Ana Maria Mustapic - ARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIÓN Y LOS PARTIDOS POLÍTICOS

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El artículo analiza la crisis de representación de los partidos argentinosa partir de dos dimensiones: la relación partido-electorado y la relación partido-gobierno.Con la primera se procura dar cuenta de las restricciones que coloca el sistema electoralfederal a la consolidación de nuevas fuerzas políticas y los consecuentes problemas derepresentación que generan al limitar la oferta electoral. La segunda atiende al conjuntode reglas y prácticas, en particular, la organización territorial y descentralizada de los partidosy sus patrones de competencia interna, que contribuyen a la creación de una clasepolítica ensimismada y a la vez fragmentada que administra pobremente los interesessociales que representa. En la sección final, se señalan algunas de las paradojas que sugiereel análisis realizado, en particular respecto de los argumentos que, para mejorar larepresentación, abogan a favor de un contacto más estrecho entre representantes y representados,la «personalización» del voto y la democracia interna en los partidos.

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VARIAISSN: 1130-2887ARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACINY LOS PARTIDOS POLTICOSArgentina: the crisis of representation and political partiesAna Mara MUSTAPICUniversidad Torcuato Di Tella (Argentina) [email protected] [1130-2887 (2002) 32, 163-183]Fecha de recepcin: mayo de 2002Fecha de aceptacin y versin final: septiembre de 2002RESUMEN: El artculo analiza la crisis de representacin de los partidos argentinosa partir de dos dimensiones: la relacin partido-electorado y la relacin partido-gobierno.Con la primera se procura dar cuenta de las restricciones que coloca el sistema electoralfederalalaconsolidacindenuevasfuerzaspolticasylosconsecuentesproblemasderepresentacin que generan al limitar la oferta electoral. La segunda atiende al conjuntode reglas y prcticas, en particular, la organizacin territorial y descentralizada de los par-tidosysuspatronesdecompetenciainterna,quecontribuyenalacreacindeunaclasepolticaensimismadayalavezfragmentadaqueadministrapobrementelosinteresessociales que representa. En la seccin final, se sealan algunas de las paradojas que sugie-reelanlisisrealizado,enparticularrespectodelosargumentosque,paramejorarlarepresentacin, abogan a favor de un contacto ms estrecho entre representantes y repre-sentados, la personalizacin del voto y la democracia interna en los partidos.Palabras clave: partidos polticos, representacin, sistema electoral, organizacin par-tidaria, Argentina.ABSTRACT: This article examines the crisis of representation of the Argentine politi-cal parties by highlighting two dimensions: the relationship between parties and the electo-rateandtherelationshipbetweenpartiesandgovernment.Thefirstdimensionrelatestothe restrictions that the federal electoral system poses to the consolidation of new politicalforces.Problemsofrepresentationarisebecausetheelectoralsystemlimitstheelectoraloffer. The second dimension deals with party organisation, in particular, its decentralisedand territorial nature and the rules that structure internal party competition. These featu-rescontributetocreateanautoreferentialpoliticalclassthatpoorlyadministratesthe Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-183interests it represents. In the final section the article deals with some of the paradoxes thatstem from the analyses, specially those raised by the arguments in favour of a closer rela-tionship between representatives and represented, the personal vote and the partys inter-nal democracy. Keywords:politicalparties,representation,electoralsystem,partyorganisation,Argentina.I. INTRODUCCINEl profundo malestar de los argentinos con la poltica y las prcticas polticas distade ser un fenmeno original. Tiene un gran parecido de familia con lo que los europeoshan dado en llamar desafeccin democrtica, esto es, un sentimiento de desconfianzahacia la poltica y las instituciones que no se vuelca, sin embargo, en un cuestionamien-to masivo hacia el sistema democrtico en s mismo. Esta similitud en la cuestin de fondo no debe hacer perder de vista algunos ras-gossingulares.Enprimerlugar,esposiblemarcarunadiferenciadeintensidad.Deacuerdo con las encuestas de opinin, el 65% de los argentinos proclama su apoyo a lademocracia, un nivel que est entre los ms altos de Amrica Latina (Latinobarmetro,2002).Encambio,sugradodesatisfaccinconeldesempeodelademocraciaeselms bajo; tan slo el 8% dice estar muy satisfecho y ms bien satisfecho. Esta distanciade 57 puntos entre la aprobacin de la democracia y la insatisfaccin con su funciona-miento contrasta marcadamente con los 25 puntos que se registran en la Unin Euro-pea o los 24 en Amrica Latina (Latinobarmetro, 2002). No sorprende, entonces, quelospolticosargentinosnopuedansaliralacalleamenosqueestndispuestosaserrepudiados por los transentes como de hecho ha ocurrido.En segundo lugar, el malestar de los ciudadanos estuvo lejos de traducirse en unaextendida apata. As, en las ltimas elecciones legislativas, en octubre de 2001, el des-contento se expres a travs de un alto porcentaje de votos nulos y en blanco. Otra evi-dencia que apunta en la misma direccin la ofrecieron los acontecimientos que rodea-ron la renuncia del presidente Fernando de la Ra, en diciembre de 2001. Entonces, elrechazo a la clase poltica se tradujo en comportamientos que involucraron una fuertepresencia en el espacio pblico, como la protesta activa en los cacerolazos, las asam-bleasbarriales,lasucesindemarchasymanifestaciones.Esdedestacarqueestasexpresionesciudadanasporfueradeloscanalesconvencionalesdeintermediacinpoltica coincidieron con una ratificacin del aprecio por el sistema democrtico. Lasencuestas realizadas durante esos das de agitacin poltica permitieron comprobar quelaaprobacindelademocraciaaumentdel58%registradoaprincipiosde2001al65% en 2002, como se indic ms arriba (PNUD, 2002; Latinobarmetro, 2002). Colocados los datos que se acaban de resear en el marco de un pasado de inesta-bilidad poltica y golpes militares, la perspectiva debera ser ms bien optimista puesto Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-183ANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS164que no hay seales del fortalecimiento de frmulas de gobierno distintas a la democra-cia. Otra es la conclusin cuando son vistos a partir de la instauracin de la democraciade partidos en 1983. Al respecto vale la pena recordar que en los tramos iniciales de latransicin desde el autoritarismo los partidos polticos y sus dirigentes estuvieron rodea-dos del fervor y la confianza de los ciudadanos. Al cabo de 20 aos ese fervor y esa con-fianza se han trocado en una condena que prcticamente no admite matices ni atenuan-tes. Cmo se lleg a esta situacin? Qu llev a que los polticos terminaran siendovistoscomoungrupoautorreferidocuyasenergasseinviertenenasegurarsupropiasupervivencia dentro de las organizaciones partidarias en detrimento tanto de la funcindetransmitirlasdemandassocialescomodelatareadeconvertirastasenpolticaspblicas? En otros trminos, qu factores alimentaron la crisis de representacin.Paraavanzarenlabsquedadeunarespuesta,quesesabenecesariamente compleja, este trabajo se detendr en dos aspectos que no han sido debidamente con-templados en cuanto a su impacto sobre la crisis de representacin: el grado de com-petitividad del sistema de partidos y las caractersticas organizativas de los mismos. Afindejustificaresteenfoqueresultanecesarioaclararpreviamenteelsignificadodecrisis de representacin. Dossonlasdimensionesqueconvergenentornodelaideaderepresentacinpoltica. En la primera, la representacin poltica es vista en trminos de su capacidadpara reproducir los rasgos de la sociedad en la que se despliega. Ms especficamente,esta dimensin coloca el acento en la funcin representativa de los partidos polticos y,por consiguiente, en la vinculacin partido-sociedad. La crisis aqu sobreviene con laruptura de ese vnculo y se traduce en la dificultad de los partidos polticos para agre-gar y articular los intereses sociales. En la segunda dimensin, la representacin polti-ca es concebida en trminos de la accin y est referida al desempeo en el cargo dequienes han sido investidos de la representacin. Desde este ngulo la representacinpoltica remite a la relacin partido-gobierno y comporta un problema de ejercicio delpoder de decisin. La crisis ocurre cuando las decisiones que adoptan los representan-tes en el marco de ese ejercicio gestionan deficientemente los intereses sociales que leshan sido confiados. Es interesante constatar las diferencias en el abordaje de la funcin representativade los partidos polticos que se desprenden de ambas perspectivas. En el primer casose razona postulando que si la relacin partido-sociedad es construida adecuadamentelos partidos polticos habrn de implementar las demandas de su electorado a travs depolticas pblicas consistentes. Congruentemente, se postula que las crisis de represen-tacinseresuelvenpromoviendocambiosenelsistemaelectoralmediantefrmulasque buscan, esencialmente, el acercamiento entre representantes y representados. En elsegundocasoserazona,encambio,comenzandoporproblematizaraquelloqueen el ejemplo anterior se da por descontado, a saber, la disposicin y la capacidad de losrepresentantes para ocuparse en forma competente de los intereses de quienes los hanvotado. Para esta perspectiva el ejercicio de las responsabilidades de gobierno que vie-nen junto con la funcin representativa configura una actividad con problemas propios.Comosetratardemostrar,enunademocraciadepartidoscomolaargentina,esosANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-183165problemas tienen mucho que ver con la organizacin y funcionamiento de los partidospolticos. Este trabajo se ocupar de las dos vertientes evocadas de la crisis de representa-cin. En la primera parte se analizar el problema de la representacin tal como se pre-senta en la relacin entre los partidos y el electorado. En este punto se comentarn lasrestriccionesquecolocaelsistemaelectoralfederalalsurgimientodenuevasfuerzaspolticas que hagan ms fluida la relacinpartidos-sociedad.La segundaparte estardedicada a abordar la relacin partidos-gobierno a travs de las modalidades dentro delas que operan las estructuras partidarias existentes, en particular, el Partido Justicialis-ta (PJ) y la Unin Cvica Radical (UCR). Se entiende que las reglas y prcticas dentro delasqueactanestospartidospolticosgeneranunconjuntoclavedeincentivosqueinfluyen fuertemente en el desempeo de la clase poltica. Como se tratar de mostrar,la crisis de representacin despunta cuando dichas reglas y prcticas tienden a estimu-larenlospolticosunincesanteinternismoyaconvertirasuscargospblicosenrecursos clientelares para asegurar su supervivencia. En este sentido se sostendr quelaorganizacinterritorialdelospartidosysuspatronesdecompetenciainternahancontribuido a la creacin de una clase poltica ensimismada y a la vez fragmentada, queadministra pobremente los intereses sociales que representa. En la seccin final se pre-sentarn las conclusiones, indicando algunas de las paradojas a las que da lugar el an-lisis realizado, en particular, respecto de los argumentos que, para mejorar la represen-tacin,aboganafavordeuncontactomsestrechoentrerepresentantesyrepresentados, la personalizacin del voto y la democracia interna en los partidos. II. PARTIDOS Y SOCIEDAD: LOS PROBLEMAS DE LA OFERTA ELECTORALEnlosdebatespblicosyenlasencuestasunaconstatacinserepite,laactitudnegativa de los ciudadanos hacia las organizaciones partidarias y su personal poltico.Un creciente nmero de argentinos piensa que los actuales responsables polticos no sepreocupan por sus problemas y lamenta no contar con otros partidos u otros candida-tosatravsdeloscualescanalizarsuspreferencias(AdroguyArmesto,2001:636-639). En esta seccin se abordar, precisamente, este ltimo aspecto, el problema de laoferta electoral, teniendo en cuenta los cambios ocurridos en el sistema de partidos. Aeste fin, resulta til una sntesis de su trayectoria que se inicia con un formato biparti-dista para ir dando paso a un formato multipartidista. II.1. El sistema de partidos, del bipartidismo al multipartidismoLas elecciones de 1983 son recordadas por los argentinos por la impactante nove-dad que trajeron aparejada: con el 51,75% de los votos, la Unin Cvica Radical (UCR) Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-183ANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS166logr lo que hasta ese entonces era impensable, vencer al candidato del Partido Justi-cialista(PJ)eneleccioneslibresycompetitivas.Porlodems,estenuevoprocesodedemocratizacinseiniciretomandolahistricarivalidadentrelosdostradicionalespartidos argentinos. En la ocasin, UCR y el PJ concentraron casi el 92% de las preferen-cias en las elecciones presidenciales; este fenmeno se repiti tambin, en un grado ape-nas menor, en los resultados de las elecciones legislativas. A pesar de que el nmero totalde partidos o alianzas existentes fue 21 (Corbacho, 1988: 41), el radicalismo obtuvo el48% de los votos y el PJ el 38,6%. Juntos, sumaron el 86,6% de los votos legislativos. Elpatrndecompetenciabipartidistaconelqueseinicielnuevoprocesodedemocratizacin fue tan ntido como poco novedoso: desde 1916, las elecciones demo-crticas competitivas consagraron presidentes radicales o peronistas. Sin embargo, enlassucesivaselecciones,estepatrninicialsefuemodificandopaulatinamentehastallegar a las elecciones presidenciales de 1995 que pueden ser vistas como un punto dequiebra. En esta oportunidad el presidente justicialista Carlos S. Menem fue reelectocon el 47,7% de los votos, en tanto que el candidato de la UCR obtuvo slo el 16,4%,siendo superado por una nueva fuerza poltica, el Frente para un Pas Solidario (FREPA-SO), que logr el 28,2% de apoyo. En la literatura sobre el sistema de partidos en Argentina existe consenso en sos-tenerque,porlomenoshasta1995,hahabidounacombinacinentrebipartidismopara las elecciones presidenciales y multipartidismo para las legislativas. Ciertamente,las elecciones presidenciales tienden a polarizar el voto porque el cargo en disputa esuno y porque el sistema de eleccin del presidente hasta 1995, indirecto y por mayo-raabsolutadelcolegioelectoralalentdichatendencia.Encambio,laeleccindediputados, a travs del sistema proporcional DHont con una barrera del 3%, favoreceuna mayor fragmentacin de la oferta electoral. En el cuadro que a continuacin pre-sentamos se ilustran los cambios en el grado de concentracin del voto de la UCR y el PJentre 1983 y 1995 para ambos tipos de elecciones: En este cuadro se puede observar que la concentracin de los votos en torno delaUCR yelPJ fuedisminuyendoconelpasodelaselecciones.Enloreferentealaselecciones presidenciales, del 91,9% de 1983 se pas al 67% en 1995 y en las legislati-vas del 85,86% al 64,8%. Estos cambios operados en el mapa electoral dejaron al des-cubierto tres fenmenos. Por un lado, el debilitamiento electoral de la UCR; por otro,ANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-183167CUADRO ICONCENTRACIN DEL VOTO UCR-PJ (EN PORCENTAJES)Elecciones 1983 1985 1987 1989 1991 1993 1995Presidencial 91,91 79,75 67Legislativa 85,86 77,8 78,7 72,97 69,28 68,9 64,8el consistente apoyo electoral del justicialismo y, por ltimo, el crecimiento de las ter-cerasfuerzas.As,entre1983y1995,enlaseleccionesdediputados,laUCR perdicasi 27 puntos porcentuales de los votos; el PJ, en cambio, se mantuvo en un promediode alrededor del 40% de los votos. Es ms, triunf en las cinco elecciones legislativasllevadas a cabo entre 1987 y 1995, generando un patrn prximo al de un sistema departido predominante. A su vez, las terceras fuerzas pasaron de acumular el 13% delos votos en 1983 al 27% en 1993. Podra agregarse, adems, que los cambios revelanladiferenciaexistenteentreelvotoradicalyelvotoperonista.Entantoelprimerotendi a ser depositario de ms votos de opinin, el segundo recogi un alto porcen-taje de votos de pertenencia. Al evaluar la direccin en la que se desplazaron los votos, los anlisis electorales(De Riz y Adrogu, 1991: 121-176; Adrogu, 1995: 27-70, De Riz, 1996: 25-39) subra-yan que dicho desplazamiento, en particular de quienes en 1983 haban votado al radi-calismo, favoreci el crecimiento de terceras fuerzas, a la derecha e izquierda del espec-troideolgico.Estecrecimientotuvo,sinembargo,caractersticasmuydiversas.Enprimerlugar,seencuentraelcrecimientoelectoraldeungrupodepartidosdebaseestrictamente provincial. Son los casos de, por ejemplo, el Pacto Autonomista LiberaldeCorrientes,elMovimientoPopularNeuquinodeNeuqun,elBloquismodeSanJuan, el Partido Demcrata de Mendoza, el Movimiento Popular Fueguino de Tierradel Fuego o Fuerza Republicana en Tucumn. Estos partidos lograron obtener bancas(escaos) en el Congreso nacional y alguno de ellos han sido o son mayoritarios en suprovincia.Porotrolado,estnlospartidoscuyasuerteelectoralsufrinotoriasfluctuacio-nes.ElcasomsinteresantedesubrayareseldelaUnindeCentroDemocrtica(UceDe), partido conservador en lo poltico y neoliberal en lo econmico con base enlaCapitalFederal.Despusdeobtenerel10%delosvotosen1989,descendial8,6% en 1991 y al 3% en 1993 y 1995. Otro caso similar es el Movimiento por la Dig-nidad Nacional (MODIN), cuya fuerza electoral se concentr en la provincia de BuenosAires. Encabezado por el coronel retirado Aldo Rico, lder de la sublevacin militar delos carapintadas en la Semana Santa de 1987, el MODIN recogi el 9% de los votos en1991 para ascender al 11,8% en 1993 y caer al 1,6% en 1995. Cabe sealar que buenaparte del caudal de estas fuerzas fue absorbido por el PJ dado el respaldo que otorga-ron estos partidos al gobierno del presidente Menem. Ninguno de los partidos mencionados es de alcance nacional y, por consiguiente,no est en condiciones de disputar, en ese nivel, el predominio ejercido por el PJ y laUCR. Sin embargo, a partir de las elecciones de constituyentes de 19941pero en particu-lar,enlaseleccionespresidencialesylegislativasde1995,apareciunanuevafuerza Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-183ANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS1681. Enabrilde1994sellevaronacaboeleccionesparaintegrarlaAsambleaConstituyente,encargada de la reforma de la Constitucin. Entre las modificaciones ms relevantes se encuentran lasvinculadas con el cargo presidencial: se introdujo la reeleccin, se redujo el mandato a cuatro aos y seestableci la eleccin directa con ballotage.poltica, el Frente Pas Solidario (FREPASO) con posibilidades de disputar el predominiodelaUCR2.ElFREPASO desplazalaUCR,siendosucandidatoapresidente,OctavioBordn, el segundo ms votado, con el 28,2% de los votos. Asimismo, del 2,5% de losvotosqueobtuvoparadiputadosen1993trepal21,2%en1995.LapresenciadelFREPASO y los posteriores desarrollos electorales abrieron una etapa de realineamientode los partidos y un cambio en su patrn de competencia entre 1997 y 1999. ApesardelauspiciosocomienzodelFREPASO enlaseleccionespresidencialesylegislativas del 95, con triunfos resonantes como el de su candidata a senadora por laCapitalquienrecogiel45,56%delosvotos,lasdisidenciasinternasenestafuerza,porciertoheterognea,provocaronelretirodeunodesussociosmsimportantes,PAIS,liderado,precisamente,porquienhabasidoelcandidatopresidencialO.Bor-dn.LasperspectivasdelFREPASO deperfilarsecomounaorganizacindealcancenacional se vean, as, frustradas. Sin embargo, la suma de una serie de factores conver-gieron para que los lderes del FREPASO y la UCR terminaran impulsando una estrategiams bien indita, la formacin de una coalicin. Entre estos factores, interesa mencio-nar cuatro: los cambios introducidos en la Constitucin reformada de 1994 en cuanto ala eleccin de la frmula presidencial, ahora directa y con ballotage; la posicin electo-ral dominante del PJ, el creciente debilitamiento electoral de la UCR y la dispersin delas fuerzas de la oposicin. Todos estos datos indicaban que el nico modo de revertirel predominio del PJ era a travs de la unin de las fuerzas opositoras. Fue as que pocoantes de las elecciones legislativas de 1997, la UCR y el PJ decidieron integrar una coali-cin electoral, la Alianza. EldebutdelaAlianzaenlaseleccioneslegislativasde1997demostrsugranpotencial en el marco de un gobierno desgastado tras ocho aos en el poder y acosadopor las crticas a las negativas consecuencias sociales y econmicas de sus polticas dereforma y los problemas de corrupcin. La suma de los votos de los integrantes de laAlianza alcanz el 45,65% de los votos, 9 puntos por encima del 36,27% conseguidoporelPJ.Finalmente,enlaseleccionespresidencialesde1999loscandidatosdelaAlianza, Fernando De la Ra y Carlos lvarez, obtuvieron el 48,5% de los votos, supe-rando el 38% obtenido por la frmula justicialista. El desempeo electoral del PJ en las elecciones presidenciales de 1999 fue el msbajodesuhistoria,desdequesepresentporprimeravezaeleccionesen1946.NoANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-1831692. En los orgenes del FREPASO se encuentra un grupo de diputados disidentes del PJ, el grupode los ocho, crticos del giro neoliberal que el presidente Menem imprimi a sus polticas de gobier-noyportavocesdeunademandaticadadoslosescndalosdecorrupcinydudasrespectodelaindependencia del poder judicial. Este bloque de diputados cre, a principios de la dcada de 1990, elFrenteGrande,unaalianzaqueprocurcapturarlasfuerzaspolticasdeizquierdayconunabaseterritorial restringida fundamentalmente a la Capital Federal y parte de la provincia de Buenos Aires.El Frente Grande cobr vigor a partir de las elecciones legislativas de 1993 al obtener el 13,6% de losvotos en la Capital Federal, constituyndose en la tercera fuerza del distrito. Ms tarde se le uni PAIS,partido con ramificaciones territoriales ms amplias, creado por el entonces tambin disidente sena-dor justicialista Octavio Bordn. obstante,enlaseleccionesagobernador,algunasrealizadasantesdeloscomiciosnacionales,eljusticialismofueclaroganador.Conquist14gobernacionessobre23,entre las que se incluyen las tres provincias poltica y electoralmente ms importantes,Buenos Aires, Santa Fe y Crdoba. Por ltimo, los resultados de las elecciones legislativas de octubre de 2001 dejaroncomo saldo grandes prdidas de votos. A slo dos aos del triunfo de 1999, la Alianzaexperimentunadramticacadaensusapoyoselectorales,perdinadamenosque4.531.465votos;AccinporlaRepblica(APR),partidofundadohacia1998porDomingo Cavallo, en su momento ministro de Economa de los presidentes Menem yDelaRa,casitodosupreviocaudalelectoral,1.200.607votos.Laprdidaexperi-mentada por el peronismo fue, en cambio, menor, 667.130 votos. Sin duda, en el ordennacional, los grandes perdedores fueron la Alianza y APR a la vez que el voto banco ynulo fueron los principales ganadores (Escolar, Calvo, Calcagno y Minvielle, 2002: 28).En efecto, sumadas, ambas expresiones de insatisfaccin alcanzaron el 22% del totalde votos emitidos. Asimismo, teniendo en cuenta que el voto es obligatorio, si bien lassancionessoncasiinexistentes,elporcentajedeabstencintambinsubi;en1999represent el 19, 6% del total del padrn y en 2001 pas al 27,23%. Finalmente, comoen tantas otras ocasiones, estas elecciones fueron tambin testigo del surgimiento de unnuevo reagrupamiento de fuerzas polticas, en este caso de centro izquierda, Argenti-nos por una Repblica de Iguales (ARI). El cuadro que a continuacin se incluye resu-me esta informacin, comparando los resultados obtenidos en las elecciones legislati-vas de 1999 y 2001. El sistema de partidos daba claras muestras de sus dificultades para adecuarse alas demandas ciudadanas. Qu factores pueden dar cuenta de esa limitada capacidadparafacilitarlaconsolidacindenuevasfuerzasenelescenariopoltico?steeseltema de la seccin que sigue. Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-183ANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS170CUADRO IIELECCIONES LEGISLATIVAS. RESULTADOS PRINCIPALES FUERZAS POLTICAS (1999-2001)Alianza PJ APR ARI Blanco Nulo Abstenciones1999 7.590.034 5.476.625 1.374.675 - 819.384 161.760 4.463.092% (41,73) (28,8) (7,5) - (4,5) (0,92) (19,6)2001 3.058.569 4.809.495 174.068 1.078.096 1.704.514 2.261.332 6.777.624% (16,9) (26,6) (1) (6) (9,4) (12,5) (27,23)Referencias: Alianza UCR/FREPASO; PJ: Partido Justicialista; APR: Accin Por la Repblica; ARI: Argentinospor una Repblica de Iguales. Fuente: Marcelo ESCOLAR, Ernesto CALVO, Natalia CALCAGNO y Sandra MINVIELLE (2002).II.2. Los lmites a la consolidacin de nuevas fuerzasSin duda, son muchas las variables que se deben contemplar a la hora de evaluarlasposibilidadesdeconsolidacindenuevasfuerzaspolticas.Attulodeejemplosepueden sealar el papel de los liderazgos, las estrategias que se adoptan, los recursosmonetariosconlosquesecuentan,losalcancesdelaorganizacin,etc.Dejandodelado estos factores, importa detenerse aqu en un aspecto hasta ahora slo enfatizadoen los trabajos de Marcelo Escolar y Ernesto Calvo (2001): las restricciones que colocaelsistemaelectoralfederalalaconsolidacindefuerzaspolticas,distintasalosdospartidos tradicionales, la UCR y el PJ. Consideremos brevemente esta cuestin. Loscambiosoperadosenelsistemadepartidosdescritosenlaseccinanteriordejanentreverquelaaparicindenuevasfuerzasnoesunanovedadenelescenarioelectoral argentino post 1983. Tampoco es una novedad su efmera existencia. La tra-yectoriaascendenteydescendentedeestasfuerzaslailustranelPI (PartidoIntransi-gente), que surgi a comienzos del proceso de democratizacin y desapareci a finesde la dcada del 80, y, como hemos visto, los casos de la Unin de Centro Democrtica(UceD),elMovimientoporlaDignidad(MODIN),elFrenteParaunPasSolidario(FREPASO),y,msrecientemente,AccinporlaRepblica(APR).Esteltimopartido,como se vio en la seccin anterior, haba hecho un promisorio debut en las eleccionesde 1999. Logr el 10% de los votos a nivel nacional en las elecciones presidenciales y7,5% para legisladores; en 2001, su caudal descendi estrepitosamente al 1%. Enlatrayectoriadeestospartidospolticossepuededetectarunfactorencomn:todoselloshansurgidoyhanconseguidoexpandirseenlasprovinciasmspobladasperonohanpodidoavanzarsobrelasprovinciasmschicas.Deacuerdocon lo que subrayan Marcelo Escolar y Ernesto Calvo (2002), buena parte de las difi-cultades se encuentran en los problemas de desproporcionalidad y sesgo mayoritariodel sistema electoral nacional y los sistemas electorales provinciales. En efecto, el sis-tema electoral nacional para la eleccin de diputados, en principio de carcter pro-porcional por la aplicacin de la frmula DHont, introduce un importante nivel dedesigualdadenlarepresentacinentrelasprovinciasdebidoa,porlomenos,dosfactores:laexistenciadeunrequisitomnimode5diputadosporprovinciainde-pendiente, entonces, de su base poblacional y las diferentes magnitudes efectivas delos distritos que en Argentina coinciden con las provincias.El resultado de estos arreglos institucionales es la sobrerrepresentacin de la mayo-ra de las provincias chicas a la vez que las ms grandes, Buenos Aires, Ciudad de Bue-nos Aires, Santa Fe, Crdoba y Mendoza, se encuentran subrepresentadas. A ttulo deejemplo, y teniendo en cuenta que la Cmara de Diputados se renueva por mitades cadados aos, 12 de los 24 distritos eligen dos o tres diputados lo que no permite una distri-bucinproporcionaldelosescaos.Estefenmenoproduceunefectobipartidistaymayoritario proclive a instalar la hegemona de un solo partido en un buen nmero dedistritos. Esta tendencia se ve adems reforzada por otros dos factores: el sistema electoralpara la eleccin de senadores nacionales, tres por provincia, es mayoritario, y los sistemaselectorales adoptados en ciertas provincias tambin son mayoritarios. ANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-183171Enestemarco,lasposibilidadesdequesurjanyseconsolidennuevospartidospolticos son ms difciles dado que su expansin tropieza con la barrera que impone elfuncionamiento del sistema electoral nacional en las provincias ms chicas. stas cons-tituyen bastiones de uno de los dos partidos tradicionales, ms del PJ que de la UCR. Dehecho, el poder electoral de las provincias ms chicas ha constituido un problema parala UCR pues no ha podido aspirar a otro gobierno que no sea gobierno dividido. Enefecto, el poder institucional de estas provincias est en el Senado en donde el PJ tieneasegurada la mayora.Ensntesis,losincentivosinstitucionalespresentesenlossistemaselectoralesnacionales, a los que se suman los que generan los sistemas electorales provinciales, lle-van a concentrar la estructura de oportunidades en las dos fuerzas polticas tradiciona-les, el PJ y la UCR. ste es un esquema favorable a la cartelizacin, es decir, a arreglosentre los dos partidos para limitar la posibilidad de consolidacin de otros. Se crea asunterrenofrtilparalaaparicindecomportamientosdetipocolusivo.Noparececasual,entonces,queelSenadohayasidoelescenariodeunodelosescndalosdecorrupcinmsresonantesprotagonizadoporla UCR yelPJ.Perosecreaademselmarcopropicioparaqueenelmomentodevotarseancadavezmslosciudadanosque optan por dar la espalda a las estructuras partidarias existentes como lo han hechoenformatanelocuenteenlaseleccionesde2001atravsdelvotoblancoyelvotonulo.III. ORGANIZACIN Y FUNCIONAMIENTO DE LOS PARTIDOS POLTICOSSeha sealado en laintroduccin que laotra dimensinde larepresentacinsevincula con el desempeo en el cargo de quienes han sido elegidos por el voto popular.En la seccin que sigue se explorarn los factores organizativos que favorecen compor-tamientos autorreferenciales por parte de la clase poltica y ensanchan, en consecuen-cia, la brecha entre sta y las demandas de su electorado. Para abordarlos, se prestaratencin a las reglas que estructuran la actividad interna de los partidos.III.1. Las reglas internasA pesar de pertenecer a tradiciones y orgenes diversos, el PJ y la UCR compartenrasgosorganizativosydefuncionamientosimilares.Parallegaracaracterizarlos,nosdetendremos, sobre todo, en dos tipos de reglas: las que distribuyen el poder en el inte-rior de la organizacin y las que definen sus mecanismos de competencia. Tres de ellassonrelevantesparaelargumentoquesequieredesarrollaraqu:lasquedefinenlaorganizacin de los partidos en trminos territoriales, las que otorgan autonoma a sussubunidades y las que promueven la democracia interna. Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-183ANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS172Elprimeraspectoquehayquesubrayaresquela UCR yel PJ estnorganizadosterritorialmente. Esto es cierto no slo para estos dos partidos de alcance nacional sinopara aquellos que han buscado una implantacin nacional como el FREPASO y ARI. Estaforma de organizacin de los partidos es congruente con el sistema federal argentinoqueterritorialyelectoralmentecoincideconloslmitesprovinciales.Lospartidosreplican en su organizacin interna estas divisiones para adoptar la misma estructurade autoridad que posee el sistema poltico en su conjunto: la nacional, la provincial y lalocal. As, encontraremos que junto con las mximas autoridades nacionales reunidas,por ejemplo, en Consejos, Juntas o Comits Nacionales, coexisten las mximas autori-dades provinciales que presiden los respectivos Consejos, Juntas o Comits Distritales,vinculados a su vez con dirigentes locales de nivel municipal o departamental. Lasegundacuestinquedebesersubrayadaesqueestasdiversassubunidadesgozan de un importante grado de autonoma, en particular, las organizaciones provin-ciales respecto de la organizacin nacional. Esto da lugar a una estructura de poder des-centralizada. Los factores que la alientan son varios. Por empezar, las organizaciones delpartido en el nivel provincial cuentan con suficiente capacidad de decisin para elegirsus propios liderazgos3. En efecto, la direccin nacional del partido no dispone de ins-trumentos de intervencin, salvo en circunstancias muy excepcionales. En segundo tr-mino,lasorganizacionesprovincialesdisponendeunmarcodemaniobrabastanteamplio para decidir acerca de sus reglas internas. A ttulo de ejemplo, la UCR de Crdo-ba posee las siguientes autoridades ejecutivas: Comit Central de la provincia, ComitsDepartamentales, Comits de Circuito y, finalmente, Comits de Subcircuito. En Men-doza, en cambio, la desagregacin es menor. Lo mismo se observa en el PJ. En CrdobacuentaconunConsejoProvincial,unConsejoFederal,ConsejosDepartamentalesyConsejosdeCircuitoyenloscuerposcolegiadosseotorgarepresentacinadistintascategoras,especficamente,mujeres,obreros,tcnicos.ElPJ mendocino,encambio,cuenta con un Consejo Provincial y Consejos Departamentales y, en cuanto a categorasrepresentadas incluye a representantes de las mujeres, trabajadores, representantes delpadrnmasculinomayoresde30aosydelajuventud.Estadiversidadseobservatambin en otros mbitos como, por ejemplo, en las reglas electorales, en la duracin delos mandatos partidarios, en los aportes que deben efectuar al partido los funcionarioselectos o designados, etc.4.Otrofactorimportantequecontribuyealaautonomadelassubunidadeseselfinanciamientoestataldelospartidospuesstesevuelca,mayoritariamente,alasorganizacionesprovinciales.Enefecto,elart.46delaLeyOrgnicadelosPartidosPolticos, Ley 23298, establece que el 80% del monto que le corresponde al partidoANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-1831733. En su trabajo sobre el Partido Justicialista, Steven Levitsky seala que las unidades organiza-tivasdebaseconstrieronelliderazgodelpresidenteMenem,limitandosucapacidaddeimponerlderes y estrategias en los niveles inferiores del partido (LEVITSKY, 2002).4. Sobre los diversos procedimientos empleados para la nominacin de candiatos, vase: M. deLUCA, M. P. JONES y M. I. TULA (2002). Argentine Political Parties and their Candidate NominationProcedures, 1983-1999. Paper presentado en el XXII Congreso de LASA. Miami, 16-18 de marzo, 2000.debe distribuirse directamente a los organismos partidarios de distrito y el veinte porcientorestantealosnacionales.Estelugarsubordinadoqueocupalaorganizacinnacional en la asignacin de fondos estatales se pone tambin en evidencia en las dis-posiciones de las cartas orgnicas. As, el PJ fija que parte de los recursos de las autori-dades nacionales del PJ se originan en el veinte por ciento de las contribuciones quecorrespondarecibiralasautoridadespartidariasdelosdistritosdeacuerdoconlasdisposiciones del art. 46 de la Ley 23298 (art. 35, Carta Orgnica Nacional del PJ). Asu vez, los recursos de las autoridades nacionales de la UCR se integran con el diez porciento de la recaudacin originaria de cada distrito (art. 8, Carta Orgnica Nacional).En sntesis, la direccin nacional del partido descansa, en buena medida, en la contri-bucin de los distritos.En tercer lugar, en lo que respecta a las reglas que regulan la competencia internaparaocuparcargosyaseanelectivosopartidarios,esdedestacarelpredominiodemecanismos de eleccin directos. stos se contraponen a los mecanismos de eleccinindirectos, utilizados por gran parte de los partidos europeos e incluso por el PJ hastamediados de los 80. A pesar de las variaciones que pueden exhibir las organizacionespartidariasenelnivelprovincialporejemplo,enalgunosdistritoslacompetenciaintrapartidariasedirimeatravsdeinternascerradas,enotros,atravsdeinternasabiertas, en otros a travs del sistema de elecciones dobles simultneas (ley de lemas)en todos los casos, el poder de decisin se encuentra, en ltima instancia, en la masa deafiliados y no en rganos colegiados. Otro aspecto relativo a las reglas de competencia que conviene subrayar es que nosonrestrictivasencuantoalosrequisitosnecesariosparapresentarlistaselectorales.Una revisin de las cartas orgnicas distritales de la UCR y el PJ revela que, en general, espreciso reunir el apoyo de un determinado nmero de afiliados. Este nmero vara deacuerdo con la jerarqua de los cargos, por ejemplo, menos afiliados para formar unalista de concejales y ms para una lista de gobernador. De todos modos, para los pues-tos ms importantes, el nmero requerido difcilmente supera los 1.000 afiliados. Loscostosparainiciarunacarrerapartidariadentrodelaorganizacinson,entonces,bajos, lo que no significa que el ascenso sea fcil. Las reglas que acabamos de mencio-nar fijan los parmetros bsicos de la vida partidaria interna. Qu tipo de comporta-mientos incentivan? ste es el tema que se tratar a continuacin. III.2. La lgica partidariaPara dar cuenta del tipo de comportamiento que estimulan las reglas menciona-dasunpuntodepartidatilconsisteencolocarseenellugardeunhipotticolder,interesadoenmantenersulugaroavanzarensucarrerapoltica.Paracualquieradeestos dos objetivos y dados los mecanismos de democracia interna, el poltico necesitacontarconapoyosdentrodesupartido,porempezar,dentrodeldistritoenelqueopera. Debe contar, ante todo, con el respaldo de un nmero determinado de afiliados Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-183ANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS174yaque,conpocasexcepciones,loscargossonelectivos.Paraconseguirlo,elpolticoconstruye una red de apoyos. En esta tarea cuenta con la asistencia de una figura claveque, en la jerga poltica, se conoce como puntero. El puntero es un producto de la democracia interna en los partidos, esto es, hasurgido en respuesta a la necesidad de afiliar y movilizar a los afiliados para las eleccio-nes partidarias. Es una figura antigua en la UCR, que desde temprano introdujo meca-nismos de democracia interna, y ms reciente en los otros partidos. El puntero es unempresariopolticoquecontrolaunterritoriodeterminadoengeneral,suzonadeinfluencia se corresponde con las unidades electorales existentes en el distrito en el queacta y ofrece sus servicios a los lderes interesados. Dado que las divisiones internasde los partidos slo ocasionalmente responden a lneas ideolgicas, el puntero tiendea acercarse al lder que cuenta con los mejores recursos para distribuir o, nuevamente,enlajergapoltica,quienmanejacaja.Entrelasdiversasmonedasdeintercambioentre lderes y punteros una de las ms usuales es la promesa de cargos, tanto en elpartido como en el gobierno. La importancia de los cargos partidarios puede ilustrarsecon el caso del PJ de la provincia de Salta. Entre titulares y suplentes, la Carta Orgnicadel partido tiene previstos nada menos que 1.068 cargos a distribuir. Los cargos en elgobierno, por su parte, sirven de introduccin al tema del clientelismo. El ejercicio que se acaba de realizar muestra que la combinacin entre organizacinterritorial y democracia interna alimenta el clientelismo. Convienen aclarar que el cliente-lismo no es una peculiaridad argentina. Todas las democracias tienen reservados cargospolticos a los que recurren los partidos para compensar a quienes colaboran con l. Essabido, como lo seala, Panebianco (1990: 67-68), que las posibilidades de supervivenciade los partidos polticos estn vinculadas, en parte, con su capacidad de distribuir incen-tivos selectivos. Esto es, el partido debe estar en condiciones de ofrecer cargos, remune-racin, prebendas, honores, etc., a aquellos que lo integran para que sigan participandoen la organizacin y se sujeten a sus reglas. La diferencia en el caso argentino tiene quever con la magnitud. Dar prueba de la magnitud del clientelismo no es una tarea sencilla;sin embargo, un modo indirecto de hacerlo es a travs de las afiliaciones a los partidospolticos.Un dato decididamente llamativo es el total de afiliados. En 1999, en un contex-to de creciente crtica hacia los partidos y hacia la clase poltica distante, por cierto,de los fuertes tonos que alcanz hacia fines de 2001 el Ministerio del Interior regis-trabaelextraordinarionmerode8.137.809afiliados.Tngaseencuentaque,enmedio de la ola de entusiasmo cvico que acompa el proceso de democratizacinen 1983, la reafiliacin sum 2.966.472 personas de los cuales el PJ reuni 1.489.565afiliados y la UCR 617.251 y ste fue, desde ya, un nmero sorprendente (El BimestreEconmico, 1983:67).Contrastadoconelpadrnelectoralquesum24.118.320electores, el total de 1999 da como resultado que un tercio de los ciudadanos est afi-liado a un partido poltico. Por ltimo, para tener alguna referencia comparativa conotrospartidosdemasa,elPartidoLaboristainglscuentahoyconalrededordeANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-183175400.000 afiliados individuales y el Partido Socialista Espaol con 250.000 con dere-cho a voto5(Detterbeck, 2001: 14; El Pas, 20/07/2002).Nadie, ni los polticos ni los funcionarios de gobierno, ponen en duda de que setrata de una ficcin. Una prueba contundente es que en algunos distritos el voto porel partido result ser igual o menor que el nmero de afiliados. Por ejemplo, en 1993,enlaprovinciadeSanJuan,laUCR registr33.473afiliadosperoenlaseleccioneslegislativas de ese ao obtuvo 32.618 votos; en la provincia de Salta la relacin fue de59.842 afiliados y 59.456 votos. En 1995, en San Luis, la relacin fue de 29.038 votosy 33.345 afiliados. En el PJ, a su vez, pueden observarse casos como el de Chaco, en1993, con 144.860 votos y 160.062 afiliados, Santiago del Estero con 104.396 votos y114. 026 afiliados. En 1995, en Jujuy, el PJ obtuvo 60.496 votos pero declar 68.751afiliados; lo mismo sucedi en Salta con 128.757 votos y 129.654 afiliados y Santiagodel Estero con 98.375 votos y 115.447 afiliados.Lapreguntaqueseplanteaesporqusemantieneestaficcin.Parecieraqueexisten razones partidarias originadas en los siguientes factores: a) el nmero de afilia-dosesuncriteriodedistribucinqueutilizanlospartidos;b)esunrecursocentralpara dirimir la competencia interna y c) inexistencia de mecanismos adecuados de con-trol. Veamos cada uno de ellos.Los partidos toman el nmero de afiliados como criterio para fijar la base de repre-sentacin de sus rganos colegiados. Por ejemplo, en la UCR de la provincia de Crdoba,paraintegrarelCongresoProvincial,mximorganolegislativodelpartido,cadadepartamento en el que se divide la provincia enva un delegado cada tres mil afiliados.La UCR de la provincia de Catamarca, en cambio, es menos exigente: un delegado cadacuatrocientos o fraccin no menor a doscientos. Por su parte, el nmero de represen-tantes por distrito al Congreso Nacional del PJ se fija en funcin del nmero de afiliadosen cada distrito, especficamente, un delegado cada cinco mil afiliados. La base territo-rial de poder est vinculada, pues, con el nmero de afiliados; de all, entonces, el incen-tivo a sumar ms afiliados. En segundo lugar, el manejo de las fichas de los afiliados es relevante cuando loslderes deciden evitar la competencia interna y se ponen de acuerdo para presentar unanicalistadecandidatos.Estosucedeconrelativafrecuencia;seguramente,elcostoeconmico y organizativo que implica la convocatoria a elecciones internas es un impor-tante disuasivo. De todos modos, aun cuando las listas no son producto de la compe-tencia sino de acuerdos de cpula, el lugar que ocupan los candidatos en la lista respon-de tambin, aunque no exclusivamente, al peso de los distintos lderes medido por sucapacidad de movilizar afiliados. As, las fichas que se supone respaldan a los lderessirven de moneda de intercambio en el momento de decidir nombres y conformar lascoaliciones en el interior del partido. Nuevamente, el aliciente es sumar afiliados. Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-183ANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS1765. El PSOE divide a los afiliados en dos categoras: militantes y simpatizantes. Los simpatizantesnotienenderechoavotoenlasprimarias.Sumadasambascategoras,elnmerodeafiliadosesde480.000. El Pas, 29/07/2002.Finalmente, est el trmite de afiliacin, a cargo de los propios partidos. Este tr-mite no se realiza en dependencias judiciales mientras que el control de autenticidadde las afiliaciones s est en manos de los tribunales electorales. Este desdoblamientono slo dificulta la tarea de control sino que, desde el punto de vista administrativo, laconvierte en algo sumamente oneroso. Admitiendo que los mecanismos de control son inoperantes y que dicha inoperan-ciaabultalascifras,llamadetodosmodoslaatencinqueentre1983y1999huboquienes se tomaron la molestia de presentar fichas. En ese perodo el total de afiliadosseincrementoenun270%.Lasrazonespuedenservariaspero,cuandomenos,dacuenta de una hiperactividad en el mercado electoral partidario, ya sea activado por elingreso de ms punteros o porque se producen movimientos en los portafolios, estoes,unpunteropasasusserviciosaotropartido,llevndoseconsigolasfichasquecontrola sin darlas de baja en el partido que abandona. Sea como fuere, esta hiperacti-vidad implica que los lderes deben contar con ms recursos para distribuir si es quebuscan conservar o aumentar apoyo. Los cargos en el Estado se convierten, as, en unafuente de subsistencia de gran importancia. Esta dinmica partidaria, de base territorial y que gira en torno del esfuerzo elec-toral, se ve exacerbada, adems, por la cantidad y frecuencia de comicios. En efecto,hayeleccionesnacionalescadadosaosyluegoestnlaseleccionesprovincialesymunicipalesquenosiemprecoinciden.Porejemplo,enlaCiudaddeBuenosAireshuboeleccionespresidencialesylegislativasenoctubrede1999,enabrilde2000serealizaron las elecciones de jefe de gobierno de la ciudad y en octubre de 2001 nueva-mente elecciones legislativas. Los partidos se encuentran, as, en un estado de moviliza-cin electoral permanente. El tema que a continuacin se tratar son los efectos de estadinmica sobre la estructura del partido y sobre el partido en el gobierno. III.3. El partido en cuanto organizacinTeniendo en cuenta los factores que convergen sobre la dinmica partidaria que sehandescritoorganizacinterritorial,descentralizacin,autonomadelassubunida-desorganizativas,mecanismosdeseleccindirectos,lospartidosadquierenlassiguientes caractersticas: Poderinternamentefragmentado.Laorganizacinterritorialdelospartidosfavorece la fragmentacin del poder. Este rasgo se ve reforzado por el hecho de que lasdiferencias internas, como ya hemos sealado, slo ocasionalmente se plantean en tr-minosideolgicosoprogramticos.Dadoqueamenudonoexisteunprincipioquereagrupealasdistintascorrientes,elejemotrizdelosalineamientosloproveenloslderes partidarios. El personalismo se convierte en la principal lnea divisoria al tiem-po que la unidad territorial ms amplia que puede controlar un lder es la provincia.ANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-183177 Dispersin de recursos. Los aspirantes a cargos electivos procuran reunir recur-sospropiosparamejorarsusperspectivaselectoralesapartirdelcontroldesubaseterritorial. Una de las evidencias se encuentra, por ejemplo, en la proliferacin de fun-daciones que responden a distintos dirigentes o en los dbiles canales de comunica-cin del partido que son reemplazados por las mltiples declaraciones individuales delos dirigentes. Dirigentes y funcionarios. El principio de legitimidad bsico para aspirar a car-gos en el partido es el triunfo en las urnas. Por esta razn, los que ocupan cargos direc-tivosenelpartidoson,centralmente,funcionarioselectos.Lafortalezadeestoslide-razgos est estrechamente vinculada con los cargos ejecutivos de gobierno y, en menormedida, legislativos, tanto en el nivel nacional como provincial. La razn es simple, loscargos,enparticular,losejecutivos,arrimanrecursosdelEstadoclientelares,depatronazgoylogsticosparaconsolidarlacoalicindeapoyo.Nocasualmente,lamayora de las constituciones provinciales 18 en total y la nacional, fueron modifica-das para introducir la clusula de la reeleccin. Liderazgonacionaldbilydependientedelcicloelectoral.Elliderazgonacionaldescansa en una coalicin de dirigentes provinciales y locales. Los recursos propios queposee son escasos, razn por la cual su fortaleza est vinculada con el xito en las elec-ciones presidenciales. De aqu que su situacin cambie de acuerdo con la posicin queocupe el partido, esto es, en el gobierno o en la oposicin. Cuando el partido est en elgobierno, el liderazgo tiende a ser ms fuerte gracias a los recursos estatales que estn asudisposicin.Encambio,cuandoestenlaoposicin,laestructuradescentralizadadelpartidopromueveliderazgosnacionalesdbiles.Estopordosrazones.Enprimerlugar, porque no descansa en un triunfo electoral como factor de cohesin y es, por lotanto, rpidamente desafiado por los liderazgos alternativos. En segundo lugar, porqueson escasos los recursos que maneja. Como ya se indicara, buena parte de los recursosfinancieros del partido, que son de origen pblico, se distribuyen a las organizacionespartidarias provinciales. En trminos generales, los liderazgos ms fuertes se encuentranen las organizaciones provinciales. Carcter contingente y cambiante de los alineamientos intrapartidarios. Dado quelacompetenciaes,fundamentalmente,unacompetenciaporcargosynoporprogra-mas, las coaliciones internas se forman segn las expectativas de xito electoral que losaspirantes albergan y, a su vez, cambian de acuerdo con el nmero de votos obtenidos. Lascaractersticasqueacabamosdedescribirpuedenencontrarsemsomenosacentuadasenunpartidoqueenotro(Levitsky,2001).Lahistoriadecadaunodeellos,susmecanismosdesocializacin,latrayectoriaelectoral,etc.,puedenexplicaralgunas diferencias. Pero bsicamente comparten los rasgos sealados. Incluso, a la luzdeentrevistasrealizadas,losnuevospartidosrpidamenteadquierenestasmismascaractersticas. Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-183ANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS178IV. EL PARTIDO EN EL GOBIERNOLa lgica partidaria se traslada tambin a la esfera del gobierno siendo la arena par-lamentaria uno de los espacios donde se despliega con nitidez. La estructura de autori-dad de los bloques parlamentarios, la integracin de las comisiones, la tasa de reeleccindeloslegisladoresyelcuerpodeasesoresconstituyenmbitosdondeestopuedeserobservado. Veamos cada uno de ellos.Vista la fragmentacin interna que caracteriza a los partidos, uno de los principa-les desafos que de all resulta es el mantenimiento de la unidad. El esquema organiza-tivo destinado a cobijar a las autoridades del partido en el Congreso se convierte en uninstrumento al servicio de la bsqueda del equilibrio partidario. No sorprende, enton-ces, que dichos esquemas exhiban una singular elasticidad. En efecto, para hacer frenteacambiosenlasrelacionesdepoderinternas,lospartidosparlamentariosrecurrentanto al expediente de crear nuevos cargos, multiplicando, por ejemplo, el nmero devicepresidenciasdebloque,creandonuevassecretaras,designandosuplentesdondeantes haba solo titulares, como a disminuir su nmero. As, por ejemplo, en un momen-to dado un partido puede decidir crear 8 cargos para distribuirlos entre 16 miembros(enlosquelasvicepresidenciaspuedenllegaraser5ylassecretaras5)yenotromomento crear 13 cargos para 13 miembros. Asimismo, a algunos partidos les basta uncuerpo directivo de 13 miembros y otros precisan 32 (Mustapic, 2000: 586-588).La integracin de las comisiones es otro recurso de que disponen los legisladorespara atender las necesidades partidarias. La importancia que reviste la capacidad de dis-tribuir incentivos selectivos se pone aqu de manifiesto en el incremento del nmero decomisionesenlasCmaras.LaCmaradeDiputadoscomenzcon26comisionesen1983 para pasar a 45 en 2001; la Cmara de Senadores de 29 en 1983 pas a 47 en 2001. Teniendo en cuenta la baja tasa de reeleccin de los legisladores, como se ver enseguida, difcilmente el aumento en el nmero de comisiones responda, por ejemplo, alanecesidaddegenerarmayorexpertise yprofesionalizacin.Sibienexistenalgunasexcepciones,elcriterioquepresidelaintegracindelamayoradelascomisionesesfundamentalmentedistributivo,esdecir,estdirigidoasatisfacerlasdemandasporacceder a los recursos clientelares del Congreso que plantean las distintas lneas partida-rias. La organizacin descentralizada del proceso legislativo que supone una estructurade comisiones es as funcional a las necesidades de los partidos en cuanto organizacin. En lo que respecta a la tasa de reeleccin de los diputados es, en trminos compa-rativos,decididamentebaja.Enpromedio,entre1985y1997sloel16,6%delosdiputados fueron reelectos en forma inmediata. Esa cifra contrasta, por ejemplo, conlos casos de Brasil cuyo porcentaje de reeleccin es alrededor del 43%, Chile, 59% yEstados Unidos, 83% (Jones, Saiegh, Spiller y Tomasssi, 2000). ste es otro fenmenoque se puede explicar por la necesidad de los partidos de distribuir incentivos selecti-vos.Recurdesequeloslderesdebencompensaramuchoscolaboradores.Sinohubierarotacinenloscargoselectivos,losrelegadosenelrepartotendranrazonespara alejarse del partido. En cambio, la expectativa de poder ocupar algn cargo en elANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-183179futuro es un acicate para seguir participando. Por consiguiente, es parte de una reglano escrita en los partidos, que todos tendrn su turno. La no reeleccin es funcional,en este caso, a la necesidad de supervivencia de los partidos, en detrimento, por ejem-plo, del desarrollo de expertise en el Congreso. Estaprimacadelapolticapartidaria,queelttulodeltrabajodeM.Jones,S.Saiegh y M. Tomassi (2000) captura muy bien, Legisladores amateurs-polticos profesio-nales, se refleja tambin en el personal empleado en las legislaturas. Es sabido que elnmero de empleados, ya sea en la legislatura nacional o en las legislaturas provincia-les,esdecididamenteexagerado.EsunclsicomencionarquelaBibliotecadelCon-gresodelaNacincuentacon1.200empleadosoqueelgastodelalegislaturaenlaprovincia de Formosa en el 2001 represent el 8,46% de su presupuesto. Es vox popu-li, tambin, que muchos de estos cargos se cubren con parientes y amigos. Se trata deunamuestramsdemecanismosdecreacinymantenimientodeclientelaspolticasque tambin est presente en el cuerpo de asesores. En el Congreso nacional, por ejemplo, se reconocen tres categoras de asesores: elasesor privado, que cumple funciones a las rdenes de un legislador, el asesor de blo-que,queestalserviciodelpartido,yelasesordecomisin.Enuntrabajosobreelperfil educativo de los legisladores, Andrea Gastrn (2001) seala que el nivel educati-vo del cuerpo de asesores es menor al de los diputados y senadores a los que supuesta-mente debe asistir en su tarea legislativa. Mientras que el perfil promedio de diputadosy senadores se identifica con el nivel universitario incompleto, en el caso de los aseso-res de diputados alcanza el nivel secundario y en el de senadores, el nivel terciario. Hayque agregar, adems, que la suerte de este cuerpo de asesores est ligada a la fortunapolticadeloslegisladores:losasesoresprivadosterminansusactividadescuandoellegislador concluye su mandato, los asesores de bloque cuando el nmero de integran-tes del bloque disminuye y los asesores de comisin cuando las autoridades de la comi-sin finalizan su mandato. De todos modos, no est claro que estas reglas se cumplandebidamente,yloquesucedeesquemuchosconservanelcargosincumplirconlasfunciones,dandonacimientoaunacategoraqueenlajergalocalseconocecomooquis, slo aparecen a fin de mes para cobrar. IV. CONCLUSIONESSe ha querido mostrar que el sistema de partidos y el tipo de organizacin y fun-cionamientodelospartidos,talcualoperanhoyenda,contribuyenalacrisisderepresentacinargentinaalolargodeladoblerelacinpartido-sociedadypartido-gobierno.Adicionalmente,elanlisisrealizadosugierealgunasreflexionesporciertoparadjicas desde la perspectiva de las cuestiones que dominan los debates contempo-rneos sobre la clase poltica. Una primera de ellas concierne a quienes critican la situa-cinactualyproponennuevosmecanismosparapromoverelmayoracercamientoentre representantes y representados. Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-183ANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS180A la luz de lo que hemos visto, los principales partidos poseen una fuerte presenciaterritorial, dirase capilar, y, adems, sus diversas subunidades son relativamente autno-mas entre s. Estas dos caractersticas deberan generar un contacto ms estrecho de lospartidos con sus bases, facilitando una mayor familiarizacin de los responsables polti-cos con los problemas de los ciudadanos del territorio sobre el que actan. El debilita-miento del vnculo de representacin al ser provocado por la distancia entre represen-tante y representado no constituira aqu un problema. Sucede, sin embargo, que esteesquema,trasladadoalafuncindegobierno,producetendenciascentrfugasyconellas un exceso de jugadores con poder de veto. Los partidos pasan a ser confederacio-nes, coordinadoras de comarca que dificultan la cohesin de los liderazgos naciona-les e inciden, por lo tanto, en su capacidad de decisin una vez en el gobierno. En otraspalabras, afectan a la gestin eficiente de los intereses sociales que representan.Hay otra consecuencia de este estrecho contacto del poltico con la base de apoyo,el clientelismo. ste es, sin duda, un rasgo que afecta a la decisin e implementacin delas polticas pues conspira contra la existencia de suficiente personal idneo en el apa-ratoestatalparallevarlasadelante.Esundatobienconocidoqueladistribucindemuchos de los cargos en el vrtice del gobierno no se cubren por criterios de idoneidadsino por el trabajo electoral desarrollado o para mantener el equilibrio entre las lneasinternas de los partidos.Tambin este anlisis tiene algo que decir para aquellos argumentos que critican laas llamada lista sbana. Con este trmino se alude al hecho de que la boleta electoralcontiene numerosos candidatos sobre los que resulta imposible tener informacin. Loselectores tienen, adems, que atenerse a lo que les ofrecen los partidos que monopoli-zan la confeccin de la lista. En verdad, la crtica a la lista sbana parte de una generali-zacin que no se sostiene empricamente. ste es un problema que afecta a lo sumo ados distritos en el pas, la provincia de Buenos Aires, donde se eligen 35 legisladores, yla Ciudad de Buenos Aires, con 12 legisladores. Los 22 distritos restantes envan menoslegisladores lo cual no se compadece con las dificultades asociadas a la lista sbana. Mscriticable es lo que esta perspectiva parece suponer, que los nicos que gobiernan sonlos diputados, que su forma de eleccin es responsable del problema de representacin.Ocurre que se pasa por alto el papel de los senadores cuyas atribuciones son prctica-mente iguales a las de los diputados. A partir de la reforma constitucional de 1994, lossenadores son elegidos en forma directa y son tres por provincia6. En este caso la perso-nalizacin del voto resulta clarsima. Y es precisamente aqu donde no deberan preva-lecer los supuestos efectos negativos de la lista sbana y donde se encuentra uno de losproblemas claves de la representacin en Argentina, producto de la desproporcionali-dad del sistema electoral nacional y de los sistemas electorales provinciales.Finalmente, los resultados de este anlisis tambin son paradjicos respecto de lademocraciainternaenlospartidos.DemsestdecirquelademocraciainternaesANA MARA MUSTAPICARGENTINA: LA CRISIS DE REPRESENTACIN Y LOS PARTIDOS POLTICOS Ediciones Universidad de Salamanca Amrica Latina Hoy, 32, 2002, pp. 163-1831816. Dehecho,dadoelsistemaelectoralimplementado,mayoritariodelistaincompleta,cadaciudadano vota slo por dos senadores. valiosa. Sin embargo, la frecuencia con la que ocurren las elecciones est lejos de traeraparejados slo efectos positivos. Recurdese lo dicho a propsito de la manipulacinde las afiliaciones. De hecho, la prctica de la democracia interna desemboca la mayo-radelasveceseninternismo,estoes,enpolticoscuyasenergassevuelcanbsica-mente en la supervivencia dentro de las jerarquas partidarias. La gestin de gobiernono es debidamente atendida y esto se agrava porque la competencia interna no respon-de a lneas ideolgicas. No existen, por ende, incentivos para elaborar polticas estoquedaenmanosdeloscandidatospresidencialesysusequipospersonalesysparadispersar esfuerzos en la busca de una mejor posicin en la organizacin partidaria. Deeste modo, las demandas sociales pasan naturalmente a un segundo plano en la agendade los polticos. stos son factores que llevan a que la clase poltica deje de ser vista como demo-crtica, no porque no haya sido elegida democrticamente, sino porque a la hora delejercicio de la representacin, el demos, es decir la ciudadana, no figura en el centro desus preocupaciones. V. 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