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TEXTO: Fran Echevarría Díez FOTOGRAFÍAS: Justo Rodríguez, Casimiro Somalo, Fran Echevarría NOTA DE CATA: Marino Oliván ¡QUIERO LICOR V ALVANERA ! En el monasterio, “la ociosidad es enemiga del alma; por eso han de ocuparse los hermanos a unas horas determinadas del trabajo manual… porque así son verdaderos monjes, cuando viven del trabajo de sus propias manos, como nuestros Padres y los Apóstoles” (Santa Regla, cap. XLVIII). Así de claro es San Benito de Nursia en la ‘Regla de los Monjes’ a la hora de organizar la vida en los cenobios; y al pie de la letra se lo han tomado durante más de 15 siglos los Benedictinos. Cada monasterio tiene que ser autosuficiente y vivir de su trabajo. Los Monjes Benedictinos de Valvanera, tradicionalmente y sobre todo tras la restauración monástica a finales del siglo XIX, han vivido de la extracción de miel de sus colmenas, de la pequeña hospedería y de la elaboración del famoso Licor Valvanera. UNA HISTORIA DE LEYENDA En los albores del cristianismo en la Península Ibérica se sitúa ya la romana Calahorra como bastión importante en el valle del Ebro de la religión cristiana. El ejemplo claro es el mar- tirio de Emeterio y Celedonio en la vega del río Cidacos el 3 de marzo del año 298. Pero no es hasta la conversión al cristianismo de Recaredo, en el año 584, cuando se produce un fenómeno religioso sin parangón. Muchos hombres y mujeres de la zona de influencia del reino Visigodo intentaron imitar a los Pa- dres del Desierto comenzando una vida soli- taria dedicada a la oración y a la mortificación. Además consiguieron no sin gran esfuerzo vi- vir de lo que daba la naturaleza y trabajar para subsistir. Como apunta D. Felipe Abad en su libro Los Monasterios riojanos: “los eremitorios riojanos de la época visigoda hay que contarlos por docenas y sus monjes por miles”. En el año 710 ya se tiene constancia de una estación siderúrgica en Valvanera. Abundaban en el valle vetas de cobre, hierro y otros mine- rales, y los eremitas que vivían en las cuevas de la zona se dedicaban a su extracción. De esa vida de penitencia surge la leyenda de la aparición de la Virgen de Valvanera al ladrón arrepentido, Nuño y al sacerdote Domingo. Conocida es la vida pecaminosa de Nuño hasta el momento de su conversión. Robaba, mataba, se saltaba la ley; al igual que la piadosa (76) tradiciones

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TEXTO: Fran Echevarría DíezFOTOGRAFÍAS: Justo Rodríguez, Casimiro Somalo, Fran EchevarríaNOTA DE CATA: Marino Oliván

¡Quiero licor ValVanera!

En el monasterio, “la ociosidad es enemiga del alma; por eso han de ocuparse los hermanos a unas horas determinadas del trabajo manual… porque así son verdaderos monjes, cuando viven del trabajo de sus propias manos, como nuestros Padres y los Apóstoles” (Santa Regla, cap. XLVIII). Así de claro es San Benito de Nursia en la ‘Regla de los Monjes’ a la hora de organizar la vida en los cenobios; y al pie de la letra se lo han tomado durante más de 15 siglos los Benedictinos. Cada monasterio tiene que ser autosuficiente y vivir de su trabajo. Los Monjes Benedictinos de Valvanera, tradicionalmente y sobre todo tras la restauración monástica a finales del siglo XIX, han vivido de la extracción de miel de sus colmenas, de la pequeña hospedería y de la elaboración del famoso Licor Valvanera.

UNA HISTORIA DE LEYENDAEn los albores del cristianismo en la Península Ibérica se sitúa ya la romana Calahorra como bastión importante en el valle del Ebro de la religión cristiana. El ejemplo claro es el mar-tirio de Emeterio y Celedonio en la vega del río Cidacos el 3 de marzo del año 298. Pero no es hasta la conversión al cristianismo de Recaredo, en el año 584, cuando se produce un fenómeno religioso sin parangón. Muchos hombres y mujeres de la zona de influencia del reino Visigodo intentaron imitar a los Pa-dres del Desierto comenzando una vida soli-taria dedicada a la oración y a la mortificación. Además consiguieron no sin gran esfuerzo vi-vir de lo que daba la naturaleza y trabajar para subsistir.

Como apunta D. Felipe Abad en su libro Los Monasterios riojanos: “los eremitorios riojanos de la época visigoda hay que contarlos por docenas y sus monjes por miles”.

En el año 710 ya se tiene constancia de una estación siderúrgica en Valvanera. Abundaban en el valle vetas de cobre, hierro y otros mine-rales, y los eremitas que vivían en las cuevas de la zona se dedicaban a su extracción.

De esa vida de penitencia surge la leyenda de la aparición de la Virgen de Valvanera al ladrón arrepentido, Nuño y al sacerdote Domingo. Conocida es la vida pecaminosa de Nuño hasta el momento de su conversión. Robaba, mataba, se saltaba la ley; al igual que la piadosa

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vida de Domingo, un sacerdote de Brieva de Cameros. Ambos buscan el refugio espiritual de la cueva de Trómbalos en Anguiano. Y es allí, tras despeñarse su hijo por la roca hacia el río Najerilla, cuando Nuño recibe la visión para encontrar la imagen de la Virgen. “En el Valle de las Venas, en el roble más alto, de cuyas raíces nace un manantial y cuyas ramas están pobladas de enjambres de abejas”.

Allí se dirigen, y tras un arduo camino por un bosque intransitable, encuentran el lugar y en él, la imagen de la Virgen que llamarán de Valvanera, vallis venaria, valle de las venas.

VALVANERA, UNA FACTORÍA EN LA DEMANDAEl monasterio de Valvanera, que comenzó como un conjunto de eremitorios dedicados a la extracción de mineral, tiene fechada su acta fundacional en el año 980 d.C. Es en ese momento cuando el grupo de ermitaños, que moraban en el valle desde antiguo, toman la decisión de vivir en comunidad en un recin-to, bajo la autoridad de uno de ellos, el Abad, el de más edad o más sabiduría. Estos mon-jes pasan de ser eremitas a cenobitas. Así lo atestigua el Códice Smaragdo, escrito para el monasterio de Valvanera en el año 954 y que es un comentario a la regla de San Benito. El

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cenobio, como bien marca la regla del funda-dor de la orden, debería subsistir por sí mis-mo, del trabajo de los monjes. Prácticamente desde la fundación del monasterio los mon-jes han vivido de la extracción de la miel de los numerosos colmenares que ha poseído la propia abadía. También, desde muy antiguo y casi hasta la Desamortización de Mendizábal se conoce la actividad ganadera de Valvanera, sobre todo relacionada con la cabaña tras-humante. El abad Don Sancho recibe la do-nación de la Granja de Villanueva del rey de Navarra D. García Sánchez el Tembloroso en el año 995. Otro Abad, San Iñigo, trazó el ca-mino de Valvanera hasta el sur de la península de la Cabaña ganadera del monasterio, adqui-riendo al otro lado de la Demanda, en tierras

sorianas, la Monjía de Fuentetoba, allá por el año 1100.

Hasta la Desamortización de Mendizábal en 1835, los monjes benedictinos de Valvanera van a vivir de la cabaña ganadera, llegando a tener una gran explotación en el siglo XVI. La declaración que el monasterio realiza en el año 1565 puede explicarnos la magnitud de este cenobio riojano: 700 cabezas de ganado estante conformado por 471 ovejas, 150 cor-deros, 65 cabras y 14 cabritos; a los que hay que sumar 3.870 cabezas trashumantes. Valva-nera tenía a un monje que administraba en Extremadura todo el ganado. Los ganados de Valvanera invernaban en las dehesas de Cáce-res y por ello debía de pagar la mitad del diez-mo de corderos y lana a la diócesis de Coria y la otra mitad a la de Calahorra. Paralelamente el negocio de la miel seguía su curso centrado en la inmensa flora que abastecía el colmenar del monasterio.

DE LA BOTICA A LA BODEGAHay elementos fundamentales que constitu-yen la esencia del monasterio benedictino. La biblioteca y la buena cocina por una parte, y

El cenobio, como bien marca la regla del fundador de la orden, debía subsistir por sí mismo, del trabajo de los monjes

Alambique de la Bodega de Licor.

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la botica y la bodega por otra. Los licores monacales nacen en su mayor parte en la enferme-ría monástica. La alimentación principalmente se basaba en lo que se cultivaba en la huer-ta monacal y, a veces, la falta de variedad producía ciertas alteraciones digestivas. La botica, siempre rica en plan-tas medicinales, en su mayor parte, recogidas en las mon-tañas que circundan la aba-día, se afanaba en producir ciertos elixires conocidos como ‘bajativos’. Así nacen los licores monacales, y así nace nuestro Licor Valvanera (Benedictine).

Es una mezcla de 12 plantas y alcohol, que rebajado con agua y mezclado con azúcar, consigue un licor de hierbas con efecto digestivo. La característica fundamental de éste, es que no se realiza por maceración de las plantas en al-cohol, sino por precipitación; es decir, que el alcohol de 96º pasa junto a una parte pro-porcional de ciertas hierbas y plantas, por un alambique. El peso de cada una de las hierbas es guardado bajo fórmula secreta por el Abad de Valvanera.

No se sabe a ciencia cierta cuando se empe-zó a elaborar este licor, pero lo cierto, es que tras la vuelta de los monjes benedictinos a Val-vanera en 1883, tras el periodo de abandono que trajo la Desamortización de Mendizábal, en el monasterio hubo fábrica de chocolate, panadería y laboratorio donde se fabricaba ‘perborato sódico’ (pasta de dientes); y, a par-tir de los años 40 ya se tiene constancia de la elaboración del licor que coge auge gracias a la intervención ya en los años 50 del Padre Casiano Martínez, quien equilibra la fórmula

original gracias a su amplio conocimiento de inmensa flora que puebla la Sierra de la De-manda. Acompaña a este destilado con alcohol vínico de las Alcoholeras ‘Jesús del Campo’ y ‘Cárcamo’ de Cenicero.

fundamental de éste, es que no se realiza por maceración de las plantas en al-realiza por maceración de las plantas en al-cohol, sino por precipitación; es decir, que el alcohol de 96º pasa junto a una parte pro-porcional de ciertas hierbas y plantas, por un

La botica, siempre rica en plantas medicinales, se afanaba en producir ciertos elixires conocidos como ‘bajativos’ para ayudar a hacer la digestión

Última página del Códice Smaragdo.

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El proceso de fabricación, embotellado y eti-quetado del licor es totalmente artesano, reali-zado por los propios monjes en la bodega del monasterio. Aunque en los años 40, y por razo-nes de facilitar el transporte, gran parte de ese proceso se realiza en la bodega “Las Hortensias” de Cenicero, junto a la estación de ferrocarril regentada por José María García, oriundo de Arenzana de Abajo que se traslada a Cenicero para realizar esta labor.

TRADICIONAL, POPULAR Y MODERNOEs de esa época, por la simpatía y cordialidad que tenía el Sr. García en la ciudad de Cenicero, cuando el grupo ‘Los Barranqueros’, formado por Julio Pérez, José Luis Castroviejo, David Ma-yor, Fernando Parra y Pedro Fernández Moren-tín (este último como director y compositor), cuando nace la Canción ‘Licor Valvanera’ que popularizan prácticamente por toda la Cuenca del Najerilla y otros pueblos de La Rioja.

“Allá en la Sierra verdosa, en una Abadía de mi tierra hermosa; elaboran unas manos piado-sas, un licor que protege, el Manto Divino de una Diosa. Es el Licor Valvanera, que en nin-guna parte, encuentra rival; y si alguna parte va en todas exigirá y dirá a la gente con gran ansiedad… Yo quiero Licor Valvanera, de día y

de noche, y a la hora que sea… yo quiero Li-cor Valvanera que es la mejor marca que en el mundo impera.”

En junio de 2016, por la necesidad de cumplir con el reglamento de reciclaje y residuos de vidrio, que afecta principalmente a las bote-llas de licores, el licor Valvanera se moderniza. Para el nuevo envase se optó por una bote-lla tipo ‘Premium’, de 70 cl. Además se dise-ñó una nueva etiqueta y contra etiqueta que cuentan la historia de la aparición de la Virgen de Valvanera: un roble, una colmena y el agua cristalina de una fuente. La tipografía de la eti-queta está sacada del documento más impor-tante que conserva el monasterio, el Códice Smaragdo, escrito en el año 954. La fórmula es la misma, antiquísima, que han seguido los monjes a lo largo de los siglos. Eso sí, se ha re-bajado el 20 por ciento de azúcar en el depó-sito de expedición; es decir, cuando se mezcla la esencia salida del alambique con el alcohol, el agua y el azúcar. Otra novedad es que se realizan analíticas periódicas del licor en la Al-coholera de La Rioja de Cenicero, asumiendo de esta manera los parámetros de trazabilidad, puesto que Valvanera fue una de las primeras empresas riojanas en contar los las técnicas de trazabilidad a la hora de elaborar el licor.

Embotellado manual del Licor. Encorchadora manual.

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NOTA DE CATA

Despliega en nariz todo un catálogo de monte

bajo: jaras, enebro, cilantro, manzanilla y un toque

mentolado de hierba Luisa, que otorga al conjunto

unas reconfortantes notas balsámicas. En boca es

sedoso, amable, con una elegante densidad restante del perfecto ensamblaje entre alcohol vínico, el

azúcar y el agua límpida y cristalina de la sierra. Es un excelente digestivo debido a las numerosas propiedades medicinales de las hierbas

que lo conforman. Se recomienda consumir frio. El sabor dulce y el alcohol alcanzarán así su perfecto equilibrio.

Despliega en nariz todo

bajo: jaras, enebro, cilantro,

mentolado de hierba Luisa,

unas reconfortantes notas

sedoso, amable, con una elegante densidad restante del perfecto ensamblaje

azúcar y el agua límpida y cristalina de la sierra. Es un excelente digestivo debido a las numerosas propiedades medicinales de las hierbas

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