agosto (Ciclo B) - Instituto del Verbo...
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05 agosto
Domingo XVIII del Tiempo Ordinario
(Ciclo B) – 2018
1. TEXTOS LITÚRGICOS
1.a LECTURAS
Yo haré caer pan para ustedes desde lo alto del cielo
Lectura del libro del Éxodo 16, 2-4. 12-15
En el desierto, los israelitas comenzaron a protestar contra Moisés y Aarón. «Ojalá el Señor nos hubiera
hecho morir en Egipto, les decían, cuando nos sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta
saciarnos. Porque ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea».
Entonces el Señor dijo a Moisés: «Yo haré caer pan para ustedes desde lo alto del cielo, y el pueblo saldrá
cada día a recoger su ración diaria. Así los pondré a prueba, para ver si caminan o no de acuerdo con mi ley.
Yo escuché las protestas de los israelitas. Por eso, háblales en estos términos: "A la hora del crepúsculo
ustedes comerán carne, y por la mañana se hartarán de pan. Así sabrán que yo, el Señor, soy su Dios"».
Efectivamente, aquella misma tarde se levantó una bandada de codornices que cubrieron el campamento; y a
la mañana siguiente había una capa de rocío alrededor de él. Cuando esta se disipó, apareció sobre la superficie
del desierto una cosa tenue y granulada, fina como la escarcha sobre la tierra. Al verla, los israelitas se
preguntaron unos a otros: «¿Qué es esto?» Porque no sabían lo que era.
Entonces Moisés les explicó: «Este es el pan que el Señor les ha dado como alimento».
Palabra de Dios.
SALMO Sal 77, 3-4bc. 23-25. 54
R. El Señor les dio como alimento un trigo celestial.
Lo que hemos oído y aprendido,
lo que nos contaron nuestros padres,
lo narraremos a la próxima generación:
son las glorias del Señor y su poder. R.
Mandó a las nubes en lo alto
y abrió las compuertas del cielo:
hizo llover sobre ellos el maná,
les dio como alimento un trigo celestial. R.
Todos comieron un pan de ángeles,
les dio comida hasta saciarlos.
Los llevó hasta su Tierra santa,
hasta la Montaña que adquirió con su mano. R.
Revístanse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 4, 17. 20-24
Hermanos:
Les digo y les recomiendo en nombre del Señor: no procedan como los paganos, que se dejan llevar por la
frivolidad de sus pensamientos.
Pero no es eso lo que ustedes aprendieron de Cristo, si es que de veras oyeron predicar de Él y fueron
enseñados según la verdad que reside en Jesús.
De Él aprendieron que es preciso renunciar a la vida que llevaban, despojándose del hombre viejo, que se va
corrompiendo por la seducción de la concupiscencia, para renovarse en lo más íntimo de su espíritu y revestirse
del hombre nuevo, creado a imagen de Dios en la justicia y en la verdadera santidad.
Palabra de Dios.
ALELUIA Mt 4, 4b
Aleluia.
El hombre no vive solamente de pan,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Aleluia.
EVANGELIO
El que viene a mí jamás tendrá hambre;
el que cree en mí jamás tendrá sed
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 24-35
Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron
a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste?»
Jesús les respondió:
«Les aseguro
que ustedes me buscan,
no porque vieron signos,
sino porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento perecedero,
sino por el que permanece hasta la Vida eterna,
el que les dará el Hijo del hombre;
porque es él a quien Dios,
el Padre, marcó con su sello».
Ellos le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?»
Jesús les respondió: «La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado».
Y volvieron a preguntarle: «¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura:
"Les dio de comer el pan bajado del cielo"»
Jesús respondió:
«Les aseguro que no es Moisés
el que les dio el pan del cielo;
mi Padre les da el verdadero pan del cielo;
porque el pan de Dios
es el que desciende del cielo
y da Vida al mundo».
Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Jesús les respondió:
«Yo soy el pan de Vida.
El que viene a mí jamás tendrá hambre;
el que cree en mí jamás tendrá sed».
Palabra del Señor.
1.b GUION PARA LA MISA
Guion domingo XVIII Tiempo Ordinario (B)
(Domingo 5 de agosto de 2018)
Entrada:
La liturgia de hoy nos convida al banquete eucarístico haciéndose eco de la Palabra del Señor: “El que viene a
mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”. Dispongámonos al Santo sacrificio de la Misa con
fe y devoción.
Primera lectura: Ex 16,2-4. 12-15
Dios alimenta a su pueblo en el desierto con el maná.
Segunda lectura: Ef 4,17. 20-24
San Pablo exhorta a los cristianos de Éfeso a revestirse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios.
Evangelio: Jn 6,24-35
El Pan de Dios es Cristo, el Verbo Encarnado, que desciende del cielo y da la vida al mundo.
Preces:
Elevemos nuestras preces a Dios Todopoderoso y con entera confianza pidámosle lo que nos hace falta,
sabiendo que en su infinita bondad seremos atendidos.
A cada intención respondemos cantando:
* Pidamos por la Iglesia y todos sus misioneros, para que el empeño por salvar las almas para Cristo sea
recompensado con abundantes frutos y que los infieles sean iluminados por la gracia de Dios. Oremos.
* Por los sacerdotes y los que se preparan para recibir el orden sagrado, para que hagan del Sacrificio
eucarístico el verdadero centro de su vida y de su ministerio, y encuentren en él la fortaleza necesaria para
afrontar los diversos quehaceres pastorales. Oremos.
* Por Argentina, para que los senadores rechacen totalmente el proyecto de ley de legalización del aborto que se
votará el miércoles 8 de agosto y que ya tiene media sanción en la Cámara de Diputados. Oremos.
* Por los pobres y por todos los que sufren, para que la Palabra del Señor los conforte, y que nosotros seamos
solícitos en prestarles ayuda testimoniando que somos hijos del Padre Celestial. Oremos.
* Roguemos por todos los que participamos de esta Eucaristía, para que tengamos una participación cada vez
más consciente, activa y fructuosa en el Santo Sacrificio del Altar. Oremos.
Padre eterno, te pedimos que escuches nuestras súplicas y nos asistas en todas nuestras empresas. Por
Jesucristo Nuestro Señor.
Ofertorio:
Cristo es el Sacerdote y la Víctima, Él se ofrece al Padre para borrar nuestras culpas. Presentémosle nuestros
dones:
*Incienso, y con él nuestras humildes oraciones que se elevan por los más necesitados.
*Pan y vino, que por la virtud del Sacerdote se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Comunión:
Recibamos a nuestro Señor, presente en la Sagrada Eucaristía, verdadero Pan bajado del cielo que contiene en sí
todo deleite.
Salida:
Invoquemos el auxilio de nuestra Madre para que, alimentados con el Cuerpo y la Sangre de su Hijo que
perdura y da la vida eterna, seamos templos donde Dios tenga su cielo en la tierra.
(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _ Argentina)
Párrafos del Catecismo de la Iglesia Católica sugeridos por el Directorio Homilético
Decimoctavo domingo del Tiempo Ordinario (B)
CEC 1333-1336: los signos eucarísticos del pan y del vino
CEC 1691-1696: la vida en Cristo
Los signos eucarísticos del pan y del vino
1333 En el corazón de la celebración de la Eucaristía se encuentran el pan y el vino que, por las palabras de
Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Fiel a la
orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo, en memoria de él, hasta su retorno glorioso, lo que él hizo
la víspera de su pasión: "Tomó pan...", "tomó el cáliz lleno de vino...". Al convertirse misteriosamente en
el Cuerpo y la Sangre de Cristo, los signos del pan y del vino siguen significando también la bondad de la
creación. Así, en el ofertorio, damos gracias al Creador por el pan y el vino (cf Sal 104,13-15), fruto "del
trabajo del hombre", pero antes, "fruto de la tierra" y "de la vid", dones del Creador. La Iglesia ve en en el
gesto de Melquisedec, rey y sacerdote, que "ofreció pan y vino" (Gn 14,18) una prefiguración de su propia
ofrenda (cf MR, Canon Romano 95).
1334 En la Antigua Alianza, el pan y el vino eran ofrecidos como sacrificio entre las primicias de la tierra en
señal de reconocimiento al Creador. Pero reciben también una nueva significación en el contexto del
Exodo: los panes ácimos que Israel come cada año en la Pascua conmemoran la salida apresurada y
liberadora de Egipto. El recuerdo del maná del desierto sugerirá siempre a Israel que vive del pan de la
Palabra de Dios (Dt 8,3). Finalmente, el pan de cada día es el fruto de la Tierra prometida, prenda de la
fidelidad de Dios a sus promesas. El "cáliz de bendición" (1 Co 10,16), al final del banquete pascual de
los judíos, añade a la alegría festiva del vino una dimensión escatológica, la de la espera mesiánica del
restablecimiento de Jerusalén. Jesús instituyó su Eucaristía dando un sentido nuevo y definitivo a la
bendición del pan y del cáliz.
1335 Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición, partió y distribuyó los
panes por medio de sus discípulos para alimentar la multitud, prefiguran la sobreabundancia de este único
pan de su Eucaristía (cf. Mt 14,13-21; 15, 32-29). El signo del agua convertida en vino en Caná (cf Jn
2,11) anuncia ya la Hora de la glorificación de Jesús. Manifiesta el cumplimiento del banquete de las
bodas en el Reino del Padre, donde los fieles beberán el vino nuevo (cf Mc 14,25) convertido en Sangre
de Cristo.
1336 El primer anuncio de la Eucaristía dividió a los discípulos, igual que el anuncio de la pasión los
escandalizó: "Es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?" (Jn 6,60). La Eucaristía y la cruz son piedras de
tropiezo. Es el mismo misterio, y no cesa de ser ocasión de división. "¿También vosotros queréis marcharos?"
(Jn 6,67): esta pregunta del Señor, resuena a través de las edades, invitación de su amor a descubrir que sólo él
tiene "palabras de vida eterna" (Jn 6,68), y que acoger en la fe el don de su Eucaristía es acogerlo a él mismo.
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Tercera parte: La vida en Cristo
1691 "Cristiano, reconoce tu dignidad. Puesto que ahora participas de la naturaleza divina, no degeneres
volviendo a la bajeza de tu vida pasada. Recuerda a qué Cabeza perteneces y de qué Cuerpo eres
miembro. Acuérdate de que has sido arrancado del poder de las tinieblas para ser trasladado a la luz del
Reino de Dios" (S. León Magno, serm. 21, 2-3).
1692 El Símbolo de la fe profesa la grandeza de los dones de Dios al hombre por la obra de su creación, y más
aún, por la redención y la santificación. Lo que confiesa la fe, los sacramentos lo comunican: por "los
sacramentos que les han hecho renacer", los cristianos han llegado a ser "hijos de Dios" (Jn 1,12; 1 Jn
3,1), "partícipes de la naturaleza divina" (2 P 1,4). Reconociendo en la fe su nueva dignidad, los cristianos
son llamados a llevar en adelante una "vida digna del Evangelio de Cristo" (Flp 1,27). Por los sacramentos
y la oración reciben la gracia de Cristo y los dones de su Espíritu que les capacitan para ello.
1693 Cristo Jesús hizo siempre lo que agradaba al Padre (cf Jn 8,29). Vivió siempre en perfecta comunión con
él. De igual modo sus discípulos son invitados a vivir bajo la mirada del Padre "que ve en lo secreto" (cf
Mt 6,6) para ser "perfectos como el Padre celestial es perfecto" (Mt 5,48).
1694 Incorporados a Cristo por el bautismo (cf Rom 6,5), los cristianos están "muertos al pecado y vivos para
Dios en Cristo Jesús" (Rom 6,11), participando así en la vida del Resucitado (cf Col 2,12). Siguiendo a
Cristo y en unión con él (cf Jn 15,5), los cristianos pueden ser "imitadores de Dios, como hijos queridos y
vivir en el amor" (Ef 5,1), conformando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones con "los
sentimientos que tuvo Cristo" (Flp 2,5) y siguiendo sus ejemplos (cf Jn 13,12-16).
1695 "Justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios" (1 Co 6,11), "santificados
y llamados a ser santos" (1 Co 1,2), los cristianos se convierten en "el templo del Espíritu Santo" (cf 1 Co
6,19). Este "Espíritu del Hijo" les enseña a orar al Padre (cf Gál 4,6) y, haciéndose vida en ellos, les hace
obrar (cf Gal 5,25) para dar "los frutos del Espíritu" (Gal 5,22) por la caridad operante. Curando las
heridas del pecado, el Espíritu Santo nos renueva interiormente por una transformación espiritual (cf Ef
4,23), nos ilumina y nos fortalece para vivir como "hijos de la luz" (Ef 5,8), "por la bondad, la justicia y la
verdad" en todo (Ef 5,9).
1696 El camino de Cristo "lleva a la vida", un camino contrario "lleva a la perdición" (Mt 7,13; cf Dt 30,15-
20). La parábola evangélica de los dos caminos está siempre presente en la catequesis de la Iglesia. Significa la
importancia de las decisiones morales para nuestra salvación. "Hay dos caminos, el uno de la vida, el otro de la
muerte; pero entre los dos, una gran diferencia" (Didajé, 1,1).
2. EXÉGESIS
Santo Tomás de Aquino
Los alimentó con el pan de la Verdad
Presta atención a que más arriba, tras la refección, querían hacerlo rey; ahora, en cambio, lo tienen
presente y no quieren hacerlo rey. La razón de esto es que ellos querían hacerlo rey incitados por la pasión de la
alegría causada por la refección. Más las pasiones de este tipo pasan rápidamente y por eso son transitorias las
cosas que se disponen de acuerdo con esas pasiones; en cambio, las que son dispuestas por la razón,
permanecen más: Eclesiástico (27, 12) "el hombre sabio permanece en su sabiduría como el sol; más el tonto
cambia como la luna"; Proverbios (11, 18) "el impío hace una obra inestable".
(…)
Dice entonces "de verdad, de verdad les digo, a pesar de mostraros devotos, sin embargo me buscáis no
porque visteis signos sino porque comisteis de los panes y os saciasteis", como si dijera: 'por la carne me
buscáis, no por el espíritu, a saber, para alimentaros de nuevo'.
Y, como dice Agustín, ocupan el lugar de estos quienes buscan a Jesús no por Sí mismo sino para
conseguir algunas comodidades seculares; como son aquellos que, teniendo negocios, se acercan a prelados y
clérigos" no por Cristo sino para, con la intercesión de ellos, promoverse ante los magnates; como son aquellos
que se refugian en las iglesias no por Jesús sino porque son oprimidos por más poderosos; como son también
aquellos que, arrimándose al Señor para los órdenes sacros, no buscan en ellos los méritos de las virtudes sino
subsidios para la vida presente, a saber, riquezas y honores, como Gregorio dice en Las Morales, nº 23.
Y esto se hace patente, pues hacer signos es de poderío divino, pero comer pan multiplicado, es temporal.
Entonces, porque no vienen a Cristo por el poderío que ven en Él sino porque comen de los panes, no sirven a
Cristo sino a su vientre, como se dice en Filipenses (3, 19) y en Salmos (48, 19) "él confiesa tu Nombre, Señor,
solamente cuando tú lo beneficias".
Los lleva a la verdad proponiéndoles un alimento espiritual, al decir "trabajad no por el alimento que
perece sino por el que permanece hasta la vida eterna". Y primero antepone su poderío, segundo su cualidad de
causa agente, allí donde dice "que el Hijo del Hombre os ha dado".
Se considera el poderío de ese alimento en el hecho de que no perece. Por ende hay que saber, acerca de
esto, que las cosas corporales son ciertas semejanzas de las espirituales, como causadas y derivadas de ellas, y
por eso esas cosas espirituales son imitadas de algún modo. Por ende, así como el cuerpo se sustenta con
alimento, así también aquello con lo que se sustenta el espíritu se dice alimento suyo, cualquier cosa que sea.
Más aquello con lo que se sustenta el cuerpo, dado que pasa a la naturaleza del cuerpo, es corruptible; pero el
alimento con que se sustenta el espíritu es incorruptible, porque no muta en espíritu mismo sino, más bien por el
contrario, el espíritu muta en alimento. Por ende está dicho, como se dice en el libro de las Confesiones de
Agustín", "soy alimento de grandes; crece y me comerás. Pero tú no me mutarás en ti, como alimento de tu
carne, sino que tú mutarás en Mí".
Y por eso dice el Señor "trabajad por", esto es, 'buscad trabajando', o haceos merecedores no del alimento
que perece -a saber, el corporal; 1 Corintios (6, 13) "las comidas son para el vientre y el vientre para las
comidas, mas Dios destruirá al uno y a las otras", porque no siempre habrá uso de alimentos; "sino trabajad por
aquel alimento -a saber, el espiritual- que permanece hasta la vida eterna". Ciertamente, este alimento es Dios
mismo, en tanto que es la Verdad que ha de ser contemplada y la Bondad que ha de ser amada, con las cuales se
nutre el espíritu: Proverbios (9, 5) "comed mi pan"; Eclesiástico (15, 3) "lo alimentó con el pan de vida y de
intelecto". Asimismo la obediencia de los divinos mandatos: más arriba (4, 34) "mi alimento es hacer la volun-
tad de Aquel que me envió". Asimismo, también lo es Cristo en persona: más abajo en este mismo capítulo (6,
48) "Yo soy el pan de la vida"; asimismo, "mi carne es verdaderamente alimento y mi sangre es verdaderamente
bebida". Y esto en tanto ella está unida a la Palabra de Dios, que es el alimento del que viven los ángeles.
Similar diferencia señaló más arriba (4, 13) acerca de la bebida corporal y de la bebida espiritual, cuando
dijo "quien bebiere de esta agua sentirá sed de nuevo; mas quien bebiere del agua que Yo le daré, no sentirá sed
eternamente"; diferencia que señala aquí entre el alimento corporal y el espiritual. La razón de esto es que las
cosas corporales son corruptibles, en cambio las espirituales, y en máximo grado Dios, son eternas.
Pero hay que saber, de acuerdo con Agustín en el libro Sobre las obras de los monjes, que de esta frase -a
saber "trabajad no por el alimento que perece"-, algunos monjes tomaron una causa de error al decir que los
varones espirituales no deben trabajar corporalmente por algo, Pero esta forma de entender es falsa, porque
Pablo, que fue espiritual en máximo grado, se daba a la labor con sus propias manos, como tenemos en Efesios
(4, 28), donde él mismo dice "quien robaba ya no robe; que se dé más a la labor con sus propias manos".
Entonces, la verdadera forma de entender es que nuestra obra -esto es, el esfuerzo principal y nuestra intención-
la dirijamos a buscar el alimento que conduce a la vida eterna, a saber, los bienes espirituales. Mas los
temporales no debemos atenderlos de modo principal sino accesoriamente', esto es, procurarlos solamente en
razón del cuerpo corruptible, que es necesario sustentar mientras vivimos en esta vida. Por ende, contra eso dice
señaladamente el Apóstol en 2 Tesalonicenses (3, 10) "quien no se dé a las labores, que no coma", como si
dijera 'quienes dicen que no se debe trabajar por nada corporal, los tales no deben comer, dado que el comer es
algo corporal'.
A continuación, cuando dice "que el Hijo del Hombre os dará", pone al dador del alimento espiritual; y
primero pone al autor de este alimento, segundo manifiesta de dónde tiene autoridad para alimentar.
Más el autor y el dador del alimento espiritual es Cristo; y por eso dice "que -a saber, el 'alimento que no
perece' - el Hijo del Hombre os dará". Si hubiese dicho 'Hijo de Dios', no habría parecido asombroso; pero el
hecho de que lo dé el Hijo del Hombre llama más la atención. Sin embargo, espiritualmente lo da el Hijo del
Hombre porque la naturaleza humana, enferma a causa del pecado, sentía fastidio por el alimento espiritual y no
podía asumirlo en su espiritualidad"; por ende, era necesario que el Hijo del Hombre asumiera la carne y por
medio de ella nos nutriese: Salmos (22: 5) "preparaste una mesa ante mi vista".
Mas de dónde tiene autoridad para darlo, lo añade cuando dice "en efecto, Dios Padre signó a este", como
si dijera: 'lo que el Hijo del Hombre dará, no lo tiene sino en tanto sobrepasa en singularidad y eminencia de
plenitud de gracia a todos los hijos de los hombres' ; por ende dice "a este -a saber, el Hijo del Hombre- el Padre
lo signó", esto es, lo distinguió de los otros señaladamente: Salmos (44: 8) "te ungió Dios, tu Dios, con el óleo
de la alegría, con preferencia sobre tus compañeros".
O, según Hilario "signó", esto es, "lo selló". Más cuando un sello se imprime en la cera, la cera retiene la
figura entera del sello, así como también el Hijo tomó la figura entera del Padre. Es doble la recepción que el
Hijo acogió del Padre. Una, eterna; y de esta no se entiende que diga aquí `signó', porque en el sellado una cosa
es la naturaleza receptora y otra la impresora. Pero esto sí se entiende del misterio de la Encarnación, porque en
la naturaleza humana Dios Padre imprimió la Palabra, que es esplendor y figura de su sustancia, como se dice
en Hebreos (1, 3).
O, según Crisóstomo, "signó", esto es, Dios Padre lo instruyó especialmente para que diera al mundo la
vida eterna: más abajo (10, 10) "Yo vine para que tengan vida..." etc. Así en efecto, cuando alguien es elegido
para llevar a cabo alguna gran tarea, se dice que se lo 'asigna' para tal tarea: Lucas (10, 1) "después de esto
designó el Señor también otros setenta y dos discípulos..." etc. O "signó", esto es, `manifestó mediante la voz en
el bautismo o mediante las obras, como se ha dicho más arriba, cap. 5.
A continuación, cuando dice "le dijeron entonces: ¿Qué haremos para obrar las obras de Dios?", manifiesta
qué cosa es el alimento espiritual. Y primero se pone la pregunta de los judíos; segundo, se añade la respuesta
de Jesucristo, allí donde dice "respondió Jesús...", etc.
Acerca de lo primero hay que saber que los judíos, instruidos a partir de la Ley, creían que no había nada
eterno sino Dios. De donde, como hubiese dicho que el alimento espiritual permanece hasta la vida eterna,
entendieron que ese alimento era algo divino. Y por eso, al preguntar no hacen mención del alimento sino de la
obra de Dios, cuando dicen "¿Qué haremos para obrar las obras de Dios?". En esto no estaban lejos de la
verdad, porque el alimento espiritual no es otra cosa que obrar las obras de Dios: Lucas (18, 18) "¿Haciendo qué
poseeré la vida eterna?".
Se expone la respuesta del Señor cuando dice "Esta es la obra de Dios, que creáis en Él...", etc.
Donde hay que considerar que el Apóstol (Romanos 4, 1-5) distingue la fe de las obras al decir que
Abraham no fue justificado a partir de sus obras sino de su fe. ¿Qué es entonces lo que el Señor dice aquí, que
la fe misma, o el creer, es la obra de Dios?
Pero para esto hay doble respuesta. Una es que el Apóstol no distingue simplemente la fe de las obras, sino
de las exteriores. Hay en efecto algunas obras exteriores que son ejercidas por los miembros corporales, a las
cuales, porque son más conocidas, se les dice 'obras' según el uso común; en cambio hay otras interiores, que se
ejercen en el alma misma, las cuales no son conocidas sino por los sabios y se vuelcan al corazón. De otro modo
se dice que el mismo creer puede ser computado entre las obras exteriores, no porque la fe sea las obras mismas
sino el principio de ellas; por ende también significativamente dice "que creáis en Él". En efecto, es diferente
decir 'creer Dios' -así en efecto lo designo como objeto- y 'creer a Dios', porque así lo designo como testigo, y
'creer en Dios', porque así lo designo como fin: de modo que así Dios puede ser considerado como objeto de fe,
como testigo y como fin, pero de modos diversos. Porque objeto de fe puede ser una creatura: creo en efecto
que el cielo fue creado; de modo similar, también una creatura puede ser testigo de fe: en efecto, le creo a Pablo
o a cualquiera de los santos; pero fin de la fe no puede ser sino Dios, pues nuestra mente solamente es llevada
hacia Dios como hacia un fin. Más un fin, como tiene porte de bien, es objeto de amor; y por eso creer en Dios
como hacia un fin es propio de la fe conformada mediante la caridad: ciertamente, la fe así conformada es
principio de todas las buenas obras, y por lo tanto el creer mismo se dice 'obra de Dios'.
Pero si la fe es obra de Dios, ¿cómo los hombres hacen las obras de Dios? Pero esto se resuelve mediante
Isaías (26, 12) cuando dice "todas nuestras obras las obró en nosotros". Pues esto mismo que creemos y
cualquier bien que obramos está en nosotros a partir de Dios: Filipenses (2, 13) "Él es quien obra en nosotros el
querer y el hacer". Y por eso dice significativamente que creer es obra de Dios, para mostrar que la fe es un don
de Dios, como se dice en Efesios (2, 8).
A continuación, cuando dice "le dijeron entonces ¿qué signo haces tú, entonces?", se trata del origen del
alimento. Y primero se pone la pregunta de los judíos; segundo, la respuesta de Cristo, allí donde dice "de
verdad, de verdad os digo, no Moisés os dio un pan desde el cielo".
Acerca de lo primero hacen tres cosas. Primero piden un signo; segundo, lo determinan; tercero, aducen
un testimonio de la Escritura.
Piden un signo al proponer la pregunta; de donde le dijeron `¿,qué signo haces tú para que veamos y te
creamos?' .
Esta pregunta es presentada de un modo por Agustín y de otro por Crisóstomo. En efecto, Crisóstomo"
dice que el Señor los había invitado a la fe. Los argumentos que inducen hacia la fe son los milagros: I Corintios
(14, 22) "los signos fueron dados para los infieles". Y por eso piden un signo con el cual crean; era en efecto
costumbre de los judíos el pedir signos: 1 Corintios (1. 22) "puesto que los judíos piden signos". Por ende dice
"¿qué signo haces tú entonces?"
Pero esto parece ridículo", el hecho de que por eso pidan algunos milagros, porque poco antes había
hecho algunos al multiplicar los panes y caminar sobre el mar, cosas que habían ocurrido en su presencia, con
las cuales pudiesen creer. Pero dicen esto para provocar al Señor e inducirlo a darles siempre de comer. Esto se
hace patente porque no hacen ninguna mención de otro signo sino de aquel que fue hecho entre sus antepasados
por Moisés, durante cuarenta años, para pedir por eso que les diese siempre de comer; por ende dicen "nuestros
padres comieron maná en el desierto", y no dicen 'Dios dio a nuestros padres el maná para comer', para no
parecer que querían igualarlo a Él con Dios. De modo similar no dicen 'Moisés les dio de comer' para no parecer
que ponen a Moisés antes que a Cristo, como queriendo atraérselo para que continuamente les diera de comer.
De ese alimento se habla en Éxodo cap. 16 y en Salmos (77, 25): "el hombre comió el pan de los ángeles".
Mas Agustín dice que el Señor dijo que Él les daría el alimento que permanece hasta la vida eterna, como
si de eso pareciera anteponerse a Moisés. Los judíos lo reputaban más grande que Cristo; por ende decían (más
abajo 9, 29) "nosotros sabemos que Dios habló a Moisés, de este no sabemos de dónde es". De ahí que pedían
que Cristo hiciera algunas cosas más grandes que las que hizo Moisés; y por eso hacen memoria de aquello que
hizo Moisés, diciendo "nuestros padres comieron el maná en el desierto", como si se dijera 'esto que dices
acerca de ti es más grande que aquello que hizo Moisés, porque prometes un alimento que no perece, pero el
maná que daba Moisés, si se lo conservaba para el otro día, se llenaba de gusanos. Si entonces quieres que te
creamos, haz algo más grande que lo hecho por Moisés: pues lo que hiciste no es más grande, porque saciaste a
cinco mil hombres pero con cinco panes de cebada y solamente una vez; él, en cambio, sació a todo el pueblo
con el maná venido del cielo durante cuarenta años, y esto en el desierto, como está escrito en Salmos (77, 24)
"les dio pan venido del cielo para comer"'.
Puesta la interrogación de los judíos, se pone aquí la respuesta de Cristo. Y primero muestra el origen del
alimento espiritual; segundo, lo prueba, allí donde dice "pan verdadero es, en efecto, el que desciende del cielo".
Acerca de lo primero hay que saber que los judíos habían propuesto a Cristo dos cosas acerca del origen
del alimento corporal que sus padres tuvieron; a saber, el dador, que fue Moisés, y el lugar, porque era del cielo;
y por eso el Señor, descartando estas dos cosas acerca del origen del alimento espiritual, pone que otro es el
dador del alimento espiritual y otro el lugar. Por ende, descartando lo antedicho dice "De verdad, de verdad os
digo, no Moisés os dio un pan desde el cielo". Otro es quien da, porque es 'mi Padre', no un pan corporal, sino
un pan verdadero venido del cielo.
Pero en contra: ¿acaso no fue verdaderamente pan el que tuvieron los padres en el desierto?
Respondo: si se toma 'verdadero' según lo que separa contra lo 'falso', así aquel pan fue verdadero; en
efecto, no era falso el milagro del maná; si en cambio se toma 'verdadero' en tanto verdad que separa contra
una 'figura', así aquel pan no fue verdadero sino figura del pan espiritual, a saber, de nuestro Señor Jesucristo,
al que ese maná significaba, como dice el Apóstol: 1 Corintios (10, 3) "todos comieron la misma comida
espiritual".
Asimismo, contra eso que dice "no os dio pan del cielo" está lo que se dice en Salmos (77, 24) "les di pan
del cielo"". Respondo: 'cielo' se toma de tres modos. A veces por 'aire': Mateo (13, 4) "las aves del cielo lo
comieron", y en Salmos (17, 14) "resonó desde el cielo el Señor". A veces, por 'cielo sideral', según aquello de
Salmos (113, 16) "el Señor tiene el cielo del cielo" y Mateo (24, 29) "las estrellas caen del cielo". A veces, en
cambio, por los bienes espirituales mismos: Mateo (5, 12) "gozaos y exultad, porque la merced vuestra es
grande en el cielo". El maná, entonces, fue del cielo no sideral o espiritual sino aéreo. O se dice "del cielo" en
cuanto que era figura del verdadero pan celestial de nuestro Señor Jesucristo.
A continuación, cuando dice "en efecto, pan verdadero es el que desciende del cielo y da vida al mundo",
prueba que es del cielo también por su efecto. Verdadero es, en efecto, el cielo de naturaleza espiritual, al que la
vida se adapta por sí misma y por eso vivifica por sí misma; más abajo (6, 63): "el espíritu es el que vivifica".
Dios mismo es autor de la vida. A partir de esto, entonces, se conoce que este pan espiritual es del cielo, cuando
hace su efecto propio, si da vida. Pues aquel pan corporal no daba vida, porque todos los que comieron el maná
murieron; más éste da vida y por eso dice "es pan verdadero" y no figurado, que desciende del cielo. Y esto se
hace patente porque da vida al mundo. Pues Cristo, que es verdadero pan, vivifica a los que quiere; más abajo
(10, 10) "yo vine para que tengan vida..." etc. También Él desciende del cielo; más arriba (3, 13): "nadie
asciende al cielo sino quien descendió del cielo, el Hijo del Hombre, que está en el cielo". Así, entonces, Cristo,
verdadero pan, da vida al mundo en razón de su divinidad, y desciende del cielo en razón de la naturaleza
humana. Pues, como más arriba se ha dicho, se dice que descendió del cielo asumiendo la naturaleza humana;
Filipenses (2, 7) "se anonadó a Sí mismo, tomando forma de esclavo".
"Dijeron entonces..." etc. Aquí se trata de la adquisición del alimento espiritual. Y primero se pone la peti-
ción del alimento mismo; segundo se pone la explicación, allí donde dice "más les dijo Jesús: 'Yo soy el pan de
vida', donde muestra el modo de adquisición.
Hay que saber acerca de lo primero que los judíos entendían carnalmente las palabras del Señor; y porque
estaban en deseo de cosas carnales, piden de Cristo un alimento carnal; por ende le dijeron "Señor, danos
siempre este pan" que nos repara de este modo. También la Samaritana entendía carnalmente la palabra sobre
el agua espiritual, y queriendo estar exenta de indigencia dijo "Señor, dame esa agua" (4, 15). Y aunque estos
entiendan carnalmente las palabras del Señor acerca del alimento y carnalmente lo pidan, sin embargo, su
petición, entendida espiritualmente, nos compete a nosotros: Mateo (6,: 11) "danos hoy nuestro pan cotidiano",
porque no podemos vivir sin este pan.
A continuación, cuando dice "les dijo Jesús: `Yo soy el pan de vida', muestra el modo de adquisición,
mostrando primero qué cosa es este pan; segundo, cómo se adquiere, allí donde dice "todo lo que me da el
Padre, vendrá a Mí". Acerca de lo primero hace tres cosas. Primero pone la explicación del pan antedicho;
segundo, señala la razón de la explicación, allí donde dice "quien viene a Mí no tendrá hambre"; tercero,
manifiesta la necesidad de explicar, allí donde dice "pero os dije...", etc.
Les dijo entonces Jesús "Yo soy el pan de vida": pues, como se ha dicho más arriba, la Palabra de Sa-
biduría es el especial alimento de la mente, porque la mente se sustenta con eso: Eclesiástico (15, 3) "lo
alimentó con el pan de la vida y del intelecto". Más se dice que el pan de la Sabiduría es el pan de la vida a
diferencia del pan corporal, que es pan de muerte, el cual no busca sino restaurar el defecto de mortalidad, de
donde también es necesario solamente en esta vida mortal. Pero el pan de la Sabiduría divina es vivificativo en
sí y no tiene muerte contrapuesta. Asimismo, el pan corporal no da vida sino que tan solo sustenta por un
tiempo al preexistente; pero el pan espiritual vivifica porque da vida; pues el alma comienza a vivir por el hecho
de que se adhiere a la Palabra de Dios: Salmos (35, 10) "junto a ti está la fuente de la vida". Entonces, porque
toda palabra de sabiduría deriva de la Palabra unigénita de Dios Eclesiástico (1, 5) "la fuente de la Sabiduría es
el Unigénito de Dios, que reside en lo excelso", por eso se dice que la Palabra misma de Dios es principalmente
'pan de la vida'; y por eso Cristo dice "Yo soy el pan de vida". Y porque la carne de Cristo mismo está unida a la
Palabra de Dios, tiene también que ser vivificativa; por ende, también el Cuerpo, tomado sacramentalmente, es
vivificativo: pues, por los misterios que Cristo cumplió en su carne, da vida al mundo; y así la carne de Cristo,
por la palabra del Señor, es pan, no de la vida acostumbrada, sino de aquella que no accede a la muerte. Y por
eso la carne de Cristo se dice 'pan': Génesis (49, 20) "Aser, pingüe es su pan".
También se significa mediante el maná lo dicho en 1 Corintios (10, 1 ss.). Manna se traduce ‘¿qué es
eso?', porque los judíos, al verlo, se admiraban, diciéndose uno a otro ‘¿Qué es eso?'. Pero nada es más
admirable que el Hijo de Dios hecho hombre, de modo que a cualquiera le sucede preguntar ‘¿Qué cosa es
eso?', esto es: ¿cómo el Hijo de Dios es Hijo del Hombre?, ¿cómo de dos naturalezas se hizo la persona única de
Cristo? Isaías (9, 6) "será llamado con el nombre de Admirable". También es admirable cómo está Cristo bajo
un Sacramento.
(SANTO TOMÁS DE AQUINO, Comentario al Evangelio de San Juan, c. 6, lección 3 y 4, Ágape, Buenos Aires,
20092, Tomo 5, p. 175 – 191)
3. COMENTARIO TEOLÓGICO
San Agustín
“Buscadme a mí por mí mismo”
(Jn.6,24-35)
10. Jesús a continuación del misterio o sacramento milagroso hace uso de la palabra con la intención de
alimentar, si es posible, a los mismos que ya alimentó; de saciar con su palabra las inteligencias de aquellos
cuyo vientre había saciado con pan abundante; pero es con la condición de que lo entiendan, y si no lo
entienden, que se recoja para que no perezcan ni las sobras siquiera. Que hable, pues, y oigamos con atención.
Les contestó Jesús y dijo: en verdad, en verdad os digo que vosotros me buscáis, no por los milagros que
habéis presenciado, sino porque habéis comido de los panes que yo os proporcioné. Me buscáis por la carne,
no por el espíritu. ¡Cuántos hay que no buscan a Jesús sino para que les haga beneficios temporales! Tiene uno
un negocio, y acude a la mediación de los clérigos; es perseguido otro por alguien más poderoso que él, y se
refugia en la iglesia. No faltan quienes piden que se les recomiende a una persona ante la que tienen poco
crédito. En fin, unos por unos motivos y otros por otros, llenan todos los días la iglesia. Apenas se busca a
Jesús por Jesús. Me buscáis, no por los milagros que habéis presenciado, sino porque os di de comer pan de
lo mío. Trabajad por el pan que no perece, sino que permanece hasta la vida eterna. Me buscáis por algo que
no es lo que yo soy; buscadme a mí por mí mismo. Ya insinúa ser El este manjar, lo que se verá con más
claridad en lo que sigue: Que el Hijo del hombre os lo dará. Yo creo que ya estaban esperando comer otra vez
pan, y sentarse otra vez, y saciarse de nuevo. Pero Él había hablado de un alimento que no perece, sino que
permanece hasta la vida eterna. Es el mismo lenguaje que había usado con la mujer aquella samaritana: Si
conocieras quién es el que te pide de beber, seguramente se lo pedirías tú a El, y te daría agua viva. Como le
dijese la mujer: ¿Tú? ¡Pero si no tienes pozal y el pozo es profundo! Le responde Jesús: Si te dieses cuenta
quién es el que te pide de beber, tú se lo pedirías a El, y te daría agua que quien la bebiere no tendrá ya
jamás sed; mientras que el que bebe de esta agua, volverá a tener sed1. Y la mujer se alegra y expresa el
deseo de recibirla, como si así no hubiera de padecer ya más la sed del cuerpo, ella que se cansa con el trabajo
de sacarla. Y así entre diálogos la lleva a la bebida espiritual. Lo mismo sucede aquí, lo mismo en absoluto.
11. Alimento es, pues, éste que no perece, sino que permanece hasta la vida eterna; el que os dará el
Hijo del hombre, porque Dios-Padre imprimió en El2 (en el Hijo del hombre) su sello. A este Hijo del hombre
no le miréis como se mira a otros hijos de los hombres, de quienes se escribió: Los hijos de los hombres
esperarán a la sombra de tus alas3. Este Hijo del hombre, elegido por singular gracia del Espíritu e Hijo del
hombre según la carne, a pesar de ser una excepción entre los hombres, es Hijo del hombre. Este Hijo del
hombre es también Hijo de Dios; este hombre es Dios también. En otro lugar hace a los discípulos esta
pregunta: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos contestan: Unos dicen que Juan, otros
que Elías, otros que Jeremías u otro de los antiguos profetas. Y sigue preguntando: Y vosotros, ¿quién decís
que soy yo? Pedro da esta respuesta: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo4. Él se llama Hijo del hombre, y
Pedro le llama Hijo del Dios vivo. Él hablaba con mucha exactitud de lo que por misericordia era a vista de todo
el mundo; Pedro hablaba de lo que sigue siendo en los resplandores de su gloria. El Verbo de Dios recomienda
su humildad; el hombre se da cuenta de los resplandores de la gloria de su Señor. Y en verdad, hermanos, yo
pienso que esto es justo. Él se humilló por nosotros, glorifiquémosle nosotros a El. No por Él es Hijo del
hombre, sino por nosotros. Luego era Hijo del hombre en este sentido, pues el Verbo se hizo carne y habitó
entre nosotros. Por eso, Dios-Padre le puso su sello. ¿Qué es sellar sino poner algo propio? Sellar es poner
sobre una cosa una señal para que se distinga de las demás. Sellar es poner un signo en una cosa. A la cosa que
pones tú una señal o signo, se la pones para que no se confunda con las demás y puedas tú reconocerla. El
Padre, pues, lo selló. ¿Qué quiere decir que lo selló? Que le dio algo propio suyo para diferenciarle de los
demás hombres. Por eso de Él se escribió: Te ungió Dios, tu Dios, con el óleo de la alegría más que a tus
copartícipes. Luego ¿qué es sellar? Hacer con El una excepción; esto es, hacer una excepción entre sus
copartícipes5. Así que no me despreciéis, dice, porque soy Hijo del hombre; buscad en mí el manjar que no
perece, sino que permanece hasta la vida eterna. Porque de tal modo soy yo Hijo del hombre, que no soy uno
de vosotros; de tal manera soy yo Hijo del hombre, que Dios-Padre me distingue con su sello. ¿Qué es distin-
guirme con su sello? Comunicarme algo suyo propio por lo que no pueda yo ser identificado con el género
humano y pueda el género humano por mí ser redimido.
12. Le hicieron, pues, esta pregunta: ¿Qué es lo que tenemos que hacer para realizar obras de Dios?6
El acaba de decirles: Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el que permanece hasta la vida eterna.
Y ahora le preguntan: ¿Qué es lo que tenemos que hacer, qué es lo que tenemos que observar para cumplir este
precepto? Jesús les da esta respuesta: Obra de Dios es que creáis en aquel que Él ha enviado. Esto es, pues,
comer el alimento que no perece, sino que permanece hasta la vida eterna. ¿Con qué fin preparas los dientes y
el estómago? Tú cree y lo comiste ya. La fe es cosa distinta de las obras, según testimonio del Apóstol, que dice
que el hombre se justifica con la fe sin las obras de la ley7. Hay obras que tienen apariencia de buenas sin la fe
de Cristo; pero no lo son, porque no dicen referencia al fin que las hace buenas; el fin de la ley es Cristo, que es
la justificación de todo el que cree8. El Salvador no quiso distinguir la fe de las obras, sino que dijo que la fe
misma es ya una obra: es la fe misma, que obra por la caridad9. No dice: «Esto es obra vuestra», sino: Esto es
obra de Dios; el que se gloríe tenga que gloriarse en el Señor10. Y porque los invitaba a la fe, piden todavía
ellos milagros para creer. Mira cómo es verdad que los judíos piden milagros. ¿Qué milagros haces tú para
1 Jn 4, 10, etc. 2 Jn 6, 27 3 Sal 35, 8 4 Mt 16, 13, etc. 5 Sal 44, 8 6 Jn 6, 28 7 Rm 3, 28 8 Rm 10, 4 9 Ga 5, 6 10 1 Co 1, 31
verlos y creer en ti? ¿Qué obras haces?11 ¿Era poco el haber comido hasta hartarse con sólo cinco panes? Esto
lo sabían, pero estimaban más que esta comida el maná del cielo. Mas el Señor Jesús se presentaba de tal forma,
que era como anteponerse a Moisés. Jamás tuvo Moisés la audacia de decir que él daba un alimento que no
perece, sino un alimento que permanece hasta la vida eterna. Este prometía mucho más que Moisés. Moisés
prometía, sí, un reino, una tierra con arroyos de leche y miel, una paz temporal, hijos numerosos, la salud
corporal y todos los demás bienes temporales, es verdad, pero que eran figura de los espirituales. El Antiguo
Testamento era eso lo que prometía al hombre viejo. Ponían sus ojos, pues, en promesas de Moisés y también
en las promesas de Cristo. Moisés les prometía llenar su vientre en la tierra, pero de Manjares que perecen;
Cristo prometía un manjar que no perece, sino que permanece eternamente. Observaban que prometía más,
pero tenían los ojos vendados para no ver que hacía obras mayores. Fijaban su atención en las obras que había
hecho Moisés, pero aún tenían ansias de que realizase obras mayores quien prometía tan excelsos bienes. ¿Qué
obras, dicen, haces, para que te creamos? Y para que te des cuenta que ponían en parangón los milagros de
Moisés con este de Jesús (lo que indica que, a su parecer, eran menores los que hacía Jesús), le dicen: Nuestros
padres comieron el maná en el desierto. Pero ¿qué es el maná? Seguramente no hacéis de él aprecio. Así está
escrito: Les dio a comer el maná. Por Moisés recibieron nuestros padres el maná del cielo, y, sin embargo,
Moisés no les dijo: Trabajad por el manjar que no perece. Tú prometes un manjar que no perece, sino que dura
hasta la vida eterna; y no realizas tales obras como las que realizó Moisés. No dio él panes de cebada, sino
maná del cielo.
13. Respuesta de Jesús: En verdad, en verdad os digo que no os dio Moisés pan del cielo, sino mi Padre
es quien os dio pan del cielo. El pan verdadero es el que ha bajado del cielo y que da la vida al mundo. Aquél
es, pues, el Verdadero pan que da la vida al mundo, y ése es el manjar del cual acabo de deciros: Trabajad por
el manjar que no perece, sino que permanece hasta la vida eterna. El maná era signo de este pan. Signos de mi
persona eran todas aquellas cosas. Vosotros os vais tras el amor de mis amigos y desestimáis al que era
significado por ellos. No os dio Moisés pan del cielo. Dios es el que da pan. ¿Y qué pan es ése? ¿El maná tal
vez? No; es el pan que el maná significó, esto es, el mismo Señor Jesús. Mi Padre es el que os da el verdadero
pan. Porque pan de Dios es el que ha bajado del cielo y que da la vida al mundo. Dícenle ellos: Señor, danos
siempre este pan. Lo mismo que aquella mujer de Samaria, a quien fue dicho: El que bebiere de esta agua no
volverá a tener sed jamás12, tomó las palabras en sentido material y, como quien quería verse libre de aquella
necesidad, le dice en seguida: Señor, dame de esta agua, así éstos: Señor, danos de este pan para que nos
repare las fuerzas y que no nos falte jamás.
14. Respuesta de Jesús: Yo soy el pan de vida; el que llega a mí, no tendrá hambre, y el que cree en mí,
no tendrá sed jamás13. El que llega a mí significa lo mismo que el que cree en mí; y esta locución: No tendrá
hambre, tiene el mismo sentido que esta otra: No tendrá sed jamás. Ambas cosas significan la eterna hartura
aquella donde no hay indigencia alguna. ¿No deseáis vosotros el pan del cielo? En vuestra presencia está y no lo
queréis comer. Y os dije que me estáis viendo y no me creéis. Sin embargo, no por eso me he olvidado yo de mi
pueblo. ¿Hará, por ventura, la infidelidad vuestra que desaparezca la fidelidad de Dios?14 Atiende, pues, lo
que sigue: Todo lo que me da a mí el Padre, vendrá a mí, y al que a mí llegare no le echaré fuera15. ¿Qué
interioridad es esa de la que jamás se sale fuera? Interioridad muy íntima, interioridad dulcísima. ¡Oh retirada
interioridad, que no hastía, exenta del repugnante amargor de los malos pensamientos y libre de la turbación de
las tentaciones y de los dolores! ¿No es por ventura esa misma intimidad retirada en la que entrará aquel que
como a siervo benemérito dirá el Señor: Entra en el gozo de tu Señor?16
(SAN AGUSTÍN, Tratados sobre el Evangelio de San Juan, 25, 10-14, o.c. (XIII), BAC Madrid 1968, pág.
558-65)
11 Jn 6, 30 12 Jn 4, 13, etc. 13 Jn 6, 35 14 Rm 3, 3 15 Jn 6, 37 16 Mt 25, 23
4. SANTOS PADRES
San Juan Crisóstomo
“Yo soy el pan de vida”
Nada hay peor que la gula, nada 'más vergonzoso. Esta es la que cierra el entendimiento y lo hace rudo y
vuelve carnal al alma. Esta ciega y no deja ver. Observa cómo fue eso lo que obró en los judíos. Porque
ansiando ellos los placeres del vientre y no pensando en nada espiritual, sino únicamente lo de este siglo, Cristo
los excitó con abundantes discursos, llenos unas veces de acritud, otras de suavidad y perdón. Pero ni aun así se
levantaron a lo alto sino que permanecieron por tierra.
Atiende, te ruego. Les había dicho: Me buscáis no porque hayáis comprendido las señales, sino porque
comisteis de los panes y os habéis saturado. Los punzó arguyéndoles; les mostró cuál es el pan que se ha de
buscar al decirles: Haceos no del alimento que perece; y aun les añadió el premio diciendo: sino el pan para la
vida eterna. Y enseguida sale al encuentro de la objeción de ellos con decirles que ha sido enviado por el
Padre. ¿Qué hacen ellos? Como si nada hubieran oído, le dicen: ¿Qué debemos hacer para lograr la merced
de Dios? No lo preguntaban para aprender y ponerlo por obra, como se ve por lo que sigue, sino queriendo
inducirlo a que de nuevo les suministre pan para volver a saturarse. ¿Qué les responde Cristo?: Esta es la obra
que quiere Dios: que creáis en el que Él envió. Instan ellos: ¿Qué señal nos das para que la veamos y creamos
en ti? Nuestros padres comieron el maná en el desierto.
¡No hay cosa más necia y más estulta que eso! Cuando el milagro estaba aún delante de sus ojos, como
si nada se hubiera realizado le decían: ¿Qué señal nos das? Y ni siquiera le dan opción a escoger, sino que
piensan que acabarán por obligarlo a hacer otro milagro, como el que se verificó en tiempo de sus ancestros. Por
eso le dicen: Nuestros padres comieron el maná en el desierto. Creían que por este camino lo excitarían a
realizar ese mismo milagro que los alimentaría corporalmente. Porque ¿por cuál otro motivo no citan sino ése,
de entre los muchos verificados antiguamente; puesto que muchos tuvieron lugar en Egipto, en el mar, en el
desierto? Pero sólo le proponen el del maná. ¿No es acaso esto porque aún estaban reciamente bajo la tiranía del
vientre? Pero, oh judíos: ¿cómo es esto que aquel a quien vosotros llamasteis profeta y lo quisisteis hacer rey
por el milagro que visteis, ahora, como si nada se hubiera realizado, os le mostráis tan ingratos y pérfidos, que
aun le pedís una señal, lanzando voces dignas de parásitos y de canes famélicos? ¿De modo que ahora, cuando
vuestra alma está hambreada, venís a recordar el maná?
Y advierte bien la ironía. No le dijeron: Moisés hizo este milagro; y tú ¿cuál haces? porque no querían
volvérselo contrario. Sino que emplean una forma sumamente honorífica en espera del alimento. No le dijeron:
Dios hizo aquel prodigio; y tú ¿cuál haces? porque no querían parecer como si lo igualaran a Dios. Tampoco
nombran a Moisés, para no parecer, que lo hacen inferior a Cristo. Sino que invocaron el hecho simple y
dijeron: Nuestros padres comieron el maná en el desierto. Podía Cristo haberles respondido: Mayor milagro he
hecho yo que no Moisés. Yo no necesito de vara ni de súplicas, sino que todo lo he hecho por mi propio poder.
Si traéis al medio el maná, yo os di pan. Pero no era entonces ocasión propicia para hablarles así, pues el único
anhelo de Cristo era llevarlos al alimento espiritual.
Observa con cuán eximia prudencia les responde: No fue Moisés quien os dio pan bajado del cielo, sino
que es mi Padre quien os da el verdadero pan que viene del cielo. ¿Por qué no dijo: ‘No fue Moisés, sino soy
yo’, sino que sustituyó a Moisés con Dios y al maná consigo mismo? Fue porque aún era grande la rudeza de
los oyentes, como se ve por lo que sigue. Puesto que con tales palabras no los cohibió. Y eso que al principio ya
les había dicho: Me buscáis no porque hayáis comprendido las señales, sino porque comisteis de los panes y os
habéis saturado. Y como esto era lo que buscaban, en lo que sigue también los corrige. Pero ellos no
desistieron.
Cuando prometió a la mujer samaritana que le daría aquella agua, no hizo mención del Padre, sino que
dijo: Si supieras quién es el que te dice: Dame de beber, quizá tú le pedirías, y te daría agua viva. Y en
seguida: El agua que yo daré; y tampoco hace referencia al Padre. Aquí, en cambio, sí la hace. Pues bien, fue
para que entiendas cuán grande era la fe de la samaritana y cuán grande la rudeza de los judíos. En cuanto al
maná, en realidad no venía del Cielo. Entonces ¿cómo se dice ser del cielo? Pues es al modo como las
Escrituras hablan de: Las aves del cielo17; y también: Tronó desde el cielo Dios18.
Y dice del pan verdadero, no porque el milagro del maná fuera falso, sino porque era sólo figura y no la
realidad. Y al recordar a Moisés se antepuso a éste, ya que ellos no lo anteponían; más aún, tenían por más
grande a Moisés. Por lo cual, habiendo dicho: No fue Moisés quien os dio, no añadió: Yo soy el que os doy, sino
dijo que el Padre lo daba. Ellos le respondieron: Danos de ese pan para comer, pues aún pensaban que sería una
cosa sensible y material y esperaban repletar sus vientres. Y tal era el motivo de que tan pronto acudieran a él.
¿Qué dice Cristo? Poco a poco los va levantando a lo alto; y así les dice: El pan de Dios es el que desciende del
cielo y da la vida al mundo. No a solos los judíos sino a todo el mundo.
Y no habla simplemente de alimento, sino de otra vida diversa. Y dice vida porque todos ellos estaban
muertos. Pero ellos siguen apegados a lo terreno y le dicen: Danos ese pan. Los reprochaba de una mesa
sensible; pero en cuanto supieron que se trataba de una mesa espiritual, ya no se le acercan. Les dice: Yo soy
el pan de vida. El que a mí viene jamás tendrá hambre y el que cree en mí jamás padecerá sed. Pero yo os
tengo dicho que aunque habéis visto mis señales, no creéis.
Ya el evangelista se había adelantado a decir: Habla de lo que sabe y da testimonio de lo que vio y
nadie acepta su testimonio. Y Cristo a su vez: Hablamos lo que sabemos y testificamos lo que hemos visto, pero
no aceptáis nuestro testimonio. Va procurando amonestarlos de antemano y manifestarles que nada de eso lo
conturba, ni busca la gloria humana, ni ignora lo secreto de los pensamientos de ellos, así presentes como
futuros. Yo soy el pan de vida. Ya se acerca el tiempo de confiar los misterios. Mas primeramente habla de su
divinidad y dice: Yo soy el pan de vida. Porque esto no lo dijo acerca de su cuerpo, ya que de éste habla al fin,
cuando declara: El pan que yo daré es mi carne. Habla pues todavía de su divinidad. Su carne, por estar unida a
Dios Verbo, es pan; así como este pan, por el Espíritu Santo que desciende, es pan del cielo.
Pero aquí no usa ya de testigos, como en el discurso anterior, pues allá tenía como testigos los panes del
milagro y los oyentes aún simulaban creerle. Acá en cambio aún lo contradecían y le argumentaban. Por lo cual
finalmente ahora expone plenamente su sentencia. Ellos siguen esperando el alimento corporal y no se
perturban hasta el momento en que pierden la esperanza de obtenerlo. Mas ni aun así calló Cristo, sino que los
increpa con vehemencia. Los que allá mientras comían lo llamaron profeta, ahora se escandalizan y lo llaman
hijo de artesano. No lo trataban así cuando estaban comiendo, sino que decían: Este es el Profeta. Y aun lo
querían hacer rey. Ahora hasta se indignan al oírlo decir que ha venido del Cielo. Mas no era ése el motivo
verdadero de su indignación, sino el haber perdido la esperanza de volver a disfrutar de la mesa corporal. Si su
indignación fuera verdadera, debían investigar cómo era pan de vida, cómo había bajado del Cielo. Pero no lo
hacen, sino que solamente murmuran.
Y que no sea aquélla la causa verdadera de su indignación se ve porque cuando Jesús les dijo: Mi Padre
os da el pan, no le dijeron: Pídele que nos dé, sino ¿qué?: Danos ese pan. Jesús no les había dicho: Yo os daré,
sino: Mi Padre os da. Pero ellos, por la gula, pensaban que él podía dárselo. Pues bien, quienes esto creían ¿en
qué forma debieron escandalizarse cuando lo oyeron decir que era el Padre quien se lo daría?
¿Cuál es pues el motivo verdadero? Que en cuanto oyeron que ya no comerían, ya no creyeron; y ponen
como motivo el que Jesús les hable de cosas elevadas. Por eso les dice: Me habéis visto y no creéis, dándoles a
17 Sal 8, 9 18 Sal 17, 14
entender así los milagros como el testimonio de las Escrituras. Pues dice: Ellas dan testimonio de Mí; y
también: ¿Cómo podéis creer vosotros que captáis la gloria unos de otros?
(SAN JUAN CRISÓSTOMO, Explicación del Evangelio de San Juan (2), Homilía XLV (XLIV), Tradición
México 1981, p. 5-9)
5. APLICACIÓN
P. José A. Marcone, IVE
El Pan de la Vida es el Verbo
(Jn 6,24-35)
Introducción
El domingo pasado hemos leído la perícopa de la multiplicación de los panes tomada del evangelio de
San Juan (Jn 6,1-15). Hoy leemos parte del discurso que Jesús dijo a continuación de dicha multiplicación (Jn
6,24-35). Y los tres domingos venideros leeremos el resto de este discurso, el cual es una interpretación que
Jesús hace del milagro de la multiplicación de los panes. Este discurso fue llamado ‘Discurso del Pan de Vida’
porque en él Jesús explica que el significado profundo del milagro de la multiplicación de los panes es revelar el
misterio de la Eucaristía, que es el Pan de Vida.
1. La caminata sobre las aguas y la Eucaristía
Entre la narración de la multiplicación de los panes y el inicio del discurso de Jesús, dicho en la sinagoga
de Cafarnaúm, está la narración de la caminata de Jesús sobre las aguas del Lago a mitad de la noche, mientras
los Apóstoles luchan y se angustian a causa de una tormenta (Jn 6,16-21). Este milagro de Jesús es importante
en relación con la revelación de la Eucaristía como Pan de Vida.
En efecto, en ese milagro Jesús hace una revelación de su divinidad, lo cual refuerza el valor del
discurso que dirá al otro día. Revela su divinidad cuando, al llegar a la barca caminando sobre el agua, dice a
sus Apóstoles: “Yo Soy. No temáis” (Jn 6,20). Ese ‘Yo Soy’ es el nombre de Yahveh, dado que ‘Yahveh’, en
hebreo, significa ‘Yo Soy’. Por eso dice Raymond Brown: “El punto central del relato de Juan sobre la caminata
sobre las aguas no es Jesús que aplaca las olas del mar, sino la afirmación solemne: ‘No temáis. YO SOY’. Este
‘Yo Soy’ puede ser considerado como una forma del nombre divino revelado a Moisés sobre el Sinaí, antes de
la Pascua”19. Para los Apóstoles, el que dirá el discurso del Pan de Vida es Dios y hombre verdadero.
Por otro lado, la misma caminata sobre las aguas tiene un significado eucarístico. En efecto, dice Manuel
De Tuya: “Los dos milagros relatados aquí por Juan, el milagro de la multiplicación de los panes y la caminata
sobre las aguas, (…) tienen (…) un valor (…) tipológico – eucarístico. El que multiplicó los panes puede
también dar otro pan milagroso, misterioso. Y el que caminó sobre el mar flexible, sin hundirse, es que puede
estar sustraído a las leyes ordinarias de la gravitación y de la materia. Y así puede dar el pan de su carne sin que
se tenga que comer ésta como la carne sangrante y partida. Esto mismo se insinúa cuando luego les dice, ante el
escándalo cafarnaíta, como una sugerencia de solución: ‘¿Esto os escandaliza? Pues ¿que sería si vieseis al Hijo
del hombre subir a donde estaba antes?’ (Jn 6,61-62), es decir, ver a Cristo en la ascensión subir al cielo”20.
2. El Pan de la Vida es el Verbo
19 BROWN, R., Il Vangelo e le Lettere di Giovanni, Editrice Queriniana, Brescia, 1994, p. 60; traducción nuestra. 20 DE TUYA, M., Evangelio de San Juan, en PROFESORES DE SALAMANCA, Biblia comentada, BAC, Madrid, 1977, Tomo Vb.
El evangelio de hoy nos dice que Jesús llegó a ‘la otra orilla’ del Lago. El lugar de la multiplicación de
los panes sucedió en el margen oeste del Lago, en un lugar llamado Tabgha. Cuando el evangelio dice ‘la otra
orilla’ se refiere a la ciudad de Cafarnaúm, que queda en el margen norte del Lago. Se hablaba así, diciendo ‘la
otra orilla’, porque Tabgha se encuentra en la orilla de un golfo, parte del cual hay que atravesar para llegar a
Cafarnaúm. De manera que ir a ‘la otra orilla’ significaba atravesar esa parte del golfo y llegar a Cafarnaúm. En
la sinagoga de esa ciudad, al día siguiente de la multiplicación de los panes, Jesús dice su discurso sobre el Pan
de Vida.
“En respuesta al pedido de pan hecho por la multitud, Jesús inicia su gran discurso sobre el pan de la
vida. Este discurso consta de dos partes. En la primera (vv. 35-50), el pan celeste que nutre es la revelación, o la
enseñanza, de Jesús (tema sapiencial); en la segunda (vv. 51-58) es la eucaristía (tema sacramental)”21. El
evangelio de hoy representa la introducción a todo el discurso del pan de vida. En esta introducción el pan del
cielo es la revelación de la verdad que Jesús enseña, en contraposición al pan material y a la revelación del AT.
La primera contraposición (pan material – revelación de Jesús) está expresada en las palabras de Jesús
con las cuales interpreta el gran esfuerzo que hicieron las turbas para buscarlo: “Les aseguro que ustedes me
buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento
perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre” (Jn 6,26-27).
“Como siempre, las aspiraciones de la muchedumbre están en un plano material: los hombres ven el elemento
milagroso del signo, pero no comprenden su significado profundo. Jesús trata de elevarlos por sobre de la
perspectiva material, pero se encuentra con una persistente incapacidad de comprender. ‘Los judíos’ introducen
el argumento pascual del maná y del éxodo. (Según la literatura rabínica, el Mesías repetiría el milagro del
maná). Pero estos galileos no se dan cuenta que el maná mesiánico es la Palabra de Dios: enseñanza divina y
divina sabiduría (Deut 8,3; Prov 9,2-5). No se trata del pan del desierto, dado por Moisés, sino de Jesús, el pan
dado y donado ahora por el Padre”22.
La segunda contraposición (revelación del AT – revelación de Jesús) está expresada en el siguiente
diálogo entre la muchedumbre y Jesús: “Y volvieron a preguntarle: ‘¿Qué signos haces para que veamos y
creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura:
Les dio de comer el pan bajado del cielo’. Jesús respondió: ‘Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan
del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da
Vida al mundo’” (Jn 6,30-33). Con la mención de Moisés no sólo se hace alusión al maná material sino también
a la Ley mosaica, la revelación del AT. De la revelación del AT se decía: “Los que me coman quedarán aún con
hambre, y los que me beban quedarán aún sedientos” (Sir 24,21). En cambio, Jesús dice de sí mismo: “El que
viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed” (Jn 6,35). Respecto a esto dice R. Brown:
“De una manera diversa de la sabiduría veterotestamentaria, la enseñanza de Jesús nutre al hombre para
siempre”23.
Santo Tomás explica de una manera insuperable estas dos contraposiciones. Dice él: “Cuando el Señor
dice: ‘Trabajad por aquel alimento que permanece hasta la vida eterna’, se refiere al alimento espiritual. Y con
esto quiere decir: ‘Haceos merecedores del alimento que no perece’. En primer lugar, este alimento es Dios
mismo, en tanto que es la Verdad que ha de ser contemplada y la Bondad que ha de ser amada, con las cuales se
nutre el espíritu. En efecto, en el libro de los Proverbios se dice: ‘Venid y comed de mi pan’ (Prov 9,5). Y en el
libro del Sirácide se explica qué es este pan: ‘El Señor lo alimenta con pan de vida y de inteligencia’ (Sir 15,3).
Al decir ‘inteligencia’ está haciendo alusión a la verdad, que es Dios. En segundo lugar, este alimento
imperecedero es la obediencia de los divinos mandatos, como dice el mismo Jesucristo: ‘Mi alimento es hacer la
voluntad de Aquel que me envió’ (Jn 4,34). En tercer lugar, este alimento imperecedero es Cristo en persona,
como dice Él mismo en este discurso: ‘Yo soy el pan de la vida’ (Jn 6,35.48). Y también dice: ‘Mi carne es
21 BROWN, R., Idem, p. 61 - 62; traducción nuestra. 22 BROWN, R., Idem, p. 61; traducción nuestra. 23 BROWN, R., Idem, p. 62; traducción nuestra.
verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida’ (Jn 6,55). Y esto en tanto ella está unida a la Palabra de
Dios, que es el alimento del que viven los ángeles”24.
De manera que el pan que ofrece Jesús y que se contrapone al pan material y al pan de la revelación del
AT es, en primer lugar, Dios en cuanto Verdad. Para alimentarse correctamente de este pan es necesario creer
en Dios, tener fe, y contemplar la Verdad de Dios o a Dios en cuanto es verdad. Esto se hace a través del estudio
de la doctrina católica, de la oración y de la lectura de la Biblia.
En segundo lugar, el pan que ofrece Jesús es Dios en cuanto Bondad que debe ser amada.
En tercer lugar, el pan que ofrece Jesús es la Voluntad de Dios, es decir, los mandamientos que Dios da
al hombre para que su conducta moral sea recta. Al cumplir los mandamientos, el hombre, de alguna manera, se
está alimentando de la misma Voluntad de Dios. La Voluntad de Dios es única y está dentro de Él, pero se
manifiesta a través de los mandamientos. Cumplir los mandamientos es comer y beber la Voluntad de Dios. Al
cumplir los mandamientos nos alimentamos con la misma Voluntad de Dios.
En cuarto lugar, el pan que ofrece Jesús es Él mismo en cuanto Palabra, en cuanto Verbo, en cuanto
Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Este pan es comido por el alma y la nutre cuando el alma cree que
Jesús es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad hecha hombre, es decir, cuando cree en la Encarnación del
Verbo. Y junto con esa fe debe hacerse presente la fe en la redención, es decir, en el poder de la sangre de
Cristo que salva al mundo de sus pecados. Esto es diverso a la revelación del AT que no hablaba de la Trinidad,
que no revelaba explícitamente la Encarnación del Verbo y que no era eficaz para la redención del hombre, sino
sólo una preparación. Es en este sentido en que el Verbo, la Palabra es pan de ángeles, porque los ángeles viven
y gozan de la contemplación del Verbo.
El que come este cuádruple pan que presenta Jesús alcanzará la vida, es decir, la vida eterna. Es el
mismo mensaje que Jesús le dejó a la samaritana: “Todo el que beba de esta agua (el agua del pozo de Jacob, el
agua del AT), volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua
que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna” (Jn 4,13-14). Respecto a esto dice
R. Brown: “El pan celestial de la enseñanza divina produce el mismo efecto del agua viva de la enseñanza
divina: la vida eterna”25.
Conclusión
Al igual que esta Santa Misa que estamos celebrando, el Discurso del Pan de Vida tiene como una
liturgia de la Palabra (tema sapiencial) y una liturgia Eucarística (tema sacramental). La Santa Misa nos
alimenta en la primera parte con la Palabra proclamada desde el ambón, donde se leen las lecturas y el
evangelio, y donde la homilía nos parte el pan para que podamos asimilarlo. Y en la segunda parte nos alimenta
con el Cuerpo y la Sangre de Cristo en forma de sacramento.
En la primera parte del Discurso del Pan de Vida se insiste sobre la Palabra, el Verbo que es dicho,
pronunciado para ser creído por nosotros. Con esta preparación, Jesucristo podrá, en la segunda parte, hacer el
gran anuncio: esa Palabra será entregada para ser comida en su misma carne, la carne que esa Palabra quiso
asumir, es decir, en la Eucaristía.
Vivamos esta Santa Misa con la misma dinámica que Jesús dio a su Discurso del Pan de Vida:
escuchemos su Palabra proclamada, obedezcamos su Voluntad para luego poder alimentarnos con su Carne y su
Sangre, dentro de las cuales se encuentra la Palabra, el Verbo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
24 SANTO TOMÁS DE AQUINO, Super Evangelium S. Ioannis lectura, caput 6, lectio 4. 25 BROWN, R., Idem, p. 62 - 63; traducción nuestra.
Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este domingo continúa la lectura del capítulo sexto del Evangelio de san Juan. Después de la
multiplicación de los panes, la gente se había puesto a buscar a Jesús y finalmente lo encuentra en Cafarnaún. Él
comprende bien el motivo de tanto entusiasmo por seguirlo y lo revela con claridad: «Me buscáis no porque
habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros» (Jn 6, 26). En realidad, esas personas lo siguen
por el pan material que el día anterior había saciado su hambre, cuando Jesús había realizado la multiplicación
de los panes; no habían comprendido que ese pan, partido para tantos, para muchos, era la expresión del amor
de Jesús mismo. Han dado más valor a ese pan que a su donador. Ante esta ceguera espiritual, Jesús evidencia
la necesidad de ir más allá del don y descubrir, conocer, al donador. Dios mismo es el don y también el
donador. Y, así, de ese pan, de ese gesto, la gente puede encontrar a Aquel que lo da, que es Dios. Invita a
abrirse a una perspectiva que no es solamente la de las preocupaciones cotidianas del comer, del vestir, del
éxito, de la carrera. Jesús habla de otro alimento, habla de un alimento que no se corrompe y que es necesario
buscar y acoger. Él exhorta: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la
vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre» (v. 27). Es decir, buscad la salvación, el encuentro con Dios.
Con estas palabras nos quiere hacer entender que más allá del hambre físico el hombre lleva consigo otra
hambre —todos tenemos esta hambre— un hambre más importante que no puede ser saciada con un alimento
ordinario. Se trata de hambre de vida, hambre de eternidad que solamente Él puede saciar porque es «el pan de
vida» (v. 35). Jesús no elimina la preocupación y la búsqueda del alimento cotidiano, no, no elimina la
preocupación por lo que te puede mejorar la vida. Pero Jesús nos recuerda que el verdadero significado de
nuestra existencia terrena está al final, en la eternidad, está en el encuentro con Él, que es don y donador, y nos
recuerda también que la historia humana con sus sufrimientos y sus alegrías tiene que ser vista en un horizonte
de eternidad, es decir, en aquel horizonte del encuentro definitivo con Él. Y este encuentro ilumina todos los
días de nuestra vida. Si pensamos en este encuentro, en este gran don, los pequeños dones de la vida, también
los sufrimientos, las preocupaciones serán iluminadas por la esperanza de este encuentro. «Yo soy el pan de
vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (v. 35). Esta es la referencia
a la Eucaristía, el don más grande que sacia el alma y el cuerpo. Encontrar y acoger en nosotros a Jesús, «pan de
vida», da significado y esperanza al camino a menudo tortuoso de la vida. Pero este «pan de vida» nos ha sido
dado con un cometido, esto es, para que podamos a su vez saciar el hambre espiritual y material de nuestros
hermanos, anunciando el Evangelio por todas partes. Con el testimonio de nuestra actitud fraterna y solidaria
hacia el prójimo, hagamos presente a Cristo y su amor en medio de los hombres.
Que la Virgen santa nos sostenga en la búsqueda y en el seguimiento de su Hijo Jesús, el pan verdadero,
el pan vivo que no se corrompe y dura para la vida eterna.
(PAPA FRANCISCO, Ángelus, Plaza de San Pedro, Domingo 2 de agosto de 2015)
P. Gustavo Pascual, IVE
Yo soy el pan de vida
Jn 6, 30-35
Los judíos no habían entendido la finalidad de la multiplicación de los panes que era creer en Jesús y
ahora lo buscan porque han comido gratis y Jesús les dice que crean en Él. Ellos le piden un signo nuevamente.
¿Y aquel signo acaso fue insignificante? ¿Es qué la multiplicación de los panes no era un milagro que
manifestará la divinidad de Cristo?
La incredulidad y la carnalidad en que vivían los lleva a pedirle un nuevo signo aduciendo el signo que
Moisés había hecho en el desierto dándoles el maná. Jesús niega que haya sido Moisés. Moisés era sólo un
instrumento de Dios. El pan del cielo, como ellos lo llaman, lo había dado Dios y no era del cielo donde mora
Dios sino del cielo atmosférico.
El Padre es el único que da el verdadero pan del cielo. ¿Cuál sea este pan? El pan de Dios, el verdadero,
es el que baja del cielo y da vida, no ya a algunos hombres, sino a todos los hombres que quieran alimentarse de
Él. Jesús es ese verdadero pan del cielo.
Le piden ese pan y Él se revela como el verdadero pan de vida.
“Yo soy el pan de vida”.
Él es el pan divino porque es el Yo soy. Es el verdadero pan del cielo, del cual, el maná es una simple
figura, y es el pan de vida.
¿Y qué vida da? Da la verdadera vida, la vida de Dios, la vida eterna, porque la posee en sí mismo.
Además es el único pan que sacia completamente nuestros deseos infinitos, nuestros deseos de eternidad.
Pero para comer este pan de vida es necesaria la fe. Acercarse a Jesús y creer en Él.
Este pan ha venido del cielo porque es el mismo Dios y ha venido por su encarnación. Es el verdadero
pan del cielo, el único, y es el pan que da vida eterna.
Jesús no les va a dar otro signo como ellos pedían. Muchas otras veces se ha negado a dar signos porque
no van a creer por más signos que vean, pues, tienen la mente oscurecida por su vida carnal. De hecho el signo
que presenciaron lo convirtieron en una satisfacción para el vientre y en eso se quedaron. Querían que Cristo les
diera de comer toda la peregrinación terrena como Moisés les había dado durante cuarenta años.
Esta parte del pasaje es un llamado a la fe en Cristo que es el pan que puede saciar nuestras ansias
infinitas. El primer paso es creer en Jesús para poder aceptar sus palabras que los llevaran a las profundidades
del misterio eucarístico.
Los vicios carnales: la gula y la lujuria, van embotando nuestra mente y nos conducen a la incredulidad.
Ciegan nuestra mente para acoger la fe.
Por el contrario, la templanza y la castidad, iluminan la mente y la hacen dócil para creer.
Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios, en esta vida por la fe y en la otra por
la visión.
La absorción de la mente por las cosas materiales no nos deja ver el sentido de los signos de Dios. Cosas
que todos los días Dios nos revela o nos comunica y nosotros estamos ciegos para ellas por estar sumergidos en
las cosas terrenales. El corazón desapegado percibe muy bien los signos que Dios, que Jesús, hace en nuestra
vida, un corazón desapegado cree y crece cada vez más en la fe.
La carnalización de nuestra vida es un obstáculo para percibir las cosas del espíritu porque la carne y el
espíritu son antagónicos: “Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne,
como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais”26.
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Homilética se compone de 7 Secciones principales:
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la Santa Misa.
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del el evangelio y las lecturas del domingo para poder brindar una predicación más uniforme, conforme al
26 Ga 5, 17
DIRECTORIO HOMILÉTICO promulgado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos de la Santa Sede en el 2014.
Exégesis: presenta un análisis exegético del evangelio del domingo, tomado de especialistas, licenciados, doctores en
exégesis, así como en ocasiones de Papas o sacerdotes que se destacan por su análisis exegético del texto.
Santos Padres: esta sección busca proporcionar la interpretación de los Santos Padres de la Iglesia, así como los
sermones u escritos referentes al texto del domingo propio del boletín de aquellos santos doctores de la Iglesia.
Aplicación: costa de sermones del domingo ya preparados para la predica, los cuales pueden facilitar la ilación o
alguna idea para que los sacerdotes puedan aplicar en la predicación.
Ejemplos Predicables: es un recurso que permite al predicador introducir alguna reflexión u ejemplo que le permite
desarrollar algún aspecto del tema propio de las lecturas del domingo analizado.
¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética?
El Instituto del Verbo Encarnado fue fundado el 25 de Marzo de 1984, en San Rafael, Mendoza, Argentina. El 8
de Mayo de 2004 fue aprobado como instituto de vida religiosa de derecho Diocesano en Segni, Italia. Siendo su
Fundador el Sacerdote Católico Carlos Miguel Buela. Nuestra familia religiosa tiene como carisma la prolongación de
la Encarnación del Verbo en todas las manifestaciones del hombre, y como fin específico la evangelización
de la cultura; para mejor hacerlo proporciona a los misioneros de la familia y a toda la Iglesia este servicio como una
herramienta eficaz enraizada y nutrida en las sagradas escrituras y en la perenne tradición y magisterio de la única
Iglesia fundada por Jesucristo, la Iglesia Católica Apostólica Romana.
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