Alfonso Palacio Rudas y la formación de un pensamiento crítico
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1
Universidad de Ibagué
Alfonso Palacio Rudas y la formación
de un pensamiento crítico
Alfonso Reyes Álvarado
Ibagué, Colombia
2012
2
Centenario del natalicio del Dr. Alfonso Palacio Rudas
Alfonso Palacio Rudas y la formación
de un pensamiento crítico Alfonso Reyes Alvarado1
Cuando el señor gobernador, amablemente, me sugirió que
la Universidad de Ibagué participara en este justo homenaje
a la memoria del Dr. Alfonso Palacio Rudas, con motivo del
centenario de su nacimiento, inmediatamente acepté.
Decidí, también, asumir de manera personal el reto de
escribir y compartir con ustedes algunas reflexiones sobre la
vida de alguien a quien no tuve el privilegio de conocer en persona. La tarea no era
fácil, precisamente por la necesidad de acudir a testimonios de quienes si lo
conocieron y compartieron con él, a la lectura de escritos sobre su vida y obra, y a la
consulta de columnas que escribió durante varias décadas en el periódico El
Espectador, bajo el seudónimo de El Cofrade. Mi interés era establecer una conexión
entre la vida del ilustre hondano y el mundo universitario en donde me he
desempeñado toda mi vida.
Al consultar un texto del Dr. Yesid Castaño, que publicó la Universidad de Ibagué hace
algunos años y que reeditó nuevamente en mayo pasado, esta conexión empezó a ser
evidente2. En efecto, a los 25 años, el Dr. Palacio Rudas asumió las cátedras de
Economía y Hacienda Pública en la Universidad Nacional, en la Libre, en el Colegio
Mayor del Rosario, en la Javeriana y en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. De allí su
erudición en temas de la Hacienda Pública, en los que fue reconocido nacional e
internacionalmente, a pesar de nunca haber publicado un libro al respecto.
A diferencia de lo que ocurre hoy en día, su arsenal pedagógico se centraba en la
capacidad de exposición y en la disposición abierta y franca al diálogo y la discusión.
1 Rector de la Universidad de Ibagué. Intervención con ocasión de los actos conmemorativos del
centenario del nacimiento del Dr. Palacio Rudas. Agosto 17 de 2012. 2 Castaño, Y. (2012). “Alfonso Palacio Rudas: Marco familiar”, en “Cátedra Darío Echandía, Alfonso
Palacio Rudas: Centenario de su nacimiento”, Hernández, H. (editor académico), Universidad de Ibagué: Ibagué.
3
Era conocida y valorada su costumbre de proseguir las clases en el Café Pasaje, situado
cerca del Rosario, en donde sus estudiantes y los clientes regulares, entre los que se
encontraban parlamentarios, miembros de la Federación de Cafeteros, gerentes de
Banco, profesionales universitarios, funcionarios del Banco de la República y hasta el
vendedor de lotería de la zona, quien era el único que lo llamaba por su nombre,
participaban de las discusiones que les proponía3.
Durante la Rectoría del Dr. Antanas Mockus, la Universidad Nacional le confirió el título
de profesor emérito, como reconocimiento a sus aportes en la formación de varias
generaciones de profesionales. En su discurso de agradecimiento, el Cofrade
puntualizó sobre la necesidad de que los docentes escucharan más a sus estudiantes.
En otras palabras, que dejaran de pontificar e involucraran a los alumnos en su propio
proceso de aprendizaje. Señaló, así mismo, que los docentes no debían ser deficientes
intermediarios entre el libro y sus alumnos. De esta manera se anticipó, varios años, al
desarrollo actual de metodologías activas de aprendizaje que parten del mismo
principio y se alejan de la visión de un proceso de educación tipo “bancario”, como
señalaba Paulo Freyre, según el cual, los docentes depositan el conocimiento en las
mentes limpias y dispuestas de los estudiantes4.
Era un lector insaciable que buscaba metódicamente encontrar en cada texto el aporte
esencial, concreto, del autor o autora; lo que él gráficamente denominaba “la nuez”
del argumento. En este afán por mantenerse actualizado, conformó a lo largo de varias
décadas una biblioteca personal con cerca de 65.000 volúmenes. Fue la biblioteca
privada más grande del país, con libros de Economía, Derecho, Historia, Sociología,
Filosofía y Literatura Clásica que adquirió, incansablemente, a lo largo de su vida5.
Lamentablemente, la casa-biblioteca en la que vivió durante muchos años, no fue
adquirida por el Banco de la República para preservarla y hoy en día es una discoteca
en donde los jóvenes acuden en masa, pero no propiamente a beber del conocimiento
que allí emanaba.
Pero, como bien lo afirma el Dr. Néstor Hernando Parra, otro ilustre hondano cercano
a nuestros afectos, en un texto que tituló Alfonso Palacio Rudas, político intelectual:
“una cosa es ser intelectual, tener y saber transmitir pensamientos, crear nuevas
interpretaciones especulativas, y otra es ser político que implica acción. Es en ese
3 Ibídem
4 Freire, P. (1970). “Pedagogia do oprimido”, Rio de Janeiro: Paz e Terra
5 Castaño, Y. (2012). “Alfonso Palacio Rudas: Marco familiar”, en “Cátedra Darío Echandía, Alfonso Palacio Rudas: Centenario de su nacimiento”, Hernández, H. (editor académico), Universidad de Ibagué: Ibagué.
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instante cuando el conocimiento se vuelve útil y democrático. Porque la política es la
mejor forma de docencia colectiva, anónima, masiva”6.
En la misma dirección, el Dr. Alfonso Gómez Méndez, planteó hace unas semanas en la
Cátedra Inaugural de la Universidad de Ibagué, la necesaria y estrecha relación que
debe existir entre la academia y la política. En algún momento de nuestra historia
reciente las dos siguieron caminos separados. La universidad se volvió auto-referente y
terminó encerrándose en sí misma, perdiendo el contacto con el contexto social y
político en el que debe formar a sus estudiantes. Desde la perspectiva del quehacer
político, la academia se volvió impertinente.
Por otra parte, el ejercicio de la política se
fue confundiendo con el desempeño en los
procesos electorales y con la gestión
burocrática del ejercicio del poder. Las
propuestas programáticas, con un claro
sustento ideológico, fueron reemplazadas
por campañas mediáticas centradas en
posicionar una imagen: el eslogan y la
figura reemplazaron las tesis y la
preparación intelectual. En el congreso es
cada vez más extraño escuchar planteamientos sesudos, producto de la cuidadosa
reflexión y manejo apropiado de la información.
El Dr. Gómez Méndez, insistía en la necesidad de acercar nuevamente la academia al
quehacer político, que no politiquero. Esto permitiría recuperar la pertinencia socio-
política del quehacer universitario, sin perder su necesaria independencia, y oxigenaría
los debates parlamentarios que deberían ser ejemplo nacional de diálogo ilustrado. El
Dr. Gómez recordó varios nombres de políticos ilustres que nunca abandonaron el
ejercicio académico, como Abadía Méndez, Darío Echandía, Carlos Lozano y Lozano,
Gerardo Molina, Carlos Lleras Restrepo y Alfonso Palacio Rudas.
Es clara, entonces, la relación del Dr. Palacio Rudas con la vida universitaria. Pero
aparte de sus cátedras, su insaciable apetito por la lectura reflexiva, su impresionante
biblioteca personal e incluso su decisivo papel en la fundación de la Universidad Piloto
de Colombia, ¿cuál podría ser su principal lección de vida académica? Me parece que
6 Parra, N.H. (2012). “Alfonso Palacio Rudas, político intelectual”, en “Cátedra Darío Echandía, Alfonso Palacio Rudas: Centenario de su nacimiento”, Hernández, H. (editor académico), Universidad de Ibagué: Ibagué.
Alfonso Palacio Rudas. El Nuevo Día
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ésta se resume en la frase que hizo famosa en sus columnas y que dio origen a la
Cofradía de los que no tragan entero. Permítanme ilustrar este punto.
No tragar entero implica una forma de pensar y actuar que, para El Cofrade, era parte
inherente de su forma de ser. Hoy en día, sin embargo, esta es una de las
competencias generales que se espera que desarrollen todos los profesionales de este
siglo: su nombre técnico es: el pensamiento crítico7.
Pero pensar críticamente no tiene que ver con proferir juicios negativos sobre aquello
que escuchamos. El pensador crítico no es, necesariamente, quien siempre asume una
posición contraria a la de su interlocutor. Pensar críticamente tiene que ver con la
habilidad para reconocer los supuestos en los argumentos de los otros y en los
propios. Su cuestionamiento permite ampliar el ámbito de la discusión en que estemos
participando.
En estricto sentido, pensar críticamente requiere de nuestra habilidad para mirar el
mundo a través de los ojos de los otros8, de desarrollar la capacidad para verlo por
donde no lo están viendo los demás9 y de afinar la destreza para formular preguntas
legítimas.
Aprender a ver el mundo a través de los ojos de los demás, nos permite apreciar la
perspectiva de la posición de nuestros interlocutores y reconocer las diferencias
propias de la diversidad cultural. Estanislao Zuleta, filósofo antioqueño, solía afirmar
que la democracia no implica aceptar que todos somos iguales sino reconocer,
precisamente, que todos somos diferentes; cuando este reconocimiento es mutuo, el
otro aparece como un legítimo otro en la convivencia. Esto permite buscar acuerdos
amplios en lugar de imponer consensos estrechos.
Ver el mundo a través de los ojos de los demás también permite desarrollar un
escuchar empático en el que reconocemos el estado emocional desde donde
escuchamos y hablamos, así como desde donde nos hablan. Esta es la base
fundamental de aquello que, desde finales del siglo pasado, se conoce como la
inteligencia emocional10 que, en otras palabras, se traduce en nuestra habilidad para
7 Browne, N. and Keelery, S. (2011). “Asking the Right Questions: A Guide to Critical Thinking”, Longman (10
th edition).
8 Churchman, W, C. (1968). “The systems approach”, Delacorte Press: New York.
9 Aldana, E. y Reyes, A. (2004). “Disolver problemas: Criterio para formular proyectos sociales”, Ed. Uniandes: Bogotá.
10 Goleman, D. (1995). “Emotional intelligence”, New York: Bantam Books
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constituir redes empáticas con otras personas, con el fin de lograr acciones colectivas
imposibles de alcanzar con la suma de intereses individuales.
Por otra parte, la habilidad de mirar el mundo por donde no lo están viendo los demás, es fuente de creatividad e innovación. Recordemos que el Cofrade buscaba “la nuez”, lo innovador en el argumento de su interlocutor, así este fuese el autor del libro que estaba hojeando. Explorar alternativas sin miedo a equivocarse es una de las condiciones del espíritu emprendedor. El error, si no tiene funestas consecuencias, es siempre fuente de aprendizaje. No hay que temer a equivocarnos,, siempre y cuando estemos dispuestos a hacernos cargo de las consecuencias de nuestras acciones. El dramaturgo Irlandés, Bernard Shaw, resumía esta idea en una hermosa frase: “Muchas personas ven las cosas como son y se preguntan, ¿por qué?; yo sueño con las cosas que nunca han sido y me pregunto, ¿y por qué no?”. Ver el mundo por donde no lo están viendo los demás nos permite abrir posibilidades, explorar nuevos derroteros, formular alternativas.
Las preguntas legítimas, por su parte, son aquellas para las que no conocemos una
respuesta. El pensamiento crítico favorece este tipo de preguntas porque estimulan la
sana discusión. De allí la importancia de que, en las aulas de clase, los docentes
reemplacen la perniciosa práctica de plantear únicamente preguntas ilegítimas,
esperando que sus estudiantes respondan aquello que el docente ya sabe. En cierta
forma, el estudiante termina por aprender al maestro, en lugar de comprender el
tópico que está estudiando; en otras palabras, aprenderá a responder únicamente
aquello que el docente desea escuchar, es decir, tragará entero aquello que el docente
le plantea.
Por otra parte, aquellas preguntas para las que el
docente no tiene una respuesta, son preguntas
legítimas, que invitan a un pensamiento innovador y
retan la imaginación del estudiante. En este caso, lo
que se evalúa no es la respuesta per-se, sino la validez
de los datos utilizados, la estructura de la
argumentación y la coherencia entre ésta y los
supuestos que se emplean.
De estas tres características del pensamiento crítico:
aprender a ver el mundo a través los ojos de los
demás, aprender a verlo por donde no lo están viendo
los demás y aprender a formular preguntas legítimas,
la última es, tal vez, la que más claramente se
reconoce en los planteamientos de El Cofrade. Sus columnas en el Espectador entre
1966 y 1970 ilustran decenas de estas preguntas que “pusieron a pensar al país” en su
Alfonso Palacio Rudas http://hablanlosmunicipios.blogspot.com/2012/06/alfonso-palacio-rudas-recibio-homenaje.html
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momento11. Preguntas que dejaban sin piso propuestas gubernamentales del
momento pero que abrían la posibilidad de explorar, al mismo tiempo, otras
alternativas.
Quisiera terminar estas reflexiones imaginando el tipo de preguntas legítimas que el
Cofrade podría haber planteado desde su columna, hoy en día. Se me ocurren las
siguientes, aunque en dominios de acción diferentes a los que solía abordar el Dr.
Palacio Rudas:
¿Por qué parte del presupuesto municipal, de ciudades grandes e intermedias, no se
destina a apoyar el desarrollo de los pequeños municipios que las rodean? Noten que
la respuesta inmediata apuntará a justificar la inversión local como una manera de
mejorar la calidad de vida de los habitantes de la ciudad. Sin embargo, esta visión no
reconoce el efecto perverso que la mejora en los servicios tiene sobre los habitantes
de los municipios vecinos. El caso más reciente ocurrió en Medellín: debido al exitoso
programa de atención a familias desplazadas, ahora hay un mayor número de
desplazados que buscan vivir allí. Por supuesto que es necesario invertir recursos para
mejorar los servicios públicos de una ciudad, pero no es suficiente; debemos cambiar
la concepción del desarrollo de ciudad por una de desarrollo de ciudad-región que sea
más incluyente. Como bien lo ha sugerido el Dr. Eduardo Aldana12, refiriéndose a este
punto, debemos pasar de un modelo de desarrollo regional basado en unos pocos
polos que actúan como remolinos que absorben continuamente la población de los
municipios cercanos, a un modelo en donde estos centros sean motores de desarrollo,
que como huracanes diseminan sus capacidades para alcanzar un equilibrio que no
estimule el desplazamiento de los centros rurales a los urbanos.
La segunda pregunta tiene que ver con un problema que aqueja las grandes ciudades y
recientemente las intermedias: la movilidad. Bogotá, a pesar de las multimillonarias
inversiones que se han hecho, sin contar las que se han embolatado, está al borde del
caos en este aspecto, tan sensible para la vida cotidiana. Nos hemos tragado entera la
idea de que las soluciones deben ir, prioritariamente, por la vía de ampliar la oferta del
servicio: más vías, más puentes, más medios de transporte masivo. Siguiendo el
ejemplo del Cofrade, podríamos preguntarnos ¿por qué no explorar soluciones que
disminuyan la demanda?
11
“Las Columnas de El Cofrade: 1966 – 1970”, (2012). En. “Cátedra Darío Echandía, Alfonso Palacio Rudas: Centenario de su nacimiento”, Hernández, H. (editor académico), Universidad de Ibagué: Ibagué.
12 Aldana, E. y Reyes, A. (2004). “Disolver problemas: Criterio para formular proyectos sociales”, Ed.
Uniandes: Bogotá.
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En efecto, la demanda de transporte responde a lo que los técnicos llaman una
demanda derivada, es decir, en general nos transportamos porque lo necesitamos
para hacer algo: ir al trabajo, comprar el mercado, llevar los niños al colegio, ver una
película. ¿Qué pasaría si el desarrollo de una ciudad se planeara de tal manera que
ésta estuviera conformada por pequeñas ciudades autocontenidas? Pequeñas
ciudades en donde las personas tuviesen cerca su vivienda, su trabajo, los centros
comerciales y los lugares de entretenimiento.
Cuando Ibagué contaba con 400.000 habitantes no tenía mayores problemas de
movilidad. En ese momento Bogotá era del tamaño de casi 18 Ibagués juntas. Si
Bogotá hubiera planeado su desarrollo hace 30 años, pensando en este modelo de una
ciudad de ciudades, probablemente no estaría en la angustiante situación en que hoy
se encuentra. De hecho, en los años 70s, en Bogotá, se presentó un estudio que
propuso este modelo de desarrollo para la ciudad. Desafortunadamente, la poca visión
del momento llevó a que los mandatarios de turno no le dieran la importancia que
merecía. Pero hoy en día sabemos las consecuencias de un desarrollo desordenado de
ciudad que fragmente territorialmente los recursos que requieren sus habitantes para
vivir con calidad. No tenemos excusas para repetir estas nefastas experiencias. Ibagué
está en un momento en el que repensar su desarrollo futuro como una ciudad de
ciudades es posible. No cometamos el mismo error, a menos que estemos dispuestos a
hacernos cargo de las consecuencias.
La última pregunta tiene que ver con algo en lo que insistió el Cofrade en varias
ocasiones. Me refiero al papel que debería jugar el Congreso en nuestro país. Se retiró
del Parlamento en 1968 como rechazo a la reforma que le dio mayor poder al ejecutivo
y restringió el control político del Congreso. Regresó como constituyente para la
reforma de la Carta en 1991 y fue reconocido como el mejor asambleísta de todo el
proceso.
Sin embargo, la defensa de sus tesis sobre el papel del Congreso y otros temas de
resorte de la nueva Carta, no le permitieron cuestionar el sentido mismo de reformar
la Constitución. ¿Por qué nos tragamos entera la idea de que para hacer cambios de
fondo en el país es necesario un cambio constitucional? Con este argumento se han
hecho 37 reformas a la novel constitución del 91. En 21 años hemos hecho más
reformas a nuestra Carta Política que en los 225 (27 enmiendas) años de la
Constitución Norte-americana. Es tan arraigada esta idea de que hay que legislar para
resolver problemas nacionales, que a los congresistas se les mide su efectividad con el
perverso indicador del número de proyectos de ley que presenten. Con razón, los
norteamericanos claramente diferencian entre “law making” y “law enforcement”, es
decir, entre la habilidad para promulgar nuevas leyes y la capacidad para hacer cumplir
9
las que ya existen. Hace varios años, cuando era procurador general de la nación, el Dr.
Gómez Méndez sugería que un proyecto político revolucionario sería aquél que hiciera
cumplir lo mandado por la Constitución del 86, vigente en el momento.
La cofradía de los que no tragan entero está conformada por quienes ejercen un
pensamiento crítico, es decir, miran el mundo a través de los ojos de los otros pero
también lo miran por donde no lo están viendo los demás, y tienen la capacidad de
formular preguntas legítimas que cuestionan supuestos y, simultáneamente, abren
espacios de nuevas posibilidades.
Además de enseñar a resolver problemas y a responder preguntas, las universidades
deben enseñar a los jóvenes a plantearse problemas y a formular preguntas legítimas,
es decir, a pensar críticamente. De esta manera, la universidad amplificaría su rol
como conciencia crítica de la sociedad y brindaría la posibilidad de ofrecer una
educación emancipadora.
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