Despuésdetodo,contratóalossoldados.ElseñorBirchsuspiró.—Tu padre no se tomó la amenaza en serio y no hizo nada. Como no me

escuchaba, decidí informar a tu madre. Fue la insistencia de ella la que le hizocontratara los soldados.Ojalá loshubiera sustituidoporhombresdenuestras filas.No los habrían derrotado con tanta facilidad. Lo único que puedo hacer ahora esintentar encontrar a suhijay castigar a los responsables.Para conseguirlonecesitosaberporqué,cuáleraelobjetivodelataque.Dime,¿quésabesdesuvidaantesdeestablecerseenLondres,Haytham?

—Nada,señor—contesté.Soltóunasecacarcajada.—Bueno,puesyasomosdos.Dehecho,másdedos.Tumadretampocosabegran

cosa.—¿YJenny,señor?—Ah, la igualmente inescrutable Jenny. Era tan frustrante como hermosa, tan

inescrutablecomoadorable.

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—¿«Era»,señor?—Esunaformadehablar,Haytham;almenos,esoesperocontodomicorazón.

TengolaesperanzadequeJennyestéasalvoenmanosdesuscaptores,tansololesseráútilsiestáviva.

—¿Creequeselahanllevadoparapedirunrescate?—Tupadreeramuyrico.Puedequelafamiliafueraunobjetivoporsuriquezay

lamuerte de tu padre no estuviera planificada. Esmuy posible. Tenemos hombresindagandoesaposibilidadahora.De lamismamanera, lamisiónpodríahaber sidoasesinar a tu padre, por lo que también tenemos hombres investigando esaposibilidad.Bueno, loestoy investigandoyopuestoque leconocíabienysabría sitenía enemigos: enemigos con los medios para perpetrar tal ataque, en vez deinquilinosdisgustados,quierodecir.Peronohedadoconninguno, loquemehacepensarquepuedehabersidoporrencor.Unrencordetodalavida,algorelacionadocon su vida anterior a Londres. Jenny, al ser la única que le conocía antes de esafecha,puedequetengalasrespuestas,perofueracualfueseesainformaciónselahanllevadosuscaptores.Encualquiercaso,Haytham,tenemosquelocalizarla.

Habíaalgoensumaneradepronunciar«tenemos».—Comodigo, secreeque lahan llevadoaalgunapartedeEuropa,asíqueallí

serádonderealizaremosnuestrabúsqueda.Ymerefieroanosotrosdos,Haytham,túyyo.

Mesobresalté.—¿Señor?—dije,apenascapazdecreerloqueoía.—Asíes—confirmó—,vendrásconmigo.—Mimadremenecesita,señor.Nopuedodejarlaaquí.ElseñorBirchvolvióamirarme,ensusojosnohabíabondadnimalicia.—Haytham—dijo—,metemoquenoesdecisióntuya.—Serádemimadre—insistí.—Bueno,hastaciertopunto.—¿Aquéserefiere,señor?Suspiró.—Bueno,¿hashabladocontumadredesdelanochedelataque?—Ha estado demasiado afligida para ver a nadie salvo a la señoritaDavy o a

Emily.SehaquedadoensucuartoylaseñoritaDavydicequemellamaráencuantopuedaverme.

—Cuandolaveas,laencontraráscambiada.—¿Señor?—Lanochedelataque,Tessaviomorirasumaridoysupequeñohijomatóaun

hombre.Todoeso lahaafectadomucho,Haytham;puedequeyanosea lapersonaquerecuerdas.

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—Conmásrazónaúnmenecesitará.—Quizá lo que necesita es encontrarse bien, Haytham. Probablemente con los

menosrecuerdosposiblesdeaquellanocheterrible.—Entiendo,señor—dije.—Losientositesorprende,Haytham.—Fruncióelentrecejo—.Ypuedequeme

equivoque, por supuesto, peromehe estadoocupandode los negocios de tu padredesde su muerte, he estado organizando asuntos con tu madre, he tenido laoportunidaddeverladecerca,asíquenocreoequivocarme.Estavezno.

***Mimadremellamóunpocoantesdelfuneral.

CuandoBetty,quesehabíadeshechoendisculpas,avergonzada,porloqueellallamaba«micabezadita»,meavisó,loprimeroquepenséeraquehabíacambiadodeopinión sobre mi viaje a Europa con el señor Birch, pero estaba equivocado.Medirigícomounaflechahaciasudormitorio, llaméa lapuertaymedijoquepasara,con una voz débil y aflautada, que nada tenía que ver con la de antes, suave peroautoritaria.Dentro,estabasentada juntoa laventanay la señoritaDavy toqueteabalas cortinas; aunque eradedía, apenashabía luz fuera, pero, en cambio,mimadreagitabalamanodelantedeellacomosilamolestaraunpájarofuriosoenvezdeunosrayosgrisáceosdesolinvernal.PorfinlaseñoritaDavyterminóparasatisfaccióndemimadreyconunasonrisacansadameindicóquemesentase.

Mimadregirólacabezahaciamí,muydespacio,memiróyforzóunasonrisa.Elataquelehabíapasadofactura.Eracomosilehubieranchupadotodalavida;comosihubieraperdidolaluzquesiemprehabíatenido,yaestuviesesonriendooenfadada,o,comodecíapadre,esacondicióndelibroabierto.Ahoralasonrisasedeslizabadesuslabios,quevolvieronafruncirse,comosilohubieraintentadoperonotuvieralafuerzaparaseguirfingiendo.

—Sabesquenovoyalfuneral,¿verdad,Haytham?—dijoconlamiradavacía.—Sí,madre.—Losiento.Losiento,Haytham,deverdadquesí,peronotengofuerzas.NosolíallamarmeHaytham.Mellamaba«cariño».—Sí,madre—dije,aunquesabíaquesíteníafuerzasuficiente.«Tumadretiene

másvalorquecualquierhombrequehayaconocido,Haytham»,decíamipadre.Se habían conocido poco después de trasladarse a Londres y ella le había

perseguido,«comounaleonapersigueasupresa»,bromeabapadre,«unaimagentanespeluznantecomoimponente»,yseganóuntortazoporaquellabromaenparticular,eltipodebromaqueteníapartedeverdad.

Aellanolegustabahablardesufamilia.Solosabíaqueeraadinerada.YJennyunavezhabíainsinuadoquelahabíanrepudiadoporsurelaciónconpadre.Larazón,por supuesto, nunca la averigüé. Las pocas veces que molesté a mi madre para

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preguntarle sobre la vida de padre antes de llegar a Londres, había sonreídomisteriosamente. Él ya me lo diría cuando estuviera preparado. Sentado en suhabitación,medicuentadequepartedelapenaquesentíaeraeldolordesaberquenunca oiría lo que mi padre tenía planeado contarme el día de mi cumpleaños.Aunqueeraunaminúsculapartedelapena,deberíaaclarar,unaparteinsignificanteen comparación con la pena de perder un padre y el dolor de ver amimadre deaquellamanera.Tan…reducida.Tancarentedelvalordelquehablabapadre.

Talvezresultabaquelafuentedesufuerzaeraél.Talvezlamatanzadeaquellanoche terriblehabía sidodemasiadoparaella.Dicenque lesocurrea los soldados.Cogenel«corazóndesoldado»yseconviertenensombrasdeloqueeranantes.Elderramamientodesangreloscambiadealgúnmodo.Mepreguntésiseríaelcasodemimadre.

—Losiento,Haytham—añadió.—Nopasanada,madre.—No,merefieroaquetengasquemarcharteaEuropaconelseñorBirch.—Peroaquímenecesitas,tengoqueestarcontigo.Paracuidarte.Riodemaneradisplicente.—Elsoldaditodemamá,¿eh?Me lanzó una mirada extraña e inquisitiva. Sabía exactamente lo que estaba

pensando.Volvíaalosucedidoenlasescaleras.Estabaviéndomeclavarlaespadaenelojodelatacanteenmascarado.

Yentoncesapartólavista,dejándomecasisinalientoantelacrudaemocióndesumirada.

—TengoalaseñoritaDavyyaEmilyparaquemecuiden,Haytham.CuandosereparelacasadelaplazaQueenAnne,volveremosamudarnosypodrécontratarmásempleados.No,soyyo laque tengoquecuidarde tiyhenombradoalseñorBirchparaquedirijalosasuntosdeestafamiliayseatuguardián,paraquetecuidebien.Esloquetupadrehabríaquerido.

Miróhacialascortinasdeformaburlona,comositratasederecordarporquélashabíancorrido.

—CreoqueelseñorBirchibaahablarcontigoenbrevesobreelviajeaEuropa.—Sí,yamelohadicho,pero…—Bien.Memiró.Habíaotravezalgoincómodoensuexpresiónymedicuentadequeya

noeralamadrequeyoconocía.¿Oyanoerayoelhijoqueellaconocía?—Eslomejor,Haytham.—Pero,madre…Memiróyenseguidaapartólavista.—Vasa irynohaymásquehablar—dijocon firmeza,con lamiradaotravez

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clavadaenlascortinas.LosojossemefueronhacialaseñoritaDavycomosibuscaseayuda,peronola

encontré; en cambió me dedicó una sonrisa comprensiva y arqueó las cejas, unaexpresiónquedecía:«Losiento,Haytham,nopuedohacernada,yasehadecidido».Lahabitaciónquedóensilencio,noseoíanadaapartedelruidodeloscascosfuera,unmundoqueseguíaadelante,ajenoalhechodequeelmíosedestruía.

—Esoestodo,Haytham—dijomadre,conungestoparaquememarchara.Antes—me refiero a antes del ataque—nome llamaba a su habitación nime

decíaquemeretirara.Antes,nuncameapartabadesu ladosinalmenosdarmeunbesoenlamejilla,ymedecíaquemequería,almenosunavezaldía.

Allídepie,semeocurrióquenohabíadichonadasobreloquehabíasucedidoenlasescalerasaquellanoche.Nomehabíallegadoadarlasgraciasporsalvarlelavida.En la puerta, me detuve y me di la vuelta para mirarla, preguntándome si habríadeseadounresultadodistinto.

***El señorBirchmeacompañóal funeral,unpequeñoservicio informalen lamismacapillaquehabíamosusadoparaEdith,concasielmismonúmerodeasistentes:losdecasa,elviejoseñorFaylingyunoscuantosempleadosdeltrabajodepadre,conlosqueelseñorBirchhablódespués.Mepresentóaunodeellos,elseñorSimpkin,unhombrequecalculéquetendríaunostreintaytantosaños,delquemedijeronqueseocuparíade los asuntos familiares.Hizounapequeña reverenciaymemiró con loquemeparecióunamezcladeincomodidadylástima,esforzándoseporencontrarlaexpresiónadecuada.

—Meencargaré de sumadremientras esté enEuropa, señoritoHaytham—measeguró.

Suponía quememarchaba en serio; que no tenía elección ni nada que decir alrespecto. Bueno, sí tenía elección, supongo, podía escaparme.Aunque huir nomeparecíaunaopción.

Llevamosloscarruajesacasa.Alentrarentropel,viaBetty,quememiróymededicó una débil sonrisa.Al parecer la noticia sobremi futuro inmediato se habíapropagado.Cuandolepreguntéquépensabahacer,mecontestóqueelseñorDigweedlehabíaencontradoun trabajoalternativo.Almirarme, lebrillaron losojospor laslágrimasycuandoabandonólahabitación,mesentéenmiescritorioparaescribirenmidiariocongrantristeza.

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11dediciembrede1735

Partimos rumbo a Europa mañana por la mañana. Me sorprenden los pocospreparativosquehanhechofalta.Escomosielfuegoyahubieracortadotodosmislazoscon la familia.Laspocascosasquehanquedadoocupan tansolodosbaúles,quesehanllevadoestamañana.HoyvoyaescribirunascartasyveralseñorBirchparadecirlealgoqueocurrióayerporlanoche,despuésdeirmeadormir.

Estabacasidormidocuandooíquealguien llamabasuavementea lapuerta,meincorporéydije:«Entra»,yaqueesperabaaBetty.

Peronoeraella.Vilasiluetadeunachica,queenseguidaentróenmidormitorioycerrólapuerta.Levantóunavelaparaquepudieraverlelacaraysellevóundedoaloslabios.EraEmily,lamuchacharubia,lasirvienta.

—Señorito Haytham —dijo—, tengo que contarle algo que me ha estadorondandolacabeza,señor.

—Adelante—dije,conlaesperanzadequemivoznorevelaraquederepentemesentíajovenyvulnerable.

—ConozcoalacriadadelosBarrett—dijorápidamente—.Violet,unadelasquesalieron de la casa aquella noche. Estaba cerca del carruaje al que subieron a suhermana,laseñoritaJenny;llamólaatencióndeVioletyledijoalgoqueVioletmehacontado.

—¿Elqué?—pregunté.—Fuemuyrápido,señor,habíamuchoruido,yantesdequepudieraañadirnada

más la metieron a empujones en el carruaje, pero lo que Violet creyó oír fue«Traidor». Al día siguiente, un hombre fue a visitarla, un hombre con acento delsuroestedeInglaterra,oesomedijoella,quequeríasaberquéhabíaoído,peroVioletledijoquenohabíaoídonada,inclusocuandoelcaballerolaamenazó.Leenseñóuncuchillodemuymalaspecto,señor,queteníaenelcinturón,peroaunasíellanodijonada.

—Pero¿atisí?—Violetesmihermana,señor.Sepreocupapormí.—¿Selohascontadoaalguienmás?—No,señor.—LedarélainformaciónalseñorBirchporlamañana—dije.—Pero,señor…—¿Qué?—¿YsieltraidoreselseñorBirch?Mereíbrevementeyneguéconlacabeza.—Noesposible.Mesalvólavida.Estabaallíluchandocontra…—Derepentese

meocurrióalgo—.Aunquesíhabíaalguienquenoestaba.

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***PorsupuestoinforméalseñorBirchencuantotuveoportunidadestamañanayllegóalamismaconclusiónqueyo.

Una hora más tarde llegó otro hombre, que entró en el estudio. Teníaaproximadamentelaedaddemipadrealmorir,unrostrocurtido,cicatricesylosojosfríosypenetrantesdealgunasespeciesmarinas.EramásaltoqueBirch,ymásancho,yparecíallenarlaestanciaconsupresencia.Unaoscurapresencia.Ymemiró.Bajósunarizhaciamí.Sunarizarrugadaporeldesdén.

—EsteeselseñorBraddock—dijoelseñorBirchmientrasmequedabaclavadoenelsitiopor lamiradaasesinadelreciénllegado—.TambiénesTemplario.Esdetotalconfianza,Haytham.—Seaclarólagargantaydijoenvozalta—:Ysuactitudavecesnoconcuerdaconloqueséquehayensucorazón.

ElseñorBraddockresoplóyyolefulminéconlamirada.—Basta, Edward—le reprendió Birch—. Haytham, el señor Braddock será el

encargadodeencontraraltraidor.—Gracias,señor—dije.ElseñorBraddockmeechóunvistazoyluegolehablóalseñorBirch.—QuizápodríasenseñarmedóndesealojaeseDigweed—dijo.Cuandohice el gesto de seguirles, el señorBraddock fulminó con lamirada al

señor Birch, que asintió casi imperceptiblemente y luego se volvió hacia mí,sonriendo,conunamiradaenlosojosquesuplicabamipaciencia.

—Haytham—dijo—,quizáseríamejorqueteocuparasdeotrosasuntos,como,porejemplo,lospreparativosparaelviaje.

Meobligaronaregresaramihabitación,dondeexaminémismaletasyahechasyluego saqué el diario, donde escribiría los acontecimientos del día. Hacía unosinstantes,elseñorBirchmehabíatraídonoticias:Digweedhabíaescapado,medijoconcaraseria.Sinembargo,measeguróqueloencontrarían.LosTemplariossiempreatrapaban a sus hombres y, mientras tanto, nada cambiaría. Seguiríamos con losplanesdepartirhaciaEuropa.

Me temoqueestaserá laúltimaentradaqueescribaencasa,enLondres.Estassonlasúltimaspalabrasdemiantiguavida,antesdequelanuevacomience.

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SEGUNDAPARTE

1747,doceañosdespués

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10dejuniode1747

Hoy observé al traidor mientras caminaba por el bazar. Llevaba un sombrero conplumas,hebillasyligasdecolorvistoso;sepavoneabadepuestoenpuestoybrillababajo el resplandeciente sol de España. Se reía y hacía bromas con algunos de losvendedores; con otros, en cambio, tenía unas palabras.Al parecer, no semostrabaamistoso, pero tampoco déspota; si bien es cierto que mi opinión era desde ladistancia,me daba la impresión de que era un hombre justo, incluso benevolente.Peronoeraaaquellaspersonasalasquetraicionaba,sinoasuOrden.Anosotros.

Sus guardias permanecían con él durante las rondas y puedo decir que eranhombresdiligentes.Nodejabandemover losojosporelmercadoycuandounodelos vendedores le dio una calurosa palmada en la espalda y le ofreció pan de supuesto,eltraidorlehizounaseñalaunodelosdosguardias,quiencogióelpanconla mano izquierda para dejar libre la mano de la espada. Bien. Buen hombre. SenotabaquesehabíaentrenadoconlosTemplarios.

Unos instantes más tarde un niño pequeño salía como una flecha de entre lamultitudysemefueronlosojosdirectosalosguardias,losvitensosalverelpeligroyentonces…

¿Serelajaron?¿Serierondesímismosporhabersepuestonerviosos?No.Siguierontensos.Permanecieronalerta,porquenoerantontosysabíanqueel

niñopodíahabersidounseñuelo.Eranbuenoshombres.Mepreguntésileshabríancorrompidolasenseñanzasde

supatrón,unhombrequehabíaprometidolealtadaunacausamientrasfomentabalosidealesdeotra.Esperabaqueno,porqueyahabíadecididodejarlosvivir.Ysiresultaconvenientequehayadecididodejarlosvivir,yquequizálaverdadtienemásquevercon el temor a entrar en combate con dos hombres tan competentes, entonces lasaparienciassonfalsas.Puedequeesténatentos;sindudaseránespadachinesexpertosydiestrosenloreferenteamatar.

Peroyotambiénestoyatento,soyunespadachínexpertoydiestroenloreferenteamatar. Tengo un don natural para ello. Aunque, a diferencia demi gusto por lateología,lafilosofía,laslenguasclásicasylasmíaspropias,enespecialelespañol,dela que tengo un gran dominio y podría pasar por nativo aquí enAltea, no disfrutomatando.Simplemente,semedabien.

TalvezsimiobjetivofueraDigweed,talvezdisfrutaríaunpocoalmatarloconmispropiasmanos.Peronoeselcaso.

***DurantecincoañosdespuésdeabandonarLondres,ReginaldyyorecorrimosEuropa,fuimosdepaísenpaísenunacaravanaconpersonalycompañerosTemplarios,que

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semovíananuestroalrededor,saliendoyentrandodenuestrasvidas,siendonosotroslosdosúnicosconstantesalviajardeunpaísaotro,avecessiguiendoelrastrodeungrupode esclavos turcos con los quedecíanque estaba Jennyy de vez en cuandoactuábamossegúnlainformaciónquenosfacilitabanrelativaaDigweed,delaqueseocupaba Braddock, quien se pasaba fuera meses, pero siempre regresaba con lasmanosvacías.

Reginalderami tutory,enesesentido, separecíaamipadre.Enprimer lugar,tendíaaadoptarunaactituddespectivaconrespectoatodoloquedecíanloslibros,continuamenteafirmabaqueexistíaunaprendizajesuperior,másavanzado,quemásadelanteconoceríacomoelaprendizajetemplario;yensegundolugar,insistíaenquepensarapormímismo.

Perosíerandistintosenquemipadremepedíaquetuvieramipropiaopinión.Encambio,medicuentadequeReginaldveíaelmundoentérminosmásabsolutos.Conpadre a veces creía que el hecho de pensar ya bastaba, que el pensamiento era unmedio en sí mismo y la conclusión a la que llegaba era de algún modo menosimportantequeelviaje.Conmipadre,loshechosy,alleerlosdiariosqueheescrito,me doy cuenta de que hasta el concepto de la verdad parecían tener propiedadesmutables,cambiantes.

Sin embargo, con Reginald no había esa ambigüedad, y en los primeros años,cuandolellevabalacontraria,mesonreíaymedecíaqueveíaenmíamipadre.Mecontaba cómomi padre se había convertido en un gran hombre, sabio enmuchosaspectos, y uno de los mejores espadachines que había conocido, pero su actitudrespectoalaprendizajenoeratandoctacomopodríahabersido.

¿Me avergüenza admitir que durante un tiempo preferí el modo de ser deReginald, la manera de procedermás estricta de los Templarios? Aunque siempreestabadebuenhumor,hacíabromasysonreía,carecíadelaalegríanatural, inclusode la picardía de padre. Para empezar, siempre iba de punta en blanco y era unfanático de la puntualidad; insistía en que todo tuviera un orden en cualquiermomento.Yaunasí,casiamipesar,habíaalgoenReginald,unacerteza,tantoenelinteriorcomoenelexterior,quemeatraíacadavezmásconformepasabanlosaños.

Undíamedicuentadeporqué.Eralaausenciadeduda,queibaacompañadadeconfusión, indecisión e inseguridad. Esta sensación, la sensación de «saber» queReginald me imbuía, fue mi guía desde niño hasta adulto. Nunca olvidé lasenseñanzas demi padre; al contrario, él se habría sentido orgulloso demí porquecuestionabasusideales.Alhacerlo,adoptéunosnuevos.

Nunca encontramos a Jenny.Con el paso de los años, endulcé su recuerdo.Alvolveraleermisdiarios,elniñoqueeranopodíahabersepreocupadomenosporella,algodeloqueestoyavergonzadodealgúnmodo,porqueahorasoyunhombreadultoyveolascosasdeotramanera.Noeraquemiantipatíajuvenilhaciaelladificultara

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su búsqueda, por supuesto. En esa misión, el señor Birch tenía afán más quesuficienteporlosdos.Peronobastó.LosfondosquerecibimosdelseñorSimpkinenLondres fuerongenerosos,pero se terminaron.Encontramosuncastillo enFrancia,oculto cerca de Troyes, en las tierras de Champagne, donde establecimos nuestrabase, donde el señor Birch continuó mi aprendizaje, apoyando mi acceso comoExpertoy,hacetresaños,comounmiembrodelaOrdenhechoyderecho.

Pasaron semanas sin mencionar a Jenny ni a Digweed; luego meses.Participábamos en otras actividades templarias. La Guerra de Sucesión Austriacaparecía engullir a Europa entera con sus glotonas fauces y nos necesitaban paraayudaraproteger los intereses templarios.Mi«aptitud»,midestrezaparamatar,seconvirtióenalgoevidenteyReginaldenseguidaviosusventajas.Elprimeroenmorir—noelprimeroquematé,desdeluego;miprimerasesinato,podríadecirse—eraunmercadercodiciosodeLiverpool.Elsegundofueunpríncipeaustriaco.

Traselasesinatodelmercader,hacedosaños,regreséaLondres,ymeencontréconqueseguíanconlaobradelaplazaQueenAnneyconquemimadre…Mimadreestabademasiadocansadaparavermeaqueldía,ycontinuaríaasíaldíasiguiente.

—¿Tambiénestádemasiadocansadaparacontestaramiscartas?—lepreguntéalaseñoraDavy,quiensedisculpóyapartólamirada.

Después me fui a Herefordshire, con la esperanza de localizar a la familia deDigweed,perofueenvano.Porlovisto,nuncaíbamosaencontraral traidordemicasaodeberíadecirquenolevamosaencontrarnunca.

Peroelfuegodelavenganzaenmiinterioryanoardecontantaviolencia,talvezsimplemente porque me he hecho mayor; tal vez por lo que Reginald me enseñósobreelautocontrol,eldominiodelasemociones.

Aunasí,puedequeseadébil,perocontinúaardiendodentrodemí.***

La esposa del propietario del hostal acaba de hacerme una visita y ha lanzado unvistazorápidoporlasescalerasantesdecerrarlapuertatrasdesí.Medijoquevinounmensajeromientrasestuvefuerayalentregarmesumisiva,lohizoconunamiradalasciva que, de no tener otros asuntos enmente, me habría hecho reaccionar. Losacontecimientosdeayerporlanoche,porejemplo.

Asíquelaacompañéhastalapuertaparaquesalierademihabitaciónymesentéadescifrarelmensaje.DecíaqueencuantoterminaraenAltea,nodebíaregresaranuestro hogar en Francia, sino a Praga, dondeme encontraría con Reginald en elsótano de la casa de la calle Celetna, donde se hallaba la sede de los Templarios.Teníaunasuntourgentequetratarconmigo.

Mientrastanto,meharéconunqueso.Estanocheseráelfinaldeltraidor.

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11dejuniode1747

Ya está hecho. Me refiero al asesinato. Y aunque tuvo sus complicaciones, laejecuciónfuelimpiaenlamedidaenqueestámuertoynomehandescubierto,yporesopuedopermitirmeciertasatisfacciónalhabercumplidoconmicometido.

Se llamaba Juan Vedomir y supuestamente su trabajo era proteger nuestrosinteresesenAltea.Se toleróquehubieraaprovechadolaoportunidadparaconstruirun imperio propio; según la información de la que disponíamos, él controlaba elpuertoyelmercadoconmanobenévolay,sinduda,basándomeenlaspruebasvistascon anterioridad aquel mismo día, parecía disfrutar de algún apoyo, incluso si laconstantepresenciadesusguardiasdemostrabaquenosiempreeraasí.

Pero ¿era demasiadobenévolo?Reginald así lo creía, lo había investigadoy alfinal había descubierto que el abandono de la ideología templaria por parte deVedomireratancompletocomosutraición.NotoleramosalostraidoresenlaOrden.MeenviaronaAltea.Lovigilé.Y,anoche,cogíelqueso,salídelhostalporúltimavezycaminéporlascallesadoquinadashacialavilla.

—¿Sí?—dijoelguardiaqueabriólapuerta.—Tengoqueso—respondí.—Lohuelodesdeaquí—replicó.—EsperoconvenceralseñorVedomirparaquemedejecomerciarenelbazar.Arrugóunpocomáslanariz.—ElseñorVedomirseencargadeatraerclientesalmercado,nodeespantarlos.—Talvezaquellosconunpaladarmásrefinadodisientan,señor.Elguardiaentrecerrólosojos.—Eseacento…¿Dedóndeeres?Fueelprimeroenponerendudamiciudadaníaespañola.—ProcedodelaRepúblicadeGenoa—contesté,sonriendo—,dondeelquesoes

unadenuestrasexportacionesmásselectas.—Tuquesotendráquerecorrermuchotrechoparallegaralaalturadelquesode

Varela.Continuésonriendo.—Estoy seguro de que lo supera y que el señor Vedomir estará de acuerdo

conmigo.Semostró indeciso, pero se apartó para dejarme entrar en un amplio vestíbulo

donde,apesardelacálidanoche,hacíafresco,casifrío,ynohabíaapenasmuebles,tansolodossillasyunamesa,sobre laquehabíaunascartas.Lesechéunvistazo.Mealegróverquesetratabadelpiquet,unjuegodenaipesdedospersonas,loquesignificabaquenohabíamásguardiasescondidosporallí.

El primer guardiame indicóquedejara el queso envuelto sobre lamesade las

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cartas y le obedecí. El segundo hombre semantenía alejado, con unamano en laempuñadura de su espada mientras su compañero comprobaba si llevaba armas,palpandomi ropameticulosamente,yacontinuaciónbuscóen labolsaque llevabacolgada al hombro, donde guardaba unas cuantasmonedas ymi diario, pero nadamás.Nollevabalaespada.

—No está armado —dijo el primer guardia, y el segundo hombre asintió. Elprimerguardiaseñalómiqueso—.DeduzcoquequieresqueelseñorVedomirpruebeesto.

Asentíconentusiasmo.—A lo mejor debería probarlo yo primero —sugirió el primer guardia,

mirándomedetenidamente.—Esperaba reservarlo todo para el señor Vedomir—contesté con una sonrisa

servil.Elguardiaresopló.—Tienesmásquesuficiente.Alomejordeberíasprobarlotú.Comencéaprotestar:—Peroesperabareservarlopara…Sellevólamanoalaempuñaduradesuespada.—Pruébalo—insistió.Yoasentíconlacabeza.—Por supuesto, señor —dije y desenvolví un trozo para cortarlo y comerlo.

Luegomehizoprobarotrotrozoyobedecí,poniendocaradequesabíaagloria—.Yahora que está abierto—dije, retirando el envoltorio—, puede que también quieraprobarlo.

Ambosguardias intercambiaronunamirada, luegopor finelprimerosonrió, seacercó a una gruesa puerta demadera al final del pasillo, llamó y entró. Despuésvolvieron a aparecer ymehicieron señas para que avanzara hacia la habitacióndeVedomir.

Dentro, estabaoscuroyel ambientemuyperfumado.Alentrar, la seda se inflóligeramenteenelbajotecho.Vedomirestabasentadodeespaldasanosotros,consunegropelolargo,suelto,yvestíaunacamisadedormirmientrasescribíaalaluzdeunavelaensuescritorio.

—¿Quierequemequede,señorVedomir?—preguntóelguardia.Vedomirnosediolavuelta.—Nuestrohuéspednoestáarmado,¿verdad?—No, señor—respondió el guardia—, aunque el olor de su queso basta para

tumbaraunejército.—Paramí ese aroma es un perfume,Cristian—replicóVedomir riendo—. Por

favor,ofreceanuestrohuéspedasiento.Estaréconélenseguida.

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Mesentéenuntaburetejuntoaunachimeneavacíamientrasélsecabalatintadellibro y se acercaba a mí, deteniéndose antes en una mesa auxiliar para coger uncuchillo.

—¿Queso,entonces?Susonrisadividióunfinobigotey,actoseguido,selevantólacamisadedormir

parasentarseenotrotaburetebajo,delantedemí.—Sí,señor—contesté.Memiró.—Oh,mehandichoqueprocedesdelaRepúblicadeGenoa,peroportuvozdiría

queeresinglés.Me sobresalté, pero la gran sonrisa de su rostro reveló que no tenía por qué

preocuparme.Almenos,aúnno.—Yyoquemecreíatanlistocomoparaocultarminacionalidadtodoestetiempo

—dije,impresionado—,peromehadescubierto,señor.—Según parece, he sido el primero en hacerlo, lo que es la razón por la que

mantieneslacabezasobreloshombros.Nuestrospaísesestánenguerra,¿no?—Europaenteraestáenguerra,señor.Avecesmepreguntosialguiensabequién

luchacontraquién.Vedomirserioysusojosdanzaron.—Estás siendo falso, amigomío. Creo que todos sabemos a quién jura lealtad

vuestroreyJorge,aligualqueconocemossusambiciones.Dicenquevuestraarmadabritánicasecreelamejordelmundo.Losfranceses,losespañoles,pornomencionaralossuecos,noopinanlomismo.UninglésenEspañaarriesgasuvida.

—¿Deberíapreocuparmeahoramiseguridad,señor?—¿Pormí?—Extendió lasmanosymededicóunasonrisa torcidae irónica—.

Megustapensarqueestoyporencimade las insignificantespreocupacionesde losreyes,amigomío.

—Entonces¿aquiénsirve,señor?—¡Puesalagentedelaciudad,desdeluego!—¿YaquiénlerindelealtadsinoesalreyFernando?—Aunpodersuperior.—Vedomirsonrió,cerrandoeltemaconfirmeza,yvolvió

acentrarsuatenciónenelquesoenvueltoquehabíadejado juntoa lachimenea—.Bueno —continuó—, tendrás que perdonar mi confusión. Este queso ¿es de laRepúblicadeGenoaoesunquesoinglés?

—Esmiqueso,señor.Misquesosson losmejoressin importardedóndesea labandera.

—¿LobastantebuenocomoparausurparleelpuestoaVarela?—Talvezpuedavenderasulado.—PeroentoncesVarelanoestarácontento.

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—No,señor.—Esetipodeasuntospuedequeatinoteimporten,peroamímesacandequicio

todoslosdías.Bueno,probemosesequesoantesdequesederrita,¿eh?Fingiendo sentir calor, solté el pañuelo que llevaba al cuello y me lo quité.

Subrepticiamente,metí lamano en la bolsa al hombro y toqué un doblón.Cuandocentrósuatenciónenelqueso,dejéeldoblónenelpañuelo.

El cuchillobrilló a la luzde lavela cuandoVedomir cortóun trozodelprimerquesoysujetóelpedazoconelpulgarparaolerlo,aunqueapenaseranecesario;podíapercibirsuaromadesdedondeestabasentado.Luegoselometióenlaboca.Comiópensativamente,memiróyluegocortóunsegundotrozo.

—Humm—dijoalcabodeunosinstantes—.Teequivocas,estequesonosuperaaldeVarela.Dehecho,esexactamenteigualalquesodeVarela.—Susonrisahabíadesaparecido y la expresión se había oscurecido. Me di cuenta de que me habíadescubierto—.Enrealidad,esteeselquesodeVarela.

Teníayalabocaabiertaparagritarenbuscadeayudacuandodejécaereldoblónen el pañuelo, giré la seda hasta convertirlo en un garrote con unmovimiento demuñeca y salté con los brazos cruzados para soltarlo encima de su cabeza yenvolverloalrededordelcuello.

Lamanodelcuchillosearqueóhaciaarriba,perofuedemasiadolentoylepillédesprevenido,porloqueelcuchilloasestóalolocolasedaporencimadenuestrascabezasmientrasasegurabamirumalylamonedalepresionabalatráquea,cortandocualquierruido.Conelgarroteenunamano, ledesarmé, lancéelcuchillohaciauncojínyutilicélasdosmanosparaapretarelrumal.

—MellamoHaythamKenway—dijesinapasionamientoymeinclinéparamirarsus ojos saltones, abiertos de par en par—. Has traicionado a la Orden de losTemplarios.Poresarazónhassidosentenciadoamuerte.

Levantóelbrazoenunvanointentodearañarmelosojos,peromovílacabezayvicómolasedaondeabasuavementemientraslavidaleabandonaba.

Alterminar,llevéelcadáveralacamaydespuésmedirigíalescritorioparacogersudiariotalycomomehabíanordenado.Estabaabiertoymimiradacayósobrelassiguientes palabras en español: «Para ver de manera diferente, primero debemospensardiferente».

Lovolvía leer, traduciéndolodetenidamente,comosiestuvieraaprendiendounnuevoidioma:«Paraverdemaneradiferente,primerodebemospensardiferente».

Me quedé con la vista fija unmomento, reflexionando, luego cerré el libro degolpey loguardéenmibolsaparavolveracentrarmeenel trabajoqueteníaentremanos. Lamuerte deVedomir no se descubriría hasta lamañana siguiente y paraentoncesyaharíaratoquemehabríaido,estaríacaminodePraga,dondeahorateníaquepreguntarlealgoaReginald.

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18dejuniode1747

—Esacercadetumadre,Haytham.Estaba delante demí, en el sótano de la sede de la calleCeletna.No se había

molestado en vestirse para Praga. Llevaba sumarca inglesa como una insignia dehonor:unoscalcetinesblancosimpolutos,unospantalonesbombachosnegrosy,porsupuesto,supeluca,queerablancayhabíaderramadogranpartedelospolvossobrelos hombrosde su levita.Estaba iluminadopor las llamasdeunos altos faroles dehierrosobreunospostesasuderechayasuizquierda,mientrasqueenlasparedesdepiedra,tanoscurasquecasierannegras,habíaunasantorchasquedespedíanhalosdeluzpálida.Normalmenteestabarelajado,perohoyteníaunaireformal.

—¿Sobremimadre?—Sí,Haytham.«Estáenferma»,fueloprimeroquepenséyenseguidasentíunaoleadadeculpa,

tanintensaquecasimemareé.Llevabasemanassinescribirleyapenashabíapensadoenella.

—Hamuerto,Haytham—dijoReginald y bajó lamirada—.Hace una semanatuvo una caída. Se hizomucho daño en la espalda yme temo que sucumbió a lasheridas.

Lemiré.Laintensaráfagadeculpadesapareciótanrápidocomohabíallegadoyocupó su lugar una sensación de vacío, un hueco donde debería haber habidoemociones.

—Lo siento, Haytham. —Su rostro curtido se arrugó en una expresión decompasiónyamabilidad—.Tumadreeraunaexcelentemujer.

—Sí,escierto—dije.—TenemosquepartirhaciaInglaterraahoramismo.Celebraránelfuneral.—Entiendo.—Sinecesitas…cualquiercosa,porfavor,nodudesenpedirla.—Gracias.—TufamiliaahoraeslaOrden,Haytham.Puedesacudiranosotrosparaloquete

hagafalta.—Gracias.Seaclarólagarganta,incómodo.—Ysinecesitas…,yasabes,hablar,aquíestoy.Intenténosonreíranteaquellaidea.—Gracias,Reginald,peronomeharáfaltahablar.—Muybien.Hubounalargapausa.Apartólamirada.

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—¿Lohiciste?—JuanVedomirestámuerto,siterefieresaeso.—¿Ytienessudiario?—Metemoqueno.Porunmomentopusomalacarayluegolaendureció.Suexpresióneramuydura.

Yahabíavistosucaraasíantes,enunmomentodedescuido.—¿Qué?—selimitóadecir.—Lematéporsutraiciónanuestracausa,¿no?—dije.—Sí…—dijoReginaldconprudencia.—Entonces¿quénecesidadteníadecogereldiario?—Contienesusescritosynosinteresan.—¿Porqué?—pregunté.—Haytham, tengomotivos para creer que la traición de JuanVedomir ibamás

alládesuadhesiónaladoctrina.CreoquepodríahabersepuestoatrabajarparalosAsesinos.Ahoradimelaverdad,porfavor,¿tienessudiario?

Losaquéde labolsa, se lodiyél seacercóaunode loscandelabros, abrióeldiario,lohojeórápidamenteylocerródegolpe.

—¿Lohasleído?—preguntó.—Estáenclave—respondí.—Peronodeltodo—dijoconserenidad.Asentí.—Sí…, sí, tienes razón, hay algunas páginas que he podido leer. Sus…

pensamientos sobre la vida. Han resultado una lectura interesante. De hecho,Reginald,teníaespecialcuriosidadporlomuchoqueconcordabalafilosofíadeJuanVedomirconloquemipadreunavezmeenseñó.

—Esposible.—¿Yaunasímehashechomatarle?—Te he hechomatar a un traidor de laOrden. Lo que es una cosa totalmente

distinta.Porsupuesto,sabíaquetupadreeradistintoamíenloreferenteamuchos,talvezlamayoría,delosprincipiosdelaOrden,peroesoesporquenolossubscribía.ElhechodequenofueraTemplarionosignificabaquelerespetaramenos.

Meloquedémirandoymepreguntésimehabíaequivocadoaldudardeél.—¿Porqué,entonces,osinteresaellibro?—No es por las reflexiones de Vedomir sobre la vida, eso te lo aseguro. —

Reginaldmededicóunamediasonrisa—.Comobiendices,eransimilaresalasdetupadre,yambosconocemosnuestrossentimientosalrespecto.No,sonlospasajesenclavelosquemeinteresany,siestoyenlocierto,contienendetallesdelguardiándeunallave.

—¿Unallaveparaabrirqué?

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—Todoasudebidotiempo.Emitíunsonidodefrustración.—En cuanto descifre el diario, Haytham —insistió—, y entonces podremos

comenzarlasiguientefasedelaoperación.—¿Ycuálserá?Abriólabocaparahablar,perodijolaspalabrasparasímismo.—«Todoasudebidotiempo,Haytham»,¿noeseso?¿Mássecretos,Reginald?Seenfureció.—¿Secretos?¿Enserio?¿Esesoloquepiensas?¿Quéhehechoexactamentepara

merecer tu desconfianza, Haytham, sino más que acogerte bajo mi protección,apoyarte en la Orden, darte una vida? Perdona si a veces creo que eres undesagradecido.

—De todosmodos, nunca encontramos a Digweed, ¿no?—dije, negándome aque me intimidara—. Nunca hubo una petición de rescate por Jenny, así que elprincipalpropósitodelataquetuvoqueserlamuertedemipadre.

—EsperamosencontraraDigweed,Haytham.Esoesloúnicoquepodemoshacer.Esperamos hacérselo pagar. No lo hemos conseguido, pero no significa queabandonemosnuestrointento.Además,teníaeldeberdecuidarte,Haytham,ylohecumplido.Delante demí tengo a un hombre, un respetadoCaballero de laOrden.Creoqueestáspasandoporaltoesedato.YnoolvidesqueibaacasarmeconJenny.Talvezenelfervordeldeseodevengaratupadre,veselhechodeperderaDigweedcomonuestroúnicofracasoimportante,peronoesasí,porquenuncaencontramosaJenny,¿no?Porsupuesto,nopiensasniunmomentoenlosapurosdetuhermana.

—¿Meacusasdeinsensibilidad?¿Decrueldad?Negóconlacabeza.—Solopidoquetedetengasaobservartuspropiosdefectosantesdedestacarlos

míos.Lemirécondetenimiento.—Nuncaconfiasteenmíparallevaracabolabúsqueda.—SelaencarguéaBraddockymemandabanoticiasconregularidad.—Peroamínuncamepasasteesainformación.—Erasmuyjoven.—Perocrecí.Inclinólacabeza.—Puesmedisculpopornohaberlo tenido en cuenta,Haytham.En el futuro te

tratarécomoaunigual.—Puesempiezaya,empiezahablándomedeestediario—repliqué.Serio,comosilehubieranhechojaqueenelajedrez.—Túganas,Haytham.Muybien,representaelprimerpasoparalaubicaciónde

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untemplo,eltemplodeunaantiguacivilización,quecreemosqueconstruyeronlosPrimerosLlegados.

Hubounmomentoenelquepensé:«¿Yyaestá?».Luegomereí.Alprincipiopareciósorprendido,talvezalrecordarlaprimeravezquemehabía

habladodelosPrimerosLlegados,cuandomecostócontenerme.—¿LosPrimerosLlegadosdequé…?—mehabíaburlado.—Antesdenosotros—había respondido firmemente—.Antesdelhombre.Una

civilizaciónprevia.Ahoramemirabaconelentrecejofruncido.—¿Todavíaloencuentrasgracioso,Haytham?Neguéconlacabeza.—Noesquemeresultegracioso.Esmásbien…—meesforcéporencontrarlas

palabrasadecuadas—difícildecomprender,Reginald.Unarazadeseresqueexistióantesqueloshombres…Dioses…

—No eran dioses, Haytham, sino una antigua civilización de humanos quecontrolabaa lahumanidad.Nosdejaronartefactos,Haytham,de inmensopoder,deunpoderconelquesolopodemossoñar.Creoqueelqueposeatalesartefactospodráalalargacontrolareldestinohumano.

Misonrisamenguócuandoviloserioquesehabíapuesto.—Unagranpretensión,Reginald.—Sí.Sifueramodestanoestaríamosinteresados,¿no?LosAsesinosnoestarían

interesados.Le brillaron los ojos. Las llamas de los faroles relucieron y danzaron en su

interior. Ya había visto antes aquellamirada, pero solo en contadas ocasiones. Nocuando me enseñaba idiomas, filosofía, ni siquiera en las lenguas clásicas o losprincipiosdecombate.NitansolocuandomeenseñabalosprincipiosdelaOrden.

No,únicamentemirabaasícuandohablabadelosPrimerosLlegados.AvecesaReginaldlegustabaridiculizarloqueconsiderabaunexcesodepasión.

Loveíacomoundefecto.Noobstante,cuandosetratabadelosseresdelaprimeracivilización,hablabacomounfanático.

***VamosapasarlanocheenlasededelosTemplariosaquí,enPraga.Mientrasestoysentadoenunapequeñahabitacióndeparedesdepiedragris,sientosobremíelpesodemilesdeañosdehistoriatemplaria.

Mis pensamientos se trasladan a la plaza Queen Anne, donde volverían loscriadoscuandolasobrashubieranterminado.ElseñorSimpkinnoshabíamantenidoaldíade losavances;Reginaldhabíasupervisado laoperacióndeledificio, inclusocuando nos trasladábamos de país en país en busca de Digweed y Jenny. (Y sí,Reginald tenía razón.El hechode no haber encontrado aDigweedme reconcome,

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perocasinuncapiensoenJenny).UndíaSimpkinnosavisódequelossirvienteshabíanvueltodeBloomsburyala

plaza Queen Anne, que volvían a estar en casa, donde pertenecían. Aquel día mimentesetrasladóalasparedescubiertasdemaderadelhogardondecrecíydescubríquepodíavisualizara laspersonasensu interior,sobre todoamimadre.Pero,porsupuesto, estaba imaginándome a la madre que había conocido de niño, a la queresplandecía,quebrillabaconelsolyeraeldobledecálida,encuyasrodillasconocíalafelicidadcompleta.Elamorquesentíapormipadreeraintenso,másfuertequizá,peroelamorpormadreeramáspuro.Haciamipadreteníaunasensaciónderespeto,deadmiracióntangrandequeavecesmeempequeñecíaasulado,yconesovinounasensaciónsubyacentequesolopuedodescribircomoansiedad;teníalaimpresióndequedebíaestarasualtura,creceralaenormesombraqueproyectaba.

Conmimadre,encambio,nohabíaesainseguridad,tansololacasiabrumadorasensacióndeconsuelo,amoryprotección.Yeratodaunabelleza.Megustabacuandolagentemecomparabaconmipadreporqueéleramuyatractivo,perosidecíanquemeparecíaamimadresabíaquemeestabanllamandoguapo.DeJennysolíandecir:«Romperáunoscuantoscorazones, loshombressepelearánporella».Aplicabanellenguajede la luchayelconflicto.Peronoconmimadre.Subellezaeradelicada,maternal;deellasehablabanoconelreceloqueinspirabaJenny,sinoconcalidezyadmiración.

Porsupuesto,nunca lleguéaconocera lamadredeJenny,CarolineScott,peromeforméunaopinióndeella:era«unaJenny»yamipadrelecautivaronsusmiradasasícomolospretendientesdeJennyquedabancautivadosporsusojos.

Meimaginaba,encambio,quemadreerauntipodepersonatotalmentediferente.EralasencillaTessaStephenson-Oakleycuandoconocióamipadreoalmenosesosiempredecía:«la sencillaTessaStephenson-Oakley»,peroamí sunombrenomeparecíanadasencillo,aunquenoimporta.PadresehabíamudadoaLondres,solo,sinservicio,peroconunacarteratangrandequelepermitíapagarlo.Cuandoalquilóunacasa en Londres de un rico hacendado, la hija se ofreció a ayudar a mi padre aencontrar un alojamientopermanente, así comoel servicioque lo llevaría.Lahija,desdeluego,era«lasencillaTessaStephenson-Oakley»…

Habíainsinuadoquesufamilianoestabacontentaconaquellarelación;dehecho,nuncavimosasusparientes.Sededicabaencuerpoyalmaanosotrosy,hastaaquellanoche espantosa, la persona que tenía su entera atención, su interminable afecto yamorincondicionalerayo.

Perolaúltimavezquelavinohabíarastrodeaquellapersona.Cuandorecuerdonuestroúltimoencuentro,veoladesconfianzaensusojos,queahoraentiendoqueeradesprecio.Cuandomaté al hombre que estaba a punto de asesinarla, cambié a susojos.Yanoeraelniñoquesesentabaensusrodillas.

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Eraunasesino.

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20dejuniode1747

DecaminoaLondres,volvíaleerunviejodiario.¿Porqué?Porinstinto,quizás.Unaduda…persistenteenelsubconsciente,supongo.

Fueraloquefuese,cuandovolvíaleerlaentradadel10dediciembrede1735,derepentesupeconexactitudloquedebíahaceralllegaraInglaterra.

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2-3dejuliode1747

Hoyhasidoelfuneral,ytambién…Bueno,meexplicaré.Después del servicio, dejé a Reginald hablando con el señor Simpkin en las

escaleras de la capilla. El señor Simpkin me dijo que tenía que firmar unosdocumentos.A raízde lamuertedemimadre, las finanzas ahora eranasuntomío.Conunasonrisaservil,medijoqueesperabaqueconsiderasesuadministraciónhastael momento más que satisfactoria. Asentí, sonreí, no comenté nada que mecomprometiera, lesdijequenecesitabauntiempoasolasymeescabullí,alparecerparapoderreflexionar.

Esperabaqueladireccióndemipaseoparecieraaleatoriaalcomenzaracaminarpor la calle, alejado de los carruajes que salpicaban de lodo y estiércol la calzada,zigzagueandoporentrelagentequeabarrotabalascalles:tenderoscondelantalesdecuero ensangrentados, prostitutas y lavanderas. Pero no lo era. No era al azar enabsoluto.

Unamujerenparticularibadelante,comoyopaseabaesquivandoalamultitud,sola,probablementeperdidaensuspensamientos.Lahabíavistoenelfuneral,claro.Estaba sentada con losotros sirvientes—Emily, ydoso tresqueno reconocí—alotroextremodelacapilla,conunpañueloenlanariz.Habíalevantadolavistaymehabíavisto—debíadehabermevisto—,peronodiomuestrasdeello.MepreguntésiBetty,miantiguaniñera,mehabríareconocido.

Yahoralaestabasiguiendo,aunadistanciaprudencial,paraquenomevierasidabalacasualidaddequesevolvía.Estabaoscureciendocuandollegóacasa,aunquenoera suhogar sino la casapara laque trabajaba entonces, unagranmansiónquecontrastabaconelcielonegrocomoelcarbón,nomuydistintaaladelaplazaQueenAnne.¿Seríaaúnniñeraohabríaascendido?,mepregunté.¿Llevabaeluniformedegobernanta debajo de su abrigo? La calle estaba menos atestada que antes ypermanecí fuera de la vista, observando cómo bajaba unos peldaños hacia lashabitacionesdelservicioparaentrar.

Cuando dejé de verla, crucé la calle en aquella dirección, consciente de lanecesidad de mirar discretamente por si había alguien mirándome por la ventana.Hacía mucho tiempo había sido un niño que miraba por las ventanas de la plazaQueenAnne,observabaalostranseúntesiryvenirymepreguntabaporsusasuntos.¿Habría un niño en la casa que me estaría observando en aquel instante, que sepreguntaríaquiéneraesehombre?¿Dedóndeera?¿Adóndeiba?

Asíquecaminéjuntoalaverjadelanteradelamansiónybajélavistaparaverlasventanasiluminadasdeloquesuponíaqueeranlashabitacionesdelservicio,tansolopara ser recompensado con la inconfundible silueta de Betty, que apareció en elcristalparacorrerlacortina.Teníalainformaciónquehabíaidoabuscar.

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Regresé pasada la medianoche, cuando las cortinas de la mansión estabancerradas,lascallesaoscurasylasúnicasluceseranlasdeloscarruajesquepasabanesporádicamente.

Unavezmásmedirigíalapartedelanteradelacasay,conunvistazorápidoaizquierdayderecha,subípor laverjaycaísinhacerruidoen lazanjaquehabíaalotro lado. La recorrí a toda prisa hasta encontrar la ventana de Betty, donde medetuveyconcuidadocoloquélaorejacontraelcristalparacomprobarquenohabíamovimientoenelinterior.

Yentonces,coninfinitapaciencia,puselasyemasenlaparteinferiordelmarcode laventanay la levanté,al tiempoque rezabaparaquenochirriara.Cuandomisplegariasfueronescuchadas,entréycerrélaventana.

En la cama, semovióunpocoanteel soplodeaireque sehabíacoladopor laventana.¿Habíadetectadodeformainconscientemipresencia?Mequedécomounaestatuayesperéaquesurespiraciónprofundaserecuperara.Notécómoelaireamialrededorsecalmabaymiincursiónfueabsorbidaporlahabitacióndemodoquealcabodeunos instantes era comosi formasepartede ella, comosi siemprehubieraformadopartedeella,comounfantasma.

Yentoncessaquémiespada.Era apropiado—irónico, tal vez— que fuese la espada queme había dadomi

padre.Poraquelentonces,casinuncaibaaningúnsitiosinella.Hacíaaños,Reginaldme había preguntado cuándo pensaba que probaría la sangre y, desde luego, ya lahabíaprobadomuchasveces.YsiteníarazónrespectoaBetty,laprobaríadenuevo.

Mesentéenlacamaypeguélahojadelaespadaasugargantayluegoletapélabocaconlamano.

Sedespertó.Enseguidaseleabrieronlosojosdeparenparporelmiedo.Moviólabocaymehizocosquillasenlapalma,quevibrócuandointentógritar.

Le sujeté el cuerpo para inmovilizarlamientras se sacudía y no dije nada, solodejéqueseleadaptaralavistahastaquepudieravermeymereconociera.¿Cómonoibaahacerlocuandomehabíacuidadodurantediezañosyeraunamadreparamí?¿CómonoibaareconoceralseñoritoHaytham?

Cuandoterminódeforcejear,susurré:—Hola,Betty.—Teníalamanoaúnensuboca—.Necesitopreguntartealgo.Para

responderme tendrás que hablar. Para que hables, tendré que retirar lamano de tubocaytedaránganasdegritar,perosigritas…

Coloquélapuntadelaespadaensugargantaparaquesupieraaquémerefería.Yentonces,conmuchocuidado,levantélamanodesuboca.

Teníaunosojosduros,comoelgranito.Porunmomentovolvíalainfanciaycasimesentíintimidadoporelfuegoylafuriaquehabitabanenellos,comosialverlosdesataraelrecuerdodecuandomeregañabaynopudieraevitarreaccionar.

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—Deberíadarleunosazotesporesto, señoritoHaytham—dijoentredientes—.¿Cómoseatreveaentrarenlahabitacióndeunaseñoracuandoestádurmiendo?¿Noleenseñénada?¿NoleenseñónadaEdith?¿Sumadre?—Alzólavoz—.¿Acasonoleenseñónadasupadre?

Aquellasensacióndelainfanciameseguíaacompañandoytuvequerebuscarenmi interior para encontrar la determinación, para no retirar la espada y decir: «Losiento, niñera Betty, prometo no volverlo a repetir y a partir de ahora me portarébien».

Alacordarmedemipadre,conseguíesadeterminación.—Es cierto que una vez fuiste comounamadre paramí,Betty—le dije—.Es

cierto que lo que estoy haciendo es algo terrible e imperdonable. Créeme, no hevenidoporquesí.Peroloquehashechoesterribleeimperdonabletambién.

Entrecerrólosojos.—¿Aquéserefiere?Metílaotramanoenmilevitaysaquéuntrozodepapeldoblado,queselopasé

paraquelovieraenlapenumbradelahabitación.—¿RecuerdasaLaura,lacriadadelacocina?Asintió,concautela.—Meenvióunacarta—continué—.Unacartadondemecontó la relaciónque

teníasconelseñorDigweed.¿Durantecuántosañosfuetuqueridoelayudantedemipadre,Betty?

No existía esa carta; el trozo de papel que le mostraba no contenía nada másreveladorqueladireccióndemialojamientodeaquellanocheyconfiabaenquelapoca luz bastara para engañarla. La verdad era que al releer mis viejos diarios,retrocedíaaquelmomentohacíamuchísimosañosenquehabíaidoabuscaraBetty.Sehabíaechadosu«cabezadita»aquellafríamañanaycuandomiréporelagujerodelacerraduraviunpardebotasdehombreensuhabitación.Enaquelmomentonomedi cuenta porque era demasiado joven.Las había visto con los ojos de un niño denueveañosynopensénadaalrespecto.Noenaquelmomento.Nodesdeentonces.

Nohastaqueal leerlodenuevo,comounchistequedeprontotienesentido, loentendí: lasbotaspertenecían a su amante. ¡Por supuesto!De loque estabamenosseguroeradequesuamantefueraDigweed.Recuerdoquesolíahablardeélcongranafecto, pero así hablaba de él todo el mundo; nos tenía a todos engañados. Perocuando me marché a Europa, bajo el cuidado de Reginald, Digweed le habíaencontradountrabajoalternativoaBetty.

Aun así, era una suposición que fueran amantes, una hipótesis fundamentada,peroarriesgada,conterriblesconsecuencias,simeequivocaba.

—¿Recuerdas el día que te echaste una cabezadita, Betty?—pregunté—. «Lacabezadita»,¿larecuerdas?

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Ellaasintióconcautela.—Fuiaverdóndeestabas—continué—.Verás, teníafrío.Yenelpasillo,fuera

detuhabitación…,bueno,nomegustaadmitirlo,peromearrodilléymiréporelojodelacerradura.

Noté cómo me subían un poco los colores, a pesar de todo. Me había estadomirando torvamente, pero ahora su mirada parecía de piedra y fruncía los labios,enfadada,casicomosiaquellaantiguaintrusiónfueratanmalacomolaactual.

—Novinada—aclaréenseguida—.Noamenosquecuentes tú,dormidaen lacama,yunpardebotasdehombreque reconocíqueerandeDigweed.Teníasunaaventuraconél,¿noescierto?

—Oh,señoritoHaytham—susurró,negandoconlacabezayconojos tristes—.¿Quéha sidodeusted? ¿Enqué clasedehombre le ha convertido eseBirch?Quepongauncuchilloenelcuellodeunaseñorademiavanzadaedadestámal,oh,estámuymal. Peromírese ahora, está repartiendo a diestro y siniestro, acusándomedetener una aventura, de ser una rompehogares.No hubo ninguna aventura.El señorDigweedteníahijos,esoescierto,alcuidadodesuhermanaenHerefordshire,perosuesposamurióhacemuchosaños,antesdequenisiquieraélcomenzaseatrabajarpara su familia. Lo nuestro no era una aventura tal como piensa su mente sucia.Estábamos enamorados y vergüenza debería darle pensar lo contrario. ¡Vergüenzadeberíadarle!

Volvióanegarconlacabeza.Alnotarqueapretabalaempuñaduradelaespadaconlamano,cerrélosojoscon

fuerza.—No,no,noesamíalqueseledeberíaecharlaculpa.Puedesintentarponerte

petulanteconmigotodoloquequieras,peroelhechoesqueteníasuna…relacióndealgún tipo, fuera cual fuese el tipo, no me importa de qué clase, con Digweed yDigweednostraicionó.Sinesatraiciónmipadreestaríavivo.Mimadreestaríavivayyo no estaría aquí sentado con una espada en tu garganta, así que nome eches laculpaportusituaciónenestosmomentos,Betty.Échalelaculpaaél.

Respiróhondoyrecobrólacompostura.—NolequedóotraopciónaJack—dijoporfin—.Oh,asísellamaba,porcierto:

Jack.¿Losabía?—Loleíensulápida—contestéentredientes—yelhechodesaberlonocambia

nada,porquesíteníaotraopción,Betty.Ynomeimportasiteníaqueelegirentrelaespadaylapared.Síteníaotraopción.

—No,aquelhombreamenazólavidadeloshijosdeJack.—¿Aquelhombre?¿Quéhombre?—Nosé.UnhombrequeprimerohablóconJackenlaciudad.—¿Lollegasteaver?

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—No.—¿QuédijoDigweedsobreél?¿EradelsuroestedeInglaterra?—Jackdijoqueteníaacentodeallí,señor.¿Porqué?—Cuando los hombres secuestraron a Jenny, ella gritó algo sobre un traidor.

Violet,delacasadeallado,laoyó,peroaldíasiguienteunhombreconacentodelsuroestefueahablarconellaparaadvertirlequenodijeraanadieloquehabíaoído.

Delsuroeste.ViqueBettyhabíapalidecido.—¿Qué?—espeté—.¿Quéhedicho?—Se trata de Violet, señor —dijo entre jadeos—. Poco después de que se

marcharaaEuropa,pudohabersidoeldíadespués,acabaronconsuvidaenunatracocallejero.

—Fueronfielesasupalabra—dijeylamiré—.CuéntamealgosobreelhombrequelediolasórdenesaDigweed.

—Nopuedodecirnada.Jacknuncamecontónadasobreél.LedijoquehablabaenserioyquesiJacknoobedecía,entoncesencontraríanasushijosylosmatarían.Decíanquesiselocontabaasuseñor,encontraríanalosniñosylosdespedazaríanlentamente.Ledijeronloqueplaneabanhacerconlacasa,perolejuropormivida,señoritoHaytham,que ledijeronquenadieresultaríaherido;que todosucederíaenmitaddelanoche.

Semeocurrióalgo.—¿Yparaquélenecesitaban?Sequedóperpleja.—Nisiquieraestabaallílanochedelataque—continué—.Noesquenecesitaran

suayudaparaentrar.SellevaronaJennyymataronamipadre.¿ParaquénecesitabanaDigweed?

—Nolosé,señoritoHaytham—respondió—.Deverdadquenolosé.Cuandobajélavistaparamirarla,fueconunaespeciedeentumecimiento.Antes,

cuandoestabaesperandoquecayeralanoche,hervíadefuria,lairasemesalíaporlosporos,laideadelatraicióndeDigweedencendióunfuegoenmiinterior,perolaidea de que Betty se hubiera confabulado con él, o incluso si solo tenía lainformación,leañadíamásleñaalfuego.

Quería que fuera inocente. Sobre todo quería que su devaneo hubiera sido conotromiembro del servicio. Pero si había sido conDigweed, no quería que hubierasabido nada sobre su traición. Quería que fuera inocente, porque si era culpable,entonces tendría quematarla, porque si hubiera podido hacer algo para detener lamatanzadeaquellanocheynoactuó,entoncestendríaquemorir.Esoera…,esoerajusticia.Eracausayefecto.Equilibriodepoderes.Ojoporojo.Yenesocreíayo.Esaera mi ideología. Una manera de negociar un paso por la vida que tiene sentidoinclusocuandolapropiavidapocasveceslotiene.Unamaneradeimponerelorden

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sobreelcaos.Peroloúltimoquequeríaeramatarla.—¿Dóndeestáahora?—lepreguntéenvozbaja.—Nolosé,señoritoHaytham.—Suvoztemblódemiedo—.Laúltimavezque

supedeélfuelamañanaenquedesapareció.—¿Quiénmássabíaqueélytúeraisamantes?—Nadie—respondió—.Siemprefuimosmuyprudentes.—Salvocuandodejabaissusbotasalavista.—Sequitarondeallíenunsantiamén.—Endureciólamirada—.Ylamayoríade

lagentenotienelacostumbredemirarporelojodelacerradura.Hubounapausa.—¿Quésucederáahora,señoritoHaytham?—inquirióconlavozentrecortada.—Deberíamatarte,Betty—me limité a decir, y almirarla a los ojos vi que se

habíadadocuentadequeyopodíasiquería,queeracapazdehacerlo.Ellalloriqueóyyomelevanté.—Pero no lo haré. Ya ha habido demasiadas muertes como consecuencia de

aquella noche. No nos volveremos a ver. Por tus años de servicio y educación, teperdonolavidaytedejocontuvergüenza.Adiós.

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14dejuliode1747

Trasdescuidarmidiariodurantecasidossemanas,tengomuchoquecontarydeberíarecapitular,volveralanocheenlaquevisitéaBetty.

Despuésdemarcharme, regresé ami alojamiento, dormíunas cuantashorasdemanerairregular,luegomepuseenpie,mevestíytoméuncarruajeparavolverasucasa.Allílepedíalcocheroqueesperaraaciertadistancia,lobastantecercaparaver,pero no tan cerca como para levantar sospechas, ymientras echaba una cabezada,agradecidoporeldescanso,yomequedésentado,mirandoporlaventana,esperando.

¿Aqué?Nolosabíamuybien.Denuevoestabaescuchandoamiinstinto.Yotra vez demostró estar en lo cierto, puesto que nomuchodespués del alba,

aparecióBetty.Me despedí del cochero, la seguí a pie y, como era de esperar, se dirigió a la

OficinadeCorreosdelacalleLombard,entró,reaparecióunosminutosmástarde,yentoncesvolvióporlacallehastaquelaabsorbiólamuchedumbre.

Observécómosemarchabaynosentínada,nilasganasdeseguirlaycortarleelcuelloporsutraición,nilosvestigiosdelafectodeantaño.Solo…nada.

Ensulugar,mecoloquéenunaentradayobservépasarelmundo,ahuyentandoalosmendigosyalosvendedoresambulantesconmibastónmientrasesperabatalvezunahorahastaque…

Sí, allí estaba, el portador de la carta con su campana y una cartera llena decorreo.Meaparté de la entraday, girando el bastón, le seguí, cadavezmás cerca,hasta que se metió en una calle lateral donde había menos peatones, y vi mioportunidad…

Unos instantes más tarde, estaba arrodillado junto al cuerpo inconsciente yensangrentado en el callejón, revisando el contenido de su cartera hasta que loencontré:unsobredirigidoaJackDigweed.Leílacarta.Decíaqueloamabayqueyohabíadescubiertosurelación;nohabíanadaqueyanosupiera.Peronoeratantoelcontenidocomoeldestinoloquemeinteresaba,yallíestaba,enlapartedelanteradelsobre,queibadirigidoalaSelvaNegra,aunpueblollamadoSt.Peter,cercadeFriburgo.

Casidossemanasdeviajemás tarde,ReginaldyyodistinguimosSt.Petera lolejos,ungrupodeedificiosapiñados,alpiedeunvallefértilydecamposverdes,conalgunaszonasboscosas.Esofueestamañana.

***Llegamos alrededor de mediodía, sucios y cansados por nuestro viaje. Trotandodespacioporlasestrechascalleslaberínticas,viquelosresidentesvolvíanlacara,yafueradesdelossenderosomientrasseapartabandelasventanas,cerrabanlaspuertasocorrían lascortinas.Teníamos lamuerteen la cabezayenaquelmomentopensé

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quedealgúnmodolosabíanotalvezseasustabanconfacilidad.Loquenosabíaeraquenoéramoslosprimerosdesconocidosenentrarenlaciudadaquellamañana.Loshabitantesdelpuebloyaestabanasustados.

La carta estaba dirigida a la tienda de víveres de St. Peter. Llegamos a unapequeñaplaza, conuna fuente a la sombradeunos castaños,ypreguntamosaunamujernerviosa.Otrosnosevitabanmientrasnosseñalabaelcaminoyluegosealejósigilosamente,mirándose los zapatos.Al cabo de unos instantes estábamos atandonuestroscaballosfueradelatienday,cuandoentramos,elúnicoclientenosechóunvistazo y decidió abastecerse de provisiones en otro momento. Reginald y yointercambiamos unamirada de confusión y luego le eché un ojo a la tienda.Unasaltasestanteríasdemaderacubríantreslados,llenasdebotesypaquetesatadosconcuerda, mientras que al fondo había un mostrador alto detrás del que estaba eltendero,que lucíaundelantal,unampliobigoteyunasonrisaquesedesvanecióalvernoscomounavelaagotada.

A mi izquierda, se alzaban unas escaleras que servían para llegar a las altasestanterías.Enellasestabasentadounmuchachodeunosdiezaños,porelaspecto,elhijodel tendero.Casiperdióelequilibrioensusprisasporbajar losescalonesysequedóenmediodelsuelo,conlasmanosenloscostados,esperandosusórdenes.

—Buenas tardes, caballeros —dijo el tendero en alemán—. Parece que hancabalgado durante mucho tiempo. ¿Necesitan víveres para continuar su viaje? —Señalóunaurnasobreelmostradorqueteníadelante—.¿Necesitanunrefrigeriotalvez?¿Bebida?

Acontinuaciónlehizoungestoalniñoconlamano.—Christophe,¿hasperdidolosmodales?Cogelosabrigosdeestoscaballeros…Había tres taburetesdelantedelmostradoryel tendero los señalócon lamano,

diciendo:—Porfavor,porfavor,siéntense.Volví a mirar a Reginald, vi que estaba a punto de moverse para aceptar la

hospitalariaofertadeltendero,peroledetuve.—No,gracias—ledijealvendedor—.Miamigoyyono tenemos intenciónde

quedarnos.—PorelrabillodelojoviqueReginalddejabacaerloshombros,peronodijonada—.Loúnicoquenecesitamosdeustedesinformación—añadí.

Unaexpresióndeprudenciacruzóelrostrodeltenderocomounaoscuracortina.—¿Sí?—dijoconcautela.—Necesitamos encontrar a un hombre. Se llamaDigweed. JackDigweed. ¿Le

conoce?Negóconlacabeza.—¿Noleconoce?—repetí.Élvolvióanegarconlacabeza.

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—Haytham…—dijoReginald,comosipudiera leerme lamenteporel tonodemivoz.

Leignoré.—¿Estásegurodeeso?—insistí.—Sí,señor—respondióeltendero.Subigotetemblóconnerviosismoytragósaliva.Notéquesemetensabalamandíbula;entonces,antesdequenadietuvieratiempo

dereaccionar,desenvainémiespaday,conelbrazoextendido,metí lahojabajo labarbilladeChristophe.Elchicoemitióungritoahogado,sepusodepuntillasy losojossemovieroncomounaflechacuandolahojapresionósugarganta.Yonohabíaquitadolosojosdeltenderoentodoelrato.

—Haytham…—repitióReginald.—Dejaquemeencarguedeesto,porfavor,Reginald—dije,ymedirigídenuevo

altendero—:LascartasdeDigweedseenvíanaestadirección—continué—.Déjemequevuelvaapreguntárselo,¿dóndeestá?

—Señor—suplicóelvendedor.ApartólosojosdemíparafijarlosenChristophe,que estaba emitiendo una serie de ruiditos, como si le costara tragar saliva—. Porfavor,nolehagadañoamihijo.

Hiceoídossordosasussúplicas.—¿Dóndeestá?—repetí.—Señor—rogóeltendero.Susmanosimploraban—.Nopuedodecirlo.Conunminúsculogirodemuñecaaumentélapresióndemihojaenelcuellode

Christophe y fui recompensado con un quejido. Por el rabillo del ojo vi que elmuchachosealzabaunpocomásdepuntillasysentí,peronovi,laincomodidaddeReginaldamiotrolado.Durantetodoaqueltiempo,misojosnoseapartarondelosdeltendero.

—Por favor, señor, por favor, señor —dijo enseguida, con aquellas manossuplicantesagitándoseenelaire,comosiintentasehacermalabarismosconuncristalinvisible—.Nopuedodecírselo.Meadvirtieronquenolohiciera.

—¡Ajá!—exclamé—.¿Quién?¿Quiénseloadvirtió?¿Fueél?¿FueDigweed?—No,señor—insistióeltendero—.HacesemanasquenoveoalseñorDigweed.

Fue… otra persona, pero no puedo contárselo. No puedo decirle quién fue. Esoshombreshablabanenserio.

—Perocreoquesabemosqueyotambiénhabloenserio—dijeconunasonrisa—,yladiferenciaentreellosyyoesqueyoestoyaquíyellosno.Bueno,cuénteme.¿Cuántoshombresson,quiénessonyquéqueríansaber?

Apartó los ojos de mí para dirigir la mirada a Christophe, que, a pesar de lavalentía,elestoicismoylamuestradefortalezabajocoacciónquehubieraesperadodemi propio hijo, volvía a gimotear, lo que debió de hacer cambiar de opinión al

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tendero, porque su bigote tembló un pocomás y luego las palabras salieron de subocadeprisa.

—Estuvieron aquí, señor—dijo—.Hace una horamás omenos.Dos hombresconlargosabrigosnegrossobrelasrojastúnicasdelEjércitoBritánicoentraronenlatiendacomoustedesypreguntaronporelparaderodelseñorDigweed.Cuandoselodije, sin pensar mucho en ello, se pusieron muy serios, señor, y me dijeron queposiblementemáshombresvendríanbuscandoalseñorDigweedyque,entalcaso,debía negarme a revelar todo lo que conociera de él, bajo amenaza de muerte, ytampocodebíadecirquehabíanestadoaquí.

—¿Dóndeestá?—Enunacabaña,aveintiséiskilómetrosalnorte,enelbosque.NiReginaldniyodijimosunasolapalabra.Ambossabíamosquenoteníamosni

unminutoqueperder,ysindetenernosalanzarmásamenazas,niadespedirnos,otalvez a pedir disculpas a Christophe por haberle dado un susto de muerte, salimoscomo una flecha por la puerta, desatamos los caballos, los montamos y losespoleamoscongritos.

Cabalgamos tan deprisa como nos atrevimos durante media hora, hasta querecorrimos tal vez quince kilómetros de pastos, cuesta arriba, y nuestros caballoscomenzaronaestarcansados.Llegamosaunlímiteforestal,dondedescubrimosquehabíaunaestrechapineda,yalllegaralotrolado,vimosunafranjadeárbolesqueseextendíaporlacimadeunacolinaacadalado.Mientrastanto,delantedenosotroselsuelobajabaaotrazonaboscosay,alolejos,ondulabacomounaenormemantadevegetación,conáreasdedicadasalasilvicultura,lahierbayloscampos.

Nos detuvimos y miramos por el catalejo. Nuestros caballos resoplaron einspeccionéeláreadelantedenosotros, llevandoelcatalejodeizquierdaaderecha,alocadamente al principio, con la urgencia de sacar lo mejor de mí, actuando sincriterioporelpánico.Alfinaltuvequehacerunesfuerzoportranquilizarme,respiréhondo y, tras entornar los ojos, comencé de nuevo, esta vezmoviendo el catalejolenta y metódicamente por el paisaje. En la cabeza dividí el territorio en unacuadrículaymemovídeuncuadradoaotroparavolverasersistemáticoyeficiente,paraquevolvieraadominarlalógicaynolaemoción.

El silenciodel suavevientoyelcantodeunpájarose interrumpieronalhablarReginald.

—¿Lohabríashecho?—¿Sihabríahechoqué,Reginald?Sereferíaamataralmuchacho.—Mataralniño.¿Lohabríashecho?—No tiene sentidohaceruna amenaza si nopuedes llevarla a cabo.El tendero

habríasabidosiestabafingiendo.Lohabríavistoenmisojos.Lohabríasabido.

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Reginaldsemovió,nervioso,enlasilla.—Entonces,¿sí?¿Lohabríasmatado?—Exacto,Reginald,lohabríamatado.Hubounapausa.Completéelsiguientecuadrodetierrayluego,elsiguiente.—¿Cuándo se convirtió la matanza de inocentes en parte de tus enseñanzas,

Haytham?—preguntóReginald.Diunresoplido.—Soloporquemehayasenseñadoamatar,Reginald,notieneslaúltimapalabra

sobreaquiéndebomataryconquépropósito.—Teenseñéhonor.Teenseñéuncódigo.—Terecuerdo,Reginald,cómoadministraste tupropiajusticiafueradeWhite’s

hacemuchosaños.¿Fuehonorableaquello?¿Sehabíasonrojadounpoco?Desdeluegosemovió,incómodo,sobresucaballo.—Aquelhombreeraunladrón—replicó.—Loshombresalosquebuscosonasesinos,Reginald.—Aunasí—dijoconligerairritación—,talveztufervorestánublandotujuicio.Volvíadarunresoplidodespectivo.—Y esome lo dices tú. ¿Acaso tu fascinación por los Primeros Llegados está

totalmentedeacuerdoconlapolíticadelosTemplarios?—Porsupuesto.—¿Ah, sí? ¿Estás segurodequenohas abandonado tus deberes para dedicarle

más tiempo? ¿Sobre qué has escrito cartas o en tu diario, sobre qué has estadoleyendoúltimamente,Reginald?

—Sobremuchascosas—contestó,indignado.—QuenoestérelacionadoconlosPrimerosLlegados—añadí.Vociferóporunmomentocomoungordoconlacaracoloradaalquelehandado

unacarnedistintaparacomer.—Ahoraestoyaquí,¿no?—Cierto,Reginald—dije, justo cuandovi unaminúscula voluta de humo salir

del bosque—. Veo humo entre los árboles, posiblemente salga de una cabaña.Deberíamosdirigirnoshaciaallí.

Almismotiempohubounmovimientocerca,enunplanteldeabetos,yviaunjinetesubiendoporlacolinamásdistanciada,lejosdenosotros.

—Mira,Reginald,allí.¿Loves?Ajustéelenfoque.El jinete ibadeespaldasanosotros,claro,yestabaamucha

distancia, pero una cosa que creí ver fueron sus orejas. Estaba seguro de que eranpuntiagudas.

—Veoaunhombre,Haytham,pero¿dóndeestáelotro?—dijoReginald.Tirandoyadelasriendasdemicorcel,dije:

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—Sigueenlacabaña,Reginald.Vamos.***

Pasaron talvezveinteminutosmásantesde llegar.Veinteminutosdurante losquepuseallímiteamicorcel,arriesgandosuvidaentrelosárbolesyporencimadelasramasarrancadasporelviento,dejandoatrásaReginaldmientrascorríahaciadondehabía visto el humo, hacia la cabaña donde estaba seguro de que encontraría aDigweed.

¿Vivo? ¿Muerto? No lo sabía. Pero el tendero había dicho que dos hombreshabíanpreguntadoporélysolohabíamosadvertidolapresenciadeunodeellos,asíqueestabaimpacienteporsabersidescubriríamosalotro.¿Habríasalidoantes?

¿Oestaríatodavíaenlacabaña?Allí estaba, situada enmedio de un claro.Un edificio demadera, achaparrado,

conuncaballoatadofuera,unaúnicaventanaenlapartedelanterayvolutasdehumosaliendopor lachimenea.Lapuertaprincipalestabaabierta.Abiertadeparenpar.Justocuandolleguéa todavelocidadalclaro,oíungritoenel interiordelacasayespoleé ami caballoparaque se acercara a la puerta, dondedesenvainé la espada.Conunfuerteestrépito,llegamosalostablonesdelapartedelanteradelacasa,dondemeestirésobremimonturaparaverlaescenadelinterior.

Digweedestabaatadoaunasilla,conloshombroscaídosylacabezainclinada.Surostroeraunamáscaradesangre,peroviquemovíaloslabios.Estabavivo,ydepie sobre él estaba el segundo hombre, sujetando un cuchillo ensangrentado, uncuchillo conunahoja curvaydentada, a puntode terminar su trabajo.ApuntodecortarleelcuelloaDigweed.

Nuncahabíautilizadomi espadacomouna lanzay enmiopiniónnoes el usoideal,peroenaquelprecisoinstantemiprioridaderamanteneraDigweedconvida.Teníaquehablarconély,además,nadiequenofuerayo ibaamatarle.Asíque lalancé.Era loúnicoquemedaba tiempoahacer.Yaunquemi lanzamientono tuvomuchafuerzanipuntería,alcanzóelbrazodelhombrequesosteníaelcuchillo,justocuandoibaaasestarelgolpe,ybastóparahacerleretrocederconunalaridodedoloraltiempoquemebajabadelcaballo,pisabalastablasdelinteriordelacabaña,dabaunavolteretaysacabamiespadacortaalavez.

YbastóparasalvaraDigweed.Caí justo a su lado. Una cuerda manchada de sangre mantenía sus brazos y

piernas atados a la silla.Tenía la ropa hecha jirones y negra por la sangre, la carahinchada y sangrante. Los labios seguían moviéndose. Levantó los ojosperezosamenteparamirarmeymepreguntéquépensóenaquelbreveinstante.¿Mereconoció?¿Sintióunapunzadadeculpabilidadoundestellodeesperanza?

Entonces dirigí la mirada hacia una ventana trasera para ver desaparecer laspiernasdelhombredelcuchillomientrassalíacondificultadycaíaalsuelodefuera.

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Seguirle por la ventana significaba ponerme en una posición vulnerable. No meapetecía quedarme atascado en el marco de la ventana mientras el hombre delcuchilloteníatodoeltiempodelmundoparaclavarmesuespada.Asíquecorríhacialapuertaparavolveralclaroeir trasél.Reginaldacababadellegar.Habíavistoalhombre del cuchillo, le había vistomejor que yo, y ya estaba apuntándole con suarco.

—No lemates—bramécuandodisparóy rugió, contrariado,mientras la flechaperdíasuobjetivo.

—Malditoseas,yaletenía—gritó—.Ahoraestáenelbosque.Había dado la vuelta a la cabaña a tiempoy pisaba una alfombra de agujas de

pinomuertasysecasjustoenelmomentoenqueelhombredelcuchillodesaparecíaporellímiteforestal.

—Lonecesitovivo,Reginald—respondí—.Digweedestáenlacabaña.Mantenloasalvohastaquevuelva.

Y al decir eso, irrumpí en el bosque al tiempo que las hojas y las ramas meazotaban la caramientras avanzaba con gran estruendo, con la espada corta en lamano. Delante demí vi una sombra oscura entre el follaje, atravesándolo con tanpocagraciacomoyo.

Otalvezconmenosgracia,porqueyoestabaacortandoladistanciaentreambos.—¿Estabasallí?—legrité—.¿Estabasallílanocheenquemataronamipadre?—Notuveelplacer,chico—respondióporencimadelhombro—.Ojaláhubiera

estado.Aunquepusemigranitodearena.Fuielqueloamañótodo.Claro.Teníaelacentodelsuroeste.¿Aquiénhabíandescritoconaquelacento?Al

hombrequehabíachantajeadoaDigweed.AlhombrequehabíaamenazadoaVioletylehabíamostradouncuchillodemalaspecto.

—¡Date lavueltaparaque tevea!—grité—. ¡Si tegusta tanto la sangrede losKenway,veamossipuedesderramarlamía!

Eramáságilqueél.Más rápidoyestabayacerca.Cuandomehabló,oíque lefaltabaelaliento,ytansoloeracuestióndetiempoqueleatrapara.Losabíay,envezde cansarse más, decidió darse la vuelta para luchar, saltando por encima de unaúltimaramaarrancadaporelviento,quelellevóaunpequeñoclaro,dondesevolvió,consuhojacurvaenlamano.Aquellahojacurva,dentada,demalaspecto.Teníalabarbacanosayelrostropicadodeviruela,comosilehubieranquedadocicatricesdealgunaenfermedadinfantil.Respirabacondificultadmientrassepasabaeldorsodelamanoporlaboca.Debíadehaberperdidoelsombrerodurantelapersecuciónyahorarevelabaunpelomuycortoyentrecano,ysuabrigo—oscuro, talycomo lohabíadescritoeltendero—estabarasgadoyseagitaba,abierto,pararevelarsutúnicarojadelejército.

—Eresunsoldadobritánico—dije.

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—Eseluniformequellevo—apuntócondesdén—,peromilealtadestáenotraparte.

—¿Ah,sí?¿Aquiénrindeslealtad,entonces?—pregunté—.¿EresunAsesino?Negóconlacabeza.—Yosoymipropiojefe,niño.Algoconloquetútansolopuedessoñar.—Hacemuchotiempoquemedejarondellamar«niño»—dije.—Creesqueeresalguien,HaythamKenway.Elasesino.Elespadachíntemplario.

¿Porquehasmatadoaunpardemercaderesgordos?Peroparamínoeresmásqueunniño. Eres un niño porque un hombre se enfrenta a sus objetivos, hombre contrahombre,noapareceenmitaddelanoche,comounaserpiente.—Hizounapausa—.ComounAsesino.

Comenzóacambiarseelcuchillodeunamanoaotra.Elefectoeracasihipnóticooalmenosesodejéquepensara.

—¿Creesquenopuedoluchar?—pregunté.—Aúntienesquedemostrarlo.—Esteestanbuensitiocomocualquierotro.Escupióymehizoseñasconlamanoparaqueavanzara,dandovueltasalahoja

conlaotra.—Vamos—meprovocó—.Séunguerreroporprimeravezentuvida.Venaver

loquesesiente.Vamos,niño.Séunhombre.Se suponía que debía enfurecerme, pero en cambiome hizo concentrarme. Lo

necesitabavivo.Teníaquehablar.Saltéporencimadelaramahaciaelclaro,balanceándomeunpocoparahacerle

retroceder,peroenseguidarecuperémiposición,antesdequepudieraavanzarconuncontraataque. Durante unos instantes dimos vueltas el uno alrededor del otro,esperando a que el otro lanzara el próximo ataque. Rompí las tablas al arremetercontraélconunaestocadayalinstantemeretiréaladefensa.

Por un segundo pensó que no le había dado. Entonces notó que la sangrecomenzaba abrotarde sumejillay se tocó la cara con lamano, con losojosmuyabiertosporlasorpresa.Habíaderramadolaprimeragotadesangre.

—Mehassubestimado—dije.Susonrisafueunpocomásforzadaenestaocasión.—Nohabráunasegundavez.—Sí lahabrá—repliquéyvolví a acercarmea él, haciendoun amagohacia la

izquierda,peroluegofuihacialaderechacuandoyahabíaenviadosucuerpohacialalíneadedefensaequivocada.

Se abrió un corte profundo en el brazo que tenía libre. La sangre manchó lamangahechajironesycomenzóagotearenelsuelodelbosque,unrojovivosobreelmarrónylasagujasverdes.

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—Soy mejor de lo que crees —dije—. Lo único que te queda esperar es lamuerte,amenosquehables.Amenosquemedigas todoloquesabes.¿Paraquiéntrabajas?

Meechéhaciadelanteparaclavarlemihojacuandosacudiósucuchillocomounloco.Abrí la otramejilla.Ahora tenía dos cintas carmesí en la pielmorena de surostro.

—¿Porquémataronamipadre?Volví a echarme hacia delante y esta vez le corté en el dorso de lamano que

sostenía el cuchillo. Mis esperanzas de que lo soltara cayeron en saco roto. Siesperabahacerleunademostracióndemishabilidades,eraexactamenteloqueestabaconsiguiendo,delantedesusnarices.Desucaraahoraensangrentada.Yanosonreía.

Peroaúnlequedabanganasdepelearycuandovinohaciamífuerápidoysuave,cambióelcuchillodeunamanoaotraparadespistarmeycasimerozó.Casi.Habríapodidohacerlosinomehubieraenseñadoyaaqueltruco,sinohubieraidotanlentoporlasheridasquelehabíaocasionado.

En la situaciónen laquenos encontrábamos,memetíbajo su espadaygolpeéhaciaarriba,clavándolelamíaenelcostado.Aunqueenseguidamearrepentíporquelehabíadadodemasiadofuerteyenelriñón.Estabamuerto.Lahemorragiainternalemataríaenunostreintaminutos;peropodíafallecerenaquelinstante.Nosabíasieraconscienteono,puestoquearremetíacontramíotravez,enseñándomelosdientes.Advertí que ahora estaban cubiertos de sangre;me retiré con facilidad, le cogí delbrazo,seloretorcíyselorompíalaalturadelcodo.

Elsonidoqueemitiómásqueungritofueunainhalaciónangustiadaymientrasleaplastabaloshuesosdelbrazo,másporefectoqueporunútilpropósito,sucuchillocayóalsuelodelbosqueconungolpesuaveyéllesiguióclavándosederodillas.

Lesoltéelbrazo,quecayósinfuerzas,comounabolsadehuesosypiel.Albajarlavista,viquelasangrecasihabíadesaparecidodesucarayalrededordelestómagohabíaunamanchanegraqueestabaextendiéndose.Elabrigolerodeaba,encharcado,enel suelo.Sinenergía, fuea coger subrazo flácidocon lamanobuenaycuandolevantólavistaparamirarme,habíaalgolastimosoensusojos,algoconmovedor.

—¿Porquélemataste?—preguntésinalterarme.Como si de agua escapando de un odre agujereado se tratara, se arrugó hasta

quedartumbadodelado.Loúnicoqueleimportabaenaquelmomentoeramorir.—Dime—insistíymeagachéasulado.Teníaagujasdepinoenganchadasenla

sangredesurostro.Estabatomandoelúltimoalientosobreelmantillodelbosque.—Tu padre…—comenzó a decir, luego escupió un coágulo de sangre al toser

antesdeseguirhablando—.TupadrenoeraunTemplario.—Losé—espeté—.¿Lomataronporeso?

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Notécómofruncíaelentrecejo.—¿LeasesinaronporquesenegabaaentrarenlaOrden?—Eraun…unAsesino.—¿YlemataronlosTemplarios?¿Lemataronporeso?—No.Lemataronporloquetenía.—¿Qué?—Me inclinéhacia delante, desesperadopor oír sus palabras—. ¿Qué

tenía?Nohuborespuesta.—¿Quién?—pregunté,casigritando—.¿Quiénlemató?Peroyanoestaba.Conlabocaabierta,parpadeóyluegocerrólosojos;apesarde

lomuchoqueleabofeteé,senegóarecuperarlaconciencia.UnAsesino.PadreeraunAsesino.Rodeéalhombredelcuchillo,lecerrélosojos

quenodejabandemirarmeycomencéavaciarle losbolsillosenelsuelo.Saquélahabitual colecciónde hojalata, así comounos cuantos trozos de papel destrozados,unodeloscualesdespleguéparaencontrarungrupodedocumentosdereclutamiento.ParaeltenientecoronelEdwardBraddock.

YBraddockestabaenelejércitodelaRepúblicaHolandesa,quealzólasarmascontra los franceses. Pensé en el hombre de orejas puntiagudas que había vistocabalgandoantes.Derepentesupehaciadóndesedirigía.

***Di la vuelta para regresar a la cabaña por el bosque y estuve allí en cuestión deminutos. Fuera encontré los tres caballos, pastando pacientemente bajo el brillantesol;dentro,estabaoscuroyhacíamásfresco.ReginaldestabasobreDigweed,cuyacabezacolgaba,todavíaatadoalasilla,y,supe,desdeelinstanteenquelepuselosojosencimaque…

—Estámuerto—melimitéadecirymiréaReginald.—Intentésalvarle,Haytham,peroelpobrehombrehacíamuchoquesehabíaido.—¿Cómo?—preguntéconbrusquedad.—Debidoasusheridas—espetóReginald—.Míralo,hombre.ElrostrodeDigweederaunamáscaradesangreseca.Laropaestabamanchada

deella.Elhombredelcuchillolehabíahechosufrir,esoeracierto.—Estabavivocuandomemarché.—Yestabavivocuandoyollegué,malditasea—seindignóReginald.—Almenosdimequetedijoalgo.Bajólamirada.—Antesdemorirdijoquelosentía.Conunfrustradosusurrodemiespada,tiréunatazaalachimenea.—¿Esofuetodo?¿Nomencionónadadelanochedelataque?¿Nodionombres?—Malditos sean tus ojos, Haytham. Malditos sean tus ojos, ¿crees que yo le

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maté? ¿Creesquehevenidohasta aquí, quehedesatendidomisotrosdeberes soloparaveraDigweedmuerto?Deseabaencontrarletantocomotú.Loqueríavivotantocomotú.

Eracomosisintieraendurecérsemetodoelcráneo.—Lodudomucho—solté.—Bueno,¿quélehapasadoalotro?—preguntóReginald.—Hamuerto.Reginaldlucíaunaexpresiónirónica.—Oh,entiendo.¿Ydequiénhasidolaculpaexactamente?Leignoré.—ElasesinosellamabaBraddock.Reginaldsesobresaltó.—¿Enserio?Enelclarohabíaguardado lospapelesenmiabrigoy los saquéenunpuñado,

comolacabezadeunacoliflor.—Ten,sudocumentacióndereclutamiento.EstáenlosGuardiasdeColdstream,

bajolasórdenesdeBraddock.—Pero eso no tiene nada que ver, Haytham. Edward tiene una fuerza de mil

quinientoshombresymuchosdeellossealistaronenelcampo.Estoysegurodequetodosycadaunodeellos tienenunpasadodespreciableyseguroqueEdwardsabemuypocodeeso.

—Aunasí, esunacoincidencia, ¿nocrees?El tenderodijoqueambos llevabanuniformesdelEjércitoBritánicoysupongoqueel jinetequevimosestácaminodereunirse con ellos. Nos saca… ¿Cuánto? ¿Una hora de ventaja? No tardaré enalcanzarle.BraddockestáenlaRepúblicaHolandesa,¿no?Allísedirigirá,devueltaconsugeneral.

—Tencuidado,Haytham—dijoReginald.Elacerosearrastróasusojosysuvoz—.Edwardesamigomío.

—Nuncamehagustado—dijeconunligeroairedeinsolenciainfantil.—¡Tonterías! —explotó Reginald—. Es una opinión que te formaste de niño

porque Edward no mostraba la deferencia a la que estabas acostumbrado. Deboañadirquehacíatodoloposibleporllevarantelajusticiaalosasesinosdetupadre.Déjamedecirte,Haytham,queEdwardsirvealaOrden,esunfielservidorysiemprelohasido.

Medilavueltaparamirarleysemequedóenlapuntadelalengua:«Pero¿noerami padre un Asesino?» cuando me detuve. Una… sensación o mi instinto —mecuestaespecificarqué—mehizodecidirnorevelaresainformación.

Reginaldmeviohacerlo,violaspalabrasapiladasdetrásdelosdientesyquizásinclusoviolamentiraenmisojos.

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—El asesino —insistió— ¿dijo algo más? ¿Fuiste capaz de extraerle másinformaciónantesdequemuriera?

—TansololamismaquepudistesacarletúaDigweed—respondí.Habíaunacocinillaenunextremodelacabañayjuntoaellaunatabladecortar,

dondehallépartedeunabarradepan,quememetíenelbolsillo.—¿Quéestáshaciendo?—quisosaberReginald.—Cogiendotodaslasprovisionesposiblesparamiviaje,Reginald.Habíatambiénuncuencoconmanzanas.Lasnecesitaríaparamicaballo.—Panduro.¿Unasmanzanas?Noessuficiente,Haytham.Almenosvuelveala

ciudadparacomprarcomida.—No hay tiempo, Reginald—dije—. Y, de todas formas, la persecución será

breve.Mellevapocaventajaynosabequelepersiguen.Conunpocodesuertepodréalcanzarleantesdequenecesiteprovisiones.

—Podemoscomprarcomidaporelcamino.Puedoayudarte.Peroledetuve.Ibaairsolo,ledije,yantesdequepudieraprotestar,montéenmi

corcel y comencé a cabalgar en la dirección que vi tomar al hombre de orejaspuntiagudas,conlaesperanzadeatraparleenpocotiempo.

Pero quedó aplastada. Cabalgué deprisa, pero al final anocheció; se hizo muypeligroso continuar porque me arriesgaba a herir a mi caballo. De todas formas,estabaagotado,asíquearegañadientesdecidídetenermeparadejarlodescansarunascuantashoras.

Y mientras estoy aquí sentado escribiendo, me pregunto por qué, después detodosestosañosenlosqueReginaldsehaportadocomounpadreparamí,comounmentor,untutoryunguía,¿porquéhedecididoirsolo?¿Yporquénolehereveladoloquehedescubiertosobremipadre?

¿Hecambiado?¿Hacambiadoél?¿Ohacambiadoelvínculoquenosunía?La temperatura ha descendido.Mi corcel—me parecía que le debía poner un

nombreporcómomeacariciaconelhocicoparapedirmeunamanzanaylehepuestoRasca—estátumbadojuntoamí,conlosojoscerrados,yparecesatisfechomientrasescriboenmidiario.

Pienso en lo queReginald y yo hemos hablado.Me pregunto si tiene razón alponerendudaalhombreenquemeheconvertido.

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15dejuliode1747

Me levanté temprano aquellamañana; en cuanto se hizo de día, removí las brasasapagadasdelfuegoymontéaRasca.

La persecución continuaba. Mientras cabalgaba le daba vueltas a lasposibilidades. ¿Por qué el de orejas puntiagudas y el hombredel cuchillo ibanporcaminosdiferentes?¿Ambostenían la intencióndeviajara laRepúblicaHolandesapara reunirse con Braddock? ¿Estaría el de orejas puntiagudas esperando que sucómplicelealcanzara?

Noteníamaneradesaberlo.Tansolopodíaesperarque,fuerancualesfuesensusplanes,elhombrequeteníadelanteignoraraqueleestabapersiguiendo.

Perosinolosabía—¿eraposible?—,entonces¿porquénolograbaalcanzarle?Ycabalgué rápidoperoa ritmoconstante, conscientedeque tropezarmeconél

demasiadorápidoseríaigualdedesastrosoquenoatraparlonunca.Trescuartosdehoramás tarde lleguéaun lugardondeélhabíadescansado.Si

presionaba aRasca más tiempo, ¿le sorprendería? ¿Le cogería desprevenido? Mearrodilléparanotarelmortecinocalordelfuego.Amiizquierda,Rascacogióconelhocicoalgoenelsuelo,untrozodesalchicha,ymiestómagosequejó.Reginaldteníarazón.Mi presa iba muchomejor equipada para aquel viaje que yo, con tan solomediabarradepanyunasmanzanas.Memaldijeamímismopornohaberrevisadolasalforjasdesucompañero.

—Vamos,Rasca—dije—.Vamos,chico.Durante el resto del día cabalgué, y la única vez que bajé el ritmo fue cuando

saquéelcatalejodemibolsilloparaescudriñarelhorizonte,buscandoalgúnindiciodemipresa.Continuódelantedemí.Todoeldía.Hastaque,cuandolaluzcomenzóaperder intensidad, empecé a preocuparme por si lo había perdido. Tan solo mequedabaesperarnoequivocarmeensudestino.

Al final nome quedó otra opción que volver a descansar, acampar, hacer unahoguera,dejaraRascadescansaryrezarpornohaberleperdidoelrastro.

Ymientrasestoyaquísentado,mepreguntoporquénoheconseguidoalcanzarlo.

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Cuandomedespertéestamañanafueconundestellodeinspiración.Porsupuesto.EldeorejaspuntiagudaseramiembrodelejércitodeBraddockyelejércitodeBraddocksehabíaunidoa las fuerzasbajoelmandodelpríncipedeOrangeen laRepúblicaHolandesa,queeradondedebíadeestareldeorejaspuntiagudas.Larazónporlaqueseapresurabaeraporque…

Porquesehabíafugadoyestabacorriendopararegresar,supuestamenteantesdequedescubrieransuausencia.

Loque significabaque supresenciaen laSelvaNegranopodíaestar aprobadaoficialmente. Lo que significaba que Braddock, como teniente coronel, no teníaconocimientodeello.Oprobablementenosabíanada.

Lo siento,Rasca. Volví a ponerlo al límite—sería el tercer día sucesivo— yadvertílocansadoqueestaba,elagotamientoquelehacíairmáslento.Aunasí,enmenosdemediahorallegamosalosrestosdelcampamentodeldeorejaspuntiagudasy,estavez,enlugardedetenermeacomprobarlasbrasas,espoleéaRascaparaquecontinuaraysolo lodejédescansaren lasiguientecima,dondeparamosysaquéelcatalejo para inspeccionar la zona que teníamos delante, cuadrado a cuadrado,centímetroacentímetro,hastaquelovi.Allíestaba,unaminúsculamotaquesubíalacolinadeenfrenteyeraabsorbidaporunaarboledamientrasobservaba.

¿Dónde estábamos? No sabía si habíamos atravesado o no la frontera de laRepúblicaHolandesa. Llevaba dos días sin ver ni un alma, ni tampoco había oídonadasalvoelsonidodeRascaymipropiarespiración.

Pronto aquella situación iba a cambiar.Espoleé aRasca y unos veinteminutosdespués estaba entrando en el mismo grupo de árboles por el que había vistodesaparecer a mi presa. Lo primero que vi fue un carro abandonado. Cerca, conmoscasavanzandolentamenteporunosojosciegos,seencontrabaelcadáverdeuncaballo y Rasca, al verlo, se encabritó un poco, asustado. Como yo, se habíaacostumbradoalasoledad:solonosotros,losárbolesylospájaros.AquíderepenteestabaeldesagradablerecordatoriodequeenEuropaunonoestánuncaalejadodelconflicto,alejadodelaguerra.

Ahora cabalgábamos más despacio, íbamos con cuidado entre los árboles ycualquierotroobstáculoconelquenospudiéramostopar.Conformeavanzábamos,elfollajecadavezestabamásennegrecido,rotoopisoteado.Habíahabidoacciónporallí,esoestabaclaro.Comencéavercuerposdehombres,miembrosseparadosyojosmuertos de mirada fija, sangre oscura y lodo que cubría los cadáveres anónimosexceptoporlosuniformes:blancos,losdelejércitofrancés;azules,losdelholandés.Vi espadas, bayonetas y mosquetes rotos, no se había salvado nada de utilidad.Cuando aparecí en el límite forestal, estábamos enun campo, el campodebatalla,

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donde encontré más cadáveres. Era evidente que tan solo había sido una pequeñarefriega, por las características de una guerra, pero, aun así, era como si lamuerteestuvierapresenteentodaspartes.

No podía afirmar con seguridad hacía cuánto había tenido lugar, pero habíapasado el tiempo suficiente para que los carroñeros se hicieran con el campo debatalla,peronolobastantecomoparaquehubieranretiradoloscuerpos;calculéqueun día a juzgar por el estado de los cadáveres y el manto de humo que todavíacolgaba sobre lospastos,unamortaja, como lanieblamatutina,peroconun fuerteolorapólvoraenelambiente.

Aquíelbarroeramásespeso,serevolvíajuntoaloscascosylospies,ycuandoRasca comenzó a pasar apuros, lo llevé hacia un lado para intentar rodear elperímetro del campo. Entonces, justo cuando tropezó en el lodo y casi me tira alsuelo, vi al de orejas puntiagudas delante de nosotros. Nos separaba el campo debatalla,talvezunkilómetro,yeraunafigurapocodefinida,quetambiénseesforzabapor cruzar el terreno pringoso. Su caballo debía de estar tan agotado como elmíoporque el hombre había desmontado y trataba de tirar de las riendas, mientrasproferíamaldicionesqueapenasatravesabanelcampo.

Saqué el catalejo para echarle un vistazo. La última vez que le había visto decercahabíasidohacíadoceañosy llevabaunamáscara,por loqueme imaginé—incluso, esperé—que la primera auténticamirada que le echara contendría algunaclasederevelación.¿Mereconocería?

No.Noeramásqueunhombreavejentadoycanoso,comosucompañero,sucioyagotadoporelviaje.Almirarleenaquelmomentonosemerevelónada.Laspiezasno encajaron. Era tan solo un hombre, un soldado británico, como el que habíamatadoenlaSelvaNegra.

Leviestirarelcuellomientrasmemirabaatravésdelabruma.Sacóuncatalejode su abrigo y por unos instantes ambos nos estudiamos a través de nuestrostelescopios, luegoobservécómocorríahastaelmorrodesucaballoyconunvigorrenovadotiródelasriendas,almismotiempoquemelanzabamiradasdesdeelotroextremodelcampo.

Me había reconocido.Bien.Rasca se había vuelto a poner en pie y lo empujéhasta donde el suelo era un poco más duro. Por fin éramos capaces de avanzar.Delante de mí, cada vez distinguía mejor al de orejas puntiagudas y podía ver elesfuerzo en su rostro mientras tiraba de su propio caballo. Entonces advirtió queestabaatascadoyyoacortabaladistancia;estaríaencimadeélencuestióndeunossegundos.

Yentonceshizoloúnicoquepodíahacer.Soltólasriendasyempezóacorrer.Enaquelmomento,elmargenquenosrodeabacedióabruptamenteyaRascaotravezleresultódifícilmantenersedepie.Conunrápido«gracias»entresusurrosmebajéde

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élparacontinuarlapersecuciónapie.Losesfuerzosdelosúltimosdíasmehabíanaplastadodetalformaqueparecían

hundirme.Elbarroabsorbíamisbotasycadapasoimpedíamicarrera;mispulmonestomaban aire de manera irregular, como si estuviera inhalando arena. Todos losmúsculosgritabanenprotestaporeldolor,mesuplicabanquenocontinuase.Tansolomequedabaesperarquemiamigo,eldeallídelante, loestuvierapasando igualdemal, e incluso peor, porque lo único que me animaba a seguir, lo único que memanteníalaspiernasenmovimientoyhacíaqueelpechoseinflaraporbocanadasdeaireirregulares,eraelconocimientodequeestabasalvandoladistanciaentreambos.

Miróhaciaatrásyyoyaestabalobastantecercaparaverqueabríalosojosdeparenparporelmiedo.Ahoranollevabamáscara.Nadatrasloqueesconderse.Apesardel dolor y el agotamiento, le sonreí y sentí los labios secos y cuarteados que seretirabansobrelosdientes.

Noaflojóelritmo,gruñendoporelesfuerzo.Habíaempezadoallover,unasgotasqueleotorgabanaldíaunacapaextradebruma,comosiestuviéramosatrapadosenunpaisajepintadoacarboncillo.

Volvióaarriesgarotramiradahaciaatrásysediocuentadequeestabamáscercaahora;estavezsedetuvoparadesenvainarlaespada,lasostuvoconambasmanosyloshombroscaídos, respirandocondificultad.Parecíaagotado.Teníaelaspectodeun hombre que había pasado día tras día cabalgando a toda velocidad, sin apenasdormir.Teníaelaspectodeunhombrequeesperabaserderrotado.

Pero me equivocaba. Me estaba atrayendo hacia él y, como un tonto, me lotragué;acontinuacióntropecéhaciadelanteymecaícuandoelsuelocedió,yendoapararaunagrancharcadeespesoyrezumantelodoquemedetuvoenseco.

—Oh,Dios—dije.Mis pies desaparecieron, luego los tobillos, y antes de darme cuenta, estaba

hundidohastalasrodillasytirabadelaspiernascomoundesesperado,paraintentarliberarme, al tiempo que me sujetaba al suelo firme con una mano para intentarmantenermiespadaalzadaconlaotra.

Dirigí la vista hacia el de orejas puntiagudas y ahora le tocaba a él sonreír,mientras se acercaba con su espada para asestar un golpe con ambas manos, confuerzapero torpemente.Conungruñidodeesfuerzoyuncírculodeacero, choquécontrasuataquey loparé,haciéndole retrocederunpardepasos.Después,cuandoperdió el equilibrio, saqué uno de los pies del lodo, y mi bota dejó al aire miscalcetines blancos, sucios, pero relucientes en comparación con la tierra que merodeaba.

Alverdesperdiciadasuoportunidad,eldeorejaspuntiagudasvolvióaarremeter,estavezatacandoconlaespada,ymedefendíunaydosveces.Porunsegundosolose oyó el repiqueteo del acero, los gruñidos y la lluvia, que ahora caía con fuerza

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sobreelbarro,yyoensilencioledabagraciasaDiosporquesusreservasdeastuciasehubieranagotado.

¿Ono?Alfinalsediocuentadequemehabríaderrotadoconmásfacilidadsisehubiesecolocadodetrásdemí,peroviloqueteníaenmenteylediconlaespadaenla rodilla, justo por encima de la bota, lo que le echó hacia atrás, gritandoagónicamente.Conunalaridodedoloryhumillación,sepusoenpie,empujado talvez por la indignación de no haberse llevado la victoria tan fácilmente, y dio unapatadaconsupiebueno.

Selocogíconmiotramanopararetorcérselotantocomopude,lobastanteparahacerledarvueltasyqueterminaseconlacaraenellodo.

Intentóapartarse,perofuedemasiadolento,oestabamuyaturdido,yleclavélaespadaenlapartetraseradelmuslo,hastaelsuelo,paradejarloallísujeto.Almismotiempousé la empuñadura comoagarreyme impulsépara salir delbarro, dejandoatrásmisegundabota.

Gritóyse retorció,peroestaba inmovilizadopor laespadaque leatravesaba lapierna.Mipesosobreélalutilizarlaespadacomopalancaparasalirdellododebiódeser insoportableychillódedolor,con losojosenblancodentrodesuscuencas.Aunasí,movió,desesperado,suespadamientrasyoestabadesarmado,demodoquemientrascaíasobreél,comounpezsacadodelagua,lahojamealcanzóunladodelcuelloyabrióunaheridaporlaquesaliósangrecalientesobrelapiel.

Llevélasmanoshacialassuyasyderepentenospusimosalucharporlaposesióndelaespada.Peleamosacompañadosdegruñidosymaldiciones,cuandopordetrásoíalgo; estaba seguro de que era el sonido de unas pisadas que se acercaban.Luegounasvoces.Alguienhablabaenholandés.Soltéunimproperio.

—No—dijounavozymedicuentadequeeralamía.Éltambiéndebiódeoírla.—Llegasdemasiadotarde,Kenway—rugió.Lospasosdetrásdemí.Lalluvia.Mispropiosgritos:«No,no,no»,mientrasuna

vozdecíaeninglés:«Tú,detente».Me retiré del hombre con orejas puntiagudas y di un puñetazo de frustración

sobre el barromojadomientrasme incorporaba, ignorando el sonido de su dura eirregularrisaaltiempoquemeponíadepieparaenfrentarmealastropasquehabíanaparecido de entre la niebla y la lluvia, intentando mantenerme erguido mientrasdecía:

—Me llamo Haytham Kenway y soy un colega del teniente coronel EdwardBraddock.Exijoquesemeentregueaestehombreencustodia.

Larisaqueoíacontinuaciónnoestoysegurodesiprovinodelhombreconorejaspuntiagudas,queyacíaaúnclavadoenelsuelo,otalvezdeunodelosgrupitosdelastropasquehabíanaparecidodelantedemí,comoespectrosrepartidosporelcampo.

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Vielbigotedelcomandanteyunachaquetacruzada,suciaymojada,adornadaconunosgalonesempapadosquealgunavezhabíansidodecolordorado.Levilevantaralgo, algo que parecía destellar en mi línea de visión, y me di cuenta de quemeestabagolpeandocon la empuñadurade suespadaun instanteantesdeque tomaracontactoyyoperdieralaconciencia.

***No mataban a los hombres inconscientes. Eso no sería noble. Ni siquiera en unejércitobajolasórdenesdeltenientecoronelEdwardBraddock.

Así que lo siguiente que sentí fue agua fría salpicándome el rostro, ¿o era unapalma abierta en mi cara? Fuera como fuese, me despertaron con brusquedad ymientras recuperaba el sentido, pasé unmomento preguntándomequién era, dóndeestaba…

Yporquéteníaunasogaalrededordelcuello.Yporquéteníalosbrazosatadosalaespalda.Estaba enun extremodeunaplataforma.Ami izquierdahabía cuatrohombres

que, como yo, lucían una soga al cuello. Mientras observaba, el hombre que sehallabaenelladoizquierdosesacudióytembló,dandopatadasenelaire.

Seoyóungritoahogadodelantedemíymedicuentadequeteníamospúblico.Yanoestábamosenelcampodebatalla,sinoenunpequeñopradodondesehabíanreunido unos cuantos hombres. Lucían los colores del Ejército Británico y lossombreros de piel de oso de los Guardias de Coldstream, y sus rostros estabancenicientos. Estaban allí a regañadientes; sin duda, se les había obligado a mirarmientraselpobredesgraciadodelfinaldelahileradabasusúltimaspatadas,conlabocaabiertaylapuntadelalengua,quesangrabatrashabérselamordido,afuera,altiempoquelamandíbulasemetíahaciadentroparaintentartragaraire.

Continuó retorciéndoseypataleando, sacudiendo con su cuerpo el cadalso, querecorríalalongituddelaplataformaporencimadenuestrascabezas.Alcélamiradayvimipropiasogaallíatada,bajélosojosymevilospies,mispiesencalcetines.

Hubo un silencio. Tan solo se oyó el sonido del hombre colgado al morir, elcrujidodelasogayelquejidodelcadalso.

—Esoesloqueocurrecuandoeresunladrón—chillóelverdugo,señalándole,yluego se acercó al segundo hombremientras le decía a la multitud inmóvil—: Teencontrarás con tu creador al final de la cuerda, son órdenes del teniente coronelBraddock.

—ConozcoaBraddock—gritéderepente—.¿Dóndeestá?Traedloaquí.—¡Tú, a callar!—vociferó el verdugomientras me señalaba con el dedo y al

mismotiemposuayudante,elhombrequemehabía tiradoaguaa lacara,apareciópor laderechayvolvióaabofetearme, soloqueestaveznoparaque recuperaraelsentidosinoparaacallarme.

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Gruñí e intenté desatarme la cuerda que me retenía las manos, pero no condemasiadaenergía,puespodíaperderelequilibrioycaerdeltaburetesobreelquemeapoyabatanpeligrosamente.

—MellamoHaythamKenway—dije,conlasogaclavándosemeenelcuello.—¡He dicho que cierres el pico! —rugió el verdugo por segunda vez y su

ayudantevolvióagolpearme,contantafuerzaquecasimetiradeltaburete.Porprimeravezvialsoldadoqueestabaamiizquierdainmediataymedicuenta

de quién era. Se trataba del de orejas puntiagudas. Tenía un vendaje negro por lasangrealrededordelmuslo.Memiróconojosturbiosdepárpadoscaídosyunalentaypobresonrisaenelrostro.

Paraentonceselverdugoyahabíaalcanzadoalsegundohombredelafila.—Este hombre es un desertor —gritó—. Dejó morir a sus compañeros. A

hombrescomovosotros.Osdejómorir.Decidme,¿cuáldeberíasersucastigo?Sinmuchoentusiasmo,loshombresrespondieron:—Colgadlo.—Sivosotroslodecís…Elverdugosonrióconsuficienciayretrocedió.Plantóelpieenlaregiónlumbar

delcondenadoyempujó,saboreandolareacciónderepugnanciadeloshombresquemiraban.

Sacudí la cabeza para quitarme de encima el dolor del golpe asestado por elayudanteycontinuéforcejeandojustocuandoelverdugollegóalsiguientehombre,lehizoalamultitudlamismapreguntayrecibiólamismarespuestadébilydiligente,traslaquediomuertealpobreinfeliz.Laplataformatemblóyseagitómientraslostreshombrescolgabandelextremodesussogas.Sobremicabeza,elcadalsocrujióy,almirarhaciaarriba,viquelasjuntasseseparabanunpocoantesdevolverseaunir.

Acontinuaciónelverdugollegóalhombredeorejaspuntiagudas.—Este hombre…, este hombre disfrutó de una pequeña estancia en la Selva

Negraypensóquepodríaregresarahurtadillassinserdescubierto,peroseequivocó.Decidme,¿cómodeberíamoscastigarle?

—Colgadle—mascullólamuchedumbresinentusiasmo.—¿Creéisquedebemorir?—gritóelverdugo.—Sí—contestólamultitud.Pero vi que subrepticiamente algunos de ellos negaban con la cabeza y había

otros,quebebíandepetacasdecuero,queparecíanmuycontentoscontodoaquello,comoloestaríacualquieraalquehubiesensobornadoconcerveza.Dehecho,¿seríala explicación al aparente estupor del de orejas puntiagudas? Seguía sonriendo,incluso cuando el verdugo se colocó detrás de él para plantarle el pie en la regiónlumbar.

—¡Hallegadoelmomentodecolgaraundesertor!—gritó.

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Yleempujóalmismotiempoqueyoexclamé:—¡No!—Tirédemisataduras,tratandodesesperadamentedeliberarme—.¡No,

tiene que vivir! ¿Dónde está Braddock? ¿Dónde está el teniente coronel EdwardBraddock?

Elayudantedelverdugoaparecióantemisojos,sonriendoatravésdeunabarbaáspera,sinapenasdientesenlaboca.

—¿Esquenohasoídoalhombre?Tehadichoquecierreselpico.Yvolvióaprepararelpuñoparagolpearme.Peronotuvooportunidad.Mispiernassalierondisparadas,retiraroneltaburetey

acontinuaciónseenroscaronenelcuellodelayudante,cruzadasporlostobillosparaapretarconfuerza.

Gritó.Leapretémásfuerte.Sualaridoseconvirtióenunsonidoestranguladoyelrostro comenzó a enrojecerse cuandome cogió con lasmanos las pantorrillas paraintentarsepararlas.Tirédeunladoaotro,sacudiéndolocomounperroasupresaenlasmandíbulas,casilevantándoledelsuelo,tensandolosmúsculosdelosmuslosaltiempoqueintentabamanteneralejadodemicuelloelpesodelasoga.Noobstante,amilado,eldeorejaspuntiagudasseretorcía,colgadodesusoga.Lalenguasobresalíaen los labiosy susojos lechosos se le saltabande lascuencas,comosiestuvieraapuntodeexplotarleelcráneo.

El verdugo se había colocado al otro extremo de la plataforma y tiraba de laspiernas de los hombres colgados para asegurarse de que estaban muertos, pero elalborotoalotroladollamósuatencióny,almirar,vioasuayudanteatrapadoenmispiernas.Seacercóanosotrosatodavelocidad,maldiciendomientrasllevabalamanoalacinturaparadesenvainarsuespada.

Conungritodeesfuerzo, retorcíelcuerpoyapreté laspiernasparaarrastraralayudanteconmigo,yseprodujounmilagroalcalcularelmovimiento,demodoquesucuerpochocóconeldelverdugocuandoestenosalcanzó.Elverdugogritóycayódelaplataformademalamanera.

Delante de nosotros los hombres estaban boquiabiertos por la impresión yningunosemovióparainvolucrarse.

Apreté las piernas incluso conmás fuerzayobtuveun chasquido crujiente quevenía del cuello del ayudante.Comenzó a salirle sangre de la nariz yme soltó unpoco los brazos. Volví a retorcerme y grité cuando mis músculos protestaron alapretarle,estavezhaciaelotroladoparagolpearlecontraelcadalso.

Elcadalsoqueseagitaba,crujíaysedesmoronaba.Crujióy sequejóunpocomás.Conunúltimoesfuerzo—nomequedabamás

energíaysiestonofuncionaba,allíibaamorir—,volvíallevaralhombrecontraelcadalso y, esta vez, por fin, cedió. Al mismo tiempo que comenzaba a sentir queperdía el conocimiento, como sime taparan lamente con un velo negro, noté una

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presiónenelcuelloquederepenteserelajócuandoelsoportecayóalsuelodelantedelaplataforma,eltravesañoseinclinóylamismaplataformasevinoabajoporelpesorepentinode loshombresy laestructura,cayendoconel fuerteestrépitode lamaderaalastillarse.

Miúltimopensamientoantesdequedarmeinconscientefue:«Porfavor,queestévivo»,ymisprimeraspalabrasal recuperarelsentidodentrode la tiendaen laqueahoraestoytumbadofueron:

—¿Estávivo?***

—¿Quiénestávivo?—preguntóeldoctor,queteníaunbigotedeaspectodistinguidoyunacentoquesugeríaqueerademásaltacunaquemuchos.

—El hombre de orejas puntiagudas —respondí e intenté incorporarme, peroencontréunamanoenmipechoquemeayudóatumbarmeotravez.

—Metemoquenotengonilamásremotaideadeloqueestáhablando—dijo,nosin amabilidad—.Heoído que conoce al teniente coronel.Tal vez él sea capaz deexplicárselotodocuandollegueporlamañana.

Porlotanto,mehequedadoaquísentado,escribiendosobrelosacontecimientosdeldía,yesperandomiaudienciaconBraddock…

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17dejuliode1747

Parecíaunaversiónmásgrandeeinteligentedesushombres,contodoelportequeimplicabasurango.Susrelucientesbotasnegras le llegabana larodilla.Vestíaunalevitaconunribeteblancosobreunatúnicaoscurayabotonada,llevabaunpañueloblanco al cuello, y del grueso cinturón de cuero marrón en la cintura colgaba suespada.

Llevaba el pelo peinado hacia atrás y recogido con una cinta negra. Tiró susombreroenunamesillaal ladode lacamadondeyoyacía,puso lasmanosen loslabios y se me quedó observando con aquella profunda mirada anodina que yoconocíabien.

—Kenway—se limitó a decir—.Reginald nome avisó de que tenías previstoreunirteconmigo.

—Fueunadecisiónimprevista,Edward—contestéydeprontomesentíjovenensupresencia,casiintimidado.

—Entiendo—dijo—.Pensasteendarteunavueltaporaquí¿verdad?—¿Cuántotiempollevoaquí?—pregunté—.¿Cuántosdíashanpasado?—Tres —respondió Braddock—. El doctor Tennant estaba preocupado por la

fiebre. Según él, un hombre más débil no habría sido capaz de superarla. Tienessuertedeestarvivo,Kenway.Notodoelmundoescapadelahorcaydeunafiebre.Tambiénfuisteafortunadoporquemeinformarondequeunodeloshombresalqueibanacolgarpreguntabapormípersonalmente;delocontrario,mishombreshabríanterminadoeltrabajo.Yavescómocastigamosalosdelincuentes.

Me llevé lamano al cuello, que estaba vendado por la lucha con el de orejaspuntiagudasytodavíamedolíadelaquemaduraconlasoga.

—Sí,Edward,heexperimentadodirectamentecómotratasatushombres.Suspiró,indicóaldoctorTennantconlamanoquesefuera,elhombreseretiróy

cerró la entradade la tienda.Braddock se sentó con todo supesoypusounabotasobrelacamacomosiesoindicaraqueteníaderechosobreella.

—Nosonmishombres,Kenway,sinocriminales.Teentregóunholandésquetehalló en compañía de un desertor, un hombre que se ausentó con un compañero.Naturalmente,supusieronqueseríastú.

—¿Yquéhasidodeél,Edward?¿Quéhasidodelhombrequeestabaconmigo?—Eraesehombreporelqueestabaspreguntando,¿no?Porelquediceeldoctor

Tennantqueestásmuy interesado.¿Cómodijoque lo llamabas?¿«Elde lasorejaspuntiagudas»?

Nopudoevitareltonodesdeñosoensuvozaldecirlo.—Ese hombre, Edward, estaba enmi casa la noche del ataque. Es uno de los

hombres a los que hemos estado buscando los últimos doce años.—Lemiré con

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acritud—.Ymeloheencontradoalistadoentuejército.—Claro,enmiejército.¿Yquépasa?—Menudacoincidencia,¿nocrees?Braddocksiempreteníaelceñofruncido,peroahoralofruncióaúnmás.—¿Por qué no olvidas esas insinuaciones, chico, y me dices qué tienes en la

cabeza?Porcierto,¿dóndeestáReginald?—LedejéenlaSelvaNegra.Sindudaestaráyaamediocaminodecasa.—¿Para continuar su investigación sobre mitos y cuentos populares? —dijo

Braddockconundespectivomovimientoenlosojos.Alverlo,mesentíextrañamentefielaReginaldysusinvestigaciones,apesarde

mispropiasdudas.—Reginald creeque si somos capacesdedescifrar los secretos del almacén, la

Orden sería más poderosa que en las Cruzadas, tal vez más poderosa que nunca.Estaríamospreparadosparagobernarlotodo.

Pusounaexpresióndecansancioydisgusto.—Sideverdadcreeseso,eres tan tontoe idealistacomoél.Nonoshacenfalta

magianitrucosparanuestracausa,necesitamosacero.—¿Porquénousarambascosas?—razoné.Seinclinóhaciadelante.—Porqueunadeellasesunaabsolutapérdidadetiempo,poreso.Lemiréalosojos.—Puede.Sin embargo, no creoque lamejormaneradeganar lasmentesy los

corazonesdeloshombresseaejecutándolos,¿no?—Repito,basura.—Pero¿lehanmatado?—¿Atuamigo?Perdona,¿cómoera?¿«Eldeorejaspuntiagudas»?—Tus burlas nome afectan, Edward. Tus burlas son paramí lomismo que tu

respeto,queesigualanada.PuedequecreasquemetolerassoloporReginald.Pueste aseguro que el sentimiento es totalmente mutuo. Bueno, dime si el de orejaspuntiagudasestámuerto.

—Murióenelcadalso,Kenway—contestó—.Tuvolamuertequesemerecía.Cerrélosojosyporunsegundomequedéallítumbado,conscientedenadasalvo

de mi propio… ¿Qué? Un repugnante y espantoso caldo de dolor, enfado yfrustración;dedesconfianzayduda.Consciente,asimismo,delpiedeBraddockenmicama,deseandoatacarleconunaespadaparasacarloparasiempredemivida.

Aunqueesaerasuformadeactuar,¿cierto?Nolamía.—Asíqueestabaallíesanoche,¿eh?—preguntóBraddocky¿acasopercibíun

ligero tonodeburlaen suvoz?—.Fueunode los responsablesdel asesinatode tupadre y durante todo este tiempo ha estado entre nosotros y no lo sabíamos. Una

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amargaironía,¿nocrees,Haytham?—Puessí.Unaironíaounacoincidencia.—Tencuidado,muchacho,ahoranoestáReginaldaquíparasacartelascastañas

delfuego,¿sabes?—¿Cómosellamaba?—ComocientosdehombresenmiejércitosellamabaTomSmith.TomSmithdel

campo. No sabemos mucho más de ellos. Un prófugo, probablemente por causascivilesotalvezpormataralhijodeunterratenienteenundueloodesfloraralahijadel hacendado, o quizá por retozar con su esposa. ¿Quién sabe? No hacemospreguntas. Si me preguntas si me sorprende que uno de los hombres a los queperseguíamosestuvieraenmiejércitotodoestetiempo,entoncestediréqueno.

—¿Teníaamigosenelejército?¿Alguienconquienpuedahablar?Lentamente,Braddockquitóelpiedemicatre.—ComoCaballeroeres librededisfrutardemihospitalidadaquíypuedes,por

supuesto,realizartuspropiasindagaciones.Esperoqueacambiopuedacontarcontuayudaenotrosasuntos.

—¿Aquéterefieres?—pregunté.—Los franceses han sitiado la fortaleza de Bergen op Zoom. Dentro están

nuestrosaliados:losholandeses,losaustriacos,loshannoverianosyloshessianos,ypor supuesto los británicos. Los franceses ya han abierto las trincheras y estáncavandounasegundatandadetrincherasparalelas.Prontocomenzaránelbombardeoalafortaleza.Tratarándehacerseconellaantesdelaslluvias.CreenquelesdarálaentradaalosPaísesBajos,ylosaliadospiensanquelafortalezatienequemantenerseatodacosta.Necesitamosatodosloshombresdisponibles.¿Tedascuentadeporquéno toleramos las deserciones? ¿Tienes valor para la batalla, Kenway, o estás tanconcentradoenlavenganzaquenopuedesayudarnosmás?

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TERCERAPARTE

1753,seisañosmástarde

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7dejuniode1753

—Tengountrabajoparati—dijoReginald.Asentí y esperé.Había pasadomucho tiempo desde la última vez que le había

vistoyteníalasensacióndequesupeticióndeencontrarnosnoeraunaexcusaparaponernos al día, aunque la cita fuese enWhite’s, dondenos sentamos a tomar unacerveza,yunaatentacamareraconmuchopecho—nohabíapodidoevitaradvertirlo—seofrecióatraernosmás.

En la mesa a nuestra izquierda, unos caballeros—los infames «jugadores delWhite’s»—jugabanunabulliciosapartidadedados,pero,apartedeellos,nohabíanadiemásenellocal.

No lehabíavistodesdeaqueldíaen laSelvaNegra,hacíaseisaños,ymuchascosas habían sucedido desde entonces.Al reunirme conBraddock en laRepúblicaHolandesa,habíaservidoconlosColdstreamsenelasediodeBergenopZoom,luegocontinué hasta elTratado deAix-la-Chapelle al año siguiente, quemarcó el fin deaquellaguerra.Después,mequedéconellosdurantevariascampañasparaayudaramantenerlapaz,loquemehabíaalejadodeReginald,cuyacorrespondenciallegabatantodesdeLondrescomodelcastilloenunbosquedelasLandas.Conscientedequepodían leermis cartas antes de que las enviase,mantuve vagami correspondenciamientrasenprivadoaguardabaelmomentoenelquepor finpudiera sentarmeconReginaldyhablardemismiedos.

Pero, al regresar a Londres y volver a la residencia de la plaza Queen Anne,descubríqueestabaocupado.Esofue loquemedijeron:sehallabaaisladoconsuslibros con John Harrison, otro Caballero de la Orden, que al parecer estaba tanobsesionado como él con los templos, los antiguos almacenes y las criaturasfantasmagóricasdelpasado.

—¿Recuerdas que vinimos aquí para mi octavo cumpleaños? —pregunté,deseandodealgúnmodopostergarelmomentoenquehabíaaveriguadolaidentidadde la persona que había matado a mi padre—. ¿Recuerdas lo que pasó afuera, elpretendienteexaltadodispuestoaadministrarjusticiaenlacalle?

Asintió.—Lagentecambia,Haytham.—Sí,túlohashecho.Ahoratepreocupanbásicamentetusinvestigacionesacerca

delaprimeracivilización—apunté.—Estoymuy cerca ya,Haytham—dijo, como si la idea le liberara del pesado

sudarioquellevaba.—¿PudistedescifrareldiariodeVedomir?Fruncióelentrecejo.—Desgraciadamente no, y no porque no lo intentara, te lo aseguro. O debería

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decir que aún no lo he conseguido, porque hay una descifradora de códigos, unaitaliana,miembrodelosAsesinos.Unamujer,¿telopuedescreer?Latenemosenelcastillofrancés,enlasprofundidadesdelbosque,perodicequenecesitaasuhijoparaquelaayudeadescifrarel libro,aunqueestellevadesaparecidounoscuantosaños.Personalmente,dudodeloquediceycreoquepodríaaveriguarloqueestáescritoeneldiario ella sola siquisiera.Creoquenosestáutilizandoparaque la ayudemosareencontrarseconsuhijo.Perohaaceptadotrabajareneldiariosilolocalizamosy,finalmente,lohemoshecho.

—¿Dóndeestá?—EnCórcega.Allíesdondetienesqueirabuscarlo.Asíquemehabíaequivocado.Nosetratabadeunasesinato,sinodeuntrabajode

niñera.—¿Qué?—preguntóalverlaexpresióndemirostro—.¿Creesqueespocacosa

para ti?Másbien locontrario,Haytham.Estaes la tareamás importanteque teheencomendado.

—No,Reginald—suspiré—,noloes;simplemente locreesasípor tumododepensar.

—¿Eh?¿Quéestásdiciendo?—Quetalveztuinterésenestohayasignificadoelabandonodeotrosasuntosen

otrolugar.Talvezhayasdejadofueradecontrolotrascuestiones…Perplejo,dijo:—¿Qué«cuestiones»?—EdwardBraddock.Pareciósorprendido.—Entiendo.Bueno,¿hayalgoquequierascontarmesobreél?¿Algoquemeestés

ocultando?Hiceunaseñaparapedirmáscervezaynuestracamareranoslatrajo,ladejócon

unasonrisaysemarchómeneandolascaderas.—¿Qué te ha dicho Braddock de sus movimientos en los últimos años? —le

preguntéaReginald.—Apenashe tenidonoticiasdeély tampoco lehevisto—respondió—.En los

últimos seis años solo nos hemos reunido una vez que yo recuerde y sucorrespondencia ha sido cada vez más esporádica. No aprueba mi interés por losPrimerosLlegadosy,adiferenciadeti,nohaocultadosusobjeciones.Porlovisto,discrepamosmucho sobre cuál es la mejor manera de propagar el mensaje de losTemplarios.Porlotanto,no,sémuypocodeél;dehecho,siquisierasaberalgodeEdward,meatrevoadecirquelepreguntaríaaalguienquehaestadoconéldurantesuscampañas—dijoconunaexpresiónsardónica—.¿Dóndecreesqueencontraríaaesapersona?

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—Habríasidounatonteríapreguntarme.—Mereí—.Sabesmuybienque,enloqueaBraddockserefiere,nosoyunobservadorespecialmenteimparcial.Comenzónogustándomeyahoraelhombreinclusomegustamenos,pero,antelaausenciademásobservacionesobjetivas,aquíestálamía:sehaconvertidoenuntirano.

—¿Yeso?—Por su crueldad, principalmente. Con los hombres bajo sus órdenes, pero

tambiénconlosinocentes.LohevistoconmispropiosojosylaprimeravezfueenlaRepúblicaHolandesa.

—Como Braddock trate a sus hombres es asunto suyo —dijo Reginald y seencogió de hombros—.Los hombres responden ante la disciplina,Haytham, ya losabes.

Neguéconlacabeza.—Hubounincidenteenparticular,Reginald,elúltimodíadelasedio.Reginaldsepusocómodoparaescuchar.—Adelante…Ycontinué:—Nos estábamos retirando. Los soldados holandeses nos amenazaban con los

puños,maldecíanalreyJorgepornoenviarmáshombresparaayudarnosaliberarlafortaleza.Larazóndeporquénollegabanrefuerzosladesconozco.Noestoysegurode que ninguno de los que estábamos dentro de aquellas paredes pentagonalessupiéramoscómocompetirconelataquefrancésqueeratanentregadocomobrutal,ytandespiadadocomocontinuo.

»Braddockteníarazón:losfranceseshabíancavadolíneasparalelasdetrincherasycomenzabanelbombardeodelaciudad,acercándosealosmurosdelafortaleza,yenseptiembreestabanyaallí,cavandominasbajolasfortificacionesparadestruirlas.

»Atacamoslaparteexteriordelosmurosparaintentarinterrumpirelasedio,perotodofueenvanohastaqueel18deseptiembrelosfrancesesseabrieroncaminoalascuatrode lamadrugada, simimemorianome falla.Cogierona las fuerzasaliadasechandounacabezadaynosinvadieronantesdequepudiéramosdarnoscuenta.Losfrancesesempezaronamataratodalaguarnición.Desdeluego,sabíamosquealfinalseliberaríandesumandoeinfligiríaninclusomásdañoenlospobreshabitantesdeaquel pueblo, pero la carnicería había empezado. Edward había conseguido unesquifeenelpuertoyhacíatiempohabíadecididoque,cuandollegaraeldíaenquelos franceses avanzaran, lo utilizaría para evacuar a sus hombres.Aquel día habíallegado.

»Nos dirigimos hacia el puerto, donde empezamos a supervisar la carga dehombres y provisiones que subían al esquife. Llevamos a unos mil cuatrocientoshombresalafortalezadeBergenopZoom,perolosmesesdeluchahabíanreducidoelnúmeroalamitad.Habíaespaciosuficienteenelesquife.Nomucho—noeraque

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pudiéramoshaberacogidoamuchospasajeros;desdeluegonoelnúmeroqueteníaqueserevacuadodelafortaleza—,perohabíaespacio.—MiréaReginald—.Loqueestoydiciendoesquepodríamoshabérnoslosllevado.

—¿Aquiénterefieres,Haytham?Lediunbuensorboamicerveza.—Unafamiliaseacercóanosotrosenelpuerto.Entreelloshabíaunancianoque

apenas podía caminar, y también niños. Un joven se acercó a nosotros parapreguntarmesihabíasitioenelbarco.Lerespondíquesíconlacabeza(noencontrémotivos para decirle lo contrario) y se lo pregunté a Braddock. Pero en vez dehacerles señas para que subieran al barco como yo esperaba, alzó una mano paraordenarles que se marcharan del puerto e hizo señas a sus hombres para que seapresurasena subiralbarco.El jovensequedó tansorprendidocomoyo,yabrí labocaparaprotestar,peroél llegóantesqueyo.Se le ensombreció la caray ledijoalgoaBraddockquenoalcancéaoír,peroobviamenteerauninsultodealgunaclase.

»Braddockmedijomástardequeelinsultofue“cobarde”.Noesquefueraunaafrentaofensivaydesdeluegonosemerecíaloqueocurrióacontinuación,cuandoBraddockdesenvainósuespadayselaclavóaljovenallímismo.

»Braddocklamayoríadeltiempotieneungrupodehombresasulado.Susdoscompañeros habituales eran el verdugo, Slater, y su ayudante, su nuevo ayudante,deberíaapuntar,puestoquematéalanterior.Sepodrían llamar susguardaespaldas.Porsupuestoestabanmáscercadeélqueyo.Nosémuybiensilooyeron,peroeranmuy fieles y protectores, y corrieron hacia él incluso cuando el cuerpo del jovencayó.Laemprendieronconlafamilia,Reginald,Braddockyesosdoshombres,ylosmataron: dos hombres, una anciana, una joven y, por supuesto, los niños, uno deellos, un bebé, un bebé que llevaban en brazos…—Noté cómo se me tensaba lamandíbula—.Fueunbañode sangre,Reginald, lapeoratrocidaddeguerraquehepresenciado,ymetemoquehevistomuchas.

Asintiócongravedad.—Entiendo. No me extraña que se te haya endurecido el corazón respecto a

Edward.Mereí.—¡Claro! Claro que se me ha endurecido. Todos somos hombres de guerra,

Reginald,peronosomosbárbaros.—Yaveo,ya.—¿Sí?¿Porfinloves?Braddockestáfueradecontrol.—¡Tranquilo, Haytham! ¿«Fuera de control»? Una cosa es que se le suba la

sangrealacabeza,perootramuydistintaesqueesté«fueradecontrol».—Trataasushombrescomoaesclavos,Reginald.Seencogiódehombros.

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—¿Y?Sonsoldadosbritánicos.Yaesperanqueselestrateasí.—Creo que se está apartando de nosotros. Esos hombres que le sirven no son

Templarios,trabajanporsucuenta.Reginaldasintió.—Los dos hombres de la Selva Negra ¿formaban parte del círculo cercano a

Braddock?Meloquedémirando.Leobservécondetenimientomientrasmentía.—Nolosé.Hubo una larga pausa y, para evitarmirarle a los ojos, bebí un buen sorbo de

cerveza y fingí admirar a la camarera, contento por cambiar de tema, cuandoReginaldporfinseinclinóhaciadelanteparadarmemásdetallesdemipróximoviajeaCórcega.

***Reginald y yo salimos deWhite’s y nos dirigimos a nuestros carruajes.Cuando elmíoestuvoaciertadistancia,diunosgolpecitoseneltechoparaquesedetuvieraymi cochero bajó, miró a izquierda y derecha para comprobar que nadie estuvieramirando,luegoabriólapuertaysereunióconmigodentro.Sesentóenfrentedemí,sequitóelsombreroparadejarloenelasientojuntoaélymemiróconojosbrillantesycuriosos.

—¿Ybien,señoritoHaytham?—dijo.Lemiré,respiréhondoymequedéobservandoatravésdelaventana.—Deboembarcarmeestanoche.VolveremosalaplazaQueenAnne,dondeharé

elequipaje,yluegoiremosdirectosalmuelle,sierestanamable.Sequitóunsombreroimaginario.—A su servicio, maestro Kenway, señor, me estoy acostumbrando a esto de

llevarle. Haymuchas esperas donde no se puede hacer gran cosa, pero, bueno, almenosno tengoa francesesoamisoficialesdisparándome.Dehecho,diríaque lafaltadetíosdisparándomeeslagranventajadeestetrabajo.

Avecesllegabaaserpesado.—Efectivamente,Holden—dije con el ceño fruncido para que se callara, algo

difícildelograr.—Bueno,detodasformas,señor,¿averiguóalgo?—Metemoquenadaenconcreto.Miré por la ventana, lidiando con sentimientos de duda, culpa y deslealtad,

preguntándomesihabíaalguienenquienconfiararealmente,alguienaquienlefueraahorafieldeverdad.

Irónicamente,lapersonaenlaquemásconfiabaeraHolden.Lehabíaconocidohacíaun tiempoen laRepúblicaHolandesa.Braddockhabía

cumplido con su palabra y me había permitido mezclarme con sus hombres para

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preguntarles si sabían algo de aquel tal «Tom Smith» que se había topado con lamuerte en el cadalso, pero no me llevé una sorpresa cuando mis investigacionesresultaroninfructuosas.NingúnhombredelosquepreguntéadmitiríaconoceraltalSmith, si es que Smith era su auténtico nombre… Hasta que una noche, oí unmovimientoenlapuertademitiendaymesentéenmicatreatiempodeveraparecerunafigura.

Erajoven,deunosveintitantosaños,conelpelorojizomuycortoyunasonrisanatural y picaruela. Resultaría ser el soldado JimHolden, un londinense, un buenhombrequequeríavercómosehacíajusticia.Asuhermanolehabíancolgadoeldíaenqueyohabíaestadoapuntodemorir.Lehabíanejecutadoporrobarestofado.Esoera todo loquehabíahecho, robaruncuencodeestofadoporqueestabamuertodehambre;enelpeordeloscasos,podríanhaberleazotado,perolecolgaron.Sugranerror,alparecer,habíasido robarleelestofadoaunode loshombresdeBraddock,unodesusmercenariosprivados.

Eso fue lo queHoldenme contó: que la fuerza demil quinientos hombres deGuardias de Coldstream estaba formada principalmente por soldados del EjércitoBritánicocomoélmismo,perodentrohabíauncuadromáspequeñodehombresquehabía seleccionadoBraddock:mercenarios.Esosmercenarios incluíanaSlatery suayudantey,lomáspreocupante,alosdosquehabíanidoacaballoalaSelvaNegra.

Ningunodeesoshombres llevabaelanillode laOrden.Eranmatonesdemanodura.MepreguntabaporquéBraddockhabría escogidogentede esa clasepara sucírculomáscercano,porquénoaCaballerosTemplarios.Cuantomástiempopasabaconél,máscreíaconocerlarespuesta:seestabaapartandodelaOrden.

MiréaHolden.Yohabíaprotestadoaquellanoche,peroeraunhombrequehabíavisto la corrupción en la organización de Braddock. Era un hombre que queríajusticia por su hermano y, por lo tanto, mis protestas no le importaban. Iba aayudarmeloquisieraono.

Estuve conforme, pero bajo el acuerdo de que su colaboración se mantuvierasiempreensecreto.Conlaesperanzadeengañaraaquellosquesiempreibanunpasopordelantedemí,necesitabaqueparecieraquehabíadejadodebuscaralosasesinosdemipadreparaquedeaquelmodonosiguieranunpasopordelantedemí.

Así,cuandonosmarchamosde laRepúblicaHolandesa,Holdenseconvirtióenmiayudadecámara,michófer,y,atodoslosefectos,respectoalmundoexterior,esoeraexactamenteloqueera.Nadiesabíaqueenrealidadestabainvestigandoparamí.NisiquieraReginald.

QuizáReginaldenparticularnodebíasaberlo.Holdenveíalaculpabilidadescritaensurostro.—Señor, no son mentiras lo que le cuenta al señor Birch. Lo único que está

haciendo es lo que él ha estado haciendo, ocultar cierta información, hasta que

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compruebequeestálimpio,yestoysegurodequeasíserá,señor.Seguroquesí,alserunviejoamigo,señor.

—Ojalá pudiera compartir tu optimismo en ese asunto, Holden, de verdad.Vamos,debemoscontinuar.Mimisiónespera.

—Claro,señor,¿adóndelellevaesamisión,sipuedopreguntárselo?—ACórcega—contesté—.MevoyaCórcega.—Ah,enmediodeunarevoluciónoesoheoído…—Exacto,Holden.Unlugarenconflictoeselsitioperfectoparaesconderse.—¿Yquéharáallí,señor?—Metemoquenopuedocontártelo.Bastacondecirquenotienenadaquever

conencontraralosasesinosdemipadreysoloesdeinteréssecundarioparamí.Esun trabajo, un deber, nada más. Espero que, mientras esté fuera, continúes tusinvestigaciones.

—Porsupuesto,señor.—Excelente.Yencárgatedequesigansiendoencubiertas.—Nosepreocupeporeso,señor.ParacualquieraelseñoritoKenwayhacemucho

tiempo que abandonó la búsqueda de justicia. Sean quienes sean, señor, al finalbajaránlaguardia.

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25dejuniode1753

HacíacalorenCórcegaduranteeldía,peropor lanochedescendía la temperatura.Nomucho,nohelaba,perolosuficienteparaqueestartumbadoenunaladerasobrerocasescarpadassinmantafueraunaexperienciaincómoda.

Sin embargo, a pesar del frío, había asuntosmásurgentesde losqueocuparse,como,porejemplo,elpelotóndesoldadosgenovesesquesubíaporlamontañaydelosquemehabríagustadodecirqueavanzabanconsigilo.

Mehabríagustadodecirlo,peronoeraasí.En lacimade lamontaña,enunameseta, sehallaba lagranja.Lahabíaestado

vigilando durante los dos últimos días, enfocando el catalejo hacia la puerta y lasventanas de lo que era un gran edificio y una serie de graneros pequeños yedificacionesanexasparatomarnotadelassalidasyentradas:losrebeldesllegabanconprovisionesysemarchabantambiénconellas.Elprimerdía,unpequeñopelotón—conté ocho—se habíamarchadodel complejo y, cuando regresaron, percibí quehabíahabidoalgúntipodeataque: losrebeldescorsoshabíanatacadoasusseñoresgenoveses.Tansoloquedabanseiscuandovolvieron,yesosseisparecíanagotadosymanchadosdesangre,pero,sinembargo,sinpalabrasnigestos,portabanunauradetriunfo.

Lasmujeresllegaronconprovisionespocodespuésyhubounacelebraciónbienentrada la noche. Aquella mañana habían llegado más rebeldes, con mosquetesenvueltosenmantas.Ibanbienequipadosyteníanrefuerzos,porlovisto;noeradeextrañarquelosgenovesesquisieranborraresebastióndelmapa.

Habíapasadodosdíasmoviéndomepor lacolinaparaevitarquemevieran.Elterrenoera rocosoyhabíamantenidounadistanciaprudente, lejosdelcomplejodeedificios.Alamañanadelsegundodía,encambio,advertíqueteníacompañía.Habíaotrohombreenlacolina,otroobservador.Adiferenciademí,sehabíaquedadoenlamismaposición,clavadoenunafloramientorocoso,oculto trasunosarbustosy losárbolesesqueléticosquedealgúnmodohabíansobrevividoenlaladeraagostada.

***Lucioeraelnombredemiobjetivo,ylosrebeldesloestabanocultando.NoteníaniideadesiestabanonoafiliadosalosAsesinosy,detodasformas,nomeimportaba.Esteeraalqueperseguía:unchicodeveintiúnañosqueeralaclavepararesolverelpuzlequehabíaatormentadoalpobreReginaldduranteseisaños.Unmuchachopocoatractivo,conelpelolargohastaloshombros,que,segúnveíaalobservarlagranja,ayudaba llevandocubosdeagua,dandodecomeralganadoyeldíaanteriorhabíaretorcidoelcuelloaunpollo.

Allí se escondía, eso estaba demostrado y eran buenas noticias. Pero habíaproblemas.Enprimerlugar,teníaunguardaespaldas.Nuncasealejabadeél,eraun

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hombrevestidoconelatuendodelosAsesinos.SumiradaamenudobarríalaladeramientrasLucioibaabuscaraguaoesparcíalacomidadelasgallinas.Ensucinturaportabaunaespadaylosdedosdesumanoderechasedoblaban.¿LlevabalafamosahojaocultadelosAsesinos?,mepregunté.Sinduda.Debíatenercuidadoconél,deesoestabaseguro;pornomencionaralosrebeldesqueparecíanmoverseconellos.

Unacosaatenerencuentaeraquesindudaplaneabanmarcharsepronto.Talvezhabíanestadousandolagranjacomobasetemporalparaelataque;talvezsabíanquelosgenovesesnotardaríanenbuscarvenganzaeiríanaporellos.Encualquiercaso,habían estado trasladando provisiones a los graneros para apilarlas en carros yllevárselasconsigo.Suponíaqueseiríanaldíasiguiente.

Porconsiguiente,debíarecurriraunaincursiónnocturna.Ydebíaseresanoche.Aquella mañana había conseguido localizar dónde dormía Lucio. Compartía unedificiodetamañomedianoconelAsesinoyalmenosseisrebeldesmás.Teníanunafraseencódigoqueusabanparaentrarenlasdependenciasylesleíloslabiosconmicatalejo:«Trabajamosenlaoscuridadparaserviralaluz».

Era una operación que requería una reflexión previa, pero tan pronto comomedispusearetirarmedelaladeraparatramarelplan,viunsegundohombre.

Y mis planes cambiaron. Al acercarme a él, comprobé que se trataba de unsoldado genovés. Si estaba en lo cierto, significaba que formaba parte de laavanzadillaqueintentaríatomarelbastión;elrestollegaría,pero¿cuándo?

Másprontoquetarde,pensé.Querríanvengarserápidamenteporelasaltodeldíaanterior.Ynosoloeso,sinoquequerríanquelosrebeldeslesvieranactuardeprisa.Esanoche,entonces.

Asíqueledejé.Ledejécontinuarsuvigilanciay,envezderetirarme,mequedéenlaladeratramandounplandistinto.Elnuevoinvolucrabaalastropasgenovesas.

Elhombrequeobservabaerabueno.Sehabíamantenidofueradelavistayluego,alcaerlanoche,habíabajadosigilosamente,sinhacerruido,lacolina.¿Dóndeestabaelrestodelejército?,mepregunté.

No muy lejos. Una hora aproximadamente más tarde comencé a distinguirmovimientoalpiedelamontañayhastahubounmomentoenqueoíunimproperioamortiguado en italiano.A aquellas alturas, yo estaba amedio camino y, al darmecuentadequeprontoempezaríanaavanzar,meacerquéinclusomásalamesetayalavallaquecercabaalosanimales.Quizásacincuentametrosdedistanciapodríavera uno de los centinelas. La noche anterior tenían a cinco en total, alrededor delperímetro de la granja. Aquella noche, no cabía duda de que aumentarían lavigilancia.

Saquéelcatalejoyenfoquéalguardiamáscercanoquediligentementeexaminabalaladeradebajodeél.Superfilresaltabaconlaluzdelalunaasuespalda.Amínomevería,pues representabauna forma irregularmásdeunpaisaje llenode formas

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irregulares.Noeradeextrañarquepensarantrasladarsecontantarapidezdespuésdesu emboscada. Aquel no era el escondite más seguro que había visto. De hecho,habríansidopresasfácilesdenoserporquelossoldadosgenoveseseranunostorpescompletos.Elcomportamientodelhombrequeobservabaparaellosfavorecíatodalaoperación.Eranhombresqueclaramentedesconocíanlaideadelsigiloycomencéaescuchar cada vez conmás nitidez el ruido al pie de lamontaña. Los rebeldes notardaríanenoírlostambién.Ysilesoían,tendríanoportunidadesmásquedesobradeescapar.Ysilosrebeldesescapaban,sellevaríanconsigoaLucio.

Así que decidí echar una mano. Cada guardia era responsable de un trozo degranja.Demodoqueelmáspróximoamísemoveríadespaciodeunladoaotroenuna distancia de veinticincometros.Era bueno; se había asegurado de que inclusomientrasexaminabaunaseccióndesuzona,elrestonuncaquedaratotalmentefuerade su vista. Pero nunca se estaba quieto y, mientras semovía, tuve unos valiosossegundosparaacercarmeunpocomás.

Lohicepocoapoco,hastaestarlobastantecercaparaveralguardia:lapobladabarba gris, el sombrero con ala que le cubría los ojos como sombras negras, y elmosquetequellevabacolgadoalhombro.Yaunqueélnopodíavernioírtodavíaalossoldadosgenovesesquemerodeabanporallí,yosabíaqueseacercabanyélnotardaríaenaveriguarlo.

Tansolomequedabasuponerquealotroladodelacolinaseestabadesarrollandolamismaescena,loquesignificabaquedebíaactuarrápido.Desenvainélaespadayme preparé. Lo lamenté por el guardia y le ofrecí una disculpa silenciosa.Nomehabíahechonada,salvoserunbuenguardiadiligente,ynomerecíamorir.

Yentonces,allí,enlaladerarocosa,medetuve.Porprimeravezenmivida,dudédemi habilidad para llevarlo a cabo. Pensé en la familia del puerto, liquidada porBraddock y sus hombres. Siete muertes sin sentido. Y de repente me azotó laconviccióndequeyanoestabapreparadoparamataranadiemás.Nopodíaacabarconaquelguardia,quenoeraenemigomío.Nopodíahacerlo.

Aquellavacilacióncasimecostócaraporqueenesemismoinstantelatorpezadelossoldadosgenovesesporfinsehizonotaryseoyeronunossonidos,elrepiqueteode las rocasyunamaldicióncolinaabajoqueelairenocturno llevóprimeroamisoídosy,luego,alosdelcentinela.

Sacudió la cabeza y enseguida echó mano al mosquete, estirando el cuello yforzandolavistaparaversidistinguíaalgomontañaabajo.Mevioamí.Duranteunsegundo nuestrasmiradas se cruzaron.Mimomento de vacilación terminó y salté,salvandoladistanciaentrenosotrosconunbrinco.

Meguieconlamanoderechaextendidacomounazarpaysostuvemiespadaconlaizquierda.Alcaer,leagarrélacabezaporlapartedeatrásconlamanoderechayleclavé laespadaen lagarganta.Estuvoapuntodealertarasuscompañeros,peroel

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gritosedesvanecióenungorjeocuandolasangresalióaborbotonesporencimademimanoy le cayó sobre elpecho.Sosteniendo sucabezacon lamanoderecha, lellevéconcuidadoysinhacerruidoalatierrasecadelcorral.

Me agaché. A unos sesenta metros estaba el segundo guardia. Era una figuraoscuraenlanoche,peropudeverqueestabaapuntodedarselavueltay,cuandolohizo, probablemente me vio. Corrí tan rápido que, por un momento, pude oír elmovimientode lanoche,y lecogíalvolverse.Otravezagarréalhombreporatrásconlamanoderechayleatraveséconmiespada.Denuevo,elhombremurióantesdetocarelsuelo.

Oí más ruidos colina abajo de la tropa de asalto genovesa, que, feliz, erainconscientedequehabíaevitadoqueadvirtieransuavance.Aunque,enefecto,suscamaradasalotro ladohabíansido tan ineptosque, sinunángelguardiánKenway,loscentinelasleshabíanoído.Elgritosubiódirectoy,encuestióndeunosinstantes,seencendieron las lucesde lagranjay los rebeldes salieronportandoantorchas, sepusieron lasbotaspor encimade losbombachos, las chaquetaspor la espalday sepasaronlasespadasylosmosquetes.Mientrasestabaagachado,observando,viqueabríanlaspuertasdeungraneroydoshombrescomenzabanasacaruncarroamano,yallenodeprovisiones,mientrasqueotrocruzabaatodavelocidadconuncaballo.

Elsigilohabíaterminadoylossoldadosgenovesesdetodasparteslosabían,puesabandonaronsuintentodeirrumpirporsorpresaenlagranjaysubieronatodaprisalacolinahacialoscorralesconungrito.

Yoteníaunaventaja:yaestabaenelcorralyademásnollevabaeluniformedelos soldados genoveses, por lo que, en la confusión, pude moverme sin levantarsospechasporentrelosrebeldesquecorríandeunladoaotro.

MedirigíaledificioanexodondeLuciosealojabaycasimetopoconélcuandoelmuchachosaliódeallícomounaflecha.Llevabaelpelosinrecoger,perosíestabavestido,yllamabaaotrohombrerecomendándoledirigirsealgranero.Nomuylejosestaba el Asesino, que corría, colocándose la túnica y desenvainando la espada almismotiempo.Dosasaltantesgenovesesaparecieronalrededordeledificioanexoyentróencombateenseguidaconellosmientrasdecíaporencimadelhombro:

—Lucio,correhaciaelgranero.Perfecto.Justoloquequería:laatencióndelAsesinodesviada.Enesemomentoviaotrosoldadosubiralameseta,agachado,conelmosquete

alzado para disparar. Lucio, que sostenía una antorcha, era su objetivo, pero elsoldadonotuvooportunidaddedispararporqueantesyosalícomounaflechaymeabalancésobreélsinquenisiquierameviera.Emitióunúnicogritoahogadocuandoleclavéenlanucalaespadahastalaempuñadura.

—¡Lucio!—gritéyeneseprecisoinstanteapretéelgatillodelmuertoparaqueelmosquetedescargaseenelaire,sinhacerdañoanadie.

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Luciosedetuvoyseprotegiólosojosparamirarporelpatio,dondedejécaerelcuerpo sin vida del soldado. El compañero de Lucio continuó corriendo, que eraexactamenteloqueyoquería.Aciertadistancia,elAsesinoseguíaluchando,yporunsegundo contemplé su destreza mientras esquivaba a los dos hombres al mismotiempo.

—Gracias—medijoLucio.—Espera—respondí—.Tenemosquelargarnosdeaquíantesdequeinvadanla

granja.Negóconlacabeza.—Tengoquellegaralcarro—dijo—.Graciasotravez,amigo.Entoncessediolavueltaysaliócorriendo.«Malditasea».Salíendirecciónalgranero,corriendoenparaleloaélperofuera

desuvista,ocultoenlassombras.Amiderechaviaunasaltantegenovésapuntodeaparecerporlaladerahaciaelcorralyestabalobastantecercadeélparaversusojosabriéndosedepar enpar alverme.Antesdequepudiese reaccionar, le cogípor elbrazo,selogiréyleclavélaespadaenlaaxila,justoencimadesupectoral;lodejécaer, gritando, hacia atrás, sobre la roca, y a la vez le quité la antorcha. ContinuécorriendoenparaleloaLucio,asegurándomedequeseguíafueradepeligro.Lleguéal granero justo delante de él. Al pasar, todavía en las sombras, vi dentro de laspuertas delanteras, todavía abiertas, a dos rebeldes atando un caballo al carromientrasdoshacíanguardia,unodisparabaconelmosqueteyelotrocargabaparadespuésarrodillarseadisparar.Continuécorriendoymedirigícomounaflechaalapareddelgranero,dondeencontré aun soldadogenovés apuntode entrarporunapuerta lateral.Empujécon lahojahaciaarriba,en labasedesucolumnavertebral.Duranteunsegundoseretorciódedolor,empaladoporlaespada,yempujésucuerpoporlapuertaqueteníadelante,tirélaantorchaencendidaenlapartetraseradelcarroymeretiréhacialassombras.

—¡Cogedlos!—gritéconunavozyunacentoquecreíaqueseaproximabanaldeunsoldadogenovés—.Cogedalaescoriarebelde.

Y después grité, esta vez con los que creía que eran la voz y el acento de uncosacorebelde:

—¡Elcarroestáenllamas!Salí de las sombras, agarrado a mi cadáver genovés, y lo dejé caer como si

acabarandematarlo.—¡Elcarroestáenllamas!—repetíycentrémiatenciónenLucio,queacababa

dellegaralgranero—.Tenemosquesalirdeaquí.Lucio,venconmigo.Vi que dos rebeldes intercambiaban una mirada de confusión, preguntándose

quiénerayoyquéqueríadeLucio.Seoyerondisparosdemosqueteylamaderaqueseastillabaalrededor.Unodelosrebeldescayó,labaladeunmosqueteseleincrustó

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enelojo,yyomeabalancésobreelotro,fingiendoqueleprotegíadelfuegodelosmosquetes,peroclavándoleuncuchilloenelcorazón.MedicuentamientrasmoríadequeeraelcompañerodeLucio.

—Hamuerto—ledije,allevantarme.—¡No!—gritó,saltándoselelaslágrimas.Noeradeextrañarqueletuvieranencuentasoloparaalimentaralganado,pensé,

siibaaecharseallorarencuantomatabanauncompañeroenacción.Para entonces el granero estaba ardiendo a nuestro alrededor. Los otros dos

rebeldes, al ver que no podían salvar nada, escaparon y corrieron sin orden niconcierto por el corral hacia la ladera, hasta desaparecer en la oscuridad. Otrosrebeldeshuíantambiényenelcorralviquelossoldadosgenovesestambiénhabíanincendiadoeledificioprincipaldelagranja.

—TengoqueesperaraMiko—dijoLucio.MeapostécualquiercosaaqueMikoerasuescoltaAsesino.—Estáluchando.Mepidió,comocompañerodelaHermandad,quemeocupara

deti.—¿Seguro?—UnbuenAsesinolocuestionatodo—dije—.Mikotehaenseñadobien.Pero

ahoranoesmomentoparaleccionessobrelosprincipiosdenuestrocredo.Debemosirnos.

Negóconlacabeza.—Dimelafraseencódigo—dijoconfirmeza.—«Libertadparaescoger».Y por fin establecí la confianza suficiente para convencer a Lucio de que me

acompañaraycomenzamosabajarporlaladera;yo,llenodejúbilo,ledabagraciasaDiosportenerloalfin;élnoestabamuyseguroyderepentesedetuvo.

—No —dijo, sacudiendo la cabeza—. No puedo hacerlo. No puedo irme sinMiko.

Genial,pensé.—Dijo que te marcharas —repliqué— y que te reunieras con él al pie del

barranco,dondetenemosatadosnuestroscaballos.Detrásdenosotros,enelcorral,elfuegoseguíaardiendoyseoíanlosrestosdela

batalla.Lossoldadosgenovesesestabaneliminandoalosúltimosrebeldes.Nomuylejosseoyóelrepiqueteodeunasrocasyviotrasfigurasenlaoscuridad:unparderebeldes escapando.Lucio también los vio y fue a llamarlos, pero le tapé con unamanolaboca.

—No,Lucio—susurré—,lossoldadosirántrasellos.Abriólosojosdeparenpar.—Sonmiscamaradas.Sonmisamigos.Tengoqueestarconellos.Tenemosque

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asegurarnosdequeMikoestáasalvo.Arriba,sobrenuestrascabezas,seoyeronsúplicasygritos,ylosojosdeLuciose

movierondeun ladoaotromientras intentabasolucionarelconflictoensucabeza.¿Ayudabaasusamigosdearribaoseuníaalosqueescapaban?Encualquiercaso,medicuentadequehabíadecididoquenoqueríaacompañarme.

—Desconocido…—comenzó a decir y yo pensé: «Ahora soy un desconocido,¿eh?»—.Tedoylasgraciasportodoloquehashechoparaayudarmeyesperoquenos volvamos a ver en mejores circunstancias, tal vez cuando pueda expresar migratitudaconciencia,peroenestemomentomigentemenecesita.

Selevantóparamarcharse.Conunamanoenelhombrotirédeélparaponerleamialtura.Intentósoltarse,conlamandíbulatensa.

—Lucio—dije—,escucha.Mehaenviadotumadreparaquetelleveconella.Aloírmispalabras,retrocedió.—Oh,no—dijo—.No,no,no.Noeralareacciónqueyoesperaba.Tuvequecaminarentrelasrocascondificultadparaalcanzarle,perocomenzóa

pelearconmigo.—No,no—dijo—.Noséquiéneres,déjameenpaz.—Oh,porelamordeDios—dije,yensilencioadmitíladerrotacuandolehice

una llave dormilona, ignorando sus forcejeos y aplicando presión, restringiendo lacirculacióndesuarteriacarótida;noibaacausarleundañopermanente,perobastabaparadejarleinconsciente.Ymientraslotirabaporencimademihombro—eramásbien poca cosa—y lo llevabamontaña abajo, con cuidado de evitar a los últimosrebeldesquehuíandelataquegenovés,mepreguntéporquénolehabíadejadosinsentidodesdeelprincipio.

***MedetuveenelbordedelbarrancoybajéaLuciohastaelsuelo,despuésencontrémicuerda,laaseguréylabajéhacialaoscuridad.Acontinuación,utilicéelcinturóndeLucioparaatarlelasmanos,paséelotroextremopordebajodelosmuslosyloatédemanera que su cuerpo flácido quedara colgando demi espalda. Luego comencé adescender.

Amediocamino,elpesosemehizoinsoportable,peroeraunaeventualidadparalaqueestabapreparado,ymelasarregléparaaguantarhastallegaraunaaberturaenel acantilado que daba a una cueva oscura. Entré como pude, bajé a Lucio demiespaldaysentíquelosmúsculossemerelajaban,agradecidos.

En la cueva, delante demí, oí un ruido. Unmovimiento al principio, como sicambiarandeposición,yluegounchasquido.

ElsonidoquehaceunahojadeAsesinocuandoseactivasumecanismo.—Sabíaquevendríasaquí—dijounavoz, lavozdeMiko,elAsesino—.Sabía

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quevendríasaquíporqueesoesloqueyohabríahecho.Yluegoatacó,semeechóencimadesdeelinteriordelacueva,utilizólasorpresa

contramí.Yoestabayadesenvainandolaespadaylateníafueracuandochocamos,suhojamecortócomounazarpayseencontróconmiespadacontalfuerzaquemelaquitódelamanoylaenvióresbalandoalbordedelacueva,hacialaoscuridaddeabajo.

Miespada.Laespadademipadre.Peronohabía tiempoparalamentaciones,puestoqueelAsesinoveníahaciamí

por segunda vez y era bueno,muybueno.En un espacio confinado, sin armas, noteníaningunaposibilidad.Loúnicoquemequedaba,dehecho,era…

Lasuerte.Y suerte fue todo lo que tuve cuando presioné el cuerpo contra la pared de la

cueva, él calculó un pocomal y perdió el equilibrio un instante.En cualquier otracircunstancia,contracualquierotrooponente,sehabríarecuperadoinmediatamenteyhabría terminado con su rival. Pero no eran otras circunstancias y yo no era otrooponente,ylehicepagarporsuinsignificanteerror.Meinclinéhaciaél,lecogídelbrazo,seloretorcíyleayudéaseguiravanzando,demodoqueéltambiéncaeríaenlaoscuridad.Peroseagarróamíymearrastróhastaelbordedelacueva,asíqueyogritaba de dolor mientras intentaba detener mi caída al espacio abierto. Tumbadobocaabajo,miréylevi,agarrándomeelbrazoyconlaotramanointentandoalcanzarlacuerda.Podíasentirelsoportedesuhojaoculta,asíquellevémiotramanohaciadelanteycomencéa toquetear loscierres.Sediocuentademasiadotardede loqueestabahaciendoydejódeintentaralcanzarlacuerdaparaconcentrarsusesfuerzosenevitarquedesataseelcierre.Duranteunosinstantes,nuestrasmanossedierongolpesparahacerseconlahoja,que,alabrirseelprimerseguro,derepentesedeslizóporsumuñecayloenviódandobandazosaunlado,quedandoenunaposiciónmásprecariaqueantes,conelotrobrazodandovueltasenelaire.Fuetodoloquemehacíafalta.Conunúltimogritodeesfuerzo,desenganchéelúltimocierre,soltéelsoporteyalavez mordí la mano que me agarraba la muñeca. Una mezcla de dolor y falta deadherenciabastaronparahacerlecaerporfin.

Vicómoloabsorbíalaoscuridadyrecéporquenoledieraamicaballocuandoaterrizara. Pero no oí nada. Ni el sonido al caer, nada. Lo siguiente que vi fue lacuerda tensa, que temblaba, y estiré el cuello y forcé la vista para buscar en lanegrura.AllímeencontréconMiko,aciertadistanciadebajodemí,muyvivo,quecomenzabaatreparhacialacueva.

Tirédesuhojahaciamíylasostuvecontralacuerda.—Sitrepasmásarriba,lacaídatematarácuandocortelacuerda—dije.Yaestaba

losuficientementecercacomoparamirarlealosojoscuandoalzólavistaypudeverindecisiónenellos—.Nodeberías sufrir talmuerte, amigo—añadí—.Comienzaa

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descenderyviveparalucharotrodía.Comencéacortarlentamentelacuerdayélsedetuvoamirarlaoscuridad.Nose

veíaelfondodelbarranco.—Tienesmihoja—dijo.—Elbotínparaelvencedor.Meencogídehombros.—Talvezvolvamosaencontrarnos—dijo—ypuedareclamarla.—Tengo la impresión de que solo uno de los dos sobrevivirá al siguiente

encuentro—dije.Asintió.—Quizá—dijoyenseguidadescendióhacialanoche.Elhechodequeahorametocaravolveraescalaryquemehubieravistoobligado

a entregar mi caballo era un inconveniente. Pero prefería eso que volver aenfrentarmealAsesino.

Yporahoraestamosdescansando.Bueno,yoestoydescansando;elpobreLuciosigue inconsciente. Más tarde, le entregaré a los asociados de Reginald, que lellevaránenuncarromato,cruzaránelMediterráneohaciaelsurdeFranciay,unavezallí,sedirigiránalcastillo,dondeLuciosereuniráconsumadre,ladescifradoradecódigos.

LuegoyoalquilaréunbarcoparairaItalia,measegurarédequemeveanhacerlo,mientrasmerefieroami«jovencompañero»unaodosveces.SielAsesinovieneabuscaraLucio,allíconcentrarásusesfuerzos.

Reginald dice que ya no me necesitará después.Me desvaneceré en Italia, nodejarépistas,nirastroqueseguir.

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12deagostode1753

ComencéeldíaenFrancia,trasvolversobremispasosdesdeItalia.Unatareanadafácil;estabatodomuybienescrito,peronoeratansencilloirdeItaliaaFrancia.LarazónporlaqueestabaenItaliaeraparallevarporelcaminoequivocadoalAsesinocuandofueraenbuscadeLucio.AsíquealregresaraFrancia,almismolugardondeteníamosaLucioysumadre,poníaenpeligronosolomimisión reciéncumplida,sinotodoporloqueReginaldhabíaestadotrabajandodurantelosúltimosaños.Eraarriesgado.Eratanarriesgado,dehecho,quesilopensaba,mequedabasinaliento.Me hizo preguntarme si era un estúpido. ¿Qué clase de tonto se habría arriesgadotanto?

Ylarespuestaera:untontocondudasensucorazón.***

Aunoscienmetrosde laentrada,me tropecéconunpatrullero,unguardiavestidocomouncampesino,conunmosquetecolgadoalaespalda,queparecíaadormilado,peroestabaalertayatento.Cuandonosacercamosaél,nosmiramosa losojosunmomento.Parpadeóun instanteal reconocermeehizoungestocon la cabezaparaavisarmedequeteníaelpasolibre.Habríaotropatrullero,losabía,alotroladodelcastillo.Salimosdelbosqueyseguimosporelaltomurodelperímetrohastallegaraunagranpuertaarqueada,demadera,en laquehabíaotraportezuelamáspequeña,dondeencontréunguardia,unhombrequereconocíporlosañosquehabíapasadoenelcastillo.

—Vaya,vaya—dijo—,sieselseñoritoHaythambiencrecido.Sonrió y tomó las riendas demis caballos cuando desmonté, antes de abrir la

portezuela.Laatraveséytuvequeparpadearantelarepentinaluzsolardespuésdelarelativapenumbradelbosque.

Delante demí se extendía el césped del castillo y, al caminar por él, noté unaextraña sensación en la barriga, que identifiqué como nostalgia por el tiempo quehabíapasadoenaquelcastillodurantemijuventud,cuandoReginaldhabía…

¿Continuado las enseñanzas de mi padre? Eso decía. Pero ahora por supuestosabíaquemehabíaestadoengañandoal respecto.Quizá lashabíacontinuadoen lorelativoalcombateyalsigilo,peroReginaldmehabíacriadosegúnlascostumbresdelaOrdentemplariaymehabíaenseñadoqueaquellaeralaúnicaformadeactuaryquelosquepensarandeotraformaestabanenelmejordeloscasosequivocadosyenelpeor,sumidosenlamaldad.

Pero desde entonces había averiguado que mi padre era una de esas personasequivocadasymalvadas,yquiénsabe loquemehabríaenseñadoalcrecer. ¡Quiénsabe!

Lahierbaestabadescuidadaydemasiadocrecida,apesardelapresenciadedos

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jardineros; ambos llevaban espadas cortas a la cintura y echaron las manos a lasempuñaduras cuandome dirigí hacia la puerta principal del castillo.Me acerqué aunodeellos,que,cuandovioquiénera,hizoungestoconlacabeza.

—Es un honor conocerle por fin,maestroKenway—dijo—.Confío en que sumisiónhayatenidoéxito.

—Sí,gracias,sí—lerespondíalguardiaojardinero,loquequieraquefuese.Paraélyoerauncaballero,unodelosmáscélebresdelaOrden.¿Podíaodiara

Reginaldenseriocuandosuadministraciónmehabíatraídotalelogio?Y,alfinyalcabo, ¿alguna vez había dudado de sus enseñanzas?La respuesta era que no. ¿Mehabíaobligadoaseguirlas?Otravez,no.Siemprehabíatenidolaopcióndeelegirmipropiocamino,peromehabíaquedadoconlaOrdenporquecreíaenelcódigo.

Aunasí,mehabíamentido.No,nomehabíamentido.¿CómolohabíadichoHolden?Mehabíaocultadola

verdad.¿Porqué?Ylomásreciente,¿porquéLuciohabíareaccionadodeaquellamaneracuandole

dijequeibaaverasumadre?Almencionarmi nombre, el segundo jardineromemiró conmás acritud, pero

también hizo una genuflexión cuando pasé, y le saludé con un gesto de la cabeza,sintiéndomedeprontomásalto,ehinchéelpechoalacercarmealapuertadelanteraqueconocíatanbien.Medilavueltaantesdellamar,paramiraratravésdelcésped,dondelosdosguardiasestabanobservándome.Mehabíaentrenadoenaquelcésped,habíapasadoinnumerableshorasafinandomidestrezaconlaespada.

Llamé, y la puerta la abrió un hombre ataviado de forma similar que tambiénllevaba una espada corta a la cintura. El castillo jamás había estado tan lleno depersonalcuandoyovivíaallí,perocuandovivíaallí,nuncahabíatenidounhuéspedtanimportantecomoladescifradoradecódigos.

ElprimerrostroconocidoquevipertenecíaaJohnHarrison,quememiróyluegovolvióahacerlo.

—Haytham—rugió—,¿quédemoniosestáshaciendoaquí?—Hola,John—saludéconserenidad—,¿estáReginaldenelcastillo?—Bueno, sí, Haytham, pero se supone que Reginald debe estar en el castillo.

¿Quéhacestúaquí?—HevenidoaveraLucio.—¿Qué?—Harrisonseestabaponiendocolorado—.¿HasvenidoaveraLucio?

—Le costaba encontrar las palabras—. ¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué diantres crees queestáshaciendo?

—John—dijecon tacto—,por favor,cálmate.Nomehanseguidodesde Italia.Nadiesabequeestoyaquí.

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—Bueno,esoespero,malditasea.—¿DóndeestáReginald?—Abajo,conlosprisioneros.—¿Eh?¿Losprisioneros?—MónicayLucio.—Entiendo.Noteníaniideadequelosconsiderabanprisioneros.PerounapuertasehabíaabiertobajolasescalerasyaparecióReginald.Conocía

esapuerta;llevabaalsótano,que,cuandovivíaallí,eraunahabitaciónfríayhúmeda,de techo bajo, con botelleros casi vacíos y enmohecidos a un lado y una oscura yhúmedaparedalotro.

—Hola, Haytham —me saludó Reginald con los labios apretados—. No teesperábamos.

Nomuylejos,sedetuvounodelosguardias,queahoraestabaacompañadoporotro.ApartélavistadeellosparaconcentrarmeenReginaldyJohn,queparecíanunpardeclérigospreocupados.Ningunodeellosibaarmado,peroaunquelohubieranestado,penséquehabríapodidoconloscuatro.Sieranecesario.

—Ya—dije—.Johnmeestabadiciendolomuchoquelesorprendíamivisita.—Bueno,bastante.Hassidomuyimprudente,Haytham…—Tal vez, pero quería ver si Lucio estaba bien. Ahora me dicen que es un

prisionero,asíquequizáyatengamirespuesta.Reginaldserio.—Bueno,¿yquéesperabas?—Loquemehabíandicho,quelamisiónerareuniraunamadreconsuhijo,que

la descifradora de códigos había aceptado trabajar en el diario de Vedomir siconseguíamosrescatarasuhijodelosrebeldes.

—Noteconténingunamentira,Haytham.MónicahaestadodescifrandoeldiariodesdequesereunióconLucio.

—Peronoapartirdeloquemehabíaimaginado.—Silazanahorianosirve,usamoselpalo—dijoReginaldconojosfríos—.Lo

lamentositehasformadolaimpresióndequehabíamászanahoriaquepalo.—Vamos a verla—propuse y, con un breve movimiento de cabeza, Reginald

aceptó.Sediolavueltaynoscondujoporunapuerta,queseabrióparadarpasoaunas

escalerasdepiedra.Laluztitilabaenlasparedes.—Encuantoaldiario,estamoscercaya,Haytham—dijomientrasbajábamos—.

Hastaahorahemossidocapacesdeestablecerqueexisteunamuleto.Tienealgoqueverconelalmacén.Siconsiguiéramoselamuleto…

Al final de las escaleras, se habían colocado unos faroles de hierro sobre unospostes para iluminar el camino hacia una entrada, vigilada por un guardia, que se

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apartó para abrirnos la puerta y dejarnos pasar.Dentro el sótano era tal y como lorecordaba,iluminadoporlaluzparpadeantedelasantorchas.Enunextremohabíaunescritorio atornillado al suelo y Lucio se hallaba esposado a él. A su lado vi a sumadrey laescenameresultó incongruente.Estabasentadaenunasillaqueparecíacomosilahubieranllevadoalsótanoespecialmenteparaaquelpropósito.Ibavestidaconunafaldalargayunablusaabotonada,queleotorgabaelaspectodeunabeatasinohubiesesidoporlosgrilletesdehierrooxidadoalrededordelasmuñecasydelosbrazosdelasilla,ysobretodoporlamordazademetalqueleenvolvíalacabeza.

Luciosevolvióensuasiento,mevioylosojosleardierondeodio;luegoretomósutrabajo.

Mehabíadetenidoenmediodelaestancia,amediocaminoentrelapuertayladescifradoradecódigos.

—Reginald,¿quésignificatodoesto?—pregunté,señalandoalamadredeLucio,quememirótorvamentedesdeelinteriordesumáscara.

—La mordaza es temporal, Haytham. Mónica ha sido demasiado franca alcondenarnuestrastácticasestamañana.Porlotanto,loshemostrasladadoaquíparaquepasenel restodeldía.—Levantó lavozparadirigirsea losquedescifrabanelcódigo—. Estoy seguro de que podrán volver a sus aposentos habituales mañana,cuandohayanrecuperadolosmodales.

—Estonoestábien,Reginald.—Sushabitacionessonmásagradables,Haytham—measeguróconirritación.—Aunasí,nodeberíaistratarlosasí.—NitampocohacíafaltadarleunsustodemuertealpobremuchachodelaSelva

Negracuandolepusistelaespadaenelcuello—espetóReginald.Diunrespingo.Sememovíalaboca,peronosalíanpalabras.—Esofue…,esofue…—¿Diferente?¿Porqueformabapartedelabúsquedadelosasesinosdetupadre?

Haytham…—Mecogiódelcodoymesacódelsótanoparavolveralpasilloysubirlasescalerasdenuevo—.Estoesinclusomásimportante.Puedequenolocreasasí,peroloes.AfectaalfuturodetodalaOrden.

Yanoestabaseguro.Yanoestabasegurodeloqueeramásimportante,peronodijenada.

—¿Yquésucederácuandoterminendedescifrarelmensaje?—preguntécuandollegamosotravezalvestíbulo.

Semequedómirando.—Oh,no—dijealcomprender—.Nolevasahacerdañoanadie.—Haytham,nomepreocupanmuchotusórdenes…—Puesno lo consideresunaorden—dije entredientes—.Plantéatelo comoun

trato.Déjalosaquícuandoacabensutrabajositienesquehacerlo,peronoleshagas

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dañootendrásqueresponderantemí.Memiróduranteunbuen rato,condureza.Medicuentadequeelcorazónme

latíaconfuerzayesperéquenosedieracuenta.¿Algunavezmehabíaenfrentadoaéldetalforma?¿Contantaenergía?Creíaqueno.

—Muybien—dijo,alcabodeunrato—,nolesharemosdaño.Cenamos casi en silencio y me ofreció una cama para pasar la noche a

regañadientes. Me marché por la mañana; Reginald había prometido mantener elcontacto y enviarme noticias sobre el diario. Aunque el cariño que nos teníamoshabíadesaparecido.Enmí,veíainsubordinación;enél,yoveíamentiras.

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18deabrilde1754

Esta mañana temprano me encontré en la Royal Opera House, sentado junto aReginald,quedisfrutabadeunarepresentacióndeLaóperadelmendigoconevidenteregocijo.Porsupuesto,laúltimavezquenosvimos,lehabíaamenazado,loqueyonohabíaolvidado,peroeraobvioqueél sí.Olvidadooperdonado,unadedos.Encualquier caso, era como si el enfrentamiento nunca hubiera tenido lugar, se habíahecho borrón y cuenta nueva, ya fuera por la anticipación del entretenimiento deaquellanocheoporelhechodequecreíaestarcercadelamuleto.

De hecho, estaba dentro del teatro, alrededor del cuello de un Asesino que senombrabaeneldiariodeVedomiryquehabíasidolocalizadoporagentestemplarios.

Un Asesino. Era mi siguiente objetivo. Mi primer trabajo desde que habíarescatadoaLucioenCórcega,yelprimeroensentirelefectodeminuevaarma:mihojaoculta.Alcogerlosbinocularesparamiraralhombrealotroladodelasala,miobjetivo,laironíasehizoevidente.

MiobjetivoeraMiko.DejéaReginaldensuasientopararecorrer lospasillosdel teatro,pordetrásde

losasientos,yadelantéa losclienteshabitualesde laóperahasta llegaralpatiodebutacas.Entré sin hacer ruido en el palcodonde estaba sentadoMikoy le di unossuavesgolpecitosenelhombro.

Estabapreparadoparaenfrentarmeaél,siintentabacualquiercosa,peroaunquetensóelcuerpoyleoírespirarhondo,nosemovióparadefenderse.Eracasicomosiesperasequefueraaporélylequitaraelamuletodelcuello.¿Ynotéunasensaciónde… alivio? Como si estuviera agradecido por renunciar a su responsabilidad,satisfechopornosermássuguardián.

—Deberíashabervenidoamí—susurró—.Habríamosencontradootramanera…—Sí.Peroentonceslohabríassabido—respondí.Seoyóunchasquidocuandoaccionélahojaylevisonreír,alsaberqueeralaque

lehabíaquitadoenCórcega.—Sisirvedealgo,losiento—ledije.—Yotambién—dijoél,ylematé.***

Unashorasmástarde,asistíaunareuniónenlacasadeFleetandBride,alrededordeunamesaconmásgente,conlaatencióncentradaenReginald,asícomoenellibrosobre lamesa ante nosotros. Estaba abierto y vi el símbolo de losAsesinos en lapágina.

—Caballeros—dijoReginald.Lebrillabanlosojoscomosiestuvieraapuntoderomper a llorar—.Tengo enmismanos una llave.Y si creemos lo escrito en estelibro,abrirálaspuertasdeunalmacénconstruidoporlosPrimerosLlegados.

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Mecontuve.—Ah, nuestros queridos amigos que gobernaron, destruyeron y luego

desaparecierondelmundo—dije—.¿Sabesloqueencontraremosdentro?Reginaldnodiomuestrasdehabercaptadoelsarcasmo.Cogióelamuleto,loalzó

ysedeleitóenelsilenciodelosallíreunidoscuandocomenzóabrillarensumano.Eraimpresionante,hastayomismohedereconocerlo,yReginaldmemiró.

—Puede contener sabiduría —respondió—. Tal vez un arma o algo que aúndesconozcamos,incomprensibleensuconstrucciónypropósito.Puedesercualquieradeesascosas.Oningunadeellas.Estosprecursorestodavíasonunenigma.Perodealgo estoy seguro: lo que sea que aguarde tras esas puertas nos resultará de granayuda.

—Oanuestrosenemigos—dije—,siloencuentranantes.Sonrió.¿Empezabaacreer,porfin?—Noloharán.Teencargarásdeeso.Miko había muerto intentando encontrar otra manera. ¿A qué se refería? ¿Un

acuerdoentreAsesinosyTemplarios?Penséenmipadre.—Supongoquesabesdóndeestáesealmacén—dije,trasunapausa.—¿SeñorHarrison?—dijoReginald,yJohnseacercóconunmapaquedesplegó.—¿Cuáles son sus cálculos? —preguntó Reginald, mientras John trazaba un

círculo alrededor de la zona delmapa que, al aproximarme, vi que incluía NuevaYorkyMassachusetts.

—Creoqueestaríaporestaregión—dijo.—Eseesmuchoterrenoquecubrir—dijeconelceñofruncido.—Misdisculpas.Sihubierapodidosermáspreciso…—Estábien—leinterrumpióReginald—.Essuficienteparaempezar.Yporeso

hemosllamadoalmaestroKenway.NosgustaríaqueviajaseaAmérica,localizaraelalmacénytomaraposesióndesuscontenidos.

—Obedezcovuestrasórdenes—contesté.Maldijeparamisadentrossulocura,ydeseéquemedejaranenpazparacontinuarmisinvestigaciones,peroluegoañadí—:Aunqueuntrabajodeestamagnitudrequerirámásdeunapersona.

—Por supuesto—dijoReginaldymeentregóun trozodepapel—.Aquí tieneslos nombres de cinco hombres simpatizantes con nuestra causa. Todos sonexcepcionalmente adecuados para ayudarte en tu empeño. Con ellos a tu lado, nonecesitarásnadamás.

—Bueno,entoncesserámejorquemevaya—dije.—Confíoenquenonosequivocamosaldepositarlafeenti.Tehemosreservado

un pasaje a Boston. Tu barco saldrá al amanecer. Ponte en camino, Haytham, ytráenoselhonoratodos.

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8dejuliode1754

Bostoncentelleabaalsol.Lasgaviotasvolabanencírculo,graznandosobrenuestrascabezas, el agua chocaba ruidosamente contra las paredes del puerto y la planchagolpeabacomountambor.Cansadosydesorientados,perohenchidosdefelicidadporhaberllegadoporfinatierra,desembarcamosdelProvidence,despuésdemásdeunmesenelmar.Medetuvecuandounosmarinerosdelafragatavecinamecortaronelpaso al rodar unos barriles delante demí con un sonido parecido al de un truenodistante.Apartélavistadelrelumbranteocéanoesmeralda,dondelosmástilesdelosbuquesdeguerradelaMarinaReal,losyatesyfragatassebalanceabansuavementedeun ladoaotro,ydirigí lamiradaalpuerto,a lasanchasescalerasdepiedraquellevaban del muelle a la multitud de casacas rojas, vendedores y marineros, paraluego fijarme en la misma ciudad de Boston, los chapiteles de la iglesia y loscaracterísticosedificiosdeladrillorojoquealparecerseresistíanacualquierintentodearreglo,comosiunamanodivinaloshubieraarrojadoaunladodelacolina.Y,por todas partes, las banderas de la Unión ondeaban suavemente en la brisa, pararecordaralosvisitantes—encasodecualquierduda—quelosbritánicosestabanallí.

La travesía de Inglaterra a América había estado plagada de incidentes, comopoco. Había hecho amigos, descubierto enemigos y sobrevivido a un intento deasesinatoporpartedelosAsesinos,sinduda,quequeríanvengarseporlamuertedeMikoenelteatroyrecuperarelamuleto.

Para losdemáspasajerosy la tripulacióndelbarcoyoeraunmisterio.Algunoscreíanqueeraunerudito.Ledijeaminuevoconocido,JamesFairweather,queyo«resolvíaproblemas»,yqueviajabaaAméricaparavercómoeralavidaallí;conquésehabíaquedadoelimperioyquéhabíadescartado;quécambioshabíaprovocadoeldominio británico. Mentira, desde luego. Pero no una mentira descarada. Aunquehabía idoporun asunto específicode losTemplarios, también tenía curiosidadporverunatierradelaquehabíaoídohablartanto,quealparecereramuyextensa,congentequeposeíaunespíritupioneroeindómito.

Algunos decían que aquel espíritu algún día se volvería contra nosotros y quenuestrossujetos,siutilizabanesadeterminación,seríanunenemigoextraordinario.YhabíaotrosquedecíanqueAméricaerademasiadograndeparaquelagobernáramos;quesetratabadeunbarrildepólvoraapuntodeexplotar;quesugentesehartaríadelosimpuestosquelesponíaunpaísamilesdekilómetrosdedistanciayque,cuandoexplotara, puede que no tuviéramos los recursos para proteger nuestros intereses.Esperabapoderjuzgartodoaquellopormímismo.

Pero tansolocomocomplementoamimisiónprincipalque…Bueno,creoqueseríajustodecirque,paramí,lamisiónhabíaadoptadounanuevaruta.HabíasubidoalProvidenceconunaparticularseriedecreenciasybajabahabiéndolascuestionado,

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para después ver cómo se debilitaban y finalmente cambiaban. Y todo ello por ellibro.

El libro que Reginaldme había dado: pasé lamayoría del tiempo a bordo delbarcoestudiándolominuciosamente;debídeleerlonomenosdedocevecesyaunasínoestabasegurotodavíadehaberloentendido.

Aunque había algo que sí sabía.Mientras antes dudaba de la existencia de losPrimeros Llegados como un escéptico no creyente, y consideraba la obsesión deReginaldporellosmásque irritante, enelpeorde loscasosunapreocupaciónqueamenazabacondesbaratarlalabordenuestraOrden,ahorayano.Creía.

Ellibroparecíahabersidoescrito—odeberíadecirescrito,ilustrado,decoradoygarabateado—por un hombre, o quizá varios.Varios lunáticos que habían llenadopágina tras página con lo que, al principio, creí declaraciones absurdas ydescabelladas,quesoloservíancomoobjetodeburlaporlaignoranciaquetraslucían.

Sinembargo,dealgúnmodo,cuantomásleía,másveíalaverdad.Alolargodelosaños,Reginaldmehabíacontadosusteorías(yodecíaquemeaburríaconellas)sobreunarazadeseresanterioralanuestra.Siempreafirmabaquenacimosgraciasasus esfuerzos y por eso estábamos obligados a servirles; que nuestros antepasadoshabíanluchadoparaasegurarsupropialibertadenunalargaguerrasangrienta.

Loquehabíadescubiertodurantelatravesíaeraquetodoaquellosalíadeaquellibroque iba teniendounprofundoefectosobremíconforme lo iba leyendo.Sabíapor qué Reginald se había obsesionado tanto con esa raza. Me burlaba de él,¿recordáis? Pero al leer el libro, las ganas de reírme desaparecieron y fueronsustituidasporunasensacióndeasombro,unsentimientodeclaridadenmiinteriorqueavecesmemareabaunpocopor lamezclade entusiasmoy conscienciade la«insignificancia» de mi lugar en el mundo. Era como si hubiese mirado por unacerraduraesperandoverunahabitaciónalotroladoy,encambio,hubieravistotodounmundonuevo.

¿Yquéhabíasidode losPrimerosLlegados?¿Quéhabíandejadoatrásycómonos beneficiaba? Eso no lo sabía. Era un misterio que había desconcertado a miOrdendurantesiglos,unmisterioquemehabíanpedidoresolver,unmisterioquemehabíallevadohastaBoston.

—¡MaestroKenway!¡MaestroKenway!Mellamabaunjovencaballeroqueaparecióentrelamultitud.Meacerquéaély

dijeconprudencia:—¿Sí?¿Puedoayudarle?Extendiólamanoparaestrecharlamía.—SoyCharlesLee,señor.Unplacerconocerle.Mehanpedidoqueleenseñela

ciudadyleayudeainstalarse.MehabíanhabladodeCharlesLee.NoeramiembrodelaOrden,peroteníaganas

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de unirse a nosotros y, según Reginald, querría congraciarse conmigo con laesperanza de asegurarmi apoyo.Al verle,me recordó amí: ahora yo era elGranMaestrodelRitoColonial.

Charlesteníaelpelolargoyoscuro,unaspatillasespesasyunanarizprominentey aguileña; pero aunque me gustaba, advertí, cuando me sonrió al hablarme, quereservabaunaexpresióndedesdénparacualquierotrapersonadelpuerto.

Meindicóquedejaralasbolsasycomenzamosaabrirnospasoentrelamultituddel largomuelle, pasamos junto a unos pasajeros conmirada aturdida y junto a latripulaciónquetodavía intentabaubicarseentierrafirme,porentre trabajadoresdelmuelle, vendedores y casacas rojas; niños alborotados y perros que correteaban anuestrospies.

Saludé levantando el sombrero a dosmujeres que reían tontamente y luego lepregunté:

—¿Tegustaviviraquí,Charles?—Boston tiene cierto encanto, supongo—respondiópor encimadel hombro—.

Todaslascolonias,enrealidad.Porsupuesto,susciudadesnotienenlasofisticaciónyel esplendor de Londres, pero la gente es seria y trabajadora. Tiene cierto espíritupioneroqueencuentroirresistible.

Miréamialrededor.—Estámuybien,laverdad,verunlugarqueporfinsehaasentado.—Sehaasentadosobrelasangredeotros,metemo.—Ah,esecuentoesmásviejoqueelmismotiempoynoesprobablequecambie.

Somos criaturas crueles y desesperadas, cegados por nuestras ansias de conquista.Los sajones y los francos. Los otomanos y los safávidas. Podría seguir horas. Lahistoriadelahumanidadnoesmásqueunaseriedesubyugaciones.

—Rezoporqueundíaestemosporencimadeeso—respondióCharlesdetodocorazón.

—Mientrastúrezas,yoactuaré.Veremosquiéntieneanteséxito,¿eh?—Eraunaformadehablar—dijo,contonoofendido.—Sí.Ymuypeligrosa.Laspalabrastienenpoder.Úsalassabiamente.Nosquedamoscallados.—EstásalserviciodeEdwardBraddock,¿no?—preguntécuandopasamosjunto

auncarrollenodefruta.—Sí,peroaún tieneque llegaraAméricaysupongoquepuedo…Bueno…,al

menoshastaqueélllegue…,pensaba…Meapartéconagilidadparaesquivaraunaniñapequeñaconcoletas.—Suéltaloya—dije.—Perdone,señor.Yo…esperabaquepudieraestudiarconusted.Sivoyaservira

laOrden,nopuedoimaginarmejormentor.

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Tuveunaligerasensacióndesatisfacción.—Muyamable,perocreoquemesobrestimas.—Imposible,señor.Nomuylejos,unrepartidordeperiódicosconlacaracoloradayunagorra,daba

noticiasagritossobrelabatallaenFortNecessity:—Las fuerzas francesas declaran la victoria tras la retirada deWashington—

vociferó—. ¡En respuesta, el duque de Newcastle promete más tropas paracontraatacarlaamenazaextranjera!

«Laamenazaextranjera»,pensé.Enotraspalabras,losfranceses.Esteconflictoalque llamaban la Guerra Franco-India se había organizado para expandirse, si losrumoreseranciertos.Nohabíaningún inglésvivoquenodetestaraa los franceses,perosabíaqueuninglésenparticularlosodiabaconunapasiónqueleencendíalasvenas: EdwardBraddock. Cuando llegase aAmérica, allí se dirigiría yme dejaríaocuparmedemispropiosasuntos,oesoesperaba.

Con un gesto de la mano rechacé al muchacho cuando intentó obtener seispeniques por el periódico. No me apetecía en absoluto leer sobre más victoriasfrancesas.

Mientras nos acercábamos a nuestros caballos y Charles me decía quecabalgaríamos a la taberna Green Dragon, me pregunté cómo serían los otroshombres.

—¿TehandichoporquéhevenidoaBoston?—pregunté.—No,elseñorBirchdijoquelosabríasolosiustedqueríacontármelo.Meenvió

unalistadenombresymepidióquemeaseguraradeencontrarlos.—¿Yhastenidosuerte?—Sí.WilliamJohnsonnosesperaenelGreenDragon.—¿Hastaquépuntoleconoces?—Nomuybien.PeroviolamarcadelaOrdenynodudóenvenir.—Demuestra tu lealtadanuestracausay tambiénconocerásnuestrosplanes—

dije.Sonrióabiertamente.—Nadamegustaríamás,señor.***

ElGreenDragoneraungranedificiodeladrilloconuntejadoinclinadoyuncartelsobrelapuertadelanteraquelucíaunepónimodragón.SegúnCharles,eralacafeteríamásfamosadelaciudad,dondetodoelmundo,desdepatriotashastacasacasrojasygobernadoressereuníanparacharlar,conspirar,chismorrearycomerciar.TodoloquesucedíaenBoston,lasoportunidades,seoriginabaallí,enlacalleUnión.

No es que la calleUnión fuera agradable.No eramás que un río de lodo queralentizónuestropasomientrasllegábamosalataberna,asegurándonosdenosalpicar

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alosgruposdecaballerosqueestabanfuera,apoyadosenbastonesyconcentradosensuconversación.Evitandoloscarrosysaludandoconbrevesgestosdecabezaalossoldadosacaballo, llegamosaunedificiobajo,dondesehallabanunosestablosdemaderaparadejarnuestroscaballos;luegocruzamosconcuidadoelarroyodemugrehastalataberna.Dentro,enseguidaconocimosalosdueños:CatherineKerr,queera(sin ánimo de ser poco caballero) ligeramente entrada en carnes; y CorneliusDouglass,cuyasprimeraspalabrasalentrarfueron:«¡Bésameelculo,moza!».

Porsuerte,noestabahablándomeamíniaCharles,sinoaCatherine.Cuandolosdosnosvieron,suconductacambióalinstante,dejódeserbelicosaypasóaservil,yseencargarondequesubieranlasbolsasamicuarto.

Charles tenía razón:William Johnson ya estaba allí, y nos presentaron en unahabitacióndelprimerpiso.Eraunanciano,vestidodeformasimilaraCharles,peroconciertocansancioensuexpresión,conlaexperienciagrabadaenlasarrugasdesurostro.Seapartódelosmapasqueestabaestudiandoparaestrecharnoslamano.

—Un placer—dijo y entonces,mientras Charles salía paramontar guardia, seechóhaciadelanteymedijo—:Esunbuenchaval,aunqueunpocoserio.

MeguardéparamílaopiniónquepudieratenerdeCharlesyleindiquéconlosojosquecontinuara.

—Mehandichoqueestáreuniendounaexpedición—dijo.—Creemosquehayunyacimientoprecursorenestazona—dije,escogiendomis

palabrasconcuidado,yluegoañadí—:Necesitosusconocimientosdelterrenoysugenteparaencontrarlo.

Hizounamuecaydijo:—Lamentablemente, han robado un arcón que conteníamis estudios. Sin él, le

soytotalmenteinútil.Sabíaporexperienciaquenadaerasiemprefácil.—Entoncesloencontraremos.—Suspiré—.¿Tienealgunapista?—Misocio,ThomasHickey,haestadohaciendounarondadeinspección.Sele

dabastantebienhacerhablaralagente.—Dígamedóndepuedoencontrarleymeencargarédeacelerarlascosas.—Hemosoídorumoresdequehaybandidosque trabajandesdeuncomplejoal

suroestedeaquí—dijoWilliam—.Probablementeallípodráencontrarle.***

Fueradelaciudad,elmaízenloscamposseagitabaporlasuavebrisanocturna.Nomuy lejos, se hallaba la valla alta del complejo que pertenecía a los bandidos, ydentroseoíaelescándalodeuna fiesta.«¿Porquéno?»,pensé.Elhechodeevitartodos losdíaselcadalsooundisparodebayonetadeuncasacarojaeraunabuenarazónparaunacelebración,acostumbradocomoestabaavivircomounbandido.

En la puerta había varios guardias y adláteres dando vueltas, algunos de ellos

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bebían, otros intentaban permanecer alerta, y todos se hallaban sumidos en unadiscusión constante. A la izquierda del complejo, el maizal se alzaba hasta unapequeñacima,sobrelaquehabíaunvigíajuntoaunahoguera.Atenderelfuegonoeraprecisamenteelpuestodeseadodeunvigíaperoeraunodelospocosaeseladodel complejo que parecían tomarse en serio su trabajo. Desde luego, no habíanconseguidofijarningúngrupodereconocimientodel terreno.Osi lohabíanhecho,estaríanholgazaneandobajoalgúnárbol,comounacuba,porqueelhechoeraquenohabíanadiequepudieraadvertircómoCharlesyyonosacercábamossigilosamentehastaunhombrequeestabaagachadojuntoaunmurodepiedramedioderruido,conlaintencióndeecharunvistazoalcomplejo.

Era él: Thomas Hickey. Un hombre de cara redonda, expresión un tantomezquina, y puede que demasiado aficionado al ponche, si mis suposiciones erancorrectas.¿Eseeraelhombrealque,segúnWilliam,seledababienhacerhablaralagente?Parecíaqueaélmismolecostaradecirunapalabra.Talvez,conarrogancia,midesagradoestabaalimentadoporelhechodequeeralaprimerapersonadesdemillegada a Boston para quien mi nombre no significaba nada. Pero si eso memolestaba, no era nada comparado con el efecto que tuvo en Charles, quiendesenvainólaespada.

—Muestraalgoderespeto,chico—gruñó.Coloquéunamanoencimadeélparacontenerle.—Tranquilo,Charles—dije,yluegomedirigíaThomas—:WilliamJohnsonnos

haenviadoconlaesperanzadequepodamos…acelerartubúsqueda.—Noes necesario acelerar nada—dijo arrastrando las palabras—.Nonecesito

esehablarfinodeLondrestampoco.Heencontradoaloshombresquecometieronelrobo.

Amilado,Charlesseenfureció:—Entonces,¿porquéestásharaganeando?—Estoyintentandoaveriguarcómotratarconesosbellacos—respondióThomas

yseñalóelcomplejoparaluegovolversehacianosotrosconojosexpectantesyunasonrisainsolente.

Suspiré.Erahoradeponerseatrabajar.—Bien, mataré al vigía y me colocaré detrás de los guardias. Vosotros dos

acercaos por delante.Cuando abra fuego sobre el grupo, atacaréis.Lamitad habrácaídoantesdequenisiquierasedencuentadeloqueestáocurriendo.

Cogíelmosquete,dejéamisdoscompañerosyfuisigilosamentehastaellímitedelmaizal,dondemeagachéyapuntéalvigía.Seestabacalentandolasmanosconelrifleentrelaspiernas,yprobablementenomehabríavistonioídoaunquemehubieraacercadoencamello.Parecíacasicobardeapretarelgatillo,peroloapreté.

Lancéunamaldiciónmientrascaíahaciadelantey soltabaal aireuna lluviade

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chispas.Notardaríaenempezaraarderyalmenoseloloralertaríaalossuyos.MeapresuréavolverconCharlesyThomas,quesehabíanacercadoalcomplejodelosbandidosmientrasyomecolocabanomuylejos,meclavabalaculatadelrifleenelhombroymirabaconlosojosentrecerradosaunodelosbandidos,queestabadepiefuera de la puerta o, más bien, se balanceaba. Mientras observaba, comenzó acaminarhaciaelmaizal,talvezpararelevaralcentinelaalqueyoyahabíadisparadoyahoraseestabaasandoensupropiahoguera.Esperéhastaqueestuvoenelbordedelmaizal,medetuveantelarepentinacalmadelasrisasdelinteriordelcomplejoy,entonces,mealcéconunrugidoyapretéelgatillo.

Cayó de rodillas y luego de lado, sin parte del cráneo, y lamirada seme fuedirectamentealaentradadelcomplejoparacomprobarsihabíanoídoeldisparo.

Nolohabíanoído,perolosqueestabanenlapuertahabíancentradosuatenciónen Charles y Thomas, desenvainaron las espadas y las pistolas, y comenzaron agritarles:

—¡Largaos!Talycomoyoleshabíadicho,CharlesyThomasseguíanmerodeando.Viquese

morían por coger sus armas, pero esperaron al momento oportuno. Buenos tipos.Esperabanaqueyodispararaprimero.

Habíallegadoelmomento.Apuntéaunodeloshombres,elquesospechéqueeraelcabecilla.Apretéelgatillo,vilasangresalpicardesdelanuca,ysetambaleóhaciaatrás.

Estavezsíoyeronmidisparo,peronoimportabaporqueenesemismoinstanteCharlesyThomasdesenvainaronlasespadasyatacaron,ydosguardiasmáscayeronarrodillados, derramando sangre a chorros por las heridas del cuello. En la puertareinabaelcaosylabatallahabíacomenzadoenserio.

Conseguí eliminar a dos bandidos más antes de abandonar el mosquete ydesenvainar la espada para echar a correr, directo a la refriega, y combatir junto aCharlesyThomas.Disfrutabaluchandoconcompañerosparavariar,yderribéatresmatones, que murieron gritando incluso cuando sus compañeros huían hacia laspuertasparaatrincherarseenelinterior.

En cuestión de segundos, los únicos hombres que quedaron fuimos Charles,Thomas y yo, los tres respirando con dificultad, sacudiendo la sangre de nuestroacero.ContempléaThomasconunnuevorespeto:sehabíadesenvueltobien,conunavelocidad y destreza que su aspecto ocultaba. Charles también estaba mirándole,aunqueconbastantemásdesagrado,comosilacompetenciadeThomasenlabatallalefastidiase.

Pero teníamos un nuevo problema. Habíamos derrotado a los de fuera delcomplejo,pero losque sehabían retiradohabíanbloqueado lapuerta.FueThomasquiensugirióhacerexplotarunbarrildepólvora—otrabuenaideadelhombrealque

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habíaconsideradoantesunborracho—yseguísuconsejoparahacerunagujeroenlapared,porelquenosmetimosypasamosporencimadeloscadáveresmutiladosquellenabanlasalainterior.

Continuamos corriendo.Gruesas y amplias alfombras cubrían el suelo y de lasventanas colgaban unos tapices exquisitos. Todo estaba sumido en unasemioscuridad. Se oyeron unos gritos, masculinos y femeninos, y unos pies quecorríanmientrasavanzábamosrápido,yoconlaespadaenunamanoyunapistolaenlaotra,usandoambas,matandoacualquierhombrequeencontraraenmicamino.

Thomashabía robadoun candelabroy lo usópara hundirlo en la cabezadeunbandido,sacándoleelcerebroylasangredelacarajustocuandoCharlesnosrecordópor qué estábamos allí: para buscar el arcón de William. Lo describió mientrascorríamos por los sombríos pasillos, encontrando ahora menos resistencia. O losbandidosnoshabíandejadoelpaso libreoestaban reuniéndoseparaconseguirunafuerza más unida. No me importaba lo que estuvieran haciendo. Teníamos queencontrarelarcón.

Yesohicimos.Estabaapoyadoalfondodeunaalcobaqueapestabaacervezaysexo, y al parecer estaba llena de gente:mujeres ligeras de ropa que cogieron susvestidosysalieroncorriendo,yvarios ladronesquesepusieronacargarsusarmas.Una bala alcanzó lamadera de la puerta ami lado y nos protegimos cuando otrohombre,estedesnudo,alzósupistolaparadisparar.

Charlesdevolvió losdisparosdesdeelmarcode lapuertayelhombredesnudochocócontralaalfombraconundescuidadoagujerorojoensupecho,agarrandounpuñado de sábanas mientras caía. Otra bala arrancó madera del marco y nosagachamos.Thomasdesenvainó su espadacuandodosbandidosmás recorrieron elpasilloatodavelocidadhacianosotros,yCharleshizolomismo.

—Soltadlasarmas—dijounodelosbandidosquequedabanenelinteriordelaalcoba—yconsiderarédejarosvivir.

—Te hago lamisma oferta—dije desde detrás de la puerta—.No tengo nadacontravosotros.Soloquierodevolverestearcónasulegítimodueño.

Suvozadoptóunairedespectivo.—NohaynadadelegítimoenelseñorJohnson.—Nolovolveréapedir.—Deacuerdo.Oí un movimiento cercano al otro lado de la puerta. El otro hombre había

intentadoacercarsesigilosamenteanosotros,pero lemetíunabalaentre losojosycayóaltiempoquesupistolasealejabadeélresbalandoporelsuelo.Elbandidoquequedabavolvióadispararyseabalanzósobrelapistoladesucompañero,peroyoyahabía recargado y me anticipé a su movimiento; le pegué un tiro en el costadomientras se estiraba para recogerla. Como un animal herido, se dobló en la cama,

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cayendosobrelassábanasencharcadasdesangre,mirándomefijamentemientrasyoentrabaconcautela,sosteniendodelantedemílapistola.

Mededicóunamiradatorva.Nodebíadehaberplaneadoterminarasílanoche.—Lostuyosnonecesitanlibrosnimapas—dije,señalandoelarcóndeWilliam

—.¿Quiéntehaencargadoesto?—Nuncahevistoanadie—dijocasisinaliento,negandoconlacabeza—.Dejan

cartasysiemprepagan,asíqueaceptamoslostrabajos.Entodosloslugaresalosqueiba,conocíaahombrescomoaquelbandido,que

hacíancualquiercosa,porlovisto,porunpardemonedas.Eranhombrescomoéllosquehabíaninvadidomicasadelainfanciaymatadoamipadre.Eranhombrescomoéllosquemehabíanpuestoenelcaminoqueahoratransitaba.

«Siemprepagan.Aceptamoslostrabajos».Dealgúnmodo,a travésdeunvelodeindignación, logrécontenerlasganasde

matarle.—Bueno,puesyasehaterminado.Dilesatusseñoresqueasílohedicho.Seincorporóunpoco,talvezaldarsecuentadequeleperdonabalavida.—¿Yquiénlesdigoqueeres?—Nodigasnada.Yalosabrán—respondíyledejémarchar.ThomascomenzóacogermásbotínmientrasCharlesyyocargábamoselarcón.

Salimos del complejo. Retirarse fue más fácil, la mayoría de los bandidos habíandecidido que la discreción era lamejor parte del valor y semantuvieron fuera denuestrocamino,demodoquellegamosanuestroscaballosysalimosalgalope.

***WilliamJohnsonestabaotravezenelGreenDragon,estudiandominuciosamentesusmapas.Cuando llegamos con el arcón, de inmediato se puso a rebuscar en él paracomprobarlosmapasypergaminosquehabíaallídentro.

—Gracias, señorKenway—dijo,volviéndoseasentaren lamesa, satisfechoalcomprobarquetodoestabaenorden—.Ahoradígamequéesloquenecesita.

Llevabaelamuletoalrededordelcuello.Meloquitéymequedécontemplándolo.¿Eran imaginacionesmías o parecía brillar?No, ni tampoco la noche en que se loquitéaMikoenelteatro.LaprimeravezquelohabíavistobrillarhabíasidocuandoReginald lo sostuvo en Fleet andBride.Aunque ahora parecía resplandecer enmimanotalycomolohabíahechoenlasuya,comosisacaraenergía—¡quéabsurdo!—delafe.

Lomiré,luegomeechélasmanosalcuello,mequitéelamuletoylodejéenlamesa. William Johnson me sostuvo la mirada mientras lo cogía, percibiendo suimportancia,luegoloobservócondetenimiento,estudiándoloconcuidado.

—Lasimágenesdeesteamuleto¿lesonfamiliares?¿Lehanenseñadolastribustalvezalgosimilar?—dije.

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—Parecedeorigenkanien’kehá:ka—contestóWilliam.Losmohawk.Semeaceleróelpulso.—¿Puede determinar la localización? —pregunté—. Debo saber de dónde

procede.—Cuandoretomemiinvestigación,talvez.Déjemeverquépuedohacer.Ledilasgraciasconungestodelacabeza.—Pero,primero,megustaríasaberunpocomássobreusted,William.Cuénteme

algosobreusted.—¿Qué le voy a contar? Nací en Irlanda, mis padres eran católicos y aprendí

pronto en la vida que eso limitaría mis oportunidades. Así que me convertí alprotestantismo y viajé hasta aquí a instancias demi tío. Perome temo quemi tíoPeternoeramuyavispado.Quisocomerciarconlosmohawk,peroeligióconstruirsuestablecimiento lejos de las rutas comerciales. Intenté razonar con el hombre…Pero…—Suspiró—. Como he dicho, no eramuy avispado. Así que cogí el pocodineroquehabíaganadoymecomprémipropiaparceladetierra.Construíunhogar,unagranja,unalmacényunmolino.Unoscomienzoshumildes,peroestabatodoenlasrutasadecuadas,loquecambiólascosas.

—¿Yasífuecomoconocióalosmohawk?—Síyharesultadoserunarelaciónvaliosa.—Pero ¿no ha oído nada de un yacimiento precursor? ¿No hay ningún templo

ocultooconstruccionesantiguas?—Síyno.Esdecir, tienensuslugaressagrados,peronoconcuerdanconloque

describe. Montículos de tierra, claros en el bosque, cuevas ocultas… Todos sonlugaresnaturales.Nohaymetalesextraños.Ni…resplandoresraros.

—Humm.Estámuybienescondido—dije.—Incluso para ellos.—Sonrió—. Pero alégrese, amigo mío. Tendrá su tesoro

antiguo.Selojuro.Levantémivaso.—Poreléxito,entonces.—¡Yqueseapronto!Sonreí.Éramoscuatroya.Éramosunequipo.

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AhorateníamosunahabitaciónenelbarGreenDragon,unabase,porasídecirlo,yallí entré para reunirme conThomas,Charles yWilliam.Thomas estaba bebiendo,Charles parecía perturbado yWilliam estudiaba susmapas y cartas de navegación.LessaludéysolorecibíuneructoporpartedeThomas.

—Encantador—soltóCharles.Sonreíabiertamente.—Alégrate,Charles.Te llegaráagustaralgúndía—dije,ymesentéal ladode

Thomas,quememiró,agradecido.—¿Tenemosnoticias?—pregunté.Negóconlacabeza.—Nadamásquerumores.Nadasólidodemomento.Séquebuscaalgofuerade

lonormal…Que tengaquevercon templos,espíritus,épocasantiguasyyoquéséquémás.Pero…hastaahora,nopuedodecirquemischicoshayanoídomucho.

—¿Nosehanmovidobaratijasniartefactosportu…mercadosumergido?—Nada nuevo. Un par de armas mal conseguidas y algunas joyas que

probablemente le quitaron a algún ser vivo. Pero dijo que estuviéramos atentos aconversacionessobrebrillos,zumbidosycosasraras,¿no?Ynoheoídonadadeeso.

—Siguebuscando—lepedí.—Oh, sí.Mehaceungran servicio, señor,y tengo la intencióndedevolvermi

deuda.Portriplicado,sigusta.—Gracias,Thomas.—Un lugar para dormir y comida ya es suficiente agradecimiento. No se

preocupe.Selosolucionarépronto.Levantósujarra,selaencontróvacía,ymereí,lediunapalmadaenlaespalday

lemirémientras se levantaba e iba tambaleándose a buscar una cerveza por algúnsitio.LuegocentrémiatenciónenWilliamymeacerquéasuatrilconunasilla,parasentarmeasulado.

—¿Cómovalabúsqueda?Memiróconelentrecejofruncido.—Losmapasylasmatemáticasnolaestánacortando.Nadaessencillo,melamenté.—¿Quéhaydesuscontactosenlazona?—lepregunté,sentándomefrenteaél.Thomas había vuelto a entrar montando escándalo, con una jarra de cerveza

espumosayunamarcarojaenlacaraporlabofetadaqueseacababadellevar,justoatiempodeoíraWilliamdecir:

—Tenemosqueganarnos suconfianzaparaquecompartanconnosotros loquesaben.

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—Semeocurreunaideadecómoconseguirlo—farfullóThomasynosvolvimosparamirarle con varios grados de interés: Charles como siempre lemiraba con lamismaexpresiónquehabríatenidodespuésdepisarunacacadeperro,Williamcondesconciertoyyoconauténticointerés.Thomas,sobriooborracho,erauntipomásastuto de lo queCharles yWilliampodían creer.Continuó—:Hay un hombre queesclavizanativos.Rescatémoslosyestaránendeudaconnosotros.

«Nativos»,pensé.Losmohawk.Semeocurrióunaidea.—¿Sabesdóndelosretienen?Negóconlacabeza.PeroCharlesseinclinóhaciadelante.—BenjaminChurch lo sabrá.Es rastreadory también arregla cosas.Está en su

lista.Lesonreí.«Buentrabajo»,pensé.—Esomismomeestabapreguntando,aquiéníbamosairabuscarahora.***

Benjamin Church era médico y encontramos su casa fácilmente. Cuando nadierespondióenlapuerta,Charlesnoperdióeltiempoylatiróabajo.Nosapresuramosaentrar,soloparadescubrirqueyahabíanregistradoel lugar.Nosolohabíandejadolosmueblespatasarribayesparcidodocumentosporelsuelo,destrozándolotodoenunabúsquedadesagradable,sinoquetambiénhabíarastrosdesangre.

Nosmiramosentrenosotros.—Porlovisto,nosomoslosúnicosquebuscamosalseñorChurch—dije,conla

espadadesenvainada.—¡Maldita sea! —estalló Charles—. Podría estar en cualquier parte. ¿Qué

hacemos?Señaléunretratodelbuendoctorquecolgabasobrelachimenea.Mostrabaaun

hombredeunosveintipocosaños,peroconunaspectodistinguido.—Leencontraremos.Vamos,temostrarécómo.YempecéahablarleaCharlesdelartedelavigilancia,cómosemezclabaunoen

elambiente,cómodesaparecía,advirtiendorutasyhábitos,estudiandoelmovimientoquehabíaasualrededorparaadaptarseaél,fundirseconelentorno,formarpartedelpaisaje.

Medicuentadelomuchoqueestabadisfrutandodeminuevopapelcomotutor.Deniño,mehabíaenseñadomipadreyluegoReginald,yyosiempreesperabateneruna sesión con ellos. Ahora disfrutaba al transmitir esas enseñanzas y aportar unnuevo conocimiento, el conocimiento prohibido, aquel que no se encuentra en loslibros.

Al enseñar a Charles, me pregunté si mi padre y Reginald se habrían sentidocomo me sentía yo en aquel momento: sereno, sabio, un hombre de mundo. Leenseñé cómo hacer preguntas, cómo escuchar a escondidas, cómomoverse por la

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ciudad como un fantasma, reuniendo y procesando información. Y después, nosseparamos para llevar a cabo investigaciones de manera individual, y una horaaproximadamentemástardevolvimosareunirnos,conexpresionesadustas.

LoquehabíamosaveriguadoeraqueBenjaminChurchhabíaestadoencompañíadeotroshombres,que lehabían sacadode su casa.Algunosde los testigoshabíansupuesto que Benjamin estaba ebrio; otros habían advertido lasmagulladuras y lasangrequelecubríaelcuerpo.Unhombrequefueensuauxiliohabíarecibidounacuchillada en las tripas como agradecimiento. Estaba claro que Benjamin teníaproblemas,pero¿adóndehabíanido?Larespuesta laobtuvimosdeunheraldo,queestabagritandolasnoticiasdeldía.

—¿Hasvistoaestehombre?—lepregunté.—No sabría decirle…—Negó con la cabeza—. Pasanmuchas personas por la

plaza,esdifícil…Lecoloquéunasmonedasenlamanoysuconductacambióalinstante.Seinclinó

haciadelanteconaireconspiratorio.—Lellevaronalosalmacenesdelmuelle,haciaeleste.—Muchasgraciasportuayuda—ledije.—Pero dense prisa —nos advirtió—. Estaba con los hombres de Silas. Esas

reunionessuelenterminarmal.«Silas», pensémientras zigzagueábamos por las calles de camino a la zona de

almacenes.Pero¿quiéneraSilas?Lamultitudhabíadisminuidoconsiderablementeparacuandollegamosanuestro

destino,lejosdelascallesprincipales,dondeunligeroolorapescadoparecíacernirsesobre el día. El almacén estaba situado en una hilera de edificios similares, todosellos enormes, que rezumaban erosión ymal estado, y habríamos podido pasar delargosinproblemassinohubierasidoporelguardiaqueholgazaneabaenlaspuertasprincipales.Estabasentadoenunbarril,conlospiesapoyadosenotro,mascando,notan alerta como debería haber estado, así que fue fácil escondernos a un lado deledificioantesdequenosviese.Habíaunaentradaenlaparedmáscercanaanosotrosycomprobéquenoestabavigiladaantesdeversiestabaabierta.Cerradaconllave.Dentroseoyeronlossonidosdeunapeleayluegoungritodesesperado.Nomegustael juego pero habría apostado cualquier cosa a que aquel alarido pertenecía aBenjaminChurch.Charlesyyonosmiramos.Teníamosqueentrarallí,ydeprisa.Meestiré hacia el lateral del almacén para echar otro vistazo al guardia, vi el destelloreveladordelasllavesquecolgabandesucinturaysupeloqueteníaquehacer.

Esperéhastaquepasóunhombreempujandounacarretillay,conundedoenloslabios,ledijeaCharlesqueesperase,ysalítambaleándomeunpocomientrasdabalavuelta a la parte delantera del edificio para que pareciera, a todos los efectos, quehabíabebidomucho.

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Sentadoenelbarril,elcentinelamemiródesoslayo,condesprecio.Comenzóasacar la espadade su fundaparamostrar suhoja resplandeciente.Tambaleándome,me puse derecho, alcé una mano al ver la advertencia e hice el ademán demarcharme,antesdetropezarytirarmeencimadeél.

—¡Eh!—protestó,ymeempujótanfuertequeperdíelequilibrioycaíalsuelo.Melevantéy,conotrogestodedisculpa,seguímicamino.Loqueélnosabíaeraquelehabíaquitadolasllavesquellevabacolgadasdela

cintura.Denuevoenellateraldelalmacén,probamosunpardellavesantesde,paranuestro alivio, encontrar la que abría la puerta. Estremeciéndonos ante cualquiercrujido y chirrido, la abrimos, la atravesamos con sigilo y entramos en el oscuroalmacénconolorahumedad.

Dentro, nos agachamos junto a la puerta, adaptándonos poco a poco a nuestronuevoentorno:ungranespacio,sumidomayormenteenlaoscuridad.Unososcuroshuecos retumbantesparecíanextendersehastael infinitoy laúnica luzprocedíadetres braseros que se habían colocado en el centro de la estancia. Por fin vimos alhombre al que estábamos buscando, el hombre del retrato: el doctor BenjaminChurch.Estabaatadoaunasilla,conunguardiaacadalado,unodelosojosmorado,lacabezacolgandoylasangregoteandodeuncorteenellabiosobreelsuciopañueloblancoquellevabapuesto.

Depie,delantedeél,sehallabaunhombrevestidodeformaelegante—Silas,sinduda—yuncompañero,queestabaafilandouncuchillo.Elsuavesilbidoqueemitíaeracasihipnótico,yporunmomentofueelúnicoruidodelahabitación.

—¿Porquésiempreloponestandifícil,Benjamin?—preguntóSilas,conunaireteatraldetristeza.

Medicuentadequeteníaacentoinglésysonabadealtaalcurnia.—Simplementerecompénsameyloolvidarétodo.Benjaminlemiróconexpresiónofendidaperodesafiante.—Nopagaréporunaprotecciónquenonecesito—espetó,sindejarseintimidar.Silassonrióehizoungestodedesdénconlamanoindicandoelfrío,húmedoy

mugrientoalmacén.—Estáclaroquenecesitasprotección,onoestaríasaquí.Benjaminvolviólacabezayescupióuncoágulodesangre,quecayóalsuelode

piedra,despuésmiróaSilas,encuyorostrohabíaunaclaraexpresióndefastidio.—¡Quétorpe!—dijo—.Bueno,¿quévamosahacerconnuestroinvitado?Elhombrequeafilabaelcuchilloalzólavista.Ahoraerasuturno.—Quizálecortelasmanos—bramó—,paraacabarconsusoperaciones.Quizále

corte la lenguay termineconsupalabrería.Oa lomejor lecorto lapollaparaquedejedejodernos.

Loshombresparecieronestremecerse,de repugnancia,miedoydiversión.Silas

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reaccionó:—Haytantasopcionesquemecuestadecidir.—Miróaldelcuchilloyfingióestar

perdidoenlaindecisión,paraluegoañadir—:Córtalelastrescosas.—Bueno,esperaunmomento—seapresuróadecirBenjamin—.Talvezmehaya

precipitadoalnoaceptarantesvuestraoferta.—Lo siento muchísimo, Benjamin, pero la puerta se ha cerrado —dijo Silas

tristemente.—Sérazonable…—comenzóadecirBenjamincontonosuplicante.Silasinclinólacabezaaunladoyuniólascejasconfalsapreocupación.—Preferiríapensarque lohe sido.Pero tehasaprovechadodemigenerosidad.

Noharéotravezeltonto.El torturador avanzó y llevó la punta del cuchillo a la altura de sus ojos que

parecíansalírseledelasórbitasmientrassonreíacomounmaniaco.—Metemoqueno tengocuerpoparapresenciar talesbarbaridades—dijoSilas

conel tonodeunaancianaque seofendecon facilidad—.Venabuscarmecuandohayasacabado,Cutter.

SilasestabaapuntodemarcharsecuandoBenjaminChurchgritó:—¡Tearrepentirásdeesto,Silas!¿Meoyes?¡Conseguirétucabeza!Silassedetuvoenlapuerta,sediolavueltaylemiró.—No—dijoconelprincipiodeunarisatonta—.No,meparecequeno.EntoncesempezaronlosalaridosdeBenjamincuandoCuttercomenzósutrabajo,

riéndose ligeramente mientras empuñaba el cuchillo como un artista dando susprimeraspinceladas,comosiestuvieraaliniciodeunproyectomásgrande.ElpobredoctorChurcheraellienzoyCutterestabapintandosuobramaestra.

LesusurréaCharlesloqueteníamosquehacerymealejé,escabulléndomeporlaoscuridadde la parte traseradel almacén, donde le vi llevarseunamano a la bocaparadecir:«Poraquí,cabrones»einmediatamentesemarchó,rápidoyensilencio.

Cuttergiró lacabezay lehizounaseñala losguardiasmientrasobservabaconcautelaelalmacénaltiempoquesushombresdesenvainabanlasespadaseibanconcuidadoa laparte trasera,dedondeprocedíael ruido.Hubootra llamada, estavezdesdeotropozodeoscuridadycasientresusurros:

—Poraquí.Losdosguardiastragaronsalivae intercambiaronunamiradanerviosamientras

Cutterrecorríaconlavistalassombrasdeledificio,conlamandíbulatensa,enparteporelmiedo,enparteporlafrustración.Advertíquesumenteestabafuncionando:¿leestabangastandounabromasuspropioshombres?¿Habíaunosniñosenredando?

No,eraunactodelenemigo.—¿Quépasa?—gruñóunodelosmatones.Ambosestiraronelcuelloysequedaronmirandohacialaoscuridaddelalmacén.

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—Traeunaantorcha—lesoltóelprimeroasucompañero.Elsegundosaliócomounaflechahaciaelcentrodelahabitaciónylevantóconcuidadounodelosbraseros,queseinclinóporelpesomientrasintentabamoverlo.

DerepenteseoyóunchillidoentrelassombrasyCuttersepusoagritar:—¿Qué?¿Quédemoniosestápasando?Elhombredejóelbraseroyechóunvistazoalapenumbra.—EsGreg—respondióporencimadelhombro—.Yanoestáahí,jefe.Cuttertorcióelgesto.—¿Quéquieresdecirconquenoestáahí?Estabaahíantes.—¡Greg!—lellamóelsegundohombre—.¿Greg?Nohuborespuesta.—Seloestoydiciendo,jefe,yanoestá.Y justo en ese momento, como para enfatizar su afirmación, una espada salió

volando de los oscuros huecos, resbaló por el suelo de piedra y se detuvo paradescansaralospiesdeCutter.

Lahojaestabamanchadadesangre.—EsaeslaespadadeGreg—dijoelprimerhombre,nervioso—.TienenaGreg.—¿QuiéntieneaGreg?—espetóCutter.—Nolosé,peroletienen.—Quienquieraqueseas,serámejorquemuestreslacara—gritóCutter.MiróenseguidaaBenjaminypudeverquesucerebroestaba funcionandopara

llegaralasiguienteconclusión:quehabíansidoatacadosporamigosdeldoctor;queera una operación de rescate. El primer matón se quedó donde estaba, junto a laseguridad del brasero, con la punta de su espada brillando a la luz de la lumbremientras él temblaba. Charles permaneció en las sombras como una amenazasilenciosa.YosabíaquetansoloeraCharles,peroparaCutterysuscompinchessetratabadeundemoniovengador,tansilenciosoeimplacablecomolamismamuerte.

—Serámejorquesalgas,antesdequeterminecontuamigo—bramóCutter.Se acercó a Benjamin para llevar la hoja a su cuello, de espaldas a mí, y

aprovechélaoportunidad.Salíarastrasdemiesconditeymeaproximéconsigiloaél.Eneseinstante,sucompinchesediolavuelta,mevioygritó:

—¡Jefe,detrásdeusted!YCuttersevolvió.Saltéyalavezaccionéelmecanismodelahojaoculta.Cuttersedejóllevarpor

elpánicoyviquese le tensaba lamanoquesujetabaelcuchillopara terminarconBenjamin.Meestiré todo loquepudeyconseguíapartarle lamanodeungolpealtiempo que le retiraba hacia atrás, pero también perdí el equilibrio y tuvo laoportunidad de desenvainar su espada para enfrentarse amí, con la espada en unamanoyelcuchillodetorturaenlaotra.

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PorencimadesuhombroviqueCharlesnohabíadesaprovechadolaoportunidad,sehabíaabalanzadosobreelguardiayseoyóelrepiqueteodesusespadasalchocar.Encuestióndesegundos,Cutteryyotambiénnospusimosaluchar,peroenseguidaquedó claro que no entendía nada. Puede que se le diera bien el cuchillo, pero noestabaacostumbradoateneroponentes;eraunmaestrodelatortura,nounguerrero.Ymientrassusmanossemovíandeprisaylashojaspasabanrápidamentedelantedemisojos,loúnicoquemeenseñófuerontrucos,juegosdemanos,movimientosquetalvezaterrorizabanaunhombreatadoaunasilla,peronoamí.Loqueveíaeraunsádico,unsádicoasustado.

Noteníaprevisión.Nohabíajuegosdepiernasnihabilidaddefensiva.Detrásdeél,yahabíaterminadolalucha:elsegundomatóncayóderodillas,conunquejido,yCharlesleplantóunpieenelpechopararetirarlaespadaydejarleyacerenelsuelo.

Cutterloviotambiényyoledejémirar,meretiréparapermitirlevermorirasucompañero,laúltimaprotecciónquelequedaba.Seoyóungolpeteoenlapuerta.Elguardiadefueraalfinalhabíadescubiertoelrobodelasllaveseintentabasinéxitoentrar.Cuttermoviólosojosenaquelladirección,buscandolasalvación.Peronolaencontró.Aquellosojosasustadossevolvieronhaciamíysonreíabiertamenteantesdecomenzaracortar.Noloencontrabanadasatisfactorio.Tansololetratécomosemerecíaycuandoporfinsedoblóenelsueloconuncorterojointensoenelcuelloyla sangre saliendo a borbotones sobre él, no sentí nadamás salvo una indiferentesensacióndegratitudporhaberhechojusticia.Nadiemásvolveríaasufrirporculpadesucuchillo.

Mehabíaolvidadodelosgolpesenlapuertahastaquecesarony,enelrepentinosilencio,miréaCharles,quellegóalamismaconclusiónqueyo:elguardiahabíaidoabuscarayuda.Benjamingimióymeacerquéaél,cortélasatadurascondostoquesdeespadaylecogícuandocayódelasillahaciadelante.

Lasmanosmeresbalaronporlasangre,peroélparecíarespirarconregularidady,aunque de vez en cuando cerraba los ojos con fuerza por el dolor, los trataba demantenerabiertos.Viviría.Susheridaserandolorosas,peronoprofundas.

Memiró.—¿Quién…quiénesusted?—logródecir.Levantéelsombrero.—HaythamKenwayasuservicio.Sevioeliniciodeunasonrisaensurostrocuandodijo:—Gracias.Gracias.Pero…noentiendo…¿Porquéestánaquí?—Esuncaballerotemplario,¿no?—lepregunté.Élasintió.—Yotambiénynotenemoslacostumbrededejaraloscompañerosamercedde

locosconcuchillos.Poresoyporquenecesitosuayuda.

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—Yalatiene—contestó—.Solodígameloquelehacefalta…LeayudéaponersedepieylehiceunaseñaaCharlesparaqueseacercara.Juntosleayudamosallegaralapuertalateraldelalmacénysalimos,saboreando

elairefrescodespuésdelolorahumedad,sangreymuertedeallídentro.YmientrascomenzábamosacaminardevueltaalacalleUniónyelrefugiodel

GreenDragon,lecontéaldoctorBenjaminChurchlodelalista.

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13dejuliode1754

NosreunimosenelGreenDragon,bajolasoscurasvigasdelahabitacióndelfondoque ahora considerábamos nuestra, y que rápidamente ampliamos para llenarla,metiéndonos en el polvoriento alero: aThomas le gustabaholgazanear enposiciónhorizontal cuando no estaba bebiendo jarras de cerveza o molestando a nuestrosanfitriones para pedirles más; William, cuyo ceño arrugado se marcabaprofundamentemientrastrabajabaenlosmapasqueteníaextendidossobrelamesa,seapartabadeellosasufacistolydevezencuandodejabaescaparungritoahogadoporlafrustración,retirandoconungestoaThomasparaquenovertieracervezadesujarracadavezquesetambaleabademasiadocerca;Charles,mimanoderecha,estabasentado a mi lado siempre que yo me encontrase en la estancia. Su devoción meresultabaavecescargantey,otras,unagranfuentedefuerza;yahora,porsupuesto,eldoctorChurch,quehabíapasadolosdosúltimosdíasrecuperándosedelasheridasenunacamaqueCorneliuslehabíadadodemalagana.Benjaminsehabíavendadosuspropiasheridasycuandoporfinselevantó,nosaseguróqueningunadelasqueteníaenlacaraibaaserpermanente.

Habíahabladoconéldosdíasantes,cuandoleinterrumpíelprocesodevendarselapeorherida,desde luego laquepeor aspecto tenía:Cutter lehabía arrancadountrozodepiel.

—Tengounapreguntaparati—dije,todavíaconlasensacióndequenosabíadequépiecojeabaaquelhombre—.¿Porquéescogistemedicina?

Sonrióforzadamenteycontestó:—Se suponequedebodecir que fueporquemepreocupopor el prójimo, ¿no?

Queescogíestecaminoporquemepermitelograrelbiencomún.—¿Noestodoesoverdad?—Tal vez. Pero no fue la razón queme guio amí.No…Enmi caso fue algo

menosabstracto:megustaeldinero.—Hayotroscaminosparahacerfortuna—dije.—Sí.Pero¿quémejorproductoparavenderquelavida?Nadaestanvalioso,ni

anheladocontantadesesperación.Yningúnprecioesdemasiadocaroparaelhombreomujerquetemeunfinbruscoeirreparable.

Hiceunamuecadedolor.—Tuspalabrassoncrueles,Benjamin.—Perociertas.Confundido,pregunté:—Hicisteeljuramentodeayudaralagente,¿no?—Cumplo con el juramento, pero en él no se hace mención al precio.

Simplementeexijounacompensación,unacompensaciónjusta,pormisservicios.

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—¿Ysinoposeenlosfondosnecesarios?—Entonces los atenderán otros. ¿Acaso un panadero le da pan gratis a un

mendigo?¿Elsastreleofreceunvestidoalamujerquenopuedepermitirsepagarlo?No.¿Porquéentoncesibaahacerloyo?

—Lohasdichotúmismo—contesté—.Nadaesmásvaliosoquelavida.—Sí.Másrazónaúnparaasegurarsedequesetienenlosmediosparapreservarla.Lemiré con recelo.Eraunhombre joven,más jovenqueyo,ymepregunté si

algunavezyohabíasidocomoél.***

Más tarde, mis pensamientos volvieron a asuntos más urgentes. Silas querríavenganzaporloquehabíasucedidoenelalmacén,todoslosabíamos;yeracuestiónde tiempo que nos atacara. Estábamos en el Green Dragon, tal vez el lugar másvisibledelaciudad,porloquesabríadóndeencontrarnoscuandoquisieralanzarsuataque. Mientras tanto, yo tenía suficientes espadachines expertos para que se lopensaraynomeplanteabasalircorriendooesconderme.

William le había contado a Benjamin lo que teníamos planeado para tratar deganarnoselfavorde losmohawkal ircontraelesclavista,yBenjaminse inclinabaahorahaciadelante.

—Johnsonmehacontadoloquepretendéishacer—dijo—.Dalacasualidaddequeelhombrequemereteníaeselmismoquebuscáis.SellamaSilasThatcher.

Lancéunamaldiciónparamisadentrospornohaberlorelacionado.Porsupuesto.Amilado,Charlestambiénsehabíadadocuenta.

—¿Aqueltipotaneleganteesunesclavista?—exclamósindarcrédito.—Quenoteengañesulenguaaterciopelada—dijoBenjamin,asintiendo—.Esla

criaturamáscruelydespiadadaqueheconocido.—¿Quépuedesdecirmedesuoperación?—pregunté.—Tieneporlomenoscienhombresymásdelamitadsoncasacasrojas.—¿Todoesoporunosesclavos?Aloírmipregunta,Benjaminserio.—Meimaginoqueno.ElhombreescomandantedelaTropaReal,estáalmando

delfuerteSouthgate.Perplejo,dije:—Pero si Gran Bretaña tiene alguna posibilidad de hacer retroceder a los

franceses,debealiarseconlosnativos,noesclavizarlos.—Silasesfielsoloasucartera—dijoWilliamdesdesuposiciónenelfacistol—.

QuesusaccionesdañenalaCoronaesirrelevante.Mientrashayacompradoresdesuproducto,continuaráprocurándolo.

—Másmotivosaúnparadetenerle,entonces—dijecongravedad.—Me paso el día hablando con los de aquí, intentando convencerles de que

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deberíanconfiarennosotros—añadióWilliam—,quelosfrancesessololesutilizancomoherramientas,quelesabandonaránencuantohayanganado.

—Tuspalabrasdebendeperder fuerzacuando seenfrentana la realidadde lasaccionesdeSilas—suspiré.

—He intentado explicar que no nos representa —dijo con una expresióncompungida—.Pero lleva lacasacarojayestáalmandodeunfuerte.Lesdebodeparecerunmentirosoounimbécil…Probablementelasdoscosas.

—Anímate,hermano.Cuandolesentreguemossucabeza,sabránquetuspalabrassonciertas—leaseguré—.Primerotenemosqueencontrarunmododeentrarenelfuerte.Dejadmepensarlo.Mientrastanto,meocuparédenuestroúltimorecluta.

Aloíresto,Charlesseespabiló.—JohnPitcairnesnuestrohombre.Selotraeré.***

Noshallábamosenuncampamentomilitarfueradelaciudad,dondeloscasacasrojascontrolabandiligentementequién entrabay salía.EranhombresdeBraddockymepreguntésireconoceríaaalgunosdemiscompañerosdeaquellosaños.

Lodudaba;surégimenerademasiadobrutal, sushombreseranmercenarios,exconvictos, hombres en fuga que nunca se quedaban en unmismo sitio demasiadotiempo. Uno avanzaba ahora, al parecer sin afeitar y desharrapado a pesar de suuniformedecasacaroja.

—¿A qué venís? —quiso saber, mientras nos miraba uno a uno, sin gustarlemucholoqueveía.

EstabaapuntoderespondercuandoCharlesdiounpasoalfrente,meseñalóyledijoalguardia:

—Esunnuevorecluta.Elcentinelaseapartóaunlado.—Másastillasparalapira,¿eh?—Sonrióconsuficiencia—.Adelante,pues.Cruzamoslaentradaalcampamento.—¿Cómolohasconseguido?—lepreguntéaCharles.—¿Lohaolvidado,señor?EstoyalserviciodelgeneralBraddock.Cuandonole

atiendoausted,claro.Uncarroavanzólentamenteparasalirdelcampamento,conducidoporunhombre

con un sombrero de ala ancha, y nos apartamos para dejar paso a un grupo delavanderas que se cruzó en nuestro camino.Las tiendas estaban desperdigadas portodosladosysobreellasflotabaunbajomantodehumo,provocadoporlashoguerasalrededordelcampamento,delasqueseencargabanhombresyniños,sirvientescuyotrabajoeraprepararcaféyhacercomidaparalosseñoresimperiales.Lacoladaestabatendida en cuerdas que salían de los toldos delante de las tiendas; había civilescargandocajonesconprovisionesen loscarrosdemadera,vigiladosporoficialesa

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caballo.Vimosaunpuñadodehombresmoviendocondificultaduncañónatascadoenel lodoyotrosamontonandocajas,mientrasqueen laplazaprincipalhabíaunatropa de veinte o treinta casacas rojas puestos a prueba por un oficial que gritabaórdenesqueapenasseentendían.

Miréamialrededorymevinoalacabezaqueaquelcampamentoera,sinlugaradudas, obradelBraddockqueyo conocía: concurridoyordenado, unherviderodediligencia,uncrisoldedisciplina.CualquiervisitantehabríareconocidoelméritodelEjércitoBritánicoysucomandante,perosiseobservabaconmayordetenimiento,osi conocías a Braddock desde hacía tiempo, como era mi caso, podías percibir elresentimiento que invadía el lugar: los hombres desprendían rencor en susactividades.No trabajabanporelorgullodesusuniformes, sinobajoelyugode labrutalidad.

Hablando de eso… Nos acercábamos a una tienda y conforme nosaproximábamos,oí,conunasensaciónmuydesagradableque llegaba lentamentealfondodemiestómago,quelavozquedabagritospertenecíaaBraddock.

¿Cuándo había sido la última vez que le había visto? Hacía ya varios años,cuandomemarchédelosColdstreams,ynuncahabíaestadotancontentodedarlelaespaldaaunhombrecomoaqueldíaaBraddock.Dejélacompañíajurandoqueharíatodo loposibleporquepagasepor sus crímenesde crueldadybrutalidad.PeronohabíatenidoencuentaloslazosqueleuníanalaOrden:nohabíatenidoencuentalainquebrantablelealtaddeReginaldhaciaél;y,alfinal,habíaaceptadoqueBraddockibaacontinuarcomosiempre.Nomegustaba,peroteníaqueaceptarlo.Lasolucióneratansimplecomomantenermealejadodeél.

Aunqueahoramismonopodíaevitarle.Estabaenelinteriordelatiendacuandoentramos,enmediodeunsermónaun

hombredemásomenosmiedad,vestidodecivil,aunqueeraevidentequesetratabade un militar. Era John Pitcairn. Estaba allí, recibiendo la descarga de cólera deBraddock,unacóleraqueyoconocíamuybien,cuandoelgeneralgritó:

—¿Planeabas anunciarte? ¿O esperabas que mis hombres no advirtieran tullegada?

Megustóinmediatamente.Megustósuimpasiblemaneraderesponder,suacentoescocéscomedidoycalmado,sindejarseintimidarporBraddockmientrasrespondía:

—Señor,simepermiteexplicarme…EltiemponohabíatratadotanbienaBraddock.Surostroeramásrubicundoque

nuncayteníaentradas,perosepusotodavíamáscoloradoalcontestar:—Oh,porsupuesto.Meencantaríaescucharlo.—Nohedesertado,señor—protestóPitcairn—.Estoyaquíbajolasórdenesdel

comandanteAmherst.Pero Braddock no estaba de humor para impresionarse por el nombre del

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comandanteJeffreyAmherst;y,entodocaso,suhumorempeoró.—Enséñameunacartaquellevesuselloytelibrarásdelahorca—gruñó.—No tengo tal cosa—respondió Pitcairn, tragando saliva, la única señal que

mostródequeestabanervioso;talvezalpensarenlasogaapretándoleelcuello…—.Lanaturalezademitrabajo,señor…,es…

Braddock retrocedió como si estuviera aburrido demantener las apariencias, ypodría haber estado a punto de ordenarle que resumiera, cuando aproveché laoportunidadparaintervenir.

—Noesprecisamentelomásapropiadoparaescribirenpapel—dije.Braddocksediolavueltaamediasparamirarme.AlvernosaCharlesyamípor

primeravez,asimilónuestrapresenciaconvariosgradosdeirritación.Charlesnolepreocupabamucho.Pero¿yo?Pongámosloasí:laantipatíaeramutua.

—Haytham—selimitóadeciryminombresonócomouninsultoensuslabios.—GeneralBraddock—contesté,sinmolestarmeenocultarmidesagradoporsu

nuevorango.DejódemirarmeparacentrarseenPitcairnytalvez,porfin,violarelación.—Supongoquenodeberíasorprenderme.Loslobossuelenviajarenmanada.—ElseñorPitcairnseausentaráunassemanas—ledije—yyomeencargaréde

devolverleasupuestounavezqueterminemosnuestrotrabajo.Braddocknegóconlacabeza.Hice todoloquepudeporescondermisonrisay

conseguí, principalmente, contener mi regocijo interno. Estaba furioso, no soloporquelehabíandesautorizado,sinoporque,peoraún,habíasidoyo.

—El trabajo del diablo, sin duda —dijo—. Ya está bastante mal que missuperioreshayaninsistidoenqueteconcedautilizaraCharles.Peronodijeronnadadeestetraidor.Noteloquedarás.

Suspiré.—Edward…—empecéadecir.PeroBraddockestabahaciéndolesseñasasushombres.—Yahemosterminado.Sacaddeaquíaestoshombres—lesordenó.***

—Bueno,nohaidocomoesperaba—susurróCharles.Nos encontrábamos de nuevo al otro lado del muro, con el campamento a

nuestras espaldas yBostondelante, expandiéndose hacia unmar relumbrante en elhorizonte,conlosmástilesylasvelasdelosbarcosenelpuerto.Juntoaunsurtidorala sombra de un cerezo, nos detuvimos para apoyarnos en la pared, desde dondepodíamosobservarlasidasyvenidasenelcampamentosinllamarlaatención.

—Y pensar que antes consideraba a Edward un hermano… —dije conarrepentimiento.

Ya hacía mucho tiempo de aquello y me costaba recordarlo, pero era verdad.

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HubounaépocaenlaqueadmirabaaBraddock,pensabaqueélyReginalderanmisamigosyaliados.Ahora,despreciabaprofundamenteaBraddock.¿YaReginald?

Todavíanoestabasegurorespectoaél.—¿Y ahora qué? —preguntó Charles—. Nos echarán si volvemos a intentar

entrar.Almirar hacia el campamento, vi a Braddock saliendo de su tienda a grandes

zancadas, gritando como habitualmente, gesticulando a un oficial —uno de losmercenarioselegidosporélmismo,sinduda—queseacercócorreteando.Alazagaapareció John. Seguía vivo, almenos; la furia deBraddock había disminuido o lahabíadirigidoaotrapersona.Haciamí,probablemente.

Mientras observábamos, el oficial reunió a las tropas que habíamos vistoentrenarseen laplazacuartelyorganizóa los soldadosenunapatrullapara luego,con Braddock a la cabeza, comenzar a conducirlos fuera del campamento. Otrossoldadosysirvientesseapartarondesucaminoylaentrada,queanteshabíaestadoatestadadegente,sedespejódeinmediatoparapermitirlespasar.Desfilaronaunoscienmetrosdenosotrosylosobservamosentrelasramasbajasdelcerezo,mientrasbajabanporlacolinahacialasafuerasdelaciudad,portandoconorgullolabanderadelaUnión.

Una extraña paz descendió a su paso y me aparté de la pared para decirle aCharles:

—Vamos.Nosquedamosamásdedoscientosmetrospordetrásyaunasípodíamosoír la

vozdeBraddock,quecomenzabaaaumentarelvolumenmientrasnosdirigíamosalaciudad. Inclusomoviéndose tenía el aire de alguien que era el centro de atención,peroloqueenseguidaquedóclaroeraquesetratabadeunamisióndereclutamiento.Braddockseacercóaunherrero,ordenandoalpelotónqueobservaranyaprendieran.Desapareció todo rastro de su antigua furia y se dirigió al hombre con una cálidasonrisa,máscomountíopreocupadoquecomoeltiranosincorazónqueenrealidadera.

—Parecesdesanimado,amigomío—dijo,cordialmente—.¿Quéteocurre?Charlesyyomantuvimosciertadistancia.Charlesenparticularagachólacabeza

ypermaneció fuerade lavista, pormiedoaque le reconocieran.Yoagucé el oídoparaoírlarespuestadelherrero.

—El negocio no ha ido muy bien últimamente—dijo—. He perdido tanto mipuestocomomimercancía.

Braddockalzólasmanoscomosifueraunproblemadefácilsolución,porque…—¿Ysitedigoquepuedoacabarcontusproblemas?—dijo.—Nomefiaría,puestoque…—¡Basta!Escúchame.Losfrancesesysuscompañerossalvajeshacenestragosen

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elcampo.Elreyhaencargadoahombrescomoyolevantarunejércitoparaobligarlosaretroceder.Úneteamiexpediciónyserásrecompensadogenerosamente.Tansolosonunassemanasde tu tiempoyregresarás llenodemonedasparapoderabrirunanuevatienda,¡másgrandeymejor!

Mientrashablaban,advertíqueunosoficialeslesordenabanaalgunosmiembrosde la patrulla que se acercaran a otros ciudadanos e intentaran convencerles delmismomodo.Entretanto,elherrerodecía:

—¿Deverdad?Braddockyaleestabaentregandolospapelesparaelalistamiento,quesacódesu

chaqueta.—Míralo túmismo—dijo con orgullo, como si le estuviera dando oro a aquel

hombre en vez de unos documentos para alistarse en el ejército más brutal ydeshumanizantequejamáshubieraconocido.

—Loharé—dijoelpobreherrerocrédulo—.¡Tansolodígamedóndetengoquefirmar!

Braddocksiguiócaminandoynosllevóaunaplazapública,dondefueadarunbrevediscurso,yalgunosdesushombrescomenzaronadispersarse.

—Oídme,buenagentedeBoston—anuncióconeltonodeuncaballeropaternaly amistoso a punto de dar buenas noticias—. El ejército del rey necesita hombresfuertesyleales.Unasfuerzasoscurassereúnenenelnorte,deseosasdenuestratierraylostesorosquecontiene.Hoyhevenidoaquíconunapetición:sivaloráisvuestrasposesiones, vuestras familias, vuestras vidas, uníos a nosotros.Alzad las armas enserviciodeDiosydelpaís,paradefendertodoloquehemoscreadoaquí.

Algunos de los ciudadanos se encogieron de hombros y siguieron caminando;otros consultaron a sus amigos. Sin embargo, algunos se acercaron a los casacasrojas,supuestamenteparaprestarsusserviciosyganaralgodedinero.Nopudeevitarnotarunaclaracorrelaciónentre lopobresqueparecíany laprobabilidaddequeeldiscursodeBraddockleshubieraemocionado.

Comoeradeesperar,leoídecirleasuoficial:—¿Adóndenosdirigimosahora?—¿Y si bajamos a Marlborough? —contestó el teniente fiel cuya voz me

resultabafamiliar,aunqueestabademasiadolejosdemíparaverlebien.—No—respondióBraddock—,losvecinosestándemasiadocontentos.Suscasas

sonbonitasylosdías,tranquilos.—¿YLynolacalleShip?—Sí.Losqueacabandellegarnosuelentardarenpasarapuros.Esmásfácilque

aprovechenlaoportunidaddeengordarsuscarterasparaalimentarasuscriaturas.NomuylejosestabaJohnPitcairn.Queríaacercarmeaél.Echéunvistazoalos

casacas rojas que me rodeaban y me di cuenta de que necesitaba uno de esos

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uniformes.Lástima del pobre que se separó del grupo para aliviarse. Era el teniente de

Braddock.Sealejódelosdemás,seabriócaminoentredosmujeresbienvestidasconsombreroygruñó cuando chasquearon la lengua al pasar; estabahaciendoungrantrabajo para ganarse los corazones y las mentes de los vecinos en nombre de SuMajestad.

Leseguídelejos,hastaquellegóalfinaldelacalle,dondehabíaunedificiodemadera achaparrado, un almacén de algún tipo, y, con una mirada rápida paraasegurarse dequeno le veían, apoyó elmosquete en lamadera, se desabrochó losbotonesdesusbombachosyorinó.

Por supuesto, sí le estaban mirando. Era yo. Comprobé que no hubiera máscasacasrojasporallíymeacerqué,arrugandolanarizporelhedoracre;alparecer,muchoscasacasrojassehabíanaliviadoenaquellugarenconcreto.Luegoactivélahojaconunsuavechk,queéloyó,y leprovocóunaligera tensión,peronollegóadarselavuelta.

—Seasquienseas,serámejorquetengasunbuenmotivoparaestardetrásdemímientrasestoymeando—dijo,sacudiéndoseelmiembroparametérselodespuésensusbombachos.

Yreconocísuvoz.Eraelverdugo.Era…—Slater—dije.—Eseesminombre:noabusesdeél.¿Ytúquiéneres?Fingiótenerproblemasparaabrocharselosbotones,peroviquellevabalamano

derechaalaempuñaduradesuespada.—Puedequeteacuerdesdemí.MellamoHaythamKenway.Sevolvióaponertensoeirguiólacabeza.—HaythamKenway—bramó—.Puesclaro,ahoratengounnombrequeevocar.

Esperabanovolverteaver.—Lomismodigo.Datelavuelta,porfavor.Un carro con un caballo pasó por el lodo cuando, lentamente, Slater se volvió

paramirarme,conlosojosclavadosenlahojademimuñeca.—AhoraeresunAsesino,¿no?—dijoconsorna.—SoyunTemplario,Slater,comotujefe.Adoptóunairedespectivo.—LosvuestrosyanoleresultanatractivosalgeneralBraddock.Justo como sospechaba. Por eso había intentado sabotear mis esfuerzos por

reclutar el equipo para la misión de Reginald. Braddock se había vuelto contranosotros.

—Cogetuespada—ledijeaSlater.Parpadeó.

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—Mematarássilohago.Asentí.—Nopuedoeliminarteasangrefría.Nosoytugeneral.—No—dijo—,nolellegasalasueladeloszapatos.Yfueacogersuespada…Unsegundomástarde,elhombrequeunavezhabíaintentadocolgarme,aquien

había visto ayudar amatar a una familia entera en el asedio deBergen op Zoom,yacía muerto a mis pies, y bajé la mirada para contemplar su cuerpo que aún semovía,pensandosoloqueteníaquecogersuuniformeantesdequelomancharadesangre.

MelopuseyvolvíjuntoaCharles,quememiróconlascejaslevantadas.—Bueno,desdeluegosehametidoenelpapel—dijo.Ledediquéunasonrisairónica.—AhoradebemoscomunicarleaPitcairnnuestrosplanes.Cuandotedélaseñal,

provocarásunaltercadoyaprovecharemosladistracciónparaescabullirnos.Mientrastanto,Braddockestabadandoórdenes.—Muybien,hombres,adelante—dijo,yaprovechélaoportunidadparameterme

entrelasfilasdelapatrulla,conlacabezagacha.SabíaqueBraddockestaríaconcentradoenelreclutamientoynoensushombres;

delamismamanera,confiabaenqueloshombresdelapatrullatuvierantantomiedode provocar su ira que estuvieran demasiado preocupados por el alistamiento denuevos hombres y no advirtieran un nuevo rostro en sus filas.Me coloqué junto aPitcairnyenvozbajadije:

—Holadenuevo,Jonathan.Amilado,sesobresaltóunpoco,memiróyexclamó:—¿MaestroKenway?Ledijequesecallaraconungestodelamanoyalcélavistaparaasegurarmede

quenohabíamosllamadounaatenciónnodeseadaantesdecontinuar:—Nohasidofácilcolarse…peroaquíestoy,hevenidoasalvarte.Estavezmantuvolavozbaja.—Nocreerásenserioquevamosapoderescapar…Sonreí.—¿Notienesfeenmí?—Apenasteconozco…—Meconoceslosuficiente.—Mira—susurró—,megustaríamuchoayudarte,peroyahasoídoaBraddock.

Comoseenteredeesto,tantotúcomoyoestaremosacabados.—YameocuparéyodeBraddock—leaseguré.Memiró.

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—¿Cómo?—preguntó.Lemiréconunaexpresiónquedecíasaberperfectamenteloqueestabahaciendo,

mellevélosdedosalabocaysilbébienfuerte.Era la señal quehabía estado esperandoCharles y salió corriendode entre dos

edificios.Sehabíaquitado lacamisay lausabapara taparse lacara; el restode suropa también estaba hecha un desastre: se había echado barro encima para noparecersealoficialdelejércitoqueenrealidadera.Dehecho,teníaelaspectodeunloco y enseguida comenzó a comportarse como tal, delante de la patrulla, que sedetuvo de forma desorganizada, demasiado sorprendida o desconcertada para alzarlasarmas.

—¡Eh!¡Soisunosladronesyunossinvergüenzas!—gritóCharles—.¡Juráisqueel imperio nos… nos recompensará y nos honrará! ¡Pero al final lo único queobtendremos será lamuerte! ¿Y por qué? ¿Rocas, hielo, árboles y arroyos? ¿Unoscuantos francesesmuertos? ¡Bueno,puesno loqueremos! ¡Nonoshace falta! ¡Asíque coged vuestras falsas promesas, vuestros monederos colgados, vuestrosuniformesyvuestraspistolas…,cogedtodoesoaloqueosaferráistantoymetéosloporelculo!

Los casacas rojas se miraron entre ellos, boquiabiertos, sin dar crédito, tansorprendidosque,porunmomento,mepreocupóquenofueranareaccionar.HastaBraddock, que estaba a cierta distancia, se quedó allí de pie, con la mandíbulacolgando,sinestarsegurodesienfadarseoreírseanteaquelinesperadoestallidodepuralocura.

¿Ibansimplementeadarselavueltayseguirsucamino?TalvezCharlessehizolamismapreguntaporquederepenteañadió:

—¡Vergüenzadeberíadarosvuestraguerrafalsa!Luegolediosutoquesupremo.Seagachóparacogerunaboñigadecaballoyla

tiró hacia el grupo, aunque la mayoría se apartó inteligentemente. Entre losafortunadosnoestabaincluidoelgeneralEdwardBraddock.

Despuésdequemancharansuuniformeconboñigadecaballo,dejódedebatirseentreelenfadoylarisa.Ahorasoloestabafuriosoysurugidoparecíahacertemblarlashojasdelosárboles:

—¡Trasél!AlgunosdeloshombresseapartarondelgrupoyfueronacogeraCharles,queya

se había dado la vuelta y corría por una tienda de víveres para luego doblar a laizquierdaenlacalle,entrelatiendayunataberna.

Aquellaeranuestraoportunidad.Peroenlugardeaprovecharla,Johnselimitóadecir:

—Malditasea.—¿Quépasa?—pregunté—.Esnuestraoportunidaddeescapar.

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—Me temo que no. Tu hombre acaba de llevarlos hacia un callejón sin salida.Tenemosquerescatarle.

Gruñíparamisadentros.Eraunamisiónde rescate,peronodelhombrealqueintentaba salvar. Y yo también salí corriendo hacia el callejón, aunque no teníaintencióndesatisfacerelhonordenuestronoblegeneral;tansoloibaaimpedirquelehicierandañoaCharles.

Era demasiado tarde. Cuando llegué allí, ya estaba bajo arresto y retrocedí,maldiciendoensilenciomientrasloarrastrabandevueltaalacalleparallevarloanteelfuriosogeneralBraddock,queyaestaballevandolamanohaciasuespada.Decidíqueelasuntohabíaidodemasiadolejos.

—¡Suéltale,Edward!Se volvió para mirarme. Si era posible que se oscureciera más su rostro, lo

consiguió.Anuestroalrededor,unoscasacasrojassinalientosemirabanentreellos,confundidos,mientrasCharles,conuncasacarojaacadaladoytodavíasincamisa,memiróagradecido.

—¡Túotravez!—espetóBraddock,furioso.—¿Creíasquenoibaaregresar?—respondíconserenidad.—Mesorprendemáslafacilidadconlaquetedescubres—seregodeó—.Teestás

ablandando,porlovisto.Nodeseabaponermeaintercambiarinsultosconél.—DéjanosmarcharyquenosllevemosaJohnPitcairnconnosotros—dije.—Nopermitiréquecuestionesmiautoridad—contestóBraddock.—Niyo.Susojosardieron.¿Deverdadlehabíamosperdido?Porunmomentomeimaginé

sentadoconél,mostrándoleellibroyobservandosutransformación,talycomomehabíasucedidoamí.¿Podríatenerlamismasensaciónderepentinoconocimientoqueyohabíatenido?¿Podíavolveranosotros?

—Encadenadlosatodos—ordenóbruscamente.No,decidíqueno.Y,otravez,deseéqueReginaldhubieraestadopresenteporqueélhabríacortado

deraízaquelladiscusión:habríaimpedidoloqueocurrióacontinuación.Yporesodecidíquepodíallevármelosehicemimovimiento.Saquémihojaen

unperiqueteyelcasacarojamáspróximomurióconunaexpresióndesorpresaensurostromientrasselaclavaba.PorelrabillodelojoviaBraddockecharseaunlado,desenvainarlaespadaygritaraotrohombre,queechómanoasupistola,yacebada.John le alcanzó antes que yo, bajó la espada destellante y le cortó la muñeca alhombre,noseparándolade lamano,sinocortándoleelhueso,demodoqueporunmomentolamanoquedócolgandodelextremodelbrazoylapistolacayóalsuelosincausardaños.

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Otro soldado se abalanzó sobre mí por la izquierda e intercambiamos algunosgolpes:uno,dos,tres.Empujéhastaquesuespaldaquedócontralaparedymiúltimaestocadafueentrelascorreasdesutúnica,enelcorazón.

Girésobremistalonesymeencontréauntercerhombre,desviésugolpeybarríconmihojasuestómago,enviándolealsuelo.ConeldorsodelamanomelimpiélasangredelacarajustoatiempodeveraJohneliminaraotrohombre,yCharles,quelehabíacogido laespadaaunodesuscaptores, terminóconelotrograciasaunoscuantosgolpesseguros.

Entoncesacabólapeleaymeenfrentéalúltimohombrequequedabaenpie.YeseeraelgeneralEdwardBraddock.

Habría sido muy fácil. Demasiado fácil acabar todo aquello allí. Sus ojos medecíanquesabíaqueyoenelfondoqueríamatarlo.Quizá,porprimeravez,sedabacuentadequeloslazosquenosuníanantes,losTemplarios,oelmutuorespetoporReginald,yanoexistían.

Pasóelmomentoyentoncesdejécaermiespada.—Hoymedetendréporqueunavezfuistemihermano—ledije—yunhombre

mejorqueahora.Perosinuestroscaminosvuelvenacruzarse,seolvidarántodaslasdeudas.

MevolvíhaciaJohn.—Yaereslibre,John.Lostres—John,Charlesyyo—comenzamosaalejarnos.—¡Traidor!—gritóBraddock—.Veteentonces.Úneteaesamisiónde locos.Y

cuandotehallesdestrozado,muriéndoteenelfondodealgúnpozooscuro,rezoporquemisúltimaspalabrasdehoyseanloquerecuerdes.

Y al decir aquello, se marchó a grandes zancadas, pasando por encima de loscadáveresdesushombresyabriéndosecaminoentrelostranseúntes.Nuncaseestabademasiado lejos de una patrulla de casacas rojas en las calles deBoston y, con laposibilidad de que Braddock pidiera refuerzos, decidimos desaparecer del mapa.Cuandose fue,me fijéen loscuerposde loscasacas rojascaídosqueyacíanenellodoypenséquenohabíasidolamejortardepararealizarunreclutamiento.

No era de extrañar que los habitantes de la ciudad nos evitaran mientrascorríamos por las calles hacia el Green Dragon. Estábamos salpicados de barro ymanchados de sangre, y Charles se esforzaba por volverse a poner la ropa. John,mientras tanto, tenía curiosidad por saber el porqué de mi animadversión contraBraddock,ylecontélodelamatanzaenelesquifeparaterminardiciendo:

—Lascosasnuncavolvieronasercomoantesdespuésdeeso.Luchamosjuntosunascuantasvecesmás,perocadasalidaeramás inquietanteque laanterior.Élnodejaba dematar: enemigos o aliados, civiles o soldados, culpables o inocentes, noimportaba. Si creía que alguien representaba un obstáculo, ese alguien moría.

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Sosteníaquelaviolenciaeraunasoluciónmáseficiente.Seconvirtióensumantra.Ymerompióelcorazón.

—Deberíamos detenerle—dijo John,mirando hacia atrás, como si pudiéramosintentarloeneseinstante.

—Supongoquesí…Peromantengolaestúpidaesperanzadequeaúnselepuedasalvaryhacerleentrarenrazón.Yasé,yasé…,esunatonteríacreerquealguientanempapadoenmuertepuedadeprontocambiar.

¿Onoeratanabsurdo?,mepreguntémientrasandábamos.Alfinyalcabo,¿nohabíacambiadoyo?

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14dejuliode1754

Al hospedarnos en el Green Dragon, estábamos en el lugar adecuado para oírcualquierrumorsobrenosotros,ymihombreThomasponíalaorejaenelsuelo.Noesqueresultaraunesfuerzoparaél,porsupuesto;estarpendientedecualquierseñalde conspiración en nuestra contra significaba beber cerveza mientras escuchabaconversacionesajenasopresionabaaotrosenbuscadechismorreos.Seledabamuybieneso.Teníaquehacerlo.Habíamoshechoenemigos:Silas,desde luego;peroelmáspreocupanteeraelgeneralEdwardBraddock.

Anoche,mesentéenelescritoriodemihabitaciónaescribirenmidiario.Lahojaocultaestabasobrelamesa,amilado,ymiespadaalalcancedelamanoencasodequeBraddocklanzaraenaquelmomentosuinevitableataquevengativo,ysabíaqueasí sería a partir de entonces: dormiría con un ojo abierto, con las armas cerca,siempremiraría por encima de nuestros hombros y todos los rostros desconocidosperteneceríanaunenemigoenpotencia.Tan solopensarlo era agotador,pero¿quéotra opción tenía? Según Slater, Braddock había renunciado a la Orden de losTemplarios.Ahoraeraunpeligro,ylopeoreraqueteníaunejércitoasudisposición.

Al menos me consolaba saber que ahora tenía un equipo cuidadosamenteseleccionado y, una vez más, estábamos reunidos en la habitación del fondo,animados por la incorporación de John Pitcairn, un tremendo problema paracualquieradenuestrosdosoponentes.

Alentrarenlahabitación,todosselevantaronparasaludarme,incluidoThomas,queparecíamássobrioquedecostumbre.Dirigílamiradahaciaellos:lasheridasdeBenjamin se habían curado bien; John parecía haberse quitado los grilletes que leatabanaBraddockysuairedepreocupaciónhabíasidosustituidoporunánimomásaliviado;CharlesseguíasiendounoficialdelEjércitoBritánicoylepreocupabaqueBraddock pudiera acordarse de él y, por consiguiente, cuando no miraba condesprecio a Thomas, tenía una expresión de angustia; mientras que William seencontrabaensuatril conunaplumaen lamano, trabajandoduro,comparando lasmarcasdelamuletoconellibroysuspropiosmapasygráficos,todavíaperplejoporlosreveladoresdetallesqueseguíanescapándosele.Yomepodíahacerunaidea.

Leshiceunaseñaparaquetomaranasientoymesentéconellos.—Caballeros,creoqueheencontradolasoluciónparanuestroproblema.Omejor

dicho,lohahechoOdiseo.La mención del nombre del héroe griego tuvo un efecto variado en mis

compañerosymientrasWilliam,CharlesyBenjaminasintieronsabiamente, JohnyThomasparecieronconfundidos,siendoThomaselmenosacomplejado.

—¿Odiseo?¿Esunonuevo?Eructó.

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—Esunhéroegriego,torpe—dijoCharles,indignado.—Dejad queme explique—dije—.Entraremos en el fuerte de Silas fingiendo

algunaafinidad.Unavezdentro,haremossaltarlatrampa.Liberaremosaloscautivosymataremosalesclavista.

Observémientrasasimilabanmiplan.Thomasfueelprimeroenhablar.—Chungo,chungo.—Sonrióabiertamente—.Megusta.—Puescomencemos—continué—.Primero,necesitamosencontrarunconvoy…***

Charles y yo estábamos en un tejado con vistas a una de las plazas públicas deBoston,ambosvestidoscomocasacasrojas.

Memiréeluniforme.TodavíahabíaunpocodesangredeSlaterenmicinturónde cuero marrón y una mancha en los calcetines blancos, pero por lo demásrepresentabamuybienmipapel;Charlestambién,aunquesequejabadesuatuendo.

—Mehabíaolvidadodeloincómodosquesonestosuniformes.—Pero son necesarios, me temo —dije—, para llevar a cabo correctamente

nuestroengaño.Lemiré.Almenosnotendríaquesufrirmuchotiempo.—Elconvoydeberíallegarpronto—ledije—.Atacaremosamiseñal.—Entendido,señor—respondióCharles.Enlaplaza,debajodenosotros,uncarrovolcadobloqueabalasalidaalotrolado,

ydoshombresjadeabanmientrasintentabanvolveraponerloderecho.O debería decir que fingían jadear y ponerlo derecho, porque los dos hombres

eranThomasyBenjamin,yelcarrolohabíamosvolcadoapropósitoloscuatrohacíaunos instantes, para colocarlo estratégicamente y bloquear la salida.Nomuy lejosestabanJohnyWilliam,queesperabanalasombradelacabañadeunaforjacercana,sentadosenunoscubosalosquehabíandadolavuelta,conlossombrerostapándoleslosojos,unpardeherreros tomándoseundescanso,haraganeando,viendopasarelmundo.

La trampa estaba preparada.Utilicé el catalejo para echar un vistazo al paisajemásalládelaplazayestavezlosvi:elconvoy,unabrigadadenuevecasacasrojasque se dirigía hacia nosotros.Unode ellos conducía un carro de heno y a su ladohabía…

Enfoquébien.Eraunamujermohawk,unahermosamujermohawk,que,apesardeestarencadenada,lucíaunaexpresióndeorgulloydesafío,ademásdeirsentadaerguida,encontrasteconelcasacarojaqueconducíaelcarro,cuyoshombrosestabanencorvadosyteníaunapipadetallolargoenlaboca.Medicuentadequeellateníaunmoradoen lacaraymesorprendió la iraqueme invadióalverlo.Mepreguntécuántotiempoharíaquelahabíancogidoycómolohabríanlogrado.Evidentemente,sehabíaresistido.

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—Señor—dijoCharlesamilado,haciéndomereaccionar—.¿Nodeberíadarlaseñal?

Meaclarélagarganta.—Claro,Charles—contestéymellevélosdedosalabocaparaemitirunsuave

silbido, observando mientras mis camaradas abajo intercambiaban señales de queestabanpreparados,yThomasyBenjaminseguíanintentandoenderezarelcarro.

Esperamos. Esperamos hasta que los casacas rojasmarcharon hacia la plaza yencontraronelcarrobloqueandolasalida.

—¿Quédemoniosesesto?—exclamóunodelosguardiasalfrente.—Mil perdones, señores. Al parecer hemos tenido un pequeño accidente

desafortunado—respondióThomas,conlasmanosabiertasyunasonrisahalagadora.ElcasacarojaalmandotomónotadelacentodeThomasyenseguidapusocara

de desprecio. Se puso un tantomorado, no lo bastante enfadado comopara que elcolordesurostroigualaraaldesutúnica,perosíerauntonointenso.

—Arregladloyaydeprisa—espetó,yThomaslesaludóconunareverenciaantesdedarselavueltaparaayudaraBenjaminconelcarro.

—Claro,milord,enseguida—dijo.Charlesyyoobservábamos,ahorabocaabajo.JohnyWilliamestabansentados

conlacaraoculta,perotambiéncontemplabanlaescenamientrasloscasacasrojas,envezderodearelcarrosimplementeoincluso—¡Diosnoloquisiera!—ayudaraThomasyBenjaminaponerloderecho,sequedabanmirandoyelguardiaalmandoseponíacadavezmásfurioso.

—Mirad,oponéiselcarrorectoopasamosporencima—estallófinalmente.—No,porfavor.—ViqueThomasmirabaal tejado,dondeestábamosnosotros,

luego hacia donde William y John estaban sentados, con las manos ahora en lasempuñadurasdesusespadas,ydecíalafraseclave—:Yacasiestamos.

Con un solo movimiento Benjamin desenvainó la espada para hundirla en elhombremáspróximo,mientras,antesdequeelguardiaalmandotuvieratiempodereaccionar,Thomashacíalomismoyunadagaaparecíadesdeelinteriordesumangaparaincrustarseenseguidaenelojodeljefe.

Almismo tiempo,WilliamyJohndejaronsuesconditey treshombrescayeronbajo sus espadas, mientras que Charles y yo saltamos y cogimos por sorpresa aaquellos que estaban más cerca: cuatro hombres murieron. Ni siquiera lesconcedimosunúltimoalientocondignidad.Preocupadosporlasposiblesmanchasdesangre en su ropa, nos pusimos a despojar a losmoribundos de sus uniformes.Enunosinstanteshabíamosllevadoloscadáveresaunosestablos,cerramoslapuertaconpestillo y luego salimos a la plaza, ahora como seis casacas rojas que habíansustituidoanueve.Unnuevoconvoy.

Miréamialrededor.Anteslaplazanoeraqueestuvieraconcurrida,peroahorase

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hallabadesierta.Noteníamosniideadequiénpodíahaberpresenciadolaemboscada,¿colonosqueodiabanalosbritánicosysealegrabandeverlosmorir?¿SimpatizantesdelEjércitoBritánicoquesedirigíanahoraalfuerteSouthgateparaavisaraSilasdeloquehabíasucedido?Noteníamostiempoqueperder.

Saltéalasientodelcocheroylamujermohawkseapartóunpoco—almenos,loquelepermitieronlosgrilletes—ymelanzóunamiradacautelosa,perorebelde.

—Hemosvenido a ayudarte—le aseguré—.A ti y a los que están en el fuerteSouthgate.

—Libérame,entonces—dijo.Amipesar,ledije:—Nohastaqueentremos.Nopuedoarriesgarmeaquelainspecciónenlapuerta

vayamal.Yrecibíunamiradadeindignación,quereflejóloqueellaesperaba.—Teliberaré—insistí—,tienesmipalabra.Sacudí las riendas y los caballos comenzaron amoversemientrasmis hombres

caminabanalosladosdelcarro.—¿Sabes algo de la operación de Silas?—le pregunté a la mujer mohawk—.

¿Cuántoshombrespodemosencontrarnos?¿Cuálessonsusdefensas?Peronorevelónada.—Debesdesermuyimportanteparaélsi tehaproporcionadotupropiaescolta

—continué,peroella siguió ignorándome—.Ojaláconfiarasennosotros…,aunquesupongoqueesnaturalparatiserprecavida.Queasísea.

Ellaseguíasincontestar,asíqueestabaclaroqueestabamalgastandosalivaymecallé.

Cuandoporfinllegamosalaspuertas,unguardiadiounpasoadelante.—Deteneos—ordenó.Tensé las riendas y nos paramos.Mirémás allá de la prisionera y saludé a los

guardiasconelsombrero.—Buenastardes,caballeros.Advertíqueelcentinelanoestabadehumorparacortesías.—¿A qué habéis venido?—preguntó sin reservas, con unos ojos interesados y

lujuriosos,clavadosenlamujermohawk.Ellaledevolviólamirada,peroadvertíquelasuyaestabacargadadeveneno.PorunmomentomeacordédequealllegaraBostonqueríaverloscambiosque

el gobierno británico había provocado en aquel país, qué efecto había tenido enaquellasgentes.Paralanativamohawk,estabaclaroquefueracualfueseelefectonohabíasidopositivo.Hablábamoshipócritamentedesalvarsutierra,pero,encambio,laestábamoscorrompiendo.

Señaléalamujer.

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—EsunaentregaparaSilas—contestéyelguardiaasintió,sepasólalenguaporloslabiosygolpeólapuertaparaqueseabriera.

Avanzamoslentamente.Enelinterior,elfuerteestabatranquilo.Nosencontrábamoscercadelasalmenas,

unos muros bajos de piedra oscura, donde los cañones se habían alineado sobreBoston,haciaelmar,ycasacasrojasconmosquetesalhombropatrullabandeunladoaotro.Teníanpuesta laatenciónalotro ladode losmuros; temíanelataquede losfranceses y, como miraban hacia abajo, apenas se fijaron en nosotros mientrasavanzábamos lentamente con nuestro carro, intentando parecer lo másdespreocupados posible.Nos dirigíamos a una parte aislada, donde lo primero quehicealllegarfueliberaralamujer.

—¿Ves?Teestoyliberando,comotedijequeharía.Ahorasimepermitesqueteexplique…

Pero su respuesta fue no.Me fulminó una última vez con lamirada, saltó delcarro y desapareció en la oscuridad, dejándome allímirándola con la sensación deque quedaba un asunto pendiente, queriendo darle explicaciones, queriendo pasarmástiempoconella.

Thomasfueabuscarla,peroledetuve.—Dejaquesemarche—dije.—Peronosentregará—protestó.Miréhaciadondehabíaestado.Yaeraunrecuerdo,unfantasma.—No—respondíybajé.Eché un vistazo para asegurarme de que estábamos solos en aquel patio y

entoncesreuníalosdemásparadarlesórdenes:liberaraloscautivosyevitarquenosdescubrieran.

Asintieroncongravedadycadaunofueacumplirsudeber.—¿QuéhaydeSilas?—preguntóBenjamin.Pensé en el hombre del almacén que se reía, que había dejado a Benjamin a

merceddeCutter.RecordéaBenjaminsuplicandoporsucabezaymiréamiamigo.—Vaamorir—contesté.Observécómo loshombresse fundíancon lanoche,ydecidívigilardecercaa

Charles,mipupilo,alqueviacercarseaungrupodecasacasrojasparapresentarse.Alotroladodelpatio,Thomassehacíapasarporotrodelospatrulleros.WilliamyJohn,mientrastanto,caminabantranquilamenteendirecciónaunedificioquepodríaser la prisiónmilitar, donde retenían a los esclavos, y en esemomento un guardiacambiabadeposiciónparacortarleselpaso.Comprobéquelosotrosguardiasestabanocupados con Charles y Thomas y, cuando quedé satisfecho, le hice una señalsubrepticiaaJohnalverqueintercambiabaunasbrevespalabrasconWilliamcuandoseacercóalguardia.

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—¿Puedo ayudaros?—oí que preguntaba el guardia, cuya voz se elevó por elpatiojustocuandoJohnlediounrodillazoenlostestículos.

Conungemidocomounanimalenunatrampa,soltósubastónherradoycayóderodillas.DeinmediatoJohnbuscóensucinturaelllaveroy,deespaldasalabrigada,abriólapuerta,cogióunaantorchaenunsoportedefueraydesapareciódentro.

Miré ami alrededor.Ninguno de los guardias había visto lo que sucedía en laprisión.LosdelasalmenasmirabandiligentementealmarylosqueestabandentroteníanlaatencióncentradaenCharlesyThomas.

Cuando volví a mirar a la puerta de la prisión militar, vi a John reaparecer,indicándolesalosprimerosesclavosquesalieran.

Yderepenteunodelossoldadosenlasalmenasvioloqueestabaocurriendo.—Eh, vosotros, ¿a qué estáis jugando?—gritó, alzando ya su mosquete, y el

sonidoseelevó.Inmediatamenteme dirigí como una flecha hacia las almenas, donde el primer

casacarojaestabaapuntodeapretarelgatillo,subísaltandolosescalonesdepiedrayme abalancé sobre él, clavándole la hoja bajo la mandíbula con un movimientolimpio.Meagachéparadejarquesucuerpocayerasobremíysaltédesdedebajoparaatravesarelcorazóndelsiguienteguardia.Untercerhombreestabadeespaldasamí,apuntandoaWilliam,perolecortélaspiernaspordetrásparaluegodarleelgolpedegraciaen lanuca, loque terminóconél.Nomuy lejos,Williammedio lasgraciaslevantandolamanoysevolvióparaencontrarseconotroguardia.Moviósuespadacuandouncasacarojacayóbajosuhojaycuandosediolavueltaparaenfrentarseaunsegundohombre,teníaelrostromanchadodesangre.

Enunosinstantes,todoslosguardiasestabanmuertos,perolapuertaaunadelasedificacionesanexassehabíaabiertoySilashabíaaparecido,furioso:

—Tan solo he pedido una hora de tranquilidad —rugió—. Pero una locuracacofónicame despierta diezminutos después. Espero una explicación ymás valequeseabuena.

Paró en seco y aquel arranque se esfumó de sus labios a la vez que su tezpalidecía.Los cadáveresde sushombres rodeabanelpatioyvolvió la cabezaparamirarhacialaprisiónmilitar,cuyapuertaestabaabiertamientraslosnativossalíanentropelobedeciendolasinsistentespalabrasdeJohnparaquesedieranprisa.

Silasdesenvainólaespadaaltiempoque,detrásdeél,aparecíanmáshombres.—¿Cómo? —gritó—. ¿Cómo ha pasado esto? Han liberado a mi valiosa

mercancía. Es inaceptable. Tened por seguro que me haré con las cabezas de losresponsables.Peroantes…,antes,acabemosconestedesorden.

Sus guardias estiraban de túnicas, se colocaban las espadas a la cintura ypreparaban los mosquetes. El patio, vacío salvo por los cadáveres de hacía unmomento, de repente se llenó de más soldados, deseosos de tomarse la revancha.

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Silasestabafueradesí,lesgritabay,desesperado,hacíaseñasalossoldadosparaquetomaransusarmas,perosecalmócuandocontinuóhablando:

—Selladel fuerte.Matadacualquieraque intenteescapar.Nomeimportasiesunodenosotrosode…ellos.¡Elqueseacerquealapuertaseconvertiráencadáver!¿Entendido?

Laluchacontinuó.Charles,Thomas,William,JohnyBenjaminsemovíanentreloshombreshaciendobuenusodesusdisfraces.Loshombresalosqueatacabansevieron reducidos a luchar contra sí mismos, sin estar seguros de quién con eluniformedelejércitoeraamigooenemigo.Losnativos,desarmados,se refugiabanesperando que terminara la pelea, mientras un grupo de casacas rojas de Silasformabaunafilaenlaentradadelfuerte.Vimioportunidad:Silassehabíacolocadoaunladodelastropasylesexhortabaaquefuerandespiadados.Silaslohabíadejadoclaro, no importaba quién muriera siempre y cuando no escapase su valiosa«mercancía»,siempreycuandosuorgullonosevieraheridoenelproceso.

LehiceunaseñaaBenjaminynosacercamosaSilas,peroadvertimosquenoshabía detectado por el rabillo del ojo. Por unmomento, vi la confusión cruzar surostro,hastaquesediocuentadeque,primero,éramosdos intrusosy,segundo,nopodía escapar de ningunamanera, puesto que le impedíamos llegar al resto de sushombres.A todos los efectos, parecíamosunparde leales escoltas evitandoque lehicierandaño.

—No sabes quién soy—le dije—, pero creo que vosotros dos sí os conocéisbien…

BenjaminChurchdiounpasoadelante.—Te hice una promesa, Silas —dijo Benjamin—, que tengo la intención de

mantener…Terminóencuestióndesegundos.Benjaminfuemuchísimomáscompasivocon

Silas que Cutter con él. Con su lídermuerto, se rompió la defensa del fuerte, laspuertas se abrieron y dejamos que el resto de los casacas rojas salieran.Detrás deellosllegaronlosprisionerosmohawkyvialamujerdeantes.Envezdeescapar,sequedóparaayudarasugente.Eravalienteasícomohermosayestaballenadevida.Mientrasayudabaa losmiembrosdesu tribuaalejarsedelmaldito fuerte,nuestrasmiradassecruzaronymedejóembelesado.Yentonces,semarchó.

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15denoviembrede1754

Hacíamuchísimofríoylanievecubríaelsueloanuestroalrededoralsalirtempranoestamañana,cuandopartimoshaciaLexingtonenbuscade…

Talvez«obsesión»seaunapalabrademasiadofuerte.«Preocupación»,entonces:mi«preocupación»porlamujermohawkdelcarro.Enconcreto,porencontrarla.

¿Porqué?SiCharlesmelohubierapreguntado,lehabríarespondidoquequeríaencontrarla

porquesabíaquesuingléserabuenoypensabaqueseríauncontactoútildentrodelosmohawkparaayudarnosalocalizarelyacimientoprecursor.

Eso es lo que habría dicho si Charles me hubiera preguntado por qué queríaencontrarla,yenpartehabríasidoverdad.Enparte.

Bueno, Charles y yo habíamos emprendido una de mis expediciones, en estaocasiónaLexington,cuandodijo:

—Metemoquetengomalasnoticias,señor.—¿Quépasa,Charles?—Braddock insiste en que vuelva a servir bajo sus órdenes. He intentado

excusarme,perohasidoenvano—anunciótristemente.—NocabedudadequesigueenfadadoporhaberperdidoaJohn,pornodecirpor

la humillación que sufrió —respondí pensativamente, preguntándome si deberíahaberacabadoconélcuando tuve laoportunidaddehacerlo—.Haz loque tepide.Mientrastanto,pensaréencómopuedoliberarte.

¿Cómo?No estaba seguro. Al fin y al cabo, hubo una época en la que habríaconfiadoenunacartasolícitadeReginaldparacambiarlaopinióndeBraddock,perohabíaquedadoclaroqueBraddockyanoteníaafinidadconnuestrascostumbres.

—Sientocausarleproblemas—sedisculpóCharles.—Noesculpatuya—contesté.Ibaaecharledemenos.Despuésde todo,habíahechomuchopor localizara la

mujermisteriosa,que,segúnél,seencontraríafueradeBoston,enLexington,dondeal parecer estaba provocando problemas a los británicos, que dirigía Braddock.¿Quién podía culparla, después de que Silas encarcelara a su gente? Así queLexington era donde nos encontrábamos, en un campamento de caza hacía pocoabandonado.

—Noestámuylejos—medijoCharles.¿Eran imaginacionesmías o noté que semehabía aceleradounpoco el pulso?

Hacíamucho tiempo que unamujer nome hacía sentir de aquellamanera. Habíapasadomividaestudiandooviajandoylasmujeresquehabíanestadoenmicamanohabíanrepresentadonadaserio:algunaqueotralavanderadurantemiservicioconlosColdstreams, camareras, hijas de terratenientes…Mujeres queme habían ofrecido

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consuelo,nosolofísico,peronohabríadescritoaningunacomoespecial.En los ojos de estamujer, en cambio, había visto algo, como si fuera un alma

gemela,solitaria,guerrera,otraalmaheridaquemirabaalmundoconojoscansados.Examinéelcampamento.—Acabande apagar el fuegoyhacepocoquehanmovido la nieve.—Alcé la

vista—.Estácerca.Desmonté pero, cuando vi que Charles estaba a punto de hacer lo mismo, le

detuve.—SerámejorqueregresesconBraddock,antesdequeempieceasospechar.Me

lasarreglaréyosoloapartirdeahora.Asintióconlacabeza,lediolavueltaasucaballoyobservécómosemarchaba

paraluegovolveracentrarmiatenciónenelsuelocubiertodenieveamialrededor,preguntándome por el verdadero motivo por el que le había echado. Sabíaexactamentelarazón.

***Mearrastréentrelosárboles.Habíaempezadoanevarotravezyenelbosquereinabaunextrañosilencio,salvoporelsonidodemipropiarespiración,quesalíaenformadevapordelantedemí.Memovía rápidopero sigilosamenteyno tardémuchoenlocalizarla o al menos en ver su espalda. Estaba arrodillada en la nieve, con unmosquete apoyado en un árbol mientras examinaba una trampa. Me acerqué,haciendoelmenorruidoposible,yadvertícómosetensaba.

Mehabíaoído.¡Dios,síqueerabuena!Yalinstanterodabahaciaunladoparacogerelmosquete,lanzóunamiradatras

desíysealejóporelbosque.Salícorriendodetrásdeella.—Porfavor,dejadecorrer—lepedímientrasavanzábamosatodavelocidadpor

elbosquecubiertodenieve—.Soloquierohablar.Nosoytuenemigo.Pero siguió corriendo. Me movía como una flecha, ágilmente, por la nieve,

sorteandoconfacilidadel terreno,peroellaeramásrápidaaúnyacontinuaciónsesubió a los árboles, separándose de la nieve por la que costaba caminar,balanceándosederamaenramacadavezquepodía.

Alfinal,mellevóalasprofundidadesdelbosqueyhabríaescapadosinohubierasidoporunpocodemala suerte.Tropezócon la raízdeunárbol, dioun traspiéycayó,yyomeechéenseguidaencimadeella,noparaatacar,sinoparaayudarla.Leofrecílamano,respirandocondificultad,mientrasconseguíadecir:

—Yo.Haytham.Vengo.En.Son.De.Paz.Me miró como si no hubiera entendido una palabra de lo que había dicho.

Comencéasentirpánico.Quizámehabíaequivocadoconellaenelcarro.Quizánosabíahablarnadadeinglés.

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Hastaque,derepente,contestóconun:—¿Tehasdadoungolpeenlacabeza?Uninglésperfecto.—Oh…,perdona…Sacudiólacabeza,indignada.—¿Quéquieres?—Bueno,primero,tunombre.Movíloshombroscuandopocoapocofuirecuperandoelaliento,quehumeaba

por el frío que hacía. Y entonces, tras un periodo de indecisión que advertí en surostro,respondió:

—Me llamoKaniehtí:io.—Pero cuando intenté pronunciarlo y no lo logré,medijo—:LlámameZiio.Bueno,ahoradimeporquéestásaquí.

Mellevélamanoalcuelloparaquitarmeelamuletoyseloenseñé.—¿Sabesquéesesto?Sinprevioaviso,meagarróelbrazo.—¿Tienes una? —preguntó. Estuve confundido un segundo hasta que me di

cuenta de que no estaba mirando el amuleto, sino mi hoja oculta. Me la quedéobservando un momento, sintiendo lo que solo puedo describir como una extrañamezcla de emociones: orgullo, admiración y luego temor, cuando por accidenteexpulsólahoja.Ensufavorhayquedecirquenoseestremeció,tansolomemiróconsus ojosmarrones y noté queme hundía un pocomás cuando dijo—:He visto tusecretito.

Sonreí, intentando parecer más seguro de lo que me sentía, alcé el amuleto ycomencéotravez.

—Esto.—Lohiceoscilar—.¿Sabesquées?Losostuvoenlamanomientraslocontemplaba.—¿Dedóndelohassacado?—De un viejo amigo—dije y al pensar enMiko, recé una oración por él en

silencio.«¿Deberíaestarélaquíenvezdeyo,unAsesinoenvezdeunTemplario?»,me

pregunté.—Solohevistoesasmarcasenotrositio—dijoysentíunaemocióninstantánea.—¿Dónde?—Me…meestáprohibidohablardeeso.Meinclinéhaciaella.Lamiréalosojos,esperandoconvencerlaconmifuerzade

convicción.—Salvéatugente.¿Nosignificanadaparati?Nodijonada.—Mira—insistí—.Nosoyelenemigo.

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Y tal vez pensó en los riesgos que habíamos corrido en el fuerte y lasmuchaspersonasquehabíamosliberadodeSilas.Yquizá—quizá—,vioalgoenmíquelegustó.

Fueracomofuese,asintióycontestó:—Cerca de aquí hay una colina. En la cima crece un árbol imponente. Ven,

veremossidiceslaverdad.***

Me condujo hasta allí y señaló debajo de nosotros, donde había un pueblo que sellamabaConcord.

—Eneselugarsealojansoldadosquequierenecharamipueblodeestastierras.EstánbajoelmandodeunhombrealqueseleconocecomoBulldog—dijo.

Yentoncesmedicuenta.—EdwardBraddock…Sevolviócontramí.—¿Leconoces?—Noesamigomío—leaseguré,ynuncahabíasidotansincerocomoentonces.—Conformepasanlosdíasperdemosamásdelosmíosporhombrescomoél—

dijoconferocidad.—Yyosugieroqueledetengamos.Juntos.Memiróconacritud.Habíadudaensusojos,perotambiénviesperanza.—¿Quépropones?Derepentelosupe.Supeexactamenteloquesedebíahacer.—TenemosquemataraEdwardBraddock.—Dejéqueasimilaralainformacióny

luegoañadí—:Peroantestenemosqueencontrarle.ComenzamosabajarlacolinahaciaConcord.—Noconfíoenti—medijosinreservas.—Losé.—Yaunasítequedas.—Parademostrartequeestásequivocada.—Nolocreo.Tensólamandíbula.Locreía.Teníamuchocaminoporrecorrerconaquellamujer

misteriosaycautivadora.Enelpueblo,nosacercamosaunataberna,dondeladetuve.—Espera aquí —dije—. Una mujer mohawk es muy probable que levante

sospechas,sinomosquetes.Negóconlacabezaysesubiólacapucha.—Noeslaprimeravezqueestoyentrelostuyos—dijo—.Puedoarreglármelas.Esoesperaba.Al entrar, nos encontramos congruposdehombresdeBraddock, bebiendo con

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unaferocidadquehabríaimpresionadoaThomasHickey,ypasamosentreellosparaescucharsusconversaciones.Loquedescubrimos fuequeBraddockestabaporallímerodeando.Losbritánicosplaneabanalistaralosmohawkparamarcharalnorteyenfrentarse a los franceses.Me di cuenta de que hasta los hombres parecían tenermiedoaBraddock.Todalacharlafuedelodespiadadoquepodíallegaraserycómotenía aterrorizados a sus oficiales. Un nombre que llegué a oír fue GeorgeWashington.Eraelúnicosuficientementevalienteparacuestionaralgeneral, segúnoí chismorrear a un par de casacas rojas. Cuando avanzamos hasta el fondo de lataberna,meencontréconelmismoGeorgeWashington sentadoconotrooficial enunamesaapartada,ymequedéporallíparaescucharsuconversación.

—Dimequetienesbuenasnoticias—dijouno.—ElgeneralBraddockrechazólaoferta.Nohabrátregua—contestóelotro.—Malditasea.—¿Porqué,George?¿Quémotivotedio?Elhombrealque llamóGeorge—elque supusequeeraGeorgeWashington—

respondió:—Dijo que una solución diplomática no era una solución. Que permitir a los

francesesretirarsetansoloretrasaríaunconflictoinevitable,enelqueahoratienenladelantera.

—Aunquemecuesteadmitirlo, tienenméritoesaspalabras.Aunasí…,¿novesqueespocosensato?

—Amítampocomeparecebien.Estamoslejosdecasa,conlasfuerzasdivididas.Loqueespeor,temoquelaseddesangredeBraddocklehagaactuarcondescuido.Poneenpeligroaloshombres.PreferiríanodarmalasnoticiasalasmadresyviudassoloporqueelBulldogquieredemostrarqueestáenlocierto.

—¿Dóndeestáahoraelgeneral?—Reuniendoalastropas.—YluegoiremosalfuerteDuquesne,supongo.—Alfinal.Lamarchahaciaelnorteseguroquellevasutiempo.—Almenosestoterminarápronto…—Lointentaré,John.—Losé,amigomío.Losé…Cuandosalimosdela taberna, ledijeaZiioqueBraddocksehabíamarchadoa

reunirlastropas.—YmarcharánhaciaelfuerteDuquesne.Tardaránunratoenestarpreparados,lo

quenosdatiempoparatramarunplan.—No hace falta —dijo—. Le tenderemos una emboscada cerca del río. Ve a

buscar a tus aliados. Yo haré lo mismo. Te avisaré cuando llegue el momento deatacar.

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8dejuliode1755

HanpasadocasiochomesesdesdequeZiiomedijoqueesperarasuaviso,peroalfinalllegó,yviajamosalTerritoriodeOhio,dondelosbritánicosestabanapuntodeempezarlamayorcampañacontralosfuertesfranceses.LaexpedicióndeBraddockteníacomoobjetivoderrocarelfuerteDuquesne.

Todos habíamos estado ocupados hasta ese momento, y descubrí que ningunomás que Ziio cuando al final nos reunimos y vi que la acompañaban muchossoldados,muchosdeellosnativos.

—TodosestoshombrespertenecenadiversastribusysehanunidoporeldeseodeecharaBraddockdeaquí—dijo—.Losabenaki,loslenapeylosshawnee.

—¿Y tú? —le pregunté, cuando se hicieron las presentaciones—. ¿A quiénrepresentas?

Sonrióunpoco.—Amímisma.—¿Quéquieresquehaga?—ledijealfin.—Ayudarásalosdemásaprepararse…No estaba bromeando. Puse amis hombres a trabajar, comenzamos a construir

barricadasyllenamosuncarrodepólvoraparahacertrampas.Ycuandotodoestuvolisto,meencontrésonriendoyledijeaZiio:

—No puedo esperar a ver la cara de Braddock cuando finalmente se active latrampa.

Memiróconcaradeasco.—¿Disfrutasconesto?—Fuistetúlaquemepedistequeteayudaraamataraunhombre.—Peronodisfrutohaciéndolo.Selesacrificaráparaquelatierraylaspersonas

quevivenaquípuedansalvarse.¿Quémotivostienestú?¿Queseportómalcontigoenelpasado?¿Tetraicionó?¿Oestansoloporlaemocióndecazar?

Calmado,dije:—Nomeinterpretesmal.Señalóentreunosárboles,haciaelríoMonongahela.—Los hombres de Braddock no tardarán en llegar —dijo—. Deberíamos

prepararnos.

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9dejuliode1755

Un exploradormohawk a caballo pronunció deprisa unas palabras que no entendípero,comoseñalóporelvallehaciaelMonongahela,supuseloqueestabadiciendo:loshombresdeBraddockhabíancruzadoelríoyprontolostendríamosencima.Semarchóparainformaralrestodelaemboscada,yZiio,queestabatumbadaamilado,confirmóloqueyasabía.

—Vienen—selimitóadecir.Había disfrutado de la proximidad de estar allí tumbado con ella, en nuestro

escondite, por lo que me asomé entre la maleza con cierto pesar para ver alregimientoaparecerenellímiteforestalalfinaldelacolina.Almismotiempooíunestruendodistantequesehizomásfuerte.Anunciabalallegadanodeunapatrulla,nideungrupodeexploración,sinodeunregimientoenterodehombresdeBraddock.Primero llegaron los oficiales montados a caballo, luego los tambores y demásmúsicas, los soldados marchando y, por último, los porteadores y sirvientes delcampamento,quevigilabanelequipaje.Todaaquellacolumnaseextendíahastacasidondealcanzabalavista.

Y, a la cabeza del regimiento, estaba el mismísimo general, meciéndosesuavementeconelritmodesucaballo,yelalientoheladonublandoelairedelantedeél.GeorgeWashingtoncabalgabaasulado.

Detrásdelosoficiales,lostamboresmanteníanunritmoconstante,porelquelesestuvimoseternamenteagradecidos,puestoqueen losárboleshabía francotiradoresindios y franceses.En los terrenos altos había decenas de hombres tumbados bocaabajo, ocultos entre la maleza, esperando la señal de ataque. Un centenar másesperabacomenzar la emboscada; cienhombresquecontuvieronel alientocuando,de repente, el generalBraddock levantó lamano, unoficial a suotro ladodiounaorden,lostamborescesaronyelregimientosedetuvo,conloscaballosrelinchandoyresoplando,piafandoenelsuelonevadoyhelado,ypocoapocolacolumnaquedóensilencio.

Unacalma sobrecogedora reinóalrededorde loshombresde la columna.En laemboscada, contuvimos el aliento, y estoy seguro de que todos los hombres ymujeres,aligualqueyo,sepreguntabansinoshabríandescubierto.

George Washington miró a Braddock y después atrás, donde el resto de lacolumna—losoficiales,lossoldadosylossirvientes—esperabaconexpectación,yluegovolvióamiraralgeneral.

Seaclarólagarganta.—¿Vatodobien,señor?—preguntó.Braddockrespiróhondo.—Tan solo estoy saboreando elmomento—respondió, luego volvió a respirar

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hondoyañadió—:Noesdeextrañarquemuchossepreguntenporquéhetiradotanaloeste.Estassontierrassalvajes,vírgenes,sincolonizar.Peronoserásiempreasí.Llegaráunmomentoenquenuestraspropiedadesnoseránsuficientesyesedíaestámás próximo de lo que crees. Debemos asegurarnos de que nuestra gente tieneespacio para crecer y seguir prosperando. Lo que significa que necesitamos mástierra.Losfrancesessehandadocuentaeintentanportodoslosmediosimpediresecrecimiento.Bordeannuestroterritorio,levantanfuertesyforjanalianzas,esperandoel día en que puedan estrangularnos con la soga que han construido. Eso no debeocurrir. Debemos cortar la cuerda y hacerlos retroceder. Por eso cabalgamos. Paraofrecerlesunaúltimaoportunidad:losfrancesessemarcharánomorirán.

Ami lado,Ziiomelanzóunamirada,yviquenadalegustaríamásqueacabarconlapomposidaddeaquelhombreallímismo.

Yasífue.—Hallegadoelmomentodeatacar—dijoentredientes.—Espera—dije. Cuando giré la cabeza, me estaba mirando, y nuestras caras

estabanatansolounospocoscentímetrosdedistancia—.Dispersarlaexpediciónnobasta.DebemosasegurarnosdequeBraddocknolograsupropósito.Delocontrario,seguroquevuelveaintentarlo.

Me refería a que debíamos matarlo y no se volvería a repetir aquella buenaoportunidad para atacar. Entonces pensé deprisa, señalé a un pequeño convoy deexploraciónquesehabíaseparadodelregimientoprincipalydije:

—Mevestirécomounode lossuyosymeacercaréhastaél.Tuemboscadamecubriráperfectamenteparaasestarleelgolpemortal.

Bajésigilosamenteendirecciónalosexploradores.Ensilencio,accionémihoja,ladeslicéporelcuellodelsoldadomáscercanoyledesabotonélachaquetaantesdequetocaraelsuelo.

El regimiento, a unos trescientos metros ahora, comenzó a moverse con talestruendo que parecía que se avecinase una tormenta; los tambores comenzaron asonardenuevoylosindiosusaronaquelruidorepentinocomocubiertaparaempezaramoverseenlosárbolesyajustarsusposiciones,preparándoseparalaemboscada.

Me monté en el caballo del explorador y pasé un momento tranquilizando alanimalparaqueseacostumbraraamí,antesdebajarporlaligerapendientehacialacolumna. Un oficial, también a caballo, me vio, y me ordenó que volviera a miposición, así que hice un gesto de disculpa y comencé a ir hacia la cabeza de lacolumna,adelantéaloscarrosconelequipajeylossirvientesdelcampamento,alossoldadosenmarcha,queme lanzaronmiradasde resentimientoyhablarondemíamisespaldas,ya labanda,hastaquemecoloquécasi al frente.Estabacerca,perotambiéneravulnerable.EstabalobastantecercaparaoíraBraddockhablarconunodesushombres,conunodesucírculomáscercano,unodelosmercenarios.

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—Losfrancesesreconocenquesondébilesentodo—estabadiciendo—yporesose han aliado con los salvajes que habitan estos bosques. Son como animales,duermenen los árboles, recogencueros cabelludosyhasta se comena suspropiosmuertos.Laclemenciaesdemasiadoparaellos.Mátalosatodos.

Nosabíasireírmeono.«Secomenasuspropiosmuertos».Nadiepensabayaeso,¿no?Alparecer,eloficialopinabalomismo.—Pero, señor—protestó—, eso no son más que cuentos. Los nativos que he

conocidonohacennadadeeso.Sobresumontura,Braddocksevolvióhaciaél.—¿Meestásllamandomentiroso?—bramó.—Meheexpresadomal,señor—dijoelmercenario,temblando—.Losiento.De

verdad,mesientoagradecidoporservir.—Porhaberservido,dirás—gruñóBraddock.—¿Señor?—inquirióelhombre,asustado.—Tesientesagradecidoporhaberservido—repitióBraddock,sacólapistolayle

disparó.Eloficialcayódelcaballo,conunagujerorojodondehabíaestadosucara,yel

cuerpo golpeó el reseco suelo del bosque.Mientras tanto, el estallido de la pistolahabía espantado a los pájaros de los árboles y la columna se paró de repente, loshombresdescolgaronlosmosquetesdesushombrosysacaronlasarmasalcreerquelesatacaban.

Durante unos instantes permanecieron en total alerta, hasta que se recuperó elordenysefiltróelmensajeatravésdesusurrosdequeelgeneralacababadedispararaunoficial.

EstabalobastantecercadelapartedelanteradelacolumnaparaverlareaccióndeGeorgeWashingtonysoloéltuvoelvalordehacerfrenteaBraddock.

—¡General!Braddock se volvió hacia él y hubo un momento en el que Washington se

preguntósiibaarecibirelmismotratamiento.HastaqueBraddockrugió:—No toleraré la duda entre los que estén amis órdenes. Ni compasión por el

enemigo.Notengotiempoparalainsubordinación.GeorgeWashingtonreplicóvalientemente:—Nadieniegaquesehayaequivocado,señor,pero…—Pagóporsutraicióncomodebenpagartodoslostraidores.Siqueremosganar

esta guerra contra los franceses…No, cuando ganemos esta guerra…Será porquehombrescomotúobedecieronahombrescomoyo,ysinvacilación.Debemostenerordenennuestras filasyunaclaracadenademando.Líderesyseguidores.Sinesaestructura,nopuedehabervictoria.¿Entendido?

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Washington asintió, pero enseguida apartó la vista, guardándose sus auténticossentimientos, y entonces, mientras la columna volvía a avanzar, me aparté de lacabezaconelpretextodequeteníaqueocuparmedeunasuntoenotrolugar.VimioportunidadymecoloquédetrásdeBraddock,quedandoasulado,tansolounpocomásrezagadoparaquenomeviera.Aúnno.

Esperé, hice tiempo, hasta que de repente se produjo un alboroto detrás denosotrosyeloficialalotroladodeBraddockseseparóparainvestigar,dejándonosalosdossolosenlapartedelantera.ElgeneralBraddockyyo.

Saquélapistola.—Edward—dije, y disfruté delmomento en el que se volvió en su silla para

mirarmeamí,luegoalcañóndemipistolaydespuésamíotravez.Abriólabocaparahacernoséqué—pedirayudaprobablemente—,peronoibaa

darlelaoportunidad.Ahoranoteníaescapatoria.—No es tan divertido estar al otro lado del cañón, ¿eh? —dije, y apreté el

gatillo…Justoenelmismoinstanteenqueatacabanalregimiento—malditasea,latrampa

saltódemasiadopronto—,micaballo se sobresaltóyel tiro sedesvió.LosojosdeBraddock reflejaron esperanza y triunfo cuando, de pronto, nos rodearon losfranceses y las flechas comenzaron a llover de los árboles encima de nuestrascabezas. Braddock tiró de las riendas de su caballo con un grito y en cuestión desegundosestabadirigiéndosehacialosárboles,mientrasyomequedabaallísentado,conlapistolausada,atónitoporelabruptogirodelosacontecimientos.

Lavacilacióncasimecuestalavida.Meinterpuseenelcaminodeunfrancés—dechaquetaazulybombachosrojos—quemovía laespadae ibadirectoamí.Erademasiadotardeparaactivarmihoja.Demasiadotardeparadesenvainarlaespada.

Y entonces, con lamisma rapidez, el francés saltó de su silla, como si alguienhubieratiradodeunacuerda,yellateraldesucabezaexplotó,salpicandoderojo.Enesemomentooíundisparoyvi,enelcaballodetrásdeél,amiamigoCharlesLee.

Ledi lasgraciasconungestode lacabeza,pero tendríaqueagradecérseloconmás efusividad más tarde, pues veía desaparecer a Braddock entre los árbolesmientrasespoleabasucorcelyechabaunrápidovistazoatrásparavermeapuntodeiraporél.

***Gritandopalabrasdeánimoamicaballo,seguíaBraddockhaciaelbosque,pasandode largo los indios y los franceses que bajaban por la montaña hacia la columna.Delantedemí,lasflechascaíansobreBraddock,peroningunaencontrósuobjetivo.Lastrampasquehabíamoscolocadotambiénseactivaron.Viuncarro,preparadoconpólvora,quesalíaentrelosárbolesrodando,dispersandoaungrupodefusilerosantesde explotar y espantar a unos caballos sin jinete,mientras que, encima demí, los

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nativosfrancotiradoresderribabansoldadosasustadosydesorientados.Braddockpermaneciófrustrantementedelantedemí,hastaquealfinalelterreno

fuedemasiadoparasucaballo,queseencabritóyletiróalsuelo.Gritando de dolor, Braddock rodó por tierra y buscó a tientas unmomento su

revólver antes de decidir dejarlo para ponerse de pie y echar a correr. No iba acostarmeatraparlo,asíqueespoleémicaballoparaquecontinuara.

—No te había tomado por un cobarde, Edward —dije cuando le alcancé, ylevantélapistola.

Se detuvo, giró sobre sus talones y me miró a los ojos. Allí… allí habíaarrogancia.Eldesprecioqueconocíamuybien.

—Vamos,pues—dijocondesdén.Troté para acercarme, con el arma en lamano, cuando, de repente, se oyó un

disparo,micorcelcayómuertodebajodemíyyomefuialsuelo.—Cuánta arrogancia —oí que decía Braddock—. Siempre supe que acabaría

contigo.A su lado ahora estaba George Washington, que alzaba el mosquete para

apuntarme. Al instante me invadió una profunda sensación agridulce de consueloporquealmenoseraWashingtonelque terminaríaconmivida,unhombrequesindudateníaconcienciaynoeraparanadacomoelgeneral;cerrélosojosymepreparépara aceptar lamuerte.Me lamenté por no haber visto llevar ante la justicia a losasesinos demi padre y por haber estado tan tentadoramente cerca de descubrir lossecretos de los Primeros Llegados, a pesar de no haber llegado a lograrlo; y mehubieragustadover los idealesdemiOrdenpropagadosporelmundo.Alfinal,nohabía sido capaz de cambiar el mundo, pero al menos me había cambiado a mímismo. No siempre había sido un buen hombre, pero había intentado ser mejorpersona.

No obstante, el disparo nunca llegó. Y cuando abrí los ojos fue para ver aWashingtoncaídodesucaballoyaBraddockdándoselavueltaparaverasuoficialenelsuelo,peleandoconunafiguraqueenseguidareconocícomoZiio,quiennosolohabía cogido a Washington por sorpresa, sino que lo había desarmado y le teníaagarradoconuncuchilloal cuello.Braddockaprovechó laoportunidadparahuirymepuseenpierápidamenteparaecharacorrerporelclarohaciadondeZiiosujetabaaWashingtonconfirmeza.

—Dateprisa—meapremióbruscamente—.Antesdequeseescape.Vacilé, no quería dejarla sola conWashington, sin duda habíamás soldados en

camino,peroellalegolpeóconelmangodesucuchillo,dejándoleaturdidoyconlosojos en blanco. Entonces supe que podía cuidarse ella misma. Volví a salir trasBraddock,estavezambosapie.Élseguíateniendounrevólverysemetiódetrásdeunenormetroncodeárbol,sevolvióylevantóelbrazoconelarma.Medetuvepara

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ponermeacubiertocuandodisparó,oícómolabalaledabaaunárbolamiizquierda,sin causar daños, y sin pausa dejémi refugio para continuar la persecución.Ya sehabía puesto de pie, con la esperanza de habermedejado atrás, pero yo era treintaañosmásjoven;nohabíapasadolasdosúltimasdécadasengordandoalmandodeunejércitoyapenassudécuandoempezóaaflojarelpaso.Miróhaciaatrásyselecayóelsombrerocuandotropezóycasisedadebrucesconlasraícesdeunárbol.

Aminorélamarcha,dejéquerecuperaraelequilibrioycontinuaracorriendoparaseguir persiguiéndole, apenas trotando. Detrás de nosotros, casi no se oían ya lossonidosdedisparos,losgritos,loshombresyanimalessufriendo.ElbosqueparecióahogarelruidodelabatallaysolodejólarespiraciónentrecortadadeBraddockysuspisadassobreelblandosueloforestal.Volvióamirarhaciaatrásymevio;vioqueapenascorríaahoray,porfin,sedejócaer,agotado,derodillas.

Movíeldedoparaactivarlahojaymeacerquéaél.Alzóloshombrosmientrastratabaderespirarydijo:

—¿Porqué,Haytham?—Tumuerteabreunapuerta,noesnadapersonal—respondí.Leclavélahojayobservécómolasangresalíaaborbotonesalrededordelacero;

seletensóelcuerpoysesacudióporlaagoníadelempalamiento.—Bueno, quizás es un poco personal —añadí mientras bajaba su cuerpo

moribundoalsuelo—.Hassidounverdaderoincordio,despuésdetodo.—Peroéramoscompañerosdearmas—dijo.Parpadeócuandolamuertelehizoseñasparaquelasiguiera.—Antes, tal vez.Ahora ya no. ¿Crees que he olvidado lo que hiciste? ¿Todos

aquellos inocentesquemataste sinpensarlo?¿Paraqué?Noengendrapazcortar elcaminoalasolución.

Centrólavistaymemiró.—Mal—dijo,conunasorprendenteyrepentinafuerzainterna—.Siusáramosla

espadaconmás libertadyfrecuencia,habríamenosproblemasenelmundohoyendía.

Reflexioné.—Enestecaso,coincido—dije.Le tomé de la mano y le quité el anillo que llevaba con el emblema de los

Templarios.—Adiós,Edward—dije,ymequedécontemplandocómomoría.Enaquelmomento,sinembargo,oíaunossoldadosacercándoseyviquenotenía

tiempo de escapar, así queme tumbé boca abajo yme arrastré hasta debajo de untroncocaído,dondequedéalaalturadelosojosdeBraddock.Girólacabezahaciamí,lebrillaronlosojos,ysupequemedelataríasipodíahacerlo.Lentamente,estiróla mano y trató de señalar en mi dirección con un dedo doblado al acercarse los

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hombres.Malditasea.Deberíahaberledadoelgolpemortal.Vi lasbotasde loshombresqueentrabanenelclaro,mepreguntécómohabría

ido la batalla, yGeorgeWashington apareció abriéndose camino entre un pequeñogrupo de soldados para acercarse corriendo y arrodillarse junto a su generalmoribundo.

LosojosdeBraddockseguíanparpadeando.Moviólabocacuandointentóformarunaspalabras…,laspalabrasquemedelatarían.Mearmédevalorycontélospies:eranseisosietehombresalmenos.¿Podríaconellos?

Me di cuenta, no obstante, de que los intentos de Braddock por alertar a sushombresdemipresenciaeranignorados.GeorgeWashingtonhabíapuestolacabezaenelpechodelgeneralparaescucharyexclamó:

—¡Estávivo!Bajoeltroncodelárbol,cerrélosojosylancéunamaldicióncuandovicómolos

hombrescogíanaBraddockparallevárselo.Mástarde,mereuníconZiio.—Ya está—le dije y ella asintió—. Ahora que he cumplido conmi parte del

trato,esperoquetúhagaslomismo.Volvió a asentir con la cabeza, me indicó que la siguiera y comenzamos a

cabalgar.

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10dejuliode1755

Cabalgamosdurantetodalanocheyporfinsedetuvoparaseñalarunmontículodetierradelantedenosotros.Eracasicomosihubieraaparecidoenmediodelbosque.Mepreguntésilohabríavistosihubieraestadoallísolo.Semeaceleróelritmodelcorazónytraguésaliva.¿Melohabíaimaginadooeracomosielamuletoderepentesedespertaraalrededordemicuelloyfueramáspesado,máscaliente?

Lamiréantesdecaminarhacialaaberturaymetermedentro,dondemehalléenunasalapequeña,cubiertadecerámica.Alrededorhabíauncírculodepictogramas,quellevabanaunsurcoenlapared.Unsurcodeltamañodelamuleto.

Fuihaciaallíymequitéelamuletodealrededordelcuello,contentoalverqueresplandecíaunpocoenmimano.MiréaZiio,quemedevolviólamiradaconunosojosmuyabiertosporeltemor,meacerquéalahendiduray,conformelosojossemeadaptaban a la oscuridad, vi que había dos figuras pintadas en la pared, que searrodillabanantemíymeofrecíansusmanoscomosimeinvitaran.

Elamuletoparecíabrillarinclusoconmásintensidadqueantes,comosielmismoartefactoestuvieraanticipando su reencuentrocon la cámara. ¿Cuánantigua sería?,me pregunté. ¿Cuántos millones de años habrían pasado desde que se extrajo elamuletodeaquellaroca?

Medi cuentadequehabíaestadoconteniendo la respiraciónyahora soltabaelaireconunsoplidomientrasmetíaelamuletoenelhueco.

Nosucediónada.MiréaZiio.Luegomeconcentréenelamuleto,perosubrillohabíacomenzadoa

perderintensidad,casicomosireflejaramispropiasesperanzasdesinfladas.Movíloslabios,intentandoencontrarlaspalabras.

—No…Saquéelamuletoyvolvíaintentarlo,peronada.—Parecesdesilusionado—dijoamilado.—Creía tener la llave—respondí, yme dejó consternado oír en el tono demi

propiavozelfracasoyladecepción—.Queabriríaalgoaquí…Seencogiódehombros.—Estasalapareceserloúnicoquehay.—Esperaba…¿Quéesperaba?—…más.Merepuseypregunté,mástranquilo:—¿Estasimágenesquésignifican?Ziio se acercó a la pared para echarles un vistazo. Una en particular pareció

llamarle laatención.Eraundiosounadiosaqueportabaunantiguoycomplicado

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tocado.—Cuenta la historia de Iottsitíson —dijo, concentrada—, que llegó a nuestro

mundo y le dio forma para que existiera vida. Fue un viaje duro para ella, muypeligroso,queconllevópérdidas.Perocreíaenelpotencialdesushijosyenloquepodían conseguir. Aunque hace tiempo que abandonó el mundo físico, sus ojossiguenobservándonos.Susoídossiguenoyendonuestraspalabras.Susmanossiguenguiándonos.Suamorsigueotorgándonosfuerza.

—Mehasdemostradounagranamabilidad,Ziio.Gracias.Cuandovolvióamirarme,sucaraeradulce.—Sientoquenohayasencontradoloquebuscabas.Lacogídelamano.—Debería irme—dije,aunquenoqueríamarcharmeenabsoluto,yal finalella

medetuvoalacercarseamíparabesarme.

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13dejuliode1755

—MaestroKenway,¿loencontró,entonces?Aquellas fueron lasprimeraspalabrasqueCharlesLeemedijocuandoentréen

nuestrahabitaciónenlatabernaGreenDragon.Todosmishombresestabanreunidosymemirabanconojosexpectantes,perosusánimosdecayeroncuandoneguéconlacabeza.

—Noeraellugarquebuscaba—confirmé—.Metemoqueeltemplonoeramásque una cueva pintada.Aun así, contenía escritura e imágenes precursoras, lo quesignifica que estamos cerca. Debemos intensificar nuestros esfuerzos, expandirnuestra Orden y establecer aquí una base permanente —continué—. Aunque elyacimientosenosescape,estoysegurodequeloencontraremos.

—¡Cierto!—exclamóJohnPitcairn.—¡Lomismodigo!—añadióBenjaminChurch.—Además,creoquehallegadoelmomentodequeincorporemosaCharlesala

familia.Hademostradoserundiscípulofielyhaservidodemodoinfalibledesdequese puso en contacto con nosotros. Deberías poder beneficiarte de nuestroconocimiento y aprovecharte de todas las ventajas que implica, Charles. ¿Alguienestáencontra?

Los hombres permanecieron callados y lanzaron miradas de aprobación haciaCharles.

—Muy bien—continué—. Charles, ven aquí.—Mientras se acercaba, dije—:¿Juras respetar y defender los principios de nuestra Orden y todo lo querepresentamos?

—Sí,lojuro.—¿Nuncarevelarsecretosnidivulgarlaverdaderanaturalezadenuestrotrabajo?—Sí,lojuro.—¿Yhacerlodesdeahoramismohastalamuerte,acualquierprecio?—Sí,lojuro.Loshombresselevantaron.—Entonces te damos la bienvenida a nuestra familia, hermano. Juntos

marcaremoselcomienzodeunnuevomundo,distinguidoporladeterminaciónyelorden.Damelamano.

CogíelanilloquelehabíaquitadoaBraddockdeldedoyselopuseaCharles.Lemiré.—AhoraeresunTemplario.Yaloíraquellaafirmación,sonrióabiertamente.—Que el padre de la sabiduría nos guíe—dije, y los hombres repitieron mis

palabras.

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Nuestroequipoestabacompleto.

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1deagostode1755

¿Laamo?Meresultadifícilcontestaraesapregunta.Loúnicoquesabíaeraquedisfrutaba

desucompañíayvalorabaeltiempoquepasábamosjuntos.Era…distinta.Habíaalgoenellaquenohabíavistoenotramujer.Ese«espíritu»

del que hablaba antes, que parecía reflejarse en todas sus palabras y gestos. Meencontré a mí mismo contemplándola, fascinado por la luz que parecía arderconstantemente en sus ojos y preguntándome, como siempre me preguntaba, quéhabríaallídentro.¿Quéestaríapensando?

Creíaquemequería.Odeberíadecirquecreoquemequiere,peroescomoyo.Guardamuchodeellaparasímisma.Yaligualqueyo,creoquesabequeesteamornopuedeprogresar,quenopodemosvivirjuntos,yaseaenelbosqueoenInglaterra,que hay demasiados obstáculos entre nosotros y nuestra vida juntos: su tribu, paraempezar.Nodeseadejar todoatrás.Creequedebeprotegerasupuebloysutierra,unatierraamenazadaporpersonascomoyo.

Yyotambiéntengoresponsabilidadesconmigente.LosprincipiosdemiOrden¿estándeacuerdoconlosidealesdesutribu?Noestoyseguro.SituvieraqueelegirentreZiioylosidealesbajolosquemehaneducado,¿quéescogería?

Estos son los pensamientos que me han acosado durante las últimas semanas,inclusomientrasheestadodisfrutandoconZiiodeestasdulceshorasrobadas.Mehepreguntadoquéhacer.

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4deagostode1755

Tomaronladecisiónpormíporqueestamañanahemostenidounavisita.Estábamosacampados,aunosochokilómetrosdeLexington,dondenohabíamos

vistoanadie—niaunserhumano—durantevarias semanas.Leoí,por supuesto,antesdeverle.Omásbiendeberíadecirqueoíelalborotoquearmócuandoalolejosunospájarosalzaronelvuelodelosárboles.Sabíaqueningúnmohawkhabríahechoque se comportaran así, lo que significaba que era otra persona: un colono, unpatriota,unsoldadobritánico;quizásinclusounexploradorfrancés,bastanteapartadodesucamino.

Ziiosehabíamarchadodelcampamentohacíacasiunahoraparairacazar.Sinembargo, la conocía demasiado bien para saber que ella habría visto a los pájarosinquietosytambiénestaríacogiendosumosquete.

Trepé rápidamente al puesto de observación en un árbol y examiné la zona anuestroalrededor.Allíestaba,enladistancia,unjinetesolitarioquetrotabadespacioporelbosque.Teníaelmosquetecolgadoalhombro.Llevabauntricornioyunabrigooscuroabotonado;nosetratabadeununiformemilitar.Frenóasucaballo,sedetuvoyviquedeunaalforjasacóuncatalejoyselollevóalojo.Observémientrasmovíaelcatalejohaciaarriba,sobreelfollajedelosárboles.

¿Porquéhaciaarriba?Quélisto.Buscabalasreveladorasvolutasdehumogrisencontraste con el cielo azul de primera hora de la mañana. Bajé la vista a nuestrahoguera,vielhumoqueseelevabaalcielo, luegovolví lavistahaciael jineteyleobservémientrasmovíaelcatalejoporelhorizonte,casicomosi…

Sí. Casi como si hubiera dividido la zona de búsqueda en una cuadrícula y seestuvieramoviendometódicamentedecuadroencuadro,exactamentecomo…

Yolohacía.Ocomolohacíaunodemispupilos.Mepermitírelajarmeunpoco.Eraunodemishombres,probablementeCharles,a

juzgarporlacomplexiónylaropa.Observémientrasélcontemplabalasvolutasdehumoquedespedíaelfuego,volvíaaguardarelcatalejoenlaalforjaycomenzabaatrotarhaciael campamento.Ahoraqueestabacerca,viqueeraCharles,ybajédelárbolparadirigirmealcampamento,preguntándomedóndeestaríaZiio.

Devueltaenelsuelo,echéunvistazoamialrededoryvielcampamentoconlosojosdeCharles:lahoguera,dosplatosdeestañoyunalonatendidaentredosárboles,bajo la que se hallaban las pieles con las queZiio y yo nos habíamos tapadoparaabrigarnosporlanoche.Bajélalonaparaquelaspielesquedaranocultasyluegomearrodilléjuntoalfuegopararecogerlosplatos.Unosinstantesmástarde,sucaballoentróenelclaro.

—Hola,Charles—dijesinmirarle.—¿Sabíasqueerayo?

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—Hevistoqueusastuentrenamiento:hequedadoimpresionado.—Mehaentrenadoelmejor—contestó.Alpercibirelhumordesuvoz,porfinalcélavistaparaverlemirándome.—Tehemosechadodemenos,maestroKenway—dijo.Asentí.—Yyoavosotros.Levantólascejas.—¿Deverdad?Sabesdóndeestamos.Toquéconunpaloelfuegoyobservécómobrillabalapunta.—Queríasabersieraiscapacesdeactuarenmiausencia.Fruncióloslabiosyasintió.—Creo que sabes que sí somos capaces. ¿Cuál es el auténtico motivo de tu

ausencia,Haytham?Lemirécondurezadesdelahoguera.—¿Cuálibaaser,Charles?—Tal vez disfrutas de tu vida aquí con la mujer india, suspendido entre dos

mundos,responsabledeninguno.Debendeestarbienesasvacaciones…—Cuidado,Charles—leadvertí.Al ser conscientedeprontodequemeestaba

mirando,mepuseenpieparamirarlealosojosyestarenigualdaddecondiciones—.Quizásenvezdepreocupartepormisactividades,deberíasconcentrarteenlastuyas.Dime,¿cómoestánlascosasporBoston?

—Noshemosestadoocupandodeesosasuntosquenosencargaste.Relativosalatierra.

Asentí y pensé enZiio, al tiempoquemepreguntaba si existiría otromododehacerlo.

—¿Algomás?—pregunté.—Continuamos buscando alguna señal del yacimiento precursor… —dijo y

levantólabarbilla.—Entiendo…—Williamtieneplaneadollevaracabounaexpediciónalacámara.Mesobresalté.—Nadiemehaconsultadonadadeeso.—No has estado allí para que te preguntáramos—replicó Charles—.William

pensó… Bueno, si queremos encontrar el yacimiento, ese es el mejor sitio paracomenzar.

—Enfureceremos a los indígenas si comenzamos a establecer campamentos ensustierras.

Charlesme lanzó unamirada como si hubiera perdido la razón. Por supuesto.¿Qué nos importaba a nosotros, los Templarios, que unos cuantos nativos se

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disgustaran?—Heestadopensandoenelyacimiento—meapresuréadecir—.Ahoranome

parecetanimportante…Mequedémirandoenladistancia.—¿Planeasdescuidaralgomás?—preguntódeformaimpertinente.—Teestoyavisando…—ledijeyflexionélosdedos.Élechóunvistazoalrededordelcampamento.—Porcierto,¿dóndeestá?¿Tu…amanteindia?—Enningúnsitioqueatiteimporte,Charles,yagradeceríaquenoutilizarasese

tonodevozcuandohablesdeellaenelfuturo;encasocontrario,meveréobligadoacambiárteloalafuerza.

Memiróconojosfríoscuandosedirigióamí.—Hallegadounacarta—dijo,metiólamanoensualforjaylatiróamispies.Al bajar la vista, vi mi nombre en la parte delantera del sobre y enseguida

reconocí la letra. Me la enviaba Holden y se me aceleró el corazón al verla: unvínculo conmi antigua vida,mi otra vida en Inglaterra ymis preocupaciones allí,encontraralosasesinosdemipadre.

Nohicenidijenadaquerevelaramisemocionesalverlacarta,peropregunté:—¿Hayalgomás?—Sí—contestóCharles—,buenasnoticias.ElgeneralBraddocksucumbióasus

heridasyporfinhamuerto.—¿Cuándosucedió?—Muriópocodespuésdequelehirieras,perolanoticiaacabadellegarnos.Asentí.—Entonceshemosterminadoconeseasunto—dije.—Perfecto—dijoCharles—.Debería volver ya, ¿no? ¿Les digo a los hombres

que disfrutas de tu vida aquí en el bosque? Esperemos que nos honres con tupresenciaalgúndíaenelfuturo.

PenséenlacartadeHolden.—Tal vez antes de lo que piensas, Charles. Tengo la impresión de que pronto

deberé partir lejos. Has demostrado ser más que capaz de ocuparte de nuestrosasuntos. —Le dediqué una breve y amarga sonrisa—. Y a lo mejor continúashaciéndolo.

Charlestiródelasriendasdesucaballo.—Como gustes, maestro Kenway. Les diré a los hombres que te esperen.

Mientrastanto,porfavor,dalerecuerdosatuamigadenuestraparte.Y tras esas palabras, semarchó.Me agaché un ratomás junto al fuego, con el

bosqueensilencioamialrededor,yluegodije:—Yapuedessalir,Ziio,sehaido.

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Y se dejó caer de un árbol para entrar en el claro a zancadas, con el rostroechandochispas.

Me levanté para recibirla. El collar que siempre llevaba relucía bajo el solmatutinoylosojosdestellabanconfuria.

—Estabavivo—dijo—.Mementiste.Traguésaliva.—Pero,Ziio,yo…—Medijistequeestabamuerto—dijo,levantandolavoz—.Medijistequeestaba

muertoparaqueteenseñaraeltemplo.—Sí—admití—.Lohiceytepidodisculpas.—¿Yquéesesodelatierra?—meinterrumpió—.¿Quédecíaesehombresobre

estatierra?Estásintentandoquedártela,¿no?—No—respondí.—¡Mentiroso!—exclamó.—Espera.Puedoexplicártelo…Peroyahabíadesenvainadosuespada.—Deberíamatarteporloquehashecho.—Tienes todoelderechoaenfadarte,amaldecirminombreyadesearqueme

vaya.Perolaverdadnoesloquetúcrees—comencéadecir.—¡Márchate!—gritó—.Dejaestelugarynovuelvasmás.Porquesilohaces,te

arrancaréelcorazónconlasdosmanosyselodarédecomeraloslobos.—Peroescúchame,yo…—Telojuro—insistió.Dejécaerlacabeza.—Comodesees.—Pues ya hemos acabado —dijo, se dio la vuelta y me dejó para que

empaquetaramiscosasyregresaraaBoston.

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17deseptiembrede1757(Dosañosmástarde)

Mientraselsolseponía,tiñendoDamascodeuncolormarróndorado,caminabaconmiamigoycompañeroJimHoldenalasombradelasmurallasdeQasral-Azm.

Ypenséenlastrespalabrasquemehabíanllevadohastaallí.«Laheencontrado».Eranlasúnicaspalabrasdelacarta,peromedijerontodoloquenecesitabasaber

ybastaronparatransportarmedeAméricaaInglaterra,donde,antesdequenadamássucediera,meencontréconReginaldenWhite’sparainformarledeloacontecidoenBoston.Sabíamuchode lo que había ocurrido, claro, por las cartas, pero, aun así,esperaba que mostrara interés en los trabajos de la Orden, especialmente en lorelacionadoconsuviejoamigoEdwardBraddock.

Meequivocaba.Loúnicoqueleimportabaeraelyacimientoprecursor,ycuandolecontéqueteníadetallesrespectoalalocalizacióndeltemployquesehallabanenel imperio otomano, suspiró yme ofreció una sonrisa beatífica, comoun adicto alláudanoquesaboreasualmíbar.

Unos instantesmás tarde, estaba preguntando por su libro con un tono de vozinquieto.

—William Johnson ha hecho una copia —respondí, y cogí mi bolsa paradevolverleeloriginal,quelepaséporencimadelamesa.

Estabaenvueltoenuna tela,bienatadoconuncordel,yReginaldmemirócongratitud antes de desatar el lazo y abrir la envoltura para echarle un vistazo a suqueridotomo,conlastapasdecueromarrónenvejecidoyelsellodelosAsesinosenlacubierta.

—¿Están realizando una búsqueda a conciencia en la cámara? —preguntómientras envolvía el libro y volvía a atar el lazo para apartarlo con codicia—.Meencantaríaveresacámaraconmispropiosojos.

—Desde luego—mentí—.Los hombres iban a establecer allí un campamento,peroseenfrentabanadiarioa losataquesde los indios.Habría sidomuypeligrosoparati,Reginald.EreselGranMaestrodelRitoBritánico.EsmejorquetequedesenInglaterra.

—Entiendo—asintió—.Entiendo.Le observé con detenimiento. Si hubiera insistido en visitar la cámara habría

significado el abandono de sus obligaciones como Gran Maestro y, obsesionadocomoestaba,Reginaldnoestabapreparadoaúnparaemprenderaquelviaje.

—¿Yelamuleto?—preguntó.—Lotengoyo—contesté.Hablamos un poco más, pero no hubo demasiada cordialidad y, cuando nos

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separamos,me quedé preguntándomequé albergaba su corazón y qué albergaba elmío.HabíaempezadoaconsiderarmeamímismonounTemplariosinounhombreconraícesasesinasycreenciastemplarias,cuyocorazónsehabíaperdidobrevementeenunamujermohawk.Unhombreconunaperspectivaúnica,enotraspalabras.

Enconsecuencia,mehabíapreocupadomenosencontrareltemployutilizarsuscontenidosparaestablecerlasupremacíatemplaria,ymásunirlasdosdisciplinas,laasesinaylatemplaria.HabíareflexionadosobrecómolasenseñanzasdemipadreamenudoencajabanconlasdeReginald,yhabíacomenzadoaversimilitudesentrelasdosfacciones,másquediferencias.

Peroantes…,antesestabaelasuntopendientequeocupabamipensamientodesdehacíatantosaños.¿EramásimportanteahoraencontraralosasesinosdemipadreoaJenny?Encualquiercaso,queríalibrarmedeaquellalargayoscurasombraquehacíatantotiempoquesecerníasobremí.

***Yasífuecomoconaquellaspalabras—«Laheencontrado»—Holdencomenzóotraodisea, que nos llevó al corazón del imperio otomano, donde hemos estadosiguiéndoleelrastroaJennydurantelosdosúltimosaños.

Estabaviva,esoeraloquehabíadescubierto.Vivayenmanosdelosesclavistas.MientraselmundoluchabaenlaGuerradelosSieteAños,nosotrosnosacercábamosal descubrimiento de su localización exacta, pero los esclavistas habían seguidoavanzandoantesdequefuéramoscapacesdemovilizarnos.Despuéspasamosvariosmeses intentando encontrarla y averiguamos que la habían entregado a la corteotomana para que sirviera de concubina en el palacio de Topkapi, así que allí nosdirigimos.Otravezvolvimosallegartarde:lahabíantrasladadoaDamasco,algranpalacioconstruidoporelgobernadorotomanoalmando,As’adPashaal-Azm.

YporesemotivovinimosaDamasco,dondevoyvestidocomouncomercianteadinerado,concaftányturbante,ytambiénunvoluminososalwar,loquenomehacesentirmuyseguro,adecirverdad,mientrasqueamiladoHoldenvavestidoconropasencilla. Mientras cruzábamos las puertas de la ciudad, hacia las estrechas yserpenteantes calles que llevaban al palacio, nos dimos cuenta de que había másguardias que de costumbre, y Holden, que había hecho sus deberes, me informómientrasavanzábamosdespacioporelpolvoyelcalor:

—Elgobernadorestánervioso,señor.SecreequeelgranvisirRaghibPashadeEstambulselatienejurada.

—Entiendo.¿Ytienerazón?¿Selatienejuradaelgranvisir?—Elgranvisirlellamó«campesino,hijodecampesino».—Entoncesparecequesíletienemanía.Holdenserio.—Exacto.Así que el gobernador teme que le derroquen y, como resultado, ha

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aumentado la seguridaden toda laciudad, sobre todoenelpalacio.¿Vea todaesagente?

Señaló el clamor de ciudadanos a poca distancia, que se cruzaban en nuestrocamino,corriendo.

—Sí.—Sedirigenaunaejecución.Porlovisto,deunespíaenelpalacio.As’adPasha

al-Azmlosveportodaspartes.Enunapequeñaplazaatestadadegentevimoscómodecapitabanaunhombre.

Murió con dignidad y la muchedumbre rugió su aprobación mientras su cabezacortadarodabaporlostablonesdelcadalsoennegrecidosporlasangre.Encimadelaplaza, la plataforma del gobernador estaba vacía. Se había quedado en el palacio,segúnlosrumores,ynoseatrevíaadarlacara.

Cuando terminaron, Holden y yo nos dirigimos hacia el palacio, junto a lasmurallasdelcualcaminamosinquietospuestoqueadvertimoslapresenciadecuatrocentinelasenlaentradaprincipalyotroscolocadosjuntoalosarcoslaterales.

—¿Cómoeselinterior?—pregunté.—Haydosalasprincipales:elharamlikyelsalamlik.Enelsalamlikesdondese

encuentranlassalas,laszonasderecepciónylospatiosdeentretenimiento,peroenelharamlikencontraráalaseñoritaJenny.

—Siesqueestáahí.—Oh,síqueestáahí,señor.—¿Estásseguro?—ComoqueDiosesmitestigo.—¿PorquélasacarondelpalaciodeTopkapi?¿Losabes?Memiróconunaexpresióndeincomodidad.—Bueno,porsuedad,señor.Alprincipio,cuandoeramásjoven,desdeluegose

la valoraba mucho; verá, va en contra de la ley islámica encarcelar a otrosmusulmanes, así que lamayoríade las concubinas son cristianas.A lamayoría lascogen en los Balcanes. Y si la señorita Jenny era tan linda como asegura usted,bueno,estoysegurodequefuemuybuenaadquisición.Elproblemaesquenohayescasez,ylaseñoritaKenway…,bueno,tienecuarentaytantos,señor.Yahaservidomuchosañosdeconcubinayahoraesmásbienunasirvienta.Supongoquesepodríadecirquelehanbajadolacategoría,señor.

Reflexioné y me costó creer que la Jenny que una vez había conocido —lahermosa e imperiosa Jenny— tuviera unaposición tan humilde.De algunamanerame lahabía imaginadoperfectamenteconservada,una figura imponenteen lacorteotomana, talvezelevadaa lacategoríadeReinaMadre.Encambio,allíestaba,enDamasco, en la casa de un gobernador impopular que estaba a punto de serderrocado.¿Quélehacíanalossirvientesyconcubinasdeungobernadorderrocado?,

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me pregunté. Posiblemente se encontrarían con el mismo destino que el pobrehombrealquehabíandecapitadoantes.

—¿Quéhaydelosguardiasenelinterior?—pregunté—.Nocreoquepermitanaloshombresentrarenelharén.

Negóconlacabeza.—Todos losguardiasdel harén son eunucos.Laoperaciónpara convertirlos en

eunucos…¡Ay,señor,noquerrásaberloquehacen!—Perovasacontármelodetodasformas,¿no?—Bueno,sí,noséporquédeberíacargaryosoloconeso.Alpobretipolecortan

losgenitalesyloentierranenlaarenahastaelcuellodurantediezdías.Soloeldiezporcientodelosdesgraciadossobrevivealproceso,yesostíossonlosmásdurosdetodos.

—Sí—dije.—Yotracosa:elharamlik,dondevivenlasconcubinas,esdondeseencuentran

losbaños.—¿Losbañosestánahí?—Sí.—¿Yporquémelodices?Sedetuvo.Miróaizquierdayderecha,conlosojosentrecerradosporla luzdel

sol.Satisfechoporquenohabíamorosenlacosta,seagachó,cogióunarodehierroquenohabíavistoporqueestabamuybienescondidobajolaarenaanuestrospies,tiródeélhaciaarribayabrióunatrampillapararevelarunasescalerasdepiedraquedescendíanalaoscuridad.

—Rápido,señor.—Sonrióabiertamente—.Antesdequeuncentinelaseacerqueporaquí.

***Unavezquellegamosalpiedelasescaleras,evaluamoselentorno.Estabaaoscuras,casi demasiado a oscuras para ver, pero a nuestra izquierda se oía un riachuelo,mientrasquedelanteseextendíaloqueparecíaserunpasilloqueseutilizabaparaelrepartoomantenimientodeloscanalesdeaguacorriente;probablementeunamezcladeambos.

Nodijimosnada.Holdenhurgóenunabolsadecueroysacóunavelayunacajade yescas. Encendió la vela, se la puso en la boca y, acto seguido, extrajo unaantorchacortadelabolsa,queprendióysecolocóencimadelacabeza.Laantorchaemitió un suave resplandor naranja a nuestro alrededor. Como era de esperar, anuestra izquierda había un acueducto y el camino irregular se desvanecía en laoscuridad.

—Nos llevará justo debajo del palacio, a la altura de los baños—dijoHoldenentresusurros—.Sinomeequivoco,saldremosaunasalaconunestanquedeagua

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dulce,justodebajodelosbañosprincipales.Impresionado,dije:—Telohascalladomuybien.—Me gusta guardarme un as en la manga, señor.—Sonrió—. ¿Lemuestro el

camino?Y con aquellas palabras avanzó, guardando silencio mientras recorríamos el

sendero. Cuando las antorchas se apagaron, las tiramos y encendimos otras dosnuevasconlacandelaqueHoldenllevabaenlaboca.Caminamosunpocomás.Porfin la zona que teníamos delante se ensanchaba hasta convertirse en una salaresplandeciente, donde vimos, en primer lugar, un estanque, cuyas paredes estabancubiertasporazulejosdemármolycuyaaguaeratanclaraqueparecíabrillarenlaescasaluzqueofrecíalatrampillaabiertaalfinaldeunasescalerascercanas.

Ensegundolugar,vimosauneunucoarrodilladodeespaldasanosotrosllenandounajarradebarroconaguadelestanque.Llevabaunaltokalpakblancoenlacabezayunatúnicalargaysuelta.Holdenmemiróconundedoenloslabiosycomenzóaavanzar sigilosamente, con un puñal ya preparado en la mano, pero le detuvecogiéndole del hombro.Queríamos la ropa del eunuco y eso significaba evitar lasmanchas de sangre. Se trataba de un hombre que servía a las concubinas en unpalaciootomano,nouncasacarojacomúndeBoston,ydabalaimpresióndequenosería tanfácilde justificar lasangreensu túnica.AsíqueadelantéaHoldenporelpasillo,inconscientementedoblélosdedosyenmimentelocalicélaarteriacarótidadeleunuco.Meacerquéjustocuando,conlajarrallena,seerguíaparamarcharse.

Entonces,misandaliaarañóelsuelo.Elruidofuemínimo,perosonócomounaerupciónvolcánicaenaquelespaciocerradoyeleunucoseestremeció.

Mequedéparalizadoyparamisadentrosmaldijemissandalias.Eleunucoinclinólacabezaparamirarhacialatrampilla,intentandolocalizarelorigendelruido.Alnover nada, pareció quedarse inmóvil, como si se hubiera dado cuenta de que si elsonidonoveníadearriba,entoncesdebíadevenirde…

Sediolavuelta.Habíaalgoensuropa,supostura,elmodoenqueestabaarrodilladoparallenarla

jarra…Nadadeesomehabíapreparadopara la rapidezdesu reacción.Niparasudestreza.Sevolvió,agachado,yporelrabillodelojoviquelevantabalajarrahaciamí,tandeprisaquemehubieradejadosinsentidosinohubieragiradoconlamismavelocidadparaesquivarla.

Lehabíaevitado,perosoloeso.Mientrasyoescapabadeprisadeotrogolpeconla jarra,miróporencimademihombroyvioaHolden.Acontinuación, lanzóunamirada rápida hacia los escalones de piedra, su única salida. Estaba valorando susopciones:correroquedarsealuchar.Ydecidiópelear.

Loquequedóclaro,comoHoldenhabíadicho,eraque,comobueneunuco,era

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unhombreduro.Retrocedióunospocospasosydedebajodesutúnicasacóunaespadaaltiempo

que lanzaba la jarra de barro contra la pared para obtener una segunda arma.Entonces,conlaespadaenunamanoylajarrarotaenlaotra,avanzó.

Elpasilloerademasiadoestrecho,tansolounodenosotrospodíaenfrentarseaélyyoeraelqueestabamáscerca.Elmomentodepreocuparseporlasangreenlaropahabíapasado,asíquesaquélahoja,retrocediendounpocoparaconseguirlaposiciónquemepermitieraarremetercontraél.Avanzó implacablementesinapartar lavistademisojos.Habíaalgoaterradorenél,algoquenoreconocíalprincipio,peroluegomedi cuentade loque era: hacía loqueningúnotrooponente jamáshabíahecho.Como habría dicho mi antigua niñera Edith, me ponía los pelos de punta. Era elhorrorpor el quehabíapasado, el procesopara convertirse en eunuco.Despuésdeaquellaexperiencia,yanotemíanada,ymuchomenosamí,unzoquetepatosoquenisiquierapodíaacercarseaélsigilosamente.

Éltambiéneraconscientedecómomesentía.Sabíaquemeponíanerviosoyloutilizócomoarma.Estabatodoallí,ensusojos,quenoregistraronningunaemocióncuandolaespadaensumanoderechasedirigióhaciamí.Meviobligadoabloquearelgolpeconlahojaymeinclinéparaevitarquesumanoizquierdalograradarmeconlajarrarotaenlacara.

Nomediotiempoadescansar.Talvezeleunucosedabacuentadequeelúnicomododevencernosalosdos,aHoldenyamí,eraseguirhaciéndonosretrocederporelestrechopasillo.Laespadavolvióadestellar,estavezporencimadelhombro,ymedefendídenuevoconlahoja,haciendounamuecadedoloralusarelantebrazopara detener un segundo golpe de la jarra y luego responder con un movimientoofensivo, corriendounpocoamiderechapara llevar lahoja a su esternón.Usó lajarracomoescudoymihojachocócontraella, salpicándosenuestrospiesdebarrococidoymandandouna lluviade trocitosalestanque. Ibaa tenerqueafilar lahojadespuésdeaquello.

Silograbasalirdeesta.Maldito hombre. Era el primer eunuco al que nos enfrentábamos y nos estaba

costando.LehiceunaseñalaHoldenparaquesemantuvieraalejadoynosequedarajusto detrás de mí mientras yo retrocedía. Intentaba ganar algo de espacio yreorganizarmeinternamentealmismotiempo.

Eleunucomeestabaganando,nosoloporsudestrezasinoporqueletemía.Yeltemoresloquemásatemorizaaunguerrero.

Meagaché,hiceusodelahojaylemiréalosojos.Poruninstante,nosquedamosquietos,enunasilenciosaperodespiadadabatalladevoluntad.Unabatallaqueganéyo.Por algúnmotivodejóde agarrarmey loúnicoquehizo falta fueunparpadeoparaindicarmequeéltambiénlosabía:lavictoriapsicológicayanoerasuya.

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Avancé,conlahojadestellando,yletocóaélretroceder.Sedefendíabienysinparar,peroyanollevabaladelantera.Llegóunmomentoquehastagruñó,enseñólosdientesycomencéaverlosiniciosdelsudorquelebrillabadébilmenteenlafrente.Mihojasemovíarápidoyahoraquelehabíaobligadoaretroceder,empecéapensarotravezenevitarqueselemancharalatúnicadesangre.Lehabíadadolavueltaalcombate; ahora era mío, él movía a lo loco la espada, sus ataques cada vez eranmenos organizados y al final vimi oportunidad,me tiré casi de rodillas y empujéhaciaarribalahojaparaclavárselaenlamandíbula.

Elcuerpose leconvulsionóyestiró losbrazoscomosi lehubierancrucificado.Dejó caer la espada y cuando se abrieron sus labios en un grito silencioso, vi elreflejoplateadodemihojadentrodesuboca.Luegosucuerposedesplomó.

Le llevé de vuelta al pie de las escaleras, donde la trampilla estaba abierta.Encualquiermomento,otroeunucoestaríaallídespuésdepreguntarsedóndehabíaidoapararlajarradebarro.Comoeradeesperar,oíunospasosporencimadenosotrosyuna sombrapasópor la trampilla.Meescondí, cogí almuertopor los tobillosparaarrastrarloconmigoylerobéelsombreroparaponérmeloenlacabeza.

Lo siguiente que vi fueron los pies descalzos de otro eunuco que bajaba losescalonesyasomabalacabezaparaecharunvistazoalasaladelestanque.Elhechodevermeconelgorroblancobastóparadesorientarleunpreciososegundo,enelquearremetícontraél, leagarrédelatúnicaconlospuñosytirédeélporlasescalerashaciamíparagolpearconlafrenteelpuentedesunarizantesdequepudieragritar.Sushuesoscrujieronyserompieron.Lemantuve lacabezahaciaarribaparaevitarque la sangre goteara sobre la túnica mientras sus ojos quedaban en blanco y seapoyaba,aturdido,enlapared.Enunosinstantesrecuperaríaelsentidoygritaríaenbuscadeayuda,peroyonopodíapermitírselo,asíquellevélamanoplanaconfuerzaasunarizdestrozadaparaquelasastillasdeloshuesosrotosllegaranalcerebroylemataranalmomento.

Unossegundosmástardesubíacorreteandolasescalerasy,conmuchocuidado,me acerqué a la trampilla, con el fin de tener al menos unos instantes paraescondernosantesdeque llegaranrefuerzos.Supuestamente,enalgunaparte,habíaunaconcubinaesperandoqueleentregaranunajarradeagua.

Nodijimosnada,tansolonospusimoslastúnicasdeloseunucosyloskalpaks.¡Qué contento estaba de poder deshacerme de aquellas condenadas sandalias! Yentonces nosmiramos.Holden teníamanchas de sangre en su atuendo, de la narizrotadeldueñode la túnica.Lasarañéconunauña,peroenvezdedescascarillarsecomo esperaba, la sangre seguía húmeda y manchaba un poco. Al final, tras unacomplicada serie de expresiones faciales y violentos gestos, decidimos de mutuoacuerdodejarlamanchadesangreyarriesgarnos.Acontinuación,abríconcuidadolatrampillaysalíalahabitacióndearriba,queestabavacía.Eraunasalaoscurayfría,

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embaldosada con un mármol que parecía luminiscente, gracias a una piscina quecubría lamayorpartedel suelo, conuna superficie lisa, silenciosa,pero,dealgunamanera,viva.

Conelterrenodespejado,medilavueltaylehiceungestoaHoldenparaquemesiguierahaciaaquellahabitación.Nosquedamosquietosunmomentoparaasimilarelambienteycautelosamentenoslanzamosmiradastriunfalesantesdeavanzarhacialapuerta,abrirlayentrarenelpatioquehabíaalotrolado.

***Alno saberquénos aguardaba,habíadoblado losdedos, preparadopara activar lahoja al instante, mientras Holden, sin duda, había cogido su espada. Ambosestábamos listospara luchar si nos recibíaunacuadrillade eunucosgruñonesoungrupodeconcubinasgritonas.

Sinembargo,loquevimosfueunaescenasacadadelcielo,unavidadespuésdelamuertellenadepaz,serenidadyhermosasmujeres.Eraungranpatiopavimentadoenpiedrablancaynegra,conunafuentequefluíaenelcentroyunmarcodepórticoscon columnas ornamentadas, a la sombra de árboles y enredaderas colgantes. Unlugarapacible,dedicadoalabelleza,laserenidad,latranquilidadyelpensamiento.Elgoteoyburbujeodelafuenteeraloúnicoqueseoía,apesardetodaslaspersonasqueallíhabía.Lasconcubinas,vestidasdesedablancaysuelta,estabansentadasenbancosdepiedraoatravesabanelpatiocon lospiesdescalzos, silenciosossobre lapiedra, extremadamente orgullosas y erguidas, al tiempo que se saludaban concortesíaalcruzarseunasconotras.Entreellassemovían lassirvientas,vestidasdemanerasimilar,perofácilesdeidentificarporqueeranmásjóvenesomásviejas,onotanhermosascomolasmujeresalasqueservían.

Había el mismo número de hombres y la mayoría estaba en los extremos delpatio, atentos, esperando a que les llamaran: eran los eunucos. Fue un aliviocomprobarquenadiemirabaennuestradirección;lasnormassobreelcontactovisualeran tan complicadas como los mosaicos. Y nos comportamos como dos eunucosdesconocidos que intentaban orientarse en aquel extraño lugar, algo que nos veníacomoanilloaldedo.

Nosquedamosjuntoalapuertadelosbaños,queestabaenparteocultaporlascolumnas y las enredaderas del pórtico, e inconscientemente adopté la mismaposiciónquelosdemásguardias—laespaldarectaylasmanosrecogidasdelante—mientrasrecorríaconlamiradaelpatioenbuscadeJenny.

Yallíestaba.Nolareconocíalprincipio,casisemepasósupresencia…Peroalmirar con detenimiento hacia una concubina que estaba sentada, relajándose, deespaldasalafuente,conunacriadahaciéndoleunmasajeenlospies,medicuentadequelacriadaeramihermana.

Eltiempolehabíaquitadoaquelefectodesumiradayaunquetodavíaexistíaun

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atisbode la bellezaque antes poseyera, sus cabellos oscuros estaban salpicadosdecanas,teníaelrostrodemacradoyarrugado,ylapielselehabíadescolgadounpoco,loque revelabaunososcuroshuecosbajo losojos, unosojos cansados.Qué ironíaque reconociera la expresiónde la chicaa laqueella atendía: la formavanidosaydespectivademirarpordebajodelanariz.Yohabíacrecidoviendoesaexpresiónenlacarademihermana.Nomeregocijéenaquellaironía,peronopudeignorarla.

Mientraslascontemplaba,Jennysefijóenmídesdeelotroladodelpatio.Porunsegundo, frunció el entrecejo, confundida, y yo me pregunté si, después de todosaquellosaños,mehabríareconocido.Perono.Estabademasiadolejos.Ibadisfrazadode eunuco. La jarra sería para ella. Y quizá se estaba preguntando por qué doseunucoshabíanentradoenlosbañossihabíansidootrosdoslosquehabíansalido.

Todavía con una expresión de confusión en el rostro, se levantó, le hizo unagenuflexiónalaconcubinaqueestabasirviendoyluegocomenzóacaminarentrelasconcubinasparacruzarelpatiohacianosotros.MeapresuréaescondermedetrásdeHoldenjustocuandoellabajólacabezaparaesquivarlasenredaderasquecolgabandelpórticoyseplantóaunpasodenosotros.

No dijo nada, claro —tenía prohibido hablar—, pero no le hizo falta. MearriesguéaecharunvistazoporencimadelhombroderechodeHoldenylaobservémientras dejaba demirarle para dirigir los ojos hacia la puerta de la sala de baño,dejando clara la pregunta: «¿Dónde estámi agua?». Su rostro reflejaba una ciertaautoridad y vi en ella algo de lo que había sido la joven Jenny, un fantasmade laaltaneríaqueantesmeeratanfamiliar.

Mientrastanto,Holdenreaccionóantelafuriosamiradaquehabíarecibidodemihermana, inclinó la cabezay estuvo apuntodevolver hacia la sala debaño.Recépara que tuviera lamisma inspiración que yo y se hubiera dado cuenta de que, sipodía entretener de algún modo a Jenny dentro, entonces podríamos escapar sinapenascausaralboroto.Comoeradeesperar,élextendiólasmanosparaindicarlequehabíahabidounproblemayluegoseñalóhacialapuertadelasaladebaño,comosiledijeraquenecesitabasuayuda.PeroJenny, lejosdeestardispuestaaofrecérsela,había notado algo en el atuendo deHolden y, en vez de acompañarle a la sala debaño, le detuvo levantando un dedo, que dobló, con el que primero le llamó laatenciónyluegoleseñalóelpecho.Unamanchadesangre.

Abriólosojosdeparenparyvolvíamirarla,estavezparaverqueapartabalamiradadelamanchaparamiraraHoldendenuevo,alquehabíaidentificadocomounimpostor.

Sequedóboquiabierta.Retrocedióunpasoyluegootro,hastaquechocóconunadelascolumnasyel impactolasacódesurepentinoaturdimiento.Cuandoabriólabocapararomperlasagradareglaypedirayuda,salídedetrásdeHoldenydijeentredientes:

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—Jenny,soyyo.SoyHaytham.Comohedicho,nervioso,leechéunvistazoalpatio,dondetodoelmundo,como

antes,continuabaajenoaloqueestabasucediendodebajodelpórtico,yentoncesviqueJennymeestabamirando,conlosojosmuyabiertos,yacasiempañadosporlaslágrimascuando,desaparecidoeltiempotranscurrido,mereconoció.

—Haytham—susurró—,hasvenidoabuscarme.—Sí, Jenny, sí —contesté en voz baja, sintiendo una extraña mezcla de

emociones,peroidentificandoclaramentealmenosunadeellas,laculpa.—Sabíaquevendrías—dijo—.Sabíaquevendrías.Estabaelevandolavoz,comencéapreocuparmeylancéotramiradadepánicoal

patio. Luego alargó lasmanos para coger lasmías y pasó rozando a Holden paramirarmeconojossuplicantes.

—Dimequeestámuerto.Dimequelehasmatado.Dividido entre querer que se callara y saber a qué se refería, le pregunté entre

dientes:—¿Aquién?¿Quiéntienequeestarmuerto?—Birch—espetóyestavezsuvozfuedemasiadofuerte.Porencimadesuhombroviaunaconcubina.Seacercabaanosotroscaminando

pordebajodelpórtico, talvezdecaminoa la saladebaño.Parecíaperdidaen suspensamientos, pero al oír una voz, alzó la mirada y su expresión de tranquilaserenidadfuesustituidaporelpánico.Seasomóalpatioygritólapalabraquetodostemíamos:

—¡Guardias!***

El primer guardia en llegar corriendono se dio cuenta de que iba armado, así queaccioné lahojayse laclavéenelabdomenantesdequenisiquierasupiera loqueestabapasando.Seleabrieronmucholosojosymesalpicaronlacaraunasmotasdesangre. Con un grito de esfuerzo, me eché su brazo por encima para levantar elcuerpoqueaúnseretorcíaylanzarloaunsegundohombrequeseacercabacorriendoanosotros.Amboscayeronalsuelodelpatio,debaldosasblancasynegras.Llegaronmásylaluchacontinuó.Porelrabillodelojovieldestellodeunaespadaymevolvíjustoatiempodeimpedirquesemeincrustaraenelcuello.Medilavuelta,cogíelbrazoconelqueel atacante sostenía la espada, se lo rompíyhundímihoja en sucráneo.Meagaché,giréydipatadasparaapartar laspiernasdeuncuartohombre.Despuésmepuseenseguidaenpie, lediungolpeen lacarayoícómolecrujíaelcráneo.

Nomuylejos,Holdenhabíaderrotadoatreseunucos,peroahoralosguardiasyanoshabíancaladoyseacercabanconmáscautela.Sereuníanparaentrarencombate.Refugiados detrás de las columnas, nos lanzamos miradas de preocupación,

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preguntándonossiconseguiríamosllegaralatrampillaantesdequenosderrotaran.Chicos listos.Dos de ellos avanzaron a la vez.Yomequedé junto aHolden y

respondimos a su ataque, incluso cuando otro par de guardias arremetía por laderecha.Por unmomento fueuna situacióndelicada,mientras luchábamos espaldaconespaldacontralosguardiasfueradelpórtico,hastaqueseretiraron,dispuestosalanzarelsiguienteataque,acercándosecadavezmás,aumentandoennúmero.

Detrásdenosotros,Jennyestabajuntoalapuertadelasaladebaño.—¡Haytham!—mellamóconpánicoenlavoz—.Tenemosqueirnos.¿Quéleharíansilacapturabanahora?,mepregunté.¿Cuálseríasucastigo?Me

horrorizabapensarlo.—Váyanseustedesdos,señor—medijoHoldenporencimadelhombro.—Nihablar—respondí.Volvióahaberotroataqueynosotrosvolvimosapelear.Uneunucocayómuerto

conungemido.Hastamuerto,hastaconelacerodelaespadaensustripas,aquelloshombresnogritaban.Porencimadeloshombrosdelosqueteníamosdelanteviquemásguardiasentrabanentropelenelpatio.Erancomocucarachas.Porcadaunoquematabas,habíadosqueloreemplazaban.

—¡Váyanse, señor! —insistió Holden—. Los retendré y luego iré detrás deustedes.

—Noseastonto,Holden—espeté,incapazdeevitareltonoburlóndemivoz—.Novasapodercontenerlos.Tematarán.

—He estado en situaciones más difíciles que esta, señor —gruñó Holden,moviendoelbrazoquesosteníalaespadamientrasintercambiabaestocadas.

Peropudedetectarlafalsabravuconadaensuvoz.—Entoncesnoteimportaráquemequede—dijealtiempoqueesquivabaunade

lasestocadasdeleunucoymedefendía,noconmihojasinoconunpuñetazoenlacaraqueleenviódandovueltashaciaatrás.

—¡Váyanse!—gritó.—Moriremos.Losdosmoriremos—respondí.PeroHoldenhabíadecididoquelacortesíasehabíaacabado.—Escucha,amigo,sinooslargáisdeaquí,nadievaasalirvivo.¿Quéprefieres?Eneseinstante,Jennytiródemimano,lapuertadelasaladebañoseabrióymás

hombres llegaron por nuestra izquierda. Pero aun así vacilé. Hasta que, por fin,Holdennegóconlacabeza,sevolvióhaciamíygritó:

—Tendráquedisculparme,señor.Yantesdequepudierareaccionarmeempujóhacialapuertaylacerró.Enlasaladebaño,hubounmomentodesilencioprovocadopormiconsternación

mientrasestabadespatarradoenelsueloeintentabaasimilarloquehabíasucedido.Alotroladodelapuertaoíalossonidosdelabatalla—unaextrañabatallasilenciosa

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yahogadatambién—yunosgolpescontralapuerta.Acontinuaciónhuboungrito,ungritodeHolden,ymepuseenseguidadepie.Estuveapuntodeabrirlapuertaysalirensuayuda,cuandoJennymeagarródelbrazo.

—Ya no puedes ayudarle, Haytham —dijo en voz baja, cuando se oyó otroalaridoenelpatio.

—Cabrones,malditoscabronessinpito.Eché un último vistazo a la puerta, luego coloqué la barra que la bloqueaba y

Jennymearrastróhastalatrampilladelsuelo.—¿Estoeslomejorquesabéishacer,cabrones?—oíencimadenosotrosalllegar

alasescaleras,perolavozdeHoldeneracadavezmásdébil—.Vamos,maravillassinpolla,veamoscómoosvacontraunodeloshombresdeSuMajestad…

Loúltimoqueoímientrascorríamosporelpasillofueungrito.

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21deseptiembrede1757

Esperabanodisfrutarnuncaalmatar,perohiceunaexcepciónconelsacerdotecoptoque hacía guardia cerca del monasterio de Abou Gerbe en elMonte Ghebel Eter.Deboadmitirquedisfrutématándolo.

Sedesplomóenlabasedelavallaquecercabaunpequeñorecinto,elpechoselehinchó mientras moría y una respiración entrecortada acompañó su agonía. Porencima de nuestras cabezas un águila gritó y miré hacia donde los arcos y loschapitelesdelmonasteriodeareniscaseelevaban,imponentes,sobreelhorizonte.Vielcálidoresplandordevidaenlaventana.

Elguardiaagonizantegorjeabaamispies,yporunsegundosemeocurrióacabarconélrápidamente,peroentoncespensé:¿porquésermisericordioso?Apesardelalentituddesumuerteydeldolorpadecido,aquellonoeranada,nada,encomparaciónconlaagoníaquehabíacausadoalospobresdesgraciadosquesehallabandentrodelrecinto.

Yhabíaunoenconcretoqueestabasufriendoallíahora.EnelmercadodeDamascomehabíaenteradodequenohabíanmatadoaHolden,

comoyocreía,sinoquelehabíancapturadoytransportadoaEgipto,aunmonasteriocoptoenAbouGerbe,dondeconvertíanaloshombreseneunucos.Asíqueallíestabayo,rezandopornollegardemasiadotarde,pero,enelfondodemicorazón,sabíaquenoseríaelcaso.Yestabaenlocierto.

Almirar a la cerca, supe que estaría hundido en el suelo para impedir que losdepredadores nocturnos escarbaran hasta su cuerpo. Dentro del recinto existía unlugardondeenterrabanaloseunucosenlaarenahastaelcuelloyallílosdejabandiezdías. No querían que las hienas les mordieran la cara a los hombres durante eseperiododetiempo.Porsupuestoqueno.No,porquesimorían,debíanmorirporunalentaexposiciónalsoloporlasheridasqueleshabíancausadoduranteelprocesodecastración.

Dejéalguardiamuertoatrás,meacerquésigilosamentealrecinto.Estabaoscuro,tan solo me guiaba la luz de la luna, pero podía distinguir que la arena estabamanchada de sangre. «¿Cuántos hombres habrán sufrido aquí? —me pregunté—.¿Cuántoshabránsidomutiladosyenterradoshastaelcuello?».Oíungemidonomuylejos y entrecerré los ojos al ver una figura irregular en el suelo, en el centro delrecinto,yenseguidasupequesetratabadelsoldadoJamesHolden.

—Holden —susurré, y unos segundos más tarde me agaché donde su cabezasobresalíadelaarena.

Solté un grito ahogado ante lo que vi. La noche era fresca, pero los días erancalurosos,detalmaneraqueelsollehabíaquemadotantoqueparecíaquelacarnesele había desprendido de la cara tras chamuscarse.Tenía costras en los labios y los

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párpados,quesangraban,ylapielrojaypelada.Teníaunabotadeaguapreparada,queabríylecoloquéenloslabios.

—¿Holden?—repetí.Semovió.Parpadeóycentró lavistaenmí,conunosojos lechososy llenosde

dolor,peromereconocióymuy lentamenteaparecióel fantasmadeunasonrisaensuslabiosagrietadosypetrificados.

Entonces, con la misma rapidez, la sonrisa desapareció y Holden comenzó asacudirse.Noestabasegurodesieraporqueintentabasalirdelaarenaosilehabíadadounataque,perosucabezaibadeunladoaotro,conlabocaabierta,ymeinclinéhaciadelanteparacogerlelacaraconlasdosmanoseimpedirquesehicieradaño.

—Holden—dijeenvozbaja—.Holden,para.Porfavor…—Sáquemedeaquí,señor—bramó,ylosojoshúmedoslebrillaronalaluzdela

luna—.Sáqueme.—Holden…—Sáqueme de aquí —suplicó—. Sáqueme de aquí, señor, por favor, ahora,

señor…Volvióamoverlacabezadolorosamentedeizquierdaaderecha.Lecogídenuevo

paratranquilizarle,debíadetenerleantesdequesepusierahistérico.¿Cuántotiempomequedabaantesdequeenviaranaotroguardia?Lellevéelodrealoslabiosydejéquebebieramásagua,despuéssaquéunapalaque llevabaa laespaldayempecéaquitar arena empapada en sangre de alrededor de su cabeza, hablándole al mismotiempoquedescubríasushombrosdesnudosyelpecho.

—Losientomucho,Holden,losientomucho.Nodeberíahabertedejadoallí.—Yoselodije,señor—consiguiódecir—.Leempujé,¿recuerda?Mientrascavaba,laarenacadavezestabamásnegraporlasangre.—¡Oh,Dios!¿Quétehanhecho?Peroyalosabíay,detodasformas,tuvelapruebamomentosmástarde,cuando

lleguéalacinturaymeencontrélosvendajes,quetambiénestabannegrosyllenosdecostrasporlasangre.

—Tengacuidadoahíabajo,señor,porfavor—mepidióenvozmuybaja,yviquehacíaunamuecadedolormientrastratabadecontenerlo.

Alfinalfuedemasiadoparaélyperdiólaconciencia,unabendicióndelcieloquemepermitió terminar de sacarlo de aquel detestable lugar y llevarlo hasta nuestrosdoscaballos,queestabanatadosaunosárboles,alpiedelacolina.

***Puse a Holden cómodo y luego alcé la vista hacia el monasterio. Comprobé elmecanismo de la hoja, me até una espada a la cintura, cebé dos pistolas parametérmelasenelcinturónydespuéspreparédosmosquetes.Acontinuación,encendíunacerillayunaantorcha,cogílosmosquetesyvolvíasubirlacolina,dondeencendí

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unasegundayterceraantorcha.Echéaloscaballosylancélaprimeraantorchaalosestablos,dondeelhenoprendióconunsatisfactorio«buf»;lasegundaantorchalatiréenelvestíbulodelacapilla,ycuandoestaylosestablosestuvieronenllamas,corríhacia los dormitorios, encendiendo dos antorchas más por el camino; rompí lasventanas de la parte trasera y tiré dos antorchas dentro.Luego, regresé a la puertaprincipal,dondedejélosmosquetesapoyadosenunárbol,yesperé.

Nomucho.Alcabodeunmomento,aparecióelprimersacerdote.Ledisparéyapartéelprimermosquete.Cogíelsegundoyloutilicécontraelsiguientesacerdote.Comenzaronasalirmásen tropelyvacié laspistolas,despuésfuia todavelocidadhacia la puerta y empecé a atacar con la hojay la espada.Los cuerpos caían amialrededor—diez,onceomás—mientraseledificioardía,hastaqueestuveempapadodesangredesacerdote,lasmanosmanchadas,cayéndomeachorrosporlacara.Dejéalosheridosgritardedolormientraslossacerdotesquequedabandentroseencogíande miedo; no querían quemarse, pero estaban demasiado aterrorizados para salircorriendo y enfrentarse a la muerte. Algunos se arriesgaron, por supuesto, yarremetieron contra mí empuñando espadas, pero los eliminé. A otros los oíquemarse.Quizásalgunosescaparon,peronoestabadehumorparacomprobarlo.Measegurédequelamayoríamuriera;oílosalaridosyolílacarnechamuscadadelosque se escondían en el interior, y entonces pasé por encima de los cuerpos de losmuertosylosagonizantes,ymemarchémientraselmonasterioardíaamisespaldas.

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25deseptiembrede1757

Estábamosenunacasadecampo,sentadosaunamesa,conlosrestosdeunacomidayunaúnicavelaentrenosotros.Nomuylejos,Holdendormía,confiebre,ydevezencuandomelevantabaparacambiarleeltrapodelafrenteporunomásfrío.Teníamosque dejar que la fiebre siguiera su curso y solo cuando estuviera mejor,continuaríamoselviaje.

—PadreeraunAsesino—dijoJennycuandomesenté.Eralaprimeravezquehablábamosdesdeelrescate.Habíamosestadodemasiado

ocupadosconlabúsquedadeHolden,escapandodeEgiptoyencontrandounrefugioparacadanoche.

—Losé—respondí.—¿Losabes?—Sí, lo averigüé. Me he dado cuenta de a qué te referías hace tantos años.

¿Recuerdas?Solíasllamarme«mocoso»…Fruncióloslabiosycambiódepostura,incómoda.—…ydecíasqueeraelheredero.Quetardeotempranoaveriguaríaloquetenían

preparadoparamí.—Meacuerdo…—Bueno, al final resultó ser más tarde que temprano cuando descubrí lo que

teníanpreparadoparamí.—Perosilosabías,¿porquéBirchestávivo?—¿Porquédeberíaestarmuerto?—EsunTemplario.—Igualqueyo.Retrocedióylafurianublósurostro.—¡Eres…eresunTemplario!Peroesovaencontradeloquepadresiempre…—Sí—respondíconserenidad—.Sí,soyunTemplario,yno,novaencontrade

lo que nuestro padre creía.Desde queme enteré de su afiliación, he vistomuchassimilitudesentrelasdosfacciones.Hecomenzadoapreguntarme,dadasmisraícesymiactualposiciónenlaOrden,sinoestoyperfectamentesituadoparadealgúnmodouniralosAsesinosylosTemplarios…

Mecallé.Advertíqueestabaunpocoborracha;derepente,vialgúndescuidoensusrasgosyemitióunruidodeindignación.

—¿Y qué hay de él? ¿De mi antiguo prometido, el dueño de mi corazón, elgallardoyencantadorReginaldBirch?¿Quéhasidodeél,sisepuedesaber?

—Reginaldesmimentor,miGranMaestro.Fueélquienmecuidótodosaquellosañostraselataque.

Su rostro se retorció hasta reflejar la expresión más desdeñosa, amarga y

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desagradablequehabíavistojamás.—¡Vaya, qué afortunado! Mientras tú tenías un mentor, a mí me cuidaban

tambiénlosturcosesclavistas.Tuve la sensación de que podía ver a través demí, que podía ver exactamente

cuáleshabíansidomisprioridadesdurantetodosaquellosaños,ybajélosojosparaluegomirarhaciadondeHoldenyacía.Aquellahabitaciónestaballenadefracasos.

—Losiento—medisculpé,dirigiéndomealosdos—.Losientomuchísimo.—No, yo fui una de las afortunadas.Memantuvieron pura para enviarme a la

corteotomanaydespuésmecuidaronenelpalaciodeTopkapi.—Apartólamirada—.Podríahabersidopeor.Despuésdetodo,meacostumbré.

—¿Qué?—Túidolatrabasapadre,¿no,Haytham?Probablementetodavíalohagas.¿Tusol

y tu luna? ¿«Mi padre, mi rey»? Yo no. Yo le odiaba. Todo su sermón sobre lalibertad,lalibertadespiritualeintelectual,noseextendíaamí,asupropiahija.Yonotenía entrenamiento con armas, ¿recuerdas? No, a Jenny la trataba diferente. Solohabía«SéunabuenachicaycásateconReginaldBirch».Menudapareja íbamosahacer.Meatrevoadecirquemetratabamejorelsultándeloquemehabríatratadoél.Una vez te dije que teníamos planificadas nuestras vidas, ¿recuerdas? Bueno, meequivocaba en una parte, por supuesto, porque no creo que ninguno de nosotrospudierahaberpredicholoqueibaasuceder,peroporotrolado…Porotrolado,nopodríahabertenidomásrazón,Haytham,porquetúnacisteparamatar,ymataresloquehashecho;yyonacíparaserviraloshombres,yserviraloshombresesloquehehecho.Aunqueesosdíasparamíhanterminado.¿Quéhaydeti?

Alacabar,sellevóelvasodevinoaloslabiosybebió.Mepreguntéquéhorriblesrecuerdoslaayudabaaborrarlabebida.

—Fueron tus amigos los Templarios los que atacaron nuestro hogar —dijocuandovacióelvaso—.Estoysegura.

—Aunquenovisteningúnanillo.—No,pero¿yquéimporta?¿Quésignificaeso?Selosquitaron,estáclaro.—No.NoeranTemplarios,Jenny.Meheencontradoconalgunosdesdeentonces.

Eranhombresasueldo.Mercenarios.«Sí,mercenarios—pensé—.MercenariosquetrabajabanparaEdwardBraddock,

amigodeReginald…».Meinclinéhaciadelante.—Medijeronquepadreteníaalgo…,algoqueellosquerían.¿Sabesquéera?—Oh,sí.Lollevabanenelcarruajeaquellanoche.—¿Ybien?—Eraunlibro.Volvíaquedarmehelado,entumecido.

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—¿Quéclasedelibro?—Eramarrón,encuadernadoencueroyllevabaelsellodelosAsesinos.Asentí.—¿Creesqueloreconoceríassilovierasotravez?Seencogiódehombros.—Probablemente—respondió.MiréhaciadondeHoldenestabatumbado,conelsudorbrillandosobresutorso.—Encuantodejedetenerfiebre,nosmarchamos.—¿Adóndeiremos?—AFrancia.

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8deoctubrede1757

Aunquehacíafrío,elsolresplandecíaaquellamañana,undíaquepodríadescribirsecomo«veteadodesol»,conunaluzintensaquesefiltrabaporentrelashojasdelosárbolesparapintarenelsuelodelbosqueunmosaicodetonosdorados.

Cabalgábamosenunacolumnade tres, conmigoa la cabeza.Detrásdemí, ibaJenny,quehacíatiemposehabíadeshechodelaropadesirvientayvestíaunatúnicaquecolgabaporlaijadadesucorcel.Unagrancapuchaoscuraletapabalacabezaysucaraparecíasobresalircomosiasomaradeunacueva:seria,intensayenmarcadaporunoscabelloscanososquelecaíansobreloshombros.

DetrásdeellaibaHolden,que,comoyo,llevabaunalevitaabotonada,unpañueloyuntricornio,soloqueélseinclinabaunpocohaciadelanteenlasillaylucíaunatezpálida,cetrinay…angustiada.

No había hablado mucho desde que se recuperó de la fiebre. Había habidomomentos fugacesdelviejoHolden:unabreve sonrisa,un instantede su sabiduríalondinense…, pero era solo un instante, pronto volvía a encerrarse en sí mismo.DurantenuestroviajeporelMediterráneosemantuvoaisladodetodo,sesentósoloapensar. En Francia nos disfrazamos, compramos unos caballos y emprendimos elcamino hacia el castillo, aunque él cabalgaba en silencio.Estaba pálido y, al verlecaminar,penséquetodavíateníadolores.Inclusoenlasillademontaralgunavezleveíaponermuecasdedolor,sobretodocuandoatravesábamosterrenosdesnivelados.Apenaspodíapensareneldañoqueestabasoportando,físicoymental.

Aunahoradelcastillo,nosdetuvimosyyomeatéunaespadaalacintura,cebélapistolaymelametíenelcinturón.Holdenhizolomismoyyolepregunté:

—¿Estássegurodeestarbienparaluchar,Holden?Melanzóunamiradadereprocheynotélasbolsasylasojerasensusojos.—Disculpe,señor,peroloquemehanquitadosonlaspelotasylapicha,nolas

agallas.—Lo siento,Holden, no pretendía ofenderte. Tengo tu respuesta y con esome

basta.—¿Creequetendremosqueluchar,señor?—preguntóyvolvíaverlehaceruna

muecadedolormientrassecolocabalaespadaamano.—Nolosé,Holden,deverdadqueno.Alacercarnosalcastillo,vialprimervigilante.Elguardiaestabadelantedemi

caballoymeobservabadesdedetrásdelalaanchadesusombrero:medicuentadequeeraelmismohombrequehabíaestadoallíenmiúltimavisita,hacíacasicuatroaños.

—¿Esusted,maestroKenway?—preguntó.—Puessí,ytraigodoscompañeros—respondí.

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LeobservécondetenimientomientrasapartabalavistademíparamiraraJennyy luegoaHolden,y, aunque intentabaocultarlo, susojosme revelaron todo loquenecesitabasaber.Fueaecharselosdedosa laboca,peroyoyahabíasaltadodemicaballo, le cogípor la cabeza, le atraveséunojo conmihojapara clavársela en elcerebroydespuéslerajélagargantaantesdequepudieraemitirningúnsonido.

***Me arrodillé con unamano en el pecho del centinelamientras la sangre rezumabarápidaydensamentedelgrancorteenelcuello,comounasegundabocasonriente,yalmiraratrás,porencimadesuhombro,viaJennyconelceñofruncidoyaHoldensentadoerguidoenlasillademontar,conlaespadadesenvainada.

—¿Teimportaríacontarnosaquéhavenidoeso?—preguntóJenny.—Estaba a punto de silbar—respondímientras examinaba el bosque a nuestro

alrededor—.Laúltimaveznosilbó.—¿Y?Talvezhancambiadoelprocedimientodeentrada.Neguéconlacabeza.—No. Saben que estamos aquí. Nos esperan. El silbido habría avisado a los

demás.Nohabríamoslogradocruzarelcéspedsincaereliminados.—¿Cómolosabes?—preguntómihermana.—Nolosé—espeté.Debajodemimanoelpechodelguardiaselevantabaycaía

porúltimavez.Bajélavistaparavercómogirabalosojosysucuerpotuvounúltimoespasmoantes demorir—.Lo sospecho—continué al tiempoqueme limpiaba lasmanos ensangrentadas en el suelo y me levantaba—. Llevo años sospechando,ignorandoloobvio.EllibroquevisteenelcarruajeaquellanochelotieneReginald.Lotieneenesacasasinomeequivoco.Fueélquienorganizóelasaltoanuestracasa.Éleselresponsabledelamuertedenuestropadre.

—Ah,yahorateenterasdeesto,¿no?—dijocondesdén.—Antesmenegabaacreerlo.Peroahoralosé,sí.Todoempiezaatenersentido

paramí.Comocuandoeraniño,unatarde,meencontréaReginaldjuntoalcuartodelavajilla.Meapuestocualquiercosaaqueestababuscandoellibro.Larazónporlaqueseacercóalafamilia,Jenny,larazónporlaquepidiótumanoenmatrimonio,fueporquequeríaellibro.

—¡Notienesquedecírmelo!—exclamó—.Aquellanocheintentéavisartedequeéleraeltraidor.

—Losé—dijeyluegomequedépensandounmomento—.¿PadresabíaqueeraunTemplario?

—Alprincipiono,peroyoloaverigüéyselodijeapadre.—Fuecuandodiscutieron—dije,comprendiéndoloahora.—¿Discutieron?—Los oí un día.Y, después, padre contrató a los guardias. EranAsesinos, sin

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duda.Reginaldmedijoqueestabaadvirtiendoapadre…—Másmentiras,Haytham…Lamiré, temblando un poco. Sí.Másmentiras. Todo lo que sabía,mi infancia

entera,todosehabíabasadoenmentiras.—UtilizabaaDigweed—dije—.FueDigweedquienlerevelódóndeguardabael

libro…Meestremecíanteunrecuerdorepentino.—¿Quépasa?—preguntó.—Eldíadelcuartodelavajilla,Reginaldmepreguntódóndeguardabamiespada

yledescubríelesconditesecreto.—¿Estabaenlasaladebillar?Asentí.—Fuerondirectosallí,¿no?—preguntó.Asentí.—SabíanquenoestabaenelcuartodelavajillaporqueDigweedlesdijoquelo

habíancambiadodesitioyporesofuerondirectamentealasaladejuegos.—Pero¿eranTemplarios?—¿Disculpa?—EnSiria,medijisteque loshombresquenosatacaronnoeranTemplarios—

dijoconuntonosardónico—.NopodíansertusqueridosTemplarios.Neguéconlacabeza.—No, no lo eran. Te dije que me había topado con ellos y eran hombres de

Braddock.ReginalddebiódeplanearinstruirmeenlaOrden…—Volvíapensarloyentonces seme ocurrió algo—: Por la herencia familiar, seguramente.Habría sidodemasiado arriesgado usar a hombres templarios. Lo habría descubierto. Habríallegadoaquíantes.CasiconsigodarconDigweed.CasilosteníaenlaSelvaNegra,peroentonces…—RecordéloquehabíasucedidoenlacabañadelaSelvaNegra—.ReginaldmatóaDigweed.Poresoibanunpasopordelanteyasíestántodavíaahora.

Señaléendirecciónalcastillo.—¿Yquéhacemosahora,señor?—preguntóHolden.—Haremos lomismo que ellos cuando nos atacaron aquella noche en la plaza

QueenAnne.Esperaremosalanocheceryluegoentraremosahíymataremosatodoelmundo.

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9deoctubrede1757

Lafechadearribaes9deoctubre.Laescribíconbastanteoptimismoalfinaldelaentrada anterior, con la intención de que este fuera un informe actual de nuestrointentodeataquealcastillo.Dehecho,estoyescribiendoestovariosmesesdespuésyparadardetallesdeloquesucedióaquellanoche,tengoqueecharlavistaatrás…

***¿Cuántoshabría?Seis, laúltimavezquehabíaestadoallí,pero¿habríaaumentadoesacantidadduranteaqueltiempo,alsaberqueiría?Esopensabayo.Ladobló.

Seríandoce,entonces,másJohnHarrison,siesqueseguíaenelcastillo.Y,porsupuesto,Reginald.Teníacincuentaydosaños,yhabríaperdidodestreza,perosabíaquenodebíasubestimarle.

Así que esperamos, con la esperanza de que hicieran lo que al final hicieron:enviaraungrupoenbuscadelvigilanteque faltaba.Eran tres,conantorchasy lasespadas desenvainadas, que cruzaron el oscuro césped con la luz de las antorchasdanzandosobresusrostrosadustos.

Observamos cómo aparecieron de entre la penumbra y se fundieron con losárboles.Enlapuertacomenzaronallamaralguardiaporsunombreyrecorrieronelperímetroexteriorhaciadondesesuponíaqueestabaelvigilante.

El cadáver estaba donde yo lo había dejado, y en los árboles cerca deHolden,Jenny y yo tomamos posiciones. Jenny permaneció atrás, armada con un cuchillo,peroalejadade laacción;Holdenyyonosencontrábamosunpocomásadelanteytrepamos a los árboles—Holden con algo de dificultad—para observar y esperar,armándonosdevalor,mientraselgrupodebúsquedasetopabaconelcuerpo.

—Estámuerto,señor.Ellíderdelgruposeinclinósobreelcuerpo.—Desdehaceunashoras.Emití el canto de un pájaro, una señal para Jenny, que hizo lo que habíamos

acordado.Lanzóungritodeayudadesdelaprofundidaddelbosquequeatravesólanoche.

Conungestonervioso,elcabecilladelgrupoguioasushombreshacialosárbolesyseacercaroncongranestruendohacianosotros,hastadondeestábamoscolocados,esperándolos.Miréentre losárbolesparaver la figuradeHoldenaunosmetrosdedistanciaymepreguntési seencontraría lobastantebien, recéaDiosparaqueasífuera, porque a continuación la patrulla se puso a correr hacia nosotros entre losárbolesdeabajoymelancéaellosdesdelarama.

Fui primero a por el líder, saqué la hoja para atravesarle el ojo y después elcerebro,loquelematóalinstante.Desdemiposición,agachado,cortéhaciaarribayatrásparaabrirelestómagodelsegundohombre,quecayóderodillasconlastripas

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brillandoporelenormeagujeroenlatúnicayluegosediodebrucescontraelsueloblandodelbosque.Echéunaojeadayvi aun tercerhombrecaerpor la espadadeHolden,encuyorostrovireflejadoeltriunfoinclusoenaquellaoscuridad.

—Buengrito—ledijeaJennyunratodespués.—Encantada de servir de ayuda. —Frunció el entrecejo—. Pero escucha,

Haytham, no voy a quedarme en las sombras cuando lleguemos allí.—Levantó elcuchillo—. Quiero encargarme yo misma de Birch. Me arrebató mi vida. Lamisericordiaquemostróalnomatarmequierodevolvérseladejándolelapollay…

SecallóymiróaHolden,queestabaarrodilladoporallícercayapartólamirada.—Lo…—comenzóadecir.—No pasa nada, señorita—la interrumpió Holden. Alzó la cabeza y, con una

expresiónquejamáshabíavistoensucara,dijo—:Peroasegúresedecortarlelapollaylaspelotasantesdematarle.Asíharásufriraesecabrón.

***Recorrimos el perímetro para regresar a la puerta, donde un solo centinela parecíanervioso,talvezpreocupadoporsaberdóndesehabíametidoelgrupodebúsqueda;talvezporquepercibióquealgoibamalalponerseenfuncionamientosuinstintodesoldado.

Pero fuera cual fuese su instinto, no bastó para mantenerle con vida, y unosinstantesmás tardecruzábamos,agachados, laportezuelaycontinuamosenaquellaposición mientras caminábamos por el césped. Nos detuvimos y nos arrodillamosjuntoaunafuente,conteniendoelalientoaloíracuatrohombresmásqueaparecíanpor la puerta principal del palacio, haciendo ruido con las botas y llamando a losdemáshombres.Unequipodebúsquedaenbuscadelprimerequipodebúsqueda.Elcastillo ahora estaba en alerta.Demasiado para una entrada en silencio.Almenos,habíamosreducidoelnúmero…

Eliminandoaocho.Amiseñal,Holdenyyodejamoselrefugiodelafuenteparaabalanzarnossobreellos,yacabamosconellosantesdequetuvieranlaoportunidadde desenvainar las espadas. Nos habían visto. Se oyó un grito en el castillo y alinstante comenzó el estallido de los disparos con mosquete cuyas balas chocabancontra la fuente detrás de nosotros. Corrimos hacia la puerta principal, donde otroguardianosviollegary,mientrassubíalosescaloneshaciaél,intentóescapar.

Erademasiadolento.Embestíconlahojahacialapuertacerradayselaclavéenellateraldelacara,usandomiimpulsohaciadelanteparaabrirlapuertaypasaralotro lado, rodando por el vestíbulo mientras él caía chorreando sangre por sumandíbula rota. En el rellano superior se oyó el estallido de unmosquete, pero elhombrearmadohabíaapuntadodemasiadoaltoylabalahabíaalcanzadolamaderasin hacer daño a nadie. Al instanteme puse de pie y cargué hacia la escalera, endirección al rellano, donde el francotirador abandonó sumosquete con un grito de

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frustración,sacólaespadadelafundayseenfrentóamí.Había terrorensusojosyamímehervía lasangre.Mesentíamásanimalque

hombre,memovíaporpuro instinto,comosihubierasalidodemipropiocuerpoyestuviera contemplando cómo luchaba. En cuestión de segundos había abierto alfrancotirador y lo tiraba por la barandilla hacia el vestíbulo de abajo, donde habíaaparecidootroguardia,justoatiempodeencontrarseaHoldenquehabíairrumpidoenelvestíbuloconJennyalazaga.Saltédelrellanoconungritoyaterricésobreelcuerpodelhombrequeacababadetirar,loqueobligóalreciénllegadoabalancearseyprotegersuretaguardia.FuelaoportunidadqueHoldennecesitabaparaacabarconél.

Conungestodelacabeza,medilavueltayvolvíasubirlasescaleras,atiempode ver aparecer una figura en el rellano, y al agacharme ante el estallido de unosdisparos, una bala le dio a la pared de piedra que estaba detrás de mí. Era JohnHarrisonymeabalancésobreélantesdequetuvieralaoportunidaddesacarelpuñal,leagarrélacamisadedormiryleobliguéaponersederodillasmientrasretirabaelbrazodelahojahaciaatrásparaatacar.

—¿Losabías?—gruñí—.¿Ayudasteamataramipadreyacorrompermivida?Dejó caer la cabeza a modo de asentimiento y le clavé la hoja en la nuca,

cortándolelasvértebrasymatándolealinstante.Desenvainé la espada.En lapuertadeReginaldmedetuve,miré aun ladoy a

otrodeldescansillo,luegomeechéhaciaatrásyestabaapuntodederribarladeunapatadacuandomedicuentadequeyaestabaentornada.Laempujé,agachado,ysebalanceóhaciadentroconuncrujido.

Reginald estaba vestido, en el centro de su habitación. Típico de él, siemprependientedelaetiqueta,sehabíavestidoparaenfrentarseasusasesinos.Derepente,aparecióunasombraenlapared,proyectadaporunafiguraocultadetrásdelapuertay,envezdeesperarcaerenlatrampa,atraveséconlaespadalamadera,oíungritodedoloralotro lado,entréycerré lapuertaconelcuerpodelúltimoguardiasujetoaella,conlavistaclavadaenlaespadaqueleatravesabaelpecho,conlosojosmuyabiertos, sin dar crédito, mientras trataba de apoyarse con los pies en el suelo demadera.

—Haytham—dijoReginaldfríamente.***

—¿Eraelúltimoguardia?—preguntéylevantéloshombrosmientrasrecuperabaelaliento.

Detrásdemí,lospiesdelhombreagonizantetodavíaraspabanlamadera,yoíaJennyyHoldenalotroladodelapuerta,esforzándoseporabrirlaconaquelcuerpoenmedioqueseretorcía.Alfinal,conunaúltimatos,murióysucuerpocayódelahoja,demodoqueHoldenyJennypudieronentrar.

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—Sí—asintióReginald—.Yasoloquedoyo.—MónicayLucio¿estánasalvo?—Ensusaposentos,sí,porelpasillo.—Holden, ¿me harías un favor? —le pregunté por encima del hombro—.

¿PodríasiracomprobarsiLucioyMónicaestánbien?SuscondicionesmeayudaríanadeterminarcuántodolordebesufrirelseñorBirch.

Holden alejó el cuerpodel guardia de la puerta, dijo: «Sí, señor»y semarchó,cerrandolapuertaasusespaldasconciertocarácterdefinitivo,quenoescapóalosojosdeReginald.

Reginaldsonrió.Fueunasonrisalarga,lentaytriste.—Hice lo que hice por el bien de la Orden, Haytham. Por el bien de la

humanidad.—A expensas de la vida de mi padre. Destruiste a mi familia. ¿Pensabas que

nuncaloaveriguaría?Negóconlacabeza,apesadumbrado.—Querido niño, cuando eres el Gran Maestro tienes que tomar decisiones

difíciles.¿Acasonoteloheenseñado?TeascendíaGranMaestrodelRitoColonial,porque sabía que tú también deberías tomar decisiones difíciles y tenía fe en tucapacidadparatomarlas,Haytham.Decisionesquesetomanenlaluchaporelbiensupremo. En la lucha por un ideal que tú compartes, ¿recuerdas?Me preguntas sicreía que lo descubrirías. Y por supuesto la respuesta es sí. Eres un hombre derecursos,tenaz.Teentrenéparaquefuerasasí.Teníaqueconsiderarlaposibilidaddeque algún día te enterases de la verdad, pero esperaba que cuando llegara ese día,tuvierasunaperspectivamásfilosófica.—Forzóunasonrisa—.Dadoelrecuentodecadáveres,supongoquemeequivoqué,¿no?

Reísecamente.—Sí,Reginald,asíes.Loquehashechoesunacorrupcióndetodoenloquecreo

y¿sabesporqué?Lohicistenoaplicandonuestrosidealessinoconengaños.¿Cómovamosainspirarfesiloquetenemosennuestroscorazonessonmentiras?

Negóconlacabeza,indignado.—Oh,vamos, esono sonmásque tonterías ingenuas.Lohabría esperadode ti

cuandoerasun joven inexperto,pero¿ahora?Duranteunaguerra,haces loqueseanecesarioparaasegurarlavictoria.Loquecuentaesloquehagasconesavictoria.

—No.Debemosponer enpráctica loquepredicamos.De lo contrario, nuestraspalabrasestánvacías.

—EstáhablandoelAsesinoquehayenti—respondióconlascejasarqueadas.Meencogídehombros.—No me avergüenzan mis raíces. He tenido años para reconciliar mi sangre

asesinaconmiscreenciastemplariasyasílohehecho.

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OíalarespiracióndeJennyamilado,unarespiraciónhúmedayentrecortada,quenodejabadeacelerarse.

—Ah,entoncesyaestá—semofóReginald—.Teconsiderasunmoderado,¿no?Nodijenada.—¿Ycreesquepuedescambiarlascosas?—preguntófrunciendoloslabios.PerolasiguientepersonaquehablófueJenny.—No,Reginald—dijo—.Tevamosamatarporloquenoshashechoanosotros.Centrósuatenciónenella,aladvertirsupresencia.—¿Quétalestás,Jenny?—lepreguntó,levantóunpocolabarbillayañadiócon

falsedad—:Veoquelosañosnopasanparati.Ahoramihermanaemitíaungravegruñido.Porelrabillodelojoviquelamano

conlaquesujetabaelcuchilloavanzabaamenazadoramente.Yéltambién.—En cuanto a tu vida como concubina —continuó—, ¿fue una experiencia

gratificante? Me imagino que viste mucho mundo, muchas personas distintas yculturasvariadas…

Estaba intentando provocarla y funcionaba. Con un aullido de ira por todosaquellosañosdesubyugación,arremetiócontraélparaclavarleelcuchillo.

—¡No, Jenny…!—grité, pero era demasiado tarde porque, claro, él la estabaesperando.

Mi hermana estaba haciendo exactamente lo que él esperaba que hiciera y, encuantoestuvolobastantecerca,sacósupuñal—debíadetenerlometidoenlapartetraseradelcinturón—yesquivósucuchillosindificultad. Jennygritabadedoloreindignaciónmientrasél le retorcía lamuñecaparaque soltaraelarma,quecayóalsuelo,ylaagarróalrededordelcuelloparaamenazarlaconsuhoja.

Por encima del hombro de ella, él memiró, y le brillaron los ojos. Estaba depuntillas, listo para saltar hacia delante, pero él apretó la hoja contra el cuello deJenny y ella gimoteó, con los dos brazos tirando del antebrazo del hombre paraintentardesplazarlo.

—No, no—me advirtió, y ya estaba dándose la vuelta, con el cuchillo en lagarganta, tirandode ellahacia lapuerta, pero la expresión en su rostro cambió, detriunfoairritación,cuandoellacomenzóaforcejear.

—Estatequieta—ledijoconlosdientesapretados.—Hazloquetedice,Jenny—lepedí,peroellasesacudíaparasoltarse,conel

peloempapadoensudorpegadoalacara,comosiledieratantoascoquelaagarraraqueprefirieramorirporuncorteenelcuelloapasarotrosegundotancercadeél.

Yasífue,lecortóelcuelloylasangrecomenzóabrotar.—¡Tevasaestarquieta,mujer!—exclamó,comenzandoaperderlacalma—.Por

elamordeDios,¿acasoquieresmoriraquí?—Mejor eso y quemi hermano temate a que puedas escapar—contestó entre

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dientesycontinuóluchandocontraél.Vi que miraba hacia el suelo. No muy lejos de donde forcejeaban estaba el

cadáverdelguardia,ymedicuentadeloqueellaestabahaciendounsegundoantesde que pasara: Reginald tropezó con una pierna estirada del muerto y perdió elequilibrio.Solounpoco.Perofuesuficiente.BastóparaqueJenny,conungritodeesfuerzo,setirarahaciaatrás,él tropezaraconelcuerpo,perdieraelequilibrioysegolpearafuertementecontralapuerta,dondemiespadatodavíaatravesabalamadera.

LabocadeReginaldseabrióenungritosilenciosodesorpresaydolor.SeguíasujetandoaJenny,perolasmanosserelajaronyellaseechóhaciadelante,dejandoalTemplarioclavadoenlapuerta.Elhombrememiróamíydespuésasupecho,pordondelapuntadelaespadasobresalía.Cuandosurostroreflejóeldolorquesentía,teníasangreenlosdientes.Yentonces,despacio,seseparódelaespadaysereuniócon el primer guardia, con las manos en el agujero del pecho y la sangreempapándolelaropaycomenzandoaformaruncharcoenelsuelo.

Giróligeramentelacabezaylevantólamiradaparaverme.—Intenté hacer lo que estaba bien, Haytham —dijo con el ceño fruncido—.

Seguroqueloentiendes.Bajé la vista, apenado, pero no por él, sino por la infancia que me había

arrebatado.—No—le respondí y, mientras la luz desaparecía de sus ojos, esperé que se

llevaraconsigomitemplanzaalotrolado.—¡Cabrón!—gritóJennydetrásdemí.Sehabíaincorporadosobrelasmanosy

lasrodillas,ygruñíacomounanimal—.Considérateafortunadoporquenotehayacortadolaspelotas.

PeronocreoqueReginaldlaoyera.Aquellaspalabrassequedaríanenelmundomaterial.Estabamuerto.

***Fueraseoyóunruidoypaséporencimadelcadáverparaabrirlapuerta,preparadoparaenfrentarmeamásguardiassieranecesario.Ensu lugarviaMónicayLucioquepasabanporel rellano,ambosconunos fardos,guiadoshacia lasescalerasporHolden. Tenían las caras pálidas y demacradas de los que habían estado muchotiempoencarceladosycuandomiraronporencimadelabarandillahaciaelvestíbuloyvierontodosaquelloscadáveres,Mónicasoltóungritoahogadoysellevólamanoalabocaporlasorpresa.

—Losiento—dijesinestarmuysegurodeporquémeestabadisculpando.¿Porsorprenderlos? ¿Por los cadáveres? ¿Por el hecho de que los habían tenido comorehenesdurantecuatroaños?

Luciomelanzóunamiradadepuroodioydespuésapartólavista.—Noqueremossusdisculpas,gracias,señor—respondióMónicahablandomal

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inglés—.Leagradecemosquenoshayaliberadoalfin.—Sinosesperáis,nosmarcharemospor lamañana—dije—.Si teparecebien,

Holden.—Sí,señor.—Creo que deberíamos partir en cuanto hayamos reunido las provisiones

necesariaspararegresaracasa—contestóMónica.—Por favor, esperad—lespedí, ypudeoír el cansancio enmivoz—.Mónica.

Lucio.Porfavor,esperad,yviajaremostodosjuntosporlamañana,nosaseguraremosdequetengáisunbuenviaje.

—No,gracias,señor.—HabíanllegadoalfinaldelasescalerasyMónicasediolavuelta paramirarme—.Creoqueyahahecho suficiente.Sabemosdónde están losestablos.Sipodemoscogerprovisionesdelacocinayluegoloscaballos…

—Claro. Claro. ¿Tenéis…, tenéis algo con lo que defenderos por si os asaltanbandidos?

Bajédeprisalasescaleras,cogíunaespadadeunodelosguardiasmuertosyselaofrecíaLucioporelmango.

—Lucio,cógela—dije—.Lanecesitarásparaprotegera tumadreenelcaminodevueltaacasa.

Cogiólaespada,levantólacabezaparamirarmeycreíverqueselerelajabanlosojos.

Luegomelaclavó.

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Muerte.Habíahabidomuchayhabríatodavíamás.Hacíaaños,cuandomatéaaquelhombreenlaSelvaNegra,fueunerrorclavarle

lahojaenelriñónyacelerarsufallecimiento.CuandoLuciohundiólaespadaenmicuerpoenelvestíbulodelcastillo, tuvelafortunadequenotocaraningunodemisórganosvitales.Suestocada fueviolenta.ComoenelcasodeJenny,su ira llevabaaños reprimida y soñaba con la venganza. Y, como yomismo era un hombre quehabíapasadosuvidaenterabuscandovenganza,apenaspodíaculparleporello.Noobstante,nomemató,evidentemente,puestoqueestoyescribiendoeneldiario.

Aunquesímecausóunaheridagraveyhepasadoelrestodelañoenunacamadelcastillo.Mehehalladoalbordedelamuerteinfinita,perdiendoyretomandolaconciencia,herido,presodelainfecciónylafiebre,pero,apesardelcansancio,seguíluchandoyunadébilllamatitilanteenmiinteriorsenegóaapagarse.

SeinvirtieronlospapelesyestavezfueHoldenelquetuvoqueocuparsedemí.Cada vez que recuperaba la conciencia yme agitaba en las sábanas empapadas ensudor,allíestaba,alisando lasarrugas,colocándome trapos frescosen la frentequemeardía,tranquilizándome.

—Estábien,señor,estábien.Relájese.Yahapasadolopeor.¿Deverdad?¿Yahabíapasadolopeor?Undía—nosécuántotiempoestuveconfiebre—,medespertéycogíaHolden

de la parte superior del brazo para impulsarme hasta quedar sentado. Le miréintensamentealosojosylepregunté:

—Lucio.Mónica.¿Dóndeestán?MehabíavenidolaimagenalacabezadeHoldenmatándolosalosdos.—Loúltimoquedijoantesdeperderelconocimientofuequelesperdonásemos

la vida, señor —respondió, con una expresión que sugería su desaprobación alrespecto—, así que eso fue lo que hice. Les enviamos de vuelta a su casa conprovisionesycaballos.

—Bien,bien…—resolléynotéque laoscuridadme reclamabaotravez—.Nopuedesculpar…

—Fueuncobarde—estabadiciendoconarrepentimientomientrasvolvíaaperderla conciencia—. No hay otra manera de llamarlo, señor. Un cobarde. Pero ahoracierrelosojos,descanse…

ViaJennytambiéneinclusoenmiestadoheridoyfebrilnopudeevitarnotarelcambioquehabíasufrido.Eracomosihubiesealcanzadolapazinterior.Unaodosvecesfuiconscientedequeestabasentadajuntoalacamaylaoíhablandosobrelavida en la plaza Queen Anne, sus planes de regresar allí y, tal y como dijo,«encargarsedetodo».

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Temíaponermeapensar.InclusomedioconscientecompadecíaenelfondodemicorazónalospobresalcargodelosasuntosdelosKenwaycuandomihermanaJennyregresaraalredil.

EnlamesajuntoalacamaestabaelanillodeTemplariodeReginald,peronomelo puse, ni lo cogí, ni siquiera lo toqué.Demomento, almenos por ahora, nomesentía niTemplarioniAsesino, ynoquería tener nadaquever conningunade lasórdenes.

Yentonces,unostresmesesdespuésdequeLuciomeclavaralaespada,salídelacama.

Respiré hondo, con Holden agarrándome el antebrazo izquierdo con ambasmanos,saquélaspiernasdedebajodelassábanas,coloquélospiessobreelfríosuelodemadera y noté que la camisa de dormirme caía hacia las rodillasmientrasmeponíadepieporprimeravezenloquehabíaparecidounaeternidad.Enseguidasentíunapunzadadedolorenlaheridadelcostadoyllevéallílamano.

—Estabamuyinfectada,señor—meexplicóHolden—.Tuvimosquecortarpartedelapielpodrida.

Hiceunamueca.—¿Adónde quiere ir, señor?—preguntó Holden, después de que camináramos

despaciodesdelacamaalapuerta.Mesentíacomouninválido,peroestabacontentodequedemomentometrataran

así.Prontorecuperaríalasfuerzas.Yentoncesestaría…¿Volveríaaserelmismodeantes?,mepregunté.—Creo que quieromirar por la ventana, Holden, por favor—dije y él aceptó

llevarme hasta allí para que pudiera ver los jardines donde había pasado muchotiempoenmiinfancia.

Mientras estaba allí, me di cuenta de que durante la mayor parte de mi vidaadulta, cuando pensaba enmi hogar, me imaginaba a mímismomirando por unaventana, ya diera a los jardines de la plaza Queen Anne o a los del castillo.Consideraba ambos lugaresmi hogar y aún lo hacía, y ahora—ahora que conocíatoda la verdad sobre mi padre y Reginald— habían adquirido un significado aúnmayor,casiunadualidad:lasdosmitadesdeminiñez,lasdospartesdelhombreenelquemehabíaconvertido.

—Yaessuficiente,gracias,Holden—dije,ydejéqueme llevaradevueltaa lacama.

Memetídentroydeprontomesentí…,odioadmitirlo,«débil»,despuésdemilargoviajedeidayvueltahastalaventana.

Aunasí,yacasiestabarecuperadodeltodoyelhechodepensarlobastabaparadibujarunasonrisaenmicara.Holdenseentretuvocogiendounvasodeaguayunatoallitausada,conunaextrañaexpresiónadustaeilegible.

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—Mealegrodeverleenpieotravez,señor—dijo,cuandosediocuentadequeestabamirándole.

—Tengoqueagradecérteloati,Holden—dije.—YalaseñoritaJenny,señor—merecordó.—Claro.—Nostuvopreocupadosalosdosuntiempo,señor.Fueunasituacióndelicada.—Habría sido una buena haber sobrevivido a guerras, a Asesinos y violentos

eunucos,soloparamoriramanosdeunmuchacho.Mereí.Élasintióyseriosecamente.—Sí,menuda,señor—estuvodeacuerdo—.Unaamargaironía,sinduda.—Bueno, vivo para luchar otro día —dije— y pronto, quizá dentro de una

semana,nosmarcharemos,viajaremosdevueltaalasAméricasyallícontinuarémitrabajo.

Memiróyasintió.—Comodesee,señor—dijo—.¿Seráesotododemomento,señor?—Sí…, sí, claro. Perdona, Holden, por haber sido una molestia estos últimos

meses.—Loúnicoquedeseabaeraqueserecuperase,señor—dijo,ysemarchó.

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Loprimeroqueoíestamañanafueungrito.ElgritodeJenny.HabíaentradoenlacocinaysehabíaencontradoaHoldencolgadodeltendedero.

Losupe inclusoantesdequeentraraenmihabitación, losupe inclusoantesdequesucediera.Habíadejadounanota,peronohacíafalta.Sehabíasuicidadoporloquelehabíanhecholossacerdotescoptos.Eraasídesencilloyningunasorpresa,laverdad.

Desdelamuertedemipadresabíaqueunestadodeestupefacciónesunabuenaseñaldetristeza.Cuantomásparalizado,aturdidoyatontadosesienteuno,máslargoeintensoseráelperiododeduelo.

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CUARTAPARTE

1774,dieciséisañosmástarde

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12deenerode1774

Alescribirestoenunanochellenadeacontecimientos,solotengounapreguntaenlacabeza.¿Esposibleque…tengaunhijo?

La respuesta es que no estoy seguro, pero hay pistas, y sobre todo tengo unasensación,laconstantesensaciónquenodejadefastidiarmeytiradeldobladillodemiabrigocomounmendigoinsistente.

Noeselúnicopesoquesoporto,porsupuesto.Haydíasenlosquemedobloantelos recuerdos, con duda, arrepentimiento y pena. Días en los que parece que losfantasmasnomedejanenpaz.

TraselentierrodeHolden,partíalasAméricasyJennyvolvióaInglaterra,alaplazaQueenAnne, donde ha permanecido desde entonces en gloriosa soltería.Nocabedudadequehasidoobjetodeunsinfíndechismorreosyespeculaciónsobrelosañosenlosqueestuvofuerayesevidentequeesasituaciónlehavenidocomoanilloal dedo. Mantenemos correspondencia, pero, aunque me gustaría decir que lasexperienciasvividasnosunieron,lapuraverdadesquenofueasí.Nosescribíamosporque compartimos el apellido Kenway y debíamos tener contacto. Jenny habíadejado de insultarme, así que en ese sentido supongo que nuestra relación habíamejorado,peronuestrascartaserantediosasysuperficiales.Éramosdospersonasquehabíansufridoytenidotantaspérdidascomoendocevidas.¿Dequépodíamoshablarenunacarta?Denada.Asíquenohablábamosdenada.

Mientrastanto,habíatenidorazón,habíalloradoaHolden.Nohabíaconocidoniconoceríajamásaunhombretanmagníficocomoél.Aunqueparaél,lafuerzayelcarácter que poseía en abundancia no fueron suficientes. Le habían arrebatado lahombría.Nopodíasoportarlo,noestabapreparadoparaaquello,yesperóaquemerecuperaraparaquitarselavida.

Lamentaré su pérdida y probablemente siempre lloraré su muerte, y tambiénlamentaré la traición de Reginald, por la relación que tuvimos una vez y por lasmentirasenlasquesebasómivida.Ylamentoelhombrequehesido.Eldolorenelcostadonoterminabanuncadeirse—devezencuandosufroespasmos—yapesarde que no le había dado permiso a mi cuerpo para envejecer, estaba decidido ahacerlo igualmente.Unos pequeños pelos ásperos habían empezado a brotar de lasorejas y la nariz. De repente ya no era tan ágil como antes. Aunquemi prestigiodentrodelaOrdeneramásgrandequenunca,físicamentenoeraelhombredeantes.Al regresar a las Américas, encontré una hacienda en Virginia en la que cultivétabacoytrigo,ylarecorríaacaballo,conscientedequeteníamenospoderconformepasabanlosaños.Subirybajardeuncaballomeresultabamásdifícilqueantes.Ynodigo que fuera difícil, pero sí me costaba más, porque seguía siendo más fuerte,rápidoyágilqueunhombreconlamitaddeañosqueyo,ynohabíatrabajadorenmi

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finca queme superara físicamente. Pero aun así…No era tan rápido, fuerte y ágilcomoantes.Losañosnoperdonaban.

En1773,CharlesregresótambiénalasAméricasyseconvirtióenmivecino,eldueñodeotrafincaenVirginia,atansolomediodíaacaballo,ynoshabíamosescritoparaponernosdeacuerdoenquedarundíayhablardeasuntos templarios,planearfavorecer los intereses del Rito Colonial. Fundamentalmente hablábamos sobre eldesarrollo de la rebelión, la semilla de la revuelta flotaba en el aire, y cuál era lamejormanerade sacarleprovecho a aquel ambiente, porquenuestros colonos cadavezestabanmáshartosdelasnuevasnormasimpuestasporelParlamentobritánico:la Ley de la Estampilla, la Ley Fiscal, la Ley de Indemnización y la Ley delComisionado de Aduanas. Les asfixiaban para que pagaran los impuestos y lesmolestaba el hecho de que no hubiera nadie que representara sus opiniones, quehicieraconstarsudescontento.

UntalGeorgeWashingtonestabaentrelosquesequejaban.Aqueljovenoficialque antes servía aBraddockhabía renunciado a su cargoy aceptadounos terrenoscomo recompensapor ayudar a losbritánicosdurante laGuerraFranco-India.Perohabíacambiadodebandoenaquellapsodetiempo.Eloficialdeojosbrillantesalquehabíaadmiradoporsuperspectivacompasiva—almenosmásquesucomandante—ahoraeraunadelasvocesquemásseoíanenelmovimientoantibritánico.Sindudaaquello era porque los intereses del gobierno de Su Majestad discrepaban de suspropias ambiciones; había elevado una protesta a la Asamblea de Virginia paraintentarpresentarunalegislaciónqueprohibieralaimportacióndeproductosdeGranBretaña. El hecho de que fuera una legislación nefasta tan solo aumentaba lasensacióndedescontentonacional.

El Motín del Té, que tuvo lugar en diciembre de 1773 —el mes pasado, enrealidad—, fue la culminación de años —no, décadas— de insatisfacción. Alconvertirelpuertoen la tazade témásgrandedelmundo, loscolonos ledijeronaGran Bretaña y al mundo que ya no estaban dispuestos a vivir bajo un sistemainjusto.Seguroqueentansolounosmesesseproduciríaunalzamientoimportante.Asíqueconelmismoentusiasmoconelqueatendíamiscultivos,escribíaaJennyosalíadelacamatodaslasmañanas—enotraspalabras,muypoco—,decidíquehabíallegadoelmomentodequelaOrdenseprepararaparalarevoluciónqueseavecinaba,yconvoquéunareunión.

***Estábamosotraveztodosjuntosdespuésdemásdequinceaños,loshombresdelRitoColonial,conlosquehabíacompartidotantasaventurasdosdécadasatrás.

Nos reunimos bajo las bajas vigas de una taberna donde no había ni un alma,llamadaRestlessGhost,alasafuerasdeBoston.Habíagentecuandollegamos,peroThomas se había encargado de que el lugar quedara solo para nosotros en poco

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tiempo, aunque para ello tuviera literalmente que echar a los pocos bebedoressentados en lasmesas demadera. Los que solíamos llevar uniforme vestíamos decivil,conabrigosabotonadosysombrerosquenoscubríanlosojos.Nossentamosenunamesa con las jarras a mano: Charles Lee, Benjamin Church, Thomas Hickey,WilliamJohnson,JohnPitcairnyyo.

Yfueahídondeoíhablarporprimeravezdelchico.Benjaminfueelprimeroensacareltema.EranuestrohombredentrodelosHijos

de laLibertad enBoston, un grupo de patriotas, colonos antibritánicos que habíanayudado a organizar el Motín del Té de Boston, y hacía dos años, en Martha’sVineyard,habíatenidounencuentro.

—Esunmuchachonativo—dijo—,peronocomolosquehevistoantes…—Noesalguienquerecuerdeshabervistoantes,Benjamin—lecorregí.Hizounamueca.—No es alguien que recuerde haber visto antes, entonces —rectificó—. El

muchacho se acercó amí y, con todo su descaro,me dijo que quería saber dóndeestabaCharles.

MevolvíhaciaCharles.—Entonces,preguntaporti.¿Sabesquiénes?—No.Perohuboalgosospechosoensumaneradedecirlo.—Lovolveréaintentar,Charles.¿Tienesalgunasospechadequiénpodríaserese

muchacho?Serecostóenelasientoyapartólamiradahaciaotrorincóndelataberna.—Nolocreo—respondió.—Pero¿noestásseguro?—Habíaunchicoen…Unsilencioincómodoparecióreinarenlamesa.Loshombresecharonmanoasus

jarras,encorvaronloshombrosoencontraronalgoqueestudiarenelfuegocercano.Ningunomemiróalosojos.

—¿Ysialguienmecuentaquéestápasando?—pregunté.NingunodeaquelloshombreseraunadécimapartedeloqueHoldenhabíasido.

Medicuentadequemeteníanharto,muyharto.Ymissentimientosestabanapuntodeintensificarse.

FueCharleselprimeroquememantuvolamiradaymedijo:—Tumujermohawk.—¿Quélepasa?—Losiento,Haytham—dijo—.Deverdadquesí.—¿Hamuerto?—Sí.

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«Claro—pensé—,contantasmuertes…».—¿Cuándo?¿Cómo?—Fuedurantelaguerra.En1760.Hacecatorceañosya.Atacaronsualdeayla

quemaron.Notéquesemetensabalaboca.—FueWashington—se apresuró a decir, mirándome—.GeorgeWashington y

sushombres.Quemaronelpobladoytu…muriócontodos.—¿Estabasallí?Seruborizó.—Sí, esperábamos hablar con los ancianos del poblado sobre el yacimiento

precursor.Aunque no pude hacer nada,Haytham, te lo aseguro.Washington y sushombresarrasarontodoellugar.Aqueldíaestabansedientosdesangre.

—¿Yhabíaunchico?—lepregunté.Apartólavista.—Sí,habíaunchico,unniñopequeño,deunoscincoaños.«Deunoscincoaños»,pensé.MeimaginéaZiio,elrostroalqueunavezhabía

amado,cuandoeracapazdeeso,ysentíunaleveoleadadedolorporellaydeodiohacia Washington, que sin duda había aprendido un par de cosas al servicio delgeneralBraddock,leccionesdebrutalidadycrueldad.Penséenlaúltimavezqueellay yo habíamos estado juntos y la visualicé en nuestro pequeño campamento, lamirada perdida entre los árboles y cómo, casi de manera inconsciente, se habíallevadolasmanosalvientre.

Pero no.Me deshice de aquella idea. Era demasiado descabellada. Demasiadorocambolesca.

—Elmuchachomeamenazó—estabadiciendoCharles.Enotrascircunstancias,puedequehubierasonreídoalveraCharles,consumetro

ochenta,amenazadoporunnativodecincoaños—sinohubieraestado intentandoasimilar la muerte de Ziio, claro—, y respiré hondo, aunque de manera casiimperceptible,sintiendoelaireenelpecho,amododedespedidadesuimagen.

—Yonoeraelúnicode losnuestrosque seencontrabaallí—dijoCharlesa ladefensivaymiréalrededordelamesainquisitivamente.

—Adelante,pues.¿Quiénmásestuvo?William, Thomas y Benjamin asintieron, con los ojos clavados en la oscura y

nudosamaderadelamesa.—No puede ser él—dijoWilliam, enfadado—.No puede ser elmismo chico,

seguro.—Vamos,‘Aytham,¿quéprobabilidadeshay?—tercióThomasHickey.—¿YnoloreconocisteisenMartha’sVineyard?—lepreguntéaBenjamin.Negóconlacabezayseencogiódehombros.

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—Noeramásqueunchaval,unniñoindio.Todosseparecen,¿no?—¿Yquéestabaishaciendoallí,enMartha’sVineyard?—Tomandoundescanso—respondió,irritado.Ohaciendoplanesparaforrarte,pensé,ydije:—¿Enserio?Fruncióloslabios.—Si las cosas van como creemos y los rebeldes se organizan para formar un

ejército,entoncesharéloposibleparahacermemédicoenjefe,maestroKenway—dijo—,unodelospuestosconmásresponsabilidadenelejército.CreoqueenvezdepreguntarteporquéestabaenMartha’sVineyardaqueldía,deberíasfelicitarme.

MiróalrededordelamesaenbuscadeapoyoyrecibióunosgestosvacilantesdeThomasyWilliam,quememirarondereojoalmismotiempo.

Mediporvencido.—Heolvidadodeltodomismodales,Benjamin.Dehecho,seráungranestímulo

paralaOrdeneldíaquerecibasesecargo.Charlesseaclarólagargantaconfuerza.—También esperamos que si se forma ese ejército nombren a nuestro Charles

comandanteenjefe.Noloveíamuybienporquelaluzdelatabernaeratenue,peronotéqueCharles

seruborizaba.—No solo lo esperamos—protestó—. Soy el candidato obvio.Mi experiencia

militarsobrepasaladeGeorgeWashington.—Sí,peroeresinglés,Charles—susurré.—NacíenInglaterra—farfulló—,perosoycolonodecorazón.—Puedequeloquetengasenelcorazónnoseasuficiente—repliqué.—Yaveremos—respondió,indignado.Así sería, pensé, cansado; luego centré mi atención en William, que hasta

entonceshabía estadomuycallado, aunque era evidentequehabía sidounode losmásafectadosporlosacontecimientosdelMotíndelTé.

—¿Yquéhaydetumisión,William?¿Cómovanlosplanesdecomprarlatierraalosnativos?

Todos lo sabíamos,claro,pero teníaqueconstatarlo,y teníaqueserWilliamelquehablara,legustaraono.

—LaConfederaciónestádeacuerdoconelpacto…—comenzó.—¿Pero…?Respiróhondo.—MaestroKenway, ya conoces, por supuesto, nuestros planes de aumentar los

fondos…—¿Elté?

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—Yconoces,porsupuesto,lodelMotíndelTé…Levantélasmanosydije:—Las repercusiones se han notado en todo el mundo. Primero la Ley de la

Estampillayahoraesto.Loscolonosestánsublevándose,¿no?Williammelanzóunamiradadereproche.—Mealegrodequeseaunasituaciónquetedivierta,maestroKenway.Meencogídehombros.—Lo bueno de nuestro encuentro es que tenemos todos los ángulos cubiertos.

Aquíenlamesatenemosrepresentantesdeloscolonos—señaléaBenjamin—,delEjércitoBritánico—señaléaJohn—,yporsupuestoelhombrequeestádisponibleparaquelecontraten,ThomasHickey.Desdefuera,vuestrasafiliacionesnopodríansermásdiferentes.LoquetenéisenelcorazónsonlosidealesdelaOrden.Asíquetendrás que disculparme, William, si mantengo mi buen humor a pesar de tucontratiempo.Essimplementeporquepiensoqueeseso,unsimplecontratiempo,depocaimportancia.

—Bueno, espero que tengas razón,maestroKenway, porque la cuestión es queesavíaderecaudacióndefondosahoraestámáscercadenosotros.

—Porlasaccionesdelosrebeldes…—Exacto.Yhayunacosamás…—¿Qué?—preguntéynotétodoslosojossobremí.—Elchicoestabaallí.Eraunode loscabecillas.Tirabacajonesde téalpuerto.

Todoslevimos.John,Charles,yo…—¿Elmismochico?—Estoy casi seguro —respondió William—. El collar que llevaba era

exactamentecomoBenjaminlodescribió.—¿Llevabauncollar?—pregunté—.¿Dequétipo?Mantuveelrostroimpasible,intentéinclusonotragarsaliva,mientrasBenjamin

continuódescribiendoelcollardeZiio.Cuandoterminó,medijeamímismoquenosignificabanada.Ziioestabamuerta,

asíqueeranormalqueelcollarhubierapasadoaotrapersona,siesquesetratabadelmismo.

—Hayalgomás,¿no?—susurré,mirándolesalacara.Todosasintieronalunísono,perofueCharleselquehabló.—CuandoBenjaminleencontróenMartha’sVineyarderaunchavalconaspecto

normal, pero durante el Motín del Té había dejado de serlo. Llevaba la túnica,Haytham—dijoCharles.

—¿Latúnica?—LadeunAsesino.

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27dejuniode1776(Dosañosdespués)

FueporestaépocaelañopasadocuandodemostrétenerrazónyCharlesno,cuandoGeorgeWashingtonfuenombradocomandanteenjefedelnuevoEjércitoContinentalyaCharleslehicierontenientegeneral.

Y aunque a mí no me alegraba la noticia ni mucho menos, Charles estabaincandescenteynohabíadejadodeecharhumodesdeentonces.LegustabadecirqueGeorgeWashingtonnoestabacapacitadoparaestaralmandodeunabrigada,loque,por supuesto, como suele suceder, no era ni una verdad ni una mentira absoluta.Mientras que por una parteWashington presentaba elementos de ingenuidad en suliderazgo, por otra, se había asegurado algunas notables victorias, y lo másimportante,laliberacióndeBostonenmarzo.Tambiénteníalaconfianzadesugente.Nocabíaduda,teníaalgunasbuenascualidades.

Perono era unTemplario y queríamosque la revolución la liderara unode losnuestros.No solo planeábamos controlar la parte vencedora, sino que pensábamosque teníamos más oportunidades de ganarla con Charles al mando. Y por esotramamosunplanparamataraWashington.Tansimplecomoeso.UncomplotquehabríaprogresadoadecuadamentesinohubiesesidoporaqueljovenAsesino.AquelAsesino—quepodíaonosermihijo—,quiencontinuabasiendocomounapiedraenelzapatoparanosotros.

***El primero fueWilliam.Murió. Lomataron el año pasado, un poco antes de quecomenzara la Guerra Revolucionaria. Tras el Motín del Té, William comenzó anegociar para comprar tierra india. Sin embargo, hubo mucha resistencia, enparticular entre laConfederación Iroquesa, que se reunió conWilliam en su finca.Lasnegociacioneshabíanempezadobien,segúntodoslostestigos,peroresultóquealguiendijoalgoylasituaciónterminómal.

—Hermanos, por favor —había suplicado William—. Estoy seguro de queencontraremosunasolución.

Perolosiroquesesnoescucharon.Afirmabanquelatierraerasuya.CerraronlosoídosalalógicaquelesofrecíaWilliamqueconsistíaenque,sielterritoriopasabaamanostemplarias,entoncespodríamosmantenerloalejadodelasgarrasdecualquierfuerzaquesalieravictoriosadelconflictoqueseavecinaba.

El desacuerdo reinaba entre los miembros de la Confederación nativa. Lesacechaba laduda.Algunosargumentabanquenuncapodríancompetirconelpoderde los ejércitos británicos o coloniales; otros creían que llegar a un acuerdo conWilliam no era mejor opción. Se habían olvidado de que los Templarios habíanliberadoasupueblodelaesclavituddeSilashacíadosdécadas;perosíseacordaban

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delasexpedicionesqueWilliamhabíaorganizadoalbosqueparaintentarlocalizarelyacimiento precursor; las excavaciones en la cámara que habíamos encontrado.Aquellosultrajesestabanfrescosensumemoriaynohubomododequelopasaranporalto.

—Paz, paz—sugirióWilliam—. ¿No he sido siempre un defensor? ¿No os heprotegidosiempreparaquenosufrieraisdaños?

—Siquieresprotegernos,danosarmas.Mosquetesycaballosparaquepodamosdefendernossolos—sostuvounmiembrodelaConfederacióncomorespuesta.

—Unaguerranoeslasolución—insistióWilliam.—Recordamosquemovisteis los límites. Inclusohoyendía tushombrescavan

nuestratierra,sinmostrarningunaconsideraciónporlosquevivenahí.Tuspalabrassonmelosas, pero falsas.No hemos venido aquí a negociar.Ni a vender. Estamosaquíparadecirteatiyalostuyosqueosmarchéisdeestastierras.

Lamentablemente,Williamrecurrióalafuerzaparaconvencerlesydisparóaunnativo, con la amenaza de que se producirían más muertes a menos que laConfederaciónfirmaraelcontrato.

Loshombressenegaron,loquedicemuchoensufavor.Noquisieroncederantela muestra de violencia de William, algo que les debió de resultar una amargareivindicacióncuandosushombrescomenzaronacaerporlasbalasdelosmosquetesensuscráneos.

Yentoncesaparecióelmuchacho.UnhombredeWilliamlodescribióaldetalleylo que dijo cuadró exactamente con lo que había comentado Benjamin sobre elencuentroenMartha’sVineyard,yloqueCharles,WilliamyJohnhabíanvistoenelpuerto de Boston. Llevaba el mismo collar y la misma túnica de Asesino. Era elmismochico.

—¿QuéledijoesemuchachoaWilliam?—lepreguntéalsoldadoqueestabaantemí.

—DijoqueplaneabaasegurarelfindelosplanesdelseñorJohnsonyquedejaradereclamarestastierrasparalosTemplarios.

—¿RespondióWilliam?—Claro,señor.LedijoasuasesinoquelosTemplarioshabíanintentadoreclamar

latierraparaprotegeralosindios.LedijoalchicoquenielreyJorgeniloscolonossepreocupabanlosuficienteporprotegerlosinteresesdelosiroqueses.

Puselosojosenblanco.—No es especialmente un argumento convincente, dado que estaba matando

nativoscuandollegóelmuchacho.Elsoldadobajólacabeza.—Posiblementeno,señor.***

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Si me quedé demasiado tranquilo con la muerte de William, bueno, hubocircunstanciasatenuantes.William,aunqueeracumplidorydedicadoensu trabajo,no es que tuviera muy buen humor y, al tratar con violencia una situación querequería diplomacia, las negociaciones habían resultado un desastre. Aunque medueladecirlo,fueelartíficedesupropiacaídaymetemoqueyonuncahetoleradolaincompetencia:noenmijuventud,cuandosupongoqueeraalgoquehabíaheredadodeReginald; y ahora, que ya he cumplido cincuenta años,muchomenos.Williamhabía sido un imbécil y lo había pagado con su vida. De la misma manera, elproyectodeconseguirlatierranativa,aunqueeraimportanteparanosotros,yanoerala prioridad principal; lo había dejado de ser desde que había estallado la guerra.Nuestrodeberahoraeraasumirelcontroldelejércitoy,alnohaberloconseguidoporlasbuenas,íbamosarecurriralasmalas,asesinandoaWashington.

Sinembargo,aquelplanfracasócuandoelAsesinofueaporJohn,nuestrooficialdelEjércitoBritánico,yleatacóporqueeltrabajodeJohnerradicabaalosrebeldes.Denuevo,aunquemeirritabaperderaunhombretanvalioso,puedequenohubieraafectado nuestros planes si no hubiera sido porque John llevaba una carta en elbolsillo.Desgraciadamente,enellasedetallabanlosplanesparamataraWashingtonysenombrabaaThomasHickeycomoelhombreelegidoparacometerelacto.Sindemora,eljovenAsesinofuecorriendoaNuevaYorkporqueThomaseraelsiguienteensulista.

Thomasestabaallífalsificandodinero,ayudandoaaumentarlosfondosasícomopreparándose para el asesinato de Washington. Charles ya había llegado con elEjércitoContinental,asíqueentréenlaciudadfácilmenteymebusquéalojamiento.Acababa de llegar cuando me dieron la noticia: el muchacho había encontrado aThomasylosdoshabíansidoarrestadosyestabanenlaprisióndeBridewell.

—No puede habermás fallos, Thomas, ¿entendido?—le dije cuando le visité,temblandoporelfríoyrevueltoporelolor,elclamorylosruidosdelacárcel.

Depronto,enlaceldadeallado,vialAsesino.Ylosupe.Teníalosojosdesumadre,elmismopelonegroazabacheyelorgullo

enlamandíbula.Eraelvivoretratodeella.Nocabíaduda,eramihijo.***

—Esél—meinformóCharles,cuandosalimosjuntosdelaprisión.Diun respingo,peroélnosediocuenta:enNuevaYorkhacíamuchísimofrío,

nuestro aliento se convertía en nubes y Charles estaba demasiado preocupado pormantenerseabrigado.

—¿Quién?—Elchico.Porsupuestosabíaexactamenteaquéserefería.—¿De qué demonios estás hablando,Charles?—pregunté, enfadado, y eché el

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vahoamismanos.—¿Recuerdasque tehablédeunniñoconelqueme topéen1760,cuando los

hombresdeWashingtonatacaronelpobladoindio?—Sí,me acuerdo.Y ese es nuestroAsesino, ¿no? ¿Elmismo que estaba en el

puertodeBoston?¿ElmismoquematóaWilliamya John?¿Eselmuchachoqueestabaallídentroahora?

—Esoparece,Haytham,sí.Mevolvíhaciaél.—¿Sabesloquesignificaeso,Charles?NosotroshemoscreadoaeseAsesino.En

él ardeelodiohacia todos losTemplarios.Tevioeldíaquequemaronelpoblado,¿no?

—Sí…,sí,yatelohedicho.—Supongoquetambiénsefijóentuanillo.Llevólamarcadetuanilloensupiel

duranteunassemanasdespuésdevuestroencuentro.¿Meequivoco,Charles?—Meconmueve tupreocupaciónporelniño,Haytham.Siempre fuisteungran

defensordelosnativos…Laspalabrassehelaronensuslabiosporque,alinstante,leagarrédelacapacon

elpuñoylolancécontralapareddepiedradelaprisión.Mecoloquéencimadeélconfuegoenmimirada.

—Mepreocupo por laOrden—dije—.Mi única preocupación es laOrden.Y,corrígemesimeequivoco,Charles,perolaOrdennopredicalamatanzasinsentidodelosnativos,laquemadesuspoblados.Queyorecuerde,esevidentequenotienenada que ver con mis enseñanzas. ¿Sabes por qué? Porque es el tipo decomportamiento que crea, ¿cómo llamarlo?, «inquina» entre aquellos a los queesperamos imponer nuestra manera de pensar. Manda a los neutrales corriendo albando enemigo. Como en este caso.Matan a nuestros hombres y vemos nuestrosplanesamenazadosporvuestraactituddehacedieciséisaños.

—Nofuemiactitud…Washingtones…Lesolté,retrocedíunpasoyjuntélasmanosenmiespalda.—Washingtonpagarápor loquehahecho.Nosencargaremosdeeso.Escruel,

esoestáclaro,ynotienequeestaralmando.—Estoydeacuerdo,Haytham,yyahedadounpasoparaasegurarmedequeno

hayamásinterrupciones,paramatardospájarosdeuntiro,porasídecirlo.Lemiréconacritud.—Siguehablando.—AlchicoindígenalocolgaránporconspirarparamataraGeorgeWashingtony

porelasesinatodelguardiándelaprisión.Washingtonestaráallí,porsupuesto,measegurarédeello,ypodemosaprovecharlaoportunidadparamatarlo.Thomas,desdeluego,estámásquecontentodepoderencargarsedelasunto.Tansolofaltaque tú,

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comoGranMaestrodelRitoColonial,destuaprobaciónaestamisión.—Pocaantelación—dije,ypudeoírladudaenmipropiavoz.Pero¿porqué?¿Porquémeimportabaquiénvivieraomuriera?Charlesextendiólasmanos.—Sí, se ha pensado con poca antelación, pero a veces esos son los mejores

planes.—Sí—estuvedeacuerdo—.Sí.—¿Ybien?Reflexioné.Conunasolapalabraratificaríalaejecucióndemipropiohijo.¿Qué

clasedemonstruoharíatalcosa?—Hazlo—contesté.—Muy bien—dijo y de pronto infló el pecho por la satisfacción—. Pues no

perderemos un instantemás. Esta noche correrá la voz porNuevaYork ymañanamoriráuntraidoralarevolución.

***Esdemasiadotardeahoraparaponermepaternal.Loquehubieseantesenmiinteriorcapazdeeducaramihijohacíayatiempoquesehabíacorrompidooconsumido.Losañosdetraiciónymatanzasehabíanencargadodeello.

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28dejuniode1776

Esta mañaname desperté en mi alojamiento con un respingo, me incorporé en lacamayleechéunvistazoalahabitaciónconlaquenoestabafamiliarizado.Porlaventana,viquehabíamovimientoenlascallesdeNuevaYork.¿Eranimaginacionesmíasoelambienteestabacargadoyhabíaciertotonodeemociónenlacharlaqueseelevabahastamiventana?Y,enesecaso,¿teníaalgoqueverconelhechodequehoyhabíaunaejecuciónenlaciudad?Hoycolgaríana…

Connor,asísellamaba.EsefueelnombrequeledioZiio.Penséenlodistintasquehabríansidolascosassilehubiéramostraídojuntosaestemundo.

¿SellamaríaConnorentonces?¿HabríaelegidoserunAsesino?Ysilarespuestaaesapreguntaerano,nohabríaelegidoserunAsesinoporque

supadreeraunTemplario,entonces¿enquémeconvertíayo,enunaabominación,unaccidente,unhíbrido?Unhombreconunalealtaddividida.

Perounhombrequehabíadecididoquenopodíapermitir quemuriera suhijo.Hoyno.

Mevestí,noconmiropahabitual,sinoconunatúnicanegrayunacapucha,conla que me tapé la cabeza; luego corrí hacia los establos, encontré mi caballo ycabalgué a toda prisa hasta la plaza de las ejecuciones, por las calles cubiertas delodo, atestadas de gente, ahuyentando a los ciudadanos que se apartaban de micamino,amenazándomeconlospuños,osemequedabanmirandoconlosojosmuyabiertosbajolasalasdesussombreros.Continuéavanzandorápidamentehaciadondeaumentabalamultitud,reunidaparaverlaejecuciónenlahorca.

Y,mientrascabalgaba,mepreguntéquéestabahaciendoymedicuentadequenolosabía.Loúnicodeloqueestabaseguroeradecómomesentía,queeracomohaberestadodurmiendoydeprontohabermedespertado.

***Allí, en la plataforma, el verdugo esperaba a su siguiente víctima, mientras unamuchedumbreesperabaelentretenimientodeldía.Enloslateralesdelaplazahabíacaballos y carros, a los que se subían las familias para ver mejor: hombres conaspecto cobarde, mujeres de baja estatura, preocupadas y con mala cara, niñosmugrientos…Algunosespectadoresestabansentadosenlaplaza,mientrasqueotrosmerodeabanporallí:habíamujeresengrupoquechismorreaban,hombresbebiendocervezaovinodesusbotas.Todosellosestabanallíparavermoriramihijo.

PorunladollegóuncarroflanqueadoporsoldadosylogréveraConnordentro,antesdequeaparecieraunThomasHickeysonriente,quelosacódelcarromientrasseburlabadeél.

—No creerías que iba a perderme tu fiesta de despedida, ¿no?He oído que el

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mismoWashingtonasistirá.Esperoquenoleocurranadamalo…Connor,conlasmanosatadasdelante, lelanzóunamiradadeodioaThomasy,

unavezmás,memaravilléantelomuchoquehabíadesumadreenaquellosrasgos.Peroademásderebeldíayvalor,tambiénhabía…miedo.

—Medijisteisquetendríaunjuicio—espetócuandoThomasleempujó.—Lostraidoresnotienenjuicios,metemo.LeeyHaythamlohanordenado.Tú

irásdirectoalahorca.Mequedéhelado.Connorestabaapuntodeserejecutadopensandoqueyohabía

firmadosusentenciademuerte.—Nomoriréhoy—dijoConnor,orgulloso—.Peronosepuededecir lomismo

deti.Perolodecíaporencimadelhombromientraslosguardiasquehabíanayudadoa

escoltar el carro a la plaza usabanbastones herrados para empujarle a la horca.Elruido aumentó cuando la multitud congregada quiso agarrarle, darle puñetazos ytirarlealsuelo.Viaunhombreconodioenlosojosapuntodedarleunpuñetazoyestuve lo bastante cerca para bloquear el golpe, retorcer el brazo del hombredolorosamente hacia la espalda y tirarlo al suelo. Con los ojos encendidos se mequedómirando,peroalvermelacaradentrodelacapuchasedetuvo.Sepusodepieyacontinuaciónselollevólamuchedumbrefuriosayrebelde.

Mientras tanto, habían empujado a Connor hacia el acoso de más abusosvengativosyyoestabademasiadolejosparadeteneraotrohombrequederepenteseabalanzósobreélyleagarró,perosílobastantecercaparaverelrostrodelhombredebajodesucapucha;lobastantecercaparaleerleloslabios.

—Noestássolo.Tansolochillacuandolonecesites…EraAchilles.Estabaaquí.HabíavenidoasalvaraConnor,quelecontestó:—Olvídatedemí.TienesquedeteneraHickey.Vaa…Peroentoncesselollevaronarastrasyterminélafraseenmicabeza:«Vaamatar

aGeorgeWashington».Hablando del rey de Roma… El comandante en jefe había llegado con una

pequeñaguardia.MientrasempujabanaConnorhacialaplataformayelverdugoleatabalasogaalrededordelcuello,laatencióndelamuchedumbresecentróenelotroextremodelaplaza,adondesedirigíaWashington.Habíaunatarimaalfondo,delaque, incluso entonces, los guardias seguían echando a gente como desesperados.Charles,comotenientegeneral,leacompañabaytuvelaoportunidaddecompararlosalosdos:CharleserabastantemásaltoqueWashington,aunqueposeíaciertaactituddistante, comparada con el encanto natural de Washington. Al verlos juntos,enseguida me di cuenta de por qué el Congreso Continental había preferido aWashington.Charlesteníaunaspectomuybritánico.

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EntoncesCharlesdejóaWashingtonycruzólaplazaconunpardeguardias,queapartabana lamuchedumbredesucamino.Subió lasescalerasde lahorcaydesdeallí se dirigió a lamultitud que empujaba hacia delante.Yomismome encontrabaentre loscuerposqueolíanasudorycerveza,usando loscodospara intentarhacerespaciodentrodelamultitud.

—Hermanos,hermanas,compañeroscompatriotas—comenzóadecirCharlesyunsilencioimpacientereinóentreelgentío—.Hacevariosdíasnosenteramosdeunhorribleplan, tanruinqueelhechoderepetirlomealtera.Elhombrequeestáantevosotrostramabaasesinaranuestroqueridísimogeneral.

Lamuchedumbreemitióungritoahogado.—Sí—bramóCharles,entusiasmándoseconeltema—.Nadiesabequéoscuridad

olocuralemotivóyniélmismosedefiende.Nomuestraremordimientos.Yaunquele hemos pedido y suplicado que comparta con nosotros lo que sabe, siguemanteniendounsilenciototal.

Tras aquellas palabras, el verdugo dio un paso adelante y colocó un saco dearpillerasobrelacabezadeConnor.

—Sielhombrenoseexplica,sinoconfiesayexpíasuspecados,¿quéopciónnosqueda?Queríaenviarnosdirectamentealenemigo.Asíquenosvemosobligadosporlajusticiaaeliminarlodeestemundo.QueDiosseapiadedesualma.

Ahora que había terminado, eché un vistazo en busca de más hombres deAchilles.Sieraunamisiónderescate,habíallegadoelmomento,¿no?Pero¿dóndeestaban?¿Quédemoniosplaneaban?

Unarquero.Teníaqueutilizarunarquero.Noeraloidealporqueunaflechanocortaríalacuerdatotalmente,asíquelomejorquepodíanesperarlosrescatadoreseraque se partiera bastante fibra como para que el peso de Connor terminara deromperla.Peroteníaquesermuycertero.Podríadesplegarsedesde…

Muy lejos. Me volví para mirar los edificios que tenía detrás. Como era deesperar,enellugarqueyohabríaescogidohabíaunarquero,juntoalmarcodeunaventana alta. Mientras observaba, echó hacia atrás la cuerda del arco y apuntó laflecha. Entonces, justo cuando se abrió la trampilla y el cuerpo de Connor cayó,disparó.

La flechavolócomoun rayoporencimadenuestrascabezas, aunqueyo fui elúnicoquesediocuenta,ymirérápidamentealaplataformaparavercómoalcanzabalacuerda,aflojándola,porsupuesto,peronollegóacortarla.

Mearriesguéaquemevieranymedescubrieran,perohiceloquehicedetodasformas,sinpensarlo,porinstinto.Saquémipuñaldedebajodelatúnica,lolancé,vicómocortabaelaireyledilasgraciasaDioscuandorompiólacuerdayterminóeltrabajo.

CuandoelcuerpodeConnor,queseretorcíaytodavía—graciasaDios—estaba

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vivo,cayóalsueloporlatrampilla,seoyóungritoahogadoamialrededor.Porunmomentomehalléconunespaciodeunbrazodeanchocuandolamuchedumbreamiladoretrocedió,asombrada.EneseinstanteviaAchillesmetiéndosedebajodelahorca, donde había caído el cuerpo de Connor. Entonces me puse a luchar paraescapar cuando la treguapor la sorpresa fue sustituidaporun rugidodevenganza,patadasypuñetazosdirigidoshaciamíylosguardiascomenzaronaabrirsecaminoentreelgentíoparaalcanzarme.Accionélahojapararajaraunoodosespectadores,loquebastóparahacercorrerlasangreyquelosotrosatacantessepararanapensar.Mástímidosahora,abrieronespacioamialrededor.Salíatodavelocidaddelaplaza,hacia mi caballo, mientras los abucheos de la muchedumbre retumbaban en misoídos.

***—Llegó a Thomas antes de que él alcanzara a Washington —dijo Charles condesánimo más tarde, mientras estábamos sentados en las sombras de la tabernaRestlessGhostparahablardelosacontecimientosdeldía.

Estaba nervioso y no dejaba demirar por encima de su hombro. Parecía estarigualqueyo,ycasienvidiabalalibertadqueteníaparaexpresarsussentimientos.Yo,encambio, teníaquemantenerocultamiconfusión.YaquellaconfusiónsedebíaaquehabíasalvadolavidademihijoperoenrealidadhabíasaboteadoeltrabajodemipropiaOrden, una operación que yomismohabía decretado.Era un traidor.Habíatraicionadoamigente.

—¿Quépasó?—pregunté.ConnorhabíallegadohastaThomasyantesdematarlehabíaexigidorespuestas.

¿Por qué William había intentado comprar la tierra de su pueblo? ¿Y por quéintentábamosmataraWashington?

Asentíylediunsorboamicerveza.—¿QuécontestóThomas?—LedijoaConnorquenuncaencontraríaloquebuscaba.Charlesmemiróconlosojosabiertosycansados.—¿Quéhacemosahora,Haytham?¿Qué?

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7deenerode1778(Casidosañosmástarde)

A Charles empezaba a molestarle Washington, y el hecho de haber fracasado ennuestro intento de asesinato todavía le enfadaba más. Se tomó como una afrentapersonalqueWashingtonhubierasobrevivido—¿cómoseatrevía?—ynuncase loperdonó del todo. Poco después, Nueva York había caído en manos británicas, yWashington,quecasiestabaapresado,fueculpado,sobretodoporCharles,alqueleresultópococonvincentelaposteriorincursióndeWashingtonporelríoDelaware,apesardequesuvictoriaenlaBatalladeTrentonhubierarenovadolaconfianzaenlarevolución. Para Charles, era inútil queWashington continuara porque perdería laBatalladeBrandywiney,porconsiguiente,Filadelfia.ElataquedeWashingtonalosbritánicosenGermantownhabíasidounacatástrofe.YahoraestabaValleyForge.

TrasganarlaBatalladeWhiteMarsh,Washingtonllevóasustropasaloqueélesperaba que fuera un lugar seguro durante el nuevo año. Valley Forge, enPennsylvania,fueelterrenoaltoqueescogió:docemileuropeostanmalequipadosyfatigados que los hombres sin zapatos dejaban un rastro de huellas ensangrentadascuandomarchabanparaacamparyprepararseparaelinviernoquelesesperaba.

Eraun caos.Había una escasezdeplorable de ropay comida, y los caballos semoríandehambreofallecíandepie.Eltifus,laictericia,ladisenteríaylaneumoníarecorríanelcampamentoymatabanamiles.Losnivelesdemoralydisciplinahabíanbajadotantoqueerancasiinexistentes.

Aunasí,apesarde lapérdidadeNuevaYorkyFiladelfia,yde la largay lentamuerte del ejército en Valley Forge, Washington tenía a su ángel de la guarda:Connor.YConnor,con laseguridaddeun joven,creíaenél.Nadade loqueyo ledijerapodríahaberleconvencidodelocontrario,deesoestabaseguro;nadadeloqueyo ledijera le convenceríadequeWashington en realidad era el responsablede lamuerte de sumadre. En su cabeza, los responsables eran los Templarios y ¿quiénpodíaculparleporhaberllegadoaaquellaconclusión?Alfinyalcabo,habíavistoaCharlesallíaqueldía.YnosoloaCharles,sinoaWilliam,ThomasyBenjamin.

Ah, Benjamin. Mi otro problema. En los últimos años había resultado unadesgraciaparalaOrden,pordecirlosuavemente.Trasintentarvenderinformaciónalosbritánicos, lohabían llevadoen1775anteun tribunal, liderado, evidentemente,por George Washington. Por aquel entonces Benjamin era, como había predichohacía años, el médico en jefe y director general del servicio médico del EjércitoContinental.Se lecondenópor«comunicarseconelenemigo»,se leencarcelóy,atodos los efectos, permaneció en prisión hasta principios de este año, cuando lesoltaron.Inmediatamentedesapareció.

NosésiseretractódelosidealesdelaOrden,comoBraddockhabíahechohacía

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muchosaños,peroloquesísabíaeraqueseguramenteestabadetrásdelrobodelasprovisionesdestinadasaValleyForge, loqueporsupuestoempeoró lasituacióndelospobresqueestabanallíacampados;habíaabandonadolosobjetivosdelaOrdenafavordesubeneficiopersonal;ydebíandetenerlo,unatareadelaquemeencarguéyomismo,empezandoporlosalrededoresdeValleyForgeparadespuésseguirporlahelada Filadelfia cubierta de nieve hasta llegar a la iglesia donde Benjamin habíaacampado.

***UnaiglesiaparaencontraraChurch.Peroestabaabandonada.NosoloporsuantiguacongregaciónsinoporloshombresdeBenjamin.Hacíadíashabíanestadoallí,peroahoranoquedabarastrodeellos.Nidelasprovisiones,nideloshombres; tansoloquedabanlosrestosdelahoguera,queyasehabíanenfriado,ytrozosirregularesdebarro y suelo sin nievedonde se habíanmontado las tiendas.Atémi caballo en lapartetraseradelaiglesiayluegoentréeneledificio,donde,aligualqueafuera,hacíaunfríoquetecalabahastaloshuesos.Porelpasillohabíamásrestosdehoguerasyjuntoalapuertaunmontóndeleña,que,alexaminarlacondetenimiento,comprobéqueestabaformadaporlosbancosdelaiglesiacortadosentrozos.Laveneracióneslaprimeravíctimadelfrío.Losbancosquequedabanestabandispuestosendosfilasa cada lado de la iglesia, frente a un imponente púlpito aunque hacía tiempoabandonado,yelpolvoflotabaydanzabaenlosampliosrayosdeluzproyectadosatravés de unas mugrientas ventanas altas en las impresionantes paredes de piedra.Esparcidosporunrugososuelodepiedrahabíavarioscajonesvolcadosylosrestosdeenvoltorios, asíqueduranteun ratoestuvecaminandoporallí, agachándomedevezencuandoparadarlelavueltaauncajón,conlaesperanzadeencontraralgunapistaquemedijeraadóndehabíaidoBenjamin.

Entoncesoíunruido—unospasosjuntoalapuerta—ymequedéquietoantesdeesconderme a toda velocidad detrás del púlpito. Las enormes puertas de roble seabrieron lenta e inquietantemente, y entró una figura: una figura que podía estarsiguiendo losmismos pasos, por cómo semovía por la iglesia igual queme habíamovidoyo,dandolavueltaaloscajonesparaexaminarlos,einclusomaldecíaparasusadentros,comohabíahechoyo.

EraConnor.Measoméentrelassombrasdetrásdelpúlpito.Vestíalatúnicaasesina,lucíauna

intensa mirada, y me lo quedé observando unos instantes. Era como si mecontemplaraamímismo,unaversiónmásjovendemí,peroAsesino,elcaminoquedebíahaberescogido,elcaminoparaelquemehabíanpreparadoyenelquehabríaestado si nohubiera sidopor la traicióndeReginaldBirch.Al observar aConnor,sentíunafuertemezcladeemociones;entreellasseencontrabanelarrepentimiento,laamarguraeinclusolaenvidia.

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MeacerquémásparaverlobuenoqueeraunAsesino.Opordecirlodeotromodo,queríacomprobarsitodavíapodíahacerlo.***

Yasífue.—Padre—dijo,cuandolederribéyllevélahojaasugarganta.—Connor—dijesardónicamente—.¿Algunaúltimapalabra?—Espera.—Quéelecciónmásmala.Forcejeóysusojosardieron.—Has venido en busca deChurch, ¿no? ¿Para asegurarte de que ha robado lo

suficienteparavuestroshermanosbritánicos?—Benjamin Church no es mi hermano. —Chasqueé la lengua en señal de

desaprobación—. No más que los casacas rojas o el idiota del rey. Esperabaingenuidad. Pero esto… Los Templarios no luchan por la Corona. Buscamos lomismoquetú,chico.Libertad.Justicia.Independencia.

—Pero…—Pero¿qué?—pregunté.—Johnson. Pitcairn. Hickey. Intentaban robar la tierra. Saquear ciudades.

AsesinaraGeorgeWashington.Suspiré.—Johnson pretendía ser dueño de la tierra para mantenerla a salvo. Pitcairn

quería fomentar la diplomacia, pero lo fastidiasteis lo suficiente para empezar unapuñeteraguerra.¿YHickey?GeorgeWashingtonesun líderespantoso.Haperdidocasi todas las batallas en las quehaparticipado.Esunhombre atormentadopor lainseguridad. Echa un vistazo en Valley Forge y comprobarás que lo que digo escierto.Todosestaríamosmejorsinél.

Supequeloqueestabadiciendoteníaunefectoenél.—Mira, aunquemeencantaríadiscutir contigo, labocadeBenjaminChurches

tangrandecomosuego.Estáclaroquequieres lasprovisionesqueharobadoyyoquieroquelecastiguen,asíquenuestrosinteresessonlosmismos.

—¿Quépropones?—preguntó,conrecelo.¿Quéproponía?,pensé.Viquelosojosse le ibanalamuletodemicuelloylos

míosasuvezmirabanelcollarqueél llevaba.Sindudasumadrelehabíahabladodel amuleto y era evidente que quería quitármelo. Por otro lado, los símbolos quellevábamosalcuelloeranambosrecuerdosdeella.

—Unatregua—contesté—.Talvez…,talveznosvendríabienpasaruntiempojuntos. Al fin y al cabo eres mi hijo y puede que todavía pueda salvarte de laignorancia.

Hubounapausa.

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—Opodríamatarteahora,siloprefieres—dijeriendo.—¿SabesadóndehaidoChurch?—preguntó.—Me temo que no. Esperaba tenderle una emboscada cuando él o uno de sus

hombresregresaranaquí.Peroalparecerhellegadodemasiadotarde.Hanvenidoyhanvaciadoestelugar.

—Talvezyopuedalocalizarle—dijoconunextrañotonodeorgulloensuvoz.Meapartéparaobservarlemientrasmehacíaunaostentosademostraciónde su

entrenamiento con Achilles, señalando los lugares del suelo de la iglesia dondehabíanarrastradoloscajones.

—Elcargamentoerapesado—dijo—.Probablementelosubieronauncarroparatransportarlo… Había víveres dentro de los cajones, pero también suministrosmédicosyropa.

Fueradelaiglesia,Connorhizoseñashacialanieverevuelta.—Aquíhabíaun carro…, lo cargaronpoco apocodeprovisiones.Lanieveha

ocultado las huellas, pero quedan suficientes señales como para que las sigamos.Vamos…

Recogí mi caballo, me reuní con él y juntos cabalgamos mientras Connorseñalabael rastroyyo tratabadenoexteriorizarmiadmiración.Noera laprimeravezquemesorprendíaporlasimilituddenuestrosconocimientosyadvertíquehacíalomismoqueyohubierahechoenlamismasituación.Aunosveinticuatrokilómetrosdelcampamento, sevolviósobresusillayme lanzóunamirada triunfal,almismotiempoqueseñalabaelrastrodedelante.Habíauncarrodestartalado,cuyoconductorintentabarepararlaruedaymascullabamientrasnosacercábamos:

—¡Menudasuertelamía!Voyamorircongeladosinoarregloesto…Sorprendido, levantó lavistaantenuestra llegadayabrió losojosdeparenpar

por elmiedo.Nomuy lejos tenía elmosquete, pero no al alcance de lamano.Alinstante supe, justo cuando Connor le preguntó con altanería: «¿Eres uno de loshombresdeBenjaminChurch?»,queibaaecharacorrery,enefecto,asílohizo.Conojosdeloco,seapresuróaponersedepieysalióhacialosárboles,corriendoporlanieveconbastantedificultad,tantorpecomounelefanteherido.

—Buenajugada.SonreíyConnormelanzóunamiradadeenfadoyluegosebajódelasillaparair

tras el conductor del carro en la arboleda. Le dejé marchar, suspiré y bajé de micaballo. Comprobé mi espada, escuché el alboroto en el bosque mientras Connorcogíaalhombreymedirigíhaciaallíparareunirmeconellos.

—No ha sido prudente salir corriendo—decía Connor. Había inmovilizado alconductorcontraunárbol.

—¿Q…quéquiere?—logródecireldesdichado.—¿DóndeestáBenjaminChurch?

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—No lo sé. Nos dirigíamos a un campamento al norte de aquí, dondenormalmentedescargamoslamercancía.Alomejorleencuentraen…

Memiró enseguida, como en busca de ayuda, así que saqué mi revólver y ledisparé.

—Bastaya—dije—.Serámejorquenospongamosencamino.—Noteníasquematarle—dijoConnor,limpiándoselasangredelhombredela

cara.—Yasabemosdóndeestáelcampamento—ledije—.Haservidoasupropósito.Mientras volvíamos a nuestros caballos, me pregunté qué impresión le estaba

dando. ¿Qué intentaba enseñarle? ¿Quería que acabara tan crispado y extenuadocomoyo?¿Tratabademostrarleadóndellevabaelcamino?

Perdidosennuestrospensamientos,cabalgamoshaciaelcampamentoyencuantovimos el humo revelador, arrastrado por el viento, sobre las copas de los árboles,desmontamos, atamos los caballos y continuamos a pie, pasando sigilosamente, ensilencio, por entre los árboles. Nos quedamos en el bosque, arrastrándonos sobrenuestros vientres, usando mi catalejo para mirar entre los troncos y las ramasdesnudas.Vimosaunoshombresquecaminabana lo lejosenel campamentoy seapiñaban alrededor del fuego para calentarse. Connor fue hacia el campamentomientrasyomeponíacómodo,fueradelavista.

Oalmenosesocreía—creíaquenomeveían—,hastaquenotéqueunmosquetemehacíacosquillasenelcuelloyoílaspalabras:

—Vaya,vaya,vaya,¿quétenemosaquí?Lancéunamaldición.Meobligaronaponermeenpie.Erantresyparecíanmuy

satisfechosporhabermecogido,yyapodíanestarloporquenoeratanfácilquemecogieran por sorpresa. Hacía diez años les habría oído y me hubiera marchadosigilosamente.Hacíadiezañosleshabríaoídoacercarse,mehabríaescondidoyloshabríaeliminadoatodos.

Dosmeapuntabanconmosquetesmientrasunodeellos se acercóy sepasó lalenguaporloslabios,nervioso.Simulandoestarimpresionado,desatómihojaocultayluegomequitólaespada,elpuñalylapistola.Ysolocuandoestuvedesarmado,seatrevió a relajarse y sonrió para revelar un diminuto horizonte de dientesennegrecidosypodridos.Aunquesíteníaunarmaoculta,porsupuesto:Connor.Pero¿dóndedemoniossehabíametido?

El de los dientes podridos avanzó. Gracias a Dios eramalísimo ocultando susintencionesporquepudeesquivarlarodillaquedirigíaamientrepierna,lojustoparaevitarungrandolor,perohicequecreyeralocontrario,gritéfingiendoymetiréalsuelo helado, dondeme quedé un rato, pareciendomás aturdido de lo que estaba,ganandotiempo.

—Debedeserunespíayanqui—dijounodelosotroshombres.

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Seapoyóensumosqueteparaagacharseymirarme.—No. Es otra cosa—opinó el primero y él también se agachó para mirarme,

mientrasmeponíaacuatropatas—.Algoespecial.¿Noesasí…,Haytham?Churchmelohacontadotodosobreti.

—Entoncesdeberíasconocermebien—respondí.—Noestásensituacióndelanzaramenazas—gruñóeldedientespodridos.—Aúnno—repliqué,tranquilo.—¿Ah, sí?—dijoeldedientespodridos—.¿Ysi tedemostramos locontrario?

¿Algunaveztehandadoconlaculatadeunmosqueteenlosdientes?—No,peroporlovistotúpuedesdecirmeloquesesiente.—¿Yahoraqué?¿Intentashacerteelgracioso?Llevélosojoshaciaarriba,hacialasramasdeunárboldetrásdeellos,dondevia

Connor agachado, con la hoja oculta extendida y un dedo en los labios. Era unexpertotrepandoárboles,desdeluego,ysindudalehabríaenseñadosumadre.Amítambiénmehabíadadodetallesprecisosdecómohacerlo.Nadiepodíamoverseporlosárbolescomoella.

Miré aldedientespodridosy supeque tan solo lequedabanunos segundosdevida. Noté la punta de su bota al conectar conmimandíbula y enviarme volandohaciaatrásparaterminarhechoungurruñojuntoaunpequeñomatorral.

Alomejorahoraseríaunbuenmomento,Connor,pensé.Conlavistanubladaporeldolor,viaConnorbajardesuposiciónyecharlamanodelahojahaciadelante.Entonceselaceroplateadosalpicadodesangreaparecióenelinteriordelabocadelprimerguardiadesafortunado.Losotrosdosyaestabanmuertosparacuandomepusedepie.

—NuevaYork—dijoConnor.—¿Quépasa?—AllíesdondeencontraremosaBenjamin.—Puesentoncesallítenemosqueestar.

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26deenerode1778

Nueva York había cambiado desde mi última visita, por decir algo: se habíaquemado. El gran incendio de septiembre de 1776 había empezado en la tabernaFightingCocks,habíadestruidomásdequinientoshogaresyhabíadejadounacuartapartedelaciudadquemadaeinhabitable.Comoconsecuencia,losbritánicoshabíanimpuestolaleymarcial.LascasasdelosciudadanoshabíanquedadoconfiscadasyselashabíandadoalosoficialesdelEjércitoBritánico;lasiglesiassehabíanconvertidoenprisiones,cuartelesoenfermerías;yeracomosielespíritudelaciudadsehubieradebilitado.Ahora labanderade laUnióncolgaba lánguidamentede lasastasen lascumbresdelosedificiosdeladrillovistoydondeanteslaciudadvibrabadeenergía—la vida bajo los toldos, los pórticos y detrás de las ventanas—, ahora aquellosmismos toldos estaban sucios y destrozados, y las ventanas ennegrecidas por elhollín. La vida continuaba, pero los ciudadanos apenas alzaban la vista del suelo.Caminabanconloshombroscaídosysemovían,desanimados.

Enunambientecomoaquel,localizarelparaderodeBenjaminnohabíaresultadodifícil.Sehallabaenunafábricadecervezaabandonadaenlosmuelles,alparecer.

—Deberíamosacabarconestoantesdelamanecer—pronostiquésinreflexionar.—Bien—respondió Connor—.Me gustaría devolver esas provisiones lo antes

posible.—Claro.Noquerríaalejartedetucausaperdida.Vamos,pues,sígueme.Fuimos a los tejadosy, unos instantesmás tarde, contemplábamos la siluetade

NuevaYork,entodasugloriadevastadaporlaguerra,sobrecogidosporelpanorama.—Dimeunacosa—dijoConnoralcabodeunrato—.Podríashabermematadola

primeravezquenosvimos,¿porquénolohiciste?«Podría haberte dejadomorir en la horca—pensé—. Podría haber dejado que

ThomastemataseenlaprisióndeBridewell».¿Por qué no lo había hecho tampoco en esas dos ocasiones? ¿Cuál era la

respuesta?¿Meestabahaciendoviejo?¿Sentimental?Talvezañorabaunavidaquenuncahabíatenido.

NocompartínadadeesoconConnor;sinembargo,ytrasunapausa,descartésupreguntacon:

—Curiosidad.¿Algunapreguntamás?—¿QuébuscanlosTemplarios?—Orden—contesté—. Determinación. Dirección. Nada más que eso. Son los

tuyoslosquepretendenconfundirnoscontodasesasbobadasrelativasalalibertad.HubounavezenquelosAsesinosprofesabanunobjetivomássensato,lapaz.

—Libertadespaz—insistió.—No.Esunainvitaciónalcaos.Miraestapequeñarevoluciónquehanempezado

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tusamigos.HeestadoanteelCongresoContinental.Losheescuchadodarpatadasygritar.Todoennombredelalibertad.Perosoloesruido.

—¿YporesoestásafavordeCharlesLee?—Él entiende las necesidades de esta aspirante a naciónmuchomejor que los

idiotasqueafirmanquelarepresentan.—Me parece a mí que estás un poco amargado —dijo—. La gente tomó su

decisiónyeligióaWashington.Otravez.Casienvidiabacómoveíaelmundodeunamaneratanclara.Alparecer,

su mundo estaba libre de duda. Cuando al final conociera la verdad sobreWashington,que,siteníaéxitomiplan,seríapronto,sumundo—ynosolosumundosinosuvisióntotaldelmundo—seharíaañicos.Siahoraenvidiabasuseguridad,noleenvidiaríamásadelante.

—La gente no eligió nada. —Suspiré—. Lo hizo un grupo de cobardesprivilegiadosqueloúnicoquebuscanesenriquecerseasímismos.Sereunieronenprivado y tomaron una decisión que les beneficiaba a ellos. Puede que lo hayanembellecido con palabras bonitas, pero eso no lo convierte en verdad. La únicadiferencia,Connor,laúnicadiferenciaentrelosqueayudasyyoesqueyonofinjoafecto.

Memiró.Hacíapocotiempohabríaaseguradoquemispalabrasnoleafectaríannunca,peroenaquelmomentoesoesloquequería.Ytalvezmeequivocaba…,talvezloquehabíadichosílehabíacaladohondo.

***En la fábrica de cerveza fue evidente que necesitábamos un disfraz para Connor,puestoquesutúnicadeAsesinoerauntantollamativa.Elhechodeconseguirunoledio laoportunidaddevolveraalardearyyootravez fuiparcoenelogios.Cuandoambostuvimoselatuendoadecuado,nosdirigimoshaciaeledificio,cuyasparedesdeladrillo rojo descollaban sobre nosotros y cuyas oscuras ventanas nos mirabanimplacablemente.Porlaentradavilosbarrilesyloscarrosdelnegociocervecero,asícomo hombres yendo y viniendo. Benjamin había sustituido a la mayoría de loshombres templarios por mercenarios propios; la historia se repetía, pensé, alacordarme de Edward Braddock. Solo esperaba que no me costara tanto matarlecomo al otro. Por algún motivo, lo dudaba. Tenía poca fe en el calibre de misenemigosporaquelentonces.

Teníapocafeencualquiercosaentonces.—¡Deteneos,forasteros!—Unguardiasaliódeentrelassombras,interrumpiendo

la niebla que se arremolinaba en nuestros tobillos—.Habéis entrado en propiedadprivada.¿Quéhabéisvenidoahaceraquí?

Ladeéelalademisombreroparaenseñarlemicara.—El Padre del Entendimiento nos guía—dije, y el hombre pareció relajarse,

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aunquemiróaConnorconrecelo.—Atitereconozco—dijo—,peronoalsalvaje.—Esmihijo—contesté, y fue…rarooír cómoel sentimentalismo impregnaba

mispalabras.Elguardia,entretanto,estudiabaaConnorcondetenimientoydespués,conuna

miradadereojo,medijo:—Probastelosfrutosdelbosque,¿eh?Ledejévivir.Demomento.Ymelimitéasonreír.—Entrad,pues—dijo,ycruzamoselarcodelaentradahaciaeledificioprincipal

delaFábricadeCervezaSmith&Company.Nos metimos enseguida en una zona cubierta con una serie de puertas que

llevabanalosalmacenesylasoficinas.MedispuseaforzarlacerraduradelaprimerapuertaconlaquenostopamosmientrasConnorvigilabayhablabaalmismotiempo:

—Debedehabersidoextrañoparatidescubrirmiexistenciadeestemodo.—Laverdadesquesientocuriosidadporsaberquétecontó tumadredemí—

respondímientrasmovíalaganzúa—.Amenudomepreguntocómohubierasidolavidasiellayyohubiéramosestadojuntos.—Actuandopor instinto, lepregunté—:¿Cómoestá,porcierto?

—Muerta—contestó—.Laasesinaron.Washington,pensé,peronodijenadasalvo:—Sientooíreso.—¿Enserio?Lamatóunodetushombres.Paraentoncesyahabíaabiertolapuerta,pero,envezdecruzarla, lacerréyme

volvíparamiraraConnor:—¿Qué?—Tansoloeraunniñocuandovinieronenbuscadelosancianos.Sabíaqueeran

peligrosos incluso entonces, pero me quedé callado. Charles Lee me dejóinconsciente.

Asíqueteníarazón.CharleslehabíadejadoaConnorlamarcatantofísicacomometafóricadelanillotemplario.

Nome costó reflejar el horror enmi rostro, aunque fingí sorpresamientras élcontinuabahablando.

—Cuandomedesperté,encontréelpobladoenllamas.Tushombresyasehabíanido,asícomocualquieresperanzadequemimadresobreviviera.

Ahora…,ahoraeraunabuenaoportunidadparaintentarconvencerledelaverdad.—Imposible—dije—.Yonodiesaorden.Másbienlocontrario,dehecho…Les

dije que dejaran de buscar el yacimiento precursor. Íbamos a concentrarnos enactividadesmásprácticas…

Connorparecíatenerdudas,peroseencogiódehombros.

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—Nomeimporta.Hacemuchotiempoquepasó.Oh,perosí,síimportaba.—Pero has crecido toda tu vida pensando que yo, tu propio padre, era el

responsabledetalatrocidad.Yonotuvenadaquever.—Quizádigaslaverdad.Quizáno.¿Cómovoyasaberlo?***

En silencio, entramos en el almacén, donde los barriles apilados parecían bloqueartodalaluz.Nomuylejosseencontrabaunafiguradeespaldasanosotros,yelúnicoruido era el suave chirrido que hacía al escribir en el libro de contabilidad quesujetaba.Loreconocíalinstante,porsupuesto,yrespiréhondoantesdellamarle.

—BenjaminChurch,estásacusadodetraicionara laOrdendelosTemplariosydeabandonarnuestrosprincipiosparaconseguir tubeneficiopersonal—anuncié—.Teniendoencuentatuscrímenes,tesentencioamuerte.

Benjamin se dio la vuelta. Solo que no era Benjamin. Era un señuelo, que derepente gritó: «¡Ahora, ahora!», y tras aquellas palabras, la habitación se llenó dehombres que salieron corriendo de sus escondites para apuntarnos con pistolas yespadas.

—Llegáisdemasiadotarde—sejactóelseñuelo—.Churchyelcargamentohacetiempoquesefueron.Ymetemoquenoestaréisencondicionesdeseguirle.

Nos erguimos rodeados de enemigos, y le di las gracias a Achilles por suentrenamiento, porque ambos estábamos pensando lo mismo. Pensábamos quecuando uno se enfrenta a una fuerza superior, hay que arrebatarles el elementosorpresa.Pensábamosquedebíamosconvertirladefensaenunataque.

Yeso fue loquehicimos.Atacamos.Nosechamosunamirada rápida, sacamosambos nuestras hojas y saltamos hacia delante para toparnos con el guardia máscercano, cuyos gritos retumbaron por las paredes de ladrillo del almacén. Meabalancésobreunodelospistoleros,quesedeslizóhaciaatrásysegolpeólacabezaconuncajón; luegomecoloquésobreél, con las rodillasenelpecho,y lepasé lahojaporlacarahastaclavárselaenelcerebro.

MedilavueltaatiempodeveraConnorgirarymeagachécuandopasólamanodelahojasobremicabezaparaabrirelestómagoadosguardiasdesafortunados,quecayeron, agarrándose sus vientres abiertos, dos hombres muertos que aún no losabían.Dispararonunmosqueteyoíelairecantar; sabíaque labalahabía fallado,perose loharíapagarconsuvidaalfrancotirador.Doshombresvinieronhaciamí,balanceándosealoloco,ymientrasloseliminabaaambosdigraciasaBenjaminporhaber usadomercenarios en vez deTemplarios, que no habrían sido tan fáciles devencer.

La lucha fue breve y brutal, hasta que solo quedó el señuelo, sobre el que seerguía Connor mientras el hombre temblaba como un niño asustado en el suelo

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enladrillado,ahoraresbaladizoporlasangre.Terminé con un hombre moribundo y luego me acerqué a oír que Connor

preguntaba:—¿DóndeestáChurch?—Tecontaré—gimióelseñuelo—todoloquequieras.Tansoloprométemeque

medejarásvivir.Connormemiróy,estuviéramosonodeacuerdo,élleayudóalevantarse.Con

unamiradanerviosaprimeroaélyluegoamí,elseñuelocontinuóhablando:—SemarchóayeraMartinica.SeembarcóenunbalandrollamadoWelcomeyla

mitaddesucargaeranlasprovisionesquerobódelospatriotas.Esoestodoloquesé.Lojuro.

Por detrás de él, hundí mi hoja en su médula espinal y se quedó mirandofijamente, lleno de asombro, la punta manchada de sangre que le sobresalía delpecho.

—Loprometiste…—dijo.—Yélmantuvosupalabra—dijeconfrialdad,ymiréaConnor,casianimándole

aquemecontradijera—.Vamos—añadí,justocuandountríodefusileroscorrieronalbalcónsobrenosotrosconelrepiqueteodesusbotassobrelamadera,secolocaronlaculatadesusmosquetesenelhombroyabrieronfuego.Peronoanosotros,sinoalosbarrilesquehabíaallí al lado,y,demasiado tarde,medi cuentadequeestabanllenosdepólvora.

Cuandoalcanzaronelprimero,solotuvetiempodetiraraConnordetrásdeunosbarrilesdecerveza.Alprimero, siguieron losbarrilesqueestabanasualrededor,ytodosexplotaronconun ruidoensordecedorquepareciódoblar el aireydetener eltiempo, un estallido tan fuerte que, cuando abrí los ojos y retiré lasmanos de lasorejas, me sorprendió ver que el almacén seguía en pie. Todos los hombres allípresentessehabíantiradoalsueloohabíansaltadoporlosairesporlapotenciadelaexplosión.Perolosguardiasseestabanlevantando,cogíanlosmosquetesy, todavíasordos,segritabanlosunosalosotrosmientrasnosbuscabanentreelpolvoconlosojosentrecerrados.Lasllamasrozabanlosbarrilesyloscajonescomenzabanaarder.Nomuylejos,unguardiaapareciócorriendoporelalmacénconlaropayelpeloenllamas, gritandomientras su rostro se fundía; luego cayó de rodillas ymurió bocaabajo en el suelo. El fuego voraz encontró unos cajones cercanos, que ardieron alinstanteytodoanuestroalrededorseconvirtióenuninfierno.

Lasbalasdelosmosquetespasabansilbando.Derribamosadosespadachinesdecaminoalasescalerasquellevabanalcaballeteynosabrimoscaminodespedazandoa una brigada de cuatro fusileros. El fuego se elevaba rápidamente —hasta losguardias empezaban a huir ahora—, así que corrimos al siguiente piso, subimos ysubimos,hastallegaraldesvándelalmacéndelafábrica.

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Nuestrosagresoresestabandetrás,peroyanolasllamas.Almirarporlaventana,vimosaguadebajodenosotrosyechéunvistazoenbuscadeunasalida.Connormeagarróyme llevóhacia laventana.Ambosatravesamoselcristalparacaeralaguaantesdequeyotuvierasiquieratiempodeprotestar.

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7demarzode1778

NoibaapermitirqueBenjaminseescapara.NodespuésdehaberpasadocasiunmesenelAquila,atrapadoconelamigodeConnorycapitándelbarco,RobertFaulkner,entre otros, persiguiendo la goleta de Benjamin, que semantenía fuera de nuestroalcance,esquivandoataquesdecañones;despuésdellegaraverenlacubiertasucaraburlona…Nihablar,noibaapermitirqueseescapara.SobretodocuandoestábamostancercadelGolfodeMéxicoyelAquilaporfincorríatandeprisacomosugoleta.

Por eso le arrebaté el timón aConnor, lo conduje a estribor y con un bandazollevé el barco a toda velocidad hacia la goleta. Nadie se esperaba aquello. No latripulacióndeaquelbarco.NoloshombresdelAquila,niConnorniRobert…,soloyo.Ynoestoysegurodequeloesperarayotampocohastaquelohice,cuandotodomiembrodelatripulaciónquenoestabasujetoaalgoseviolanzadoviolentamenteaunladoylaproadelAquilaalcanzóellateraldelagoleta,abriendoyastillandosucasco.Talvezfuiunpocoprecipitado.TalvezledeberíaaConnor—ysobretodoaFaulkner—unadisculpaporlosdañosquelehabíaocasionadoalbarco.

Peronopodíapermitirqueescapara.***

Por unmomento reinó un silencio de asombro y tan solo se oyó el sonido de losrestosdelbarcochocandocontraelocéano,yelquejidode lamaderamaltratadayafligida.Las velas ondeaban en la suavebrisa sobre nosotros, pero ningunode losbarcos se movía, como si ambos estuvieran inmovilizados por la impresión delimpacto.

Yentonces,depronto,cuandolatripulacióndelosbarcosrecuperóelsentido,sealzóungrito.YoestabadelantedeConnoryhabíasalidocorriendohacialaproadelAquila,parasaltaralacubiertadelagoletadeBenjamin,dondecaísobrelamaderaconlahojaextendidaymatéalprimermiembrodelatripulaciónquealzóunarmacontramí;leapuñaléylancéporlacubiertasucuerporetorciéndose.

Corríhacialatrampilla,detuveaunmarineroqueintentabaescaparyleclavélahojaenelpechoantesdebajarlasescalerasy,conunaúltimamiradaaladevastaciónquehabíacausado,mientraslosdosbarcosenormessejuntabanygirabanlentamenteenelocéano,cerrélatrampilladetrásdemí.

Arribaseoyóelestruendodelospiessobrelacubierta,losgritosahogados,lasexplosionesdelaspistolasenlabatallayelgolpeteodeloscuerposalcaersobrelamadera.Bajolacubiertahabíaunextrañosilenciocasiinquietante.Peromedicuentadeque también se oía el chapoteoy el goteoqueme avisabandeque la goleta seestaba hundiendo.Me agarré a un puntal de madera cuando, de repente, el barcoescoróyelgoteodeaguaseconvirtióenunacorrienteconstante.¿Cuántotiemposemantendríaaflote?,mepregunté.

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En ese momento me di cuenta de lo que Connor pronto descubriría: que lasprovisionesquehabíamos estado tanto tiempobuscandono existíano almenosnoestabanenaquelbarco.

Justomientras lo asimilaba, oí un ruidoymedi la vuelta para ver aBenjaminChurch sosteniendo una pistola con las dos manos, entrecerrando los ojos por lamirillaparaapuntarme.

—Hola,Haytham—gruñóyapretóelgatillo.Era bueno. Lo sabía. Por eso apretó el gatillo enseguida, para eliminarme

mientrasaúnlequedabaelefectosorpresa;peronomeapuntódirectamenteamísinoamiderechaporquesabíaqueeraunluchadordiestroylógicamentetiraríahaciaelladomásfuerte.

Pero,claro,sabía todoaquelloporque lehabíaentrenadoyo.Ysu tiro ledioalcascoporque,envezdemovermealaderecha,lohicealaizquierda.Después,hicerodarmi cuerpoymepusedepie para saltar y abalanzarme sobre él antes dequepudieradesenvainar laespada.Leagarréde lacamisaconunamano, learrebaté lapistolaconlaotraylatirélejos.

—Teníamos un sueño, Benjamin —rugí en su cara—, un sueño que te hasencargadodedestruir.Yporeso,amigoderrotado,lopagarás.

Lediunrodillazoenlaentrepierna.Cuandosedobló,jadeandodedolor,llevéelpuño hacia su abdomen y luego le golpeé en lamandíbula lo bastante fuerte parasaltarledosdientesensangrentadosquerodaronporlacubierta.

Ledejécaerdondelamaderayaestabamojadaysucarachapoteóenelaguadelmar que entraba. El barco volvió a dar bandazos, pero en aquel momento no meimportó.CuandoBenjamintratódeponerseacuatropatas,legolpeéconlabotaparaquitarleelúltimoalientoquelequedara.Acontinuacióncogíunacuerdaylepusedepie para empujarle hasta un barril, al que le até bien fuerte. Su cabeza cayó haciadelante y un reguero de sangre, saliva y mocos se derramó lentamente sobre lamadera.Retrocedí,leagarrédelpeloyluegolemiréalosojos.Lediunpuñetazoenlacarayoíelcrujidodelanarizalromperse.Después,retrocedíysacudílasangredemisnudillos.

—¡Basta!—gritóConnordetrásdemí,ymedilavueltaparaencontrarmeconsumirada.

LuegomiróaBenjaminconunaexpresiónderepugnanciaenelrostro.—Vinimosaquíporunmotivo…—dijo.Neguéconlacabeza.—Alparecer,porrazonesdiferentes.PeroConnormeempujóparapasar, caminóporel agua,queahoranos llegaba

por los tobillos, hasta llegar a Benjamin, que le miró de manera desafiante conaquellosojosmagulladoseinyectadosensangre.

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—¿Dóndeestánlasprovisionesquerobaste?—quisosaberConnor.Benjaminescupió.—Vete al infierno.—Y entonces, aunque pareciera increíble, se puso a cantar

RuleBritannia.Diunpasoadelante.—Callalaboca,Church.Aquellonoledetuvoycontinuócantando.—Connor—dije—,obténloquequierasdeélyacabemosconestodeunavez.Y por fin Connor avanzó con la hoja activada, que colocó en la garganta de

Benjamin.—Telopreguntaréotravez—dijoConnor—,¿dóndeestáelcargamento?Benjamin se le quedó mirando y parpadeó. Por un momento pensé que a

continuaciónleinsultaríaoleescupiría,pero,encambio,comenzóahablar.—Lejos,enunaisla,esperandoquelorecojan.Peronotienesningúnderecho.No

estuyo.—No,no esmío—dijoConnor—.Esas provisiones eranpara unoshombresy

unas mujeres que creen en algo más importante que ellos mismos, que luchan ymuerenparapodervivirlibresalgúndíadeesatiraníavuestra.

Benjaminsonriótristemente.—¿Sonesoslosmismoshombresymujeresqueluchanconmosquetesforjados

de acero británico? ¿Que vendan sus heridas con vendajes hechos por manosbritánicas? Qué práctico les resulta que nosotros hagamos el trabajo. Estánrecogiendoloquesiembran.

—Ledaslavueltaalahistoriaparajustificartuscrímenes.Comositúfueraselinocenteyelloslosladrones—alegóConnor.

—Todoescuestióndecómosemire.Nohayunúnicocaminoenlavidaqueseacorrecto,justoynoperjudiqueanadie.¿DeverdadcreesquelaCoronanotieneunacausa?¿Quenotienederechoasentirsetraicionada?Deberíassaberlo,tandedicadocomo estás a la lucha contra los Templarios, quienes también consideran justo sutrabajo.Piensaenesolapróximavezqueinsistasenquetutrabajosoloesporelbiencomún.Tuenemigoseguroquepiensadiferenteyseguroquetendráunmotivo.

—Puede que tus palabras sean sinceras —susurró Connor—, pero no lasconvierteenverdad.

Yterminóconél.—Hashechobien—dijemientraslabarbilladeBenjamincaíahaciaelpechoyla

sangresalpicabaelaguaquecontinuabasubiendo—.Sufallecimientonosbeneficiaaambos.Vamos.Supongoquequerrásqueteayudeasacarlotododelaisla…

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16dejuniode1778

Habíanpasadomesesdesdelaúltimavezquelehabíavisto,peroaunasínopuedonegarquepensabaenélamenudo.Enaquellosmomentosmepreguntabasihabríaesperanza para nosotros. Yo, que era un Templario, un Templario forjado en latraición,perounTemplarioalfinyalcabo;yél,unAsesino,creadoporlacarniceríadelosTemplarios.

Unavez,hacíamuchosaños,soñéenuniralosAsesinosylosTemplarios,peroeramásjovenymásidealista.Elmundoaúnteníaquemostrarmesuverdaderacara.Ysuauténticorostroeraimplacable,cruelydespiadado,bárbaroybrutal.Nohabíasitioparalossueños.

Sinembargo,volvióamíotravez,yaunquenodijonada—almenoshastaahora—,mepreguntabasielidealismoqueunavezhabíavividoenmílohabríatraídoamipuertaenNuevaYork,buscandorespuestastalvezodespejaralgunadudaqueleacosaba.

Alomejormeequivocaba.Alomejorhabitabaunaincertidumbreenelinteriordeaquellaalmajovendespuésdetodo.

NuevaYorkseguíaenmanosdeloscasacasrojasypelotonesdeellosllenabanlascalles.Habían pasado unos cuantos años y todavía no se había responsabilizado anadie del incendio que había sumergido a la ciudad en una depresión sucia ymanchada de hollín. Había partes que seguían inhabitables. La ley marcialcontinuaba,lasnormasdeloscasacasrojaserandurasylagenteestabamásresentidaque nunca. Como persona de fuera, estudiaba a los dos grupos existentes, losoprimidoslanzabanmiradasdeodioalossoldadosinsensibleseindisciplinados.Losobservaba con cierta dosis de cinismo. Y, diligentemente, continuaba adelante.Trabajabapara intentar ayudar a ganar la guerra, para terminar con la ocupaciónyencontrarlapaz.

Estabainterrogandoaunodemisinformadores,undesgraciadoalquellamabanTic—poralgoquehacíacon lanariz—,cuandoviaConnorporel rabillodelojo.AlcéunamanoparadetenerlemientrascontinuabaescuchandoaTicymepreguntabaquéquerría.¿Québuscabadelhombrequecreíaquehabíadadolaordendematarasumadre?

—Tenemosquesaberquéplaneanloslealesalrégimensiqueremosponerlefinaesto—ledijealhombre.

Connorestabaporallí,escuchando,peronomeimportaba.—Loheintentado—respondióTic,mientrasmovíalanariz,ymiróderepentea

Connor—,perono leshandichonadaa los soldados, soloqueesperenórdenesdearriba.

—Pues sigue indagando.Ven a buscarme cuando tengas que decirme algo que

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merezcalapena.Tic asintió, se escabulló y yo respiré hondo al tiempo que miraba a Connor.

Duranteunosinstantesnosquedamosasí,mirándonoselunoalotro.Dealgúnmodolatúnicaasesinalequedabaextrañaalmuchachoindioquehabíadebajo,conelpelolargoyoscuroyesosojospenetrantes,losojosdeZiio.¿Quéhabríadetrásdeellos?,mepregunté.

Sobrenosotros,unabandadadepájarosseacomodóenlacornisadeunedificio,graznandoalto.Cercadeallí,unabrigadadecasacasrojasholgazaneabajuntoauncarroparacontemplaralaslavanderasquepasaban,haciendocomentarioslascivosyrespondiendocongestosamenazantesacualquiermiradadedesaprobaciónocrítica.

—Estamosmuycercadelavictoria—ledijeaConnor,cogiéndoledelbrazoparaseguiravanzandoporlacalle,lejosdeloscasacasrojas—.Tansolohacenfaltaunparde ataques certeros más y podremos acabar la guerra civil y deshacernos de laCorona.

Unamagodesonrisaenlacomisuradesuslabiosrevelóunasatisfacciónsegura.—¿Quépretendes?—Nada,demomento,yaqueestamostotalmenteaoscuras.—Creía que losTemplarios teníais ojos y oídos en todas partes—dijo, con un

ligerohumorseco.Igualquesumadre.—Escierto.Hastaqueempezasteaeliminarlos.Sonrió.—Tu contacto hablaba de órdenes de arriba. Eso nos dice exactamente lo que

tenemosquehacer:seguirlapistaaotroscomandanteslealesalrégimen.—Los soldados responden ante los jaegers —dije—. Los jaegers a los

comandantes,loquesignifica…quedebemossubirporlacadena.Levanté la vista. No muy lejos, los casacas rojas seguían subidos de tono,

rebajandosuuniforme,labanderayalreyJorge.Losjaegerseranelvínculoentrelosmandamasesdelejércitoylossoldadosrasosysesuponíaqueteníanquemantenerarayaaloscasacasrojas,evitarqueexasperaranaunpuebloyahostil,peroraravezenseñaban lacara, tan solo sihabíaproblemasdeverdaden lacalle.Digamos,porejemplo,sialguienmatabaauncasacaroja.Oados.

Demitúnicasaquéunapistolayapuntéalotroladodelacalle.Porelrabillodelojo, vi que Connor se quedaba boquiabierto. Yo seguí apuntando al grupoindisciplinado de casacas rojas que se hallaba cerca del carro, y elegí a uno queseguía haciendo comentarios subidos de tono a una mujer, que pasó con la faldaagitada,lacabezagacha,sonrojadabajoelsombrero.Yapretéelgatillo.

Elestallidodemipistola rompióeldía.Elcasaca roja se tambaleóhaciaatrás,conunagujerodeltamañodeunpeniqueentrelosojos,delqueyaempezabaagotearsangreoscuramientrassumosquetecaíayélsedesplomabahaciaelcarro,dondesu

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cuerpoquedóinmóvil.Porunmomento, losotros casacas rojas sequedarondemasiado impresionados

parahacernada,moviendolacabezadeunladoaotro,tratandodelocalizarelorigendeldisparoycolocándoselosriflessobreelhombro.

Comencéacruzarlacalle.—¿Quéestáshaciendo?—preguntóConnordetrásdemí.—Simatas,aparecenlosjaegers—ledije—.Nosllevarándirectosalosqueestán

almando.Ycuandounodeloscasacasrojassevolvióhaciamíparadarmeconsubayoneta,

pasélahojapordelanteylecortésusbandasentrecruzadas,lacasacayelestómago.Me abalancé sobre el siguiente enseguida, mientras otro, que intentaba retrocederparahacerespacio,levantarelarmaydisparar,fuedirectohaciaConnordeespaldasyalinstanteseclavósuhoja.

La pelea había terminado y la calle, que antes estaba concurrida, ahora estabavacía.Enesemomentooíunascampanasyguiñéelojo.

—Losjaegershansalido,justocomodijequeharían.Teníamosqueatraparauno,unatareaquemecomplacíadejarleaConnor,yno

me defraudó. Enmenos de una hora teníamos una carta, ymientras los grupos dejaegers y casacas rojas corríangritandodeun lado a otropor las calles, buscando,furiosos, a los dos Asesinos —«Te digo que eran Asesinos. Usaban la hoja deHashashin»— que habían eliminado sin piedad a una de sus patrullas, nosotrossubimosalostejados,dondenossentamosaleer.

—Lacartaestácodificada—dijoConnor.—Notepreocupes—letranquilicé—.Conozcoelcódigo.Alfinyalcaboesun

inventotemplario.Laleíyluegoseloexpliqué.—El mando británico está en una situación caótica. Los hermanos Howe han

dimitidoyCornwallis yClinton se hanmarchadode la ciudad.Los dirigentes quequedan han convocado una reunión en las ruinas de la Iglesia de la Trinidad.Allídeberíamosdirigirnos.

***La Iglesia de la Trinidad estaba en la intersección deWall Street y Broadway. O,deberíadecir,loquequedabadelaIglesiadelaTrinidadestabaenlainterseccióndeWall Street y Broadway. Se había quemado en el gran incendio de septiembre de1776, tanto que, de hecho, los británicos no se habían molestado en intentarreformarlaparaconvertirlaenuncuarteloparaencarcelaralospatriotas.Ensulugar,habíanconstruidounavallaylausabanparaocasionescomoesta,lareunióndeloscomandantesenlaqueConnoryyonosíbamosacolar.

WallStreetyBroadwayestabanaoscuras.Losfarolerosno ibanallíporqueno

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habíafarolasqueencender,ningunaquefuncionaraalmenos.Comotodolodemásenunradiodeunkilómetroalrededorde la iglesia,estabaennegrecida,cubiertadehollínyconlasventanasrotas.¿Yquéiluminaríandetodasformas?¿Lasventanascenicientasyhechasañicosdelosedificiosvecinos?Lapiedravacíaylosarmazonesdemaderasoloservíandemoradaalosperroscallejerosyalosindeseables.

Sobre todo aquello descollaba el chapitel de la Trinidad, y allí nos dirigimos,escalando una de las paredes que quedaban de la iglesia para tomar posiciones.Mientras subíamosmedi cuentadeque aquel edificiome recordaba aunaversiónextendida de mi hogar en la plaza Queen Anne, al aspecto que tenía después delincendio.Ymientrasnosagachamosenloshuecossombríos,esperandolallegadadeloscasacasrojas,recordéeldíaqueregreséalacasaconReginaldycómolahabíavisto. Al igual que la iglesia, el fuego había consumido el tejado.Al igual que laiglesia, eraunesqueleto, una sombrade comoera antes el edificio.Sobrenuestrascabezas, las estrellas brillaban en el cielo, yme quedémirándolas desde el tejadohastaqueuncodoamiladomedespertódelensueñoyConnorseñalóalosoficialesy casacas rojas que se dirigían por los escombros deWall Street hacia la iglesia.Mientras se acercaban, dos hombres delante del pelotón tiraban de un carro ycolgaban farolesde las ramasnegrasyquebradizasde losárboles,para iluminarelcamino.Llegaronalaiglesiaymiramoscómocolgabanmásfarolesabajo.Semovíancon rapidez entre las truncadas columnas de la iglesia, donde habían empezado acrecer hierbajos y musgo como si la naturaleza reclamara las ruinas para ella.Colocaronfarolesenlapartedelanterayenelatrilantesdeapartarseydejarsitioalosdelegados:trescomandantesyunpelotóndesoldados.

Acontinuaciónaguzamosamboseloídoparaoírlaconversaciónperonotuvimossuerte.Asíquemepuseacontarlosguardias,doce,ydecidíquenoeranmuchos.

—Nodejandedarvueltasalomismo—ledijeaConnorenvozbaja—.Nonosenteraremosdenadaobservándolesdesdeaquí.

—¿Quépropones?—preguntó—.¿Quebajemosahíylesexijamosrespuestas?Lemiréysonreíabiertamente.—Bueno,sí—contesté.Mepuseabajarhastaqueestuvelobastantecercaparasaltarysorprendíadosde

losqueestabanenlaretaguardia,quemurieronconlabocaenformadeO.—¡Emboscada!—gritaroncuandomelancésobredoscasacasrojasmás.ArribaoíaConnormaldecirmientrasbajabadesuposiciónparaayudarme.Tenía razón. No eran muchos. Los casacas rojas, como siempre, dependían

demasiadodesusmosquetesybayonetas,quetalvezeranefectivosenelcampodebatalla, pero inútiles en el combate cuerpo a cuerpo, en el que Connor y yo lessacábamos ventaja. Luchábamos bien juntos, casi como un equipo. Pronto lasestatuillascubiertasdemusgodelaiglesiaquemadabrillaronporlasangrefrescade

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los casacas rojas; doce guardias estaban muertos y solo quedaban los trescomandantesaterrorizados,encogidosdemiedo,mientrasmovíanloslabiosrezando,preparándoseparamorir.

Teníaotraideaenmente,unviajealfuerteGeorgeparaserexactos.***

ElfuerteGeorgeestabaenelextremosurdeManhattan.Conmásdecientocincuentaañosde antigüedad, desde elmar se asemejaba a unhorizonte de agujas, torres devigilanciaylargosedificiosdondeseencontrabanloscuartelesqueparecíanrecorrertodo el promontorio,mientras que en el interior de las altísimas almenas había ungranespacioparalainstrucción,rodeadodealtosedificiosdondeseencontrabanlosdormitorios y las oficinas, todo ello muy bien protegido y fortificado. Un lugarperfectoparaque losTemplarios instalaransusede.Unlugarperfectopara llevaralostrescomandanteslealesalrégimen.

—¿Quéplaneanlosbritánicos?—lepreguntéalprimero,despuésdeatarloaunasilla en una sala de interrogatorios en las entrañas del edificio del extremo norte,dondeelolorahumedadloinvadíatodoydonde,siseescuchabacondetenimiento,sepodíaoíralasratasarañandoyroyendo.

—¿Porquédeberíadecírtelo?—dijocondesdén.—Porquetematarésinolohaces.Teníalosbrazosatados,peroseñalólasaladeinterrogatoriosconlabarbilla.—Mematarástambiénsitelodigo.Sonreí.—HacemuchosañosconocíaunhombrellamadoCutter,unexpertoentorturay

enadministrardolor,queeracapazdemantenervivasasusvíctimasdurantedíassinfin,peroconunsufrimientoconsiderable,tansolo…

Activé el mecanismo de la hoja y apareció, destellando cruelmente a la luztitilantedelaantorcha.

Selaquedómirando.—¿Meprometesunamuerterápidasitelocuento?—Tienesmipalabra.Yasílohice,mantuvelapalabra.Cuandoterminó,salíalpasillodefuera,donde

ignorélamiradainquisitivadeConnorycogíalsegundoprisionero.Denuevoenlacelda,leatéalasillayleobservémientraslosojosseleibanalcadáverdelprimerhombre.

—Tu amigo se negó a contarme lo que sabía—le dije—y por eso le corté lagarganta.¿Estáspreparadoparacontarmeloquequierosaber?

Conlosojosmuyabiertos,tragósaliva.—Mira, sea loque sea,nopuedodecirtenadaporqueno tengo la información.

Quizáselcomandante…

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—Ah,¿noereselhombrequeestáalmando?—preguntécontranquilidadymovílahoja.

—Esperaunmomento…—espetócuandomecoloquéasuespalda—.Hayunacosaquesísé…

Medetuve.—Adelante…Me la contó y cuando terminó, le di las gracias y le corté el cuello.Mientras

moría,medi cuentadequeyono sentía el ardordelquecomete ese tipode actosrepelentesennombredelbiensupremosinounasensacióndecertezahastiada.Hacíamuchos años, mi padre me había enseñado a ser misericordioso, a ser clemente.Ahora mataba a prisioneros como si fueran ganado. Hasta aquel punto me habíacorrompido.

—¿Quépasaahídentro?—preguntóConnorconrecelo,cuandovolvíalpasillodondevigilabaalúltimoprisionero.

—Esteeselcomandante.Mételodentro.Alcabodeunrato,lapuertadelasaladeinterrogatoriossecerrabadeungolpazo

yporunmomentoelúnicosonidoqueseoyófueelgoteode lasangre.Alver loscadáveresenunrincóndelacelda,elcomandanteforcejeó,pero,conunamanoenelhombro,leempujéalasilla,queahoraresbalabaporlasangre,leatéaella,luegomecoloqué delante y moví el dedo para activar la hoja oculta. Se oyó un ligerochasquidoenlacelda.

Losojosdeloficial sedirigieronhacia allí y luegomemiró.Estaba intentandoponercaradevaliente,peronoteníamaneradeocultareltemblordellabioinferior.

—¿Quéplaneanlosbritánicos?—lepregunté.Connor me miró. El prisionero tenía los ojos clavados en mí. Al permanecer

callado, levanté un poco la hoja para que reflejara la luz titilante de la antorcha.Volvióacentrarlosojosenmíyluegosedesmoronó…

—Vana…,vanasalirdeFiladelfia.Esaciudadestáacabada.NuevaYorkeslaclave.Doblaremoselnúmeroyharánretrocederalosrebeldes.

—¿Cuándoempezarán?—pregunté.—Dentrodedosdías.—El18dejunio—dijoConnoramilado—.TengoqueavisaraWashington.—¿Ves?—ledijealcomandante—.Nohasidotandifícil,¿verdad?—Te lo he contado todo. Ahora déjamemarchar—dijo, pero ya no estaba de

humormisericorde.Mecoloquédetrásdeél,mientrasConnormiraba,y leabrí lagarganta.Ante la

carahorrorizadadelchico,dije:—Silosotrosdosdijeronlomismo,debedeserverdad.CuandoConnormemiró,fueconindignación.

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—Lehasmatado…,leshasmatadoatodos.¿Porqué?—Habríanavisadoaloslealesalrégimen—melimitéacontestar.—Podríashaberlosretenidohastaquelaluchahubieraterminado.—No lejosdeaquí estáWallaboutBay—dije—,dondeestá amarradoelbarco

prisión Jersey de Su Majestad la Reina, una embarcación podrida en la que lospatriotas prisioneros de guerra mueren a miles, los entierran en tumbas pocoprofundas en la costa o simplemente los tiran por la borda. Así tratan a susprisioneroslosbritánicos,Connor.

Comprendióloquequeríadecir,peroreplicó:—Yporesodebemoslibrarnosdesutiranía.—Ah,tiranía.NoolvidesquetulíderGeorgeWashingtonpodríahabersalvadoa

los hombres de esos barcos prisión, si así lo deseara. Pero no quiere intercambiarsoldadosbritánicoscapturadosporamericanoscapturados,yporesolosprisionerosdeguerraamericanossonsentenciadosapudrirseenlosbarcosprisióndeWallaboutBay. Así funciona tu héroe George Washington. Acabe como acabe esta guerra,Connor,puedesestarsegurodequeseránloshombresconriquezasytierraslosquesebeneficiarán.Losesclavos,lospobres,loshombresalistados…todossepudrirán.

—Georgeesdistinto—dijo,perosí,ahorahabíaciertadudaensuvoz.—Ya verás su verdadera cara, Connor. Se revelará y, cuando lo haga, podrás

tomartudecisión.Podrásjuzgarle.

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17dejuniode1778

Aunquehabíaoídohablarmuchodeél,nohabíavistoValleyForgeconmispropiosojosyaquellamañanaeradondemeencontraba.

La situaciónhabíamejoradoclaramente, eso seguro.Yanohabíanieveyhabíasalidoelsol.Mientrascaminábamos,viaunabrigadapuestaapruebaporunhombrecon acento prusiano, que, si nome equivocaba, era el famosobarónFriedrichvonSteuben,eljefedeestadodeWashington,quehabíaayudadoadarformaalejército.Y lo había conseguido. Así como en el pasado los hombres carecían de moral ydisciplina,sufríanenfermedadesymalnutrición,ahoraelcampamentoestaballenodesoldados sanos y bien alimentados, quemarchaban con un animado repiqueteo dearmasycantimploras, conprisaydeterminaciónen suandar.Tambaleándoseentreellossehallaban lossirvientesque llevabancestosconvíveresy ropapara lavar,uollasyteterashumeantesdelashogueras.Hastalosperrosquecorreteabanyjugabanenlosmárgenesdelcampamentoparecíanhacerloconvigoryenergíarenovados.Medi cuenta de que aquí era donde podía nacer la independencia: con ánimo,cooperaciónyfortaleza.

Sin embargo, mientras Connor y yo caminábamos a grandes zancadas por elcampamento,loquemesorprendiófuequeengranpartehabíamejoradoelánimoenelcampamentograciasa losesfuerzosde losAsesinosy losTemplarios.Habíamosobtenidolasprovisioneseimpedidomásrobos,ymehabíandichoqueConnorhabíatenidoalgoqueverengarantizarlaseguridaddeVonSteuben.¿QuéhabíahechosumaravillosolíderWashington,salvometerlosenlíosdesdeelprincipio?

Aunasí,continuabancreyendoenél.Másrazónaúnpararevelarsufalsedad.MásrazónaúnparaqueConnorvierasu

auténticacara.—DeberíamoscompartirconLeeloquesabemos,noconWashington…—dije,

irritado,mientrascaminábamos.—Parecescreerqueestoyafavordeél—contestóConnor.Teníalaguardiabaja

yelpelonegrobrillabaalsol.Aquí,lejosdelaciudad,eracomosisuladoindígenafloreciera—. Pero mi enemigo es una noción, no una nación. Está mal forzar laobediencia,yaseaalaCoronaBritánicaoalacruztemplaria.Yesperoqueloslealesalrégimensedencuentadeestoatiempo,puestoquetambiénsonvíctimas.

Neguéconlacabeza.—Luchascontralatiraníaylainjusticia.Peronosonmásquesíntomas,hijo.Su

verdadera causa es la debilidad humana. ¿Por qué crees que sigo intentandodemostrartequeestásequivocadoenelmododeobrar?

—Hasdichomucho,sí,peronomehasdemostradonada.«No—pensé—, porque no escuchas la verdad cuando sale de mi boca, ¿no?

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Necesitas oírla del mismísimo hombre al que idolatras. Necesitas oírla deWashington».

***En una cabaña de madera encontramos al líder, que estaba ocupado con lacorrespondencia, y al pasar junto al guardia de la entrada, cerramos la puerta alclamordelcampamento,dejandofueralasórdenesdelsargentoenlainstrucción,elconstante ruido metálico de los utensilios de cocina y los carros avanzando condificultad.

Alzólavista,sonrióysaludóaConnor.Sesentíatanseguroensupresenciaquesealegrabadequelosguardiasestuvieranfuerayamímelanzóunamiradamásfría,apreciativa,antesdelevantarunamanoyregresarasupapeleo.Mojólaplumaeneltinteroy,mientrasesperábamospacientementenuestraaudiencia,firmóalgoconunarúbrica.Devolviólaplumaaltarro,secóeldocumentoysaliódedetrásdelescritorioparasaludarnos,aConnorconmásafectoqueamí.

—¿Quétetraeporaquí?—preguntó,ymientraslosdosamigosseabrazaban,yomequedécercadelescritoriodeWashington.

Sinquitarle losojosdeencimaaambos, retrocedíunpocoymiréunmomentohaciaelescritorio,enbuscadealgo,loquefuera,quepudierausarcomopruebaenmitestimoniocontraél.

—Los británicos han retirado a sus hombres de Filadelfia —estaba diciendoConnor—.MarchanhaciaNuevaYork.

Washington asintió con gravedad. Aunque los británicos tenían el control deNuevaYork, los rebeldesaúncontrolabanalgunaspartesde laciudad.NuevaYorkseguía siendo fundamental en aquella guerra y si los británicos les arrebataban eldominiodeunavezportodas,lessacaríanmuchaventaja.

—Muy bien —dijo Washington, cuya propia incursión por el Delaware pararecuperarlatierraenNuevaJerseyhabíasidounodelosmayorespuntosdeinflexiónenlaguerra—.MoveréalasfuerzashaciaMonmouth.Silesderrotamos,labalanzaseinclinaráanuestrofavor.

Mientras hablaban, yo intentaba leer el documento queWashington acababa defirmar. Lo moví un poco con las yemas de los dedos para poder verlo bien. Yentonces,conunasilenciosaalegríatriunfal,locogíylosostuveparaqueamboslovieran.

—¿Yquéesesto?Alverseinterrumpido,Washingtonsediolavueltayvioloqueteníaenlamano.—Escorrespondenciaprivada.Seenfurecióyseacercóparaquitarmeelpapeldelasmanos,peroyoloapartéy

salídedetrásdelescritorio.—Deesoestoyseguro.¿Tegustaríasaberquées,Connor?

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La confusióny las lealtades rotas nublaron sus rasgos.Movió la boca, peronodijo nada y los ojos se apartaron de mí para mirar a Washington, mientras yocontinuabahablando:

—Al parecer, según esto, tu querido amigo acaba de ordenar un ataque a tupueblo.Aunque«ataque»seríademasiadosuave.Cuénteselo,comandante.

Indignado,Washingtonrespondió:—Hemosrecibidoinformesdequelosindígenasaliadosestántrabajandoconlos

británicos.Leshepedidoamishombresqueterminenconeso.—Quemando poblados y salando la tierra. Según esta orden, recurre al

exterminio.—EstaeramioportunidadparacontarleaConnorlaverdad—.Ynoeslaprimeravezque lohace.—Miré aWashington—.Dígale loquehizohace catorceaños.

Duranteunosinstantesnohubomásqueuntensosilencioenlacabaña.Fuera,seoíaelrepicardelascocinasyelsuavetraqueteodeloscarrosalpasar;enelexteriordelcampamento,elestentóreoladridodelsargentodeinstrucciónyelrítmicocrujidode lasbotas almarchar.Mientrasque, enel interior, lasmejillasdeWashington seruborizabanaltiempoquemirabaaConnorytalvezrelacionabaalgunascosasensucabezaysedabacuentadeloquehabíahechoexactamentehacíatantísimosaños.Labocaseleabríaycerrabacomosilecostaraarticularlaspalabras.

—Esa era otra época—soltó por fin. ACharles siempre le gustaba referirse aWashington como un tonto tartamudo e indeciso y aquí, por primera vez, supeexactamente por qué lo decía—. LaGuerra de los SieteAños—dijoWashington,comosielhechoensímismoloexplicasetodo.

Miré a Connor, que se había quedado paralizado y parecía como si estuvieradistraído,pensandoencualquierotracosaenvezdeprestaratenciónaloqueestabasucediendoenlahabitación,asíquealarguélamanohaciaélydije:

—Yahoraves,hijomío,enloqueseconvierteun«granhombre»bajocoacción.Poneexcusas.Lesechalaculpaaotros.Hacemuchascosasimportantes,enrealidad,salvoaceptarsuresponsabilidad.

Washingtonsehabíaquedadopálido.Bajólamirada,queteníaposadaenConnor,haciaelsuelo,ysedelató.MiréaConnordemanerasuplicante.Empezabaarespirarcondificultadyluegoestalló,llenoderabia:

—¡Basta!Quienlohizoyporquédeberáesperar.Mipueblovaantes.Volvíatratardetocarle.—¡No!—Retrocedió—.Túyyohemosterminado.—Hijo…—comencéadecir.Perosevolviócontramí.—¿Me crees tan débil que con solo llamarme hijo voy a cambiar de opinión?

¿Hacecuántotiempoqueconocesesainformación?¿Oesquedebocreerqueacabas

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dedescubrirloahora?Puedequeotrasmanosesténmanchadascon lasangredemimadre,peroCharlesLeenodejadesermenosmonstruoytodoloquehaceesporquetúseloordenas.—SevolvióhaciaWashington,queretrocediópormiedoantelairarepentinadeConnor—.Osadviertoaambos—gruñó—quesivenísdetrásdemíolucháiscontramíosmataré.

Ysemarchó.

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16deseptiembrede1781(Tresañosdespués)

En laBatalla deMonmouthde1778,Charles, a pesar dequeWashington le habíaordenadoqueatacaraalosbritánicosquesereplegaban,seretiró.

Nosabríadecirquéselepasóporlacabezaparaactuarasí.Talvezlesuperabanennúmero,quefueelmotivoquedio,oalomejoresperabaqueretirándosedejaríamalaWashingtonyalCongreso,yqueporfinselerelevaríadelcargo.Fueraporunmotivooporotro,nuncaselopregunté,sobretodoporqueeraunasuntoqueyanomeimportabaenrealidad.

LoquesísabíaeraqueWashingtonlehabíaordenadoatacar,peroélhabíahecholocontrarioylasituaciónrápidamenteacabóenunaderrotaaplastante.MehandichoqueConnortuvoalgoqueverconlabatallaquehuboacontinuación,queayudóalosrebeldes a impedir la derrota,mientras queCharles al retirarse había ido corriendodirecto a Washington, habían intercambiado un par de palabras, y Charles enparticularhabíausadounvocabulariobastantesoez.

Podía imaginármelo.Pensé en el jovenquemehabía encontradohacíamuchosañosenelpuertodeBoston,encómomemirabaconadmiración,aunquedespreciabaatodoslosdemás.DesdequenolehabíannombradocomandanteenjefedelEjércitoContinental,suresentimientohaciaWashingtonsehabíaenconado,comounaheridaabierta,hastaempeorar,sincurarse.NosolohabíahabladomaldeWashingtoncadavezqueteníaoportunidad,denigrandolosaspectostantodesupersonalidadcomodesuliderazgo,sinoquesehabíaembarcadoenunacampañadecartas,conlaintencióndeganarse a algunosmiembrosdelCongresoparaponerlosde suparte.Era ciertoquesufervorestabaenparteestimuladoporsu lealtada laOrden,perotambiénseveía alimentado por su ira personal cuando no le habían tenido en consideración.PuedequeCharleshubierarenunciadoasucargoenelEjércitoBritánicoya todoslos efectos se hubiera convertido en un ciudadano americano, pero había unsentimiento elitista muy británico en él y sentía profundamente que el puesto decomandante en jefe le correspondía por legítimo derecho. No podía culparle porinvolucrarsussentimientospersonalesenesto.¿Cuáldeloscaballerosquesereuníanen la taberna Green Dragon no lo había hecho? Desde luego yo sí. Odiaba aWashington por lo que le había hecho al poblado de Ziio, pero su liderazgo en larevolución,aunqueaveceseradespiadadamenteperspicaz,nocaíaenlabrutalidad,porloqueyosabía.Sehabíaapuntadobuenapartedeléxitoyahoraqueestábamosenlaúltimaetapadelaguerra,conlaindependenciaaunadeclaracióndedistancia,¿cómonoseleibaaconsiderarunhéroemilitar?

LaúltimavezqueviaConnorfuehacetresaños,cuandonosdejóaWashingtonyamíjuntos.Solos.Totalmentesolos.Yaunqueeramásviejo,máslentoyteníaun

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dolor casi constante por la herida en el costado, por fin tuve la oportunidad devengarmeporloquelehabíahechoaZiio,de«relevarledelmando»parasiempre,pero le perdoné la vida, porque estaba empezando a preguntarme si me habíaequivocadoconél.Talvezhabía llegadoelmomentodeadmitirqueasíera.Esundefecto humano ver los cambios en ti mismo mientras supones que el resto delmundosigueigual.TalvezeraloquemehabíapasadoconWashington.Talvezhabíacambiado.MepreguntésiConnortendríarazónrespectoaél.

Charles,mientras tanto, fuearrestadopor insubordinacióndespuésdel incidenteen el que insultó aWashington, luego formaron un consejo de guerra y al final lerelevarondelcargo;serefugióenelfuerteGeorgeyallísequedó.

***—Elchicovienedecamino—dijoCharles.

Mesentéenelescritoriodemihabitaciónen laTorreOestedel fuerteGeorge,delante de la ventanaquedaba al océano.Pormi catalejo había visto barcos en elhorizonte.¿Sedirigíanhaciaaquí?¿IbaConnorenunodeellos?¿Colegassuyos?

Me volví enmi asiento y le hice señas a Charles para que se sentara. Parecíaabrumadoporsuropa.Teníaelrostrodemacradoyelpelocanosolecolgabasobreelrostro. Estaba inquieto y, si veníaConnor, con toda sinceridad, teníamotivos paraestarlo.

—Esmihijo,Charles—dije.Asintióyapartólamiradaconloslabiosfruncidos.—Yahabíavistociertoparecido.Sumadreeralamohawkconlaquetefugaste,

¿no?—preguntó.—¿Conlaquemefugué?Seencogiódehombros.—NomehablesdedescuidarlaOrden,Charles.Túhashecholomismo.Hubounlargosilencioy,cuandovolvióamirarme,susojossellenarondevida.—Una vezme acusaste de crear a eseAsesino—dijo con amargura—. ¿No te

pareceirónico,no,hipócrita,dadoqueestuvástago?—Talvez—respondí—.Yanoestoyseguro.Seriosecamente.—Dejastedepreocupartehaceaños,Haytham.Norecuerdolaúltimavezqueno

videbilidadentusojos.—Noesdebilidad,Charles,sinoduda.—Puesduda—espetó—.LadudanobeneficiaaunGranMaestroTemplario,¿no

crees?—Talvez—admití—.Oalomejorheaprendidoquetansolocarecendeellalos

tontosylosniños.Medilavueltaparamirarporlaventana.Anteslosbarcosnoeranmásquemotas

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asimplevista,peroahorasehabíanacercado.—Paparruchas —dijo Charles—. Palabrería de Asesino. La confianza en la

carenciadeduda.Esoesloquepedimosdenuestroslíderesalmenos:confianza.—Recuerdounaépocaenquenecesitabasmiapoyoparaunirteanosotros;ahora,

tendrásmipuesto.¿CreesqueserásunbuenGranMaestro?—¿Lofuistetú?Hubounalargapausa.—Esoduele,Charles.Selevantó.—Mevoy.NomeapeteceestaraquícuandoelAsesino,tuhijo,lancesuataque.

—Memiró—.Ydeberíasacompañarme.Almenosparallevarleventaja.Neguéconlacabeza.—Creoqueno,Charles.Creoquemequedaréaquíyresistiréhastaelfinal.Alo

mejor tienes razón…Talveznohe sido elGranMaestromás efectivo.Talvezhallegadolahoradehacerlobien.

—¿Tieneslaintencióndeenfrentarteaél?¿Delucharconél?Asentí.—¿Qué? ¿Crees que puedes hacerle cambiar de opinión? ¿Ponerle de nuestra

parte?—No—contesté tristemente—.Me temoque eso es imposible conConnor.Ni

siquieradespuésdeconocerlaverdadsobreWashington,conseguícambiarsumaneradepensar.TegustaríaConnor,Charles,éltiene«confianza».

—Yentonces,¿qué?—Nopermitiréquetemate,Charles—respondíymellevélamanoalcuellopara

quitarmeelamuleto—.Cogeesto,porfavor.Noquieroqueéllotengasimevenceenlabatalla.Trabajamosmuchoparamantenerloapartadode losAsesinosynodeseodevolvérselo.

Peroretirólamano.—Novoyacogerlo.—Tienesqueguardarloenlugarseguro.—Eresmuycapazdehacerlotúsolo.—Yasoycasiunanciano,Charles.Pequemosdecautelosos,¿deacuerdo?Lepuseelamuletoenlasmanos.—Voyadestacaraunosguardiasparaqueteprotejan—dijo.—Como quieras.—Volví amirar hacia la ventana—.Aunque tienes que darte

prisa.Medalaimpresióndequelahoradeljuicioseacerca.Asintióyfuehacialapuerta,dondesediolavuelta.—HassidounbuenGranMaestro,Haytham—dijo—,ylosientosialgunavez

hepensadolocontrario.

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Sonreí.—Yyosientohabertedadomotivos.Abriólabocaparahablar,peroselopensómejorysemarchó.***

CuandocomenzóelbombardeoyempecéarezarporqueCharleshubieraescapado,semeocurrióqueestapodría ser laentrada finaldemidiarioyestaspalabras, lasúltimas.

EsperoqueConnor,mipropiohijo,loleay,talvez,cuandosepaunpocosobremiviajepor lavida,meentienda,quizás inclusomeperdone.Mipropiocaminoseempedródementirasymidesconfianzaseforjóenlatraición.Peromipropiopadrenuncamemintióy,conestediario,conservoesacostumbre.

Teentregolaverdad,Connor,paraquehagasconellaloquequieras.

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EPÍLOGO

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16deseptiembrede1781

—¡Padre!—grité.El bombardeo era ensordecedor, pero me había abierto camino hasta la Torre

Oeste, donde se hallaban sus aposentos, y allí, en un pasillo que llevaba a lahabitacióndelGranMaestro,leencontré.

—Connor—contestó.Sumiradaeradepiedra, ilegible.Extendióelbrazoy activó lahojaoculta.Yo

hicelomismo.Afueraseoyóelestallidodeloscañonazos,cómotemblabalapiedray los gritos de los hombres moribundos. Despacio, nos acercamos el uno al otro.Habíamosluchadocodoconcodo,peronuncaelunocontraelotro.Mepreguntési,comoyo,tendríacuriosidad.

Conunamanoenlaespalda,presentósuhoja.Yyohicelomismo.—Alsiguientecañonazo—dijo.Cuandollegó,pareciósacudirlasparedes,peroaningunodelosdosnosimportó.

Labatallahabíaempezadoyelsonidodenuestroaceroalrepiquetearatravesabaelpasillo, y nuestros gruñidos de esfuerzo eran claros y presentes.Todo lo demás, ladestruccióndelfuerteanuestroalrededor,erasonidodefondo.

—Vamos—meprovocó—,nopuedesesperar igualarme,Connor.Apesarde tudestreza,noeresmásqueunmuchachoalquelequedaaúnmuchoporaprender.

Nomostrópiedad,nimisericordia.Apesarde loquetuvieraenelcorazóny lacabeza, su hoja destellaba con su habitual precisión y ferocidad. Si ahora era unguerreroenelotoñodesuvida,cuandolapotencialefallaba,nomehabríagustadonadaenfrentarmeaélensujuventud.Siloquequeríaeraprobarme,entoncesesoibaarecibir.

—DameaLee—exigí.PeroLeehacíamuchoratoyaquesehabíaido.Ahorasoloestabamipadre,que

atacótanrápidocomounacobrayestuvoaunpelodecortarmelamejilla.Penséenconvertirladefensaenunataqueyreaccionéconlamismavelocidad,diunavueltayle alcancé el antebrazo, atravesándolo con mi hoja y destrozando las correas queatabanlasuya.

Conunrugidodedolor,saltóhaciaatrásyviquelapreocupaciónlenublabalosojos, pero dejé que se recuperara y vi cómo rompía un trozo de su túnica paravendarselaherida.

—Tenemos ahora una oportunidad —le animé—. Podemos romper juntos elcírculoyterminarestaguerraantigua.Losabes.

Vialgoensusojos.¿Eralachispadeundeseohacíatiempoolvidado,acasohabíarecordadounsueñonocumplido?

—Losé—repetí.

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Conelvendajeensangrentadoentre losdientes,negócon lacabeza.¿Estabadeverdadtandesilusionado?¿Sehabíaendurecidotantosucorazón?

Terminódeatarelvendaje.—No.Quieressaberlo.Quieresqueseaverdad.—Suspalabrasestabanteñidasde

tristeza—.Unapartedemítambiénpensabaasíantes.Peroesunsueñoimposible.—Atiyamínosunelasangre—leanimé—,porfavor…Porunmomentopenséquelehabíaconvencido.—No,hijo.Somosenemigos.Yunodenosotrosdebemorir.Fueraseoyóotrasalvadecañonazos.Lasantorchastemblaronensussoportes,la

luzdanzóenlapiedrayunaspartículasdepolvosedesprendierondelasparedes.Yasífue.Luchamos.Fueuna largaydurabatalla,aunquenosiemprefuimosdiestros.Se

abalanzósobremí,con laespaday lahoja,con lospuñosyaveces inclusocon lacabeza.Suestilodeluchaeradistintoalmío,avecesmásbrusco.Carecíadelafinuradelmío,aunqueeraigualdeeficazyprontodescubríqueigualdedoloroso.

Nosseparamos,respirandoamboscondificultad.Selimpiólabocaconeldorsodelamano,luegoseagachóydoblólosdedosdesuantebrazoherido.

—Actúascomosituvierasalgúnderechoparajuzgar—dijo—.Paradeclararquemeequivocoante elmundo.Yaunasí todo loque teheenseñado, todo loquehedichoyhecho,deberíademostrarteclaramentelocontrario.Peronohicimosdañoanadie.NoapoyamosalaCorona.Trabajamosparaverestatierraunidayenpaz.Bajonuestrasnormastodosseríaniguales.¿Acasolospatriotasprometenlomismo?

—Ofrecen libertad—contesté, observándole condetenimiento, recordandoalgoqueAchillesunavezmehabíaenseñado,quecadapalabra,cadagesto,escombate.

—¿Libertad?—seburló—.Tehedichorepetidasvecesqueespeligrosa.Nuncahabrá un consenso, hijo, entre los que has ayudado a ascender. Tendrán puntos devistadiferentesdeloquesignificaserlibre.Lapazquebuscastandesesperadamentenoexiste.

Neguéconlacabeza.—No.Juntosforjaremosalgonuevo,mejordeloqueexistíaantes.—Estoshombresahoraestánunidosporunacausacomún—continuó,moviendo

elbrazoheridoparaseñalarnos…anosotros,supongo.Larevolución—.Perocuandoterminensubatalla,comenzaránalucharentreellosporcuáleslamejormaneradeasegurarelcontrol.Conelpasodeltiempo,llevaráaunaguerra.Yaverás.

Y entonces saltó hacia delante, atacando con la espada, dirigiéndose no a micuerposinoalahojadelbrazo.Desviéelgolpe,perofuerápido,sediolavueltaymediounrevésconlaempuñaduradesuespadaencimadelojo.Semenublólavistayme tambaleéhaciaatrás,defendiéndomea lo locomientras intentabaaprovechar laoportunidad.Porpurasuerte,ledienelbrazoheridoysoltóunalaridodedolor,que

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nosdiounmomentodetreguaparaqueambosnosrecuperáramos.Estallóotrocañón.Sedesprendiómáspolvodelasparedesynotécómoelsuelo

temblaba.Lasangrede laheridaabiertasobremicejacorriópormirostroymelalimpiéconeldorsodelamano.

—El líderde lospatriotasnoquiere ejercer el control—leaseguré—.Aquínohabrámonarquía.Elpueblotendráelpoder,comodebeser.

Negó con la cabeza lenta y tristemente, un gesto condescendiente que, si sesuponíaquedebíaapaciguarme,tuvojustoelefectocontrario.

—El pueblo nunca tendrá el poder—dijo, cansado—, tan solo la impresión deque lo tiene.Y ese es el secreto: en realidad no lo quiere. Es una responsabilidaddemasiado grande. Por eso enseguida se conforma cuando alguien toma elmando.Quiere que le digan qué hacer. Lo ansía. Aunque no me extraña puesto que lahumanidadfuecreadaparaservir.

Volvimosaintercambiargolpes.Losdossangrábamos.Almirarle,¿eracomovermireflejoenunespejodentrodeunosaños?Alhaberleídosudiario,echolavistaatrás y sé exactamente cómome veía: como el hombre que debería haber sido él.¿Habríansidolascosasdistintassihubierasabidoentoncesloqueséahora?

Nolosé,eslarespuestaaesapregunta.Ysigosinsaberlo.—Como por naturaleza tendemos a que nos controlen, ¿quién mejor que los

Templarios?—Neguéconlacabeza—.Noesunaofertamuybuena.—Eslaverdad—exclamóHaytham—.Elprincipioylaprácticasondosbestias

muydiferentes.Veoelmundotalcomoes,nocomodesearíaquefuera.Ataquéydefendí,yporunosmomentosenelpasillo retumbóel repiqueteodel

acero.Ahoraambosestábamoscansados;labatallayanoteníalaurgenciadeantes.Poruninstantemepreguntésisimplementeseiríaapagando;sihabíaalgúnmododequenoslimitáramosadarlavueltayamarcharnosendireccionesdistintas.Perono.Teníaqueacabarseya.Losabía.Viensusojosqueél también losabía.Esto teníaqueacabaraquí.

—No, padre…, tú te has dado por vencido y quieres que todos hagamos lomismo.

Yentoncesseprodujootrocañonazoylapiedracayóencascadadelasparedes.Estabacerca.Tancercaqueleseguiríaotro.Yasífue.Derepenteseabrióunagujeroenelpasillo.

***Laexplosiónmeempujóhaciaatrásycaí,dolorido,comoelborrachoquesedeslizadespacio por la pared de una taberna, con la cabeza y los hombros en un ánguloextrañorespectoalrestodemicuerpo.Elpasilloestaballenodepolvoyescombrosmientras el estallido de la explosión poco a poco se convertía en un traqueteo deruinasquesedesplazaban.Mepusedepiecomopudeymiréentrelanubedepolvo

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paraverletumbadocomoyohabíaestadoantes,peroalotroladodelagujeroquelabaladecañónhabíahechoenlapared,ymeacerquéaél.Medetuveunmomentoymiré por el agujero para recibir la desorientada imagen de la habitación del GranMaestroconlapareddelfondovoladaylapiedrarecortadaenmarcandolavistadelocéano.Habíacuatrobarcosenelagua,todosdespidiendohumoporloscañonesenlacubiertay,mientrasobservaba,seoyóelestruendodeotroquedisparaba.

Me acerqué a mi padre, que alzó la vista para mirarme y se movió un poco.Arrastrólamanohacialaespada,queestabafueradesualcance,ylediunapatadaparaalejarlaresbalandoporlapiedra.Haciendounamuecadedolormeinclinéhaciaél.

—Ríndeteyteperdonarélavida—dije.Notélabrisaenlapielyelpasilloderepentesellenódeluznatural.Parecíamuy

viejo,teníalacaraheridayamoratada.Aunasí,sonreía.—Valientespalabrasparaunhombreapuntodemorir.—Nolohicistemejor—contesté.—Ah—sonrió,mostrandolosdientesensangrentados—,peronovoyamoriryo

solo…Ymedilavueltaparaveradosdelosguardiasdelfuertecorriendoporelpasillo,

con losmosquetesalzados,que separaronapocadistanciadenosotros.Miréamipadre,quesepusoenpie,ylevantólamanoparaquesushombresnomemataran.

Seapoyóenlapared,tosióyescupióantesdemirarme.—Inclusocuandolostuyosparecenvencer…nosalzamosdenuevo.¿Sabespor

qué?Neguéconlacabeza.—EsporquelaOrdennaciódeunentendimiento.Nonecesitamosuncredo.Niel

adoctrinamientodeunosancianos.Loúnicoquenoshacefaltaesqueelmundoseatal y como es. Esa es la razón por la que los Templarios no pueden ser jamásdestruidos.

Yentonces,porsupuesto,mepreguntésiyahabríaacabado,silesdejaríaquemematasen.

Peronuncatendrélarespuesta,puestoquedeprontoseoyeronunosdisparos,loshombressedieronlavueltaycayeron,eliminadosporunfrancotiradorsituadoalotroladodelapared.Acontinuación,corríhaciadelante,antesdequepudierareaccionar,echéaHaythamdenuevohacialapiedraymecoloquéencimadeélconlamanodelahojaamenazándole.

Yentonces,conelimpulsodealgoquepodríallamarsefutilidadyelsonidodemipropiosollozo,leapuñaléenelcorazón.

Sucuerposesacudiócomosiaceptaramihoja, luegoserelajóy,alretirarla,viqueestabasonriendo.

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—No creas que tengo intención de acariciarte la mejilla y decirte que me heequivocado—dijoenvozbajamientrasobservabacómolavidaleabandonaba—.Nollorarénipensaréencómopodríahabersido.Seguroqueloentiendes.

Ahoraestabaderodillasyalarguélosbrazosparasostenerle.Nosentí…nada.Unaturdimiento.Estabamuycansadodetodoaquello.

—Noobstante—dijomientraslosojosparpadeabanyelrostroparecíaquedarsesinsangre—,estoyorgullosodetienunsentido.Hasmostradoconvicción.Fuerza.Coraje. Esos son rasgos nobles. —Con una sonrisa sardónica, añadió—: Deberíahabertematadohacemuchotiempo.

Yentoncesmurió.Busquéelamuletodelquemehabíahabladomimadre,peronoestaba.Cerrélos

ojosdepadre,melevantéymemarché.

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2deoctubrede1782

Porfin,enunanocheheladaenlafrontera,diconélenlaposadaConestoga,dondeentréyloencontrésentadoenlassombras,conloshombrosencorvadoshaciadelanteyunabotellaamano.Másviejoydescuidado,conelpelohirsutoyalborotado;yanoquedaba rastro del oficial del ejército que había sido, pero definitivamente era él,CharlesLee.

Alacercarmealamesa,levantólavistaparamirarmeyalprincipiomedejódepiedraelsalvajismodesusojosrojos.Aunquecualquierotraseñaldelocuraestabareprimida u oculta, y no mostró emoción al verme, aparte de una expresión quesupusequeeradealivio.Lehabíaestadosiguiendodurantemásdeunmes.

Sinpalabras,meofrecióbeberdelabotellayasentí,lediunsorboyselavolvíapasar.Luegoestuvimossentados juntosmuchorato,observandoa losotrosclientesdelataberna,escuchandosusconversaciones,juegosyrisasanuestroalrededor.

Alfinal,memiró,yaunquenodijonada,susojoslohicieronporél;ensilenciosaqué la hoja y, cuando los cerró, se la clavé, debajo de la costilla, directa en elcorazón.Muriósinemitirunsonidoy lodejéapoyadoencimadelamesa,comosihubiera fallecido por beber demasiado. Luego alargué la mano para cogerle elamuletodelcuelloymelocolguédelmío.

Al bajar la vista paramirarlo, brilló ligeramente por unmomento.Me lometídebajodelacamisa,melevantéymefui.

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15denoviembrede1783

Sujetandolasriendasdemicaballo,caminabapormialdeaconunasensacióncadavezmayordeincredulidad.Alllegar,habíavistoloscamposbiencuidados,peronohabíanadieenelpoblado,habíanabandonadoelhogarcomunal, lashoguerasparacocinar se habían apagado hacía tiempo y la única alma a la vista era un cazadorentrecano,uncazadorblanco,nounmohawk,queestabasentadoenuncubovueltohaciaabajo,asandoalgoqueolíamuybien.

Memirócondetenimientocuandomeacerquéyllevólavistaalmosquete,queteníaallícerca,perolehiceunaseñaparaindicarlequenoleibaahacerdaño.

Asintió.—Sitieneshambre,tengocomidadesobra—dijodemaneraamistosa.Yolíamuybien,peroteníaotrascosasenmente.—¿Sabesquéhasucedidoaquí?¿Dóndeestátodoelmundo?—Se fueronaloeste.Hace semanasque semarcharon.Alparecer aun tipode

NuevaYorkelCongresoleconcedióestastierras.Supongoquedecidieronqueparaestablecerseyanonecesitabanlaaprobacióndelosquevivíanaquí.

—¿Qué?—exclamé.—Sí. Cada vez pasa con más frecuencia. Los comerciantes y ganaderos que

buscanexpandirseechanalosindígenas.Elgobiernodicequenotomalastierrasqueyasonpropiedaddealguien,pero,eeeh…Aquísepuedeverjustamentelocontrario.

—¿Cómohaocurridoesto?—pregunté,dándomedespacio lavuelta,noviendonadadondeantesencontrabalosrostrosconocidosdemigente, lagenteconlaquehabíacrecido.

—Ahoravamosporlibre—continuó—.Nodisfrutamosdelacolaboracióndelavieja Inglaterra.Loque significaque estamos solos.Y también tenemosquepagarpor ello.Vender la tierra es rápido y fácil.Y bastantemejor que los impuestos.Ypuesto que algunos dicen que fueron los impuestos los que empezaron toda estaguerra,nohayprisaenvolveratenerlos.—Soltóunacarcajadagutural—.Muylistosestos nuevos líderes nuestros. Saben cómo no presionar todavía. Es demasiadopronto. Demasiado… británico.—Se quedó mirando el fuego—. Pero ya llegará.Siemprellega.

Ledilasgraciasyfuihaciaelhogarcomunal,pensandomientrascaminaba:«Hefracasado.Mipueblosehaido.Leshanechadolosquecreíquenosprotegerían».

Mientrascaminaba,elamuletoalrededordemicuelloresplandeció,losostuveenlapalmadelamanoyloexaminé.Talvezhabíaunaúltimacosaquepodíahaceryerasalvaraquellugardetodos,tantodelospatriotascomodelosTemplarios.

***Enunclarodelbosquemeagachéycontempléloqueteníaenlasmanos:elcollarde

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mimadreenunayelamuletodemipadreenlaotra.Paramisadentrosdije:«Madre.Padre.Losiento.Oshefalladoaambos.Hicela

promesa de proteger a nuestro pueblo, madre. Pensaba que si detenía a losTemplarios,sipodíamantenerlarevoluciónalejadadesuinfluencia,entonceslosqueyo apoyaba harían lo correcto. Supongo que hicieron lo que estaba bien…, lo queestaba bien para ellos. En cuanto a ti, padre, creía que podía unirnos, queolvidaríamoselpasadoyforjaríamosunfuturomejor.Creíqueconeltiempoveríaselmundocomoyo loveo,quemeentenderías.Peronoeramásqueunsueño.Esotambiéndeberíahaberlosabido.Entonces,¿noestamosdestinadosavivirenpaz?¿Eseso?¿Nacimosparadiscutir?¿Parapelear?Haymuchasvocesytodasquierenalgodiferente.

»Aveces ha sido difícil, pero nuncame ha costado tanto como ahora. Esmuydurovercorrompido,descartadoyolvidadotodoporloquehetrabajado.Diríaquehe descrito toda la historia, padre. ¿Estás sonriendo? ¿Esperas que pronuncie laspalabrasquedeseabasoír?¿Quétevalide?¿Quetedigaquesiempretuvisterazón?Pues no lo haré. Incluso ahora, frente a la verdad de tus frías palabras,me niego.Porquecreoquelascosasaúnpuedencambiar.

»Puedequenuncaloconsiga.LosAsesinospuedequeluchenotrosmilañosenvano.Perononosdetendremos».

Comencéacavar.«Compromiso.Enesohainsistidotodoelmundo.Yyoloheaprendido.Perode

formadiferentealamayoría,creo.Ahoramedoycuentadequellevaráalgúntiempo,queelcaminoeslargoyestáenvueltodeoscuridad.Esuncaminoquenosiempremellevaráadondequieroir…ydudoquevivaparavercómoacaba.Peroviajaréporéligualmente».

Cavéycavéhastaqueel agujero fue lobastanteprofundo,másprofundode loquehacíafaltaparaenterraruncuerpo,lobastanteparametermeyodentro.

«Porqueconmigocaminalaesperanza.Apesardequetodosinsistenenquedélavuelta,yocontinúo:este,esteesmicompromiso».

Tiréel amuletoenel agujeroyentonces,mientras el sol comenzabaaponerse,echélatierraencimahastaquequedóescondido,medilavueltaymemarché.

Llenodeesperanzaparaelfuturo,regreséconmigente,conlosAsesinos.Habíallegadolahoradeunanuevasangre.

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Listadepersonajes

As’adPashaal-Azm:gobernadorotomanodeDamasco,desconocido-1758.JeffreyAmherst:comandantebritánico,1717-1797.TomBarrett:niñoquevivíaalladodeHaythamenlaplazaQueenAnne.ReginaldBirch:administradordefincasdeEdwardKenwayyTemplario.EdwardBraddock, elBulldog: general británico y comandante en jefe de las

colonias,1695-1755.BenjaminChurch:médico,Templario.Connor:Asesino.Cutter:torturador.Betty:niñeradeHaytham.SeñoritaDavy:doncelladelaseñoraKenway.SeñorGeoffreyDigweed:ayudadecámaradelseñorKenway.Edith:niñeradeHaytham.Emily:criadaenlacasadelosKenway.JamesFairweather:conocidodeHaytham.ElviejoseñorFayling:tutordeHaytham.JohnHarrison:Templario.ThomasHickey:Templario.JimHolden:soldadodelEjércitoBritánico.WilliamJohnson:Templario.Kaniehtí:io:mujermohawk,tambiénconocidacomoZiio;madredeConnor.EdwardKenway:padredeHaytham.JennyKenway:hermanastradeHaytham.TessaKenway,desolteraStephenson-Oakley:madredeHaytham.CatherineKerryCorneliusDouglass:propietariosdelGreenDragon.CharlesLee:Templario.GranvisirRaghibPasha:primerministrodelsultán.JohnPitcairn:Templario.SeñoraSearle:sirvientaenlacasadelosKenway.SeñorSimpkin:empleadodeEdwardBraddock.Slater:verdugoytenientedeBraddock.SilasThatcher:esclavistaycomandantedelastropasdelrey,almandodelfuerte

Southgate.Tic:informador.JuanVedomir:traidordelosTemplarios.GeorgeWashington:asesordeEdwardBraddock;comandanteenjefedelrecién

formadoEjércitoContinental;padrefundadoryfuturopresidente,1732-1799.

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Agradecimientos

Agradecimientosespecialesa:

YvesGuillemotStéphaneBlaisJeanGuesdonJulienCunyCoreyMay

DarbyMcDevitt

Tambiéna:

AlainCorreLaurentDetocSébastienPuelGeoffroySardinXavierGuilbertTommyFrançoisCecileRusseilJoshuaMeyer

eldepartamentolegaldeUbisoft

ChrisMarcusEtienneAllonierAnoukBachmanAlexClarkeHanaOsman

AndrewHolmesVirginieSergentClémenceDeleuze

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