Ambiente y Movimientos Sociales - E. Leff

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í 82 ÉT ICA AMBIENTAL Y DEREC HOS C:C L Tl lR. .... L ES recursos. Estos principi os se ex pr esan como reclamos de las propi as comunidades indíge na s y campesinas, qu e luchan por presery ar sus valores culturales asociados a la apropiación de su p atr imonio de recursos naturales. En este sentido, los principio s y yalor es ambientales están sie nd o sistematizados por conceptos y teorías que lo s arti c ulan con las bases materiales de una nu eva racionalidad productiva (de una productividad ecotecnológica), a trav és de instrum e nto s t écnicos , normas jurídicas, políticas científicas, movimientos sociales y e s- trategias políticas, qu e constituyen los me dios de un a racionalidad ambiental , orientando la r ea propi ac i ón social de la n at ur al eza'y la gestión ambiental del des a rrollo . .\\IBIENTE Y MOVIMIENTOS SOCIALES* O RIGEN Y SENTIDO DEL MOVIMIENTO AMBIENTALISTA I,a problemática ambiental del desarrollo ha dado lugar a un mo- \imiento, en la teoría y en la práctica, para comprender sus causas \ reso lver sus efectos en la calidad de vida y las condiciones de de la sociedad . El costo social de la destrucción ecológica y la degradación ambiental generada por la maximización de las gananc ias y los excedentes económicos en el corto plazo, ha im- pulsa do así la emergencia de nuevos actores sociales movilizados por va lores, derechos y demandas, que orientan la construcción de una racionalidad ambiental. 1 La co ntaminación ambiental, la sobreexplotación de los r ec urso s natura les y los desequilibrios ecológicos; las crisis alimentarias, de ene rgéticos y de recursos generados por los patrones dominant es de la producción, distribución y consumo de mercancías ; y los costos ambie ntales de la concentración industrial y la aglomeración urbana, ll evaro n ya hace treinta años a plantear los límites de la rac ionalidad eco nómica . Sin embargo, la percepción de la proble- mática ambienta l no es homogénea y cubre un amplio espectro de co ncepciones y estrategias de solución. Las manifestaciones de la c ri sis ambiental dependen del contexto geográfico, cultural, eco- nómico y político, de las fuerzas socia les y - otencialcs ecológicos que s ust e ntan estrategias teóricas y productiva diferenciadas. En este se ntido , no puede haber un discurso ni una prá c tica ambiental unifica do s. En este ca mpo teóri co- id e ológico en el qu e se despliega el dis - curso del d esa rroll o suste ntable , he mos c oncebido al ambient e como un p ote n cial produ ctivo para un de sarrollo. alternativo , s que como un cos to o un a li mit a nt e del crec imient o (Le ff, 1994a) . • Red ac tado con base en el a rtí culo " El m ov imie nt o ambi entalista en Méxi co y IOJI Amé ri ca La tin a" , Eco lo gía : Política/Cultura , vol. 2, núm . 6, México, 1998 .

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movimientos sociales

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recursos. Estos principios se expresan como reclam

os de las propias com

unidades indígenas y campesinas, que luchan por preseryar

sus valores culturales asociados a la apropiación de su patrimonio

de recursos naturales. E

n este sentido, los principios y yalores ambientales están siendo

sistematizados por conceptos y teorías que los articulan con las

bases materiales de una nu

eva racionalidad productiva (de una productividad ecotecnológica), a través de instrum

entos técnicos, norm

as jurídicas, políticas científicas, movim

ientos sociales y es-trategias políticas, que constituyen los m

edios de una racionalidad am

biental, orientando la reapropiación social de la naturaleza'y la gestión am

biental del desarrollo.

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I,a problemática am

biental del desarrollo ha dado lugar a un mo-

\imiento, en la teoría y en la práctica, para com

prender sus causas \ resolver sus efectos en la calidad de vida y las condiciones de

de la sociedad. El costo social de la destrucción ecológica y la degradación am

biental generada por la maxim

ización de las ganancias y los excedentes económ

icos en el corto plazo, ha im-

pulsado así la emergencia de nuevos actores sociales m

ovilizados por valores, derechos y dem

andas, que orientan la construcción de una racionalidad am

biental. 1

La contaminación am

biental, la sobreexplotación de los recursos naturales y los desequilibrios ecológicos; las crisis alim

entarias, de ene rgéticos y de recursos generados por los patrones dom

inantes de la producción, distribución y consum

o de mercancías; y los

costos ambientales de la concentración industrial y la aglom

eración urbana, llevaron ya hace treinta años a plantear los lím

ites de la racionalidad económ

ica. Sin embargo, la percepción de la proble-

mática am

biental no es homogénea y cubre un am

plio espectro de concepciones y estrategias de solución. Las m

anifestaciones de la crisis am

biental dependen del contexto geográfico, cultural, eco-nóm

ico y político, de las fuerzas sociales y -

otencialcs ecológicos que sustentan estrategias teóricas y productiva

diferenciadas. En

este sentido, no puede haber un discurso ni una práctica ambiental

unificados. En este cam

po teórico-ideológico en el que se despliega el dis-curso del desarrollo sustentable, hem

os concebido al ambiente

como un potencial productivo para un desarrollo. alternativo, m

ás que com

o un costo o una lim

itante del crecimiento (Leff, 1994a).

• Redactado co

n base en el artículo "El movim

iento ambientalista en M

éxico y IOJI A

mérica Latina", E

cología: Política/Cultura, vol. 2, núm

. 6, México, 1998.

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Ya desde la D

eclaración de Cocoyoc (1974)

)' del Informe sobre el

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esarrollo y la Cooperación Internacional de la Fundación D

ag H

amm

arksjold (1975), se pusieron de manifiesto los diferen tes

intereses)' preocupaciones de los países industrializados y los del tercer m

undo frente a la problemática am

biental. Los primeros,

privilegian una perspectiva conservacionista de la naturaleza y una política rem

edial de los efectos contaminantes de los procesos

productivos. Así, prom

ueven nuevas soluciones técnicas, desde una "distribución m

ás equitativa de las industrias contaminantes a nivel

internacional" (Naciones U

nidas, 1971), hasta la innovación de tecnologías "descontam

inan tes" , sujetas a su rentabilidad en el

mercado. Para detener las tendencias de la degradación am

biental, se propuso el control dem

ográfico y el freno al crecimiento eco-

nómico (M

eadows el al., 1972; D

aedalus, 1973), buscando un ba-lance entre crecim

iento y conservación, D

esde una perspectiva latinoamericana se puso el énfasis en los

cambios sociales, políticos e institucionales necesarios para apro-

vechar racionalmente los recursos existentes y el potencial produc-

tivo de las regiones subdesarrolladas, para satisfacer las necesidades básicas de sus poblaciones (H

errera el al., 1976). El desarrollo de"

este potencial ambiental se funda en el aprovecham

iento de la productividad ecológica de los recursos naturales y la energía social contenida en los valores culturales y las prácticas tradicionales de uso de los recursos de diferentes regiones y localidades, a través de la planificación transectorial del ecodesarrollo, la autogestión com

unitaria y la descentralización de las actividades productivas, con el objeto de generar un desarrollo sustentable, endógeno y autosuficiente.

La activación de este potencial ambiental para un desarroll

sustentable implica la necesidad de generar las condiciones

nómicas y políticas que perm

itan la participación comunitaria

la definición de sus necesidades, en la autogestión de sus recurs yen la producción de sus satisfactores, así com

o en la innovación, asim

ilación y adaptación de tecnologías ecológicamente adaptadas.

De esta m

anera, el concepto de ambiente prom

ueve un desarrollo sustentable)' equitativo, basado en la autonom

ía cultural, en la autodeterm

inación tecnológica y en la independencia política de los pueblos.

La p erspectiva ambiental enriquece así las categorías tradicio-

nales de análisis de los procesos de desarrollo económico y social.

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FI oesarrollo sustentable de las fuerzas productivas, más que de-

jleIloer de la productividad del capital, del trab;0o y del progreso científico-tecnológico, debe fundarse en la productividad de los procesos ecológicos de sus diferentes regiones y en los valores culturales de sus poblaciones. En este sentido, las relaciones socia-les de producción están entretejidas en una tram

a ecológica que -;ustenta a un sistem

a de recursos naturales y condiciona sus formas

de reproducción y aprovechamiento,

La incorporación de estos nuevos procesos dentro de las estra-t egias del ecodesarrollo llevó a replantear los m

étodos tradicionales ele la planificación económ

ica (Sachs, 1982; Gutm

an, 1986). El potencial am

biental de cada región, la autogestión comunitaria de

los recursos, el desarrollo de tecnologías apropiadas, el respeto a l os valores culturales y la diversidad étnica, así com

o de la recupe-ración y enriquecim

iento científico de las prácticas tradicionales de uso de los recursos, abre cauces para una gestión participativa de los recursos y para un desarrollo sustentable (Leff, 1994a).

Ante las dificultades que han tenido los gobiernos para incor-

porar e instrumentar los principios que prom

ueve esta perspectiva am

biental del, desarrollo, la problemática am

biental ha generado la em

ergencia de nuevos movim

ientos sociales en respuesta a la destrucción de los recursos naturales, a la degradación de los ser-vicios am

bientales y al déficit de los servicios públicos, que inciden en la degradación de la calidad de vida de la población.

La crisis ambiental incorpora nuevas dem

andas a las reivindica· ciones tradicionales de dem

ocracia, justicia social y de propiedad territorial de las luchas populares. La cuestión am

biental no sólo incide sobre el problem

a de la distribución del poder y del ingreso, de la propiedad form

al de la tierra y de los medios de producción,

y sobre la incorporación de la población' en los m

ecanismos de

participación en los órganos corporativos de la vida económica y

política. Las demandas am

bientales dem

ocrática de la sociedad en el uso y manejo de los recursos

actuales y potenciales, así como la construcción de nuevos estilos

de desarrollo, fundados en principios de sustentabilidad ecológica, e quidad social, diversidad étnica, y autonom

ía cultural. La conciencia am

biental se fue configurando así dentro de un discurso antidesarrollista; los principios de descentralización, au-tagestión y autodeterm

inación, sin pregonar la autarquía de co-m

unidades y naciones, son valores que movilizan a la sociedad en

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una lucha antindependentista. La emancipación de los pu

eblos en la perspectiva am

biental, va más allá de su independencia política

formal, cuestionando la incidencia del orden económ

ico interna-.

cional en el agotamiento de sus recursos y reclam

ando un derecho para un aprovecham

iento endógeno y democrático. La política del

ambientalism

o transforma así las relaciones de poder en los niveles

nacional e internacional, cuestionando los beneficios que produce la econom

ía de mercado y que ofrece el estado benefactor.

Lo am

biental replantea el conflicto entre explotación y libera-ción en una nueva perspectiva. Justam

ente cuando la segunda re-volución científico-tecnológica abría las puertas hacia una libertad m

ás allá de la escasez, suena la alarma ecológica para m

ostrar la fase oculta del progreso y de la m

odernidad, a través de sus efectos en la sobreexplotación de la naturaleza. Surge así la conciencia am

biental para señalar la contradicción de la supervivencia frente a la afluencia; de los valores posm

ateriales frente a la pobreza y la degradación am

biental. La crisis am

biental ha generado nuevas orientaciones para el proceso de desarrollo y nuevas dem

andas para los movim

ientos sociales (ecologism

ojambientalism

o). Sus objetivos plantean la ne-cesidad de incorporar una "dim

ensión ambiental" al cam

po de la planificación económ

ica, científica, tecnológica y educativa, i ciendo nuevos valores en el com

portamiento de los agentes sociales

y problematizando a todo un conjunto de disciplinas científicas

que son el soporte de la racionalidad económica y tecnológica

dominantes. La construcción de una racionalidad am

biental im

ca así la reorientación del progreso científico y tecnológico en u pe rspectiva interdisciplinaria que articula los procesos sociales naturales para la gestión social del desarrollo

(Le

1986). El saber am

biental cuestiona los comportam

ientos asociados co las prácticas de consum

o derivadas de la sociedad postindustri y los intereses disciplinarios que obstaculizan la producción estudios integrados del proceso de desarrollo; asim

ismo,

matiza a las ideologías que orientan las dem

andas de las clases trabajadoras y de los m

ovimientos populares para satisfacer

necesidades básicas a través del acceso al mercado de trabajo y

redistribución del ingreso. La incorporación de las clases trabajadoras y de las poblaciones

rurales al progreso y a la modernidad ha significado la degradación

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ele sus condiciones de existencia: explotación económica, desem

-pleo, m

arginación social, inaccesibilidad a los servicios públicos, desa rraigo cultural, em

igración territorial, destrucción de sus re-cursoS naturales, abandono de sus prácticas tradicionales y pérdida de sus m

edios de subsistencia. La calidad de vida de los grupos Illayoritarios de la población no depende de su acceso a un tiem

po libre generado por el increm

ento de la productividad del trabajo.

La erradicación de la pobreza y la satisfacción de sus necesidades básicas no se ha logrado accionando los m

ecanismos del m

ercado y las políticas com

pensatorias del estado. Esta situación es m

ás notoria en los grupos marginados del

proceso económico nacional, m

ás dependientes de sus condiciones de arraigo territorial y de su integración cultural en el nivel local, para definir sus necesidades m

ateriales y espirituales, y alcanzar niveles básicos de autosuficiencia y bienestar. N

ingún salario real co m

pensa la pérdida de la integridad cultural de los pueblos y la degradación del potencial productivo de sus recursos, del progreso hacia la m

uerte étnica y la destrucción ecológica, efecto de una raciona lidad económ

ica más que de una catástrofe natural.

El ambientalism

o abre así un prbceso de resignificación del m

undo actual. Mas allá de las deficiencias del sistem

a productivo para satisfacer las dem

andas de los consumidores, plantea una

crítica radical de las necesidades. La perspectiva ambiental del

desarrollo ofrece un enfoque global e integrador sobre la realidad social; es una m

irada inquisidora lanzada desde un futuro posible sobre e! proceso histórico pasado para abrir cauces a la recons-trucción de la realidad social. El am

bientalismo es un m

ovimiento

por la diversificación de las condiciones de existencia y los proyec-tos de vida de los pueblos, que de la heterogénesis de! m

undo se proyecta hacia una diversidad de estilos de desarrollo. Es una uto-pía que m

oviliza la acción social hacia la construcción de una nueva racionalidad productiva y un proyecto alternativo de civilización.

Estos criterios permiten esclarecer el sentido en e! que e! am

hientalism

o reorienta los objetivos y estrategias de los movim

ientos sociales. Sin em

bargo, las reivindicaciones de los movim

ientos am-

hientalistas no pueden desvincularse de las raíces históricas de las luchas cam

pesinas, obreras y populares por la nsa de la tierra,

del trabajo y de sus condiciones generales de existe cia. Esta pre-m

isa cobra valor sobre todo en los países de Am

érica atina y de!

tercer mundo, donde prevalecen form

as ancestrales de explotación

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de las clases y de las poblaciones rurales, de expolia-

ción de sus recursos naturales y de destrucción de sus valores culturales. En este sentido, la conciencia am

biental moviliza a nue-

vos actores políticos en un proceso de reapropiación de la natura-leza que conlleva la transform

ación de las relaciones de producción y la generación de nuevos potenciales productivos para un desa-rrollo sustentable.

Los movim

ientos ecologistas o ambientalistas no em

ergen en una arena política deshabitada. Sus propósitos convergen y se su-m

an a los de muchas causas populares y m

ovimientos sociales que

surgen en respuesta a la administración públiq sectorializada, tec-

nocrática y antidemocrática, y a regím

enes políticos centralizados y totalitarios. Se ha abierto así la búsqueda de nuevos espacios de autonom

ía cultural y participación democrática en las decisiones

y en la gestión de los procesos que determinan las condiciones de

existencia de diferentes grupos sociales, donde se plasman sus

aspiraciones, deseos y demandas.

Las demandas de transectorialización de las políticas públicas,

de apertura de nuevos espacios autogestionarios, de reorganización interdisciplinaria del saber y de distribución territorial de las acti-vidades productivas, cuestionan las prácticas ideológicas, adm

inis-trativas, económ

icas y políticas prevalecientes. El ambientalism

o es un m

ovimiento m

ultidimensional que problem

atiza a los modos

de producción, los estilos de vida y los criterios de producción y aplicación de los conocim

ientos en el proceso de desarrollo. El am

bientalismo se abre así hacia un nuevo proyecto de civilización,

orientado hacia la construcción de una nueva racionalidad social y productiva.

Esto plantea la necesidad de transform

ar al estado como "lugar"

de confrontación de los intereses contradictorios y de concentra-.ción de los objetivos com

unes de las diferentes ciases y grupos sociales, y com

o instancia responsable de la planificación del de-' sarrollo y del ordenam

iento ecológico a nivel nacional, para gene-rar las condiciones necesarias para una apropiación m

ás equitativa de los recursos am

bientales y una gestión más participativa de los

pueblos en el aprovechamiento de los recursos naturales y produc-

tivos. E

n el movim

iento ambientalista se articulan las luchas de las

comunidades indígenas, de las organizaciones cam

pesinas, obreras y populares, con las causas de las clases m

edias urbanas, las aso-

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,i.1Ciones de base y los grupos ecologistas. En este proceso de

J ,·(oJllposición social surgen nuevas organizaciones profesionales, "Iganism

os no gubernam

entales, grupos privados y asociaciones ,i\¡[es, que buscan oportunidades de participación en los espacios "conóm

icos y políticos que genera la problemática am

bien tal. Este

111oceso va abriendo nuevos frentes de lucha, nuevas estrategias políticas, nuevas fórm

ulas de negociación y nuevas tácticas de con-n'nt ración entre el estado y la sociedad.

El ambientalism

o moviliza la arena política para establecer nue-

\:15 alianzas, pactos y acuerdos, para la consecución de los objetivos (om

unes de diferentes grupos y sectores sociales, respetando la pluralidad política y la autonQ

Jl1ía de las organizaciones sociales. .\1 m

ismo tiem

po, los principios ambientales prom

ueven un pro-lC

SO

de descentralización económica y de autogestión com

unitaria (!t: los recursos, transfiriendo poderes y responsabilidades a los gobiernos locales (estatales y m

unicipales). Este proceso de des-

ccntralización está generando una nueva red de relaciones econó-m

icas, políticas y sociales.

CARAC

TE

RIZ

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DEL M

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MB

IENTA

L/STA

En los años recieDtes nuevos actores sociales han venido ocupando

b escena política. De los conflictos que produce la racionalidad

social dominante em

ergen movim

ientos sociales caracterizados por sus nuevas dem

andas, formas de organización y estrategias de lu-

ch a, dinamizando y transform

ando las formas de ejercicio y lucha

por el poder. Entre los m

ovimientos fem

inistas y estudiantiles, de bs m

inorías étnicas y las organizaciones urbano-populares, emer-

gen los grupos ambientalistas y ecologistas. La caracterización de

estos nuevos movim

ientos sociales dentro de la sociología política no ha sido tarea fácil; esto se debe tanto a la novedad, variedad y dinam

ismo de sus m

anifestaciones; a su carácter complejo, trans-

clasista y multisectorial; y a sus cam

biantes formas de expresión y

de concertación política. Todo ello dificulta la sistem

atización de sus experiencias, la tipificación de sus estrategias y la previsión de sus tendencias (G

under Frank y Fuentes, 1988; Viola, 1987; V

iola y Boeira, 1990; G

arcía Guadilla y Blauert, 1992; V

ieira y Viola,

1992; Guha y M

artínez Alier, 1997).

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El ecologismo em

erge, junto con los nuevos movim

ientos socia-les com

o "pOl-tador de una cultura política dem

ocrática [ ... ] apor-tando nuevos valores, persp

ectivas, métodos y acercam

ientos a la arena política" (M

ainwaring y V

iola, 1984). Entre estos valores,

destacan las demandas de m

ayor participación en los asun tos po-líticos y económ

icos que atañen a la organización democrática, la

igualdad y justicia social, la autonomía y autogestión com

unitarias y el establecim

iento de relaciones políticas horizontales. En los

movim

ientos ecologistas o ambientalistas, estos valores están vin-

culados a la construcción de una nueva racionalidad social y pro-ductiva, abriendo perspectivas para un desarrollo alternativo. Las alianzas populares y las nuevas estrategias de concertación del estado con las organizaciones políticas y la sociedad civil, plantean la necesidad de incorporar el estudio de estos m

ovimientos sociales

dentro del campo de la sociología política.

La construcción de una racionalidad am

biental no depende fun-dam

entalmente de la producción de "tecnologías apropiadas" o

del reverdecimiento de la econom

ía. La puesta en m

archa de una estrategia am

biental de desarrollo implica la activación de prácticas

sociales alternativas, a partir de la transformación de las relaciones

de poder en el saber y en la producción. De allí la im

portancia del análisis sociológico y politológico sobre la em

ergencia y la eficacia de los m

ovimientos ecologistas o am

bientalistas en su lucha por el poder, en la transform

ación de las instituciones sectoriales y de los intereses disciplinarios establecidos; sobre sus form

as no sas de "hacer política" y sus tácticas de inserción en los aparatos del estado; sobre sus confrontaciones y concertaciones con distintas fracciones del estado y diferentes grupos de poder económ

ico político (corporaciones em

presariales, instituciones públicas, p tidos políticos); sobre la im

plementación de nuevos instrum

en y prácticas para la gestión y apropiación de los recursos y su pacto sobre las condiciones de existencia y la calidad de vida d diferentes grupos sociales.

La perspectiva am

biental problema tiza el conocim

iento de los m

ovimientos populares, la organización política y el cam

bio social. Las categorías y conceptos tradicionales, con base en los cuales s analiz aban las relaciones sociales de produ

cción, la división de clases de la sociedad y la fracciones políticas del estado, resultan insuficientes para caracterizar a los m

ovimientos sociales y a

organizaciones políticas del ambientalism

o. El calificativo de "

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S q

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des", para distinguir estos m

ovimientos de los grupos políticos

tradicionales, es una clasificación más pintoresca, pero que no

permite aprehender la diversidad de sus orígenes, m

otivos, obje-ti\'os, m

anifestaciones y formas de organización.

El ambientalism

o introduce nuevos valores en la acción social y la organización política; genera nu

evas formas de participación,

estrategias de cambio social y relaciones de poder. Los m

ovimien-

toS ambientalistas surgen com

o una conciencia viva y creadora más

que co mo una resistencia ciega. Pero, si bien los principios del

ambientalism

o introducen nuevas motivaciones, objetivos y pers-

pectivas de cambio social al cam

po político, las circunstancias mis-

mas en las que se m

anifiesta la problemática am

biental obstaculizan la traducción de esta conciencia crítica en estrategias de poder eficaces y vías claras para transitar hacia una racionalidad am

bien-tal. Junto con la "falsa conciencia" que produce la ideología del ecologism

o (Enzensberger, 1974) y las "estrategias fatales de la

globalización" (Leff, 1996a), la desmovilización de la sociedad es

res ultado del desconocimiento de las causas, así com

o de la tardía m

anifestación de los efectos de la degradación ambiental. Se pro-

duce así una parálisis de la acción entre la alarma catastrofista, la

incertidumbre del largo plazo y la visión de los futuros posibles;

un espacio congelado entre una utopía movilizadora y una realidad

avasalladora y paralizante, que la conciencia ambiental y el cono-

cimiento científico no alcanzan a disolver.

Un aspecto im

portante del estudio de los movim

ientos ambien-

talistas, es la congruencia entre los objetivos explícitos que condu-cen a la organización de estos grupos, asociaciones, uniones y coaliciones, y la eficacia de sus prácticas concretas de acción y m

ovilización, Asim

ismo, es necesario evaluar la congruencia del

discurso ecologista oficial, de las políticas del desarrollo sustentable y de su base jurídica, con los program

as y acciones concretas de las distintas instancias del gobierno para la protección, saneam

ien-to y gestión del m

edio ambiente, Por otra parte, es necesario ana-

lizar la política económica y las estructuras de poder dom

inantes, para ver su com

patibilidad o resistencia a incorporar los principios de una gestión am

biental del desarrollo: descentralización econó-m

ica, ordenamiento ecológico del territorio, erradicación de la

pobreza, autogestión comunitaria.

El movim

iento ambiental se expresa así en un proceso contra-

dictorio de participación-marginación, apertura-represión, concer-

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tación-mediatización. Las estrategias del am

bientalismo pueden lle-

var a una mayor participación y a una gestión dem

ocrática de los recursos, o bien a la m

arginación de las experiencias emergentes

del ecologismo de las instancias reales de poder y de tom

a de decisiones sobre el proceso de desarrollo.

El carácter "ambiental" de los m

ovimientos sociales plantea pro-

blemas m

etodológicos para su investigación. La incorporación de valores am

bientales en las estrategias políticas y en las prácticas de los m

ovimientos sociales, sólo puede definirse en función de

un conjunto de principios y objetivos que conforman una raciona-

lidad ambiental, con referencia a la cual pueden evaluarse sus

acciones. En este sentido, los actos de conciencia, y sus efectos en

la organización social y en la movilización política, son "am

bienta-les" en tanto que internalizan un cierto "paradigm

a ambiental", y

en tanto que sus prácticas productivas y políticas constituyen actos de "racionalidad am

biental". Sin una perspectiva teórica y meto-

dológica en e! estudio de los movim

ientos ambientales, se corre el

riesgo de reducir e! campo de visibilidad a los grupos, organiza-

ciones "ecologistas", o de perder de vista e! carácter ambientalista

de movim

ientos que no se auto designan como tales.

Lo anterior plantea los siguientes problemas teóricos y prácticos

al movim

iento ambientalista:

a] ¿Hasta qué punto la racionalidad am

biental, como paradigm

a de un desarrollo alternativo, contiene un proyecto de producción, de organización social y estrategia política capaz de aglutinar a diferentes sectores de la ciudadanía y partidos políticos, para ge-nerar opciones y posibilidades de acción que m

ovilicen la forma-

ción de actores sociales que se inscriban en dicho proceso de transform

ación a través de sus comportam

ientos privados y accio-nes públicas?

b] ¿Hasta qué punto la problem

ática ambiental, que afecta en

forma desigual a diferentes grupos sociales, al generar una nueva

percepción sobre la globalidad y complejidad de los problem

as de! desarrollo, incorpora principios y objetivos capaces de dar cohe-sión a los intereses de diferentes grupos afectados, para generar dem

andas comunes y una estrategia eficaz de transform

ación so-cial?

e] ¿Cuál es la capacidad de la racionalidad económ

ica dominan-

te y de las estructuras de poder para resolver con sus medios e

ins trumen tos la problem

ática social generada por la crisis ecológica

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S 9:)

-p:na incorporar las condiciones de sustentabilidad, equidad y dcm

ocracia-

y para disolver las estrategias del ambientalism

o? La racionalidad am

biental plantea así los siguientes retos y con-diciones al estudio de los m

ovimientos sociales:

a] analizar la democracia com

o condición de las prácticas del ;1\11bientalism

o, y el efecto democratizante de los m

ovimientos am

-bientalistas;

b] investigar e! impacto del discurso am

bientalista -sus propó-

sitos, valores y prácticas-en e! discurso político y

en las políticas

económicas, así com

o en la resignificación de las demandas y rei-

vindicaciones de los grupos sociales; e] esclarecer las estrategias de poder de estos nuevos m

ovimien-

tos de la sociedad civil para transformar la racionalidad dom

inante, incorporando los valores éticos y principios productivos del am

-bientalism

o; d] observar cuál ha sido la internalización de los principios del

a mbientalism

o en los derechos culturales emergentes y en la pers-

pectiva de un desarrollo nacional fundado en un estado multiét-

nico. La cuestión fundam

ental es la de sabe'r si más allá de su em

er-gencia espontánea, estos m

ovimientos se autodefinen y organizan

en torno a principios y objetivos compartidos, que generen coali-

ciones, pactos y frentes de acción; que incorporen sus objetivos en los program

as de los partidos políticos y en las luchas populares; que generen estrategias de transform

ación social, de organización política y de alternativas de desarrollo. Se plantea así el problem

a de la racionalidad de la acción social y de la eficacia política de los m

ovimientos am

bientalistas; de sus competencias, divisiones y

a lianzas; de sus concertaciones y disidencias con el estado y de las capacidades de éste para incorporarlo, apoyarlo, cooptarlo, des-viarlo, fr accionarlo, neutralizarlo, m

arginarlo, aislarlo o disolverlo, cuando no reprim

irlo y aniquilarlo. Ello lleva a interrogar las form

as de organización y la eficacia de las es trategias de lucha de los m

ovimientos am

bientalistas. Pu-diera ser que en la defensa de su principio de autonom

ía, estas organizaciones carecieran de las condiciones y m

edios concretos para producir un m

ovimiento generalizado de transform

ación so-cial, confinándose en un espacio de "solidaridad m

arginal". Algu-

nos autores encuentran así que:

Aspire 5350
Resaltado
Page 7: Ambiente y Movimientos Sociales - E. Leff

94 A

MB

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S

Estos nuevos movim

ientos sociales no caen dentro del patrón tradicional de los intereses de grupo en lo político. La m

ayor parte de los grupos de intereses tradicionales se enfocaban en dem

andas negociables, usualmente

de naturaleza material. E

n contraste, los nuevos movim

ientos sociales se enfocan en gran parte hacia las relaciones sociales, m

uchas veces al grado de ser relativam

ente apolíticos; sus negociaciones con el estado, y sus dem

andas son frecuentemente de naturaleza sim

bólica y moral. U

na de las paradojas de estos nuevos m

ovimientos es que parte de su im

pacto político deriva de su form

a "apolítica" de hacer política. Este aspecto de

su impacto político está ligado a una lim

itación significativa y a una con-tradicción interna, puesto que estos m

edios "apolíticos" de hacer política pueden lim

itar su capacidad para transformar regím

enes políticos. En

este caso, aunque representen algo nuevo en términos de cultura política,

pueden en última instancia ser m

arginados como pequeños m

ovimientos

culturales alternativos con capacidad limitada para transform

ar la socie-dad en su conjunto (M

ainwaring y V

iola, 1984].

La autonomía del m

ovimiento ecologista plantea la dificultad

de integrar sus demandas locales -fraccionadas y restringidas-, a

un proceso solidario de cambio social global. Ello plantea a su vez

el desafío de incorporar los' principios de racionalidad ambiental

tanto a las demandas populares, com

o a los programas de gobierno,

de manera que sean capaces de redefinir los problem

as del desem-

pleo, pobreza, marginalidad, desigualdad, participación, necesida-

des básicas y calidad de vida, que han constituido los motivos de

reivindicaciones sociales ancestrales y de demandas sostenidas por

los partidos políticos establecidos. T

al vez la transformación m

ás importante y prom

isoria es la e m

ergencia de los actuales movim

ientos indígenas, en los que la l egitim

idad de sus nuevos derechos culturales está adquiriendo una eficacia sim

bólica en la transformación de las relaciones de

poder y en las formas de hacer política. En estos m

ovimientos por

la democracia y la diversidad étnica se despierta el germ

en de un am

hientalismo popular, capaz de arraigar los principios am

hienta-les en prácticas culturales y productivas renovadas. Es en esta pers-p ectiva que las agrupaciones cam

pesinas y los puehlos indígenas podrían reclam

ar el derecho a autogestionar sus recursos y que los derechos por la autonom

ía cultural podrían activar movim

ien-tos sociales por la reapropiación de la

La perspectiva ambiental no sólo plantea la incorporación de

nuevas demandas den tro de las reivindicaciones y las form

as de

Y S

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I.-\LES 95

'lltTanizaclon política tradicionales, sino una complejización y re-

L>

,i'TIlificación de las demandas de la ciudadanía em

ergente. Surge L>

.\,í la cuestión de la capacidad de los movim

ientos ambientales

para conducir estas dem

andas sociales dentro de una racionalidad :t1ternativa, de su potencial m

ovilizador para construir nuevas for-IllaS de convivencia, relaciones políticas y organizaciones produc-1 i\'as, frente a la racionalidad económ

ica dominante, a sus in tereses

" inercias institucionales, que buscan disolver el ambiente en las

estrategias de la globalización económica.

.\MB

IENT A

LISMO

/EC

O LO

GISM

O

Los movim

ientos ambientalistas se caracterizan por la diversidad

de sus motivaciones, sus intereses y sus acciones; su heterogeneidad

trasciende a una clasificación formal según sus orígenes de clase

o sus vinculaciones partidistas, dependiendo más bien de las dife-

rentes concepciones y estrategias en que se inscriben sus prácticas. La especificidad de cada m

ovimiento am

bientalista proviene de las condic iones culturales y del m

edio ecológico donde se desarrollan, así com

o de las circunstancias políticas, económicas e instituciona-

les donde se inscriben y adquieren su identidad a través de sus prácticas concretas.

En todo movim

iento ambientalista -com

o en cualquier movi-

miento social-, su form

a de organización y su propia historia de lucha generan las condiciones de una tom

a de conciencia, abriendo los espacios en donde pueden arraigarse sus estrategias y concre-tarse sus propósitos. A

sí, un movim

iento ecologista promovido por

estratos medios de la población, puede incorporar en sus acciones

otras demandas populares y establecer alianzas de clase con orga-

nizaciones más radicales. A

su vez, los movim

ientos campesinos,

indígenas y urbano-populares, a través de la incorporación de una conciencia am

biental, pueden enriquecer sus demandas inm

ediatas de m

ejoras salariales, por su derecho a la tierra, a la vivienda y a los servicios públicos, para incidir en la tom

a de decisiones más

complejas, sobre los patron

es de uso de sus recursos, sobre nuevos m

odelos de urbanización y formas de asentam

iento, sobre procesos de trabajo m

ás satisfactorios, sobre nuevos esquemas de organiza-

ción social y productiva, que afectan a corto, mediano y largo plazo

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96 A

MB

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EN

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sus condiciones y su calidad de vida. De allí puede surgir una fuerza

real para internalizar una perspectiva ambiental en el program

a de los partidos políticos, que perm

ita traducir los enunciados dis-persos sobre la problem

ática ambiental del discurso oficial en m

e-didas, acciones e instrum

entos eficaces de una política ambiental

de desarrollo, abriendo espacios de participación para la sociedad civil.

Los principios generales del am

bientalismo encuentran condi-

ciones ecológicas y culturales más ricas y perspectivas conceptuales

y políticamente m

ás complejas en los países del tercer m

undo que en los altam

ente industrializados. En los países del N

orte, el mo-

vimiento ecologista se orienta hacia la conservación de la naturaleza

y el control de la contaminación, al tiem

po que los problemas

asociados con la sobreexplotación de los recursos son transferidos a los países m

ás pobres. Para estos últimos, localizados en su m

ayor parte en ecosistem

as más frágiles y com

plejos de las zonas tro cales, la defensa de sus recursos y el aprovecham

iento de su tencial ecológico para un desarrollo sustentable, está asociado la

del orden económico internacional y la

trucción de una racionalidad productiva alternativa. M

ás allá del pensamiento ecologista y de las prácticas cons

cionistas de los países ricos, el ambientalism

o de los países p se orienta hacia un proceso de cam

bios económicos, tecnológi

y sociales en una perspectiva renovada y enriquecida. De esta

nera, la formación de una conciencia am

biental se convierte un proceso ideológico y político que m

oviliza a los actores soci para transform

ar sus relaciones sociales de producción y para a nuevas vías de desarrollo de las fuerzas productivas basadas en productividad ecológica, el potencial tecnológico y las signi nes culturales de los pueblos. E

n este sentido, los movim

ien am

bientalistas trascienden el campo de acción del ecologism

o servacionista, orientando sus dem

andas sociale,s y políticas la construcción de una nueva racionalidad social y produ

ctiva de generar un desarrollo equitativo, sustentable y endógeno.

Los m

ovimientos am

bientales muestran una enorm

e di ve ideológica y praxeológica. A

sí, encontramos m

ovimientos an

cleares; por la defensa de los recursos y de resistencia ante deterioro am

biental ocasionado por los proyectos de de industrial; contra la hipertrofia y la contam

inación urbana; de p vención de los desastres am

bientales y la disposición de des

\\!BIE

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Y S

OC

IAL

ES 97

!,í,icos y peligrosos; de protesta por los procesos de ganaderiza-ción, la tala de bosques y las prácticas de m

onocultivo; en favor de la conservación de la naturaleza, de la diversidad genética de In5 recursos Y

las especies biológicas; en pro del desarrollo de tec-nologías alternativas y la prom

oción de procesos autogestionarios. Estos m

ovimientos se caracterizan por su com

posición pluricJa-y la heterogeneidad de sus actores sociales, que van confor-

mando alianzas en torno a objetivos com

unes: la sobrevivencia de la raza hum

ana, la conservación de la naturaleza, la diversidad la autosuficiencia alim

entaria, la seguridad social, el equi-librio ecológico, la calidad de vida, la participación com

unitaria en la gestión de los recursos. Sin em

bargo, es difícil pasar de este catálogo de problem

as que movilizan a diferentes grupos sociales,

al establecimiento de una tipología específica de los diversos m

o-\·im

ien tos y grupos ambientalistas sobre la base de su fidelidad

formal, discursiva o práctica a sus principios y objetivos, de sus

estrategias políticas, de sus alianzas de clase y de sus afiliaciones partidistas.

En todo caso, es posible hacer una distinción entre los movi-

mientos "ecologistas del N

orte" y los movim

ientos "ambientalistas

del Sur".) El ecologismo de los países altam

ente industrializados ha surgido com

o una ética y una estética de la naturaleza, como

! Estos movim

ientos son mejor caracterizados por sus objetivos y estrategias,

que por las nociones con las que se los designa. De m

anera muy general, se asoció

en un principio el término ecología al m

anejo de los recursos (green issues), y am

biente a los efectos de la contaminación (brown isSlUS). Sin em

bargo, desde su irrupción con la crisis am

biental, estas nociones fueron arrastradas por el discurso político y sus usos institucionales adoptando significados prácticos diversos, si" una clarificación y sistem

atización de su sentido conceptual. Sólo muy lentam

ent.: se ha venido depurando el significado de estos térm

inos de la polisemia y am

bi-valencia de sus usos prim

arios, hasta ir alcanzando un sentido conceptual m:ís

preciso. De esta m

anera, poco a poco las instituciones dedicadas a la protecció'l

de la naturaleza y al uso sustentable de los recursos están cambiando su denom

i-nación com

o agencias de ecología a agencias del medio am

biente (ministerios.

comisiones, consejos). La econom

ía ambiental no se distingue de la econom

ía ecológica por la precisión de sus adjetivos; la prim

era es una rama de la econom

ía convencional que busca asignar valores económ

icos a la naturaleza, mientras que

la segunda busca un enfoque que permita interrelacionar procesos económ

icos y ecológicos (cf. cap. ::1 de este volum

en). Aun en el cam

po de la economía ecológica

se habla al mism

o tiempo de "distribución ecológica" y de "conR

ictos ambientales";

y sólo recientemente, el "ecologism

o de los pobres" o "ecologismo popular", se

cs!á reconceptualizando como m

ovimientos am

bientalistas (Martínez A

lier, 1995; C

uha y Manínez A

lier, 1997).

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98 A

MB

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TO

S SOC

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una búsqueda de nuevoS valores que surgirían de las condiciones de "posm

aterialidad" (Inglehart, 1991) que produciría una socie-dad de la abundancia, liberada de las necesidades básicas y de sobrevivencia. Son "m

ovimientos de conciencia" que desearían sal-

var al planeta del desastre ecológico, recuperar el contacto con la naturaleza, pero que no cuestionan el orden económ

ico dominante.

Por su parte, los movim

ientos ambientalistas en los países pobres

emergen en respuesta a la destrucción de la naturaleza y la des po-

sesión de sus formas de vida y de sus m

edios de producción; son m

ovimientos desencadenados por conflictos sobre el acceso y el

control de los recursos; son movim

ientos por la reapropiación ... social de la naturaleza vinculados a procesos de dem

ocratización, .• i

a la defensa de sus territorios, de sus identidades étnicas, de su autonom

ía política y su capacidad de autogestionar sus formas de

vida y sus estilos de desarrollo. Son movim

ientos que definen las condiciones m

ateriales de producción y los valores culturales de las com

unidades locales. C

onsiderando las condiciones en que surgen y se desarrollan estos m

ovimientos en los países subdesarrollados Y

por sus objeti-vos de transform

ación social, conviene calificarlos como am

bien-talistas m

ás que como ecologistas; el contexto político, cultural y .

económico en el que em

ergen, así como sus intereses y sus estra-

tegias de lucha, trascienden las visiones de los grupos ecologistas de los países industrializados. Los grupos sociales que se m

ovilizan por los principios de una racionalidad am

biental en los países del tercer m

undo incorporan en sus formaciones ideológicas un con-

cepto de ambiente m

ás rico y complejo que el concepto de ecología que

subyace al conservacionismo de los países centrales.

Pero una justificación más fuerte para designar a estos nuevos

movim

ientos sociales como am

bientalistas, es que el derecho acceso dem

ocrático a los recursos, sus significaciones culturales y las condiciones para un desarrollo sustentable, no están guiados por una racionalidad ecológica. El am

bientalismo no pretende

tablecer las condiciones ecológicas de inserción de la especie m

ana en la naturaleza. Estos grupos se movilizan por princi

de racionalidad ambiental que incorporan las condiciones ecol

gicas en nuevas formas de significación cultural y de organizaci

social; que constituyen nuevos valores y sentidos existenciales; fundan nuevas estrategias productivas y orientan los diferen estilos de desarrollo de cada com

unidad.

Y M

O\'II-!IE

NT

OS SO

CIA

LES 99

La ideología de un m

oyimiento social no es una cuestión acce-

en la movilización concreta que produce. La conceptualiza-

ción de un proceso social no sólo configura el campo de las posi-

bilidades de transformación social, sino qu

e encauza las acciones p:1ra la consecución de ciertas m

etas,)' objetivos sociales. Los mo-

\'imÍen tos sociales que em

ergen movilizados por un concepto de

racionalidad ambiental encuentran así, en sus perspectivas de aná-

lisis, la orientación de sus acciones y de sus estrategias políticas. El ecologism

o arrastra consigo el significado de las políticas rcm

ediales, las acciones cosméticas y las soluciones tecnologistas

de los países industrializados. Más aún, internaliza en sus análisis

de la realidad y en sus acciones el "imperialism

o gnoseológico" basado en una "ecología generalizada" (M

orin, 1980). La ecología, com

o disciplina científica, se presenta como ciencia por excelencia

de las interrelaciones, como una "ciencia de las ciencias" en donde

los procesos sociales se reducen a las estructuras biológicas de las poblaciones hum

anas y a sus adaptaciones y asimilaciones de su

entorno ecológico (Wilson, 1975). Incluso la ecología social busca

su justificación epistemológica en una ecologización del pensa-

miento dialéctico (B

ookchin, 1990; Leff, 1999). El ambientalism

o plantea la necesidad de generar perspectivas m

ás ricas para enten-der la articulación de los m

últiples procesos que integran al am-

biente y las relaciones sociedad-naturaleza, para derivar una nueva racionalidad productiva, fundada en el m

anejo integrado de los recursos (Leff, 1994a).

El ambiente configura un concepto y un objeto m

ás complejo

que el pensamiento ecologista; desde la óptica cuestionadora de

las externalidades generadas por los criterios productivistas de corto plazo, problem

atiza la racionalidad social impuesta por el

orden económico dom

inante. El ambiente, entendido com

o el po-lencial produ

ctivo que genera la articulación sinergética de la pro-ductividad ecológica, la innovación tecnológica, la autogestión pro-ductiva y la participación popular, es un proyecto m

ás rico que el de la adap

tación tecnológica de los procesos a un

funcionalismo ecologista. El am

bientalismo se orienta así hacia el

mejoram

iento de la calidad de vid<1 través de nuevas alternativas

de desarrollo fundadas en el potencial de las distintas

regio nes y comunidades.

La activación y puesta en práctica de este potencial depende de la acción social y la organil.aciún política qu

e se desprende de las

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S SOC

IAL

ES 100

estrategias del movim

iento ambiental. L

os principios de diversidad,

diferencia Y autonom

ía cobran sentido en el campo de dispersión

del movim

iento ambientalista. E

n esta perspectiva, ya no se trata

de reordenar el todo social con dem

andas homogéneas, sino de

abrir cauces a reivindicaciones sociales más localizadas)' específi-

cas, que muchas veces no se expresan a través de las instancias de

representatividad y mediación del orden político institucionaliza-

do, sino de la acción directa. De esta m

anera, las demandas de los

grupoS ecologistas, feministas, pacifistas se van diferenciando, al

tiempo que se van m

ultiplicando Y dispersando las luchas sociales por nuevos derechos am

bientales, culturales y colectivos. Frente .

al sentido reintegrador de los movim

ientos sociales emergentes

' que ofrece el carácter com

plejo de un ambientalism

o que rechaza

todo propósito unificador, homogeneizante Y totalitario, las expre-

siones, las movilizaciones Y las luchas sociales por la reapropiación

de la naturaleza, la vida y la cultura se van diversificando, sin encontrar estrategias efectivas de poder, capaces de enfrentar al poder disuasivo de la globalización; sin haber podido constituir alianzas

la diversidad política y cultural encuentre una vía p ara plasm

ar solidaridades que permitan avanzar en la descons-

trucción del logocentrismo Y la unificación del m

ercado, dando

lugar a un mundo organizado a través de sus diversidades Y dife-

renCIas.

En ese contexto em

erge la ciudadanía buscando dar respuesta a los retos de la globalización en el tránsito hacia la posm

odernidad

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El silencio ha sido una expreslOn de resistencia y una táctica de

lucha que a través de su eficacia sim

bólica ha logrado enfrentar al poder totalitario. E

jemplo de ello han sido las m

archas silenciosas de protesta por el genocidio y contra la industria nuclear; o el pacifism

o de G:>ndhi y el m

ovimiento C

hipko en defensa de sus bosques en la India. El silencio ha sido la respuesta a la violencia de las arm

as y al diálogo de la guerra; el silencio ha sido la reacción de las com

unidades indígenas ante la apropiación forzada de sus saberes. El silencio ha sido un

a música que acom

paña la paz. Pero el silencio tam

bién es efecto de una violencia simbólica qu

e generan

la política neoliberal y el discurso de la po'smodernidad, acallando

las conciencias, vaciando el pensamiento, y elim

inando los refe-rentes desde los cuales pueda construirse una nueva utopía.

En este contexto, la ética ambiental m

anifiesta una resistencia frente al nihilism

o y la desmoralización que ha dejad

o el derrumbre

de las ideologías modernas y la pérdida de sentidos del pensam

ien-to de la posm

odernidad. Frente al poder del estado y del m

ercado, la ciudadanía reclam

a su derecho de participar en los procesos de producción y el abastecim

iento de servicios básicos, así como en

la toma de decisiones que afectan sus condiciones y su calidad de

\·ida. La crisis am

biental marca un punto de inflexión en la historia,

donde se desvanecen los soportes ideológicos y las certidumbres

'lIbjetivas que generaron los paradigmas de conocim

iento y los dogm

as del saber en el ambivalente progreso de la m

odernidad .

• Texto redactado a partir de una ponencia ell la C

onferencia "Los ciudadanos Iltllte a la globalización: im

pactos sociales, políticos y culturales", organizada por l., Red de A

cción Ecológica y el International Forum on G

lobalization, Santiago d(· Cbile, 29 y '10 de m

arzo de 1996.

[101]