Adolescencias Contemporaneas Prologo (1)

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[email protected] 1 facebook.com/mariacristina.rotherhornstein 1. INTRODUCCIÓN María Cristina Rother Hornstein "Si bien el psicoanálisis ha rastreado la continuidad entre la psiquis infantil y la del adulto también dio cuenta de las trasmudaciones y los reordenamientos que sobrevienen en el camino de devenir adulto." Sigmund Freud, 1913 Un psicoanálisis contemporáneo, abierto a los intercambios con otras disciplinas y al desafío que impone cada coyuntura sociocultural sin perder especificidad ni rigor, exige retrabajar los fundamentos metapsicológicos y clínicos como punto de partida y reelaborarlos con propuestas que abreven en esa multiplicidad de discursos y en los propios. El requisito es un pensamiento teórico siempre anclado en la clínica, que sea capaz de desafiar los dogmatismos y las falsas seguridades con las que se manejan algunas teorías psicoanalíticas y que se actualice para no perder vigencia. Entablar un diálogo entre diversas disciplinas que lleven a una “fertilización cruzada” y no a una mezcla indiscriminada, para intentar abrirse a lo nuevo evitando síntesis, requiere aceptar las diferencias y “aprender a navegar en la diversidad, dando lugar a que aparezca un acontecimiento, una nueva metáfora que nos lleve a nuevos espacios cognitivos o enriquezca nuestro paisaje actual” (Najmanovich, 2008). Los intercambios entre especialistas ahondan el grado de especialización. Los intercambios interdisciplinarios ensanchan y perforan las fronteras entre disciplinas y enriquecen el pensamiento generalista, siempre y cuando haya una frontera que explorar, que cuestionar, que transgredir y, sobre todo, una actitud con espíritu creativo (Wagensberg, 2014). En este contexto y desde la perspectiva de los sistemas abiertos, permanencia y cambio, repetición y creatividad, orden y desorden, determinismo y azar, realidad y representación, construcción y reconstrucción, no son contradictorios. Por el contrario, posibilitan la resignificación de conceptos básicos, la creación de otros y pensar desde diferentes perspectivas los desafíos de la clínica. No se trata de rechazar todo desarrollo determinista, sino de no perder de vista que la complejización aumenta el número de respuestas posibles ante las exigencias del mundo exterior. Múltiples respuestas a una misma problemática es a lo que nos enfrenta la clínica actual al interrogar los procesos psíquicos y formular nuevas estrategias terapéuticas. ¿Podemos definir a priori cuál será la evolución adolescente a partir del despliegue pulsional propio del desarrollo puberal? ¿O cuál será el devenir de un niño que queda huérfano, o el devenir de una vida ante cualquier hecho traumático o profundamente

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1. INTRODUCCIÓN María Cristina Rother Hornstein

"Si bien el psicoanálisis ha rastreado la continuidad entre la psiquis infantil y la del adulto también dio cuenta

de las trasmudaciones y los reordenamientos que sobrevienen en el camino de devenir adulto."

Sigmund Freud, 1913

Un psicoanálisis contemporáneo, abierto a los intercambios con otras disciplinas y al desafío que impone cada coyuntura sociocultural sin perder especificidad ni rigor, exige retrabajar los fundamentos metapsicológicos y clínicos como punto de partida y reelaborarlos con propuestas que

abreven en esa multiplicidad de discursos y en los propios. El requisito es un pensamiento teórico siempre anclado en la clínica, que sea capaz de desafiar los dogmatismos y las falsas seguridades con las que se manejan algunas teorías psicoanalíticas y que se actualice para no perder vigencia.

Entablar un diálogo entre diversas disciplinas que lleven a una “fertilización cruzada” y no a una mezcla indiscriminada, para intentar abrirse a lo nuevo evitando síntesis, requiere aceptar las diferencias y

“aprender a navegar en la diversidad, dando lugar a que aparezca un acontecimiento, una nueva metáfora que nos lleve a nuevos espacios cognitivos o enriquezca nuestro paisaje actual” (Najmanovich, 2008).

Los intercambios entre especialistas ahondan el grado de especialización. Los intercambios interdisciplinarios ensanchan y perforan las fronteras entre disciplinas y enriquecen el pensamiento generalista, siempre y cuando haya una frontera que explorar, que cuestionar, que transgredir y, sobre todo, una actitud con espíritu creativo (Wagensberg, 2014).

En este contexto y desde la perspectiva de los sistemas abiertos, permanencia y cambio, repetición y creatividad, orden y desorden, determinismo y azar, realidad y

representación, construcción y reconstrucción, no son contradictorios. Por el contrario, posibilitan la resignificación de conceptos básicos, la creación de otros y pensar desde diferentes perspectivas los desafíos de la clínica.

No se trata de rechazar todo desarrollo determinista, sino de no perder de vista que la complejización aumenta el número de respuestas posibles ante las exigencias del mundo exterior. Múltiples respuestas a una misma problemática es a lo que nos enfrenta la clínica actual al interrogar los procesos psíquicos y formular nuevas estrategias terapéuticas.

¿Podemos definir a priori cuál será la evolución adolescente a partir del despliegue pulsional propio del desarrollo puberal? ¿O cuál será el devenir de un niño que queda huérfano, o el devenir de una vida ante cualquier hecho traumático o profundamente

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significativo? ¿O diversas situaciones que la vida propone e impone a diario y enfrentan al sujeto con una distancia intolerable entre el objeto real y el fantaseado? O, más simple, ¿podemos predecir cómo será un niño cuando sea un joven?

Decía en el prólogo de un libro que compilé en 20061:“Intentamos entre todos dejar

abiertas cuestiones para seguir interrogando las problemáticas que hoy aquejan a padres, hijos, educadores, profesionales de la salud, que parecen habitar –a veces– mundos tan disímiles que imposibilitan el diálogo y la comunicación. Preguntarse una vez más: ¿cómo serán las nuevas subjetividades que se instituyen bajo el sesgo de aceleradas transformaciones de valores, de ideales, de modas, de códigos que impactan recursivamente en la cultura?”.

Pensar la adolescencia es indagar los códigos en que se instituye y que son propios

de cada época, de cada generación, de cada subcultura. El imaginario social propone nuevos ideales, nuevos proyectos, estimula o apaga ilusiones.

Los modelos educativos se transforman muy lentamente. La familia y sobre todo las madres crían a sus hijos de manera parecida a como ellas mismas fueron c riadas y transmiten características culturales mediante hábitos, sistemas de valores y múltiples formas de comportamiento que una vez adquiridas, se someten a una especie de compulsión repetitiva de generación en generación. Sin embargo, no dejan de influir sobre las mismas las relaciones de producción y de poder de acuerdo con el valor psicológico, las necesidades y frustraciones que de ellas se derivan.

¿Cómo incluir los efectos de los cambios de lo histórico social en las configuraciones subjetivas sin desestimar algunos pilares fundamentales del psicoanálisis?: las tópicas, la vida pulsional, los mecanismos de defensa, el Edipo, el narcisismo, el yo, el superyó, la

realidad, la problemática identificatoria.

¿Cuáles son los aconteceres que el tránsito por la adolescencia obliga a tramitar?

Los cambios corporales, la reemergencia de la sexualidad, los diversos duelos: renunciar a los progenitores de la infancia, a la sexualidad infantil, a las formas defensivas infantiles. Cuestiones todas ellas que bien tramitadas posibilitan responder con más firmeza a las demandas sociales y crear nuevos vínculos. Experiencias que exigen trabajos psíquicos para apropiarse de nuevas herramientas –identificaciones secundarias– que los ayuden a procesar las nuevas realidades, a procurarse otros vínculos, otros referentes identificatorios, a investir nuevos espacios.

La sexualidad adolescente modifica las vivencias previamente consolidadas en el seno de la familia, reestructura y transforma esa identidad al desprenderse saludablemente de algunos mandatos familiares. Formula interrogantes apremiantes. Es un desafío no sólo

para los adolescentes –quienes atraviesan, expresa o silenciosamente, esa etapa “turbulenta”, plena de incertidumbres, radicalizaciones, decepciones, miedos y angustias–, sino también para los padres.

Aceptar la diferencia generacional ayuda al diálogo y a la confrontación productiva y propicia junto a esa vitalidad estimulante propia de los adolescentes, la creatividad, las inteligencias singulares, que amortiguan ciertos aspectos de la violencia del estallido juvenil, lo cual contribuye a que los procesos de aprendizaje introduzcan solidez en el desarrollo de la cultura.

Es insoslayable una doble tarea: la de revisar los procesos psíquicos en juego –la trama de los contenidos inconscientes, las exigencias del superyó, los modelos identificatorios, los ideales y proyectos de cada adolescente– y, al mismo tiempo, comprender las nuevas identidades que se modelan hoy a la luz de las aceleradas

transformaciones a las que hicimos referencia.

1 Adolescencias: Trayectorias turbulentas (Paidós)

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Los adolescentes y jóvenes de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI han nacido sumergidos en los nuevos avances tecnológicos, rodeados de computadoras, teléfonos celulares, videojuegos, música digital, herramientas todas ellas que contribuyen a configurar identidad. Las nuevas generaciones imponen sugerentes y singulares discontinuidades subjetivas con respecto a las generaciones de sus antecesores. Se ha producido una brecha digital y generacional que no podemos ignorar, ni como padres ni

como educadores, ni como profesionales de la salud. Brecha generacional que reinstala la pregunta a la que sólo el paso del tiempo y la observación darán algunas respuestas: ¿cómo será la evolución de esos niños nacidos sobre todo a partir de 2006?

Nuestros jóvenes nacieron en tiempos de la revolución informática.2 No es menor el impacto en las maneras de vincularse con los congéneres, con los adultos, con el aprendizaje, con el saber, con las nuevas formas de comunicación, con el mundo… ese mundo que “cambió tanto que los jóvenes deben reinventar todo: una manera de vivir juntos, instituciones, una manera de ser y de conocer…” (Serres, 2012).

Los adolescentes cargan con sus historias individuales trazadas sobre esa nueva cotidianeidad que los adultos compartimos. Medios de comunicación, internet, multitecnología. Lo novedoso en la cultura adolescente es cómo se vinculan con la web, la

manera en que navegan, los programas de TV que eligen y comparten, el uso de diversas

aplicaciones en las que se ubican como receptores y productores. Lo novedoso es que internet es una herramienta de ilusión de poder, de autonomía y de importantes diferencias

con los adultos.

Un poco de histor ia recordando a Freud y su época

“Las organizaciones vivas son fluidas y móviles. Todo intento de inmovilizarlas

–en el laboratorio o en nuestra representación– las hace caer en una u

otra de las dos formas de muerte.”

Entre el cristal y el humo Henri Atlan, 1979

La obra de Freud es una referencia insoslayable. Entre otras razones, por la complejidad con que pensó la subjetividad, anticipando la concepción de caos determinista. Fue un verdadero pionero en tanto y en cuanto se animó a “caminar por los bordes de la medicina decimonónica, a tender puentes entre una teoría fosilizada y una práctica que requería de nuevas categorías”. Nunca dejó de buscar metáforas que ampliaran su campo de investigación en otras áreas, desde la literatura hasta la religión, las artes plásticas, la física de su época, la filosofía (Najmanovich, 2008).

Articular determinismo y azar en la reorganización fantasmática posibilita la producción de algo nuevo mediante religaduras de lo actual (encuentros significativos) con

lo ya inscripto (series complementarias). Implica considerar cómo se modifica la teoría y sus

2 Internet comienza de 1991. La generación de nacidos entre mediados de los noventa y principios del año 2000

se están introduciendo en los medios (la cultura, el mundo, la subjetividad) a través del intermediario digital y ya no a través del papel o de la imprenta.Investigaciones hechas en Argentina por R. Morduchowicz (2013) muestran que hay una diferencia notable entre los nacidos antes y después del 2006 a partir del aumento en el

numero de pantallas digitales en las familias. El celular del 65% en el 2006 pasó al 100% en el 2011. El lector del DVD del 40 al 70%, y la computadora subio del 30% en el 2006 al 70% en el 2011.

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consecuencias en la práctica al conceptualizar sucesivamente el proceso primario, el sistema inconsciente, la sexualidad infantil, la transferencia, la repetición, el narcisismo, las identificaciones, la pulsión de muerte, la segunda tópica, la castración, el Edipo y la femineidad.

Que las histéricas sufran de reminiscencias fue, junto a la genialidad de Freud, lo que hizo posible la creación del psicoanálisis. Las escenas de seducción a las que referían las

pacientes de fines del siglo XIX configuraron el mapa psicoanalítico. La sexualidad infantil y la sexualidad en general fue uno de los pilares fundamentales en la constitución del psiquismo. Las escenas de seducción infantil por parte del adulto son investigadas por Freud en su factualidad a lo largo de los años, si bien en 1897, cuando ya no cree en su “neurótica”, cobran más vigor las fantasías. Pero esas fantasías, que son un producto de lo visto y de lo oído por el niño desde sus primeros encuentros con la madre, configuran parte de la realidad psíquica. Realidad que articula lo real del acontecimiento, la fantasmatización que cada psiquismo teje y las diversas interpretaciones una vez devenido el yo.

A partir de 1914, con la introducción del narcisismo, hay una reformulación teórica para pensar la constitución psíquica: narcisismo, identificación, superyó, realidad, la cultura y lo histórico social cobran una importancia decisiva y equivalente a lo que fue el descubrimiento de la sexualidad infantil y el deseo en los comienzos de sus investigaciones.

Al cambiar la cultura también cambian sus malestares y sus expresiones psicopatológicas. Freud (1930) decía que “el ser humano se vuelve neurótico porque no puede soportar la medida de frustración que la sociedad le impone en aras de sus ideales culturales”.

El psicoanálisis actual contiene diversas líneas teóricas y prácticas. Winnicott, Klein, Lacan, Kohut, Piera Aulagnier, Green, Castoriadis y otros son referentes imprescindibles. En cada uno de ellos predominan ciertos ejes conceptuales que conforman el patrimonio compartido de los psicoanalistas.

No olvidemos agregar a esos otros referentes imprescindibles: las nuevas generaciones que nos invitan a revisar críticamente la teoría y la práctica y, en la educación, no sólo la metodología sino el contenido de lo que se enseña. En otras palabras, nos obligan a hacer uso de un derroche de imaginación, de creatividad, de inventiva.

Para revisar todas estas cuestiones propongo seguir un i tinerario que nos lleva

desde antes del nacimiento a la configuración de las identidades, los duelos y la recomposición subjetiva, donde la adolescencia es un tránsito obligado.

Y dado que la práctica no puede estar desarticulada de la teoría, retomaremos algunas patologías clínicas propias de configuraciones narcisistas fallidas y diversas formas de abordar el proceso analítico.

Agradezco los textos y la colaboración de mis colegas Luis Hornstein, Hugo Lerner y Susana Sternbach, que han aceptado participar en este proyecto y que con sus diversas miradas y propuestas enriquecen la indagación y profundizan interrogantes del mundo apasionante que nos ofertan los niños, los adolescentes y los jóvenes.

Luis Hornstein enfatiza la subjetividad como una construcción a partir de las relaciones sociales y no como una esencia humana. Considera que no existe la familia como totalidad autónoma y, menos aún, como unidad biológica-natural, sino como un universo de

factores socioculturales. Polemiza con aquellos psicoanalistas para quienes todavía lo humano derivade necesidades o instintos (postulados como primeras motivaciones

psíquicas). Para ellos no hay creatividad humana ni para pensar la teoría ni para enfrentar la clínica del adolescente. En ese sentido, nos dice: “La clínica ha oscilado entre dos maniqueísmos. O toma al adolescente como un colmo de angustias y de duelos. O considera almibaradamente a la adolescencia un tiempo pleno de vida.Siempre el maniqueísmo es el resultado de pensar mal o pensar poco. De actuar poco”. Mirar,

escuchar, sentir y pensar al adolescente nos enfrenta ante oscilaciones intensas de la autoestima y del sentimiento de identidad; desesperanza; no construcción de la alteridad;

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inhibiciones diversas; apatía; hipocondría; trastornos del sueño y del apetito; ausencia de proyectos; crisis de ideales y valores; trastornos en la simbolización; identidades borrosas; impulsiones; adicciones; labilidad en los vínculos; trastornos psicosomáticos. No se trata de datos sueltos. Por el contrario, todos ellos son datos que nos invitan a articular, a actuar.

Hugo Lerner insiste en que nuestra disciplina es una teoría y una práctica en la que a medida que avanza en su tarea, los interrogantes van proponiendo nuevos textos y autores

que pasarán a ser nuevos interlocutores.

Respecto de si la adolescencia es una crisis o un duelo, concuerda en que hay crisis3 en tanto es una etapa generalmente tumultuosa de la vida y dado que es una producción cultural, la adolescencia interpela explícitamente la condición de ser expresión de la cultura, escenificando el nacimiento del sujeto adulto. Y es en esta construcción que va deviniendo, en este nacimiento, donde hallamos a los adolescentes en crisis, porque hay cambio, hay o no oportunidades de establecer un proyecto identificatorio que les constituya un ideal del yo que no repita “el modelo” parental que hasta ese momento prevalecía y del cual se quieren apartar.

Insiste en que tanto los educadores como los agentes de la salud mental en general tienen la responsabilidad de entender que el proceso adolescente genera duelo, sufrimiento, y que es imperativo reconocer a los adolescentes como sujetos en desarrollo, como sujetos

significativos a los cuales se les debe dar un lugar. La travesía hacia la adultez no va a ser tan traumática y desquiciante si comprendemos estos tránsitos tumultuosos, para así poder alejarnos del cúmulo de extraviados que buscan el enfrentamiento como única respuesta, posición esta que termina con frecuencia alienando nuestro porvenir, a nuestros adultos venideros. Planteo que no implica desconocer la importancia y la necesidad que muchas veces tiene la puesta de límites, a veces dificultosa y que muchos adultos declinan de ejercer.

Subraya que para comprender las adolescencias actuales se debe tener en cuenta que el mundo presente se les presenta convulsionado, que su mirada al futuro está impregnada de perplejidad e incertidumbre, sin guías que los ayuden a orientarse en el tránsito hacia un futuro desconocido. Las certidumbres de la infancia ya no los habitan ni los habitarán. Pero Lerner, como el resto de los autores que compartimos este libro, toma

partido cuando no deja de apostar al hecho de que suficientemente bien acompañados, la mayoría de los adolescentes “inmaduros, irresponsables, insensatos, inconstantes, juguetones, reivindicadores, en última instancia, practicantes persistentes de todo aquello que los ubique en un proceso identificatorio (aunque a veces estén al borde del derrumbe), lograrán afrontar ese tránsito sin ceder en la tentativa. Agenciarse la sensación de „yo soy‟, y la consecuente relación con „yo era‟ y „yo seré‟ (o sea, cons truir su historia), trabajo psíquico que se despliega enlazado con el mundo”.

Susana Sternbach reflexiona también sobre el lugar del adulto en su vínculo con los adolescentes y propone un recorrido “a quienes se aventuren en la lectura de este libro, que difícilmente sean adolescentes. Y, dado que la adolescencia, noción que ha adquirido estatuto de existencia hace no más de medio siglo, refiere básicamente a ese período de la vida que oscila entre la niñez y la adultez, parece oportuno referirse a los extremos que la

delimitan”. Propone empezar con la adultez, no sólo por una cuestión formal de delimitación,

sino sobre todo porque el adulto representa su porvenir, aquello que lo espera cuando las turbulencias de la primera juventud cedan paso a esa prolongada etapa de la vida que sólo mucho más tarde habrá de devenir en vejez. “Adultez” que no constituye un punto de arribo ni un resguardo frente a las inclemencias de la vida. Por el contrario, se trata de una construcción dinámica, incesante e inacabada, donde los niños y los adolescentes son

3Entre los diversos significados que atribuye a este término, el Diccionario de la lengua española de la Real

Academia dirá: “Mutación importante en el desarrollo de otros procesos, ya de orden físico, ya históricos o espirituales.Situación de un asunto o procesos cuando está en duda la continuación, modificación o cese”.

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quienes encarnan esa parte de nuestra propia historia e identidad que corresponde en cierta medida a lo que hemos sido y ya no somos. “Los más jóvenes aquellos que comienzan a recorrer nuestros caminos cronológicos ya recorridos, movilizan en alto grado nuestras vivencias, nuestros recuerdos y nuestras dificultades. También nuestros caminos no transitados”.

Insiste en una problemática actual: “Peculiar alquimia, donde los anteriores modos de

pasaje ligados al paso del tiempo resultan trastocados en una inversión que altera las formas de concebir la existencia humana. Si hasta hace algún tiempo la adultez parecía ser aliada del orden, la estabilidad y la conservación de lo instituido, en tanto la adolescencia era el desorden, la rebeldía frente a lo establecido y la transformación del mundo, dicha relación entre permanencia y cambio ha incorporado fuertes modificaciones. Entre otras cuestiones, porque en aspectos importantes de la vida los adultos mismos viven en una búsqueda identificatoria acorde a paradigmas de época que permiten e invitan a reciclar la propia identidad, búsqueda otrora permitida predominantemente a los adolescentes. Si agregamos a esto los ideales ligados a lo joven, nos encontraremos con una simetrización generacional que a menudo diluye las fronteras entre edades y las compacta en un tiempo que no avanza o, aun más, aspira a retroceder”.

Un psicoanálisis apto para el siglo XXI tiene que pensar el pasado y el

presente para transformarlo, no para prolongarlo; reelaborar los fundamentos metapsicológicos y clínicos con propuestas que abrevan en los cambios que exige el interjuego con las distintas disciplinas y con la propia. Actualizarse en su práctica y en el uso de dispositivos terapéuticos. Actualización versus esclerosis, redundancia, simplificación. Son estas disyuntivas cruciales las que me llevaron a escribir este libro y convocar a mis colegas con inquietudes similares.

María Cristina Rother Hornstein: Médica egresada de la Facultad de Medicina de la Universidad de

Buenos Aires. Revalida de título de médica en 1977 en la Universidad Central de Caracas, Venezuela. Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Profesora Titular de la Carrera de Especialización en Clínica Psicoanalítica con niños y adolescentes de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Plata. Compiladora y coautora de: Adolescencias: trayectorias turbulentas,

Paidos 2006.Bs. As. Coautora en varios libros: Cuerpo, historia, interpretación, Bs. As. Paidos, 1991; (L.Hornstein, comp.) – La problemática del síntoma, Bs. As. Paidos, 1997,

(M.Rodulfo y N. Gonzales, comps.) - Psicoanálisis: cambios y permanencias, Libros del Zorzal 2003, Bs. As. (H.Lerner, comp.); - Proyecto Terapéutico: de Piera Aulagnier al psicoanálisis actual, Paidos 2004 (L.Hornstein, comp.) Bs. As. - Organizaciones Fronterizas, Fronteras del Psicoanálisis

(H.Lerner y S. Sternbach, comp.) Lugar, Bs. As. 2007. Los Sufrimientos: 10 psicoanalistas, 10 enfoques. (H.Lerner, comp.) Psicolibro, Buenos Aires, 2013. www.facebook.com/mariacristina.rotherhornstein - [email protected]