Amicus Curiae - Caso Fiscal Campagnoli

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SE PRESENTA COMO AMICUS CURIAE SR. PRESIDENTE DEL TRIBUNAL DE ENJUICIAMIENTO DEL MINISTERIO PÚBLICO DE LA NACIÓN DR. ERNESTO KREPLAK Los abajo firmantes, con domicilio en Riobamba 25, oficina 760, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, nos presentamos ante Ud., en relación al proceso de enjuiciamiento abierto contra el Dr. José María Campagnoli y digo: I. O BJETO Que vengo a solicitar por medio de esta presentación, ser tenido como amicus curiae para someter a la consideración del Tribunal de Enjuiciamiento, argumentos de derecho constitucional y de derecho internacional de los Derechos humanos, de relevancia para la resolución de la solicitud de suspensión del Dr. José María Campagnoli, efectuada mediante la Resolución MP 2537/13, firmada por la Procuradora General de la Nación, Dra. Alejandra Gils Carbó. II. LA INSTITUCIÓN DEL AMICUS CURIAE El amicus curiae tiene por objeto que terceros ajenos a una disputa judicial —pero con un justificado interés en la resolución final del litigio— puedan expresar sus opiniones en torno a la materia, a través de aportes de trascendencia para la sustentación del proceso. Nuestro ordenamiento jurídico recepta este instituto en distintas normas. Como ejemplo de ello, podemos citar la Ley de Procedimiento ante el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires (Nº 402) sancionada el 1

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SE PRESENTA COMO AMICUS CURIAE

SR. PRESIDENTE DEL TRIBUNAL DE ENJUICIAMIENTO DEL MINISTERIO PÚBLICO DE LA NACIÓN

DR. ERNESTO KREPLAK

Los abajo firmantes, con domicilio en Riobamba 25, oficina

760, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, nos presentamos ante Ud., en

relación al proceso de enjuiciamiento abierto contra el Dr. José María Campagnoli

y digo:

I. O BJETO

Que vengo a solicitar por medio de esta presentación, ser

tenido como amicus curiae para someter a la consideración del Tribunal de

Enjuiciamiento, argumentos de derecho constitucional y de derecho internacional

de los Derechos humanos, de relevancia para la resolución de la solicitud de

suspensión del Dr. José María Campagnoli, efectuada mediante la Resolución MP

2537/13, firmada por la Procuradora General de la Nación, Dra. Alejandra Gils

Carbó.

II. LA INSTITUCIÓN DEL AMICUS CURIAE

El amicus curiae tiene por objeto que terceros ajenos a una

disputa judicial —pero con un justificado interés en la resolución final del litigio—

puedan expresar sus opiniones en torno a la materia, a través de aportes de

trascendencia para la sustentación del proceso.

Nuestro ordenamiento jurídico recepta este instituto en

distintas normas. Como ejemplo de ello, podemos citar la Ley de Procedimiento

ante el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires (Nº 402)

sancionada el 4 de junio de 2000. En su artículo 22 expresa que: “Cualquier

persona, puede presentarse en el proceso en calidad de asistente oficioso, hasta

diez (10) días antes de la  fecha de celebración de la audiencia. En la

presentación deberá constituir domicilio en la  jurisdicción. Su participación se

limita a expresar una opinión fundamentada sobre el tema en debate. El/la juez/a

de trámite agrega la presentación del asistente oficioso al expediente y queda a

disposición de quienes participen en la audiencia. El asistente oficioso no reviste

calidad de parte ni puede asumir ninguno de los derechos procesales que

corresponden a éstas. Las opiniones o sugerencias del asistente oficioso tienen

por objeto ilustrar al tribunal y no tienen ningún efecto vinculante con relación a 1

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éste. Su actuación no devengará honorarios judiciales. Todas las resoluciones del

tribunal son irrecurribles para el asistente oficioso. Agregada la presentación, el

Tribunal Superior, si lo considera pertinente, puede citar al asistente oficioso a fin

de que exponga su opinión en el acto de la audiencia, en forma previa a los

alegatos de las partes.”

Por otro lado, recientemente la Corte Suprema de Justicia de

la Nación mediante la Acordada 7/2013 reglamentó la participación de los Amigos

del Tribunal en las causas judiciales radicadas ante ella, indicando que “Las

personas físicas o jurídicas que no fueren parte en el pleito, pueden presentarse

ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación en calidad de Amigo del Tribunal,

en todos los procesos judiciales correspondientes a la competencia originaria o

apelada en los que se debatan cuestiones de trascendencia colectiva o interés

general.”

Existen numerosos antecedentes jurisprudenciales en los

que tribunales locales aceptaron la presentación de un dictamen en carácter de

Amicus Curiae. Como ejemplo de ello podemos mencionar el caso “Bussi,

Domingo s/ Recurso Extraordinario”, la causa por los hechos ocurridos en la

ESMA (Causa 761 ante la Cámara Federal en lo Criminal y Correccional de la

Capital Federal), la causa “Sterla, Silvia s/ interrupción de la prisión preventiva”

que tramitó en el Juzgado Criminal y Correccional Federal N° 2 de la Capital

Federal y la causa “Felicetti, Roberto y otros s/ revisión” Causa 2831 ante la

Cámara Nacional de Casación Penal.

Existe un interés preciso y claro de aportar elementos que

contribuyan a resguardar la independencia de los magistrados, el debido proceso

legal y el derecho de defensa en los procedimientos ante el Tribunal de

Enjuiciamiento, que claramente están siendo afectados en la presente causa.

En este sentido, en nuestro carácter de legisladores de la

Nación y que muchos de nosotros integramos la Comisión de Justicia de la

Cámara de Diputados, no podemos dejar de señalar la gravedad institucional que

conlleva la sola apertura del proceso ante el Tribunal de Enjuiciamiento. Sobre

todo, teniendo en cuenta que nunca se constituyó la Comisión Bicameral de

Seguimiento y Control del Ministerio Público, prevista en la Ley 24.946,

sancionada hace más de diez años.

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III. ANTECENDENTES

A través de la Resolución MP N°2537/13, fechada el 4 de

diciembre de 2013, la Sra. Procuradora General de la Nación dispuso “ABRIR LA

INSTANCIA ante el Tribunal de Enjuiciamiento del Ministerio Público de la Nación,

con el objeto de que se determine si los hechos atribuidos al titular de la Unidad

Fiscal de Investigación de Delitos con Autor desconocido (UFIDAD) y de la

Fiscalía de Instrucción de Distrito de los Barrios de Saavedra y Núñez, José María

Campagnoli – argentino, DNI 14.188.396, nacido el 3 de enero de 1961, de las

demás condiciones personales obrantes en su legajo personal - ameritan su

remoción por configurar la causal de mal desempeño, en los términos del artículo

18, segundo párrafo, de la ley n° 24.946”.

Asimismo, en la misma resolución, la Sra. Procuradora

General de la Nación solicitó al Tribunal de Enjuiciamiento que disponga “la

SUSPENSIÓN del fiscal Campagnoli en el ejercicio de sus funciones (artículo 20,

inciso c.5, de la ley nº 24946).

Para decidir la Procuradora General de la Nación consideró

que de las denuncias recibidas en los últimos meses contra el Dr. Campagnoli, “se

desprende que el magistrado adoptó una conducta carente de mesura, prudencia

y circunspección, así como una actitud desafiante frente a las instituciones, que

resulto además incompatible con la investigación seria que supuestamente

buscaba perseguir”, en violación a los artículos 1 y 25 de la Ley 24.946 (Ley

Orgánica del Ministerio Público) y de los deberes contenidos en el artículo 2 del

Reglamento Disciplinario para los magistrados del Ministerio Público Fiscal

(Resolución PGN 16207).

Conforme surge del dictamen de la Procuradora las

denuncias contra el fiscal podrían resumirse de la siguiente manera: “se le

reprocha al magistrado haber transformado el objeto procesal de esa causa – en

referencia a la causa I-10-25.502/12- y no haberla investigado debidamente; haber

incurrido en abuso de poder al haber tramitado esta causa a sabiendas de que se

trataba de una investigación a la que se llevaba adelante en el fuero federa,

poniendo en serio peligro el avance de la persecución penal; y haber divulgado o

haber facilitado las condiciones para la divulgación de información que debía

permanecer reservada, frustrando así importantes medidas de investigación.”

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IV. IMPROCEDENCIA DE LA SUSPENSIÓN SOLICITADA POR LA

PROCURADORA GENERAL DE LA NACIÓN

Conforme lo señalamos con anterioridad, por medio de la

Resolución MP 2537/13, la Sra. Procuradora General de la Nación solicitó al

Tribunal de Enjuiciamiento que disponga “la SUSPENSIÓN del fiscal Campagnoli

en el ejercicio de sus funciones (artículo 20, inciso c.5, de la ley nº 24946).”

Para ello la Dra. Gils Carbó consideró que en el caso se

encuentran presentes los requisitos que autorizan la suspensión del magistrado

según la propia doctrina del tribunal de enjuiciamiento: verosimilitud en el derecho,

peligro en la demora, y que la medida sea imprescindible para garantizar la normal

prestación del servicio.

En ese sentido, expresó que “los primeros dos requisitos

resultan satisfechos a la luz del análisis efectuado ut supra relativo a las

imputaciones dirigidas contra el doctor Campagnoli, los que se encuentran

probados con el grado de certeza propio de esta etapa, lo cual llevará a disponer

la apertura de la instancia ante el Tribunal de Enjuiciamiento por la probable

configuración de la causal de “mal desempeño”

En este punto no alcanza a vislumbrarse cuál sería el peligro

en la demora que existiría de no suspenderse al Dr. Campagnoli en sus funciones

si la principal imputación en su contra es el procedimiento – y en especial “no

haber investigado debidamente”- llevado a cabo por el fiscal en actuaciones en las

que ya fue declarado incompetente mediante la resolución de la Cámara Nacional

de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de fecha 21 de octubre de 2013.

Además, actualmente el Dr. Campagnoli solo se desempeña como fiscal en la

Unidad Fiscal de Investigaciones de Delitos con Autor Desconocido (UFIDAD), ya

que la Procuradora General decidió dejar sin efecto su designación como

subrogante de la Fiscalía de Instrucción N° 10. De ello se desprende que el peligro

en la demora no se encuentra debidamente fundado, entendiendo que no existe

ningún riesgo en la continuidad del fiscal en el ejercicio de sus funciones.

Por otro lado, en su dictamen la Dra. Gils Carbó entiende que

“la suspensión resulta imprescindible para garantizar la normal prestación del

servicio de justicia, por dos principales razones. Por un lado, las características de

las imputaciones aquí formuladas, aun con el grado de certidumbre propio de esta

etapa, tienen la entidad suficiente como para generar un descrédito en la autoridad

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del magistrado como representante de este Ministerio Público, lo cual provoca un

grave daño al servicio de administración de justicia y un menoscabo de la

investidura del fiscal, con la consecuente pérdida de autoridad…”

Este primer argumento no tiene ningún tipo de sustento

lógico ni jurídico y, por lo tanto, no puede ser admitido como válido para acreditar

la afectación a la normal prestación del servicio de justicia.

En este sentido, la supuesta razón esgrimida se basa en

meras apreciaciones personales de la Sra. Procuradora, que en todo caso

implicarían tomar como regla la aplicación de la suspensión preventiva, cuando

claramente no es el fin de la normativa. Ello así, por cuanto, si la apertura de la

instancia ante el Tribunal de Enjuiciamiento trae aparejado el descrédito de la

autoridad de los magistrados, siempre debería aplicarse el adelantamiento de la

sanción de apartamiento de sus funciones, lo cual es a todas luces irrazonable e

ilegal.

En efecto, el artículo 20, inciso c), punto 5 de la Ley 24.946

dispone: “Según las circunstancias del caso, el tribunal podrá suspender al

imputado en el ejercicio de sus funciones y, de estimarlo necesario, adoptar otras

medidas preventivas de seguridad que considere pertinentes. Durante el tiempo

que dure la suspensión, el imputado percibirá el setenta por ciento (70 %) de sus

haberes y se trabará embargo sobre el resto a las resultas del juicio.” En el mismo

sentido, el artículo 29 del Reglamento del Jurado de Enjuiciamiento indica: “Si

fuera imprescindible para garantizar la normal prestación del servicio o evitar los

efectos de alguna conducta delictiva, el Tribunal de oficio o por pedido fundado

del/la Procurador/a General o del/a Defensor/a General, según el caso, podrá

disponer la suspensión del imputado…”.

No cabe duda alguna en que la norma prevé la suspensión

de los magistrados solo para casos excepcionales. Y esto se debe a que, en

efecto, la suspensión implica una sanción anticipada, que menoscaba los

derechos del acusado, quien no solamente se ve privado de percibir la totalidad de

su salario –aunque en caso de absolución luego le sea reintegrado- sino que,

además, el fiscal no podrá ejercer su función durante el transcurso del juicio, lo

que además afecta su integridad moral. A ello debe sumarse que la normativa

interna de la Procuración General de la Nación prevé que esta decisión pueda ser

tomada inaudita parte, negándole al acusado el derecho a ser oído y sin

posibilidad de recurrirla, tal como se expondrá más adelante.

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Párrafo aparte merece la segunda razón por la cual la

Procuradora entiende que se encuentra afectada la normal prestación del servicio

de justicia. En este sentido, la Dra. Gils Carbó indicó en su dictamen que “…desde

un punto de vista práctico, el proceso ante el Tribunal de Enjuiciamiento puede

influir en el desempeño del magistrado pues difícilmente pueda ejercer

acabadamente su defensa y cumplir, al mismo tiempo, con sus funciones de

manera adecuada. De este modo, también se pretende evitar la alegación de la

recarga de tareas como obstáculo para el ejercicio eficiente del derecho de

defensa. En todo caso, atravesar un proceso de este tipo provoca una conmoción

en el espíritu del magistrado cuestionado que le impedirá desempeñarse de modo

apropiado.”

Lo transcripto no deja de sorprender a quien lo lee. La

Procuradora pretende utilizar las garantías de debido proceso y defensa en juicio

en contra del imputado y, en consecuencia, pretende que se lo sancione

preventivamente para que así, supuestamente, pueda ejercer su derecho de

manera adecuada. Vale recordar, en este punto, que las garantías operan siempre

a favor del imputado y nunca en contra, máxime cuando en el caso el investigado

se opone a la suspensión.

Es habitual que los funcionarios deban afrontar planteos,

denuncias y procesos sin que se justifique la suspensión preventiva sugerida al

Tribunal de Enjuiciamiento por la Procuradora. Ello así, porque la suspensión

preventiva resiente la administración de justicia y constituye un adelanto de la

sanción sin proceso previo.

Es impensable que todos los funcionarios judiciales que se

encuentren sometidos a procesos de cualquier índole deban ser suspendidos en

sus funciones hasta tanto se resuelva definitivamente su situación. Si así fuera, la

Procuradora General de la Nación, quien se encuentra actualmente sometida a un

proceso penal, no debería estar ejerciendo sus funciones, puesto que según sus

propios argumentos, tendría su espíritu conmocionado, lo que le impediría

desempeñar su tarea de modo apropiado.

Por lo tanto, podemos concluir que tampoco se encuentra

acreditado el requisito legal de afectación a la normal prestación del servicio de

justicia. Reiteramos que la suspensión preventiva es de carácter excepcional, por

implicar una sanción anticipada y sin juicio previo sobre el magistrado involucrado,

por lo que debe ser aplicada restrictivamente.

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V. VIOLACIÓN A LA GARANTÍA DEL DEBIDO PROCESO

En el marco de este proceso no podemos dejar de reparar en

las falencias del procedimiento regulado en el Reglamento Disciplinario para los

magistrados del Ministerio Público Fiscal (Resolución PGN 16207).

En el sentido señalado el artículo 29 de la norma citada viola

la garantía de debido proceso legal establecida en el artículo 18 de la Constitución

Nacional, los tratados de Derechos Humanos con jerarquía constitucional (Art. 75

inc. 22 CN) y en la propia Ley Orgánica del Ministerio Público (Ley 24.946) que en

el artículo 20 inc. C establece que “el procedimiento ante el tribunal se realizará

conforme la reglamentación que dicten conjuntamente el Procurador General de la

Nación y el Defensor General de la Nación, que deberá respetar el debido proceso

legal adjetivo y defensa en juicio, así como los principios consagrada en el Código

Procesal Penal de la Nación” agregando luego que “el juicio deberá ser oral,

público, contradictorio y continuo”.

Por el contrario, el artículo 29 del Reglamento Disciplinario, al

regular la suspensión de los magistrados, permite la adopción de dicha sanción sin

la participación del acusado, en clara violación de las garantías constitucionales

mencionadas. Nuestro ordenamiento constitucional impide claramente la adopción

inaudita parte de una sanción como es la suspensión preventiva – que acarrea

también el embargo del 30% del salario del magistrado-.

Lo expuesto se agrava con la última parte del párrafo primero

del artículo 20 que expresa que “contra la decisión que disponga la suspensión no

cabrá recurso alguno”.

Es decir, que al magistrado involucrado no sólo no se le

permite ser oído en el Tribunal de Enjuiciamiento con carácter previo a la decisión

de suspenderlo, sino que además no puede recurrir dicha decisión.

La inconstitucionalidad de este tipo de normas que impide al

particular recurrir las decisiones administrativas, es pacifica jurisprudencia de la

Corte Suprema de Justicia de la Nación desde el viejo y conocido precedente

“Fernandez Arias, Elena c/ Poggio, José” del año 1960, en donde se reconoció el

derecho al control judicial suficiente de todos los habitantes de la nación,

entendido, por un lado, como el reconocimiento a los litigantes del derecho a

interponer recurso ante los jueces ordinarios y, por el otro, la prohibición a los

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tribunales administrativos de la potestad de dictar resoluciones finales en

cuanto a los hechos y al derecho controvertidos.

Por lo expuesto, consideramos que el Tribunal de

Enjuiciamiento no debe aplicar una medida de carácter sancionatorio sin haber

oído antes al imputado, independientemente de que en el caso de referencia,

consideramos que no se reúnen los requisitos que habilitarían la excepcional

medida preventiva.

VI. LA MEDIDA AFECTA LA INDEPENDENCIA, IMPARCIALIDAD Y

EL DEBIDO PROCESO LEGAL

De lo expresado en el presente surge con claridad que no

existen razones de hecho y derecho suficientes para adoptar la medida preventiva

que pretende la Procuradora General de la Nación.

Nuestra Constitución Nacional establece en el artículo 120

que “El Ministerio Público es un órgano independiente con autonomía

funcional y autarquía financiera”. Asimismo, el artículo 1 de la Ley Orgánica del

Ministerio Público 24.946 dice “El Ministerio Público es un órgano independiente,

con autonomía funcional y autarquía financiera, que tiene por función

promover la actuación de la justicia en defensa de la legalidad y de los intereses

generales de la sociedad.

Ejerce sus funciones con unidad de actuación e

independencia, en coordinación con las demás autoridades de la República, pero

sin sujeción a instrucciones o directivas emanadas de órganos ajenos a su

estructura.

El principio de unidad de actuación debe entenderse sin

perjuicio de la autonomía que corresponda como consecuencia de la

especificidad de las funciones de los fiscales, defensores y tutores o curadores

públicos, en razón de los diversos intereses que deben atender como tales.

Posee una organización jerárquica la cual exige que cada

miembro del Ministerio Público controle el desempeño de los inferiores y de

quienes lo asistan, y fundamenta las facultades y responsabilidades disciplinarias

que en esta ley se reconocen a los distintos magistrados o funcionarios que lo

integran.”

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Luego, vale citar las Directrices de las Naciones Unidas

sobre la Función de los Fiscales, aprobadas por el Octavo Congreso de las

Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente,

celebrado en La Habana, Cuba, del 27 de agosto al 7 de septiembre de 1990, que

delinean ciertos estándares para guiar el trabajo de fiscales y garantizarles el

ejercicio de sus funciones:

4. Los Estados garantizarán que los fiscales puedan ejercer sus funciones

profesionales sin intimidación, trabas, hostigamiento, injerencias

indebidas o riesgo injustificado de incurrir en responsabilidad civil, penal

o de otra índole.

15. Los fiscales prestarán la debida atención al enjuiciamiento de los

funcionarios públicos que hayan cometido delitos, especialmente en los

casos de corrupción, abuso de poder, violaciones graves de derechos

humanos y otros delitos reconocidos por el derecho internacional y,

cuando lo autoricen las leyes o se ajuste a la práctica local, a la

investigación de esos delitos.

21. Las faltas de carácter disciplinario cometidas por los fiscales estarán

previstas en la ley o en los reglamentos. Las reclamaciones contra los

fiscales en las que se alegue que han actuado claramente fuera del

marco de las normas profesionales se sustanciarán pronta e

imparcialmente con arreglo al procedimiento pertinente. Los fiscales

tendrán derecho a una audiencia imparcial. Las decisiones estarán

sometidas a revisión independiente.

22. Las actuaciones disciplinarias contra los fiscales garantizarán una

evaluación y decisión objetivas. Se determinarán de conformidad con la

ley, el código de conducta profesional y otras reglas y normas éticas

establecidas y teniendo presentes estas Directrices.

Teniendo presente todas estas normas y lineamientos que

ponen de resalto la importancia de la independencia funcional de los fiscales, que

implica, al igual que en el caso de los jueces, un derecho en el ejercicio de sus

funciones y una garantía de los ciudadanos que se someten a los tribunales,

entendemos que resulta esencial un adecuado proceso de designación, sanción y

remoción. Por ello, una suspensión en el ejercicio de las funciones como la que

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asistimos en el caso del Dr. Campagnoli, no solamente debiera estar debidamente

fundada sino que debería respetar todas las garantías del debido proceso

reconocidas en base a la interpretación del artículo 18 de la Constitución Nacional

y las establecidas en el artículo 8 de la Convención Americana:

 1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y

dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente,

independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la

sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para

la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral,

fiscal o de cualquier otro carácter.

 2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su

inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad.  Durante

el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a las

siguientes garantías mínimas:

 a) derecho del inculpado de ser asistido gratuitamente por el traductor o

intérprete, si no comprende o no habla el idioma del juzgado o tribunal;

 b) comunicación previa y detallada al inculpado de la acusación

formulada;

 c) concesión al inculpado del tiempo y de los medios adecuados para la

preparación de su defensa;

 d) derecho del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido

por un defensor de su elección y de comunicarse libre y privadamente

con su defensor;

 e) derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado

por el Estado, remunerado o no según la legislación interna, si el

inculpado no se defendiere por sí mismo ni nombrare defensor dentro

del plazo establecido por la ley;

 f) derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el

tribunal y de obtener la comparecencia, como testigos o peritos, de

otras personas que puedan arrojar luz sobre los hechos;

 g) derecho a no ser obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse

culpable, y

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 h) derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior.

 3. La confesión del inculpado solamente es válida si es hecha sin coacción

de ninguna naturaleza.

 4. El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido a

nuevo juicio por los mismos hechos.

 5. El proceso penal debe ser público, salvo en lo que sea necesario

para preservar los intereses de la justicia.

De acuerdo a la jurisprudencia de la Corte Interamericana de

Derechos Humanos, que forma parte de nuestro sistema jurídico en tanto delimita

los alcances de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, las garantías

del debido proceso deben respetarse en todos los procesos en los que se decida

sobre los derechos de las personas. Es decir, en todo proceso jurisdiccional, sea

de índole administrativa, laboral, política o el que sea, deben asegurarse las

garantías reconocidas en el artículo 8. Sobre este punto, la Corte Interamericana

se pronunció en el caso de la “Panel Blanca” (Paniagua Morales y otros c.

Nicaragua 08.03.1998): “En materias que conciernen con la determinación de [los]

derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter el

artículo 8 no especifica garantías mínimas, como lo hace en el numeral 2 al

referirse a materias penales. Sin embargo, el concepto de debidas garantías se

aplica también a esos órdenes y, por ende, en ese tipo de materias el individuo

tiene derecho también al debido proceso que se aplica en materia penal

(Excepciones al agotamiento de los recursos internos (art. 46.1, 46.2.a y 46.2.b

Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-11/90

del 10 de agosto de 1990. Serie A No. 11, párr. 28).”

En igual sentido se pronunció en el caso del Tribunal

Constitucional del Perú (31.01.2001), en el que un grupo de diputados nacionales

presentaron una denuncia contra el Estado por la remoción de tres magistrados

del Tribunal Constitucional del Perú: “69.Si bien el artículo 8 de la Convención

Americana se titula “Garantías Judiciales”, su aplicación no se limita a los recursos

judiciales en sentido estricto, “sino el conjunto de requisitos que deben observarse

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en las instancias procesales1” a efecto de que las personas puedan defenderse

adecuadamente ante cualquier tipo de acto emanado del Estado que pueda

afectar sus derechos. 70. Ya la Corte ha dejado establecido que a pesar de que el

citado artículo no especifica garantías mínimas en materias que conciernen a la

determinación de los derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de

cualquier otro carácter, el elenco de garantías mínimas establecido en el numeral

2 del mismo precepto se aplica también a esos órdenes y, por ende, en ese tipo

de materias el individuo tiene también el derecho, en general, al debido proceso

que se aplica en materia penal2. 71. De conformidad con la separación de los

poderes públicos que existe en el Estado de Derecho, si bien la función

jurisdiccional compete eminentemente al Poder Judicial, otros órganos o

autoridades públicas pueden ejercer funciones del mismo tipo3. Es decir, que

cuando la Convención se refiere al derecho de toda persona a ser oída por un

“juez o tribunal competente” para la “determinación de sus derechos”, esta

expresión se refiere a cualquier autoridad pública, sea administrativa, legislativa o

judicial, que a través de sus resoluciones determine derechos y obligaciones de

las personas. Por la razón mencionada, esta Corte considera que cualquier órgano

del Estado que ejerza funciones de carácter materialmente jurisdiccional, tiene la

obligación de adoptar resoluciones apegadas a las garantías del debido proceso

legal en los términos del artículo 8 de la Convención Americana.”

Dicho esto, la falta de oralidad en la audiencia que decide la

suspensión del fiscal, aun cuando no se trate del procedimiento que resuelva

sobre su remoción pero sí de una medida que en definitiva obstaculizará el

ejercicio de sus funciones, es violatoria de la garantía reconocida en el artículo 8.5

de la Convención Americana, que como vimos se aplica también a otros procesos

jurisdiccionales no únicamente penales.

Sobre el artículo 8.5 de la Convención, la Corte

Interamericana de Derechos Humanos en el caso Palamara Iribarne c. Chile

(22.11.2005), en línea con sus pronunciamientos en los casos de Castillo Petruzzi,

Lori Berenson y Cantoral Benavides todos contra Perú, dijo: “167. El derecho al

proceso público consagrado en el artículo 8.5 de la Convención es un elemento

1 Cfr. Garantías judiciales en Estados de Emergencia (arts. 27.2, 25 y 8 Convención Americana sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-9/87 del 6 de octubre de 1987. Serie A No. 9, párr. 27.

2 Cfr. Caso Paniagua Morales y otros. Sentencia de 8 de marzo de 1998. Serie C No. 37, párr. 149.

3 Cfr. Eur. Court H.R., Campbell and Fell judgment of 28 June 1984, Series A no. 80, para. 76; y Eur. Court H.R.,

case of X v. the United Kingdom of 5 November 1981, Series A no. 46, para. 53.

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esencial de los sistemas procesales penales acusatorios de un Estado

democrático y se garantiza a través de la realización de una etapa oral en la que el

acusado pueda tener inmediación con el juez y las pruebas y que facilite el acceso

al público4. 168. La publicidad del proceso tiene la función de proscribir la

administración de justicia secreta, someterla al escrutinio de las partes y del

público y se relaciona con la necesidad de la transparencia e imparcialidad de las

decisiones que se tomen. Además, es un medio por el cual se fomenta la

confianza en los tribunales de justicia5. La publicidad hace referencia específica al

acceso a la información del proceso que tengan las partes e incluso los terceros.”

Como vemos, entonces, la publicidad del proceso es una

garantía fundamental para asegurar la imparcialidad de la decisión a la que arribe

el Tribunal de Enjuiciamiento, la que se estaría violando en el proceso del Dr.

Campagnoli. Además, la misma Ley Orgánica del Ministerio Publico establece que

el juicio será oral, público, contradictorio y continúo.

Por último, no podemos dejar de señalar al respecto que la

medida solicitada por la Dra. Gils Carbó se enmarca en un contexto de fuerte

presión a los magistrados que investigan delitos de corrupción o que involucran a

funcionarios públicos y/o a empresarios cercanos a estos.

La discrepancia o diferencia de criterio acerca del modo y

estrategia con que el Dr. Campagnoli debió dirigir la investigación a su cargo, no

puede en modo alguno constituir una causal para la apertura de un proceso de

enjuiciamiento y menos aún, para ordenar la suspensión preventiva del

magistrado.

VII. PETITORIO

En virtud de lo expuesto solicitamos:

1. Que se adecue el trámite a la norma constitucional, legal

y a las convenciones aplicables.

2. Se disponga la celebración de una audiencia oral pública.

4

? Cfr. Caso Lori Berenson, supra nota 191, párrs. 198-200; Caso Cantoral Benavides. Sentencia de 18 de agosto de 2000. Serie C No. 69, párrs. 146 y 147; y Caso Castillo Petruzzi y otros, supra nota 192, párr. 172.

5

? Cfr. Osinger v. Austria, no. 54645/00, § 44, 24 March 2005; Riepan v. Austria, no. 35115/97, § 40, ECHR 2000-XII; y Tierce and Others v. San Marino, nos. 24954/94, 24971/94 and 24972/94, § 88, ECHR 2000-IX.

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Page 14: Amicus Curiae - Caso Fiscal Campagnoli

3. Oportunamente se rechace el pedido de suspensión

promovido por la Procuradora General de la Nación, Dra.

Alejandra Magdalena Gils Carbó.

Tener presente lo manifestado, será justicia.

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