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Capítulo 1. Marathon Man. 29-05-2010Dentro de 31 días cumpliré 62 años. En 1978 comencé a correr de forma habitual. Por tanto, llevo 32 años como corredor de

fondo.Mis queridos amigos Bego y José Luis, compañeros habituales de fatigas en esto del correr, me acaban de regalar un libro.De él ya me había hablado Bego, que, como tiene una intuición sólo equiparable a su inteligencia, es posible que viera entre el

escritor y este humilde corredor ciertos paralelismos, aunque no fuera más que la prolongada práctica deportiva. Eso es, en buenamedida, cuestión de edad, lo cual no tiene mérito alguno.

Se trata de una especie de ensayo: “DE QUÉ HABLO CUANDO HABLO DE CORRER”, del japonés Haruki Murakami,escritor más leído actualmente en su país. Cuenta experiencias y sensaciones en su ya larga trayectoria como corredor de fondo ynovelista, ya que inició ambas actividades en 1982. Ahora ya con numerosos libros publicados con gran éxito en todo el mundo ydespués de participar en muchas carreras de larga distancia en diferentes ciudades y parajes, Murakami reflexiona sobre la influenciaque este deporte ha ejercido en su vida y en su obra. Para Murakami, escribir y correr se ha convertido en una actitud vital.

He comenzado a leer el libro y estoy impresionado por la gran cantidad de cosas comunes que aprecio cuando apenas llevo leído lacuarta parte del mismo.

Casi todo podía haberlo firmado yo. Tal es la coincidencia entre lo que cuenta y mis propias experiencias, no sólo deportivas, sinotambién filosóficas.

No soy un ingenuo. Cualquiera que se haya dedicado a este “oficio” de correr, diría casi lo mismo. Pero creo que hay algo más.Demasiada coincidencia. Ya lo iré explicando, porque ahora no lo tengo del todo claro.

También me ha hecho reflexionar sobre el hecho de que con una trayectoria tan amplia en este deporte y en la vida (insisto en lo derazón de edad), acumulo gran cantidad de anécdotas y experiencias que permanecen sólo en mi memoria (supongo que cada vez másdébil) y se perderán irremisiblemente cuando yo desaparezca. Puede ser esta una buena ocasión para reflejarlas por escrito. Ya sé quea nadie más que a mi le interesan, pero, supongo que a mi hijo Aitor no le importaría mucho leerlas, aunque algunas ya las habrá oídoen bastantes ocasiones. Igual que mis compañeros de correrías y fatigas.

A esta edad te conviertes en una especie de “abuelo Cebolleta” que cuando empieza a contar batallitas la gente huye despavorida.

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No quiero emular a Murakami. Él es escritor de éxito y yo un simple aficionado al que le gusta mucho leer, e intento escribir“cosillas” de vez en cuando para mi propio consumo. Pero cuento con dos cosas que me pueden aportar bastantes datos y situarme enlos escenarios en los que se desarrolló la acción. Como soy bastante ordenado y meticuloso, conservo todos los dorsales de lascarreras en las que he participado. Y cuando digo todos, son todos sin excepción. En alguna carrera te obligan a entregar el dorsalpara darte algún premio o la medalla correspondiente. Pues bien, yo en esas ocasiones me he “fabricado” otro dorsal similar. En todosestán anotados el número de participantes, mi clasificación, tiempos, etc.

La otra “cosa” que me puede ayudar es que también conservo desde hace más de 30 años mis anotaciones de cada ocasión en quehe salido a entrenar: día, recorrido, kilómetros, tiempo, sensaciones, etc.

Con estas dos “herramientas” y mis recuerdos, intentaré plasmar algo más que datos concretos de tiempos, lugares, etc.Además contaré “otras cosas”. Porque para mí, como para el escritor japonés, el correr es parte de mi mundo particular y ha

conformado buena parte de las páginas de este libro gordo de Petete que es mi vida. No dejará de ser un “divertimento” que me hagarevivir algunas experiencias irrepetibles y otras que no quisiera repetir nunca jamás, pero tampoco olvidarlas.

Advertencia previa: lo que aquí se refleje no tiene más valor que mi opinión en un momento determinado, porque esta puedecambiar a lo largo del tiempo. No intento dar lecciones de nada -¡faltaría más!- ni enseñar este oficio ni siquiera al que empieza.

Soy un simple aficionado que sólo cuenta con una larga experiencia. Cualquier corredor mediano se sorprenderá de la ingenuidad delo que pueda leer, pero será lo que me vaya saliendo a bote pronto y todo desde la más absoluta fidelidad a mis datos y a misrecuerdos. A mi alrededor, en mis dos clubes sin ir más lejos, hay muchos compañeros que sin llegar ni mucho menos a mi edad (yotros que ya han llegado), poseen curriculums infinitamente más brillantes y valiosos que el mío. Como seguramente no tienen miosadía, ni se atreverían a escribir una sola línea. Pero yo soy muy atrevido y no suelo ver el peligro.

Además de todo lo que tenga que ver con el atletismo, trataré de mal contar aquello que haya hecho en este tiempo que tenga algoque ver con el deporte. He tocado otros palillos pero nada que ver con la dedicación y el entusiasmo que he dedicado a correr. El quemucho abarca poco aprieta.

A ver que es lo que sale. No confío mucho en finalizar el proyecto, pero lo intentaré. Supongo que me mantendrá bastante ocupado,pero tampoco es problema. Tengo tiempo y ninguna prisa, así que... ¡adelante!

En fin, que mi amiga Begoña, sin pretenderlo (¿o sí?), ha soltado la espita de toda una vida de sensaciones, situaciones y episodiosrelacionados con el atletismo y las carreras de fondo.

Por cierto, el título, como se puede apreciar enseguida, es un guiño plagiado sin rubor de la novela de Allan Sillitoe “La soledad delcorredor de fondo”, en la que se narra la utilización de este deporte como vehículo de rebeldía de una clase media-baja desarraigada ysin futuro en la Inglaterra de mediados del siglo pasado. Fue llevada a la gran pantalla y creo recordar que la vi en blanco y negro en elantiguo cine Gaxen, que se hallaba en el viejo Kursaal.

Me ha parecido oportuno usarlo porque, aunque se puede -y se recomienda-, correr en compañía o en grupo, éste es un deporte desolitarios. Hablaremos de esta soledad buscada -y aliada- a lo largo y tendido del relato.

Una cosa más. Intentaré encabezar cada capitulillo con el título de una película alusivo a la narración. Como este es el primero yalude de forma generalista al conjunto de lo que pretendo escribir, no tengo dudas. Tiene que ser: MARATHON MAN, más por ladedicación a correr que por el número de maratones en los que he participado, que no son muchos comparados con lo que por ahíanda suelto.

Capítulo 2. Escuela de Robinsones. 31-05-2010Inicié mi aprendizaje en solitario, como casi todas las cosas que he emprendido. Autodidacta empedernido supongo que por

inseguridad y sentido del ridículo. De ahí lo de la “escuela” - para aprender- y lo de Robinson, un tipo solitario y perdido enfrentado asu supervivencia a base de ir superando retos.

Ya he terminado el libro de Murakami, y mi impresión inicial se ha confirmado sin género de dudas. Se trata de un clon mío oriental.Coincidimos en muchas cosas. No me queda más remedio que continuar mi relato porque creo que ha sido cosa del destino que ellibro del japonés cayera en mis manos con el mensaje explícito de escribir mi versión.

He estado pensando en la manera de estructurarlo, cosa que no es tan sencilla. Podría hacerlo de forma cronológica, desde elcomienzo hasta la actualidad o en sentido inverso, pero no me parece lo más adecuado ni divertido. Tanto para su lectura como parami escritura.

Creo que será mejor ir intercalando diferentes épocas y sucesos para conseguir una lectura más entretenida y fresca. Será tambiénmás entretenido para mí. Me iré de vez en cuando por los cerros de Úbeda, pero prometo ser bueno y volver de nuevo a la senda.Pasaré de un extremo a otro en el tiempo porque aunque suponga algo de confusión para algún improbable lector, servirá de contrasteentre las épocas de apogeo y de perigeo.

Empezaré con episodios de mis comienzos y de estos últimos años. Se podrán ir comparando situaciones, estados de ánimo,intensidad de entrenamientos y logros conseguidos.

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Bueno, allá voy. Que la fuerza (para terminar lo que aquí empieza) me acompañe.Me casé con Merche en 1972 y en 1975 tuvimos a nuestro querido hijo Aitor. En esa época, con 28 años, yo no practicaba

deporte alguno, así que lo más probable es que empezara a engordar poco a poco y llegara a una situación irreversible a los 40, comoveía casos a mi alrededor. Trabajaba en el Banco de Vizcaya con lo que el sedentarismo estaba asegurado. Además siempre me hagustado comer bien y Merche, ya apuntaba excelentes maneras cocinando.

En los tipos delgados como yo, la gordura se manifiesta en forma de barriguita biafreña propia de la pobre gente que sufrehambrunas en África. En fin, un horror.

Para más “inri” ya había empezado a usar gafas (miopía) y notaba clarear el pelo peligrosamente. Desastre total a la vista (borrosa,claro. Por la miopía).

El que no practicara deporte alguno no era tan extraño en aquellos tiempos. No había polideportivos, ni instalaciones adecuadas, nicostumbre de hacerlo. Todo lo más, fútbol en la playa, en el viejo estadio de Anoeta y en el sótano del Colegio de los Ángeles, dondecon 18 y 20 años había jugado con la cuadrilla partidos de fútbol-sala (todavía no se llamaba así) a lo bestia. También me entrenabamedio en serio con el Salleko de balonmano juvenil.

Pero esto no quiere decir que no me gustara el deporte. Siempre he sido ágil y activo y en la mili destaqué en las diferentesactividades deportivas que allí se practicaban. Pero nada en serio. Como todo lo de la mili.

Un día al volver a casa de trabajar, se habían estropeado los dos ascensores. Subí trotando. No entendía que se pudiera subir deotra manera (paso a paso). Llegué al 4º piso asfixiado... y reflexioné: si con esta edad estoy así por hacer un pequeño esfuerzo, comoestaré con 10 ó 15 años más. Estaba claro que algo tenía que hacer.

Un par de años antes, habían empezado a organizarse carreras populares y la primera maratón se celebraría ese año. (Un inciso:siempre he utilizado el género femenino para la palabra maratón. Ya sé que valen los dos, pero si delante de maratón colocamos laspalabras “carrera” o “prueba”, no hay duda: femenino).

Entonces el poder correr 42 km nos parecía algo sobrehumano y solo al alcance de unos pocos. Recuerdo que dos buenos amigosmíos (y que todavía lo siguen siendo), Gerardo y José Félix, habían empezado a entrenar (se había puesto de moda). Me contaban queen una hora habían recorrido unos 12 km. Yo les decía que a otro perro con ese hueso, que eso no era posible. Ellos insistían. Ya noeran 12, eran 13. Yo flipaba con su entusiasmo.

Así que... Una tarde decidí salir a correr. Tarde soleada y agradable. Pensé salir de casa en Carlos I, llegar al puente de hierro porAnoeta y dar una vuelta a los puentes. Calzaba unas zapatillas de tenis de las de entonces y un chándal de fibra azul marino con rayasblancas en los costados, que me había comprado recientemente.

Casi todos íbamos con el mismo modelo de chándal. No había otro. Los hacía una empresa de Irún que también fabricaba elpatinete Sancheski, muy habitual entre los chavales de aquella época.

Cuando llevaba tres cuartas partes del recorrido -unos 3 km-, a la altura de la Escuela de Peritos, me tuve que parar. No podíamás, estaba agotado. Pero la experiencia no había sido mala y creo que mi estilo corriendo tampoco. Insistí en las semanas siguientes ypronto tuve la certeza de que ese podía ser mi deporte. Soy un solitario voluntario, por lo que salía cuando quería sin tener que quedarcon nadie, estaba corriendo el tiempo que me apetecía sin compromiso alguno, con buen o mal tiempo, de día o de noche y no teníaque desplazarme a ningún local especial para hacerlo. Simplemente, salir de casa y echar a correr. El deporte perfecto.

Ese invierno no recuerdo si entrené algo, poco o nada. Yo trabajaba en el Banco hasta las tres. Después tenía otro trabajo particularen una empresa constructora donde llevaba toda la administración, nóminas, contabilidad, etc., que me ocupaba otras tres horas (habíaque pagar la hipoteca del piso de Amara comprado recientemente). Además Aitor era pequeñajo. En fin, que no creo que me quedaramucho tiempo.

No quiero seguir adelante sin referirme a otro “hobby” que se había iniciado hacía poco: la pintura. Merche, que conocía mis -llamémoslas- aptitudes para el dibujo, con muy buen criterio (como siempre), me había regalado en las Navidades anteriores uncaballete con caja de pinturas al óleo, pinceles, etc., y yo había hecho algunos pinitos. Horribles, por cierto, (el ser autodidacta es loque tiene) pero el gusanillo ahí estaba.

Resulta que el propietario y director de la empresa en la que trabajaba a la tarde, José Miguel Zumalabe, era un excelente pintor,poco amigo de exposiciones, pero que en el Museo de San Telmo tenía colgados dos magníficos cuadros, lo cuál ya decía algo de sucalidad. Hablábamos mucho de pintura y me facilitó buenísimos consejos, además de regalarme (en años sucesivos) cuatromaravillosos cuadros que cuelgan en las paredes de mi casa en lugar preferente. Esto hizo que me dedicara más a pintar, con lo cual -yvuelvo al tema-, no creo que me quedara mucho tiempo para correr.

Lo que sí recuerdo con nitidez es el primer día que salí a correr en Amara con los dos amigos mencionados. Como ya seconsideraban veteranos me trataban como a un recién nacido, con consejos del tipo: ¡respira por la boca!, y otras obviedadessimilares. Pronto se vio que allí el “nuevo” estaba a su altura, y ellos -como yo-, además de por la boca respirábamos hasta por lasorejas. (Releo lo que acabo de escribir y suena bastante jactancioso, pero juro por mis zapatillas de correr que fue así).

De cualquier modo siempre agradeceré a estos dos amigos mi iniciación en las carreras de fondo. José Félix aún corre y participa,

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que yo sepa, en nuestra carrera de primavera. Ambos corrieron varios maratones y Gerardo incluso participó en algunos triatlones.El 20 de Mayo de 1.979, en su número 820, la revista en euskera Zeruko Argia dedicó un monográfico al “footing”, por el auge que

este deporte estaba teniendo. Bueno, pues ahí salgo yo en una foto que me hicieron junto a Koipe con una pequeña entrevista sobremis motivaciones para correr, etc. Como el Banco estaba suscrito a la revista y esta se repartía en todas las sucursales (por donde yohabía pasado en mi época del equipo volante de sustituciones), tuve infinidad de llamadas y comentarios. Creo que ese fue mi bautismooficial. Mi destino estaba marcado. No había vuelta atrás: tocaba correr de por vida.

Y ahí seguimos... después de más de 30 años.Capítulo 3. Lo que el viento se llevó. 02-06-2010

Doy un salto en el tiempo y paso de mis comienzos a mis “acabamientos”. Así podré ir centrando la perspectiva.Es como una fotografía obtenida con objetivo de “ojo de pez” que nos permite contemplarla en sus 180º pasando de un extremo a

otro.El tema será mi última maratón el 9 del mes pasado en Praga.Por cierto, el título de la película viene al pelo con lo que explico más adelante. Su director fue Víctor Fleming y puede que sea la

película más premiada y más vista de la historia. Protagonizada por una inolvidable Vivien Leigh en el papel de Escarlata O’Hara, juntocon Clark Gable, Leslie Howard y Olivia de Havilland, narra la historia del ocaso de una forma de vivir en el sur de Estados Unidoscon la abolición de la esclavitud y sus consecuencias, en el marco de la guerra de Secesión americana.

Mi amigo Murakami, alude en su novela a su situación actual, con escasísimas posibilidades de superar las marcas ya logradas yhaciendo maratones por encima de las 4 horas cuando él cree que puede hacerlos en menos tiempo.

Pero ya no le importa el tiempo. Solo seguir corriendo.Exactamente esa es mi situación actual. Un lento declive que viene de largo -mis tres últimas carreras han sido fracasos parciales- y

ese convencimiento de que lo importante es poder seguir corriendo independientemente de la marca. En el fondo -y en la superficie- esresignación, pero no una resignación rebelde, sino aceptada.

Una de las cosas que más me ha gustado de su novela es el resumen que hace de su actividad de correr con relación a su vida: “elacto de correr se hallaba ya en un ámbito que rozaba casi lo metafísico. Primero estaba el acto de correr y luego, como algo inherentea él, mi existencia. Corro, luego existo”.

Yo no lo sé explicar tan bien, pero en mi caso, siempre digo que lo que más me gusta de correr es... correr. Y esto nunca hacambiado. Lo que pasa es que a fuerza de entrenamiento alcanzas una forma física que te permite acceder a unas marcas que nuncahubieras imaginado, y si tienes -como es mi caso- un espíritu vital competitivo es inevitable enredarte en una espiral de superación queacaba llevándote al... desastre. Sí, porque siendo simples aficionados nos marcamos retos y niveles de entrenamiento de cuasiprofesionales. Ya desarrollaré esta filosofía más adelante.

Porque, -y ahora me centraré en el tema de este capítulo- ¿se puede considerar un fracaso terminar una maratón en 4 horas y 1minuto con prácticamente 62 años y estando parcialmente lesionado? Depende. Todo es relativo, y me explico.

En noviembre del año pasado, coincidió la venta de mi anterior coche con la cena anual del club de mis amores DONOSTIARRAKque se viene celebrando en los últimos años en el Club de Tenis de San Sebastián. Yo estaba en Almería prácticamente sin correr ydedicándome a pintar y a jugar al golf, disfrutando de un tiempo excelente (¡ay, el otoño de Almería!) y de mis nietos, así que medesplacé a Donosti para firmar los papeles de la venta y de paso, acudir a la siempre agradable cena de los colegas.

En los desayunos del Eceiza, donde nos reunimos a tomar café los fines de semana después del entrenamiento correspondiente -siempre bien atendidos por el amigo y socio del Club, Aitor-, me informaron de que una docena de compañeros habían decidido asistira la maratón de Praga que se celebraría el 9 de Mayo del año siguiente, y me invitaron a unirme a ellos. Me hice rápidamente lacomposición de lugar, y como yo me apunto a un bombardeo, una vez obtenidos los permisos familiares correspondientes, di el “síquiero”.

Lo de ir solo, quiero decir sin mi mujer, fue porque únicamente iban hombres y además, como mi suegro ya llevaba desde el veranobastante delicado de salud, Merche no me hubiera acompañado en ningún caso.

Mi planteamiento de cara a los entrenamientos fue el siguiente: termino el año sin correr para recuperarme totalmente de una lesiónen el pubis que arrastraba desde finales de septiembre, y en enero, con al año nuevo, empiezo suave para incrementar las distancias apartir de febrero y ultimar el trabajo a finales de abril. Dicho y hecho.

Comencé con 40 minutos los días de Nochevieja y Año Nuevo, acompañando a mi hermano José Luis que nos había visitado comoes habitual por estas fechas, junto con Chelo, su mujer, que también corre.

El 10 de enero, una vez acabadas las fiestas de Navidad, nos trasladamos a San Sebastián. En el último entrenamiento que realicéen Almería el día de Reyes, me encontré con mi amigo Enrique, tesorero de mi otro club, en Almería: ATLETAS VETERANOS DEALMERIA. Enrique además trabaja en el mismo Banco al que yo pertenecí durante toda mi vida, o sea que tenemos muy buenarelación. Me comentó que pensaba participar en una carrera de 28 km campo a través en la Sierra de Gata, próxima a Almería, a

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celebrarse el 7 de marzo (justo 2 meses antes que la Maratón de Praga). Se trata de una carrera bastante dura y exclusiva. Alcelebrarse en un Parque Natural hay límite de participantes que se completa enseguida. El Cabo de Gata es mi espacio preferido enAlmería. Lo he recorrido andando en solitario de cabo (de Gata) a rabo y he practicado pesca submarina en su litoral. Me encanta suaridez y la belleza austera de sus ramblas y crestas.

Consideré que me podía venir bien esa carrera de cara a la maratón. Quizás un poco prematura, pero también me apetecía muchoparticipar por el escenario en que se celebraba y ser campo a través.

Así que logré inscribirme en cuanto se abrió la posibilidad en Internet.Una vez en Donosti, retomé los entrenamientos junto a mi amiga Marian (ya hablaré en otro momento de ella), que salía de una

desafortunada lesión en el tobillo después de tres meses de parón.Enfoqué la preparación de forma artesanal como siempre. Nada científico, como se hace ahora. Puro instinto. En menos de dos

meses tenía que pasar de estar parado a poder hacer 28 km de forma solvente, campo a través y con desniveles de 300 m... y seguirentrenando para la maratón. Así que calma y buena letra.

Alterné cuestas y llano, aprovechando los fines de semana para hacer ya 20 km a ritmo de 5 minutos/km. Completé en enero 289km en 21 días de entrenamiento. No fue nada fácil. Es un mes habitualmente frío, y este año especialmente frío. Mi suegro seguíaempeorando y tuvo que ser ingresado en el hospital, de donde prácticamente no salió.

Sufrió un derrame múltiple cerebral y falleció después de 15 días en coma el 6 de marzo. Justo el día antes de la carrera de 28 km.Además padecí el famoso virus intestinal que me dejó hecho polvo durante 3 días. Aún con todo esto los aspectos positivos eranmuchos: no me dolía nada e iba asimilando muy bien los entrenamientos. Corría a 5 minutos km. con soltura.

A pesar de todo en febrero fui incrementando las distancias del fin de semana hasta hacer 25 km en 110 minutos.Completé en el mes 326 km. Por la situación de mi suegro tenía prácticamente descartado poder participar, pero yo seguía mi hoja

de ruta por si se producía el milagro. No pudo ser. Para remediar mi cabreo, el día de la carrera, por mi cuenta y casi en solitario, hicelos 28 km en 2 horas 20 minutos: Justo a 5 minutos por km.

En ese momento, a falta de 2 meses para la maratón, tenía que haber aflojado un poco y descansar algo para retomar elentrenamiento con garantía. Pero no fue así. Una vez más me equivoqué y seguí entrenando a tope esa misma semana, acompañando aMarian y Mariaje (otra compañera de fatigas) que iban a correr la maratón de Madrid.

Volví a Almería el 14 de marzo y el primer día que salí solo a correr me lesioné. Un dolor en la zona femoral de la pierna derechame hizo volver andando y me di cuenta de que era una cosa seria.

Las dos semanas siguientes, fisioterapeuta a tope e ir probando. Nada que hacer. Persistía el dolor. Solo corrí 24 km en esteperiodo. Descarté totalmente la participación.

Los que saben de esto comprenderán mi estado anímico. Primero cabreo, después resignación y luego explorar otras posibilidades.¿Y si bajo mucho el ritmo? ¿Y si pruebo a soportar el dolor y éste no va a más? ¿Y si salgo a ver que pasa y me tengo que retirar,

mala suerte? ¿Y si...? ¿Y si...?.Dicho y hecho. Quedaban 5 semanas. Como la última no cuenta, cuatro. Cada una de ellas 3 días a 10 km y el domingo 15, 20, 25

y 30. Lo que me pasaba por la cabeza la víspera de hacer los 20, 25 y 30 mejor no explicarlo. En solitario y de madrugada, casi denoche y a veces con lluvia. Y siempre con dolor, pero controlado. La tarde anterior a hacer los 30 km fui dejando botellines de aguapor el recorrido, ya que no hay otra posibilidad de reponer líquidos.

Y ahora una de filosofía. ¡Marchando!Independientemente del resultado que se obtenga en la prueba, yo creo que en esta voluntad de superar todos los obstáculos que

van surgiendo y en el propósito firme y decidido de intentarlo, caiga quien caiga, está el verdadero mérito del corredor de fondo. Hayque echarle mucho valor para, de forma gratuita y voluntaria, lanzarte a algo que lo único que tiene garantizado es el sufrimiento. Y porsupuesto la incomprensión de los que te rodean y la indiferencia del resto.

Total, que en los dos últimos meses entrené sólo 325 km y a ritmo medio de 5’ 30’’. 40 km por semana es un escasísimo bagajepara una maratón.

Pero como no hay más cera que la que arde... mirada al frente y rumbo a Praga.Los componentes de la expedición además de este humilde servidor, los “Almandoz Brothers”: José Luis (Koteli, siempre en su

línea positiva y dicharachera) e Iñigo de quien no conocía ni su sentido del humor ni su habilidad informática (“fabricó” un CD resumendel viaje de mucha calidad técnica y artística), y ambos compradores compulsivos de camisetas y sudaderas; Patxi Irizar, “Cocinitas”,compañero de habitación que sufrió con mis ¿ronquidos?; José Luis Zubiaurre “Fisher” y Javier Barrera, “el Tximbo”, ambos muycomprometidos con la organización del evento, que fue de “10”; Juantxo Cáceres, animador incansable que, desgraciadamente, nopudo correr por lesión; Jon Osoro, a quien no conocía y que me hizo reír a mandíbula batiente; Iñaki Gerica, que puso la nota decalidad con un tiempo inferior a 3 horas (fue a tal velocidad que no se dio cuenta que había adoquines en buena parte del recorrido); yademás Juan Ras y Felipe, que sin pertenecer al club, se integraron en el grupo rápidamente.

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El viaje, fantástico. Humor, risas y buen ambiente. La ciudad una maravilla y la maratón con 5.000 participantes muy bienorganizada con un recorrido urbano muy apropiado a lo largo de las dos orillas del río.

Mantuve un ritmo constante de 5’ 23’’ x km a lo largo de 36 km sin mayor problema. Salí por primera vez en carrera conpulsómetro porque no me podía pasar ni un pelo. Comprobé que el estrés que provoca la carrera aumenta el nivel normal en 10pulsaciones. Fui como un reloj: 1 hora 11 km, 2 horas 22 km, 3 horas 33 km, 3 horas 16’ 36 km.

En ese momento sufrí un leve desfallecimiento y tuve que arrastrarme hasta la meta como pude. Sin combustible mi cabeza queríaavanzar pero las piernas no obedecían. Una “pájara” de las buenas. Pero yo ya sabía que iba a llegar aunque fuera perdiendo muchotiempo en lo poco que quedaba, así que atravesé la meta exhausto pero feliz. Además sin sobrecargas musculares de importancia.Como se suele decir: un maratón más a la mochila.

Resultado final: objetivo logrado. Puesto 2.300 y el 33 de mi categoría. ¿A que no está tan mal?, ¡yo creo que no! Si un mes antesme dicen esto, hubiera dado volteretas de alegría y, por supuesto, hubiera firmado sin mirar. O sea que lo que a la vista de cualquierapuede parecer un tiempo malísimo, para mí, con los antecedentes apuntados es un éxito rotundo.

De ahí lo relativo de todo este negocio.Bueno, punto final a este capítulo contado con mucho detalle porque se trata de la última maratón (puede ser la última-última) y lo

tengo todo muy fresco.Mi sensación final es más positiva que negativa deportivamente hablando, sobre todo por haber sido capaz de darle la vuelta a una

situación que prácticamente consideraba irreversible. Además he hecho turismo y me lo he pasado en grande.¿Alguien da más?

Capítulo 4. La carrera del siglo. 06-06-2010Vuelta atrás en el tiempo para situarme otra vez en mis comienzos. Enseguida comprenderéis el porqué del título. Por cierto,

magnífica película humorística protagonizada por Jack Lemon, Tony Curtis y una bellísima Natalie Wood en su mejor momentoprofesional, donde el malo era muy malo (Jack, como Profesor Fate) y el bueno, muy bueno (Tony). Adivina, adivinanza: ¿quién sequeda al final con la chica? Bueno, sí, era muy fácil. La mayoría de las “pelis” acaban así, pero en la vida real... Bueno al grano.

1.979 fue un año de transición en el que supongo que seguí corriendo de forma esporádica y que lo mejor que me pudo pasar esque no dejé de hacer eso que todavía sonaba un poco raro: salir a correr.

Lo que si creo recordar es que se celebró en Octubre la I (¿o fue la II?) Maratón de San Sebastián, en la que participaron mis dosamigos. También creo recordar que llegaron hechos unos zorros con un tiempo de casi 4 horas. La verdad es que en aquellos tiemposdel cuplé, la llegada a meta era, para muchos, dramática. Sangrando por rozaduras, extenuados y medio a rastras. Las novatadas sepagan, y la mayoría de los participantes eran novatos. Escasa y mala preparación, y supongo que mucha cabezonería.

De cualquier forma yo presencié la carrera con ese gusanillo que te dice que a lo mejor, algún año... Bueno, con cierta envidia.De lo que si tengo un recuerdo nítido es de mi momento profesional. Con 31 añitos me nombraron Apoderado administrativo de la

oficina principal del Banco en San Sebastián. El segundo de a bordo de la oficina con una plantilla de más de 40 empleados. Un toromuy difícil de lidiar teniendo en cuenta que eran tiempos muy convulsos en lo político, con manifestaciones, huelgas y atentadosterroristas un día sí y otro también. En mi primera semana de apoderado, tuve una huelga general, un aviso de bomba con desalojoincluido y un encierro en la oficina. El Director estaba “missing” en el despacho, pero yo tenía que dar la cara en el patio deoperaciones, con clientes, empleados huelguistas y gente ajena que ocupaba toda la planta. No sé como no dimití allí mismo. El caso esque ni se me pasó por la cabeza. A lo mejor el germen del futuro maratoniano -eso que hace no rendirse ante los obstáculos- ya habíaprendido en mi interior o lo tenía incorporado de nacimiento y mi destino inexorable -cual maldición bíblica- era el ser corredor defondo.

Y llegó 1.980.Coincidiendo con la Semana Grande de Donosti, a las 12 de la noche del día 14 de Agosto -víspera de la Virgen- se celebraba en

el Antiguo una carrera de 10 km Esta seria la 2ª edición. Pensé que podía ser mi bautismo de fuego, así que dicho y hecho. ¡Aparticipar!

Pero tenía pendiente algo imprescindible para poder correr con garantía: tenía que comprar MIS PRIMERAS ZAPATILLAS DECORRER. Unas Nike azules preciosas, con el dibujo de la marca en amarillo. No me acuerdo cuanto me costaron pero si la sensaciónde la primera vez que salí a correr con ellas: una maravilla. Jamás he vuelto a experimentar lo mismo en la infinidad de estrenoszapatilleros que llevo encima. Es que la diferencia era notable. De unas zapatillas de tenis a unas de correr de verdad...

Así que con mis flamantes zapatillas nuevas comencé la preparación en serio. Bueno, o lo yo creía que era en serio, porque... Enmayo corrí 9 días, un total de 106 km. Alternaba días de 10 km con días de 14 km. En junio, en 11 días completé 173 km, o sea corríun día de cada 3. Y, por mis anotaciones, muchas veces con mi amigo Gerardo.

La novedad de este mes es que en cuatro ocasiones corrí 22 km. Por 1ª vez había rebasado el límite de una media maratón.En julio otras 11 veces con un total de 166 km. El 13 de este mes corrí 28 km yo solo. Fue un día de calor y me parece que ya

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empecé a creerme más lo de poder hacer una maratón.Como se puede comprobar los entrenamientos eran muy “sui generis”, o sea, lo que se me pasaba por la cabeza. Nada que ver con

una preparación para una prueba de 10 km. El caso era correr y hacer muchos kilómetros.Así, llegó el día de mi primera carrera. Como era Semana Grande, había bastante cabreo en la familia. Mis suegros estaban con

nosotros de vacaciones, pero lo prioritario era la carrera, así que nada de salir de fiesta. Toda la familia condenada. Descanso yconcentración.

Nervios y más nervios hasta las 12 de la noche. Salí como un rayo y en el primer kilómetro ya estaba asfixiado. Fui al límite todo elrato y más o menos en el kilómetro 8 había que subir la cuesta de Pío Baroja hasta el Hotel Costa Vasca. Nunca imaginé lo mal que sepodía pasar corriendo, pero aprendí que había que dosificarse. El mal rato que pasé quedó eclipsado por la alegría de terminar mi 1ªprueba y por los aplausos de mi hijo de cinco años.

Creo que esa misma noche decidí probar suerte y correr la maratón de Donosti que se celebraría el 12 de octubre próximo. Así quemanos a la obra.

Los entrenamientos, como ya he dicho, eran intuitivos y caóticos, sin método ni programa. Se trataba de ir cogiendo seguridad paraafrontar con solvencia los 42 km. Así que en agosto completé en 13 recorridos 228 km, que ya está bien, porque sale a una media de17 km cada entrenamiento. Y nada de series o progresiones. Kilómetros y más kilómetros, como los mulos (según frase de mi amigoJosé Mª del cual hablaré sobradamente más adelante). Dos días completé 28 km y otros 2, 32. O sea, 120 km en 4 días.

El problema vino en septiembre. Mi hermano Carlos, soltero todavía y viajero empedernido, organizó un viaje a Italia, así que nosapuntamos Merche, yo y mi otro hermano pequeño, Chuchi, con su mujer Teresa, que llevaban muy poco tiempo casados. Dosparejas y media en un Seat 131 y casi dos semanas por delante de vacaciones. Llevamos a mi hijo Aitor a Almería y se lo dejamos amis suegros. Que para eso están (es broma). De vez en cuando tienen que echar una mano, ¿o no?

En el equipaje y en lugar preferente mis flamantes zapatillas con el firme propósito de correr casi todos los días, ya que se tratabadel mes previo a la prueba, en que los entrenamientos debían intensificarse. Pero el hombre propone e Italia dispone.

Solo corrí dos días. El primero en Pisa. De madrugada, casi de noche, salí sigilosamente y cogí una carretera con bastante tráfico ypoco arcén, así que muchos coches me pitaban. Cuando llevaba unos 10 km y con urgente necesidad de ir al lavabo (la lasaña de lanoche anterior, y las birras, por supuesto), descubrí un mini-estadio de atletismo con -supongo- su cuidador regando el césped. Lepregunté si podía utilizar el aseo, a lo que respondió amablemente que sí y además que también podía correr por la pista. No se hablemás.

Una vez atendido lo urgente, pasé a lo importante: hice unas series en la pista, y mi pensamiento de ese momento lo recordarésiempre.

Yo solo, de madrugada, en otro país y corriendo en el estadio de un pueblo llamado San Giuliano Ferme. Creo que la satisfacciónde estos momentos especiales te marcan un poco para siempre y sirven para compensar otras circunstancias adversas en las que estása punto de mandarlo todo a hacer puñetas. En fin, que ya en el hotel mis hermanos no se creían que había hecho 20 km.

La otra vez que salí a correr fue, ya de vuelta, 10 días más tarde en Playa de Aro donde pasamos una noche como etapa intermediay donde volvimos a comer huevos fritos como Dios manda y no a la plancha como en Italia.

Otra vez a Almería a terminar las vacaciones y recoger a mi hijo. Como me remordía la conciencia por la falta de entrenamiento yademás estaba asustado por la inminencia de la carrera, entrené como un poseso. En 4 días hice 90 km Y solo faltaban 12 para laprueba.

Estas dos últimas semanas son las peores porque sabes que tienes que descansar bastante y al mismo tiempo eres consciente de quehas entrenado poco y mal. No haces más que darle vueltas a lo mismo y entras (yo por lo menos) en un proceso triste y melancólicodonde no buscas más que estar solo. Es el peso de la responsabilidad que tú mismo has contraído... contigo mismo. Parece un juegode palabras pero es así. Por supuesto también es el miedo a fracasar y hacer el ridículo ante los tuyos. Además la incomprensión de losque te rodean es patente: “tanto entrenar para esto”, o “parece que no hay una cosa más importante para ti”, o “sacrificas a toda lafamilia...” En fin, unos días malísimos en los que lo único que quieres es que llegue el día de la carrera... y que sea lo que Dios quiera.

En un último intento de conseguir seguridad, el domingo anterior a la maratón hice 37 km en solitario. Una burrada que vista ahoraen la distancia piensas en los enormes errores cometidos, y en lo que podías haber hecho en la prueba de haber entrenado con cabeza.

El día de la maratón amaneció con un tiempo infernal. Un temporal del norte de los gordos. Viento huracanado, lluvia a tope ygranizo. Acojono total.

Entre Gerardo y yo habíamos encargado a un compañero mío de trabajo, aficionado a la fotografía y a las películas la filmación denuestra maratón (entonces no existía el vídeo, por lo que todo se filmaba en película súper 8), esperándonos en determinados puntosde paso e intercalando infografía con trayectos, etc. El amigo Gumer-(sindo) era un manitas pero muy impuntual, así que llegó tarde yno nos cogió en la salida. Hizo lo que pudo después, y nos cobró un pastón. Puede parecer que para unas mediocridades comonosotros encargar una película de la carrera suena algo pretencioso. Ni que fuéramos figuras. Pero es que entonces, correr unamaratón era algo tan extraordinario que merecía la pena inmortalizarlo.

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El recorrido de la carrera tuvo que ser cambiado por el mal tiempo. El Paseo Nuevo se cortó por las olas (entonces se pasaba porallí) y salir de la Avenida de Navarra a la Zurriola era como toparte con una pared... de viento. Terrible. Granizadas intermitenteshicieron que no me quitara un gorro de lana en toda la carrera. Recuerdo que las cuestecitas del túnel del Antiguo y del Paseo deErrotaburu, casi al final, tuve que hacerlas andando. Pero crucé la meta en 3 horas y 33’. Fantástico. ¡YA ERA MARATONIANO!

Llegué el 532 de un total de 1.832 clasificados. Gozada total. Ya tenía en la mochila “la carrera del siglo”. Algo impensable un añoantes. Trataré de definir ahora mi estado de ánimo en los días siguientes. Era una especie de felicidad tontorrona, de esas en las que teaflora la sonrisa cuando nadie te está viendo y que te produce un gustirrinín porque sabes que has hecho algo que está al alcance de nomucha gente. Y que has sido capaz de superar un reto autoimpuesto, sin recompensa material alguna y con la única satisfacción dehaber hecho lo que te habías propuesto. ¡Que complicados somos! Y que simples, al mismo tiempo.

Bueno, pues ya estaba hecho. En aquellos tiempos, la maratón se celebraba en octubre y la Behobia-San Sebastián un mes mástarde. Ya sé que parece una incongruencia correr 42 km y un mes después 20, en lugar de que sea al revés, como ahora. Pero eseesquema se mantuvo durante muchos años. De hecho, creo recordar que hasta finales de los años 90 no se produjo el cambio.

Así que para redondear mi año fantástico, solo faltaba correr la carrera más emblemática y popular de San Sebastián y deGipuzkoa. El trabajo ya estaba hecho. Con mantener el estado de forma era suficiente. En ese mes solo entrené 10 días alternandodistancias cortas con 4 ó 5 veces 20 km.

Ese año se celebraron las Olimpiadas -creo- en Los Ángeles y el equipo americano lució una camiseta de la marca Kappa muybonita, así que me compré un equipo de esa marca. Pantalón rojo con rayas blancas laterales y camiseta gris con las mismas bandas enlos costados. Por las fotos de carrera, ya empezaba a parecer un corredor de verdad.

Existía un fotógrafo en la calle Miracruz -Aygués- que se especializó en fotos de las carreras. Se apostaba en diferentes puntos delas mismas y sacaba cientos de ellas. En la Behobia uno era el alto de Gaintxurizketa. Otro el puerto de Pasajes y otro fijo el puente delKursaal. La visita a la tienda era obligada al día siguiente de la carrera y las fotos muy buenas. Con el tiempo, a base de acudir acomprarlas ya me conocían y las tenían apartadas, con lo que evitaba visionar montones de fotos apiladas en cajas. Para localizar lasde uno era importante que la camiseta se distinguiera fácil porque entre cientos de fotos y de corredores de un vistazo te veías o no. Helogrado reunir un álbum completo de fotografías de mis carreras con lo que, cuando lo repaso, es inevitable comprobar el inexorablepaso del tiempo y los estragos que va produciendo -los acepto encantado-, así como la evolución de la moda deportiva, capilar, etc.En estos “visionados” que hago muy de vez en cuando, ya me ha ocurrido varias veces descubrir a algún corredor desconocido en elmomento de la foto pero que después he conocido e incluso se han convertido en buenos amigos míos.

Bueno, al loro. En las fotos de esta Behobia ya tengo pinta de corredor a mis 32 años. Tengo una llegando a lo más alto deGaintxurizketa fresco como una lechuga de caserío. Completé el recorrido rompepiernas de 20 km en 1 hora y 24 minutos. Ocupé elpuesto 279 de un total de 1.700 clasificados. O sea, que en el mismo año había corrido mi primera carrera, la maratón y la Behobia.Creo, como dice la canción de Serrat, “que entonces yo era feliz”, por lo menos en el aspecto deportivo. Ya era corredor de fondo. Oeso es lo que yo -en mi ignorancia- creía. Pero este es otro cantar que comentaré en otro capítulo.

Lo que entonces no se me pasó por la cabeza es que exactamente 30 años más tarde, todavía estaría corriendo maratones.Capítulo 5. Cuatro bodas y un funeral. 14-06-2010

Nuevo salto hacia adelante y nos situamos en el año 2.009, es decir el año pasado. Se trata de un periodo de transición entre misdos últimas maratones.

Y también un año importante en el aspecto familiar: el 20 de enero, día de San Sebastián, nació en Almería mi segundo nieto,Ignacio.

Intentaré inculcarle en el futuro la afición por las carreras de fondo a sabiendas de que será una guerra perdida de antemano. Hará loque él quiera.

Y ahora, algunas consideraciones previas.Coincidiendo con mi 52 cumpleaños (año 2.000) reiteré mi decisión de dejar de correr de forma competitiva. Fue el año de mi

jubilación profesional (mejor dicho: pre-jubilación) y consideré dos opciones, por una de las cuales ya me había decantadoprácticamente: seguir corriendo a tope tratando de mejorar marcas y lesionándome cada dos por tres o intentar alargar en el tiempo laactividad deportiva alejándome de participar en carreras y por lo tanto de la competición. “That is the question”.

Parece un asunto sencillo pero no lo es. Por un lado ves que todavía estás en plena forma con la circunstancia añadida de que vas atener más tiempo para entrenar (o esclavizarte) y tratar de mejorar tu puesta a punto. Por otro, uno mismo ya viene experimentandolesiones cada vez más frecuentes, y ves a tu alrededor un montón de gente que ha corrido contigo durante muchos años que, por forzarla máquina más allá de lo razonable las lesiones han pasado de esporádicas a permanentes y han tenido que colgar las zapatillas.

Elegí, creo que razonablemente, la segunda opción. Intentar disfrutar corriendo sin pretensiones durante los años que pudiera, sinembarcarme en locuras que sólo me conducirían al desastre.

Por eso es poco habitual que en este mismo año haya participado en 5 carreras. Cuatro con éxito razonable y una -luego lo

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explicaré- fracaso. De ahí lo del título de esta divertida película protagonizada, creo recordar, por Hugh Grant.De todas formas tengo que confesar que la decisión de no participar en carreras cuando uno está en un razonable estado de forma

física es muy duro. Eso de ser espectador de como tus compañeros de fatigas pasan por delante de tus narices y tú animando alpersonal, mientras calculas la posición que, más o menos, ocuparías en la carrera, es una prueba de humildad demasiado cruel.

Nada que ver con estar de espectador con motivo de una lesión. Eso es por causa de fuerza mayor, y te da rabia pero no tieneremedio.

Bueno, pues en el conjunto del año corrí 2.344 km lo que supone menos de 200 km al mes, o lo que es lo mismo: aproximadamente45 km a la semana. Nada del otro mundo, pero seguía corriendo de forma ininterrumpida.

Otra consideración: cuando uno se va haciendo mayor, va cambiando de categoría deportiva: de senior a veterano, y dentro deveterano habitualmente cada 5 años se establece una nueva categoría. En los campeonatos mundiales de veteranos a partir de 40 añoslas categorías son: +45, +50, +55, +60, etc.

Uno en su ingenuidad siempre piensa que cuando cumples los 50 (compites con los de hasta los 54) estás en ventaja. O los 55, o alcumplir los 60. Craso error. Los mismos competidores que has tenido hasta entonces también cambian de categoría y te vuelven aaguar la fiesta de tu reciente cumpleaños.

Lo único que te puede dar ventaja competitiva es que alguno de tus rivales habituales se haya retirado de la práctica deportiva.Resistir es vencer, así que si sigues corriendo durante muchos años, cuando cumplas por ejemplo los 80, es posible que seas el

único de esa edad, o como mucho habrá otro, o sea que tienes el podium asegurado. Creo que es evidente la ironía de lo que estoydiciendo, pero es que es así, por muchas vueltas que le des.

Otro detalle a considerar: desde mi jubilación, es decir hace 10 años, paso unos 6 meses al año en San Sebastián y otros tantos enAlmería. Más o menos cada dos meses cambiamos de residencia, aprovechando como es lógico la climatología más favorable. Eninvierno, más tiempo en Almería y casi todo el verano, en San Sebastián.

Pues bien, en Almería me cuesta mucho más entrenar porque, como ya he dicho, me dedico a otras actividades que requierenbastante tiempo. Por otro lado los colegas del club en Almería salen los fines de semana muy tarde y yo estoy acostumbrado amadrugar más. Al ser pocos no se forman grupos asequibles a cada ritmo de carrera, por lo que, a menudo, tengo que correr solo unabuena cantidad de kilómetros.

Digo todo esto, porque cuando llego a Almería, habitualmente lo hago bien entrenado (en Donosti entreno a diario) y cuando vuelvoa San Sebastián, he perdido la forma. Esta aclaración viene a cuento de que el 30 de marzo desembarqué en Almería tras un periodobimensual de entrenamiento intenso en Donosti. Nada más llegar me dijeron que el domingo siguiente había una carrera de 10 km porel desierto de Almería, por supuesto, campo a través. Nunca había corrido de esta forma, así que me inscribí más que nada porcuriosidad y sin ninguna pretensión de marca.

Confieso que me resultó durísima. Discurre por ramblas secas del río Nacimiento, senderos arenosos y repechos cortos peromortales.

La salida y llegada en el pueblo de Tabernas, epicentro de los escenarios de cientos de películas -espagueti/westerns- rodadas enestos parajes que asemejan el desierto de Arizona o el Gran Cañón del Colorado. De hecho, había que atravesar un poblado delOeste de los varios que se mantienen como motivo turístico. El paisaje fantástico, o sea, de película, que es lo que habían intentadorecrear los organizadores de la prueba, asomando en cada recodo del camino personajes caracterizados de las principales películasrodadas por allí: árabes en camello (Lawrence de Arabia), vaqueros patibularios a caballo (Por un puñado de dólares) o intrépidoarqueólogo con sombrero y látigo (Indiana Jones y la última cruzada).

Resultado: 4º en mi categoría (casi pódium), y un tiempo de 50 minutos escasos. Bastante bien dadas las circunstancias.Se me había pasado por la cabeza titular el capítulo “Centauros del desierto”, pero mi amigo Jesús-Superman (que ha corrido un

par de veces la Maratón de Sables, en el desierto marroquí) se hubiera carcajeado. Sonaría muy pretencioso.Por cierto, esa película rodada en 1.956 y dirigida por el magistral John Ford, es un fascinante “western” de culto y relata la odisea

de un jinete desarraigado y solitario en busca de una niña raptada por los comanches. Interpretada sobriamente por John Wayne yNatalie Wood, contiene en su banda sonora una balada cuya letra dice así: “¿qué es lo que hace a un hombre vagar?, ¿qué es lo que lehace ir errante?, cabalga, cabalga, cabalga...” Cuantas similitudes con lo nuestro ¿verdad?

Como mis colegas de Almería son incansables y sin terminar de salir de una ya están en otra, nueva carrera. Ésta también de 10 km,pero bastante popular y urbana. Discurre por el puerto de Almería. Vueltas y más vueltas rodeados de pesqueros y ferrys por todaspartes.

Se celebra con muy buen ambiente y exactamente dos domingos más tarde que la del desierto.Salí tranquilo y fui de menos a más pasando gente. Estas son las carreras en las que se disfruta, porque llegas a la meta a tope. Yo

prefiero distancias más largas. Soy más de resistencia que de velocidad -diésel-, pero ésta salió bien. El tiempo fue muy bueno (paramí): 43’ 39’’. A 4’ 18’’ el kilómetro de media. Y lo que es mejor: 2º en la categoría de +55 años (no había de +60). Pódium, trofeo y

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aplauso de mis colegas. Mi amigo y presidente del club, Florencio, quedó 1º. O sea, que un éxito del equipo.Y como no hay dos sin tres, me propusieron para dos semanas después algo que me rompió los esquemas: una media maratón de

montaña, -la del Almanzora- entre dos pueblos de la zona: Armuña de Almanzora y Bacares, pasando por Purchena, Tíjola yBayarque. Se pasa del valle al corazón de la sierra de Filabres (más de 2000 m), con un desnivel a salvar de 600+200 m. Todo sobreasfalto.

Prueba considerada de gran resistencia y de la que yo ya tenía noticias a través de radio macuto y de mi nuera María, que habíaestado un año de maestra en Tíjola y me comentaba que uno de sus compañeros participaba habitualmente en la prueba.

Jamás había corrido una media maratón de montaña, motivo suficiente para que me propusiera participar. Me dije: con tranquilidady a mi aire (no me acordaba que eso era precisamente lo que suele faltar subiendo: aire). ¿Qué puedo perder? Pues al grano. Del clubnos presentábamos unos 10, así que compañía no me iba a faltar. En las dos semanas que quedaban había que practicar cuestas.

Una vez cada semana fuimos a subir Sierra Alhamilla, próxima a la capital. Se trata de una subida interminable -unos 45’- sindescanso alguno y que yo desconocía. En las dos ocasiones fui mano a mano con mi ya citado amigo Florencio. El resto por delante yalguno por detrás.

La primera vez me resultó durísimo y la segunda, conociendo ya el recorrido, bastante menos. De cualquier manera, soy de los quepiensa que si sufres en los entrenamientos menos lo harás el día de la carrera.

El martes anterior a la prueba entrené durante 18 km y acabé muerto. Arrastraba el cansancio de la segunda subida mencionada, unpar de días antes. Se me hacía impensable correr la media maratón.

Una vez más las dudas y el miedo me atenazaban. Y eso que lo único que pretendía era terminar la carrera. Pero soy como soy y nopuedo evitar sumirme en un estado semimelancólico y solitario. Siempre me pasa, aunque trato de disimularlo. Sigo siendo aquel chavalde 9 años, despierto desde la madrugada, atacado por los nervios y la ansiedad el día de mi primer viaje solo, rumbo a uncampamento de verano (por cierto, donde vi el mar por primera vez), en Laredo.

Y llegó el día D. El viaje hasta el pueblo de la salida dura casi hora y media y fuimos en tres coches.Lo primero que me llamó la atención fue la diferente tipología de corredor en una prueba de montaña. Nada que ver con corredores

normales. Se veía gente muy dura y curtida, y la equipación también era diferente, lo que contribuyó a aumentar mi inquietudpreguntándome quién me había mandado meterme en aquel aprieto. Bueno, pues que sea lo que Dios quiera, como siempre. 3 kmllaneando y comienzan las primeras rampas duras. A mí me cuesta bastante adaptarme a los diferentes ritmos, así que a jadear y vercomo algún conocido se escapaba. En el 7 empecé a encontrarme mejor y en el 10 veía como iba reduciendo distancias con gente demi equipo. En el 13 empezaba la gran cuesta: 7 kilómetros sin descansillos. No sé como, pero cogí un ritmo buenísimo que conbastante facilidad me hizo adelantar a colegas que nunca hubiera pensado que pudiera hacerlo. Siempre con la cabeza baja (para nover lo que quedaba hasta allí arriba) llegué al 20 y hasta la meta ya era todo descenso. Ahí volé. Literalmente. Ver lo bien que habíallegado hasta arriba y la meta al alcance de la mano y cuesta abajo fue correr a 3 minutos 30’.

El tiempo fue de 1 hora 52’ 59’’ y el puesto en mi categoría 2º. De nuevo pódium y trofeo. También mi amigo Florencio subió alpodio (3º) a recoger su trofeo, así que día redondo.

Yo no creo en el destino pero tampoco dejo de creer. Resulta que el año anterior en una de las visitas a mi nuera destinada allí -como ya he dicho-, ésta con su familia nos esperaba precisamente en el pueblo donde terminaba la carrera: Bacares. Es muy bonito ytiene varios sitios donde se come muy bien. Durante el viaje, ya casi llegando, al doblar una curva vimos el pueblo allí a lo lejos, blancoy radiante como una... postal en medio de la sierra. Paré y saqué una foto muy bonita que algo más tarde convertí en un cuadro quetengo colgado en mi salón de Donosti. Por cierto, el único mío rodeado sin pudor de otros cuantos mucho mejores. La casualidad (o lacausalidad) hizo que un año más tarde, desde aquella curva de la foto y del cuadro yo me lanzara a tumba abierta hacia la meta. Cosasde la vida.

Como es un pueblo pequeño, la llegada de la carrera supone una fiesta así que se vuelcan con los participantes y vecinos. Organizanuna paellada gratis para todo el mundo donde puedes comer y beber hasta hartarte en medio de un buenísimo ambiente. En la mesadonde comimos los componentes del equipo, sobresalían entre las cervezas dos magníficos trofeos ganados con mucho esfuerzo.

Tengo que confesar que esta carrera me dejó el mejor sabor de boca de mucho tiempo. Los momentos malos son muy malos perocuando tienes experiencias como ésta, se te olvidan todos los sinsabores pasados y, por supuesto, te reafirmas en que tienes que seguircorriendo.

Fue el segundo mejor mes de toda mi historia deportiva. Tres carreras en cuatro semanas: dos segundos puestos en mi categoría yun cuarto. Además dos experiencias nuevas: campo a través y carrera de montaña. ¿Se puede pedir más?

Mi vuelta a San Sebastián a primero de julio, conteniendo el júbilo (valga el ripio). Y allí, ya sin golf y sin otras distracciones, aentrenar casi todas las mañanas con mis amigos Marian, Begoña y su marido José Luis, Paco, amén de otros muchos adláteres que deforma intermitente se nos unen en el recorrido matinal, como José Mª, incansable a sus... y tantos años.

Para mí el verano en Donosti es una maravilla. Ni demasiado calor ni demasiado frío. Correr y andar suelen ser mis únicasactividades. Siempre por la mañana temprano. Después de comer, mini siesta (a veces no es mini), gimnasia y escribir o tocar la

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guitarra hasta media tarde. Días largos e intensa vida social.Pues bien, en julio completé 294 km y corrí 24 días. La media diaria superior a los 12 km.En agosto, más de lo mismo: Otros 24 días y alcanzando una media superior a los 14 km. Total 348 km.Resulta que un grupo de colegas iba a participar en la maratón de New York (la reina de las maratones), así que yo, entrenándome

con ellos iba cubriendo casi los mismos objetivos.Decidí aprovechar la preparación. En los citados desayunos del Eceiza oí a mi amiga Idoia que estaba inscrita en la media maratón

de Santa Cruz de Bezana, en Cantabria, al lado de Santander. Su hermana Eva, corredora de mucha calidad y de largas distancias,también participaría en la de 100 km. El año anterior había quedado 1ª en su categoría. El recorrido de la media se solapaba con el de100, ya que era un circuito de 10 km. Como se iba a celebrar el 26 de Septiembre, consideré muy adecuada la fecha.

Solicité información a Idoia y amablemente me facilitó todos los detalles. Así que me inscribí.Como el hombre propone y Dios dispone, unos 20 días antes de la prueba empecé a notar un dolorcillo en el pubis que fue a más y

me empecé a preocupar. De nuevo a falta de poco tiempo me lesionaba. Es una constante que se repite una y otra vez. En rarasocasiones completo el entrenamiento. Creo que se debe a varios factores y el primero, sin discusión, es la edad. También laacumulación de kilómetros y el forzar la maquinaria más de lo debido a falta de pocas fechas. Creo que también influye el estrés. Meempiezo a preocupar y sin descansar lo suficiente ofrezco un blanco perfecto para cualquier lesión. Bueno, pues que le vamos a hacer.

Haciendo de la necesidad virtud, disminuí considerablemente el entrenamiento y me dije que por lo menos pasaríamos -Merche yyo- un buen fin de semana en Cantabria.

En el viaje de ida, comimos en Somo nécoras a la plancha -es obligado- y encargamos para el día siguiente un arroz con bogavante,que engulliríamos después de la media maratón.

Cenamos con Idoia y Eva y al día siguiente, rumbo a la salida ya empecé a ver a los ultrafondistas que habían salido a las 7 de lamañana.

Todavía su aspecto era fresco y aceptable. Yo estaba mosca con la prueba, porque sabía que si forzaba el ritmo la lesión protestaríacosa fina. De cualquier manera salí disparado y no cogí un buen ritmo en toda la carrera. Hacia el km 10 ya estaba “grogui” y eso queel ritmo era normal.

Estaba agarrotado y pensé lo largo que se me iba a hacer lo que quedaba hasta la meta. Afortunadamente, hacia el 15 conseguímejorar la situación. Me encontré mejor, aunque ya sabía que la marca no iba a ser buena: 1 hora 44’, y llegué muerto. Muy lejos delas expectativas que tenía 3 semanas antes. O sea, que fracaso sin paliativos: mal tiempo y sin disfrutar absolutamente nada. De ahí lodel “funeral” del título.

Recuerdo que mientras comíamos el famoso arroz con bogavante recibí una llamada de mi amiga Bego interesándose por como mehabía ido. Minutos después sufrí un mareo con sudor frío y me tuve que dar una vuelta para airearme. Por supuesto sin terminar elarroz ni el resto de la comida. Esto es lo que tiene este cochino deporte y de ahí su grandeza: bastantes sinsabores y escasísimasalegrías. Pero como se suele decir: otra media maratón a la mochila.

El resto del año hasta Diciembre lo pasamos en Almería. Poco entrenamiento para que se curase la lesión, mucho golf y muchapintura. En ese otoño terminé dos cuadros. Uno de Aia pueblo y otro de la casa de mis abuelos sobre el río en Miranda de Ebro.Ambos pintados a base de fotografías previamente seleccionadas.

Como a diario suelo jugar 9 hoyos, me permite después correr entre 30 y 60 minutos. Suave-suave por los espléndidos alrededoresdel campo de golf. El año anterior habíamos comprado un apartamento en esa zona, así que después de correr era obligado el baño enla piscina. Todo muy agradable. Y la lesión iba alejándose poco a poco...

Para rematar el año me animé a correr la San Silvestre de Almería. 9,3 km con cuestas y urbana. Corrí sin ninguna pretensión -nipresión- mucho mejor de lo esperado en menos de 40 minutos y terminando muy bien. Esta es la cuarta boda.

Es curioso comprobar como las carreras que corrí sin haberlo pensado mucho me salieron bien. Al contrario de la media, que conmuchísimo entrenamiento, resultó un churro. La presión que uno mismo se aplica, seguro que tiene algo que ver.

No obstante, no me puedo quejar del año. Experimenté otro tipo de carreras y terminé diciembre olvidado de la lesión de pubis ydispuesto a dar la batalla en la nueva temporada. Además como broche de oro gané mi primer, y creo que último, trofeo de golf de micorta trayectoria deportiva en esta especialidad. Los “senior” del Club Alborán, del Toyo (Almería), organizamos como cierre del añoel Torneo de Navidad.

Inesperadamente quedé 2º clasificado y en la comida conmemorativa me fue entregado el correspondiente trofeo. Un pequeñoartilugio acristalado que me llenó de satisfacción. Y cuando os hable de este deporte, entenderéis por qué.

Capítulo 6. Volver a empezar. 16-06-2010Oscarizada película de Garci, con Antonio Ferrandis (inolvidable “Chanquete” en Verano Azul) y Amparo Baró recreándose en un

amor tardío y sin final feliz porque la enfermedad terminal del protagonista lo impedía. Se trataba de aprobar una asignatura pendiente

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de su juventud. Sin entrar en el aspecto dramático de la anterior historia sí puede existir un paralelismo en lo de “tardío” de mi actividaddeportiva. Es llamativo que a mi edad uno pueda ser “atleta aficionado”, que es lo que soy (más aficionado que atleta). Cualquiera queoiga lo de “atleta aficionado” sin más detalles, pensará siempre en alguien joven.

Bueno, al tema. Lo de “Volver a empezar” viene muy a cuento porque una vez terminada mi primera maratón (y vuelvo a miscomienzos) no tuve ninguna intención de repetir la jugada. Ya había demostrado que era capaz de correr 42 km (y 195 m) y nopretendía la reedición. Como mucho, volver a correr la Behobia-San Sebastián, que en aquellos tiempos no gozaba ni muchísimomenos de la popularidad actual (16.000 participantes). Entonces no llegábamos a 2.000. Estaba claro que las tres primeras edicionesmaratonianas y otras tantas Behobias habían cribado bastante el número de entusiastas repentinos de este deporte, e íbamos quedandomenos gente que corriera habitualmente.

De cualquier manera, el año 1.981 fue sabático en cuanto a mi participación en carreras. No conservo ningún dorsal ni tengoanotación alguna. De lo que sí estoy seguro es que seguí entrenando. Mi carácter como corredor (creo que ya lo he mencionado)nunca me ha llevado a participar en muchas pruebas. Me lo tomo muy a pecho, salgo a por todas y lo paso mal. El miedo escénico meinfluye bastante, así que para conseguir seguridad entreno más de lo necesario. También es cierto que, profesionalmente eran tiemposduros.

Con mucha responsabilidad encima, un segundo trabajo que me llevaba muchas horas y un pequeñajo de 6 años, que, aunque de élse ocupaba básicamente mi mujer, alguna atención requeriría de mí.

Es curioso, pero a la hora de correr el carácter de cada uno aflora sin remisión. Somos como corremos, o corremos como somos.Yo no lo paso bien ante los retos, aunque luego los supere. Recuerdo que cuando me tuve que examinar de reválida de 5º en el

bachillerato laboral que estudié, la sola idea de que me tenía que enfrentar a un tribunal en exámenes orales, me aterrorizaba. Dehecho, salí de casa rumbo a la guillotina llorando de miedo (solo tenía 14 años, pues iba uno adelantado). El final fue feliz, porqueobtuve de media un notable, siendo el único que pasó de aprobado y además el más joven.

Pero, insisto, como a mí lo que me gusta es correr y no competir -aunque sí me considero competitivo con reparos-, no veía lanecesidad de volver a entrenamientos rigurosos y sacrificados.

Esto del carácter del corredor es algo digno de estudio. Con tantos años de práctica deportiva creo que puedo establecer unaclasificación (con un toque de humor) de las diferentes tipologías de corredor.

Parto de la base de que la mayoría de los que corremos somos en alguna medida competitivos. Pero las diferencias entre losdistintos caracteres son abismales.

Empezaría por el COMPETITIVO COMPULSIVO que dispara a todo lo que se mueve y tiene que ganar siempre, aunque jueguea canicas.

Sin ninguna duda me viene a la cabeza mi amigo Juanjo Mariezkurrena (Tintín o Terminator, que por ambos apodos se le conoce enel Club). Cualquiera que fuera corriendo por delante de él tenía que ser rebasado sin remisión, y más que rebasado machacado. Queno haya dudas de quien manda. Si le pasabas en alguna carrera, no se le olvidaba nunca y tenía pesadillas. Un gesto suyo habitual eraseñalar el hombro con los dedos índice y corazón juntos acompañando la frase: ¡hay que respetar los galones, chaval!

Luego está el COMPETITIVO CEREBRAL. También tiene que superarse siempre y ganar, pero todo lo hace con criterio. Losentrenamientos son programados con detalle y cuida escrupulosamente todos los aspectos que rodean la competición: rivales,estrategia de carrera, alimentación, climatología, recorrido. En definitiva el corredor perfecto. El ejemplo más próximo que tengo es elde también mi amigo Javier Barrera (el Tximbo), ya que incomprensiblemente, aún siendo de Deba, el club de fútbol de sus amores esel Athletic de Bilbao (nadie es perfecto). Pero la palma del competitivo cerebral se la lleva sin ninguna duda Txomin Arizmendi,abogado prestigioso bajo cuyos sabios consejos conseguí mi primera maratón por debajo de las tres horas. Por algo le apodamos “ElMaestro”. Mi amigo Txomin, con quién he compartido varias maratones (en uno de ellos él llevaba el dorsal 1 y yo el 2. En otro, él el 2y yo el 3), tiene un récord difícil de superar: 12 maratones de San Sebastián consecutivos con tiempos entre 2 horas 55’ y 3 horas. Ahíqueda eso.

En tercer lugar el COMPETITIVO OBSESIVO, respira y vive para su deporte. Toda su vida gira alrededor de lo mismo y susamigos y relaciones pertenecen al mundillo atlético. Sólo habla de “correr” y de “carreras”. Se pasa el día habitualmente en el estadiomás próximo y conoce al dedillo las peculiaridades, tiempos y características de sus rivales. Su única lectura es “Runners” y“Corricolari” y todos sus viajes tienen como objetivo principal participar en alguna maratón. Todo lo demás de la ciudad a visitar,aunque sea Venecia o Paris, es secundario. Me viene a la cabeza algún nombre de los que conocí cuando yo frecuentaba el mini-estadio de Anoeta en mis tiempos gloriosos. Eran bravos corredores que habitualmente pasaban en el pelotón de cabeza de cuantascarreras se celebraban.

Una más. El COMPETITIVO RESTRINGIDO. Solo compite contra sí mismo. Tiene afán de superación pero para mejorar lo yarealizado sin tener en cuenta lo que hagan los demás. No le importan demasiado los tiempos ajenos, sino su propia marca, su propiasuperación. Se adapta bien al ritmo que impongan otros y no suele tener problemas por verse superado. Suele ser más voluntariosoque cerebral.

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Creo que yo pertenezco a este grupo, pero como nadie es químicamente puro, todos tenemos algo de las distintas tipologías. Loque pasa es que una predomina sobre las demás. Así que cada cual se vea reflejado en la -o las- que considere oportuno.

El COMPETITIVO CORREOSO. Jamás se rinde ni perdona entrenamiento alguno, aunque caigan rayos o chuzos de punta. Esesforzado y perseverante y tiene muy clara cual es la prioridad: correr. Se marca objetivos ambiciosos y este puede ser su punto débil,pues a veces las expectativas no se cumplen a pesar de que se esfuerza al máximo por lograrlo. El más fiel exponente de esta tipología,lo ostenta sin ningún género de duda mi amiga y habitual compañera de fatigas Marian, quién ha superado cuantos obstáculos le hansalido al paso, y no han sido pocos, tanto en su vida particular como deportiva. En el Club la apodan La Duquesa. Sin duda alguna, ensu escudo heráldico figurarían en el lema las palabras Tenacidad, Esfuerzo y Voluntad. Corredora de vocación tardía (a los 50 añosempezó a correr en serio), no sé lo que hubiera conseguido si hubiera empezado antes. Miedo me da.

No quiero olvidarme de otra subdivisión de los competitivos. El COMPETITIVO SOLIDARIO, que a pesar de su dureza,excelentes marcas, y capacidad de sufrimiento, es capaz de acompañar a cualquiera que vaya más lento o haya sufrido un percance olesión. Esto no es muy habitual entre los competitivos por la propia esencia de su carácter. De ahí el mérito. El representante oficial deesta categoría es sin duda mi amigo y compañero de innumerables carreras y entrenamientos José Mª. Iturrioz, apodado “PequeñoGran Hombre”, como Dustin Hoffman, protagonista de la película del mismo título, cuyo argumento es la caricatura de “una del oeste”.

Como dato, apuntaré que con 62 años cumplidos, consiguió una marca de 2 horas 58’ en su última maratón. Increíble. Yo ahoratengo esa edad y solo de pensarlo me dan escalofríos.

A continuación vienen los TRAGAMILLAS.Existe el TRAGAMILLAS AVENTURERO que lo que de verdad le gusta es la aventura. Suele olvidarse de los tiempos y lo

importante para él es participar. Corre sin descanso lo que haya que correr y lo mismo escala montañas que atraviesa desiertos. Estatipología se ajusta como un guante a Jesús Eguimendia alias Superman. En la Behobia va hasta la salida corriendo, con lo que duplica elrecorrido (otros 20 km), y corre maratones en el desierto sahariano o escala el Txindoki corriendo. En fin, un fenómeno.

También existe el TRAGAMILLAS PORQUE SÍ. Su característica principal es la acumulación de carreras, maratoneshabitualmente. No suele hacer muy buenos tiempos, porque lo suyo es inventariar maratones y pueden correr 3, 4 o más al año. Sedesplazan a donde haga falta para correr maratones en los que todavía no han participado, como si se tratara de coleccionar el cromoraro que nos falta para completar el álbum.

Suele ser buena gente (casi todo el que corre lo es, lo que pasa es que entre los competitivos el ansia de victorias se puedeconfundir con egoísmo o insolidaridad), y mis representantes favoritos en esta categoría son Iñaki Eizaguirre, perteneciente al “equipomédico habitual” del club y Rafa Errasti, que ostentó con mucho mérito la primera presidencia del Club.

A partir de ahora viene el numeroso grupo de los TROTONES, gente bullanguera y jatorra que lo que intenta es pasárselo biencorriendo en grupo sin plantearse mejorar tiempos ni privarse de una buena comida o alguna que otra “birra” aunque sea en vísperasde una maratón.

Sus tiempos en la “reina de las pruebas” van desde 3 h.15’’ a 4 horas.Como subdivisión está el TROTÓN LIDER. A su alrededor se agolpan los componentes del grupo hasta que este da la orden de

salida.También elige el itinerario y los demás lo acatan sin discusión, hasta el punto de que se establece una especie de drogodependencia,

de forma que cuando éste falta el resto del grupo suele estar desconcertado al no estar habituado a tomar iniciativas. Es habitual lafigura del VICELIDER que suple al titular en sus ausencias. Joseba Erauskin (el Guindilla) es el titular indiscutible de esta categoría.Controla perfectamente el grupo y conoce al dedillo las peculiaridades de cada uno. Esta información y una buena dosis de humorácido da mucho juego.

Además, de vez en cuando se destapa con una preparación concienzuda y consigue unas marcas más que aceptables (como casitodos los trotones cuando se lo proponen).

Existe también, aunque es más raro, el TROTÓN-SOLITARIO. Se trata de una anomalía, porque al trotón-trotón lo que le gustade verdad es el grupo y el cachondeo entre sus miembros. A éste se le ve casi siempre corriendo solo a cualquier hora del día (y de lanoche) por cualquier sitio o paraje. Rechaza siempre de forma inapelable las invitaciones de otros trotones para correr juntos. Peio, elLlanero Solitario o el Fugitivo, también miembro del club es la personificación perfecta de esta subdivisión.

Dentro del grupo de TROTONES es muy habitual encontrarse con el TROTÓN CUENTACHISTES, que ameniza casi siemprelos recorridos con chascarrillos y sucedidos chistosos que provocan la hilaridad colectiva. Suele tener algo más de fondo que el restoporque a la par que corre, siempre va contando historietas, lo que le provoca un mayor esfuerzo que luego le viene muy bien a la horade la verdad.

No hay duda. Juan Calos Fano en esta categoría no tiene rival.El TROTÓN VIDA SANA practica el deporte-salud. Le importan un pimiento los tiempos. Sabe que el ejercicio aeróbico le viene

muy bien a su salud. Pasa de la competición, porque su objetivo es llegar, cosa que hace normalmente bien porque tiene muy estudiadasu capacidad. Mi amiga Olga, La Jacetana, es la cara (bonita) de esta categoría.

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Casi se me olvida el TROTÓN ANÓNIMO. Siempre está ahí pero pasa totalmente desapercibido ya que casi nunca habla.Muchos no conocen ni a qué se dedica ni su procedencia. Justo justo el nombre, pero hace bulto y, como mucho, suele sonreír con loque oye del cuentachistes.

Como se puede apreciar, todo lo anterior es de cosecha propia y fruto de la observación imparcial. Que nadie se ofenda porpertenecer a un grupo u otro. Todas las formas de correr son válidas y ninguna tiene más mérito que otra. Que cada cual corra comoquiera, porque de lo que se trata es de hacer deporte. A cualquiera de las categorías se le pueden atribuir infinidad de virtudes y dedefectos, así que cada cual elija la suya. En el club de mis amores, Donostiarrak, se han producido a veces roces amigables eintercambio de mensajes humorísticos e irónicos entre miembros competitivos destacados (VIP’s) y trotones o conjunto de trotones(PELOTON DE LA CASTAÑA ó CASTAÑUELA), pero la cosa no ha pasado de ahí. Que la paz reine sobre todas las cosas.

De lo que no tengo duda es de que en el fuero interno de cada cual, secretamente y de vez en cuando, envidia al del otro grupo. ¿Aqué competitivo no le gustaría más de una vez trotar cómodamente oyendo chistes? Y del mismo modo, ¿qué trotón no ha soñadoalguna vez con batir su plusmarca y dejar boquiabierto al respetable por haber bajado de 3 horas en una maratón?

No me gustaría terminar este comentario sin mencionar una “rara avis” o anomalía atlética (esto que no se malinterprete. No espeyorativo).

Imaginaros alguien con excelentes condiciones para correr, como así lo atestiguan las marcas que consigue en las escasísimasocasiones en que decide participar en una carrera, que además tiene el pundonor de no quedarse atrás en duros y competitivosentrenamientos y que decide con convencimiento absoluto no participar en casi ninguna prueba y evitar el esfuerzo y estrés que estosupone. Bueno, pues existe una persona que todo lo anterior le sienta como un traje a medida. Es precisamente la que encendió lamecha de este relato y puso en marcha todo este invento de lo que estoy escribiendo al regalarme el libro de Murakami. Es queBegoña además de inteligente es sabia.

Creo que me he extendido demasiado, pero es que el tema da mucho de sí. Y eso que he resumido bastante.Y ahora vuelvo a la cronología del comienzo del capítulo, después del año en blanco siguiente al de la 1ª maratón.Nos situamos en 1.982 y 1.983, años muy parecidos en casi todo. En realidad lo único que me proponía como meta fija era correr

la Behobia-San Sebastián, cosa que es muy habitual en mucha gente.En Septiembre empiezan a brotar como setas corredores desconocidos el resto del año que inician sus preparativos para esta

popular carrera. Una vez que ésta se ha celebrado, desaparecen misteriosamente hasta el año siguiente que vuelven a salir del armario.Pues bien, yo en esa época hacia exactamente eso. Entrenar un par de veces a la semana casi todo el año, salvo los meses de

septiembre y octubre que intensificaba notablemente los entrenamientos. Aproximadamente el segundo domingo de Noviembre secelebraba la prueba.

De esos dos años no tengo anotaciones de los entrenamientos, pero sí los dorsales de la carrera, y los datos que transcribo acontinuación:

1.982- Tiempo 1 h.23’ 16’’. Puesto 352. Clasificados 1.190.1.983- “ 1 h.24’ 00”. “ 372 “ 1.700.En el número de clasificados se ve claramente la tendencia al alza de la carrera.En 1.983, ocurrió además otra cosa que no tengo muy clara. Entonces la maratón, como ya he dicho, se celebraba en octubre y la

Behobia en noviembre. Era ilógico y contrario a lo de ahora. Mi perplejidad viene del hecho de que conservo un dorsal de la maratóndel 16 de octubre y que corrí sólo la mitad, con un tiempo de 1 h. 26’. Supongo que en mi subconsciente (o inconsciente, más bien)empezaba a germinar la intención de repetir otra maratón.

En aquellos tiempos, yo ya me consideraba un corredor de fondo curtido y experimentado. Iluso de mí. Recuerdo con nitidez lo queme dijo un compañero del Banco que, a la sazón, entrenaba y preparaba a chavales para correr con el Club Platero, de bastante soleray sede en el bar del mismo nombre en la calle Matía del Antiguo. Me vino a decir amablemente y sin acritud que yo no sabría lo que esel atletismo de fondo hasta que siguiera entrenando y corriendo regularmente durante 4 ó 5 años más. En realidad me llamó neófito eignorante, además con toda la razón del mundo. Aún nos seguimos saludando cuando nos cruzamos por el barrio.

Todavía en esta época yo era un corredor solitario y en esencia lo sigo siendo. Lo que yo ya no tengo tan claro es que corría soloporque mi carácter es así o porque no tenía con quien hacerlo por incompatibilidad de horarios o por lo que fuese.

Este tema merece la pena desarrollarlo ampliamente, pero será en el siguiente capítulo.Capítulo 7. Sonrisas y lágrimas. 18-06-2010

Uno, cuando corre solo, tiene el inconveniente de que indefectiblemente su pensamiento vuelve una y otra vez a concentrarse en elesfuerzo que está realizando, en lo que le queda todavía por recorrer sobre lo que se había propuesto, en el ritmo que llevas, etc. Esdecir, en aspectos poco estimulantes. Además, como vas solo, ¿qué problema hay para pararse en este mismo momento y dar porterminada la sesión? Está claro que no parece una buena fórmula para la superación, salvo que tengas una voluntad de hierro y

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completes de todas todas el programa auto establecido (Duquesa dixit). Dándole la vuelta a este razonamiento, puede convertirse enventaja, ya que, como no hay compromiso alguno ni hay que dar explicaciones a nadie, justo en este momento me paro, estiro un pocoy a casa, donde me espera la “family” y una cervecita bien fría, que por hoy ya está bien... Como autojustificación es entonces cuandouno piensa eso de que “el descanso es necesario y forma parte del entrenamiento”, etc.

Yo, aún reconociendo lo agradable de correr en compañía o en grupo (que son dos cosas bien distintas), necesito con bastantefrecuencia correr en solitario. Acostumbro en esas ocasiones a variar el itinerario buscando rutas poco habituales y en consecuenciamenos “programadas”. Aprovecho para hacer cuestas y conocer zonas o parajes de la ciudad que hace tiempo no visito.

Cuando uno repite un día tras otro el mismo recorrido llega a conocer al dedillo cada detalle del mismo y los tiempos de paso.Aunque sea el mejor escenario del mundo (o casi. La Concha de Donosti, por ejemplo) no le prestas la menor atención. En definitiva,te instalas en la rutina, con todos sus inconvenientes. Te cruzas con las mismas personas a las mismas horas y tu perspectiva vital seempequeñece. Tu mundillo diario se reduce.

Por contra, cuando exploras nuevos territorios el recorrido es más ameno. Vas fijándote en las novedades de la nueva ruta y noestás pendiente de los tiempos de paso porque no tienes referencias.

En la época narrada en el capítulo anterior (y en muchas posteriores), el ritmo vertiginoso del trabajo, los objetivos a conseguirexigidos y las mil responsabilidades profesionales que uno llevaba a cuestas, necesitaban un equilibrio físico y psicológico que, en micaso, lo conseguía con el deporte. Era la válvula de escape perfecta. Recuerdo (y me ha pasado muchas veces) que cuando salía acorrer, frecuentemente le iba dando vueltas en la cabeza a un problema profesional o a algún disgustillo con algún cliente, o... a lo quefuera. El caso es que casi sin percatarme, a medida que el problema “se me iba apoderando”, mi ritmo de entrenamiento iba subiendode tono y sin apenas darme cuenta me encontraba esprintando como si estuviera haciendo series. De vuelta a la realidad yo mismo medecía que era un cretino por dejarme llevar de esa manera, pero de lo que estoy seguro es de que eso contribuía a mejorar miequilibrio emocional.

Cuando hablas de estas cosas con la gente, muchos te dicen que son incapaces de correr porque “se aburren”. Yo sobre esto tengomis dudas. Puede ser una cortina de humo que oculta la realidad. Esa realidad puede no ser otra que, a lo que llaman “aburrimiento”sea “esfuerzofobia”.

Porque, ¿que mayor aburrimiento que estar sentado solo en una terraza viendo pasar gente? Bueno, pues eso, para ellos no esaburrido. Es un placer. La diferencia entre correr (viendo pasar más gente) o estar sentado en una terraza es el esfuerzo. Yo cuandocorro solo siempre voy pensando o imaginando cosas. Casi siempre el pensamiento va en ebullición y no pocas veces he encontrado lasolución a un problema que se me resistía. Por cierto, a mí también me gusta sentarme en una terraza y “aburrirme” viendo pasar gente.

Mi vocación como corredor claramente solitario no me impide disfrutar como un loco de correr con más gente. Los fines desemana, por ejemplo, nos reunimos a veces hasta 30 o 40 compañeros-amigos-colegas, para recorrer el itinerario preestablecido, consalida a una hora prefijada y tiempos de paso con precisión casi matemática que permiten a algún rezagado incorporarse sin problemasal grupo.

Pues bien, los temas que se comentan durante el recorrido son generalistas: fútbol, la marcha de la Real Sociedad de nuestrosamores, el tiempo meteorológico, las novedades del club, los últimos chistes y los piques habituales entre amigos-rivales sobre lapróxima carrera.

Cuando el grupo es muy grande, por razones de espacio y capacidad auditiva, se fragmentan las conversaciones y se formangrupitos o grupúsculos variopintos cuyos temas de conversación pueden ir desde el misterio de los números primos al sexo de losángeles o simplemente al sexo (y su práctica), pasando por la prensa rosa, la economía o el efecto invernadero.

Pero raramente se producen conversaciones llamémoslas “confidenciales”. Esto solo ocurre cuando se corre “en compañía”, esdecir con una, dos o como mucho, tres personas, las mismas habitualmente, con un mayor grado de afinidad.

En estas ocasiones, se crea una especie de burbuja protectora sobre el minigrupo que se desplaza con él formando un todo proclivea la confidencia. Es como tomar un café con par de amigos en una mesita retirada de una cafetería. El grado de proximidad y laigualdad en el esfuerzo provoca una atmósfera muy favorable al intercambio de pareceres, sobre cuestiones familiares o de opinión,que jamás publicarías corriendo en un grupo numeroso. Es decir, así como corriendo en grupo te lo pasas “pipa” aunque seaúnicamente como oyente (ya sabes, chistes, chismes y noticias de última hora), corriendo en compañía se fomenta la complicidad y lacamaradería, es decir, la amistad. A lo mejor, un grado inferior al que tienes con esos que llamas tus amigos de toda la vida, pero elnivel de confianza y de franqueza con que te manifiestas sobre temas cuasi-íntimos puede ser superior. Precisamente porque, enmuchos casos, sólo te conoces de correr, sin ninguna otra relación en el resto de tu vida social y eso te da cierta libertad demovimiento. Quiero decir de pensamiento, sin prejuicios establecidos.

Creo que el equilibrio perfecto es alternar las tres formas de correr citadas. Psicológicamente por lo apuntado anteriormente,alternando los tres grados de comunicación: con uno mismo, con un par de amigos y con un grupo numeroso.

Y deportivamente porque puedes manejar todo el abanico de posibilidades a las que te puedes adaptar: trote tranquilo, a ritmo vivo,progresiones, final a muerte, etc. Está claro que corriendo uno solo, por mucha voluntad que tengas, es muy difícil progresar como lo

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harías corriendo en grupo. Siempre hay alguien que hace de liebre y te obligas a seguirle de forma inconsciente, o lo que es lo mismo,con menor esfuerzo. También es indiscutible que si has quedado con alguien, da menos pereza salir a correr que haciéndolo solo, quees cuando somos más vulnerables a la tentación de quedarte en casa.

Bueno, basta de filosofías baratas y al grano.¡Atención!, pregunta: ¿a qué se debe el título de la película elegida?Está claro: a una alegría y a una decepción. El título de la formidable película de Robert Wise estrenada en 1.965 y magníficamente

interpretada por Julie Andrews, narra las peripecias de la familia Von Trapp en los días previos a la ocupación de Austria por laAlemania nazi. Lo mejor de la película la banda sonora, con la interpretación en el Festival de Salzburgo de la canción popular“Edelweiss”, símbolo de la resistencia (escasa, por cierto, pues la mayoría estaba a favor) del pueblo austriaco a la invasión hitleriana.

En enero de 2.008 me comunican que se está preparando en el Club un viaje a Berlín a finales de septiembre para correr lamaratón.

Primer pensamiento: ¡jope! que envidia. Me apetece un montón, pero yo no corro maratones desde hace ¡15 AÑOS!Segundo pensamiento: bueno, puede ser una buena oportunidad para intentarlo de nuevo. Se trata de una de las tres maratones más

populares de Europa, junto con Londres y París. La ciudad también es preciosa, según dicen, y podría hacer un poco de turismo.Además cumplo 60 tacos y ¡que mejor regalo de cumpleaños!

Tercer pensamiento: Me apunto y me marco como objetivo terminar la carrera, sin pensar en tiempos ni otras gaitas. En el caso deque no pueda correr por lesión u otra causa, por lo menos haremos turismo, que a mi mujer le vendrá muy bien desconectar por unosdías del cuidado permanente de mi suegro, y que cada vez la tiene más agobiada.

Dicho y hecho. Por medio de Olga (la Jacetana), profesional del sector de agencias de viajes y que también participará, nosapuntamos unos 10 corredores más acompañantes. En total unas quince personas. Además del fin de semana correspondiente nosquedaremos en Berlín un par de días más para hacer turismo. Los socios que íbamos a participar éramos además del que escribe yOlga ya citada, Amaia, que no pudiendo correr por lesión se encargó de llevarnos de la mano por Berlín, resolviendo eficazmente losobstáculos del idioma con la ayuda inestimable de Vicente Mier, veterano en estas lides germanas. También Marian, María Jesús yBelén, trío de ases, además de Joseba, Rafa Errasti, José Luis “Rotring”, Miguel Domínguez y Bixen, todos curtidos en mil batallas yen algún caso con cicatrices como recuerdo de las mismas.

Por otro lado, otros 10 componentes del Club también preparan el mismo viaje pero solo de fin de semana. Es decir que alrededorde 20 socios del Club participaremos en la prueba (15 hombres y 5 mujeres). Está claro que será la “carrera del año”.

Con ese objetivo “in mente” transcurre el primer trimestre entrenando 53 días un total de 642 km. Es decir, más de un día de cadados y unos 215 km al mes. Me anticipo a decir que en el conjunto del año recorrí 3.060 km en 220 sesiones de entrenamiento, que noestá nada mal. Supone correr dos de cada tres días a una media aproximada de 14 km/día.

A finales de marzo hice un viaje relámpago (3 días) a Valencia, ciudad que no visitaba desde mi viaje de novios, rumbo a Benidorm.Ahora los novios se van a Los Ángeles o a Bora-Bora, pero en aquellos tiempos (1.972) y en nuestras circunstancias (que quiere

decir: sin un duro) no daba para más.Bueno pues allí corrí un par de días alrededor de una hora por la Ciudad de las Artes y las Ciencias y me pareció el sitio perfecto

para entrenar. Asfalto, tierra, llano, cuestas, lo que uno prefiera y en un entorno espectacular. Multitud de corredores pululaban por allí.Me acerqué, corriendo por supuesto, hasta el puerto donde se desarrollaba la Copa de América de vela, con algunas dificultades

para poder acceder.Tengo que reconocer que la ciudad ha dado un cambio total y está muy bonita y cuidada. Nada que ver con lo que yo recordaba,

más bien “cutre” y con un puntito de abandono. Pero claro, han pasado ¡36 años!En el segundo trimestre yo me encontraba perfectamente, sin el menor vestigio de lesión, entrenando fuerte y bien. Disfrutando como

hacía mucho tiempo y con la perspectiva de correr de nuevo una maratón en una ciudad fantástica. ¿Qué más puede pedir un corredorque no tiene cura posible?

Y por fin llega el trimestre importante, y con él las sonrisas y las lágrimas del título.En junio, unos días antes de dejar Donosti hacia Almería, empecé a sentir molestias en el abductor izquierdo. Ya en Almería, mi

fisioterapeuta de cabecera, Paco Rueda, quién tiene como melodía en su móvil la de “el bueno, el feo y el malo”, es responsable delbuen estado físico del equipo femenino de balonmano “Vicar-Goya” (rival habitual del Bera-Bera) y además es triatleta, me dijo queeso era coser y cantar. Como así fue. Pero perdí unos días de darle caña a la preparación.

En julio incrementé bastante el nivel de entrenamiento. Hice 370 km en 24 sesiones, que ya está bien. Aproveché un viaje-visita a laExpo del Agua en Zaragoza con mi mujer, mi hermano José Luis y mi cuñada Chelo para correr en Tarazona, ciudad natal de ésta.

Han recuperado como vía verde una vieja comunicación por tren con Tudela. 16 km de carretera-camino sin coches. La vuelta aTarazona con el Moncayo al fondo, espectacular.

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Agosto a tope. 471 km en 25 días da una media de casi 19 km diarios. El último día del mes hicimos el primer largo-largo de 32km.

Está claro que lo que yo intentaba es estar súper preparado para afrontar una prueba que ya desconocía (¡15 años!) y temía quédespués de tanto tiempo me viniera demasiado grande.

Y llegó septiembre y con él, además del otoño ¡las lágrimas!El primer domingo hicimos el segundo largo de 30 km. Yo la verdad es que estaba como una moto. No me dolía nada y estaba

corriendo a ritmo de 4’ 30’’ km sin problemas. Apretando hasta a 4’ 15’’. En los segundos 15 km del largo yo forcé de forma quecasi nadie me pudo seguir y ahí empezó el calvario, porque en los días siguientes un dolor fortísimo en el isquiotibial izquierdo me dejóen la cuneta.

Y eso solo a falta de 3 semanas de la maratón. Frustración, rabia, indignado con mi propia estupidez, en fin, días muy malos. Quizáslos peores desde hacia mucho tiempo derivados de la actividad deportiva.

Había pasado de la expectativa de hacer la maratón en 3 h 30’ a la nada. Sesiones dobles de masaje, probar, dolor, más masaje,volver a probar, más dolor. En definitiva un asco y repetición del proceso: enfado, aceptación y estudio de otras posibilidades.

Yo nunca me había infiltrado para correr, pero si en alguna ocasión podía estar justificado era ésta. Mi amigo Javier Barrera,médico-consulting del grupo (él también iba a Berlín) se ofreció amablemente. Solo decir que en las últimas 3 semanas prácticamenteno corrí. El dolor no me lo permitía. Así que fui a Berlín con la intención de salir en la carrera pero convencido de mi retirada. Dehecho en el bolsillo llevaba la dirección del hotel y dinero para la vuelta en taxi, humillado y vencido.

El ambiente previo a la carrera fantástico. 40.000 participantes dan para mucho. Para tanto que era prácticamente imposibleacceder a la salida y tuvimos que saltar vallas como una manada de ñúes en el Serengeti. Y comienzo la carrera junto con mis amigosJoseba (el Guindilla) y José Luis (Rotring), compañeros de los largos entrenamientos. Y experimenté algo desconocido desde hacíatres semanas: ¡no me dolía nada! Claro, me había infiltrado. Pero sabía que el dique seco de 21 días lo pagaría caro, como así fue. Apartir del km. 25 no pude seguir el ritmo de mis colegas porque los cuádriceps empezaban a quejarse. Cada vez me costaba máscorrer y a ritmo paulatinamente más lento. Las paradas para estirar los cuádriceps cada vez más frecuentes. Fueron 17 km muy durosy me fui apagando como una vela. Pero decidí terminar. Es más, en ningún momento dude de que iba a terminar, tardara el tiempo quetardara. Los últimos km casi a 8 minutos kilómetro, pero sin andar en ningún momento. Atravesé la meta exhausto y con una sensaciónagridulce. Feliz por un lado por haber terminado pero desencantado por haberlo hecho de esa forma. Mi vuelta a las maratones nohabía sido muy exitosa precisamente.

Peor suerte corrió Marian (Duquesa), que después de completar el entrenamiento una inoportuna lesión le impidió participar, aunquelo intentó. Se retiró en el kilómetro 1. Conociendo su coraje y pundonor, creo saber lo que sintió en esos momentos. Además deAmaia, tampoco pudo participar por lesión el veterano Rafa Errasti. Una pena.

El resto del viaje fantástico. Recorrimos Berlín de punta a punta con un ambiente formidable y quedará en mi recuerdo para siempre.En la maratón de Donosti de Noviembre, tuve el honor de recibir a cuatro amigos-colegas de mi Club de Almería que venían a

participar.A la cabeza, Florencio, el Presi (64 tacos), que guarda un recuerdo imborrable de esta carrera porque en una edición anterior logró

su mejor marca de maratón (cuando terminaba en el velódromo). Aún recuerda la sensación al atravesar el túnel de entrada en elrecinto y encontrarse con el público aplaudiendo. Con él otros tres bravos corredores: Ramón, Angel y Paco Junior. A pesar del díade perros -frío y lluvia- terminaron los cuatro con tiempos entre 3 h 13’’ y 3 h 37’’.

Hice lo mejor que pude de anfitrión y conocieron como las gastamos aquí en una comida especial de sociedad gastronómica enexclusiva que, estoy seguro, recordarán siempre. Mi amigo Manolo se encargó del ágape y como siempre resultó un éxito. También eldía anterior tuve que llevarles a la Parte Vieja y potear con pintxos acompañados de mi viejo amigo Gerardo. Así cualquiera corre.

Cuando estoy con ellos, con frecuencia sacan a colación esta maratón y lo bien que lo pasaron (al resto de colegas se les afilan losdientes).

Y poco más de contar de este 2008, salvo que el viaje a Berlín y mi particular maratón, tuvo una consecuencia inesperada y jocosa.En la cena de cierre de temporada del Club a primeros de diciembre se suelen repartir unos premios variopintos a diferentes socios,

con un panegírico siempre humorístico de su perfil.Pues bien, a mí me entregaron el trofeo a atleta destacado como “Cojitranco Eventual”. La verdad es que, a pesar del motivo, me

hizo mucha ilusión. Después de 30 años corriendo con bastantes buenas marcas y motivos sobrados para recibir alguna “cosilla” omención, el trofeo era el premio a un fracaso. Una buena prueba de humildad que siempre viene muy bien.

La broma cariñosa, seguro que se le ocurrió a mi buen amigo Juanjo Bueno, a la sazón Presidente del Club.La cena suele terminar como los episodios de Asterix y Obelix cuando canta el bardo y lo atan amordazado al árbol. Bailando

frenéticamente en el Errotatxo hasta que nos echan a las tantas por cierre y por... pelmas.Capítulo 8. Solo ante el peligro. 20-06-2010

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La interpretación de Gary Cooper en esta película en blanco y negro es magistral. Asimismo su banda sonora contiene una conocidamelodía que yo silbo en la ducha de vez en cuando. Fue dirigida por Fred Zimmermann e interpretada también por la bellísima GraceKelly.

Más adelante se explica someramente el porqué de esta elección.De nuevo tengo que volver la vista atrás y reconstruir, forzando la memoria, como era mi vida -particular y deportiva- en los años

1984 y 1985. Profesionalmente tengo los recuerdos muy nítidos precisamente porque no fueron mi mejor época. En 1982 me habíannombrado en el Banco responsable de riesgos de San Sebastián y al año siguiente me ampliaron el ámbito geográfico a todo Gipuzkoa.Con una de edad de 34 años esta importante responsabilidad no era muy frecuente. Hay que considerar que en aquellos tiempos elBanco no estaba segmentado en Banca de Particulares, Banca de Empresas o Banca Institucional, por lo que era ingente la cantidadde solicitudes de créditos y préstamos que tenía que estudiar a diario. Lo mismo recibía una petición de línea de descuento de decenasde millones de pesetas de las grandes empresas guipuzcoanas como un préstamo para un Ayuntamiento o el hipotecario de unparticular o un aval de una empresa constructora por la compra de un terreno. En fin, trabajo a tutiplén que me tenía muy atareado ysiempre con la sensación de no llegar y de estar en el filo de la navaja por la repercusión de mis decisiones. Por otra parte continuabacon mi trabajo de la tarde y con respecto a la familia, mi hijo con más de 7 años requería cada vez más atención. Y además, de vez encuando, salía a correr.

Por eso no es de extrañar que siguiera con la tónica de mantener la forma con entrenamientos muy espaciados durante casi todo elaño e intensificara los mismos de cara a la Behobia a partir de agosto.

Es curioso el proceso que sigue la familia -fundamentalmente el cónyuge- cuando uno empieza a correr. Al principio es una novedadque cae bien. Hacer deporte está bien y mientras haces eso no haces otra cosa peor. Además estás controlado (hablo desde mi puntode vista masculino). Vuelves sudando a casa y ahí no hay trampa.

Pasa el tiempo y tú sigues corriendo aprovechando los días que te lo permite el trabajo o las circunstancias. Tu mujer ya ve que lacosa va en serio, pero todavía el asunto está en un estado incipiente y flexible lo que no interfiere demasiado la vida familiar. Elproblema comienza cuando empiezas a participar en carreras y priorizas los entrenamientos sobre otras cosas, como ir de compras,salir a dar una vuelta o a cenar con otras parejas amigas. La jefa de la casa empieza a vislumbrar que a lo tonto a lo tonto hasempezado a obedecer las órdenes de otro ser invisible. Tu otro yo -tu conciencia- que te dice por lo bajinis que si no sales a entrenarese día el fin de semana lo vas a notar mucho y no digamos en la carrera próxima. Y empieza la confrontación, al principio con frasestodavía aceptables como: “no te va a pasar nada por que no corras un día” o “¡jopé, que fiebre te ha dado con esto de correr!

Poco a poco, a medida que va comprobando que no hay vuelta atrás y que estás decidido a seguir corriendo, el tonillo se vavolviendo más áspero y cáustico. Y la ironía va dejando paso al sarcasmo: “pero tú, ¿que quieres ser ahora, atleta?”. Y del sarcasmo allamadas a tu conciencia: “el niño parece que no tiene padre” o “está claro que yo te importo un pimiento”. Y llegan las comparaciones:“el otro día en el cumpleaños de Pepito, estaban todos los padres menos tú. Me preguntaron y me daba vergüenza decir que te habíasido a correr”, etc.

Esta es la etapa más difícil. Aquí hay que apretar los dientes y pensar en los 5 minutos que va a mejorar tu tiempo en la carrera deldomingo próximo. Mirada firme al infinito y actitud inquebrantable. Que quede claro que lo primero es lo primero. Si ahora te vienesabajo has perdido la batalla.

Con los amigos tampoco lo tiene uno fácil. De repente resulta que te pierden de vista y cuando apareces les das la chapa con tumanía de correr. Además dejas de acudir a cenas y saraos. Y se extiende una corriente simpática de complicidad familia-amistadesque te tiene rodeado. No importa. Tú, a lo tuyo.

Así transcurre bastante tiempo hasta que, consciente de la situación organizas un viaje de fin de semana a alguna ciudad donde hayaCortinglés, y que ese domingo se corra una media maratón. Matas dos pájaros de un tiro. ¡Jopé, que tío más listo eres! Cuando elbanco te carga las facturas de la Visa, empiezas a sospechar que no eres tan listo. Pero no importa. 3 minutos y 15 segundos menos entu marca bien merecen la pena.

A partir de aquí, tú mujer toma conciencia de que las cosas son como son y que no hay vuelta atrás. De la complacencia se hapasado a la negación. De la negación a la resignación y de la resignación a la aceptación. Y es entonces cuando por Reyes te regalanunas zapatillas de correr (que seguramente tendrás que descambiar) y comprendes que has ganado la batalla. Pero la pelea ha sidodura.

Más adelante tu mujer se sentirá orgullosa de tus logros y presumirá de marido con vuestras amistades femeninas cuyos cónyuges notienen ni de lejos tu magnífica estampa. Todos con barriga cervecera y avejentados.

Y aquí me viene a la memoria algo que me ocurrió por estas fechas y juro por... mi pulsómetro, que es literalmente cierto, al menosen la esencia y en lo que yo pueda recordar.

Yo tenía un vecino que conocía de antes de trasladarnos a vivir al mismo inmueble de Amara Berri. Charlábamos lo imprescindiblede vez en cuando y el trato era educado y correcto. Se trataba de una persona digna de admiración por sus convicciones firmes, afánde superación y voluntad. Ya de adulto y mientras trabajaba, en horas libres había estudiado económicas y obtenido el título

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correspondiente, ejerciendo como tal en una importante empresa donostiarra donde progresaba rápidamente.Físicamente su figura iba redondeándose de forma peligrosa, debido, supongo, al sedentarismo y a la sobrealimentación, como

ocurría a mucha gente de, más o menos, nuestra edad.Una tarde yo volvía de entrenar y al entrar en el portal él salía con su mujer. Yo les salude y él me espetó con bastante mala leche y

cierto sarcasmo insultante: “Pero tú, ¿cuando coño vas a dejar de correr?”. A veces el tonillo es más insultante que las propiaspalabras, y éste no me gusto nada. Yo habitualmente soy una persona que trata de no meterse en líos, bastante contemporizadora yamiga del buen rollo, pero cuando vienen de frente y me buscan... me encuentran. ¡Vaya que si me encuentran! Lo que en realidadquiso decir fue: “¡deja ya de correr, mamón, que ya no tienes edad para ir por ahí en pantalón corto!”, o por lo menos lo que yo quiseentender. Como el que no quiere la cosa pero con el colmillo goteando, le respondí: “creo que seguiré corriendo mientras pueda.Tengo que evitar ponerme tan fondón como tú”, al tiempo que con mi índice derecho señalaba sus protuberancias barriguiles. Y seguítrotando hacia el ascensor.

Claro, aquí el problema añadido, es que al ir acompañado de su mujer, no podía ocultarlo ni contar luego otra versión dulcificada ymás favorable a su persona.

Creo que fue una crueldad por mi parte, pero la respuesta fue instintiva ante un ataque directo. Pero lo mejor viene ahora.Al cabo de algún tiempo, él empezó a correr. Yo le veía de vez en cuando con una cinta en la frente. Y comenzó a adelgazar

ostensiblemente. Y siguió corriendo con el fervor del neoconverso, que no entiende que haya podido vivir hasta entonces sin esaactividad.

Y siguió corriendo y adelgazando. Cuando me encontraba con él, me contaba sus progresos con entusiasmo y me consultabapijoterías que él leía en publicaciones especializadas y a las que daba mucha importancia. Me trataba como a un maestro-gurú conconocimientos ilimitados sobre la materia. Y mi Pequeño Saltamontes cada vez tenía los ojos más saltones -como de loco, que diría miamigo José Mª-, y abultaba menos. Yo, -estoy seguro- sin proponérmelo había creado un monstruo del tipo que magistralmente defineTom Wolfe en su magnífica novela “La hoguera de las vanidades” refiriéndose a un ejecutivo de Wall Street: “era un fanático deljogging (lo de footing es un barbarismo que solo se utiliza en el castellano de los lares ibéricos), de la raza de las 5 de la madrugada.Poseía ese aspecto chupado y atlético de los que, cada día miraba de frente las huesudas facciones del gran dios Aeróbico.”

Creo que consiguió correr la Behobia un par de veces y después abandonó la actividad deportiva, al menos al aire libre, porquesigue conservando su aspecto estilizado y elegante, no vaya a ser que cualquier día se encuentre en el portal con otro cabroncete.

Está claro que se propuso superar un reto y lo consiguió. Ya he dicho que era un tipo con mucha voluntad y quiso demostrarse a símismo, (y de paso a su mujer) que era capaz de hacer lo mismo que el vecino del 4º, lo cual tiene mucho mérito. Está claro que lanaturaleza humana nos sigue sorprendiendo a cada paso.

Bueno, voy a volver al grano porque se me va el hilo del asunto.1.984 fue un año donde empezaron a suceder otras cosas. Mis anotaciones se circunscriben a los dos meses y medio previos a la

Behobia y justo cuando empezaban las vacaciones de verano en Almería. Del 23 de agosto al 13 de Septiembre corrí 141 km en 9días. De vuelta en Donosti corrí en otros 3 días 40 km más. Y el 23 de septiembre -justo un mes más tarde- se celebró la I MediaMaratón Laister de San Sebastián. Laister fue un establecimiento de ropa deportiva (y zapatillas de correr básicamente) propiedad deun atleta madrileño cuasi-profesional llamado Eugenio, que hizo mucho por las carreras de fondo en Donosti y fundó el club del mismonombre del que fui socio con carnet que aún conservo. La tienda sigue existiendo pero está en otras manos.

Yo corrí mi primera Media Maratón en un tiempo de 1 h 27’ y llegué el 250 de un total de 630 clasificados. Como se puedeapreciar todavía éramos pocos los que corríamos.

De aquí hasta la Behobia (11 de noviembre) entrené otros 30 días un total de 500 km, alternando llano, cuestas y series en ambosterrenos, pero de forma intuitiva y sin que nadie me orientara. La Behobia me salió muy bien: 1 h 21’ que ya es un tiempo bastanteaceptable.

El puesto 323 entre 2430 participantes así lo atestigua. Ya empezaba a creerme que era un corredor de fondo.Y el 1 de Enero de 1.985 cambié de trabajo... y de profesión.Como ya he dicho, en los últimos tiempos en el Banco venían sucediéndose cambios vertiginosos y algunos nos encontrábamos un

tanto desorientados y con la sensación de que tu trabajo no era lo suficientemente valorado. El Banco de Vizcaya había compradohacía tiempo una importante compañía de seguros: Plus Ultra, con sede en Madrid y especializada en seguros industriales, donde erareferencia. Tenía un gran prestigio pero estaba un tanto anquilosada y necesitaba aires nuevos y orientarse al gran mercado potencialde seguros particulares tanto de vida-accidentes-ahorro, como de daños patrimoniales, hogar, coche, responsabilidad civil, etc., ysobre todo pensando en las grandes posibilidades de venta cruzada con la gran base de clientela que ya tenía el Banco. Su sede centralse situaba en un edificio-palacio junto al Hotel Palace y frente al Congreso de los Diputados.

Pues bien, me habían ofrecido hacerme cargo de la dirección de la Zona Norte (4 provincias) y darle el vuelco necesario querequerían los nuevos tiempos. Era un reto difícil porque yo desconocía totalmente el sector del seguro y mi cometido sería en granmedida netamente comercial, área en la que yo no era un experto precisamente. Pero los retos siempre me han gustado y el factor

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riesgo (aventura lo llaman otros) también me atraía. Además conocería a fondo una nueva profesión en los tres años que, en teoría,pasaría en el nuevo puesto.

Las condiciones económicas eran muy buenas y no me desvinculaba del Banco donde podría volver siempre que lo deseara.Nunca he aceptado un nuevo cometido para pasar el rato y el lema apócrifo por el que me he guiado en la vida ha sido: “siempre

por encima de la media”, así que acepté.Por resumir diré que en lugar de 3 años estuve 8. Que las 4 provincias iniciales de ámbito territorial pasaron a ser 9, que

comprendían Aragón, Soria, Burgos, Gipuzkoa, Álava, Navarra y La Rioja. Y que mi progresión profesional y económica fuemeteórica. También, como siempre, me entregué a fondo y trabajé todas las horas del mundo y alguna más.

Pero mi forma de vida había sufrido un cambio brusco porque mi nueva actividad me obligaba a viajar continuamente sin reparar enhorarios.

Frecuentemente dormía fuera de casa y las comidas de trabajo eran continuas, así que las dificultades para encontrar un hueco ypoder entrenar se multiplicaron.

Imaginaros: un trabajo absorbente, con viajes, hoteles y comidas de trabajo casi a diario. 37 años. Lo más fácil era ir orillando eldeporte a los fines de semana en plan tranquilo, e irme instalando en mi nuevo status profesional. Estaba rodeado. En estascircunstancias mucha gente hubiera casi abandonado un deporte tan duro y buscado otras alternativas más agradables. Estaba soloante el peligro.

Para Gary Cooper, lo más fácil, hubiera sido dar la razón a su mujer, abandonar el pueblo donde sus cobardes vecinos no leayudaban y largarse con viento fresco lejos de la cuadrilla de facinerosos que se aproximaban con las peores intenciones. Pero eraGary Cooper y -por honestidad- buscó, no el camino más fácil, sino su camino, que era quedarse y enfrentarse a “los malos”.

Lejos de la épica de la película, yo hice lo propio. Elegí mi camino, que era seguir corriendo a pesar de todos los obstáculos.Sentí que la necesidad de hacer deporte estaba más presente que nunca. Era una cuestión de equilibrio físico y mental, así que me

propuse, costara lo que costara, no dejar de correr. En la fotografía futura -imaginada- a medio plazo, no me veía nada bien si ahoradejaba de correr.

Así que a veces, antes de salir de viaje para dos o tres días, a las 6 de la mañana entrenaba entre 40 minutos y una hora a ritmovivo.

Después viajaba, por ejemplo, a Zaragoza y terminaba mi jornada a las 9 de la noche, derrengado pero satisfecho.Siempre que viajaba a Madrid (una o dos veces al mes) trataba de reservar hotel en las inmediaciones del Retiro o a una distancia

asequible. En esa etapa de mi vida terminé conociendo cada rincón de ese magnífico parque a base de recorrerlo de arriba abajo. Laverdad es que contar con un espacio así en el centro de Madrid es un lujo y para mí era la solución perfecta. Cuando llegaba, porejemplo, a una reunión convocada a las 9 de la mañana y decía a mis compañeros que ya había corrido 15 km, flipaban y estoy seguroque alguno ni se lo creía.

De esta manera, este complicado año solo corrí la Behobia, que ya se estaba convirtiendo en un acontecimiento popular y rondabalos 3.000 participantes.

Con precisión casi matemática, empecé a entrenar en serio el 25 de Julio (2 días más tarde que el año anterior). Como la carrera erael 10 de noviembre, tenía por delante tres meses y medio, más o menos, para tratar de repetir la jugada y si fuera posible mejorar lamarca de 1 h 21’.

Se repite el esquema de vacaciones en Almería y vuelta a San Sebastián. Los entrenamientos de agosto y septiembre muy flojos.Solo 10 días cada mes y sin pasar de 140 km. Eso sí, alternando largos con series. Cuando repaso ahora estos datos y veo que contan escaso bagaje era capaz de correr a menos de 4 minutos kilómetro me dan escalofríos.

En octubre me empleé a fondo. No sé como lo haría pero corrí en 19 días más de 300 km. Aquí observo un dato curioso, puestengo anotado la media de tiempo por kilómetro de las últimas seis semanas y son como sigue (en sistema decimal): 1-4,86, 2-4,48, 3-4,25, 4-4,27, 5-4,24 y 6-4,17. O sea que corría permanentemente por debajo de 4’ 20’’. Ahora entiendo que el día de la carreramejorara la marca anterior con 1 hora 20 minutos, que es hacer cada uno de los 20 km a 4 minutos justos. ¡Que tiempos aquellos! (ynunca mejor dicho).

Como reflexión final, no tengo duda del acierto de mi decisión. No sé que hubiera hecho que mereciera la pena como sustitución aldeporte.

Quizás nada, y me hubiera perdido un montón de experiencias y sensaciones logradas a base de correr. Lo que si tengo bastanteclaro es que salvo en otra ocasión, que ya referiré, nunca he estado más cerca de arrinconar este noble oficio. ¡Bendita decisión!

Capítulo 9. El crepúsculo de los dioses. 24-06-2010Hoy es el día de San Juan. Anoche mi nieta Carmen, de tres años y medio, me estuvo ayudando a preparar la barbacoa. Para ella

era la primera vez, así que estaba excitada y nerviosa mientras encendíamos el fuego y este prendía rápidamente, primero en la leña de

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sarmiento bien seca y después en el carbón vegetal. Para entonces las ráfagas de viento de levante ya soplaban rápidamenteanunciando para hoy un día caluroso. Con esta previsión he salido a correr a las siete y media de la mañana buscando la mejortemperatura del día, pero ha sido un intento vano porque los termómetros ya pasaban de los 23 grados. La primera parte delentrenamiento ha sido muy fatigosa, de cara al viento reseco y con la boca como el esparto. Instalado en esa burbuja solitaria delcorredor de fondo en la que sin parar vas pensando en lo mal que estás y lo que te está costando cumplir con lo que te habíaspropuesto, me he dicho que la vuelta la haría despacio y tranquilo, parando las veces que hiciera falta. Y empiezas a engañarte a timismo: un kilómetro más y me paro y cuando has recorrido ese kilómetro piensas que por qué no otro más y otro y otro, de forma queno paras en ningún momento y además corres con el viento a favor, a un ritmo muy superior a la ida, y acabas los 13 km en poco másde una hora exhausto y deshidratado, pero contento porque, una vez más, tu voluntad ha superado la flaqueza de ánimo y el cansancio.Y entonces pienso que más que un entrenamiento de resistencia física ha sido un entrenamiento de resistencia mental. Y ahí está todo elsecreto de este invento de correr.

¿Donde está el límite de la resistencia física? Está claro que si sufres un ligero desvanecimiento, un mareo, o dolor muscular, te tienesque parar y ahí está el límite. Pero si no tienes una señal clara que te lo indique, si solamente es tu mente la que te está diciendo:“¡párate cretino!, ¿no ves que no puedes más?”, seguro que sí puedes dar un paso más. Y si puedes dar uno, puedes dar otro y otro yotro... Moraleja: el límite está en el “coco” y puede ser tan elástico como el chicle.

La primera barrera que hay que vencer cada vez que sales a correr es mental. Tienes que ganar por goleada a esa parte de tu menteque te está diciendo lo bien que estarías tomando una cervecita instalado en tu sofá en lugar de sudando como un loco corriendo porahí. O sea que el entrenamiento es siempre doble y los beneficios también: bienestar del cuerpo y de la mente.

A todos nos ha pasado que cuando gana el enanito malo que llevamos dentro y nos damos media vuelta en la cama dejando paraotro día eso de correr, hora y media después estamos renegando y pensando que ya estaríamos duchados y felices con la satisfaccióndel deber cumplido. Y sigues mascullando maldiciones durante todo el día, llamándote de todo por lo “flojo” que te estás volviendo.

Cuando llegas a una edad como la mía, tienes que ir resolviendo continuamente una contradicción que te asalta a diario. Por un ladotienes el convencimiento absoluto de que lo mejor para el resto de tu vida es seguir corriendo hasta que el cuerpo aguante. Y por otrovas comprobando día tras día que tus facultades físicas van mermando a un ritmo galopante (si se me permite la contradicción) y quetodo lo que suceda en el futuro será cada vez más trabajoso y menos eficaz.

Como tu memoria no entiende mucho de edades, crees que fue anteayer cuando conseguías esas “maravillosas” marcas que jalonantu currículum. Además has idealizado la historia -ya lejana, aunque tú la sientas próxima- y no entiendes que ahora te cueste tanto rodara 4’ 45’’, cuando hace una década eso era como ir silbando. Es decir que vives y te deslizas hacia un lento e inexorable declive que sino lo manejas con inteligencia puede resultar desestabilizador. Tienes que repetirte una y mil veces que el poder salir cada día a correres un privilegio y, además, tienes la obligación de saborearlo. Las marcas logradas y los ritmos de carrera de hace unos años son aguapasada y no pueden repetirse. Ahora lo único importante es salir a correr dignamente, con un estilo aceptable y a tu ritmo. Sinheroicidades y adaptándote a las circunstancias. Nadie espera de ti otra cosa o sea que no vas a decepcionar a ningún colega.

Al contrario. Tienes que encarar tu estado físico actual de la misma manera que te has manejado a lo largo de tu vida: conhonestidad (y con honradez, que no es exactamente lo mismo), reconociendo que ya no puedes hacer lo mismo que antes (cosa quetodo el mundo ve), y corriendo como corresponde a tu edad y condición. Sin otras zarandajas.

A propósito de honestidad. Su significado, en sentido amplio, puede resumirse en la forma de comportarse correctamente en la vidasin perjudicar a nadie de forma consciente ni aprovechamiento propio indebido y de acuerdo con las leyes y normas sociales. Entiendoque la honradez va un puntito más allá. Además de lo anterior incorpora un matiz de calidad: la estima y el respeto de la dignidadpropia.

Por poner un ejemplo. Si te encuentras una cartera, el honesto, aunque se le pase por la cabeza apropiársela, la entrega. Alhonrado, ni se le pasa por la cabeza tal posibilidad y la entrega sin dudar un instante.

Es algo parecido a lo de leal y fiel, que mucha gente no distingue y que emplea indistintamente como si significaran lo mismo. Ser fiel,por ejemplo, es no engañar a tu pareja. Ser leal es decirle que la has engañado. O sea que... pues eso.

En el correr, se refleja exactamente la personalidad de cada uno. Y soy consciente de que todos hemos utilizado lo que yo llamo“trucos de corredor”, que son solo trucos, no trampas. Mi viejo amigo Txomin Arizmendi, el maestro, repetía con frecuencia que nohay que regalar en las carreras ni un metro, es decir, que sin salir del itinerario establecido puedes “ahorrar” muchos metros ciñéndoteen las curvas y siguiendo siempre la línea recta que suponga la distancia más corta (seguir la cuerda). En los 42 km de según quemaratones urbanos con muchas vueltas y esquinas puedes mejorar el tiempo a poco que te lo propongas en uno o dos minutos. Y estoes legal. El atajar, aunque solo sea un metro, es trampa.

En todas las carreras largas cuyo recorrido ya conozcas, siempre hay tramos que te son menos agradables que otros. Por ejemplo,en la Behobia, atravesar el puerto de Pasajes para mí era un suplicio. 3 km entre pabellones industriales con el suelo surcado porinfinidad de vías de tren, prácticamente sin público animando y con el cansancio acumulado de casi 15 km hacían de este tramo unapesadilla. ¿Cual era mi truco? Muy sencillo. Me colocaba detrás de un grupo de corredores de ritmo parecido al mío (o un pocoinferior) y refugiado en el mismo me dejaba llevar sin intentar nada hasta comenzar la cuesta de Contadores, donde en varias ocasiones

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dejaba atrás a mis acompañantes. Esto lo he repetido una y otra vez y siempre con buenos resultados. Y creo que esto lo hemos hechotodos alguna vez.

Si hablamos de alimentación y de lo que uno puede tomar o no tomar de cara a una carrera, creo que todo el mundo sabe lo queestá bien y lo que no. Es lamentable que en carreras de aficionados en las que, de forma aleatoria, han realizado análisis a losparticipantes un alto porcentaje dé positivo. Da mucha vergüenza ajena. Debería existir un juramento similar al hipocrático de losmédicos por el que todos los korrikalaris aficionados se comprometiesen a no ingerir sustancia alguna diferente a la alimentaciónnatural. No quiero parecer ingenuo. Ya sé que solo serviría para tratar de ennoblecer esta actividad de forma simbólica, pero algo esalgo. Existen deportes que aún en los tiempos que corren tienen a gala el comportamiento honorable de los participantes. Son deportesde caballeros (solo en el sentido de la manera de conducirse, no en el de clase, como es natural) y hay que comportarse como tal.Tanto en el triunfo como en la derrota. El tenis el kárate y el golf son tres de ellos. Yo (¡a estas alturas de la película!) doy mi palabrade que jamás he tomado algo diferente a la alimentación natural y normal en estas circunstancias: pasta, miel, glucosa, frutos secos, etc.Además nunca se me ha pasado por la cabeza hacerlo. Lo digo por lo de honesto y honrado.

De cualquier manera, la mayoría de la gente que he conocido corriendo es “buena gente”, además de solidaria y con buen humor.Tanto en los viejos tiempos como ahora. Aún diría más: es gente magnífica. Y creo que hay una buena explicación. Es un deporte muyduro y todos sabemos lo que cuesta estar en forma y lo fácil que uno deja de estarlo o se lesiona. Y aunque sigo diciendo que es undeporte de solitarios, cuando se corre en grupo se forma un equipo de forma espontánea y se actúa como tal (salvo en los últimoskilómetros que cada uno va por libre y a tope).

Ahora bien, ¿donde está el límite? ¿Tomarte una aspirina antes de una carrera es tratar de mejorar tu rendimiento de formadeshonesta?

Pues, en sentido estricto, yo diría que sí, si no te duele la cabeza ni lo haces cada vez que sales a correr. Al fin y al cabo tratas delograr algo por medios no naturales. Puede no ser ilegal pero no es honrado. De cualquier manera, allá cada cual con su conciencia.No quisiera dar la sensación de parecer un Torquemada moderno. Que cada palo aguante su vela.

Otro truco habitual, es usar unas zapatillas más pesadas para los entrenamientos y otras más ligeras para la competición. No creoque nadie vea algo raro en esto y según mi experiencia un par de minutos menos caen seguro.

De todas formas, el mejor truco es que no haya trucos. Y me refiero a que lo mejor que se puede hacer el día de la carrera es nohacer nada que no sea habitual y no lo hayas experimentado antes, aunque sea la cosa más simple (por ejemplo... tomar una aspirina).Y por supuesto no estrenar nada del equipo ese día. Y mucho menos las zapatillas.

Y ahora al grano. Lo de “El crepúsculo de los dioses” merece una explicación. En principio el crepúsculo es la luz o claridad difusadel amanecer desde que raya el alba hasta la salida del Sol, pero también la del anochecer, desde la puesta del astro hasta que cierra lanoche.

Y es a esta última a la que se refiere el título. Además de la ópera de Wagner (última parte de la gran tetralogía “El anillo delNibelungo”, junto con “El oro del Rin”, “La Valkiria” y “Sigfrido”), existe una película de Billy Wilder del mismo título, protagonizadapor Gloria Swanson, William Holden y Erich von Stroheim. Muestra una eficaz historia sobre la decadencia de las grandes estrellas deHollywood, en unos intentos vanos de reverdecer laureles y recuperar sus tiempos gloriosos.

El año 2.007 fue mi “crepúsculo” particular y que se me perdone la desequilibrada comparación porque lo de “gran estrella” ni delejos, (en todo caso estrellado), pero como metáfora de mi estado de ánimo me venía muy bien el titulillo.

En todo el año solo corrí 153 días con un total de 1.711 km. Y además no participé en ninguna carrera. Supone una media de 12días y aproximadamente 140 km mensuales. Escasísima chispa y muy lejos de algo satisfactorio. Como no paras de darle vueltas a lacabeza empieza a tomar cuerpo la sensación de que eso de correr se acaba sin remisión. Pero intentas buscar justificaciones decualquier clase, y piensas que las causas pueden ser principalmente dos: la primera es que durante todo el año arrastré una lesión en elisquiotibial derecho, que en muchas ocasiones me hizo pensar que no tenía solución y que era el final.

Y la segunda es que a finales del año anterior empecé a jugar al golf y quedé enganchado, dedicando durante este año muchotiempo a tratar de mejorar mi desastroso juego. El 26 de febrero me permitieron salir por primera vez al campo a jugar 9 hoyos, y esees el principio de algo que en el futuro me dará, seguro, muchísimas satisfacciones.

Mis compañeros de fatigas del equipo de corricalaris de Almería me tomaban el pelo diciéndome que me había pasado a un deportede señoritos y que lo de correr es cosa del pueblo llano y sacrificado. Nada más lejos de la realidad. Yo soy corredor de fondo yademás hago algunas otras cosas, por ejemplo jugar al golf.

Como único dato reseñable, diré que en septiembre hicimos Merche y yo un viaje a Asturias. Junto al Parador Nacional de Cangasde Onís donde nos hospedamos descubrí una vía peatonal entre la carretera y el río que me permitió correr dos días hasta Arriondasen medio de un paisaje espectacular. Lo digo porque en cada sitio nuevo que conozco me gusta correr. De hecho lo primero que hagoen cuanto dejo el equipaje es explorar el entorno y ver las posibilidades de salir a trotar.

Fue un año con mucha pena y poca gloria como justa compensación a lo sucedido el año anterior (2.006) que narraré en otrocapítulo posterior.

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Capítulo 10. El club de los poetas muertos. 26-06-2010Viene este título a cuento de que por estos tiempos, años 1.986 y 1987, fuimos a ver esta película (o quizás algo más tarde, pero

para el caso es igual) toda la familia, o sea el trío: madre, padre e hijo. Me la había recomendado mi amigo de caminatas José Mª.Lesaga (con quién tiempo después llegaría a Santiago en mi primer Camino), que como era “maestro de escuela” -como él decía- lehabía gustado sobremanera. El caso es que a mi hijo le causo una gran impresión por las similitudes que encontraba con los miembrosdel colegio ingles protagonistas de la “peli”, su profesor (Robby Williams) y, sobre todo, por el padre de uno de los chicos que queríaser actor (y lo consigue con la representación de “Sueño de una noche de verano”, de William Shakespeare), cuyo autoritarismo yrigidez en el trato asociaba conmigo. Cosas de la edad, aunque no discuto que tuviera algo de razón desde su óptica adolescente.

El tema principal era una crítica -bastante demagógica- hacia los métodos educativos ingleses, inflexibles, duros y victorianos, y losaires nuevos y cuasi revolucionarios de un profesor que sabe conectar perfectamente con sus alumnos a base de abrirles la mente y laimaginación, además de alentarles a hacer lo que su inclinación les pida, rompiendo con la autoridad paterna y educativa. Lo que pasaes que a esas edades adolescentes, si dejas que los cauces se desborden es muy fácil que la cosa acabe en tragedia, como en el film.

El caso es que los alumnos forman un club donde clandestinamente leen poesía e intercambian experiencias y expectativas vitales. Sugrito de guerra es parte del poema de un escritor ingles que comenzaba así: “¡Oh Capitán, mi Capitán!”.

Magnífica la escena en la que, en el hall del colegio donde están expuestas fotografías -de color sepia por lo antiguas- de laspromociones de alumnos anteriores, sonrientes, con ropa deportiva y espléndidos en su juventud, les pregunta el “profe” que qué es loque ven. Se miran entre ellos y contestan lo obvio: son alumnos antiguos. “No, -les responde- sois vosotros. Vosotros dentro de unosaños”.

El mensaje que les quería hacer llegar es que los años de juventud son efímeros y pasan volando, así que ¡Carpe diem!, aprovechael momento, chaval, que estos años no vuelven.

Me he enrollado de mala manera, pero es que la cosa tiene su miga, ya que no solamente es aplicable a la juventud, sino a cualquieredad. Hace cuatro años, en una etapa del Camino de Santiago por la costa cantábrica, a mi amigo Gerardo, (con el que corrí miprimer maratón en 1.980), hablando de estas cosas le comenté que dentro de 12 años (teníamos los dos 58), cumpliríamos 70 en elmejor de los casos. Desde ese momento le tengo medio traumatizado porque vió tan claro que tenía que aprovechar a tope el tiempoque queda, que desde entonces no deja escapar (antes tampoco) cualquier posibilidad de viaje, experiencia o ágape que se ponga pormedio. Es que el tiempo es muy escurridizo y se escabulle a una velocidad vertiginosa.

El caso es que la elección del título, viene más al asunto que voy a comentar a continuación. Yo, pasados 8 años desde que empecéa correr, seguía siendo básicamente un corredor solitario, ya que mis horarios erráticos no me permitían otra cosa. Solamente los finesde semana quedaba para correr con los citados José Félix y Gerardo, pero no siempre.

Pero por estas fechas coincidí varias tardes con otro corredor veterano, cuñado de un amigo mío de siempre, llamado Javier Imaz,que tenía buen estilo y buenas marcas. La verdad es que era -y seguirá siendo, supongo, aunque ya no nos vemos mucho- un tipodivertido. Me presentó a otro corredor, algo mayor que yo, con el que hice buenas migas y frecuentemente nos juntábamos paraentrenar.

Se trataba de José Mª. Iturrioz (Pequeño Gran Hombre, ¿os suena?), con quién continúo corriendo mientras hablamos de lo divinoy de lo humano. Recuerdo perfectamente el lugar de la presentación: el puente de hierro sobre el Urumea. Iban ellos dos trotando yJavier me invitó a acompañarles. A través de estos dos personajes, me enteré que había un grupo de gente que salía a las 8 de lamañana todos los fines de semana del Colegio El Carmelo de Amara. Eran miembros del Club Donostiarrak, primo gemelo de otroClub de ciclismo: “Donostiarra”. El susodicho club funcionaba porque sí, como un grupo de amigos, sin normas ni estatutos, perofuncionaba. De hecho así ha continuado hasta mediados los años 90. Así que comencé a trotar con ellos. Al fin y al cabo quedaban aescasos 400 metros de mi casa.

Conocí a personas emblemáticas como Manolo Olondriz, Mikel Arzac, Rafa Errasti, Antxon Echeverria, Txomin Arizmendi, JavierCastellruiz, Gabi Lasaga, Miguel Domínguez, Juanjo Mariezkurrena, Imanol Gonzalez de Audicana, etc., es decir la vieja guardia. Escomplicado citar nombres porque, seguro, me dejo alguno en el tintero, pero también no tengo duda de que me perdonarán la omisión.Son buena gente.

Es curioso la cantidad de personas que uno ha llegado a conocer a través del deporte. Yo diría que cientos. De vez en cuandoempezamos a recordar a quienes ya no están en activo y surgen nombres a mansalva. Uno tras otro. Y curiosamente, no tengo malrecuerdo de nadie.

Al contrario. De prácticamente todos la impresión es buena. Después de tantos años se ha formado una red tan tupida de relacionesque me es imposible separar su recuerdo (y su influencia) de cualquier época de mi vida. Elija la época que elija, es casi seguro quealrededor de ella pululan unas cuantas personas que tienen que ver con el correr. No tengo ninguna duda que el deporte ha sido lapiedra angular alrededor de la cual se ha formado la mayor parte de relaciones sociales de mi existencia. Muy superior al trabajo o acualquier otra faceta de mi vida. Sin darme cuenta pasé a formar parte de este magnífico Club, al cual todavía, me enorgullezco depertenecer.

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A través de sus miembros seguí conociendo gente y creo que por estas fechas dejé de ser un corredor solitario. Era muy difícil salira trotar y no encontrarte con alguien conocido. Fueras por donde fueras, de día o de noche, algún colega corría por allí. La red que hecitado funcionaba y el hilo conductor era el deporte. Al amparo del número todavía escaso pero creciente de los que nos juntábamospara correr los fines de semana (¡a las 8 en El Carmelo!), el Club fue creciendo con la continua incorporación de nuevos socios.

El grupo dicharachero y bullicioso ejercía una atracción irresistible para muchos corredores solitarios, que veían la posibilidad dehacer más agradables sus entrenamientos -mientras nos veían pasar con envidia- a la vez que intercambiar experiencias yconocimientos. Emanaba una especie de fuerza centrípeta que absorbía los asteroides y pequeños satélites que pululaban a sualrededor.

Y continuamos siendo un club sin estatutos. Funcionaba por adhesión y sin exigir requisitos de ningún tipo. Solo salir a correr. Laverdad es que la gente, inteligentemente, obviaba conversaciones delicadas, por ejemplo políticas, que podían incomodar a alguien.Alguno que lo intentaba enseguida se daba cuenta de que ese no era el foro adecuado y se autocensuraba espontáneamente. Noencontraba caldo de cultivo. Lo cual no quiere decir que cada uno no tuviera sus ideas, pero no se exponían más que en “petit comité”y con personas de confianza.

Allí solo se iba a correr y a pasarlo bien.Esta tela de araña de relaciones era una especie de pegamento que te hacia inmune a cualquier veleidad de abandono y de rebote

retroalimentaba tu implicación en el grupo. Y a pesar de todo, seguía siendo un deporte de solitarios, pero solidarios y divertidos.Así que cada vez me sentía más inclinado a sacar tiempo de donde fuera para entrenar, incrementando sensiblemente el número de

kilómetros anuales y participando cada vez más en carreras. De hecho, en 1986, llegué a correr unos 140 días, completando 1.800 kmaproximadamente. Cada 2,6 días un entrenamiento de casi 13 km Lo que ocurre es que salvo los meses de julio, agosto, septiembre yoctubre que eran muy intensos, el resto del año era casi testimonial.

El 1 de enero -Año Nuevo- ya tengo constancia por primera vez de empezar el año corriendo. Esta costumbre no la he abandonadodesde entonces. Por muy mal que me encuentre después de los excesos -casi seguros- de la Nochevieja, el 1 de enero hay que correr.Aunque sea media hora. Tengo la impresión (pura superstición) de que si no corro ese día el año deportivo será malo. Así que hay queeliminar los malos augurios corriendo, que, por cierto, es la mejor manera de reencontrarte (ahora a la resaca se le llama así)físicamente.

Las anotaciones de todo el año están jalonadas de días de viaje (Pamplona, Logroño, Madrid, etc.) y su correspondiente sesión deentrenamiento (antes o después del viaje). Pero también tengo anotadas cuatro joyas. Es decir cuatro medias maratones. El primero enCoslada (Madrid) el 6 de Abril. En uno de mis viajes a Madrid, mi hermano Antonio (el mayor, que vive allí) me comentó que lo iba acorrer con un vecino suyo, y que me animara yo también. Dicho y hecho, aunque mi preparación estaba lejos de ser buena. Resultóque el vecino en cuestión era Jesús Odriozola, hermano del eterno presidente de la Federación Española de Atletismo. El día gélido,pero el ambiente de fiesta.

Recorrí con ellos unos kilómetros y luego me “fugué”. Como anécdota recuerdo que una zapatilla se me soltó y fui incapaz (por elfrío) de volver a atarla. Remetí como pude los cordones para que no estorbaran. La llegada en el estadio de Coslada y la medallapreciosa. El tiempo lo de menos, 1 hora 31’.

El 21 de septiembre fue la Media Maratón de Laister, donde conseguí rebajar 5 minutos el tiempo de Coslada. En esta carrera yotras parecidas mis acompañantes habituales, ya eran del Club, José Mª. Iturrioz, Txomin Arizmendi, Antxon Echeveste, etc. Mipuesto fue el 237 entre un millar de participantes.

El 12 de octubre corrí sin dorsal la mitad de la Maratón de San Sebastián, con un tiempo de 1 hora 28’.Y por fin la Behobia el 9 de noviembre. No tengo anotado nada especial salvo el tiempo: 1 hora 22’, que sin ser mí mejor marca no

deja de estar muy bien. De hecho, de entre 2.638 participantes quedé el 499.Se puede decir que este año fue el primero de mi “década prodigiosa” y valga la petulancia. Desde 1986 a 1995, fue el periodo más

fructífero e intenso de mi actividad como corredor de fondo.Ahora puedo comprobar que ya era un corredor de año completo y no de temporada, como venía siendo hasta ahora. Y también

me produce pasmo y asombro comprobar que pudiera compaginar una intensísima actividad profesional -con su correspondientedesgaste- con un periodo tan extenso de entrenamientos. Mucho me temo que lo que se resintió fue mi dedicación familiar.

A finales de este año hice un cambio importante que me permitió correr con más seguridad. Resulta que cuando iba al viejo Atochadesde la grada de Múgica tenía dificultades para ver bien el balón en la otra portería. Resultado: miopía, que fue incrementándoselentamente y tuve que empezar a usar gafas de forma permanente. Pero salía a correr sin ellas ya que nunca pude acostumbrarme. Asíque cada vez me parecía más a “Rompetechos”, ese personaje de cómic creado por Ibáñez que veía menos que un gato de escayola.La gente me saludaba cuando corría y yo devolvía el saludo a todo el mundo aún sin conocerles. Realmente era un tío simpáticoporque saludaba hasta a los que no me saludaban a mí. Además estaba el riesgo de clavar el pié en una zanja, agujero o alcantarilla, ode chocarte con una esquina directamente.

Ya había tratado de usar lentillas rígidas (no había otras) y fue imposible adaptarme. Me pasaba el día llorando como una plañidera.

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Pero me enteré de que habían salido nuevas lentillas blanditas y flexibles, y ahí fui yo de cabeza. No tuve ningún problema paraacostumbrarme enseguida y desde entonces son mis fieles centinelas en las correrías diurnas y nocturnas y fueron la solución ideal paramí. Y además, lo que me he ahorrado en saludos...

Y llegamos a 1.987 donde completé 1.925 km en 154 entrenamientos y carreras, ligeramente superior al año anterior. Por supuestotambién corrí en Año Nuevo. 10 km en 41 minutos no está nada mal para soltar el lastre de Nochevieja.

Me llama la atención, por ejemplo, que el 26 de febrero, en pleno invierno tenga la siguiente anotación: “después de viaje a Soria, 5km 21 minutos”. Hay que estar un poco “zumbado” para salir a correr de noche y seguramente con mal tiempo después de haberestado todo el día viajando y trabajando (y solo 5 km), pero esto da fe de que la implicación con el deporte ya era un hechoirreversible.

En Semana Santa, casi siempre en abril, solemos reunirnos varios hermanos en un pueblecito al sur de la Sierra de Gredos, entreArenas de San Pedro y Candeleda (Ávila). Mi hermano Antonio tiene allí una casa y lo pasamos muy bien compaginando senderismo,atletismo, turismo y gastronomía. Y no precisamente por ese orden. En aquellos tiempos mi hermano también corría (tienecontabilizados varios maratones), así que nos acercábamos en coche al embalse de La Rosarito donde hacíamos varios kilómetros poruna carretera muy poco transitada que tiene como peculiaridad un asfalto durísimo. Al parecer el piso está sobre una base de basalto,con lo que las piernas sufrían bastante. Tengo anotados 3 días de correr por estos parajes.

Otra de mis costumbres anuales en mayo es pasar un largo fin de semana en un refugio muy bien acondicionado próximo al monteMoncayo en Zaragoza, muy cerca de Tarazona. Nos reunimos entre 6 y 10 compañeros de trabajo y ya amigos sin fisuras. Lagestación de este grupo es muy larga de contar. Solo diré que existe una amistad muy sólida y aprovechamos la estancia en elMoncayo para pasarlo bien, andar bastante y dar buena cuenta de las escogidas viandas que llevamos para preparar suculentascomidas. Además jugamos partidas de mus a cara de perro.

Desgraciadamente desde hace un par de años hemos tenido que anular este viaje (después de 25 años haciéndolo), entre otrascosas porque ya no contamos con el refugio y además la edad, está haciendo estragos en el grupo. Solo diré que yo soy el más joven,así que podéis sacar conclusiones.

Todo esto viene a cuento de que tengo anotado que el 31 de mayo corrí 10 km por pista de montaña en las inmediaciones delMoncayo.

En agosto a Almería. Tres semanas de vacaciones en familia. 14 días de entrenamiento con 213 km en total, supone correr 2 decada 3 días unos 15 km de media. Además algún día salí con mi hijo Aitor, quién por su condición de multialérgico no le conveníarealizar ejercicios o deportes violentos (como el correr). Me hace mucha ilusión recordar aquellos días porque le estoy viendo con 13años hecho ya todo un hombre y a mi lado corriendo. Más adelante hablaré de la alergia y el porqué mi hijo la padecía.

Con más de 300 km de entrenamiento en agosto, no es de extrañar que el 4 de septiembre -ya en San Sebastián- tenga registradoun entrenamiento de 14 km con el comentario: “Bien. Muy fuerte y fácil”. El tiempo: 56’. A 15 por hora. ¡Vaya tela! Igualito queahora.

Corrí la media Maratón de Laister el 20 del mismo mes con un tiempo de 1 hora 25’. Exactamente a 4 minuto por kilómetro.Estoy un poco confuso pero creo que este año traté de convencer a José Mª. Iturrioz para correr de nuevo la maratón e intentar

bajar de 3 horas. Contábamos con la inestimable ayuda del “maestro” Txomin Arizmendi, que nos marcaría el ritmo y contaríamos contoda su experiencia para que solo nos tuviéramos que dedicar a correr, sin pensar en otra cosa. No sé si logré convencerle. Lo cual noquiere decir que yo no lo intentara, pero al final no lo corrí y creo conocer las causas.

Dudo al recomponer mis recuerdos, pero de lo que estoy seguro es que el 13 de septiembre, domingo, una semana antes de lamedia maratón citada, corrí 36 km en un tiempo de 2 horas 43 minutos. El recorrido fue la mitad de la maratón y varias vueltas a lospuentes del Urumea. Desde finales de agosto, en tres ocasiones ya había corrido 26, 29 y 23 km, además de los 36, lo que indica sinningún género de duda que me estaba preparando para una nueva experiencia con la reina de las carreras.

Lo que ocurrió después fue lo siguiente. A finales de septiembre en Logroño son fiestas de San Mateo. Mi director de allí me invitoa los toros donde nos pusimos como una sopa por una tremenda tormenta de verano que en pocos minutos nos empapó. El viaje devuelta a San Sebastián todo mojado me provocó un catarro fortísimo seguido de anginas. A pocos días de la Maratón tengo anotadoel 1 de octubre: “Anginas. Agotado. Tiro la toalla”, después de dos días con comentarios catarro-anginosos. Eso quiere decir que miintención de retornar a los 42 km se vio truncada por unas inoportunas anginas.

Todos los que corremos sabemos lo duros que son los días posteriores a una decisión de este tipo. Tienes hecho prácticamentetodo el entrenamiento y en el momento más inoportuno se va al garete el esfuerzo de meses. Nada menos que los 303 km de agosto ylos 335 de septiembre. Hasta el día 12 de octubre estuve sin correr, recuperándome de los dos golpes: el físico y el moral.

Pero la decisión de correr de nuevo la gran carrera ya estaba tomada. Sólo era cuestión de tiempo.El 29 de noviembre participé una vez más en la Behobia, batiendo todas mis marcas anteriores: 1 h. 20’ 19’’. ¡Aleluya!.Cerré el año corriendo en Miranda de Ebro -donde nos reuníamos toda la familia para las fiestas navideñas- por el monte cercano

de La Picota, escenario de innumerables fechorías y aventuras de mi infancia.

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Creo que este año está marcado por mi decisión de volver a correr la Maratón y la implicación sin fisuras con el club y suscomponentes.

El club de los corredores vivos (y coleando).Capítulo 11. ¡Que bello es vivir! 12-07-2010

El director de esta película, Frank Capra, rodó en 1.946 esta historia nostálgica y de buenos sentimientos en una pequeña ciudadnorteamericana donde un ángel de la guarda impide suicidarse a un banquero en bancarrota.

La historia no tiene nada que ver conmigo, pero sí el título, porque en el año que voy a relatar -2.006- me ocurren una seria decosas que hacen de la vida algo muy grato, Empecé el año a lo grande: corriendo una media maratón y además logrando un buentiempo. El último domingo de enero se celebra la Media Maratón de Almería, que se suele desarrollar con muy buen ambiente ymuchos trofeos y regalos. La bolsa del corredor también suele estar bien nutrida. Además recorre todo el centro de la ciudad,subiendo la rambla ajardinada del río durante casi 3 km un par de veces y finaliza en el precioso y nuevo Estadio de los JuegosMediterráneos, inaugurado el año anterior con motivo de la celebración de dichos juegos. Una buena parte de la logística de laorganización la aporta el Tercio de la Legión con base en Viator -muy próximo a Almería-, antiguo Centro de Instrucción de Reclutasdonde yo hice la “mili” en 1.970, lo que me permitió conocer a Merche, mi mujer. De ahí mi vinculación con Almería.

Decía que la Legión aporta tiendas de campaña como centro de masaje, bebidas, organización, etc. además de vehículos y unabuena cantidad de participantes. Cierra siempre la carrera una sección de legionarios con uniforme de campaña, correaje, botas, guión,etc.

Tiene que ser muy incómodo correr de esa forma pero se les ve bien -tanto a ellos como a ellas-, y también a la cabra que no sepierde la carrera.

El entrenamiento que hice en Enero fue muy fuerte. Totalicé 329 km en 23 salidas, lo que hace una media por entrenamiento de 14,3km. Conociendo el perfil de la prueba, corrí bastantes veces por los parques de Aiete y Cristina Enea que tienen cuestas de todos losdesniveles posibles. Después del día de San Sebastián, 20 de Enero, con el rataplán todavía en la cabeza puse rumbo al sur.

Al día siguiente de llegar, jueves, hice 12 km con un tiempo de 56’, arrastrando el cansancio del viaje inmediatamente anterior. Y eldomingo, día de la carrera, salió muy lluvioso, cosa rara en Almería aunque se trate de enero. Como la ciudad no está preparada parala lluvia enseguida se forman grandes charcos que tienes que ir evitando so pena de morir ahogado. A pesar de todo, creo que cumplíbien con un tiempo de 1h 34’. Lo mejor fue comprobar la clasificación: 284 en la general de un total de 1.200, y tercero en micategoría lo que me hacía merecedor de pódium y trofeo. También el “presi” del Club de Almería, quedó 1º en una categoría distinta ala mía, así que terminamos encantados y compartiendo fotos y trofeos.

En febrero seguí entrenando bien disminuyendo bastante la intensidad: en 16 días 225 km. Mes de transición en espera de un viaje aArgentina que íbamos a disfrutar durante casi 15 días junto con otras parejas de amigos de San Sebastián.

Por supuesto en el equipaje las zapatillas de correr y ropa adecuada a las diferentes climatologías que íbamos a experimentar. Desdeel clima tropical de Iguazú hasta el paisaje nevado de Ushuaia en el extremo sur del continente. El viaje, como se puede suponer, unamaravilla. País inmenso solo asequible en vuelos internos por las enormes distancias. Después de la primera noche en Buenos Aires einformado previamente salí trotando muy temprano hacia Puerto Madero, antigua zona portuaria reconvertida en lo más “chic” de laciudad. De nuevo esa sensación maravillosa de poder recorrer una espléndida ciudad haciendo turismo y deporte. Como anécdotacuriosa diré que notaba que la gente se me quedaba mirando al pasar, hasta que caí en la cuenta de que mi camiseta de Donostiarrakcon sus clásicas bandas blancas y azules y mi pantalón negro eran casi exactamente el uniforme de la selección argentina. Después de50’ de carrera al hotel de nuevo.

Una semana más tarde en El Calafate, ciudad próxima al glaciar Perito Moreno, salí a correr por la orilla del Lago Argentino, el másgrande del país. Cada dos por tres me encontraba con enormes perros sueltos que al principio me hicieron temblar pero que alcomprobar su indolencia y mansedumbre me fui tranquilizando poco a poco. Otros 45’ de carrera y vuelta al Hotel Don Quixote.

Y por fin, de nuevo en Buenos Aires, otra carrerita hasta Puerto Madero recorriendo buena parte de la Avenida de Mayo, que,según dicen es la más grande del mundo. La verdad es que era una pasada.

Me fui de Argentina con pena de no haber corrido en Ushuaia, en el Parque Nacional del Fin del Mundo. Por un lado la escasez detiempo y por otro el mal tiempo meteorológico me hicieron desistir. Pero me he arrepentido muchas veces porque jamás volveré aestar en una latitud tan al sur. Nada menos que a casi 11.000 km al sur en línea recta de Donosti y a menos de 1.000 km de laAntártida.

Como nunca hay que perder la esperanza me quedaré con eso de que otra vez será.Abril fue otro mes de entrenamiento fuerte de nuevo en Sanse. 20 días con un total de 294 km. El motivo era que me había

propuesto correr de nuevo la Media Maratón de Donostia después de varios años de no hacerlo en mi ciudad. En efecto, creo que porlo menos habían pasado 7 años de ausencia en carreras, así que la “reentré” no podía hacerla de cualquier manera.

La mayoría de los entrenamientos con Marian, Bego y José Mª, alternando todo tipo de terrenos. También Paco el Frutero aparecía

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de vez en cuando y Juan, el triatleta. La verdad es que sin ayuda de colegas se hace muy duro entrenar con tanta intensidad.Yo me encontraba muy bien, y lo corroboré por un test de 12 km 4 días antes de la prueba, como en Almería. Así que el 14 de

mayo ¡a correr!Fui al límite desde la salida pero el resultado bien compensó el esfuerzo. Fui detrás de Joserra Basterra casi todo el tiempo y en el

kilómetro 15 alcancé a Angel, el Pirata, con quién llegué hasta la meta. En algún momento soñé con bajar de la hora y media. Tiempo 1h. 30’. Para mí magnífico. Puesto 421 de 1.500 y el 21 en la categoría de +50 años, y yo ya contaba 58. Correr a una media porkilómetro de 4’ 17’’ creía que ya no estaba a mi alcance en una media maratón.

Lo que pasa es que todo tiene su contra, porque acabé con una ligera molestia en la pierna derecha, que no me impidió seguircorriendo pero que sería el germen de una lesión no muy lejana.

15 días más tarde en Almería, nada más llegar me llamó el “Presi” de allí para invitarme a una carrera de barrio y benéfica, uno decuyos organizadores era del Club. No me podía negar, así que corrí la prueba popular de Huércal de Almería sobre una distancia de8,1 km

Estas distancias son temibles para mí por el ritmo endiablado que hay que imprimir. Entre 70 participantes quedé el 18 con untiempo de 34’, corriendo a una media de 4’ 13’’ por km. Demasiado para mí. No obstante quedé el primero en +de 55 años, así quecontento por el resultado y satisfecho por el buen ambiente del evento en el que participamos la casi totalidad de miembros del club.

Unos días más tarde, hicimos Merche y yo un corto viaje por la Alpujarra granadina y almeriense pero sin posibilidad de correr.Todos los pueblos están situados en la ladera sur de Sierra Nevada con unos desniveles de vértigo. Yo miraba con envidia la cima delMulhacén que con sus 3.500 m de altura es la más alta de la península. A su lado el Veleta, con 100 m menos.

Y así, pasito a pasito, llegamos a junio. Por cierto, me resisto a continuar -hablando de pasito a pasito- sin contar otra anécdotabuenísima que me ocurrió en Almería. En uno de los entrenamientos alcancé a otro corredor y me puse a su lado para continuar juntos.Hablando, hablando le comenté que era de Sanse y que mi club era el Donostiarrak, que, la verdad, suena como muy fuerte. Él,tranquilamente me dijo que pertenecía a un club de Motril (Granada) pero muy extendido por aquellas latitudes. Su nombre: “Pazito aPazito”, así como suena. Y nunca mejor dicho. Más tarde he tenido muchas ocasiones de ver a miembros de ese club con el nombrebien visible en la camiseta.

Es curioso pero por aquellas tierras hay muchos clubes con nombres jocosos como el citado. Otro, por ejemplo, es “A 7’ x km”.Parece un jeroglífico pero es el nombre y, creo, su filosofía de club.

En fin, volvamos a las vísperas de la noche de San Juan. Varios compañeros del club de Almería se estaban preparando para laprueba en verano de los 50 km de subida al Veleta, con salida desde Granada capital. Habían preparado un entrenamiento previo queconsistía en subir el Calar Alto en la Sierra de Filabres, en el centro de la provincia. Se trata de una interminable subida de 23 km conrampas potentísimas y un desnivel de 800 m. Se inicia a 1.500 m. y se termina a 2.300. En la cima está situado el observatorioastronómico del mismo nombre con 5 torres imponentes que albergan sendos telescopios y por las que pasan continuamente científicosde todo el mundo, pero principalmente alemanes porque el proyecto inicial fue financiado por este país.

Yo, haciendo gala una vez más de mi inconsciencia, me apunté sin dudar a la excursión. Mi planteamiento simple: cuando no puedamás me paro. Pero no contaba con que cuando llegara ese momento de agotamiento extremo, a unos 6 km del final, el frío sería tanintenso que allí parado en espera de que me recogieran a la bajada en coche, iban a encontrarse con un témpano de hielo. Así que notuve otra solución que seguir corriendo cuesta arriba, y aún pude alcanzar al último de los colegas que me precedían. Fue una aventuraterrible, ya que tardé 2h 40’ en completar el recorrido. Extenuado pero feliz. Uno de mis compañeros allí mismo tomó la decisión deno salir en la prueba del Veleta. Solo de pensar que era más del doble de lo que acababa de hacer le daban escalofríos. Ahora me doycuenta que había corrido mi primera prueba de montaña larga, aunque fuera oficiosamente.

El tercer trimestre del año en Donosti, como siempre en verano, entrené bastante. Es lo que tiene quedar con colegas prácticamentea diario para correr más de una hora. En los 3 meses realicé 68 entrenamientos con un total de 947 km más de 300 km al mes y esosin ningún objetivo concreto.

En octubre de nuevo en Almería hicimos un mini viaje turístico a El Rompido, en Huelva. Allí corrí un par de días. Una provincia másque caía en mi curriculum deportivo. Y aquel germen de lesión de la media maratón de mayo fue tomando cuerpo y cada vez me dolíamás la pierna derecha, así que empecé a alternar andar y correr. Demasiados meses con demasiado entrenamiento.

De nuevo el pensamiento de tener que dejar de correr te recorre el espinazo. A estas edades en cada lesión no puedes dejar depensar que más temprano que tarde se acabará la cuerda y tendrás que dedicarte a otra cosa, así que... El 24 de octubre tuve miprimera clase de golf.

Unos días antes conocí otro deporte “de los raros”: la espeleología. Resulta que cerca del desierto de Tabernas, en Sorbas, existenunos yacimientos inmensos de yeso, llamados “karst” (yacimientos kársticos) famosos internacionalmente porque solo existen en elmundo cinco cuevas de estas características visitables. Una en Sonora (México), otra en Chile, una más en Kenia y la última en losBalcanes. La peculiaridad de las cuevas de yeso a diferencia de las calizas es que las estalagmitas y estalactitas que se forman son muypequeñas ya que el yeso se disuelve muy poco y no se solidifica. Por contra, las paredes de yeso son como un mosaico de pequeños

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cristales que al recibir la luz despiden miles de reflejos creando un efecto increíble. Solicité visitarla con mi mujer pensando que sería unrecorrido turístico parecido a los de las cuevas de Nerja o de Tito Bustillo en Ribadesella. La sorpresa vino cuando nos dijeron que elrecorrido tenía cierta dificultad y había que realizarlo con ropa adecuada y casco con luz como los mineros, que ellos mismosproporcionaban, y por supuesto con monitor para no perderse en aquella inmensidad. En realidad se trata de una enorme montañahoradada con más de 1.000 entradas y rutas, unas conocidas y otras no. Yo miraba de soslayo a mi mujer pensando que no se iba aatrever. Pero se atrevió. Escalamos corredores, pasamos a rastras por estrechísimas aberturas y conocimos de cerca inmensasbóvedas que rutilaban al ser enfocadas por nuestras luces. Quedamos encantados con la experiencia y seguro que algún día la repetirécon mi hijo.

Así que en el mismo mes había conocido dos deportes muy distintos.Y el 8 de noviembre nació mi nieta Carmen. Criatura preciosa con la que tengo una afinidad especial, quizás por ser la primera.De repente me convertí en abuelo. Yo, que sufro el síndrome de Peter Pan, por el que creo que los años no pasan y que sigo siendo

un chaval, cuando la gente decía lo de “abuelo” creía que hablaban de otra persona. La verdad es que me ha costado asimilarlo peropoco a poco lo he conseguido. Estoy encantado con mis dos nietecillos, cuya actividad incansable termina conmigo los días en queconcurre el binomio entrenamiento-nietos. Pero la verdad es que es una gozada verlos crecer.

Y ahora me gustaría extenderme un poco sobre el golf.Empezaré diciendo que es la mayor prueba de humildad que he recibido nunca. Yo siempre me he considerado “habilidosillo” así

que aunque sabía que era difícil no dudaba de que en fecha no muy lejana obtendría el nivel suficiente para conseguir el “hándicap” yme permitirían salir al campo. ¡Ya, ya! Infinidad de veces pensé dejarlo porque por más empeño que ponía no conseguía domar lasmalditas bolas. Tenían vida propia e iban hacia donde ellas querían.

Entrenaba sin descanso, con ese afán que me caracteriza, pero era en vano. El profesor me repetía una y mil veces que era normal yque eso les pasaba a todos, que no fuera impaciente, pero yo me daba cuenta de que lo mío era fuerza bruta y poca habilidad.

Compré libros, mejoré algunos palos del equipo de segunda mano que había comprado inicialmente, y con lo único que me quedabacomo consuelo era la frase básica de apoyo que a todos los golfistas del mundo se les repite en sus inicios: “paciencia y humildad”.

En ocasiones que quedaba embobado mirando a los jugadores avezados el dominio de sus golpes cuando entrenaban. Mi “profe”,mi ahora amigo Manolo, me decía que todos ellos habían pasado por lo mismo que yo. Pero yo lo ponía en duda.

El inventor del golf dicen que fue un escocés, dando forma y reglamentando un juego de pastores que consistía en apalear guijarrosy acercarlos a un agujero. Tuvo que ser un tío muy retorcido y con muy mala leche. Es difícil imaginar un juego más diabólico. Cadagolpe es distinto. Cambia la distancia, la posición, el palo a elegir, etc. Y en cada golpe hay que considerar muchos detalles que vandesde como se coge el palo a la postura exacta del cuerpo, ejecución del movimiento sin levantar la vista de la bola, completar con elpalo un giro completo de 360º además del giro del cuerpo, etc. En fin algo dificilísimo para hacerlo todo simultáneamente.

Solo he conocido algo de mayor dificultad: la esgrima. Pero de esto hablaré en otro momento...Y además, el reglamento de juego es infinito. Existen normas para todo y se aplican a rajatabla. Esto da lugar a que haya jugadores

especialmente “pijoteros” y que jugar con ellos sea un suplicio.Pero a pesar de todo me encanta. Solo el hecho de salir al campo, tan perfectamente cuidado en un entorno habitualmente bonito,

con el único fin de tratar de meter una bola en un agujero situado a más de 350 metros (y más de 500) con solo 4 golpes, es unagozada. Y así 18 veces.

Para terminar el tema del golf quiero decir algo acerca del esfuerzo físico necesario para jugar un partido. Visto desde fuera con lamirada de un corredor de fondo, acostumbrado a esfuerzos agotadores, puede parecer una tontería, pero doy fe de que uno se cansabastante más de lo que parece. Hay que considerar que durante 4 horas está uno andando sin parar, subiendo y bajando y arrastrandoun carro que pesa lo suyo. Sobre todo cuando la bola sale de las “calles” perfectamente rasuradas y hay que ir detrás pararecuperarlas. Las ruedas van por hierba alta y hay que empujar de lo lindo. La distancia que se suele andar siempre es superior a los10 km. Además cada golpe (entre 70 y 110 por partido) requiere tensión (que también cansa) y mucha atención, sin olvidar las vecesque uno tiene que agacharse a recoger la bola, la bandera o a reparar el suelo.

En fin, que para mí posiblemente sea el deporte que siga practicando, junto con el caminar, cuando ya no pueda correr por las leyeslógicas de la edad. Me horroriza pensar no hacer nada y quedarte en casa viéndolas venir (a la parca y sus mariachis, claro).

Y así llegamos al final del año 2.006 que, como se ha podido apreciar, ha sido movidito. Viajes, deportes nuevos, carreras conbuenos tiempos, abuelo primerizo. ¿Que más se puede pedir? Nada, so pena de desatar la ira de los dioses.

De los 365 días del año, salí a correr 221 con un kilometraje medio de 13,33, lo que hace un total de 2.948 km Como decía el delchiste: “tápalo, que no se enfríe”.

Capítulo 12. Días de vino y rosas. 19-07-2010Hoy hace exactamente 22 años que mi mujer mi hijo y yo estuvimos a punto de morir ahogados en las inundaciones que provocó

una gota fría en Elgoibar el 19 de Julio de 1.988. Murieron 9 personas y los daños fueron incalculables. Desde entonces cuando

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conduzco y veo que el cielo se pone negro y llueve torrencialmente no puedo evitar ponerme bastante nervioso.Por una serie de casualidades nos encontramos en la “zona cero” del desastre a la vuelta de un viaje que habíamos hecho a Madrid.

Las fuerzas de la naturaleza se desataron y en cuestión de minutos se hizo de noche y mi coche se convirtió en un barco iluminadoúnicamente por decenas de rayos que caían simultáneamente. Con el agua al cuello -literalmente- conseguí romper el cristal de unapuerta en una residencia de ancianos de Elgoibar y entrar empujados por una tromba de agua. Al asidero de dicha puerta habíamosconseguido llegar entre las aguas del turbulento río que nos rodeaba por todas partes una vez abandonado el coche en medio de unpuente donde estaba siendo zarandeado de forma inmisericorde. Aunque el relato parezca algo melodramático puedo asegurar quetodavía se queda corto para lo que allí pasamos y vimos a nuestro alrededor.

Mi hijo con 13 años se comportó como un valiente, sin perder en ningún momento la calma. Mi mujer estaba como ausenteinmovilizada por el shock. Habíamos pasado en cuestión de 5 horas de estar en Madrid bañándonos en la piscina de mi hermanodisfrutando de un día espléndido de verano a estar tiritando empapados de barro dando gracias a Dios por haber salvado la vida. Larutina diaria hace que creamos que todo está controlado y que la vida funciona a nuestro alrededor a base de chasquear los dedos yordenar esto y lo otro, pero episodios como el relatado nos pone en nuestro sitio, recordándonos que no somos más que criaturasindefensas y desvalidas que están a merced del destino que nos quieran marcar los dioses y el azar.

A pesar de este desafortunado suceso no me resisto a titular este capítulo del año 1988 con el título del encabezamiento. Magníficapelícula dirigida por Blake Edwards y protagonizada por Jack Lemmon y Lee Remick. Pasa de la comedia al drama narrando lasrelaciones de una pareja de alcohólicos sobre las que sobrevuela siempre la ternura y el respeto.

Viendo ahora la vida en retrospectiva tengo que admitir que esa época fue en conjunto la mejor de mi vida -días de rosas-. Con 40años y una salud envidiable, rodeado de una familia sin fisuras y con una carrera profesional “in crescendo” que se traducía en unasituación económica holgada, lejos ya de las apreturas de otros tiempos. Y además corriendo cada vez mejor.

Aquellos años estaban plagados de viajes, reuniones de trabajo, buenos hoteles, comidas en los mejores restaurantes y esasensación de que uno es indestructible y que los buenos tiempos van a durar siempre. Y a la vuelta de la esquina, una gota fríainesperada se basta y se sobra para decirle a este infeliz que se cree un “master del universo”, que de eso nada de nada. En 24 horasvuelves a tu sitio de siempre y eres más consciente que nunca de que la vida está para vivirla porque al menor descuido dejas la piel encualquier rincón.

Así que vamos a vivir mi vida deportiva en ese año.No quiero dejar pasar la oportunidad de citar que a partir de este año, empezaron a celebrarse en el Velódromo de Anoeta,

“meetings” de atletismo de altísimo nivel, así que el 10 de febrero allí concurrimos todos los que participábamos de alguna manera eneste negocio.

En un ambiente formidable, vi correr a Ben Johnson y Carl Lewis (el Hijo del Viento) nada menos, con su estilazo y elegancia (enalgún momento de este relato dedicaré algún párrafo a los estilos de correr y su eficacia). También al mítico Sebastián Coe y de losespañoles, la crema y nata del momento: José Luis Gonzalez, Javier Moracho, Colomán Trabado, etc.

Y ahora sí, vamos a lo que nos ocupa.En el primer trimestre corrí 28 días una distancia total de 298 km. Mal asunto. Tengo continuos apuntes de entrenamientos de

madrugada y muy cortos, antes de salir de viaje a Madrid, Pamplona o cualquier otra ciudad de mi zona de trabajo.Lo mejor de todo fue un viaje a Atenas y Estambul que hicimos en marzo. En Atenas pude contemplar paseando tranquilamente el

Estadio Panateneo, sitio clave de las primeras olimpiadas de los tiempos modernos y donde unos años más tarde Martín Fiz y AbelAntón, no recuerdo en qué campeonatos (¿olimpiada de Atenas?), protagonizaron un duelo de recuerdo imborrable en la Maratón quereeditaba la gesta original.

A primeros de abril, un año más en Semana Santa entrené un par de veces en Poyales del Hoyo, al sur de la Sierra de Gredospueblo donde mi hermano mayor, Antonio, ya he comentado que tiene una casa y donde nos solemos reunir por estas fechas.

El 10 de abril corrí la Media Maratón de Laister. Escasísima Asistencia: 327 participantes. Llegué el 151 con un tiempo de 1h. 27’.Demasiado bien para lo poco que había entrenado. No era un buen tiempo, pero como digo siempre: otra más a la mochila.

En mayo me ocurrió algo que en alguna medida me iba a afectar en el futuro, tanto en mi vida diaria como en la deportiva. Confrecuencia yo sufría catarros bastante fuertes que me costaba curar. Resulta que decidimos cambiar a parquet el suelo de unahabitación de casa que estaba enmoquetada. El resto de la vivienda ya estaba con madera porque la alergia al polvo de mi hijo Aitorhizo que tiempo atrás quitáramos toda la moqueta (muy habitual en aquella época). Los trabajos del cambio hizo que el aire se llenarade polvo y serrín durante un par de días. Mi catarro se agravó y además empecé a sentir picores intensos en el paladar yenrojecimiento de ojos. Esta crisis desató en mi organismo una alergia que seguramente ya estaba latente y aún no había despertado.Desde entonces no he conseguido desterrar los picores y las rinitis a pesar de que habitualmente tomo antihistamínicos. El problemaprincipal es que estas crisis me provocan asma que tengo que combatir con inhaladores de efecto rápido o a medio plazo. Las causasson los ambientes cargados de humo y polvo o los cambios bruscos de temperatura como corrientes de aire, o al levantarme de lacama en invierno que paso del calorcito al frío ambiental. También la humedad influye como factor catalizador. De ahí que en Almería,

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con su ambiente cálido y más seco, prácticamente no tenga que tomar nada y en Donosti sí.Un desencadenante del asma es el ejercicio violento, como el correr. Tuve que aprender a salir tranquilo e ir cogiendo ritmo poco a

poco para no asfixiarme. Por otra parte correr es muy bueno para el sistema respiratorio por lo que, por prescripción facultativa, nopuedo dejar de hacerlo nunca (es broma). Estoy condenado como Sísifo a transportar la pesada piedra hasta la cima del monte paradejarla caer, una y otra vez. Así hasta la eternidad. Como las alergias se transmiten hereditariamente, se puede entender fácilmente lasque padece mi hijo. Podía haberle “traspasado” alguna cosa mejor (en el caso de que la hubiera).

Y ya en serio.Durante los meses de mayo y junio no ocurrió nada relevante. Seguía entrenando muy poco (21 días y 201 km entre los dos meses)

y únicamente reseñaré que en mi visita anual al Moncayo, tengo anotado un día que después de andar por el monte 15 km salí a correre hice otros 10. No es nada extraordinario pero refleja -a mi entender- dos cosas. La primera que el hecho de salir a correr ya estabainstalado en mi disco duro y casi constituía una obligación o necesidad. Y la segunda que era consciente de lo poco que estabaentrenando y no quería desperdiciar ninguna oportunidad.

Siempre por el mes de julio incrementaba algo el entrenamiento. Si unimos a esto que antes de irme de vacaciones tenía que dejaratados y resueltos muchos asuntos profesionales, julio era sinónimo de caos y de una desesperada necesidad de tiempo libre.Recuerdo que para mí las vacaciones eran una liberación psicológica de primer orden y las consideraba el estado perfecto del hombre.Soñaba con disponer para mí de todo mi tiempo y dedicarlo a lo que más me atraía: caminar por la sierra, correr, practicar pescasubmarina en las aguas limpias y azules del litoral del Cabo de Gata en Almería y acabar satisfecho y reventado de cansancio tomandounas cañitas con sus correspondientes tapas sin pensar en que al día siguiente tendría que fichar a las 8 de la mañana o viajar con unaapretada agenda de reuniones.

De hecho, un par de días por semana nos trasladábamos a la playa donde está el faro del Cabo de Gata (punto más meridional de lapenínsula ibérica) para pasar toda la jornada. Instalábamos la sombrilla y las sillas, cubríamos bien la nevera y mientras mi mujer leía oescuchaba música yo me sumergía durante horas con todo el equipo de pesca submarina, incluyendo un larguísimo fusil de gomas queme permitía aproximarme mucho a las piezas, aunque era incómodo y difícil de manejar. Una tarde vi un velero de dos mástilesprecioso anclado a unos 300 m de la orilla. Tenía bandera norteamericana y las velas recogidas. Me acerqué poco a poco mientrasintentaba pescar algo. Ya cerca del barco y a unos 6 m de profundidad divisé un pulpo de tamaño considerable. Tomé aire sin perderde vista el sitio donde se escondía a medias y fui a por él. Fallé el primer disparo pero no le perdí de vista mientras intentabaescabullirse. De nuevo emergí para respirar y ahora si. Le atrapé sin posibilidad de escapatoria. No pude soltar el arpón hasta salir a laorilla, cosa que me costó lo mío. Los tentáculos me recorrían el brazo y parte del cuerpo. Cuando salí a la orilla me vi rodeado demuchos chavales que veían asombrados la pieza. Yo llevaba un recipiente grande de plástico donde guardaba los peces que pescaba.La cabeza del pulpo no cabía por la abertura, así que lo introduje en una bolsa y una vecina experta lo preparó y lo compartimos. Pesómás de 2 kg y medía más de un metro. Estaba buenísimo.

Mi hijo me solía acompañar en estas aventuras más como espectador que actor. Le daba “repelús” soltar el arpón del pez. Lerecuerdo revoloteando a mi alrededor con su pequeño fusil indicándome por señas los escondites de las posibles piezas a cobrar. Buensusto nos llevamos con una morena enorme que nos adelantó justo por debajo de donde nosotros nadábamos. Hay que tener encuenta que estas aguas forman parte del Parque Natural Marítimo-Terrestre de Cabo de Gata, donde se han celebrado Campeonatoseuropeos y nacionales de Pesca Submarina por la abundancia de piezas y limpieza de sus aguas.

Y del agua pasamos a la tierra.Durante las 4 semanas de vacaciones en Almería entrené 18 días y recorrí 270 km incluyendo series. La distancia máxima diaria fue

de 20 km (en 3 ocasiones) y los kilómetros totales en series fueron 28. Por lo que se ve, entrenamientos de bastante calidad.En los corredores de fondo y entre los deportistas en general, supongo que surge siempre en vacaciones la pelea interna de disfrutar

de la buena vida alimentaria y la necesidad de no pasarse en la comida y bebida para mantener la forma como es debido. Yo nunca hetenido esa disyuntiva. Tengo la suerte de poder comer todo lo que me apetezca (que habitualmente me apetece mucho) y no renuncio acasi ninguna bebida. Cañas de cerveza que no falten y siempre en la comida algo de vino. Si después de cenar, circunstanciasespeciales imponen tomar un “gin-tonic”, pues vale. Y si son dos, dos. Estoy hablando de ocasiones esporádicas. El tema está en elequilibrio y la moderación.

Afortunadamente creo que poseo ambas cualidades y las aplico en todos los órdenes de la vida. Me marco una línea y no me salgode ella, pero sin renunciar a nada. Si tuviera que firmar un papel comprometiéndome a algo, por muy fácil que fuera, para poder seguircorriendo seguramente no lo haría. Pero no solamente por lo que me iba a privar de comer o beber. Yo creo que es por una cuestiónde libertad mental.

No me gustan las ataduras previas. Eso no quiere decir que luego yo no me aplique unas restricciones autoimpuestas más severas.Pero es porque yo quiero y lo admito. Sarna con gusto no pica.

Por encima de todo está la satisfacción de vivir a gusto y yo corro para vivir a gusto, no para condicionar todo a ese objetivo. Elcorrer no es un fin sino un medio para vivir mejor y más sano. Si cambiamos las prioridades estamos perdidos.

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De hecho, actualmente después de comer no perdono un café, un “txupito” de patxaran y un cigarro. Solo uno cada día. Y me sabea gloria.

Cuando alguien que conoce mi afición a correr me ve fumar el famoso cigarro se sorprende y no lo entiende. Pero la explicaciónacabo de darla. Equilibrio y moderación.

Y en la alimentación más de lo mismo. Conozco corredores que no salen de las ensaladas, pasta y fruta, y todos sabemos que lasproteínas son necesarias. Un buen cogote de merluza o una chuleta a la brasa de vez en cuando seguro que nos ayudan a estar mejor.Y qué decir de los huevos. Antes prácticamente estaban proscritos y resulta que ahora los recomiendan casi a diario. Y los lácteos:leche, yogures, queso, etc. Con los quesos que se producen en este país seguro que es pecado no probarlos.

Creo que tengo un aparato digestivo privilegiado porque lo pongo a prueba a menudo y siempre me ha respondido bien. Por citaralgunas peculiaridades mías, diré que todo el agua que bebo es “con gas”. A muchas comidas añado más sal de la que contiene y nome privo del picante casi nunca. También a diario pruebo los encurtidos: aceitunas, pepinillos, cebolletas, etc. Y de cada cosa tengomis marcas preferidas que adquiero en diferentes establecimientos. Son reminiscencias de mi infancia en Miranda de Ebro, dondetodas estas cosas se consumen en cantidad (y con mucho vinagre). La vecina Rioja seguramente tendrá algo que ver.

Últimamente y sobre todo en verano el tomate es mi producto estrella, bien solo en ensalada con aceite de oliva virgen o comogazpacho o salmorejo, en los que creo que me estoy convirtiendo en un experto. Los hay excelentes envasados, pero yo les añadovinagre o agua o sal en función de sus características y de mi gusto, además del acompañamiento de taquitos de jamón, huevo duro,pimiento o cebolla picados, etc.

Conclusión: si solamente somos aficionados, ¿porqué hipotecar un pedacito de buena vida pensando que eso puede mejorarnuestras casi siempre mediocres marcas? Me parece una tontería renunciar de forma permanente a las cosas buenas que nos ofrece lavida en aras de no se qué. Y concluyo esta disertación con lo mismo que empecé: equilibrio y moderación, pero sin renunciar a nada.En el caso de profesionales canta otro gallo.

De todas formas el mejor termómetro de lo que le conviene a cada uno es uno mismo. El mismo alimento puede producir efectoscontrarios en dos personas distintas. Así que cada cual elija lo más conveniente. También es posible que para alguien, la buena vidaconsista precisamente en privarse de eso que para mí es “la buena vida”. Pues nada, adelante, por mí que no quede.

Y volvemos al negocio que nos ocupa.Ya en septiembre, creo que batí todas las cifras de entrenamiento en un mes. 359 km recorridos más otros 46 en series hacen un

total de 405 en 24 entrenamientos. Está claro que solo dejaba un día a la semana de descanso.La inminencia de la maratón y la decisión tomada de bajar de las 3 horas hacía que todo me pareciera poco.Y llegó el gran día -16 de octubre- ostentando el dorsal número 2, y Txomin Arizmendi, el Maestro, el 1. En las fotos se puede

apreciar un grupo de cinco durante gran parte del recorrido. No podía faltar mi compañero José Mª. Iturrioz, y también aparece sindorsal Iñaki Eizaguirre (Caracol Man). Hacia el kilómetro 30 se descolgó ligeramente José Mª. Y un poco después, a la altura delHotel Londres, yo. A pesar del tiempo transcurrido lo recuerdo perfectamente, y también lo que pensé: si Txomin siempre terminaentre 2h 55’ y 3h cualquier descuelgue supone no bajar de las 3 horas. Como así fue. Pero había que intentarlo.

Resultado final: 3h 1’ 47’’. Puesto 234 de 707 clasificados y la sensación de que bajar de las 3 horas era conseguible. Terminé conbuen aspecto pero con los cuádriceps duros como la piedra, pero no importaba: en mi segunda maratón, 8 años más tarde, habíabajado 32 minutos mi marca inicial. En la próxima ocasión no me defraudaría con lo de las 3 horas.

Para rematar el año solo quedaba la Behobia un mes mas tarde. Con la cantidad de kilómetros acumulados la tarea principal yaestaba hecha, así que me dediqué a entrenamientos de calidad a base de series. Pero no sirvieron de mucho. Terminé con un tiempo de1h 22’ en el puesto 668 de 4.000 clasificados y el 104 de mi categoría.

Hasta final de año seguí entrenando más pausadamente (1 día de cada dos), completando 2.074 km en el año y con frecuentesataques de asma en diciembre. ¡Maldito parquet!

Y como postal navideña, la nieve caída en abundancia en Donosti me permitió en Igeldo y con mi hijo disfrutar de un día de trineo ypeleas de bolas.

Capítulo 13. El viaje a ninguna parte. 22-07-2010Esta magnífica película, dirigida e interpretada por Fernando Fernán Gómez con José Sacristán y Gabino Diego como

colaboradores principales narra, con una ambientación formidable, las andanzas de un grupo de cómicos de la legua viajando depueblo en pueblo para dar sus representaciones teatrales en la España de la posguerra. Sobrevolando todo, el hambre y el frío (no séquién dijo que viendo esta película se sentía el frío físicamente, de lo bien que estaba reflejado en la pantalla), pero también el amor y lapicaresca.

Viene al pelo el título para ilustrar el bienio 2004-2005, años en los que hice muchas cosas, pero con poco provecho ya que es elperiodo de tiempo más extenso desde que empecé a correr que no participé en ninguna carrera. Me había tomado a pecho eso de nocompetir, y al comprobar que se vivía muy bien, decidí -además de correr- probar otras cosas, como por ejemplo: andar.

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También interviene algo de eso que nuestro viejo amigo Murakami denomina la “tristeza del corredor”, esa especie de apatíadeportiva que te dice por dentro que ya no te diviertes y que en el mundo existen otras cosas que merece la pena “catar”. A esa faltade entusiasmo se le podría llamar resignación, o enfriamiento de la pasión por el correr. En el fondo, los que practicamos este deporte-y me imagino que los que practican otros también- sufrimos (y nunca mejor dicho) una especie de enamoramiento que tiene superiodo apasionado y su enfriamiento correspondiente. No existe lo uno sin lo otro.

Los síntomas son los mismos que en el (des)-amor real: ensoñación, apatía, indiferencia, etc. Pero eso de la indiferencia es relativo,porque siempre con un ojo de través estamos viendo lo que pasa a nuestro alrededor y lo que pudo haber sido y no fue. Adoptamosuna pose displicente y un pelín desinteresada, pero realmente no es así. Si en una relación de verdad, que cortamos por esa falta depasión, vemos que la persona a la que hemos rechazado, nos da la espalda y se va con otro, ¡ojo!, que a lo mejor retorna el interés.Que el “ego” suele jugar estas malas pasadas.

Pues aquí lo mismo, solo que en mi caso con algunos matices. Ya he explicado que en un momento crucial, tomé la decisión dedejar de competir para poder seguir corriendo más tiempo, con menos riesgo de lesiones y más tranquilidad. Pero, como en todos losdilemas, cualquier decisión conlleva alguna pérdida dolorosa, aunque los beneficios sean mayores.

Lo que sí puedo asegurar es que esa “tristeza” -en mi caso de competir- se puede ver favorecida por algunas circunstancias. Una deellas, clarísima, es una lesión. Dejas de correr para darle tiempo a su recuperación y mientras tanto has podido encontrar otra cosa quete llena lo suficiente como para ayudarte a olvidar lo bien que lo pasabas corriendo. Y otra, aún más clara, es la falta de objetivos. Sino te marcas una meta es muy difícil mantener un nivel alto de entrenamiento, con los sacrificios que supone. Es como aprender unidioma a sabiendas de que nunca lo vas a practicar. Está muy bien porque llena un hueco pero nada más. Es muy fácil llegar a pensarque no merece la pena el esfuerzo.

Bueno, pues en esa tesitura me encontraba yo el primer día de 2.004, que -como de costumbre- salí a correr nada menos que 14kms en 68 minutos. Se conoce que la juerga de nochevieja fue muy liviana y llevadera.

A mediados de enero, un sábado, volviendo de Anoeta con el grupo a la altura del Hotel Amara Plaza sentí un desgarrón en elgemelo izquierdo y paré de inmediato. Fui atendido solícitamente por Josemi (el Chamán de Gros) pero no tuve más remedio queregresar al Antiguo en taxi que pude coger sin problema en la parada de la estación de autobuses (por llamarla de alguna manera).Diagnóstico: la famosa “pedrada” del corredor, o sea, una rotura muscular. Nunca me había ocurrido algo semejante en los 26 añosque llevaba corriendo (y nunca me ha vuelto a ocurrir), así que fue una experiencia nueva y dolorosa.

Ya tenía los dos principales ingredientes de la “tristeza del corredor”: lesión y falta de objetivos.Poco a poco fui recuperándome de la primera, pero no de la segunda. Esta situación desembocó en que el 21 de febrero dejé de

correr para dedicarme a andar. Desde el 1 de enero hasta la fecha citada había entrenado 30 días un total de 370 km lo cual no estánada mal estando tan “triste”. No volví a correr (con matices) hasta el 1 de julio, es decir más de 4 meses sin correr. Desde el año1.978 solo había habido una ocasión en que dejé de correr durante tanto tiempo. Y también por dedicarme a andar.

Marzo pasó en blanco y en abril me hicieron una proposición indecente. Como ya he comentado en otras ocasiones, la SemanaSanta era obligado pasarla reuniéndonos varios hermanos y cónyuges en la casa de mi hermano Antonio al sur de la Sierra de Gredosy justo debajo de su altura más significativa: el pico Almanzor.

Pues bien, mi hermano comentó que existía una prueba en Madrid de 100 km que se podía hacer andando o corriendo pero en unlímite de tiempo de 24 horas. Salía del Estadio de la Peineta, a las 12 del mediodía del sábado más próximo a la noche de San Juan,que es -como es sabido-la más corta del año. Este año tocaba el 26 de junio con llegada al mismo punto antes de las 12 del mediodíadel 27 de junio. Dijo que estaba pensando inscribirse porque un amigo suyo, casualmente nacido en Donosti pero residente en Madrid,se lo había propuesto. Y también me dijo que si yo me animaba a acompañarles estarían encantados.

Antonio y yo hemos andado mucho juntos. La primera vez que hice el Camino de Santiago (en 1.990) formaba parte del cuartetode salida.

También he corrido en bastantes ocasiones con él, así que conozco bien sus posibilidades, y, por comparación, las mías.Lo primero que le contesté a bote pronto fue que me parecía una burrada. Y se lo razoné: si en el Camino de Santiago algunas

etapas con kilometraje superior a 40 km nos habían fundido los plomos, que sería hacer 100. Me pareció una locura imposible paranosotros.

Recordé que, por ejemplo, las 14 horas de Tolosa son unos 66 km y no están al alcance de cualquiera. Yo nunca me había atrevidoa hacerlo. Me contestó diciendo que no había que llevar mochila y que hay gente que la hace corriendo. Además “su” amigo eraveterano pues lo había intentado otras cuatro veces (aunque solo una había conseguido finalizar). “Déjame pensarlo -le dije-, ya tecontestaré algo”.

Esa misma noche rumié la propuesta, pero por más vueltas que daba, me seguía pareciendo una locura. Sí que me seducía queterminara el 27 de junio, porque ese día yo cumpliría 56 años. ¡Qué mejor manera de celebrar mi cumpleaños!

Los que se dedican a este negocio me entenderán enseguida. Un nuevo reto, una nueva experiencia, una nueva ocasión dedemostrarte a ti mismo que sigues vivo y coleando, y ese gusanillo que empiezas a sentir en el estómago con un sube y baja que va

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desde el entusiasmo hasta el abatimiento.En muy pocos días se me iba a presentar la ocasión de probar la consistencia de mi interés.Desde el año 2.001, todas las primaveras dedico una semana a realizar unas etapas del Camino de Santiago con mi viejo amigo

Gerardo. Sí, aquel con el que empecé a correr. Solemos hacer unas 5 etapas andando entre unos 120 y 200 km y este año tocabacompletar el trayecto Logroño-Burgos, pasando por Navarrete, Stº. Domingo de la Calzada, Nájera, Belorado y San Juan de Ortega.Interesante itinerario con hermosos pueblos y paisajes, sobre todo cuando se accede a San Juan de Ortega desde el pueblo deVillafranca Montes de Oca.

Una subida continuada de bastantes kilómetros entre árboles sin un solo pueblo intermedio y que obliga a pernoctar en el alberguede la iglesia de San Juan, donde además de una cena de peregrinos en la que se comparte una sopa de ajo riquísima, se produce cadaaño el “milagro de la luz”. Existe un hermoso capitel con escenas labradas de La Anunciación, Visitación, Sueño de San José yNatividad de Cristo.

En el momento justo del equinoccio, este capitel, mientras el resto del templo se sumerge en la tiniebla se torna iluminado por el solcrepuscular que accede por un ventanal, creándose la maravillosa impresión de que es el Espíritu Santo quién se posa sobre el vientrede María.

Aunque no seas creyente, siempre es bueno dejarte llevar un poco por la fantasía y transportarte de vez en cuando a otros estadiossobrenaturales. El caso es que este hecho reúne cada vez a más gente ansiosa de contemplar el “milagro”.

Milagro que se tendría que producir para que yo participara en los 100 km, hecho al que no dejaba de darle vueltas en mi cabeza.Cuando llevas tres o cuatro días andando adquieres sin darte cuenta un ritmo fácil y rápido que te hace “tragar” kilómetros sin

apenas darte cuenta, a pesar de la mochila que llevas encima con unos 7 kg de peso.Resolví hacer una prueba en solitario el 1 de mayo. Del resultado de dicha prueba dependería mi decisión de participar o no en los

100 km, así que dicho día salí de casa con una mini mochila y cuatro cosillas nutritivas para tratar de completar 60 km. Mientrasatravesaba Donosti con sus calles solitarias por ser un día de fiesta, rememoraba que ese mismo día, 38 años antes, yo llegaba a SanSebastián para trabajar en el Banco y quedarme a vivir el resto de mis días. Con 17 años, una maleta, 5.000 ptas. y acompañado demi querida madre llegué a trabajar precisamente el día de la Fiesta del Trabajo. Y aquí me quedé, enamorado desde el primer día deesta maravillosa ciudad.

Atravesé la bocana del puerto de Pasajes en la barca de siempre y a través de Jaizkibel llegué a Guadalupe. Continué hasta labajada al puerto de Hondarribia y volví grupas para enfilar la N-1 hacia el puente de Santiago, entre obras y tráfico. De nuevo bordeéel aeropuerto por el Bº de Amute y subí la interminable carretera hasta Guadalupe para volver por el mismo trayecto que a la ida. A las7 de la tarde, después de 12 horas de caminata a buen ritmo y prácticamente sin parar, atravesaba la Concha con los cuádricepsendurecidos pero feliz por haber superado otro reto. Al llegar a casa, llamé a mi hermano para decirle que me inscribiera. La suerteestaba echada.

Un breve paréntesis. Ya he explicado que yo las pruebas me las tomo en serio, y que no participo porque sí. Me las trabajoduramente y las preparo concienzudamente dentro de mi perfil de corredor: “competitivo restringido”. De ahí mi rechazo a participar enmuchas de ellas.

Envidio a la gente despreocupada que no siente la presión y el estrés. Así que era consciente del duro trabajo que me esperaba.En los días siguientes y previos a mi traslado de primavera a Almería, tuve una experiencia interesante. Junto a varios de mis

hermanos y esposas hicimos un fin de semana turístico para conocer una zona próxima y preciosa: Ojo Guareña y el Cañón del Ebro,en el norte de la provincia de Burgos y próxima a Vizcaya. Ojo Guareña es un complejo kárstico por donde el Ebro desapareceliteralmente por un agujero y no vuelve a aparecer hasta varios kilómetros aguas abajo. Junto al “agujero” se reunían en un edificioconstruido debajo de una enorme roca, con una sala visitable y junto a una ermita, los representantes de las Merindades (así se llamaesta comarca) para tomar decisiones.

En los alrededores varias iglesias románicas de muchísimo interés y sobre todo, una ruta de 12 km a través del cañón del Ebro deuna belleza sobrecogedora. Desde Pesquera a Valdelateja el río discurre por un enorme tajo con paredes cortadas a pico mientrassobrevuelan docenas de buitres que anidan en sus oquedades. Paseo fácil y recomendable teniéndolo tan a mano. Y además visitaobligada al pintoresco pueblo de Orbaneja del Castillo, hendido por una catarata que lo atraviesa de parte a parte.

Y yo seguía con lo mío.Preparé la prueba en serio durante un mes en Almería. A partir del 25 de mayo no dejé de entrenar ningún día menos de 4 horas,

seguidas o entre mañana y tarde. Cada semana un día de 25 km y otro de 40 y siempre a ritmo de 6 km hora y con temperaturaselevadas. Aproveché estos entrenamientos largos para conocer casi todo el litoral de la provincia almeriense. Desde Almería a SanJosé a través de Cabo de Gata, con sus salinas y flamencos o bien hacia poniente, desde Aguadulce hasta mucho más allá de Roquetasde Mar rumbo a Punta Entinas.

En 30 días completé 686 km que suponen casi 23 km diarios. En estos días sufrí calambres, cicatrizaron ampollas y pasé todo loque hay que pasar para sufrir lo menos posible el día de la prueba. Sobre todo la aclimatación al calor.

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Y el 25 de junio me trasladé a Madrid. Informado previamente por mi hermano había preparado tres macutos con ropa y alimentoenergético que la organización se ocupaba de trasladar a cada uno de los polideportivos que atravesaba la prueba y donde se podíadescansar, comer y asearse. La bebida corría a cargo de la organización y cada 5 km a lo largo de las 24 horas, incluyendo la noche,existían puestos de avituallamiento atendidos por voluntarios (a veces amodorrados). Lógicamente había que llevar linterna porque elitinerario estaba débilmente señalizado de noche por tratarse de una prueba de semiaventura, cosa que mi hermano no me habíaadvertido.

En el Estadio de la Peineta, Antonio me presentó a su amigo. Se trataba de Alberto Ascasibar, nacido en Gros y que conocía amucha gente de los primeros tiempos del Donostiarra: Rafa Errasti, Mikel Arzac, etc., así que enseguida congeniamos. Cercano al 1,90de altura y con una planta de atleta envidiable para sus sesenta y bastantes años daba seguridad por su experiencia en los minutosprevios a la salida.

A las 12 en punto nos pusimos en marcha con una temperatura de 34º, el día más caluroso del año en Madrid, que atravesamos departe a parte camino de El Pardo y rumbo a Tres Cantos que distaba 35 km de la salida. A las 4 de la tarde la temperatura pasaba de40º y por un terreno quebrado y de rastrojos de sembrado, siempre en subida, la gente empezaba a acusar algunos problemillas. Mihermano se iba quedando atrás y aunque le esperábamos ya se veía que iba a ser muy duro para él. Me habían dicho que pasábamosal lado de un cuartel y que los soldados salían con un camión-cisterna a “regar” a los participantes. Yo soñaba con la ducha, pero migozo en un pozo: cuando pasé ya se les había acabado el agua.

Después de 7 horas llegamos a Tres Cantos. Ducha, cambio de ropa y a comer algo. Al salir de la ducha vi a mi hermano pálido ymareado.

Le ayude a sentarse y avisé a los socorristas. Una bajada de tensión le hizo abandonar la prueba. Le acompañé hasta que vi queestaba bien atendido y que reaccionaba. Una vez que comunicó con Maite, su mujer y mi cuñada y que la cosa estaba controladareanudé la marcha junto con Alberto, que tan pronto me adelantaba como se quedaba atrás. Decidí ir a mi ritmo de 5 km hora sin otrapreocupación.

Subiendo, subiendo llegamos a Colmenar Viejo, ecuador de la prueba, a 51 km de la salida. Allí se quedó mi reciente amigoAlberto, que se cayó inconsciente. Y que tuvieron que ingresar en La Paz debido a su estado. Lo cierto es que por el intenso calor lossanitarios no daban abasto atendiendo a los retirados. A 2 km de Colmenar yo iba hablando con un chico de Madrid, experimentadoen esto del senderismo. El año anterior había completado la prueba y dentro de unos días se iba a los Alpes. Pues bien, de repente secayó como un saco a mi lado dándose un buen golpe. Avisé rápidamente y junto con los socorristas le acompañé hasta Colmenar. Meiba entrando un poco de miedo porque, aunque me encontraba perfectamente, si a los demás les pasaban estas cosas también podíansucederme a mí. Además ya era de noche y me había quedado solo. Nueva ducha, nuevo cambio de ropa y a cenar. Lospolideportivos parecían hospitales de campaña, con muchísima gente derrengada descansando. Yo a lo mío, pero lo mío eran lospeores momentos de la prueba que estaban por llegar.

Solo y de noche, casi sin luz y con poca orientación, rodeado de mugidos de toros bravos de las dehesas que atravesaba la pruebay con bastante frío porque me encontraba sin sudadera, conseguí llegar de nuevo a Tres Cantos algo mojados los pies, porque habíaque vadear varias veces un río y con poca luz te salías fácilmente de “las piedras”. Al sellar este control, de los 769 participantesiniciales ya sólo quedábamos 490, es decir el 63%, y todavía restaban 35 km para la meta. Nueva ducha, cambio de ropa y decalzado. Había cambiado de bota baja a zapatilla en la anterior parada y no me encontraba a gusto, así que de nuevo calcé la botabaja inicial que transporté en mi mochila por “si acaso”. Gran acierto.

Para el tramo final todavía disponía de 10 horas y como me encontraba perfectamente me tranquilicé bastante del mal rato que habíapasado, así que, por supuesto con sudadera me uní a otro chico al que vi con una enorme linterna-farol. No me cogerían otra vez sinluz, ¡pardiez! Lamento muchísimo no acordarme del nombre de mi compañero de fatigas, también experto caminante. Durante lo quequedaba de noche nos contamos nuestras vidas. Ya sabéis que esas situaciones unen mucho. Le propuse que la vuelta final al estadio(ya estaba seguro de terminar) la hiciéramos corriendo. Madrid había presentado la candidatura para la Olimpiada del 2.012 y era unaocasión de oro para correr en la pista en la que, posiblemente batirían algún récord mundial. Me dijo que estaba loco por pensar enesas cosas cuando el sólo “soñaba” con llegar como fuera. Iba bastante tocado.

Atravesamos de madrugada varios “botellones” nocturnos montados entre coches colocados en círculo (como las caravanas deloeste), con mucha luz y música a tope. Creo que ellos ni se enteraban que pasábamos a su lado, afortunadamente.

Quién haya participado en estos eventos, sabe perfectamente que el final se hace larguísimo. Además, como vas bajando haciaMadrid, a la altura de San Sebastián de los Reyes, ya casi de día, divisas a lo lejos la Peineta del Estadio donde está la meta y pareceque no avanzas nada. Siempre está muy lejos.

Es curioso pero con 85 km encima experimenté lo siguiente: como las piernas están ya doloridas, aunque el ritmo sea el mismo (esdecir, das el mismo número de pasos en el mismo tiempo), la distancia que recorres es menor. Los pasos son más cortos porque elcuerpo, que es muy sabio, va amortiguando el dolor con pasos cada vez más cortos. O sea, que lo de que parece que no llegas nuncano es un efecto óptico, es real.

A la puerta del estadio me esperaba mi hermano -ya recuperado- y mi cuñada a los que, previamente había avisado de la hora

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aproximada de mi llegada. Con mi compañero de caminata, trotamos los últimos 400 metros antes de sellar el último control y derecibir el diploma acreditativo. Eran las 9h 25’ del día de mi 56º cumpleaños y mi estado era de plena satisfacción en lo mental yrelativamente agotado en mi estado físico, pero muchísimo mejor de lo que yo hubiera pensado “a priori”. Me habían sobrado más de2 horas y media, aunque el tiempo cronometrado andando, eliminando descansos, fue de 19 horas 40 minutos. Un poco más de 5 kmpor hora.

De los 769 que iniciamos la aventura terminamos 382, es decir, menos del 50%. El calor había hecho estragos. Y de los 38 de micategoría llegamos 18. Yo todavía no había tenido tiempo de saborear la satisfacción qué, con el tiempo, he sentido siempre alrecordar como superé esta prueba: con mucho menos esfuerzo y dificultad de lo que nunca hubiera imaginado.

Del resto del año poco más hay que reseñar, salvo que, después de andar tanto tiempo, se me despertó otra vez el hambre decorrer y desterré la “tristeza” rápidamente. Corrí hasta finales de noviembre como un loco (o como pollo sin cabeza, por la falta derumbo). Sólo en el tercer trimestre hice más de 1.000 km lo cual es una barbaridad se mire como se mire. Y sucedió lo inevitable: unalesión seria en el isquiotibial derecho que conseguí superar después de más de un mes a base de sesiones de masaje con mi “fisio” decabecera en Almería, Paco Rueda.

Como resumen del año solamente reseñar que hice 1.961 km corriendo y unos 1.500 andando y que nadie me quitará nunca lasatisfacción de la prueba de los 100 de Madrid.

Y pasamos hoja del calendario para situarnos en enero del año 2.005 con la lesión prácticamente superada. Este año pasóabsolutamente en blanco en cuanto a participación en pruebas, pero no dejé ni de correr ni de andar. Esto último, además, por sitiosfantásticos y desconocidos para mí, siendo el mes de mayo donde se concentraron la mayor parte de estas experiencias. A primerosde este mes recorrí con dos amigos y en una jornada las Bardenas Reales, en Navarra, paisaje desértico y lunar con formacionesrocosas calizas muy peculiares. Este territorio es utilizado por el ejército del aire como campo de prácticas de tiro de aviones, cazas ybombarderos. El mismo día de nuestra visita tuvimos que desalojarlo por aviso de ejercicios de tiro cuyo estruendo escuchamos enprimera línea junto al que producían los aviones al pasar en vuelos rasantes mientras descargaban su “mercancía”.

Unos días más tarde nueva sesión del Camino de Santiago. Esta vez tocaba el tramo Burgos-Sahagún, de unos 120 km pasandopor Castrojeriz con su hermosa Colegiata, Frómista y su inigualable iglesia de San Martín, compendio de todo lo que supone el arterománico,

Villarcázar de Sirga, con su templo de Santa María la Blanca, Carrión de los Condes donde destacan la portada de la iglesia deSantiago y su enorme Monasterio de San Zoilo, a la salida del pueblo. Y Sahagún con sus iglesias románico y gótico-mudéjar de SanBenito y San Lorenzo y el Monasterio de San Pedro de las Dueñas. Arte y deporte a mansalva para curar el estrés y las enfermedadesdel alma, como llaman a la depresión.

Sin terminar mayo, pasamos en familia un fin de semana en Isaba con un magnífico paseo por la Selva del Irati que te transporta aotro planeta. Y para cerrar el mes una nueva excursión al Monte Moncayo donde durante 3 días practicamos senderismo a base debien.

No se puede decir que el mes haya estado mal aprovechado.En junio, en Almería asistí a la inauguración de los Juegos Mediterráneos del 2.005. Compré un abono que me permitió asistir a

todas las pruebas de atletismo en el nuevo y coqueto estadio con el nombre de los Juegos, y a las pruebas de gimnasia en el Palacio deDeportes anexo. También presencié muchas pruebas de natación en las piscinas que quedaban muy cercanas a mi casa. Fueron unosdías inolvidables para una ciudad engalanada para la ocasión y con un ambiente deportivo-festivo magnífico, que me hizo recordar laOlimpiada de 1.992 en Barcelona. Estuve muy cerca de los marchadores Paquillo Fernandez y María Vasco, de todo el equipo degimnasia que logró la medalla de oro de los campeonatos, así como de los atletas Casado, Reina, Higuero, etc. La flor y nata delatletismo español y del fútbol cuya selección ganó también el oro. En medallas, España quedó tercera, tras Francia e Italia.

Y en julio compré un kayak. Pensé que después de tantos años desarrollando el tren inferior del cuerpo ya era hora de dedicarle unpoco de tiempo al superior. Comprendí enseguida lo duro que es remar, manteniendo los brazos a pulso con un único remo de dospalas.

Con el tiempo logré remar durante más de una hora sin bajar los brazos y “surfear” olas con cierta solvencia. En cierta ocasión nostrasladamos mi hijo Aitor y yo al Cabo de Gata en cuya playa y rocas navegamos entre estrechos pasadizos que asustaban un pocopero lo pasamos muy bien. Además una foto obtenida en esta excursión dio pie a un óleo de la playa y del faro que pinte más tarde, sinolvidarme de señalar una minúscula embarcación en medio del mar. Era mi hijo Aitor en el kayak remando. No tuve más remedio queregalarle el cuadro.

Así que había conocido un nuevo deporte que tuvo muy poco recorrido porque, como ya he contado anteriormente, al año siguienteempecé a jugar al golf y no hay tiempo para todo.

En Donosti se desarrolló en este mes un acontecimiento de “escala planetaria”: nada menos que los Campeonatos Mundiales deAtletismo Veterano (o Masters), con cientos de atletas y acompañantes ocupando la ciudad y dándole un aire olímpico al que estamospoco acostumbrados. Quien más y quien menos, todos pensamos en la posibilidad de participar en alguna prueba, pero -por lo menos

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en mi caso- hubiera sido un error garrafal. Lo que vieron en Anoeta estos ojos que Dios me ha dado y que se han de comer la tierra nose me olvidará nunca: jóvenes septuagenarios compitiendo con más entusiasmo que un adolescente en un “botellón”, cincuentones ysesentones consiguiendo unos tiempos y unas marcas que a cualquiera de nosotros nos estaban vedados, y sobre todo la constanciareal de que se puede seguir practicando atletismo a edades muy avanzadas. La palabra “retirada” no existía en el diccionario de estosparticipantes que además hacían turismo del bueno.

Del Club, algunos bravos e ilustres componentes se atrevieron a probar suerte, siendo esta veleidosa y caprichosa, peroconsiguiendo unos resultados más que dignos. Hay que destacar la actuación de Leire en la maratón donde consiguió el oro mundial.Ahí es nada.

El día fue calurosísimo y húmedo, o sea, ese día “perro, perro”, pero que no importó para que la participación del Club fuera nutriday variopinta. Yo estuve dando botellines de agua en La Perla y los últimos kilómetros fueron dramáticos para muchos.

Pero también Macu y Joserra, y Félix de Miguel, y Javier Herrero en marcha. Pedazo de atletas. Solo participar ya era demostrarmucho valor viendo lo que se veía en la pista. Eso sí, el aplauso y entusiasmo en la grada no les faltó por parte del resto de colegas.Otro donostiarra destacado fue Santi Auzmendi, que terminó los campeonatos con varias medallas colgadas de su cuello.

Por mi parte ese mismo mes ascendí a la cima del Veleta en Sierra Nevada. Segundo pico en altura de la península (3.400 m) solosuperado por el Mulhacén con 100 metros escasos más. Resulta que mi mujer y yo habíamos visitado en plan turista la estación deesquí de Sierra Nevada con escasos visitantes por ser verano, pero que mantenía en servicio una telecabina que enlazaba con unarrastre para uso de senderistas. A bordo de dichos artilugios llegamos a una altura de unos 2.400 m al atardecer de un día espléndido.Pregunté al encargado cuanto tiempo se tardaba en subir al Veleta. Me indicó el camino convencional y me dijo que unas tres horas ymedia entre ida y vuelta del punto donde nos encontrábamos. Le dije a mi mujer que me esperara dando un paseo por allí y enbermudas, camiseta y zapatos náuticos (lo juro por la medalla de mi primera maratón), subí a toda mecha en línea recta hasta elmismísimo Veleta en cuya cima hacía un frío y un viento que me dejaron helado rápidamente. Saqué varias fotos panorámicas desde lacima como trofeo de guerra y bajé al trote por el mismo sitio. Por la prisa en bajar me desvié y tarde un poco en encontrar de nuevo elcamino. Una hora y media después cuando mi mujer me preguntó por qué había tardado tanto, le dije que había subido al Veleta.Dudo todavía que, a pesar de la evidencia de las fotos, se lo haya creído.

En noviembre también en Sierra Nevada pero en la parte almeriense, en un paraje denominado el Serval, próximo al pueblo deAbla, donde mis consuegros tienen un cortijillo, nueva caminata familiar recogiendo piñas secas para la barbacoa y níscalos que enciertos años y dependiendo de las lluvias de septiembre brotan en abundancia.

Cerré el año con una mala experiencia. En un control rutinario de próstata me detectaron un nivel alto del PSA que podía indicar laexistencia de un cáncer, recomendándome una biopsia para salir de dudas. Afortunadamente todo quedó en un susto porque elresultado fue negativo, pero el mal rato ahí queda.

A pesar de todas las actividades citadas, en un año “tonto”, sin objetivo ni participación en prueba alguna, corrí la friolera de 210días, completando un total de 2.675 kilómetros. No está mal correr casi dos días de cada tres una media de 12,7 km en cada ocasión.

Y aquí remato este extenso capítulo desde cuyo inicio la “tristeza del corredor” sobrevuela todo el tiempo. Dos años sin competir siexceptuamos los 100 km andando.

Por cierto se me olvidaba decir que en esa prueba, el primero que cruzó la meta corriendo lo hizo en un tiempo de 13 horas. Yo mecrucé con él hacia las 9 de la tarde de aquel día inolvidable.

Capítulo 14. El graduado. 26-07-2010Famosísima película de Dustin Hoffman en los inicios de su carrera como actor que narra las peripecias amorosas de un joven tímido

e inexperto recién obtenido el título de graduado universitario. Cae sin remisión en las redes de una aburrida, experimentada y frustradaMistress Robinson, con un marido semialcohólico, y una hija adolescente de la que el novato se enamora hasta las trancas mientras aúnmantenía las inconfesables relaciones carnales con su madre.

Fui a ver esta “peli” tres veces en diez días al antiguo Trueba de la calle Miracruz, pero no por la película en sí, sino por su bandasonora. Obra maestra de Simón&Garfunkel que con sus “Sonidos del Silencio”, pasará a la historia de la música del siglo XX. De susotras muchas canciones, “The Boxer” -para mí una joya- la habré escuchado cientos de veces y todavía no me he cansado de hacerlo.Si tuviera que elegir mi cantante, dúo o grupo de música ligera preferido, éste estaría entre los tres finalistas sin duda alguna.

Y bueno, diréis, ¿a qué viene tanto rollo con el dichoso cine? Pues muy sencillo: el año 1.989, que es el que toca en este capítulo, yome gradué como corredor de fondo. ¡Hice la Maratón de San Sebastián EN MENOS DE 3 HORAS!

Pues vaya tontería, dirán muchos, si eso hoy día lo hace cualquiera.Bueno, tampoco cualquiera. Correr 42 km a 4’ 12’’ no está al alcance de todos. Yo llevaba 11 años corriendo y ya me

consideraba un corredor experimentado. Aficionado pero experimentado. Me acuerdo de lo que me dijo el del Club Platero a lospocos años de empezar a correr como respuesta a mi jactancioso comentario de que ya me consideraba un aguerrido atleta: “hastaque no pases 4 ó 5 años corriendo no llegarás a empezar a entender lo que es esto de correr”. ¡Qué razón tenía!

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Una vez más quiero recalcar que de todo lo que yo escribo son opiniones estrictamente particulares. No quiero ni puedo sentarcátedra sobre nada ni nadie. Mis opiniones solo reflejan mis diferentes estados de ánimo, tal y como yo los recuerdo. En un momentodado puedo estar muy eufórico por algo conseguido que, para otros, no tendría la menor importancia. O abatido, con idénticocomentario. Por eso, no quiero parecer fatuo por demostrar mi entusiasmo al haber rebajado la barrera psicológica de las 3 horas.Muchísima gente lo consigue, pero para mí tuvo una importancia especial. Fue otro reto personal logrado a base de muchísimoentrenamiento, sacrificio de tiempo libre y esfuerzo.

Y empiezo ya los comentarios del año.En enero abundan en mis anotaciones las palabras “frío” y “asma”. Es lógico, en mi caso una lleva a la otra. Además estamos en

pleno invierno, mi peor época del año.Creo que en los entrenamientos de este mes estaba ya configurado un compacto grupo de corredores del club con itinerarios fijos

los fines de semana y horarios establecidos de antemano. La cita de salida era en El Carmelo, de Anoeta y frecuentábamos mucho lospuentes, el Paseo Nuevo hasta el Peine del Viento y Hernani a donde íbamos por la carretera vieja junto a las vías del tren.

Que me perdonen los omitidos, pero fundamentalmente participábamos, además del que escribe: Txomin Arizmendi, el Maestro;Antxon Echeverria; Gabi Lasaga, Atajitos; Iñaki Alcorta; Miguel Domínguez, el Probe Miguel; José Mª Iturrioz, Pequeño GranHombre; Imanol González de Audicana, el Profesor Chiflado; Javier Castelruiz; Joserra Basterra, Juanjo Mariezcurrena, Tintín óTerminator, Vicente Mier, Ramón García Labayen, Patxi Zubiri y Macu Zuzuarregui, que la cito al final para poder comentar queposiblemente haya sido la persona con más triunfos y laureles aportados al club y durante mucho tiempo la única representantefemenina.

Los fines de semana no faltaban Juan Carlos Fano, Javier Barace, José Ignacio Mendizabal, Manolo Loro, etc.Que me vuelvan a perdonar los que saben de esto más que yo, pero no me resisto a decir qué, este grupo, además de los Mikel

Arzac, Rafa Errasti, Fernando Antúnez, etc, es decir, la vieja guardia, fue el embrión del actual club, ya que, aunque funcionábamos sinestatutos y por adhesión, el “ambiente” de entonces permanece hoy y desde aquellas fechas el grupo no dejó de crecer.

Recuerdo muy bien la incorporación de José Manuel Vicente, el Pinceles, quién -como una Dama de Elche moderna- corría conunos enormes cascos acoplados a su sesera y nosotros, incautos, creyendo que no nos oía decíamos de él alguna barbaridad que otra,ya que pensábamos que era gabacho. Este a su vez incorporó al que años más tarde se convertiría en un auténtico “crack”, JuanCarlos Arregui, “Cocoliso”. Por entonces no tenía el coco liso, pero ya apuntaba maneras. Le pulimos, le abrillantamos y le dimosesplendor, convirtiéndole en el monstruo actual.

Algo más tarde José Luis Zubiaurre, Fisher y Javier Barrera, el Tximbo, (quién estuvo dos años sin salir del armario por ser hinchadel Athletic de Bilbao) también aportaron laureles al grupo. Pero nuestro trabajo nos costó (es broma). También ilustres componentesdel “equipo médico habitual”, como Carlos Benito, Iñaki Eizaguirre o Leonardo López, Nano, quienes nos han hecho disfrutar de lolindo con sus “guerras particulares” contadas con muchísimo humor. Y Javier Irazusta, Jesús Eguimendia, etc.

Casi también por entonces -o quizás un poco más tarde- proceden las adhesiones de Angel Castrillo, el Pirata; Félix de Miguel, elGalgo de Michelín, José Luis Daguerresar, Rotring, Iñaki Peñagaricano, etc. En fin, lo mejor de cada casa.

Bueno, pues corriendo, corriendo, el 19 de Enero tengo anotado un entrenamiento de 8 kms (sin precalentamiento) en 32 minutos.Menos da una piedra.

En febrero y marzo ya tengo anotados 12 km en series. Pronto empezaba este año. Recuerdo que los domingos íbamos hasta elPeine por el río y el Pº. Nuevo. La vuelta por la Concha, San Martín, Easo y al llegar al Pº. de Errondo se desencadenaban lashostilidades con llegadas a toda máquina por el lado izquierdo de la calzada mientras los coches venían de frente sin verlos por la curvafinal. Como los conductores suicidas actuales pero sin coche, corriendo en dirección contraria.

A finales de marzo aprovechando uno de los frecuentes viajes a Madrid, pude correr por el Parque del Capricho, junto a laAlameda de Osuna, cerca ya de Barajas. Una auténtica joya aunque algo reducido de tamaño.

Y el 2 de abril la Medio Maratón de Laister. Espléndida carrera en la que acompañado por Javier Imaz, dejé atrás por primera veza mi idolatrado Maestro, Txomin Arizmendi, acelerando a tope en los últimos 5 km entre una cortina de lluvia que caía sin parar. Eltiempo de 1h. 24’ 30’’ supone una media por kilómetro de 4’ 00’’. El puesto 135 de 437 clasificados y el 11º de mi categoríaVeteranos A. O sea que más del 30% de los clasificados habíamos terminado a 4 minutos por kilómetro de media.

En las fotos que conservo, veo caras conocidas: Gabi Beldarrain, Juanjo Mariezkurrena, Patxi Zubiri, Vicente Mier, Luis Peralta (aquien todavía no conocía), etc.

Como punto de reflexión me gustaría señalar que el ambiente de carreras en aquellos tiempos era muy serio. La gente de fuera quevenía a Donosti a participar en alguna prueba siempre decía que parecía que nos íbamos a jugar la vida. Carácter guipuzcoano a tope.Poca chufla y mucha seriedad. Sí Rolex, Rolex; si perretxicos, perretxicos, como el del chiste.

Contrastaba, y todavía hoy también, el ambiente festivo de otras ciudades con el ambiente competitivo de la nuestra. Cuestión decarácter, como decía el alacrán a la incauta rana.

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El resto del mes de abril lo dediqué a correr en cuestas por un motivo claro: el día 23 (fiesta del Libro) se celebraba la I Subida aUlía, organizada por la Gimnástica de Ulía, bonita prueba de 8,5 km de la que solo se celebraron tres ediciones. Partía del Aquarium ya través del Paseo Nuevo, Zurriola, Avda. de Navarra enfilaba la carretera de Ulía hacia la mitad de Ategorrieta. Finalizaba en lo quefue el tiro al plato de Basollúa.

Era una carrera corta pero exigente porque se salía muy rápido. Creo recordar que en todas las ediciones fui adelantado por JoséMª. Iturrioz, que volaba subiendo. Terminé con un tiempo de 36 minutos, ocupando el puesto 104 de 400 clasificados.

Y a partir de esta fecha no tenía otro objetivo que los 20 km Adidas que se celebraba a mediados de septiembre, así que durantemayo y junio se acabaron las series y los entrenamientos intensos. Corría un día de cada dos y alrededor de 250 km mensuales. Parahacerse una idea de los equilibrios que tenía que hacer para compaginar mi trabajo y el deporte, tengo reseñadas en el mes de mayo,un par de ocasiones en las que corrí en Madrid. Una vez en el Parque del Capricho, próximo a la casa de mi hermano y otra en elRetiro. Además, a primeros de junio, otra vez en el Retiro y un poco más tarde en los alrededores del Moncayo, aprovechando laescapada anual gastronómica-deportiva.

En julio, como siempre empezaba a intensificar los entrenamientos. Los 26,5 km que hice el día 2 en un tiempo de 2 horas 5minutos, así lo atestiguan. Se repetía la complicación de julio, primero porque antes de las vacaciones de agosto había que dejarcerradas muchas cuestiones laborales, con infinidad de viajes y reuniones (y comidas, comidas, comidas,...) y además porqueincrementaba el tiempo dedicado al deporte.

Llegaba justo, justo a las vacaciones de agosto. Siempre he puesto como ejemplo gráfico de esta situación los que se arrastrabanpor el desierto en los chistes de Forges, en busca de unas gotas de agua (en mi caso vacaciones).

De todas formas, ahora, visto en la distancia me asombro de mi empeño y esfuerzo en correr. El 28 de julio, día de salida devacaciones, con la perspectiva de un viaje de más de 1.000 km, con carreteras que no son las de ahora, salí a correr a las 6 de lamañana para hacer 8 km en 32 minutos y medio. Envidia de la mala es lo que siento, si lo comparo con mi situación actual (es broma).

El resumen del mes de estancia de vacaciones en Almería se aprecia rápidamente: de 30 días corrí 25, con un total de 377 km másotros 26 de series, con un máximo por día de 20 km, que repetí 5 veces, la última con un tiempo de 1 horas 21 minutos, lo queequivale a mi ritmo de competición en una media maratón.

Tengo que contar también, porque no dejan de ser hechos deportivos, un par de cuestiones. En este mes empecé a recorrer enprofundidad y en solitario la Sierra de Gata. Me adentraba -ahora pienso que con bastante inconsciencia- en la sierra, solo y sin móvil(no existían), y pasaba horas haciendo senderismo, recorriendo barrancos, cuevas, ramblas y senderos, con poca agua y mucho sudor.Conseguí fotos bastante buenas y visualicé la mayoría de la fauna (y flora) autóctona: serpientes, lagartijas rojas, conejos, zorros, etc.además de las numerosas aves que veranean en las salinas próximas: flamencos, correlimos, cigüeñuelas, zarapitos, vuelvepiedras, etc.Siempre recordaré el espeso silencio que rodeaba mis caminatas y la sensación de soledad (y el calor y la sed).

Algunos días corría a primera hora. Después me daba la gran paliza recorriendo la sierra y terminaba el día al atardecer practicandopesca submarina. Volvía a casa exhausto pero feliz. Posiblemente haya sido mi época más plena de actividad deportiva. Estabarecuperando a los 40 años y sin proponérmelo la escasa actividad mantenida hasta los 28 años. Nunca es tarde si la dicha es buena.

El otro asunto tiene que ver precisamente con la pesca submarina. Capturé un magnífico ejemplar de pez volador de considerabletamaño, bastante lejos de la costa y en un fondo arenoso. Yo no sabía que era volador hasta ver sus enormes alas al salir del agua.Obtuve fotos y pregunté a mucha gente de que pez se trataba, sin que nadie pudiera darme razón. También a una sobrina mía bióloga.Consulté todos los libros que pude y lo más que conseguí saber es que los lugareños a los peces voladores del Cabo de Gata lesllaman “rubios”, pero son mucho más delgados, estilizados y con las alas más pequeñas que “el mío”. El caparazón óseo de la cabezalo tengo intacto, limpio y barnizado, colocado sobre una peana construida ex-profeso. Lo curioso del caso es que dos años más tarde,visitando el Museo de Ciencias Naturales de Nueva York, junto a Central Park, me encontré con un hermano de “mi pez” expuesto enuna vitrina. No me creía lo que estaba viendo. Tener que viajar tan lejos para poder saber su nombre. Saqué fotos y copié todos losdatos de sus características, nombre científico, etc. Efectivamente se trababa de un “rubio” pero de una especie menos común que laque normalmente se conocía. No es por nada, pero me llevé un alegrón, porque el asunto me seguía teniendo intrigado.

La única nota negativa de agosto fue que, a finales de mes, empecé a sentir punzadas dolorosas en el “isquio” izquierdo. Una vezmás mi punto débil se rebelaba contra el esfuerzo exigido.

Y ya en septiembre, entrenamientos a tope, con “largos” de 32 y 35 km. El día 17 eran los 20 km Adidas, pero la preparación ibaencaminada sin lugar a dudas hacia la maratón. El test de la carrera fue bueno: 1 hora 18 minutos era mi récord en la distancia, así quea seguir entrenando sin parar. Como el nivel de esfuerzo estaba siendo considerable, dos días más tarde realicé mi primera prueba deesfuerzo en la clínica San Juan de Dios, con resultados satisfactorios. Empezábamos a familiarizarnos con el argot propio del “oficio”:pulsaciones, lactatos, carbohidratos, transaminasas, descanso activo, etc.

Según consta en mis notas, en septiembre completé en 22 entrenamientos nada más y nada menos que 410 km más 22 en series, loque supone correr cada vez casi 20 km. Además las series de 1.000 m a ritmo de 3’ 22’’. Casi nada lo del ojo, y lo llevaba en lamano, remedando una vez más al del chiste.

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Con estos antecedentes, el 15 de octubre, día de la maratón, ocurrió lo que tenía que ocurrir: con un tiempo de 2 horas 56 minutosbatí ampliamente el objetivo de las 3 horas. Mi dorsal número 3 ya quería decir algo (el de Txomin Arizmendi el 2). El día fue perfectoen cuanto a la climatología. Tengo fotos de un numeroso grupo en la primera vuelta, que queda muy reducido en la segunda. A la alturadel Hotel Londres camino de la Avda. de Tolosa, Juanjo Mariezkurrena, se destacó algo, quedándonos el propio Txomin, AntxonEcheverría y yo. Recuerdo continuas llamadas a la tranquilidad de Txomin que al ver nuestro entusiasmo en el kilómetro 35 se temía laaparición inesperada del “hombre del mazo” que daría al traste con nuestro objetivo. La llegada al velódromo de Anoeta inenarrable.Entramos los tres al mismo tiempo, cogidos del hombro con las caras sonrientes que demostraban nuestra felicidad. Como se sueledecir: “íbamos sobrados”. Tengo una foto buenísima al cruzar la meta que conservo con mucho aprecio.

Y ya está. Objetivo pulverizado. No hay como proponerse una cosa para conseguirla. Ya pertenecía al selecto grupo de corredoresde maratón que bajaban de las 3 horas. Había entrenado en 9 meses y medio 2.615 km. Este año me perdería la Behobia, pero habíacorrido dos medías, la maratón y la Subida a Ulía con resultados muy satisfactorios.

Y ahora... ¿que?Para saber la respuesta hay que seguir leyendo. Lo único que añadiré es que a partir de ese día dejé de correr. Tenía que descansar,

y además, embarcarme en otro proyecto que ahora parece una cosa fácil, pero que entonces entrañaba bastante dificultad. Pero eso sedesvelará dentro de dos capítulos.

Capítulo 15. Nunca digas nunca jamás. 28-07-2010Se están celebrando los Campeonatos de Europa de Atletismo en Barcelona y hoy me he plantado frente al televisor para disfrutar

de mi deporte favorito. Puedo pasar horas viendo atletismo, así que esta semana practicaré bastante el sillón-ball.De todo lo que he visto me he quedado con tres gestos, o momentos, o “flashes”, que en el fondo, aún siendo muy distintos,

significan lo mismo. El primero, la cara de Nerea Aguirre, nuestra paisana donostiarra, al fallar su último intento en pértiga paraconseguir pasar a la final superando la altura de 4,35 metros. Ha sido un instante, pero muy elocuente. Reflejaba la decepción delfracaso pero al mismo tiempo la rabia y la decisión a futuro de que eso no iba a quedar así. Con seguridad ya estará pensando en elpróximo campeonato y en la estrategia a emplear para superar lo conseguido hoy.

El segundo ha sido en la segunda semifinal de la prueba de 1.500 metros masculina, con dos españoles en pista: Arturo Casado, aquien le sigo desde los Juegos del Mediterráneo del 2005 donde le descubrí, y el veteranísimo Reyes Estévez, dos veces campeón deEuropa y con alguna medalla olímpica, capaz de lo mejor y de lo peor en su ya dilatada carrera. Pues bien, en el último cien, Estévez,ya prácticamente clasificado junto con Casado y otro británico, los tres con una ventaja considerable al cuarto que ya quedaba fuerade la final, no ha podido resistir la tentación de ganar la prueba esprintando y consumiendo una energía que seguramente echará en faltaen la final de mañana. Cuando lo lógico e inteligente hubiera sido dejarse llevar por la inercia ahorrando todas las fuerzas posibles. Leha podido el corazón, quizás porque posiblemente sea la última carrera que pueda ganar ante sus paisanos de Barcelona antes de suinminente retirada.

No deja de ser otro rasgo de rebeldía emocional, o como queramos llamarlo. Nada de inteligencia aplicada.Y el tercero, el gesto de María Vasco en la prueba de 20 km marcha cuando al sufrir una lesión en el isquiotibial derecho ha llevado

su mano a la pierna y cojeando se ha apoyado en la valla donde ha dado rienda suelta a un llanto inconsolable. Era una de las favoritasy había anunciado su retirada para después de estos campeonatos. Pocas horas después en una rueda de prensa ha revelado que no seretira y que buscará otra ocasión para conseguir un triunfo. Más carácter competitivo y rebelde imposible. También corría ante supúblico de Barcelona.

Para llegar a la élite, estoy seguro de que hay que ser inteligente y poseer unas cualidades especiales, además de tener la disciplina yla voluntad que exigen unos entrenamientos tan fuertes. Pero también es imprescindible tener corazón y espíritu de superación, que esla conclusión de mis anteriores comentarios.

Traigo esto a cuento de mi paso por los años 2.002 y 2.003, después de mi jubilación en el 2.000 y cumpliendo la promesa decorrer por correr sin participar en carrera alguna. No busco más recompensa que el sentirme bien físicamente y disfrutar cada día delrecorrido que toca, ya sea con frío, lluvia o calor, en llano o en cuesta, solo o acompañado. Pero tengo que reconocer que si te falta la“chispa” de la competición, la cosa no es igual. Soy un mediocre corredor de fondo aficionado que ha hecho del correr una parteimportante de su vida, y que si además, de vez en cuando te da la oportunidad de mejorar tu marca en una prueba, ganar a algúnamigo competidor, o conseguir un trofeo en la más modesta de las carreras, entonces ya tocas el cielo con la punta de los dedos. Conla cantidad de kilómetros que entreno al año, cualquiera estaría más en forma que yo y se presentaría a infinidad de pruebas. Yo pasode competir, pero no paso de correr.

Aún con todo en octubre de 2.002 no pude resistir la tentación de correr la Media Maratón de mi segunda ciudad: Almería, carrerade la que ya he hablado anteriormente.

Empecé el año como siempre corriendo el día 1 nada menos que 13 km. Durante el primer trimestre entrené 2 días de cada 3,aproximadamente unos 220 km al mes. Menos es nada.

En Abril hice un viaje piloto por Cantabria con mi mujer para poder planificar para más adelante una caminata de cuatro días a

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Santo Toribio de Liébana, cuyo libro de ruta me había regalado mi hermano Antonio el año anterior con la idea de hacerla juntos. Loimpidió la muerte de mi suegra en agosto pasado. Aproveché mi estancia en el Hotel Puente Viesgo para trotar al día siguiente por losparajes de alrededor, que seguro han utilizado también los componentes de la selección española de fútbol en sus numerosas estanciasen este hotel.

En mayo además de los entrenamientos habituales corrí en Tarazona y en el Moncayo en dos escapadas diferentes. Tengo queaclarar que debido al cuidado que mi mujer ha tenido y tiene que tener con sus padres (en el 2002 ya solo con su padre), muydelicados de salud, no podemos dedicar a viajar más que dos o tres días como máximo, así que lo que hacemos es “fugarnos” de vezen cuando dejando la situación controlada por medio de terceras personas y regresando rápidamente. De ahí lo de las escapadas y noviajes más lejanos y de más duración, como nos gustaría.

En junio, salvo otra escapada más a la Alpujarra almeriense, nada más que reseñar, quitando que debido al buen tiempo el númerode entrenamientos y la intensidad es mayor. También en este segundo trimestre la nada desdeñable cifra de 670 km en 50 días.

Julio y agosto en San Sebastián son los meses que más entreno, sobre todo en agosto. Muchos componentes del club están devacaciones, así que se establece a diario una salida a las 8 de la mañana desde la rampa de la playa de Ondarreta que suele estar muyconcurrida. Los componentes del Pelotón de la Castaña son numerosos, ejerciendo de maestro de ceremonias su “leader” naturalJoseba Erauskin, “el guindilla de Loyola”.

Todo el mes discurre entre carreras por lugares variopintos (ruta de las sidrerías, ruta de Aiete, reloj de Ategorrieta, ruta de lachapa, etc.), bromas, chistes y risas, además del acostumbrado repaso a la actualidad cotidiana, chascarrillos, rumores y ocurrencias.Uno se acostumbra pronto a este ambiente tan agradable, así que se hace duro, cuando pasa agosto, volver a los entrenamientos sintanto cachondeo.

El 30 de agosto, día lluvioso y triste, me acerqué a las 8, como de costumbre al lugar de la cita y me encontré solo. Cada mochueloestaba ya en su olivo, así que tuve que correr en solitario y con el ánimo arrugado. Durante esta hora y pico, fui configurando unaespecie de “romance”, lógicamente en verso, que por la tarde corregí, pulí y titulé como “Oda al Pelotón de la Castaña”. Efectivamenteera una oda por los términos elogiosos y agradecidos, pero todo en clave de humor. No sé como, pero me atreví a publicarla ennuestra página de Internet y creo que tuvo bastante éxito.

El viaje que hice en abril a Santo Toribio de Liébana como preparación del “bueno”, llegaba ahora en septiembre. Además de micompañero habitual de fatigas en estas lides, invité a otros dos amigos de mi cuadrilla de siempre, Ernesto y Manolo. El primero esmontañero habitual, acostumbrado a andar y sufrir un poco, así que no tuve ninguna duda de que no tendríamos dificultades. Elsegundo, Manolo, en buen estado físico y con el suficiente orgullo para tirar p’alante. Hicimos cuatro etapas saliendo desde Santillanadel Mar hasta Santo Toribio, pasando por Comillas, San Vicente de la Barquera, Quintanilla de Lamasón, Cabañes y Potes. Unos 120km repletos de preciosos paisajes, buena comida y mejor bebida, buen ambiente y camaradería. Lo pasamos en grandeadentrándonos desde la costa del Cantábrico a través del desfiladero de la Hermida hacia el corazón de los Picos de Europa. Tuvimosla suerte de coincidir en la llegada al monasterio con la exposición del “Lignum Crucis”, custodia que en su interior conserva un pedazode madera de la cruz original donde agonizó Jesucristo. Ya sé que todo esto es muy relativo y que para el no creyente sólo puedesignificar un hecho tradicional o folclorista pero, como siempre digo, seas lo que seas y creas en lo que creas, hay que dejarse llevarpor el momento y experimentar nuevas emociones. A mí me gustaría ser creyente pero tengo demasiadas dudas, por lo que mi fe estáen permanente equilibrio inestable. Tampoco soy practicante, pero puedo asegurar que cuando besé la reliquia quise creer firmementeque era “de verdad” la Veracruz.

Como dato adicional aunque sobradamente divulgado, diré que solo existen cinco lugares de peregrinaje en el mundo en los que esposible conseguir la indulgencia plenaria o jubileo: Roma, Jerusalén, Santiago de Compostela, Caravaca de la Cruz y Santo Toribio deLiébana.

Y el 13 de octubre, claudiqué y como un homenaje de solidaridad con mis compañeros del Club de Atletas Veteranos de Almería,volví a competir corriendo la Media Maratón de Almería, después de varios años sin participar en carreras. Terminé cuarto en micategoría con un tiempo de 1 hora 31’, que me dejó más que satisfecho. Quedé en el puesto 110 de más de 600 clasificados, así queno me puedo quejar de mi vuelta a los ruedos.

El tercer trimestre corrí 917 km en 62 días lo que hace una distancia media diaria superior a 14 km. Y en el año, cayeron 3.149 kmen 226 días de entrenamiento. El hecho de realizar todo este esfuerzo para una sola carrera puede ser poco entendible para muchagente, pero las razones ya las he explicado sobradamente.

El año siguiente, 2.003, es prácticamente un calco del anterior. Mucho entrenamiento y poca competición. En 235 días corrí 3.219km.

Una barbaridad teniendo en cuenta que solo volví a participar en una sola prueba de media maratón, pero también hice otras cosasque resumiré a continuación.

A primeros de marzo, en otra escapada fugaz visitamos Cazorla, pernoctando en el Parador Nacional, en pleno Parque Natural,para trasladarnos seguidamente al Parador de Úbeda, un precioso palacio al lado de la Iglesia de San Salvador y en una de las plazasmás bonitas que conozco. Y ahora ¡marchando!, una de anécdota:

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Resulta que quince días antes, corriendo en Almería con el grupo, se nos unió un corredor espontáneo que resulto ser de Úbeda yestaba de paso en Almería. Le comenté que unos días después yo iría a Úbeda y me indicó el mejor sitio para correr. Así que, una vezallí, salí muy temprano del Parador y por una de las puertas de la muralla, extramuros de la ciudad, corrí como a mí me gusta: sinpresión y haciendo turismo. A la vuelta, cruzando una amplia calle un coche me pitó y el individuo que lo conducía con medio cuerpofuera hacía aspavientos extraños. Al poco caí en la cuenta de que era el corredor que conocí dos semanas antes, y que, hasta que no ledevolví el saludo, no paró de significarse. Por supuesto, no le he vuelto a ver nunca más.

Por cierto, recomiendo la visita a Úbeda y Baeza a quién no las conozca. Son dos auténticas joyas del Renacimiento, con más de 75edificios declarados Patrimonio Nacional, además de que ambas son Patrimonio de la Humanidad. ¡Ah, se me olvidaba! Otraanécdota: después de cenar en Úbeda y dando un paseo pausado y solitario por sus calles iluminadas a medias, oímos a lo lejos comounos redobles de tambor y trompetería de la buena. Nos miramos mi mujer y yo en el entendimiento de que todavía no era SemanaSanta, pero lo parecía. Fuimos acercándonos a la música y resultó ser el ensayo en toda regla de una procesión. Todos de paisano yportando los tronos sin imágenes encima pero con sacos terreros para simular el peso, la banda de trompetas y tambores y loscofrades sin capirote ni cirios.

Pero dio igual. El ambiente nocturno, el silencio y la soledad, así como la seriedad del ensayo, hicieron que se me erizara el vello.Fue otro momento Nescafé para recordar.

Y el día 23 de marzo, celebramos la boda de mi hijo Aitor con María, una preciosa muchacha que ese día lució de manera especial.La madrina y madre del novio, o sea, mi mujer, también estaba muy guapa y elegante. Entre los múltiples agasajos que tuve queorganizar para los invitados nuestros, la mayoría de Donosti, figuró un entrenamiento por el paseo marítimo el mismo día de la boda yen el que participamos varios amigos.

En abril, corrí en Ávila desde Poyales del Hoyo a Candeleda y vuelta. 16 km de los cuales los últimos 8 son en ascenso. Tambiéncorrí en el pueblo de mi juventud Miranda de Ebro, donde vive la mayor parte de mis familias materna y paterna.

En julio otras dos reseñas deportivas: En Almería concedieron a nuestro club el Premio Ondas al deporte. Estuvimos todos invitadosal acto que se celebró en la Alcazaba con profusión de canapés y bebidas varias. Terminamos todas las parejas bailando en unaconocida discoteca de la ciudad.

Y no podía faltar la cita anual con el Camino de Santiago. De nuevo con mi amigo Gerardo, recorrí el tramo Puentelarreina-Logroño. Distancia corta que hicimos en tres días, pero que disfrutamos de lo lindo con anécdotas de lo más curiosas, que no relatoporque no vienen a cuento pero que, quizás en un futuro formen parte de otro “serial” que tenga como eje central los diferentesCaminos de Santiago que he recorrido.

Agosto visitó Donosti con una de las olas de calor más importantes de los últimos años. Temperaturas nocturnas cercanas a los 30ºdurante varios días no impidieron que de 31 días del mes, entrenara 26 recorriendo una distancia de 395 km. Prácticamente lonecesario para correr una maratón, cosa que mi particular “ramadán” deportivo me lo impedía.

Mi estado de forma con semejante entrenamiento era muy bueno, así que recuerdo dos días corriendo por Zamora -otra escapadabreve a Castilla la Vieja: Salamanca, Valladolid y Zamora- con el frescor mañanero de septiembre y a toda pastilla. “Delicatessen”deportivo.

Y con la puesta a punto que había logrado no me pude resistir a correr la Media Maratón de Granada a mediados de octubre.Nunca digas nunca jamás. Por cierto, como es sabido conocidísima película del superagente 007, Bond, James Bond, que prefiere losmartinis agitados, no batidos.

Como soy experto en estropear algo en vísperas de una carrera, el miércoles anterior, hice 6 series de 1.000 m con algo de cuesta.Error de los gordos porque la casi permanente lesión de isquiotibial que convive conmigo se reavivó de forma dolorosa, así que malasunto cuando faltaban cuatro días para la prueba. Los malos augurios se me presentaban anunciando futuros desastres.

A las 6 de la mañana, con mi mujer y en una madrugada fría y tormentosa, viajé a Granada para correr una carrera de la que nodisfruté absolutamente nada. Veinte minutos de fría espera en la salida con lluvia rayos y truenos cayéndonos encima. Salí como almaque lleva el diablo y no conseguí coger el ritmo en toda la carrera. En la llegada otro error de principiante: creí que ya había terminadocuando aún faltaba otra vuelta al estadio. Como terminaría de cabreado que, en la comida, mientras engullíamos un arroz caldoso en elRestaurante Manolo de la Plaza Bib-Rambla, donde solemos comer en Granada, le firmé en una servilleta de papel a mi mujer unadeclaración jurada de que jamás volvería a participar en una carrera. Ésta, que me conoce mejor que yo, hizo una pelota con laservilleta y la tiró a la papelera, como prueba fehaciente de que mis juramentos se los toma absolutamente en serio, sobre todo, los quetratan sobre el correr y sus derivados.

Mi tiempo fue de 1 hora 32’. Lo mejor de todo fue que el sábado siguiente al juntarme con el grupo en Almería, Enrique me dio laenhorabuena por la carrera. Yo pensaba que estaba de broma pero él me dijo que había consultado en Internet y había quedadotercero en mi categoría con pódium, trofeo y 30 € de premio en material deportivo. Rápidamente comprobé por teléfono la veracidaddel asunto y me guardaron el trofeo y el premio en el Patronato de Deportes de Granada, de donde lo recogí posteriormente. Quedé el250 de 1.000 clasificados, así que final feliz para una carrera poco agradable. Fue el primer trofeo de toda mi vida deportiva por loque lo conservo como si fuera el Santo Grial, a pesar de ser feo como un demonio. Pero es mío, ¡mi tesooooro!, que diría Gollum.

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Y para terminar el año y el capítulo, la San Silvestre participativa que organiza el Club en el Paseo del Tenis, dondeconfraternizamos y nos deseamos todos feliz año nuevo en un ambiente formidable.

Cierro el comentario casi como lo empecé. A un corredor de fondo aficionado y vocacional no hay que creerle nunca cuando diga“nunca jamás”. Seguro que miente.

Capítulo 16. En busca del arca perdida. 01-08-2010Hoy es la última jornada de los Campeonatos Europeos de Atletismo de Barcelona, con su plato fuerte matinal: la maratón. A

primera hora de la mañana he salido a correr una hora para llegar a tiempo de ayudar a mi hijo y nuera a cargar el equipaje. Ponenrumbo a Almería una vez finalizadas sus vacaciones. Toca volver a trabajar después de diez días felices conviviendo con ellos y conmis dos nietos. Parece mentira que dos pequeñajos llenen de tal forma la vida de cuatro adultos. Han puesto la casa “patas arriba”pero hemos disfrutado tanto en su compañía que el pequeño caos diario bien merece la pena. Llueve mansamente y el día es elperfecto reflejo de la tristeza de mi estado de ánimo, y no digamos, el de mi mujer.

Así que me acomodo en el sofá dispuesto a no perderme detalle de la carrera, atento siempre al teléfono que me informará de losprogresos del viaje en una jornada de intenso tráfico por la operación “salida de vacaciones” de agosto. Es curioso, pero así comopuedo aburrirme mucho viendo un partido de fútbol o una película, rara vez me ha sucedido lo mismo viendo una maratón, con sus doshoras largas de retransmisión. Y eso a pesar de la previsibilidad del desenlace final, aunque en una maratón nada es seguro hasta quese traspasa la meta. Nunca me canso de ver maratones por la “tele”, bien sean de campeonatos de Europa, Mundiales u Olímpicos ytrato de adivinar las fases y diferentes lances de los mismos a través del semblante y de la forma de correr de los participantes,apostando por un ganador mentalmente. He visto docenas y aún me acuerdo del de las Olimpiadas de los Ángeles con un CarlosLópez insuperable resistiendo al calor creciente de más de 30º, entrando ganador en la meta como si no hubiera hecho ningún esfuerzoa pesar de que, por eliminación, fue dejando un reguero de competidores destrozados a lo largo de los 42 km.

Pero bueno. Basta de cháchara y vamos a lo que nos ocupa.He tenido dudas en cuanto al título de la película. Podía haber sido “Memorias de África” pero el peso específico del evento que

patrimonializa el año 1.990 no deja lugar a discusión. Este año, el objeto deportivo de mis deseos fue ir en busca de un arca. Y meexplico.

Cuenta una leyenda que se remonta al siglo IX que a la muerte de Santiago en Tierra Santa, su cuerpo y su cabeza seccionada fuetrasladada en una barca de piedra hasta las lejanas costas atlánticas del noroeste de Iberia. Los discípulos que guiaron la nave, una vezen tierra, transportaron los restos en un carro de bueyes hasta el lugar donde descansan actualmente siendo depositados en un arca depiedra. Ya la cosa está más clara ¿verdad?, pues eso. Que para el principal objetivo de este año el título va que ni pintado.

Spielberg también utilizó a su arqueólogo preferido, Indiana Jones, encarnado por Harrison Ford, para llegar hasta un arca, pero eneste caso de la Santa Alianza, anticipándose a los “malos” (los nazis), en la primera entrega de la famosa trilogía.

Resulta que a finales del año anterior, dos amigos míos y compañeros de trabajo me hablaron del proyecto de hacer el Camino deSantiago a pie, invitándome a unirme a ellos. Visto ahora después de 20 años, con la popularidad que ha alcanzado y la cantidad degente que lo recorre, no tiene importancia alguna. Pero con la perspectiva de dos décadas atrás la cosa cambia bastante. Para empezarla ruta estaba muy deficientemente señalizada y cada provincia de las siete por las que discurre tenía su propia martingala. Si es ciertoque la famosa flecha amarilla era común en todo el Camino, pero esta desaparecía caprichosamente como si tuviera vida propia,apareciendo más tarde a su criterio y una vez que ya te habías perdido. El, prácticamente, único libro-guía fiable que existía “El Caminode Santiago. Guía del Peregrino”, de Editorial Everest, con detalle de cada etapa, contenía errores de bulto en muchos aspectos. Ysobre todo en uno fundamental: las distancias. En algunas etapas las diferencias (siempre de menos en el libro) eran de hasta 8 ó 10km, que suponen unas dos horas más de caminata que lo previsto. Además en esos años, la carretera nacional 120 por la quediscurría, en paralelo o entrelazado, buena parte del Camino a partir de Burgos hacia Galicia, estaba en obras por el desdoblamientode la misma, con lo que, frecuentemente el Camino desaparecía con el desconcierto consiguiente. Nos obligaba a encontrar de nuevoel hilo del ovillo con pérdidas de tiempo y de moral. Pero no importaba: la nuestra era inquebrantable.

Los albergues eran escasos y las infraestructuras dejaban mucho que desear. Hasta unos años después el Camino no empezó apopularizarse así que nuestro intento era casi un deporte de aventura.

Y esto me da pie a comentar someramente los motivos de hacer un esfuerzo semejante, que en cada persona son con seguridaddiferentes. Para empezar por los de mis dos compañeros: uno es agnóstico y el otro muy religioso, así que mal empezamos. En elsegundo caso los motivos son obvios: no tengo dudas de que su fe religiosa fue el detonante; seguramente derivó en una promesa openitencia, porque era palpable su alegría a la finalización de cada etapa, como si se tratase de superar un castigo. Esto chocabafrontalmente conmigo, porque cada etapa superada suponía un acortamiento del Camino y por lo tanto de la posibilidad de disfrutardel mismo.

En el caso del agnóstico, sus motivos no los tengo tan claros. Seguramente trataba de hacer algo distinto y experimentar nuevassensaciones. Es un hombre muy culto así que este aspecto también tuvo influencia decisiva.

Mis motivaciones eran diversas. Para empezar, el tema de Santiago, su historia y como se fue fraguando el Camino a lo largo de los

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siglos, con sus mitos y leyendas y su enorme carga cultural -el románico, y el gótico- siempre me había atraído. También ese aspectoalgo esotérico de los signos del gremio de canteros (y su consecuencia: la masonería) y constructores de catedrales: la oca, el “campode estrellas” (Compostela), Finisterre, etc. etc. (Juro por mi primer dorsal que todavía no había leído “Los Pilares de la Tierra”, queademás, cuando lo hice posteriormente me pareció bastante mediocre).

No quiero dejar de lado algo así como la espiritualidad del asunto, y me explico. No hablo, por supuesto, de religión. Me refiero aque apartarse durante varias semanas de la rutinas diarias, trabajo, familia, ciudad, etc., con muchas horas al día para pensar mientrascaminas, viene muy bien para hacer balance interior y replantearte cosas que el tráfago diario no te lo permite. A lo mejor descubría“cosas” interesantes.

Y por supuesto el andar y conocer aldeas, ermitas, iglesias, colegiatas, catedrales, palacios, castillos, pueblos, ciudades y sobretodo gente, otros peregrinos con, más o menos, las mismas inquietudes que yo.

Deportivamente el envite me ilusionaba mucho. Era tratar de superar otro reto en algo desconocido para mí: andar y andar sindescanso durante semanas, arrastrando encima una mochila de siete kilos. Pero sobre todo era la curiosidad de un, llamémosle,experimento de convivencia, en principio entre tres personas, pero después entre cuatro. Resulta que en Navidad le comenté elproyecto a mi hermano mayor Antonio, y sin dudar un instante me dijo que el también nos acompañaría si no había inconveniente. Misdos amigos no pusieron pega alguna, lo cual es de agradecer porque a él no le conocían, y eso tiene más mérito. Los cuatro, ennuestros diferentes trabajos teníamos puestos de responsabilidad, acostumbrados a dar órdenes y tomar decisiones, ejerciendo delíderes con nuestros equipos de trabajo, así que con tanto líder la cosa podía no llegar a buen puerto. Los caracteres fuertes chocanfrecuentemente entre sí, por lo que había que encomendarse a Santiago para que el acontecimiento resultara satisfactorio y nofrustrante.

La experiencia se proyectó para agosto, mes de vacaciones de los cuatro. Como nuestras familias se iban a resentir con vacacionesdistintas a lo normal, decidimos emplear el menor tiempo posible: 21 días, saliendo desde Saint Jean Pied de Port, lo que supone unos800 km, o sea, casi 40 km diarios. Para paliar en parte la dureza de la prueba decidimos alojarnos en hoteles de la categoría que fuerasin reparar en gastos. Tamaño esfuerzo bien merecía esa pequeña recompensa: la seguridad de un buen descanso, duchas sin hacercolas etc. Yo me encargué de distribuir las etapas y de reservar el alojamiento de todos los días de caminata.

Fue un tremendo error. Para que salga una media de 40 km diarios, hubo etapas de más de 50, así que llegábamos derrengados, singanas de “hacer turismo” y pensando que al día siguiente tocaba otra paliza.

Pero me voy a ceñir únicamente al aspecto deportivo.El primer trimestre del año compaginé el andar y el correr. Me había comprado unas botas (de las de entonces) de andar que en

aquel tiempo eran el no va más (en Deportes Belagua, de la calle Easo) y que ahora causarían risa. Parece mentira que en tan pocotiempo el calzado deportivo haya evolucionado tanto. No existían “forums” ni “decathlones” con su infinita oferta. Era un auténticoproblema conseguir algo diferente a las “chirucas”. Así que, para irlas “haciendo” completé 34 días de andar con 340 km (y otros 32de correr con otros 426 km).

En marzo también tengo anotado que corrí un par de días por el Retiro en Madrid. Seguro que me alojaba en el magnífico HotelSuecia o en el Sanvy, muy próximos al Congreso, de donde en un plis-plas me plantaba en el parque.

Pero lo mejor de todo fue un fantástico viaje que mi empresa organizaba anualmente para premiar a los mejores agentes (es decir, alos más vendedores) y en representación de la empresa también me tocó a mí. Y el destino era Kenia, en los mejores hoteles y a todotrapo.

El que se encargaba de chequear previamente el viaje, un amiguete mío de la Central, sabedor de mi afición al submarinismo, mesopló que uno de los días había una alternativa para, atravesando la selva, llegar a Tanzania y embarcarse rumbo al arrecife de coralpara bucear, y que me llevara el tubo y las gafas porque si no, había que alquilarlas allí y era poco recomendable. Así lo hice.

Además de lo maravilloso que fue el viaje en su conjunto, esta experiencia me marcó. Imaginaros las películas de Cousteau con subarco Calypso, pues así. Rodeado de peces de todo tipo por todos lados, tortugas, rayas manta de tamaño XXL en un agua cálida ytransparente, buceando en paralelo al enorme arrecife coralino, pero no en un parque temático, sino libremente, en el Índico. Casi mefui de allí llorando de pena. Pena que se disipó en parte cuando me anunciaron que la comida sería en un restaurante situado en unosmanglares de una isla próxima a base de marisco. Todo “alto standing” y de violín. Sólo probamos esta experiencia 8 de las más de100 personas que componíamos la expedición. Nunca sabrán lo que se perdieron.

Comprenderéis mi idea inicial de encabezar el capítulo con el título de la mejor película en todos los “rankings” votados por lasféminas.

No me extraña. La interpretación de Meryll Streep y Robert Redford, la fotografía de los espacios infinitos de Kenia y su bandasonora, son los mejores ingredientes para cocinar una perfecta historia de amor basada en hechos reales.

Por cierto, tuve ocasión de visitar la casa de la película, a varios kilómetros de Nairobi y que ahora alberga una oficina de turismo ytiendas de “souvenirs”, pero conservada de forma impecable. Cada vez que veo la “peli”, trato de fijarme en las habitaciones paracomparar con lo que yo vi.

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En el segundo trimestre solo corrí en abril cinco días 64 km Pero de andar me hinché en este y en los dos siguientes meses. Salí aandar 46 días, recorriendo alrededor de 1.110 km. Una pasada. Además de la marcha nocturna a Itziar, todos los fines de semanaentre sábado y domingo caían más de 60 km. Lo mejor de todo es que mis dos amigos de correrías me ayudaron a conocer muchosmontes de Gipuzkoa y otros parajes desconocidos totalmente para mí. Yo sólo conocía el Txindoki, pero no el Ernio ni Peñas de Aia,ni el Ganbo, ni Aitzgorri y su crestería, ni el túnel de San Adrián, ni las cuevas de Landarbaso, ni el Larhún, ni....muchos más que ya nime acuerdo, como atravesar Jaizkibel hasta Guadalupe, etc., etc. Una mañana fuimos desde Donosti a Orendain como quién no quierela cosa.

En fin que fue una época muy bonita porque, además, estaba ya un poco saturado de correr y vienen muy bien estas válvulas deescape. También contribuyó a conocernos mejor en el esfuerzo y aprender algo de nuestras manías y características personales, lo que,sin duda ayudó a mejorar el ambiente del posterior Camino.

En julio más de lo mismo. Anduve 400 km en 19 días, y el día de San Ignacio -31 de Julio- nos trasladamos a Iparralde paraempezar mi primera andadura a Santiago por el Camino llamado Francés.

No me voy a extender más en las particularidades del mismo, porque pienso que puede ser el tema de un futuro relato. Solamentequiero reseñar que deportivamente fue una hazaña y que, a pesar de las dificultades disfruté mucho y nunca me arrepentiré desemejante experiencia. Poca gente lo hace en solo 21 días, con el inconveniente añadido de que en agosto de ese año se registró unaola de calor asfixiante. Lo que sí tuve claro muy pronto fueron dos cosas: no dudé nunca de que yo iba a llegar en el tiempo estipuladoy de que mi próximo Camino sería más pausado y en solitario (como así fue). Físicamente acabé muy entero y solo sufrí seriamente delos pies durante dos etapas. Me habitué a las curas de urgencia en cualquier cuneta, pinchando ampollas y desinfectando y vendandoheridas para seguir caminando. Uno se acostumbra a todo. Y de las etapas recuerdo la Pamplona-Ayegui como la más dura de todas.

Fueron 55 km interminables con un sol de justicia. Llegábamos al hotel cuando eran casi las 8 de la tarde con una pinta defilibusteros que echaba para atrás. En un principio nos dijeron que no había habitaciones, sin darnos tiempo a explicar que teníamos lareserva hecha.

Cuando el recepcionista nos vio duchados y afeitados respiró tranquilo.Lo cierto es que había descubierto el oficio de andar a lo grande, cosa que aún no he abandonado y tan larga abstinencia de correr

(5 meses prácticamente) me había despertado de nuevo el hambre de hacerlo y recuperar el tiempo perdido.Así que el 16 de septiembre, con sólo 130 km recorridos en 12 entrenamientos, participé en los 20 km Adidas de Donosti, e hice

un tiempo de 1h.25’, quedando el 226 de 500 clasificados. Creo que no está mal dadas las circunstancias.Y quedaban dos meses para la Behobia. En octubre y aprovechando fines de semana y puentes, recorrí en coche y con mi mujer

buena parte del Camino. Por un lado la compensaba de mi ausencia en agosto y por otro, me permitía rememorar la experienciapasada con más sosiego.

Aproveché para correr desde Astorga hasta Murias de Rechivaldo, en León. Es curioso los bonitos nombres de los pueblos de estazona.

Castrillo de Polvazares es un ejemplo próximo a Murias. Declarado Monumento Nacional, lo recomiendo como perfecto ejemplode una magnífica conservación del pueblo en su conjunto. Por cierto, la escritora Emilia Pardo Bazán, situó aquí los avatares de sunovela “La Esfinge Maragata”.

También corrí en León, desde San Marcos alrededor del río en un día espléndido de sol, así como en Miranda de Ebro.En Donosti corrí un día con mi hijo Aitor, que ya contaba 15 años, unos 10 km, y en otro fin de semana en Jaca, salí a correr de

madrugada desde el Gran Hotel por la carretera de Somport con una simple camiseta de manga corta cuando la temperatura era bajocero.

Del resultado de esta “hazaña”, me quedó una quemadura por frío en la nariz que tardé en hacerla desaparecer del todo variosmeses a base de pomadas.

Y el 11 de noviembre la Behobia con récord personal: el tiempo de 1 hora 18’ 42’’ me situó en el puesto 301 de los 3.652clasificados.

Quedar entre el 10% de los mejores ya eran “palabras mayores”.Terminé el año corriendo entre mucho frío y resbalones en la Concha por las heladas continuadas de diciembre.Como resumen dos acontecimientos que no olvidaré nunca: mi primer Camino de Santiago y el viaje a Kenia. Y en lo deportivo 120

días de andar con 2.632 km y 115 de correr con otros 1.600 km Traducido en litros de sudor, la cifra resultante sería sorprendente.Seguro.

Capítulo 17. Indiana Jones y la última cruzada. 06-08-2010La casualidad ha querido que este título sea, como el anterior, una nueva (y última) entrega de la trilogía de las aventuras de Indiana

Jones. Viene al pelo para lo que voy a contar a continuación.

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Antes, diré que este capítulo es también el primero de otra trilogía consecutiva que comprende los años 1.999, 2.000 y 2.001, enlos que, además de producirse el cambio de siglo, sucedieron otros cambios muy importantes en mi vida que estuvieron a punto dehacerme abandonar (por segunda vez) la práctica de correr.

Inicié el año corriendo, como no podía ser menos, 10 kilómetros para desengrasar. En junio cumpliría 51 años y profesionalmenteestaba muy bien situado en el Banco, como Director de la oficina principal de San Sebastián, y miembro del Comité de la DirecciónTerritorial del País Vasco.

Desde siempre el Banco ha tratado de conseguir la movilidad geográfica de sus empleados a base de ascensos, aumentos de sueldoy otras canonjías menos honorables. Y conmigo, también desde siempre, ese objetivo era una auténtica obsesión que desembocaba enbatallas de las que, hasta el momento, había salido vencedor. A veces dejando muchos pelos en la gatera y renunciando a muchascosas.

Pero, ¡qué le vamos a hacer! Yo llevaba viviendo en Donosti 35 años y cada vez me gustaba más la ciudad. Por mucho que meofrecieran siempre pesaba más lo bien que yo vivía aquí. Además conocía otros casos de colegas que habían “dicho sí” a cambiar dedomicilio y era como si se hubieran montado en un especie de potro enloquecido o montaña rusa que ya era imposible controlar.

Los cambios de lugar de trabajo se producían cada poco tiempo (una vez que has salido de “tu casa” la empresa consideraba queya te daba igual un sitio que otro) y se lamentaban amargamente de su situación.

Yo nunca me he negado a viajar, pero sí a cambiar de domicilio, con la carga añadida de mis suegros muy delicados de salud ynecesitados de asistencia de terceras personas y, sobre todo, del cuidado permanente de mi mujer, quien durante muchos años se hadejado media vida con ellos.

El caso es que mi Jefe Territorial me llama a Bilbao y antes de explicarme nada me dice que a lo que me va a ofrecer no puedonegarme (conocía mi historia de resistencia tenaz, el muy truhán), so pena de ir directamente a las mazmorras laborales a pan y agua.

He puesto toda la carne en el asador -me dice- y no te permito que me dejes mal. Así que me suelta que tengo que trabajar enBilbao (obsérvese el matiz: trabajar en Bilbao, no “vivir” en Bilbao), porque me nombra responsable del Negocio Hipotecariomayorista y minorista de todo Euskadi. Que si más sueldo, más categoría, despacho en la planta noble con ventana a la Gran Vía (esoluego supe que se valoraba allí mucho), solamente él estaría por encima de mí, bla, bla, bla. Podría seguir viviendo en Donosti,pernoctando en Bilbao cuando quisiera, bien en hotel o alquilando un apartamento céntrico. Como todos los gastos y viajes eranpagados, no iba a tener ningún problema, etc., etc. y que si patatín y patatán.

Yo mientras hablaba ya me había hecho la composición de lugar: sí, o sí. No podía negarme otra vez. Yo mismo me condenaría alfuego eterno. Otros matarían por el puesto.

Cuando terminó le contesté lacónicamente: de acuerdo, ¿cuando empiezo?Se sorprendió de la poca resistencia. Esperaba una dura batalla. Pero no sabía que esa era mi “última cruzada”.Así que en febrero cambió mi vida de forma radical: viajes de ida y vuelta a Bilbao a diario, salvo una o dos noches que me quedaba

a dormir en el Hotel Abando, junto al Palacio de Justicia, en los Jardines de Albia. Comidas, reuniones, más comidas, viajes a Madridcada dos por tres. Realicé allí dos cursillos simultáneamente, además de un master en el Instituto de Estudios Superiores (IESE)durante bastantes viernes y sábados. En fin, un desastre de vida.

Como reflexión chusca lo primero que te viene a la cabeza es que tienes que dejar de correr. Y así lo tenía prácticamente decidido.El escasísimo tiempo libre de que dispones no puedes dedicarlo exclusivamente a correr. ¿Y la familia, y la cultura, y el ocio, y lasganas de descansar de un ritmo trepidante, etc.?

Además casi la mitad de lo que ganas se lo lleva hacienda, que somos todos, pero unos más que otros. Y por encima de todo, otracosa: la salud.

Si este negocio consiste en que cuanto más subes en el escalafón peor vives y peor aspecto tienes, ¡mal negocio!Pero no tenía otra alternativa. Un colega, mi amigo Marki, me dijo: “¡no dejes de correr!, tómatelo con calma y corre de otra

manera, pero que no te venzan”. Excelente consejo y reflexión consiguiente: ¿por qué no? Él practicaba ciclismo como y cuando podía,pero ahí seguía.

Y así lo hice. Lógicamente llegaba a casa tarde, pero salía algo a correr. También cuando pernoctaba en Bilbao, aprovechaba pararecorrer la ría, el Parque de Doña Casilda, etc. La elección del hotel no había sido casual: en 2 minutos me plantaba en la ría y losempleados ya me conocían como “el del banco que corre”.

Pero el ritmo de trabajo y todos los demás daños colaterales (horarios sin límite, desayunos y comidas de trabajo, viajes, etc.) ibandejando huella. Tengo fotos de aquella época que parezco mayor que ahora, diez años después.

En el primer trimestre conseguí correr 444 km en 36 días (unos 12 km 1 días de cada 3).Lo mejor de todo, fue un viaje de trabajo a Londres alojado en un hotel junto a Marble Arch, en Hyde Park. Salí a correr en cuanto

pude recreándome en el lugar donde algunos todavía pasean a caballo y otros peroran sobre cualquier tema encima de un taburete.Una gozada.

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Al día siguiente decidí hacer turismo corriendo. De Hyde Park a Green Park, y de allí a St. James Park, a tiro de piedra deBuckingham Palace y Nelson Square. De lujo.

Como anécdota, reseñar que de 12 días que corrí en marzo, 6 fueron en Donosti y otros 6 fuera.En mayo, alegando que lo tenía reservado desde hacía tiempo, hice con mi mujer un crucero por el Mediterráneo, corriendo en

Toulon, donde habíamos hecho escala en lugar de Marsella por el mal tiempo, y en Palma de Mallorca. También corrí tres días en lacinta del gimnasio del barco mientras fondeábamos o partíamos de Génova, Palermo y Túnez. Toda una experiencia ver alejarse lasciudades mientras corres para alcanzarlas. En este mes, troté solo 5 días en Donosti, y en el segundo trimestre, un total de 44 días.

Por fin en agosto las clásicas vacaciones en Almería, donde además de correr un par de veces 21 km en poco más de 1 h. 30’, hicesenderismo del bueno en solitario por la Sierra de Gata donde conseguí unas fotografías panorámicas bastante decentes.

Septiembre me permitió entrenar en otro lugar nuevo: Lekeitio, donde hicimos un seminario de trabajo un fin de semana, y ya en estemes conseguí hacer 3 veces 21 km.

En octubre pasé con mi mujer el puente del Pilar en Salamanca, donde corrí de lo lindo un par de días alrededor del Tormes. Y ennoviembre salí otros cinco días en Bilbao, donde ya la ría me saludaba al pasar por la pasarela de Calatrava o por la peatonal deDeusto.

Así que en el año corrí en 175 ocasiones un total de 2.224 km lo que no está tan mal dadas las circunstancias adversas. Pero ni unasola prueba en competición. Yo me daba perfecta cuenta de que iba perdiendo velocidad, por los entrenamientos a salto de mata,pero no había solución. Ya no pensaba en los tiempos que conseguía, sino en poder salir a patear y hacer lo que buenamente podía.Que no era mucho.

Y así, con bastante éxito profesional y resignado en lo deportivo terminé el año en que a punto estuve de olvidarme de correr.Capítulo 18. Millonario de ilusiones. 08-08-2010

“Cuando se cierra una puerta, se abre una ventana”, decía Santa Teresa de Jesús, y es que, además de santa era sabia, y de vez encuando hasta levitaba. En este año -2.000- me ocurrió algo que también me hizo levitar de entusiasmo, pero, luego hablamos.

Comencé el año como terminé el anterior, trabajando a tope en jornadas sin horario y viajando sin parar. Yo me preguntaba cuántotiempo aguantaría este ritmo de vida. Corría como y cuando podía, y los datos que aquí indico -48 días de entrenamiento en el primertrimestre con un total de 588 km- no reflejan las dificultades que yo tenía que superar para poder hacerlo. Tengo anotaciones de salir acorrer en invierno a las 9 de la noche con lluvia y frío después de un día viajero y de trabajo intenso; o a las 6 de la mañana antes devolar a Madrid.

Soy consciente de que muchos compañeros de fatigas también tienen que vencer muchos obstáculos para salir a correr, sobre todolos que tienen hijos pequeños, trabajan a turnos o con horarios irregulares, etc. De hecho un buen número de ellos salen a entrenardiariamente en invierno y verano a las seis y media de la mañana. Pero yo ya tenía más de 50 años y cada jornada laboral era caótica,sin ninguna rutina que te permitiera organizarte mínimamente. En fin, que me costaba lo mío seguir al ritmo del grupo de cabeza delClub los fines de semana.

Por cierto, no estoy seguro, pero creo que en este año o el anterior, el CLUB (ahora con mayúsculas) se institucionalizó,apareciendo gran cantidad de gente nueva y joven (y otros no tan jóvenes) que con gran rapidez se integraban en el mismo. De hecho,este espectacular aumento de socios aconsejó dotar al club de estatutos de funcionamiento y darle carácter oficial. Que me perdonen siestoy equivocado, pero después de un año en que yo había perdido mucho contacto con el mismo, recuerdo que conocí a gente nuevacomo Juanba ó Joseba, Luis Peralta, Alex Naya, Arturo, Belén (¡por fin aumentaba el número de chavalas!), Leyre, María Jesús,Javier Sarriegui, Aitor, etc., etc.

Y más tarde Amaia y Arantxa, José Luis e Iñigo Almandoz, Patxi Irizar, Marian, Roberto, Mikel y otros muchos que me dejo en eltintero. No digo que no estuvieran antes, sino que yo les conocí entonces.

Recuerdo que estando yo en Bilbao, “el Vice”, por aquel entonces Luis Peralta, me encargó una gestión en la oficina de marcas ypatentes.

Querían sondear las posibilidades de registrar la marca del club y el logotipo (distinto al actual). Me informé y la verdad es que lostrámites eran muy laboriosos solamente para la solicitud, porque el resultado final no estaba asegurado. Lo que sí estaba asegurado erael costo que superaba las 200.000 ptas. Cuando se lo comuniqué al Vicepresidente, dijo que con esa “pasta” se podían hacer infinidadde cenas, así que a otra cosa, mariposa.

Con respecto a mi situación laboral, resulta que el BBV se había fusionado a finales de año con Argentaria, banco oficial que enrealidad era un conglomerado de marcas que iban desde el Banco Exterior de España o Banco de Crédito Hipotecario, a Caja Postal.En todas las fusiones se produce un exceso de “mano de obra” que en el transcurso del tiempo los bancos quieren eliminar pararentabilizar la operación, fin último (y primero) de cualquier fusión, absorción o compra-venta. En lo que llevábamos de año ya seestaban produciendo los primeros ajustes en la alta dirección del Banco que caerían en cascada hacia niveles inferiores en el transcursodel año.

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Yo venía dándole vueltas en la cabeza a la posibilidad de prejubilarme y cada vez que lo pensaba se me ponía cara de leloimaginándome la situación. Me frenaba en primer lugar la edad que, con 51 años, se podía interpretar como una osadía. Nadie seprejubilaba a esa edad.

Y en segundo lugar el aspecto económico ya que si la petición viene de uno, las condiciones podían empeorar sensiblemente. Elcaso es que yo seguía dándole vueltas a la carraca y en un par de ocasiones medio en serio medio en broma “me dejé caer”. A latercera fue la vencida.

Mi Jefe Regional habló con el “sheriff” de recursos humanos y me citaron para una entrevista.Ésta se celebró en Madrid el día 4 de abril. Ese día salí a correr y me lesioné el gemelo derecho -lesión cuasi nueva para mí-. Estaba

claro, los nervios y el estrés de la situación fueron culpables. La negociación que tenía que realizar ese día era importantísima.El día 12 técnicamente estaba prejubilado, a falta de concretar algunos flecos, lo importante ya estaba cerrado. Todo había sido

mucho más fácil de lo esperado y mi instinto no me había fallado: era la ocasión más propicia para conseguirlo.Y aquí comienzan -sin duda alguna- los mejores años de mi vida. No me daba cuenta de lo que había conseguido y parecía que

flotaba en una nube. Mi estado de ánimo era similar al de los que les toca la lotería. A mí me había tocado el premio extraordinario dela Primitiva, pero en tiempo, ese tiempo que tanto había echado en falta siempre, pero más en los últimos... tiempos. Además lascondiciones económicas eran muy favorables. ¿Qué más podía pedir?, si tenía también salud.

Tuve el récord (aunque no por mucho tiempo) de prejubilado más joven del Banco en toda su historia. Otro objetivo conseguido.Recuerdo cierto desconcierto al principio al contar con tal abundancia de tiempo. Quieres hacer muchas cosas que tenías pendientes

y otras nuevas de forma compulsiva (todavía no te crees que tienes tanto tiempo por delante). Sí tenía claro dos cosas: la primera deorden práctico consistía en no estorbar en casa. Ayudaría en lo que pudiera, pero que mi mujer no “sufriera” con mi nueva situación,sino todo lo contrario. Y la segunda: ese mismo año haría el Camino de Santiago en solitario, tal y como había proyectado después dela primera experiencia.

Y ahora es más fácil entender el título de la “peli” escogido. La dirigió en 1.959 Frank Capra y fue magistralmente interpretada porEdward G. Robinson, ese magnífico actor que parecía estar siempre enfadado.

El 26 de abril, el Club estrenó nueva indumentaria, que creo será ya la definitiva. Cambiábamos las rayas azul marino y blancasverticales por el “azul Donosti” y blanco en rayas horizontales. El logotipo con la Concha enmarcada en un círculo pasaba a ser elnombre del club con un corredor sustituyendo a la “i”. Luis Peralta tuvo mucho acierto en no registrar el “logo”. Hubiera sido un gastoinútil. En este cambio tuvo mucho que ver, creo, “Piter” (“fino estilista” y diseñador gráfico de altura) y alguien más que no recuerdo.

Mayo sació todos mis deseos de correr sin apreturas. Lo hice en 24 ocasiones con un total de 333 km. Y además corrí una minicarrera de 4,5 km por la Concha: Circuito Popular Airtel. Fue la única en tres años. A finales de mayo los isquiotibiales me volvieron adar guerra y reiteré la decisión de correr todo lo que pudiera pero sin competir y evitando lesiones, como ya he contado en alguna otraocasión.

Y en junio inicié mi segundo Camino de Santiago, desde Roncesvalles y en solitario. Me llevó hasta allí mi amigo de toda la vida,Gerardo, quien tiempo después me confesó la envidia que sintió cuando vio como sellaba la credencial y partía hacia Santiago. Seprometió hacerlo en el futuro.

El Camino lo planteé con más tranquilidad pero con el buen estado de forma que yo tenía me “tragaba” las etapas sin darme cuenta.Llegué a Burgos al cabo de 8 días con mil y una anécdotas y experiencias inolvidables. El caminar solo te permite fijarte en cosas quecon compañía no percibes. Creo que es el modo auténtico de viajar: recorriendo el país, contemplando el paisaje y conociendo elpaisanaje.

Esta soledad creo que hace subir varios grados tu sensibilidad y vas rumiando mil cuestiones que te pasan por la cabeza. De hecho,te vas haciendo un “scanner” espiritual y se lo recomiendo a todo el mundo que entienda de lo que estoy hablando. Al resto, no.

Mi afición a los sonetos, pareados, coplillas y madrigales (me da un poco de “cosa” decir poesía, así que lo disfrazo), me permitiócomponer una buena colección. De hecho, la tarde-noche de San Juan la pasé en Santo Domingo de la Calzada en un estado debienestar interior solo explicable “haciendo el Camino”. Esa noche cené en un convento de monjas con una familia norteamericana ydormí en el mismo convento compartiendo habitación (no cama, malpensados) con un fotógrafo italiano (no quiero ni pensar el peso desu equipaje con la cantidad de objetivos y “zooms” que transportaba) y una chica francesa, amable pero muy poco comunicativa.

Pero esto del Camino es otra historia que dejo para otra ocasión. Lo que sí decidí es reanudar el Camino en agosto para recorrerotros 250 km.

En julio volví a correr en 19 ocasiones un total de 228 km.Y en agosto retomé el Camino. Me llevó en coche hasta Burgos mi hijo Aitor, cuyo destino era Almería. Iba a pasar unos días de

vacaciones, en el transcurso de los cuales le ofrecieron varios trabajos y allí se quedó y sigue viviendo hasta hoy. Felizmente casado ycon dos hijos preciosos. Cuando viene por Donosti yo detecto una cierta nostalgia, pero su destino está allí. Lee el Diario Vasco digitalcada día y sigue viviendo los colores de la Real de sus amores con intensidad. 23 años en Donosti dejan una huella profunda, sobre

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todo si son los 23 primeros de tu vida.En este nuevo tramo del Camino: Burgos-Ponferrada, conocí a un médico brasileño (Osmar) con el hice buenas migas. Gran

deportista, hicimos una etapa hasta Molinaseca de casi 50 km. Él estaba fundido y yo aguante bien. Le hablé de Donosti y prometióvisitarme el año siguiente. Sobre todo para correr por la Concha y Paseo Nuevo hasta Sagüés, recorrido que yo le había contado aldetalle.

Efectivamente cumplió lo prometido. Salimos a correr y al final, entre las villas de Ondarreta, me pidió cambiar las camisetas, comoasí hicimos.

Dice la leyenda que en Porto Alegre, al sur de Brasil, de vez en cuando se ve una camiseta de rayas azules y blancas con el logotipoantiguo de Donostiarrak deslizarse entre sus “rúas”.

En septiembre corrí varios días en Almería. Fui a visitar a mi hijo (que no había vuelto) y de paso echar el ojo a alguna vivienda, yaque teníamos intención de comprar algo allí. En el piso vacío de mis suegros, mi hijo se había atrincherado y veía muy difícildesocuparlo.

Y en octubre inicié el tramo final del Camino hasta Santiago, pero no pudo ser en solitario. Mi amigo Gerardo se empeñó, erre queerre, en acompañarme y conocer “qué era eso del Camino”. La cosa funcionó muy bien y desde entonces -convertido en“caminodesantiagoadicto”- no ha dejado de acompañarme en cuantas ocasiones (y ya van muchas) “he vuelto al Camino”.

Hicimos los últimos 200 km bajo una lluvia pertinaz y aún así lo pasamos en grande. Y la llegada a la plaza del Obradoiro... Bueno,no quiero decir casi nada más porque se me pone la carne de pollo. Quien lo haya experimentado me entenderá enseguida.

En noviembre volví a correr en Almería. Nueva visita a mi hijo y firma del contrato privado de la casa elegida, cuya escriturafirmaríamos en enero.

No quiero alargarme más. Solamente reseñar que mi hijo empezó a acudir con regularidad a un gimnasio y me explicó los ejerciciosmás sencillos que hacía. Yo que nunca había practicado nada de esto, pensé que con mi nueva situación de “jubilata” ya era hora dededicar algo de tiempo a mover la parte superior del cuerpo. La inferior ya estaba bastante “movida”, así que compré una tabla,esterilla, mancuernas, etc. y desde entonces practico en casa con una frecuencia de 3 ó 4 veces por semana unos ejercicios sencillosde abdominales y pesas durante una media hora. Creo que me viene muy bien para mi castigada espalda y ya forma parte de miactividad deportiva habitual.

Capítulo 19. 2001 Una odisea del espacio. 09-08-2010... Y del “tiempo”. Comenzaba mi primer año completo de la nueva era de jubilado. Y como lesionado, porque el isquiotibial de la

pierna derecha me estaba dando mucha guerra y estaba un poco desesperado. Las recuperaciones cada vez se prolongaban mástiempo.

De hecho, en enero sólo corrí en once ocasiones un total de 119 km, y a veces empezaba andando para tratar luego de trotar unpoco.

Es curioso esto de las lesiones. Yo hasta que cumplí los 45 años, oía hablar de lesiones como quien oye llover. Consideraba que noiba conmigo porque hasta entonces, afortunadamente, no había tenido nada serio. Y eso que hacía series y barbaridades como salir atope sin calentamiento previo. El correr sin método es lo que tiene. Muchas veces corres hasta que el cuerpo aguanta.

Y a partir de los 50 años, las lesiones conviven conmigo como ese familiar molesto que se cuela en tu casa sin invitación y no ves eldía en que se vaya. Pero ¡qué va! Creo que se han instalado para siempre.

¡Qué decir a partir de los 60! Te conviertes en una especie de vigilante permanente de señales o indicios del sismógrafo de tucuerpo en busca de cualquier movimiento telúrico que anuncie un posible desastre. Porque cuando eres joven sabes que ese dolorcilloo tirón mañana habrá desaparecido. Pero ¡ay amigo! En la sesentena, ese dolorcillo pueden ser dos meses en el taller de reparación, omás.

Así que estás en un “sinvivir” para detectar cuanto antes todo aquello que puede suponer tu retirada.Según encuestas realizadas por las revistas especializadas, las lesiones más frecuentes entre los corredores son: tendinitis (25,6%),

dolor de rodillas (21,9%) y esguinces (15%). Les siguen: periostitis (8,1%), roturas óseas y de fibras (un 6,9% cada una) ycontracturas y osteopatía de pubis con otro 4,5 y 4,4% respectivamente.

Siempre que acudes al fisioterapeuta, te dice que hay que estirar antes y después de correr. Sin embargo, últimamente viene siendocada vez más frecuente escuchar que el estiramiento apenas influye en el estado muscular y en el rendimiento. En el Club existen vocesmuy cualificadas que defienden esta teoría, que, por supuesto ha provocado la correspondiente polémica amable.

También existen maneras y maneras de estirar. Una “fisio” de Donosti me decía que ella (corredora ocasional) cuando ve algunasposturas de gente estirando, con la pierna levantada y apoyada a una altura imposible, se lleva las manos a la cabeza. Se consigue elmismo resultado con una postura mucho más cómoda simplemente apoyando la pierna de forma horizontal al suelo.

En lesiones como la de isquiotibial, que son tres músculos trenzados que recorren el dorso del muslo, he leído que desaconsejan elestiramiento en frío.

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Soy de la opinión de que el cuerpo de cada uno es el mejor termómetro para saber lo que se tiene que hacer. Yo practicoestiramientos sólo al terminar de entrenar, y no siempre. Realizo unos pocos ejercicios que ya me salen sin querer y, por supuesto, sinsufrir. Cuando al estirar empieza el dolor, es el momento de dejarlo.

Y que me perdonen quienes de esto saben más. Yo me limito a contar mi opinión sin ninguna pretensión didáctica, ¡faltaría más!Y como anécdota, contaré lo que dicen los encuestadores sobre el corredor aficionado tipo: padece tendinitis como lesión más

frecuente, practica otros deportes que en el 60% suele ser el ciclismo. Se entrena en solitario y su entrenador suele ser él mismo. Lascarreras en las que con más frecuencia participa van de las de 10 km a la media maratón y su alimentación es la misma que la del restode la casa.

Bueno, al lío.El primer trimestre lo pasé sin pena ni gloria, andando y corriendo por la lesión. En enero viajamos a Almería para firmar la escritura

de compra de la vivienda que nos iba a permitir pasar allí temporadas largas, cerca de nuestro hijo y aprovechar su magnífico climadurante todo el año si exceptuamos los meses de julio y agosto que son excesivamente calurosos. Como curiosidad diré que así comoen los campos de golf del norte la temporada alta es precisamente en verano, allí es justo lo contrario.

Y en mayo, en mi visita anual al Moncayo, volví a subir a la cumbre pisando nieve. En otra de las excursiones por uno de los parajesmás bonitos de la zona, entre el Moncayo y Peña Herrera, trepamos con alguna dificultad a una especie de torre muy escarpada,donde el año 1986 dejamos escondida una lasca de pizarra con la fecha escrita a navaja. Era nuestra tercera visita ya que en 1993también dejamos nuestra huella. Recientemente ha fallecido uno de los amigos asiduos al Moncayo y como pequeño homenaje heprometido subir de nuevo a marcar “su” fecha en la lasca. Me tendré que dar prisa porque hay que escalar algo y uno ya no está paramuchos trotes.

En junio inicié mi tercer Camino de Santiago, esta vez haciendo el Camino Aragonés, con salida en Somport. Con mi colegaGerardo, pretendíamos hacer en 5 etapas el trayecto Somport-Puentelarreina, donde se unifica con el Camino Francés. Este CaminoAragonés estaba en sus inicios, así que la señalización y las infraestructuras brillaban por su ausencia. De hecho, solamente nosencontramos con media docena de peregrinos, y eso al final de las etapas, donde coincidías en el pueblo de pernocta. De todasformas, el Camino, fantástico como siempre. Coincidía en el tiempo con la Quebrantahuesos, prueba ciclista multitudinaria que mueve amucha gente.

De hecho, en Jaca, era prácticamente imposible encontrar alojamiento, salvo que, como nosotros, lo tuviéramos reservado.Hicimos noche en Jaca, Berdún, Javier y Monreal. Esta última etapa hasta Puentelarreina, según la Guía del Peregrino contaba 10

km menos que lo que era en realidad, así que nuestra pretensión de llegar a comer a “La Conrada” se fue al traste. Gajes del oficio.En julio viajé a Almería para comprobar el estado de las reformas de la casa adquirida, porque queríamos estrenarla cuanto antes. Y

fue precisamente en este mes, cuando al salir por el Paseo Marítimo a correr, como hacía casi a diario, me fijé en un grupo de unos 15corredores que salían los fines de semana desde El Palmeral. Un día les seguí y me uní a ellos preguntándoles si me permitíanacompañarles, a lo que respondieron que por supuesto, siempre que fuera veterano, requisito que cumplía sobradamente. Se tratabadel Club de Atletas Veteranos de Almería que con su Presidente al frente, Florencio, me abrieron las puertas de par en par. Les contémi vida y ellos la suya. Las similitudes deportivas entre corredores de cualquier sitio son muchas, así que todo fue muy fácil. Entre suscomponentes algunos podrían ganarse la vida como humoristas. Además de correr te lo pasabas “pipa”. O sea, como aquí en Donosti.

“Buena gente” donde la haya, desde entonces pertenezco con mucho orgullo a este modesto club que como característica adestacar es que son tremendamente competitivos. Se “pican” por el espigón del puerto hasta con el ferry de Melilla. De hecho, elprimer día que les conocí me hicieron, como ellos dicen, una “cata” a ver lo que daba de sí (en este caso de mí).

Siempre que vuelvo a Almería estoy deseando encontrarme de nuevo con ellos. Periódicamente celebramos alguna cena y el“sponsor” nos regala cada año una nueva equipación, y algún año hasta chándal. Así que cuando participo en alguna carrera, deMadrid para abajo luzco la camiseta de Atletas Veteranos y de Madrid hacia arriba la de Donostiarrak. Y en los entrenamientosindistintamente cualquiera de las dos.

Me he ido por los cerros de Ubeda, así que vuelvo a las obras de mi casa de Almería, que como podréis suponer se alargaban en eltiempo con la sensación de que uno no pinta nada y que los que marcan el ritmo son los gremios, que actúan a su antojo.

Por fin se terminaron y a primeros de octubre fuimos a pasar un par de meses con la pretensión oculta de participar en la Maratónde Donosti a finales de noviembre. Más que una decisión firme era una especie de dejarse llevar por los entrenamientos (por fin mehabía recuperado de mi lesión) y ya veríamos. Pero juro por mi primer pódium que lo intenté. De hecho en octubre corrí en 24 días400 km más 28 km en series, e hice tres “largos” de 28, 30 y 31 km respectivamente, o sea, que los deberes estaban hechos.

Pero como uno propone y Dios dispone, el 4 de noviembre en el cuarto “largo”, volví a casa muy dolorido con la lesión reproduciday la decisión de olvidarme de la carrera hasta que los hados me fueran más propicios. Justo castigo a mi falta de palabra, porque mehabía propuesto no competir más y en cuanto los dioses se dan la vuelta voy y les traiciono.

¿Cómo iba a aguantar en el dique seco todo el mes de noviembre? Pues “mú malamente”, como dicen por allí. Así que me apunte aun curso intensivo de esgrima. Sí, sí, de esgrima, ¿qué pasa?, ¿algún problema? Lo digo porque en mi cuadrilla hay uno que suele decir

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cuando se refiere a un tercero que sabe de todo: “ese sabe hasta de esgrima”, aludiendo a la rareza del tema.Así que allí fui yo, a los bajos del Instituto Celia Viñas, donde un maestro de esgrima nos iba a introducir en uno de los seis deportes

que siempre han formado parte de las olimpiadas y el único de origen español, ya que los primeros tratados que existen sobre el temaestán escritos en la lengua de Cervantes, aunque luego los ingleses, y sobre todo franceses (como siempre), se lo han apropiado de talmanera que parece suyo.

Como existen tres modalidades, la mía sería espada. Florete es más complicado y en sable vale casi todo, así que no es bueno paraaprender. Por no extenderme diré que es lo más enrevesado que he practicado nunca (más que el golf, que ya es decir) y que elesfuerzo que hay que hacer no se refleja en lo que uno ve en la “tele”. La tensión es permanente y los movimientos matemáticos. Elcontacto de las armas, aunque no lo parece, se realiza con toda la fuerza de que eres capaz, así que te agotas rápidamente. Además lacareta de rejilla y la chaqueta acolchada de guata y lona te asfixian. Los reflejos son imprescindibles. De hecho, un chaval que entoncestenía 12 años, aunque veterano en estas lides, y que ahora es campeón de España absoluto en espada, me retaba a que le tocara(touché) estando él con los brazos caídos y yo “en posición” a un metro de distancia. Era imposible. Me leía la intención.

El caso es que disfruté por la novedad y aunque me invitaron a seguir entrenando y recibiendo clases tuve la seguridad de que no ibaa continuar. El tiempo que hay que dedicar para saber por donde le da a uno el aire es mucho, y como la lesión de la pierna ya ibaremitiendo, en mi fuero interno estaba deseando volver a corretear por esos mundos de Dios. Pero siempre recordaré con muchoagrado la experiencia, que además de deportiva (por eso la cuento), es rara, rara, rara. En mi “currículum” figura un diploma que meacredita para poder competir en esta disciplina, aunque no me acuerdo donde lo tengo guardado. Algún día aparecerá.

Como recuerdo me regalaron una espada de competición y una careta de rejilla, usadas pero en perfecto estado.Y así me dejé llevar hasta fin de año esperando recuperarme totalmente de mi lesión más frecuente: isquiotibiales, hecho que se

produjo con la impaciencia y lentitud acostumbradas.Capítulo 20. Un día en Nueva York. 10-08-2010

En realidad fueron 7 días, pero uno fue el importante. Hice realidad el sueño de todo maratoniano: correr la Maratón de NuevaYork. Y bien que merece la pena.

Así que este año, 1.991, viene marcado por este acontecimiento como tema principal, lo que da pie al título de la película elegida,estrenada en 1.949 y protagonizada por Frank Sinatra y Gene Kelly. Se trata de un musical que cuenta las aventuras y desventuras(amorosas) de unos marineros de la armada norteamericana en un día de asueto en la Gran Manzana.

Pero 1.991 va mucho más allá de la carrera de Nueva York. Posiblemente, hablando en términos deportivos, haya sido el año máspleno de mi historial, tanto por las pruebas en las que participé, como por la dimensión de los entrenamientos, estado de forma, etc. Yotros eventos que contaré más adelante. Ya en enero, el día 13, participé en la San Hilario, que por aquellos tiempos se celebraba enel Paseo del Urumea, junto a Koipe. La prueba de 8,550 km (3 vueltas a los puentes de Hierro y de la Estación), rapidísima como ospodéis imaginar. Por primera vez tuve la sensación en una carrera (y por última) de que iba con los de cabeza, porque los tuve a nomás de 100 m durante toda el tiempo. Corrí en 31’ 42’’ y el kilómetro 8 lo hice en 3’ 47’’, lo cual me parece ahora una barbaridad. YCarlos Benito de maestro insustituible de ceremonias.

Mi hijo Aitor también corrió en otra de las pruebas y quedó 2º. Este año tuve la esperanza de que se podría decantar por estedeporte, a pesar del inconveniente de sus alergias, porque en verano en Almería también corrió otra carrera quedando muy bien. Perono pudo ser. Le dio por el balonmano y la bicicleta de montaña, aunque de vez en cuando también sale a trotar.

En el primer trimestre salí a correr 55 días haciendo un total de 835 km. Entre semana iba normalmente solo, aunque a veces meencontraba con Javier Imaz y José Mª. Iturrioz, y mis recorridos más frecuentes eran el Paseo de Errondo, puentes, San Juan de Diosy Aiete. Los sábados y domingos salía con el grupo desde el Carmelo, siendo ya mi compañero inseparable Juanjo Mariezkurrena conel que he conseguido mis mejores marcas. Pero siempre él mejor que yo. Una auténtica máquina de correr sufriendo. No olvido queademás fue campeón veterano de Gipuzkoa en triatlón.

Y el 27 de abril se celebró la 3ª edición de la Subida a Ulía, cuyo dorsal, curiosamente venía patrocinado por “Prendas DeportivasMariano Haro”. Creo que ya he dicho que esta prueba era muy dura porque se salía muy rápido y desde la Avda. de Navarra era enascenso continuo y repechos durísimos en el último tramo. Mi tiempo, para los 8,5 km, fue de 35’ 23’’, que supone correr a 4’ 10’’ elkilómetro a pesar de las cuestas. Por algo entrenaba yo por San Juan de Dios y Aiete. Quedé en el puesto 50 de 350 clasificados y el12 en mi categoría, puesto que ya era veterano A.

Y viene al pelo el eterno debate de que aunque la carrera sea con cuestas, algunos opinan que solo hay que entrenar en llano. Nome encontraréis entre ellos. Las Behobias que he hecho con escaso entrenamiento en cuestas no me han salido nunca bien, así que miexperiencia me dice que tienes que entrenar en función del perfil y la distancia de la prueba en cuestión. Además parece de sentidocomún.

Bueno, pues ya había participado en dos carreras (aunque cortas) en lo que iba de año. Y solamente 20 días más tarde venían los20 km Adidas, y aquí sí que no me duelen prendas en decir que hice un “carrerón”, aunque suene a inmodestia.

Salió un día de lluvia fina y con buena temperatura, de los que a mí me gustan y corrí prácticamente en solitario. Al ir comprobando

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los parciales casi no me lo creía. Terminé entrando en la meta a la altura de La Perla en un tiempo de 1 hora 16’’, ocupando el puesto230 de un total de 656 clasificados. En veteranos acabé el 47. Es decir, que corriendo a una media por kilómetro de 3’ 50’ (aunquelos últimos 5 km fui a 3’ 45’’), entré en el primer tercio de la prueba, lo que da una idea del “nivelazo” que había en esta carrera.Como era un Circuito que se iba celebrando en diferentes ciudades con premios importantes para el que participaba en varias de ellas,venía gente muy buena de diferentes lugares para cumplir el requisito de participación.

Este ha sido mi récord absoluto en pruebas de 20 km, así que mi estado de ánimo era de euforia contenida.El mismo día de la carrera, por la tarde, viajé a Madrid y de allí a Navacerrada, donde tenía un cursillo de dos días. El lunes, sin

esperar más aproveché para trotar y soltar músculos en otro sitio inédito para mí: la Sierra de Madrid.En junio bajé bastante el nivel de entrenamiento, aunque algún domingo, con José Mª. Iturrioz y Txomin Arizmendi, ya hice 21 km

.Y era lógico descansar un poco más, porque a partir de julio había que empezar a incrementar los kilometrajes semanales poco apoco.

En este mes tuve una experiencia que, por su peligro y dificultad, si llego a saber de antemano en qué consistía no la hubiera hecho,pero que una vez realizada no me arrepiento en absoluto. Hasta en alguna ocasión se me ha pasado por la cabeza repetirla.

Resulta que un amigo de mi hermano José Luis (el siguiente a mí en edad), de Barbastro, me había comentado el año anterior enJaca (cuando me helé la nariz corriendo), que solía hacer un recorrido por el río Vero, en Huesca, que era una gozada porque a ratosiba andando, a ratos nadando y sorteando algunas dificultades como cuevas o pozas. Yo ni siquiera sabía que eso era “barranquismo”,o descenso de cañones y de lo que hablaba era del descenso del río Vero hasta Alquézar, conocidísimo entre los que lo practican yque fue “descubierto” por una pareja de franceses que “lo patentaron”. Me habló de que era conveniente vestir neopreno por que elagua era muy fría y que el único peligro era una riada con crecida súbita que no te permitiera salir del cañón, pero que en julio eraprácticamente imposible.

La verdad es que me habló en términos de bastante facilidad y sin problema alguno porque él había hecho el recorrido en 13ocasiones y lo conocía muy bien. En realidad era un insensato, porque embarcarse en esa aventura con cuatro personas (mi hermano ysu mujer, mi hijo y yo. Merche, mi mujer, ni quiso oír hablar del tema) inexpertas y novatas, sólo se le puede ocurrir a un insensato.

Así que allí fuimos con nuestros neoprenos y sin saber a lo que nos íbamos a enfrentar. En coche hasta la carretera de Colungadonde ya había un autobús de franceses preparándose para lo mismo.

Y allí que nos metimos, con el agua helada y por unos canales (nada más empezar) de corrientes rapidísimas. Él marchaba primero,después mi cuñada y mi hermano, luego mi hijo y yo cerrando la fila. La verdad es que el paisaje era impresionante. Yo llevaba unamáquina de fotos compacta para el agua y tengo unas fotografías preciosas, pero lo que allí pasamos no está escrito. Cuevasimposibles con el agua al cuello, agujeros por los que no cabía un conejo y que teníamos que atravesar para caer, en la más profundaoscuridad, a una poza situada tres metros más abajo. Hasta que salías a la superficie -insisto, en la oscuridad- se te hacía eterno. Porfin a lo lejos divisabas un punto de luz al que te dirigías nadando orientado por las voces de nuestro intrépido guía.

Cuando ya salíamos a cielo abierto, encajonados en un estrecho cañón cortado por los “caos” (acumulación de pedruscos), quetenías que atravesar como si fueras un reptil, y parecía que lo peor ya había pasado, nos dice que sólo quedaba pasar “la guillotina”para llegar a Alquézar, y que el año anterior, en ese punto, su hermano casi se ahoga. O sea, que además de intrépido, era animadorincansable.

La “guillotina” es una oquedad en la roca que hace un ángulo por el que solo cabe la cabeza. Se prolonga durante unos 8 metros y elagua llega a la altura de la barbilla. Tienes que avanzar de pie, poco a poco para no darte coscorrones ni tragar agua y prácticamenteemparedado durante 8 metros. Cuando pasas, lo primero que haces es buscar con la mirada al causante de la diversión para acordartecariñosamente de toda su familia, en el mejor de los casos. En el peor, a las manos directamente. Yo había estado más preocupadopor mi hijo que por mi mismo. Hice un pacto de silencio con él para no hablar del tema delante de su madre (y mi mujer), para evitarotros daños colaterales.

Hicimos el recorrido de 5 km en 5 horas y después de comer en el precioso pueblo de Alquézar y con la alegría de haber superadootro reto, volvimos a casa intercambiando mi hijo y yo miradas y sonrisas cómplices, con el consiguiente “mosqueo” de Merche.

Y volviendo a lo que nos ocupa principalmente, también tuve la oportunidad en julio de correr en Barbastro con mi hermano un parde días. Había entrenado en el primer semestre 105 días con un total de 1.593 km. En julio 21 días con otros 330 km.

Como no podía ser menos, pasamos en Almería casi todo el mes de agosto. En estas vacaciones entrené duro. Mi excelente estadode forma y el próximo maratón me daban alas. Entrené 26 días (6 días a la semana) un total de 430 km más 24 en series. Y ensolitario, porque entonces allí no conocía a nadie, y la verdad es que veía muy poca gente corriendo.

Septiembre fue todavía más intenso en kilometraje. En 23 días hice 488 km más 16 en series, con distancias de todo tipo, cuestas,series, series en cuesta, largos, largos-largos, en fin de todo un poco. E insisto, de forma intuitiva y sin ningún rigor. Procuraba hacerseries un par de días a la semana y el domingo 30 km o más. Cuando veo ahora el nivel de entrenamiento pienso que estaba un pocoobsesionado con el tema, pero como la mayoría de los “adictos”, decía que todo estaba controlado.

Entre el sábado y el domingo “caían” 50 km. Cuatro días más a la semana a 15 o 20 km, incluyendo series, dan la cifra señalada.

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De todas formas, es curioso como adaptamos la mente al objetivo propuesto. En cualquier otro momento, fuera de la temporada depreparación de la maratón, entrenar más de 15 km nos parece demasiado. Cuando ya estás “metido en harina” y pensando en lo quete espera el día señalado, hacer diariamente 20 km te parece normal. Somos lo que nos proponemos, que diría Murakami.

El 5 de octubre hice un test sobre 15,5 km con un tiempo de 60’. Quedaba patente mi estado de forma, así que de cabeza al día 13para salir en la maratón de Donosti.

El día se presentaba muy agradable para correr. Salí con mi amigo Juanjo Mariezkurrena, como casi todos los fines de semanaúltimos.

Ambos con el mismo atuendo que nos había regalado a última hora Javier Imaz (el que me dio a conocer el Club). Tengo queaclarar con el mayor cariño, que correr con Juanjo es como correr solo debido a su mutismo. Muy parco en palabras perogenerosísimo en el esfuerzo, así que solo hablaba yo: km 20: “Juanjo, llevamos 79’ 22’’, ¿vas bien?” Gesto afirmativo. km 30: ”Juanjo,1h, 59’ 59’’; voy un poco forzado, vete tú si quieres”. Gesto afirmativo y hasta luego Lucas.

Km. 40: 2h 42’ 08’’, y final 2h. 52’ 47’’. Fuerte sprint en la llegada y éxito total. Tengo una foto de la llegada en el velódromo conlos brazos en alto y los pies sin tocar el suelo. Y otra foto muy buena de un grupo durante el recorrido, con Juanjo y yo en cabeza.Detrás un grupo de corredores de Lerín que el año anterior también nos siguieron. Y justo después Javier Imaz y Félix de Miguel, “elGalgo de Michelín”, a quien entonces yo no conocía, pero que posteriormente, cuando él ya se integró en el club, me confesó queJuanjo y yo éramos su obsesión, pues nunca consiguió ir por delante de nosotros. Exactamente lo mismo que lo que ahora me pasa amí con @?l.

Al día siguiente, mi 6º hermano (somos siete), Chuchi, desde Bilbao me dice que hemos salido en una foto de gran tamaño en ElCorreo, que inmediatamente me envía por fax. Allí estamos todos: Juanjo y yo, los de Lerín, Félix, etc.

Me clasifiqué el 147 de 809, y como la prueba era Campeonato de España, puedo decir que he estado entre los 147 mejoresmaratonianos absolutos españoles del año 1.991.

Con este buen sabor de boca, tres semanas después corrí la Maratón de Nueva York. Formábamos un grupo de 6 corredores másesposas y mi hijo, o sea 13. No presagiaba nada bueno y además llegamos el día de Halloween, que allí es “la pera”. Pero nada máslejos de la realidad. Todo fue fantástico y la carrera me la planteé en plan turista porque lo duro ya lo había pasado 21 días atrás.

Llevé durante la prueba una cámara con la que fui fotografiando todo lo que me llamaba la atención, que era mucho. Tambiénhicimos fotos de la salida y de grupo en la carrera. Cuando llegué a la media maratón me puse a correr en serio y pasé a más de 3.000corredores. Hice 3h 27’ y llegué el 4.267 de 25.628. Pero esto era lo de menos. En la llegada te tratan como si fueras el vencedor yestá todo tan bien organizado que te da envidia sana (aunque dicen que la envidia nunca es sana) con lo que tenemos por aquí. Se tratade una fiesta en la que participan corredores y espectadores y podría contar mil anécdotas y curiosidades.

La expedición compuesta por Gabi Lasaga y su esposa Mª. Jesús, Miguel Domínguez e Izaskun, Juanjo Mariezkurrena e Isabel,José Luis Ostolaza y Marisol, Javier Ripalda (con quien no paramos de reírnos) y Maite, y Merche, Aitor y yo, pasamos unos díasinolvidables.

Corrimos alrededor del lago en Central Park y en la carrera participativa del Breakfast Run el sábado anterior, volamos enhelicóptero, rodeamos Manhattan en barco y en el Museo de Ciencias Naturales me encontré con mi viejo amigo el pez volador. ¿Quemás se puede pedir? Mi mujer siempre dice que es donde mejor se lo ha pasado (y no creo que fuera sólo por las compras).

De vuelta a casa, en el avión, pensaba que solo quedaba una semana para la Behobia, y que le había prometido a mi hermano JoséLuis correr con él. Estaba saturado pero una promesa es una promesa. Tengo que decir con orgullo que he inducido a correr laBehobia a 3 de mis hermanos, todos ellos residentes fuera de San Sebastián. Y que, a su vez, han invitado a amigos suyos, con lo quelas alubiadas que he tenido que organizar en Igeldo o Lezo o... han sido a veces para 30 personas entre adultos y niños. Pero lo bienque lo hemos pasado no nos lo quita nadie.

Así que acompañé a mi hermano hasta el km. 15 en el que me dijo que me fuera lejos de su vista, que le llevaba asfixiado y que leesperara en la meta. Acababa de pasarnos un corredor francés de unos 150 kg de peso, ataviado con camisa a cuadros de leñador,pantalón vaquero cortado por las rodillas y botas chirucas. Me dije mentalmente que ya estaba bien. Hice los últimos 5 km en 20’ 30’’y terminé en 1h 35’. Varios conocidos que habitualmente me veían pasar otros años me preguntaban qué me había pasado, que ese noera mi tiempo habitual. Yo iba demasiado rápido para contestarles.

En otra Behobia mi hermano mayor vio a la altura del puerto de Pasajes una manguera que colgaba de la pared y con la que se ibanrefrescando algunos corredores. Antonio, al grito de ¡esta es mía! se apoderó de ella y durante diez minutos hizo de bomberovoluntario rociando a cuantos se acercaban. Llegó más tarde pero no le importó demasiado.

Y lo mejor es lo de Chuchi, el pequeño. Fumador empedernido, nunca había practicado deporte alguno. Cuando conseguí que secomprometiera a correr la Behobia dejó de fumar y tres meses antes de la carrera empezó a entrenarse. Momentos antes de la salidaestaba tan nervioso y con tal ansiedad que sin poderse contener le pidió a un espectador un ducados y allí mismo se lo fumóplacenteramente ante la sorpresa de los presentes. Terminó muy bien en 1h. 40’.

Dejo el anecdotario fraterno de la Behobia y vuelvo al mes con más kilómetros en competición.

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Ha sido la concentración de carreras más densa de mi historia deportiva: dos maratones y una Behobia en 4 semanas. Lo guardo enmi fuero interno como el periodo más pleno de satisfacción desde que empecé a correr.

De hecho me encontraba tan bien que en lo que quedaba de año bajé muy poco el ritmo de entrenamiento. Hice en el año la friolerade 3.637 km en 225 días. Corrí casi 2 días de cada 3 una media de 16 km diarios.

En los dos últimos años había bajado mi tiempo en la maratón alrededor de 10 minutos, 5 cada año. ¿Sería capaz de mantener eseritmo de mejora en el futuro? La respuesta está en el viento... que soplará en el capítulo que narre lo que ocurrió el año 1.992.

Capítulo 21. Psicosis. 11-08-2010Hoy he tenido que regresar a casa andando desde Aiete donde el grupo había llegado en su entrenamiento habitual en agosto desde

la rampa de la playa de Ondarreta. Ayer, también entrenando, cuando regresábamos desde el Reloj de Ategorrieta me dio un pinchazodoloroso el abductor derecho, y no queriendo arriesgar, preferí volver a casa en autobús. Hoy he constatado que además de no estarrecuperado de lo de ayer, el domingo, sin necesidad, me pasé de rosca en el entrenamiento. Hice los 16 km habituales en 1h 16’simplemente porque me encontraba con fuerzas y quise probarme, cuando podía haberme quedado con el grupo y volver acompañadoa un ritmo algo más lento.

Mientras desayuno, leo en el periódico que Usain Bolt, el jamaicano campeón olímpico y mundial de 100 y 200 m, que el añopasado paseaba su superioridad insultante en cuantas pruebas participaba, tiene que poner fin a su temporada debido a una lesión deespalda.

Puede ser casualidad, pero hace sólo 4 días su máximo competidor, el estadounidense Tyson Gay, le ganó contra pronóstico,siendo su primera derrota desde hace dos años.

Dios me libre de establecer comparaciones (todas son odiosas, sobre todo para uno de los comparados), pero sí, puede haber uncierto paralelismo en los estados de ánimo de cualquier atleta que se vea obligado a estar en el dique seco por culpa de una lesión o decualquier otra causa.

Como ya creo que he comentado en otro momento, la primera reacción es de enfado (rechazo), pasando a un segundo estado deresignación (aceptación) y de ahí a explorar otras posibilidades (superación). Lo primero que he pensado ha sido dejar de correr hastael sábado y probar a correr suavemente, pero de forma inmediata me he dicho que por qué no puedo salir mañana a andar con laszapatillas de correr y trotar ligeramente de vez en cuando para probar como se comporta mi querido abductor derecho.

Así que dicho y hecho: mañana probaré el estado de mi pierna. En el fondo, lo que subyace es la necesidad de hacer ejercicio cadadía aprovechando los días largos y de buena temperatura del verano, porque en invierno ya hay días de sobra para quedarse en casa aresguardo del mal tiempo. Puede ser que la rutina se adueña de nosotros y nos encontramos “raros” cuando la rompemos, y entre esasrutinas diarias yo tengo la de madrugar, hacer ejercicio, ducharme y desayunar opíparamente leyendo el periódico en la terrazamientras escucho la radio. Y a las 10, con todos los “deberes” hechos tienes todo el día por delante para lo que se tercie, que siemprese tercia algo.

Durante muchísimos años he tenido que entrenar por la tarde (salvo los fines de semana) después de salir de trabajar, con elcansancio acumulado del día y cuando normalmente te apetece hacer otras muchas cosas más plácidas. Y todavía me sorprendo de lafuerza de voluntad para hacer tanto esfuerzo durante tanto tiempo en los momentos del día en que tu cuerpo te pide otra cosa, porqueno tengo duda de que cada persona tiene unos momentos más propicios que otros para realizar diferentes tareas. O sea, eso que antesestaba tan de moda de los “biorritmos”.

Recuerdo haber leído que en Japón, a las profesiones de riesgo (por ejemplo limpia cristales de rascacielos) les medían losbiorritmos para no permitirles trabajar en sus “momentos bajos”. Si yo fuera japonés (como Murakami) y limpia cristales en turno demañana, tengo la seguridad de que no me libraría nunca de trabajar, porque desde que me levanto, al amanecer, sin ninguna dificultad,estoy en un estado de actividad imparable y derrochando energía. Este impulso va perdiendo fuerza gradualmente hasta la hora decomer y toca fondo a la hora de la siesta, en que me quedo en estado semicataléptico durante una hora o más, hasta que a eso de lasseis de la tarde resucito algo y vuelvo a caer justo después de cenar, lo que me impide ver completa cualquier película que programena partir de las 10 de la noche. Posiblemente ostento el récord europeo de visionar la primera mitad de películas emitidas por televisión.Creo que las digestiones tienen algo que ver y el efecto “boa” que hiberna después de tragarse un conejo entero, puede ser un ejemplo(aunque no el mejor, ¡vive Dios!).

Cuando trabajaba era igual, porque esto no se improvisa, así que a primera hora convocaba las reuniones tácticas, es decir, las deldía a día, centrando la actividad de la mañana, y por la tarde, con algo más de relajo, las estratégicas. El problema era que, casisiempre, alguno de los convocados no tenía los biorritmos sincronizados conmigo y, por ejemplo, su “despertar” era a media mañana.Supongo que cada día acumularía en medio de su sopor mañanero un rencor sordo hacia mi persona que al final se transformaba enodio eterno.

Odio que yo procuraba desactivar a base de mano izquierda y otras técnicas de dirección de grupos que aplicaba adecuadamente.No creo que haya duda es que cada persona tiene distinto “reloj” biológico y es importante adecuar la actividad a las horas más

propicias.

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Me he ido del tema pero no del todo, porque la teoría (peregrina) que yo quería desarrollar parte de la base de que la vida de unapersona es como un día a lo bestia. Es decir, amanece (se nace), pasa la mañana (adolescencia y juventud), la tarde (madurez) y lanoche (vejez) y uno se duerme (y “palma”). O sea que en la vida también hay biorritmos propicios (épocas doradas en las que a unocasi todo le sale bien) y otros no tanto (rachas malas), y que en ambos casos hay que saber estar preparado para lo contrario.

Pero es difícil porque uno piensa, (normalmente por falta de experiencia vital) que lo bueno durará siempre y lo malo pasará pronto,practicando eso que está tan de moda del optimismo antropológico. Esto no deja de ser un recurso de la naturaleza humana para susupervivencia, porque si no estaríamos todos tristes, enfadados y cariacontecidos deseando abandonar este mundo asqueroso ynuestro pesimismo no nos dejaría vislumbrar apenas un resquicio de algo por lo que mereciera la pena vivir. Está demostrado que losoptimistas viven más y mejor, así que ¡fuera complejos y malos rollos! que para cuatro días que vamos a vivir -y dos lloviendo- merecela pena aprovechar lo bueno de la vida. Pero eso sí, sin perderle el ojo a lo malo.

Y ahora sí que trataré de justificar todo el “rollete” anterior. Porque, qué duro se hace después de una época gloriosa (¡allá lahumildad de cada uno!), ser consciente de que los tiempos pasados no volverán y que hay que adaptarse a las nuevas circunstancias yrebajar los humos y tratar de continuar viviendo (me refiero a la vida deportiva, pero también a cualquier otra) de la forma más dignaposible, y seguir corriendo de otra manera, con otros objetivos y otras miras. Y cuanto menos usemos el retrovisor mejor, y si lohacemos que sea para disfrutar con los recuerdos, no para sumirnos en la frustración pensando que “cualquier tiempo pasado fuemejor”, que además de una solemne tontería es mentira.

Eso le pasaba a Norman Bates (Anthony Perkins) en la película “Psicosis”, de Alfred Hitchcock, cuando en los momentos en quelograba ser “una persona normal” hasta se figuraba enamorado de Janet Leight. Pero su doble personalidad de psicópata se lo impedíay volvía una y otra vez a visitar a su madre muerta y momificada en aquella siniestra habitación del primer piso, donde una bombillaoscilante proyectaba sus muecas espeluznantes sobre las paredes. Si la “psicohistoria” se apodera de nosotros, estamos perdidosporque acabaremos dando cuchilladas a todo lo que se mueva detrás de la cortina de la ducha.

Y eso me pasaba a mí (y supongo que a casi todos en algún momento de su vida) en los años del señor de 1.997 y 1.998, dondeseguía corriendo como un autómata, sin sentimiento y sin objetivos. Me pasaba como al “barquito de papel” de Serrat: sin nombre, sinpatrón y sin bandera. El automatismo de correr era porque ya lo tenía incorporado a mi “praxis” rutinaria y como equilibrante tabla desalvación del ritmo de trabajo y de los exigentes objetivos profesionales asignados y que zumbaban continuamente por tu mente. Estode los objetivos y su consecución era como correr maratones esprintando. Siempre a tope y la meta allá en el horizonte, inalcanzable.

Pues eso, que transcurrieron los dos años en estado de somnolencia, sin competir (solo una carrera de 15 km cuando cumplí los 50años) y dejándome llevar por la rutina de correr, pero sin alma y procurando no volver la vista atrás, no fuera a ser que la psicohistoriase apoderara de mí.

En 1997 sólo cabe reseñar que, ya trabajando de forma regular en el Banco, me permitía correr a las tardes con cierta continuidad.Salvo convocatorias de reuniones a deshoras o algunos viajes a Bilbao o a Madrid con motivo de cursillos o Comités Regionales, a

las siete y media de la tarde ya estaba libre. Recuerdo que este año, salía mucho a correr con Ramón Múgica y nos íbamos, como lascabras, siempre por Berio, Aiete, Chapa, nuevo Tenis, etc. y conseguimos un estado de forma envidiable. Hacíamos progresiones yminiseries sin parar y Ramón siempre me lo recuerda como “su año”.

El 1 de junio, domingo, salimos a correr lloviendo. Cuando llegamos a Anoeta diluviaba de tal forma que por Koipe teníamos que irpor el centro de la carretera, ya que las aceras estaban inundadas. Aquello cada vez se ponía peor y a la vuelta íbamos buscandocualquier trozo visible de asfalto porque la inundación era generalizada. Cuando conseguimos llegar a Ondarreta era imposible pasar ala zona de las villas. De Igeldo bajaba un auténtico río. Ya en casa, desde la terraza fui viendo como se inundaba toda la Avenida deTolosa y lo que fue Cervezas El León (todavía no estaba construido Antiguo Berri). Cayeron 100 litros por metro cuadrado en unahora. La hora precisamente en que estuvimos corriendo. Otra experiencia.

Y cinco días después celebramos en Amara una cena de los korrikalaris del Club, cosa que desde hacía un par de años venía siendohabitual. Cena opípara elaborada por los “chefs” Ignacio Mendizabal y Rafa Errasti como primeros espadas y varios ayudantes. Creorecordar que fue en la ikastola Ikasbide y los elogios fueron abrumadores por la calidad y presentación de los platos.

En ese mes también corrí como era costumbre en el Moncayo donde, de nuevo, subí a la cima con los colegas de siempre. En labajada me pasé de listo y creyendo atajar me adelante en solitario y me perdí, bajando mucho más de lo debido y muy alejado de laborda donde pernoctábamos. Anduve tres horas más que el resto, pero eso no era problema. Entonces todavía no teníamos móviles osea que los tuve preocupados un buen rato.

A finales de septiembre estuve tres semanas sin correr. El motivo era un viaje a Egipto para celebrar las bodas de plata y el resto devacaciones en Almería donde no entrené ni un solo día.

Y a la vuelta, se conoce que por el contraste entre las altas temperaturas y la sequedad de Egipto y Almería y el tiempo que nosencontramos en Donosti, lluvioso y frío, cogí una bronquitis asmática que duró bastante tiempo, aunque no dejé de correr.

A final de año contabilicé 197 días de entrenamiento y 2.640 km recorridos, o sea, prácticamente igual que en el año 1.989 cuandobajé de tres horas en la maratón. Sólo que ahora ya no corría maratones.

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Y 1.998 se presentaba con el mismo cariz de encefalograma plano. Insisto, a fuer de pesado, en que yo seguía corriendo bastante,pero sin objetivo alguno, sólo para encontrarme bien físicamente.

En enero, uno de los días corrí con mi hijo, cosa ya rara, y en otro par de ocasiones salí en compañía de Javier Herrero y JoséRamón Arriarán (por separado). Lo digo porque antes eran asiduos y ahora se les ve, por diversas circunstancias, de forma muyesporádica.

Ya en primavera lo clásico de todos los años: Moncayo y Gredos. Esta vez rumbo a Candeleda donde la ida se hace fácil pero lavuelta, sin parecerlo, es subida continua y el último repecho el peor. Había optado por correr en la carretera, donde lo permitía unpequeño arcén, en lugar de ir en coche hasta el embalse de La Rosarito, donde además de la pérdida de tiempo vienes sudado y misbronquitis estaban permanentemente al acecho.

Agosto una vez más en Almería, aunque unos pocos días. Había reservado dos semanas de vacaciones en Alfaz del Pí, en octubre,donde el Banco tenía una residencia fantástica y además salía muy barato.

Y precisamente el día 18 de ese mes corrí mi última carrera en serio antes de la “retirada estratégica”. Fue la Clásica Popular de 15km que organizaba la Federación Guipuzcoana. Fuimos juntos hasta el final, José Mª. Iturrioz, Patxi Zubiri y yo. Patxi era muy bravocorriendo y tiró desde el principio. Hacia el km 7, José Mª, como el que no quiere la cosa, se puso en cabeza y había que esforzarsepara seguirle, y en el 10, por la Concha, vi que la cosa flaqueaba y empecé a tirar yo. Y ellos conmigo a un palmo por detrás.Entramos juntos con la seguridad de haberlo hecho bien. Mi tiempo de 58’ 18’’ supone correr a 3’ 53’’ por kilómetro. Ocupé elpuesto 195 de 1.300 y colgué mentalmente las zapatillas. Había cumplido los 50 años y dije adiós a la competición, pero no a seguircorriendo, porque al día siguiente puse rumbo a Alfaz del Pí, donde por el camino del faro (precioso lugar) de Altea entrené 9 días atope y en cuestas. Esto quiere decir que internamente barajaba la posibilidad de correr de nuevo la Behobia, pero no fue así. Yademás ignoro los motivos más allá de mi decisión de no volver a competir. Pero estoy seguro de que lo pensé.

Y hablando de pensar. Que poco pensaba yo al terminar el año que un mes mas tarde mi destino profesional sería Bilbao. Y esa fuela puntilla deportiva. Pero eso ya lo he contado antes.

Sólo apuntar que terminé el año con 206 días de entrenamiento que totalizaron 2.741 km. Para ser un año “tonto”, no creo que estenada mal. Ahí queda el dato.

Capítulo 22. Carros de fuego. 12-08-2010Esta formidable película, narra la selección, entrenamiento y competición del equipo de atletismo británico en unas olimpiadas en los

años 30 del pasado siglo. Su banda sonora es música obligada en la megafonía de muchas carreras en las que participamos y encualquier otra competición deportiva. Ganó varios Oscar y todo aficionado a correr seguro que la recuerda con agrado. Vi la películaen el cine Rex de la Avenida de Madrid. Nada más terminar fui a casa a cambiarme y salí a correr con la sensación de que iba másligero que lo habitual.

Este título no podía faltar en este relato, así que me ha parecido muy oportuno incluirlo en este capítulo por las razones que expongoa continuación.

Yo en 1.992 no gané ningún Óscar pero fue otro año que tampoco olvidaré nunca. Fundamentalmente por dos cosas: lasOlimpiadas de Barcelona y mi récord en la maratón.

Pero, como dijo Jack el Destripador, vayamos por partes.En junio cumpliría 44 años y prácticamente tenía tomada una decisión profesional que tendría repercusiones importantes en mi vida.

La compañía de seguros para la que trabajaba había sido vendida por mi banco (BBV) a una gran mutua aseguradora inglesa: NorwichUnión (ahora Aviva). En vísperas del 92 con la Expo de Sevilla y la Olimpiada de Barcelona, España estaba de moda y muchasempresas extranjeras se estaban posicionando en nuestro país. Así que yo trabajaba para una compañía inglesa pero dependía de unbanco nacional, situación a todas luces incongruente que tenía que resolver sin demora. Me propuse terminar ese año en la compañíade seguros con la decisión de volver al banco el 1 de enero de 1,993. Trataron de que continuara con ellos ofreciéndome un contratoblindado tan habituales en aquellos tiempos, pero rechacé la oferta. Así que el resto del año trabajé con más calma ante la inminenciade mi dimisión, lo que me permitió tomarme algunas libertades y disfrutar algo más de lo que realmente me gustaba: viajar y hacerdeporte.

Después del espléndido año anterior continuaba en estado de gracia prácticamente sin lesiones y con unos registros que cuando loscompruebo ahora, casi ni me los creo. De hecho, el 7 de Enero tengo otra anotación de 8 km en 30’. No estaba nada mal paraafrontar la San Hilario 5 días más tarde. Este fue el primer año en que se celebró en Miramón, cantando en la salida, como siempre sehacía entonces, lo que le dedican los mozos a San Fermín, con los periódicos enrollados, justo antes de los encierros de Pamplona.Sustituíamos Fermín por Hilario y a correr. Y nunca mejor dicho. No creo que a ellos les importase mucho.

Los 8 km (4 vueltas de 2 km) son duros como todo el mundo que ha participado sabe, además de que la salida es vertiginosa. Hiceun tiempo de 29’ 55’’ que me dejó muy satisfecho. ¿O fue el caldo y el pincho de chorizo? Ya no me acuerdo, pero si que acabécontento.

Y febrero me deparó la bronquitis invernal de todos los años lo cual no impidió que mantuviera el ritmo de entrenamientos que era

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bastante alto para esta época del año. En el primer trimestre entrené 51 días y totalicé 768 km.Una nueva edición de la Subida a Ulía se celebró a finales de abril, y el resultado fue muy bueno. Quedé el 37 de 325 con un tiempo

de 34’ 29’’ que era mi mejor marca en esta carrera hasta ahora.En mayo, como casi todo el mundo, nos dimos una vuelta por Sevilla para visitar la Expo. No corrí pero sí sudé. A Merche se le

clavaban los tacones en el asfalto semiderretido. Y sólo estábamos en mayo.Y llegó julio con la Olimpiada, cuyas entradas tenía compradas desde hacía dos años. El problema mayor fue conseguir hotel

porque Barcelona estaba de bote en bote y meses antes ya estaba todo reservado. Además, como buenos catalanes habían montadoun sistema de reservas único y fuera de ahí no había manera de conseguir nada salvo en casas particulares u hoteles piratas. Conseguípor fin reservar dos noches al precio astronómico -entonces- de 37.500 ptas. por noche en habitación para tres, porque íbamos lafamilia completa. Al final por el mismo precio resolví la situación de otro modo más satisfactorio. No había más remedio. Tenía claroque yo no me quedaba sin ver semejante espectáculo teniendo las entradas compradas.

El ambiente de la ciudad era formidable y el anillo olímpico una pasada. Recuerdo que presenciamos ganar la primera medalla deoro en el atletismo español. Por la pantalla gigante veíamos como se acercaba al estadio el marchador Plaza (creo que era él. Mimemoria es frágil) y la entrada triunfal por el foso con todo el estadio puesto en pie.

También presenciamos la llegada de la maratón femenina con un reguero de cadáveres arrastrándose en los últimos 400 m de pista.Finalizar en el estadio suponía en los últimos kilómetros subir Montjuit con casi 30º de temperatura y humedad del 80%, o sea que

era la crónica de una muerte anunciada.Y la final de los 100 m lisos que ganó Lindford Christie, y otro montón de pruebas de todo tipo. Además, en Mataró también vimos

una eliminatoria de balonmano entre Corea del Sur y Yugoslavia porque mi hijo ya estaba metido de lleno en ese deporte.En fin, que fueron unos días muy agradables y además comienzo de vacaciones porque a continuación viajaríamos a Almería donde

pasaríamos los 23 días restantes, ya del mes de agosto. De los 23 días corrí 21 y además hice series. Terminé el mes en Donosti con24 entrenamientos y un total de 350 km (24 de ellos en series), corriendo en tres ocasiones 20 km con tiempos entre 1h 23’ y 1h 25’.

Septiembre del 92 fue el mes que más entrené de todo mi historial deportivo. Nada menos que 548 km más 31 en series en 25 días.Mejor no hacer cálculos para no marearse. Ahora a lo único que aspiro es a poder hacer la mitad de eso sin lesionarme.

Y el 11 de octubre la maratón. Día nubladillo con buena temperatura. Como siempre con Juanjo Mariezkurrena a mi vera y los deLerín detrás. Félix no andaría lejos. En la media maratón a la altura del Paseo de Errondo Juanjo abandonó su mutismo para decirmeque aflojara un poco, que aún quedaba mucho. Semejante prudencia era algo sorprendente en él que corría hasta reventar. El caso esque íbamos volando y un poco con el freno echado. En el km 20 habíamos pasado en 1h. 16’ 44’’ y las mejores sensaciones.

En el km 30 (en el comienzo de la Avda. de Navarra) el tiempo de paso fue de 1h 56’ 34’’ y yo me asusté un poco porque íbamosa 3’ 53’’ y aún quedaba lo peor. El caso es que le dije a Juanjo que si quería irse que lo hiciera, que yo iba a aflojar algo. Paraentonces el numeroso grupo que nos seguía ya se había hecho añicos. Y a partir de entonces a sufrir, pero más por temor a lo quepudiera pasar que a una causa justificada. Como en todas las maratones que he corrido al final siempre he bajado un poco, así queentré en solitario con un crono de 2h. 47’ 24’’, que supone correr los 42 km a 3’ 59’’. Había conseguido por tercera vez consecutivabajar otros 5タ?? con respecto al año anterior. ¿Dónde estaba el límite? Por cierto, Juanjo llegó 1 minuto antes que yo, así que“chapeau”.

Os podéis suponer la satisfacción. Cualquiera del mundillo korrikalari te paraba por la calle para darte la enhorabuena. Mi hijo enMarianistas sacando pecho y mi mujer diciéndome que estafa afilado y con los ojos de loco. En fin, lo normal.

Y sólo quedaba ya la Behobia, justo un mes más tarde, con una afluencia creciente año tras año y que ya contabilizaba 5.528participantes.

Llegué exactamente con el mismo tiempo del año anterior: 1h. 18’ 43’’ y recuerdo que junto a mí en la carrera venía Juan Mª.Lujambio, a la sazón patrón de la trainera de San Juan (creo), famosísimo en los pueblos por los que pasábamos: Irún, Lezo, Pasajes,Trintxerpe. Yo ya estaba un poco harto de escuchar durante toda la carrera: ¡aupa Lujambio!, ¡aurrera Lujambio! Solamente alcoronar el Alto de Miracruz empezaron a escucharse algunos gritos de ¡venga Fernando!, que se fueron incrementando por la Avda.de Navarra, Zurriola y Boulevard, donde se apostaban algunos incondicionales míos año tras año. ¡Toma castaña! decía yo por lo“bajinis” mientras le superaba en el sprint final.

Estaba llegando a su fin el segundo año glorioso de mi humilde historia atlética, y no es falsa modestia. Diciembre se me presentabaplagado de despedidas y comidas de trabajo por la Navidad. Ponía fin a ocho años de actividad en el sector asegurador que mehabían supuesto un enorme avance en el nivel profesional y el económico, sólo comparable con el derroche de trabajo que yodesarrollé partiendo de cero en la profesión. Época emotiva porque dejaba atrás muchos compañeros y afectos. Volvía a mi casamadre sin saber lo que me iba a encontrar y con la incertidumbre de mi destino concreto. Lo que sí sabía con seguridad es que sería enSan Sebastián, pues eso estaba perfectamente atado en mis condiciones de vuelta.

El día de la Lotería de Navidad, 22 de diciembre se desplazó a Bilbao la totalidad del equipo directivo de la compañía y a la cabezasu Presidente, Directores Generales, etc., donde se celebró mi despedida oficial (suena raro eso de “se celebró”, pero no lo voy a

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cambiar) en un prestigioso restaurante. Al final de los discursos me impusieron la insignia de oro de la compañía que lo único quedemostraba era que no lo había hecho tan mal.

El año siguiente -1.993- tenía que afrontar nuevos retos: empezaba de nuevo a trabajar en el Banco y además se celebraba enDonosti la COPA DEL MUNDO DE MARATON. ¿Que pasaría?, porque lo que estaba claro es que el mundillo atlético donostiarraestaba esperando el evento como agua de mayo, dispuesto a darlo todo en la prueba.

Capítulo 23. La caída del imperio romano. 14-08-2010Hoy es la víspera de la Virgen y espero a mi hermano José Luis (el que me echó de su lado en la Behobia) y su mujer para pasar el

comienzo de la Semana Grande. Se hace raro eso de que el primer día sea la víspera, pero el calendario manda.A la tarde iremos a los toros y cenaremos esta noche por ahí cualquier cosa porque mañana domingo mi hermano quiere salir pronto

a correr y lógicamente le acompañaré, con permiso del inoportuno dolor que desde el lunes me está dando guerra en la pierna derecha.Y me centraré en lo que hace nada dejé pendiente: el año 1.993.El 2 de Enero comencé a trabajar de nuevo en el Banco. Pero en un banco prácticamente desconocido para mí porque ocho años

no pasan en balde (sobre todo en el aspecto tecnológico) y porque el nuevo era fruto de una fusión entre el Vizcaya y el Bilbao. Enrealidad no tenía nada que ver con lo que yo dejé. De cualquier manera, fui muy bien recibido y me adjudicaron un puesto de bastanteresponsabilidad en Donosti (y mucho mejor de lo que yo esperaba) que me obligó a esforzarme seriamente y ponerme al día de laforma más rápida posible. Pero como los fundamentos de la banca seguían siendo los mismos de siempre no me encontré condemasiados problemas.

El Banco estaba embarcado en una actividad frenética orientando su negocio a las economías particulares una vez superados losimportantes problemas que surgieron en la fusión. Estaban necesitados de gente comercialmente activa y que supiera manejar ycoordinar equipos de trabajo orientados a la venta. Precisamente lo que había hecho yo durante ocho años en un sector mucho máscompetitivo y agresivo que la banca, así que no me duelen prendas en reconocer que me encontré como pez en el agua.

Cuando digo que fue fácil, me refiero exclusivamente al periodo en que yo ya supe exactamente cual iba a ser mi nuevo cometido.Todos sabemos que los mayores temores son a lo desconocido. Y ahí fue -en diciembre- donde yo estaba de los nervios, porque losprincipales puestos de dirección del banco en Gipuzkoa estaban en manos de gente del Bilbao que eran los que cortaban el bacalao(ha sido pura casualidad lo de Bilbao y bacalao, pero aprovecho para recomendar a los que, de vez en cuando, se den una vuelta -siempre recomendable- por el Botxo que vayan a comer al Bola-viga un bacalao Club Ranero, o mejor, media ración del anterior yotra media al pil-pil, para poder comparar. Me lo agradecerán), siendo yo un perfecto desconocido para ellos, así que me temía lopeor. Como muchas veces en la vida, la casualidad hizo que conociera al “jefazo” máximo en un restaurante y fuera de cualquierprotocolo oficial. Creo que este “conocimiento” previo fue fundamental pues me permitió colarle un par de nombres a los que podíapedir información de como y quién era yo en mi anterior etapa bancaria. Así lo hizo con tiempo suficiente para que cuando yoempezara a trabajar ya estuviera todo decidido de forma muy favorable para mí. Me quedaría en San Sebastián como director de laoficina principal del antiguo Banco de Vizcaya, en la Avenida nº 10.

Exactamente la misma oficina en la que yo empecé a trabajar 27 años antes recién aprobadas las oposiciones, pero esta vez en eldespacho forrado de madera, con cuadros de firmas importantes en las paredes y que tanto respeto me imponía cada vez que eldirector de entonces me requería o permitía mi acceso. Nunca pensé que mis posaderas ocuparían el butacón sinfonier de piel giratorioque usaba el imponente director que yo conocí en mi ingreso. Su gran tamaño y su aspecto hosco eran justo el prototipo de lo que sesuponía que debía ser cualquier director bancario de los de entonces que se preciara. Marcaba el canon al uso. Sus manerasdictatoriales también se correspondían con las que entonces se “llevaban”.

Nada que ver con lo de ahora, donde había que “convencer, no vencer” y “sacar lo mejor de cada uno para que se reflejara luegoen la calidad de su trabajo” y, por supuesto, dar el “callo” como el primero para poder exigir después, y no como entonces, donde elpeso de la “faena” gravitaba de forma inversamente proporcional a la categoría. Cuanto más “currito” más “curro” y a más categoría, lainsoportable levedad del ser, que diría Kundera.

Todo esto lo cuento porque mi nuevo destino me iba a permitir con cierta estabilidad entrenar sin sobresaltos de viajes y reunionesno programadas, además de comidas, comilonas y desayunos de trabajo. Estas no faltarían pero no con la frecuencia asfixiante de lasituación anterior, donde era lo habitual.

Pero vayamos a lo realmente importante, después del inmejorable año anterior, hablando siempre en términos deportivos. Erainevitable que desde comienzo de año la Copa de Mundo de Maratón a celebrar el 31 de Octubre sobrevolara permanentementesobre el mundillo atlético y en el fuero interno de cada cual el hacer un buen papel en esta prueba era el objetivo del año.

Pero yo no lo empecé con buen pie porque la primera quincena de enero la palabra definitoria fue “bronquitis”. Una más de las quecon frecuencia me asaltaban en invierno. Mencionaré un par de anotaciones de aquellas fechas para ponernos en situación:

-Día 31 de enero: Carmelo/Peine y vuelta, con Fisher. Fuerte y bien. Casi me descuelga. 16 km, tiempo 73’.-Día 27 de febrero: Errondo-S.Juan de Dios-Peine y vuelta. Con José Manuel (Pinceles). Frío, granizo. 20 km, 93’.

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En febrero, casi todos los días mi recorrido entre semana contemplaba subir a San Juan de Dios en Errondo y ese recorrido lo hacíahabitualmente solo. La compañía era para el llano. Las cuestas en solitario.

Totalicé el primer trimestre con 690 km de entrenamiento en 46 días. Bastante menos que cualquier otro año de los últimos aunquelos quince días “bronquíticos” de enero pesaban lo suyo.

Abril también fue atípico porque solo corrí 17 días aunque el kilometraje no estuvo mal. Supero los 18 km diarios y en sieteocasiones la distancia fue de 20 km.

Los primeros días de mayo fueron bastante buenos. El día 3 lunes corrí muy fuerte 15 km en 60’. Entre el sábado y domingo habíaentrenado 43 km. y el martes otros 15 km en 63’. O sea que en cuatro días consecutivos “cayeron” 73 km sin ninguna prueba a lavista.

Esto puede dar una idea de la seriedad con que me tomaba la gran cita. También puede no ser cierto, porque la supermaratónestaba a cinco meses vista. Lo que pasa es que después de escribirlo no lo he querido borrar, porque, ¿quién puede saber mi intenciónen aquellos días de entrenamientos tan intensos? Seguramente como casi siempre influiría la Copa del Mundo pero también mipredisposición deportiva: correr por correr, porque me gusta. Así de simple. Lo que pasa es que ahora tengo que interpretar con losdatos que manejo lo que pasaba por mi cabeza en aquellos tiempos, y así lo reflejo.

En junio sólo citaré que volví a correr en los aledaños del Moncayo, y que los días 12 y 13 corrí 21,5 km cada uno de ellos, contiempos de 1h. 30’ y 1h. 25’ respectivamente.

Cuando ahora veo estos registros me entran escalofríos y pienso que me podía equivocar en las distancias o en el cronómetro, peropor otra parte sé que los recorridos los tenía perfectamente medidos y contrastados de forma reiterada y en el reloj es difícil errar.Tampoco tiene mucho sentido querer engañarme a mí mismo, dado que las anotaciones no tenían ningún otro destinatario y seríaabsurdo hacerlo, así que las tengo que dar por buenas.

El segundo trimestre había aumentado bastante el nivel de entrenamiento: 55 días y 915 km. Más de 300 km por mes.Y julio todavía más. También empecé a incluir series un par de días por semana, que incrementé en agosto y septiembre. En este

segundo trimestre batí mi marca personal de entrenamientos en tres meses: 1.216 km más 93 en series en 66 días. Sale a más de 19km día.

Si alguien del mundillo korrikalari actual pone en duda lo que aquí reseño, no me sorprendería. Lo que ocurre es que los métodos deentrenamiento en 17 años han cambiado tanto que sería muy difícil para alguien que ahora tenga 30 años, por ejemplo (en el 93 tendría13), imaginarse lo de entonces. El lema era meter kilómetros entre semana y meter más kilómetros el fin de semana. Y poco más.Circulaba una teoría según la cual para hacer los 42 km en menos de 3 horas, tenías que entrenar esa distancia multiplicada por diez almes, es decir: 420 km en cada uno de los tres meses de preparación. Y esa era nuestra meta: 100 km a la semana. Ya me hubieragustado a mí una preparación científica a base de úes, pulsaciones y de unos 80 km semanales. Pero eso era lo que había y a eso nosdedicábamos con fruición.

Recuerdo que por estas fechas yo rodaba por la alfombra verde del mini-estadio de Anoeta a menos de 2 minutos la vuelta deforma incansable y con bastante comodidad. Y venga vueltas y vueltas. Así que no es de extrañar que el gemelo izquierdo se cansarade tanta tabarra y protestara de la única forma que sabe hacerlo: con dolor. Fue el primer aviso de que las cosas podían no ir bien,aunque afortunadamente duró poco. A los días ya estaba otra vez en marcha, pero con precaución.

El día 10 de octubre teníamos un aperitivo de -voy a seguir llamándola así- la gran cita: los 20 km Adidas con casi mil participantes.Llegué el 168 con un tiempo de 1h 17’ 14’’, que no estaba mal, pero que me dejó algo decepcionado porque esperaba más. Meconsolaba diciéndome que el trabajo ya estaba hecho para el día D, tres semanas más tarde. Parecía que el tiempo iba más lento quede costumbre y que el día 31 no iba a llegar nunca, pero siempre llega.

Los días previos a la carrera ya veíamos por la Concha como grupillos de africanos delgadísimos y transparentes trotaban sin tocarel suelo, y otros, de cualquier país del mundo, no tan transparentes pero que tampoco tocaban el suelo. Había ambiente para unacontecimiento que no se iba a repetir fácilmente. Los corredores locales preparados como nunca para dar el do de pecho ante supropio público. La prensa de Donosti, desde hacía días venía elevando la temperatura con artículos de posibles participantes, edicionespasadas de la Copa del Mundo, etc. En las fotografías que ilustraban estos artículos y que conservo con esmero, son perfectamentelocalizables ilustres miembros de Donostiarrak, y otros no tan ilustres, que participábamos habitualmente en las competiciones locales.En fin, que todo el atletismo donostiarra bailaba al son que marcaba la Copa del Mundo.

Un par de domingos antes de la carrera me llamó mi amigo Iñaki Anza, fisioterapeuta de la Real Sociedad, para decirme si podíaentrenar con nosotros los últimos quince días, ya que también participaría en la prueba. Accedí encantado. A raíz de estos últimos“test” (yo le veía muy en forma) quedamos para salir juntos en la maratón. Mi objetivo secreto era bajar de 2h 45’, es decir, mejorarunos 2 minutos mi marca del año anterior, con lo que sería la cuarta mejora anual consecutiva. Había que correr a 3’ 56’’ los 42 km,es decir, bajar 3’’ el ritmo del pasado año. Para eso había entrenado más y mejor, o por lo menos eso era lo que yo creía.

El circuito que se había diseñado ya estaba homologado por los jueces agrimensores. Constaría de tres vueltas: una pequeña, otramediana y otra tercera más larga. Los atletas pasaríamos por el interior del estadio de Anoeta en dos ocasiones para terminar,

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asimismo, en Anoeta donde estaría situado el arco de meta, con la inscripción: IAAF World Marathon Cup.Precisamente en Anoeta, pero en el Velódromo, celebramos la comida de la pasta. Conservo una foto en la que estamos Txomin

Arizmendi, Miguel Domínguez, Javier Imaz, Gabi Lasaga, Iñaki Eizaguirre, Nano López, Rafa Errasti, José Mª. Iturrioz, IñakiPeñagaricano, Ignacio Mendizabal, Iñaki Arregui y yo, con ropa ya casi de invierno.

Y llegó el gran día con 3.300 participantes, pocos para la categoría del evento y más o menos el mismo número que en la últimaedición de 2009. Salí con Iñaki Anza como una flecha, haciendo el primer kilómetro en 3’ 45’’. La verdad es que íbamos muy rápidohaciéndonos hueco entre la gente. Yo estaba obsesionado con los 3’ 56’’ por kilómetro que me había propuesto hacer. En unavituallamiento, otro corredor me caló la zapatilla derecha con el agua de un botellín. Alrededor del kilómetro 15, Iñaki Anza me dejóporque yo no podía seguir su ritmo, y al pasar por segunda vez por el estadio me estaba molestando mucho una arruga que con elcalcetín mojado se me había hecho en la planta. En el 26 mi hijo Aitor en el Pº. de Vizcaya a la altura del avituallamiento que allí habíame preguntó que qué tal iba y le contesté que muy bien. Pero los que conocen el paño de este negocio saben que en cualquiermomento la cosa cambia. Al pasar el Puente Hierro hacia el Pº. del Urumea -km.27 más o menos- comprobé que ya no podría hacerel tiempo propuesto, a pesar de que en el 25 había pasado con 1h 37’ 30’’. No sé lo que me pasó por la cabeza, pero seguro que unintenso cabreo y un ataque de soberbia, porque sin pensármelo dos veces decidí retirarme. Juro por mi muñequera portallaves que ladecisión fue instantánea, sin reflexión alguna. Soberbia pura. Podía haber continuado sin problemas y terminar en 2h. 50’ ó 55’ en elpeor de los casos. No se me olvidará jamás encaminarme hacia mi casa en Carlos I cruzándome con los corredores que continuaban laprueba y buscando el camino más oculto porque la cosa ya no tenía remedio y huía como Judas después de la traición. La espadaflamígera del ángel vengador me perseguiría el resto de mi vida. Era la primera y última vez que me he retirado en una carrera y bienque lo pagué.

Una vez duchado en casa me sobraba tiempo para acercarme al estadio y seguir bebiendo las hieles de la derrota mientras veíaentrar, exultantes, a todos mis colegas. En aquella grada me juré no volver a retirarme jamás (salvo caso de fuerza mayor).

Los ecos de los días siguientes en la prensa siguieron hurgando en mi herida, que ya no cicatrizaría nunca. Cada vez que algúncompañero me preguntaba qué me había pasado, era como si derramara vinagre en mi úlcera virtual, cuya quemazón duraba todo eltiempo que yo tardaba en explicar lo inexplicable. Solo obtuve un beneficio de mi abandono: aprender lo que se siente al morder elpolvo y procurar no morderlo más.

El tonillo melodramático -a propósito- de la narración, viene al pelo para comentar el título del capítulo y de la película, que tambiénfue un drama sobre todo para los romanos. Esta película de 1.963 dirigida por Anthony Mann cuenta el desplome de un imperio queparecía eterno e inexpugnable para el enemigo exterior. Todo el montaje se diluyó como un azucarillo ante el ímpetu de los bárbaros(aunque en realidad duró varias decenas de años).

Eso más o menos me pasó a mí, que entré en un periodo de caída libre, abandonado a mi suerte y lamiéndome las heridas.Lamentaba sobre todo el no haber tenido la serenidad suficiente como para calibrar la tontería de no terminar pudiendo hacerlo. No séque me creería yo en aquella época, pero seguro que me tenía por más de lo que valía, deportivamente hablando. No era más que unaficionado que corría para disfrutar y por una tontería estaba pasándolas canutas. Un error, un inmenso error. Pero dejemos elpsicoanálisis a los argentinos y volvamos al lío.

Quedaba por correr la Behobia dos semanas más tarde, pero ya sin ilusión ni ganas. La participación ya ascendía a 6.000 de losque 5.200 se clasificaron. Ocupé el puesto 747 con un tiempo muy mediocre: 1h.23’05’’, y terminé el año arrastrándome como almaen pena y pensando seriamente en mi retirada definitiva de la participación en carreras.

En diciembre corrí en Madrid un par de días por el parque Juan Carlos I próximo al recinto ferial de IFEMA casi pegando aBarajas. Quien tenga oportunidad, que lo visite porque es un sitio inmejorable para trotar.

Y antes de Navidad pasamos una semana en Córdoba a donde llegamos en el AVE inaugurado tres años antes. Tambiénrecomiendo el hotel Meliá ya que está en medio de dos amplias avenidas con un parque a su alrededor, ideal para correr. Por supuestoque también troté por los rincones más insospechados de la ciudad. Averroes ya casi me saludaba al pasar ligero cerca de su pedestal.

Y aquí acaba la historia del año 93, tremenda, terrorífica y estremecedora que entenebreció el recinto a veinte leguas de Pinto y atreinta de Marmolejo, que diría mi añorado Jorge Llopis, líder indiscutible de la poesía humorística.

Capítulo 24. Buenos días, tristeza. 18-08-2010Hoy viernes de Semana Grande he salido a comprobar lo mal que sigue mi pierna derecha por la dichosa lesión de abductor que me

sobrevino hace 12 días. El problema podría solucionarse parando del todo una semana, pero se me hace muy duro quedarme en casaen pleno agosto. Mientras corría he tenido tres encuentros, cosa rara porque los viernes es día de descanso generalizado para el grupo.

El primero en la Universidad con Mª. Jesús, multifacética y correosa como pocas, en bicicleta de montaña y ataviada para unatravesía con compañeros del Club. Un poco más tarde en la rampa de Ondarreta con Agustín, el bergarés que nos visita todos losveranos y que parece incansable. Cuando después de correr a buen ritmo hora y media, por ejemplo, dice que seguirá un poco más yse va hasta Igeldo.

Trotando un poco con él ha salido en la conversación María, una corredora que no pertenece al Club, alta y muy delgada que se la

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puede ver haciendo series en cualquier sitio. Fue la vencedora de una edición de la Carrera de Primavera que organiza el Club y haceun par de años se la solía ver con un entrenador tunecino (yo creía que era argelino, pero Agustín me rectifica), y el buen estilo que lacaracteriza.

Y hablando de estilo hemos divisado de frente, desde el túnel del Antiguo hacia el Peine del Viento, a otra corredora que veníafuerte y con muy buenas maneras. Como el sol nos daba de frente no hemos reconocido a Nerea que adelantaba unos metros a Olga,ambas jóvenes y recientemente incorporadas al club que pretenden hacer por primera vez la Behobia y que han empezado a correreste año. A las dos les auguro un futuro prometedor. Este ha sido el tercer encuentro que me sirve para hablar un poco de losdiferentes estilos de correr que se pueden ver por ahí y su eficacia.

Como siempre, mi opinión es solamente mi opinión, sin contrastar con nadie y espontánea, como aquel que en el “spot” publicitariole regalaba flores a una desconocida y lo llamaba impulso.

Pues eso, que los estilos son absolutamente personales y no quieren decir prácticamente nada en cuanto a si son mejores o peores.Creo que, fundamentalmente, se reduce a una cuestión estética en la forma de correr y caracterizan a cada corredor como su nombreo su cara.

De hecho, la mayoría de los que solemos andar por ahí trotando, nos reconocemos a lo lejos simplemente por la forma de correr.Desde mi terraza suelo ver pasar a gente entrenando que identifico por “su estilo”, antes que la distancia me permita reconocer susfacciones, y no me suelo equivocar. La silueta, el escorzo y el gesto son como la huella digital de cada cual.

Hay estilos no muy armoniosos que demuestran una eficacia tremenda y otros estilos redondos y que habitualmente levantan mucholas piernas hacia el trasero que son más aparentes que otra cosa. Es decir, que parece que son más rápidos de lo que son realmente.Con respecto a este asunto de dar casi con los talones en el culete, en cierta ocasión, mi viejo y veterano amigo Javier Imaz, comentó auna tercera persona -por quien me enteré del asunto- que yo nunca haría una buena maratón por la poca economía de mi paso querepresenta un consumo de energía inútil para carreras de larga distancia. Él, por contra, tiene una buena zancada y levanta muy pocolos pies del suelo. Está curtido en mil batallas (no hace mucho seguía participando en Campeonatos de España de Veteranos en 800mts.) y su opinión tiene su peso, pero me parece que en este tema de los estilos no estaba acertado.

De hecho, mi marca en la maratón es mejor que la suya y otros maratonianos (¡Dios me libre de las comparaciones!) comoGebrselassie baten una y otra vez su plusmarca mientras se van sacudiendo talonazos en el culo y levantan bastante sus rodillas.

Paula Radcliffe, corredora de casta y pundonor, ganadora de la maratón de Nueva York y con medallas olímpicas y mundiales,corre como si se le fuera a salir la cabeza y el cuello del cuerpo y una zancada más bien corta. Parece siempre al borde de laextenuación pero ya, ya... Otros como Bekele, etíope ganador de casi todo tiene el estilo perfecto en la estética y en la eficacia. Correcomo sin esfuerzo, armónico y redondo. Sus brazos y piernas equilibran el conjunto de forma que parece que más que correr sedesliza. Sus cambios de ritmo apenas modifican su figura y traspasa la meta igual que empezó.

Ya he comentado el estilo de algunas otras figuras como Carl Lewis que en los 100 y 200 m parecía un guepardo tras una gacela deGrant. O el maratoniano luso Carlos Lópes cuadrado y sólido.

Y hablando de cuadrado y sólido, recuerdo un cross de Lasarte, hace años, que en la larguísima recta de llegada, por el centro ycon barro hasta las orejas, avanzaba como un blindado alemán de la 2ª guerra mundial, eliminando rivales a diestro y siniestro yentrando ganador en la meta un tal Constantino Esparcia. Era de una generación de atletas duros e infatigables como Antonio Prieto,de corta estatura y piernas graníticas a quien también conocí en Lasarte y con el que mi hijo tiene una fotografía.

Otra foto tiene también con Rosa Mota, diminuta corredora portuguesa de peso pluma que animaba el cotarro la víspera de laMaratón de Nueva York en el edificio de la organización. Parece mentira que organismos aparentemente tan frágiles puedan derrochartal cantidad de energía en carreras de larga distancia.

Y que decir del estilo estéticamente impecable de los medio fondistas británicos Sebastián Coe y Steve Crawn, que en el 1.500fueron imbatibles durante varios años.

Así que no creo que un estilo bonito sea más eficaz que uno que no lo es. Lo que sí creo es que intentar cambiar el modo de corrernatural de cada uno forzando otra postura u otra forma de echar los pies es un error. Quizás algún pequeño detalle pero nada más.

Antes de que se me olvide y a propósito de Paula Radcliffe, de un año a otro cambió absolutamente de aspecto, perdiendobastantes kilos y quedándose como la radiografía de un silbido, cambio que también se aprecia en otros atletas. Supongo que tiene quever con un cambio de entrenador y por ende, de dieta.

No sé hasta que punto estos cambios bruscos de anatomía mejoran su rendimiento físico, pero doctores tiene la santa madre iglesia.¿Y cómo evoluciona el estilo en uno mismo con el paso de los años? Hablo por experiencia propia. Durante muchos años mi estilo

natural me permitía correr casi de puntillas e inclinado hacia delante. Prácticamente no tocaba el suelo con los talones y la cabeza ibamuy por delante del cuerpo. Poco a poco la inclinación de la columna que me permitía correr así ha ido enderezándose (fosilizándose,más bien) con lo que la cabeza también está más recta y la pisada utiliza más “suela”. Ahora corro recto y pisando con toda la planta, atalonazo limpio, con lo que la energía que me proyectaba hacia adelante ahora solamente me permite botar y aprovechar algo la inerciapara avanzar.

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No sé si lo estoy explicando bien pero el proceso me recuerda la secuencia que ha experimentado el hombre desde la prehistoriapara convertirse en el homo sapiens-sapiens. Desde el australopitecus al homo erectus, homo hábilis, neanderthal, homo sapiens, etc.Seguro que no es ese el orden, pero sabéis a lo que me refiero.

Pasa lo mismo que en una maratón. En la salida la figura y el braceo son los correctos. A medida que los kilómetros van acumulandofatiga, el cuerpo se va quedando como un reloj de Dalí, la zancada se acorta y el braceo se convierte en algo así como una metáfora delas ganas que tenemos de llegar al final. Entramos en la meta como sentados en un sillón, con el culo hacia atrás y las manos apoyadasen el reposabrazos. Ya sé que exagero y alguien podrá decir que eso me pasa a mí, no a él. El problema es que con el tiempo tambiénle pasará a él.

Todo esto lo cuenta muy bien mi “fisio” de Donosti, Ramón Vega que en estos temas es un pozo de sabiduría y experiencia.Y con esta introducción peculiar llego al año 1.994 con una sensación extraña. Una especie de apatía muy cercana a la “tristeza del

corredor” que decía Murakami. En plan pasota y con la decisión tomada de no correr más maratones. Me había venido abajo de unaforma estúpida y la espada vengadora de la diosa Némesis seguía dándome mandobles de vez en cuando. Por eso me dejaba llevarpor la rutina sin plantearme nada más que seguir corriendo porque sí, sin el valor añadido de la motivación. Por eso he titulado elcapítulo con el de esta película de Otto Preminger filmada en 1.957 y basada en una novela de Francoise Sagan. Se desarrolla en laRiviera en un ambiente que va desde la displicencia y la buena vida a la languidez y hastío con que vive la gente adinerada.Protagonizada por David Niven, Jean Seberg y Deborah Kerr, a quien por cierto pude conocer “en vivo” en un Festival de Cine, en elAstoria donde salió a presentar la película a concurso por ella interpretada.

Lo que sí recuerdo muy bien es que quedé saturado de correr por los puentes y los aborrecí durante bastante tiempo. Conocía cadametro, cada bache y cada inclinación, así como los tiempos de paso. Tuve que “desengrasar” por otros itinerarios menos conocidospara afrontar el 16 de enero la San Hilario que se desarrolló en Miramón con mucho frío y lluvia sobre una distancia de 7,75 km. Hiceun tiempo de 28’ y como siempre el pintxo de chorizo y el caldo fue el mejor pretexto para pasarlo bien con los colegas.

Antes, el día de Año Nuevo salí a correr como viene siendo mi costumbre ininterrumpida durante muchos años, pero llevaba desdeel 23 de diciembre sin entrenar. Ocho días en seco sin motivo aparente dicen bastante de mi estado de ánimo.

En febrero seguía la misma tónica. Entre un fuerte catarro y los carnavales pasé doce días sin correr. El virus de la desidia se meestaba apoderando. Se aprovechaba de que la guardia estaba baja. A finales de mes corrí en Getxo-Neguri por el espigón del puerto yaledaños.

El día 6 de marzo tengo registrada una anotación que por lo insólita la reproduzco: “Carmelo-Peine-Carmelo. 70’. Con Barace.Fuerte y bien, Juanjo (Mariezkurrena) detrás”. Algo le pasaría a “Tintín” para no llegar primero.

A mediados de mes empecé a encontrarme más animado. La “culpa” podía ser de una nueva carrera de medio maratón que iba adisputarse en Azkoitia. Se trataba de la Azkoitia-Azpeitia que desde la primera edición ha tenido siempre muy buena acogida.

Incrementé algo los entrenamientos y en el fin de semana del 19 y 20 de Marzo ya hice 37 km. El día 27 se celebró la carrera queme pareció bastante dura por las revueltas iniciales por Azkoitia y las cuestas de la carretera que había que afrontar varias veces.Desconozco si ahora el itinerario es distinto. El caso es que la terminé con un tiempo de 1 h. 23’ 59’’. Participamos 700 y quedébastante satisfecho del resultado. No todo iban a ser tristezas. De vez en cuando una alegría servía para recuperar la fe en el serhumano y sus circunstancias.

¿Sería posible salir del “atontamiento” en que me encontraba? Seguro que sí. El tiempo todo lo cura. Pero los estragos de la últimamaratón eran evidentes: en el primer trimestre corrí solamente 43 días un total de 574 km. La cifra más baja de los últimos cinco años.

Lo que sí hice a finales de marzo y primeros de abril es pasar la Semana Santa como tantos otros años en Poyales (Ávila), corriendopor el embalse de La Rosarito. Muy cerca de Candeleda se encuentra el Santuario de Nª. Srª. de Chilla, virgen que tiene muchosdevotos por aquellas tierras. Yo ya lo había visitado en coche y había que subir unas cuestas tremendas, de esas que en algunas curvasde 180º la variación del eje es de un metro de altura. De vez en cuando veía un cartel anunciando una carrera para el Domingo deResurrección desde Candeleda hasta el santuario y pensaba que “esos romanos estaban locos”, como decía Obelix. Así que el díaantes de la carrera se me ocurrió precisamente subir hasta allí. Salí con mi hermano José Luis, quién en las primeras rampas se dio lavuelta. Yo seguí, más por cabezonería que por otra cosa, pero con unas dificultades tremendas porque la subida cada vez era máspronunciada. Llegué extenuado y casi escalando. En 10 km tardé nada menos que 64’ y gracias por haberlo conseguido. No quise niimaginarme lo que tenía que ser la carrera. Que la Virgen de Chilla les acompañe, porque lo que es yo...

En el viaje de vuelta troté en Miranda de Ebro por la carretera de Orón, escenario ampliado de mis andanzas infantiles, con esasensación de ver lo pequeños que son los sitios que recuerdas de tu infancia. Y el resto del mes de abril, corrí casi todas las veces en elminiestadio de Anoeta, pero sin series ni nada parecido. Trote puro y duro por la alfombra verde.

Mayo se presentó con mejor cara. En tres ocasiones corrí 21 km y el día 23 tengo la siguiente anotación: “Anoeta-Arzac. Bien.Cansado al final y después de 8 días sin correr 13 km, 53’. Hay que ver lo bien que sienta a veces un descanso.

Pero la mejoría era un espejismo, como demuestra esta otra nota de mi cuaderno de bitácora del día 13 de junio después de miacostumbrado “stage” en el Moncayo: “2 vueltas puentes. Después de 15 días sin correr. Crisis, crisis, crisis”. Así, por triplicado. En el

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total del mes 104 km en 9 entrenamientos. Desastre total.Nada que reseñar de julio y agosto salvo mis vacaciones en Almería, donde me dediqué a viajar por la provincia, Cabo de Gata,

Mojacar, etc. De todas formas, en agosto ya entrené 21 días con un total de 268 km. El día 23 de este mes anoto lo siguiente:“Anoeta-Aquarium. Bronquitis. Bisolvón. Agotado”.

En septiembre corrí en 15 días 227 km y curiosa anotación la del día 18: “21 km. Suave y bien. Los últimos 5 km con Barace en21’ “.

La primera quincena de octubre sirvió para un corto viaje a París de donde me fui sin salir a correr, cosa de la que siempre me hearrepentido. Supongo que con las palizas a andar en plan turístico que nos dábamos ya sería suficiente. Y a mediados de mes empecéa hacer series de cara a la Behobia que se celebraría el 13 de noviembre. Pero nada que ver con lo años anteriores. Salía un día decada dos y los tiempos registrados no tenían nada que ver con otros de años anteriores. Así que esto se reflejó en la carrera. Terminécon un tiempo de 1h. 20’ 25’’, que no está mal, pero tampoco lo bien que los últimos años. Ya la participación había ascendido a7.800, siendo 7.145 los clasificados. Ocupé el puesto 480. Mi tiempo de paso por el km. 10 fue de 41’ 04’’.

Y terminé el año como lo había empezado, sin pena ni gloria y con esa sensación de que lo mejor de mi carrera deportiva ya habíapasado, y que tendría que encarar el futuro con otra disposición, por supuesto, menos competitiva. Fue el “año tonto” por excelencia.Se puede apreciar que no he mencionado ni de pasada la maratón que se celebró en octubre. Yo con “esa señora” ya no me hablaba,así que el mejor desprecio es no hacer aprecio.

Lo que en realidad me pasaba era como a la zorra con las uvas que veía en el fondo del pozo: decía que no las quería porqueestaban verdes... Pero esa es una apreciación mía desde mi punto de vista actual. Entonces es posible que no las quisiera de verdad.

Capítulo 25. Casablanca. 23-08-2010Voy a comenzar este capítulo con dos referencias al inmediato anterior y luego entraré de lleno en el meollo de 1.995, año que

marca un punto y aparte de muchas cosas, que trataré de explicar un poco más adelante.Hoy hemos ido a comer con unos amigos y mientras esperábamos en la parada del Hotel Codina el autobús para ir a la Parte Vieja,

he visto pasar corriendo a Txomin Arizmendi, mi viejo amigo y maestro. Tiene algunos años más que yo y le vengo oyendo decir desdehace tiempo que se va a jubilar del todo. Pero creo que todavía sigue en activo porque la hora de correr (la una y media del mediodía)con una temperatura de 25º no es la que escogería un jubilado. Le he comentado a mi mujer el estilo impecable que aún conserva einternamente he pensado que ya me gustaría a mí a su edad seguir corriendo con ese estilo.

Bueno, me olvido ya de los “estilos” y paso a aclarar el porqué del titulillo. No tiene nada que ver con esa leyenda urbana queremedando una frase de la “peli” dice eso de “tócala otra vez Sam”, como rápidamente habrá pensado alguno con sentido del humor yde reflejos rápidos, tipo Koteli, por ejemplo. Nada de eso.

El título tiene que ver con (¡jopé, que difícil me va a resultar explicarlo!) mi viaje a París del pasado octubre. Yo ya conocía laciudad de una visita relámpago anterior, pero mi mujer no. Así que disfrutamos de lo lindo “apatrullando la ciudad” que diría Torrente,y fisgando rincones poco transitados por la multitud turística omnipresente (la solitaria Plaza de los Vosgos, por ejemplo, próxima a laÓpera nueva).

Lo pasamos muy bien y nos prometimos volver. El caso es que en mi situación de apatía deportiva, una vez que voluntariamente hatirado uno todo por la borda, “siempre nos quedará París”, que diría Humphrey Bogart, cuando también él renuncia a todo. El todo eranada menos que Ingrid Bergman. Bueno ya está dicho. Es una relación traída por los pelos, en sentido subliminal y muy alambicada,pero yo ya me entiendo y cualquiera que pueda leer este rollete, que seguro que será una persona inteligente, también.

En este año, 1.995, se produjeron dos hechos importantes en el devenir deportivo de este humilde corredor y aprendiz de escritor.Y ambos en el mes de enero.

El día 12 de ese mes nos trasladamos a vivir al Antiguo, dejando nuestra casa de Carlos I en Amara Berri donde habíamospermanecido durante 20 años nada menos. Esto en principio no tenía por qué afectar a mi afición a correr, pero ¡vaya que sí afectó!La primera consecuencia fue que me alejaba mucho del miniestadio de Anoeta escenario de casi la totalidad de las series que yo hacíaen las épocas de entrenamientos intensos.

Así que desde entonces las series que yo he hecho han sido prácticamente marginales. Y más que series lo que hice a partir deentonces fueron aceleraciones o cambios de ritmo en carrera, pero series, series, cronometradas y con su correspondienterecuperación, muy pocas.

Bastante tiene uno que esforzarse en las mismas, como para hacerlas de cualquier manera y en cualquier otro sitio público. Si yacorriendo normal mucha gente piensa que se te ha ido la pinza, si te ven haciendo series avisan directamente a los loqueros (o a losbomberos por el sofoco).

Así, que ¡hala, castigado sin series!, por malo. Lo que ocurre es que hacer series es un buen remedio para evitar o por lo menosretrasar el acortamiento biológico de la zancada. No solamente mantienes o incrementas la velocidad de carrera, sino que evitasacostumbrarte al paso cómodo y pachanguero. En fin, que una consecuencia directa del cambio de domicilio iba a ser dejar de ser

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rápido. Es lo que tiene el efecto mariposa.Y otra consecuencia directa fue el cambio de itinerarios. Dejé los puentes, Anoeta, los Hospitales y San Juan de Dios, y empecé a

correr por la Concha, Miramar, Universidades, Berio y Aiete. ¡Ah!, y la Chapa, que descubrí por aquella época, aunque este cambiotiene mucha menos importancia.

Y también en enero se produjo un hecho trascendental para el Club Donostiarrak: nada menos que una cena colectiva en unasidrería de la Plaza de los Marinos, junto a Isabel II. Dicha cena había sido organizada boca a boca porque en la sobremesa se trataríade elegir un modelo de equipación para los corredores del Club. No sé de quién partió la idea pero lo cierto es que tuvo muchaaceptación porque nos juntamos más de treinta. Las libaciones durante la cena fueron abundantes y recuerdo con nitidez lasexplicaciones de Imanol, el Profe Chiflado, para hacernos partícipes de la emoción que siente el cazador justo antes de disparar a lapieza. Algo parecido al éxtasis de Santa Teresa cuando levitaba. En fin que la cena fue un éxito y lo pasamos divinamente. En lasobremesa, Macu, única mujer del grupo, ofició de modelo de pasarela (usamos para ello la mesa) con los diferentes equipos quealguien se había encargado de pedir, creo que a Deportes Zubeldia. Para los peor pensados diré que el “pase” fue muy recatado yaplaudido, eligiendo al final el que sería el primer uniforme oficial del Club Donostiarrak (que yo sepa), y que aún conservo paracuando tengamos un local propio y en algún rincón del mismo instalemos un embrión de museo (esto me lo habréis oído decirbromeando en alguna ocasión, pero ahí queda la idea). No solamente conservo ese atuendo blanco y azul con algo amarillo en loscostados, sino todos los demás modelos que se han ido eligiendo, con la excepción de la camiseta a rayas verticales blancas y azulmarino que le regalé a Osmar el brasileño al finalizar la “corrida”, como él decía.

No me resisto a publicar la lista de los 32 componentes del Club, todavía sin estatutos y que funcionaba por adhesión, quesolicitamos el nuevo equipo. Puede que esta sencilla decisión fuera la argamasa que sentó las bases de lo que algún año más tarde diolugar a la fundación institucional del Club, con sus correspondientes Estatutos y Junta Directiva.

La relación de los solicitantes del equipo es esta (están indicadas las tallas pero las omito para evitar algún disgusto a alguien): GabiLasaga, Imanol Glez. de Audicana, Joxemari Insausti, Félix de Miguel, Fernando Antúnez, José Ramón Arriarán, Ramón GarcíaLabayen, Ramón Mújica, José Ramón Hospital, Mikel Arzac, José Ángel Urbistazu, Javier Castelruiz, José Luis Zubiaurre, JavierIrazusta, Juanjo Bueno, José Manuel Vicente, Juan Carlos Arregui, José Luis Ostolaza, Miguel Domínguez, Fernando Calvo, IgnacioMendizabal, Rafa Errasti, Iñaki Alcorta, Gorka Fernández, Iñaki Eizaguirre, Nano López, Carlos Benito, Antxon Etxeberria, JuanjoMariezkurrena, Joxemari Iturrioz, Patxi Zubiri y Gabi Beldarrain. El orden es el mismo que el que figura en la relación y supongo quealguno más que no figura en la lista también lo pidieron, como pueden ser Macu y Joserra, por ejemplo. De los 32 citados y con un parde dudas, creo que 8 han dejado de correr, pero es que han pasado 15 años nada menos.

El estreno oficial de la equipación se produjo en la Azkoitia-Azpeitia que se celebró el 26 de Marzo de ese año. Uno, que es muyprevisor, se ocupó de inmortalizar el momento del estreno llevando a la prueba una cámara fotográfica. En una de las escasísimas fotosque conservo aparecemos Gorka, Juan Carlos Arregui, Juanjo Mariezkurrena y yo antes de la salida. Algunos más que fueronllamados a gritos para “posar” fueron traicionados por los nervios previos a la prueba y salieron trotando hacia Azkoitia ajenos a latrascendencia de la instantánea.

Así que ya éramos un Club serio. Con mucho “cachondeo” pero serio, porque a partir de entonces los “modelitos” se sucedieroncon bastante rapidez. Recuerdo que el siguiente fue de color azul marino con detalles en los costados con los colores de la ikurriña.Más tarde el citado de rayas verticales azul marino y blancas que parecía de plástico y después todos han sido ya muy parecidos alactual con las conocidas rayas horizontales blancas y azul Donosti, aunque variando la anchura de éstas. Algunos heterodoxos, comoJosé Manuel Pinceles, imprimían el Donostiarrak en otros modelos ajenos a la “oficialidad”, sorprendiendo al respetable con conjuntosfavorecedores que dejaban al resto de la plantilla a otro nivel de elegancia.

Y hablando de equipaciones, hay que ver como han evolucionado los tejidos de las prendas deportivas y concretamente las de loscorredores.

Durante muchos años el dogma oficial era que como las prendas de algodón ninguna. Y así era porque de lo que existía era lomejor. Pero empezaron a aparecer los tejidos de fibra y en poquísimos años se hacía muy difícil ver a alguien con las viejas camisetasde algodón. Algún espontáneo, o esporádico, o nostálgico, pero pocos pocos. Y dentro de las fibras las porosas y que permiten lacirculación del aire, las antiadherentes, las... caras. Porque algunas de no ser por el “marketing” no podrían justificar su precio.

Y esto del “marketing” me hace recordar la salida al mercado de otros “productos milagro” cuya novedad se extiende como elaceite y que en poco tiempo han pasado de moda, poniendo en duda la utilidad del mismo. Me refiero, por ejemplo, a la pinza en lanariz para facilitar la respiración. Recuerdo un Campeonato de España de Cross en la “tele” en el que casi la totalidad de losparticipantes iban “pinzados”. Ahora prácticamente nadie la lleva. Se nos ha ido la pinza.

Otro ejemplo es el de las medias relajantes hasta la rodilla, por cierto carísimas, que tras una aparición con éxito regular handesaparecido del panorama. O las tiras de colores para las diferentes lesiones, a las que no he sido ajeno en una ocasión muyseñalada.

En fin que creo que en algo tan simple como el correr, casi todo está inventado salvo lo que tenga que ver con el calzado cuyaevolución y mejora ha sido evidente. Aunque también aquí hemos “picado” algunos con aquella famosa burbuja de aire en la

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amortiguación que más que elevarnos la zancada elevaba el precio de la zapatilla. Como el resto de burbujas, la tecnológica, lainmobiliaria, etc., ésta también ha pinchado.

Y por desconocimiento no me quiero meter mucho con los cronómetros, pulsómetros, GPS’s y otros artilugios tecnológicos dedudosa utilidad salvo que uno sea un curioso de estos temas. Hay quien ha pasado varios meses intentando entender el funcionamientode algún supercronómetro (y no miro a nadie) que al final te dice que has hecho el kilómetro a 5’ 15’’. Como los demás.

Pero bueno, todo esto da “vidilla” al grupo de corredores. De algo hay que hablar, que no todo va a ser correr.Por lo que a mí respecta, soy reacio a “cargar” con cualquier cosa que no sea lo imprescindible: zapatillas, camiseta, pantalón y

cronómetro-pulsómetro de los más sencillos del mercado. Si llueve o hace viento, gorra con visera, que será el producto más útil ymejor diseñado para la función a la que se destina. Y para de contar. En Almería donde no hay fuentes en los largos recorridos heintentado llevar algún cinturón portabotellas pero no he podido acostumbrarme. Tampoco a gafas de sol, cintas en la frente, radios,MP3 o cualquier otra cosa que suponga un engorro. O una distracción como, por ejemplo, los cascos de música para evadirte.Personalmente lo que yo no quiero es evadirme de lo que estoy haciendo: correr. Me gusta fijarme en la gente y lo que pasa en la calley oír la respiración de alguien que quiere pasarme y, en definitiva, sentir que estoy corriendo.

Y no quiero dejar el tema sin comentar algo sobre los calcetines. Durante años he perseguido los calcetines sin costuras, al principiogruesos, luego más ligeros y finalmente muy finos y a la altura del tobillo. He encontrado en un mercadillo de Almería los que mejor mevan a un precio irrisorio, y duran y duran... Esta es la prenda que más llama la atención cuando se ven fotografías antiguas y digoantiguas de hace sólo 10 ó 12 años. Altísimos calcetines cubriendo media pantorrilla y rematados por una o varias rayas horizontalesde colores en contraste con los minicalcetines actuales que apenas asoman de la zapatilla. Desde un punto de vista estético, muchomejor ahora que antes. Igual que cuando nos vemos con pantalones campana y camisas ajustadísimas de los años 70 (¡Jesús, quétiempos!).

Y para rematar este extenso comentario sobre la indumentaria y accesorios, diré que siempre que salgo a correr en compañía o engrupo pienso que, además de un hecho deportivo, es un acto social y como en todos los actos sociales procuro ir “en condiciones”, esdecir, presentable y con el aspecto mínimo exigible a cualquier otro acto homologable. Amén.

Como suele decir “Blasa”, personaje de José Mota el humorista: ¡ay Señor, llévame pronto! Pues eso, que me he enrolladodemasiado y aún tengo que contar todo el año 1.995 y “esto se me va de las manos”, en otro guiño al Mota citado y recordando a los“Almandoz Brothers” en Praga.

Al grano. El 12 de Enero empezamos a vivir en el Antiguo, cerca de la playa de Ondarreta y cumpliendo un sueño que desde quellegué a Donosti había tenido. Justo en la explanada en la que yo aparcaba el coche cuando vivíamos en Amara y los sábados ydomingos veníamos a la playa.

Como el que más y el que menos ha tenido que trasladarse de casa, ya sabe lo que eso supone. Ingentes cantidades de ropa, librosy cachivaches varios acumulados durante veinte años y que puestos en hilera darían la vuelta a Euskadi. Además de todo el “bricolage”necesario para acondicionar el nuevo hogar, que diría el cursi. En fin, un latazo solo compensado con la ilusión del estreno de la casa ydel nuevo entorno que tendría que ir midiendo para calcular los kilómetros de los entrenamientos, aunque más o menos ya estaba todo“agrimensurado”.

En estas fechas empecé a coincidir con Gorka, cuñado de Juanjo Mariezkurrena, que vivía muy cerca. Y con Ramón Múgica,también con su casa justo al lado. Nada reseñable hasta el 26 de marzo que corrí la 2ª edición de la Azkoitia-Azpeitia. Tengo quedecir que esta carrera me pillaba siempre algo descolocado en cuanto a entrenamientos. Mi fuerte era a partir de julio así que en elprimer trimestre solamente cumplía. De todos modos la carrera salió a pedir de boca. Hice el 144 de un total de 1.000 participantes yel tiempo ligeramente inferior al del año pasado: 1h. 23’ 26’’. Por debajo de 4 minutos el kilómetro que no está nada mal. En aquellostiempos creo que todavía llegaba por delante de, por ejemplo, el Tximbo o Cocoliso. Pero eso duraría poco.

Totalicé en el trimestre 53 entrenamientos con 623 kilómetros, pero ni una sola serie. Parece que la “neura” de 1.994 se me estabapasando y corría con algo más de alegría. Creo que empecé a darle la vuelta a mi “huida” de la maratón y pensando, pensando decidíque mi última participación en los 42 km no podía ser una retirada. Me lo debía a mí mismo. Así que fue tomando forma la idea decorrer “la última” pero honrosamente y como Dios manda. Lo digo porque los kilometrajes empezaron a ser normales, o mejor dicho,como los de antes.

El 2º trimestre sirvió como siempre para correr dos días en Candeleda (cada vez que me acuerdo del santuario de la Virgen deChilla, chillo o grito), y otros dos en el Moncayo, como siempre. Para los amantes de las efemérides, anotaré que el 9 de mayo seinauguró la playa y el paseo de la Zurriola, y allí estuve yo, corriendo hasta Sagués.

Total en el 2º trimestre: 49 días por 646 km, siguiendo la misma tónica del primero.En julio tuve una experiencia desagradable. Al día siguiente de llegar de vacaciones a Almería sufrí un lumbago fortísimo que me

duró nada menos que 15 días. Prácticamente todas las vacaciones, y sin coger la baja. Corrí el primer día y me dio el achuchón, entreotras cosas por el viaje del día anterior. Más de 11 horas al volante acaban con cualquiera (ahora pasan ligeramente de 9). Concualquiera de cierta edad, porque antes no me había pasado nunca. El caso es que estuve de un humor de perros, con relajantes y

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antiinflamatorios, pero casi sin poder ponerme los calcetines y mucho menos correr. ¡Con lo bien que yo hacía los deberes en Almería!Lo que sí podía es andar, así que en una ocasión hice la travesía a pie desde el pueblo de Cabo de Gata hasta la playa de Monsul,cerca de San José, escenario de infinidad de películas y “spots” publicitarios, y de una belleza natural impresionante. Se lo recomiendoa todos. Quién me iba a decir que 9 años más tarde esos parajes del Parque Natural me iban a servir de entrenamiento para afrontarlos 100 km andando de Madrid. Sólo corrí en julio 11 día porque el 30 me sacudió otro latigazo el lumbago. Pero esta vez se limitó aun día.

En agosto, ya repuesto, decido definitivamente correr la maratón y con ese objetivo empiezo a incrementar los entrenamientos,incluyendo series. Hice 25 km en tres ocasiones y entrené 25 días un total de 384 km. Y septiembre más de los mismo: en 24 días 422km más 30 en series (iba corriendo hasta el estadio de Anoeta para recordar viejos tiempos).

Y el 15 de octubre muy tranquilo y con la serenidad que da el trabajo realizado y mi despedida maratoniana, llegó el día de laprueba. Corrí bastante bien hasta el km 30 en el que un dolor en la pierna derecha me empezó a molestar bastante, y mucho al final.Terminé en 2h. 57’ 46’’ con la satisfacción de volver a bajar sin apuros de las 3 horas, pero los parciales dan una idea de lo que sufríal final, como siempre.

La media por kilómetro hasta el 30 fue de 4’ 04’’. Del 30 al 35 subí a 4’ 18’’ y del 35 al 42 nada menos que a 4’ 47’’, lo quequiere decir que llegué bastante tocado. Pero como era la última... De 900 inscritos nos clasificamos 761 y llegué en el puesto 203.

Una semana más tarde corrí en Miranda de camino a la segunda parte de las vacaciones que íbamos a pasar en Alfaz del Pí, en laresidencia del Banco. Muy cerca, como es sabido, está Calpe con su famoso Peñón de Ifach, así que un día sin pensármelo dos vecessubí hasta la cima en medio de gran cantidad de gaviotas inmóviles y ajenas a la presencia humana. Acordándome de la película “LosPájaros”, saqué unas cuantas fotos y bajé pitando, por si acaso. Pero fue una experiencia muy recomendable porque las vistas desdearriba son espectaculares.

Me entrené muy fuerte por la subida al faro que ya he mencionado en alguna otra ocasión y la verdad es que me encontraba muybien.

Corrí allí 12 días e hice series muy temprano por el paseo de las estrellas (de cine, como en Hollywood) de la playa de Altea con elinconveniente de que al ser de mármol, resbala mucho con la lluvia. Pero no tenía otra solución más a mano.

El día 12 de noviembre corrí mi mejor Behobia y no bajé de 1h. 18’ (hice 5 segundos más) porque uno es un caballero y en elpuente del Kursaal, viendo que venía una chica flanqueada por los escuderos que siempre rodean a una chica, me aparté galantementey me puse a su zaga en lugar de esprintar como era mi obligación. Pero uno es como es. Cuestión de carácter que diría el alacrán.

Así que batí mi récord y fue mi tercera Behobia con tiempo de 1h. 18’. Quedé el 399 de 8.237 clasificados (inscritos 9.011). Corría una media por kilómetro de 3’ 54’’, pero del 15 al 20 fui a 3’ 48’’. ¡Ah!, y subiendo Gaintxurizketa le pasé a Juanjo Mariezkurrena.¡Qué gozada!

El año se había arreglado bastante bien y el enfurruñamiento del 94 era ya agua pasada, afortunadamente.Cerré el año con 216 días de entrenamiento que a una media de 14 km día dan la friolera de 3.020 km.Y aquí termino el año en que lucimos por primera vez en la camiseta ese nombre, ahora ya mítico, de Donostiarrak.

Capítulo 26. De aquí a la eternidad. 25-08-2010Este será el último capítulo. Contaré el año 1.996 y me despediré con algunas consideraciones de orden filosófico y otras más

pedestres.Llevo escribiendo desde hace tres meses y casi se ha convertido en una costumbre. El caso es que me ha gustado la experiencia,

sobre todo porque me ha permitido revivir muchas cosas relacionadas con personas a las que aprecio y porque me he puesto al día enalgunos episodios de mi vida que la memoria olvidadiza iba convirtiendo en borrosos. Y alguna sorpresa como la que surgió ayercuando recopilando datos, fotos y fechas de este último capítulo, encuentro (mejor dicho, no encuentro) que tres semanas, de finalesde febrero y hasta mediados de marzo, se han volatilizado, o permanecen ocultas en algún lugar ignoto que no logro encontrar. El 17de marzo tengo anotado: “Infierno-Ondarreta. Suave. 3 semanas sin correr. 6 km 30’ “. He revisado álbumes de fotografías, herecordado mi situación profesional de esos días, he consultado con Merche y soy incapaz de “situar” porqué estuve tres semanas sincorrer. No me doy por vencido y seguiré investigando. ¡Pues bueno soy yo para estas cosas! Archivaré este caso junto con la teoríade los agujeros negros o la conjetura de Poincaré para aclararlos cuando me haga mayor, no pueda salir a correr y tenga tiempo desobra para dedicarlo a las pesquisas necesarias

El caso es que en febrero sólo corrí 4 días, cosa insólita, como el total del 1er. trimestre: 33 días por 361 km, incluyendo dos díasde marzo que corrí pisando nieve en el Moncayo. Cifras paupérrimas para lo que venía siendo habitual.

Hasta mayo no empiezo a correr en serio porque la Azkoitia-Azpeitia se celebraba este año el 30 de junio. Lo sorprendente es queel día anterior a la prueba corrí 16 km con Txomin Arizmendi. De cualquier manera, la carrera salió bien. Otra vez por debajo de 4minutos el kilómetro: 1h. 23’ 53’’. El puesto 132 de 700 inscritos y 581 clasificados.

En julio fuimos unos días de vacaciones a Almería y estuve desconocido. En plan “pasota” total. De hecho el peor julio de la última

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década en cuanto a entrenamientos: 12 días por 158 km Y en agosto me entoné un poco. Las cifras del tercer trimestre no engañan: 52días por 734 km, en los que incluyo tres días que corrí muy fuerte en Sanxenjo y otro día en Las Arenas, con mi hermano Chuchi, quereside allí.

El 10 de noviembre una nueva edición de la Behobia, cuya participación ya había alcanzado los 10.200. Volví a mi registro de 1h.18’ 50’’, y entré el 485, con lo que prácticamente puse fin a mi participación en carreras. Tuve que esperar dos años para volver acorrer una de 15 km en serio.

Terminé el año con 199 días de entrenamiento y 2.639 km en total. De esta forma tan sencilla pongo fin a datos concretos decarreras, tiempos, clasificaciones, etc. Ya sé que en esto me he puesto un poco pesado pero lo he tenido que incluir para que estanarración me sirva también de resumen de datos que tenía reflejados en un montón de papeles guardados. Además este escrito es parauso personal e intransferible por lo que no me debería preocupar mucho si he sido reiterativo y pesado en “mis datos”. Pero no hayque descuidar la posibilidad de que por uno de esos azares de la vida, caiga en manos de algún cazatalentos y se convierta en un “bestseller”, así que, por si acaso, pido disculpas por hablar tanto de mis “cifras”.

Ya dijo Marcel Proust: “A la mala costumbre de hablar de sí mismo y de los propios defectos, hay que añadir como formandobloque con ella, ese otro hábito de denunciar en los caracteres de los demás defectos análogos a los nuestros”. Pero ¡qué le vamos ahacer si es un relato autobiográfico!

De todas formas, al atreverme a escribir estas líneas, tuve en cuenta lo que el maestro Miguel Delibes decía sobre lo imprescindiblepara escribir una novela: “un hombre, un paisaje, una pasión”. No se trata de una novela, pero los tres condimentos básicos estánrepresentados, siendo obvio que las carreras de fondo son el paisaje y la pasión mi afición a correr.

Y ¿qué sucederá en el futuro? Tengo claro que intentaré seguir corriendo aunque el declive sea cada vez más evidente. WoodyAllen, en una de las últimas revistas semanales del Diario Vasco, decía más o menos que: “La vejez no trae nada bueno. Aconsejo atodo el mundo que evite envejecer. No es nada recomendable”. ¡Qué tío!

El caso es que cada vez acuso más las lesiones que ya se han convertido en compañeras inseparables. En esta situación voydesarrollando un instinto observador minucioso de cualquier anomalía o dolorcillo. El cuerpo humano es un delicado mecanismo yencontrar su puesta a punto perfecta una tarea sin fin. Y tengo la sensación de que si sufro (¡Dios no lo quiera!) una lesión importanteque me aparte de los ruedos una buena temporada, no tenga fuerzas para volver empezando de cero. Aunque también estoy seguro deque lo volvería a intentar. Acabaré como esos viejos paquidermos (¡menos risitas por la comparación. No tiene nada que ver con eltamaño!) que se separan de la manada para buscar su reposo definitivo en el cementerio de elefantes más próximo.

Al hecho de no poder correr hay que añadir otros daños colaterales, como la pérdida de contacto con mucha gente que estimo. Heobservado que cada vez que alguien deja de correr, se aparta paulatinamente del grupo. El nexo de unión necesario ha dejado deexistir y por tanto el hilo conductor de infinidad de temas de conversación. Ahora pienso que se me haría duro prescindir de losdesayunos del Eceiza (y de las pastas y galletas de Rafa). Echaría en falta el reproche de Aitor cuando llego tarde y le pido un cortado.Las bromas de Koteli o de Juantxo, las conversaciones ilustradas con Macu, Joserra, Juanjo, etc., y al resto de contertulios habituales,Fisher, Luismi, Belén, Joseba, Marian, Bego, Mariaje, Amaia, Idoia, Eva, José Luises (Rotring y el Pelucas), Pedro Miguel, Félix,Mikel, Marcos, Jesús, Iñaki, Roberto y todos los demás que de vez en cuando aparecen y que lamento no incluir.

Intentaría seguir andando y jugando al golf, y, cada vez que me cruzara con alguien que viniera corriendo, me seguiría fijando conenvidia en su estilo, velocidad, soltura, etc., en fin, que lo catalogaría mentalmente. Deformación profesional inevitable.

Creo que me estoy poniendo un poco sentimental con cierta anticipación porque aún tengo algo de cuerda, pero no puedo evitar eltonillo nostálgico de algo que se acaba. Calculando a tanto alzado los kilómetros que he recorrido en los más de 30 años comocorredor de fondo creo que superarían con creces los 60.000, que servirían, por ejemplo, para dar vez y media la vuelta al mundo porel ecuador.

Hubiera tardado más de 200 días corriendo sin parar las 24 horas a un ritmo de 5 minutos por kilómetro.Y ¿el Club?, ¿por dónde irá? Tengo claro que su continuidad está más que garantizada por la gran cantidad de jóvenes

incorporaciones y el buen hacer de las sucesivas juntas directivas, pero sospecho que cada vez albergará más actividades deportivas,además de las ya existentes de triatlón, bici de montaña, montañismo, etc., por ejemplo natación (o petanca para los que nos vayamosjubilando). En cuanto al correr, creo que el crono seguirá siendo importante pero mucha gente optará por otro tipo de carreras másvariadas: de montaña, ultrafondo, travesías, campo a través, etc.

No hay que olvidar que el conseguir un local propio debe ser objetivo irrenunciable y tampoco desechar la colaboración de unpatrocinador importante, pero sin perder la independencia en la orientación exclusivamente deportiva del Club.

Creo que su principal seña de identidad es que está compuesto por “buena gente”, respetuosa y con buen humor. Siempre ha sidoasí y así seguirá siendo. Estoy seguro. También tengo la seguridad de que Miguel Domínguez seguirá ahí dando caña, como ejemplopara futuras generaciones y de que en las cenas anuales en el Tenis o donde sea, Miguel Delgado, Iñaki Eizaguirre y Julián Puertocomo director del coro de voces blancas amenizarán las sobremesas hasta que nos den las 10 y las 11, y las 12 y la 1 y las 2 y las 3,como diría Sabina en el plagio permitido de “Ojos de gata” de los hermanos Urquijo.

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En cuanto al Club de Almería, en el que una persona -Florencio- es el “alma máter”, le pediría que, aunque deje de correr, no nosabandone, porque supondría la desaparición del mismo salvo que algún otro valiente (¿Manolo?) se pusiera manos a la obra. Todos selo agradeceríamos, Enrique, Ángel, Pepe Díaz, Pepe Yague, Miguel, Paco, Roberto, Iñaki, Ramón, Diego y algún otro que en estemomento no recuerdo.

No quiero seguir dando a este final un tono testamentario, pero es inevitable, como así ha sido la elección del título de la película,que suena bastante trascendente. De cualquier manera, es un peliculón que dirigió Fred Zinneman y protagonizaron Burt Lancaster,Deborah Kerr y Frank Sinatra. Está basada en la novela del mismo título de James Jones y consiguió 6 Oscar. La escena tórrida yerótica de los dos principales protagonistas en la playa no deja indiferente a nadie.

Ya solo me queda pedir disculpas por la osadía de escribir este relato y, de paso, por alguna opinión u omisión que a alguien hayapodido molestar. Nada más lejos de mi intención. Quien me conozca lo sabe bien.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Pero no sin antes dedicárselo a mi mujer, Merche, quien ha tenido que aguantartodas mis “neuras” deportivas, además de privarle de un montón de cosas que podíamos haber compartido, en las numerosas horas enque he priorizado el correr en lugar de otras más importantes para ella.

¡Ah!, y por las toneladas de ropa que siempre he tenido a punto para salir a entrenar hecho un pincel. Gracias, Mori.Título: MI SOLEDAD COMO CORREDOR DE FONDOAutor: Fernando J. Calvo de JuanEl autor nacido el 27 de Junio de 1.948 en Jaén, residió desde los 5 hasta los 17 años en Miranda de Ebro (Burgos).

Posteriormente, por motivos laborales, se trasladó a San Sebastián donde vive desde hace 44 años.Empezó a correr a los 28 años y desde entonces ha participado en numerosas carreras de fondo, sin dejar esta práctica deportiva

en los últimos 32 años.Más amigo de correr porque sí, que de participar en carreras, cuenta en tono desenfadado y lenguaje coloquial el devenir deportivo

de su trayectoria de atleta aficionado con anécdotas, opiniones y datos de este largo periodo que tantas satisfacciones le haproporcionado.

Su intención es reflejar sus recuerdos ligados a muchos compañeros de fatigas y los datos de sus entrenamientos y carreras queminuciosamente ha ido anotando con rigor de amanuense durante tantos años.

Como él confiesa, la idea parte del libro “De lo que hablo cuando hablo de correr” del escritor y corredor japonés HarukiMurakami, con quien descubre muchos paralelismos vitales y deportivos. Y el título se lo proporciona, en plagio descarado, como élmismo dice, la obra “La soledad del corredor de fondo”, de Allan Sillitoe.

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