ÁlbUm fotográfico de Valladolid

9
ÁLBUM DE VALLADOLID Joaquín Díaz

description

A través de más de un centenar de páginas el libro se acerca a espacios incluso ya desaparecidos de la ciudad como los pabellones de la Universidad de Valladolid o uno de los claustros del antiguo edificio, el salón Pradera o el templete ubicado en Recoletos.

Transcript of ÁlbUm fotográfico de Valladolid

Page 1: ÁlbUm fotográfico de Valladolid

ÁLBUM DE VALLADOLIDJoaquín Díaz

ÁL

BU

M D

E V

AL

LA

DO

LID

Page 2: ÁlbUm fotográfico de Valladolid
Page 3: ÁlbUm fotográfico de Valladolid

centro

etnográfico

Joaquín

Díaz

DIPUTACIÓN DE VALLADOLID

fundación

Castilla TradicionalLa Editorial de Urueña S.L.Corro de San Andrés, 1347862–Urueñawww.castillatradicional.com

© de la edición: Castilla Tradicional, La Editorial de Urueña S.L.

© de los textos: Joaquín Díaz

1.ª edición Diciembre de 2010I.S.B.N. 978-84-938164-0-7DL Va-862-2010

Page 4: ÁlbUm fotográfico de Valladolid

VA L L A D O L I D

ÁLBUM DE

Page 5: ÁlbUm fotográfico de Valladolid

A Jesús Urrea y María Antonia Fernández del Hoyo, apasionados defensores de un Valladolid artístico, por su amistad y sabiduría.

Page 6: ÁlbUm fotográfico de Valladolid

Prólogo [5

LA PROVINCIA DE VALLADOLID

Los romanos llamaron “provincias” a las tierras y países que iban

anexionando al imperio y a las que incluían en una categoría adminis-

trativa dependiente de aquél. La palabra provincia ha seguido teniendo

a lo largo de los siglos ese carácter subordinado y sufragáneo, aunque

tanto su contenido como su estimación dependieran de si quien la

usaba se consideraba administrador o administrado. Hasta el día de

hoy ha llegado, particularmente en el lenguaje cotidiano, ese tono

peyorativo que vinculaba lo “provinciano” con lo rústico y por tanto

con lo tosco o exento de elegancia, aunque la mayoría de las veces fuese

injusto. Muchas provincias de España, incluso a partir de la creación

del Estado de las Autonomías que vino a rebajar su importancia en la

jerarquía administrativa, han luchado con todo tipo de medios a su

alcance para elevar la categoría de sus hechos a un nivel histórico o cul-

tural, ajeno al lenguaje oficial y por tanto menos interino. No puede

explicarse de otro modo la proliferación de publicaciones que, no sólo

en los últimos años, sino durante los dos últimos siglos estudiaron y

dieron a conocer las particularidades contenidas en sus límites y la

naturaleza de los individuos que habitaban dentro de ellos.

Los libros de fotografías han ocupado una parte importante dentro de

esa bibliografía provincial desde que, a mediados del siglo xix, la cos-

tumbre de viajar se hizo asequible a un sector más amplio de la pobla-

ción, precisamente ese sector que descubría en sus periplos determina-

dos aspectos exóticos, aparentemente ajenos a su propia cultura y tal vez

por eso mismo dignos de ser reflejados en un medio instantáneo pero

duradero. Con ese espíritu, con el de prolongar la vida más allá del

instante, nacieron las primeras colecciones fotográficas, tan apreciadas

Prólogo

JOAQUÍN DÍAZ

1. Una elegante joven vallisoletana fotografiada por Carlos Roth en su gabinete de la calle del Duque de la Victoria. Los primeros fotógrafos se veían obligados a “garantizar el exacto parecido” si querían atraer al público y que la gente se retratara. Poco después instalaron en sus estudios “salas de descanso, tocador y cuarto de vestirse” para dar mayores facilidades a los clientes.

Page 7: ÁlbUm fotográfico de Valladolid

6] Álbum de Valladolid. Joaquín Díaz

hoy en día por su valor documental y por sus aportaciones al mejor

conocimiento de una sociedad. Las instantáneas recogían rostros cuyas

facciones jamás envejecerían, monumentos sin reloj, lugares por los

que no podría trascurrir el día ni la noche, vidas intemporales en suma

que quedaban registradas, fijadas para siempre en aquel momento

expuesto a una lente y robado a su existencia.

La idea de retratar, es decir de quedarnos con la imagen de alguien,

es muy antigua. Con ese acto, bien fuese realizado por uno mismo

o por otra persona encargada especialmente para ello, se pretendía

habitualmente guardar un recuerdo de algún familiar, prolongar en

el tiempo alguna escena o fijar en forma de icono a alguien querido o

respetado. Aunque hayan cambiado a lo largo de la historia las técni-

cas, los soportes e incluso los fines, los principios han sido siempre los

mismos: recordar, tener memoria de los individuos y de las cosas que

les rodeaban o les caracterizaban. En esa intención se encerraban, sin

embargo, muchas circunstancias, que determinaban y hasta calificaban

el hecho: uno podía retratar porque deseaba guardar vivo el recuerdo

de un ser amado, porque quería fijar en una instantánea algo que se

suponía que iba a dejar de ser o existir inmediatamente, porque pre-

tendía captar una expresión o un movimiento de alguna persona en su

entorno y esa expresión no se volvería a repetir… Para todas esas cosas

y muchas otras que se podrían añadir se requerían dos cualidades en el

artista que retrataba: arte y técnica. Con el arte, el retratista era capaz

de captar la esencia del modelo y convertirla en un hecho estético cuyas

circunstancias –habitualmente buscadas– desaparecerían un segundo

después. La belleza de lo retratado no estaba sólo en la persona a quien

se pretendía fijar sino en el contexto que le rodeaba y en la finura y

elegancia con que se captaba. La otra cualidad, la técnica, se aprendía y

2. Unos recién casados posando ante la puerta de la iglesia del Salvador. Estas instantáneas se pasaban a papel fotográfico y se usaban como tarjetas postales. Lejos quedaban ya los tiempos en que Piallat había ideado unas tarjetas de visita o retratos-tarjetas. Sobre una pieza de dos centímetros del tamaño de un sello de correos, se imprimía un retrato. Ese sello estaba engomado y podía pegarse en una carta en vez de las iniciales del remitente o en tarjetas de visita.

Page 8: ÁlbUm fotográfico de Valladolid

Prólogo [7

se mejoraba, permitiendo al artista trabajar con mayor desahogo y ayu-

dándole a conseguir resultados más convincentes. Esos resultados logra-

dos eran, o podían ser, no sólo una evidencia del carácter del retratado

sino una manifestación del gusto o de la intención de quien retrataba.

A la popularidad de la fotografía contribuyó en buena parte su propio

contenido, pero también la creación de revistas –en las que la seccción

gráfica adquiría un extraordinario protagonismo–, o la costumbre de

intercambiar por el correo tarjetas postales, cartas simples y de peque-

ño formato que tuvieron su origen en Viena en 1869, se comenzaron

a hacer más conocidas cuando Alemania las adoptó como envío econó-

mico en 1889 y tuvieron su período de máximo esplendor entre 1898

y 1918 aproximadamente. La popularidad de esas baratas misivas fue tal

que no sólo las instituciones difundieron su patrimonio cultural en

sugestivas colecciones sino que particulares (a pesar de las disposiciones

gubernativas en contra), empresas, colegios, museos, órdenes religio-

sas, comercios y todo aquel integrante del tejido social que quisiera

ser recordado o admirado por algo, creaba su propia tarjeta postal. A

la popularización de ese material ayudaron la heliotipia, la fototipia y

todos los fotógrafos que con su trabajo personal consiguieron surtir

de documentación gráfica a las imprentas, dejando además un legado

impagable que crearía afición. Los apellidos de Clifford, Laurent,

Hauser, Menet, Thomas, Roisin, Castells, etc. aparecen casi siempre

al pie de esas fotos a través de las cuales penetramos en el pasadizo

de un tiempo aparentemente tan lejano y sin embargo tan cercano.

A esos nombres hay que añadir los de los fotógrafos locales que, ya

profesionalmente ya por simple afición, contribuyeron a enriquecer

la historia gráfica de las provincias. En los últimos años, numerosos

estudios han dejado constancia del poder de evocación de estos docu-

3. Grupo de universitarios posando en el gabinete de Adolfo Eguren en la calle Constitución. Algunos fotógrafos como Eguren, se anticiparon a la llegada “oficial” de la luz eléctrica. En septiembre de 1887 publicaba la siguiente noticia un periódico de la ciudad: “El Sr. Eguren ha decorado la fachada de la puerta de su acreditada fotografía y antes de anoche inauguró en el portal la luz eléctrica. Esta no se debe aún a la sociedad electricista que principiará a servir los abonos dentro de muy breves días, sino a instalaciones privadas que transitoriamente tiene aquel acreditado fotógrafo en su galería”.

Page 9: ÁlbUm fotográfico de Valladolid

8] Álbum de Valladolid. Joaquín Díaz

mentos, así como de su importancia para el estudio de la Valladolid

desaparecida. Los Maeso, Sancho, Pica-Groom, Eguren, Bonnevide,

Idelmón, entregaron el testigo a los Varela, Roth, Cervera, Gilardi,

Filadelfo, etc. quienes compartirían época y actividad con gabinetes

fotográficos (en los que profesionales como Carvajal, Muñoz, Cacho,

Garay o Bariego trabajarían ya con sus hijos) o con aficionados como

Fraile o del Hoyo.

A pesar de que nuestro tiempo pasa aparentemente más rápido que el

de épocas pasadas, todavía es pronto, sin embargo, para reconocer el

valor de la fotografía etnográfica, particularmente el valor de esa ins-

tantánea costumbrista en la que la persona y sus circunstancias superan

con creces al interés por las cosas, por las herramientas, por la mecáni-

ca, que al final no serían nada sin el individuo, ese individuo que supo

crearlas, usarlas y mejorarlas.

4 y 5. En 1907 y a beneficio de la Asociación Antituberculosa se celebró en la Plaza de Toros un espectáculo a la antigua usanza en el que intervinieron, convenientemente ataviados con armadura, algunos oficiales de la Academia de Caballería (Antonio Sousa, Felipe Salazar, David Suárez,

Bonifacio Martínez, José Rubio Saracíbar, Marcelino Gavilán). Después de un espectáculo de rejoneo, el torero Antonio Fuentes brindó a los infantes María Teresa y Fernando de Baviera (Alfonso XIII había excusado su asistencia) y mató dos toros del Duque de Veragua.