Accion Comunicativa y Etica Del Discurso

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ACCION COMUNICATIVA Y ETICA DEL DISCURSO Pedro Posada Gómez Universidad del Valle Departamento de Filosofía 1. El propósito de esta conferencia es presentar las nociones básicas de la Teoría de la acción comunicativa y de la ética del discurso desarrolladas por el filósofo contemporáneo Jürgen Habermas, en los primeros años de la década de los 80 de siglo recién terminado (Los dos tomos de la Teoría de la acción comunicativa se publican en 1981 y el libro Conciencia moral y acción comunicativa aparece en 1983). La obra más ambiciosa de Habermas, la Teoría de la acción comunicativa fue desarrollada con tres grandes objetivos: 1) desarrollar un concepto de racionalidad que pueda escaparse del subjetivismo y el individualismo, 2) construir un concepto de sociedad que integre los paradigmas de sistema y mundo de la vida, y 3) elaborar una critica de la modernidad que muestre sus deficiencias y patologías, y sugiera una reconstrucción del proyecto de la Ilustración. En esta conferencia solo me interesa mostrar las ideas básicas de esta teoría que nos permitan

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ACCIÓN COMUNICATIVA Y ÉTICA DEL DISCURSO Presentación básica de las nociones acción comunicativa y ética del discurso desarrolladas por Habermas.

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ACCION COMUNICATIVA Y ETICA DEL DISCURSO

Pedro Posada GómezUniversidad del Valle

Departamento de Filosofía

1. El propósito de esta conferencia es presentar las nociones básicas de la Teoría de la

acción comunicativa y de la ética del discurso desarrolladas por el filósofo

contemporáneo Jürgen Habermas, en los primeros años de la década de los 80 de siglo

recién terminado (Los dos tomos de la Teoría de la acción comunicativa se publican en

1981 y el libro Conciencia moral y acción comunicativa aparece en 1983).

La obra más ambiciosa de Habermas, la Teoría de la acción comunicativa fue

desarrollada con tres grandes objetivos: 1) desarrollar un concepto de racionalidad que

pueda escaparse del subjetivismo y el individualismo, 2) construir un concepto de

sociedad que integre los paradigmas de sistema y mundo de la vida, y 3) elaborar una

critica de la modernidad que muestre sus deficiencias y patologías, y sugiera una

reconstrucción del proyecto de la Ilustración. En esta conferencia solo me interesa

mostrar las ideas básicas de esta teoría que nos permitan ver el desarrollo de la ética del

discurso como una prolongación del mismo proyecto, es decir como una explicitación

de los fundamentos del discurso práctico.

Dado el carácter de investigación sistemática que tiene el trabajo de Habermas desde

sus inicios a mediados del siglo, es posible rastrear antecedentes de estos temas en sus

escritos anteriores. Sólo citaré un ejemplo. En la lección inaugural de 1965, titulada

“Conocimiento e interés”, Habermas presenta su teoría de los tres intereses básicos que

orientan la actividad cognoscitiva de los seres humanos: el interés técnico, el interés

práctico y el interés emancipativo. En la justificación de este último interés afirma: “El

interés por la emancipación no se limita a flotar; puede ser vislumbrado a priori.

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Aquello que nos saca de la naturaleza es cabalmente la única realidad que podemos

conocer según su naturaleza: el lenguaje. Con la estructura del lenguaje es puesta para

nosotros la emancipación. Con la primera proposición es expresada inequívocamente la

intención de un consenso común y sin restricciones” y agrega más abajo:” sólo en una

sociedad emancipada, que hubiera conseguido la autonomía de todos sus miembros, se

desplegaría la comunicación hacia un diálogo, libre de dominación, de todos con

todos...” Podemos ver aquí en ciernes el ideal de la ética del discurso y el énfasis en el

uso comunicativo del lenguaje que serán la base la teoría social de Habermas.

2. Antes de presentar las ideas básicas de la teoría de la acción comunicativa, conviene dar

a conocer la clasificación habermasiana de los tipos de argumentación.

Habermas llama argumentación “al tipo de habla en que los participantes tematizan las

pretensiones de validez que se han vuelto dudosas y tratan de desempeñarlas o de

recusarlas por medio de argumentos”1 Toda argumentación contiene razones que están

conectadas con la pretensión de validez de la emisión problematizada (ver cuadro). Las

pretensiones de validez podrán adoptar la forma de verdad proposicional, eficacia de las

reglas de acción teleológica (instrumental o estratégica), rectitud de las normas de

acción intersubjetiva (práctico-moral), adecuación de los estándares de valor de tipo

cultural, veracidad de las manifestaciones o emisiones expresivas de los actores

sociales, o de inteligibilidad y corrección constructiva de los productos lingüísticos y

simbólicos. Cada una de estas pretensiones de validez configura un tipo de

argumentación diferente, que Habermas llamará, en su orden, discurso teórico, discurso

práctico, crítica estética, crítica terapéutica y discurso explicativo.

1 Habermas (1981/1999), p. 37

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Objeto de la argument.

Formas de argumentación

Manifestacioneso emisiones

problemáticas

Pretensiones de validezControvertidas

Discurso teórico Cognitivo-instrumentales

Verdad de las proposiciones;Eficacia de las acciones teleológica (instrumentales o estratégicas)

Discurso práctico Práctico-moralesRectitud de las normas intersubjetivas de acción

Crítica estética EvaluativasAdecuación de los estándares de valor (culturales)

Crítica terapéutica ExpresivasVeracidad de las manifestaciones o emisiones expresivas

Discurso explicativo ----------Inteligibilidad y corrección constructiva de los productos simbólicos

Cuadro 2. Tipos de argumentación (Habermas, 1981/1999, p. 44)

Veamos, ahora la distinción de los cuatro conceptos de acción, en palabras del mismo

Habermas:

“La multitud de conceptos de acción que, casi siempre implícitamente, se emplean en

teoría sociológica, pueden reducirse en lo esencial a cuatro conceptos básicos que

analíticamente es menester distinguir con cuidado. (ver cuadro).

“El concepto de acción teleológica ocupa desde Aristóteles el centro de la teoría

filosófica de la acción. El actor realiza un fin o hace que se produzca el estado de cosas

deseado eligiendo, en una situación dada, los medios más congruentes y aplicándolos de

manera adecuada. El concepto central es el de una decisión entre alternativas de acción,

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enderezada a la realización de un propósito, dirigida por máximas y apoyada en una

interpretación de la situación.

“La acción teleológica se amplía y convierte en acción estratégica cuando en el cálculo

que el agente hace de su éxito interviene la expectativa de decisiones de a lo menos otro

agente que también actúa con vistas a la realización de sus propios propósitos. Este modelo

de acción es interpretado a menudo en términos utilitaristas; entonces se supone que el

actor elige y calcula medios y fines desde el punto de vista de la maximización de utilidad o

de expectativas de utilidad. Este modelo de acción es el que subyace a los planteamientos

que en términos de teoría de la decisión y teoría de los juegos se hacen en Economía,

Sociología y Psicología Social.

“El concepto de acción regulada por normas se refiere no al comportamiento de un

actor en principio solitario que se topa en su entorno con otros actores, sino a los miembros

de un grupo social que orientan su acción por valores comunes. El actor particular observa

una norma (o la viola) tan pronto como en una situación dada se dan las condiciones a que

la norma se aplica. Las normas expresan un acuerdo existente en un grupo social. Todos los

miembros de un grupo para los que rige una determinada norma tienen derecho a esperar

unos de otros que en determinadas situaciones se ejecuten u omitan, respectivamente, las

acciones obligatorias o prohibidas. El concepto central de observancia de una norma

significa el cumplimiento de una expectativa generalizada de comportamiento. La

expectativa de comportamiento no tiene sentido cognitivo de expectativa de un suceso

pronosticable, sino el sentido normativo de que los integrantes del grupo tienen derecho a

esperar un determinado comportamiento. Este modelo normativo de acción es el que

subyace a la teoría del rol social.

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“El concepto de acción dramatúrgica no hace referencia primariamente ni a un actor

solitario ni al miembro de un grupo social, sino a participantes en una interacción que

constituyen los unos para los otros un público ante el cual se ponen a sí mismos en escena.

El actor suscita en su público una determinada imagen, una determinada impresión de sí

mismo, al develar más o menos de propósito su propia subjetividad. Todo agente puede

controlar el acceso de los demás a la esfera de sus propios sentimientos, pensamientos,

actitudes, deseos, etc., a la que sólo é1 tiene un acceso privilegiado. En la acción

dramatúrgica, los implicados aprovechan esta circunstancia y gobiernan su interacción

regulando el reciproco acceso a la propia subjetividad, la cual es siempre exclusiva de cada

uno. El concepto aquí central, el de autoescenificación, significa, por tanto, no un

comportamiento expresivo espontáneo, sino una estilización de la expresión de las propias

vivencias, hecha con vistas a los espectadores. Este modelo dramatúrgico de acción sirve

principalmente a las descripciones de orientación fenomenológica de la acción.

“Finalmente, el concepto de acción comunicativa se refiere a la interacción de a lo

menos dos sujetos capaces de lenguaje y de acción que (ya sea con medios verbales o con

medios extraverbales) entablan una relación interpersonal. Los actores buscan entenderse

sobre una situación de acción para poder así coordinar de común acuerdo sus planes de

acción y con ello sus acciones. El concepto aquí central, el de interpretación, se refiere

primordialmente a la negociación de definiciones de la situación susceptibles de consenso.

En este modelo de acción el lenguaje ocupa (...) un puesto prominente.”2

El siguiente cuadro resume las relaciones entre los tres primeros tipos de acción, con los

tipos de argumentación que exigen y las formas de saber que materializan y transmiten:

2 Habermas (1981/1999), p.p.122-125.

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Tipos deacción

Tipo de sabermaterializado

Forma deargumentación

Tipo de saber transmitido

AcciónTeleológica:Instrumentalestratégica

Saber utilizable en técnicas y estrategias

Discursoteórico

Tecnologías y estrategias

Actos de habla constatativos(conversación)

Saber teórico-empírico

Discurso teórico

Teorías

Acción reguladaPor normas

Saber práctico-moral

Discursopráctico

RepresentacionesMorales y jurídicas

Acción dramatúrgica

Saber práctico-estético

Crítica terapéuticay crítica estética

Obras de arte

Cuadro 3. “Aspectos de la racionalidad de la acción” (Habermas, 1981/1999, p.428)

Sólo agregaré, para finalizar este punto, que cada uno de los tipos de acción presupone un

concepto de “mundo” con el cual (o en el cual) se relacionan los actores sociales: la acción

teleológica supone que existe un mundo objetivo, en el cual puede desempeñarse un actor

(que puede ser un actor solitario). Cuando asume la forma de acción estratégica, puede

incluir a los demás sujetos (sus deseos y expectativas) como parte del mundo objetivo, en la

acción regulada por normas se supone, además del mundo objetivo, un mundo social

constituido por normas que acatan al menos dos actores; la acción dramatúrgica introduce

un tercer mundo, el mundo subjetivo, al que cada uno tiene un acceso privilegiado. Sólo la

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acción comunicativa supone simultáneamente los tres tipos de mundos, pues con ella los

sujetos buscan entenderse en sus distintas pretensiones de validez. Podríamos decir que la

acción comunicativa se desarrolla en el mundo de la vida, que incluye todas las

interacciones cotidianas.

3. Habermas considera que la tarea de la ética filosófica debe consistir en aclarar la

validez de deber ser de las normas y las pretensiones de validez que sostenemos en los

actos de habla relativos a las normas (o regulativos). En esta empresa Habermas tomará

distancia de las teorías éticas metafísicas, de las axiologías intuicionistas y

prescriptivistas, y en general de las teorías éticas no cognitivas (por oposición a la ética

cognitiva que acepta la veracidad en los asuntos prácticos).

La teoría moral, como investigación de los argumentos morales, deberá responder a la

pregunta de cómo fundamentar las normas y los mandatos morales, lo cual implica

aclarar la función de las pretensiones normativas de validez en la praxis cotidiana, y por

tanto, diferencias las pretensiones deontológicas (vinculadas a los mandatos y normas)

de las pretensiones de validez aseverativas propias de los discursos teóricos sobre el

mundo objetivo.

La fundamentación de la ética habermasiana se basará en dos ideas básicas: el Principio

de Universalización (U) y el Postulado de la Etica Discursiva (D). El principio de

universalización, que constituye una actualización del imperativo categórico kantiano,

dice que:

U: “Toda norma válida debe satisfacer la siguiente condición: que puedan ser

aceptadas por todos los afectados ( y preferidas a las consecuencias de las posibles

alternativas conocidas) las consecuencias y las consecuencias secundarias que, para

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satisfacer los intereses de cada individuo se seguirían (previsiblemente), en el caso de

que fuera seguida universalmente.”

El postulado ético discursivo se formula del siguiente modo:

D: “Sólo pueden pretender validez las normas que encuentran (o podrían encontrar)

aceptación por parte de todos los afectados, como participantes en un discurso

práctico”

El principio de universalización es entendido por Habermas como un principio puente

que posibilita el entendimiento en las discusiones morales, y que desempeña una

función análoga al principio de inducción en los discursos teóricos de las ciencias

empíricas. Pues así como el principio de inducción justifica el paso de un número finito

de enunciados singulares (datos) a un enunciado universal (hipótesis); el principio U es

una norma de argumentación que justifica el paso desde las consecuencias de aplicar

ciertas normas de modo universal a la aceptación de la correspondiente norma.

El principio de universalización también es formulado por Habermas como que:

“únicamente se aceptarán como válidas las normas que expresan una voluntad general”,

es decir que “una norma sólo está justificada cuando es “igualmente” buena para cada

uno de los afectados”, y se diferencia del imperativo categórico kantiano porque da el

paso de “lo que cada uno puede querer, sin contradicción, como ley general” a “lo que

todos de común acuerdo quieren reconocer como norma universal”. Así, Habermas

corrige el aspecto monológico y subjetivista que contiene el imperativo kantiano, que

desconoce el carácter dialógico de la razón humana, y que le impide ver a Kant que es

necesario un discurso real para llegar a lo universal; pues que se cumpla o no el

principio de universalidad es algo que solo pueden determinar los propios afectados en

cada caso mediante un discurso real. Valga agregar que Habermas renuncia también a la

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versión fuerte del trascendentalismo kantiano que distingue tajantemente entre los

elementos a priori y los elementos a posteriori, pues considera que nuestros esquemas

cognitivos y morales son producto de una evolución.

Partiendo de los trabajos de su maestro Otto Apel, Habermas tratará de encontrar una

fundamentación pragmático trascendental del principio de universalidad; si bien

renunciará al intento de Apel de encontrar una fundamentación última. Pues tal intento

impediría confrontar los resultados de la teoría moral con los resultados de otras

ciencias para así poder revisarlos.

El enfoque pragmático-trascendental le llevará a Habermas a concluir que el principio

de universalización está ya implicado en los presupuestos de toda argumentación, es

decir que es un supuesto implícito en los elementos pragmáticos del discurso. Para

arribar a tal conclusión Habermas se apoyará, por un lado, en la noción apeliana de

contradicción realizativa (o performativa), y, por otro, en las reglas del discurso

práctico desarrolladas por Robert Alexy. Para Adela Cortina, la contradicción

performativa (o contradicción pragmático-trascendental) funciona como una regla de

reducción al absurdo y le sucede a “quien, entrando en un discurso, pretende abjurar de

los presupuestos que le dan sentido”. Un ejemplo trivial seria el enunciado: “Yo no

existo” (aquí y ahora) En palabras de Habermas, se tratará de “comprobar si el rechazo

de un principio moral propuesto incurre en una realización contradictoria con los

presupuestos inevitables de la argumentación moral”. Y en términos de Apel:

“Cualquier cosa que yo no pueda negar sin incurrir en una autocontradicción evidente y,

al mismo tiempo, tampoco pueda fundamentar deductivamente sin una petición de

principio (...), pertenece a aquellos presupuestos pragmático-trascendentales de la

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argumentación que será preciso reconocer si es que el proceso de habla de la

argumentación ha de conservar su sentido”

Habermas encuentra una aproximación a tales presupuestos en las reglas del discurso

práctico propuestas por Alexy, y las clasifica en tres grupos que corresponden a los

niveles logico-semántico, dialéctico y retórico de la argumentación, asi:

I. En el nivel de la producción lógico-semántico, la argumentación ha de servir

para producir argumentos atinados desde el punto de vista de sus propiedades

intrínsecas; del catalogo de Alexy serían ejemplos:

I.1. Ningún hablante debe contradecirse.

I.2. Cualquier hablante que aplique un predicado F a un objeto a, debe estar

dispuesto a aplicar el predicado F a cualquier otro objeto que coincida con a en

todos los aspectos relevantes, y

I.3. Distintos hablantes no pueden emplear la misma expresión con distintos

significados.

II. En el nivel de los procedimientos dialécticos la argumentación aparece como

una búsqueda cooperativa de la verdad (o del mejor argumento), en un proceso

regulado de tal modo que proponentes y oponentes puedan situarse

hipotéticamente por encima de las presiones de la acción y traten de evaluar las

pretensiones de validez problematizadas. Del catalogo de Alexy serían

ejemplos:

II.1.Cada hablante sólo puede afirmar aquello en lo que verdaderamente cree.

II.2.Quien introduce un enunciado o norma que no es objeto de la discusión debe

dar una razón para ello.

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Nótese que en este nivel ya se suponen reglas de tipo ético como el

reconocimiento recíproco y se rechaza el atrincheramiento dogmático de

argumentos.

III. En el nivel de los procesos retóricos, la argumentación aparece como un proceso

de comunicación que aspira a satisfacer las condiciones de una situación ideal

de habla; es decir, una situación que estuviera inmunizada contra la represión y

la desigualdad; una que, en la búsqueda del entendimiento, excluye toda

coacción que no sea la del mejor argumento. Serían ejemplos en catálogo de

Alexy:

III.1. Cualquier sujeto capaz de lenguaje y acción puede participar en la discusión.

III.2. A. Cualquiera puede cuestionar cualquier afirmación.

B. Cualquiera puede introducir cualquier afirmación en el discurso.

C. Cualquiera puede expresar sus posiciones, deseos y necesidades.

III.3. A ningún hablante puede impedírsele el uso de los derechos establecidos en

3.1 y 3.2 mediante coacción interna o externa al discurso.

Habermas considera que es posible demostrar que semejantes reglas del discurso no son

meras convenciones sino presupuestos inexcusables, es decir trascendentales; y que una vez

aceptado esto último se puede concluir que su aceptación por los participantes en el

discurso práctico sólo es posible si vale también el principio de universalidad (U). De ello

se sigue además que el principio U, en tanto regla de argumentación, pertenece a la lógica

del discurso práctico. Reconoce, sin embargo, que en muchos casos las argumentaciones

reales no cumplen con alguna o alguna de estas reglas, y constituyen solo aproximaciones.

Y dado que los discursos están sometidos a limitaciones de espacio y tiempo, y que los

participantes en él pueden estar movidos por otras razones que la búsqueda cooperativa de

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la verdad, se hacen necesarias las medidas institucionales que ayuden a neutralizar las

limitaciones empíricas inevitables y las evitables intervenciones internas y externas, para

que las condiciones ideales previstas puedan alcanzarse en un grado razonable.

Por su parte el principio de la ética discursiva (D), no pertenece ya a las reglas de la

argumentación, pues se lo postula como la idea fundamental de una teoría moral: “”D” es la

afirmación de finalidad que el filósofo trata de fundamentar en su condición de teórico

moral” Tal fundamentación será también de tipo pragmático- trascendental, y será a la vez

formal y selectiva. Formal, porque en tanto regla de argumentación no prejuzga ninguna

regulación de contenido (los asuntos de contenido solo son decidibles en discursos reales,

en los cuales el filósofo solo puede participar como afectado o como experto, pero no puede

decidirlos por su cuenta) y selectiva porque no es conciliable con todos los principios de

contenido moral y jurídico.

Frente a las criticas al formalismo de la ética discursiva (ya presente en las criticas de Hegel

a Kant) Habermas recalca el aspecto procedimental de la su propuesta: “El principio básico

de la ética discursiva toma pie en un procedimiento, esto es, la comprobación discursiva de

las pretensiones de validez. A este respecto cabe calificar con razón a la ética discursiva de

formal. Esta no ofrece orientación de contenido alguno, sino un procedimiento: el del

discurso práctico. Este es, en realidad, no un procedimiento para la producción de normas

justificadas, sino para la comprobación de la validez de normas propuestas y establecidas

con carácter hipotético. Los discursos prácticos han de admitir que su contenido esté dado

de antemano...” La ética dialógica, nos dirá más adelante, solo se puede aplicar a cuestiones

prácticas que se puedan discutir racionalmente y, sobre todo, con esperanzas de obtener un

consenso. Finalmente, Habermas reconoce que la lucha por las normas, aunque se

desarrolle discursivamente, sigue estando enraizada en la “lucha por el reconocimiento”. Y

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enfatiza que, en un mundo que no está acostumbrado a resolver sus conflictos y diferencias

por medios consensuales, la argumentación y el discurso práctico se parecen a islas

amenazadas de inundación, pues: “los instrumentos de la violencia reprimen siempre los

medios de entendimiento”.