Agapito Maestre - El Placer de La Lectura

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Es difícil hallar un placer comparable al creado por la lectura. Te da todo sin arriesgar nada. Sólo imaginar los libros que me esperan para ser leídos los próximos días y semanas me produce tal goce y disfrute, carnal, que sólo es comparable al que uno puede sentir preparando un viaje a un lugar bellísimo. Es el mismo placer primario, animado y animal, que uno siente ante un manjar exquisito, cuando lo contempla. Leer un libro es, antes que nada, una forma de vivirlo. De gozarlo. Delicioso es siempre el placer de la lectura. Nos da vida. Vivimos otras vidas.

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El placer de la lecturaAgapito MaestreEs difcil hallar un placer comparable al creado por la lectura. Te da todo sin arriesgar nada. Slo imaginar los libros que me esperan para ser ledos los prximos das y semanas me produce tal goce y disfrute, carnal, que slo es comparable al que uno puede sentir preparando un viaje a un lugar bellsimo. Es el mismo placer primario, animado y animal, que uno siente ante un manjar exquisito, cuando lo contempla. Leer un libro es, antes que nada, una forma de vivirlo. De gozarlo. Delicioso es siempre el placer de la lectura. Nos da vida. Vivimos otras vidas.No es necesaria una exploracin de la vitalidad desplegada en la lectura para reconocer que es el pueblo, el sencillo lector del pueblo llano, quien ms goza la lectura. La lectura se vuelve vida [...] A este sencillo lector, no al de medio pelo, ni al semiculto ni al biblifilo, va dirigido este libro (...) El lector que vive el libro, lo lee, y luego recuerda su goce, es el arquetipo buscado por quien les escribe. Gracias al ser humano vivimos en la imaginacin y el sentimiento primero, y en la razn y el dilogo despus, otros mundos, otras vidas, tan reales o ficticias como la nuestra. La doblez del ser humano, que otros llaman la dualidad del hombre, es satisfecha por ese doble placer que produce la lectura. Satisface con holgura tanto nuestra parte animal como racional. El empeo de la lectura nos hace vivir el libro elemental y primariamente, sensitivamente, y, ms tarde, podemos deleitarnos con una comprensin intelectual, racionalmente. Gaos explica este proceso con relativa sencillez: la forma primaria de vivir un amor es sentirlo y proceder en consecuencia; la de vivir a Dios o con Dios, creer en l y rendirlo culto; la de vivir un paisaje o un cuadro, contemplarlo; la de vivir un libro, leerlo. Esta lectura animada por nuestra forma perceptiva y primaria de vivir nos introduce en un mundo que impide distinguir entre fuera y dentro; lo virtual es real y viceversa. Es la lectura que nos atrapa sin saber distinguir la realidad de la ficcin. Vivimos el libro de forma irracional, o sea, leemos sin plantearnos pregunta alguna sobre el texto de la lectura. Vivimos y leemos sin preocuparnos "si somos lo que leemos" o, por el contrario, "leemos lo que somos". Esas preguntas son ajenas a la singularidad vital de la lectura. Leer es como respirar. La vitalidad de la lectura es nica. Empieza por el detenimiento y concentracin que nos impone leer. Es como si tuviramos que concentrar todas las fuerzas del cuerpo en la actividad, en realidad, en la entrega de ser otros. Es como si el cuerpo cediera toda su fuerza a la imaginacin. Quien sigue leyendo, o sea, quien sigue empendose en imaginar otras vidas est doblando y hasta centuplicando la suya propia. La lectura se ofrece a todo el mundo como participacin en una vida ms grande. La lectura se sale del libro. Te da vida. Leer, pues, es vivir ms. He ah las grandezas de la literatura, que no es en esencia sino palabras bien dichas que por lo bien dichas que estn merecen ser definitivas en su gnero y, tal vez por eso, se escriben con la aspiracin de repetirse. La otra parte de la lectura, la llamada racional, aspira a repetir esas palabras, o mejor, el lector aspira a hacerse merecedor de esas palabras. Slo a quien es capaz de hacerlas suyas le cabe el honor de pronunciarlas para s o para otros con la inteligencia que les presta el entendimiento. Palabras bien dichas, esto es, bendiciones, segn el poeta Javier Campos, que dan la vida misma multiplicada. Parece, pues, obvio que tambin existe la forma de vivir, de leer, el libro racionalmente, segn exige la otra parte de eso que he llamado la doblez constitutiva del ser humano. Tambin queremos vivir el libro, leerlo, con la razn y la palabra. No slo leemos para nosotros, sino que pretendemos extender nuestro placer aconsejando lo ledo a los amigos. No es mal criterio para seleccionar libros: leer slo aquello que los amigos nos aconsejan. Es una seal inequvoca de amistad, de cario, regalar un libro que nos ha gustado. Hay quien, adems de regalar y aconsejar libros, disfruta dando noticias sobre los libros ledos. Es la voluptuosidad de la lectura, que puede conducirnos directamente a la tarea crtica. Es una manera de alargar el placer de la lectura a travs de la escritura. E, incluso, hay algunos ms osados, como sera mi caso, que escriben libros sobre libros con nimo de transmitir que leer es un placer. Placer? S, sin duda alguna, la lectura es un placer interior, que jams podr satisfacer la "sociedad" que slo se preocupe de los placeres efmeros e inmediatos. Algo de todo esto hallar el lector en este libro, que no me atrevo a llamar de crtica, porque creara ms recelo que gozosa expectativa ante una novedad. Este libro, ya palabra escrita y leda, slo trata de perennizar el placer de la lectura, que conserva siempre el gozo que produce la buena conversacin y el or una voz bella. Espero, queridos lectores, que compartan conmigo la opinin del clsico sobre la fruicin que nos producen los libros. Fue Montaigne, el filsofo francs amante de la buena vida, quien mantuvo que del trato con los amigos, las mujeres y los libros son ltimos los que mejor parados salen. Grandes placeres nos dan los tres, pero, a juicio del sabio escptico, el tercer trato es incomparable con los otros dos, porque aqullos son fortuitos y dependen de circunstancias incontrolables. El uno, el trato con los amigos, es enojoso por ser tan raro; el otro, la relacin con las mujeres o los hombres, jase con la edad. Ninguno de los dos, al fin y al cabo, saciara las necesidades de una vida como puede hacerlo el libro. La relacin vital con los libros siempre es ms segura, ms nuestra, ms ntima. Los libros nunca nos ponen mala cara. Es como hallar un amigo, pero sin necesidad de molestarlo, inquirirlo o importunarlo. Leer es un placer cierto. O leemos por placer o no leemos. El libro te dice cosas, te aconseja, te consuela, te distrae. El libro te da todo y no te pide nada. Te hace vivir ms intensamente y no te requiere jams. Sin embargo, cualquiera que me est leyendo, cualquiera de ustedes que conozca y sienta, de verdad, el podero que sobre nuestra alma produce la genuina amistad y el trato con el otro sexo dir que las ventajas de esas dos formas de relacin o "comercio" humano estn muy por encima del contacto que tenemos con los libros. Sin duda, las ventajas naturales de la amistad y el amor son obvias; acaso por eso, el libro, la especial relacin que se establece entre el hombre y el libro, le entrega en prenda al amor y a la amistad esas ventajas naturales. Carnales. Entrega, s, cede esa prenda primaria, carnal, al amor y la amistad para que stos jams le sustraigan al hombre el placer de la lectura. El placer de tratar con los libros. ste se reserva para s la "constancia y la facilidad de su servicio". Son ahora, por el contrario, los placeres contingentes del amor y la amistad los que ceden en prenda al libro la seguridad, la fidelidad permanente, para que ste jams se interponga en los amores fortuitos. Prenda por prenda. Placer por placer. El placer de la lectura no desmerece, pues, a las otras dulces compaas que dulcifican la vida del espritu. El libro acompaa todas nuestras andaduras y siempre nos asiste. Montaigne no lo duda: el trato con el libro, el placer de la lectura, "consulame en la vejez y en la soledad. Me libra del peso de una ociosidad tediosa; y me salva en todo momento de las compaas que me resultan enojosas. Lima los pinchazos del dolor, si no es del todo extremo y dueo absoluto de m. No hay como recurrir a los libros para distraerse de un pensamiento inoportuno; desvanme fcilmente hacia s, ocultndomelo. Y adems, no se enfadan por ver que slo los busco a falta de otros placeres ms reales, ms vivos y naturales; siempre me reciben con buena cara". [...] Nadie busque en estas pginas algo parecido a la crtica literaria al uso. Tampoco hallar el lector una sntesis introductoria a un autor o a una obra. Mis noticias escritas son slo una invitacin a la lectura, que pretende seguir la sugerencia que me dio Carlos Herrera al iniciar mi colaboracin: "Por favor, amigo, aydame a quitarle el miedo a los libros", y eso es lo que trato de hacer cuando intervengo en su programa. Del mismo modo que hay programas de radio que dan miedo, tambin hay libros que no se leen por pura jindama. No s si he conseguido lo que me sugera mi anfitrin, pero este libro es una prueba escrita de lo dicho en antena. NOTA: Este texto es un fragmento de la introduccin de EL PLACER DE LA LECTURA, la ms reciente obra de AGAPITO MAESTRE, que acaba de publicar la editorial Oberon.