Análisis Movimiento Estudiantil Chileno
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UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE CHILE
FACULTAD DE HUMANIDADES
ESCUELA DE PSICOLOGÍA
MAGÍSTER EN PSICOLOGÍA EDUCACIONAL
TEORÍAS DE LA INTELIGENCIA Y ESTIMULACIÓN COGNITIVA
ANALISIS DEL ACTUAL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL CHILENO
Profesor: Dr. Mario Morales Integrantes: Macarena Martínez
Nicolás Muñoz Katherina Vera
Santiago Julio. 2011
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“…Pero esta lucha por la calidad y equidad de la educación no se gana con discursos o promesas.
Tampoco en la calle. Se gana en la sala de clases y en los hogares…”
(Sebastián Piñera,
Discurso presidencial 21 de Mayo 2011).
El espacio educativo cotidiano e histórico conduce al estudiantado a cuestionar, criticar y proponer
nuevos rumbos en lo que a educación se refiere. Este alzamiento podría devenir de las constataciones
diarias en relación a las deficiencias que exhibe nuestro sistema educacional.
El malestar inicial que moviliza a los colectivos, se vuelve contundente en argumentos y razones, si se
revisa el nivel de evolución que registra desde la reciente Revolución pingüina, la elaboración en torno a
nuestro deficiente y desigual sistema educativo, fortalece la convicción de lograr la mirada nula de
quienes ostentan el poder actualmente, a tal punto que ya no sólo es posible observar a estudiantes con
sus uniformes, sino que es factible visualizar a una clase que retrospectivamente mira su propia
exclusión del sistema educativo y lo proyecta a las generaciones que le siguen.
La cotidianidad obliga a cuestionar la calidad de la educación en su conjunto pensando en que esta
debiese ser prioridad en un país que busca constantemente desarrollarse en términos económicos, que
acumula fracasos e injusticias para quienes observan desde la vereda de la exclusión.
En el presente documento se pretende describir y complementar con elementos de análisis, las
movilizaciones sociales- estudiantiles que ocupan la agenda política y social y se ha instalado en los
imaginarios de la población. Con ello, se intenta, visibilizar las movilizaciones que han logrado convocar a
miles de personas y revisar los efectos que surten en el escenario social actual.
Con el agotamiento del capitalismo industrial desde la década del ´70, surgen las políticas neoliberales,
en un escenario de intensos cambios sociales de los años ´50 y ´60 (Gentili, 1997, en González, 2010).
La estrategia neoliberal contiene elementos de redefinición de carácter económico y técnico (como
elementos visibles), pero también reconfigura el campo y el alcance de los sistemas políticos, el campo
cultural e ideológico, transformando las condiciones de (re) producción de subjetividades e identidades
(González, 2010).
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La instalación del modelo económico- social, es posible constatarlo en Latinoamérica, destacando su
mayor profundidad y en palabras de González (2010) “Chile cuenta con el dudoso honor de ser el país
más neoliberal de la región más neoliberal del mundo” (p. 398). Se han privatizado casi todos los
servicios básicos como agua, luz, gas, teléfono, medicamentos, bancos, transporte, sistema de
pensiones, sistema carcelario, metros cúbicos de mar, recursos mineros (que con sus ganancias se
propone financiar derechos sociales básicos como el que está en cuestión), espacios de tierra, ámbitos
de seguridad y salud y EDUCACIÓN en todos sus niveles (Cornejo, González, Sánchez y Sobarzo, 2009).
En esta misma línea es importante esclarecer cómo este sistema ha impactado en el ámbito educación o
cómo la instalación de políticas públicas posibilita un modelo educativo desigual y sustentan la crisis que
atravesamos. Al respecto se consideran los siguientes elementos:
a) A nivel constitucional, se instala un refuerzo en el ámbito económico y empresarial, en desmedro
o nula protección de los derechos a la participación y protección social; se consigna el derecho a
la libre empresa y libre enseñanza, sujetando la educación a estos y no reguarda su valor en sí
misma.
b) Sistema de financiamiento sustentado en subsidios, ignorando el tipo de dependencia
administrativa “día de asistido, día de clases”- lo que conduce a los establecimientos a subsistir
en el campo educativo en condiciones altamente desiguales.
c) Co- existencia de modelos de financiamiento que beneficia a privados, dado que permite el
cobro adicional a las familias, validando el lucro en instituciones educativas. Este modo, valida la
segregación ya que permite la “selección del alumnado”. Junto a lo anterior, se registra un
aumento significativo en la creación de colegios particulares subvencionados.
d) Traspaso de las dependencias de los establecimientos educacionales, desde el gobierno central a
las municipalidades, evidenciándose dificultades para abordar técnica y financieramente la
administración de establecimientos.
De estos elementos se desprende la marcada estratificación a la que da origen este particular sistema1.
1 Que impacta a nivel discursivo cuando estudiantes de colegios particulares “apoyan” las manifestaciones, poniendo fuera de su espacio su compromiso con el sistema educacional del que son parte, pero de los/as que son privilegiados
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La estratificación en el sistema escolar chileno, puede ser entendida como producto de la actuación de
varios factores, como el propio sistema de financiamiento, dentro de un contexto de distribución
desigual de ingresos, en conjunto a otros “estímulos” para la segregación social. Esto ha implicado que
en nuestra realidad educacional exista una clara diferenciación, tanto en lo referente al tipo de población
escolar que se atiende en cada establecimiento educacional como en lo referente a los resultados
educativos y la eficiencia interna de los mismos (Contreras, 2004).
Particularmente, los sistemas de medición de Calidad en la educación han sido una ventana para dar una
mirada a las diferencias que esta desigualdad deja en los resultados educativos; se pone de manifiesto
que en Chile la calidad en educación es materia (pendiente) de debate, pero ya no sólo desde los
organismo institucionales que abordan las políticas y criterios educativos, sino que el debate se extiende
a la sociedad completa.
El año 2006, representa un hito fundamental que deja un referente respecto a movimientos estudiantiles
y una lucha organizada por reivindicar el derecho a una educación de Calidad y para todos. Es este año
donde se produce una movilización estudiantil que remueve el país por meses. El antecedente de la
diferencia en el SIMCE de ese año, deja nuevamente en evidencia el rendimiento desigual en función de
la estratificación del país; se desata entonces, el debate sobre el derecho a la educación, debate que
traspasa las salas de clases y cuyos protagonistas, en esta oportunidad son los propios estudiantes,
quienes ya no sólo cuestionan, sino que exigen un cambio –pertinente- en educación, desde sus
estructuras.
Son ellos quienes dan una mirada desde el rol de estudiante a un tema fundante de la sociedad desde el
espacio que les corresponde, es decir, tomar-se con responsabilidad el proceso de educación formal por
el cual transcurren, aportando con evidencias las urgencias que por más de tres décadas se han ido
fortaleciendo y que constituyen ahora una crisis educacional.
Para pensar en ciudadanía, se debe considerar también cómo la sociedad integra a su miembros y
delimita lo que le es válido como ciudadana/o, dado que están en juego sus valores y finalidades,
considerando los contextos históricos, económicos, y cultural-ideológico.
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En nuestro caso, una sociedad marcada por la desigualdad, las relaciones sociales de los sectores mas
excluidos se ven matizados por sus condiciones materiales, por lo que de ello dependerá también si
instalan sus demandas de transformación o bien continúan segregadas, es decir la concepción de
ciudadanía inclusión- exclusión amplía los márgenes de participación en la instalación de los debates que
les afectan.
Así la juventud, protagonista de la movilización, se hace parte pese a ser uno de los grupos abiertamente
excluidos: “la juventud de los años ‘90 ha sido caracterizada desde la apatía, consolidándose además la
tendencia a la definición de la juventud como problema (foco) de la política pública. Oyarzun, et al.
(2001, p.126, en Insunza, 2010. pp. 374) sostienen que “durante la década de los 90 es cuando más la
política pública ha tendido a colocar en debate sólo aquellos temas relacionados con los problemas
juveniles (drogas, alcohol, SIDA, embarazo precoz). Esto estaría influenciando fuertemente la percepción
que tienen los docentes de sus estudiantes, la que en más de un cincuenta por ciento considera a la
juventud en riesgo social. Esta percepción deviene de una caracterología del ser joven más bien centrada
en los problemas y que tiende a presentarse como un ser joven amenazante para la cultura escolar”
Esta posición dramática acerca de la juventud pudiese ser cuestionable frente a las capacidades que
exhiben los jóvenes en materia de cuestionamiento de la política educativa y de alcanzar esferas de
análisis consideradas como ideologizadas, atendiendo a la posición “adultocéntrica” de la discusión
acerca de la crisis que una porción de estos jóvenes instala en el escenario social.
Lo anterior puede ser abordada bajo el concepto de “anulación por hegemonía” para lo que Rubinelli
(2002) plantea como aspecto relevante en la constitución de la subjetividad el imaginario social, como
matriz simbólica constituyente del sujeto en que las formaciones discursivas rectoras de significados que
no son tematizadas están supuestas en el hacer, pensar y sentir cotidianos, siendo invisibilizadas y
opacándose sus supuestos ideológicos y su naturaleza histórica, al ser deshistorizadas y revestidas de
una aparente y absoluta trascendencia, para ser presentadas como racionales, objetivas y científicas.
Como ejemplo del proceso que ha vivido Chile en relación a la participación que se propendía desde el
espacio educacional formal, estos fueron intervenidos durante la dictadura imponiéndose el modelo de
orientación focalizado en el monopolio de la palabra y del saber en la autoridad del docente
reemplazando así otros espacios como los consejos de curso (Inzunsa, 2010).
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Distinto es el escenario que vivenciamos hoy en día, un proceso que podría considerarse como
excepcional en relación a los alcances y convencimiento exhibidos históricamente.
El movimiento estudiantil que por hoy convoca participación social y visibilización de la problemática
educativa, deviene de la participación social de décadas anteriores, que con distintas demandas
estudiantiles, ha sabido dar espacio al movimiento de una masa que exige su derecho a la educación de
calidad.
Un pequeño recorrido histórico extraído de la compilación realizada por OPECH (Abarca, Assaél, Brzovic,
Caldichoury, Cornejo, González, Redondo, Sánchez y Sobarzo, 2009), se sitúa como aporte a la
comprensión histórica de los movimientos sociales estudiantiles y la progresiva evolución de las
demandas. Estas se sitúan desde 1949 con la “Huelga de las chauchas” en que los/as estudiantes se
vuelcan a las calles para protestar por el alza en el valor del pasaje en veinte centavos; misma situación
se produce en 1957.
Entre los años 1970-1973 se sitúa el apogeo del movimiento estudiantil y organizativo mediante las
federaciones de estudiantes universitarios. En 1973 se destaca la violenta irrupción de las fuerza
militares, que junto con desaparecer a muchos de los dirigentes, desarticula mediante la fuerza a las
organizaciones sociales de distintos ámbitos; en 1977 y en plena dictadura militar, se funda la
Agrupación Cultural Universitaria. Posterior a estos años se re-funda la FECH (Federación de estudiantes
Universidad de Chile) y la FESES (Federación de estudiantes secundarios de Santiago) en 1984 y 1986,
respectivamente.
Con el fin de la dictadura militar, y contrario a lo esperado, en 1990 el movimiento estudiantil se
desarticula, en base a la ley de centro de alumnos y por el temor del retorno de la violencia de las
recientes décadas. No será hasta el 2001 con el llamado “mochilazo” en que se observa un resurgimiento
del movimiento frente a las demandas de reforma al sistema de transporte público. Ya en 2005 la
Asamblea de centro de alumnos (ACAS) y la asamblea coordinadora de estudiantes secundarios (ACES)
confluyen para la creación de la Asamblea de Estudiantes secundarios ANES. En este mismo año, se
producen nuevas movilizaciones nacionales que convoca a estudiantes universitarios, agrupados en la
CONFECH, y también estudiantes secundarios. Estas movilizaciones tienen como característica relevante
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la presencia de un discurso coherente y articulado y materializado en el trabajo sobre una propuesta de
diálogo en conjunto con la Secretaria Regional Ministerial de educación.
En el año 2006, un conjunto de estudiantes de diversos establecimientos públicos de Santiago se
organiza en pro de una revisión y análisis a la indiferencia del Ministerio de Educación respecto al trabajo
conjunto realizado durante el año anterior pactado como acuerdo asumido con las autoridades de
gobierno (Silva, 2007). Se trataba de propuestas acerca de temáticas pendientes sobre educación
pública, que logra articularse fuertemente como un movimiento al cual adhiere un porcentaje histórico y
positivamente significativo de la sociedad.
En sus inicios, esta movilización manifiesta puntos específicos sobre temáticas educativas tales como
deficiencias importantes en la implementación de la Jornada Escolar Completa, el inaccesible costo de la
Inscripción para la PSU, e injustas imprecisiones respecto al Pase Escolar, entre otras; no obstante, la
seriedad del movimiento convoca para el abordaje de una crítica en temas estructurales de la Educación
chilena exigiendo la derogación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE) (Silva, 2007).
Comienzan a surgir distintas expresiones de los/as estudiantes para hacer visibles sus demandas las
cuales no sólo se abordan a puertas cerradas sino que los/as estudiantes se hacen escuchar tanto en sus
liceos como en las calles, esperando encontrar un diálogo con el gobierno, el cual cada vez se hace más
sordo. No obstante, las movilizaciones tienen fuerza y rompen esquemas en el gobierno.
El movimiento estudiantil se des-territorializa de manera permanente en cada uno de sus
desplazamientos, analizando y cuestionando clásicas y antiguas estructuras de poder, sin paralizarse en
ninguna de ella, adquiriendo eficacia (Foladori, 2006); sus formas de manifestación a través de marchas,
paralización de actividades y toma de los establecimientos estudiantiles muestra un movimiento anti-
institucional que se posiciona frente a las autoridades de gobierno sorpresiva y creativamente y cruza la
legalidad planteando una nueva, anti-institucionalmente.
Se visualiza una revolución estudiantil propositiva respecto a un nuevo orden social y sobre una forma
“hacer institución radicalmente diferente a aquella que promueve el Estado implantándola
hegemónicamente” (Foladori, 2006, p.3).
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Se podría establecer- por tanto- como un movimiento social que ha consolidado una identidad y que
plantea una lucha reivindicativa exigiendo la educación de calidad, como un derecho. Se apunta a
transformar el estado de las cosas buscando la acción educativa, romper con un orden establecido que
pareciese inalcanzable y naturalizado.
Frente al escenario, se genera el movimiento estudiantil actual, que podríamos sospechar de un proceso
de maduración ampliamente expuesto, como es la Revolución Pingüina, apostando por la gran
convocatoria que ha resultado de la perseverancia en las acciones de movilización. En este contexto de
desigualdad, en relación a las convocatorias, el Movimiento Estudiantil - en tanto Movimiento Social-
genera mecanismos de presión, los cuales entregan fuerza para negociar en mejores condiciones
(Sepúlveda, 1998). En este sentido se caracterizan por presentar objetivos precisos, tener orientación en
sus demandas y la utilización de recursos que los movilizan (Garretón y Martínez, 1985, en Silva, 2007).
Así, es posible identificar formas utilizadas por los movimientos sociales y que en el escenario actual ha
motivado la atención de los medios de comunicación masiva, y del que hemos sido
espectadores/participantes como expresiones de creatividad y que dan cuenta de la organización, que
además altera las concepciones e imaginarios instalados en torno a la juventud:
Las marchas o protestas, donde el conjunto del movimiento social se traslada grandes distancias,
principalmente, en espacios públicos, con el objetivo de visibilizar sus demandas. En el último mes se han
realizado dos importantes marchas estudiantiles; su importancia se aferra principalmente a su objetivo,
pero además a la gran convocatoria que se ha logrado. Los días 16 y 30 de junio de 2011, se ha
convocado a la paralización de las actividades con el fin de invitar a salir a las calles y marchar. Esta
instancia se replica en varias regiones del país; en ambas oportunidades los resultados generales han
dado cuenta de una superación respecto de las expectativas de la convocatoria, ya que se ha logrado
reunir a más 100.000 ciudadanos movilizados por una educación de calidad. Si bien hay protagonismo en
cuanto a la presencia de estudiantes, se incluyen en el movimiento docentes, apoderados, y distintos
actores de la sociedad. Queda en evidencia la relevancia del movimiento estudiantil y además el
mecanismo de la marcha como forma validada por la ciudadanía.
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Cabe destacar, no obstante, que los medios de comunicación masivos lesionan la visión del movimiento
en su entrega parcializada de la realidad y enfatizando una óptica ideologizada captando sólo
determinados hechos y no el movimiento en su totalidad. Un ejemplo de lo anterior, lo constituye la
siguiente cita: "las marchas tienen que hacerse dentro del marco de la ley y no recurriendo a la violencia,
al vandalismo, la destrucción o la agresión" (Sebastián Piñera, Presentación de EMOL, 28 junio, 2011)
Otro mecanismo de presión utilizado por los movimientos sociales de manera combinatoria con otras
formas de manifestación es la paralización de actividades. En este caso los/as estudiantes cesan sus
funciones regulares como manifestación de descontento. En gran medida se pretende hacer visibles las
demandas afectando el ritmo normal de ciertos procesos, por ejemplo, de producción.
En una sociedad como la chilena, este mecanismo tiene gran relevancia al considerar que Chile destaca
por la aplicación de políticas neoliberales. En este sentido, la paralización en oposición a la producción se
contrapone a la ideología hegemónica; el sistema educativo si bien no ha estado ajena a esta mediación
neoliberal, se resiste a través del movimiento estudiantil dando una lucha por re- establecerse como
política pública para la construcción de sentidos sociales.
Cabe destacar que con la paralización de actividades no se logran efectos significativos en cuanto a
productos, ya que si bien “paran” algunos sectores, otros continúan su funcionamiento, reduciendo el
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impacto. Por este motivo, este mecanismo de presión no logra generar las condiciones más óptimas para
una negociación, sobre todo cuando las demandas que plantea el movimiento son socialmente
trascendentales. En el caso de las movilizaciones estudiantiles, las paralizaciones de actividades regulares
son fundamentales como mecanismo secundario a intentos de un fracasado dialogo inicial.
Una tercera forma, más radical que las anteriores, son “las tomas”, donde las personas constituyentes
del movimiento social se apropian del espacio público (instituciones) paralizando no sólo sus funciones,
sino también las de los otros. En este sentido la toma es producto de una acción organizada, donde la
autonomía del otro para decidir qué hacer se ve afectada, ya que se decide no sólo paralizarse, sino que
paralizar al otro, también. El movimiento estudiantil no sólo ha dado muestra de “tomarse los
establecimientos”, sino que con ello han “tomado” protagonismo en un movimiento social, han
“tomado” la responsabilidad de generar un cambio en el proceso que mayor impacto tiene en la
formación social de los sujetos: la educación.
En palabras de los estudiantes, frente a la pregunta de por qué adoptan las medidas de las tomas, se
pueden exponer las siguientes citas extraídas de Gutiérrez (2006):
Porque no podíamos manifestarnos en las calles. Las autoridades nos negaban toda forma de
movilización, y cuando marchábamos por la Alameda nos reprimían. En la Plaza Almagro muchas veces
quedó la grande. Entonces considerábamos como legitimo si no podíamos manifestarnos por las calles,
nos tomáramos nuestros liceos.(Gonzalo Cabrera , Asamblea Nacional de Estudiantes secundarios, 2006,
en Caviedes & Portillo, 2006)
“Con las tomas nos ganamos el respeto de la sociedad” (Karina Delfino, ex vocera ACES, 2006 en Caviedes
& Portillo, 2006).
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Centrando estos elementos en las movilizaciones estudiantiles del presente año, es posible identificar
cada tipo de expresión descrita, donde el énfasis está en las tomas de los establecimientos
educacionales.
Es fácil expresar un discurso políticamente neutral en torno al uso de “las tomas” como mecanismo de
presión, asumiendo que, a diferencia de las otras expresiones, esta es la que genera mayor controversia
social. A pesar de esto, se considera ético ser trasparente y explicitar las propias concepciones con
respecto al tema de la educación, el cual es tan propio, no sólo porque fuimos parte (ser estudiante),
sino porque desde el quehacer profesional estamos vinculados.
En este sentido, consideramos que las tomas de los establecimientos constituyen un mecanismo que
adquiere validez y resulta necesario para provocar presión al gobierno en pos de la reivindicación de lo
que los/as estudiantes consideran justo. Esta posición no apunta a defender la posesión violenta en sí
misma, sino que prevalece permitiendo instalar social y mediáticamente el tema; logra que el gobierno
plantee reformas y respuestas y considera la validación de la posición de los/as estudiantes.
Como elemento de análisis se puede considerar el debate que se ha suscitado por el conflicto de
Hidroaysen, donde gran parte de la ciudadanía ha salido a las calles a manifestarse en contra de esta
empresa, mostrando claramente un descontento generalizado; sin embargo, ni el gobierno, ni los medios
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de comunicación han instalado el tema de forma permanente, haciendo caso omiso a la demanda
ciudadana. Con lo anterior, se intenta demostrar que las protestas permiten visibilizar el tema, movilizar
personas; pero no logra presionar efectivamente al gobierno para producir cambios, ya que no afecta
directamente ningún funcionamiento, es decir, el sistema no se altera.
Sería ideal pensar una negociación donde la sola argumentación equilibre las posición entre las partes,
donde se escuchen y se atiendan las demandas ciudadanas por el sólo hecho de que la sociedad lo
reclame. Sin embargo, en nuestro país y en tantos otros, si los movimientos sociales no generan medidas
de presión paralizantes, la atención mediática y gubernamental sería mínima.
Es innegable, al pensar en “La Revolución Pingüina” del año 2006 y la actual movilización estudiantil, que
los/as estudiantes se han constituido como un movimiento social que busca reivindicar el innegable,
también, derecho a la educación de calidad. Esta demanda tan central, no sólo para los/as estudiantes,
sino que para la sociedad en general, ha logrado encontrar muchas formas de manifestación. El
movimiento estudiantil se releva desde la ruptura que provoca con la sociedad, relacionada con el
quiebre cultural con las generaciones precedentes. Frecuentemente la crítica rechaza y pone en
cuestionamiento a la autoridad y a la institucionalidad hegemónica. Esta actitud crítica demanda
estrategias creativas e innovadoras respecto de las medidas utilizadas para hacer protesta (Silva, 2007);
hoy hemos llegado a presenciar expresiones tan novedosas como ver a 3000 estudiantes bailar “Thriller”
en la Plaza de la Ciudadanía o que otros/as tantos/as actuaran un suicidio por la educación en pleno
Centro de Santiago; todo esto no obstante, de manera paralela a las tomas de los establecimientos
educacionales.
Frente a todo este escenario, el gobierno plantea a modo de ultimátum reformas que sólo maquillan el
conflicto, con soluciones economicistas, invisibilizando los temas de base. En términos de Najera (s/f) el
Ultimatum se constituye como una palabra simbólica que recoge el estado de conflicto y las estrategias
de los oponentes para el quebrantamiento del movimiento. Son entonces los negociadores, figuras
públicas que apuestan por el cansancio, la dilatación, el debilitamiento de sus oponentes, al
acostumbramiento, al olvido de la opinión pública, a los efectos del ejercicio focalizado de la represión y
la tortura física y psicológica.
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Es en este punto donde el conflicto estudiantil se encuentra hoy día. Por una parte, un ministerio busca
debilitar y dividir el movimiento mediante el adelantamiento de las vacaciones de invierno, amenazar a
los/as estudiantes con la pérdida del año escolar y pérdida de preparación para las Pruebas de Calidad
(SIMCE, PSU); un gobierno que mediante cadena nacional plantea una reforma que no se ajusta a las
demandas de los jóvenes, ya que se centra, nuevamente, en elementos economicistas del conflicto, y
una represión brutal por parte de las Fuerzas de Seguridad Pública. Mientras que en la otra parte, los/as
estudiantes -acompañados por otros actores de la sociedad- siguen resistiendo convencidos en la justicia
de sus peticiones, demandas por las cuales históricamente se ha dado una lucha.
Mediante la revisión realizada queda de manifiesto que las acciones movilizadoras de este sector
organizado de la sociedad son mecanismo válidos, en coherencia a la historia que las ido gestando,
dando cuenta, como una nueva generación que ya no teme, pero hace temer a la clase gobernante. El
movimiento estudiantil ha propuesto una gran movilización que ha revitalizado el espacio público en su
sentido completo.
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REFERENCIAS
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Protagonistas, pp. 58 - 63.
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Santiago: Ayún
• Insunza, J. (2010). Juventud y enseñanza media en el Chile del bicentenario. Movimiento secundario o revolución pingüina. La asociativdad juvenil en los liceos públicos chilenos: la disolución de los centros de alumnos.
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• Najera (s/f). Ultimatum. Extraído de: http://www.pedagogiasocial.cl/escola01/descargas/ultimatum.pdf
• Rubunelli, M. (2002). Reflexiones en torno a la búsqueda de nuevos espacios para la construcción de la interculturalidad. Cuadernos de humanidades y ciencias sociales, diciembre, n° 015. Universidad e Jujuy. Argentina.
• Sepúlveda, D. (1998). De tomas de terreno a campamentos: movimiento social y político de los
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• Silva, B. (2006). La "Revolución Pingüina" y el cambio cultural en Chile. Recuperado el 7 de Julio de 2011, de http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/becas/2007/cultura/silva.pdf