Aliverti Sobre Alfonsín

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http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-122722-2009-04-06.html La ausencia de grises Por Eduardo Aliverti Alfonsín es una de las figuras más difíciles de totalizar, analíticamente, que haya dado la historia argentina. El periodista, éste, lo afirma en lo general y en lo personal. A cada paso en que se está a punto de defender su trayectoria, algo frena y dice “no, fue un transero que acabó siendo funcional a los intereses de la derecha”. Y a cada paso en que se queda al borde de decir eso, se dice “pero bueno, fue un tipo decente, con muchas limitaciones propias y ajenas, que hizo o supo hacer lo que pudo dentro de las fronteras de este sistema”. Esa antítesis es, quizá, un correcto punto de partida para evaluar a Alfonsín. O sea: ubicar el lugar desde el que puede juzgárselo. Y hay dos lugares. Uno es el de lo que debió haber hecho visto con una perspectiva marcadamente ideológica, implacable, digamos que de izquierda en la acepción más global pero también más precisa de ese término respecto de su carácter humanístico, solidario, valiente, movilizador. El lugar, vamos, gracias al cual la izquierda es mejor que la derecha. Desde ahí, desde ese sitio legítimo, Alfonsín defeccionó. Se rindió o jugó mal, como se quiera. Pero, en cambio, si lo vemos desde una mirada igualmente válida en cuanto a honestidad intelectual, basada en que no fue ni podía ser más que lo dictaminado por su condición de político burgués, provinciano, alejado de todo contorno de líder revolucionario, puesto en circunstancias muy tironeantes, resulta que hizo más de lo que podía esperarse. Desde ese lugar y desde 1983, Alfonsín y Kirchner, por ponerlo en nombres concretos, representan lo más a la izquierda que comprobablemente se banca esta sociedad sin que eso quiera decir que uno haya sido, y el otro sea, de ese palo. Con la mirada uno, Alfonsín promovió las leyes contra la impunidad cuando, al margen de varas morales, el bando militar ya no tenía poder de imposición. Y por analogía, le regaló a Menem el Pacto de Olivos bajo una excusa de democracia amenazada que sólo existía en su

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Muerte de Raúl Alfonsín

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http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-122722-2009-04-06.htmlLa ausencia de grises

PorEduardo Aliverti

Alfonsn es una de las figuras ms difciles de totalizar, analticamente, que haya dado la historia argentina. El periodista, ste, lo afirma en lo general y en lo personal. A cada paso en que se est a punto de defender su trayectoria, algo frena y dice no, fue un transero que acab siendo funcional a los intereses de la derecha. Y a cada paso en que se queda al borde de decir eso, se dice pero bueno, fue un tipo decente, con muchas limitaciones propias y ajenas, que hizo o supo hacer lo que pudo dentro de las fronteras de este sistema.

Esa anttesis es, quiz, un correcto punto de partida para evaluar a Alfonsn. O sea: ubicar el lugar desde el que puede juzgrselo. Y hay dos lugares. Uno es el de lo que debi haber hecho visto con una perspectiva marcadamente ideolgica, implacable, digamos que de izquierda en la acepcin ms global pero tambin ms precisa de ese trmino respecto de su carcter humanstico, solidario, valiente, movilizador. El lugar, vamos, gracias al cual la izquierda es mejor que la derecha. Desde ah, desde ese sitio legtimo, Alfonsn defeccion. Se rindi o jug mal, como se quiera. Pero, en cambio, si lo vemos desde una mirada igualmente vlida en cuanto a honestidad intelectual, basada en que no fue ni poda ser ms que lo dictaminado por su condicin de poltico burgus, provinciano, alejado de todo contorno de lder revolucionario, puesto en circunstancias muy tironeantes, resulta que hizo ms de lo que poda esperarse. Desde ese lugar y desde 1983, Alfonsn y Kirchner, por ponerlo en nombres concretos, representan lo ms a la izquierda que comprobablemente se banca esta sociedad sin que eso quiera decir que uno haya sido, y el otro sea, de ese palo. Con la mirada uno, Alfonsn promovi las leyes contra la impunidad cuando, al margen de varas morales, el bando militar ya no tena poder de imposicin. Y por analoga, le regal a Menem el Pacto de Olivos bajo una excusa de democracia amenazada que slo exista en su cabeza. Con la mirada dos, en cambio y, tambin, slo para ilustrar, se enfrent a la Iglesia aunque el cuero que le sobr para impulsar la ley de Divorcio no le dio para derrotarla en el Congreso Pedaggico; y afront a los milicos con una apuesta a la que, bien o mal, no se le anim ningn pas latinoamericano ni del mundo. Una mirada neutraliza a la otra, o pueden valer las dos?

Hace casi veinte aos, a pocas horas de haberle entregado el poder a la rata de manera anticipada como producto de la impericia de su partido, del hartazgo popular y del fenomenal golpe de mercado que le pegaron todas las fuerzas reaccionarias juntas, este periodista cerr su columna en este diario opinando que se despeda un gobierno considerablemente peor que lo imaginado por el ms pesimista de sus crticos, cinco aos y pico atrs; y bastante mejor que lo sugerido por se, su triste final. Hoy, quien firma se copia a s mismo respecto de aquel razonamiento porque, a su juicio, se contienen en l las parbolas de Alfonsn. Porque en ellas se simboliza mucho de la idiosincrasia y de los avatares de esta sociedad; de su clase media muy en particular; y de una forma ms especfica todava en cuanto a cmo se construye la poltica desde el partidismo tradicional, que ya no existe porque fue reemplazado, para peor, por haraganes varios que saben manejarse en la dictadura televisiva de la produccin de sentidos y a partir de ah hallar la cuadratura del crculo para resolver la inseguridad, bien que no ni la pobreza ni el hambre.

Con Alfonsn se fue alguien que encarnaba al rosquero; a la decencia individual; a la creencia de que por fuera de peronistas y radicales no sirve nada; a la cobarda de dejar pasar la historia por al lado cuando claudic ante los milicos; al coraje de un costado relativamente pico que le permiti juzgarlos; a la enorme capacidad de diagnosticar y tejer poder para despus no saber cmo usarlo; a la pasin militante, que tanto se extraa; al catlico que se salteaba algn mandamiento; al que para (intentar) salvar a su fuerza partidaria entreg la/su Repblica en manos del ms canalla de los conmilitones; al enorme orador de carisma invicto, con artilugios retricos que ya estn en la historia y con otros que la historia no le perdonar, o no debera perdonarle; al gorila; al desgorilizado; al de los sueos truncos por sus contradicciones ideolgicas. Con Alfonsn se fue un tipo que escenificaba algo de lo mejor y de lo peor de nosotros, en los graderos que cada uno quiera darle a una cosa y a la otra. Por eso, su muerte provoc tristeza o melancola, ms all de que se las vio concentradas slo en los sectores medios; y de que el impresionante despliegue comunicacional que las reflej tuvo un indisimulable tufillo a aprovechamiento poltico, en el sentido de oponer una imagen de hombre ilustre y dialoguista contra la irritacin que despierta el Gobierno actual por su pugna con algunas facciones del establishment. Vaya casualidad, porque resulta que hasta su deceso no se le ocurri a nadie que l era el hombre que la Argentina necesitara en este momento. Sin embargo, eso no quita que la congoja fue autntica. Lo cual es un mrito, ms vale. En este pas hubo y hay demasiada gente pblica que adentro de un cajn despierta clima festivo o indiferencia. Y cabe dudar de que alguien se haya alegrado por la muerte de Alfonsn.

Posdata: firmando solicitadas, robando cmara y micrfonos gracias a la pasividad de comunicadores que les sacaban frases como si fueran monjas de clausura, entrando al Congreso y/o al pie del fretro, se vieron algunas criaturas mediticas devenidas en profesionales de la poltica, por cierto que engendradas en el vientre social, que debieron ausentarse si es que se trataba, como dicen, de llorar a un demcrata. Se vio a la dirigencia gauchcrata que se cans de putearlo en la Rural, se vio a los que lo acostaron en el 89, se vio a egregios socios comerciales de la dictadura, se vio a unos cuantos de los que supieron caracterizar al alfonsinismo como una patota judeo-comunista, se vio, en sntesis, a muchos de los que militan por instaurar una democracia de sus intereses de clase. Que los correligionarios del muerto los hubiesen echado de ah habra sido mucho pedir: de hecho, buena parte o una mayora de ellos participan de coaliciones polticas y sociales que reclaman acabar como sea con un gobierno al que denominan el rgimen. Pero no es desmedido, en cambio, recriminarles a esos filibusteros que hayan puesto el cuerpo, en lugar de haberse guardado sus lgrimas de caimn. No tenan nada que hacer en ese acompaamiento post mortem, en el que se honraba a un hombre de la democracia. Algunas horas a destiempo: tmenselas de ese velorio. Si acaso era cuestin de proveer a la defensa comn, promover el bienestar general y asegurar la libertad siquiera para el bla bla del Prembulo, ustedes no tenan nada que hacer ah, manga de fachos.