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2713 68.ª SESIÓN (Matinal) MIÉRCOLES 9 DE JUNIO DE 1993 PRESIDENCIA DEL SEÑOR CARLOS TORRES Y TORRES LARA SUMARIO Se pasa lista.— Se abre la sesión.— Se inicia el debate de la ponencia de la Alianza Nueva Mayoría-Cambio 90 sobre la re- elección presidencial.— Se suspende la sesión. medio, hasta que el quórum sea completo. Por ejemplo, falta el doctor Cáceres Velásquez. No me parece que podamos sesionar sin él. No sé si falta algún representante de la minoría. Falta el señor Barba. Es verdad que él nunca vie- ne, pero tal vez venga hoy. El señor PRESIDENTE.— Yo hablé con él ayer, y no me mencionó que vendría. Sin embargo, po- dríamos esperar a un miembro más de la Comi- sión. El señor CHIRINOS SOTO (R).— La presen- cia del doctor Cáceres sí me parece indispensa- ble, señor Presidente. Y estando suspendido el señor Olivera, está viniendo uno de su bancada, el señor Sambuceti Pedraglio. Yo le pediría un cuarto de hora para comenzar la sesión, señor. Gracias. El señor PRESIDENTE.— Si no hay oposición, entonces damos por aceptada la propuesta. ¿Le parece bien? Hasta quince minutos esperaremos. —Transcurren los quince minutos. El señor PRESIDENTE.— Textos iniciales pedidos para comenzar la sesión. Hago entrega en este momento a la Secretaría del documento resumen de las exposiciones que estamos hacien- do en provincias, el mismo que ha sido publicado también en el diario oficial El Peruano, para que conste como documento parlamentario. Hoy día ha sido convocada esta Comisión para tratar el tema de la reelección presidencial. Es el —A las 10 horas y 15 minutos, bajo la Presiden- cia del señor Carlos Torres y Torres Lara, actuan- do como Secretario el señor Samuel Matsuda Ni- shimura y de Relatora la señora Martha Chávez Cossío, se pasa lista, a la que responden los se- ñores Enrique Chirinos Soto, Carlos Ferrero Costa, Henry Pease García, Pedro Vílchez Mal- pica, Lourdes Flores Nano, Gonzalo Ortiz de Ze- vallos Roédel (accesitario), Manuel Moreyra Loredo (accesitario) y Luis Enrique Tord Rome- ro (accesitario). Se incorporan los señores Víctor Joy Way Rojas (10:21), Róger Cáceres Velásquez (10:40) y José Barba Caballero. Ausente el señor Ricardo Marcenaro Frers. Asisten también los señores José Gamonal Cruz, Ernesto Gamarra Olivares y Juan Cruzado Man- tilla. El señor PRESIDENTE.— Se abre la sesión. Se inicia el debate de la ponencia de la Alian- za Nueva Mayoría-Cambio 90 sobre la reelec- ción presidencial El señor CHIRINOS SOTO (R).— Una cues- tión de orden, señor Presidente. El señor PRESIDENTE.— Para una cuestión de orden, puede hacer el uso de la palabra el doc- tor Enrique Chirinos. El señor CHIRINOS SOTO (R).— Señor Pre- sidente: Dada la importancia de la sesión de hoy, y dado que se advirtió a los señores congresistas que se vería el tema de la reelección presiden- cial, yo me permito solicitarle un cuarto inter-

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68.ª SESIÓN(Matinal)

MIÉRCOLES 9 DE JUNIO DE 1993

PRESIDENCIA DEL SEÑOR CARLOS TORRES Y TORRESLARA

SUMARIOSe pasa lista.— Se abre la sesión.— Se inicia el debate de laponencia de la Alianza Nueva Mayoría-Cambio 90 sobre la re-elección presidencial.— Se suspende la sesión.

medio, hasta que el quórum sea completo. Porejemplo, falta el doctor Cáceres Velásquez. Nome parece que podamos sesionar sin él.

No sé si falta algún representante de la minoría.Falta el señor Barba. Es verdad que él nunca vie-ne, pero tal vez venga hoy.

El señor PRESIDENTE.— Yo hablé con él ayer,y no me mencionó que vendría. Sin embargo, po-dríamos esperar a un miembro más de la Comi-sión.

El señor CHIRINOS SOTO (R).— La presen-cia del doctor Cáceres sí me parece indispensa-ble, señor Presidente. Y estando suspendido elseñor Olivera, está viniendo uno de su bancada,el señor Sambuceti Pedraglio.

Yo le pediría un cuarto de hora para comenzar lasesión, señor.

Gracias.

El señor PRESIDENTE.— Si no hay oposición,entonces damos por aceptada la propuesta. ¿Leparece bien? Hasta quince minutos esperaremos.

—Transcurren los quince minutos.

El señor PRESIDENTE.— Textos inicialespedidos para comenzar la sesión. Hago entregaen este momento a la Secretaría del documentoresumen de las exposiciones que estamos hacien-do en provincias, el mismo que ha sido publicadotambién en el diario oficial El Peruano, para queconste como documento parlamentario.

Hoy día ha sido convocada esta Comisión paratratar el tema de la reelección presidencial. Es el

—A las 10 horas y 15 minutos, bajo la Presiden-cia del señor Carlos Torres y Torres Lara, actuan-do como Secretario el señor Samuel Matsuda Ni-shimura y de Relatora la señora Martha ChávezCossío, se pasa lista, a la que responden los se-ñores Enrique Chirinos Soto, Carlos FerreroCosta, Henry Pease García, Pedro Vílchez Mal-pica, Lourdes Flores Nano, Gonzalo Ortiz de Ze-vallos Roédel (accesitario), Manuel MoreyraLoredo (accesitario) y Luis Enrique Tord Rome-ro (accesitario).

Se incorporan los señores Víctor Joy Way Rojas(10:21), Róger Cáceres Velásquez (10:40) y JoséBarba Caballero.

Ausente el señor Ricardo Marcenaro Frers.

Asisten también los señores José Gamonal Cruz,Ernesto Gamarra Olivares y Juan Cruzado Man-tilla.

El señor PRESIDENTE.— Se abre la sesión.

Se inicia el debate de la ponencia de la Alian-za Nueva Mayoría-Cambio 90 sobre la reelec-

ción presidencial

El señor CHIRINOS SOTO (R).— Una cues-tión de orden, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.— Para una cuestiónde orden, puede hacer el uso de la palabra el doc-tor Enrique Chirinos.

El señor CHIRINOS SOTO (R).— Señor Pre-sidente: Dada la importancia de la sesión de hoy,y dado que se advirtió a los señores congresistasque se vería el tema de la reelección presiden-cial, yo me permito solicitarle un cuarto inter-

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único punto que vamos a abrir al debate. Prime-ro, tal vez se realice un debate de carácter gene-ral sobre el punto, y luego entraremos a las pro-puestas. En Mesa ya hay una primera propuestapresentada. De modo que se abre el debate paralas personas que deseen intervenir en el tema dela reelección.

El señor PEASE GARCÍA (MDI).— Comocuestión previa, Presidente, pediría que se lea lapropuesta presentada.

El señor PRESIDENTE.— La propuesta pre-sentada dice: "El mandato presidencial es de cin-co años. Hay reelección inmediata". La propues-ta ha sido presentada por la doctora Martha Chá-vez en nombre de la Alianza Nueva Mayoría-Cambio 90.

Repito: "El mandato presidencial es de cinco años.Hay reelección inmediata".

La señora CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).—Señor Presidente, la propuesta no es "hay reelec-ción inmediata", sino "cabe la reelección presi-dencial inmediata".

El señor PRESIDENTE.— Bueno, "cabe la ree-lección presidencial inmediata".

Bien, abrimos entonces el debate.

Doctor Ortiz de Zevallos, doctor Moreyra, doctorPease, doctor Chirinos, doctora Martha Chávez.

La señora CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).—Entiendo, señor Presidente, que podré hacer usode la palabra en primer lugar, para sustentar estapropuesta.

El señor PRESIDENTE.— Como ponente, cla-ro.

¿Alguien más?

Puede hacer uso de la palabra la doctora MarthaChávez, como ponente.

La señora CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).—Señor Presidente: Sustentamos el artículo pro-puesto en el sentido de que es necesario reafir-mar la democracia. En la Alianza Nueva Mayo-ría-Cambio 90 creemos en la democracia y, por lotanto, consideramos que el electorado no puedever recortado su derecho a sufragio, eliminandoa un candidato. Estimamos que la posibilidad dela reelección inmediata da al electorado la alter-nativa de ver entre el número de candidatos a laPresidencia de la República a aquel que acaba deejercerla o que está ejerciéndola hasta el momen-to de las elecciones.

Hay que señalar que creemos en la validez delmandato popular, en la voluntad del electorado.Se ha señalado en contra de esta posibilidad dela reelección inmediata algún antecedente histó-rico; incluso se cita el caso negativo del gobiernodel presidente Leguía. Sin embargo, debo seña-lar, en primer lugar, y así muy brevemente, queese ejemplo no es válido históricamente, por cuan-to la vida es dinámica, la historia no se detiene;la historia y la vida misma evolucionan.

El derecho, en la medida en que deba ser legíti-mo, debe recoger la situación de la sociedad a lacual este derecho se aplica. En ese punto, cabeseñalar que el ejemplo del gobierno del presidenteLeguía no es adecuado, teniendo en cuenta queen esos momentos el sistema electoral no erauniversal, ya que no votaba el grueso del electo-rado, sino un conjunto de notables.

Por otro lado, estaba excluida una parte impor-tantísima de la sociedad, como son las mujeres.Nosotras no teníamos derecho al voto. En estosmomentos las mujeres somos en el Perú más dela mitad de la población. Por lo tanto, esa consi-deración y otras hacen que los antecedentes his-tóricos no sean determinantes para excluir, comose ha pretendido, la posibilidad de la reeleccióninmediata.

Debo señalar, además, que la democracia es unconjunto de opciones, de posibilidades. No quieredecir que deba necesariamente haber alternan-cia; lo importante es que quepa la posibilidad deesa alternancia. No hay menos democracia cuan-do el electorado decide que un partido o que unapersona que tenga un mandato luego continúe enel siguiente; y en el siguiente, si es necesario. Perolo importante es que haya la posibilidad de esaalternancia, haya la posibilidad de que a ese par-tido se le opongan otros; y que el electorado sea,al final, el que decida quién es el que deba estar acargo, en este caso, del Poder Ejecutivo o del Go-bierno.

En estos momentos se ha esgrimido también comoargumento, para excluir la posibilidad de la re-elección presidencial inmediata, una supuestaventaja o falta de independencia y un supuestouso indebido de los recursos del Estado para favo-recer la candidatura del presidente en ejercicio.Al respecto, debo señalar que este criterio no esabsolutamente válido, como no lo es tampoco, enboca de quienes lo hacen suyo, el hecho de que losparlamentarios tengan la posibilidad de ser reele-gidos, no obstante que éstos tienen en sus manoslo que para algunos es el primer poder del Estadoy la facultad de dar leyes. No se discute, para elcaso de la reelección de los parlamentarios, el po-der que ellos tienen para dar leyes. Sin embargo,

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sí se pretende hacer uso de ese argumento paradescalificar la probabilidad de la reelección presi-dencial.

Aparte del hecho de que no es posible estar atri-buyendo conductas —inconductas, diría yo—, así,por anticipado, aun cuando fuera cierto que sepudiera utilizar los recursos del Estado para fa-vorecer la candidatura del presidente en ejerci-cio, no es menos cierto que existen mecanismoslegales y también instituciones, como es el pro-pio Congreso y la Contraloría General de la Re-pública, además de la propia atención de los ciu-dadanos, que pueden controlar que eso no suce-da.

Por otra parte, este argumento se esgrime re-cientemente; pero no se ha esgrimido, por ejem-plo, a pesar de que también sería válido, para elcaso en que fuera candidato a la Presidencia dela República un miembro del partido que en esosmomentos esté en el poder. Hemos visto que enlas elecciones del año 1985 tuvo candidato el par-tido Acción Popular, que estaba en esos momen-tos en el gobierno; hemos visto que también enlas elecciones presidenciales de1990 hubo candi-dato del partido que estaba en el poder. En am-bos casos nadie se atrevió a decir que no era po-sible la candidatura de un miembro del partidogobernante.

Yo he señalado que hay necesidad de ser cohe-rentes. No podemos aplicar una regla distinta asituaciones que son similares. Por lo tanto, con-sideramos que es válida la posibilidad de darle alelectorado la alternativa de un candidato, y queno puede establecerse personas de segunda cate-goría; no puede limitarse el derecho de un presi-dente en ejercicio a que pueda ser reelegido.

Por esta y otras razones, que ampliaremos en sumomento, estamos proponiendo, los de la Alian-za Nueva Mayoría-Cambio 90, este artículo que—pensamos— recoge no sólo lo que es necesariopara una adecuada estabilidad, sino también parareforzar la democracia.

Y hago la aclaración, además, de que estamospensando en una institución para ser recogidaen la Constitución, con toda la vigencia que laCarta Magna tenga. Por lo tanto, no estamos pen-sando —aun cuando se quiera señalar así— enuna figura para una determinada persona. Esta-mos pensando en una institución que quede enel texto constitucional, así como hemos pensadoen instituciones también para el texto constitu-cional, sobre todo teniendo en cuenta la necesa-ria estabilidad que requiere nuestro país.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.— Puede hacer usode la palabra el doctor Ortiz de Zevallos.

El señor ORTIZ DE ZEVALLOS ROÉDEL(R).— Señor Presidente: Siento, en esta oportu-nidad, discrepar de mi distinguidísima amiga, ladoctora Martha Chávez, con quien quisiera coin-cidir en todos los puntos de vista. Yo soy opuestoa la reelección en todas sus formas, lo mismo quelo han sido los ex decanos del Colegio de Aboga-dos de Lima en su propuesta.

Fui un especial amigo del señor Leguía. Cuentoen mi poder con un reloj que me obsequió en elaño 1930 el señor Leguía, el cual dice: "A. B. Leguíaa G. Ortiz de Zevallos Roédel. Dieciocho de abrilde 1930".

Considero que el del ex presidente Leguía fue unmagnífico gobierno, en el que hubo prosperidady bienestar. Durante su gobierno se hicieron lasirrigaciones de Cañete y de Huaral, que se con-virtieron en magníficas colonizaciones cuya exis-tencia hasta ahora conocemos. Inició la irriga-ción de Olmos, que se hubiese terminado ya enel año 1934; pero que lamentablemente, por laoposición de los gobiernos posteriores al deLeguía, sigue siendo un proyecto después de ha-ber pasado sesenta años. Nos habríamos benefi-ciado en forma notable con la irrigación de Ol-mos, desde el punto de vista alimenticio.

Construyó las carreteras del Perú a todo lo largoy ancho de la República. Llegó rodando el pri-mer automóvil al Cusco y a casi todas las princi-pales capitales de la República. Hizo las obrasportuarias del Callao. Anteriormente a ello, sedesembarcaba de los navíos en lanchones. El sa-neamiento de Lima y toda su pavimentación tam-bién las hizo el presidente Leguía.

Realizó importantes obras, como el Country Clubde Lima, las bases del Palacio de Justicia, el Mi-nisterio de Fomento y Obras Públicas, hoy Mi-nisterio de Transportes y Comunicaciones. Creóla Guardia Civil.

Yo recuerdo que, en el gobierno del presidenteBustamante y Rivero, éste mencionó al presiden-te Leguía en una reunión que hubo en la Escue-la de Policía, lo que arrancó una gran ovación.

El doctor Andrés Aramburú Menchaca es el de-cano de los catedráticos de Derecho Internacio-nal Público, es catedrático emérito de la Univer-sidad Nacional Mayor de San Marcos, y es consi-derado como el que ha heredado, en la funciónde internacionalista, a Alberto Ulloa Sotomayor.En la última edición que publicó El Comercio,con motivo de su sesquicentenario, el doctor

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Aramburú expresó su conformidad con todos lostratados que había celebrado el presidente Le-guía.

Yo recuerdo que en el año 1923, el presidenteLeguía pasó frente a mi casa, que quedaba amedia cuadra del Paseo Colón. Habían quitadolos caballos a su coche. El presidente Leguía, consu reconocida gentileza y manifestación, saluda-ba con su sombrero a todas las personas que loveían pasar. Era una manifestación gigantesca,que comenzaba en el Lawn Tennis de la Exposi-ción y terminaba en el Paseo Colón.

Leguía murió pobre en una clínica de emergen-cia, cuando estaba en el Panóptico. Su desdichafueron las reelecciones y sus once años de gobier-no. Duró demasiado tiempo en el poder. Yo noquiero que se repita para el señor Fujimori uncaso semejante. Sus amigos deben aconsejarlo parano aceptar la reelección, porque va a pasar lo mis-mo que pasó con Leguía. Nadie va a querer tenera la misma persona de presidente durante más decinco años: no es costumbre en el Perú.

El señor Fujimori cuenta entre sus amigos condistinguidas personas; me refiero a los señoresYoshiyama, Alfonso de los Heros, al Presidentede la Comisión de Constitución del Congreso y amuchas otras personas más. Yo creo que el señorFujimori puede optar por que uno de esos amigoseminentes sea Presidente de la República, y noestar expuesto a lo que le pasó al presidenteLeguía.

Mi voto es en contra de la reelección.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.— Tiene el uso de lapalabra el congresista Moreyra.

El señor MOREYRA LOREDO (SODE).—Muchísimas gracias, señor Presidente.

En realidad, yo quiero plantear una cuestión pre-via, que me parece indispensable para que el temasea tratado de manera más tranquila y serena.Pero antes, señor Presidente, déjeme decir unasbreves palabras respecto a la fundamentaciónhecha por la doctora Chávez del artículo propues-to. Me ha parecido de máximo interés su análisissobre la evolución humana y su efecto sobre elpensamiento.

Efectivamente, cuando las cosas pasan de padresa hijos y de hijos a nietos, al llegar a esa alturade la vida suele haber cambios y el pensamientovaría, y a veces se torna democrático. Pero tam-bién hay la evolución posterior; y, una vez más,

cuando se regresa ya al nieto de uno, también sepuede regresar a la monarquía. Por lo menos ésees uno de los problemas.

Pero, en términos generales, yo quisiera decir queeste tema debemos tratarlo con mucha sereni-dad y con mucha paciencia, y debemos analizar-lo fuera de toda pasión. Me ha preocupado quetanto la intervención de la doctora Chávez, y suanálisis histórico, como la del señor Gonzalo Or-tiz de Zevallos se refieran a este tema no en for-ma abstracta, como creo que deberíamos tratar-la —es decir, si conviene o no conviene al paísque haya la reelección presidencial en términosgenerales, desde que se supone que vamos a ha-cer una Constitución que será, ojalá, perdurabley la que el Perú persigue obtener: una Constitu-ción estable—, y que nos estemos refiriendo, másbien, al hecho concreto de las próximas eleccio-nes. Por lo menos, eso me ha parecido inferir delas dos últimas intervenciones.

Dado que el artículo 187.° de la Constitución vi-gente, conforme a la norma que dio este mismoCongreso, establece que no deben expedirse le-yes especiales de tipo personal, sino que debelegislarse según la naturaleza de las cosas, yo loque sostengo es que este tema debe ser tratadodespués que definamos una cosa previa. Y es que,cualquiera que sea la norma, ésta no puede apli-carse a los funcionarios que hoy día han sido elec-tos, bien sea en la Cámara de Representantes, lanuestra, el Congreso, o bien sea en la Presiden-cia y las dos vicepresidencias de la República; esdecir, que la norma regirá hacia el futuro, no haciael pasado.

Una vez definido eso, entonces todo el carácterpersonal que podría tomar este debate desapare-cería y, en consecuencia, podríamos hacer algomucho más principista y un análisis mucho másdesapasionado.

Lo que yo estoy planteando, señor Presidente, esque primero definamos —y esto lo planteo comocuestión previa— el hecho de que la norma quedemos en esta Constitución no se va a aplicar alos actuales funcionarios públicos, en cualquierlugar que estén, que hayan sido electos. Para ellosse aplicará la Constitución del año 1979, desdeque fueron electos bajo esa Constitución, a cuyosmandatos deben entonces someterse.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.— Sobre la cuestiónprevia, tiene la palabra, doctora Martha Chávez.

La señora CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).—Considero, señor Presidente, que la cuestión

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previa debe rechazarse porque, en primer lu-gar, toda ley tiene efecto a partir de cuando esaprobada y promulgada. Por lo tanto, no cree-mos que en este caso debamos detenernos enese tema. Si la ley va o no a ser aplicada a partirde que es promulgada, o si se va a postergar suentrada en vigencia, creo que es tema que notiene que ver con la institución misma de la re-elección presidencial, que es lo que estamos tra-tando en este momento.

Ahora bien, a lo largo de todo el trabajo de estaComisión, hemos tenido en cuenta que la ley rigea partir de que entra en vigencia, a partir de quese pone expresamente en vigencia. Por lo tanto,es supuesto que todos los hechos que se produz-can con la vigencia de esa ley estén bajo su am-paro.

No estamos aquí tratando el caso de que esta leyse aplique para hechos pasados, porque no cabela retroactividad, y eso ya lo hemos señalado. Delo que sí estamos conscientes es de que, si estanorma sobre la reelección inmediata se aprueba,va a aplicarse a todos los hechos que se produz-can a partir de que entre en vigencia. Y eso estáperfectamente supuesto.

No estamos hablando tampoco de ultraactividadde la actual Constitución. Ése, por lo menos, noes un tema que nos ocupe en este momento, comopretende el doctor Moreyra. El doctor Moreyrapretende que en estos momentos dilucidemos laultraactividad de la Constitución, luego de quela nueva entre en vigencia; pero considero queése no es el tema.

Por lo tanto, solicito que se rechace esa cuestiónprevia.

El señor PRESIDENTE.— Tiene la palabra eldoctor Chirinos Soto.

El señor CHIRINOS SOTO (R).— En primertérmino, la cuestión previa no me parece cues-tión previa, porque no es una cuestión procedi-mental, es una cuestión de fondo. El doctorMoreyra plantea que, en todo caso, lo que se dis-ponga no rija para las elecciones de 1995, sinoquizá para las del año 2000.

Yo comprendo perfectamente que la AlianzaNueva Mayoría-Cambio 90 traiga la posición dela reelección presidencial inmediata. Compren-do también que, cualesquiera que sean las razo-nes que los representantes de las distintas mi-norías invoquemos, no serán para persuadir a laAlianza, sino, en todo caso, para persuadir a laopinión pública y al país.

Desde ese punto de vista, yo pensaba callarme yreservar mis razones para el debate que se pro-duzca en el seno del Congreso. Pero la mayoríaparlamentaria trae su fórmula de tal modo queme obliga a hacer uso no in extenso, pero sí de miderecho a oponerme frontalmente a la fórmulaque ella trae; porque la fórmula que trae no sóloes de reelección inmediata, sino que es de reelec-ción inmediata e indefinida.

Señor Presidente: George Washington, como to-dos sabemos, fue elegido presidente de los Esta-dos Unidos; el primer presidente. Fue propuestopara una segunda elección, primera reelección, yWashington aceptó. Fue propuesto, tentado, parauna tercera elección, pero George Washington—el primero en la guerra, el primero en la paz,el primero en el corazón de sus conciudadanos—rechazó esa propuesta, porque dijo que un presi-dente que fuera indefinidamente reelecto se pa-recería demasiado a un rey y que Estados Uni-dos había optado por la organización republica-na, y no por la organización monárquica.

Esa resistencia de Washington a la tercera elec-ción duró mucho tiempo, hasta que, por circuns-tancias especialísimas, Franklin D. Roosevelt—que era un político muy hábil— rompió el sa-grado precedente, que no se había atrevido si-quiera a romper su ambicioso tío Teodoro. YFranklin Roosevelt fue elegido una tercera vezen 1940 y, en plena Guerra Mundial, una cuartavez en 1944. Pero la lección para la democraciaamericana fue muy severa, por lo que entoncesse enmendó la Constitución, de modo que ésta ala fecha sólo autoriza una reelección inmediata.

Decía Bolívar, comentando su propia Constitu-ción Vitalicia, que establecía un poco más desca-radamente la reelección indefinida —el presiden-te elegido una vez, ya lo era hasta que murie-se—, que un presidente vitalicio, que es muy pa-recido a un presidente reelegible indefinidamen-te, es lo mismo que un monarca sin corona.

Los países tienen una Constitución histórica, quees superior y distinta —puede ser distinta peroes superior, en todo caso— a su Constitución es-crita. El Perú, en su Constitución histórica, tie-ne la República como forma de gobierno. El de-bate monarquía-república que provocó San Mar-tín duró muy poco, con el triunfo de los partida-rios de la República, y desde hace ciento setentaaños el Perú nunca se ha apartado de la determi-nación de vivir en República.

Yo les quiero decir a los señores de la AlianzaNueva Mayoría-Cambio 90 lo siguiente: ustedesse están apartando de nuestra Constitución his-tórica; ustedes están dando un salto al vacío; uste-

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des no van a tener la compañía de nadie en esesalto al vacío; ustedes se van a quedar solos. Siustedes dan un salto al vacío, por lo menos de-ben llenarlo de precauciones y de cuidados, por-que no pueden pensar solamente en ustedes, sinoque tienen que pensar en todo el Perú; tienenque pensar en la historia, la tradición y las cos-tumbres del pueblo peruano, que son superioresa sus constituciones escritas.

No hay una sola de nuestras constituciones quehaya consagrado el principio de la reelección in-mediata. Tampoco lo consagraba la Constituciónde 1920. Para las elecciones de 1924, Leguía hizoreformar la Constitución que lo autorizó a unareelección. Don Manuel Vicente Villarán renun-ció al cargo de rector de la Universidad NacionalMayor de San Marcos para encabezar la protestacívica. Cinco años después, Leguía hizo reformarla Constitución para autorizar la reelección pre-sidencial indefinida. Y Leguía terminó, como seha recordado, en las peores condiciones en queha terminado presidente alguno en la historiadel Perú.

Aquí, fuera del desgraciado caso de Leguía, nohay presidente que haya durado más de ochoaños. Odría duró dos años como presidente de laJunta Militar y seis como presidente constitu-cional. El dictador Velasco, siete años. Ustedesestán pensando en un presidente que gobiernediez años y que todavía tenga la posibilidad deser otra vez reelegido. Están ustedes, por eso,apartándose de nuestra Constitución histórica,que es republicana y que no ha autorizado nun-ca la reelección inmediata, sino la mediata. Y lamediata sí se ha cumplido, señor Presidente; eneste siglo, se ha cumplido con don José Pardo,con el general Benavides, con don Manuel Pradoy con don Fernando Belaúnde.

Transcurrido un período, procede la reelección.Yo no estaría de acuerdo, en ningún caso, con laprohibición terminante de la reelección, en elestilo mexicano. Ésa no es nuestra Constituciónhistórica.

Señor Presidente: Ustedes van a dar este saltoal vacío, y solamente han tenido el treinta y ochopor ciento del total de votos. De los votos válidostienen más del treinta y ocho por ciento. Tantoes así que, por el sistema de la cifra repartidora,ustedes han recibido cuarenta y cuatro escañosen el Congreso Constituyente. Pero al frente tie-nen minorías que suman treinta y seis escaños.El país no es sólo Nueva Mayoría-Cambio 90.Ustedes tienen que pensar en que las fórmulasconstitucionales requieren consenso porque, delo contrario, atan la Constitución a una sola per-sona. Y la Constitución será cambiada y —peortodavía— derogada, sustituida o devuelta a su

vigencia, a la Constitución de 1979, apenas hayaen cualquier Congreso una mayoría que no seaadicta al actual Presidente de la República.

De manera que piénsenlo bien, ustedes vean losriesgos a que se exponen. En el mejor de los ca-sos, ustedes representan la mitad del electora-do; la mitad del electorado que vota válidamen-te. Ustedes no representan sino el treinta y ochopor ciento de los votos válidos, que puede ser elcuarenta o el cincuenta por ciento del total delos votos, lo que les ha dado —repito— una ma-yoría de ocho asientos sobre el resto de las agru-paciones o comunidades políticas representadasen el Congreso de la República.

A mí me parece muy grave la situación, me pare-ce que no se puede absolver simplemente condecir: el pueblo es soberano y tiene el derecho devotar por quien le parezca. El pueblo puede te-ner ese derecho, señor Presidente, pero todos lospaíses, hasta Estados Unidos, limitan la reelec-ción presidencial a una vez.

En América Latina ese instituto prácticamenteno ha funcionado; y cuando ha funcionado ha sidopara degenerar en horrorosas tiranías, como lade Rafael Leónidas Trujillo en República Domi-nicana o la del general Alfredo Stroessner enParaguay, para no citar cualesquiera otras en losdistintos países. Entre nosotros, degeneró el sis-tema de la reelección en la dictadura del oncenio,dictadura que terminó cuando se pronunció enArequipa un comandante del Ejército, Luis M.Sánchez Cerro.

Yo les digo, señores de la Alianza Nueva Mayo-ría-Cambio 90: van ustedes a dar ese paso, lo vana dar al máximo, lo van a dar —perdónenme queles diga— imprudentemente.

Yo ya soy un hombre que está por encima de lossesenta años, no tengo ambiciones políticas, noquiero sino lo mejor para mi país; y lo mejor parael país no es lo que ustedes, en esta mañana, es-tán proponiendo y se disponen a hacer en el Ple-no del Congreso.

Que Dios los asista, señores de la mayoría, paraque tengan capacidad de reflexión y sepan queno se puede hacer lo que proponen en nombre deuna mayoría siempre precaria, en nombre de unamayoría siempre tornadiza. ¿En cuántos congre-sos hemos estado nosotros en los que las mayo-rías de ayer se convierten en las minorías de hoy,y las minorías de hoy se convierten en las mayo-rías de mañana? En nombre de esa mayoría, se-ñor Presidente, de esa mayoría precaria, de esamayoría tornadiza, ustedes pueden dar, para us-tedes, los saltos al vacío que quieran; pero no de-berían empujar al país a un salto al vacío.

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Voy a votar en contra de la reelección, y voy aproponer la fórmula alternativa para que se digasimplemente que hay reelección transcurrido unperíodo constitucional.

Muchas gracias.

El señor PRESIDENTE.— Doctor Pease Gar-cía, puede hacer uso de la palabra.

El señor PEASE GARCÍA (MDI).— Voy a co-menzar, Presidente, refiriéndome a la cuestiónprevia.

El señor PRESIDENTE.— Entonces, en pri-mer lugar, tendríamos que tomar una decisiónsobre si entramos a ver el asunto de la cuestiónprevia o si seguimos abordando el tema de fondointegralmente, lo cual no quiere decir que se ex-cluya el asunto previo, porque puede discutirsedentro del contenido general.

Hay una discusión: si es cuestión previa o no, osi ingresamos al debate del tema de fondo.

El señor PEASE GARCÍA (MDI).— Yo pen-saba, Presidente, referirme primero a la cues-tión previa, y luego desarrollar, al igual que eldoctor Chirinos Soto...

El señor PRESIDENTE.— No habría ningu-na dificultad en ese sentido, salvo que alguieninsista en que primero se vote sobre la cuestiónprevia.

Doctor Moreyra Loredo, ¿le parece que podemosabordar los dos temas de frente?

El señor MOREYRA LOREDO (SODE).— Meparece, señor Presidente, que se sigue tratandoel tema en primera persona; es decir, referido,para decirlo con nombre propio, a si vamos a re-elegir o no al señor Fujimori. Y yo creo que esova a distorsionar el debate.

Algunos van a lograr superar ese hecho y van apensar con profundidad, pensando en los próxi-mos cinco mil años y en la historia y la evolucióndel pensamiento; y en los hijos y en los nietos,sobre todo en los nietos, que tienen que ser muyrecordados. Pero creo que esta discusión alcan-zaría mayor altura, mayor precisión, más orden,si es que la hiciésemos resolviendo de maneraprevia lo que yo he planteado con ese carácter.En todo caso, señor Presidente, creo que los de-más miembros de esta Comisión pueden pronun-ciarse al respecto.

El señor PRESIDENTE.— Los señores con-gresistas que estén de acuerdo con que primerose vea la cuestión previa presentada se servirán

manifestarlo levantando la mano. (Votación).Tres votos. Los que estén en contra. (Votación).Cinco votos. Rechazada por 5 votos en contra y 3a favor.

Se van a tratar ambos temas simultáneamente.

Doctor Pease, puede usted continuar.

El señor PEASE GARCÍA (MDI).— SeñorPresidente: Voy a continuar. Pero lo que sí en-tiendo es que se votará primero la cuestión pre-via y después la cuestión de fondo.

Para mí, sobre la cuestión previa, que apoyo in-dudablemente, hay una situación muy simple. Ladoctora Chávez nos había señalado que era unaposición de principio, que no tenía que ver con elseñor Fujimori, que tenía que ver con la bondadde la reelección en sí misma. Obviamente, todoel país sabe que no es lo mismo debatir esto paralas próximas elecciones, que debatirlo por prin-cipio para el futuro. Y sí se puede perfectamentedar en una Constitución una norma y ponerleuna disposición transitoria que diga que eso valepara la elección del año subsiguiente, y no parael inmediato.

Creo que eso, obviamente, cambiaría los térmi-nos del debate; no variaría mi posición sobre eltema. Yo soy opuesto a la reelección, y sólo porrespeto y consideración a la tradición constitu-cional, acepto la posibilidad de una reelecciónpasado un período; porque me parece que haymuchas razones en la democracia de AméricaLatina, y no sólo del Perú, para oponerse a lareelección.

Sin embargo, me parece que ha quedado una cosaabsolutamente clara: en la propuesta de la doc-tora Chávez el problema no es de principios, elproblema es un problema contingente, porque sino, no hubiese la reacción que hay frente a lacuestión previa.

Hemos hecho muy bien, señor Presidente, enrecordar a Leguía. Yo, ciertamente, no tengo lavisión histórica tan positiva que tiene el doctorOrtiz de Zevallos, quizá porque no he tenido laocasión de ver más directamente. Sí es cierto quehubo obras importantes, pero creo que fuegravísimo para el Perú, gravísimo para la posibi-lidad democrática del Perú, lo que significóLeguía en términos de dictadura política; fuerade lo que significó, en términos de una lógica desen-frenada de endeudamiento y de políticas obse-cuentes, frente al peso de Estados Unidos.

Pienso, sin embargo, que lo más grave —comoha dicho muy bien el doctor Ortiz de Zevallos—fue la reelección. No fue un asunto accesorio,

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accidental, al gobierno. Y estamos repitiendo lahistoria, porque Leguía tuvo un Congreso débily obsecuente, tuvo una mayoría sumisa que leautorizó todo lo que le dio la gana.

Esta vez el país es testigo de que el Presidente dela República se ha ido a Japón, desde donde hadado luz verde a la reelección. Y automáticamentela Alianza Nueva Mayoría-Cambio 90 se reunió,hizo sus coordinaciones, a las que tiene todo dere-cho, y ya todo el país está informado de que hoyestamos acá cumpliendo un rito; un rito en el cualla mayoría parlamentaria va a cumplir la ordenpresidencial, de la misma manera que hace pocassemanas cumplió la orden presidencial de impe-dir que la investigación del caso La Cantuta vayaal fondo, castrando al Congreso de funciones fun-damentales y recibiendo —como lo han mostradolas encuestas de las últimas semanas— la sancióndel pueblo; porque el pueblo ha castigado al Con-greso y le sigue demandando que, en ese tema,tome la iniciativa.

Yo, lamentablemente, tengo que decir que esta-mos hoy repitiendo la historia de la época deLeguía, que estamos repitiendo la historia de loque significa la entronización del poder perso-nal. Y aquí yo quisiera centrar cuáles son las ra-zones de fondo a esta o a cualquier reelección enuna realidad como la latinoamericana.

Democracia es alternancia, pero no como lo defi-ne la doctora Chávez: no es simplemente la posi-bilidad de alternancia, es la efectiva alternancia.Democracia no es compatible con la continuidadde un esquema igual de liderazgo. Y esto tienemucho que ver con lo que es la institución delPresidente de la República en el Perú.

En la actual Constitución, y mucho más en laque ustedes están logrando aprobar, el Presidentede la República es una institución poderosísima,destacadamente poderosa, más allá de cualquiercosa. Incluso, ni siquiera hemos corregido sufi-cientemente el que "Poder Ejecutivo" no sea iguala "Presidente": casi todas las atribuciones estánen el Presidente de la República. Su peso está entoda la estructura del Estado, en todo el territo-rio nacional. Eso marca de una manera demasia-do fija el tipo de liderazgo, lleva a un liderazgocaudillista, personalista; lo fomenta; hace queincluso la soberbia se instale, a partir de los pri-meros éxitos, en los gobernantes. Eso lleva a unaenorme cantidad de errores.

Las instituciones en el Perú no son las institu-ciones de Estados Unidos. El Presidente norte-americano es poderoso, pero no es imposible quela Corte Suprema o el Congreso sean sus efecti-

vos controles. Watergate no hubiera podido dar-se en el Perú. Y eso fue, justamente, una actua-ción de un presidente manejando hilos de poderpara ser reelegido. Pero eso le costó la Presiden-cia a quien la ejercía, y eso no se repite. Allá es-tán en un régimen federal, con estados que tie-nen sus parlamentos y sus gobernadores que ja-más van a estar a órdenes del Presidente de laRepública. Es decir, la campaña electoral en laque el presidente participe como tal no va a seruna campaña tan diferenciada, tan sin posibili-dades de igualdad como en el Perú.

Pero hay algo más: por todo esto, por los proble-mas de la alternancia, por el exceso del poder delpresidente, porque las elecciones no van a serigualitarias, la segunda parte, la parte reelegida—segunda o tercera, ya que tienen la locura deproponerlo indefinido—, va a ser tremendamen-te inestable.

Un constituyente de 1979 —creo que fue el doc-tor Sánchez— decía que había que rebajar el pe-ríodo presidencial a cinco años porque siemprelos golpes de Estado se daban en el sexto. Eso esválido, por lo menos, para las últimas décadas.

Pero creo que, además de ese problema, si noso-tros nos remitimos a toda la historia política delPerú, gobierno largo es gobierno inestable. Losúltimos años de Odría fueron de enorme inesta-bilidad. ¿Queremos que el Perú siga siendo unacombinación de golpes y democracias efímeras?

Esta propuesta marca toda la Constitución. Estapropuesta lleva a una caricatura de democracia,lleva a lo que podríamos llamar una "repúblicaautocrática", porque va a ser una república don-de el presidente no sólo va a ser el primer poderdel Estado, sino que va a ser "el poder" del Esta-do. El Parlamento que está quedando en este di-seño es un Parlamento maniatado, reducido ychantajeado por la disolución, mientras que te-nemos un Presidente que se va a imponer en unacontinuidad mucho mayor.

No olvidemos una cosa que es fundamental: unademocracia, en una sociedad abierta, no hace delpoder político el único poder. Hay poder econó-mico, hay poder de los medios de comunicación.Leemos en el libro de Vargas Llosa que le regala-ron un millón de dólares, un canal de televisión,al cual después critica. Así se hacen las campa-ñas desiguales. Y aquí ustedes, los de la AlianzaNueva Mayoría-Cambio 90...

El señor CHIRINOS SOTO (R).— Pero VargasLlosa no ganó.

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El señor PEASE GARCÍA (MDI).— No, por-que exageró. No ganó, porque usó mal el millónde dólares. Pero el que haya usado mal el millónde dólares no significa la cuestión que está en labase: que había una desigualdad real en las elec-ciones.

Ustedes declaran que también han recibido gran-des descuentos, y que por eso —creo— eran so-lamente novecientos mil soles los que habíangastado. Pero nosotros vimos una telenovela detres días; una telenovela que ahora, por día, tie-ne un costo fabuloso. ¿Cuándo se da eso? Eso seda cuando hay poder. El poder económico finan-cia al poder político, cuando hay posibilidad depoder. ¿Eso iguala las elecciones?

Ayer me despertaron con una llamada de AntenaUno, y me he comprometido con nuestra amigaLuz Salgado a redactar un proyecto de ley que ella,a su vez, se ha comprometido a apoyar —vamos aver si le sigue su bancada— para que estas cues-tiones se traten de hacer igualitarias. Pero no hayley, no hay medida que pueda compensar el hechode que uno, dos o tres candidatos se enfrenten alPresidente del Perú en ejercicio; porque el Presi-dente del Perú en ejercicio es la figura más pode-rosa. No hay capacidad de comparar el poder polí-tico del Presidente en el Perú con lo que es el po-der de un alcalde o el poder de un parlamentario.

Decir que se da la reelección del Presidente de laRepública porque se da la reelección del parla-mentario o del alcalde es hacer una comparaciónabsolutamente imposible. Y eso, señor Presiden-te, creo que es muy serio para la democracia enel Perú.

Esta Constitución, al incluir la reelección, va a te-ner un sello indeleble; un sello indeleble que aca-bará con ella el día que ustedes pierdan la mayoríaen el Congreso; acabará el día que Fujimori deje deser presidente. Tengo la absoluta seguridad de eso.Tengo la absoluta seguridad de que nuestro traba-jo, en ese sentido, será un poco inútil o no será todolo útil que debiera haber sido porque, efectivamen-te, no hay durabilidad posible.

¿Qué democracia queremos para el Perú? ¿Unademocracia sin alternancia efectiva? ¿Una demo-cracia con absoluta desigualdad de poder? ¿Unademocracia que consagra el caudillismo y el per-sonalismo? ¿Una democracia que, en lugar de serinstituciones y derechos, como es gráficamentela democracia, sea personalismo y caudillismo?Eso, señor Presidente, es el fin de la democracia.

Quizá debiéramos discutir este tema junto conel de la pena de muerte, porque estoy convenci-

do de que la reelección en el Perú es la "pena demuerte" de la democracia.

Gracias.

El señor PRESIDENTE.— Puede hacer usode la palabra el señor Luis Tord.

El señor TORD ROMERO (CODE).— Gra-cias, señor Presidente.

Ya es tarde, pero hubiera preferido que se hubie-se ido en orden: primero sobre la cuestión previay luego sobre la cuestión de fondo, porque mepareció muy bueno el planteamiento del colegaManuel Moreyra Loredo de ver hasta qué puntono tiene nombre propio este artículo que se pre-tende incluir en la nueva Constitución y se va aél por convicciones, según se dice, de principios,y no personales. De forma tal que hubiera sidomuy aliviado que la mayoría parlamentaria yahubiera planteado un respaldo a lo que está su-giriendo el colega Moreyra: que se legisle sobrela naturaleza de las cosas y muy lejos del plan-teamiento egoísta de las personas.

Por lo tanto, yo me suscribo apoyando la insis-tencia en esa cuestión previa, para que se despe-je con claridad si de parte de la Alianza NuevaMayoría-Cambio 90 se dice que, efectivamente,no va a ser aplicado inmediatamente el principiode la reelección en 1995 para quienes están cum-pliendo funciones públicas ahora. Realmente,para mí sería excepcional dejarme atraer por latesis del principio de la reelección, porque sal-drían del medio los intereses que obviamente es-tán evidenciados en la pretensión de incluir elartículo de la reelección permanente.

Ésa es mi posición sobre la cuestión previa. Oja-lá que la mayoría parlamentaria, quizá al reca-pacitar en el asunto, de pronto diga que, efecti-vamente, los que están hoy en la función públicano van a ser objeto de la aplicación de la reelec-ción, si ésta fuese la norma a aprobarse.

En el asunto de fondo, me parece que hay unaconfusión de parte de la Alianza Nueva Mayoría-Cambio 90, porque esgrime el argumento de lalibertad que tienen, o deben tener, los ciudada-nos para elegir a quienes ellos deseen, como silas tesis neoliberales que se están esgrimiendodesde hace tiempo —muy interesantes muchasde ellas—, aplicadas al espacio de la economía,puedan también tener tesis aplicables, como prin-cipios, al espacio de la política. Me parece unaequivocación de la mayoría parlamentaria creeren esas tesis, aunque yo estoy de acuerdo conmuchos de esos aspectos; por supuesto, con limi-taciones que no vienen al caso decir aquí.

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En la política, señores de la Alianza Nueva Ma-yoría-Cambio 90, hay otros factores —los de laantropología social, la sicología colectiva, la tra-dición, las costumbres, etcétera— que son esen-ciales para un buen juicio del legislador sobre loque él pretende legislar.

Me parece que hay un cierto desconocimiento dela historia nacional. Los que tenemos algunasdécadas o centurias en este país estamos acos-tumbrados a pensar en su historia; instintiva-mente pensamos en ella, la tenemos en la san-gre, nos viene de nuestros antepasados. Hemosregado los campos de batalla con parientes, he-mos estado, en algunos casos, en la política, he-mos estado en las universidades. Por lo tanto,nuestra personalidad va más allá de nuestroegoísmo individual. Nosotros cargamos con he-rencias patrióticas.

Creemos que, como constituyentes, esas heren-cias son parte de nuestro palpitar diario; y cree-mos que no solamente es un asunto de percep-ción o intuición intelectual, sino también de pro-fundos instintos de la sangre. En ese sentido,advierto y, junto con ello, invoco a la mayoría aque revise el transcurrir de la historia nacional.Ya lo dijeron con mucho tino algunos congresis-tas en los minutos anteriores. Yo creo que debe-ría verdaderamente meditarse sobre ese tema,desde lo que fue la fundación de la Repúblicahasta ahora, así como sobre la discreción y pru-dencia tenidas por nuestros antecesores legisla-dores de cuidarse muchísimo en este asunto des-de el SIGLO XIX.

Ésta es una historia muy antigua —usted, señorPresidente, la conoce como profesor universita-rio—: viene desde que se suscitan los problemasentre el Ejecutivo y el Legislativo a lo largo delas once constituciones nacionales que hemostenido, las mismas que han reflejado, es cierto,estas tensiones. No podemos ocultar que siem-pre ha habido tensiones entre los excesos del Eje-cutivo, por sus peligros...

Disculpen, creí que el señor Presidente me esta-ba diciendo algo.

Continúo. Siempre ha habido estas tensionesentre el Ejecutivo y el Legislativo por los celosque, naturalmente, se suscitan respecto de lasatribuciones de cada cual.

La historia del Perú corre paralela a sus consti-tuciones, es indesligable de sus fluctuacionespolíticas. Estamos ahora, hoy día, en la mañana,en esta mesa, en el caso de un acontecimientohistórico de primera magnitud; posiblemente, es

uno de los más importantes que han ocurrido nosólo en estas semanas, sino en los últimos añosen el país.

Tengamos en cuenta que los recortes que ya sehan mencionado a las atribuciones del Congresoson excesivos: una sola Cámara; no se va a ratifi-car a embajadores, aparentemente; no se ratifi-caría ascensos de militares de alta graduación;la amenaza de la disolución del Congreso, que yase ha mencionado. Estas y otras cortapisas ha-cen que haya triunfado, hasta ahora, en el pro-yecto la tesis presidencialista con demasiadosexcesos. Esto ya, en este momento, ha termina-do con el equilibrio entre las atribuciones y de-rechos de la Presidencia de la República y delEjecutivo y los del Legislativo. Sospecho que conla decisión de la reelección, e inclusive la reelec-ción indefinida, se dará un volteretazo final alequilibrio que debió tener esta Constitución.

Estamos aún a tiempo, señor Presidente, paraser prudentes, para perfilar y limar una Consti-tución en la que todavía yo creo. Pero, despuésde la votación que pudiera registrase esta maña-na, va a producirse un desequilibrio profundoentre los poderes del Estado. Los recortes quehan ocurrido al Congreso de la República, a pe-sar de ser desdichados, a mi modo de ver, todavíapodrían ser subsanables o salvables; o permiti-rían funcionar al Congreso, aunque no con la ple-nitud que yo pienso. Pero creo que con la reelec-ción indefinida esto ya se voltearía en definitivay estaríamos aprobando un proyecto de Consti-tución que adolecería de gravísimas inconsis-tencias.

Admiro la intervención de Enrique Chirinos Soto,maestro universitario, constitucionalista, porqueme exime de recorrer los conceptos que él tanbrillantemente ha recorrido ya, engarzándoloscon la historia patria, los que suscribo íntegra-mente. Recuerda los momentos más dramáticosde nuestra historia política, como aquel de laConstitución tan frágil de 1827, que venía de unhombre tan admirable como el propio SimónBolívar.

A él, por tantos títulos, podríamos nosotros ha-berlo respaldado en los principios que pudo ha-ber fijado en esa Constitución; pero ésta tuvo ladesgracia de acercarse coquetamente a lo que élsiempre había combatido: a la Monarquía. Bolí-var no lo dijo con esos términos; sin embargo, encartas importantes que él escribió alrededor dela Constitución Vitalicia de 1827, recuerda elhecho de que la estabilidad de la Monarquía loiluminó, en esos momentos declinantes de susconvicciones democráticas y liberales, para ce-der ante la tentación del poder perpetuo.

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Como sabemos, el pueblo de Lima no resistió nidos meses la Constitución Vitalicia, que se juróentre noviembre y diciembre del año 1827, y loscabildos de Lima se levantaron a finales de ene-ro de 1828: ni sesenta días después de juramen-tada por las dignísimas autoridades que en di-ciembre de 1827 se inclinaron mientras estuvoBolívar cerca. Cuando Bolívar estuvo a unos cuan-tos kilómetros fuera de nuestras fronteras, a lossesenta días, los cabildos de Lima se reunieron yderogaron inmediatamente la Constitución delaño 1827 por las taras que contenía; entre ellas—imagínese usted, señor Presidente—, la Presi-dencia Vitalicia y el famoso Senado Perpetuo, queera también una especie de herencia monárqui-ca que venía desde atrás.

Yo comprendo que en otros territorios haya fun-cionado, seguramente, la tradición monárquica.Ahora estamos releyendo en los cables el matri-monio del Príncipe heredero del Japón. Me felici-to mucho de que esa dinastía, después de mil qui-nientos años, continúe. Sin embargo, nosotros nohemos escogido ni el Imperio ni la Monarquía.Aunque no son sistemas malos en sí, no los he-mos escogido.

El señor MOREYRA LOREDO (SODE).— Yoestaba pensando en la evolución histórica delpensamiento humano. Me ha "impresionado" eseargumento de cómo se llega a la democracia, ycómo uno se puede desprender después de la de-mocracia.

No sé si pudiera analizar más ese pensamiento,señor Tord, porque Martha Chávez ha sido ex-traordinariamente clara de su "avance" hacia lademocracia. Hay la retrocesión, también.

El señor TORD ROMERO (CODE).— Bue-no, yo sugeriría la lectura de la polémica de losfundadores de la República. Creo que sugeriríala lectura de los principios republicanos esgrimi-dos por José Faustino Sánchez Carrión en LaAbeja republicana, en los periódicos que él re-dactó entre los años 1821 y 1824; y cómo en ellosdesmontó las tesis monárquicas de Bernardo deMonteagudo y del magnífico Protector San Mar-tín, a quien admiro, pero no en ese terreno, noen sus ideas políticas.

Creo que ahí están, señor Moreyra, claramentedefinidas las bases de la República. Y después deciento setenta años de antepasados nuestros co-munes, luchando en todo sitio por estas tesis, puesaquí nos encontramos, una vez más, alrededor deesta mesa para discutir lo que ciento setenta añosatrás nuestros próceres ya sentaron como la defi-nición de nuestra patria.

Yo, que soy hombre de universidad, como usted,señor Presidente, recojo las ideas de los pensa-dores de la universidad, quienes —sin ánimo deegoísmos, sino simplemente como una experien-cia histórica y de pensamiento— me han dichomuchas veces que sería un error de parte de laAlianza Nueva Mayoría-Cambio 90 ir hacia lareelección presidencial en un país con una tradi-ción tan movediza e inquietante como la nues-tra.

Por último, recogí por ahí aquello de que estepaís se convertiría en una especie de país longplay, por aquello de treinta y tres revolucionespor minuto, desde el momento en que se pasaraa la aprobación de este tipo de tesis.

Entonces, invoco que no se apresuren las cosas;que se remedite la cuestión; que los argumen-tos, que a veces hemos tratado de adornarlos conalguna gracia —me disculpan—, sean revisadoscon seriedad y profundidad y sopesados en todoaquello que ya los que me han antecedido handicho; en particular, Enrique Chirinos, cuya in-tervención, hecha de una manera verdaderamen-te interesante, es una de las buenas que he escu-chado: ordenada y precisa y muy llena de senti-do común sobre el tema.

Eso es todo por ahora, señor Presidente.

Muchas gracias.

El señor PRESIDENTE.— Puede hacer usode la palabra el señor Carlos Ferrero.

El señor FERRERO COSTA (NM-C90).— Se-ñor Presidente: Voy a dividir esta exposición encuatro partes. Primero, expondré sobre la teoríade la reelección; segundo, sobre la reelección en elPerú de hoy; tercero, sobre las condiciones quedeben darse en una reelección; y, finalmente, so-bre los términos y los plazos de la reelección.

Con relación al primer punto, que es sobre la teo-ría de la reelección, a mí no me cabe duda de que,en términos doctrinarios, los argumentos en con-tra de la reelección inmediata tienen un gran pesoen la teoría, un enorme peso. Y ese peso está ba-sado, por ejemplo, en las siguientes argumenta-ciones, que son difícilmente rebatibles y que no-sotros hemos tenido en cuenta al tomar nuestradecisión.

Queda constancia, a mérito de lo que a continua-ción voy a explicar, de que estas consideracioneshan sido analizadas una por una, y las voy a com-partir con ustedes. La primera de ellas es que lareelección favorece de manera exagerada a quienejerce el poder; es decir, la reelección otorga una

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ventaja difícil de equiparar a aquel que se en-cuentra en el ejercicio del mando.

Ese argumento es válido no sólo porque quienestá en ejercicio del poder tiene una presenciadiaria en el manejo del gobierno, sino porque estolo coloca, normalmente, en el centro de la opi-nión pública. Es muy difícil para cualquier can-didato oponer una presencia en los términos dela discusión y del debate, tanto en los medioscomo en los lugares donde él vaya en función desu campaña, para equiparar las ventajas que sig-nifica y representa la presencia diaria del Presi-dente de la República que a la vez es candidato.

Se ha dicho que esa ventaja del Presidente pue-de él transferirla a su candidato en un procesoelectoral; y que en tal caso, por ejemplo, AlanGarcía pudo haber transferido en favor de AlvaCastro todas las ventajas que le daba a él serPresidente de la República.

En mi opinión, ese argumento es objetable, por-que no hay esa capacidad de transferir la perso-na. Hay capacidad de transferir un programa degobierno y una tesis general, pero la simpatíapersonal, el prestigio del Presidente de la Repú-blica no llega a ser delegado, transferido, al can-didato del gobierno; lo cual quiere decir, enton-ces, que, cuando el Presidente es, a la vez, el can-didato, sus ventajas resultan ser imposibles deequiparar por aquel que quiera oponerse a sucandidatura.

Y junto con esto va —siempre dentro de la mis-ma razón— una circunstancia digna de ser apre-ciada, cual es que el Presidente de la República,aun cuando a veces él pudiera no quererlo, cuen-ta con un aparato burocrático que de todas ma-neras lo favorece. Digo "aun cuando él no quisie-ra" porque inclusive se da el caso de candidatos,que son presidentes de la República, a quienesles puede estorbar una maquinaria administra-tiva que, en la práctica, resulta limitando sus mo-vimientos y entorpeciendo las posibilidades queél tiene de plantear alguna independencia frentea reformas futuras del otro gobierno, con rela-ción a las cuales él está ejerciendo.

Sin embargo, es evidente que la presencia dedignatarios del gobierno en casi todo el país otor-ga facilidades para que los candidatos que sim-patizan con el Presidente de la República, que asu vez es candidato, tengan todo ese apoyo que—digo— no siempre es de manera directa, peroque en forma indirecta sí se presenta.

Hago acá una digresión, señor Presidente, paradestacar que no estoy hablando en este momen-

to sólo del Perú. En general, la doctrina consti-tucional ve con preocupación la reelección inme-diata, porque en todas partes el candidato-presi-dente tiene una ventaja que es muy difícil deequiparar por el candidato opositor.

La segunda razón por la cual en la doctrina y enla teoría la reelección inmediata tiene graves im-plicancias es que significa consolidar al mismogrupo de poder. Es decir, las personas que hanestado ya participando del gobierno son normal-mente las que regresan después a seguir ejercien-dola. Eso significa alcaldes, prefectos, ministros,diputados, congresistas y todo tipo de servidorespúblicos, que son como una red nacional, unaestructura.

Pero alguien podría decir: ¿Qué tiene de malo?¿Por qué dice usted que se consolida el poder?Porque hay una tendencia en los grupos a cerrar-se alrededor del poder y del Estado, y a impedir,no siempre en forma consciente, que haya unapermeabilidad para que internamente ese poderse renueve.

Estos grupos de poder en una reelección inme-diata fortalecen su vocación centralizadora y con-firman su voluntad de enraizarse en el manejode la cosa pública, lo que, en el caso de una re-elección que no fuera inmediata, los saca del po-der aun cuando ellos no quisieran. Es decir, lareelección inmediata tiene como segundo riesgoque el grupo de poder se consolida en sus posi-ciones y, por tanto, dificulta la permeabilidad enel manejo de la cosa pública.

El tercer argumento, teórico y doctrinario, encontra de la reelección inmediata es que hacemucho más complejo el proceso de fiscalización.La fiscalización del poder, no sólo del Presidentede la República, sino también de su gobierno, serealiza de manera más efectiva cuando es reem-plazado por otro gobierno. Entonces, el gobiernoque llega —que ya no es el mismo— está en con-diciones de ver con mayor imparcialidad cuálesson los actos que, en su opinión, merecen ser fis-calizados; no sólo para ver si hay error, sino tam-bién para enmendarlo; porque yo no estoy soste-niendo la tesis de que todo lo que hace el gobier-no que llega debe ser distinto, sino que el gobier-no que llega está en mejores condiciones de ana-lizar lo que ha hecho el gobierno que se va.

Entonces, la fiscalización es mucho más objeti-va, es más real y es más efectiva cuando puedeexistir una alternancia en el poder que coloque,necesariamente, al gobierno nuevo en una situa-ción mejor para poder fiscalizar los actos del go-bierno saliente.

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En cuarto lugar, es verdad —y lo han menciona-do otros señores, por eso no voy a extenderme—que la tradición en el Perú, y no ha sido por gus-to, es contraria a la reelección inmediata. Cual-quiera que, objetivamente, desee analizar la his-toria del Perú no puede dejar de leer esos capítu-los. Nosotros lo hemos analizado. Personalmen-te, creo que es un argumento de gran peso ennuestra historia. No creo que pueda ser decisivo,pero hay que tenerlo en cuenta.

Por algún motivo tiene que ser que durante tan-tos años y decenios, durante casi dos siglos, losperuanos se han resistido constitucionalmente aponer la reelección inmediata. Tienen que serrazones que no por gusto se repiten a través deltiempo. Yo sé que el tiempo no es garantía decerteza ni de verdad y puede ser cambiado poruna experiencia histórica a partir de determina-do momento. Cuando la Monarquía estaba porcaer, sus partidarios decían: "Tenemos trescien-tos años de Monarquía. ¿Cómo vamos a pasar ala República?" Y la República probó que era me-jor que la Monarquía, a pesar de todos los añosque ésta tenía.

Pero estas razones de orden teórico —que yo es-pero que la Mesa pueda apreciar— son de fondo,y tienen que ser cotejadas, comparándolas y con-trastándolas con la realidad del Perú. Y aquí vie-ne la cuestión central: ¿cuáles son las ventajas,en términos generales, que tiene una reeleccióninmediata? Porque hay países que sí la contem-plan y sí la aceptan. No seríamos nosotros el únicopaís del mundo que estableciera reelección in-mediata. ¿Cuáles son las razones por las que enotras sociedades se permite la reelección inme-diata? ¿Porque están pensando en un dictador?¿Porque se quiere perpetuar en el poder a ungrupo? ¿Porque no quieren fiscalización? De re-pente hay otras razones. ¿Cuáles son las otrasrazones? Por qué la oposición, por ejemplo, no seha puesto esta pregunta en su cabeza: ¿tiene lareelección solamente desventajas o tiene tambiénventajas teóricas?

Sí las tiene: Son dos, señor Presidente. La pri-mera es que si uno realmente cree que el puebloes capaz de decidir y confía en que el voto de losdemás vale igual que el de uno, en el fondo nohabría argumento para decir: ¿por qué no va aser el votante quien resuelva si el Presidente dela República se queda o se va?, ¿por qué va amandar un libro escrito por un grupo de consti-tuyentes, y no por la voluntad individual y per-sonal del que deposita su voto? O sea, si yo creoque el votante tiene tanta inteligencia o criteriocomo yo o como usted, por qué no decirle al vo-tante: "como no sé si el presidente debe irse o

quedarse, mejor decídelo tú". Entonces, es el vo-tante, con su voto, quien resuelve si se va o si sequeda el presidente.

Éste es, democráticamente, un argumento tam-bién de mucha fuerza; porque, si realmente lapoblación quisiera que se fuera un presidente ysi las elecciones fueran impecables —como debe-rían de ser, aunque nunca lo han sido en la histo-ria del Perú hasta ahora—, en ese caso, el pueblopodría decirle que se vaya y que entre el gana-dor.

Entonces, en estricto sentido democrático, la re-elección que entrega la decisión final al pueblono va en contra del principio, sino al contrario:en teoría, lo fortalece, porque en última instan-cia delega la decisión final al votante, y no a quienhizo la Constitución, ni tampoco al que está enel gobierno; siempre y cuando se den, por supues-to, determinadas condiciones que permitan queeste cotejo sea imparcial.

Pero la segunda realidad es que muchas perso-nas dicen: "Si el gobierno ha terminado sólo amedias una tarea importante, ¿por qué negarleque continúe?" Por qué a un presidente que hahecho una buena obra se le va a decir: "Termina-ron sus cinco años; si quiere regresar para con-ducir los destinos de este país, cualquiera quesea, tiene que irse primero cinco años a su casa ydespués volver."

Claro, algunos dirían que un buen programa degobierno puede ser realizado por el presidente "A"o por el presidente "B"; porque, como son las mis-mas ideas, distintas personas deberían ser capa-ces de aplicar una misma idea, si es que concuer-dan con ella. Pero la verdad, señores, no es así.

En la práctica, es verdad que los gobiernos seidentifican mucho con la persona que los enca-beza. Entonces, si la obra se ha quedado incon-clusa, si estamos todavía a mitad del camino, ¿porqué negar que el camino lo termine aquel que loinició? Por qué decirle a alguien: "Estás marchan-do bien, estás gobernando con el apoyo del se-tenta o del cincuenta por ciento de la población,la gente quiere que te quedes; pero yo te ordenoque te vayas porque hemos hecho una Constitu-ción que obliga que tú te vayas".

Entonces, no es una pregunta cualquiera. En elfondo, le quita la posibilidad al país de que sigaaquel gobernante, si éste fuese bueno, que estádemostrando que es bueno. O sea, se corta el ins-trumento que el pueblo tiene para buscar su pro-pio bienestar, que sería la continuación de unaobra.

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Ésta es, entonces, señor Presidente, sólo la pri-mera parte de esta exposición. Si usted no tieneinconveniente, todavía quedan tres por desarro-llar.

El señor PRESIDENTE.— Trate de sintetizarsu punto de vista, por favor.

El señor FERRERO COSTA (NM-C90).—Debe ser, Presidente, que por mi condición deprofesor en Derecho Constitucional me resultemás difícil que a otros haber tomado la decisiónque hemos tomado; y por eso me estoy permi-tiendo una exposición un poco más amplia.

Vamos, ahora, a ver el caso del Perú. Si es que enla doctrina, en general, hay argumentos a favory en contra de la reelección inmediata, y quepudiera pensarse que los argumentos a favor tie-nen menos peso que los argumentos en contra,¿qué pasa en el Perú de hoy? Nos encontramoscon una aparente contradicción entre lo que dicela doctrina y lo que quiere el Perú. ¿Por qué?Porque si uno pregunta en la calle, y si uno con-sulta a la gente que nos rodea y le hace la siguien-te requisitoria: ¿usted cree que el presidenteFujimori debería quedarse un período más?, loque normalmente contesta es que sí. O sea, ésaes la pregunta que uno hace y que tiene obliga-ción de formular, y ésa es la respuesta que obtie-ne.

Quedan, entonces, dos alternativas: o uno le dice:"Mira, votante, en realidad debería quedarse elpresidente Fujimori, como tú quieres, pero laConstitución le prohíbe que se quede; entonces,tú debes cambiar tu posición, esperarte cincoaños más, aceptar que nosotros, los constituyen-tes y los abogados y los que hacemos la ley, tene-mos la razón y que tu deseo quede frustrado". Yentonces viene la pregunta: ¿podemos nosotros,los representantes del pueblo, decirle al pueblo:"Tú quieres que Fujimori se quede, pero noso-tros no vamos a abrirte la puerta para que sequede, sino que, al contrario, la vamos a cerrar"?

¿Estamos interpretando adecuadamente el man-dato si es que no somos capaces de recoger lasaspiraciones del pueblo y darles cabida? ¿Acasonosotros estaríamos haciendo a Fujimori presi-dente, o estaríamos —como ya lo han dicho otraspersonas— colocando a Fujimori en la balotacomo una de las alternativas del proceso electo-ral? Y lo que estamos haciendo es eso: colocandoa Fujimori como una de las alternativas del pro-ceso electoral.

Manuel Moreyra decía hace poco, planteándolocomo cuestión previa, que por qué no discutía-mos este asunto así, en términos globales, sin

hablar del presidente Fujimori. Ésa era una po-sibilidad, pero yo no he querido entrar por esecamino, porque sí creo que esta discusión estáestrechamente ligada a la reelección del presi-dente Fujimori; y no intento disimularla, entreotras razones, porque nadie lo creería si noso-tros disimuláramos el problema.

El problema es si el presidente Fujimori se pue-de quedar o no. Bien, si yo siento que los votan-tes que me han elegido me están diciendo: "Abrela puerta para que pueda ser candidato, no la cie-rres" y si yo voy en contra de ese pensamiento ychoco con la realidad, me quedo en la teoría. Perodebo contrastar las inquietudes y los deseos deun pueblo que tiene un camino diferente. Es poresa razón que, en la realidad, uno tiene que con-siderar el pedido que está haciendo el pueblo paraque esa posibilidad sí exista. Ignorarla significa-ría poner primero la teoría y después la realidadcuando, en el fondo, lo justo es poner primero larealidad y someter a ella los condicionamientosjurídicos, siempre que se den en condiciones deigualdad.

Paso, señor Presidente, al tercer punto, el penúl-timo.

Si nosotros sostenemos la pertinencia de la re-elección inmediata, no es porque creemos quedeba hacerse ni en forma ilimitada ni tampocosin condición alguna, porque —como hemos ad-vertido— hay una ventaja para quien conduce lacandidatura siendo Presidente de la República.Yo creo que, cuando menos, tendrían que esta-blecerse —y eso será motivo de una discusiónposterior— reglas de juego que limiten la venta-ja del presidente-candidato.

¿Cuáles pueden ser, por ejemplo, estas reglas dejuego que limiten la ventaja y que hagan una con-dición de mayor igualdad?

La primera es que cabe sostener, por ejemplo,que el presidente-candidato debería dejar la Pre-sidencia de la República en el momento en quese inscribe como candidato. Creo que eso seríaobjetivo, una manera de desvincularse del apa-rato diario del poder y de hacer ver que él pasa aser candidato en lugar de presidente, de maneraque ejerza la presidencia quien señale la ley cons-titucional. Eso permitiría darle al proceso unamayor pureza.

En segundo lugar, habría que pensar en un Ju-rado Nacional de Elecciones mucho mejor que elque se tiene ahora. Algo, por ejemplo, como elcaso del Tribunal de Honor: un grupo de perso-nas de una reputación indiscutible, de la más

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absoluta calidad, colocada de consenso por todoslos grupos políticos, de tal forma que pudieranconstituir un jurado verdaderamente creíble, enel que fuera cierto que van a tomar la decisiónfinal sin ningún condicionamiento político. Y sieso no fuese posible, por lo menos que se dictennormas elementales para colocar en esos pues-tos, por todas las instituciones, a gente indepen-diente.

En tercer lugar, las normas de propaganda elec-toral tendrían que ser mejoradas para impedir elbeneficio de unos candidatos sobre los otros, in-clusive en la utilización de cualquier recurso vin-culado con el poder.

Y, en cuarto lugar, los fondos tendrían que servigilados por el Jurado Nacional de Elecciones,para que nadie pudiese colocar un aviso en la te-levisión, ni paneles en las calles, si es que pre-viamente sus presupuestos de campaña no hu-bieran sido supervisados y aprobados por un ju-rado independiente, que impidiera que cualquiercandidato obtuviese ventaja.

Dos cosas adicionales. Para dentro de dos añoses probable que ya existan sistemas de cómputomucho mejores que los actuales. Recordemos quehace poco el Presidente de la Cámara de Diputa-dos sugirió —y no se pudo implementar— quelas actas de los jurados provinciales pudieran serremitidas vía fax. Ése es un ejemplo de las mu-chas cosas que todavía se pueden hacer para me-jorar nuestro proceso electoral; de tal forma que,inclusive, esas dos actas que hoy se dan —una alas Fuerzas Armadas y otra al Jurado Nacionalde Elecciones— pudieran ser cambiadas por unatercera acta que se diera a una entidad indepen-diente que pudiese convalidar los resultadoselectorales con absoluta imparcialidad; más alládel propio Jurado y más allá de las actas de lasFuerzas Armadas, que —dicho sea de paso— sonsecretas y, según entiendo, se destruyen a los dosaños, lo cual quiere decir que en la práctica nosirven para nada.

Estas razones harían posible encontrar condicio-nes de competencia electoral mucho más favora-bles que aquellas que produciría una candidatu-ra que va por la reelección; reglas de juego queden luz sobre el campo y permitan apreciar a laspersonas que quien gana lo hace limpiamente.

Finalmente, señor Presidente, aunque este temano se ha tocado de manera definida en esta reu-nión, salvo por el doctor Chirinos Soto, yo noquisiera pasar un segundo más sin plantear unaopinión.

Ha dicho el doctor Chirinos Soto que la mayoríaparlamentaria trae un proyecto de reelección in-definida. Yo, primero, quiero hacer presente queel texto del artículo puesto en la Mesa dice "inme-diata", no menciona "indefinida". Sin embargo,reconozco que en la bancada de Nueva Mayoría-Cambio 90 hay una tendencia mayoritaria en esesentido. Yo tengo la esperanza de que este temasiga siendo tratado en los días que vienen y quetodos podamos continuar reflexionando alrededordel mismo. No tengo ningún temor en anticipar,como ciudadano libre, mi posición adversa a unareelección indefinida, por seis razones:

Primero: la democracia se sustenta no sólo en laseparación de poderes y en el Estado de derecho,donde prima la ley; democracia también signifi-ca posibilidad de cambiar unos por otros. Unademocracia en la que la misma persona o el mis-mo grupo se mantiene por veinte, treinta o cua-renta, para mí, deja de ser democracia.

Segundo: el poder largo y extenso impide la re-novación de las personas, lo que es parte de nues-tra cultura cívica y de la necesidad de una demo-cracia. Un país de veinte millones de habitantes—que mañana serán treinta o cuarenta millo-nes—, gobernado durante cuarenta o veinte añospor el mismo grupo de mil quinientos peruanoses un error, porque lo ideal es que haya algúnproceso de selección en que otros, distintos delos que estamos en esta mesa —como los señoresque están allá o están más allá—, mañana esténaquí y nosotros allá. Eso es algo indispensablepara que la democracia sea rica, porque la demo-cracia se enriquece en la variedad, en la trans-formación, en una dialéctica en la cual los demáshacen lo que uno no hizo y llegan donde uno nopudo llegar.

En tercer lugar, señor Presidente, está demos-trado —y esto sí es verdad— que el poder largotiende a corromper. Cuando un óxido se ponesobre un fierro que está al viento, al primer díano hay nada; al segundo, tampoco; pero al meshay un color marrón, a los dos meses empieza adoblarse, y a los tres meses se ha roto y ha desa-parecido, y se ha vuelto polvo por la acción deltiempo.

Pues bien, yo sostengo que el tiempo corrompeal poder cuando éste es largo. Es decir, en la na-turaleza del ser humano hay tendencias que soninnatas. Una tendencia innata es a conservar elpoder. No es porque la gente sea mala, sino por-que muchas veces está rodeada por adictos; mu-chas veces cree que está haciendo bien, pero porla falta de críticas llega a pensar que es insusti-tuible. Y eso genera la dificultad de morigerar

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los abusos del poder y la dificultad de impedir eldesarrollo de dictaduras, que es en lo que se con-vierten, a la larga, las reelecciones indefinidas.

Mis tres últimas razones, señor Presidente.

En cuarto lugar, cuando una democracia dice queacepta reelección indefinida, desgasta el concep-to del término democracia. Esto es lo que le hapasado a México, en donde muchos ya no hancreído que era democracia.

Establecer la posibilidad de un gobierno reelegi-do es exacerbar los ánimos, arrinconar a la opo-sición, poner una posición política que dice a to-dos los que no piensan como uno: "Prepárate, por-que acá viene un largo rato de gobierno de unsólo sentido". Y, en mi opinión, señor Presidente,como lo he sostenido muchas veces, yo discrepocon la actual oposición, lucho para que ella noprospere en muchos de los proyectos que tiene;pero respeto a la oposición y creo que tiene queexistir. La oposición va a sentir que se exacerba,se va a sentir arrinconada, acá y en cualquierpaís, cuando le digan que en el porvenir no hayninguna probabilidad de que ella pueda algún díagobernar.

Por todas estas consideraciones, señor Presiden-te, yo afirmo lo siguiente: primero, hay que apo-yar la reelección inmediata por una sola vez; se-gundo, ella debe estar acompañada por condicio-nes electorales de igualdad para todos, que no sepresten a ninguna discusión; tercero, hay queimpedir que prospere cualquier idea que signifi-que la reelección indefinida.

Gracias.

El señor PRESIDENTE.— Puede hacer usode la palabra, doctora Lourdes Flores.

La señora FLORES NANO (PPC).— SeñorPresidente: Aunque Heráclito ha sostenido quenadie se baña dos veces en el mismo río, no sé sien esta mañana hemos retrocedido en la histo-ria. Tal vez, el día de hoy podríamos haber escu-chado al Bolívar que en 1825 afirmaba que el Pre-sidente de la República viene a ser, en nuestraConstitución, como el sol que, firme en su cen-tro, da vida al universo, justificando así la perpe-tuidad en su mando; o leído el dictamen del Se-nado que, primero, en 1922 justificaba la modifi-cación de la Carta de 1920 y aprobaba la reelec-ción inmediata, alegando que ella era un premiopara el mandatario que desempeñaba la Presi-dencia de la República con beneplácito del país,y aquello le permitía llevar adelante todos susproyectos y planes administrativos; o tal vez elsustento del proyecto que en 1929 amparaba la

segunda reelección de Leguía, esta vez con ca-rácter definitivo, alegando simplemente que parauna obra extraordinaria se requiere un hombreextraordinario.

Pero como la historia deja fundamentalmente lec-ciones, yo comprendo bien el rol que nos tocacumplir; porque, al leer a nuestros historiadoresy juristas, descubro cómo, con la perspectiva deltiempo, esas posiciones siempre son vistas des-pectivamente. En cambio, sólo he encontrado fra-ses de respeto y admiración para valiosas reflexio-nes de hombres como Manuel Vicente Villarán,que, tras renunciar al rectorado de la Universi-dad Nacional Mayor de San Marcos en 1924, con-denó la modificación reeleccionista, advirtiendoa la nación que ella no era una necesidad públi-ca, que constituía un grave error político y queiba a permitir la perpetuación de un caudillajesemidictatorial y semivitalicio; pronóstico que,en efecto, se cumplió.

Y aunque estoy muy lejos, señor, de la calidad deese gran jurista que fue Villarán, ojalá que estasreflexiones —que serán evaluadas con el tiem-po— sean vistas como las palabras maduras yserenas de una política joven, que cree firmemen-te en la democracia y que la entiende sustentadaen la institucionalidad, y no en el caudillismo,que ha perdurado y ha marcado nuestra historiarepublicana.

La no reelección surgió en América Latina a conse-cuencia de la pretensión de algunos presidentes deperpetuarse en el poder mediante reelecciones su-cesivas. Fue la reacción contra el reeleccionismode Porfirio Díaz en México, de Juan Domingo Perónen Argentina, de Juan Vicente Gómez en Venezue-la. Hoy se encuentra generalizada en América La-tina, donde constituciones que consagran la no re-elección absoluta y la no reelección inmediata mar-can la tendencia dominante.

La tradición constitucional peruana también hasido la de la no reelección inmediata, con la sal-vedad hecha de la peculiar modificación de laConstitución de 1920. Por ello, la Constituciónde 1933, como respuesta y reacción frente aloncenio, consagró en su artículo 142.° la siguien-te fórmula: "No hay reelección presidencial in-mediata. Esta prohibición no puede ser reforma-da ni derogada. El autor o autores de la proposi-ción reformatoria o derogatoria, y los que la apo-yen, directa o indirectamente, cesarán, de hecho,en el desempeño de sus respectivos cargos y que-darán permanentemente inhabilitados para elejercicio de toda función pública". Y considero queesa tendencia es sabia.

Los señores ex decanos del Colegio de Abogadosde Lima, en documento alcanzado a esta Comi-

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sión, explican con nitidez que no es la institu-ción de la reelección la que define el carácter de-mocrático o no de nuestra Constitución. Citan,para ello, naciones que en efecto la consagran;pero aconsejan, atendiendo a la realidad nacio-nal, la fórmula de la no reelección absoluta e in-ciden, con certeza, en el dominio que en los he-chos ejerce el Poder Ejecutivo sobre el órganoelectoral.

Yo no puedo olvidar que hace sólo unas semanasla propuesta traída a consideración de esta Co-misión, con relación al órgano electoral, fue quela designación de su jefe era potestad del Presi-dente de la República. Y todos sabemos, señor,cómo es que por medios directos o indirectos elórgano electoral en nuestro país está bastantesometido al Poder Ejecutivo.

Además, está el desmedido e incontrolable ma-nejo de los recursos del Estado para el gasto pu-blicitario de quien se encuentra en el poder. Noes casualidad que este debate se produzca cuan-do sólo hace algunas semanas se ha dispuesto,mediante un decreto supremo extraordinario,una inversión publicitaria de un millón de dóla-res, y cuando hace algunos días el Gobierno hainiciado una intensa propaganda electoral.

También enseña la historia que la consolidaciónen el poder de una persona, vértice de una eleva-da pirámide, tiende al debilitamiento de las insti-tuciones y a jugar osadamente todas las cartas auna sola, y casi insustituible, voluntad. Pero locurioso es que, a diferencia de la década de losaños veinte —cuando América Latina, en efecto,consagró modelos personalistas, acompañados deun Parlamento burocrático, lo que se conoce como"cesarismo democrático", como con Leguía en elPerú, como con Alessandri en Chile o Siles en Bo-livia—, el Perú del presente, en la década de losnoventa, intente tal retroceso cuando AméricaLatina fortalece la institucionalidad, con PatricioAylwin en Chile, en transición a un nuevo gobier-no democristiano, pero con renovación de lide-razgo; o con Venezuela y Brasil resolviendo demo-cráticamente sus crisis de poder, tras procesos demoralización que alcanzan a los dignatarios de esasnaciones.

Es, pues, históricamente una regresión que elPerú se proponga ratificar el "cesarismo demo-crático" y apueste por el fortalecimiento de unproyecto personal, ante la incapacidad de hacerfrente a una democracia institucional. Y ello nosparece más grave, porque si como estadistas—siguiendo a Churchill— tenemos que mirar elvalle que está tras la montaña, es nuestro deberpreservar que en efecto la reforma económicapuesta en marcha, que reclama de un consenso

nacional y no de la inspiración y ejecución provi-dencial de un nuevo mesías, dure más allá dellíder y se independice de él.

Pero mucho me temo que, a pesar de los nuevosvientos que soplan en el mundo, el natural des-gaste del líder en la perspectiva del tiempo tien-da, por la ley del péndulo, a debilitar el modelo ya auspiciar el retorno de voces demagógicas quepretendan identificar "desgaste personal" con"modelo decadente"; porque cuando el caudillo osus acólitos se sienten en la cima del poder, sóloabrigan para su proyecto un propósito: durar. Loha dicho con absoluta nitidez Enrique Chirinosen su Historia de la República.

La Némesis de los regímenes personales y tirá-nicos es durar; y, en efecto, duran hasta que, deimproviso, caen. Y creo, como Basadre, que fuedura, y hasta injusta, la caída de Leguía, cuya suer-te —la muerte en prisión— no tiene parangón nien San Román, Morales Bermúdez o Candamo,muertos en el poder; ni en Balta, Pardo o SánchezCerro, asesinados; ni en De La Mar, De Santa Cruz,De Vivanco o Billinghurst, desterrados. Tiene ra-zón Basadre: Leguía, que había conocido hasta elcansancio que la adulación ante el poderoso es unade las características más caudalosas de nuestrasicología nacional, paladeó brusca y acerbamenteque otra de sus notas dominantes puede ser lacrueldad ante el caído, cuando no el olvido ulte-rior.

No hay, pues, en la mayoría parlamentaria la re-flexión sobre un modelo político cuyas virtudesse ponderan, sino la voluntad de legitimar y darcauce a un proyecto personal. Y qué lamentableque un siglo y medio después de aquella visiónbolivariana de la Presidencia Vitalicia, compara-da en su modelo al presidencialismo haitiano,vuelva hoy a ponerse en nuestro país en el mis-mo rango que la dictadura que rige esa nación.

Pese a que considero obvio que esta descabella-da modificación no debe regir para el proceso elec-toral de 1995 o, como se anuncia en acto igual-mente sin precedentes, de 1994, reitero que, des-de nuestro punto de vista, las reglas del manda-to presidencial, incluyendo las prohibiciones quelo alcanzan a su culminación, se determinan porla norma vigente al momento de la elección.

No extraña, sin embargo, que en una transgre-sión más se pretenda también forzar esa modifi-cación para aplicarla al próximo proceso electo-ral y para el gobernante de turno. Es, pues, elacomodo total al designio de un ser cuasi divino.

Pero quiero terminar diciendo que no será la rea-lidad de los años noventa la misma que la de los

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veinte, sin alternativas y sin opción, alejadas delservicio público dos generaciones: Riva Agüero yHaya. Hoy, señor Presidente, una generación po-lítica debe hacer frente a este proyecto autorita-rio, y lo haremos. Si nos imponen la reeleccióninmediata e indefinida, y aun si arbitraria e irres-ponsablemente plantean acortar el período pre-sidencial sin considerar las peculiaridades de estasalida política que vivimos, son responsables deese grave error. Pero nos encontraremos, y esta-mos seguros de que, con los votos, venceremos.

Muchas gracias.

El señor PRESIDENTE.— Congresista Ga-marra, tiene la palabra.

El señor GAMARRA OLIVARES (FIM).—Gracias, señor Presidente.

Es una lástima que Carlos Ferrero haya salido.

En primer lugar, quería ocuparme de algunospuntos que había mencionado Carlos Ferrero. Éldecía que su proyecto o su planteamiento va jun-to a la modificación o a la implantación de medi-das muy claras, muy precisas, muy estrictas decontrol de la elecciones. Pero, lamentablemente,nosotros estamos discutiendo este tema para unapersona que ha tenido la oportunidad de poneren práctica los mecanismos de control, precisa-mente, para hacer las elecciones, por ejemplo, delúltimo Congreso —tal como pedía Carlos Fe-rrero—; y, sin embargo, no lo ha hecho.

Pero no solamente no se han puesto en prácticamecanismos de control para que las eleccionessean imparciales y objetivas, tal como reclamaCarlos Ferrero, sino que incluso se ha utilizadorecursos desde el poder, desde el Estado, en fa-vor de las campañas electorales por parte de estamisma persona que ahora plantea su reeleccióninmediata.

Es interesante incluso —y ahí regresa CarlosFerrero— ver el tema de los gastos de la últimacampaña electoral. Y no me refiero solamente ala de 1992, sino también a la de 1990, en la quenosotros exigimos —y en ese caso no era precisa-mente a Cambio 90, sino al Fredemo—, a travésde una comisión en el Congreso, que se explicarade dónde provenían los recursos que se habíanutilizado en la campaña, específicamente de al-gunos candidatos que durante el año 1990 hicie-ron, como ustedes saben, un gran derroche dedinero. Nunca hubo una aclaración sobre estepunto, y eso que los recursos de estos candidatosno provenían del Estado —por lo menos no apa-rentemente—, sino de amigos, empresas, insti-tuciones.

Pero se producen las elecciones de 1992 y el par-tido de gobierno utiliza también ingentes recur-sos para su campaña. Sin embargo, no hay nin-guna aclaración, ninguna explicación, porque laaclaración que se dio fue risible: que se habíanutilizado ochocientos mil dólares en una campa-ña que, obviamente, había excedido con crecesesa cantidad.

En consecuencia, si nosotros estamos discutien-do la reelección inmediata para una persona queahora está en el poder, que no ha puesto en fun-cionamiento —pudiendo haberlo hecho— meca-nismos de control para los gastos, sino que, alcontrario, incurre en gastos que se discuten sison del Estado, si son del Fonavi, si son del BID,etcétera, ¿cómo podemos ahora exigir a futuroque se implanten estos requisitos?

Probablemente, si se hubiera hecho esto, la tareade Carlos Ferrero de tener que convencer no sola-mente a la oposición, sino a la opinión públicahubiese sido menos ardua. Es decir, si desde elGobierno ya se hubiera puesto en funcionamien-to mecanismos para estos controles, mucha de lagente —o alguna parte de ella— que está acá qui-zá hubiera apoyado esa tesis. Pero en la prácticavemos que no es así.

Cuando Carlos Ferrero dice que por qué impedirnosotros, como congresistas, que continúe esteGobierno si nuestros representados dicen mayo-ritariamente que debe continuar, está planteandouna tesis según la cual los parlamentarios debe-mos ser reemplazados por computadoras, porque,en la práctica, si nosotros en este momento lepreguntamos a la gente si quiere seguir pagandoel impuesto al Fonavi, el ciento por ciento diráque no; si le preguntamos a la gente si quiere queel Estado le pague a los ahorristas de CLAE, elsesenta y cinco por ciento dirá que sí; si le pre-guntamos, por ejemplo, si está de acuerdo con quese investigue lo de La Cantuta, ya hemos vistoaparecer encuestas. Entonces, la labor que hanhecho los parlamentarios de Nueva Mayoría-Cam-bio 90 está en contra de esas opiniones.

En consecuencia, ¿qué debemos hacer los repre-sentantes? ¿Ser simplemente autómatas que nosguiamos por lo que las encuestas dicen, y votar afavor de eso que dicen las encuestas, u orientartambién a la gente para que sepa tomar una de-cisión justa y adecuada mirando no los interesesinmediatos, sino los intereses del futuro del país?

Yo recuerdo que el canciller Héctor Gross Spiel, apropósito de una de sus visitas al Perú, nos co-mentaba que, cuando el boxeador argentino Mon-zón mató a su esposa tirándola por una ventana oun balcón, se hizo una encuesta en Argentina y el

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setenta y tres por ciento de los encuestados opinópor que este boxeador no fuera a la cárcel. En con-secuencia, si nosotros nos vamos a guiar por estetipo de referencias, tendríamos que ser reempla-zados simplemente —en lugar de estar nosotrosen los escaños— por un terminal de cómputo, don-de irían los resultados de las encuestas de deter-minadas empresas que seleccionemos.

Puede suceder, como se ha argumentado, que elPresidente de la República también puede po-ner a disposición del candidato de su simpatía odel candidato de su partido los recursos del Es-tado; sin embargo, algunas veces no ha sucedidoello en el Perú, y Enrique Chirinos debe recor-darlo con mucha claridad. En víspera de las elec-ciones de 1985, en este mismo recinto, un grupode senadores de Acción Popular presentó un pro-yecto de ley pidiendo que se congelaran los pre-cios de los productos de primera necesidad, lastarifas de luz, teléfono, agua y el precio de la ga-solina, del querosén y otros. Y fue precisamenteBelaunde quien pidió a otro grupo de senadoresde Acción Popular que votara en contra de esteproyecto, y fue rechazado en el Senado. Obvia-mente, este proyecto tenía por objeto favoreceral candidato —que, además, era senador en esemomento— a la Presidencia de la República porAcción Popular.

En consecuencia, no...

El señor FERRERO COSTA (NM-C90).—¿Me permite una interrupción, por favor?

El señor GAMARRA OLIVARES (FIM).—Por supuesto, con la venia del señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.— Puede interrum-pir, señor Ferrero Costa.

El señor FERRERO COSTA (NM-C90).— Yosupongo, congresista Gamarra, que usted no po-drá pedir a los representantes elegidos —que paraser candidatos dijeron que había que apoyar aFujimori y salieron elegidos por quienes creenen el gobierno de Fujimori— que, una vez en elCongreso, les den la espalda a sus votantes y lescierren la puerta para que Fujimori no continúe.Doctor Gamarra, ¿usted cree que puede exigireso?, ¿cree que tiene derecho a exigir que nosotrosdemos la espalda a nuestros propios votantes?

El señor GAMARRA OLIVARES (FIM).—No, de ninguna manera, doctor Ferrero. No creoque les den la espalda a sus propios votantes,como no les dieron la espalda a sus votantes losapristas —a quienes tanto hemos acusado de sec-tarios— cuando el señor Marisca planteó en elaño 1987 la reelección inmediata de Alan Gar-

cía. Algunos de ellos pensaron que era un mo-mento de euforia —en ese momento Alan Garcíatenía setenta y cinco por ciento de popularidad—,y seguramente si salían a la calle y le pregunta-ban a los votantes —no solamente a los apristas,sino también a los votantes de otros partidos—si había que reelegir a Alan García, les decíanque sí. Sin embargo, fíjese, este grupo sectariosupo decir no, que ése es un momento, pero pue-de pasar; que hay que pensar en el futuro delpaís, en otras circunstancias.

Pero, como ha dicho bien Enrique Chirinos, enesta discusión la suerte está echada. Acá no haynada que hacer. Ustedes han venido a votar por lareelección, y no hay nada que los pueda conven-cer de lo contrario. Yo lo lamento, porque, en mu-chos casos, ésta es una decisión que no nace de lospropios representantes de Nueva Mayoría-Cam-bio 90, sino que esto nace de Palacio de Gobierno,nace del señor Fujimori.

En consecuencia, a la suma de argumentos lega-les, constitucionales e históricos que se han dadoacá, lo único que habría que añadir sería que al-guno de ustedes —no sé cuál es el más caracteri-zado en esto— vaya y le diga al señor Fujimori—como durante la Revolución Francesa: "Ve ydile al que os manda..."—: Mire, además de estosargumentos...

El señor PRESIDENTE.— Diríjase a la Presi-dencia, señor Gamarra, por favor.

El señor CHIRINOS SOTO (R).— Perdón,está recordando una cita histórica el congresistaGamarra. Mirabeau dijo al enviado del Rey: "Id ydecid a vuestro amo que estamos aquí por la fuer-za de las leyes, y no saldremos sino por la fuerzade las bayonetas".

El señor PRESIDENTE.— Continúe, señorGamarra Olivares.

El señor GAMARRA OLIVARES (FIM).—Gracias, doctor Chirinos.

Efectivamente, decirle al señor Fujimori que, ade-más de estos argumentos legales e históricos, hayuna razón desde el punto de vista ético. Es decir,no puede proponer su reelección quien está en laPresidencia, no solamente por los mecanismos...

Ésa es otra razón importante.

Si él propusiera esta reelección para ponerla comoreforma de la Constitución, para el siguiente go-bierno, también encontraría quizá menos obstácu-los y menos gente que se opusiera a algunos delos argumentos sólidos de Carlos Ferrero. Pero,

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siendo él —quien está en la Presidencia, quien apartir del 5 de abril cambió las reglas de juego dela democracia— el que está diciendo "ponganustedes en la Constitución que ahora me puedoreelegir", eso, desde el punto de vista no legal nihistórico, se ve inconveniente.

Acá se ha recordado a Leguía constantemente.Y, efectivamente, creo que el caso de Leguía es elúnico en la historia en el que desde la Presiden-cia un presidente plantea su reelección y el Con-greso lo reelige. En esa oportunidad, en esas dis-cusiones, a Leguía se le llamaba "El Gigante delPacífico", "El Nuevo Viracocha"; y había parla-mentarios que lo comparaban con todos los pre-sidentes; incluso, en ese momento, con el Presi-dente de los Estados Unidos. Era el siglo de Le-guía.

O sea, lo que algunos representantes hacen aho-ra es una mala imitación de los parlamentariosque tenía Leguía. Yo recuerdo —incluso conté laanécdota— que cuando Leguía tuvo que venir enuna oportunidad al Congreso, supongo que a darsu mensaje —en esa época se venía en coche ja-lado por caballos, a pesar de que ya había au-tos—, algunos parlamentarios...

El señor BARBA CABALLERO (CODE).—¿Me permite una interrupción, señor GamarraOlivares?

El señor GAMARRA OLIVARES (FIM).— Sí,señor Barba, con la venia del señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.— Puede interrum-pir, señor Barba Caballero.

El señor BARBA CABALLERO (CODE).—Fue el embajador norteamericano AlexanderMoore quien lo comparó a Leguía con Julio Cé-sar y con Napoleón. Y es que la historia se repitedos veces: la primera, como tragedia; y la segun-da, como farsa, ¿no?

El señor GAMARRA OLIVARES (FIM).—Efectivamente. Yo recordé en una sesión lo queocurrió cuando vino Leguía al Congreso: los di-putados leguiístas desengancharon los caballosdel coche de Leguía y ellos mismos se pusieronen el lugar de los caballos y llevaron el coche hastael Palacio de Gobierno, antes de que éste se que-mara —creo, así es—, antes del incendio famoso.Entonces, si el señor Fujimori viniera en coche,yo estoy seguro de que muchos parlamentariosde ahora lo llevarían en coche a Palacio de Go-bierno.

El señor PRESIDENTE.— Tiene el uso de lapalabra el señor Joy Way Rojas.

El señor JOY WAY ROJAS (NM-C90).— Gra-cias, señor Presidente.

Debo confesar que había estado escuchando alprincipio con mucha atención y hasta pensabaincluso en un momento que la intención de algu-nas intervenciones era conmovernos. Nos decían:Salven al Perú, eviten la dictadura, la tiranía;eviten la Monarquía; medítenlo, reflexionen; porfavor, salven al Perú. Menos mal que después medi cuenta de que eso, simplemente, era una bro-ma, porque ni ellos mismos lo creían. Tan es asíque a cada rato se "mataban" de risa. Bueno, en-tonces, creo que estaban cumpliendo con el ri-tual de algo que obviamente también les obliga ahacer su partido, ¿no?

Pero, entrando a la parte seria, estamos tratan-do de buscar algún argumento puntual que val-ga la pena considerar —como contrapartida, tam-bién estamos exponiendo nosotros—; uno que nosdiga algo que realmente sustente que no es con-veniente la reelección. Y el único argumento quehemos escuchado es lo que pasó en el año 1930,durante el gobierno de Leguía, o en 1920. No lle-vo mucho la historia. Pero, en todo caso, esta-mos analizando un hecho que ha ocurrido hacesetenta años y comparándolo con la actualidad.Nadie dijo cuál era el contexto de ese entonces,de ese momento. ¿Había en ese entonces el desa-rrollo de la prensa, esa tremenda libertadirrestricta que existe hoy día; el desarrollo de lascomunicaciones, de la televisión, del fax?

Déjeme terminar, doctor Chirinos...

El señor CHIRINOS SOTO (R).— Quizá leayude esto: Leguía tomó la precaución de confis-car La Prensa y editarla por su cuenta.

El señor JOY WAY ROJAS (NM-C90).— Bue-no, justamente, y mire lo que sucede ahora. Nun-ca, que yo sepa, ha habido tal libertad, tan extre-ma. Países que se jactan de tener libertad de pren-sa a veces se han escandalizado de lo que sucedeen el Perú en esa materia. Entonces, eso no exis-tía hace sesenta o setenta años.

¿Existía hace sesenta o setenta años la OEA, susveedores? ¿Existían los organismos internacio-nales? Ahora, si hay un gobierno que ha sido lo-grado o conseguido ilegalmente, no lo puedenejercitar en los organismos financieros interna-cionales ni en los organismos políticos interna-cionales. ¡Estamos viviendo otro mundo hoy día!

Nadie ha analizado —ninguno de los que he vis-to— lo que ha sucedido hace veinticuatro horas:Felipe González fue elegido por cuarta vez, y na-die ha dicho nada.

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Consecuentemente, el único argumento supues-tamente válido contra la reelección se cae de porsí. Yo me he dado cuenta de que no lo creen niustedes mismos, por las evidencias, por la mis-ma actitud.

Se hablaba también —otro argumento— de quela democracia es alternancia. Yo no sé quién hadefinido que la democracia es alternancia. Lademocracia es libertad. Eso es lo que sé por lopoco que he leído. Para mí, la democracia es li-bertad. Y libertad es decir: ¡Señores, no me re-corten a mí las libertades! Eso es contundente.

Yo no creo que después, por razón de si se da lareelección, las elecciones no sean igualitarias.Tampoco creo eso de que se ejercita el poder delo que se tiene para reorientar cierta elección ociertas preferencias. Oigan, más populismo sehace aquí. Más que un presidente que esté enejercicio, peor puede ser aquí. Simplemente losparlamentarios —que también se están yendo ala reelección— están ofreciendo las cosas más in-creíbles: he leído proyectos y mociones para su-bir el sueldo mínimo vital a quinientos dólaresper cápita más indexación. ¿Más populismo queeso? ¡Aquí!

Y puedo enunciar muchas cosas más que se ofre-cen: "Cuando yo llegue, les daré las leyes de libe-ración y exoneración total. Nadie pagará". O pro-puestas como aquella por la que nadie que se subaa un ómnibus pagará pasaje. Es decir, se ha ofre-cido las cosas más increíbles. ¿Saben por qué?Porque estamos subestimando al pueblo. Menosmal que el pueblo no ha recogido eso.

Aquí nos estamos arrogando la potestad de pen-sar por el pueblo al decir que evitemos la reelec-ción porque van a engañar al pueblo. El puebloes muy sabio, demasiado sabio como para tenernosotros la pretensión de poderlo limitar en algo.

Así que creo que los hechos y la historia, hoy día,son contundentes. El progreso de una democra-cia va aparejado a la misma reelección como ex-presión de la libertad. De ninguna manera pode-mos recortar la libertad del elector, precisamen-te, en tiempos de afirmación mundial de la liber-tad.

Otra cosa: hay que ahorrarle al país, por una omás veces, la pérdida de tiempo que representael aprendizaje que, inevitablemente, debe con-sumir todo nuevo presidente, lo mismo que todonuevo parlamentario, hasta que logra dominarel manejo de un cargo de tanta complejidad y res-ponsabilidad. Y miren qué ejemplo: organizacio-nes profesionales del más alto prestigio, como el

Colegio de Abogados de Lima, aceptan la reelec-ción. Si esa institución acepta la reelección, yono entiendo por qué es mala para otros. El Cole-gio de Economistas acaba de reelegir, y me pare-ce muy bien; es la expresión de la libertad. Hayque ahorrarle al país, siquiera por una o másveces, las marchas y contramarchas inevitablesde todo cambio de presidente y, por tanto, de po-lítica gubernamental.

Recordemos que el pueblo norteamericano, du-rante la recesión de los años treinta y la Segun-da Guerra Mundial, y también el pueblo alemán—si hablamos de un poco de historia—, durantela posguerra, consideraron conveniente la reelec-ción de Franklin Delano Roosevelt y de KonradAdenauer, respectivamente.

El Perú se encuentra también, mutatis mutandis—cambiando lo que se deba cambiar—, en crisisde reconstrucción y en guerra, por lo que estohace aconsejable que el pueblo tenga la posibili-dad de reelegir, si lo considera conveniente, a supresidente, como también de reelegir a los par-lamentarios que considere beneficiosos para elpaís.

Lo único que estamos pidiendo, en resumen, esque en la cédula, cuando en 1995 vayamos a lasurnas —nosotros, los veintidós millones de pe-ruanos—, veamos que en ella aparezca al final—junto con candidatos como Lourdes Flores,"Popy" Olivera, Manrique, Barba Caballero— elnombre de Alberto Fujimori; y con todos ellospodamos decir: éste sí, éste no. Eso es todo.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.— Le faltó poner aChirinos Soto en la lista, señor Joy Way.

Tiene la palabra el señor Róger Cáceres.

El señor CÁCERES VELÁSQUEZ, Róger(FNTC).— Señor Presidente, señores congresis-tas de la Comisión de Constitución: Debo expo-ner mi posición, que es la del partido que presi-do, el Frente Nacional de Trabajadores y Cam-pesinos, Frenatraca, respecto a este tema queestamos debatiendo en la mañana de hoy. Ya lahe manifestado en otras ocasiones.

En primer lugar, por razones de carácter históri-co, mi partido no acepta el planteamiento que hasido propuesto, en el sentido que sea posible lareelección inmediata por cinco años y con carác-ter de indefinida, tal como se ha formulado y estáescrito en el documento que he tenido la oportu-nidad de leer hace un momento.

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Los precedentes que hay en América Latina y enel Perú son uniformemente negativos, en cuantoa que las reelecciones no han deparado a la largabuenos resultados. No hay, señor Presidente, unsolo caso en el que esta regla haya sido quebra-da, no hay una excepción que salve la regla. Entodos los casos, gobiernos que fueron buenos enlos primeros períodos terminaron perjudicándo-se en un segundo período.

Luego, por razones de principio, creo que la de-mocracia es, sustancialmente, renovación de per-sonas. El poder no radica en una sola persona, nien ningún grupo de ningún género. El pueblodebe tener la posibilidad, y así lo deben estable-cer las leyes, de que haya variación en las perso-nas que conducen sus superiores destinos.

No es el caso, que refería el señor Joy Way, deinstituciones que no tienen en sus manos las rien-das del poder. Es cosa distinta que en un clubsocial, en un sindicato, en una asociación cultu-ral, incluso en nuestra propia Cámara, en unParlamento pueda haber reelección. En estos ca-sos no se encuentra en juego el manejo supremodel poder. Cosa distinta es lo que concierne alPoder Ejecutivo.

Entonces, debe haber variación para que la de-mocracia sea más efectiva. El chance de gober-nar no debe ser privilegio de una persona; debeser un derecho abierto para que todos aquellosque se encuentran en posibilidad de acceder atan alto cargo lo logren así.

De otro lado, hay razones de carácter sociológi-co, que quizá sean las más importantes. ¿Qué cosaes el Perú? El Perú, señores, es un país con gra-vísimos problemas, fundamentalmente el de laintegración. Tenemos dos tercios de la poblaciónque viven prácticamente al margen de la proble-mática más honda del Perú; en tanto que un ter-cio, que es el sector que tiene capacidad de pre-ocuparse más sobre estos problemas, es el que seda de lleno a esta tarea. Pero hay dos tercios paralos cuales no ha habido hasta este momento unpaís pleno y real, cuyo criterio puede ser —y loha sido siempre— transitorio pues, en razón dedistintas circunstancias, acompañan a un deter-minado caudillo; y al tornarse difíciles las cir-cunstancias, automáticamente —ha habido mu-chos casos—, cambian de criterio.

El caso más clásico es aquel que se dio en la veci-na República de Bolivia, cuando el tirano Ma-nuel Isidoro Belzú hablaba a la multitud que, porsupuesto, lo vivaba. Al darse vuelta Belzú, paradar cuenta a los que le acompañaban del éxitoque venía obteniendo en la manifestación, reci-bió un disparo mortal de su rival Mariano Melga-

rejo, quien a pesar de hallarse perseguido logróingresar a ese recinto. Melgarejo, lleno de auda-cia, se aproximó al balcón y enfrentó a la gente:"Ha muerto Belzú. ¿Quién vive ahora?" Auto-máticamente, aquellos que vivaban a Belzú gri-taron: "¡Viva Melgarejo!".

Esto se debe, señor Presidente, a que en nues-tros países no hay integración. Nosotros no so-mos un país integrado. Esas dos terceras partesde nuestra población que hoy día vivan a alguienmañana pueden perfectamente vivar a otro, cuan-do por distintas razones, a veces muy sutiles,cambien de criterio.

Nuestro país, en función de esa difícil composi-ción que tiene, necesita que los principios de lademocracia se cumplan cabalmente. Y si nos he-mos frustrado en el desarrollo de nuestra demo-cracia, de nuestra república, que sigue incipien-te, yo creo que en gran parte se debe a que eneste país no ha habido una auténtica democra-cia; hemos jugado a la democracia. Quienes hanadministrado el poder lo han hecho en funciónde conveniencias de grupo, personales; a eso sedebe nuestro fracaso.

En mis cuarenta años —ya muy próximos a cum-plirlos— de permanencia en la vida pública, máslos que he vivido en la universidad, he tenido laocasión de comprobar que esta regla se cumpleineluctablemente. Seamos conscientes entoncesde qué cosa es este país.

Cumplida la tarea del señor Fujimori, qué ma-yor satisfacción para él que entregar un país enpleno proceso de recuperación para que el pue-blo escoja quién debe continuar esa recuperación.Creo que nadie debería sentirse mesiánico; o sea,llamado por la voluntad de Dios a cumplir él soloese destino. Considero que la democracia consis-te en admitir la posibilidad de que hay otras per-sonas que pueden hacerlo mejor.

Luego, tengo razones de carácter político. Conestos precedentes que existen en América Latinay en el Perú, dentro de esta concreta realidad so-ciológica en la que vivimos, tenemos que percatar-nos de lo que significa la campaña de una reelec-ción. Quizá quienes están aquí presentes no ha-yan vivido, en una mayoría, lo que significa la cam-paña de una reelección, pero yo sí he tenido laocasión de vivirla, en parte, compartiendo conEnrique Chirinos estos avatares.

En 1956, después de haber hecho un gobiernoexitoso, cual ninguno, con grandes inversionesen el territorio de la república, que fueron posi-bles por la guerra de Corea, había un clamor na-cional: reelegir al señor Odría. Parecía que aque-

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llo se iba a cumplir de una manera ineluctable:el pueblo lo iba a reelegir. Sin embargo, no suce-dió así, porque, en primer lugar, los pueblos semovilizaron, en un comienzo en forma muy limi-tada, a partir de Arequipa —en cuya moviliza-ción estuvimos con Enrique Chirinos—, y luegoa nivel nacional; y, en segundo lugar, porque elPresidente de entonces tuvo el buen tino de com-prender que una reelección no era convenientepara el país. Y pese a tenerlo todo en la mano: unCongreso manejado por él, una economía flore-ciente, un consenso internacional que en ciertamanera le apoyaba —porque Perón triunfaba enArgentina y Pérez Jiménez en Venezuela—, com-prendió que no debía hacerlo así; primó una ra-zón de patria, y no lo hizo. Y creo que procedióbien, porque el país pudo madurar.

Lamentablemente, esa madurez —por aquellasrazones sociológicas, que son tan propias del pue-blo, a las que me he referido— no continuó en laforma debida. De ahí, las caídas dramáticas quehemos tenido luego en las últimas tres décadas.

Quien está en el poder y hace campaña por símismo no está solo: están todos aquellos que tie-nen una solidaridad de intereses y expectativaspolíticas con él. Entonces, en primer lugar, ocu-rre la manipulación del aparato del Estado. Yocreo que el señor Ferrero tiene muy buenas in-tenciones al decir que aprobemos disposicionesque limiten esa manipulación, pero eso se va aproducir; ineluctablemente se va a producir lamanipulación de las estructuras del Estado, delos empleados públicos, de todos aquellos quedependen o están al servicio de ese ideal ree-leccionista, de ese objetivo reeleccionista.

En segundo lugar, se produce la manipulaciónde las leyes, de las disposiciones que se dan enfunción de esa reelección; o sea, un condiciona-miento de toda la marcha del Estado en funciónde esa reelección.

Y, en tercer lugar, señor Presidente, lo que es másgrave: la manipulación de las inversiones. Estosignifica que todo el país va a ser dirigido haciaun objetivo: no va a haber una independizaciónde lo que es el objetivo del país respecto de lo quees el objetivo de la reelección. Y esto va a ser fu-nesto, porque dará lugar a postergaciones, injus-ticias y arbitrariedades.

En el año 1950 vivimos también la imposicióndel general Odría, dentro de circunstancias quele favorecían. Como el candidato opositor, el ge-neral Montagne, tenía una situación más preca-ria, era hasta imposible trabajar con él. Quienesen Arequipa, como jóvenes demócratas, salimosa las calles a protestar contra la imposición y a

hacer algo de campaña, fuimos sañudamenteperseguidos por la Policía y por los partidariosde la reelección; por lo que terminamos muchasveces, simplemente por pegar un afiche, durmien-do largas noches en las comisarias, en la cárcel,reprimidos duramente cuando pretendíamos sa-lir a la calle a decir alguna palabra.

Los precedentes inmediatos son negativos. Nosolamente los precedentes, sino también el aná-lisis que resulta de todo esto es que vamos a ir aun proceso de esta naturaleza. Yo convengo queahora los tiempos han cambiado algo; ya no serátan grotesca la manipulación, habrá ciertos condi-cionamientos, habrá un poquito más de elegan-cia; no será tan grosera esa manipulación. Pero,en definitiva, en sustancia sí lo será, tanto másahora que hay los medios de comunicación masi-va —que entonces no existían—, que tienen tan-ta gravitación, como es la televisión. Acordémo-nos de la función de este Congreso Constituyen-te.

Cuando era chico, yo iba a ver la serial de cowboysen el cine Real, de Arequipa, donde la pasabantodos los días; íbamos a ver un episodio, pueseran varios los episodios. Por supuesto que lagran expectativa era por ver lo que seguía, quesuscitaba una enorme atracción en la juventud yen la ciudadanía.

En este caso, señor Presidente, hubo esa pelícu-la que se pasó sobre lo que fueron los graves de-sastres políticos que hemos sufrido en las tresdécadas pasadas, que yo no voy a negar y que loshe comprobado y he vivido. Entonces, eso susci-tó en la ciudadanía una coyuntura muy favora-ble al señor Fujimori. Pero, ¿cuánto ha costadoeso? Nos dijeron que eso ha costado muy poco,que fue obsequio de las empresas de televisión;obsequio que no se dio, por supuesto, para losotros candidatos. Si acaso algún otro candidatohubiera tenido esas facilidades, estoy absoluta-mente seguro de que habría obtenido mejores re-sultados. Me estoy refiriendo a las recientes elec-ciones, no a las anteriores. Creo que si eso se vaa dar ahora —y se va a dar, forzosamente, en unaforma mayor—, pues los resultados en esta pri-mera elección van a ser los que piensan muchos.

Considero que Nueva Mayoría-Cambio 90 estápecando de gula política; quiere demasiado: pri-mero, un período de cinco años; segundo, reelec-ción con cinco años; tercero, reelección indefini-da. Yo les digo: piensen con un poquito más detemplanza, de continencia política. Por lo menos,piensen en períodos de cuatro años, piensen qui-zá en una reelección, sin que esto signifique acep-tar la tesis, pero hagan de los males el menor:dos períodos de cuatro años, pero ninguno más.

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Que de ninguna manera haya reelección inme-diata, y que esté proscrita la reelección de otrogénero, por el bien del Perú.

Tengan un poquito de sentido político. Cuandolos pueblos sepan que se está preconizando dosperíodos de cinco años y, además, reelección in-definida, estoy absolutamente seguro de que elresultado va a ser negativo, porque todavía enlas vísceras de nuestro pueblo está vivo el recuer-do —lejano, pero hay un recuerdo— del rey, deltirano. De tal manera que esto va a encubrir encierta forma una especie de monarquía; y eso elpueblo no lo va a aceptar.

Considero, señor Presidente, que en este país seha padecido tradicionalmente de la embriaguezdel poder. Quien llega al poder, se embriaga; y,como ocurre con cualquiera que se embriaga, esaembriaguez tiene sus etapas, hasta que llega eldelírium trémens; o sea, un estado en el que yase pierde la noción de las dimensiones, de lasproporciones, de las distancias, de los respetos.Entonces, ¿qué pasa con alguien al que le dadelírium trémens? Termina mal.

Estamos ante una empresa de dimensiones his-tóricas. Estamos procurando recuperar al Perúde su eterna frustración, de su fracaso que, porlo visto, a unos nos duele más que a otros. Haga-mos, señor Presidente, ejercicio de este podersagrado que el pueblo nos ha confiado de mane-ra sabia. No nos excedamos, no vayamos más alláde lo que es prudente, de aquello que la historianos da como lección.

Por ello, yo apelo al buen sentir de los señoresmiembros de la mayoría parlamentaria, cuya úl-tima palabra no está dicha, para que reflexionensobre lo que he puesto de manifiesto en estasexpresiones. Ojalá no nos lleven al extremo queahora nos están planteando. Quédense por lo me-nos en el mal menor, no vayan al mal mayor.Aunque, si lo plantean así, como mal mayor —yasí lo califico—, una reelección por período decinco años y en forma indefinida, harían un fa-vor a la oposición. Creo que hasta deberíamoscallarnos y no decir nada para que incurran eneste error, a fin de tener mejores banderas paradiscrepar de la reelección.

Concluyo, señor Presidente, elevando mis votosa la Providencia para que los ilumine, porque creoque esto es de mucha gravitación para el futurodel Perú.

Respeto la obra del señor Fujimori. Creo que hahecho algo sustancial y muy importante en la vidade este Perú. Creo que lo que está haciendo es demayor dimensión que lo que han hecho los go-

biernos que hemos tenido estas tres últimas dé-cadas, respecto de los cuales he estado en la opo-sición, al igual que mi partido político; no en laoposición tremendista y negativa que siempre hecondenado, sino en una oposición democráticaque, al mismo tiempo que calificaba y condena-ba, aportaba generosamente ideas para que setuvieran en cuenta, en especial, en favor de unamejor gestión gubernativa, como ha ocurridomuchas veces en la vida de la República.

Vayamos a un nuevo siglo con una democraciamejor. Ése es el llamado que estoy en el deber dehacer en comunión con mis electores; porque,cuando viajo fuera del Perú —y lo he hecho in-termitentemente a lo largo de cuarenta años—,yo encuentro que, en lugar de haber ascendido,hemos descendido. El Perú de hoy sufre más queel Perú del pasado.

Gracias.

El señor PRESIDENTE.— Señor Barba Ca-ballero, tiene la palabra.

El señor BARBA CABALLERO (CODE).—Yo también, Presidente, quisiera, como el señorCáceres, elevar mis votos a la Providencia; pero,como hace algún tiempo he descubierto que Diosno es peruano, mejor cambiamos de tema.

El señor Víctor Joy Way ha dicho con energíaque la democracia es libertad. En esto se parecemucho a Miguel Bakunin, el jefe de los anarquis-tas del siglo pasado, que decía exactamente lomismo: "La democracia es libertad". Y cuando aBakunin le preguntaron: "¿Qué significa eso?"."Pues muy sencillo: sin ley, sin Dios, sin patria,sin Estado", respondió. Muy bien. Por supuestoque algunos le aplaudieron. Pero a mí me parececonmovedor ver a un hombre que dice encarnarlos ideales de la modernidad regresando a textosque están hace mucho en el desván de los obje-tos inservibles.

Con respecto al específico tema de la reelecciónpresidencial, mi posición frente a él no obedece arazones personales, sino más bien a razonesprincipistas. Allá por el año 1986 —como bien lorecordó aquí un representante—, el diputado Ma-risca presentó un proyecto para la reelección deAlan García como presidente. Recuerdo que delos ciento siete diputados del APRA, ciento cua-tro firmaron el documento. Sólo tres no lo hici-mos, e incluso hicimos uso de nuestro derecho ypresentamos un proyecto para que no haya re-elección, a la mejicana.

Por supuesto, cuando Alan García se convencióde que ése era un camino imposible, apareció ante

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la opinión pública diciendo: "No creo en la re-elección, porque ningún país o sociedad debenligar su destino al de un hombre"; lo cual, porsupuesto, fue aplaudido por todos los medios decomunicación masiva.

Ahora bien, la democracia —dice un tratadistaque todos nosotros conocemos a la perfección:Doumergue— no es el gobierno de la mayoría nide la nación por sus representantes; ni del pue-blo, por el pueblo y para el pueblo. Bellas pala-bras —dice Doumergue—, pero en rigor no sig-nifican nada, pues jamás se ha visto un pueblogobernarse por sí sólo, ni se verá jamás, ya queva contra el orden natural que los más mandensobre los menos. Hasta Rousseau entendió quetodo gobierno es, en esencia, oligárquico.

De lo que se trata, pues, en un régimen democrá-tico es de encontrar un mecanismo para la reno-vación de esas oligarquías; y a eso, precisamente,es a lo que llamamos democracia; es decir, a laposibilidad que tiene el pueblo cada cuatro, cincoo seis años de votar a unos sinvergüenzas, sin laesperanza de que los que vengan lo sean menos.De eso se trata. Básicamente, hay que perfeccionarestos mecanismos; y uno de los medios que exis-ten, y que la jurisprudencia nacional e internacio-nal ha encontrado, es básicamente ése: la figurade la no reelección presidencial.

Pero el gran argumento que han argüido aquítanto la doctora Chávez como el doctor CarlosFerrero es que no debemos limitar el derecho delpueblo, porque la democracia es el gobierno delas mayorías. Pero yo quisiera preguntar, señorPresidente, qué pasa si la voluntad del pueblo,por ejemplo en un referéndum, no es gobernarsea sí mismo, sino entregarle el mando a un tira-no. Y no se trata aquí de una posibilidad remota,sino de un hecho repetido infinidad de veces enel curso de la historia; y cada vez que se ha pro-ducido ha puesto en una insostenible posiciónintelectual a aquellos que dicen que la democra-cia es el gobierno de las mayorías. Entonces, si lademocracia es el gobierno de las mayorías y lamayoría quiere ser gobernada por un tirano y siyo, como demócrata, creo esto, obviamente ten-go que servir a ese tirano; con lo cual llegamos ala paradoja de la democracia.

De ahí que haya muchas formas de definirla, perola que más se acerca a la realidad es que la de-mocracia es control y, sobre todo, el desarrollode instituciones que impidan, por supuesto, eladvenimiento de la tiranía.

Por ello yo estaba tentado a presentar un pro-yecto en el sentido que el mandato presidencialsea de seis años y no haya reelección. Pero como

ya me he convencido de que las mayorías no ra-zonan sino simplemente votan, obviamente per-deríamos nuestro tiempo, ¿no? Sin embargo, creoque bien vale la pena dejar precisados estos con-ceptos.

Creo también que hay que recalcar lo que ha sidodicho aquí por todos los representantes acercade los recursos del Estado. Es obvio que uno delos grandes riesgos de admitir esta figura es acep-tar con resignación que los recursos y las insti-tuciones del Estado se pongan al servicio de unacandidatura político-sectaria. Y es obvio tambiénque el Perú pierde mucho, pues tendríamos pre-sidentes girando siempre en torno a los capri-chos y a las veleidades de las multitudes; y nopresidentes timoneles, que es exactamente lo queun país como el nuestro necesita.

Finalmente, señor Presidente —y con cargo aprofundizar estos conceptos en el debate del Ple-no—, creo que hay que dejar sentado que con lafigura de la reelección presidencial todo adquie-re sentido: en principio, el proyecto autoritario;en segundo lugar, copar las instituciones másfundamentales. Pero hay algo muy serio y muypeligroso: con esta figura también dejamos abier-tas las puertas para un golpe militar. De estaposibilidad, yo al menos quiero lavar mi respon-sabilidad, y creo que la oposición también.

Gracias, Presidente.

El señor PRESIDENTE.— Puede hacer usode la palabra la doctora Martha Chávez.

La señora CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).—Señor Presidente: Simplemente, quiero señalarque, paradójicamente, aquí se dice que hay quehablar de principios, y no de personas; sin em-bargo, se pretende hablar de personas y se pro-pone excluir la posibilidad de la reelección a unapersona determinada. Es decir, nuevamente laconducta esquizofrénica, la incoherencia: por unlado, una cara; por otro lado, otra cara.

Se habla acá de los derechos de los patricios delColegio de Abogados de Lima; y se habla tam-bién incluso de la necesidad de cambiar perso-nas, cuando aquí, en este Congreso, hay ejem-plos —a excepción de algunos, que son válidospor todo el aporte que representan para el Con-greso— de personas que tienen hasta ocho pe-ríodos. Esto significa reconocer, pues, que haypersonas que pueden aportar su experiencia, yque no es un tema que tenga que ver ni con elderecho ni con los principios; es un tema que tie-ne que ver con la política, es una decisión estric-tamente política.

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El señor CÁCERES VELÁSQUEZ, Róger(FNTC).— ¿Me permite una interrupción?

La señora CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).—Prefiero no darla, salvo al último, doctor Cáce-res.

He dicho que, en su caso, doctor Cáceres, meparece que es una excepción valiosísima de cómola experiencia y la posibilidad de la reelecciónpueden aportar a los intereses del país. Sin em-bargo, creo que también es necesario que hayacoherencia; que, así como admitimos la posibili-dad de la reelección para otras instituciones—entre ellas, para el propio Colegio de Aboga-dos de Lima, como bien lo ha dicho Víctor JoyWay—, también la admitamos para el Presiden-te de la República, a quien no se le puede negaresa posibilidad por el solo hecho de que a otrosles escarapela el cuerpo que el actual Presidentesea candidato; porque simplemente no se sien-ten con suficiente capacidad para hacerle frente.Pienso que aquí estamos hablando no de perso-nas, aun cuando evidentemente esta norma va aaplicarse a una persona que está en el ejerciciode poder; y en buena hora que así sea.

Se ha pretendido incluso hacer alusiones a losancestros; alusiones que me permiten pregun-tar, por ejemplo, a los historiadores o a los etnó-logos: ¿cuántos millones de peruanos tiene ojosazules en el Perú?, ¿cuántos tienen apellido ex-tranjero en el Perú? Por lo tanto, esos conceptosno son válidos. Como dice el doctor Cáceres, élreconoce hidalgamente que el Presidente de laRepública en ejercicio ha hecho más de lo quehan hecho todos los gobernantes —diría yo— enel último siglo. Qué pena que, para el criterio dealgunos —que yo no comparto—, una personaque no tiene bisabuelos o abuelos peruanos hayahecho por este país lo que no han hecho los quetienen abuelos, bisabuelos, tataranietos y tata-rabuelos peruanos. Entonces, creo que hay quetener la altura para pasar por encima de peque-ñas cosas y pensar en los intereses del país.

No hay que despreciar al electorado. Consideroque aquí lo que finalmente se está diciendo esque el electorado es un disminuido, es un minus-válido, que no tiene capacidad de decidir si unapersona debe o no mantenerse en un cargo. Esdecir, se quiere negar a la población del Perú, alas mujeres —que somos la mitad de la pobla-ción de este país— que podamos decir: "Bueno,este Presidente, que acaba de terminar su man-dato, debe continuar porque ha hecho una bue-na labor"; o decir, por el contrario: "Nos parecemuy malo, y no debe continuar".

Qué bueno hubiera sido, por ejemplo, que en elaño 1990 hubiera habido reelección presidencial

—y de eso tendrán que responder los políticos deentonces—; porque ahí sí se hubiera sepultado,a mi entender, definitivamente al señor AlanGarcía Pérez, y los resultados de las eleccionesle hubieran sido tan adversos que no estuvierapensando, como creo que piensa —y algunos es-peran, con mucha ilusión—, en ser candidato parael año 1995.

Señor Presidente: Pensamos que los elementosfundamentales para considerar la posibilidad dela reelección atienden exclusivamente a los inte-reses del país; atienden a la necesidad de recono-cerle al electorado la potestad de decidir qué go-bernante quiere tener.

Se ha hablado de tradiciones; sin embargo, haymuchas tradiciones que en este momento hemosroto. Por ejemplo, todas las constituciones, desdeel año 1812, aplicables a este país han establecidoque los miembros del Poder Judicial sean nom-brados por el Congreso. Hemos roto una tradi-ción. ¿Por qué? En nombre de los intereses delpaís.

El señor CHIRINOS SOTO (R).— Con mi votoen contra, ¿ah?

La señora CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).—Pero la hemos roto, de todas maneras. Muchaspersonas —salvo usted, doctor Chirinos, que aho-ra no cree en esa posibilidad— han apoyado lareelección. Por lo tanto, hay que salir de costum-bres o de tradiciones que pueden resultar dañi-nas o inconvenientes al país.

Los doctores Chirinos Soto y Tord —particular-mente el doctor Tord—, cuando se refirieron conmucha versación a la historia, han olvidado sinembargo que la Constitución de 1828, aquella quesalía de Bolívar, estableció la posibilidad de la re-elección presidencial inmediata por una sola vez.

El señor CHIRINOS SOTO (R).— ¿Me per-mite una interrupción?

La señora CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).—Bueno, se la concedo con el perdón del doctorCáceres, que me la había pedido y no se la di.

El señor PRESIDENTE.— Puede interrum-pir, señor Chirinos Soto.

El señor CHIRINOS SOTO (R).— No pode-mos confundir dos constituciones. La Constitu-ción de 1826, de Bolívar, establece la PresidenciaVitalicia; la de 1828, efectivamente —usted hamencionado el precepto—, establece la reelecciónpor una sola vez. Sin embargo, con esa Constitu-ción se eligió a De La Mar, que cayó; se eligió a

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Gamarra, que no intentó la reelección; y, de acuer-do con sus propias predicciones, esa Constituciónfue corregida en el año 1834. De manera que eseprecepto que usted cita, el de la Constitución de1828, no se aplicó, y ninguna otra Constitucióndel Perú —salvo la modificada por Leguía, pri-mero en 1920 y después en 1924— ha estableci-do la reelección inmediata.

El señor PRESIDENTE.— Continúe, doctoraChávez Cossío.

La señora CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).—Solamente señalaba ese precepto para demostrarcómo no era correcto establecer que aquí, en elPerú, nunca había regido, en materia constitu-cional, la posibilidad de la reelección. Esto es paraaquellos a quienes les interesa los antecedenteso creen que la historia se paraliza y que los pre-cedentes nos inmovilizan para siempre.

Se ha hablado también del poder que el Presi-dente en ejercicio puede tener incluso para malutilizar los recursos del Estado. Debo reiterar queése no es un argumento válido. El mismo pudorque ahora se tiene debió tenerse cuando se per-mitió, y no se dijo nada, que en el año 1985 y enel año 1990 —por citar solamente los casos másrecientes— los partidos en el gobierno tuvierancandidato presidencial. El temor de que un Pre-sidente de la República utilice los recursos delEstado es también válido para el caso de los queson candidatos de los partidos de gobierno.

Esto demuestra que no se trata, pues, de temasde principios, sino se trata de temas que se refie-ren a la conducta de cada político. No se puedeproyectar propias actitudes en otras personas.Descarto absolutamente, en lo que se refiere alactual Presidente en ejercicio, la posibilidad deque utilice recursos del Estado en favor propio.

Y ya que se ha hecho referencia a los gastos en lacampaña electoral, en el contexto de este deba-te, debo señalar que la Alianza Nueva Mayoría-Cambio 90, rompiendo todo precedente y hacien-do invitación pública para que todos los partidoshagan lo mismo, presentó el balance de sus gas-tos de campaña y, además, proporcionó a la Sunat(Superintendencia Nacional de AdministraciónTributaria) las listas de sus benefactores, asícomo proporcionó las facturas de los gastos enque se había incurrido.

El señor PEASE GARCÍA (MDI).— ¿Me per-mite una interrupción?

La señora CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).—Déjeme terminar la idea, porque tampoco se lahe concedido al doctor Cáceres.

El señor PEASE GARCÍA (MDI).— Pero sí leha concedido la interrupción al doctor Chirinos.Es muy simple, le pido la interrupción para queno se diga una parte de la verdad, sino toda.

La señora CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).—Bueno, pero déjeme terminar la idea.

El señor PEASE GARCÍA (MDI).— Ustedes,los de Nueva Mayoría-Cambio 90, han informa-do de una suma, pero han tenido mucho más. Deeso no han informado.

El señor PRESIDENTE.— No se le ha conce-dido la interrupción, doctor Pease.

La señora CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).—Hemos informado de todos los gastos, incluidoslos de televisión y revistas, y hemos invitado atodos los partidos a hacer lo mismo. Hasta el mo-mento, ningún partido, ni siquiera aquellos quese llaman "moralizadores" de nombre, ha señala-do nada al respecto, ni ha dicho siquiera parte desu verdad. Por lo tanto, hay que ser coherente:no se debe tirar piedras al cielo cuando se tieneel techo de vidrio, ¿no?

Entonces, aprovecho esta oportunidad para rei-terar la invitación que hice, en febrero de esteaño, a todos los partidos para que señalen losmontos invertidos en sus campañas.

Además, acá se ha hecho una mención que, paramí, ratifica el hecho de que la reelección no signi-fica ningún peligro para el uso de los recursos delEstado, ni para la utilización indebida del poder.Se ha señalado acá que se donó un millón de dóla-res a un candidato, que no era candidato del Go-bierno; por lo tanto, hay grupos de poder que pue-den influenciar o desbalancear, mucho más queun presidente en ejercicio, la correcta o necesariaigualdad que debe existir en una campaña electo-ral. En consecuencia, no es tanto el peligro querepresenta el Presidente en ejercicio, sino los gru-pos de poder y aquellos partidos que son repre-sentantes de los grupos de poder en este país.

Señor Presidente: Nos ratificamos en el artículopropuesto, sobre todo porque eso significa darleal electorado peruano la posibilidad de elegir, detener un candidato más, como ha señalado el in-geniero Joy Way. No debemos desconfiar ni me-nospreciar la sabiduría del electorado. Creemosque el electorado, a lo largo de todos los engañosy a lo largo de todas las manipulaciones de lasque ha sido objeto por los gobernantes de estesiglo y del pasado, en las que se ha jugado casi laexistencia del Perú mismo, ha aprendido muchí-simo. Por lo tanto, ese electorado sabrá escoger.

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Nosotros no debemos ponerle ninguna cortapisaa la libertad de elección de ese electorado.

Por eso estamos reiterando que ésta es una nor-ma de la que no tenemos por qué excluir a perso-na alguna, y que puede servir no solamente parael Presidente en actual ejercicio, sino para losque vengan. También va a servir para que eseelectorado pueda realmente determinar, con unadecisión perfectamente válida, si el Presidenteen ejercicio puede continuar por un período más.

Esto reafirma la democracia, reafirma ademásla confianza en el pueblo peruano, y es concor-dante con situaciones que en la actualidad se handado en todo el mundo. Sitios donde nadie se atre-ve a discutir la democracia, como Gran Bretaña,España, Francia, Estados Unidos, han visto a suelectorado decidir por uno, dos, tres, cuatro pe-ríodos de sus mandatarios, sean estos Jefes deEstado o Jefes de Gobierno, según el tipo de go-bierno que tengan. A todos ellos, representantesdel Poder Ejecutivo, el electorado les ha dado laposibilidad de estar más de un mandato. Ésta esuna potestad del electorado que se cumple en lasmayores democracias del mundo, y no tenemospor qué rechazarla para la nuestra.

Me solicita, señor Presidente, una interrupciónel señor Cáceres Velásquez.

El señor PRESIDENTE.— Puede interrum-pir, señor Cáceres Velásquez.

El señor CÁCERES VELÁSQUEZ, Róger(FNTC).— Muchísimas gracias, doctora MarthaChávez. Tengo que agradecerle por las genero-sas expresiones que ha tenido referentes a mipersona, pero tengo que señalar que hay unaenorme distancia entre ser candidato a la reelec-ción para un cargo parlamentario y ser candida-to a la reelección para el supremo mando de lanación; hay una enorme distancia. También ten-go que precisar que hay mucha diferencia entreun régimen parlamentario y un régimen presi-dencialista.

Usted, doctora Chávez, se ha referido a los casosde Europa, que son todos parlamentarios y nin-guno presidencialista. El ejercicio del Poder Eje-cutivo en razón de un gobierno parlamentario tie-ne limitaciones y condicionalidades especiales, queno se dan en el caso de un sistema presidencial.

Finalmente, en cuanto a los gastos de campaña,es cierto lo que usted ha manifestado; pero jus-tamente de ahí sacamos una conclusión: ¿a quécandidato, en este último proceso electoral, se le

dio el obsequio de pasar horas de horas una in-formación televisiva que fue contundente paraefectos electorales? Si a todos se les hubiera dadoigual chance, los resultados hubieran sido segu-ramente muy distintos, por ser muy valioso todolo que se dijo allí.

Por ello, dentro de las situaciones electorales queacordemos, espero que en su oportunidad haya,como ha ofrecido el doctor Ferrero —y en eso lehemos tomado la palabra—, disposiciones que es-tablezcan una equidad en el acceso a los mediosde comunicación. Pero el solo hecho de que aquien iba con mayor chance hacia el poder se lehubiera dado todo, y a los otros nada, pone enevidencia el riesgo que para el país significa unareelección.

Gracias.

El señor PRESIDENTE.— Prosiga, doctoraChávez Cossío.

La señora CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).—Termino señalando que, mutatis mutandis, lasituación es la misma para el caso del Parlamen-to que para el caso del Poder Ejecutivo; más auncuando los parlamentarios se reclaman ser elprimer poder del Estado. Entonces, creo que másgrave y más importante aún es el poder que tie-ne el Parlamento en sus manos que el que tieneel Poder Ejecutivo, que debe cumplir las leyesque ese Parlamento da.

Por otra parte, se señala que el Poder Ejecutivotiene totalmente la potestad bajo su dominio; sinembargo, se olvida de que los legisladores pue-den, mediante disposiciones aprobadas en el Con-greso, alterar profundamente las leyes, como sevio en los últimos meses de los gobiernos pasados—años 1985 y 1990—, al dictarse normas absolu-tamente electoreras y populistas en busca del apo-yo de la población en las siguientes elecciones.

Por lo tanto, considero que sí es válida la compa-ración. Además, debo aclarar que lo que hemosaprobado en esta Constitución no es un régimenpresidencialista, es un régimen que tiene de am-bas instituciones, la parlamentaria y la presiden-cialista, precisamente buscando un equilibrio.Este esquema hace tanto o más remota la posibi-lidad de que puedan utilizarse indebidamente losrecursos del Estado.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.— Señores, hemosdebatido un tema de gran importancia. La Pre-

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sidencia quiere solicitar a los miembros de la Co-misión que profundicen el análisis en un temade tanta transcendencia y busquen, tal vez, al-ternativas que nos permitan llegar a una solu-ción constructiva sobre el particular.

Por tales consideraciones, me permito suspen-der la sesión hasta las ocho de la noche, a fin decontinuar el debate para decidir este tema.

Muchas gracias.

Se suspende la sesión.

—A las 13 horas y 09 minutos se suspendela sesión.

Por la Redacción:Carlos Humberto Camba Barreto.