Análisis del libro "El trasluz" de María Cristina Ramos, por Alejandra Moglia

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1 ANÁLISIS DE “EL TRASLUZ, DE MARÍA CRISTINA RAMOS Alejandra Moglia En el presente trabajo se analizará “El trasluz” de María Cristina Ramos, novela que aborda desde una mirada estética y especialmente poética el amor con todas sus implicancias, complejidades, abismos e incertezas. Pero también incursiona en la soledad, la ausencia, la espera, la memoria, la identidad individual y colectiva y la solidaridad. Paratextos Siguiendo a Gemma Lluch 1 los paratextos tienen como finalidad dar a conocer el libro a los dos tipos de público: el que lee y el que recomienda con informaciones dirigidas a la venta o al trabajo en el aula”. En cuanto a los paratextos más visibles, la portada presenta el título del libro, el nombre de la autora y el título y anagrama de la colección. Está ocupada en forma total por la fotografía de una Santa Rita roja florecida, tomada de tal forma que algunas partes se ven con claridad y otras borrosas, destacándose luces y sombras. La portada posterior incluye la sinopsis, una breve biografía de la autora, y una de sus partes está ocupada por otra foto de la Santa Rita. También se incluye la autoría de la foto. El lomo nos brinda información sobre el título, el autor, la editorial y la edad a la que está dirigida la novela. La novela El trasluz de María Cristina Ramos ha sido publicada por la editorial SM dentro de su colección Gran Angular. La edad sugerida por la editorial es “a partir de 15 años”. En relación a los paratextos dentro del libro, el título nos sugiere que esa historia que estamos por develar con nuestra lectura se realizará al trasluz de algo que nos hará bucear entre luces, reflejos y sombras. Unido a la fotografía de la portada nos hace sospechar que quizá nos asomaremos a la historia al trasluz de un deseo que parece imposible. Los títulos de los capítulos nos adelantan algunas características centrales sobre las cuales versa cada uno de ellos, muchas veces en sentido metafórico o alegórico. A modo de ejemplo cito los siguientes: El viento, Hilos y años, Los helechos, Al fondo de los ojos de Etelinda, La casa, Estrellas. Una dedicatoria aporta indicios sobre los protagonistas de la obra. “A los que se quedaron solos, alguna vez. A los que inventaron pasos y sueños para atravesar la realidad” 1 Lluch, Gemma. Cómo analizamos relatos infantiles y juveniles. Bogotá: Norma, 2004.

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ANÁLISIS DE “EL TRASLUZ”, DE MARÍA CRISTINA RAMOS

Alejandra Moglia

En el presente trabajo se analizará “El trasluz” de María Cristina Ramos, novela que aborda desde una mirada estética y especialmente poética el amor con todas sus implicancias, complejidades, abismos e incertezas. Pero también incursiona en la soledad, la ausencia, la espera, la memoria, la identidad individual y colectiva y la solidaridad.

Paratextos

Siguiendo a Gemma Lluch1 “los paratextos tienen como finalidad dar a conocer el libro a los dos tipos de público: el que lee y el que recomienda con informaciones dirigidas a la venta o al trabajo en el aula”.

En cuanto a los paratextos más visibles, la portada presenta el título del libro, el nombre de la autora y el título y anagrama de la colección. Está ocupada en forma total por la fotografía de una Santa Rita roja florecida, tomada de tal forma que algunas partes se ven con claridad y otras borrosas, destacándose luces y sombras.

La portada posterior incluye la sinopsis, una breve biografía de la autora, y una de sus partes está ocupada por otra foto de la Santa Rita. También se incluye la autoría de la foto.

El lomo nos brinda información sobre el título, el autor, la editorial y la edad a la que está dirigida la novela.

La novela El trasluz de María Cristina Ramos ha sido publicada por la editorial SM dentro de su colección Gran Angular. La edad sugerida por la editorial es “a partir de 15 años”.

En relación a los paratextos dentro del libro, el título nos sugiere que esa historia que estamos por develar con nuestra lectura se realizará al trasluz de algo que nos hará bucear entre luces, reflejos y sombras. Unido a la fotografía de la portada nos hace sospechar que quizá nos asomaremos a la historia al trasluz de un deseo que parece imposible.

Los títulos de los capítulos nos adelantan algunas características centrales sobre las cuales versa cada uno de ellos, muchas veces en sentido metafórico o alegórico. A modo de ejemplo cito los siguientes: El viento, Hilos y años, Los helechos, Al fondo de los ojos de Etelinda, La casa, Estrellas.

Una dedicatoria aporta indicios sobre los protagonistas de la obra.

“A los que se quedaron solos, alguna vez.

A los que inventaron pasos y sueños para atravesar la realidad”

1 Lluch, Gemma. Cómo analizamos relatos infantiles y juveniles. Bogotá: Norma, 2004.

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Estructura de la novela

Se trata de una novela realista organizada en 28 capítulos cuyo texto se fundamenta en dos historias centrales unidas entre sí y que forman parte de una única historia circular: la historia de amor entre dos jóvenes llamados Matías y Marinés, y la de un amor tardío que protagonizan Emilia y Asdrúbal.

Hay un narrador en tercera persona que en el primer capítulo se refiere a un desastre natural a causa del viento ocurrido en el pueblo de Tres Esquinas y nos presenta a Matías y, también, de manera muy concisa, a Emilia. Espacialmente ubica los sucesos en dicho pueblo en el cual la naturaleza puede barrer de un momento a otro la vida y los sueños cotidianos de sus habitantes y nos acerca a sus creencias y supersticiones.

Sin embargo, a partir del capítulo 2 hasta el último, las escenas de la novela se desarrollan en el pueblo de Río Errante. El narrador nos ubica de manera inmediata en ese otro pueblo que, al igual que Tres Esquinas, puede ser asolado por los desastres naturales.

Aún cuando hace referencia a sucesos que ya pasaron, el tiempo de inicio de la novela es contemporáneo al lector. La evocación de Matías sobre su infancia, cuando Río Errante fue cubierto por las cenizas de un volcán en erupción tiene correlación con la erupción del volcán Copahue en los inicios del siglo XXI que cubrió de cenizas y afectó la vida social y económica de algunos pueblos y ciudades de la Patagonia, especialmente de Neuquén.

El tratamiento del tiempo se da a través de un ordenamiento subjetivo en el cual el narrador, a medida que se suceden los primeros capítulos, focaliza en Matías quien evoca su infancia y la vida junto a su tía Emilia en Río Errante. Los recuerdos recorren la vida del joven y el lector conocerá las dos historias de amor sobre las que se fundamenta el texto.

En los primeros capítulos, el narrador se vale de recursos para recordarle al lector que es Matías quien evoca. También nos recuerda que él se encuentra en el pueblo de Tres Esquinas con su cosecha de damascos devastada por el viento que le recuerda su propia vida.

Avanzando en los capítulos siguientes y hasta el final de la novela, el narrador focaliza en otros personajes, adentrándose en sus recuerdos y también circunstancias que les suceden. La vida de los personajes y sus aflicciones y deseos se van conociendo no sólo por la voz de éste sino también por las voces de ellos quienes a través de sus diálogos acercan al lector a sus mundos íntimos y colectivos.

Matías y Marinés: el amor de juventud

Matías Moreno no conoce el pasado de su tía pero escuchando los sueños de ella mientras duerme intenta recuperar fragmentos de su juventud perdida en la bruma.

Es un joven solitario y reservado y también es solidario y trabajador. Le cuesta expresar sus sentimientos y encontrar la figura paterna de un hombre en quien confiar. De chico la tuvo en el maestro quien le enseñó sobre plantas y huertas. Finalmente, la encuentra en Asdrúbal Santibáñez.

“Tuvieron que pasar algunos años más para encontrar a alguien con quien hablar como el maestro. Hablar de lo que va surgiendo, lo de todos los días, pero encontrando en la charla espacios para confiarse cosas. Por eso fue bueno conocer a Santibáñez”. (p. 18)

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Matías no posee información sobre sus padres ni tiene recuerdos de ellos. El narrador brinda escasa información al respecto pero hace suponer que quizá los padres de Matías hayan muerto por el accionar brutal de la policía. En este sentido, la autora se hace voz de quienes sufren las injusticias y abusos en manos del poder.

“Santibáñez le respetó el silencio porque lo asaltó un recuerdo. Lo sucedido en un pueblo cercano cuando dos familias, Moreno y Rovira, o Rovera, tal vez, tuvieron pleito por unos animales. El pleito llegó a riña y la riña dio paso a la policía, que llegó matando y se fue arreando a los animales, mientras la tierra se bebía la sangre de dos familias. Santibáñez recordó comentarios y lamentos y una tumba sin nombres, Moreno, Morenito, pensó, sin dejar traslucir ningún gesto y manteniendo la mirada del muchacho” (p. 20, capítulo 3)

Matías recuerda al trasluz de su memoria que presenta abismos y pasadizos oscuros. De la misma forma, el narrador recorre la historia al trasluz de esos recuerdos.

Como se señaló anteriormente, el narrador focaliza luego en las evocaciones de otros personajes contando circunstancias que el propio Matías desconoce.

Quizá Matías haya buscado en los sueños de juventud de su tía un pasado de sí mismo que ignora. En este sentido el recuerdo de Asdrúbal sobre la matanza de las dos familias por causa del abuso policial más lo contado por el narrador en relación a los recuerdos de Emilia son reveladores.

“Se inventó como tía, buscó en los laberintos de su memoria de niña las voces más queridas de los hombres y mujeres de su casa. Inclinaba la cabeza hacia el pasado y trataba de escuchar qué hubieran dicho en tal situación los grandes que la habían querido. Fue en ese tiempo en que más necesitó de Asdrúbal, lo necesitó desesperadamente para que le ayudara a querer a ese chico que crecía a pesar de todo, que se iba haciendo grande, asomándose al mundo. Qué se podía hacer para protegerlo, qué hacer con la idea de no poder protegerlo, quién podría escucharla desde el más allá para darle una manito. Era entonces cuando los invocaba, padres de mi Matías, mis desconocidos que estarán en algún sitio, se los encomiendo; hice lo que pude, hubiera querido saber más, ponerle más suerte en las manos. (p. 143, capítulo 28)

Otro personaje clave en la historia es Marinés, una jovencita que vive junto a sus padres en el linde de Río Errante y se especializa en plantas y floraciones.

Marinés es una chica vital y alegre, más abierta a expresarse que Matías. Sin embargo, el mismo narrador se refiere a su hondura y a un aura de misterio, y nos adelanta una espera no dormida.

“Marinés era una chica de gesto altivo y mirada honda que se parecía a algo que Matías no conocía. Le encontraba la misma aura de misterio que tenían las estatuas en la plaza con su gastada pátina de peltre.

Esas estatuas habían llegado al pueblo en el tiempo de las inundaciones junto con la campaña que ahora coronaba la torre de la iglesia.

Ella tenía ese mismo aire de espera, de no olvidado exilio” (p. 30, capítulo 5, Cruzar el puente)

Los jóvenes se enamoran e inician una relación que los llena de ternura, sensualidad, deseo, esperanza pero por cuestiones que se van sucediendo ésta termina

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abrumándolos y llevándolos por abismos de inseguridad, incomunicación y ausencia que termina con su relación y la partida de Matías al pueblo de Tres Esquinas.

Emilia y Asdrúbal: el amor tardío

Emilia es una mujer sola, noble e íntegra que vive con Matías desde que decidió hacerse cargo de él. Muchas noches sueña en voz alta y sus sueños anticipan algunos sucesos; también cuentan historias veladas sobre su juventud y su gran amor Asdrúbal anclado en el pasado.

“- A veces hablo de noche –le había advertido-. Me dijeron una vez que es el corazón que no se me duerme”. (p. 9, capítulo 2, Vivir en Río Errante)

Los sueños de Emilia se conocen a través del narrador pero hay otros en donde éste cede su palabra a la voz que sueña. Esos momentos en los que Emilia habla a través del sueño presentan un cambio en la tipografía que se presenta en cursiva.

“Esta es la calle de él, su esquina. Aquí voy, cae la lluvia violeta de los paraísos. No saldrá a la vidriera, no podrá asomarse ni toser ni silbar porque ahora ya no está”. (p. 23, capítulo 4. Los sueños)

El narrador también nos adentra en el otro universo de Emilia Jerez quien no sólo construye un mundo paralelo a través de sus sueños sino también a través de bordados y tejidos que parecen quedar suspendidos en el tiempo y la espera interminable. A ellos les confía sus secretos.

“El mantel tenía casi una mitad sin bordar y seguramente iba a ser necesario retocar el dibujo de base para saber adónde apoyar las puntadas y quizá delimitarlo al crochet con una puntilla de hilo perlé. Delimitarlo para evitar que siguiera creciendo como ahora y reclamara su espacio de horizonte verdadero, y lluvias naturales, y las estrellas que el cielo desprende en las noches heladas”. (p. 15, capítulo 4. Los sueños).

Asdrúbal Santibáñez es un hombre solitario y reservado que añora su gran amor de juventud al que por años le envió la misma carta sin que ésta llegue a destino.

Vuelve al pueblo como forastero y lo único que conserva de su padre es un libro de leyendas árabes y chinas, japonesas y persas. Desde su juventud le contaba a Emilia esas leyendas y al contarle una de ellas a Matías el siente la sensación que está escuchando un sueño de su tía.

“El mate estaba por sucumbir a tanto aire sin palabras cuando una pareja de calandrias comenzó su diálogo nupcial en la cumbre del algarrobo. Entonces Santibáñez contó la historia de la isla que había emigrado junto a los pájaros, para no convertirse en témpano. Historia extraña, leyenda seguramente, que le hizo recordar la sensación de los sueños de Emilia”. (p.32, capítulo 5, Cruzar el puente).

Le costaba echar raíces en un lugar, aún deseando estar con Emilia siempre decidió partir y no pudo conformar la familia que soñaba. Vuelve al pueblo con la misma carta de años que esta vez llega a destino. Emilia y Asdrúbal se reencuentran a mitad de la vida y deciden construir la casa soñada y vivir juntos.

A medida que Emilia y Asdrúbal van uniendo sus caminos para hacerlo uno, Matías y Marinés van tomando caminos diferentes aunque traspasados por el amor que les duele, quedando un final abierto y circular.

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Etelinda

El narrador también acerca al lector a los mundos internos de otros personajes muy importantes dentro de la historia como Etelinda Rosales, quien quedó sola a los cuatro años cuando su familia la abandonó. La rescató su tío abuelo pero en ella el tiempo se frenó para siempre. Etelinda sólo ve nevar como aquel día en que vio a su familia partir para nunca más volver.

“ ‘Es mentira que nieva, Etelinda Rosales’, le gritaban a veces los chicos. Pero Etelinda Rosales miraba nevar. Aún con los ojos sostenidos en la anchura del aire soleado de afuera, quietecita en su silla de totora, flotando en su propio tiempo, miraba nevar. Había crecido al amparo de los parrales de su tío abuelo, quien la rescatara de una casa semiderruida donde la habían abandonado. Desde entonces, el tiempo se había dado para vivir y también para quedarse, de cuando en cuando, detenida en el aire de la nieve que fondeaba en el centro de su corazón. La misma que caía cuando a los cuatro años vio salir de la casa uno por uno a los de su familia, buscando el camino de algo que fueron a buscar el día en que se olvidaron de ella. (p. 13, capítulo 2, Vivir en Río Errante).

Con más de 60 años volvió a quedar olvidada porque ninguno de los suyos permaneció en el pueblo.

La autora, a través del narrador, conmueve profundamente con la historia de vida de Etelinda. Si bien hay referencias en toda la novela sobre su situación, hay un capítulo que versa sobre ella titulado “Al fondo de los ojos de Etelinda”. María Cristina Ramos ha poetizado la tragedia que traspasa y cala hondo en el alma del lector al punto de sentir el dolor transformado en belleza, en palabra que es arte, sentir en la propia piel el frío de la nieve del desamparo, permitirse mirar en otros ojos abandonados, tantos que habitan el mundo y darles voz.

“Ruido de cielos que se rompen y no hay nadie. Y el apuro del viento que trae la tormenta. Desde la tormenta se suelta el galope. Una nube espesa y sedosa avanza y apaga la ventana. Deja pasar un sol lento que se espera en las orillas de las sombras fantasmas. Un pájaro que repite su piar en un árbol vecino, llama y llama. La ventana se cierra con un golpe, con dos, con los que el viento quiere. Lejos ladran los perros. Tanta sed. Y un dolor extraño en el pecho y en el estómago. La garganta raspa cuando el aire del llanto pasa y se hace nada y nada en un silencio sin gente. Las manos sienten un frío grande como la casa y nadie viene. El frío se va haciendo hormiga y se escapa por los dedos; sube por la grieta de la pared y se queda colgando como un péndulo de hielo en el borde de la canaleta en que termina el techo.

El galope, más cerca. En el patio, el parral, como otro mundo. Hubiera sido bueno ser pájaro para volar hasta él. Alcanzar las uvas que se han añejado de nada más estar esperando alguna mano. Las uvas para el hambre, para la sed. Pero mejor no salir. Estar adentro es como estar con alguien; conocer la mesa, las sillas y el banquito de totora es pertenecer a un mundo donde también hay otros. Ya van a venir. El aire helado cuartea la piel de la cara, se hace silbido en las rendijas de madera muerta. Después nada, nadie. Y la nieve. Verla caer tumultuosamente en silencio. Caer para siempre con total libertad, casi en juego, espuma sobre el aire, agua abrazada en capullo, liviandad casi feliz del otro lado de la ventana abandonada. Y el galope, el galope, en la pequeña soledad del pecho.

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Fondo de nieve cayendo en los años de los ojos sin fondo, Etelinda mira y ve lo que viera en el día aciago de su infancia y no ve llegar a la joven desconocida que la mira. Una mujer envuelta en un abrigo gris, que la saluda y se sienta a su lado, callada y mirando.” (p. 86, capítulo 16, Al fondo de los ojos de Etelinda).

A pesar de su situación, gracias a la ayuda sus vecinos Etelinda se verá dignificada. Poco a poco ella podrá cruzar también el puente hacia los otros que le tendieron la mano y el cariño desde que era una niñita.

El universo privado y social de los personajes. Postura ideológica

El narrador se extiende en las creencias y supersticiones del pueblo con respecto a los fenómenos naturales y otros hechos de la vida cotidiana que se suceden en Río Errante y las lecturas que de ellos hacen los habitantes desde sus propios lugares y decires que sostienen y refuerzan su identidad colectiva.

Desde la perspectiva de la autora, el narrador rescata las voces de una comunidad en la que prima la solidaridad, el bien común junto a los sueños individuales, el colectivo que remarca su identidad. Desde la ficción, la novela es representativa de comunidades de la Patagonia, de los pueblos alejados de las grandes ciudades y muy especialmente de Buenos Aires que se asientan en un territorio en el cual la naturaleza deslumbrante puede bendecirlos pero también ser impiadosa.

En palabras de Lidia Blanco2 quien ha analizado la producción narrativa de la autora, “las historias están contenidas dentro de un marco ético en el que se apuesta a la afectividad y la solidaridad planteadas como puerta de salida a un mundo diferente en el que es posible la comunicación auténtica y la construcción de una felicidad sin artilugios ni sofisticaciones. Esta mirada de la autora define rasgos ideológicos que adquieren mayor significatividad en un contexto social contemporáneo poco estimulante para la edificación de una vida feliz. En estos textos la infelicidad es producto de la intolerancia y se resuelve en finales que implican un trabajo por parte de los personajes para modificar el entorno o modificarse ellos mismos para resolver los conflictos. El derecho a un mundo mejor aparece como natural: todos los seres humanos cualquiera sea su condición social, su etnia, su historia, merecen alcanzar sus sueños, sus objetivos”.

Lidia Blanco sostiene que a través del habla popular, las supersticiones y la manera particular de relacionarse de la gente se conforma “la Argentina secreta, la que no mostramos o no queremos conocer, con su gente, sus decires, sus limitaciones, sus sueños”. Para más adelante agregar que “muestra una realidad de seres humanos desprotegidos cuyas vidas transcurren muy lejos de la gran Revolución Tecnológica que venden los medios de comunicación”.

Es de destacar la referencia a una planta que tiene protagonismo dentro de la historia y es la Santa Rita. Los modos lingüísticos y las formas discursivas de expresión de los personajes van modelando un escenario de una comunidad unida por sus creencias populares, supersticiones y tradiciones.

“Es sensible a la palabra amistosa de quien la cría y puede inhibir su crecimiento cerca de seres de mala índole, había dicho Marinés.” (p. 29, capítulo 5, Cruzar el puente)

2 Blanco, Lidia. “María Cristina Ramos: una escritura a favor de la infancia”. En: La Mancha N°

13, Buenos Aires, noviembre de 2000.

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La Santa Rita es una planta que hereda de la santa que lleva su mismo nombre la capacidad de cumplir deseos y sueños imposibles. Los protagonistas están aferrados a esta creencia popular, muy especialmente Emilia.

“-¿Qué día trajiste la Santa Rita, Matías?

-Hace casi una semana, tía, ¿por qué la pregunta?

-No sé, estoy haciendo memoria. ¿Sabías que lleva el nombre de la santa de los imposibles?

-¿Ah, sí?

-Cuando se la riega, hay que ir dejándole caer los deseos.

-¿Escritos?

-No, los deseos envueltos en la voz de uno; como en secreto hay que ir contándoselos a la planta, para que lleguen con el agua.” (p. 34, capítulo 6, Hablar con las piedras).

Por otra parte, en sus casas la Santa Rita está plantada junto a la entrada. Comprendemos entonces que la fotografía de la portada tiene estrecha relación los personajes de la novela quienes remarcan su identidad por medio del lenguaje atravesado por la memoria y sus creencias, y también por sus sueños más profundos.

Los personajes tienen sus tiempos, su propia identidad, su manera silenciosa y amorosa de relacionarse con los vecinos y el medio natural que les rodea. Los protagonistas están unidos y marcados por la soledad y el silencio y atravesados por el amor.

Dice Fromm3 que “la necesidad más profunda del hombre es, entonces, la necesidad de superar su separatidad, de abandonar la prisión de su soledad. El fracaso absoluto en el logro de tal finalidad significa la locura, porque el pánico del aislamiento total sólo puede vencerse por medio de un retraimiento tan radical del mundo exterior que el sentimiento de separación se desvanece –porque el mundo exterior, del cual está separado, ha desaparecido-.”

Es el amor, con sus luces, sombras, abismos, tormentas quien los salva y aún Etelinda detenida en el tiempo de su infancia abandonada encuentra en sus vecinos la contención y la dignidad.

La imposibilidad de hablar de sus sentimientos ha sido determinante en las angustias que los aquejan. Sin embargo, a pesar del silencio y de la soledad, ellos construyen el presente al trasluz de la memoria, memoria que es laberinto, luz y sombra, cima y abismo y sobre todo puente que atraviesa el tiempo y el espacio.

El pasado es un lugar para buscar raíces, encontrarse, comprender, recomenzar pero no para quedarse como lo hizo Etelinda. Por ello en toda la novela los protagonistas hablan de puentes: puentes sobre el mar para llegar al otro lado del mundo, puentes que atraviesan los sueños hacia la realidad mientras se va bordando y tejiendo la vida como lo ha hecho Emilia quien a pesar de los años de soledad y ausencia, de su necesidad de mar, sueña, florece y construye puentes imposibles hacia el amor que finalmente llega para quedarse definitivamente en su vida.

3 Fromm, Erich. El arte de amar: una investigación sobre la naturaleza del amor. Buenos Aires, Paidós,

s.f.

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Por diferentes circunstancias ellos han sufrido los avatares de la ausencia y de la vida misma, tienen un mundo interior muy rico y hondo pero les cuesta expresar sus sentimientos. En su universo público se comunican por cuestiones relativas al pueblo, se organizan frente a las catástrofes naturales y problemas que los aquejan para darles solución, se solidarizan con los vecinos que sufren pero no hablan de sí mismos, no cuentan sus sentimientos más íntimos, son reservados y tampoco hacen preguntas.

Merece hacer referencia la creación del vivero “La Selva” por parte de Matías. El narrador nos sitúa en la víspera de la inauguración y a través suyo la autora pone de manifiesto la desidia e irresponsabilidad de muchos funcionarios.

La tercera nota también se perdió, por lo que Matías eligió el mejor helecho serrucho, lo encanutó en papel de regalo, le agregó un moño amarillo estampado en pequeños corazones y partió rumbo al municipio. (…)

La autoridad, complacida por la actitud correcta y generosa del contribuyente que se asomaba detrás del helecho realizó anotaciones estratégicas y coincidió antes del séptimo café que sus subordinados le acercaran el formulario correspondiente. Estampó la firma llena de lazos y alborotada como un crisantemo, pidió que lo sellaran y se lo entregó en mano. Matías dio las gracias con sobriedad y le recordó la fecha de inauguración en la que seguramente contaría con su presencia. Dicho esto dio media vuelta y se fue por donde había venido, abrazado a su helecho y seguido por los ojos decepcionados de la autoridad y la mirada sorprendida de los empleados municipales”. (p. 43, capítulo 7, La Selva)

Lugar de los jóvenes en la sociedad

Marinés y Matías siendo tan jóvenes no son ajenos a esa manera de ser de la gente del pueblo. Están fuera de la concepción estereotipada que los medios hacen de los adolescentes y los jóvenes pero no están ajenos a la violencia que muchos chicos sufren, tal como lo demuestra ese fragmento en el que se evoca la matanza que hizo la policía.

Ellos comparten con el resto de los jóvenes la vulnerabilidad, el deseo de afirmarse como personas independientes y libres, la sensualidad en el amor vivido con frescura e intensidad pero también con angustia e inseguridades que muchas veces los dejan sin saber qué decir o hacer.

“Entonces voló la mariposa, grande y gris sobre las matas, alrededor de ellos, hasta posarse y enredarse en el pelo de Marinés.

¡Ay! –dijo ella.

¡Ay! –dijo él.

Y cómo hacer para desenredarla sin hacerle daño, a ella, a la mariposa.

-Dejame a mí- dijo él. Ay, tan cerca la mariposa, el pelo, el perfume, el aleteo de la liberación.

-Ya está – dijo él

-¡Qué bien! –dijo ella. Y no pensaba en la mariposa.” (p. 29, capítulo 5, Cruzar el puente)

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Lenguaje poetizado y alegórico

A través de la construcción de un lenguaje enriquecido con metáforas la autora es hacedora de un texto poético que conmueve y envuelve al lector con la caricia de la palabra que se hace música.

Toda la novela está atravesada por alegorías sobre el amor y la vida misma: puentes hacia lo imposible que atraviesan realidades, los bordados y tejidos de quien hila su propia vida y la de los que ama, el florecer de los helechos, el tiempo en que Emilia duerme sin soñar y casi sin signos vitales luego de que Asdrúbal le declarara su amor, la vida misma vista al trasluz de la memoria.

El amor no es un camino llano y sin obstáculos, hay que transitarlo, inventar puentes, cruzarlos pero también hay que cuidarlo siendo un brote tierno, regarlo amorosamente para que florezca.

“Él hablaba de construir un puente tan largo como el océano para poder llegar caminando al otro lado del mundo, donde los hombres leen el destino en el vuelo de los pájaros, y escriben sus deseos en papeles que arrojan al bronce fundido de las campanas.

Ella estaba entonces dispuesta a cosas absolutas, como caminar sobre los tramos del puente, fresco todavía mientras seguían conversando, mientras los peces voladores saltaban irisando la luz y Asdrúbal proyectaba trayectos levadizos para que pudieran pasar los barcos sin rozar las puntalerías de sus palos mayores. (p.50, capítulo 8, Puente sobre el mar)

El narrador no sólo nos cuenta sobre aquello que los personajes piensan y sienten sino que también nos acerca el sentir de los helechos, testigos del amor entre Asdrúbal y Emilia. A través de su sentir el lector tendrá acceso a un lenguaje lírico que revela el mundo íntimo de estos dos protagonistas.

“Alguien está entrando y retirándose en esta atmósfera celeste, sienten los helechos. Y alguien más cruza con voces y suspiros el primer oleaje de sombra que nos llega. Ella tiene puestos los colores del sueño en muy pocas palabras. Él, en cambio, rezuma la trasparencia de ansiedades y preguntas, es un caudal que busca y no encuentra sitio. Debiera tender sus hojas tensas hacia la poca luz que queda. Debe ser alguien sin ventanas. Está presente y tiene la voz gastada de haberse ido. Pero ella tiene un miedo que viene moviendo los brazos desde hace mucho tiempo. Fue trasplantada varias veces y de algunas no se recuperó. Sus raíces se fueron haciendo débiles y perdieron la voluntad de abrirse paso en una nueva tierra. Ella se mece tímida sin mudar de lugar. Está definitivamente abrazada a su espacio y ya no podrán moverla. Quiera el cielo que no haya tempestad. Quiera que le sean propicios el viento y las manos cercanas, piensan los helechos”. (p. 66, capítulo 11 , Los helechos)

En relación a la poesía de la autora, Raúl Tamargo4 ha señalado que “como ocurre con los buenos discos, con la poesía de María Cristina Ramos lo mejor comienza al rato. Es decir; dejar que la lectura avance, que los sonidos vayan adueñándose de esa caja de

4 Tamargo, Raúl: “La obra poética infantil de María Cristina Ramos”, en Imaginaria, núm. 175, 1 de marzo de 2006. Disponible en: http://www.imaginaria.com.ar/17/5/recomendados.htm

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resonancia en la que se transforma el lector, resultan operaciones imprescindibles para ingresar en todo un universo poético que abarca seis libros pero que pueden leerse como uno solo.” De esta misma forma descrita por Tamargo entramos a su universo narrativo en donde los sonidos poéticos de la prosa nos transforman.

Conclusiones finales

El trasluz aborda como tema central el amor y lo hace desde una postura ideológica que se aparta de la concepción frivolizada que predomina en los medios de comunicación masivos, concepción que intenta imponerse no sólo en el mundo de los adolescentes sino también en el mundo de los adultos, principalmente de quienes habitan en las grandes ciudades en donde se ha perdido la palabra. Actualmente, incluso somos testigos del bochornoso accionar de los medios en los cuales la palabra es devastada y atropellada por el insulto, la agresión y la mentira permanentes.

Dice María Cristina Ramos5: “¿Quién sigue hilando el hilo que nos permite salir de la niebla hacia el mundo sostenido por la palabra? ¿Quién toma por un momento el derecho a la voz y el contacto con la infinita trama de historias que fuimos tejiendo los humanos?”

La literatura como puente a la palabra que salva -como el amor-, al descubrimiento de uno mismo y de los otros hacia un nosotros…

María Teresa Andruetto6 nos dice “optar entonces por un narrador es al mismo tiempo una decisión y una renuncia”. La autora, a través del narrador toma la voz de aquellos que son invisibles para el centro dominante y no ceden a perder su identidad, mantienen la valorización de los pequeños actos de la vida cotidiana, se sienten identificados con su comunidad, sus tradiciones y la naturaleza que les rodea. Sus silencios, murmullos, secretos, decires nos llegan a través de lo que él nos cuenta.

Dice Liliana Bodoc7, en la voz de Nakín de los Búhos: “no importa cuánto me esfuerce en contar, las puertas de la memoria son infinitas. Y por eso, aunque me esfuerce en contar, ninguna historia estará completa. Cada narración es un avance, o una pérdida que abre cien vacíos, cien preguntas”.

¿Qué sucederá con Matías y Marinés? ¿Podrá Etelinda seguir transitando el puente hacia las palabras que la traigan a este lado del mundo? No lo sabemos, las historias continúan su curso pero nos las hemos apropiado, también nosotros cruzamos puentes hacia otros mundos en la lectura literaria y buceamos en el fondo de unos ojos perdidos en nuestra alma, también nos reescribimos al trasluz de nuestros sentires, decires, memoria.

5 Ramos, María Cristina. Aproximación a la narrativa y a la poesía para niños. Los pasos descalzos.

Buenos Aires: Lugar Editorial, 2012. 6 Andruetto, María Teresa. “Algunas cuestiones sobre la voz narrativa y el punto de vista”. En: Hacia una

literatura sin adjetivos. Córdoba: Comunicarte, 2009. 7 Bodoc, Liliana. “Oficio de Nakín”. En: Relatos de los confines. Oficio de Búhos. Buenos Aires: Suma de

Letras, 2012

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Bibliografía

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