A6 Estruendo, entusiasmo, silencio

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Estruendo, entusiasmo, silencio

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Estruendo, entusiasmo, silencio Una reflexión sobre el crecimiento de la fe Alexis Cordero C. 22 Es increíble que en un texto tan pequeño, el Señor nos proporcione una enseñanza tan grande. En diez versículos nos permite comprender y hacer un camino de profundización en la fe para invitarnos a vivirla con la plenitud con que Él ha venido a revelárnosla. Veamos ese camino paso a paso. Mt 14,24-33 22 22 22 22 22 Es emocionante observar cómo en las grandes 22 22 22 22 22 22

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Estruendo, entusiasmo,

silencioUna reflexin sobre

el crecimiento de la feAlexis Cordero C.

La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino l hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discpulos vindolo caminar sobre el mar, se turbaron, y decan: Es un fantasma!, y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante habl Jess diciendo: nimo!, soy yo; no temis. Pedro le respondi: Seor, si eres t, mndame ir hacia ti sobre las aguas. Ven!, le dijo. Bajo Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jess. Pero, viendo la violencia del viento, le entr miedo y, como comenzara a hundirse, grit: Seor, slvame! Al punto Jess, tendiendo la mano, le agarr y le dice: Hombre de poca fe, por qu dudaste? Subieron a la barca y amain el viento y los que estaban en la barca se postraron ante l diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.

Mt 14,24-33

Es increble que en un texto tan pequeo, el Seor nos proporcione una enseanza tan grande. En diez versculos nos permite comprender y hacer un camino de profundizacin en la fe para invitarnos a vivirla con la plenitud con que l ha venido a revelrnosla. Veamos ese camino paso a paso.La fe de lo extraordinarioEn 1Re 19,9-13 se nos cuenta la historia de cmo Dios le pide a Elas salir de la cueva en que se refugiaba para verlo pasar. Lleg un viento huracanado, luego un terremoto y despus fuego, pero el profeta no encontr a Dios en ninguno de ellos. Estas figuras: huracn, terremoto, fuego; el mar agitado por un viento contrario y una barca zarandeada por las olas, nos pintan una imagen que nos recuerda lo extraordinario, lo que sale de la normalidad.

Recordemos cuando Jons quera huir de la misin que Dios le haba encomendado: anunciar a Nnive que sera destruida si no se converta de sus pecados. Y Jons, de alguna manera, esperaba que lo espectacular se cumpliera para que los ninivitas viesen quin era ese Dios al que l serva (Jon 3,1-4; 4,1-4).Cuntos de nosotros buscamos a Dios y quisiramos que se manifestase de manera espectacular, asombrosa, y Dios no se aparece. Pero no se aparece no tanto porque no se encuentre all, en medio de la circunstancia, sino porque no lo hace como nosotros lo deseamos. Muchas veces anhelamos que Dios se manifieste a lo grande y, tal vez, sin darnos cuenta, sucumbimos a la tentacin de pedir nuevamente al Seor que se lance del pinculo del templo (Lc 4,9).

Ms de una vez quisiramos que, de vez en cuando, Dios dejara ver su poder maravilloso, usando prodigios y milagros, y que se saliera de lo habitual para mostrar a los otros, nos decimos, quin es el Dios en quien creemos y, de paso, confirmar nuestra fe en l. En realidad, somos nosotros mismos quienes queremos creer que Dios es todopoderoso ms que confirmar que s lo es. Pero realmente ese Dios que esperamos ver siempre termina siendo algo hecho a la medida de nuestras expectativas. El dios que se nos aparece solo es un fantasma y, normalmente, los fantasmas producen miedo.Siempre, lo extremo, lo espectacular, lo extraordinario lo consideramos as porque est fuera de lo que, en la cotidianidad, tomamos como normal. Normalmente, la gente comn y corriente no se aventura a lo extremo porque da temor. Cuando Jess empieza su ministerio pblico y entra en la sinagoga de Cafarnan, al leer la profeca de Isaas en el rollo, pasa por alto una lnea que responda muy adecuadamente al pensamiento religioso oficial de los maestros de la Ley del Israel de aquella poca: el da de venganza de nuestro Dios (Is 61,2) y anuncia simplemente un ao de gracia del Seor (Lc 4,19). Es obvio que semejante arbitrariedad no poda dejarse pasar con facilidad; el recurso a la ira, a la venganza, al temor, al castigo era una manera de mantener sometida a la gente por la presentacin de un dios terrible y celoso, un dios-fantasma que, como a los de la barca, solo poda poner a temblar. Y Jess se convirti en su enemigo porque el Dios que l vena a anunciar era un Dios autor de maravillas, rico en misericordia y compasivo, pero que no acta conforme a nuestras expectativas, porque l es absolutamente soberano.La expectativa que los signos y prodigios generan en la gente no son ms que una forma de engao. Se convierten en fin y no nos llevan a buscar a su Autor. La lectura del rico Epuln y el pobre Lzaro nos hace comprender qu falaces pueden ser nuestros argumentos; son una manera de repetir lo que el ladrn deca a Jess en la cruz: No eres t el Cristo? (Lc 23,39). De vez en cuando nos enteramos de grupos religiosos que han cado en extremismos porque los seguidores han sido sometidos radicalmente a las disposiciones y manipulaciones del o los lderes. Lo que terminamos por ver es que el miedo es el motor de tantas barbaridades. Cuntos profetas y apstoles traen anuncios catastrficos sobre la humanidad entera que no piensa como ellos; cuntos imploran que caiga fuego del cielo para aniquilar a los perdidos Pero el Dios que nos anuncia el Evangelio no es el dios de estos agoreros del mal y el juicio no vendr porque ellos lo invocan, sino porque Dios lo ha anunciado y ser un juicio de justicia, pero sobre todo de misericordia porque la misericordia triunfa sobre el juicio (Stg 2,13).El huracn, el terremoto, el fuego, el mar alborotado, la enfermedad, la muerte sirven casi siempre para decirnos que Dios nos est llamando a la conversin y que este castigo nos manda por nuestros pecados, para que nos arrepintamos y nos volvamos a l. Mucha gente piensa de esa manera, pero la verdad es que Dios siempre nos est llamando, no solo a travs de las adversidades aunque estas sean mo-mentos privilegiados para escuchar su voz sino todos los instantes de la vida. Y lo hace no tanto para que nos arrepintamos de nuestros pecados, cuanto para que sepamos cunto nos ama y aprendamos a dejarnos amar por l; lo otro es consecuencia de esto.

Este estar atento a la voz del Dios que nos habla en todas las circunstancias es el que nos ayuda a pasar a un siguiente nivel en la fe, y nos saca de la angustia y la parlisis en que, frecuentemente, nos sume el miedo. Un nuevo paso en la fe produce un tipo concreto de respuesta en el que ya ponemos en movimiento nuestra vida misma, aunque sin las consideraciones debidas.La fe del entusiasmo

Es emocionante observar cmo en las grandes manifestaciones pblicas de la fe, cuando la religiosidad de nuestra gente se deja ver en su mejor expresin, la alegra, el alborozo, el fervor, la devocin brotan con autenticidad y hay gritos y espontaneidad y lgrimas y juramentos. La procesin en Semana Santa, la visita del Papa, una peregrinacin a un santuario mariano, un congreso misionero, etc.Las emociones son importantes en nuestra vida y son parte de la pedagoga de Dios para que crezcamos en amor. Darles cabida es necesario porque son ventanas a travs de las cuales dejamos ver lo que somos y, cuando de relaciones humanas se trata, son un camino irremplazable para conocer a los dems. De la misma forma, tambin son parte de nuestra relacin con Dios.

Pero las emociones vienen y van y tienen su tiempo y su lugar. Por eso mismo, no podemos dejar que nuestra vida llegue a depender de ese flujo, precisamente porque aquello en lo que tenemos que madurar es el amor. Y el amor, ms que afectividad es decisin de la voluntad y a esta deben subordinarse aquellas.

Cuando iniciamos el camino del Seor, una vez que hemos escuchado su voz y provoca en nosotros el deseo de seguirle, nuestra emotividad entra en juego y nos levanta el espritu, nos llena de entusiasmo, nos hace sentir capaces de arriesgarnos en grandes empresas, nos llena de lgrimas, risas, frescura, porque eso es lo que necesitamos en un comienzo. Tambin es indudable que hay personas ms emotivas, ms extrovertidas, ms espontneas que otras, y tambin tienen que aprender.Despus de un retiro espiritual o de una celebracin eucarstica maravillosa es fcil escuchar promesas, tomar decisiones, hacer declaraciones y compromisos. Lo importante es ver que eso dure una vez que pasa el entusiasmo.

Pedro, como siempre, es un hermoso ejemplo de impetuosidad y entusiasmo. En esa barca zarandeada por las olas, todava no est del todo convencido de que ese fantasma que les dice que no teman, es el Seor. Le pide, entonces, que le mande a caminar sobre las aguas y como recibe la invitacin de Jess de ir hasta l, Pedro se lanza; pero ojo! se lanza sin cerciorarse de que quien le llama es autnticamente el Seor la fe del entusiasta le hace arrojarse sin mayor discernimiento y parte de este discernimiento es una necesaria previsin de consecuencias, una visin de ventajas y desventajas, una medicin de posibles obstculos, etc. y se dirige hacia l, pero mientras avanza se da cuenta de la fuerza del viento y comienza a hundirse. Si usamos nuevamente las imgenes de la historia de Elas, el huracn nos habla de todo aquello que nos deja desprotegidos, expuestos, descubiertos; el terremoto, de todo lo que nos mueve el piso, nos quita el sentido, nos derrumba; el fuego, de lo que nos consume, nos devora, nos deja hecho ceniza. Pero estas tres imgenes son, a su vez, un modo de hablar de todo aquello frente a lo cual nuestra emotividad se altera, se debilita, se muere y nuestra visin deja de ser correcta

Y as como en el encuentro inicial el Seor derrama sus consolaciones para animarnos en el camino del amor, as tambin, en la medida en que avanzamos, nos dispone para el crecimiento y la madurez y para la hora de asumir responsabilidades mayores. La vida no es solo fiesta y, por eso, es necesario estar preparados para esos momentos que, humanamente hablando, jams deseamos que lleguen y que, sin embargo, sabemos que vendrn.

Es penoso ver a tantos que se lanzan de la barca, pero terminan hundindose; que empiezan, pero nunca terminan porque hicieron de las emociones su propia barca. Son buenas, pero no pueden ser el sostn de nuestra vida; pueden ser oportunas y buenas compaeras, pero no pueden ser nuestras dueas. De ah que es importante dar un paso ms all de la emotividad.Pedro se lanza, camina sobre las aguas, siente el viento, comienza a hundirse, grita. No es su osada la que le mantiene sobre las aguas, sino su fe; pero su fe es ms pequea que su miedo y es su miedo el que le hace dudar y le hunde y, entonces, grita. El problema de las emociones es que, cuando hay problemas que parecen insolubles, nos hacen dudar, aunque tengamos ante nosotros al mismo Seor; nuestros ms hondos clamores salen teidos de duda y corremos el riesgo de retirar la mano y no sentir la del Seor que se extiende para salvarnos. Por qu dudaste? es una pregunta que el Seor nos har muchas veces hasta que caigamos en la cuenta de que es necesario avanzar con l.La fe del entusiasmo nos hace recordar a aquel sembrador que, al arrojar las semillas, unas cayeron sobre piedras y, despus de brotar, se secaron, por no tener humedad (Lc 8,6). El mismo Seor, al dar la explicacin de la parbola, dir que esas personas son las que al or la palabra, la reciben con alegra, pero como no tienen raz, creen por algn tiempo, mas a la hora de la prueba abandonan (Lc 8,13). No podemos ser como la barca zarandeada por las olas de la emotividad y, por eso, el Seor nos llama a ir ms adelante.

La fe del silencioSe dice que no hay peor ciego que el que no quiere ver y, muchas veces, la ceguera es tan notoria que no vemos al Seor presente porque solo alcanzamos a ver lo que queremos ver y terminamos con fantasmas. El pnico se apoder de todos los de la barca, y no sirvi el que se les dijera que no temiesen; pero Pedro por ser quien era se lanz al agua; el miedo al viento le hizo dudar y, cuando fue rescatado, l y Jess subieron a la barca. Yo soy, les haba dicho y el temor les pudo ms. Solo poco a poco entenderan que esas dos palabras eran suficientes no solo para calmar su miedo, sino tambin la bravura del mar. Esas dos palabras movieron a Moiss a emprender su misin: Diles que Yo soy te enva (Ex 3,14).

El pasaje de Mateo que estamos analizando nos dice que subieron a la barca y amain el viento. No nos dice que fue el Seor quien calm el viento, como en otra ocasin lo hizo (Mt 8,23-27), pero nos dice que, cuando todo se calm, los que estaban en la barca se postraron ante l reconocindole como el Hijo de Dios.Cuando el huracn pasa, cuando el terremoto pasa, cuando el fuego pasa; cuando llega la paz, el silencio; cuando todo vuelve a la normalidad y no hay nada extraordinario que sacuda nuestras emociones; cuando aparentemente nada sucede y todo est bien, entonces nace un momento privilegiado: es el momento de la madurez y el reconocimiento, es el momento de la fe fuerte que sabe que l ha estado siempre con nosotros; es el momento de postrarnos.La narracin de Elas nos dice que cuando el profeta escuch el susurro de una brisa suave (v.12), se cubri el rostro y, de pie en la entrada de la cueva, se puso a conversar con Dios. La traduccin literal del hebreo dice que escuch el sutil sonido del silencio.

Es en el silencio donde el Seor se manifiesta maravillosamente a los suyos. Es en el silencio cuando dejamos de hablar, de preguntarnos, de gritar cuando el Dios que hizo el cielo y la tierra, que calma tempestades, que derrumba murallas, que derrota ejrcitos, habla amorosamente con los que le escuchan.

Y la oracin pasa a ser la mejor expresin del silencio. Es ah cuando el Seor no solo viene a hacernos compaa sino quiere que le hagamos compaa. Veamos la narracin desde otra perspectiva.

Si alguno quiere venir en pos de m, niguese a s mismo, tome su cruz cada da y sgame, dice el Seor (Lc 9,23). Esta invitacin es un llamado a caminar, no de cualquier manera sino siguindole; del mismo modo que l, que ha tomado su cruz y va rumbo al Calvario, quiere que nosotros tambin tomemos nuestra cruz y nos dispongamos a terminar como l. Pero, bsicamente, quiere que seamos capaces de seguirle y acompaarle. A Santiago y Juan les pregunta si sern capaces de beber la copa que l va a beber y ellos le responden que s (Mt 20,22). En realidad, no saban lo que respondan y lo que ese s implicaba; solo mucho despus comprenderan lo que el Seor quera decirles. Pero para cuando Jess est clavado en la cruz, nadie est con l, salvo uno Juan, la Madre y otras mujeres (por qu las mujeres son ms fuertes en los momentos difciles?) Es en el silencio de la cruz cuando el Seor quiere nuestra compaa. En el alboroto es fcil recurrir a l, cuando las emociones nos extasan es fcil recurrir a l, pero cuando tenemos que vivir el da a da, con sus tragos amargos y su cruz, no resulta fcil permanecer.Un viejo himno latino dice: Stabat mater dolorosa iuxta crucem lacrimosa dum pendebat filius (Estaba la madre adolorida junto a la cruz y lloraba mientras su hijo penda). La Madre lloraba porque era su Hijo quien colgaba de la cruz, lloraba porque le dola el dolor de su Hijo y su propio dolor; lloraba, pero esperaba en el silencio de su fe y volva a repetir aquel s del principio porque saba que Aquel que la eligi era ms grande que ese momento que estaba viviendo; lloraba pero permaneca de pie (que ese es el sentido del stabat, y es una manera maravillosa de contemplar a la Madre en ese instante).Cuando Jess expira son el centurin y los que estaban con l quienes dicen: Verdaderamente este es el Hijo de Dios (Mc 15,39; Mt 27.54). Mateo habla de un terremoto que les produce miedo y les lleva a decir tal expresin. Mas, en el fondo, lo que se busca es mostrarnos que no todo el que dice Seor, Seor (Mt 7,21) es capaz de reconocerlo, aunque se diga cristiano y aunque lo tenga en frente. La cruz siempre es difcil de asimilar. Jess en ella es como el fantasma de la narracin.Pero cuando en la cruz podemos contemplar el inmenso poder de Dios, cuando en ese aparente fracaso podemos ver al nico Seor y Salvador, cuando en quien cuelga podemos adorar al Dios glorioso y resucitado que vive para siempre, entonces significa que Dios nos ha revelado el sutil sonido del silencio, del silencio que se descubre en la oracin. Desde ese sonoro silencio de la cruz Dios quiere hablarnos, desde esa cruz hecha silencio nos invita a acompaarlo, porque all quiere ensearnos, quiere llenarnos de l, para que despus vayamos y hagamos cosas mucho mayores que las que l hizo (Jn 14,12). En un tiempo en el cual los nuevos salvadores aparecen por doquier, en el que ciertas ideologas pretenden inaugurar pocas ms prometedoras para la humanidad y cuando surgen nuevos mesianismos religiosos, polticos y sociales hechos para el nuevo siglo y a la estrecha medida de sus visiones; en un tiempo en que se ofrecen verdaderas novedades, se nos pretende mostrar lo ltimo, se nos venden las ms bellas primicias de un futuro halageo; en un tiempo en que se nos dice que las enseanzas de la Iglesia son demasiado viejas y que ya no responden a las nuevas situaciones, que es urgente integrarse en los nuevos escenarios y acomodarse a sus exigencias, Dios le responde a su pueblo con el santo silencio de la cruz. Es en la cruz donde l nos muestra la nica respuesta que el mundo necesita para salvarse; en ella nos muestra la novedad viviente de Cristo, tan alejada y tan diferente del show que montan los vendedores de falsas promesas; desde ella nos grita que solo quienes creen en ese escndalo, en esa locura, en esa necedad (1 Cor 1,18) y estn dispuestos a vivirla, que solo quienes estn en Cristo, son autnticamente nuevas criaturas, porque solo es nuevo lo que el Espritu Santo hace nuevo.En su autobiografa, san Ignacio de Loyola habla sobre una visita que el Seor le hizo y que le confirm acerca del camino que deba seguir. Ignacio cuenta la visin que tuvo en La Storta y nos dice que, mientras haca oracin en una iglesia cerca de Roma, sinti tal mutacin en su alma y vio tan claramente que Dios Padre le pona con Cristo, su Hijo, que no tendra nimo para dudar de esto, sino que Dios Padre le pona con su Hijo (cap.10, n.96). De all naci la decisin de iniciar la Compaa de Jess: Dios Padre quera que Ignacio y sus amigos acompaaran a su Hijo siguindole en la pena para luego seguirle en la gloria. Esa decisin naci por una palabra revelada en el silencio de la oracin, de ese silencio del que san Juan de la Cruz habla tan elocuentemente cuando en su Cntico Espiritual (15) dice:

la noche sosegada

en par de los levantes del aurora,

la msica callada,

la soledad sonora,

la cena que recrea y enamora.

Ese silencio en el que el corazn callado escucha la msica que Dios le canta, el silencio en el que estando en soledad con el Seor, l nos dirige su palabra, el silencio en que se da la intimidad de una cita en la cual el Seor nos repite una y otra vez cunto nos ama Ese silencio es desde donde nace la misin, aquel donde se encuentra la raz misma de la evangelizacin.Y es que la verdadera evangelizacin es silenciosa. Lo digo al menos por dos razones: Primero, porque nace de la oracin silenciosa, se nutre de la intimidad con Dios y de all saca todo su poder. Acaso no es verdadera madre la Iglesia cuando ha llamado a una hija suya, formada en el silencio de un claustro, la Patrona de las Misiones? Acaso Teresita del Nio Jess no es, desde su encierro en Lisieux, como una de esas piedras que gritan cuando los que tienen que hablar callan?

Segundo, porque se hace en silencio, es decir, se hace de una manera muy diferente a la que el mundo utiliza para vender un producto, porque el anuncio del Reino no es cuestin de marketing: se trata de llevar a cabo el mandato de ir y anunciar una palabra que est por encima de nosotros y en clara contradiccin con los postulados del mundo, y en hacer lo que se tiene que hacer como sirvientes que somos, mostrando a todos que el amor est por encima de todo.

Ese es el sentido de tomar la cruz cada da: Se trata de vivir la fe cuando todo es normal, cuando aparece la monotona de lo cotidiano, cuando hay que repetir lo mismo que ayer: salir al trabajo, atender a la gente, preparar la comida, hacer la oracin, revisar las tareas de los hijos, llamar a los padres, etc (porque es ms difcil) y hacerlo con plenitud de entusiasmo (aunque no haya razones especiales para ello), para poder vivirla, asimismo, con toda la vitalidad en los momentos que sacuden nuestra existencia.

Y, entonces, tiene sentido decirle al Seor: Aumntanos la fe (Lc 17,5), no porque haya que aadirle algo, sino porque solo l la puede hacerla crecer desde el tamao de un granito de mostaza que ya es suficiente para mover montaas hasta el de un rbol donde anidan las aves del cielo (Mt 13,31-32).En el corazn de la Iglesia, mi Madre, yo quiero ser el amor, deca santa Teresita (Manuscrito B, cap. IX, Mi vocacin: el amor). Pudiera ser tambin nuestro lema. Pudiera ser nuestro compromiso de crecimiento en la fe.El Seor pronuncia palabras de paz para su pueblo: Est ya cerca nuestra salvacin y la gloria del Seor habitar en la tierra (S 85,10). Si la inmensa bondad de nuestro Dios ya se ha manifestado a nosotros, entonces produzcamos frutos de santidad. Vivamos la fe!Ad maiorem Dei gloriam