A Lomos Del Acero

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Relato escrito en la matéria de Castellano

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A LOMOS DEL ACERODetroit divis a lo lejos del tnel. Se coloc las gafas oscuras. Se puso los cascos de su MP3 y sorprendi al escuchar la banda sonora de la pellcula La muerte tena un precio. Despus se ajust sus guantes de cuero negro con la misma pretensin que Harry El Sucio al desenfundar su mgnum del 44. Luego, bailote para desentumecer los msculos. Aquel c***** le haba dejado molido. Se tent la mandbula y neg al aire fro que le golpeaba el rostro. Negaba y sonrea. Lo hizo con jactancia, con orgullo. No poda creer que hubiese acabado con el gran Cara Mutilada. Con elpendejo ms grande de todo Mjico. Y, bien pensado, no haba sido para tanto. Un par de guantazos, unos cuantos soplamocos, y aquel desgraciado resoll como un cerdo el da de la matanza. Todava le pareca escucharlo te juro que te despellejar vivo, mientras caa al vaco en aquel puente que atravesaron en Tennessee. Haca tan slo media hora que en el mundo haba un cabrn menos, y a Detroit le pareci que el aire ola a colada recin tendida.Volvi a mirar el tnel. Apenas quedaban unos minutos para llegar a l. Sac su paquete de Benson&Hedges y encendi un cigarrillo, paladeando con lentitud. Y en ese mismo instante, crey que no haba nada en el mundo que pudiera robarle el placer que estaba experimentando. Se senta todopoderoso, un Don. Don Detroit. Se emocionaba al pensar que cuando llegara al casino los jefazos le daran palmaditas en la espalda, en seal de respeto, y le sonreiran. A l, a un matn sin nombre ni apellidos. Y le diran: Ya eres uno de los nuestros. Ya eres un Don. Y entonces le ofreceran un habano y alguno de los subalternos le dara fuego al instante. Con esos pensamientos se tumb boca abajo. Permaneci pegado al techo del vagn sin apenas mover un msculo, sintiendo cmo su gabardina abierta se arremolinaba al paso del expreso de media noche, que en esos momentos se cruzaba con su cabalgadura de acero. Con la barbilla pegada al fro metal su vista se perda hacia la lejana luz. Sus ojos eran dos brasas. Los labios una lnea, y sus dientes; morteros rechinando en la oscuridad. Se aferr con ms fuerza. El traqueteo le sacuda sin compasin.Pronto atravesara el tnel. Esboz una sonrisa mientras entornaba los ojos. Todo haba terminado, y dentro de escasos minutos saltara del techo del tren y se encaminara victorioso hasta el aeropuerto. Fue cuando sinti unas manos asindolepor los tobillos que tiraban de l con fuerza. Su cuerpo se sacudi. Mir hacia atrs. El pnico se dibujaba en su rostro con la certeza de que aquel animal que le miraba con ojos de asesino, era un hijo de puta supremo. Un cabrn inmortal. Un ser abyecto salido de los mismsimos infiernos.De un rpido quiebro se deshizo de su cepo prensil y le asest una patada en el mentn. Su atacante apenas hizo un leve gesto al encajar el golpe. Su retorcido rostro se oscureci con una mueca sardnica. Cara Mutilada rept como una serpiente hacia su presa. Era todo furia. Detroit comenz a avanzar con los codos y las rodillas desesperadamente. Intentando zafarse de la promesa que sala de los labios deformes de su agresor. Cay cobre l como una plaga, golpendole en la espalda. Detroit se retorci de dolor.

De pronto, la luz lo inund todo. Los ojos de Cara Mutilada se achinaron, repeliendo los focos de la estacin como una fiera herida. Se los cubri con los antebrazos. Detroit no lo pens dos veces. Se incorpor de un salto, y se arroj sobre l con la misma contundencia de un martillo piln. Era una mole, un animal. El tren fren con lentitud hasta detenerse. Fue el momento justo. Con las manos entrelazadas le asest un contundente golpe en la cabeza. Aquello le doli. Le ardieron las manos. Cara Mutilada profiri un alarido y cay de rodillas. Detroit le dio un puetazo en el mentn, y, sin detenerse a valorar los daos, le propin una tremenda patada en el pecho, desplazndolo del sitio. El mejicano cay boca arriba. Mir al joven que acababa de noquearlo. Le mir, lo justo para ver cmo se le vena encima con los dientes apretados y una mueca de destructor en la mirada. Y encaj tantos golpes, que a los pocos minutos se le nubl la vista. Ya no senta las embestidas de Detroit. Ya no senta nada. Tan slo un ligero cosquilleo en el tobillo, justo donde guardaba su arma. Como si ese trozo de metal le estuviese llamando a gritos, dicindole: Sers pendejo! Te ests dejando meter por un chamaco que no vale un frjol. Scame y ver lo que vales. ndale y que no se diga!. Y entonces, la mano que hasta ahora haba permanecido adolecida, como muerta sobre el acero del techo, cobr vida propia. Alarg los dedos y toc el hierro. En segundos, encaon la boca de Detroit. ste puso los ojos en blanco, tal vez por la sorpresa, y se qued inmvil. Incapaz de tragar la saliva que le corra pegajosa por las comisuras.Jur que te despellejara vivo, gebn!Son un terrible impacto. Todo fue oscuridad.Detroit abri los ojos lentamente. La msica de La muerte tena un precio segua sonando en sus odos. Por unos segundos no supo dnde estaba. Se palp la boca. La senta pastosa. Algo le corra por la comisura. Era caliente y hmedo. Hizo un esfuerzo para enfocar su vista. Y all estaba. Cara Mutilada le miraba fijamente. Pero ya no estaban en el techo del tren. Estaba sentado frente a l. Y sus ojos no destilaban odio.Espabila, chaval, que ya hemos llegado a Atocha.