A Representação Bolivariana Em O General Em Seu Labirinto de GGM

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Análise de O general em seu labirinto

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  • REVISTA CIENCIAS DE LA EDUCACION

    LA REPRESENTACIN BOLIVARIANA ENEL GENERAL EN SU LABERINTO

    DE GABRIEL GARCA MRQUEZ

    Autora: Mara Narea

    UNIVERSIDAD DE CARABOBOFACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIN

    VALENCIA VENEZUELA

    RESUMEN

    El presente trabajo tiene como propsito analizar los modos de repre-sentacin escritural, utilizados por el escritor colombiano Gabriel GarcaMrquez en su novela El general en su laberinto (1989), cuyo referentehistrico es el periplo final de la vida de Simn Bolvar, es decir: el viajeque ste realiza desde Santa Fe de Bogot el 8 de mayo de 1830, hasta SanPedro Alejandrino, donde muere el 17 de diciembre de ese mismo ao.

    As mismo se comentan otros modos de representacin sobre el mis-mo referente histrico, a travs de un dilogo con otros textos, entre ellos:Bolvar en Casacoima (1835), de Juan Vicente Gonzlez; El hombre de lacamisa del Libertador de Antonio Arraiz; Simn Bolvar, integracin enla libertad (1980), de Leopoldo Zea; El ltimo rostro, de lvaro Mutis; ElAnti-hroe Pedro Carujo (1990), de Asdrbal Gonzlez y La Carujada(1990), de Denzil Romero.

    Adems, intentaremos respondernos algunas preguntas, sobre el pro-blema de la escritura de la historia, a partir de autores como: SeymourMenton, No Jitrik, Michel De Certeau, Michael Riffaterre, Roland Barthesy Hayden White.

    Palabras Clave: Novela Histrica, Representacin, Periplo.

  • UNIVERSIDAD DE CARABOBO / FACE

    ABSTRACT

    How is Bolivar represented in the book The General in his Laberynthby Gabriel Garca Mrquez

    The purpose of this paper is to analize how is Bolivar reflected throughthe different literary representations used by the Colombian writer GabrielGarca Mrquez, in his novel The General in his Laberynth (1989), whichis based on the late life of Simn Bolvar; specifically on the historicaljourney from Santa F de Bogot in May 8, 1830 to San Pedro Alejandrino,where he died, in December 17, 1830.

    Literary representations about the same historical reference, by otherauthors, are also commented by means of a dialogue with their texts, amongthem: Bolvar en Casacoima (1835) by Juan Vicente Gonzlez; El hom-bre de la camisa del Libertador by Antonio Arraz; Simn Bolvar,integracin en la libertad (1980) by Leopoldo Zea; El ultimo rostro, delvaro Mutis: El Anti-hroe Pedro Carujo (1990), by Asdrbal Gonzlezand La Carujada (1990), by Denzil Romero.

    An attempt to answer some questions about the problem of writing inhistory, from suthors like Seymour Menton, No Jitrik, Michel De Certeau,Michael Riffaterre, Roland Barthes and Hayden White is also carried outin this paper.

    Key words: Historical Novel, Representation, Journey.

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    INTRODUCCINEl general en su laberinto fue publicada en 1989. Lo primero

    que llama la atencin al leer esta novela es que no encontramos elmismo modo discursivo al que nos tiene acostumbrados Gabriel GarcaMrquez, es decir esa especie de lenguaje-ro que fluye incesante-mente y que caracteriza toda la narrativa anterior de este autor. Cuandoleemos, por ejemplo, Cien aos de soledad (1967) o El otoo delpatriarca (1975) la lectura nos atrapa por el discurrir de una verbosi-dad frondosa, donde los personajes y los hechos aparecen y desapare-cen en una continuidad casi perenne, los captulos son muy largos yel asombro y la hiperbolizacin de las acciones que ocurren no nospermiten separarnos fcilmente del texto. En El general en su labe-rinto no pasa lo mismo: sabemos que se trata de un relatogarciamarquiano porque en las descripciones encontramos algunoselementos suyos con los que estamos familiarizados, pero los prra-fos son ms cortos, la puntuacin menos espaciada, las frases msprecisas y los dilogos ms abundantes. Esto ya haba sido advertidopor Carlos Fuentes en su obra Valiente Mundo Nuevo (1990) cuandoescribe:

    El general en su laberinto de Gabriel Garca Mrquez logr ce-rrar, con la cicatriz histrica, las heridas manantes del llamadorealismo mgico que, inventado por Alejo Carpentier, se haaplicado indiscriminadamente como etiqueta a demasiados no-velistas hispanoamericanos, aunque en verdad se convirti en elsello personal de uno solo: Gabriel Garca Mrquez. Lo prime-ro que sorprende al iniciar la lectura de El general en su laberin-to es, precisamente, la ausencia de los elementos asociados conel realismo mgico. La narrativa de Garca Mrquez, esta vez,es directa e histricamente localizada, pero la iniciacin linealno tarda en florecer, hacia arriba y hacia abajo, y lateralmente,como una planta histrica, triste y vibrante, de la ilusin del po-der y la traicin del cuerpo.1

    1 FUENTES, Carlos. Valiente Mundo Nuevo. Mxico: Fondo de Cultura Econmica. 1992, p. 24

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    Despus de esta primera apreciacin nos preguntamos: Por quel escritor, en este caso, ensaya un modo de representacin diferenteal que lo ha caracterizado? Acaso el peso de un referente histricotan notorio, como lo es el Libertador Simn Bolvar, ha constreidode alguna manera el discurso de Garca Mrquez? Por qu el autorescoge, precisamente, el episodio del viaje final de Simn Bolvarpor el ro Magdalena como objeto de representacin? Intentaremosrespondernos a nosotros mismos a partir de la discusin de algunosproblemas sore la escritura de la historia en autores como SeymourMenton, No Jitrik, Michel De Certeau, Michael Riffaterre, RolandBarthes y Hayden White.

    Posteriormente, comentaremos otros modos de representacinsobre el mismo referente histrico, es decir estableceremos un dilo-go con otros textos, entre ellos: Bolvar en Casacoima (1835), deJuan Vicente Gonzlez; El hombre de la camisa del Libertador,de Antonio Arriz; Simn Bolvar, integracin en la libertad (1980),de Leopoldo Zea; El ltimo rostro, de Alvaro Mutis; El Anti-h-roe Pedro Carujo (1990), de Asdrbal Gonzlez y La Carujada(1990), de Denzil Romero.

    I - LOS MODOS DE REPRESENTACIN ENEL GENERAL EN SU LABERINTO

    Germn Carrera Damas en su obra El Culto a Bolvar declaralo siguiente:

    ... es posible afirmar, tambin de Bolvar, que cabe distinguir enl dos figuraciones histricas. Una, la visible y hasta cotidiana,producto de una historiografa que ha oscilado entre la pura ysimple apologtica bolivariana y la diatriba no menos infundada.La otra, la autntica, yace en alguna parte sepultada, como he-mos dicho, y slo penosamente logramos entreverla.2

    2 CARRERA DAMAS, Germn. El culto a Bolvar. Caracas: Universidad Central de Venezuela, Facultad deHumanidades y Educacin. 1969. p. 39.

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    En el caso de la novela de Garca Mrquez, pensamos que seaproxima ms a la otra figuracin esbozada por Carrera Damas, puesse trata de una visin ms cercana al hombre que al hroe, aunque laficcin se construya a partir de referencias histricas ms o menosverificables en los documentos.

    El episodio que representa el escritor es el del viaje final delLibertador desde Santa Fe de Bogot el 8 de mayo de 1830, hasta SanPedro Alejandrino, donde muere el 17 de diciembre de ese mismoao. La novela est estructura en 8 captulos a travs de los cuales senarra el periplo de Bolvar por el ro Magdalena, el cual se convierteen un smbolo o alegora que nos recuerda a Manrique: el ro que vaa morir al mar. El deterioro fsico y moral del Libertador, su derrotafinal, la pendiente de la gloria hacia la muerte, los recuerdos del h-roe y la redimensin de sus actos de poder sern los grandes asuntosdel relato.

    La traicin del cuerpo ocupar un espacio importante de la re-presentacin, pues en lo narrado se nos muestra a un Bolvar que ensus momentos finales sufre todas las miserias que lo acompaarondurante su enfermedad, incluyendo, adems del propio padecimien-to, la excecracin de sus semejantes.

    Por ejemplo, durante su estada en Honda se lee:

    Esta vez, de todos modos, nad sin fatiga durante media hora,pero quienes vieron su costillar de perro y sus piernas raquticas,no entendieron que pudiera seguir vivo con tan poco cuerpo.3

    No es usual que en la historiografa se represente a Bolvar deeste modo y mucho menos que se aluda al desprecio y al terror acontraer la tisis de quienes lo rodeaban:

    1 GARCA MRQUEZ, Gabriel. El general en su laberinto. Bogot: Editorial La Oveja Negra. 1989. p. 79.

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    ... los Campillo haban enterrado en el patio la vajilla ingle-sa, la cristalera de Bohemia, los manteles de Holanda, porterror al contagio de la tisis.4

    Al regreso se detuvo en una fonda del mercado, tom caf,y se llev la taza para evitarse la humillacin de que la des-truyeran.5

    Alguien le cont que el dueo de la casa donde viva enCartagena haba quemado por temor al contagio el catre enque l dorma, junto con el colchn y las sbanas, y todocuanto haba pasado por sus manos durante la estancia.6

    A esta hora pap Molinares debe estar quemando el col-chn y enterrando las cucharas.7

    El glorioso ejrcito libertador que nos presenta la historiografapica est en la narracin minado por la blenorragia:

    Le preocupaba la moral de la tropa, carcomida por el tedio,y esto le pareca demasiado evidente en el desorden de loscuarteles, cuya pestilencia haba llegado a ser insoportable.Pero un sargento que pareca en estado de estupor por elbochorno de la hora lo apabull con la verdad.Lo que nos tiene jodidos no es la moral, Excelencia, le

    dijo. Es la gonorrea.8

    Entre los mltiples imaginarios representados por el autor -y queya forman parte de las creencias populares- estn las leyendas sobreel Libertador y la disminucin de su talla fsica en los momentosfinales. En cuanto a las leyendas encontramos:

    4 Idem. pp. 131-132.5 Idem. pp. 160-161.6 Idem. p. 218.7 Idem. p. 244.8 Idem. p. 237.

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    Desde que empezaron las guerras de independencia habacabalgado dieciocho mil leguas: ms de dos veces la vueltaal mundo. Nadie desminti nunca la leyenda de que dormacabalgando.9

    La vspera de dejar Angostura para terminar la liberacin delcontinente, en 1817, puso al da sus asuntos de gobierno concatorce documentos que dict en una sola jornada. Tal vezde all surgi la leyenda nunca desmentida de que dictaba avarios amanuenses varias cartas distintas al mismo tiempo.10

    La disminucin de su talla fsica en sus momentos finales estrepresentada en la siguiente escena, cuando lo visitan los tres juanesdel partido bolivariano:

    Los tres se quedaron horrorizados ante aquel cuerpo en penaque trat de incorporarse en la hamaca, y el aire no le alcanzpara abrazarlos a todos. Lo haban visto en el Congreso Admi-rable, del que formaban parte, y no podan creer que se hubieradesmigajado tanto en tan poco tiempo. Los huesos eran visi-bles a travs de la piel, y no consegua fijar la mirada. Debaestar consciente de la fetidez y el calor de su aliento, pues secuidaba de hablar a distancia y casi de perfil. Pero lo que msles impresion fue la evidencia de que haba disminuido deestatura, hasta el punto de que al general Montilla le pareci alabrazarlo que le llegaba a la cintura.

    Pesaba ochenta y ocho libras, y haba de tener diez menos lavspera de la muerte. Su estatura oficial era de un metro consesenta y cinco, aunque sus fichas mdicas no coincidan siem-pre con las militares, y en la mesa de autopsia tendra cuatrocentmetros menos. Sus pies eran tan pequeos como sus ma-nos en relacin con el cuerpo, y tambin parecan disminuidos.

    9 Idem. p. 49.10 Idem. p. 226.

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    Jos Palacios haba notado que llevaba los pantalones casi a laaltura del pecho, y tena que darle una vuelta a los puos de lacamisa. El general advirti la curiosidad de sus visitantes yadmiti que las botas de siempre, del nmero treinta y cinco enpuntos franceses, le quedaban grandes desde enero. El generalMontilla, clebre por sus chispazos de ingenio aun en las situa-ciones menos oportunas, acab con el patetismo.Lo importante, dijo, es que Su Excelencia no se nos dismi-

    nuya por dentro.11

    Pero adems de todo lo expuesto hasta ahora, es la con-ciencia del personaje lo ms pattico de esta representa-cin ficcional: la asuncin de su derrota, el repaso de lasacciones de poder -llevada a su mxima expresin en el re-cuerdo de la muerte de Piar-, los eptetos que le gritan en lacalle.

    Por ejemplo, el epteto de longanizo -en la escena donde learrojan una bosta de vaca- desacraliza al hroe, a la vez que lo redu-ce a su condicin humana por el hecho de enojarse: es tanta la humi-llacin que sufre el general, que degrad con saa a un oficial que losegua sin ser visto y slo para protegerlo. (p. 34).

    La conciencia de su derrota est muy bien expresada en el si-guiente prrafo:

    Veinticuatro aos despus, absorto en la magia del ro, moribundoy en derrota, tal vez se pregunt si no tendra el valor de mandar alcarajo las hojas de organo y de salvia, y las naranjas amargas delos baos de distraccin de Jos Palacios, y de seguir el consejo deCarreo de sumergirse hasta el fondo con sus ejrcitos de pordio-seros, sus glorias inservibles, sus errores memorables, la patriaentera, en un ocano redentor de cariaquito morado.12

    11 Idem. p. 144.12 Idem. pp. 136-137.

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    La muerte de Sucre y el recuerdo permanente de sus enemigos:Santander (Casandro) y Carujo sern algunos de los mviles quesostendrn en la novela la voluntad del enfermo.

    Encontramos tambin en la novela la presencia de elementosque son constantes en otras obras de Garca Mrquez, por ejemplo:animales que se comen las cortinas y los mobiliarios (en este casouna mula negra, en Cien aos de soledad, las vacas); las cruces deceniza en la frente de las amantes del general (as como en los hijosdel Coronel Aureliano Buenda), la aversin contra los curas, lossietemesinos, la espera interminable por un pasaporte que cuandopor fin llega no tiene validez legal (recuerda la espera infinita en ElCoronel no tiene quien le escriba), los elementos mgicos y laspremoniciones -representadas por los naipes (la muerte de Sucre) ylos sueos-, la figura que no termina de abandonar el pas y el podery cuya muerte se anuncia varias veces sin que ocurra (las muertessupuestas del dictador en El otoo del patriarca).

    Por ltimo, el poder ilusorio y menguado, cuando en la pgina90 se finge una despedida popular:

    El puerto estaba lleno desde las cinco de la maana congentes de a caballo y de a pie, reclutadas a toda prisa por elgobernador en las veredas cercanas para fingir una despedi-da como las de otras pocas.

    Carrera Damas13 atribuye a tres factores la figura de Bolvar crea-da por la historiografa: la unidad nacional, el gobierno y la supera-cin nacional; sin embargo, Josefina Ludmer14 considera que la no-vela de Garca Mrquez es la versin posmoderna del mito bolivariano:

    13 CARRERA DAMAS, Germn. Op. cit.14 LUDMER, Josefina. El Coloquio de Yale: mquinas de leer fin de siglo. En: Las culturas de fin de siglo enAmrica Latina. (Josefina Ludmer, comp.). Argentina: Beatriz Viterbo Editora. 1994. p. 20.

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    ...la modernidad es un objeto perdido; hay que hacer el due-lo de Bolvar y su proyecto, y se es el sentido de El gene-ral en su laberinto de Garca Mrquez: una versinposmoderna del mito bolivariano de consolidacin conti-nental, que era una metfora del proyecto ilustrado. Elposmodernismo como duelo de la modernidad y su crtica.Y como escritura ms adecuada para un mundo que nun-ca alcanz, en realidad, la modernidad.

    Uno de los aspectos ms significativos de la novela de GarcaMrquez es la inclusin de anexos al final de la misma: las gratitu-des, la cronologa elaborada por Vinicio Romero Martnez y el mapaesquemtico del ltimo viaje de Bolvar. Tratndose de una repre-sentacin ficcional, el escritor realmente no tiene necesidad de haceresto y, no obstante, parece una autoimposicin de l mismo, quizspor gratitud a la gente que lo acompa en el proyecto escritural de lanovela o como una manera de respaldar su relato. El valor de ladocumentacin, sin embargo, se relativiza porque el escritor final-mente plasma, a travs de la ficcin, la visin otra del pasado quemenciona De Certeau. Con respecto al problema de la documenta-cin y la ficcin en la novela histrica, Jitrik plantea lo siguiente:

    ... esta accin del documento debe ser conjugada con otrasacciones porque el documento halla sus lmites en la transcripciny, como es sabido, se trata de otra cosa, aun cuando, como sostieneMaurice Blanchot, el acto desrealizador de la escritura, de toda escri-tura, modifica la naturaleza de todos los discursos, incluso de los quecomo el de la historia, se quieren solamente transcriptivos. Y esaotra cosa se logra estableciendo una relacin bien ajustada y concretacon otro elemento, el de ficcin -no necesariamente el narrativo puescasi todo el discurso de la historia lo es-, que tiene, o al que se leatribuye, otras capacidades. De este modo, el documento es despoja-do de su narratividad y la que en cambio se le aplica o impone es lapropia de la ficcin, al menos tal como se la concibe a partir del gran

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    desarrollo de la novela. Podramos decir, entonces, que las novelashistricas resultan de una ecuacin, pensada como muy equilibrada,entre dos cualidades que se dan por ciertas: la de veracidad de undocumento y la de reinterpretacin de una retrica o de ciertas reglasde una prctica.15

    De esta manera, los discursos conocidos como magnos ygrandielocuentes son desacralizados y reducidos a lo coloquial, comoes el caso del Juramento en el Monte Sacro, el cual queda plasmadode esta manera:

    ... En una de las colinas, viendo a Roma a sus pies, don SimnRodrguez le solt una de sus profecas altisonantes sobre el destinode las Amricas. l lo vio ms claro.

    Lo que hay que hacer con esos chapetones de porra es sacarlosa patadas de Venezuela, dijo. Y le juro que lo voy a hacer.16

    Michel De Certeau plantea que para el escritor de la historia haytres vas: la repolitizacin, la rehistorizacin y la personalizacin.Pensamos que en el caso de Garca Mrquez este ltimo aspecto -lapersonalizacin- es decir, la atencin a las particularidades del sujetoque realiza la prctica de la historia (procedencia: regin, clase, for-macin) es la va seleccionada por el autor. l mismo lo afirma en lasGratitudes, al final de su libro, cuando comenta cmo surgi el pro-yecto:

    Ms que las glorias del personaje me interesaba entoncesel ro Magdalena, que empec a conocer de nio, viajandodesde la costa caribe, donde tuve la buena suerte de nacer,hasta la ciudad de Bogot, lejana y turbia, donde me sentms forastero que en ninguna otra desde la primera vez.17

    15 JITRIK, No. De la historia a la escritura: predominios, disimetras, acuerdos en la novela histricalatinoamericana. En: Daniel Balderston (Comp.) The Historical Novel in Latin America. A symposium.Gaithersburg: Ediciones Hispanoamrica. 1986. p. 22.16 GARCA MRQUEZ, Gabriel. Op. cit. pp. 135-136.17 Idem. p. 269.

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    En la novela percibimos un conocimiento profundo de latopografa, la gastronoma, el habla y las costumbres de estaregin colombiana.

    Sin pretensiones de encasillar la novela de Garca Mrquez enlos esquemas cuaternarios de Hayden White18 , podemos afirmar sintitubeos que, en cuanto al nivel lingstico, el tropo maestro es lairona, de lo cual hay mltiples ejemplos a lo largo del relato.

    En cuanto a la verdad histrica que pudiera contener la novelay aunque parte de una documentacin reconocida por el autor, lo im-portante es la discursividad y no la referencialidad, el valor de lodescriptivo que justifica la armazn de la heroicidad y su deteriorocomo constructo.

    II. OTROS MODOS DE REPRESENTACIN SOBRE ELMISMO REFERENTE HISTRICO

    Nos pareci interesante como complemento de este trabajo ana-lizar otros modos de representacin de la figura bolivariana.

    Por ejemplo, en los textos escolares, la muerte de Bolvar esrepresentada como un hecho pico, como el final grandioso de unhroe-padre cuya gesta nos sirve de gua para el presente y para elfuturo:

    El 17 de diciembre de 1830 mora en Santa Marta, Colom-bia, en la Hacienda San Pedro Alejandrino, el ms grandede los venezolanos de todos los tiempos, el genio universalde la libertad, el hombre que luch sin descanso por la In-dependencia de Venezuela, Colombia, Ecuador, Per y Bo-

    18 WHITE, Hayden. Metahistoria. La imaginacin histrica en la Europa del siglo XIX. Mxico:Fondo de Cultura Econmica. 1992.

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    livia; el proponente de una nueva Venezuela, de una nuevaAmrica, que todava sus hijos no hemos podido construir,pero que orientados por la gua, el pensamiento y la accindel Libertador Simn Bolvar, estamos en la permanenteobligacin de crear, para que todos seamos felices y plena-mente democrticos, como fue la aspiracin mxima delms grande hombre de Amrica y uno de los ms grandesdel mundo.19

    En un texto de Juan Vicente Gonzlez (1935) la representacindel Libertador es la del visionario que suea con la unidad victoriosade Amrica y lo logra:

    Sorprendidos, atnitos, se miraban unos otros los oficialesque le cercaban: nadie osaba pronunciar una palabra. Losojos de Bolvar arrojaban fuego y al hablar de la Espaa, desu ruina, tormentas elctricas parecan ceir su cabeza, comola cumbre del Duida, cuya sangrienta y encapotada cima al-canzaban apenas divisar...Un oficial llam aparte al coronel Briceo y le dijo llorando:Todo est perdido, amigo mo: lo que era toda nuestra con-fianza, hlo aqu loco; est delirando... En la situacin en quele vemos, sin ms vestido que una bata, soando en el Per...!!Confrontle Briceo, asegurndole que el Libertador se chan-ceaba para hacer olvidar el mal rato, que l y todos habanpasado aquella tarde... A los dos meses Bolvar haba tomado Angostura: dos aos despus la Nueva Granada le aclamavencedor en Bogot: cuatro aos ms tarde destruye enCarabobo el ejrcito de Morillo: los cinco da libertad Quito; y al cabo de los siete aos sus victoriosas banderasondeban sobre las altas torres del Cuzco.20

    19 BRAVO DAZ, Mara Josefina. Mi historia de Venezuela. 5 ao de Educacin Bsica. Caracas:Ediciones CO-BO. PP. 141-142.20 GONZLEZ, Juan Vicente (1835). Bolvar en Casacoima. En: Ha muerto el Libertador. (Ildefonso Leal,comp.). Caracas: Ediciones del Rectorado de la U.C.V. 1980. pp. 189-190.

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    Este mismo episodio es representado en El general en su labe-rinto (pp. 255-256), pero para ironizar la situacin final de Bolvar,por la cercana de su muerte.

    Otra de las leyendas que se ha hecho popular es la de la camisaprestada con la que muri el Libertador. Antonio Arriz21 , sin em-bargo, nos refiere con un lenguaje grandielocuente que al Libertadorle quedaban slo dos camisas y regal una de ellas a un muchachohumilde y con ello construye un relato sobre la omnipresencia delLibertador en el pueblo. En la novela de Garca Mrquez, el episodiode la camisa est teido de supersticin, pues Jos Palacios la manda lavar y al parecer desapareci en manos de un indio taumaturgo,hecho al cual Bolvar atribua el mal estado de sus asuntos.

    Leopoldo Zea en su obra Bolvar, integracin en la libertad22 ,muestra las dificultades del Libertador a travs de cuatro grandes pro-blemas: la identidad, la dependencia, la libertad y la integracin yaunque no aborda especficamente el episodio de la muerte, intentajustificar la trayectoria del hroe a travs de sus propias palabras,vertidas en documentos histricos.

    Alvaro Mutis, escritor a quien Garca Mrquez dedica su nove-la, en su relato El ltimo rostro23 representa la figura del Libertadora travs de un Diario, atribuido al coronel Napierski. En l encontra-remos algunos elementos que sern retomados en El general en sulaberinto: el aroma del agua de colonia, la fortuna de Bolvar con lasmujeres, la hamaca como smbolo, el desarraigo y la muerte de Sucre.

    Por ltimo, quisiramos incluir dos textos ms: unohistoriogrfico y otro de ficcin. El texto historiogrfico del que nosserviremos como modelo es El Anti-hroe Pedro Carujo (1990) delescritor Asdrbal Gonzalez, puesto que en l aparece el mismo epi-

    21 ARRIZ, Antonio. El hombre de la camisa del Libertador. En: Un personaje llamado Bolvar. Caracas: ElDiario de Caracas. 1979. pp. 5-7.22 ZEA, Leopoldo (1980). Simn Bolvar, integracin en la libertad. Caracas: Monte Avila EditoresLatinoamericana. 1993.23 MUTIS, Alvaro. El ltimo rostro. En: Un personaje llamado Bolvar. Caracas: El Diario de Caracas. 1979.pp. 15-31.

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    sodio de la muerte de Bolvar y la travesa por el ro Magdalena, perocon un carcter de rigurosidad histrica (aunque narrativizada), yaque se trata de una investigacin cuyo propsito es la escritura de labiografa de Carujo; por lo tanto, al final del texto aparece una ampliaresea de documentos de archivos, fuentes impresas y fuenteshemerogrficas, de las cuales hemos utilizado algunas en nuestro tra-bajo.

    Cabe destacar, adems, que este ltimo libro tiene la particulari-dad de haber sido publicado simultneamente con la novela Lacarujada (1990), de Denzil Romero, y que, tratndose de un texto deficcin, nos permite compararlo tanto con el de Gonzlez como conel de Garca Mrquez, en cuanto al referente histrico que pretende-mos analizar. Por otra parte, estos dos ltimos textos, tal como lorefieren los colofones respectivos:

    ...forman parte de un mismo proyecto escritural que losautores concibieron y desarrollaron juntos, trabajando lasmismas fuentes bibliogrficas, materiales de poca y testi-monios varios, as como compartiendo los originales a lolargo del desarrollo. Quizs este propsito, sea la primeravez que se intenta en Venezuela. Quede constancia para lahistoria.

    En este sentido, la seleccin de estos textos nos permite hacerdos comparaciones: por una parte, la del texto de Garca Mrquezcon los de Gonzlez y Romero, en cuanto al episodio de la muerte deBolvar; y , por la otra, la de los dos textos sobre Carujo, por cuantouno es biografa histrica y el otro novela.

    Cuando Gonzlez comenta el problema de la escritura de la his-toria, afirma lo siguiente:

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    Cuando se refieren nuestros historiadores a los prceresde la tercera repblica, lo hacen en actitud de perdonavidas,con frases conmiserativas, como queriendo lavar el pecadode haberse opuesto al mandato del Libertador. No se haquerido comprender que hombres como Pez, Mario,Arismendi, Bermdez, a quienes deban lealtad sobre todaslas cosas era a su pueblo y a su patria venezolana, y nunca aun hombre por providencial y mesinico que pudiera pare-cer, ni a una experiencia poltica que los hechos se habanencargado de destruir.

    En todo esto ha gravitado especialmente la circunstancia dehaberse escrito la historia patria desde un ngulo eminente-mente bolivarianista. Se han cuidado los historiadores ve-nezolanos de pisar las arenas movedizas de la detraccindel hroe mximo; o complacido intereses grupales o pol-ticos quienes, con ligeras excepciones, escribieron sobre eltema del movimiento separatista de 1830.24

    Sin embargo, el tratamiento que da al personaje de Carujo esmucho ms benevolente que el que le confiere Denzil Romero:

    Pero la nueva cita entre Marco Bruto y Csar no se dar ,porque el destino juega ahora a separarlos. (...) Porque eldestino hace que Carujo ignore la marcha de un peregrinoque busca un trozo de tierra amiga donde morir. El da Pri-mero de Diciembre estuvieron apenas a cinco leguas de dis-tancia. No hubo presentimiento, ni espa, ni parte ni nadaque lo dijera; lo mismo pudo ponerse el septembrino al frentede treinta hombres para matar al padre Blanco en Valledupar,atravesando territorio enemigo, que afilar los puales de sussoldados y dirigirse a Santa Marta a travs de zonas

    24 GONZLEZ, Asdrbal. El Anti-hroe Pedro Carujo. Caracas: Editorial Planeta Venezolana. 1990. pp.196.197.

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    insurrectas, a cumplir los designios, a buscar en San PedroAlejandrino el corazn de Csar, arrollar los pocosgranaderos de su guardia, y en su lecho de moribundo cla-var el acero que haba desviado el inexplicable sortilegio dela noche bogotana.

    O quizs no hubiera abierto herida nueva en el corazn des-garrado y el cuerpo exhausto del Padre de la Patria. Lo quelleg a Santa Marta el 1 de Diciembre de 1830, a las 7 1\2de la noche en el bergantn ingles Manuel, era un cuerpo depecho contrado, pulmones deshechos, ojos en fuga. Lobajaron a tierra en una silla de brazos -de cuero de baqueta,cubierta de velo blanco sobre los hombros de cuatro robus-tos cargadores- porque ya no poda caminar. Su mdicoAlejandro Prspero Rvrend lo encontr, as lo dijo a laposteridad: ... cuerpo muy flaco y extenuado; semblanteadolorido, y una inquietud de nimo contante. La voz ron-ca, una tos profunda con esputos biliosos de color verde. Elpulso igual; pero comprimido. La digestin laboriosa. Lasfrecuentes impresiones del paciente indicaban padecimien-tos morales. Dar compasin a mis enemigos, dira encarta a Montilla, pocos das antes de embarcar. Y agregaradespus: Es el sentimiento menos agradable que un hom-bre puede inspirar a sus contrarios.25

    Se observa en el relato, a pesar de la narrativizacin, el apego aldocumento, el uso de las comillas. La interpretacin es mucho msrespetuosa que la de Garca Mrquez. Veamos ahora un extracto delcaptulo 2 de La carujada, de Denzil Romero, donde Carujo, en lacrcel, imagina haber visto y sentido al fantasma del Libertador:

    Los pasos son de l. Trup, trup, tock-tock-tock. No pueden ser deotro. (...) Son los suyos. Los pasos del Tirano. Salido de su

    25 Idem. pp. 239-240.

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    tumba, procura burlarse de m. (...) El muy cnico, con su perfi-dia inaudita, advertido de seguro por su albacea testamentario,ha venido a tomar su ltima venganza. Al par que su fama y supoder crecieron, creci mi abominacin por l. As de sencillo:no poda evitarlo. Un hombre como yo que haba estudiado enlas mejores fuentes de la filosofa liberal y que slo estaba pre-parado para vivir en democracia-libertad-y-repblica, no podasoportar a un tirano y, mucho menos, al ms inicuo de todos lostiranos; (...) se ech en brazos de la iglesia catlica, para neutra-lizar la hostilidad de esa oposicin, el aislamiento popular y lascada vez ms crecientes voces de protesta, (...) todo sin contar laconcentracin del poder en sus solas manos, sus reblanquecidasmanos de patiqun caraqueo, las mismas que se protega conguantes de cabritilla para dormir y que se lavaba con baos ma-tutinos de leche serenada y polvillos de tiza seca...26

    Ya en este prrafo se observa un tratamiento irreverente y des-enfadado. El autor se sirve de la voz de Pedro Carujo, enemigo hist-rico de Bolvar, para desacralizar a nuestro personaje. Continuemos.

    Por eso, pronto tuve la ntima conviccin de que se tratabade un dspota, un dspota que invada el pensamiento y lamoral del pas e infestaba la vida cotidiana de cada uno. Enconsecuencia, me empecin con la idea de matarle. (pp.22-23)

    Como en los tiempos de la Edad Media, me habra gustadoverle morir entre atroces espasmos. Como a un blasfe-mo, le habra arrancado la lengua y, como a un ladrn lehabra cortado las manos. Como a un espa, quera reven-tarle los ojos y, como a un calumniador, hacerle sopa loshuesos. (...) En el colmo de la locura, alguna noche soque, habindolo capturado en una accin de guerra,

    26 ROMERO, Denzil. La Carujada. Caracas: Editorial Planeta Venezolana. 1990. pp. 21-22

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    descuartizbale con cuchillos de slex, desollbalo y, des-pus de comerme su carne (tuberculosa e indigerible), re-llenaba su piel con ceniza y pedrejones, modelbale un ros-tro de cera y colgbalo, enseguida, de una picota a la entra-da de la ciudad de Caracas, o no s si era en la de Bogot.(pp. 24-25)

    Ms adelante, la burla al cono es definitiva y mordaz:

    Con pericia de escultor consumado, diestro en la iconolo-ga y en el apuntamiento y en la composicin anatmica,recuerdo que bocet su cara en el mascarn ritual con todoslos detalles. All quedaron caricaturizados por el alcancemortal de mi odio, su frente alta pero no muy ancha aunquesi bastante arrugada, sus cejas gruesas y bien formadas, susojos oscuros y penetrantes ensombrecidos ya por la miradalnguida que la enfermedad le determinara, el humor crasoque supuraba de sus lagrimales (...) la verruga que humilla-ba su nariz (...) sus pmulos salientes, sus mejillas hundi-das, su boca fea (...) y el cabello ralo que, por esos das,empezaba a escasearle (...) Muy diferente esa imagen a lade sus retratos oficiales, donde, aqu y ms all, en oficinaspblicas, desde las ms encumbradas a las ms modestasdel territorio, casas curales, cuarteles y escuelas, aparecaconsolidado en sus rasgos de autosuficiencia yenvalentonamiento y en su brutal, casi paranoico, culto a lapersonalidad propio (l) de todos los tiranos, recubierto conun cierto brillo sagrado, barnizado como una acabada obramaestra, engaripolado en su rico uniforme de General enJefe... (p. 25)

    Para finalizar, h aqu la muerte de Bolvar, muy diferente a larepresentada por Gonzlez y tambin por Garca Mrquez. Hay

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    complacencia en el discurso de Carujo, pero ya sabemos lo que estepersonaje significa, adems la libertad que permite la ficcin justificaplenamente ese modo discursivo:

    Desproporcionadas y poco comprensibles me lucan talesanormalidades, pero ellas escapaban a mi control. Nada,nada me importaba entonces ms que su muerte. (...) Eltiempo hizo despus lo que a m me hubiese gustado hacercon mis manos. Pobre y desvalido, vctima de una tisisterribilsima, echado del poder y con Colombia hecha trizaspor su culpa, muri con una camisa prestada y en una casaajena. Dicen que suplicaba en su proclama de la hora finalpor el cese de los partidos y la consolidacin de la unin;quin lo dijera; l que todo lo haba arruinado con su perso-nalismo impo y sus malsanas discordias. (pp. 27-28).

    No obstante, tambin Romero hace una advertencia al inicio desu libro:

    La presente obra no es una diatriba contra Bolvar, ni contraPez, ni contra Vargas. Tampoco es una reivindicacin dePedro Carujo o de cualquier otro hroe en desgracia de lahistoria nacional. Vale decir: no es un alegato judicial niun panfleto poltico, sino una pura y simple novela.27

    Advertencia a la que tiene todo derecho. En todo caso, son dife-rentes representaciones de un mismo referente histrico. Cada unaresponde a la poca en que fue escrita y al propsito de su autor.

    27 ROMERO, Denzil. Op. cit. p. 11.

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    CONCLUSIONES

    El general en su laberinto de Gabriel Garca Mrquez es larepresentacin del viaje final del Libertador desde Santa Fe de Bogo-t, el 8 de mayo de 1830, hasta San Pedro Alejandrino, donde muereel 17 de diciembre de ese mismo ao.

    Se trata de una visin ms cercana al hombre que al hroe, aun-que la ficcin se construye a partir de referencias histricas ms omenos verificables.

    En el planteamiento del autor predomina el tropo de la irona yen l se recrean innumerables imaginarios histricos y legendariosque forman parte de la percepcin popular, pero adems se desacralizaal hroe y se le presenta con todas sus contradicciones.

    Hay en el autor una preocupacin por la referencia documental,aunque finalmente es la ficcin quien gana la batalla de la representa-cin. El proyecto escritural se consuma con xito y advertimos en lmarcas y smbolos de la anterior narrativa garcamarquiana.

    Una de las vas que utiliza el escritor es la personalizacin, pueses un conocedor nato de la geografa que representa, lo cual le confie-re verosimilitud a su relato.

    Al comparar el texto de Garca Mrquez con otros modos derepresentacin sobre el mismo referente histrico, no podemos dejarde advertir la existencia de los extremos planteada por Carrera Da-mas. De un lado, la sacralizacin, del otro la denigracin. Sin em-bargo, pensamos que los textos analizados responden a proyectoscreadores y pocas especficas de la historia del continente.

    En el caso de El general en su laberinto, compartimos plena-mente el criterio de Josefina Ludmer cuando afirma que esta novelaes la versin posmoderna del mito bolivariano.

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