Al Profesor Pablo Rieznik (1)

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Al profesor Pablo Rieznik Dado que el profesor Rieznik ha hecho pública su carta en la que aunque no me nombre me involucra, me veo en la necesidad de responderle también públicamente. Hay dos aspectos de la carta, una que refiere al concurso (que es la que me involucra directamente, pues fui uno de los jurados del mismo) y otra ligada al presunto despido de Juan Iñigo. Respecto de lo primero me gustaría saber en qué se basa el profesor Rieznik para afirmar, con la liviandad que caracteriza a un opinólogo, que se trató de “un proceso fraudulento”. La imputación es grave, y si carece de fundamentos es temeraria e irresponsable. Queda en manos del profesor Rieznik (que no asistió al concurso, de modo que solo puede referirse al mismo por lo que le hayan contado, sin tomar al menos el recaudo de un periodista, que es chequear distintas fuentes) demostrar el fraude, o consentir con su silencio que sus dichos fueron temerarios e irresponsables. A eso debo agregar que el hecho de inmiscuirme en una supuesta maniobra para “buscar una manera miserable de darle el cargo a un profe del «espacio»” es una infamia con todas las letras que no voy a admitir de él ni de nadie. ¿De qué “espacio” habla? ¿De una lista electoral? Si es así, es público y notorio que el suscripto ha compartido históricamente el espacio electoral con el profesor Rieznik, y no con el profesor Rebón. ¿Habla de un espacio gremial? Además de ser cofundador de la Asociación Gremial Docente, históricamente —es algo público — he apoyado a la lista Naranja de la misma, al igual que Rieznik, y no a la Violeta, a la que apoyaron en su momento los profesores Iñigo Carrera y Rebón. ¿O se referirá a un espacio teórico-intelectual? En tal caso no es un secreto para nadie que los cuatro —Iñigo, Rebón, Rieznik y el suscripto— estamos identificados con la tradición marxista (y sería muy pedante —e infantil— autoatribuirse el “marxómetro” que juzga quién es “más” marxista). Sería muy

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Al profesor Pablo Rieznik

Dado que el profesor Rieznik ha hecho pública su carta en la que aunque no me nombre me involucra, me veo en la necesidad de responderle también pú-blicamente. Hay dos aspectos de la carta, una que refiere al concurso (que es la que me involucra directamente, pues fui uno de los jurados del mismo) y otra ligada al presunto despido de Juan Iñigo.

Respecto de lo primero me gustaría saber en qué se basa el profesor Rieznik para afirmar, con la liviandad que caracteriza a un opinólogo, que se trató de “un proceso fraudulento”. La imputación es grave, y si carece de fundamentos es temeraria e irresponsable. Queda en manos del profesor Rieznik (que no asistió al concurso, de modo que solo puede referirse al mismo por lo que le hayan contado, sin tomar al menos el recaudo de un periodista, que es che-quear distintas fuentes) demostrar el fraude, o consentir con su silencio que sus dichos fueron temerarios e irresponsables. A eso debo agregar que el hecho de inmiscuirme en una supuesta maniobra para “buscar una manera miserable de darle el cargo a un profe del «espacio»” es una infamia con todas las letras que no voy a admitir de él ni de nadie. ¿De qué “espacio” habla? ¿De una lista elec-toral? Si es así, es público y notorio que el suscripto ha compartido histórica-mente el espacio electoral con el profesor Rieznik, y no con el profesor Rebón. ¿Habla de un espacio gremial? Además de ser cofundador de la Asociación Gremial Docente, históricamente —es algo público— he apoyado a la lista Na-ranja de la misma, al igual que Rieznik, y no a la Violeta, a la que apoyaron en su momento los profesores Iñigo Carrera y Rebón. ¿O se referirá a un espacio teórico-intelectual? En tal caso no es un secreto para nadie que los cuatro —Iñigo, Rebón, Rieznik y el suscripto— estamos identificados con la tradición marxista (y sería muy pedante —e infantil— autoatribuirse el “marxómetro” que juzga quién es “más” marxista). Sería muy instructivo para todos que el profe-sor Rieznik nos ilustre acerca de su concepto de espacio.

Concluyendo este punto: el concurso no presentó irregularidades, ambos can-didatos expusieron ante numerosos concurrentes, y las deliberaciones acerca de los criterios de evaluación se hicieron con los veedores de los tres claustros presentes. El acto duró alrededor de seis horas. Una vez acordados los crite-rios, se pasó formalmente a un cuarto intermedio para la redacción del dicta-men, lo que se hizo intercambiando borradores por correo electrónico, como suele estilarse en cualquier concurso, pero habiendo previamente acordado los criterios frente a los veedores (que participaron del debate con voz y sin voto). Si algún concursante considera vulnerados sus derechos, puede presentar la impugnación y el Consejo Directivo dirá si es pertinente o no darle curso a la misma. Lamento que al profesor Rieznik no le agrade el mecanismo, pero es al que tenemos que atenernos. Claro, también existe la opción de no concursar, que es respetable. Alguien que considera que se trata de “un mecanismo de mierda” debería ser consecuente y repudiarlo anticipadamente, no con el resul-

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tado puesto. A propósito, el profesor Rieznik también se ha sometido a ese “mecanismo de mierda”… ¿quizás ahora haya descubierto su perversidad?

Podría usar el tono coloquial, que a él le gusta, pero esa forma suele esconder la debilidad, inexactitud o directamente la carencia de argumento. Creo que de-trás de tan encendida exhortación sólo hay una intención de posicionarse frente a las próximas elecciones, lo cual en sí mismo es legítimo, pero para eso no es necesario difamar a nadie. Atento a la cantidad de concursos sustanciados en los últimos años en la Facultad, y al innegable hecho de que en los mismos ha habido quienes resultaron recomendados y muchos más que no, sin que el pro-fesor Rieznik haya irrumpido vilipendiando la política de “despidos” (de la que oportunamente se benefició, pues él mismo es profesor regular de la casa), me lleva a concluir que está bastante desinformado de lo que ocurre, o bien que sus exclamaciones actuales son de un liso, llano y puro oportunismo. Abona esta segunda hipótesis su recurso a la historia de las materias optativas, que son “el resultado de muchas batallas” en las que el profesor no participó, y el que firma esto sí lo hizo. Ha recurrido al medallero de la historia, sin preguntar-se siquiera quiénes habían puesto allí las medallas.

La carta que el profesor Rieznik envía desmiente, por otra parte, parte de su propio (y flaco) argumento: si se persiguiese la opinión difícilmente se hubiese difundido una misiva que es puramente eso: opinión, sin fundamentos, llena de adjetivaciones, sin medida, y sin otro objeto visible que un posicionamiento electoral.

Ahora, respecto al otro punto, al del supuesto despido de Juan Iñigo (digo “su-puesto” porque hasta aquí solo hubo un concurso que ni siquiera está firme, y la política de la designación de cargos es independiente de los mismos). Me parece que Juan merece, en los años laborales que le quedan, seguir con una materia, es un tipo valioso y yo me sumo a pedir un lugar para él. Pero ponga-mos las cosas en su sitio: se presentó a un concurso y salió segundo pese a ser un buen docente, porque otro docente, tan bueno como él, tiene más ante-cedentes. ¿Y qué se le va a hacer? Así es la vida, no hay que rasgarse las ves-tiduras.

Es notable que esgrima como argumento la permanencia en el cargo, como si eso diera derechos de propiedad. La libertad de cátedra, que dice defender, no es la libertad de hacer de ella una propiedad, sino de admitir que pueda haber otros que digan algo distinto sobre el mismo objeto de estudio. El tema de in-vestigación de cada uno de nosotros no es un coto sobre el que nadie puede poner un pie; cualquiera puede venir y decir algo distinto.

Para finalizar, creo que hay que ser mesurado a la hora de construir enemigos. Los desacuerdos circunstanciales, si los hubiera, se aclaran café de por medio. Todos conocen mi dirección de correo y mi teléfono, y nunca dejé de hablar con nadie. El trámite de adjetivar sin más es algo que demuestra debilidad, y es

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bueno que se sepa que mi actitud de perfil bajo no me ablanda el cuero ni me borra la memoria. En más de veinte años que tengo como docente en la Facul-tad participé de muchas peleas reales… estas cuestiones insustanciales me aburren un poco.

Flabián Nievas