Ancestros, ciudadanos, piezas de museo. Mónica Quijada

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Ancestros, ciudadanos, piezas de museo Francisco P. Moreno y la articulación del indígena en la construcción nacional argentina (siglo XIX) Mónica Quijada Consejo Superior de Investigaciones Científicas – Madrid E.I.A.L. ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE AMERICA LATINA Y EL CARIBE VOLUMEN 9 - Nº 2 JULIO - DICIEMBRE 1998 Rev: Nov 06, 2006 Este artículo pretende estudiar la interacción entre los modelos antropológicos desarrollados en Europa en el siglo XIX y ciertas dinámicas de relación interétnica que se produjeron en la Argentina en la segunda mitad de dicha centuria. Me refiero, en concreto, a la articulación física y simbólica del indígena patagónico en los procesos de construcción nacional de ese país. 1 Para abordar esta temática, es necesario tener en cuenta algunos rasgos que caracterizaron los procesos de construcción nacional, tanto en Argentina como en el conjunto de Hispanoamérica. En primer lugar, es importante señalar que desde un punto de vista conceptual o --si se quiere-- cultural, las sociedades hispanohablantes desarrolladas a partir de la conquista se inscribían plenamente en el mundo occidental, y sus élites percibían a los modelos generados en Europa como parte de su propio acervo cultural. Sin embargo, también es verdad que las estructuras básicas de sus sociedades eran fundacionalmente distintas de las del Viejo Continente, e imponían condicionamientos específicos a la adopción, traducción y adaptación de los modelos europeos. Una diferencia que interesa particularmente destacar es la característica multietnicidad de la composición demográfica hispanoamericana. Cierto es que en Europa la organización

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Ancestros, ciudadanos, piezas de museo

Ancestros, ciudadanos, piezas de museoFrancisco P. Moreno y la articulacin del indgena en la construccin nacional argentina (siglo XIX)

Mnica QuijadaConsejo Superior de Investigaciones Cientficas Madrid

E.I.A.L.ESTUDIOS INTERDISCIPLINARIOS DE AMERICA LATINA Y EL CARIBEVOLUMEN 9 - N 2JULIO - DICIEMBRE 1998Rev: Nov 06, 2006

Este artculo pretende estudiar la interaccin entre los modelos antropolgicos desarrollados en Europa en el siglo XIX y ciertas dinmicas de relacin intertnica que se produjeron en la Argentina en la segunda mitad de dicha centuria. Me refiero, en concreto, a la articulacin fsica y simblica del indgena patagnico en los procesos de construccin nacional de ese pas.1Para abordar esta temtica, es necesario tener en cuenta algunos rasgos que caracterizaron los procesos de construccin nacional, tanto en Argentina como en el conjunto de Hispanoamrica. En primer lugar, es importante sealar que desde un punto de vista conceptual o --si se quiere-- cultural, las sociedades hispanohablantes desarrolladas a partir de la conquista se inscriban plenamente en el mundo occidental, y sus lites perciban a los modelos generados en Europa como parte de su propio acervo cultural. Sin embargo, tambin es verdad que las estructuras bsicas de sus sociedades eran fundacionalmente distintas de las del Viejo Continente, e imponan condicionamientos especficos a la adopcin, traduccin y adaptacin de los modelos europeos.

Una diferencia que interesa particularmente destacar es la caracterstica multietnicidad de la composicin demogrfica hispanoamericana. Cierto es que en Europa la organizacin social del Antiguo Rgimen se haba basado en la convivencia de distintos grupos tnicos unidos en la lealtad a una familia dinstica. Pero en esta parte del mundo la diversidad tnica estaba lejos de medirse, como en Amrica, en trminos del color de la piel y de universos simblicos cerrados y muchas veces mutuamente impenetrables. Esta caracterstica de las poblaciones americanas asumi una importancia fundamental con posterioridad a la independencia, en el marco de los respectivos procesos de construccin de los estados hispanoamericanos que --como fue la norma en el mbito occidental-- asumieron el paradigma de que las fronteras de los estados deban coincidir con las de las naciones; en otras palabras, que un estado-nacin deba ser tnicamente homogneo.

Junto a este condicionamiento bsico que es la multietnicidad, otra caracterstica de especial importancia para comprender las dinmicas de la construccin nacional hispanoamericana es la frecuencia con la que, en un mismo individuo, coincidieron prcticas cientficas, o de ensayo terico, con el ejercicio de responsabilidades polticas y administrativas. Basta recordar casos destacados como los de Bartolom Mitre, Domingo Faustino Sarmiento o Justo Sierra. Esta caracterstica de los nation-builders hispanoamericanos contribuy a la fluidez con que modelos ideolgicos y cientficos europeos fueron apropiados, reelaborados y aplicados a las dinmicas sociopolticas locales. De esa manera, los modelos importados convivieron con modelos heredados, contrastndose o fusionndose con ellos en el marco de un mismo y nico proceso.

Entre los desarrollos europeos que interactuaron con modelos locales en los procesos hispanoamericanos de construccin nacional, en la segunda mitad del XIX, figura una de las disciplinas que --junto con la lingstica-- aspir a la categora de "ciencia natural": la antropologa. Su relevancia deriva, precisamente, de la circunstancia especfica antes sealada: la compleja estructura multitnica de esas sociedades. Sin embargo, mientras que la apropiacin y traduccin de otros modelos, como los vinculados a la organizacin poltica, han sido objeto de atencin permanente en los estudios americanistas dedicados al siglo XIX, no sucede lo mismo con el pensamiento antropolgico.

Este trabajo pretende contribuir a ese campo an mal conocido con un estudio de caso. Para ello, me centrar en un personaje muy significativo, claro exponente de esa concurrencia de trabajo cientfico y responsabilidad poltica antes aludida. Se trata de Francisco P. Moreno (1852-1919), gegrafo, gelogo, paleontlogo y antroplogo, especialmente conocido por ser el fundador y director del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, el gran explorador y estudioso de la regin patagnica, y el protagonista principal del complejo y controvertido peritaje que fij la frontera entre Argentina y Chile, consolidando definitivamente la incoporacin del vasto espacio patagnico a la soberana del primer pas mencionado. Bastante menos conocida es, sin embargo, su actuacin como antroplogo, que combin el estudio del indgena prehistrico con el del indgena contemporneo, y su articulacin en el proceso argentino de construccin nacional. En este contexto se desarrolla la problemtica a la que alude el ttulo de este trabajo, es decir, la aplicacin simultnea a unos mismos individuos de las categoras de ancestros, ciudadanos y piezas de museo.

Para entender esa compleja problemtica es preciso empezar por una breve contextualizacin. En un trabajo anterior2 propuse que en los procesos de construccin nacional hispanoamericanos, durante el siglo XIX, las dinmicas de inclusin/exclusin de la diversidad tnica haban sido abordadas a partir de tres conceptualizaciones diferentes, de aparicin sucesiva en el tiempo pero no mutuamente excluyentes. Me referir slo a las dos primeras fases, ya que la tercera queda fuera de los lmites de este estudio.

La primera de esas fases, que he denominado "nacin cvica", correspondera al perodo de hegemona del pensamiento liberal, durante la primera mitad del siglo. Se fundamenta en la idea de que la accin educadora de las instituciones liberales y republicanas llevara por s misma a la desaparicin gradual de la heterogeneidad de la poblacin, sobre el modelo utilitarista del ciudadano industrioso vinculado al conjunto de la ciudadana a partir de la fidelidad al Estado Civil. La segunda conceptualizacin, que he denominado "nacin civilizada", corresponde al momento en que se perdi la fe absoluta en la fuerza educadora de las instituciones, y en que tom primaca la idea de que "civilizar" implicaba eliminar, sea por extincin fsica, sea por asimilacin forzada, todos los elementos que opusieran obstculos al proceso civilizatorio. Esta segunda fase coincide con el momento de mayor influencia de las ideas raciales y antropolgicas elaboradas en Europa. Corresponde, aproximadamente, a la segunda mitad del siglo XIX y, tanto temporal como conceptualmente, en ella se integran los procesos a los que voy a referirme.

Ancestros

Entre los aos de 1878 y 1885 se llev a cabo en la Argentina la fase decisiva de la llamada Conquista del Desierto, accin militar y poltica que implic la reduccin de las poblaciones indgenas de la regin pampeana y patagnica, el fin de su forma tradicional de vida y la afirmacin de la soberana argentina sobre ese vasto espacio, frente a similares aspiraciones por parte de Chile. El trmino de "conquista" aplicado a esa operacin no es ni casual, ni irrelevante. Si la primera conquista, la realizada por la corona de Espaa, haba incorporado los territorios del extremo sur de Amrica al mbito geopoltico de Occidente, esta segunda conquista vena a cerrar simblicamente el crculo iniciado por aquella accin. Es decir, por su intermedio la porcin ms extrema del subcontinente, apenas transitada an por elementos de origen europeo, haba de quedar culturalmente integrada en el mbito de la "civilizacin" occidental. Y utilizo aqu el trmino "civilizacin" con toda la carga culturalmente jerrquica que este concepto asuma en el siglo XIX.

Esas tribus indias contra las cuales se organiz la Conquista del Desierto eran asociadas, en la poca, al concepto de "naciones brbaras" o --en la terminologa hispnica del perodo colonial-- de "pueblos gentiles o idlatras", ntidamente diferenciados de las poblaciones indgenas nucleares evangelizadas y sujetas al gobierno comn de la corona de Castilla primero y de las nuevas unidades republicanas despus. Dicho de otra manera, desde la perspectiva de la sociedad mayori, una visin monoltica (que no ha sido cuestionada hasta fechas relativamente recientes), 3 asociaba a los pobladores autctonos de la Patagonia con los conceptos interrelacionados de "salvajes" o "razas inferiores". Es decir, con una conceptualizacin que fue fundamental para el desarrollo del pensamiento antropolgico europeo en el siglo XIX.

El inters en Europa por el estudio sistemtico de estos grupos humanos, clasificados como "salvajes" o "razas inferiores", fue resumido por uno de los ms grandes antroplogos de la poca, el ingls John Lubbock, en su influyente libro sobre Los orgenes de la civilizacin, publicado en Londres en 1870. Ese inters, segn Lubbock, era doble. Por un lado, las exigencias propias de la poltica imperial hacan necesario conocer "la historia, las necesidades, los hbitos" de las "razas sometidas", as como "sus debilidades y prejuicios", para el mejor gobierno de los territorios ultramarinos. Por otro lado, esos conocimientos deban servir para dilucidar una de las cuestiones ms fascinantes que ocupaba las mentes cientficas de la poca: la reconstruccin, por analoga, de las condiciones sociales de la humanidad en los primeros estadios de su evolucin, y el interrogante ltimo del origen del hombre.4En esta segunda motivacin definida por Lubbock se inscribe la primera serie de contribuciones de Francisco Moreno a la que voy a referirme. Se trata de un conjunto de trabajos publicados entre 1874 y 1880, principalmente en la Revue dAnthropologie y el Bulletin de la Socit dAnthropologie, ambos de Pars, y en los Anales de la Sociedad Cientfica Argentina. En ellos Francisco Moreno presentaba los resultados de sus primeras exploraciones patagnicas, atrayendo la atencin de la ciencia europea.

Aparte de testimonios prehistricos de tipo cultural --entre los que destacaba un estudio sobre antiguos cementerios y zonas habitacionales indgenas-- 5 fueron los restos fsiles humanos, particularmente crneos pertenecientes a grupos indgenas extintos, los que despertaron mayor inters entre cientficos como los grandes maestros franceses Paul Broca y Armand de Quatrefages, o el padre de la antropologa fsica alemana, Rudolf Virchow. Las razones eran mltiples. Primero, porque la forma y capacidad de los crneos ms antiguos era muy distinta a la de los indgenas contemporneos, lo que tena una doble implicacin. En primer lugar, pona definitivamente en cuestin la unidad del tipo humano americano --sostenida principalmente por la escuela estadounidense de George Samuel Morton-- y sustentaba la multiplicidad de las razas en Amrica. Tesis propuesta por el propio Moreno, que recibi el apoyo entusiasta de los antroplogos antes citados.6En segundo lugar, porque varios de los crneos de la coleccin de Moreno mostraban analogas y semejanzas con los antiqusimos fsiles de Neanderthal y Cromagnon. Como stos, esos crneos de grupos extintos presentaban una acentuada dolicocefalia, mientras que los patagones actuales eran braquicfalos. Y es relevante recordar aqu que, precisamente en 1873, Paul Broca haba rechazado los argumentos del sabio sueco Retzius sobre la dolicocefalia progresiva de las poblaciones --es decir, a mayor dolicocefalia mayor cercana en el tiempo-- demostrando que, por el contrario, los ms antiguos crneos conocidos eran dolicocfalos, como los de Neanderthal y Cromagnon.7 De tal forma, los descubrimientos de Moreno venan a reforzar la tesis del sabio francs. Pero adems, y en tercer lugar, la coleccin del argentino aportaba pruebas sobre la existencia en suelo americano de fsiles humanos que podan ser tan antiguos como los ms primitivos encontrados hasta entonces en Europa. Pierre Topinard, principal discpulo y heredero intelectual de Broca, afirm en una carta dirigida a Moreno y fechada en 1877: "No veo asomar en el campo de la Antropologa nada ms interesante que este gran descubrimiento".8Para entender la importancia cientfica que tuvo el hallazgo del patagn antiguo y el entusiasmo que suscit, conviene recordar que el hombre de Neanderthal, encontrado en 1857, no fue reconocido como un tipo humano hasta finales de la dcada de 1860; que el descubrimiento del hombre fsil de Cromagnon se remontaba apenas a 1868 y que para el hallazgo de los restos an ms antiguos del que sera denominado Pithecanthropus erectus, hubo que esperar hasta 1890. Es pertinente recordar tambin que a ese mismo perodo corresponde la aparicin de algunas de las obras que fueron seminales para el estudio del origen del hombre y de las culturas primitivas, como La evidencia geolgica de la antigedad del hombre, de Charles Lyell, publicada por primera vez en 1863; el texto ya citado de John Lubbock, de 1870; o los de Darwin (El origen del hombre y la seleccin con relacin al sexo) y Edward Tylor (Culturas primitivas), ambos de 1871.

Con respecto a la predisposicin generalizada que exista hacia las aportaciones de Moreno, conviene tambin tener en cuenta que desde la cuarta dcada del siglo XIX --en particular, desde el viaje de Charles Darwin en el navo Beagle (1831-1836)-- el extremo austral del continente americano vena asumiendo un inters creciente para el mundo cientfico occidental. Era precisamente en las regiones extremas e inexploradas del globo donde la ciencia esperaba hallar respuestas a los grandes interrogantes que planteaba el seguimiento de las sucesivas eras geolgicas, as como la incgnita del origen de la vida orgnica; y la Patagonia era en este sentido un reservorio ideal para el estudio cientfico. El propio Darwin haba destacado la riqueza en restos fsiles de las tierras pampeanas y patagnicas y su relevancia para desvelar los misterios "del origen y la extincin de los seres vivos"; y era tambin Darwin quien haba identificado a los habitantes de la Tierra del Fuego --junto con los indgenas australianos-- como "fsiles vivientes", representantes de los ms primitivos estadios de la evolucin humana.9Tal era el marco de descubrimientos vertiginosos y controvertidas teoras en el que Moreno present su coleccin de crneos y las conclusiones iniciales de sus anlisis antropomtricos. Ahora bien, para el sabio argentino la consecuencia ltima de sus hallazgos apuntaba en una direccin que, sutilmente, dej que anticiparan los propios antroplogos franceses. En una sesin de la Socit dAnthropologie de Pars, Pierre Topinard seal la sorprendente frecuencia con la que el tipo Neanderthal apareca en la coleccin sudamericana de Moreno. "Los autores de Crania Ethnica,10 coment Topinard, han tenido gran trabajo en reunir algunos casos en Europa; helo ah frecuente en Patagonia. Es como para preguntarse si el Neanderthal no sera accidental en Europa, en el tiempo cuaternario, y si su patria real no sera la Amrica del sur austral".11 Paul Broca, basado en el lbum de Moreno, haba comentado ya un ao antes la posibilidad de que "la luz sobre los orgenes" no hubiera de encontrarse en el viejo mundo, sino en el nuevo.12A partir de la teora evolucionista, en su versin darwinista, que se haba afianzado precisamente en esta dcada de los aos setenta del siglo XIX, 13 las caractersticas y abundancia de los antiguos restos fsiles patagnicos cuidadosamente aportados por Moreno hacan posible pensar --como se ve-- en un origen americano de la humanidad. Faltaba, sin embargo, construir una propuesta explcita y cientficamente vlida, esfuerzo al que se aboc Francisco Moreno entre 1880 y 1882.14La clave fundamental le fue proporcionada por dos crneos prehistricos que haba encontrado en la regin patagnica del Ro Negro. Su anlisis antropomtrico --que present personalmente en Pars, aplicando el estilo ms depurado de la escuela de Broca-- demostraba que pertenecan a un tipo humano no slo parecido al Neanderthal, sino tambin al hombre fsil de Lagoa Santa, Brasil (cuyos restos haban sido hallados por el holands Lund entre 1835 y 1844) y, particularmente, a los aborgenes australianos contemporneos.15Mientras que la identificacin con el hombre de LaSanta permita demostrar la extensin geogrfica del tipo "patagn antiguo" en Sudamrica, la referente a los aborgenes australianos haca posible aprovechar la potente base emprica aportada por zologos y botnicos, que desde mediados del siglo venan demostrando estrechas relaciones entre la fauna y la flora de Sudamrica y las de Australia y Nueva Zelanda. Ms an, permita adems recurrir a la teora utilizada por estos cientficos.

Un amigo personal de Darwin, el paleobotnico Joseph Dalton Hooker, para explicar esas analogas haba propuesto en 1860 la tesis de que en eras geolgicas remotas haba existido un gran continente meridional, al que llam Antrtico, que tuvo que abarcar en una superficie continua el territorio circumpolar, las islas subantrticas, la Patagonia, Australia y Nueva Zelanda.16. Moreno, con sus propios estudios sobre la geologa de los territorios pampeanos y patagnicos --que sugeran que la plataforma continental, hoy bajo el ocano, haba formado parte en otras eras geolgicas de una vasta superficie no cubierta por las aguas-- reforz y mejor la tesis de Hooker, agregando frica al gran continente antrtico y plantendolo como la nica gran superficie terrestre emergida.17El potencial explicativo de esta teora --en s misma una de las primeras formulaciones de la an vigente sobre la deriva continental-- 18 cobra toda su dimensin al asociarla a la teora paleoclimtica vigente en la poca, derivada del viejo presupuesto del enfriamiento progresivo de la tierra. Segn esto, en eras geolgicas remotas las reas templadas se ubicaban en los polos, mientras que en la zona tropical reinaba un calor tan excesivo que haca imposible la vida orgnica. Moreno pudo afirmar entonces, con el apoyo de las ideas cientficas ms avanzadas de la poca, que la vida orgnica slo poda haber surgido en la zonas circumpolares, y precisamente en la parte meridional del gran continente antrtico, o sea en lo que hoy es la Patagonia. Debido al paulatino enfriamiento, que fue cambiando las condiciones de habitabilidad, desde esa zona habran partido las migraciones botnicas, zoolgicas y humanas que habran poblado hacia el norte las tierras sudamericanas, y hacia el oeste las australianas y neozelandesas. Moreno enriqueca as las teoras zoolgicas y botnicas con la paleoantropologa, dotando al hombre de una antigedad que se remontaba al Terciario y que pona al patagn antiguo en el origen de la humanidad.

Las limitaciones de espacio no permiten extenderse ms sobre las propuestas y teoras de Moreno en este campo. No obstante, interesa sealar que al menos dos de sus descubrimientos han mantenido validez: la afirmacin de la multiplicidad de tipos tnicos prehistricos en Amrica y la vinculacin en pocas remotas del tipo del patagn antiguo, el de Lagoa Santa y el Australiano actual. Aunque la escuela de Ales Hrdlicka rechaz ambas nociones,19 fueron recuperadas en los aos veinte de este siglo por Paul Rivet, quien las enmarc en sus teoras sobre el poblamiento mltiple del continente americano, invirtiendo el sentido de los desplazamientos de poblacin,20, desvinculndolas, claro est, del problema del origen de la humanidad y aportando nuevos estudios etnogrficos y lingsticos que apoyaron las tesis bsicas de Moreno.21De tal forma, si el sabio argentino no pudo cumplir su aspiracin de que las tierras australes de su patria fuesen la clave ltima del origen del hombre sobre la tierra, s logr, al menos, demostrar su relevancia para el estudio del poblamiento prehistrico de Amrica, e incorporarlas en teoras generales de prolongada vigencia dentro del campo de la paleoantropologa occidental. Con el hallazgo del patagn antiguo, Moreno hizo posible remontar el estudio de la Amrica prehispnica hasta sus orgenes ms remotos, descubriendo que exista lo que l llama "la historia de nuestros abuelos fsiles" y reconstruyndola con la ayuda de la geologa y la paleontologa. Con ello buscaba demostrar, por un lado, la falsedad de las teoras que sostenan que las altas culturas americanas haban llegado al continente ya configuradas en lo esencial;22 por otro, la inexistencia de diferencias cualitativas entre el hombre americano y el del viejo mundo en las primeras etapas de la evolucin.

Ambas afirmaciones, impecables desde las tesis darwinistas de la evolucin gradual y de la unidad bsica de la mente humana, 23, en la perspectiva de Moreno tenan adems un objetivo general de proyeccin ms amplia. Como afirm en una conferencia dictada en 1878 ante la Sociedad Cientfica Argentina:

Ahora que todo pueblo que se interesa en inquirir el orijen de su prosperidad y de su raza, trata de seguir de etapa en etapa el desenvolvimiento de los hombres que han habitado el terreno que hoy ocupa como nacin (...), slo deseo demostrar el inters que para los argentinos tiene el pasado mas remoto de nuestros precursores en este suelo, como base de nuestra historia.24Es decir, en Moreno, el estudio cientfico del hombre original sudamericano formaba parte de la construccin historiogrfica nacional, y estaba imbuido de la nocin teleolgica de que la historia nacional constituye un continuum que une el origen con el presente, en un movimiento ascendente que va desarrollando los grmenes iniciales portadores de la prosperidad futura. A partir del descubrimiento del patagn antiguo, un territorio desprovisto de altas culturas precolombinas como era el argentino, que incluso haba tenido que tomar prestada la herencia incaica para realzar sus orgenes,25 poda ahora reconstituir cientficamente su pasado ms remoto llevndolo hasta el balbuceo primero del hombre sobre la tierra. Ms an, poda ofrecerlo incluso a las restantes repblicas sudamericanas como punto de partida de sus historias respectivas. Pues, si la grandeza de la cultura prehispnica sudamericana tena su epicentro en el Per, su causa primera haba de buscarse ms al sur, en el territorio argentino.26 He aqu cmo la construccin simblica de la afirmacin nacional se apoyaba en la aplicacin de modernas teoras y metodologas cientficas, y cmo stas --a su vez-- eran fuente de proyecciones extracientficas.

Y es aqu precisamente donde encontramos una primera ruptura significativa entre la perspectiva del antroplogo ingls John Lubbock, a la que me he referido antes, y la de Moreno. Para Lubbock exista una enajenacin bsica entre el salvaje actual y el ancestro prehistrico de los europeos; la vinculacin entre ambos se estableca nicamente por analoga y el inters de estudiar al primitivo moderno era slo instrumental para la reconstruccin de los primeros estadios evolutivos de la humanidad. Pero desde la perspectiva del sabio argentino, los indgenas actuales y los argentinos modernos compartan unos mismos ancestros, "nuestros ancestros", "nuestros abuelos fsiles", como dice reiteradamente. Para l, una suerte de lnea evolutiva comenzaba en el patagn antiguo y sus "admirables" restos lticos, pasaba por las "epopeyas gloriosas" de las tribus pre y postcolombinas y llegaba hasta los argentinos modernos, con sus novsimos "adelantos". Esa lnea evolutiva nica constitua lo que l llama "la historia fsica y moral de los argentinos", antes y despus del descubrimiento de Amrica.27. El patagn antiguo quedaba as simblicamente apropiado como el primer y ms remoto eslabn de la cadena.

Ciudadanos

La incorporacin simblica de aquellos restos fsiles humanos a la historia nacional con carcter de "ancestros" nos lleva directamente a un segundo tipo de actividades y contribuciones de Moreno. Esta vez se refieren a aquella parte de los planteamientos de Lubbock que definan el estudio de los grupos humanos "no civilizados" como un medio necesario para el diseo de las polticas imperiales. Tal objetivo poltico era perfectamente aplicable a la Argentina de la poca, con slo cambiar el adjetivo "imperial" por el de "nacional". A ello corresponde el nombramiento en 1879 de Moreno como Jefe de la Comisin Exploradora, que el gobierno organiz con el fin de estudiar el territorioy las tribus indgenas de la Patagonia, para aplicar esa informacin a la ocupacin efectiva de la zona.28Pero, una vez ms, haba diferencias importantes. Desde la perspectiva de la poltica imperial britnica, esos hombres "salvajes" o "primitivos" no slo eran geogrficamente lejanos, sino socialmente ajenos. Las sociedades europeas tenan con ellos una relacin distante, casi literaria, caracterizada por el mecanismo de atraccin-repulsin asociado a la moda por "lo extico", tpica de la segunda mitad del XIX. 29. Pero, en la Argentina, esos grupos poblacionales a los que la sociedad mayoritaria consideraba "brbaros" o "salvajes" no slo habitaban el mismo territorio, sino que tenan un contacto fluido y permanente con la poblacin de origen europeo.

Hacia el interior de la sociedad, ese contacto se expresaba por el habitual comercio pacfico o por la accin violenta traducida en invasiones peridicas y traumticas a las poblaciones "cristianas": los llamados "malones". Pero tambin tena una expresin importante en la poltica externa, ya que los grupos indgenas negociaban alianzas de conveniencia con los distintos gobiernos --el nacional o los vecinos-- que se ratificaban oficialmente con la concesin de cargos del ejrcito a los caciques y capitanejos.30 De hecho, a lo largo del siglo XIX muchos grupos indgenas participaron activamente en los avatares polticos de la sociedad blanca, alquilando sus lanzas en las guerras de la independencia primero y en los numerosos conflictos civiles despus.

Ms an, en la rivalidad entre Argentina y Chile por la posesin de la Patagonia, los indgenas cumplan un papel importante. Primero, el trfico a travs de la cordillera del ganado robado en las estancias argentinas, que debilitaba la economa local, era fomentado y aprovechado por el gobierno chileno. Segundo, la accin de las tribus hostiles dificultaba la ocupacin de ese territorio, lo que impeda aplicar el principio del utis posedetis para afirmar la soberana argentina sobre ellos. Y tercero, el continuo desplazamiento de indios mapuches chilenos hacia la Patagonia y la progresiva araucanizacin de los indgenas locales alimentaban las reivindicaciones chilenas sobre la regin.31Es decir, para la Argentina de la poca, el indgena poda ser un "salvaje" pero jams un representante de "lo extico", porque -- enemigo o aliado-- era un vecino de la propia sociedad.

Esta proximidad es lo que explica la dimensin multifactica de las actividades y contribuciones de Francisco Moreno con respecto a los indgenas contemporneos. Por un lado --como etngrafo-- reuna datos sobre sus costumbres, ritos y lenguas, y --como antroplogo fsico-- contribua al conocimiento de las razas humanas con estudios antropomtricos. Para esto ltimo no slo aprovechaba sus estancias en las tolderas para realizar mediciones sobre indgenas vivos. Tambin --con el ms puro espritu cientfico-- entraba sigilosamente en las zonas de enterramiento para llevarse los restos an calientes y analizarlos luego sin pestaear; aunque esos cadveres fueran de hombres con los que l mismo haba mantenido relaciones personales de extrema cordialidad y aprecio mutuo.32Pero Moreno era tambin un nation-builder, preocupado por definir las fronteras de la inclusin en ese proyecto incabado que era la propia nacin. En cuanto tal, su actividad parta de un presupuesto que diferenciaba claramente entre los indios que eran y deban ser argentinos por derecho de nacimiento y aquellos otros advenedizos de allende la cordillera. A los primeros los iniciaba en el orgullo de la tradicin incaica, les instaba a defender su identidad de argentinos y defenda l mismo, frente al gobierno central, sus ttulos a la posesin de tierras en tanto ciudadanos por derecho de nacimiento;33 a los segundos los acusaba de ladrones de ganado que hacan tratos con el gobierno chileno y de vender a las otras tribus el alcohol que tanto contribua a su decadencia.34Para aquellos indios que podan y deban ser incluidos en la nacionalidad, Moreno, actuando como delegado del gobierno --y esta es la tercera dimensin de su actividad-- propona medidas destinadas a perpetuar su presencia fsica en la Patagonia, asignndoles un papel protagnico en la construccin del futuro. El medio para ello era el establecimiento de colonias protegidas y fomentadas por el gobierno central, donde los indgenas sedentarizados, convertidos en productores agrcolas y ganaderos, conviviran con inmigrantes europeos. Estos, a su vez, contribuiran por el contacto y el ejemplo a la modificacin gradual, no traumtica, de las costumbres de una poblacin "primitiva" pero potencialmente "civilizable". Como afirm despus de un viaje a la regin del Chubut:

debe extenderse la poblacin futura mezclndose con los indgenas (...), y la toldera de hoy podr ser con la ayuda de los caciques Inacayal y Foyel (...) un centro de civilizacin de gran porvenir.35Arte y parte en los debates polticos de su tiempo, Moreno no escribi slo para los lectores de publicaciones cientficas, fueran nacionales o extranjeras. Bien al contrario, una porcin importante de su obra se edit primero en los peridicos y se dirigi a una opinin pblica particularmente sensibilizada hacia el tema de la Patagonia y sus habitantes, en el contexto de la amplia cobertura periodstica que recibi la Campaa del Desierto. Durante esos aos, los diarios publicaron notas de los corresponsales que acompaaban a las tropas, artculos de carcter cientfico sobre la Patagonia --como los del propio Francisco Moreno-- y polmicas en las que intervenan tanto polticos como personas de a pie. Y uno de los temas centrales de esas polmicas fue la cuestin de "qu hacer con el indio".36Aunque algunos de los polemistas no desestimaban la extincin fsica del indgena si era imprescindible para el "progreso y la civilizacin", la opinin mayoritaria prefera otra solucin: integrar al indio mediante su adaptacin a las usos "civilizados". Tal objetivo implicaba convertirlo en trabajador productivo, escolarizar a sus hijos, anular su organizacin tribal y borrar sus costumbres e incluso su lengua. Pero el consenso general sobre este tema se rompa en lo referente a los medios --ms o menos graduales, ms o menos traumticos-- que haba que aplicar para lograr esa asimilacin.

Algunos, como el propio general Roca, lder militar de la campaa del desierto, abogaban por su dispersin en las distintas regiones de la repblica. Otros --como Estanislao Zeballos, uno de los idelogos de la ocupacin de la Patagonia-- pedan que se les "quitase el caballo" y se les obligara "a punta de remington" a cultivar la tierra, agregando a ello la accin del misionero segn el axioma de que "cristianizar es civilizar".37 Y estaban los que, como Francisco Moreno o el militar lvaro Barros --que fue otro de los idelogos de la Campaa del Desierto--, abogaban por la concesin de tierras y la interaccin en ellas del indio y el colono europeo. Sobre el modelo de integracin del indgena como ciudadano es particularmente ilustrativa la siguiente cita de lvaro Barros quien, al tiempo que favoreca la "guerra ofensiva" contra el indio nmada como un medio imprescindible para la ocupacin efectiva de la Patagonia, condenaba "el sistema brbaro de exterminar a la raza indgena" y agregaba:

... pensamos que el indio debe tener entrada y asiento en el parlamento argentino; pero no por cierto el indio tal cual hoy se encuentra en la pampa, un tanto ajeno a los usos parlamentarios; sino el indio del porvenir, el descendiente de la hija de Namuncur, perla del desierto transportada al centro de la civilizacin, y unida por el vnculo conyugal al inmigrante irlands (...) cuyos antepasados, ahora tres siglos, no ms, no eran ni ms ni menos indmitos ni menos feroces que Namuncur.38Para todas las propuestas mencionadas hasta aqu es posible encontrar antecedentes en las distintas polticas llevadas a cabo por la Corona espaola con respecto al indgena a lo largo del perodo colonial. Una cuarta propuesta, sin embargo, optaba por tcomo modelo una experiencia estrictamente contempornea: se trataba de favorecer la delimitacin de "reservas", siguiendo el ejemplo norteamericano. Esta proposicin, que fue defendida principalmente por el explorador, cientfico y ms tarde gobernador del territorio de Santa Cruz, Ramn Lista, no dio lugar a la adopcin de polticas concretas. Por el contrario, las restantes alternativas mencionadas fueron aplicadas por el gobierno central con grado variable de xito.

Sera un error pensar que la implicacin de Moreno en este tipo de propuestas y su tendencia a favorecer la asimilacin del indio eran cuestiones paralelas y ajenas a su formacin e intereses cientficos. Muy por el contrario, se explicaban y legitimaban por las teoras en las que enmarcaba su trabajo.

En efecto, don Francisco comparta la creencia evolucionista, comn a los antroplogos de la poca, de que los pueblos primitivos estaban condenados a desaparecer ante el contacto con un medio ms avanzado.39. Esto es lo que explica, por ejemplo, que su trabajo etnogrfico tuviera el sentido conservacionista propio de etngrafos como el britnico George Grey --el defensor de los aborgenes australianos-- o el francs Theodore Hamy, fundador del Museo del Trocadero, hoy Muse de lHomme.40 Tanto para Grey como para Hamy y Moreno, esos datos deban perpetuar el conocimiento de unas costumbres, unas creencias y unas lenguas cuyos das de prctica viva estaban contados. En el caso de Moreno --a diferencia de Grey o Hamy, y por las razones antedichas-- debe agregarse el afn de que los descendientes directos de aquellos indgenas primitivos pudieran mantener la memoria histrica de los usos de sus abuelos.41 Pero nicamente la memoria, no la perpetuacin viva de aquellas prcticas, porque las formas fsiles de la vida primitiva slo podan preservarse en el aislamiento, nunca en el contacto con formas superiores, que llevaban todas las ventajas en el proceso de seleccin operado en la lucha por la existencia; y la posibilidad de aislamiento haba sido quebrantada por el avance incontenible de la "civilizacin" sobre las tierras ms ignotas. En tal contexto, la nica esperanza para los grupos primitivos en general, y para los indgenas patagnicos y sus descendientes en particular, era la pervivencia fsica mediante su integracin cultural a los usos de la "civilizacin".

Al propio tiempo, el contacto directo con esos grupos primitivos, que le ense a estimarlos y respetarlos, contribuy a la seleccin y matizacin de sus herramientas cientficas. As, aunque el sabio argentino manejaba la nocin de "razas inferiores" --nuclear en el pensamiento antropolgico de la poca--, ese concepto aparece siempre referido a un estadio temporalmente remoto en la cadena evolutiva. En ningn lugar de su obra se encuentra esta denominacin aplicada a los indgenas contemporneos, para los que prefera la calificacin de "grupos en estado de barbarie". Y esta categora, a su vez, no la remita a una situacin estable y fija, sino ms bien al sentido clsico e ilustrado de un nivel cultural susceptible de modificacin. En este contexto, Moreno se adhera con entusiasmo a la tesis darwinista de la unidad moral y mental, en origen, del gnero humano. Pero en cuanto a las causas que haban hecho posible el adelanto de unos grupos y el estancamiento de otros en la lucha por la existencia, su compromiso con el debate cientfico le impeda rechazar de plano las explicaciones biologicistas favorecidas por muchos evolucionistas --que no por el propio Darwin.42No obstante esta cautela cientfica, es manifiesta su preferencia por las argumentaciones de tipo ambientalista antes que las de fundamento biolgico.43 Y ello tiene estrecha relacin con su condicin de nation-builder: hubiera sido imposible un proyecto de integracin del indgena a la nacionalidad, si ste era asociado a un estadio cultural lastrado por la inferioridad biolgica. Slo el rechazo a las interpretaciones biologicistas extremas poda hacer coherente el pensamiento cientfico de Moreno con su convencimiento de la conveniencia e incluso la necesidad de hacer de las pacficas tribus tehuelches, o de los caciques manzaneros Shayehueque, Inacayal o Foyel, un pivote en la incorporacin de la Patagonia a la soberana argentina y a la civilizacin occidental.

Piezas de museo

Los caciques recin mencionados nos llevan a otro mbito de actuacin de Moreno que es relevante para este anlisis. Me refiero a su condicin de fundador y director, durante muchos aos, del Museo de Ciencias Naturales de La Plata. El espacio disponible no permite extenderse sobre los avatares que rodearon su fundacin y desarrollo, pero para apreciar su significacin basta sealar que el Museo de La Plata, o "Museo Moreno" --como llamaba Paul Broca a la coleccin inicial que le dio origen--,44 fue situado por el naturalista norteamericano Henry Ward despus de una visita que hiciera en 1888 entre los diez primeros museos antropolgicos del mundo.45 Y, si he dicho antes que la actuacin de Moreno fue multifactica, puede agregarse que esta faceta especfica de director y padre fundador del Museo de La Plata englobaba a todas las anteriores: al cientfico, porque el museo era el destino de sus colecciones y el marco institucional de sus trabajos acadmicos; al delegado del gobierno, porque del apoyo oficial dependan el cargo y la capacidad de accin que ste le proporcionaba;46 y al nation-builder, porque es bien conocido el significado y el papel de esas instituciones llamadas museos en la estructuracin simblica de las naciones modernas.47En efecto, los museos no han sido slo "templos del saber", como se dio en llamarlos, ni tampoco meros instrumentos de popularizacin del conocimiento. Su papel fundamental, especialmente en el contexto de las construcciones nacionales decimonnicas, ha sido el de actuar como organizadores y unificadores materiales de los imaginarios colectivos, al servir de instrumento para la incorporacin, por parte del conjunto de la sociedad, de los valores y la particular cosmologa de las lites. De forma especial, los museos de historia natural cumplieron el papel de plasmar simblicamente la continuidad secular de "la nacin", objetivndola a travs de las manifestaciones de la naturaleza --antropolgicas, zoolgicas, botnicas, etc.-- en su marcha evolutiva sobre el territorio compartido.48En tal fin se inscribe la fundacin del Museo de La Plata, que estaba destinado, en palabras de Moreno, "a contener la Historia Fsica y Moral de la Repblica Argentina y del continente sudamericano a travs de los tiempos".49 El Museo tena, en primer lugar, la funcin socializadora de exhibir pblicamente las colecciones en las que se plasmaba esa Historia Fsica y Moral, organizndolas evolutivamente segn los criterios ms modernos de la poca.50 Tena una segunda funcin de carcter cientfico, en cuanto centro de investigacin al servicio de los especialistas. Pero su papel fundamental consista en ser el centro fsico donde se produca la articulacin de una construccin nacional y de una prctica cientfica que actuaba como su fuente ltima de legitimacin. Y algo ms importante an, precisamente por ser capaz de llevar a cabo esa peculiar articulacin, el museo poda conferir a esa Historia de inters local una proyeccin supranacional, e incluso universal. Como afirmaba Moreno:

Sin el conocimiento paleontolgico y antropolgico de lo que es hoy la Repblica Argentina, no es posible trazar, ni siquiera a grandes rasgos, el pasado de Amrica [... y] esto slo puede hacerse examinando las riquezas acumuladas en el Museo pblico de Buenos Aires, hoy Museo Nacional, y en el de La Plata.51No extraa, pues, que una parte fundamental del Museo estuviera destinada a las colecciones de antropologa fsica y cultural de los pueblos indgenas sudamericanos. La primera de ellas, es decir, la de Antropologa Fsica --que segua el modelo de la coleccin del Museo Real de Cirujanos de Londres--,52 contena un nmero ingente de crneos y esqueletos de indgenas de la Amrica austral; enellos "la serie antropolgica patagnica ms importante que existe". El conjunto iba --segn Moreno-- "desde el hombre testigo de la poca glacial hasta el indio ltimamente vencido". 53Estas palabras, escritas en 1890, ocultan una circunstancia ms dramtica de lo que parece a simple vista. Porque slo cinco aos antes de esa fecha encontramos a ese indio "ltimamente vencido" en el Museo de La Plata. Y lo encontramos en persona, en la presencia viva de los tres caciques antes mencionados, Shayehueque, Inacayal y Foyel, junto con sus familias y otros indgenas manzaneros, tehuelches, pampas y araucanos. Todos ellos haban sido rescatados por Francisco Moreno de la isla Martn Garca, en el estuario del Ro de la Plata, adonde fueran deportados al finalizar la campaa del desierto como prisioneros de guerra.

La motivacin fundamental de Moreno al rescatar a los indgenas de la isla era humanitaria e inspirada por la triste situacin en que se encontraban esos hombres y mujeres, a quienes pocos aos antes haba conocido disfrutando de su libertad y de sus tierras natales. Pero las razones que adujo ante las autoridades fueron de otra ndole. El inters de alojarlos en el Museo, deca Moreno, radicaba en la utilidad que esas muestras vivientes de estadios culturales en vas de extincin tenan para los estudios antropolgicos, tanto fsicos como culturales (costumbres, creencias y sobre todo artesanas).54 De tal manera, si la motivacin fundamental era de ndole humanitaria, para legitimarla se recurra a la ciencia.

El alojamiento de indgenas en un Museo antropolgico es un hecho bastante original, pero no nico. El caso ms famoso se da en 1911 y corresponde a Ishi, el ltimo indio yana de California, que estuvo recogido hasta su muerte, en 1916, en el Museo de Antropologa de la Universidad de California --entonces en San Francisco--, bajo la proteccin del antroplogo Alfred Kroeber. Pero haba una prctica anterior y mucho ms extendida, contempornea a la presencia de los indgenas en el Museo de La Plata, que no slo presentaba analogas con esta accin de Moreno sino que, sobre todo, se amparaba en los mismos presupuestos cientficos.

En el ltimo cuarto del siglo XIX, los estudios antropolgicos europeos aparecen muchas veces asociados a la presencia de grupos tnicos de otras reas de la tierra, que eran transportados a Europa para su exhibicin. Los caracteres fsicos, hbitat, vestimenta e industrias de esos grupos "salvajes" o "primitivos" eran ofrecidos a la observacin del pblico europeo con una triple funcin: testimoniar la capacidad de expansin supranacional del pas organizador de la exhibicin;55 satisfacer el cada vez ms extendido inters por "lo extico" y realzar, por contraposicin, el largo camino transitado por los grupos "superiores" en la escala ascendente del progreso 56. En tal contexto, y a lo largo de varias dcadas, sea en las exposiciones universales o en otras de diferente carcter, cingaleses, kalmukos, pieles rojas, ashantis, congoleos, galibis, hotentotes, bosquimanos y un largo etctera de grupos "primitivos" o simplemente "exticos" --como cosacos circasianos o incluso gauchos rioplatenses-- desfilaron por las principales ciudades europeas, convirtindose muchas veces en exhibiciones itinerantes. All estuvieron presentes tambin los indgenas del extremo meridional de Amrica, fueguinos, araucanos o patagones, a quienes encontramos, por ejemplo, en 1879 en Berln y en Pars, en 1881 y en 1883 nuevamente en la capital francesa e incluso, en 1887, en Madrid.57Pero si esas exhibiciones fueron organizadas con sentido de espectculo y orientadas a la captacin de un pblico masivo, su celebracin tambin estuvo asociada a las actividades cientficas de las diversas instituciones etnogrficas y antropolgicas. Por un lado, estas instituciones ms de una vez colaboraron con las grandes exposiciones universales, organizando la seccin antropolgica de las mismas, y utilizando para ello la presencia de estos grupos vivientes. El sentido que para los cientficos en esta disciplina tena la seccin antropolgica en el contexto de una exposicin universal, fue resumido, en vsperas de la gran exhibicin destinada a conmemorar el primer centenario de la Revolucin Francesa, por la Revue dAnthropologie en trminos que ya nos son conocidos: se trataba de mostrar el progreso del hombre --ya fuera sobre el crneo y el esqueleto, ya sobre el especimen viviente-- elevndose desde sus inicios ms rudimentarios hasta alcanzar su organizacin psquica actual. El acento deba ponerse --aada la publicacin-- sobre los tipos salvajes ms inferiores, que tienden a desaparecer, y sobre las escasas piezas craneanas prehistricas, desembocando todo ello en la comparacin de la etnografa prehistrica y la etnografa extica, a la manera de Lubbock en sus Orgenes de la Civilizacin.58Pero hay un segundo elemento, mucho ms importante que la mera exhibicin, que explica el inters de los antroplogos por la presencia de estos grupos primitivos en el Viejo Continente. Esas exposiciones les proporcionaban el objeto material de sus estudios, ya que para la gran mayora de los cientficos europeos constituan la nica posibilidad de observar personalmente a representantes de las razas primitivas y exticas. Por ello, aunque las instituciones antropolgicas no contrataban el traslado de esos grupos desde sus lejanas tierras de origen --sino empresas comerciales por lo general especializadas en la importacin de animales exticos--,59 la importancia de esos materiales vivos se pone de manifiesto con slo recorrer las pginas de los boletines y revistas de las principales instituciones antropolgicas de la poca, como el Journal of the Royal Anthropological Society de Londres, la Revue dAnthropologie de Pars o el Boletn de la Berliner Gesechallft fr Anthropologie.

Un caso considerado ejemplar fue, precisamente, el de tres indgenas patagones llevados a Berln para su exhibicin en 1879, a quienes el prestigioso Rudolph Virchow present ante la Sociedad de Antropologa. All, y en pblico, realiz sobre ellos una serie de anlisis antropomtricos y comentarios destinados a situarlos en la escala de las jerarquas raciales, en un acto que hoy choca a nuestra sensibilidad, pero que en la poca fue admirado como una acabada expresin de los avances de la ciencia antropolgica en el estudio de las razas humanas.60En el marco del pensamiento antropolgico dominante en los aos ochenta del siglo pasado, lo que legitimaba tanto el traslado de grupos primitivos al viejo continente para su exhibicin y estudio, como la presencia en el Museo de La Plata de indgenas vivos,61 era el hecho de que se les atribua el carcter de ejemplares paradigmticos, lo que converta a todo individuo en un "tipo" de la raza. Es decir, un "arquetipo", o lo que los antroplogos franceses denominaron chantillons. En tanto chantillon, el indgena individual era portador de un cmulo de informaciones positivas que mantenan su valor como evidencia cientfica, incluso cuando esos datos y quien los aportaba eran extrados de su medio natural.

Nada mejor para comprender ese trnsito de individuo a arquetipo de su raza que referirnos brevemente a uno de los personajes de la Patagonia que antes he citado, el cacique Inacayal. En las dcadas de los aos sesenta y setenta, este jefe indio haba sido conocido personalmente en su hbitat natural por los exploradores de la Patagonia, como Cox, Musters o el propio Moreno. Y todos ellos lo haban presentado cazando andes y guanacos al frente de su tribu y negociando tratados con el gobierno central. Pero en 1888 Inacayal finalizaba sus das en el Museo de La Plata, formando parte de la coleccin de fotografas antropolgicas, de estudios de corte psicolgico realizados por los empleados del museo y, finalmente, en la forma literal de pieza de museo, con su esqueleto, cerebro, cuero cabelludo y mascarilla mortuoria expuestos en las galeras de la institucin; sitio de dudoso honor que comparta con el crneo de aquel antiqusimo representante del hombre sobre ssudamericano: el patagn antiguo.62 Ya no era Inacayal, el cacique, el hombre, sino un arquetipo de su raza.

La asociacin en la forma de pieza de museo de los restos del patagn antiguo apropiado como "ancestro de la nacin", con los del indio vencido convertido en arquetipo, responda a una lgica implcita en los modelos antropolgicos que guiaban la accin de Moreno. Modelos que a su vez encontraban fcil articulacin en el pensamiento mayoritario de la Argentina de su poca. En efecto, la adopcin del patagn antiguo como ancestro comn slo era posible sobre el principio de la extincin del indgena actual en tanto representante de los estadios ms antiguos de la evolucin. Porque la nocin de ancestro implicaba la continuidad en el tiempo, no una continuidad esttica, sino una continuidad sujeta al mecanismo de la evolucin y asociada a la ley del progreso; que en el caso especfico de la Argentina de la segunda mitad del XIX conformaba el modelo de la "nacin civilizada". Y en la "nacin civilizada" no haba lugar para fsiles vivientes. De esa manera, el indgena patagn slo tena dos destinos posibles: convertirse en pieza de museo o en ciudadano de la nacin.

El primero fue el caso, como hemos visto, de Inacayal, que muri en el museo sin aceptar reconocerse como argentino.63 El segundo, el de sus compaeros de infortunio, Shayehueque y Foyel. Como el primero, estos ltimos desempearon su papel de arquetipos en las fotografas antropolgicas que guarda la coleccin del Museo. Pero a finales de la dcada de los ochenta, ambos caciques se hallaban de regreso en la Patagonia ocupando, con los restos de sus tribus respectivas, las hectreas de tierras fiscales que les haban sido asignadas por el gobierno a instancias de Moreno. Shayehueque, incluso, haba sido nombrado por el General Roca gobernador del territorio de las Manzanas. All volvi a encontrarlos Francisco Moreno en una nueva expedicin cientfica a la Patagonia realizada hacia finales del siglo.64 Y, segn sabemos por sus informes y por otros documentos de la poca, ambos estaban aceptando lentamente los usos de la "civilizacin", se reivindicaban como argentinos y haban iniciado reclamaciones y pleitos legales para mantener las tierras concedidas, que eran objeto de la codicia de los especuladores. De hecho, los ltimos retazos de las diez mil hectreas de tierra patagnica que le fueron concedidas para l, su tribu y su descendencia en 1903, pasaron definitivamente a manos de especuladores en 1930.65Sin embargo, sera un error pensar que la precariedad de los derechos de Shayehueque y su familia a la posesin de tierra se deba exclusivamente a su condicin de indgenas: el mismo calvario estaban atravesando por esas mismas fechas los inmigrantes europeos de quienes se esperaba que colonizaran la Patagonia e iniciaran a los indgenas en las tcnicas agrcolas y las costumbres "civilizadas". Unos y otros, inmigrantes e indios, padecan la desidia burocrtica y la falta de frenos oficiales a la codicia individual.66.

As pues, en el caso de Shayehueque y Foyel, el trnsito de individuo a arquetipo haba sido sustituido por otra trayectoria de connotaciones menos cientficas: la que iba de indgena nmada a ciudadano del estado-nacin,67 con las ventajas y las desventajas que ello supona para una parte no desdeable de la poblacin de la poca. Los descendientes de los caciques seguiran batallando a lo largo del siglo XX por conservar sus tierras,68 pero los das de la caza del guanaco y del and se haban desvanecido. Esos mismos descendientes criaran ovejas para s mismos o para otros, lucharan con la tierra inhspita para arrancar cultivos a sus pequeas parcelas o se trasladaran a los centros urbanos para prestar servicios en las fuerzas armadas o en mltiples ocupaciones propias de la "civilizacin". Y se mezclaran con otros grupos tnicos al punto que, en 1940, el antroplogo Imbelloni tuvo problemas para encontrar individuos que no presentaran rasgos de mestizacin.69De tal manera, si la conversin del indgena patagnico en pieza de museo implicaba la muerte fsica transformada en permanencia simblica, la conversin en ciudadano entraaba la muerte cultural --es decir, su extincin en tanto elemento tnicamente diferenciado de la poblacin mayoritaria-- mediante una asimilacin forzosa que permitira, en cambio, la pervivencia fsica de su descendencia, aunque socialmente depauperada y tnicamente mestizada. Ambas resoluciones estaban implcitas en los modelos antropolgicos y las teoras cientficas que, adaptndose a las circunstancias e idiosincrasias locales, interactuaron con el proyecto nacional argentino de incorporacin de la Patagonia, dentro del modelo de "nacin civilizada" al que me he referido al comienzo de este trabajo.

NOTAS

1. Este artculo se integra en el proyecto PB96-0868. Agradezco a mis colegas, los doctores Francisco Pelayo y Miguel ngel Puig-Samper, a cuya generosidad y competencia cientfica debo el haber podido resolver algunos de los problemas que presentaba esta temtica.

2. Mnica Quijada: "Qu nacin? Dinmicas y dicotomas de la nacin en el imaginario hispanoamericano del siglo XIX", en F.X. Guerra y M. Quijada (coords.): Imaginar la Nacin, nmero monogrfico de Cuadernos de Historia Latinaomericana, AHILA, N 2, 1994, pp. 15-51.

3. Desde hace algunos aos los estudios histricos, etnolgicos y antropolgicos estn demostrando que las poblaciones autctonas de la pampa y la Patagonia haban desarrollado formas sociales y econmicas mucho ms complejas de lo que se ha solido reconocer, que incluan el pastoreo de inmensos rebaos de ganado, produccin agrcola y artesanal, as como la vinculacin de los distintos grupos indgenas entre s y con la sociedad criolla a travs del comercio. Cfr. Radl J. Mandrini: "Indios y fronteras en el rea pampeana (siglos XVI-XIX). Balance y perspectivas", Anuario del IEHS, Vol. VII, Tandil, 1992, pp. 59-73. Miguel ngel Palermo: "La innovacin agropecuaria entre los indgenas pampeano-patagnicos. Gnesis y procesos", Anuario del IEHS, Vol.III, Tandil, 1988, pp. 43-90. Idem: "Reflexiones sobre el llamado 'complejo ecuestre' en la Argentina", Runa, vol. XVI (1986), pp. 157-178. Lidia R. Nacuzzi: "'Nmades' versus 'Sedentarios' en Patagonia (siglos XVIII-XIX)", Cuadernos del Instituto Nacional de Antropologa y Pensamiento Latinoamericano, 14, 1992-93, pp. 81-92. Idem.: "La cuestin del nomadismo entre los Tehuelches", Memoria americana - Cuadernos de Etnohistoria, N 1, 1991, pp. 103-133.

4. John Lubbock: Los orgenes de la civilizacin y la condicin primitiva del hombre, Editorial Alta Fulla, Barcelona, 1987 (1 edicin en ingls: 1870), pp. 4-5.

5. Francisco Moreno: "Description des cimetires et paraderos prhistoriques de Patagonie", Revue dAnthropologie, 1874, pp. 70-90. Moreno se haba iniciado en el conocimiento de la ciencia antropolgica con el sabio alemn German Burmeister --antiguo discpulo y protegido de Alexander von Humboldt--, quien en 1862 se hizo cargo de la direccin del Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires. En 1879 Moreno se traslad a Pars, donde complet su formacin en los famosos cursos dictados por Paul Broca. Tambin dict conferencias en la Societ dAnthropologie presidida por el mismo antroplogo francs.

6. La tesis de Moreno de que el patagn antiguo representaba un tipo distinto al del americano contemporneo fue tempranamente incorporada por el antroplogo francs Pierre Topinard en su libro LAnthropologie, publicado en Pars en 1875.

7. Paul Broca: "Sur les crnes de la caverne de lHome Mort (Lozre)", Revue dAnthropologie, 1873, pp. 1-53.

8. Citada en Francisco Moreno: El origen del hombre sud-americano. Razas y civilizaciones de este continente. Contribucin al estudio de las colecciones del Museo Antropolgico y Arqueolgico, Imprenta de Pablo Coni, Buenos Aires, 1882.

9. Charles Darwin: Voyage of the Beagle, Penguin Classics, London, 1989 (1 edicin: 1839). Esta idea de que la Patagonia era un reservorio privilegiado parel avance de la ciencia an se mantena a finales del siglo XIX; muestra de ello es la siguiente afirmacin de un antroplogo francs, explorador tardo de la regin: "Si lon me demandait quel est le pays o la science peut senrichir le plus srement, je dsignerais sans hsiter la Patagonie; la faune et la flore de cet immense territoire sont encore peu connues. Les importants gisements fossilifres reconcontrs ces dernires annes attirent lattention des savants; la palontologie en est compltement bouleverse". M. Le Comte Henry de la Vaulx: "A travers la Patagonie, du Rio Negro au Dtroit de Magellan", Journal des la Socit des Amricanistes, T. I, 1896-1899, pp. 71-99 (cita en p. 71).

10. Se refiere a la obra publicada bajo ese ttulo por Armand de Quatrefages y Thodor Hamy (Pars, 1877).

11. Sesin del 1 de julio de 1880, Bulletin de la Socit dAnthropologie, Pars, p. 490.

12. Revue dAnthropologie, 1879, p. 181.

13. En 1879 Paul Broca ya haba aceptado la teora evolucionista, descartando su tradicional defensa de las tesis poligenistas, lo que queda manifiesto en su frase antes citada.

14. Las propuestas de Francisco Moreno sobre Amrica del Sur como cuna de la humanidad son estrictamente contemporneas a la defensa de la autoctona del hombre americano hecha por el conocido sabio, tambin argentino, Florentino Ameghino. Las coincidencias, discrepancias y rivalidades entre ambos personajes alargaran innecesariamente este artculo y sern el tema de un trabajo posterior.

15. Bulletin de la Socit dAnthropologie, Pars, 15 de junio de 1880, p. 490. El estudio completo en Francisco Moreno: "Sur deux crnes prhistoriques rapports du Rio Negro", dem., pp. 491-497.

16. Dicha teora fue expuesta por Hooker en su serie de estudios botnicos publicados como Flora Antarctica (Londres, 1844-1847); Flora Novae-Zelandiae (Londres, 1853-1855) y, principalmente, Flora Tasmaniae (Londres, 1855-1860).

17. Los resultados de la elaboracin de Moreno fueron presentados por su autor en dos conferencias sucesivas dictadas ante la Sociedad Cientfica Argentina, en 1882. Vase Francisco Moreno: "Patagonia. Resto de un antiguo continente hoy sumergido", Anales de la Sociedad Cientfica Argentina, 15 de julio de 1882, y El origen del hombre sud-americano..., ob. cit.

18. La imagen de un continente austral --que se basaba en la nocin de los ascensos y descensos experimentados por el suelo ocenico en el proceso de solidificacin y contraccin de la tierra-- tuvo prolongada fortuna en el mbito de los estudios geolgicos, aunque desvinculada de la cuestin del origen de la vida. De hecho, fue sostenida tambin por el gran gelogo Eduard Suess, y ms tarde confirmada por Alfred Wegener, en su teora de la deriva continental. Suess habla de cuatro "asilos" o regiones caracterizadas por la ausencia de plegamientos recientes y de los que, en pocas de cataclismos, las colonias botnicas o zoolgicas pueden partir para repoblar las tierras. Uno de esos asilos --el tercero-- sera el continente de Gondwana (India, Madagascar y partes de Africa, Brasil y Argentina); el cuarto asilo sera el continente antrtico, que comprendera Australia y Patagonia. Esta teora de Suess aparece en el segundo volumen de su obra La faz de la tierra, publicado en 1888 (el primero es de 1883, y el tercero de 1909). La idea inicial del continente antrtico sostenida por Moreno --anterior en seis aos a la de Suess-- se hallaba a caballo entre los continentes de Gondwana y Antrtico identificados por este ltimo. En cuanto a la teora del geofsico Alfred Wegener, propuesta inicialmente en 1912, fue publicada en su obra Die Entstehung der Kontinente und Ozeane, Brunswick, 1915. En ella Wegener defina un continente austral, llamado Gondwana, que inclua la Amrica Meridional, Australia, Africa, India y la Antrtida.

19. A pesar de ese rechazo, ambas teoras aparecen recogidas al menos en dos enciclopedias de principios de este siglo: la Enciclopedia Universal Ilustrada Hispano-Americana Espasa-Calpe (Vol. 1) y el Diccionario Enciclopdico Hispano-Americano (Vol. I). Es interesante el hecho de que, en este ltimo, el autoctonismo del hombre americano es presentado todava como un hecho posible, aunque dudoso (p. 51). La influencia de los trabajos de Moreno a principios de este siglo tambin puede apreciarse en R. Verneau: Les Anciens Patagons. Contribution ltude des races prcolombiennes de lAmrique du Sud, publie par ordre de S.A.S. le Prince Albert 1er, Imprimerie de Monaco, 1903.

20. Segn Rivet, podra haberse producido una emigracin australiana hasta la Tierra del Fuego al retirarse los hielos en el perodo inmediatamente posterior a la glaciacin del Wrm, al final del pleistoceno. Paul Rivet: Los orgenes del hombre americano, Fondo de Cultura Econmica, 1969, 3 edicin (1 edicin en francs: 1943), pp. 104-111.

21. Cfr., por ejemplo, Paul Rivet: Los orgenes del hombre americano, captulos III y V, "Les Australiens en Amrique", Bulletin de la Socit de Linguistique de Paris, Vol. 26, 1925, pp. 23-63. En este ltimo trabajo Rivet avala incluso la idea de un continente antrtico que hubiera unido "de manera ms o menos continua" Australia y Amrica del Sur. No obstante, agrega, esta "indudable" unidad continental existi en eras anteriores al origen del hombre sobre la tierra, por lo que debe desvinculrsela de la presencia australiana en Amrica del Sur; pp. 59-61.

22. No casualmente, los aos setenta del pasado siglo estn asociados a los primeros trabajos arqueolgicos en las ruinas de Tiahuanaco, que daban evidencia cientfica sobre la gran antigedad preincaica de las altas culturas sudamericanas. El propio Bartolom Mitre public un importante trabajo sobre este tema en 1879: Archeologia Americana. Las Ruinas de Tiahuanaco (Buenos Aires).

23. Charles Darwin: The Descent of Man and selection in relation to sex, John Murray, 1871, Vol. I, cap. VII.

24. Francisco Moreno: El estudio de hombre sud-americano, Imprenta de La Nacin, Buenos Aires, 1878, pp. 15 y 22.

25. Sobre la apropiacin del origen incaico en el Ro de la Plata, en la poca de la Independencia, vase Daisy Rpodas Ardanaz: "Pasado incaico y pensamiento poltico rioplatense", Jahrbuch von Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas, 30, 1993, pp. 227-258; para la segunda mitad del XIX, Mnica Quijada: "Los 'Incas Arios': Historia, lengua y raza en la Argentina decimonnica", en Enrique Gonzlez Gonzlez (ed.): Historia y Universidad. Homenaje a Lorenzo Luna, UNAM, Mxico (en prensa).

26. Esta perspectiva es mantenida por Moreno incluso despus de haber abandonado la tesis de que el origen de la humanidad se hallaba en Amrica del Sur. Vase Francisco Moreno: "Notes on the Anthropogeography of Argentina", The Geographical Journal (including the Proceedings of the Royal Geographical Society), Vol. XVIII, July-December 1901, pp. 574-589.

27. Francisco Moreno: Viaje a la Patagonia Austral, 1876-1878, Ediciones Solar, Buenos Aires, 1969, p. 28 (1 ed. 1879); El origen del hombre sudamericano, ob. cit., pp. 26-27.

28. Los trminos completos del encargo eran: 1) conocer los puntos ms convenientes para la formacin de colonias; 2) estudiar los productos naturales; 3) hacer investigaciones respecto de la ndole de las tribus indgenas. Los resultados de esta exploracin fueron publicados en su informe, ya citado, Viaje a la Patagonia Austral. Cabe destacar que Moreno recibi crticas por haber concedido demasiado tiempo a las tareas de relevamiento etnogrfico. Cfr. E.M. Cirulli de Csar, A. Garro, M.F. Arcidicono de Groppo y A.M. Campins de Martnez: "Francisco P. Moreno y la Soberana Nacional", Congreso Nacional de Historia sobre la Conquista del Desierto (General Roca, 6-10 noviembre 1979), Buenos Aires, 1980, Tomo III, pp. 99-111.

29. Cfr. George W. Stocking: Victorian Anthropology, The Free Press, New York-Oxford, 1987; Rossana Piccioli y Anna Rozzi Mazza: Extica. Raccolte di viaggio nel Museo Civico della Spezia, Mostra di etnografia esotica, CAllende, La Spezia, 1990.

30. Sobre el papel activo desempeado por algunos grupos indgenas en la poltica exterior de la poca, es significativa la siguiente carta enviada por el cacique Namuncur al comandante del fortn de Baha Blanca: "Amigo; veo por los diarios que estn Uds. envueltos en complicaciones internacionales con el Brasil y con Chile. Esto debe hacer ver a Uds. que deben cuidarse mucho de estar bien con nosotros, porque en caso de una guerra los podemos servir mucho como amigos y hacerles mucho dao como enemigos"; citada en Juan Mario Phordoy: "Los capellanes castrenses en la Conquista del Desierto", Congreso Nacional de Historia sobre la Conquista del Desierto, Tomo III, pp. 179-201 (cita en p. 188). Vase tambin Jos Bengoa: Historia del Pueblo Mapuche, Ediciones Sur, Santiago de Chile, 1985.

31. Faltan estudios sobre la utilizacin por parte de la diplomacia chilena de las tribus indgenas en su contencioso sobre la Patagonia. Sin embargo, se sabe que los principales caciques y lenguaraces tenan asesores de esa nacionalidad, y que la diplomacia chilena tena muy en cuenta los movimientos indgenas y las relaciones con las tribus para planificar sus actuaciones. Vase Olga Bordi de Ragucci: "Las bases dadas por Roca a la Campaa del Desierto a juicio de sus opositores porteos", Congreso Nacional de Historia sobre la Conquista del Desierto, Tomo III, p. 48; Jos Campobassi: Sarmiento y su poca, Tomo II, Losada, Buenos Aires, 1975.

32. Sobre la obtencin, a veces rocambolesca, de los restos de indgenas recientemente fallecidos, vase, por ejemplo, el episodio referido al tehuelche Sam Slick, en Viaje a la Patagonia Austral, ob. cit., p. 103.

33. Cfr. Francisco Moreno: Viaje a la Patagonia Septentrional. Memoria leda el 14 de marzo en la Sociedad Cientfica Argentina por... Tomada de los "Anales" de la misma Sociedad, Buenos Aires, 1875, esp. pp. 13-16. Idem.: Viaje a la Patagonia Austral, ob. cit., p. 37.

34. Viaje a la Patagonia Austral, ob. cit., p. 34; "Dscription des cimetires...", ob. cit., p. 74.

35. Viaje a la Patagonia austral, ob. cit., p. 79.

36. Estas polmicas pueden seguirse en diversos peridicos de la poca, entre otros: La Nacin, La Amrica del Sur, El Nacional y La Tribuna. El trabajo de Moreno, Apuntes sobre las tierras patagnicas, apareci inicialmente en forma de entregas en La Nacin. La prensa en general denunciaba los malos tratos infligidos a los indios durante la campaa, incluidos los dos peridicos mencionados en ltimo lugar, que eran partidarios del conductor e idelogo principal de la misma, el general Roca. En su edicin del 12.7.1879, El Nacional lleg incluso a solicitar la entrega de tierras a las tribus tehuelches.

37. Estanislao Zeballos: La conquista de las 15.000 leguas, Buenos Aires, 1958 (2 edicin 1878).

38. lvaro Barros: Indios, fronteras y seguridad interior, Solar/Hachette, Buenos Aires, 1975, pp. 357-8 (escrito editado por primera vez en 1877, bajo el ttulo La Memoria Especial del Ministro de la Guerra, Buenos Aires).

39. Por ejemplo, Francisco Moreno: El estudio del hombre sud-americano, ob. cit., p. 17; dem.: Apuntes sobre las tierras patagnicas, Buenos Aires, 1878, p. 5. Sobre esa visin general, ver Charles Darwin: The Descent of Man and selection in relation to sex, ob. cit., Vol. I, pp. 238.

40. Sobre Grey, vase G. Stocking: Victorian Anthropology, ob. cit., pp. 81-87. Para Hamy puede consultarse Nlia Dias: Le Muse dethnographie du Trocadro (1878-1908). Anthropologie et Musologie en France, Editions du CNRS, Pars, 1991. Sobre las motivaciones que guiaban a este ltimo personaje, es ilustrativa la siguiente afirmacin, con la que abre el primer nmero de la publicacin Revue dEtnographie, por l fundada y dirigida: "On mesurait donc des crnes, des bassins et de fmurs, on fouillait des cavernes, des dolmens ou des tumulus; et cepandant loeuvre de destruction des peuples sauvages se poursuivait avec une foudrayante rapidit. Les races blanches, dans leur mouvement dexpansion travers le monde, voyaient disparatre presque partout sur leur pas les races indignes des nouveaux pays occups, et quelques rares savants se consacraient seuls fixer les caractres de cette pauvre humanit infrieure avant son extinction"; Vol. 1, 1882, p. II.

41. Francisco Moreno: Viaje a la Patagonia Austral, ob. cit., p. 30; El estudio del hombre sud-americano, ob. cit.

42. Vase Darwin, The Descent of Man, ob. cit., p. 236.

43. Vase, por ejemplo, El estudio del hombre sud-americano, ob. cit., p. 12.

44. Paul Broca: "Le Muse Moreno", Revue dAnthropologie, 1874.

45. Pierre Topinard: "Muse anthropologique de La Plata", LAnthropologie, 1890, pp. 764-5. Sobre la visita de Ward a la Argentina vase Jos Antonio Prez Golln: "Mr. Ward en Buenos Aires. Los museos y el proyecto de nacin a fines del siglo XIX", Ciencia Hoy, Vol. 5 No. 28, pp. 52-58.

46. Moreno fue tambin diputado de la Nacin y presidente del Consejo Nacional de Educacin.

47. Sobre museos vase Flora E.S. Kaplan (ed.): Museums and the Making of Ourselves. The Role of Objects in National Identity, Leicester University Press, London and New York, 1994; Nlia Dias: Le Muse dtnographie du Trocadero (1878-1908), Editions du CNRS, Pars, 1991; George W. Stocking (ed.): Objects and Others. Essays on Museums and Material Culture, The University of Wisconsin Press, Madison-Londres, 1985; Leoncio Lpez-Ocn: "Los museos de historia natural en el siglo XIX: templos, laboratorios y teatros de la naturaleza", Arbor (en prensa). Con respecto al Museo de La Plata, no slo su fundacin sino su "prehistoria" estuvieron vinculadas a la figura de Francisco Moreno, cuya coleccin privada --que haba comenzado a reunir a la edad de 14 aos-- form la base inicial para su creacin. Vase Francisco Moreno: El Museo de La Plata. Rpida ojeada sobre su fundacin y desarrollo, Imprenta y Talleres del Museo de La Plata, 1890. Vase tambin el interesante trabajo de Irina Podgorny: "De razn a Facultad: Ideas acerca de las funciones del Museo de la Plata en el perodo 1890-1918", Runa, Vol. XXII, pp. 89-104.

48. Como ha dicho Flora Kaplan, en los dos ltimos siglos los museos han sido no slo productos sino agentes del cambio social y poltico, en sociedades democrticas o tendentes a la democratizacin. Vase "Introduction", en F. Kaplan, ob. cit., pp. 1-6.

49. Francisco Moreno: El Museo de La Plata. Rpida ojeada sobre su fundacin y desarrollo, ob. cit., p. 28.

50. Para la organizacin del Museo de La Plata, Moreno se inspir en varios modelos: el del British Museum of National History, segn la planificacin de quien fuera director del mismo, el profesor Flower; la coleccin de antropologa fsica organizada por este ltimo en el Museo Real de Cirujanos de Londres, y las propuestas del paleontlogo y antroplogo francs Albert Gaudry para el Museo de Pars. El sabio argentino aspiraba a que dicho Museo fuera, en el sur, la contrapartida del Smithsonian Institute en el norte. Francisco Moreno: El Museo de La Plata, ob. cit.

51. Idem., p. 6.

52. Cfr. nota 48 supra.

53. Idem., pp. 21-22.

54. Herman Ten Kate: "Matriaux pour servir lanthropologie des Indiens de la Rpublique Argentine", Revista del Museo de La Plata, T. XII, 1905, pp. 3-57.

55. Nlia Dias: Le Muse dEtnographie du Trocadero (1878-1908), p. 166.

56. Si las teoras evolucionistas contribuyeron a dotar de un sentido filosfico y simblico a las grandes exhibiciones, la influencia inversa tambin fue operativa. En este sentido, George Stocking ha sealado la influencia ejercida por la Exposicin Universal de Londres de 1844 sobre el contexto ideolgico que favoreci el desarrollo del evolucionismo social, al poner de manifiesto la gran distancia que separaba los avances cientficos, tcnicos y econmicos de la poca con las primitivas expresiones artesanales de los pueblos "salvajes" que habitaban el imperio, cuyas muestras aparecan ante los ojos pblico en los pabellones de esa exposicin. G. Stocking, ob. cit., esp. captulo I.

57. Sobre las exhibiciones en Europa de grupos primitivos, vase "Peaux-Rouges". Autour de la collection anthropologique du prince Roland Bonapart, sous la direction de Benot Coutancier, Editions de lAlbaron, Pars, 1992; Kalia. Des amrindiens Paris. Photographies du prince Roland Bonaparte prsentes par Grar Collomb, Prface de Flix Tiouka, Craphis, Paris, 1992; Die ethnographische Linse. Photographien aus dem Museum fr Vlkerkunde Berlin, Herausgegeben von Markus Schindlbeck, Verffentlichungen des Museums fr Vlkerkunde Berlin, Neue Folge 48, Berlin, 1989; Thomas Theye: Wir und die Wilden. Einblicke in eine kannibalische Beziehung, Rowohlt Verlag, Reinbeck bei Hamburg, 1984.

58. "Plan de la exposicin antropolgica", Revue dAnthropologie, 1888, pp. 117-118.

59. Particularmente activo en este tipo de acciones fue el comerciante alemn Carl Hagenbeck, quien tambin fue propietario de un circo y director del zoolgico de Hamburgo.

60. Rudolph Virchow: "Drei Patagonier", Zeitschrift fr Ethnologie und Anthropologie, Bd. XI, 1879, pp. 198-204. La prctica de las "exhibiciones vivientes" se mantuvo durante largos aos, hasta muy entrado el siglo XX. No obstante, a partir de la ltima dcada del XIX fueron perdiendo su carcter instrumental para el estudio cientfico. Un caso tardo de exhibicin de indgenas de la Patagonia es el de cinco tehuelches llevados a la exposicin internacional de San Luis, Estados Unidos, que tuvo lugar en 1905. Aunque en San Luis slo fueron motivo de exhibicin, a su regreso fueron acogidos durante unos das en el Museo de La Plata, donde el antroplogo Lehmann-Nitsche solicit la colaboracin de tres de ellos para un estudio antropomtrico. Lehmann-Nitsche: "Relevamiento antropolgico de tres indios tehuelches", Revista del Museo de La Plata, T. XXIII, 1916, pp. 192-195.

61. En su artculo, "Conmemorando: del pasado del territorio a la historia de la Nacin Argentina en las ferias y exposiciones internacionales del cuarto centenario" (Runa, Vol. XXII, pp. 69-88), Laura Ins Vugman seala el inters de Francisco Moreno en este tipo de exposiciones humanas. Curiosamente, no establece ninguna asociacin entre ese inters y la presencia de indgenas vivos en el Museo de la Plata.

62. Herman Ten Kate: "Matriaux pour servir...", ob. cit. Milcades Alejo Vignati: "Iconografa Aborigen. Los caciques Sayeweke, Inakayal y Foyel y sus allegados", Revista del Museo de La Plata, Seccin Antropologa N 10, 1941-1946, Tomo II, pp. 13-48.

63. Herman Ten Kate: "Matriaux...", ob. cit.

64. Francisco Moreno: "Reconocimiento de la regin andina de la Repblica Argentina. I. Apuntes preliminares sobre una excursin a los territorios Neuqun, Ro Negro, Chubut y Santa Cruz, hecha por las secciones topogrfica y geolgica, bajo la direccin de...", Revista del Museo de La Plata, T. VIII, 1898, pp. 201-374.

65. Vase Julin Ripa: Recuerdos de un abogado patagnico, Ediciones Marymar, Buenos Aires, 1983; Curruhuincu-Roux: Sayehueque, el ltimo cacique. Seor del Neuqun y la Patagonia, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1994.

66. Casos representativos fueron los de las colonias General Conesa y General Eustaquio Fras, fundadas en la regin de Viedma (provincia de Ro Negro) e integradas por restos de tribus indgenas y elementos criollos y extranjeros. Lo mismo que en el caso de las colonias formadas exclusivamente por inmigrantes, el decreto sobre su creacin prevea que en el primer ao de instalacin de la colonia se les entregara a los colonos semillas, tiles de labranza y artculos de subsistencia. A diferencia de los inmigrantes, los indgenas no estaban obligados a reintegrar estos gastos. Pero las promesas slo se cumplieron parcialmente y muchos de estos pequeos propietarios fueron despojados cuando 300.000 hectreas de tierras fiscales pasaron fraudulentamente a manos privadas, convirtindose en latifundios. Ambas colonias subsisten hasta el da de hoy, pero muy depauperadas. Un fracaso aun mayor, y por las mismas causas, fue el experimentado por la colonia de inmigrantes alemanes de Carmen de Patagones (provincia de Neuqun). Cfr. E.H. Mases: "La incorporacin de los indios reducidos", Congreso Nacional de Historia sobre la Conquista del Desierto, ob. cit., T. III, pp. 169-178; O.Favaro de Cartier: "Problemtica social en la gobernacin de Neuqun desde 1885 a comienzos de siglo", dem., pp. 349-358; N.J. Fulvi y H.D. Rey: "Consecuencias socio-econmicas de la campaa del desierto en Ro Negro", dem., pp. 399-411; G.A. Varela de Fernndez: "El acceso a la tierra pblica de las tribus indgenas de Neuqun", dem., pp. 625-633.

67. El trnsito cultural de una categora a otra puede ejemplificarse con el caso de varios indios araucanos y tehuelches, cuya presencia en el Museo de la Plata fue solicitada por Moreno en 1896 para un estudio antropomtrico que sera realizado por el antroplogo Herman Ten Kate. Algunos de ellos se negaron a prestar su colaboracin, pero no --como adujera treinta aos antes el tehuelche Sam Slick, hijo del cacique Casimiro-- por miedo a "perder su cabeza", sino por un temor ms "civilizado". Estos indgenas, que haban vivido los primeros aos de infancia y juventud entre sus hermanos nmadas de la Patagonia, fueron deportados al finalizar la campaa del desierto a Buenos Aires, como parte del modelo de dispersin de los indgenas patagnicos favorecido por el general Roca. All fueron "enganchados" a la polica de la provincia, donde se haban acostumbrado a observar las tareas de medicin que los tcnicos policiales realizaban sobre los delincuentes, segn los presupuestos de la escuela de Lombroso. Para estos indgenas "integrados", por ende, la aplicacin de mtodos antropomtricos a sus personas implicaba que eran considerados criminales. El pensamiento mgico haba sido reemplazado por temores propios de la civilizacin. Herman Ten Kate: "Matriaux pour servir...", ob. cit.

68. Sobre los problemas de propiedad de las tierras indgenas y la sucesiva legislacin dictada a lo largo de casi un siglo, vase G.A. Varela de Fernndez: "El acceso a la tierra pblica de las tribus indgenas en Neuqun", ob. cit. Vase tambin Julin Ripa: Recuerdos de un abogado patagnico, ob. cit.

69. J. Imbelloni: "Los Patagones. Caractersticas corporales y psicolgicas de una poblacin que agoniza", Runa, T. II, 1949, pp. 5-58. En el caso de los tehuelches, su proceso gradual de mestizacin puede observarse iconogrficamente en el libro de Rodolfo Casamiquela, Osvaldo Mondelo, Enrique Perea y Mateo Martinic Beros: Del mito a la realidad. Evolucin iconogrfica del pueblo tehuelche meridional, Fundacin Ameghino, Buenos Aires, 1991.

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