QUIJADA, Mónica, La caja de pandora

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    Historia Contempornea 33, 2006, 605-637

    LA CAJA DE PANDORA.EL SUJETO POLTICO INDGENA EN LACONSTRUCCIN DEL ORDEN LIBERAL

    Mnica QuijadaInstituto de Historia, CSIC1

    El XIXfue un siglo complejo y contradictorio. Maquiavelo, que vivien una poca igualmente compleja y contradictoria, escribi en el siglo XVIuna reflexin que se podra aplicar perfectamente a la centuria antes citada:Debe considerarse que no hay nada ms difcil de llevar a cabo, ni de msdudoso xito, ni ms peligroso de manejar, que iniciar un nuevo orden decosas2.

    Eso es precisamente lo que ocurre en el siglo XIX, cuyos albores coin-cidieron en el mundo occidental con el inicio de un nuevo orden poltico

    basado en la consolidacin de una forma de legitimidad del poder: aquellafundada en la soberana del pueblo, que vino a identificarse con la sobera-na de la nacin3. El principio de lapotestas populiera de antigua data, perosu afianzamiento como fundamento nico y totalizador de la legitimidad delos Estados, as como su vinculacin al concepto de nacin,fue consecuen-cia directa de las llamadas grandes revoluciones atlnticas.

    Esta forma exclusiva de entender la legitimidad poltica es de por suna complicacin para la percepcin histrica, porque implic un juego

    1 El presente trabajo se inscribe en el proyecto de investigacin de I+D HUM2006-10136.

    2 He tomado la cita de Juan MAIGUASHCA: El proyecto garciano de modernidad ca-tlica republicana en Ecuador, 1830-1875, en Marta IRUROZQUI: La mirada esquiva. Re-

    flexiones histricas sobre la interaccin del estado y la ciudadana en los Andes (Bolivia,Ecuador y Per), sigloXIX, Madrid, CSIC, 2005, pp. 233-260 (cita en p.233).

    3 Sobre la interaccin en Amrica de ambos principios, cercanos pero no idnticos, va-se Mnica QUIJADASobre nacin, pueblo, soberana y otros ejes de la Modernidad enel mundo hispnico, en Jaime RODRGUEZ(coord.):Las Nuevas Naciones: Espaa y Mxi-co, 1800-1850, Madrid, Mapfre (en prensa).

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    de mutaciones y de continuidades mutaciones en las continuidades ycontinuidades en las mutaciones difcilmente encajables en los modelos

    binarios a los que tan bien se acomoda la mente humana. Hay mltiplesperspectivas desde las que analizar estos procesos. El presente artculo va aocuparse de una de ellas, que se centra en la interaccin entre la configura-cin del nuevo orden poltico y la diversidad tnica de las poblaciones; node todas las diversidades posibles, sino de aqulla representada por los lla-mados indgenas, en los territorios americanos que en las primeras dcadasdel siglo XIXacabaron por desgajarse de la corona de Espaa.

    En el convulso panorama que estaba replanteando las interacciones po-lticas y por ende sociales en la mayor parte del mundo occidental,Amrica aport una especificidad que escapaba a todo parmetro europeo:la enorme heterogeneidad de las poblaciones a partir de la cuales haba deconfigurarse ese nuevo sistema fundado en la soberana popular. Sin dudala heterogeneidad de los grupos humanos es un rasgo comn a todas lassociedades complejas, incluidas las de Europa occidental. Pero en Amricala diversidad no se meda slo por rasgos culturales ms o menos evidentescomo la lengua, costumbres o incluso la memoria histrica-, sino poruna marcada variedad fenotpica que, en el contexto de la expansin mo-derna de occidente, se fue asociando cada vez ms a la conviccin de queexistan jerarquas entre las culturas y entre los grupos que las detentaban;

    proceso que no alcanzara su mxima expresin hasta el ltimo tercio delsiglo XIX. Al propio tiempo esa misma centuria, precisamente porque estabaexpandiendo la aplicacin poltica de una forma de legitimidad basada enla soberana popular, fue tambin un perodo sumamente preocupado porprincipios tan importantes como la libertad, los derechos o la igualdad antela ley. Y estas tres perspectivas (la enorme heterogeneidad poblacional, lapercepcin creciente de una jerarquizacin tnica vinculada a la capacidadde civilizacin, y la preocupacin por los derechos y la igualdad ante la ley)se imbricaron adems en la tendencia general a procurar la homogeneiza-cin de las poblaciones.

    Los procesos de homogeneizacin no surgieron ex nihiloen el perodode las grandes revoluciones atlnticas sino que, por razones diversas, sevenan expandiendo por la Europa occidental a lo largo de toda la EdadModerna. Pero lo importante para los fines de este tabajo es que la homo-geneizacin fue asumida como un principio de valor y como poltica deEstado, precisamente cuando se afirm con validez de axioma que todalegitimidad del poder poltico se asentaba en la soberana popular. Porqueello conllevaba el imperativo de que el pueblo soberano se autorreconocie-ra como formando parte de una unidad, la unidad de la nacin. Se produjo

    entonces una aceleracin de los procesos de homogeneizacin mediante

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    polticas activas llevadas a cabo por los Estados, tanto desde las propiasinstancias del poder como por los actores (individuales o colectivos) com-

    prometidos con la construccin nacional4.Una contextualizacin como la anterior requiere un esfuerzo especial

    de interpretacin y comprensin; porque el siglo XIXest tan cercano en eltiempo, y tan familiares resuenan sus preocupaciones bsicas, que nuestratendencia natural es a encasillar los procesos que le son propios en catego-ras y parmetros de valoracin actuales. Pero los actores decimonnicosfuncionaban desde unos imaginarios y una cultura poltica en mutacin, apartir de premisas que los procesos en el tiempo nos han ido enajenando,al tiempo que nuestro imaginario se puebla de nuevas categoras y nuevosvalores. Y precisamente, la concepcin de la diversidad cultural como unvalor universal que debe ser reconocido y respetado es uno de esos valoresde cuo reciente; empez tmidamente a tomar forma a partir de la primeraguerra mundial, pero no se consolid como principio universal hasta la se-gunda, cuando el occidente vio con horror hasta qu extremos poda llevarel rechazo de la diversidad5. Lo cierto es que en el perodo que estamostratando se estaba todava lejos de ese cambio de perspectiva y el principioque se valoraba era el contrario, el de la homogeneidad. En el siglo XIXlaheterogeneidad de las poblaciones era sinnimo de atraso, en tanto que lahomogeneidad se identificaba con la capacidad para el progreso y la civi-

    lizacin.Pero no acaban aqu las dificultades de comprensin. Amrica fueun territorio de conquista que dio lugar a la configuracin compleja ymultilineal de mundos nuevos. En ese proceso secular hubo imposicina sangre y fuego, aculturaciones mltiples, redefinicin de tradiciones,adaptacin, recreacin y creacin de instituciones y, sobre todo, cambiosen el tiempo y una diversidad de situaciones difcilmente ajustables ainterpretaciones binarias. Sin embargo, son estas ltimas las ms sen-cillas de construir y de asimilar y por ello la interpretacin del pasadotiende a recurrir a ellas. Ms an cuando de indgenas se trata, porque

    nada hay mas fcil que aplicar perspectivas excluyentes del tipo opre-sor-oprimido o dominador-dominado en las que el indio es objetoreducido, victimizado y finalmente pasivo de procesos que no entiende

    4No insistir en este tema que he tratado en diversas publicaciones. Cfr. sobre todoMnica QUIJADA, Carmen BERNANDy Arnd SCHNEIDER:Homogeneidad y nacin. Con unestudio de caso: Argentina siglos XIXy XX. Madrid, CSIC, 2000 (esp.cap.I).

    5Sobre esta transicin epistemolgica vase Elazar BARKAN: The retreat of scientificracism. Changing concepts of race in Britain and the United Status between the World

    wars, Cambridge-New York, Cambridge University Press, 1992.

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    ni le interesan. Esta forma de ver al indgena en la sociedad americana hasido y sigue siendo caracterstica de una perspectiva histrica que sea

    desde el rechazo, la culpa, la compasin o la simpata le ha negado y lesigue negando la condicin de protagonista activo en la construccin delas sociedades hispanoamericanas.

    En lo que hace al tema que nos interesa la articulacin de las po-blaciones indgenas en la configuracin temprana del orden liberal estaforma de entender la interaccin tnica ha dado lugar a enfoques distintospero en ltima instancia complementarios, porque se retroalimentan mu-tuamente: o bien las poblaciones nativas quedan ausentes de los anlisis, obien son vistas como vctimas sin voz ni voto de cambios que les afectabancomo una suerte de destino trgico, ante el cual slo tenan dos actitudesposibles: aceptar la imposicin, o resistirla desde la ajenidad. Las ltimasdos dcadas, sin embargo, han sido particularmente fructferas en revisio-nes y nuevas propuestas analticas que estn contribuyendo a un cambioprofundo en la percepcin del papel de las poblaciones nativas en el con-texto de los procesos decimonnicos. La perspectiva se ha invertido, y lahistoriografa est desvelando al sujeto, por tanto tiempo oculto tras la con-dicin de objeto.

    En las pginas que siguen voy a presentar un panorama (somero y re-ducido, por la tirana inevitable de la paginacin) de la interaccin conflic-

    tiva, pero mucho ms interesante y matizada de lo que se suele reconocer,entre la construccin procesual de un nuevo sistema de legitimidad polticafundado en la soberana popular y la presencia protagnica de una ampliapoblacin indgena. Mi intencin es doble. Ilustrar sobre un proceso apa-sionante que estamos empezando a conocer en sus matices y en sus com-plejidades, y acercar al lector a un debate historiogrfico cientficamentecomprometido que est devolviendo al indgena su condicin de sujeto dela historia. No slo de la suya, sino tambin de la nuestra.

    Una constitucin liberal en un mbito tnicamente heterogneo

    En 1812, un mundo hispnico que estaba funcionando en un momentode vaco de poder y en un contexto occidental por decirlo de una manerasuave voulvers, debate y sanciona un nuevo ordenamiento legal queen muchos sentidos es verdaderamente revolucionario: la Constitucin deCdiz de 1812, que se va a aplicar en casi toda la Amrica hispana con laexcepcin matizada de los virreinatos de Nueva Granada y el Ro de laPlata. Pero incluso en los pocos espacios donde no se aplic la letra de

    la ley, la constitucin fue asumida como un modelo por la mayora de los

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    movimientos liberales de la poca6. Los principios bsicos que establecela carta gaditana en relacin al tratamiento de la diversidad tnica se van a

    incorporar a los imaginarios polticos y van a regir las interacciones de losestados nacientes con sus especificidades respectivas, hasta muy avanzadoel siglo XIX.

    El aspecto ms subrayado desde siempre por la historiografa ha sidola abolicin del estatuto indgena colonial, dentro del cual figuraban te-mas como el tributo y el trabajo forzado7. La carta gaditana puso fin alprincipio mismo de la repblica de indios como un mbito legalmentediferenciado de la repblica de los espaoles; con ello se socavaba elestatuto diferencial de la poblacin indgena y los fundamentos bsicos dela sociedad de castas. Pero la constitucin de Cdiz fue mucho ms all deeso, porque sent las bases para una nueva forma de entender la nacin yla ciudadana que inclua en sus lmites a la poblacin indgena. Cierto esque las leyes por s mismas no modifican las costumbres ni las relacionessociales, porque los cambios que suelen no favorecer a todos por igualgeneran incertidumbres e inercias; y, tambin, porque la infraccin es unelemento residual de la norma y forma parte de los procesos sociales tantocomo aqulla8. Pero vistas en perspectiva histrica, las novedades legalesse imbrican en los contextos y contribuyen en el tiempo a la redefinicin delos imaginarios y la cultura poltica.

    Volvamos entonces a la Constitucin de 1812. Este texto fundacionalincorpora un concepto poltico el de ciudadanoque en s mismo era an-tiguo. Pero lo importante es que estaba siendo resignificado en ese contextode las llamadas revoluciones atlnticas, cuando se consolida en occidenteel principio de legitimidad del poder fundado en la soberana de la nacin.

    6 En el Ro de la Plata, por ejemplo, la Constitucin de Cdiz tuvo en varias provinciasuna influencia mayor que en Buenos Aires, aunque la historiografa se ha basado en estaltima para generalizar la interpretacin de que fue ajena a la construccin nacional ar-

    gentina. Al respecto, Marta Bonaudo est preparando un interesante trabajo para el nme-ro monogrfico de Revista de Indiassobre Liberalismo y Doceaismo en Iberoamrica.Lmites y conquistas, coordinado por Manuel CHUSTy Mnica QUIJADA(enero-abril de2008).

    7 En puridad, la supresin de este tipo de normativas de diferenciacin tnica se basen decretos emitidos por las Cortes de Cdiz entre 1810 y 1811, es decir, con anterioridad ala promulgacin de la Constitucin.

    8 Vase el lcido anlisis de Marta IRUROZQUIsobre la democracia de la infraccin.Marta Irurozqui:La ciudadana en debate en Amrica Latina. Discusiones historiogrficas

    y una propuesta terica sobre el valor pblico de la infraccin electoral. Documento deTrabajo No.l 139, IEP Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 2004; Id.: A bala, piedra y

    palo. La construccin de la ciudadana poltica en Bolivia, 1826-1952. Sevilla, Diputacin

    de Sevilla, 2000.

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    Y esto es lo que hace expresamente la Constitucin de Cdiz, cuyo artculo3 establece que la soberana reside esencialmente en la Nacin, y por lo

    mismo pertenece a sta exclusivamente el derecho de establecer sus leyesfundamentales; su artculo 1 afirma que la Nacin espaola es la reuninde todos los espaoles de ambos hemisferios; y su artculo 5, que son es-paoles todos los hombres libres nacidos y avecindados en los dominiosde las Espaas, y los hijos de estos9.Libertady vecindaderan por ende losrequisitos bsicos para la pertenencia a la Nacin espaola, garante tanto delos derechos de los individuos que la componen10como de las obligacionesde estos ltimos para con la patria: amor y lealtad, sujecin a sus leyes, con-tribucin proporcional al fisco, y defensa por las armas11.

    Finalmente, hablando ya de ciudadana, en el artculo 18 se afirmaque son ciudadanos aquellos espaoles que por ambas lneas traen su ori-gen de los dominios espaoles de ambos hemisferios, y estn avecindadosen qualquier pueblo de los mismos dominios12. El artculo 23 estableceel privilegio exclusivo que confiere la condicin de ciudadano: Slo losque sean Ciudadanos podrn obtener empleos municipales, y elegir paraellos en los casos sealados por la ley. Es decir, segn el texto gaditano,la condicin de elector y de elegible es lo que diferencia al Ciudadano delresto de la Nacin espaola13.

    En resumen, por su condicin de originales de los dominios espaoles

    de ambos hemisferios, todos los indgenas avecindados en ellos quedaban

    9Estamos limitando la informacin exclusivamente a lo que atae a la poblacin in-dgena pero las fronteras de la Nacin eran ms amplias, ya que la constitucin tambinconsideraba espaoles a los extranjeros que hayan obtenido de las Cortes carta de natu-raleza, los que sin ella lleven diez aos de vecindad, ganada segn la ley, en qualquierpueblo de la Monarqua, y los libertos desde que adquieran la libertad en las Espaas.

    10 Art. 4: La Nacin est obligada a conservar y proteger por leyes sabias y justas lalibertad civil, la propiedad y los dems derechos legtimos de todos los individuos que lacomponen.

    11

    Artculos 6 a 9.12 Asimismo, la Constitucin prev conceder bajo ciertas condiciones cartas de ciuda-dana a los contingentes ajenos a las dos lneas citadas, es decir, extranjeros y libertos.

    13 El debate actual sobre la ciudadana defiende que sta no se circunscribe al derechode sufragio (cfr. M. IRUROZQUI: La ciudadana en debate, ob. cit.). Aunque no discutoesta perspectiva, en este apartado la centralidad del derecho a voto en la Constitucin deCdiz me llevar a conceder un lugar importante a dicho tema. Para un anlisis del com-promiso cvico asumido por las comunidades indgenas y sus fuentes de identidad ciuda-dana desde perspectivas diferentes al ejercicio del voto como las referidas al trabajadorproductivo, el contribuyente y el soldado vase Marta IRUROZQUI: Sobre el tributo yotros atributos ciudadanos. Sufragio censitario, fiscalidad y comunidades indgenas en Bo-livia, 1825-1839, en Bicentenario. Revista de Historia y Ciencias Sociales, 26, Santiago

    de Chile, 2006, pp. 35-96.

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    incorporados en la nacin espaola, y tambin en el principio un pocoms restrictivo de ciudadana. Que, por cierto, era muy poco restrictivo

    si le aplicamos los parmetros de la poca. De hecho, como la comparacinpuede ayudar a situar los textos en su contexto, quiz no est de ms re-cordar que la Corona inglesa nunca reconoci a los indgenas como sujetosdel rey; y que los sucesivos gobiernos de la nueva repblica, los EstadosUnidos, no les otorgaron la ciudadana hasta una fecha tan avanzada como192414.

    Por el contrario, la constitucin de 1812 integra a los indgenas enla nacin y en la ciudadana, y evita cualquier restriccin de carctertnico. De hecho, las limitaciones que va a imponer el texto gaditano alejercicio de la ciudadana insisto, no a la pertenencia a la nacin, sinoal ejercicio de la ciudadana-, como la condicin de sirviente domstico,o una condena criminal, se aplican por igual a indios que a blancos. Conrespecto a la alfabetizacin como requisito para el ejercicio del voto, esinteresante sealar que con el optimismo tpico del liberalismo tempranoconvencido de que la voluntad de las instituciones garantizara la rpi-da expansin del ciudadano ilustrado el texto gaditano da un margende 18 aos para imponerla como restriccin: a partir de 1830 ningnciudadano podra ejercer su derecho de tal si no saba leer y escribir, locual implica que hasta esa fecha los analfabetos estaran incluidos en el

    ejercicio de la ciudadana. Por otra parte, todas estas restricciones eranen la poca casi un denominador comn del sistema representativo; eneste sentido no es ocioso recordar que el sufragio universal masculinose introdujo en Espaa en 1890, en Italia en 1912, en Gran Bretaa en1884-1918 y en Blgica en 191915. Es por el contrario en la Amricahispana donde encontramos alguno de los casos ms precoces de sufra-gio universal masculino, como por ejemplo en el Ro de la Plata queno aplica la constitucin de Cdiz, donde la Ley Electoral de 1821establece que tiene derecho a ser elector todo hombre libre, natural delpas o avecindado en l, desde la edad de veinte aos y antes si fuera

    emancipado.

    14 Cfr. Jaime RODRGUEZ, La naturaleza de la representacin en Nueva Espaa y Mxi-co, Secuencia, 61 2005.

    15 En Gran Bretaa la mayora de los trabajadores urbanos y rurales obtuvo el dere-cho al voto por laReform Actde 1884, aunque slo con la de 1912 se alcanzara la tota-lidad del sufragio universal masculino. Asimismo esta ltima ley tuvo un rasgo excep-cional, ya que concedi el voto a las mujeres desde los 30 aos de edad, si contribuanal fisco. Eduardo Posada-Carb:Elections before democracy. The history of elections in

    Europe and Latin America, London, Institute of Latin American Studies Series, Univer-

    sity of London, 1996.

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    Ahora bien, desde la perspectiva poltica y legal la enorme variedad degrupos originarios que habitaban los territorios americanos de la Monarqua

    se organizaba a partir de una clasificacin binaria basada no en principiostnicos, sino en un enfoque que hoy podramos llamar geopoltico: porun lado estaban los indgenas incluidos en el mbito legal de la Repblicade los indios, que formaba parte constitutiva de la Monarqua hispnica;por otro, los indios brbaros, indios bravos o indios de frontera16,que eran ajenos a la estructura poltica y legal de la sociedad mayorita-ria. El requisito de estar avecindado que impona la carta gaditana paraformar parte de la nacin y de la ciudadana dejaba fuera de ambas a estesegundo tipo de indios.

    Algunos han visto en tal restriccin una muestra del carcter exclu-yente del texto gaditano, pero esto implica forzar mucho la interpretacinporque la categora de brbaro o de frontera aplicada a ciertos gruposoriginarios defina a aquellos que estaban, precisamente, al otro lado dela frontera con respecto a la sociedad mayoritaria. Clasificacin en la queentraban en juego nociones tan variadas como civilizacin, orden o po-lica (en el sentido colonial de las buenas costumbres), as como suproyeccin espacial. Es decir, seala por definicin una caracterstica deajenidadal cuerpo poltico y social: eran ajenos porque eran brbaros,no se ajustaban a las costumbres y al orden de la sociedad mayoritaria. Y

    no podan ser vecinos, porque estaban al otro ladode la frontera, entendidaesta ltima no como una lnea trazada en un mapa, sino como una catego-rizacin poltica y cultural de sometimiento a la autoridad centralizada queera asimismo portadora de civilizacin. Tampoco y esto es importanteformaban parte de la poblacin censable, siendo el censo el mecanismoestablecido por el artculo 30 de la Constitucin para el cmputo de lapoblacin electora y elegible.

    Por estas razones en muchos sitios de Hispanoamrica, durante lamayor parte del siglo XIXy hasta que fueron sometidos a las autoridadescentrales, las relaciones con estos grupos se llevaran desde los Minis-

    terios de Relaciones Exterioresde los respectivos Estados. Y no van aincorporarse a la ciudadana hasta que las repblicas respectivas vayanocupando efectivamente dichos territorios, generalmente por la va mili-tar; lo que en pases como Mxico, Chile o Argentina no se produce hasta

    16 En puridad, esta ltima denominacin se aplic bsicamente en los territorios de Chi-le y el Ro de la Plata (ms tarde Argentina), pero aqu la estoy utilizando ms laxamentepara englobar a lo que desde el perodo colonial se llamaba tambin naciones indias (enplural), que haca referencia a los grupos geogrficamente alejados de los centros polticos

    y que no estaban sujetos a las autoridades centrales.

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    finales del siglo XIXy en algunos casos ya entrado el siguiente. Sintom-tico de este cambio es que, a partir de ese momento, estos contingentes

    poblacionales pasan de la jurisdiccin del Ministerio de Relaciones Exte-riores a la de Interior17.

    Para comprender lo anterior es imprescindible tener en cuenta unacuestin que suele pasarse por alto: tanto la Monarqua hispnica comosus herederas, las repblicas independientes, diferenciaban entre lapose-sinde un territorio y su ocupacin. Es decir, reivindicaban el derecho depropiedad sobre todo el mbito geogrfico que las bulas papales habanconcedido a la corona de Castilla a partir del Descubrimiento. Pero al nohaberse realizado una ocupacin efectiva de ciertas partes de ese mbito,la prctica de la autoridad la autoridad de la Corona y ms tarde la delos gobiernos republicanos no se haba impuesto sobre ellas. Por lotanto se consideraba a las tribus indias que las habitaban como autnomasdel poder central y externas a la sociedad mayoritaria. Esta combinacinde propiedad sobre el territorio y ajenidad de los grupos indgenas quelo poblaban se recoge sin ambages en los textos legales, tanto colonialescomo republicanos; y los gobiernos hispanoamericanos actuaran a partirde dicho convencimiento en las relaciones con sus homlogos de pasesajenos al rea18.

    La literatura y sobre todo el cine han generado una distorsin en el

    imaginario, dando protagonismo a los indios bravos en detrimento desus hermanos de comunidad y de todos aquellos indgenas que habitabandentro de los mrgenes de sociabilidad y autoridad de la poblacin mayori-taria. No obstante, cuando los diputados reunidos en Cdiz discutieron lostrminos de nacin y ciudadana, es esta ltima poblacin, complejay decididamente mayoritaria la que estuvo en el centro del debate, porqueeran ellos los que entraban en la doble categora de vecinos y de pobla-cin censable. A ella nos referiremos en las pginas que siguen.

    17Tngase en cuenta que en la poca la jurisdiccin de Asuntos Exteriores se lla-maba muchas veces de la Guerra, y la de Interior se sola identificar con Justicia.Sobre el paso de los indios de una jurisdiccin a otra vase el libro de Mara Argeri: Deguerreros a delincuentes. La desestructuracin de las jefaturas indgenas y el poder judi-cial, Norpatagonia, 1870-1930, Madrid, CSIC, 2005.

    18 Ejemplo de ello entre muchos otros posibles es el intercambio de cartas entre elgobierno de los Estados Unidos y las autoridades de Buenos Aires en fecha tan tempranacomo 1820, cuando estas ltimas, a requerimiento del primero, hacen una temprana reivin-dicacin de fronteras nacionales que abarcan todo el territorio meridional hasta el Estrechode Magallanes. Cfr. Mnica QUIJADA: Nacin y territorio: la dimensin simblica del es-pacio en la construccin nacional argentina, siglo XIX,Revista de Indias, 54:219, Madrid,

    2000, pp.373-394.

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    Los indgenas en el mundo de la representacin poltica

    Es precisamente el concepto de avecindado lo que permiti incorporara la inmensa mayora de los grupos indgenas en el principio de la nacin.A travs de l, pasaron a ser integrantes de pleno derecho de esa entidadabstracta que detentaba la soberana. Y en tanto ciudadanos podan, adems,ejercer como sujetos polticos. Ahora bien, la pregunta que se viene haciendola historiografa es: hasta qu punto pudieron ejercer, realmente, el derechode ciudadana? Durante muchos aos se neg toda relacin entre la poblacinindgena y el ejercicio de la ciudadana. Se habl de aislamiento, se habl deapata e inmovilismo. Y esta interpretacin se ha mantenido hasta el da dehoy, mediante subterfugios discursivos como la nocin de ciudadanas ima-ginarias. Pero como he dicho antes, existe desde hace unos aos toda unalnea de investigacin que est demostrando que los indios de comunidadparticiparon del nuevo orden poltico que se estaba creando, aprendieron r-pidamente los nuevos principios normativos y el renovado lxico jurdico ypoltico que en muchos casos eran resignificaciones de antiguos trminosy prcticas tambin antiguas-. Y, lo que es an ms importante, aprendierona utilizarlos e incluso a manipularlos en su propio beneficio.

    Quiere decir esto que se han descubierto nuevos repositorios documen-tales en el fondo de cuevas ante inaccesibles? No, quiere decir que se estn

    haciendo nuevas preguntas, y que ante las nuevas preguntas la documenta-cin propone nuevas respuestas. Y tambin, que las nuevas preguntas llevana prestar atencin a documentacin antes poco atendida. Uno de los temastradicionalmente negados, pero que ha experimentado una verdadera eclo-sin en los ltimos quince aos, es el de los procesos eleccionarios que seexpandieron por la Amrica hispana desde 1809. Hoy sabemos que a diferen-cia de lo que ocurre en muchos pases europeos, en los que la poblacin quevota empieza siendo restringida y se va extendiendo a lo largo del tiempo,en esa parte de Amrica las elecciones fueron precoces y de una amplitudextraordinaria. Comenzaron en 1809 y 1810, se extendieron desde el norte de

    Mxico hasta Chile y dieron lugar a una extraordinaria movilizacin polticaque atraves diferentes sectores sociales. Esas bases extensas de la represen-tacin son precisamente las que se van a reflejar en la amplitud notable delderecho de ciudadana que concede la Constitucin de Cdiz19.

    19 Sobre el tema del voto en el siglo XIXhispanoamericano existe una copiosa bibliografade la que slo dar algunos ttulos representativos: Antonio Annino (coord.): Historia de las

    Elecciones en Iberoamrica, Buenos Aires, Siglo XXI, 1995; Virginia GUEDEA: Las primeraselecciones populares en la ciudad de Mxico, 1812-1813,Mexican Studies/Estudios Mexica-

    nos7:1, Irvine, 1991, pp. 1-28; Carlos MALAMUD(ed.):Legitimidad, representacin y alternan-

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    Fue la promulgacin de esta ltima, con su mandato de expandir el sistemade ayuntamientos, la que abri el camino para la incorporacin de las comu-

    nidades indgenas en un orden poltico que atravesaba las fronteras tnicas; ylos indios asumieron con rapidez la nueva terminologa y el conocimiento deaquellos aspectos de la constitucin de Cdiz que les afectaban directamente.Esto no quiere decir que la lgica representativa liberal impuesta por el textogaditano entraara la interiorizacin automtica de una concepcin indivi-dualista, ni la prdida de la identidad comunitaria, pero s la introduccin deun imaginario que sealaba a la condicin ciudadana como la va para defen-der los propios derechos e intereses. Esto implica tambin que cuanto mscercanos estuvieran los pueblos de indios a las ciudades cabeceras del orde-namiento hispano, ms rpidamente y con mayor efectividad se incorporabanen este proceso que estaba configurando la nueva lgica representativa.

    Del cabildo indgena al ayuntamiento constitucional

    El principio mismo de la eleccin a cargos municipales no era ajeno alas prcticas anteriores a Cdiz, y mucho menos en el ordenamiento conoci-do como Repblica de indios. Desde el sometimiento de los grandes impe-rios prehispnicos la Corona transfiri el modelo municipal de gobierno, deraigambre medieval y con retoques renacentistas20, a las reas de poblacin

    nuclear. El cabildo indgena as creado fue un instrumento jurdico destinadoa organizar poltica y territorialmente a la poblacin conquistada, de una ma-nera institucional y pacfica. Encabezado por alcaldes y regidores elegidosanualmente, constituy para la poltica colonial un canal de contacto con lascomunidades indias alternativo a la dirigencia tradicional personalizada enel sistema de cacicazgo21, cuyo poder se fund en privilegios territoriales, elmonopolio sobre la recaudacin del tributo y la distribucin de la fuerza detrabajo indgena. De tal forma, el sistema de cabildos facilit la articulacin

    cia en Europa y Amrica Latina: las reformas electorales, 1880-1930, Mxico, FCE-Colegiode Mxico, 2000; Vctor PERALTA: Elecciones, constitucionalismo y revolucin en el Cuzco,1809-1815, Revista de Indias 56:206, Madrid, 1996, pp. 99-131; Eduardo POSADA-CARB(ed.):Elections before Democracy, ob. cit.; Jaime RODRGUEZO.: Las primeras eleccionesconstitucionales en el Reino de Quito, 1809-1814 y 1821-1822, en Procesos. Revista Ecuato-riana de Historia14, Quito, 1999, pp.3-52; Hilda SABATO(coord.): Ciudadana poltica y forma-cin de las naciones. Perspectivas histricas en Amrica Latina, Mxico, FCE, 1999. Para unabibliografa muy completa sobre el tema cfr. Marta IRUROZQUI:La ciudadana en debate,ob. cit.

    20 Francisco GONZLEZ-HERMOSILLOAdams: Introduccin en Id. (coord.): Gobiernoy economa en los pueblos indios del Mxico colonial, INAH, Mxico, 2001, pp. 13-28.

    21Scarlett OPHELANGODOY: Kurakas sin sucesiones. Del cacique al alcalde de indios,Per y Bolivia 1750-1835, Cusco, Centro de Estudios Regionales y Andinos Bartolom de

    las Casas, 1997, p. 14.

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    de dos mbitos de dirigencia india: la nobiliaria, basada en la sangre22, y lapoltico-electiva, constituida por una burocracia de notables configurada me-

    diante mecanismos internos de eleccin y representacin que con el tiempofue incluyendo tambin, en ciertos casos, la venta de cargos. Todo ello favore-ci la movilidad social dentro de la Repblica de indios, al permitir el acceso acargos municipales a sectores de la baja nobleza, a elementos del comn e in-cluso a grupos tnicos que haban mantenido una posicin subordinada dentrode los antiguos seoros. El complejo juego de equilibrios de este sistema, queoper durante tres siglos, queda bien definido en el siguiente prrafo de NuriaSala sobre el caso peruano: Uno de los objetivos que con esta legislacin sepretenda era el deslindar las competencias entre caciques y alcaldes, al puntoque stos, y en aquellos pueblos donde haba varios caciques, podan tener

    jurisdiccin sobre indios sujetos a un cacique distinto del suyo propio23.El cabildo indgena fue el eje de un sistema de organizacin poblacio-

    nal basado en la autonoma poltica, la representacin tnica y finalmente laautogestin financiera, al convertir parte del patrimonio seorial indgena enusufructo comunal24. Pero adems, su protagonismo y autoridad se fueronincrementando a lo largo del siglo XVIII en detrimento de la dirigencia ca-cical o nobiliaria. Dos mutaciones importantes contribuyeron a ello. Por unlado, el aumento de poblacin no india en las reas comunales. Aunque desdeel siglo XVI la Corona haba intentado evitar la presencia de forasteros o

    fuereos en las comunidades que integraban la Repblica de indios, con la

    22 La construccin de un nuevo ordenamiento legal y poltico a partir de la conquistadisloc el monopolio poltico de los linajes prehispnicos, pero facilit la persistencia yreestructuracin de una nobleza indgena a lo largo de los tres siglos coloniales. Sobre sufuncionamiento, permanencia y cambios a travs del tiempo hay una literatura creciente. Esparticularmente iluminadora la reciente monografa de David T. GARRET: Shadows of Empire.The Indian Nobility of Cusco, 1750-1825, New York, Cambridge University Press, 2005. Cfr.tambin Scarlett OPHELANGODOY: Kurakas sin sucesiones, ob. cit.; Miguel GLAVE: Vida,smbolos y batallas. Creacin y recreacin de la comunidad indgena, Cusco, siglos XVI-XX,Mxico-Lima, Fondo de Cultura Econmica, 1992. Para Mxico hay estudios ya clsicos

    como los de Charles GIBSON:Los aztecas bajo el dominio espaol, 1519-1810, Mxico, Si-glo XXI, 1967 (1. ed. en ingls 1964); James LOCKHART: The Nahuas after the Conquest.ASocial and Cultural History of the Indians of Central Mexico, Sixteenth through EighteenthCenturies, Stanford (Cal.), Stanford University Press, 1992; Nancy FARRIS:Maya Society un-der Colonial rule. The collective enterprise of survival, Princeton, Princeton University Press,1984. Vase tambin Margarita MENEGUS BORNEMANN y Rodolfo AGUIRRE SALVADOR: Elcacicazgo en Nueva Espaa y Filipinas, Barcelona-Mxico, Plaza y Valds Editores-UNAM,2005. Es importante sealar que el principio nobiliario y el del cacicazgo podan cruzarse eincluso coincidir a veces, pero ni legal ni funcionalmente eran idnticos.

    23 Nuria SALA IVILA: La Constitucin de Cdiz y su impacto en el gobierno de lascomunidades indgenas en el Virreinato del Per,Boletn Americanista42-43, Barcelona,1993, pp. 51-70 (cita en p.53).

    24

    Francisco GONZLEZ-HERMOSILLOADAMS: Gobierno y economaob. cit.

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    recuperacin demogrfica que se produjo a partir de finales del XVIIy sobretodo en la centuria siguiente se fue haciendo ms difcil impedirla, ya que el

    incremento poblacional promovi la bsqueda de tierras para cultivos y losasentamientos de nuevos contingentes en las tierras de comunidad. Por otro,las reformas borbnicas tuvieron el doble efecto de trasladar a los alcaldesindios la funcin recaudatoria del tributo y de propiciar la movilidad socialen el sistema eleccionario del cabildo. En algunas reas estas polticas intro-dujeron mutaciones de alto carcter disruptivo, al favorecer el cruce de losdos mbitos de articulacin de la dirigencia indgena antes citados. ScarlettOPhelan seala, por ejemplo, que en el Virreinato del Per hacia la segundamitad del siglo XVIIIla sucesin cacical por derecho de sangre ya se encon-traba amenazada por el sistema de caciques de favor, designados por losalcaldes mayores. Esto implic que el nombramiento recayera a veces sobremestizos y criollos, tendencia que se habra acentuado despus de la rebelinde Tpac Amaru y que, segn la autora, contribuira a explicar la declinacinde la nobleza indgena en esta zona. En otros mbitos del mundo andino dicharebelin tuvo el efecto contrario, dando lugar a que la cada en desgracia decaciques de linaje abriera espacios de gestin a lderes comunitarios de segun-da fila25. Tngase en cuenta adems que hacia finales del XVIIIla condicin deoriginario de una comunidad sufri una suerte de desencializacin, cuandolos forasteros pudieron asumir dicha calidad mediante el pago de tasas tributa-

    rias ms altas o la participacin en las obras pblicas de la parroquia26

    .Estos y otros procesos similares no se produjeron sin encontrar resis-tencias y desencadenar luchas por el poder en el interior de las comunida-des; divisiones en las que el discurso de los enfrentamientos sorprende aveces por su semejanza con el que la sociedad blanca utilizaba contra losindios27y que ms tarde volveremos a encontrar, corregido y aumentado,al abrirse camino el nuevo orden liberal.

    25 Cfr. Sinclair THOMPSON: We alone will rule. Native Andean politics in the age of in-

    surgency, Madison, the University of Wisconsin Press, 2002.26 Claudia GUARISCO, Etnicidad yciudadana en Mxico y Per (1770-1850), Lima,Documentos de Investigacin, 84, 2004, p. 16.

    27 Vase por ejemplo la siguiente carta dirigida a finales del siglo XVIIIpor una cacicade Arequipa (Virreinato del Per) al titular de la Intendencia: Han entablado hacer susnombramientos de Alcaldes sin que para ello ni yo ni mi hijo hayamos tenido interven-cin alguna sino que de propia autoridad suia eligen aquellos ms incapaces e intiles, ylos ms pobres y que estos como tales ni saben exerser el mismo empleo que les es reco-mendado ha habido entre estos con estas malas direcciones muchas quimeras que hanllegado a trminos de peligrar por razn de que no hay personas rasionales entre ellaspara que les sugeten porque la plata que recaudan se la gastan si les reconvengo meinsolentan faltndome enteramente el respeto (el nfasis es mo). Citado en Nuria Sala

    i Catal: La Constitucin de Cdiz y su impacto,ob. cit., p.54.

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    Ahora bien, los cambios de la segunda mitad del XVIIIno implicaron laruptura de un orden social y poltico que se mantuvo dentro de los lmites

    estructurales de Antiguo Rgimen en el contexto dual de la Repblica deindios y la Repblica de espaoles. Pero la Constitucin de Cdiz, actuan-do sobre un proceso ya iniciado de redefinicin, acab por fracturar esepanorama hecho de equilibrios y desigualdades o de desigualdades enequilibrio al establecer para la poblacin de toda la Amrica hispana ungobierno representativo en tres niveles el ayuntamiento, la provincia y lamonarqua que funda la organizacin municipal diferenciada de las dosRepblicas en un nico ayuntamiento.

    Con ese fin se anunci que los pueblos o ciudades que contaran con1000 habitantes cantidad que luego se redujo a 500 almas o menosformaran ayuntamientos. Se trat de un cambio revolucionario, pues an-teriormente los ayuntamientos slo existan en unas cuantas ciudades pro-minentes dominadas por las elites28. De hecho, entre 1810 y 1821 slo enMxico los ayuntamientos pasaron de menos de cien, a ms de 1000. Estocontribuy a la transferencia del poder poltico del centro a las localidadesy tambin implic una cierta reordenacin social del poder, porque si bienlas lites mantuvieron su influencia poltica, medidas como la eliminacinde cargos perpetuos o por compra, as como la instauracin de normas parasu renovacin por eleccin popular, permitieron que cientos de miles de

    hombres de mediano y bajo estatus hicieran sentir su presencia pblica dediversas formas29.Este sistema afect de manera especial a la poblacin indgena ya que

    los ayuntamientos no slo sustituan a los cabildos, sino que se integrabanen un ordenamiento global que haca desaparecer las fronteras jurdicas en-tre la Repblica de indios y la Repblica de espaoles30. Ahora bien,

    28 Jaime RODRGUEZO.: Ciudadanos de la nacin espaola: los indgenas y las elec-ciones constitucionales en el Reino de Quito, en Marta IRUROZQUI(ed.):La mirada esqui-

    va, ob. cit., pp. 41-63 (cita en p. 41).29 Jaime RODRGUEZ: bidem; Vctor PERALTARUIZ: Los inicios del sistema represen-tativo en el Per: ayuntamentos constitucionales y diputaciones provinciales (1812-1815)en Marta IRUROZQUI:La mirada esquiva..., ob. cit., pp. 65-92.

    30 Hay una importante y creciente lnea de estudios sobre la articulacin entre ciuda-dana y poblacin indgena en las primeras dcadas del siglo XIX. Adems de los diversostrabajos que se citan a lo largo de este artculo pueden verse, entre otros: Sonia A LDA,La

    participacin indgena en la construccin de la repblica de Guatemala, sigloXIX,Madrid,UAM, 2000. Rossana BARRAGN: Indios, mujeres y ciudadanos. Legislacin y ejerciciode la ciudadana en Bolivia (siglo XIX), La Paz, Fundacin Dilogo-Embajada del reino deDinamarca en Bolivia, 1999; Teresa GARCAGIRLDEZ, El debate sobre la nacin y susformas en el pensamiento poltico centroamericano del siglo XIX, en Marta Elena CASUS

    ARZy Teresa GARCAGIRLDEZ, Las redes intelectuales centroamericanas: un siglo de

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    una de las perspectivas de anlisis ms innovadoras est poniendo el focoen la interaccin entre elementos polticos tradicionales y modernos en las

    zonas de poblacin indgena nuclear, no para mostrar la permanencia deuna sociedad antigua sino para explicar, precisamente, la celeridad conque muchos elementos del nuevo orden fueron incorporados por colectivosmuy vinculados a la organizacin colonial. Este tipo de estudios permiterepensar la irrupcin de actores corporativos en el nuevo mbito pblico,viendo cmo la representacin basada en un sistema electoral amplio queatravesaba barreras sociales y tnicas rompi las reglas de sucesin delantiguo rgimen y su universo de prcticas y lenguajes, pero mostrandotambin que lo pudo hacer porque ese universo previo al nuevo orden pol-tico le proporcionaba elementos de significacin que sirvieron para anclarlos nuevos procedimientos, facilitando la incorporacin de prcticas y len-guajes renovados.

    Claudia Guarisco, por ejemplo, est estudiando comparativamente elsistema de representacin en las repblicas de indios del Valle de Mxico yen los territorios de la costa y la sierra de Lima en el perodo colonial, consus mecanismos que combinaban derechos de sangre y procesos elecciona-rios por sorteo y por mano alzada. Y est analizando su importancia comoanclaje del nuevo sistema de representacin que se introdujo a partir de C-diz31. Y Marta Irurozqui ha hecho anlisis notables sobre la resignificacin

    del concepto de vecinoy su papel en los cambios polticos del XIX, tantoen la sociedad mayoritaria como en las comunidades indgenas. Conocidadesde antiguo y dinmica en su aplicacin, dicha figura no slo posibility aliment el paso de la comunidad de sbditos a la nacin de ciudadanos

    imaginarios nacionales (1820-1920), Guatemala, F&G Editores, 2005; Marie-DanielleDEMLAS-BOHY: Modalidades y significacin de elecciones generales en los pueblos an-dinos, 1813-1814, en Antonio ANNINO(coord.):Historia de las Elecciones en Iberoam-rica, Buenos Aires, Siglo XXI, 1995, pp. 291-313; Claudia GUARISCO,Los indios del valle

    de Mxico y la construccin de una nueva sociabilidad poltica, 1770-1835,Zinacantepec,El Colegio Mexicanense, 2003; Alicia HERNNDEZCHVEZ: La tradicin republicana delbuen gobierno, FCE-El Colegio de Mxico, 1993; Marta IRUROZQUI, Las paradojas de latributacin. Ciudadana y poltica estatal: indgenas en Bolivia, 1825-1900, en Revistade Indias 59:217, Madrid, 1999, pp. 705-40; The sound of the pututos. Politization andIndigenous Rebellions in Bolivia, 1825-1921, Journal of Latin American Studies 32/1,Londres, pp. 85-114.

    31 Claudia GUARISCO:Etnicidad yciudadana en Mxico y Per, ob. cit.; Id.: Reyeso indios? Cabildos, repblicas y autonoma en el Per y Mxico coloniales, 1770-1812,

    Revista Andina 39, Cuzco, 2004, pp. 203-226. Sobre el sistema electoral en los cabildosindgenas vase tambin, entre otros, Antonio ESCOBAROHMSTEDE: Del gobierno indgenaal Ayuntamiento constitucional en las Huastecas hidalguense y Veracruzana, 1750-1853,

    Mexican Studies-Estudios Mexicanos12:1, Irivine, 1996, pp. 1-26.

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    en un contexto de fundacin de las repblicas hispanoamericanas, sino quetambin articul los mltiples significados y contenidos que fue adquirien-

    do la ciudadana a lo largo del siglo XIX. De tal forma, la figura del vecinoayud a amortiguar la prdida de certidumbre implcita en la disolucindel orden corporativo, y a entender y asir colectivamente el sentido de lasoberana popular y las complicaciones de su ejercicio en un contexto tem-prano, en el que la ciudadana se asoci a los valores del bien comn y elcompromiso cvico32.

    La piedra de toque para el lanzamiento de los nuevos principios polti-cos en las comunidades y pueblos indgenas fueron las elecciones de 1812,las primeras que tuvieron una autntica proyeccin popular y las primeras,tambin, que introdujeron rupturas irreversibles en el ordenamiento de laRepblica de indios. Como dice Jaime Rodrguez, al igual que sucede hoyen da con individuos y grupos que viven en pases con gobiernos repre-sentativos, algunos ciudadanos de la nueva Monarqua Constitucional de lanacin espaola eran apticos, estaban desinformados o eran influenciadosfcilmente por las lites que protegan sus propios intereses sociales, eco-nmicos y polticos. Sin embargo, dichos individuos y grupos vivan entreotros que estaban bien informados, que eran polticamente activos y queusaban el nuevo orden constitucional para promover sus intereses y los desus familias, grupos y comunidades33. En esto los indgenas no fueron en

    absoluto una excepcin.

    Tres estudios de caso

    Para ilustrar este proceso en los mbitos nucleares de poblacin in-dgena, voy a recurrir a tres estudios de caso realizados desde enfoquesdistintos, y referidos a reas geogrficas y arcos temporales diferentes. Con

    32 Marta IRUROZQUI: De cmo el vecino hizo al ciudadano en Charcas y de cmo elciudadano conserv al vecino en Bolivia, 1808-1830, en Jaime RODRGUEZ O., coord.,

    Revolucin, independencia y las nuevas naciones de Amrica, Madrid, Mapfre, 2005, pp.451-484; id.: Sobre el tributo y otros atributos ciudadanos, ob. cit.Sobre este temavase tambin Marcello CARMAGNANIy Alicia HERNNDEZ: Dimensiones de la ciudadanaorgnica mexicana, 1850-1910, en Hilda SABATO(ed.): Ciudadana poltica,ob. cit.,pp.371-402; Tamar HERZOG, La vecindad: entre condicin formal y negociacin continua.Reflexiones en torno a las categoras sociales y las redes personales, enAnuario del IEHS15, Tandil, 2000, pp. 123-131; Federica MORELLI: Entre el antiguo y el nuevo rgimen: eltriunfo de los cuerpos intermedios. El caso de la Audiencia de Quito, 1765-1830,HistoriaPoltica. Ideas, procesos y movimientos sociales10, Madrid, 2003, pp. 163-190.

    33

    Jaime RODRGUEZ: Ciudadanos de la nacin espaola ob. cit., p. 42.

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    ellos no se agotan, ni mucho menos, las perspectivas posibles. Ms bienson un atisbo de la multiplicidad de situaciones y del vastsimo campo que

    se ofrece a la investigacin.Florencio Nez ha intentado determinar el grado de inclusin real de

    los indgenas en los tempranos procesos electorales, basndose para elloen el censo levantado por las autoridades en Huarochir, Lima, en 181334.Su conclusin apunta a que todos los varones mayores de 24 aos fueronconsiderados ciudadanos activos y con derecho a voto, lo que representel 24.1% del total de habitantes del lugar. De ese porcentaje, el 94.1% co-rresponda al voto indgena. Y agrega el autor: Aunque eso no significaque los indgenas tuvieran mayores posibilidades de acceder a los cargospblicos, s nos muestra que a la larga las autoridades cumplieron con am-pliar la participacin poltica haciendo a los indgenas personajes activosde los procesos electorales35. No obstante, esto ltimo no implic un ni-vel equivalente de participacin ya que en las poblaciones mencionadases decir, all donde se han encontrado las actas electorales la votacinefectiva aparece como muy disminuida con respecto a la amplitud de loshabitantes que podan ejercer el derecho de sufragio. El autor concluyeque la Constitucin de Cdiz introdujo un cuerpo electoral mucho mayor[que] el que se tena para las elecciones de los cargos concejales antes dela Constitucin. La autoexclusin o automarginacin debe responder ms a

    un apego a formas tradicionales de participacin [la delegacin del derechode voto a los miembros superiores de la comunidad o ncleo familiar] quea un desinters por las elecciones36.

    Perspectivas de anlisis diferentes dan variables importantes, como laque ofrece un estudio reciente de Jaime Rodrguez sobre el proceso elec-cionario de 1812 en comunidades indgenas situadas al sur de Quito37. Es-tas comunidades basaron sus acciones en el artculo 310 de la Constitucin,que declaraba que se pondra un ayuntamiento en los pueblos que no le

    34Florencio NEZ: La participacin electoral indgena bajo la Constitucin de Cdiz(1812-1814), en Cristbal ALJOVNDELOSADAy Silesio LPEZ:Historia de las eleccionesen el Per. Estudios sobre el gobierno representativo, Lima, Instituto de Estudios Perua-nos, 2005, pp. 361-394.

    35 Id., p. 375. Este autor muestra tambin las dificultades que se presentaron a hora deconfeccionar los padrones electorales y la falta de homogeneidad en el producto, pero porrazones de espacio no nos detendremos en ello.

    36 Id., p. 378.37 Jaime RODRGUEZO.: Ciudadanos de la nacin espaola, ob. cit.passim. Vase

    tambin Jaime RODRGUEZ: La revolucin poltica durante la poca de la independencia.El Reino de Quito, 1808-1822, Quito, Universidad Andina Simn Bolvar-Corporacin

    Editora Nacional, 2006, Cap. 3.

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    tengan, y agregaba que no poda dejar de haberle en los que por s o ensu comarca lleguen a mil almas. La documentacin pone de manifiesto la

    preocupacin y resistencia inicial de los funcionarios locales, que advertana las autoridades de Quito que los indgenas, una vez enterados de que yaeran ciudadanos espaoles con derechos polticos plenos, haban procedidoa formar una infinidad de Cabildos constitucionales, incluso en los Pue-blos y Haciendas ms despreciables [de la regin].

    Si en el caso de los Pueblos la queja no se sustenta ms que en prejui-cios clasistas o racistas, lo cierto es que en el segundo caso la actuacin delos indgenas no era estrictamente legal, porque la constitucin establecaque no podan ejercer derechos de ciudadana los que fueran dependientespor prestacin de servicios, situacin en la que se encontraban los indiosde las haciendas. Pero, agregaban los funcionarios locales, a pesar de quese les dijo una y otra vez que no podran establecer ayuntamientos consti-tucionales dentro de propiedades privadas, los indgenas de toda la zona si-guieron formando tales instituciones en Haciendas y Estancias o Hatos delos particulares, con quebrantamiento de la Constitucin y Reglamento decaso, y perjuicios grabes. Y agregaban que sus acciones preocupaban a losterratenientes y a todos los ciudadanos de recto parecer, quienes insistanen la obediencia a la Constitucin. No obstante, los indgenas insistieronen sus exigencias, que defendan mostrando copias del artculo 310 de la

    Constitucin y alegando que por obra de dicho artculo la carta gaditanales conceda el derecho a establecer esos cuerpos de gobierno. Lo cierto esque, a pesar de la alarma de los notables locales, la jefatura poltica asenta-da en Quito, nombrada tambin en el marco de la Constitucin, adujo quelos pequeos asentamientos merecan tener su propio ayuntamiento consti-tucional, e insisti en que el establecimiento de esos rganos de gobiernoen aldeas que antes eran dependientes permitira a los rsticos aprender afuncionar dentro del nuevo sistema poltico. Segn afirmaba el jefe poltico,dichos rsticos se volveran de ese modo civilizados. Finalmente, pesea las preocupaciones expresadas por los gobiernos locales, las autoridades

    constitucionales asentadas en Quito se negaron a emprender acciones queevitasen que los nuevos ciudadanos espaoles establecieran ayuntamien-tos ah donde existiera el nmero necesario de pobladores.

    Pero agreguemos algo ms. Hasta aqu parecera que actuaban por unlado los indgenas, como un bloque, exigiendo sus derechos; y por otro losblancos espaoles y criollos tambin como un bloque gritando que nosquitan el poder. Pero no es as, porque para mucha gente el proceso eleccio-nario abri la posibilidad de contender por puestos y subvenciones controla-dos hasta entonces por las elites, y esto se produjo tanto dentro como fuera

    de las comunidades. Ms an, en el interior de las comunidades y pueblos de

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    indios las luchas por el poder cruzaban las fronteras tnicas. En algunos ca-sos, los viejos Governadores, Casiques y Mandones de dichos Pueblos

    perdieron sus cargos en las elecciones; y con ellos perdieron tambin salariosy privilegios. Algunos ex funcionarios indgenas afirmaron que los curas ycomisionarios nombrados para supervisar las elecciones eran responsablesde su expulsin. Y hubo casos de ex funcionarios indios que retiraron suapoyo al nuevo sistema constitucional y exigieron que se restaurara el ordenanterior, bajo la amenaza de rebelin. Por el contrario, otros funcionariosindgenas del viejo orden consiguieron ganar las elecciones y ocuparon loscargos dirigentes que se abran con el nuevo ordenamiento. Tambin se pro-dujeron alianzas intertnicas que reunan a dirigentes indgenas y tambin amestizos, a blancos, e incluso a negros. Y hubo casos de denuncia de fraudeante la jefatura poltica de Quito, que en algunas ocasiones dio por limpiaslas elecciones y en otras orden que se repitieran.

    Si la experiencia de las comunidades en la regin de Quito parece desmen-tir la supuesta apata de los indios ante los cambios polticos o su fcil manipu-lacin por elementos externos, actitudes semejantes asoman una y otra vez endistintos mbitos de la Amrica hispana. Antonio Escobar Ohmstede estudiael caso de las Huastecas mexicanas en dos momentos: el inicial de aplicacinde la Constitucin de Cdiz, en pleno proceso de insurgencia, y una etapa pos-terior que se extiende entre 1820 y 1840. Se trata de un perodo fundamental

    en el que los ayuntamientos intentaron definir y consolidar su poder sobre lospueblos-sujetos y la poblacin indgena, en el contexto de una defensa cons-tante de sus derechos y privilegios por parte de estos ltimos 38.

    En el primer momento citado el contexto de rebelin es importante,porque muchos grupos insurgentes no participaron de las elecciones y laaplicacin de la Constitucin tendi a concentrarse all donde segua fun-cionando la autoridad realista. El autor constata que muchos de los nuevosayuntamientos constitucionales fueron ocupados por individuos o coali-ciones integradas por mestizos, mulatos39, blancos (criollos y espaoles),

    38 Antonio ESCOBAROHMSTEDE: Los ayuntamientos y los pueblos indios en la sierraHuasteca: conflictos entre nuevos y viejos actores, 1812-1840, en Leticia REINA(coord.):

    La reindianizacin de Amrica, Mxico, Siglo XXI-CIESAS, 1997, pp. 294-316; Id.: Delgobierno indgena al ayuntamiento constitucional ob. cit.

    39 Dado que la carta gaditana exclua a los descendientes de africanos de los derechosde ciudadana, su presencia en estos procesos eleccionarios (que se verifica una y otra veza lo largo y ancho de Amrica) vuelve a demostrar que la infraccin como elemento re-sidual de la norma permiti ampliar los mrgenes polticos supuestamente sealados porsta. Para el modelo de la democracia de la infraccin cfr. Marta IRUROZQUI:La ciuda-dana en debate en Amrica Latina, ob. cit.Vase tambin, de la misma autora, A bala,

    piedra y palo, ob. cit.

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    as como indios residentes que no pertenecan a la comunidad (forasteroso amestizados), que encontraron en la apertura de las bases eleccionarias

    una excelente oportunidad para apropiarse de las redes sociopolticas quecontrolaban las autoridades indgenas antes del perodo constitucional40.Estos personajes emergentes no eran, sin embargo, ajenos a la vida local:ocupaban nichos en la estructura socioeconmica de los pueblos, estabanfuertemente identificados con su regin y formaban un entramado de leal-tades polticas que les permitan ser elegidos41. La expansin de los ayun-tamientos constitucionales que se duplic entre 1812 y 182042 fue paraellos un medio para reivindicar derechos de participacin en la dirigenciade territorios en los que se hallaban asentados. Por el contrario, en aquellospueblos donde la presencia de fuereos era menor stos se integraron enlas estructuras polticas indgenas, o bien los cargos municipales alcal-des, regidores y sndicos se mantuvieron en manos nativas.

    El estudio de las Huastecas proporciona un buen ejemplo de transicindel antiguo rgimen corporativo a uno nuevo, donde es posible rastrear lastendencias individualistas pero tambin la complejidad de unos procesosen los que se hace difcil separar los cambios de las continuidades. Losbienes y cajas de comunidad, bases de la autonoma de la Repblica deindios, pasaron al Ayuntamiento constitucional como nico encargado deadministrar los fondos de los pueblos indios y acabaron extinguindose,

    al ser refundidos en el nuevo sistema de arbitrios y propios. Estos ltimosaunaban multas, pensiones, contribuciones locales aprobadas por los con-gresos estatales, as como los bienes races de las municipalidades, los edi-ficios que se construyeran con fondos pblicos, y las tierras que en comnhaban posedo los pueblos43. Otro ejemplo significativo del imbricamientode cambios y continuidades es la disposicin de la mano de obra indgena,que en la poca colonial fuera privilegio de la dirigencia frente al comny de las cabeceras frente a los pueblos-sujetos. Los nuevos ayuntamientosconstitucionales intentaron utilizar en su favor el antiguo sistema de distri-bucin del trabajo, exigiendo los servicios forzosos que los pueblos-sujetos

    prestaban tradicionalmente a las cabeceras indias. Esto gener un sinfn de

    40Antonio ESCOBAROHMSTEDE: Los ayuntamientos y los pueblos indios, p. 303.41 Ibidem.42 Como en el caso de Quito al que nos hemos referido antes, en las Huastecas la ex-

    pansin notable de los ayuntamientos tuvo que ver tambin con el hecho de que no se res-petaron los mnimos poblacionales exigidos por la Constitucin.

    43 Del gobierno indgena al ayuntamiento, ob. cit.pp. 18-19. Debe aadirse que enla mayor parte de Amrica las cajas de comunidad haban quedado exhaustas al recurrirse aellas para el financiamiento de las guerras de independencia (para uno u otro bando, segn la

    situacin de cada pueblo de indios).

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    protestas, con recurrencia de los afectados a los derechos que les concedala Constitucin. La conclusin es ambigua: a pesar de la negativa indge-

    na a brindar servicios a las cabeceras, stos continuaron durante gran partedel siglo XIX; pero tambin: la municipalizacin sirvi a los pueblossujetos para enfrentarse a las nuevas cabeceras mestizas, negando el pagode servicios que en nada les beneficiaban44.

    Lo mismo ocurri con la exigencia de pagar contribuciones al alcalde,que fue inicialmente respondida mediante la apelacin al artculo 33845de laConstitucin. Finalmente, con la abolicin legal del tributo y las declaracionesde igualdad de todos los mexicanos, se impuso una nica contribucin pagablepor el cabeza de familia en la que entraron todos los sectores sociotnicos delMxico independiente46. Aunque el cobro de las contribuciones correspon-da a los ayuntamientos, en la prctica los pueblos indios mantuvieron durantemuchos aos mecanismos tradicionales en los que intervenan las autoridadestnicas, identificadas generalmente con los ancianos del pueblo47.

    La movilidad sociotnica que gener el cambio constitucional permitia los sectores emergentes formar sus clientelas y utilizarlas para asentarsu influencia y poder. No obstante, lo anterior no quiere decir que lospueblos indios hayan sido slo una parte pasiva del sistema poltico local.La defensa de sus derechos y privilegios fue constante [] y recay en lasantiguas estructuras indias. Los jueces de paz y regidores frecuentemente

    representaban a sus pueblos, gracias a que eran miembros de stos y noagentes externos. Al mismo tiempo, la preservacin de ciertos elementosde la organizacin colonial fue ms o menos generalizada entre los pueblosindios en el Mxico decimonnico, pues era una estructura que conocany manejaban mejor. Y los pueblos-sujetos tendieron a conservar durantemucho ms tiempo los aparatos de control indio, en tanto que las cabeceraspolticas pasaron a ser en su mayora ladinas48.

    44Antonio ESCOBAROHMSTEDE: Los ayuntamientos y los pueblos indios, ob. cit.,

    pp. 307-308.45 Segn este artculo las Cortes establecern o confirmarn anualmente las contribu-ciones, sean directas o indirectas, subsistiendo las antiguas, hasta que se publique su dero-gacin o la imposicin de otras.

    46 Del gobierno indgena al ayuntamiento, pp. 20 y ss.47 El tema del paso del tributo indgena al principio general de la contribucin presenta

    diferencias apreciables en el rea andina, tema en el que no podemos entrar por cuestionesde espacio. El lector interesado puede consultar los trabajos de Vctor PERALTA: En posdel tributo en el Cusco rural, 1826-1854. Cusco, Centro de Estudios Regionales AndinosBartolom de las Casas, 1991; Nuria SALAIVILA: Y se arm el tole tole. Tributo indgena

    y movimientos sociales en el Virreinato del Per, 1784-1814, Huamanga, Instituto de Estu-dios Regionales Jos Mara Arguedas, 1996, entre otros.

    48

    Los ayuntamientos y los pueblos indios, ob. cit., pp. 310-312.

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    Ahora bien, es importante recordar que estos casos, y muchos ms, sedieron en un contexto que excede la aplicacin de la Constitucin de Cdiz.

    Me refiero a los complejos procesos que desembocaran en la segregacinde la Amrica Espaola y en la configuracin de ms de veinte repblicasindependientes. El panorama inicial de aplicacin del texto gaditano fueprevio a la consolidacin de las independencias. En ciertos casos se trat dembitos polticos decididamente favorables al absolutismo, como ocurrien el Per bajo el virrey Abascal49. En otros sitios, como en Mxico, lasreformas constitucionales fueron ms defendidas en zonas donde la autori-dad se mantuvo en manos realistas, que en circunscripciones tomadas porlos insurgentes. Por ello, cuando muchos grupos indgenas optaron por elbando leal a la Corona, en algunos casos pudo ser por razones de tradicio-nalismo monrquico, reaccionarismo social o apata como ha tendido aafirmar la historiografa. Pero en muchos otros dicha opcin fue motivadapor el convencimiento de que la aplicacin de los principios constituciona-les favoreca sus intereses individuales o grupales.

    La caja de Pandora

    Llegados a este punto, es imprescindible preguntarse qu implic todo

    esto para las relaciones de poder intra e intertnicas y, por tanto, para el or-denamiento poltico. Como dice Jaime Rodrguez y confirman otros inves-tigadores, Cdiz transform dichas relaciones. Por un lado, la eliminacino modificacin del tributo y del sistema de distribucin de la mano de obraindgena, as como la supresin de las cajas de comunidad, distorsionaronlas bases de poder de la dirigencia nativa50. Por otro, al pasar a funcionarcomo ayuntamientos, con cargos elegibles mediante un nuevo sistema derepresentacin, los pequeos pueblos de indios ya no estaban supeditados alas grandes ciudades y, en las antiguas repblicas, los pueblos sujetos ya nodependan de las cabeceras. Si a esto le agregamos la antes citada supresin

    de los trabajos forzados y del tributo, podramos decir que se abrieron nue-vos espacios de libertad y de reubicacin del poder; y son numerossimaslas solicitudes presentadas por los indgenas para la abolicin del servicio

    49 Vase Vctor PERALTA:En defensa de la autoridad. Poltica y cultura bajo el gobier-no del Virrey Abascal. Per 1806-1816, Madrid, CSIC, Biblioteca de Historia de Amrica,2002.

    50A esto deben agregarse las normas legales (generales o especficas) que dejaron sinbase de sustentacin a la nobleza nativa. Sirvan como ejemplo: supresin de los seoros(Cortes de Cdiz, 1811), supresin de la propiedad vinculada a travs del cacicazgo y el

    mayorazgo (Mxico, 1823) o derogacin de ttulos nobiliarios (Mxico, 1826).

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    personal o la reduccin de las obvenciones parroquiales, amparndose enel artculo 338 del ttulo VII de la Constitucin. Est claro que este tipo de

    cambios tena que inquietar a los individuos y a los grupos que se habanbeneficiado con la situacin anterior. E incluso, a veces, a los mismos quellevaban las cargas, porque estas ltimas tambin podan ser como en elcaso del tributo una forma de defensa grupal51.

    El nuevo orden afect sobre todo al sistema de autoridades tnicas,aunque de forma desigual segn los casos. En las zonas donde la poblacinindgena era absolutamente mayoritaria los nuevos ayuntamientos queda-ron a veces en poder de los indios; all donde aqulla era ms escasa o dis-persa los cargos dirigentes fueron ocupados por gente no india, o tuvieronuna conformacin multitnica (mestizos, blancos, mulatos e indios). Porotra parte, Antonio Escobar ha observado que cuanto ms alejado estuvieraun pueblo de indios de su cabecera, ms posibilidades tena de mantenerlos cargos dirigentes en manos de su propia etnia.

    A su vez, los indgenas no conformaban un bloque unitario, sino queestaban divididos por intereses individuales, familiares y locales queya haban aflorado cuando las reformas borbnicas favorecieron a lasautoridades electas del cabildo indgena en desmedro de las cacicalesy nobiliarias transmitidas por herencia. Con ese trasfondo, el procesoelectoral [de 1812] desvel conflictos dentro de la sociedad indgena y

    proporcion oportunidades a aquellos que antes haban sido excluidos52

    .Quines eran los anteriormente excluidos? Por un lado los forasteros,gente que no perteneca inicialmente a la comunidad pero que se habaasentado en ella, y que estaban integrados por indios de otras proceden-cias, mestizos, negros y mulatos e incluso blancos. Pero tambin abri elcamino a los grupos ms jvenes de la propia comunidad, a quienes laRepblica de indios haba impuesto reglas estrictas para el acceso escalo-nado a las jerarquas del poder municipal. F. Fuenzalida, que ha estudia-do la estructura de autoridad indgena en el Virreinato del Per, muestrauna escala ascendente de cargos polticos: alguacil, pachacuraca/araihua/

    51Aunque la supresin del tributo fue recibida mayoritariamente como una liberacin,algunos pueblos de indios se opusieron a su eliminacin; asimismo, algunas comunidadesque la haban aceptado con complacencia ms tarde pidieron su restablecimiento. Vase eltrabajo seminal de Vctor PERALTA:En pos del tributo en el Cusco rural, ob. cit. TambinNuria SALA I VILA: Y se arm el tole tole, ob. cit.; Francisco NEZ: La participacinelectoral indgena, ob. cit., esp. p. 367; Tristan PLATT:Estado boliviano y ayllu andino.Tierra y tributo en el norte de Potos, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1982. Para unanlisis del tributo como un mecanismo de adquisicin de ciudadana poltica, cfr. MartaIRUROZQUI: El tributo y otros atributos ciudadanos, ob. cit.

    52

    Jaime RODRGUEZ: Ciudadanos de la nacin espaola, ob. cit., p.

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    mandn, campo/alguacil, alcalde, principal/mayor. Y agrega: El hom-bre, tras contraer matrimonio, tena derecho a una parcela, a participar en

    las asambleas comunales, a compartir los impuestos comunales tributoy mita, y se incorporaba al sistema de cargos. La escala era recorrida enun mnimo de 33 aos y un mximo de 55, llegando a alcalde entre los 42y los 60 aos y a principal entre los 48 y 7053. Por el contrario, el textogaditano impona un sistema de voto indirecto54y reduca a dos nicascondiciones de gnero y edad el requisito para participar en el sufragio:ser varn55, y mayor de 24 aos. De tal forma, para muchos jvenes lanueva Constitucin apareca como una herramienta til para ocupar pues-tos de autoridad en el ayuntamiento mucho antes de lo que habra sidoposible en el antiguo orden.

    Finalmente, los cambios constitucionales ahondaron los conflictos en-tre nobles y comuneros, al profundizar el camino ya iniciado con las refor-mas borbnicas que favoreca los cargos por eleccin sobre los derechosde sangre. Las normas gaditanas incrementaron las posibilidades de accesode indios del comn a jerarquas hasta entonces ocupadas por las familiasde linaje o principales. Nuria Sala ha reunido una serie de testimonios quemuestran hasta qu punto los enfrentamientos intraindgenas se revistieronde los mismos discursos y prejuicios que dividan a blancos e indios o,entre los primeros, a las clases altas de las menos favorecidas. Estudiando

    el caso de Sinto, partido de Lambayeque, esta investigadora muestra unaprotesta de indios nobles producida en 1812 por la eleccin de indios nonobles para cargos ediles. Sus quejas incluan expresiones como: elexceso de elegir por Alcalde a Jos Lullo Particular [es decir, comunero]de ninguna instruccin ni mrito para el desempeo de su cargo haviendotantos principales, o el extrao ejemplar que lamentan los principaleses, que haviendo varios de su calidad para el empleo de Alcalde principal se

    53 F. FUENZALIDA: Estructura de la comunidad de indgenas tradicional, en J. Matos

    MAR:Hacienda, comunidad y campesinado en el Per, Lima, Instituto de Estudios Peruanos,3, 1976, pp. 219-255. Citado por Nuria SALAIVILAen La Constitucin de Cdiz y su im-pacto, ob. cit.,p. 59, nota 26. Sobre el sistema de turnos (rotacin de cargos) y represen-tacin natural, vase tambin Claudia Guarisco: Etnicidad y ciudadana en Mxico y Per,ob. cit., p. 25 y ss.

    54 Todos los ciudadanos de una parroquia concurran a votar electores de parroquiaquienes, a su vez, elegan a los miembros del ayuntamiento (alcaldes, regidores y sndi-cos). Para la eleccin de diputados provinciales y a Cortes el sistema era ms complejo: las

    juntas electorales de parroquia votaban un nmero determinado de compromisarios que asu vez elegan a los electores de parroquia y stos a los electores de partido. Estos ltimosvotaban a los diputados provinciales y a Cortes.

    55 Hay que sealar que la normativa aplicada en la poca colonial permita el voto de

    mujeres, si se trataba de cabezas de familia.

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    es pusiese a un particular, alterando los lmites reconocen por ley anticuadaen nuestra nacin por sus antepasados56. Prejuicios de clase no muy

    alejados de los que el propio Virrey Abascal profiri cuando las eleccio-nes populares de 1813 abrieron los cargos municipales a vecinos de razablanca, pero de estratos inferiores hasta entonces alejados del poder: las personas en que han recado los cargos concejiles casi siempre han sidolas menos a propsito para su mejor desempeo, resultando de aqu que enlugar de aventajar se hayan experimentado perjuicios muy patentes con elnuevo sistema57.

    Todo lo anterior implica una ruptura muy importante con respecto ala lectura historiogrfica tradicional que cuando se asomaba y lo hacapocas veces a la conformacin de los ayuntamientos constitucionalesentre las poblaciones indgenas, sostena que aunque los indios pudieranvotar en los procesos electorales, lo hacan de modo corporativo y bajo lainiciativa manipuladora de los poderes locales, como simples comparsasde estos ltimos. Los estudios recientes desmienten este tipo de interpre-taciones, mostrando que los indgenas eran conscientes de que participaren el sistema representativo tambin implicaba defender sus intereses nonecesariamente tnicos, sino tambin grupales y jurisdiccionales. Y estono es balad, porque al romper la estructura social de las dos repblicas, laeleccin por ayuntamientos abri las compuertas a una serie de procesos en

    los que haba mucho que perder y mucho que ganar.Es decir, que en las comunidades indgenas por lo menos en aque-llas cercanas a las cabeceras, que son las ms estudiadas la introduccinde las nuevas reglas del juego poltico no dej a los indgenas apticos,ni tampoco los conden al aislamiento. Los indios estaban en constantecomunicacin, no slo con sus contrapartes en otras jurisdicciones, sinotambin con otros grupos de la sociedad. Y aunque parezca difcil de creer,muchas comunidades reciban regularmente noticias sobre las decisionesde las Cortes en sitios tan alejados, por cierto, como Yucatn58. Asimis-mo, ese juego tan moderno que vincula la prctica de la representacin

    con la defensa de los propios intereses se manifiesta en aspectos concre-tos, como la mayor participacin all donde los rganos del poder eranms cercanos y los beneficios y prdidas ms tangibles. Por ejemplo, es-tudiando los comicios de 1812 en comunidades indgenas vecinas a Lima,Vctor Peralta ha mostrado que los indios votaron ms en las elecciones

    56 Nuria SALAIVILA, ob. cit., p. 62. El discurso no era nuevo, comprese con el testi-monio de 1790 recogido en nota 27 supra.

    57 Citado en Nuria SALA, idem, p.62.58

    Jaime RODRGUEZ: Ciudadanos de la nacin espaola, ob. cit., p. 60.

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    a ayuntamientos que en las correspondientes a Cortes o a DiputacionesProvinciales59.

    Las disfunciones introducidas en los equilibrios intratnicos se con-textualiz adems como no poda ser de otra manera en procesosequivalentes verificados en el nivel de las relaciones intertnicas. Con laabolicin de la divisin legal entre las dos Repblicas y la constitucin deayuntamientos nicos se decret la desaparicin de las autoridades dife-renciadas, lo que implic que indios y espaoles se integraran por primeravez en un mismo estatuto y formaran un mismo electorado60. Ello supusotrastocar el orden colonial, por cuanto los indios pasaron a detentar igualesderechos para elegir y ser electos y, en consecuencia, la capacidad para

    gobernar sobre las otras castas que hasta entonces slo disfrutaba la po-blacin de origen europeo. Las nuevas investigaciones estn mostrando eltipo de resistencias que generaba el nuevo orden, como el hecho de que lasociedad mayoritaria poda aceptar alcaldes indios a la antigua usanza, queejercan la polica dentro de los lmites de su comunidad y, frente a la so-ciedad mayoritaria, actuaban como recaudadores del tributo indgena. Perono aceptaba con igual complacencia alcaldes indios a la nueva usanza, concapacidad poltica legal en un mbito donde ya no operaban las fronterasentre las dos repblicas61. Y este tipo de resistencias alimentaron luchaspor el poder en desmedro de la poblacin indgena. Pero adems, la redis-

    tribucin de territorios y sus jurisdicciones no slo afect a la dirigenciaindgena tradicional sino a los grupos emergentes (indios y no indios) que,desposedos de los mecanismos de proteccin del Antiguo Rgimen, tuvie-ron que competir con viejas y nuevas estructuras socioeconmicas ligadasa los aparatos burocrticos y comerciales de los centros respectivos62.

    Por ello, una vez establecida la presencia de la dimensin poltica y delindgena como sujeto, hay que decir tambin que desde el punto de vistasocioeconmico, y de autonoma poltica, los cambios afectaron negati-vamente a grandes contingentes de poblacin indgena. Porque el nuevo

    59 Vctor PERALTARUIZ: Los inicios del sistema representativo en Per: ayuntamientosconstitucionales y diputaciones provinciales, 1812-1815, en Marta IRUROZQUI(ed.):La mi-rada esquiva ob. cit., pp. 65-92. Vase tambin Nuria SALAICATAL, ob. cit., pp. 63-65.

    60 Es interesante sealar que en los debates de Cdiz se pens inicialmente en una re-presentacin indgena de carcter tnico. Esta posicin, defendida por diputados peninsu-lares, fue rebatida y finalmente desechada por la intervencin contraria de los diputadosamericanos y algunos espaoles liberales. Cfr. Francisco NEZ: La participacin electo-ral indgena,ob. cit.

    61Vctor PERALTARUIZ: Los inicios del sistema representativo en Per,ob. cit.62 Cfr. Antonio ESCOBAR OHMSTEDE: Del gobierno indgena al ayuntamiento,

    ob. cit., pp. 13 y ss.

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    sistema abri la caja de Pandora, contribuyendo a difuminar antiguos equi-librios intertnicos y, en el interior de las comunidades, una estructura de

    jerarquas y turnos de poder que haba funcionado durante largo tiempo.Y ello abri las puertas a nuevas formas de actuacin social, pero tambina nuevos desrdenes. Porque todo nuevo orden crea un sistema de inse-guridades que afecta negativamente a una parte, a veces importante, de lapoblacin. Es decir, afecta a aqullos que no cuentan con medios para hacerfrente a los cambios; a los que pierden privilegios que no saben o no pue-den recuperar; y en trminos generales, a los que no estn en condicionesde aprovechar los resquicios, a veces por razones personales, pero sobretodo por razones culturales y socioeconmicas. Y como dice el antiguo

    dicho, a ro revuelto, ganancia de pescadores.

    Los indgenas en la configuracin del ordenamiento liberal

    Una de las consecuencias principales de las vas abiertas por el textogaditano fue que, al modificar el conjunto del corpus legal que sostena laestructura poltico-social, los afectados por los cambios ya no podan recu-rrir a las antiguas normas que les protegan frente a lo nuevo y desconoci-do. A partir de 1812, su nica respuesta posible era, mediante el anclaje en

    lo antiguo para incorporar lo nuevo, conocer las vas que les proporcionabaun sistema homogeneizador de ciudadana que tendi a primar cada vezms el principio individual sobre el corporativo, la propiedad privada sobrela comunitaria y la desigualdad social sobre la diferenciacin tnica. Cosaque hicieron con diferentes grados de xito o fracaso segn los grupos, losentornos polticos y la fase histrica en la que se actuase.

    En primer lugar hay que decir que la condicin de actores polticos asumidapor una parte no desdeable de la poblacin indgena no se agota en el marcode los ayuntamientos. Muchos grupos de ese origen se integraron en las luchaspolticas faccionales que durante y despus de la independencia compitieronpor el control del estado. La investigacin actual est desvelando que a lo largodel siglo XIXy en los diversos pases de la regin los indgenas intentaron de-fender sus intereses por medio de la participacin en coaliciones intertnicas. Ylos encontramos en ambos lados de la mayor parte de las contiendas polticas,tanto en la independencia como en las largas luchas civiles que jalonaron elsiglo. Ejemplo de ello es el caso de Huanta, al norte del Per, estudiado porCecilia Mndez. La autora muestra que la rebelin de esa localidad en la pocade la independencia dio lugar a un juego poltico de violencia y negociacin,con un alto grado de participacin de campesinos indios, que se mantuvo a lo

    largo de muchos aos. Los lderes indgenas de la poca independentista (que

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    en funcin de sus intereses apoyaron al bando realista o al de la emancipacin),mantuvieron su presencia en la arena poltica durante dcadas. La forma en que

    participaron en la guerra civil de 1834 demuestra la comprensin e incorpora-cin de los indgenas de Huanta al proceso nacional y su capacidad para actuarcomo una fuerza poltica regional con voz propia63.

    Estos y otros estudios indican hasta qu punto los indgenas fueronactores tanto de las contiendas civiles64como de la configuracin del pro-pio orden liberal. Antonio Annino analiza en un artculo reciente el nota-ble arraigo que tuvo el constitucionalismo liberal en el imaginario popularmexicano y, en particular, entre las comunidades rurales de base indgena65.Mientras que en la mayor parte de Europa las masas campesinas fuerongeneralmente conservadoras, en Amrica las comunidades rurales indge-nas defendieron con las armas en la mano las propuestas liberales, como laConstitucin de 1857 en Mxico, los movimientos tempranos de ese signopoltico en la construccin republicana del Per, o el liberalismo federalistaen la Bolivia de finales del siglo XIX66.

    63 Cecilia MNDEZ: The Plebeian Republic. The Huanta Rebellion and the making ofthe Peruvian State,Durham and London, Duke University Press, 2005; Id.: Tradicionesliberales en los Andes o la ciudadana por las armas: Campesinos y militares en la for-macin del Estado peruano, en Marta IRUROZQUI (ed.): La mirada esquiva, ob. cit.,pp. 125-154.

    64 Es interesante sealar que ese fenmeno no se redujo a las poblaciones indgenas nu-cleares. La investigacin actual est mostrando que en las reas de frontera las tribus au-tnomas tendieron crecientemente a apoyar a los distintos bandos en las contiendas civiles,llegando incluso a formar parte de los ejrcitos de lnea con grados militares. Como ejem-plo, y en relacin al rea rioplatense, vanse entre otros Marta BECHIS: Fuerzas indgenasen la poltica criolla del siglo XIX, en Noem GOLDMANy Ricardo SALVATORE (comps):Caudillismos reioplatenses, miradas a un viejo problema, EUDEBA, Buenos Aires, 1998,pp. 293-317; Mnica QUIJADA: Repensando la frontera sur argentina: concepto, conteni-do, continuidades y discontinuidades de una realidad espacial y tnica (siglos XVIII-XIX),

    Revista de Indias 62:224, 2002, pp. 103-142; Alberto SARRAMONE: Catriel y los indiospampas de Buenos Aires, Azul (Argentina), Editorial Biblos Azul, 2003.

    65

    Antonio ANNINO: El paradigma y la disputa. La cuestin liberal en Mxico y en laAmrica hispana, en Francisco COLOM (ed.): Relatos de Nacin. La construccin de lasidentidades nacionales en el mundo hispnico, Madrid, Iberoamericana, 2005, pp. 103-130.

    66Annino: bidem; Michael T. DUCEY: Indios liberales y liberales indigenistas: ideo-loga y poder en los municipios rurales de Veracruz, 1821-1890, en Antonio ESCOBAROHMSTEDE y Luz CARREGA LAMADRID (coords.): El siglo XIX en las Hustecas, Mxico,CIESAS-El Colegio de San Luis, 2002, pp.l11-136;

    Charles WALKER: Montoneros, bandoleros, malhechores: criminalidad y poltica en lasprimeras dcadas republicanas, en Carlos AGUIRREy Charles WALKER: Bandoleros, abi-geos y montoneros, Lima, Instituto de Apoyo Agrario, 1990; Cecilia MNDEZ: Tradicionesliberales en los Andes, ob. cit.; Marta IRUROZQUI: Los hombres chacales en armas.Militarizacin y criminalizacin de indgenas en la revolucin federal boliviana de 1899,

    en Marta IRUROZQUI:La mirada esquiva, ob. cit., pp. 285-320.

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    Una de las actitudes que adoptaron los actores indgenas ante el pro-yecto liberal fue el intento de indigenizar la reforma y las formas de re-

    sistencia cotidiana a la privatizacin de la tierra67. En la regin totonacaestudiada por Michael Ducey, mientras los liberales manejaban un dis-curso que prometa liberar a la clase indgena entregndole ttulos clarosque respaldaran su posesin, sta retomaba esas promesas para protegerse;es decir, los indios se hicieron liberales para imponer su interpretacin delliberalismo a nivel local68. En ese contexto, los comuneros buscaron vaspara interpretar a su favor las leyes en materia de tierras; y, si en algunoscasos encontraron obstculos insuperables, en otros el aprendizaje de utili-zacin de aqullas les sirvi a lo largo del siglo para conservar sus terrenoso, al menos, para postergar la efectivizacin del cambio en la tenencia.Precisamente, una perspectiva de anlisis que est apareciendo con mu-cha fuerza es la que estudia la utilizacin de las leyes y del ordenamiento

    jurdico por parte de las comunidades indgenas, a lo largo del siglo XIX,para defender sus intereses. Claudia Daniela Marino ha analizado la arena

    jurdica como un campo de lucha y de tensin, en el que pueblos indios delEstado de Mxico debatieron el proyecto liberal que afectaba al gobiernomunicipal y a la tenencia de la tierra, recurrieron a las normas jurdicaspara rechazarlo y a veces aceptaron y apoyaron las transformaciones in-troducidas en el modo tradicional de vida de los pueblos69. Es una historia

    hecha tanto de conflictos y violencia como de negociaciones y consensos,en la que interactan el sentido tradicional de apelacin al gobierno justocon el sentido moderno de recurrencia a las instancias judiciales, as comoel conocimiento tanto de las viejas prcticas como del nuevo ordenamientolegal; porque ambos formaban parte de las estrategias polticas de unos ac-tores que eran a la vez tradicionales y capaces de incorporar las formas delnuevo ordenamiento. De hecho, Marino propone a la justicia como un m-bito donde aprender las nuevas ideas y prcticas liberales, donde adaptarsea dichos cambios por medio de la conciliacin; y, tambin, donde seguirejerciendo y reclamando la poltica tradicional de los pueblos, e inclusive

    su existencia como actores colectivos, como comunidades70.El tema principal de estos anlisis sigue siendo el problema de la te-

    nencia de la tierra y el retroceso gradual experimentado por los terrenos

    67Michael DUCEY: Indios liberales y liberales indigenistas,ob. cit.68 Id., p.115.69 Claudia Daniela MARINOPANTUSA:La modernidad a juicio: Los pueblos de Huixqui-

    lucan en la transicin jurdica (Estado de Mxico, 1856-1911).Tesis doctoral, El Colegiode Mxico, julio de 2006.

    70

    Id., p. 454.

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    comunales indgenas en favor de la propiedad individual de titularidad noindgena, proceso que se acelera considerablemente en la segunda mitad

    del siglo XIX71. No obstante, frente al enfoque de corte agrarista que se cen-traba en una perspectiva monodireccional de manipulacin y expropiacinde las comunidades indias por parte de las lites, las nuevas investigacio-nes muestran a las primeras como actores capaces no slo de resistencia,sino de aprendizaje y, a su vez, de manipulacin. Perspectiva que permitevisualizar comunidades que el nuevo ordenamiento homogeneizador con-sideraba extintas y que, sin embargo, siguen actuando colectivamente yutilizando los principios liberales como la sagrada propiedad particu-lar para defender sus tierras. En los documentos afirma Duceynotamos que el discurso de los indios casi siempre fue liberal, aun en si-tuaciones donde presentaron el proyecto poco progresista de defender latradicin comunitaria del uso del suelo. Los indgenas reclamaron sus dere-chos de ciudadanos recordndole siempre a las autoridades que el objetivode la ley era liberarlos de la dominacin72.

    En resumen, la inseguridad socioeconmica y jurdica que produjo laprdida de privilegios de clase, de etnia y de comunidad debilitaron lacausa de los grupos indgenas, pero ellos la defendieron no desde la pasivi-dad, el aislamiento o la resistencia atrincherada en la ajenidad, sino desdela participacin en una sociedad que estaba configurando un nuevo sistema

    de prcticas polticas y legales. Pero la investigacin muestra tambin quelas interacciones, el aprendizaje, la participacin ciudada