A lo largo de este siglo y medio el Museo Arqueológico ... · ... las culturas locales entraron en...

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sta exposición tiene como fin conmemorar los primeros ciento cincuenta años

de existencia del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz, cuyo germen fue

la definitiva constitución en 1867 de la Comisión

Provincial de Monumentos, cuyo secretario don Tomás Romero de

Castilla empezó inmediatamente a conformar un museo.

A lo largo de este siglo y medio el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz ha tenido

la función principal de custodiar y difundir toda la arqueología de toda la provincia de

Badajoz, desde los comienzos de la población humana hasta prácticamente el presente.

Esta exposición pretende resumir dicha arqueología, y presentarla fuera de su sede

habitual en diferentes puntos de la provincia, facilitando el acceso de sus habitantes al

gran potencial de información contenido en este museo.

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Se articula en catorce vitrinas, cada una de las cuales representa un aspecto concreto de la cultura humana del pasado.

1.- PALEOLÍTICO (750.000 – 10.000 a. C)

El Paleolítico es el periodo durante el cual los grupos humanos eran cazadores y recolectores itinerantes. En el valle del Guadiana son escasos los restos de esta época. Aun así hay evidencias de las distintas etapas de este periodo, como cantos tallados del Paleolítico Inferior (hechos por homínidos), algunos restos de su fase Media (Neandertales) y arte rupestre del Paleolítico Superior. En conjunto indican que el territorio estuvo ocupado por estos grupos, aunque la investigación no ha avanzado lo suficiente como para conocer cómo fue esta ocupación y su intensidad real.

2.- CALCOLÍTICO (2.600 – 1.800 a. C)

El Calcolítico, o primera Edad del Cobre, es el periodo en el que se produjo el asentamiento definitivo y continuado de poblaciones humanas en este territorio. Eran comunidades pequeñas, con un bajo nivel de diferenciación social entre sus miembros, que vivían de la agricultura, la ganadería, la caza y la pesca.

Fabricaban cerámica, aquí representada por un gran plato para compartir la comida; y un variado instrumental de piedra, tanto pulimentado como tallado, con gran variedad de formas, indicio de una mayor complejidad cultural.

3.- CALCOLÍTICO (2.600 – 1.800 a. C)

Las poblaciones calcolíticas manifestaban su carácter comunitario y colectivo a través del enterramiento en dólmenes, cámaras funerarias para toda la comunidad, que son las primeras manifestaciones de arquitectura monumental en la Península y que servían además para indicar el territorio de cada grupo.

Tenían un complejo elenco de creencias, reflejadas en sus ídolos; los más abundantes son los ídolos placa en pizarra con símbolos geométricos, y excepcionales los que tienen forma humana, como los que aquí se exhiben. En esta vitrina, además, pueden observarse diferentes formas cerámicas, un excepcional vaso de piedra decorado y puntas de lanza de cobre, metal que empieza a utilizarse en esta época.

4.- EDAD DEL BRONCE (1.800 – 800 a. C)

La Edad del Bronce supuso un cambio sustancial de la cultura y la sociedad. Se pasó de una cultura que primaba la colectividad a una sociedad muy estructurada, con jefaturas destacadas y especialización en el trabajo. Un factor importante en este cambio fue la producción y explotación del metal, que exige tanto conocimientos técnicos específicos, como reparto de funciones del trabajo, y, finalmente, una coordinación de todo lo anterior.

Se pasó de enterramientos en dólmenes a enterramientos individuales en cistas, la cultura material cambió igualmente, incorporando otras formas cerámicas y, sobre todo, un mayor repertorio de instrumental metálico.

5.- PERIODO ORIENTALIZANTE (800 – 450 a. C.)

A finales de la Edad del Bronce, las culturas locales entraron en contacto con las corrientes culturales del Mediterráneo, específicamente fenicios y griegos, dando lugar a lo que se conoce como Periodo Orientalizante, o tartésico. Este contacto dio lugar a transformaciones en la cultura local, que se convirtió en más urbana e incorporó nuevos elementos, costumbres y tecnologías a su vida diaria.

Apareció la cerámica fabricada a torno, avances en la metalurgia, y nuevas imágenes, casi todas importadas. Esto se señala con una vasija fabricada en el área fenicia del Estrecho de Gibraltar y que originalmente contenía vino, una estatuilla de la diosa Isis de influencia egipcia, y un terminal de vástago (quizá de un carro) que representa un león. En lo tocante a producciones indígenas, se expone un asador de bronce, un plato y una pieza de arreo de caballo con representaciones del mismo animal.

6.- PERIODO ORIENTALIZANTE (800 – 450 a. C)

En esta vitrina se contraponen piezas importadas griegas y fenicias con piezas inspiradas en ellas. Se destaca un plato gris local, con varios grafitos de los que se deben resaltar dos lechuzas y un texto escrito en escritura del Suroeste o tartésica, confrontada a un plato rojo fenicio de forma similar.

Igualmente, una copa griega de barniz negro o kýlix, usada para beber vino, es el modelo lejano para la copa local expuesta en esta misma vitrina.

Esta mezcla de piezas fabricadas en la Península y de piezas importadas, es la principal característica del Periodo Orientalizante, que fue una época de intensa simbiosis cultural en la que se creó una nueva cultura a través de la interacción entre lo local y lo importado.

7.- II EDAD DEL HIERRO (450 – 100 a. C.)

En el siglo V a.C. se produjo un cambio cultural, que viene denominándose Edad del Hierro. Supuso un profundo cambio, aunque poco comprendido, pues las poblaciones anteriores parecen haberse trasladado a posiciones fortificadas en alto, a la vez que disminuyó el impacto de las piezas importadas.

Una de las características principales de la época fue su economía fuertemente agrícola, con herramientas varias para la agricultura, casi idénticas a las actuales, y una tinaja de almacenamiento decorada con motivos impresos representando caballos.

8.- II EDAD DEL HIERRO (450 – 100 a. C.)

A pesar de su aparente simplicidad, la cultura de las poblaciones de la Edad del Hierro era bastante compleja y elaborada. Es frecuente la idea de que eran poblaciones articuladas sobre la base de una clase de guerreros montados a caballo, pero esta visión es más romántica que científica, pues las armas y la guerra son la menor parte de la arqueología que nos ha llegado de la época.

Tenían una significativa industria textil, representada aquí por fusayolas (pesas de los husos para hilar) y fíbulas (imperdibles) para sujetar las prendas. Igualmente, hay testimonios de creencias religiosas complejas, representadas por un vaso calado ritual y una urna cineraria de un enterramiento de cremación. Es significativa la presencia del caballo en su cultura, aquí señalada por un terminal de vástago de uso indeterminado, rematado en una figura de jinete, y por los adornos rematados en pequeñas cabezas de caballo.

9.- EL TRABAJO DEL HIERRO (150 – 25 a. C.)

Se exponen aquí varios objetos de hierro del siglo I a.C., que juntos conforman una representación de los talleres de herrería. Estos talleres han sido, desde la Edad del Hierro hasta un pasado muy reciente, puntos centrales de toda población y de toda la actividad económica. Es éste el momento en el que los talleres de herrería se generalizan en el registro arqueológico, aunque talleres similares debieron existir desde varios siglos atrás.

Se podrá observar el parecido entre estos objetos de hace dos mil años con los actuales o con los que se utilizaban hasta hace muy poco en casi todos los pueblos.

10.- ROMA (155 a. C. – 300 d. C.)

Entre el siglo II y I a.C., el territorio de la actual provincia de Badajoz se incorporó al imperio de Roma, lo que supuso un cambio sustancial de la cultura y de las costumbres. Aquí dicho cambio está representado por la vajilla romana, en cerámica, bronce y vidrio, que revela la existencia de nuevas formas y costumbres culinarias, lo que indica una forma enteramente nueva de vivir.

Igualmente, la riqueza y variedad de formas y materiales revelan que una característica del momento era el comercio y el trasiego de materiales de un lado a otro del imperio.

11.- ROMA (155 a. C. – 300 d. C.)

El poder del Imperio Romano supuso la introducción en todos los territorios que dominaba de elementos propios como un idioma común, el latín, aquí ejemplificado por una inscripción en bronce, nuevos dioses, y se generalizan las representaciones escultóricas monumentales que transmitían la idea del poder imperial.

Se mantuvo y desarrolló la base económica anterior, fundamentada en la agricultura y la ganadería, ejemplificadas por una hoz y un cencerro, y se potenció la minería, representada por un pico.

12.- TARDORROMANO – VISIGODO (300 – 711 d. C.)

La fase final del Imperio Romano es de gran complejidad, pues se caracteriza por profundos cambios dentro de la continuidad cultural general. Estos cambios pueden verse especialmente en como las formas artísticas clásicas se esquematizan: un ejemplo es la cabeza de estuco expuesta; otro la columna, que resume en una sola pieza monolítica las tres partes de una columna tradicional (basa, fuste y capitel).

La introducción del Cristianismo, representada por una inscripción funeraria, supuso una verdadera revolución en la componente religiosa del momento; y la llegada de pueblos germánicos, especialmente visigodos, alteró el equilibrio político y señaló el fin del poder imperial.

13.- ISLAM (711 – 1.230 d. C.)

La conquista de la Península en el siglo VIII d.C. por ejércitos musulmanes supuso un cambio significativo. Especialmente notable fue la introducción de una nueva escritura para un nuevo idioma (el árabe), en función de la existencia de un libro sagrado, el Corán, escrito en dicho idioma, y que era el lenguaje del nuevo orden político.

Se exponen, además de una muestra de esta escritura, nuevas formas cerámicas, monedas, un pie de brasero rematado en cabeza de león, y pipas de kif o hachís.

14.- MEDIEVAL CRISTIANO (1.230 – 1.500 d. C.)

Termina la exposición con esta vitrina dedicada al periodo Medieval Cristiano, posterior a la conquista de este territorio por los reinos del norte en el siglo XIII, concretamente hacia 1230.

Centra la vitrina una francisca, un hacha de guerra de hierro. En el frente, a la derecha, se exhibe un adorno con el anagrama de Juan I de Castilla, y dos placas con motivos heráldicos: la Cruz de Calatrava en la cuadrada, y motivos de castillos en la redonda.

En el frente a la izquierda, una alcancía, o hucha, típica de la época a la que se han adjuntado monedas de los Reyes Católicos.

También puede verse un fragmento de plato decorado con un pez, y un orinal.