Anexo 10 Ley Reglamentaria del Artículo 27...

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283 Anexo 10 Ley Reglamentaria del Artículo 27 Constitucional en el Ramo del Petróleo Promulgada 26 de diciembre de 1925 Publicada 31 de diciembre de 1925 LUTARCO ELIAS CALLES, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. ARTÍCULO 1o.- Corresponde a la Nación el dominio directo de toda mezcla natural de carburos de hidrógeno que se encuentren en su yacimiento, cualquie- ra que sea su estado físico. En esta ley se comprende con la palabra “Petróleo”, a todas las mezclas naturales de hidrocarburos que los componen, lo acompañan o se derivan de él. ARTÍCULO 2o.- El dominio directo de la Nación, a que se refiere el artículo anterior, es inalienable e imprescriptible, y sólo con autorización expresa del Ejecutivo Federal, concedida en los términos de la presente ley y sus reglamen- tos, podrán llevarse a cabo los trabajos que requiere la industria petrolera. ARTÍCULO 3o.- La industria petrolera es de utilidad pública; por lo tanto, gozará de preferencia a cualquier aprovechamiento de la superficie del terreno y procederá la expropiación y la ocupación de la superficie mediante la indem- nización legal correspondiente para todos los casos que reclamen las necesi- dades de esta industria. La industria petrolera comprenda; el descubrimiento, la captación, la conducción por oleoductos y la refinación del petróleo. ARTÍCULO 4o.- Lo mexicanos y las sociedades civiles y comerciales constituidas conforme a las leyes mexicanas, podrán obtener concesiones petroleras sujetán- dose a los preceptos de esta ley. Los extranjeros, además de la obligación anterior, P

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Anexo 10

Ley Reglamentaria del Artículo 27 Constitucional

en el Ramo del Petróleo

Promulgada 26 de diciembre de 1925

Publicada 31 de diciembre de 1925

LUTARCO ELIAS CALLES, Presidente Constitucional de los

Estados Unidos Mexicanos.

ARTÍCULO 1o.­ Corresponde a la Nación el dominio directo de toda mezcla

natural de carburos de hidrógeno que se encuentren en su yacimiento, cualquie­

ra que sea su estado físico. En esta ley se comprende con la palabra “Petróleo”, a

todas las mezclas naturales de hidrocarburos que los componen, lo acompañan

o se derivan de él.

ARTÍCULO 2o.­ El dominio directo de la Nación, a que se refiere el artículo

anterior, es inalienable e imprescriptible, y sólo con autorización expresa del

Ejecutivo Federal, concedida en los términos de la presente ley y sus reglamen­

tos, podrán llevarse a cabo los trabajos que requiere la industria petrolera.

ARTÍCULO 3o.­ La industria petrolera es de utilidad pública; por lo tanto,

gozará de preferencia a cualquier aprovechamiento de la superficie del terreno

y procederá la expropiación y la ocupación de la superficie mediante la indem­

nización legal correspondiente para todos los casos que reclamen las necesi­

dades de esta industria. La industria petrolera comprenda; el descubrimiento, la

captación, la conducción por oleoductos y la refinación del petróleo.

ARTÍCULO 4o.­ Lo mexicanos y las sociedades civiles y comerciales constituidas

conforme a las leyes mexicanas, podrán obtener concesiones petroleras sujetán­

dose a los preceptos de esta ley. Los extranjeros, además de la obligación anterior,

P

284 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

deberán previamente cumplir con lo prescripto en el artículo 27 de la Consti­

tución Política vigente.

ARTÍCULO 5o.­ Los derechos derivados de concesiones otorgadas conforme a

esta ley, no se transferirán en todo o en parte a gobiernos o soberanos extran­

jeros, ni se admitirán a éstos como socios o coasociados, ni se constituirá a su

favor ningún derecho sobre aquéllos.

ARTÍCULO 6o.­ Es de exclusiva jurisdicción federal todo lo relativo a la indus­

tria petrolera.

ARTÍCULO 7o.­ Las concesiones de exploración dan derecho al concesionario

para la ejecución de los trabajos que tengan por objeto el descubrimiento del

petróleo. La Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo, otorgará dichas conce­

siones y vigilará que se cumplan las obligaciones en ellas estipuladas, de confor­

midad con las siguientes bases:

I. El concesionario obtendrá del superficiario, dentro de los tres primeros meses

de vigencia de su concesión, la conformidad para la ocupación de los terrenos

que necesite y celebrará con él convenios especiales en que se estipule la forma

de indemnizarle;

II. En caso contrario, el Ejecutivo Federal resolverá la ocupación y expropiación

de los terrenos, de conformidad con las necesidades de la industria petrolera,

previa fianza del concesionario que garantice la indemnización a que tenga

derecho el superficiario por daños y perjuicios;

III. El concesionario deberá rendir a la misma Secretaría un informe trimestral

del avance de sus trabajos y del resultado de su exploración;

IV. Cada dos años, la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo, convocará a

una junta que determine los límites de las “zonas exploradas” en la República.

Esta junta estará integrada por un representante de la misma Secretaría, uno de

la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y otro de las empresas petroleras.

Dentro de los dos años siguientes a la determinación de las “zonas exploradas”,

las concesiones de exploración en lugares diversos tendrán la indicación de

“zona nueva”;

V. Durante el periodo de exploración y tres meses más, sólo el explorador tendrá

derecho de presentar solicitud de concesión de explotación de fundos petrolífe­

ros dentro de la zona explorada;

VI. El concesionario deberá hacer un depósito de garantía, en relación con la

importancia y extensión de la zona que desee explorar, en la Tesorería General

de la Nación, dentro del primer mes de vigencia de la concesión. La Secretaría de

Industria, Comercio y Trabajo, fijará el monto de este depósito;

VII. La duración de las concesiones de exploración será de uno a cinco años, a

juicio de la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo y de acuerdo con la exten­

sión y la importancia de la zona concedida;

VIII. El beneficiario de una concesión de exploración, tendrá preferencia para

obtener una nueva, hasta por cinco años improrrogables sobre la misma zona,

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 285

siempre que haya cumplido con todas las obligaciones impuestas por la presente

ley; y,

IX. La prioridad de una solicitud da derecho de preferencia en igualdad de cir­

cunstancia, respecto de solicitudes posteriores.

ARTÍCULO 8o.­ Las concesiones de explotación se otorgarán previa solicitud y

darán derecho al concesionario para captar y aprovechar el petróleo, La prio­

ridad de una solicitud da derecho de preferencia en igualdad de circunstancias

respecto de solicitudes posteriores. La Secretaría de Industria, Comercio y Tra­

bajo, otorgará dichas concesiones y vigilará que se cumplan las obligaciones en

ellas estipuladas, de conformidad con las siguientes bases:

I. Cuando el concesionario del fundo petrolífero no sea a la vez propietario de

la superficie, deberá ceder al superficiario como mínimo el cinco por ciento so­

bre la producción bruta a título de indemnización;

II. Dentro de la zona de explotación, en concesionario tendrá derecho a esta­

blecer todas las instalaciones que requieran la extracción, la conducción y el

alma cenamiento del petróleo;

III. Fuera de la zona concedida, el beneficiario de una concesión de explotación

tendrá derecho a obtener concesiones para tender oleoductos, construir comi­

nos y aprovechar las aguas federales, sujetándose a lo que dispongan las leyes

relativas;

IV. Las concesiones de explotación en “zona nueva”, darán derecho a los con­

cesionarios, durante el tiempo que determine la junta de representantes a que

se refiere la fracción IV del artículo anterior, para obtener un descuento en el

impuesto de producción, que deberá fijarse por la misma junta al mismo tiempo

que ésta determine los límites de las zonas exploradas;

V. La explotación de una zona concedida, no podrá interrumpirse sin causa jus­

tificada a juicio de la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo;

VI. El Ejecutivo Federal reglamentará la explotación de los pozos para evitar su

agotamiento prematuro, y

VII. La duración de la concesión so será mayor a treinta años, Al término de ella,

el concesionario que haya cumplido con todas sus obligaciones, podrá obtener

una nueva concesión sobre la misma zona. La Secretaría de Industria, Comercio

y Trabajo, establecerá el número de agencias suficientes a fin de recibir y trami­

tar los denuncios de fundos petroleros en los lugares en que sean necesarias

dichas agencias. En la zona concedida para la explotación, únicamente podrán

otorgarse concesiones de exploración a los beneficiarios de las primeras.

ARTÍCULO 9o.­ La Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo, otorgará con­

cesiones para establecer oleoductos de “uso público” y de uso privado. Los pri­

meros se utilizarán para transportar el petróleo de quien los solicite y los de “uso

privado”, para transportar el petróleo del concesionario. Las concesiones se suje­

tarán a las siguientes bases:

I. Las concesiones de oleoductos de uso público, se otorgarán a quienes satisfa­

gan los requisitos establecidos en el artículo 4o.

286 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

II. Las concesiones de oleoductos de uso público, además del derecho que dará

al concesionario para la ocupación y expropiación a que se refiere la fracción II

del artículo 7o., serán estimuladas por el Gobierno Federal con las franquicias

que permita la Constitución;

III. Las concesiones de oleoductos de uso privado se otorgarán únicamente a los

beneficiarios de una concesión de exploración, de exploración o de refinación;

IV. Las concesiones de oleoductos de uso privado, darán derecho al beneficiario

para obtener servidumbres de paso y acueducto;

V. No se permitirá la construcción de oleoductos para cargar petróleo directa­

mente a barco en mar abierta;

VI. Todo el que tenga un oleoducto, sea público o privado, tendrá la obligación

de transportar el petróleo del Gobierno Federal, hasta en un 20% de la capa­

cidad del oleoducto, y

VII. La Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo, expedirá periódicamente,

tarifas para el transporte del petróleo por oleoductos, oyendo previamente a los

interesados.

ARTÍCULO 10.­ Las Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo, otorgará las

con cesiones para establecer refinarías y plantas de aprovechamiento de gas, de

acuerdo con las siguientes bases:

I. Se otorgarán a quienes reúnan los requisitos establecidos en el artículo 4o.;

II. Los concesionarios de sujetarán a los reglamentos de higiene, seguridad y poli­

cía, a fin de preservar la vida y la salud de los empleados operativos y vecinos, y

III. La Federación estimulará por todos los medios posibles la industria de la

refinaría del petróleo y el aprovechamiento de gas.

ARTÍCULO 11.­ Las concesiones petroleras en terreno cuyo dominio superficial

corresponda a la Nación se otorgarán en la forma prescrita por esta ley y el conce­

sionario pagará la indemnización correspondiente por el uso de la superficie, de

acuerdo con el reglamento que al efecto se expida, además de la participación

para el Fisco Federal del tanto por ciento de los productos brutos de explota­

ción que marque la concesión respectiva, En las concesiones se estipulará que

no se entorpezcan los servicios públicos.

ARTÍCULO 12.­ Las concesiones otorgadas por el Ejecutivo de la Nación, de

acuerdo con leyes anteriores, serán confirmadas sin gasto alguno, con sujeción a

lo que esta ley dispone.

ARTÍCULO 13.­ Para los denuncios efectuados conforme a las disposiciones

de los decretos de 31 de julio, 8 y 12 de agosto de 1918, se observarán las reglas

siguientes:

I. Cuando el título no ha llegado a expedirse y en la tramitación del denuncio

respectivo no se ha presentado oposición, las concesiones petroleras respectivas

se otorgarán conforme a los que previene esta ley, y

II. Si existió oposición y el título no ha llegado a expedirse, resuelta la controver­

sia con arreglo a los decretos de 31 de julio, 8 y 12 de agosto de 1918, se otorgará

la concesión en los términos de esta ley, a quien la hubiere obtenido.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 287

ARTÍCULO 14.­ Se confirmarán sin gasto alguno y mediante concesiones otor­

gadas conforme a esta ley, los derechos siguientes:

I. Los que se deriven de terrenos en que se hubieran comenzado los trabajo de

explotación petrolera antes de 1º. De mayo de 1917;

II. Los que se deriven de contratos celebrados antes de 1º de mayo de 1917 por

el superficiario o sus causahabientes, con fines expresos de explotación de pe­

tró leo; las confirmaciones de estos derechos, no podrán otorgarse por más de

cincuenta años, contándose en el caso de la fracción I, desde que hubiesen

comenzado los trabajos de explotación, y en el caso de la fracción II, desde la

fecha la celebración de los contratos;

III. A los oleoductores y refinadores que estén trabajando actualmente en virtud

de concesión o autorización expedida por la Secretaría de Industria, Comercio

y Trabajo, y por lo que se refiere a esas mismas concesiones o autorizaciones.

ARTÍCULO 15.­ La confirmación de derechos a que se refieren los artículos 12

y 14 de esta ley, se solicitarán dentro del plazo de un año contado de la fecha de

la vigencia de esta ley; pasado este plazo, se tendrán por renunciados esos dere­

chos y no tendrán efecto alguno contra el Gobierno Federal, los derechos cuya

confirmación no se haya solicitado.

ARTÍCULO 16.­ El Ejecutivo Federal designará zonas de reserva en terreno libre.

ARTÍCULO 17.­ Son causas de caducidad de una concesión petrolera:

I. La falta de trabajos regulares, en la forma prescrita en esta ley;

II. La infracción a lo dispuesto en el artículo 5o.;

III. No constituir los depósitos de garantía que establecen los incisos II y VI de

artículo 7o., y

IV. La falta de pago de los impuestos de la Federación.

ARTÍCULO 18.­ Las infracciones de esta ley y de sus reglamentos que no impli­

quen alguna causa de caducidad de la concesión, serán castigadas por el Ejecu­

tivo Federal con multas de 100 a 5,000 pesos (cien a cinco mil pesos).

ARTÍCULO 19.­ Se consideran mercantiles todos los actos de la industria petro­

lera. En lo no previsto por esta ley, se regirán por el Código de Comercio y de

modo supletorio por las disposiciones de código Civil del Distrito Federal.

ARTÍCULO 20.­ Los impuestos que gravan la industria petrolera de acuerdo con

la ley respectiva, serán pagados por todas las corporaciones, sociedades o par­

ticulares que se dediquen a la citada industria, cualquiera que sea el carácter de

los derechos que tengan sobre los yacimientos que exploten. En consecuencia,

para los efectos de esta ley, todos los exploradores y explotadores del petróleo y

sus derivados, estarán en igualdad de condiciones.

A juicio del Ejecutivo, los impuestos que graven la industria petrolera, podrán

enterarse en especien o en moneda, de acuerdo con el valor fiscal que se cotice en

la fecha en que se haga dicho entero.

Se concede una participación para los Estados, dentro de cuyos límites estén

ubicados los fundos petroleros en producción; dicha participación no será

menor de 10% del impuesto de producción que fijará anualmente el Congreso

288 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

General en la Ley de Ingresos, Y tratándose de terrenos baldíos, el Estado parti­

cipará además de un 30% de lo que le corresponda el Fisco Federal por el dere­

cho de superficie.

De la participación que corresponda a los Estados por uno u otro concepto, reci­

birán los Municipios, en cuya jurisdicción estuvieren los pozos de petróleo,

cuando menos de décima parte de lo que toque a los Estados.

La participación que corresponde a los Estados y Municipios será pagada por los

causantes directamente a los Estados, de acuerdo con la liquidación anual de la

Secretaría de Hacienda.

ARTÍCULO 21.­ Tanto los concesionarios como sus causahabientes, se somete­

rán a las medidas que tome el Poder Ejecutivo de acuerdo con el artículo 28 de

la Constitución Federal, para evitar el alza exagerada de los precios a que vendan

sus productos en el país.

ARTÍCULO 22.­ Se Faculta al Ejecutivo Federal para expedir todas las disposi­

ciones reglamentarias de esta ley.

El Petróleo pertenece a México.

Litografía de Alberto Beltrán

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 289

Fuente: http://www.energia.gob.mx/webSener/hj/res/1925/PDOF.%20T.%20LRA27CRP%201925.pdf

TRANSITORIOS

ARTÍCULO 1o.­ Esta ley comenzará a regir desde la fecha de su promulgación.

ARTÍCULO 2o.­ Se derogan todas las disposiciones anteriores que se opongan a

esta ley.

ARTÍCULO 3o.­ Los reglamentos en vigor, siempre que no se opongan a la pre­

sente ley, subsistirán mientras se expiden los nuevos con sujeción a ella.

—Pedro C. Rodríguez, D. P.—E. del Valle, S. P.—A. Cerisola, D. S.—J.M. Mora,

S.S.—Rúbricas.

Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cum­

plimiento.

Dado en el Palacio del Poder Ejecutivo Federal en México, a los veintiséis

días del mes de diciembre de mil novecientos veinticinco.—P. Elías Calles,

Rúbrica.—El Secretario de Industria, Comercio y Trabajo, Luis N. Morones, Rú­

brica.—Al C. Ingeniero Adalberto Tejeda, Secretario de Estado y del Despacho

de Goberna ción.—Presente.”

Lo que comunico a usted para su publicación y demás efectos,

Sufragio Efectivo. No Reelección.

México, 29 de diciembre de 1925.—El Secretario de Estado y del Despecho de

Gobernación, A. Tejeda.

290 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

En la fotografía oficial, los Ministros de la Suprema Corte de Justicia visten por primera vez la toga. Salón de Audiencias del Tribunal Pleno. Junio 2 de 1941

291

Anexo 11

Código de Minas

22 de noviembre de 1884

ecretaría de Estado y del Despacho de Fomento, Colo­

nización, Industria y Co mercio de la República Mexicana.

Sección 4ª.

El Presidente de la República se ha servido dirigirme el decreto que sigue:

“MANUEL GONZÁLEZ, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, á

los que el presente vieren, sabed:

“Que en uso de las autorizaciones concedidas al Ejecutivo por la ley de 15 de

Diciembre de 1883, he tenido á bien expedir el siguiente:

CÓDIGO DE MINAS

DE LOS

ESTADOS UNIDOS MEXICANOS

Título I

De las Minas y Propiedades mineras

Artículo 1°.­ Son objetos de este Código:

I. Las minas y criaderos de todas las sustancias inorgánicas que en vetas, en man­

tos ó en masas de cualquiera forma, constituyan depósitos cuya composición sea

distinta de la de las rocas del terreno, como el oro, la plata, el cobre, el hierro,

el manganeso, el plomo, el mercurio, el estaño, el antimonio, el zinc, el azufre, la

sal gema y las demás sustancias análogas cuyo aprovechamiento exija trabajos

mineros.

S

292 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

II. Los placeres de oro y de platino, con los metales que los acompañan, y los de

piedras preciosas empleadas en joyería.

III. Las haciendas de beneficio y sitios para construirlas, entendiéndose bajo la

primera denominación todos los establecimientos industriales de minería, en

los quo por cualquiera clase de procedimientos se separen algunas de las sustan­

cias contenidas en las materias extraídas en las minas ó placeres de que hablan

las dos fracciones anteriores.

IV. Las aguas extraídas de las minas, y las que se necesiten para bebida de los

operarios y animales, fuerza motriz ó cualquiera otro uso en las minas y hacien­

das de beneficio.

Art. 2°.­ Las minas y placeres de que tratan las fracciones I y II del artículo ante­

cedente, forman un inmueble distinto del suelo en el cual ó bajo cuya superficie

se encuentren, aunque lleguen á pertenecer á, un mismo dueño.

Art. 3°.­ La propiedad de las minas, placeres, haciendas de beneficio y aguas, á

que se refiere el artículo 1o, se adquiere en virtud del descubrimiento y denun­

cio, mediante concesión hecha por la autoridad respectiva, conforme á las reglas

y bajo las condiciones que en adelante se fijan en el presente Código.

Art. 4°.­ La ley concede á los particulares, conforme al artículo anterior, la pro­

piedad de las minas por tiempo ilimitado, bajo condición de trabajarlas y

explotarlas según los preceptos de este Código y de los reglamentos que se dic­

ten para su ejecución, .á fin de proveer á la conservación de las minas y seguri­

dad de los trabajadores.

Art. 5°.­ Toda persona capaz de adquirir legalmente bienes raíces en la Repú­

blica Mexicana, puede adquirir las minas, placeres, haciendas de beneficio y

aguas comprendidas en el artículo 1o.

Art. 6°.­ Los extranjeros pueden adquirir la propiedad minera en los términos y

con las restricciones con que las leyes de la República los consideran capaces de

adquirir, poseer y trasmitir la común; sometiéndose, como los mexicanos, á las

prescripciones de esta ley y á las demás que so expidieren, relativas al ramo de

Minería.

Art. 7°.­ La propiedad minera adquirida conforme á este Código, se trasfiere libre­

mente, como cualquiera otra propiedad raíz, sujetándose á las prescripciones

relativas de la legislación vigente.

Art. 8°.­ La propiedad minera no caduca sino en los casos expresamente deter­

minados en este Código.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 293

Art. 9°.­ El título de propiedad de los bienes á que se refieren las cuatro frac­

ciones del artículo 1°, será un testimonio de las diligencias del expediente de

denuncio y del acta de posesión, que se dará por las autoridades ó funcionarios

y en los términos que se establecen en este Código.

Art. 10.­ Son de la exclusiva propiedad del dueño del suelo, quien por lo mis­

mo, sin necesidad de denuncio ni de adjudicación especial, podrá explotar y

aprovechar:

I. Los criaderos de las diversas variedades de carbón de piedra.

II. Las rocas del terreno y materias del suelo, como calizas, pizarras, pórfidos,

ba saltos, piedras de construcción, tierras, arcillas, arenas y domas sustancias

análogas.

III. Las sustancias no especificadas en la fracción II del artículo Io que se encuen­

tren en placeres, como el hierro, el estaño, y demás minerales de acarreo.

IV. Las sales que existan en la superficie, las aguas puras y saladas, superficiales

ó subterráneas: el petróleo y los manantiales gaseosos ó de aguas termales y

medicinales.

Para el aprovechamiento de todas estas sustancias, el dueño del terreno se suje­

tará, sin embargo, en sus trabajos á las disposiciones y reglamentos de policía, y

en la explotación de los carbones minerales y de las otras materias que exijan

labrar excavaciones, á las prevenciones de este Código, relativas á la conserva­

ción de las minas y seguridad de los trabajadores.

Art. 11.­ Se declara que son de utilidad pública la explotación de las minas y pla­

ceres, el establecimiento y trabajo do las haciendas de beneficio, y el aprovechamien­

to de las aguas que, conforme al artículo 1°, forman el objeto de esta ley.

Art. 12.­ Los fundos mineros y los sitios para haciendas de beneficio pueden,

denunciarse y adquirirse en cualquier punto de la República, bien sea en terre­

nos baldíos ó en los de propiedad pública ó particular, previa indemnización, si

se trata de los dos últimos, de la superficie ocupada.

Art. 13.­ La posesión y propiedad que se adquiere en las minas, se entiende sólo

para lo que hubiere en lo interior y no de la superficie, la cual continuará bajo el

dominio de su propietario, salvo la parte que fuere ocupada por el minero, con­

forme á los dos artículos anteriores.

Art. 14.­ Reconocida la existencia de la mina ó criadero, los terrenos, aun cuan­

do sean de propiedad particular, quedan sujetos á poder ser ocupados por el

minero ó beneficiador, en la extensión necesaria para abrir boca­minas, cons­

truir edificios, habitaciones, almacenes, oficinas metalúrgicas, lavaderos, presas,

294 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

acueductos y caminos, previa indemnización de la superficie ocupada ó de la servidumbre que en el terreno ajeno se constituyo, según tasación de peritos.

Art. 15.­ Tanto el fundo superficial comprendido dentro de los límites de las pertenencias de las minas ó placeres, como los inmediatos, quedan sujetos á la servidumbre de paso de los operarios, carros y animales necesarios á la explo­tación, y al uso de las aguas, que haya ó pasen por ellos para bebida de unos y otros. Podrán también ejecutarse en dichos fundos obras para proveerse de las agras necesarias para el movimiento de máquinas, ó para cualquiera otro uso necesario en las minas y haciendas de beneficio. Las servidumbres á que se refie­re este artículo, se establecerán previa la correspondiente indemnización.

Art. 16.­ Los caminos abiertos para una mina aprovecharán á las demás que se encuentren en el mismo Distrito minero; pero en este caso los costos de conser­vación se repartirán entre las minas que los usen, según convenio, y á falta de éste en proporción al uso que de ellos hicieren.

Art. 17.­ Las aguas procedentes de los trabajos subterráneos de las minas pertene­cen á los dueños de éstas, mientras que conserven su propiedad; observándose lo establecido por la legislación vigente en cuanto á los derechos de los propieta­rios de los terrenos por donde se diere curso á las mismas aguas.

Título IIDe las Autoridades que han de intervenir y conocer en los negocios de minas

Art. 18.­ El ramo de minería, en lo gubernativo y económico, dependerá del Mi­nisterio de Fomento y de los funcionarios ó autoridades subordinadas al mismo, conforme á esta ley, y en lo contencioso corresponde el conocimiento de los negocios de minas á los jueces y tribunales respectivos de cada localidad.

Art. 19.­ Se establece en la capital de la República un Cuerpo de Ingenieros y de Mineros, que estará inmediatamente subordinado al Ministerio de Fomento, y se compondrá de tres peritos facultativos y de tres propietarios de minas, con el carácter de Junta Consultora y de Fomento de la Minería.

Art. 20.­ El Cuerpo de Ingenieros y de Mineros de que habla el artículo anterior, se ocupará de todas las cuestiones científicas, económicas ó administrativas que le sometiere ó propusiere la Secretaría de Fomento, y de promover cuanto fuere conveniente sobre la mejora y adelantos del ramo.

Art. 21.­ En todos los distritos mineros en que fuere posible y se estimare necesa­rio por el Ministerio de Fomento; se establecerán Diputaciones de Minería quo deberán ejercer todas las funciones gubernativas y económicas que se les seña­lan por este Código.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 295

Art. 22.­ Las Diputaciones de Minería dependerán del Ministerio de Fomento, y estarán inmediatamente sujetas á él.

Art. 23.­ En los distritos en que no pudieren establecerse las Diputaciones de Minería, desempeñará sus funciones la autoridad política local, con dependen­cia, en el ejercicio de ellas, del Ministerio de Fomento.

Art. 24.­ La organización, planta y dotación del Cuerpo de Ingenieros y Mineros, serán objeto de un reglamento que expedirá el Ejecutivo.

Art. 25.­ Serán de la misma manera reglamentadas por el Ejecutivo las Diputacio­nes de Minería, en cuanto á su formación por elección del cuerpo de mineros de cada distrito, número de sus individuos y renovación periódica de éstos, dere­chos que por las diligencias que autoricen ó practiquen puedan cobrar, y dota­ción y obligaciones de su Secretario.

Art. 26.­ En los distritos mineros en que su importancia lo haga posible y requie­ra, habrá un perito facultativo asociado á la respectiva Diputación como asesor ó consultor de ella, y encargado de desempeñar todos los trabajos que la misma Diputación le encomiende, con la dotación ó las obvenciones que el reglamento y arancel le señalen.

Art. 27.­ La Secretaría de Fomento nombrará los ingenieros de minas inspecto res que fueren necesarios, y que tendrán la obligación de visitar los minerales, de rendir los informes, de practicar los estudios ó reconocimientos y de desempe­ñar los trabajos que por la misma Secretaría se les encomienden.

Art. 28.­ Bajo la dirección de la Secretaría de Fomento las Diputaciones de Mine­ría se ocuparan de recoger y remitir todos los datos útiles y conducentes para la formación de la Estadística minera.

Art. 29.­ Una sección especial del Ministerio de Fomento tendrá á su cargo todo lo relativo al ramo de minería, conforme á las prevenciones de este título.

Título IIIDe las exploraciones para el descubrimiento de las minas

Art. 30.­ Todo habitante de la República, nacional ó extranjero, podrá emprender y ejecutar libremente, en terrenos que no sean de propiedad particular, trabajos de exploración para descubrir minas y criaderos de sustancias objeto de la pre­sente ley.

Los trabajos de exploración podrán hacerse por medio de excavaciones cuya profundidad ó diámetro no pasen de cinco metros, ó por taladros con la sonda de cualquiera profundidad.

296 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Art. 31.­Si la finca ó terreno fuere de propiedad particular, y el dueño, ó su admi­

nistrador ó encargado, se resistiere á que se practiquen los trabajos de explo­

ración para el descubrimiento de minas, á que se refiere el artículo anterior, no

podrán hacerse si no es con permiso expreso de la autoridad política del lugar,

con las limitaciones y requisitos que se fijan en los artículos siguientes.

Art. 32.­ Si el terreno en el cual se pretende hacer la exploración no estuviese

cercado ni cultivado, la referida autoridad, previa audiencia del dueño del terre­

no ó de su encargado, otorgará autorización para que se practiquen los trabajos

de investigación en los términos fijados por el art. 30, siempre que el explorador

preste fianza bastante á juicio de la misma autoridad, para responder de los

daños que con la exploración pueda causar al propietario del terreno.

Art. 33.­ Si la exploración debe hacerse en terrenos cercados ó cultivados, la auto­

ridad política, previa audiencia verbal de los interesados, informe sobre la con­

veniencia de la exploración y de los perjuicios que pueda causar, evacuado por

un perito nombrado por la misma autoridad á costa del explorador, podrá negar

la licencia ó concederla, debiendo en este caso, el solicitante, prestar fianza

en los mismos términos y con el objeto que se expresa en el final del artículo

anterior.

Art. 34.­ El explorador deberá otorgar la fianza de que tratan los dos artículos

anteriores, por la suma que fije la autoridad política del lugar, en el improrroga­

ble término de diez días, pasado el cual caduca su derecho.

Art. 35.­ Previo el otorgamiento de la respectiva fianza, la autoridad expedirá por

escrito el permiso á que se refieren los artículos 32 y 33 de este título, expresan­

do con toda claridad el sitio ó sitios donde deban hacerse las exploraciones, y el

número de personas que puedan emplearse en ellas, entendiéndose que se con­

cede siempre con las siguientes condiciones:

I. Que el tiempo en que ha de hacerse la investigación no ha de exceder de un

mes, contado desde la fecha del permiso:

II. Que no siendo investigación hecha por medio de la sonda, ni la profundidad

de las excavaciones, ni el diámetro de las catas han de pasar de cinco metros.

Art. 36.­ Si por causas justificadas no pudiere practicarse li investigación en el

tiempo señalado, podrá prorrogarse el permiso por una sola vez y por otro mes

más, á virtud de nuevo decreto de la autoridad.

Art. 37.­ Durante el tiempo que se emplee en evacuar los trámites, que en los

artículos anteriores se fijan como necesarios para que la autoridad expida el per­

mi so de exploración; durante el término concedido para hacerla y un mes des pués,

ni el dueño del terreno ni ninguna otra persona, excepto el explorador, podrán

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 297

denunciar minas ó criaderos de las sustancias materia de la presente ley, en el

lugar designado para la exploración, ni á una distancia de 300 metros por todos

rumbos.

Art. 38.­ Con el objeto de garantizar el derecho de que habla el artículo anterior,

y con el de que al haber varios denuncios el primer descubridor tenga la prefe­

rencia, la autoridad que deba otorgar el permiso para la exploración dará aviso

á la Diputación de Minería correspondiente ó á la autoridad que haga sus veces,

de la solicitud presentada, expresando el lugar ó lugares designados por el explo­

rador para ejecutar su investigación.

Art. 39.­ El explorador deberá concluir sus trabajos de investigación en el térmi­

no de un mes, ó en el de la prórroga si la hubiere obtenido. Trascurridos estos

plazos y un mes más sin que el explorador haya formalizado el denuncio respec­

tivo, conforme á las prevenciones de esta ley, perderá el derecho exclusivo de

hacerlo que le concede el art. 37, y no tendrá preferencia respecto de otros

denunciantes.

Art. 40.­ Únicamente con consentimiento del propietario podrán emprenderse

trabajos mineros de exploración dentro de un edificio ó casa­habitación, en sus

dependencias, como patios, jardines, huertas, corrales, etc., ó á una distancia de

menos de treinta metros de sus muros exteriores. Ningún recurso podrá admi­

tirse contra la negativa del dueño en el caso de este artículo.

Art. 41.­ Tampoco podrán hacerse trabajos de exploración para el descubrimien­

to de minas en las calles ó plazas de las poblaciones, ni fuera de éstas, á menos

do treinta metros de distancia de las líneas exteriores de los caminos ó canales, ó de

cualquiera construcción, como casa, arquería, acueducto, presa, puente, etc.

Título IV

De los modos de adquirir las minas, placeres, haciendas de beneficio abandonadas

o sitios para establecerlas, y aguas que sirvan en las minas o haciendas de fuerza motriz

Art. 42.­ La propiedad de las minas, haciendas de beneficio, sitios para establecer

éstas, y aguas, á que se refiere este título, se adquiere originariamente por adju­

dicación y en virtud de denuncio.

Art. 43.­ El denuncio puede hacerse:

I. A título de descubrimiento:

II. A título de abandono:

III. A título do caducidad ó extinción del derecho del anterior dueño por contra­

vención á la presente ley, en los casos que ella expresamente determina.

298 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Art. 44.­ El descubrimiento puede ser:

I. De un mineral nuevo:

II. De un criadero nuevo en mineral conocido:

III. De mina nueva en criadero y mineral conocido:

Art. 45.­ El descubridor de mineral nuevo tendrá derecho á una concesión de

tres pertenencias seguidas sobre la veta ó criadero principal, y á una más en cada

una de las otras vetas ó criaderos del mismo sitio ó mineral que también hubiere

descubierto, y cuya posesión se dará separadamente. En el segundo caso tiene de re­

cho el descubridor á dos pertenencias seguidas, y á una pertenencia solamente en

el tercero.

Art. 46.­ Las pertenencias tendrán la extensión y medidas que se determinan en

el título V de este Código, y conforme á lo prevenido en el art. 106 de ese título,

siendo varias las de una misma concesión ó adjudicación, deberán medirse con­

tinuas y en prolongación las unas de las otras.

Art. 47.­ Se considerarán como descubridores para los efectos de lo establecido

en el art. 45 y tendrán los mismos derechos que éstos, los restauradores de anti­

guos minerales decaidos ó abandonados; entendiéndose como tales, para los

efectos de este artículo, aquellos en los que, cuando menos durante un año, no

haya habido ningún trabajo.

Trabajo en minas a principios del siglo XX

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 299

Art. 48.­ Si el descubrimiento fuere de placeres, mantos ó capas, tendrá el descu­

bridor derecho á tres pertenencias, y los que después de él denunciaren en el

mismo criadero, sólo podrán obtener una pertenencia, todo en la forma y bajo

las medidas que se detallan en el título V.

Art. 49.­ En cualquiera de los casos á que se refieren los artículos precedentes, si

el denunciante, descubridor ó restaurador, fuese una compañía, constituida en

la forma y términos que en el título VIII se establecen, solamente tendrá dere­

cho á una concesión de cuatro pertenencias con las medidas que según la natu­

raleza del criadero se fijan en los artículos respectivos del título. V.

Art. 50.­ Se considerará como desierta y abandonada una mina y podrá adjudi­

carse al que la denuncie, cuando en el término de un año precedente al día del

denuncio ó en un periodo menor, haya dejado de trabajarse con seis operarios

alguna obra interior comprendida en las pertenencias adquiridas por una sola

concesión, durante veintiséis semanas consecutivas ó interrumpidas. La falta de

trabajo en épocas anteriores al año que precede á la fecha del denuncio, no se

tomará en consideración.

El denuncio y adjudicación de una mina por desierta y abandonada, se sujetará

á los trámites prevenidos en los artículos del 61 al 67.

Art. 51.­ Sólo en el caso de calamidades ó de trastornos del orden público, den­

tro de veinte leguas en contorno del lugar de las minas, y por el tiempo que este

inconveniente durare, se podrán considerar en general amparadas todas las mi­

nas de determinada localidad, sin necesidad de amparo ó declaración especial;

pero restablecida la tranquilidad, si á los cuatro meses de la fecha, que se fijará y

publicará por la respectiva Diputación ó funcionario que haga sus veces, no se

volvieren a establecer en ellas los trabajos, podrán ser denunciadas á título de

abandono.

Art. 52.­ Los que por causas justas y graves tuvieren necesidad de suspender los

trabajos de sus minas por más de veintiséis semanas, podrán ocurrir á la Dipu­

tación de Minería respectiva en solicitud del amparo necesario, exponiendo y

fundando los motivos de su petición.

Art. 53.­ La Diputación de Minería, en vista de la soli[ci]tud y de un informe de

perito ó de otras pruebas, si las cree necesarias, podrá, sin ulterior recurso, negar

el amparo, ó lo concederá por un término á lo más de seis meses.

Art. 54.­ Si el minero necesitare un amparo especial por más de seis meses, podrá

solicitarlo, por conducto de la Diputación del Ministerio de Fomento, el que con

informe de la Diputación de Minería y de un perito, ó en vista de las pruebas que

300 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

se le presenten ó juzgue necesarias, podrá, sin ulterior recurso, negar el amparo, ó bien concederlo por un término que no exceda de un año.

Art. 55.­ En tanto que no se resuelva sobre el amparo solicitado, no deberán sus­penderse los trabajos de la mina de que se trata, bajo pena de perderse por causa de abandono, conforme á lo establecido en el artículo 50.

Art. 56.­ Los amparos especiales concedidos por las Diputaciones de Minería ó por el Ministerio de Fomento, son improrrogables, y sean cuales fueren las cau­sas que se aleguen, en ningún caso podrá concederse un segundo amparo á la misma mina en el término de tres años.

Art. 57.­ Para los efectos de declarar desierta y abandonada una mina conforme al artículo 50, no podrá considerarse exento el minero de la obligación de traba­jarla, sino durante el término del amparo especia], debiendo restablecerse los trabajos el día siguiente al de la fecha en que hubiere expirado aquel.

Art. 58.­ Cuando se solicite amparo de alguna ó de varias minas por emprenderse trabajos especiales en otras vecinas, y con los que más cómodamente puedan aquellas explotarse, la Diputación de Minería nombrará un perito de su con­fianza, para que, haciendo los reconocimientos necesarios, emita su opinión sobre la utilidad de las obras y sobre los demás puntos que estimare conveniente. La Diputación de Minería, con vista del dictamen del perito, negará el amparo de esa clase ó en esa forma solicitado, ó lo concederá por el tiempo que durare la obra proyectada, fijando las condiciones que deberá tener ó á que deberá su­jetarse la misma obra.

Art. 59.­ Habrá lugar á que se pierda la propiedad de una mina y á que se adju­dique á quien la denuncie:I. Cuando por falta de fortificación ó por su mal estado se halle en peligro la vida de los operarios, ó cuando se encuentren arruinadas obras indispensables para poder continuar la investigación y explotación del criadero, como tiros, pozos, socavones, cañones generales, labores de disfrute, etc. La ruina de labores anti­guas inútiles para la explotación, y por las que no transiten los trabajadores, no es motivo para que el dueño de la mina pierda su propiedad; pero las Diputa­ciones de Minería podrán ordenar su conservación, si lo juzgan necesario:II. Cuando las labores en trabajo estén mal ventiladas, al grado de que, por esca­sez de oxígeno en el aire, se perjudique la salud de los operarios, ó que sea difícil la combustión de las luces.III. Cuando hayan dejado de extraerse las aguas que impidan proseguir el laborío de la mina por veintiséis semanas consecutivas ó interrumpidas, en el término de un año precedente al día del denuncio ó en un plazo menor. Las suspensiones del desagüe en épocas anteriores al año que precede á la fecha del denuncio, no

se tomarán en consideración.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 301

En el caso de que una mina se denuncie por ruinosa, por mal ventilada ó por suspensión ó falta de desagüe, la Diputación de Minería ó el funcionario que haga sus veces tomará razón del denuncio, y antes de tres días hará reconocer la mina por algún perito de su confianza, acompañado del Secretario y de dos tes­tigos, citando para dicho acto al dueño de la mina y al denunciante. Si no resul­tare fundado el denuncio, lo desechará; y en el caso contrario citará al dueño de la mina y le fijará un plazo, que no podrá pasar de seis meses, para que remedie el mal denunciado y que se haya reconocido existir.

Art. 60.­ Si en el plazo fijado conforme al artículo anterior, no se hubieren corre­gido las infracciones ó faltas, practicándose lo prevenido por la Diputación, ó si no se ha establecido el desagüe, se adjudicará desde luego y sin otro trámite la mina al denunciante, poniéndolo en posesión, con las formalidades establecidas para este acto por la presente ley, siempre que á satisfacción de la Diputación de Minería el denunciante afiance previamente los costos del establecimiento del desagüe ó de las obras que sea debido y necesario practicar, las cuales deberá comenzar á ejecutar antes de un mes de la fecha de la posesión, perdiendo sus derechos en caso de no hacerlo ó de no remediar el mal denunciado antes de seis meses, contados desde la misma fecha.

Art. 61.­ El denuncio se hará en todo caso por medio de un escrito, que se pre­sentará por duplicado á la Diputación de Minería del Distrito, expresándose en él á qué título se hace de los tres marcados en el artículo 43, y además el nombre del denunciante y los de sus compañeros si los tuviere, el lugar de su nacimiento, su profesión ó ejercicio y vecindad, y las señales más individuales del sitio, cria­dero ó mina denunciados ó deque se pida la adjudicación, y deberá concluir pidiendo se tenga al interesado ó interesados como denunciantes en alguno de los tres casos que fija el artículo 43.

Art. 62.­ Si el denuncio fuere por abandono ó por caducidad, el escrito conten­drá además el nombre del último poseedor, siendo conocido, su domicilio, el nombre de la mina, su ubicación y señales, así como los nombres de las minas colindantes y los de sus dueños, si fueren conocidos.

Art. 63.­ Presentado el escrito por duplicado, se anotarán inmediatamente en sus dos ejemplares, por el Secretario de la Diputación, la hora y el día de su presen­tación, tomándose razón de ésta en el libro de registros que deberá llevarse, de­volviéndose al interesado uno de los dos ejemplares para su resguardo.

Art. 64.­ La Diputación, dentro de veinticuatro horas proveerá dicho escrito, mandando publicar el denuncio en los tres domingos siguientes, por medio de carteles que se fijarán en los lugares de costumbre, y por el periódico oficial, si lo hubiere, en la cabecera del Distrito ó en la capital del Estado, para que llegando

á noticia de todos, si alguno se creyere con derecho á oponerse, pueda hacerlo.

302 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Art. 65.­ En el mismo acto que se ordenen las publicaciones del denuncio, se

prevendrá al denunciante que dentro de cuatro meses desde la fecha del denun­

cio tenga abierta una labor en el sitio de su denuncio, en la quo el perito pueda

reconocer las circunstancias del criadero, así como su rumbo é inclinación. Esta

labor cuando el criadero sea veta, se compondrá de un pozo y de un cañón, la­

brados sobre alguno de los respaldos, debiendo tener cada una de éstas excavacio­

nes, por lo menos, una sección de uno y medio metros por lado ó de diámetro, y

cinco metros do profundidad ó de longitud. Si el criadero no fuese veta, se labra­

rán en su masa dos excavaciones en distintas direcciones, cada una por lo menos

de las dimensiones indicadas; pero suficientes para dar una idea de la naturaleza y

yacimiento del criadero denunciado.

En el caso de que el dueño del suelo reclame, antes de darse la posesión de la

mina, el valor del terreno que en la superficie tenga necesidad de ocupar el de­

nun ciante, para abrir la labor de reconocimiento á que se refiere este artículo,

la Diputación de Minería, ó la autoridad que haga sus veces, previo informe de

un perito de su confianza y audiencia de los interesados, ordenará al denun­

ciante que satisfaga el valor de la superficie que necesite ocupar, y el de los daños

que inmediatamente se sigan al propietario del suelo.

Art. 66.­ Luego que dicha labor esté abierta, y sin esperar á que se cumplan los

cuatro meses desde la fecha del denuncio, con tal que haya trascurrido el térmi­

no de las publicaciones, se nombrará un perito científico, ó práctico á falta de

éste, á fin do que reconociendo previamente en las obras preparadas las mate­

rias de que se componen la veta ó criadero, su anchura, dureza, especie del

mineral, con su rumbo é inclinación ó echado, mida y señale en el terreno la

pertenencia ó pertenencias que correspondan, marcando los ángulos de ellas,

para que se construyan las mojoneras que deben servir de límite. Concluidas las

medidas y agregado al expediente el informe y plano que levante el perito, mar­

cándose en él, además, las minas colindantes, se decretará la adjudicación en

favor del denunciante.

Art. 67.­ Dentro del término de los diez días siguientes y en el dí señalado para

el acto de la posesión, á la hora que se hubiere fijado, uno de los Diputados del

Distrito, acompañado del Secretario y del perito que practicó las medidas, pasará

al sitio denunciado, y dará, en nombre de la ley, posesión al denunciante ó denun­

ciantes del fundo minero, medido y señalado.

Para este acto y para el de las medidas, se citará siempre á los dueños ó encarga­

dos de las minas colindantes, considerándose como tales á todos aquellos que se

hallaren á una distancia de 200 metros ó menos, respecto de la que se tratare; y

también será citado el antiguo poseedor, si se trata de una mina denunciada por

abandono ó infracción de las disposiciones de este Código.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 303

Art. 68.­ En la acta de posesión se hará constar cuidadosamente la persona ó

personas que la toman, ya sea que estén presentes ó que hayan concurrido por

medio de apoderado, para lo cual bastará simple carta­poder, que se agregará

al expediente, y se consignará en él la parte que cada interesado represente en la

mina, de las partes en que se considere por los mismos virtualmente dividida.

Art. 69.­ Concluido todo esto, se depositará el expediente en el archivo, dándose

á los interesados que lo pidieren, testimonio en forma, á su costa, para la guarda

de sus derechos.

Art. 70.­ Los procedimientos establecidos por los artículos anteriores, se obser­

varán lo mismo en los denuncios por descubrimiento que en los denuncios por

abandono.

Art. 71.­ En los denuncios por abandono no so procederá, sin embargo, á las

publicaciones sin citar previamente al último poseedor, cuando fuere conocido,

y dándole copia del denuncio, se le oirá en junta, á que será también citado el

denunciante.

La Diputación calificará, en vista de lo que los interesados expongan, si concu­

rren á la junta, y de las pruebas ó información que rindieren, y que se recibirán

en un término que no pase de diez días, si el denuncio ha de admitirse ó no.

Trabajo en las Minas de Oro

304 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

En el primer caso se harán las publicaciones y se sustanciará el denuncio con­

forme á los artículos anteriores; en el segundo, continuará la mina en posesión

del antiguo dueño; pudiendo cualquiera de las partes, en caso de no estar confor­

me, presentar su oposición en el término de ocho días.

Art. 72.­ Se prohibe á los administradores, dependientes ó empleados y operarios

de una mina, denunciar otras en el espacio de ochocientos metros en contorno de

ella, y sólo podrán hacerlo para el dueño de la mina, con carta­poder del mismo

ó ratificándolo este último, durante los términos establecidos para tramitar el

denuncio y tomar la posesión.

Art. 73.­ Es admisible toda oposición al denuncio que se fundare ó en haber de­

nunciado anteriormente el opositor la misma mina de que se trata, ó en cualquiera

otra causa ó motivo legal, según las disposiciones de esta ley, con tal que se presen­

te antes de terminarse ú acto de posesión.

Art. 74.­ No se admitirá oposición sin expresarse clara y detenidamente en el es­

crito en que se formule, la causa ó motivo legal en que se funde, ni fuera del

término que se marca en el artículo anterior.

Art. 75.­ En el cuso de controversia entre dos ó más que se disputen haber descu­

bierto una mina, se tendrá por descubridor al que primeramente hubiere regis­

trado su denuncio.

Art. 76.­ Cuando ocurran dos ó más denuncios respecto de un mismo sitio ó

criadero, ó de sitios ó criaderos contiguos, se tramitarán en riguroso orden de

fechas, y en el mismo orden se deberá dar la medida de las pertenencias que

corresponda y la posesión á los denunciantes.

Art. 77.­Si la oposición se presentare durante el término de los pregones ó publi­

caciones, se suspenderán los trámites del denuncio hasta la resolución que corres­

ponda; mas si se presentare después, se continuará en ellas hasta dar la posesión

al denunciante, y sin perjuicio de decidirse sobre la oposición, sustanciada que

sea ésta y en su oportunidad.

Art. 78.­ En todo caso de oposición la Diputación citará desde luego al opositor

y denunciante, y procurará conciliarlos y evitar la cuestión; mas no lográndolo,

recibirá las pruebas que se le presenten, y practicará ó mandará practicar los re­

conocimientos necesarios, en un término de veinte días, resolviendo después de

él, y dentro de los diez días siguientes, lo que estimare justo.

Art. 79.­ De todo lo relativo á la oposición se formará expediente en el que se

asienten las diligencias, consten las pruebas y la resolución que se dictare.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 305

Art. 80.­ En caso de oposición al denuncio, y en cualquiera otro de contienda

entre partes, si alguna de éstas no se conformare con la resolución que dicte la

Diputación de Minería, lo manifestará así en el término de ocho días, desde que

se le haya hecho saber, por escrito ó en comparecencia, que se asentará en el

expediente, y éste se remitirá al juzgado de primera instancia que sea compe­

tente, y si hubiere varios, al que elija el opositor.

Art. 81.­ Pasado el término de ocho días que determina el artículo anterior, no

habrá tal recurso, y la resolución se tendrá por consentida, debiendo causar irre­

vocablemente sus efectos; pero si se interpone en dicho término, la Diputación

lo admitirá y remitirá el expediente al juez respectivo, para que, abierto él juicio

y sustanciado legalmente, se decida definitivamente sobre el punto ó derecho

controvertido.

Art. 82.­ El mismo recurso podrá interponer, si lo hiciere en el acto de darse la

posesión al denunciante, el minero que se crea ofendido ó perjudicado en su

derecho, en los casos á que se refieren los artículos 50, 60 y 73 de este Código.

Art. 83.­ Entretanto no se dicte sentencia judicial contraria á lo resuelto por la

Diputación de Minería, y no obstante interponerse el recurso de que hablan los

artículos anteriores, se ejecutará lo determinado por ella, sin que pueda suspen­

derse el trabajo de una mina, aun cuando esté en litigio.

Art. 84.­ Sólo en los casos de no existir la veta ó criadero denunciado, ó de no

hallarse terreno libre para dar la pertenencia ó pertenencias á que hubiere lugar,

se suspenderá una posesión, y nunca se hará por motivo de cualquiera oposición

que se haga, ó derecho que en contrario se alegue, y sólo se hará constar en la

diligencia, reservando al contradictor ú opositor su derecho, para que lo deduz­

ca por separado ante los jueces y tribunales competentes.

Art. 85.­ Mientras no se haya resuelto definitivamente sobre un denuncio, ningún

otro será admisible respecto del mismo sitio, mina ó criadero, ni aún para que se

tenga presente y tome en consideración, en caso de ser el anterior desechado.

Art. 86.­ La anterior prohibición comprende al minero que denunció y á sus

compañeros, sin que ni uno ni otros puedan presentar denuncios sucesivos, hallán­

dose pendiente la tramitación y resolución del primero.

Art. 87.­ El derecho adquirido por un denunciante caducará, si no tuviere abier­

ta la labor, ó no tomare la posesión en los términos ó plazos designados por este

Código ó por la Diputación de Minería, en conformidad con los artículos del 65

al 67.

306 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Art. 88.­ Dichos términos podrán, con causa justificada, ser prorrogados por la

Diputación por una sola vez, concediéndose un segundo término al denun­

ciante, cuya duración no exceda de dos meses.

Art. 89.­ Los sitios antiguos de haciendas de beneficio, los nuevos para establecerlas

y las haciendas abandonadas, serán denunciables y se adjudicarán al denun­

ciante en la misma forma establecida respecto de las minas nuevas ó abandona­

das, observándose las mismas disposiciones en caso de oposición ó contradicción

que se hiciere al denuncio.

Art. 90.­ Se reputa abandonado un sitio ó establecimiento de beneficio de meta­

les, si faltaren del todo los techos, máquinas, herramientas y maderas servibles, aún

cuando subsistan las paredes ó construcciones materiales, y aun sin esa circuns­

tancia podrá adjudicarse una hacienda de beneficio á quien la denuncie, si du­

rante tres años no se ha llegado á ejecutar trabajo alguno en ella, y si requerido

el dueño por la respectiva Diputación, no restableciere los trabajos en el término

prudente que, sin exceder de seis meses, se le deberá fijar.

Art. 91.­ Tanto en el caso á que se refiere el artículo precedente, como en el de

adjudicación de mina que se denuncie por abandono, ó por caducidad en que

se haya incurrido, faltando á las reglas establecidas sobre la manera de trabajarla, si

el antiguo poseedor reclamare haber dejado en la mina ó hacienda algunas

obras exteriores y movedizas hechas á su costa, como cubiertas de galera, máqui­

nas ú otras cosas de esta clase, de que pueda servirse y quiera conservar el denun­

ciante, las pagará éste á sus dueños según avalúo de peritos, nombrados uno por

cada parte, y un tercero en discordia que nombrará la Diputación.

Art. 92.­ Los denuncios de demasías se sujetarán enteramente á lo prevenido en

el título V, artículos 111, 112 y 113.

Art. 93.­ Si ocurriere el denuncio de alguna corriente ó caida de agua, para em­

plearla en el trabajo de las minas ó de las haciendas de beneficio, como fuerza

motriz, ó para el lavado de los metales, se admitirá, y sustanciará dicho denuncio

con los mismos trámites que para las minas tanto en el caso de que anterior­

mente hubiere sido aprovechada la misma agua en los referidos objetos, si como

desierta ó abandonada se denuncia, como en el de que no tuviese dueño cono­

cido; pero en ningún caso habrá lugar á tal denuncio ni á la ocupación forzosa y

por causa de utilidad pública, en favor del minero, si se tratare de agua que,

siendo de propiedad particular, su dueño la esté aprovechando ó necesite para

sus propios usos, ó para sus posesiones ó industria.

La propiedad de una corriente ó caída de agua se perderá y podrá adjudicarse al

que la denuncie, cuando no se hubiere aprovechado durante veinte semanas

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 307

consecutivas ó interrumpidas, dentro del término de un año anterior al denun­

cio. Las aguas que se hayan utilizado en las haciendas de beneficio no son de­

nunciables, sino en el caso de estar abandonadas las mismas haciendas.

Art. 94.­ Los desechaderos y terreros de las minas abandonadas no son denuncia­

bles, sino denunciándose al mismo tiempo las minas de que proceden.

Tampoco son denunciables los graseros y lameros de las fundiciones y haciendas

de beneficio abandonadas, con separación de las mismas haciendas.

Art. 95.­ En todo caso en que el minero, después de practicadas las diligencias de

posesión de la mina ó criadero, necesite ocupar dentro ó fuera de sus pertenen­

cias alguna parte de la superficie del terreno, sea para abrir boca­minas, estable­

cer oficinas, caminos, presas, acueductos y cualquiera otra obra, según el derecho

que le conceden los artículos del 12 al 15 del titulo I, ó para disfrutar la parte su­

perficial del criadero, conforme al artículo 98 del título V, podrá hacerlo, de

acuerdo con la Diputación de Minería, cuando el terreno sea baldío; y si fuere

de propiedad pública ó particular pagará previamente el valor del suelo que ocu­

pe, y el de los perjuicios que inmediatamente se sigan al propietario, sin atender

al valor del mineral, según tasación de peritos, nombrados uno por cada parte,

y tercero en discordia que nombrará la Diputación de Minería, y sin que á título

de dominio del terreno pueda ninguno oponerse á la posesión que so diere de

la mina al denunciante, ni á la práctica de los trabajos y de las diligencias anterio­

res á ella.

Art. 96.­ De las disposiciones dictadas por las Diputaciones de Minería ó por los

funcionarios que hagan sus veces, sin que haya contienda ni oposición de parte,

los interesados podrán apelar á la Secretaría de Fomento y pedir su revocación,

presentando su queja justificada dentro de un mes de la fecha en que se les haya

notificado la disposición de que se trate

Título V

De las medidas que deben tener las pertenencias de las minas

Art. 97.­ La pertenencia ó unidad de medida para las concesiones mineras, es un

sólido de profundidad indefinida, limitado en el exterior por la proyección so­

bre la superficie del terreno de un cuadrado ó de un rectángulo horizontal, y en

el interior por cuatro planos verticales que pasan por sus respectivos lados.

Art. 98.­ Las dimensiones del cuadrado ó rectángulo que debe servir de base su­

perior al sólido que constituye la pertenencia se fijan en los artículos siguientes,

atendiendo á la naturaleza y posición del criadero, bajo el concepto de que el

minero podrá explotar y aprovechar todas las sustancias minerales que existan

308 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

en el interior de su pertenencia; y de que previa indemnización del valor del

suelo, sin atender al del mineral que sea objeto de la explotación, podrá también

aprovechar la parte del criadero que esté en la superficie, y ocupar la que nece­

site para sus operaciones y trabajos, de conformidad con lo prevenido en los

artículos del 12 al 15 del título I.

Art. 99.­ La pertenencia minera, ó el conjunto de pertenencias que constituya

una sola concesión, es indivisible entre los dueños de ella, así como en todos los

casos de traslación de dominio de la misma propiedad, sea cual fuere el título

por el quo se verifique.

Art. 100.­ En las concesiones sobre vetas, la cara superior de la pertenencia será

un rectángulo, del que los lados paralelos al rumbo do la veta tendrán siempre

200 metros medidos á nivel, y la longitud de los otros dos, perpendiculares á los

primeros, variará con la inclinación de la veta, entro 100 y 300 metros, conforme

á las bases que se detallan en el artículo siguiente, con el objeto de que el mi nero

pueda, por regla general, disfrutar 400 metros aproximadamente sobre la veta,

en el sentido de su echado.

Art. 101.­ Cuando la veta sea clavada, ó cuando tenga una inclinación ó echado

de más de 85°, la cuadra será de 100 metros; los que se medirán á uno ú otro

lado de ella, ó se repartirán entre ambos, conforme el minero lo quisiere, siem­

pre que para ello no resulte perjuicio de tercero.

Cuando la veta tenga menos de 85° de inclinación, la longitud de los lados de la

cuadra se medirá en el sentido del echado, y será la que consta en la siguiente

tabla:

Cuando el echado

esté comprendido entre

La cuadra

será de

85° y 75°½ 100 metros

75½ y 72½ 120 „

72½ y 69½ 140 „

69½ y 66½ 160 „

66¼ y 63¼ 180 „

63¼ y 60 200 „

60 y 56¾ 220 „

56¾ y 53¼ 240 „

53¼ y 49½ 260 „

49½ y 45½ 280 „

45½ y menos 300 „

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 309

Título VI

De la manera de trabajar las minas

Art. 119.­ Las minas deberán ser trabajadas conforme á las reglas del arte y con

sujeción á las prevenciones de este título, sin perjuicio de que también se ob­

serven los reglamentos de policía en lo que á las obras ó trabajos emprendidos

en aquellas hicieren relación.

Art. 120.­ En el laborío de las minas se llenarán las condiciones siguientes:

I. Que por medios naturales ó artificiales se mantenga la­ventilación necesaria:

II. Que los caminos interiores sean suficientemente amplios, y que siempre que el

número de operarios exceda de cincuenta, no haya menos de dos caminos que

comuniquen con el exterior:

III. Que las labores blandas se fortifiquen con madera ó mampostería, constru­

yéndose en los puntos convenientes las bóvedas, puentes, pilares y macizos que

fueren precisos, para evitar cualquier derrumbe ó hundimiento:

IV. Que igualmente se hagan las obras de fortificación que la seguridad de la

mina y la de los trabajadores demanden, en el caso de que no se conserven los

pilares ó macizos naturales del criadero, que ordinariamente se dejan para soste­

ner las labores de disfrute:

V. Que las labores y los caminos se conserven limpios, colocando los escombros

en el interior, en los huecos que resulten al disfrutar el criadero, ó en el exterior, en

terrenos en que no embaracen los caminos públicos, ni obstruyan el curso de los

arroyos:

VI. Que cuando la explotación de la mina exija el desagüe de sus labores, se man­

tenga éste continuamente.

Art. 121.­ Para asegurar el cumplimiento de estas condiciones y las de los regla­

mentos de policía relativas al laborío de las minas, la autoridad ejercerá la opor­

tuna vigilancia, por medio de las Diputaciones de Minería, de los ingenieros de

minas, ó de los agentes que considere conveniente emplear.

Art. 122.­Es obligación de las Diputaciones de Minería visitar ó mandar reconocer,

siempre que lo estimen conveniente, ó por lo menos cada dos años, las minas

comprendidas en el respectivo Distrito.

Art. 123.­ Estas visitas podrán hacerlas la Diputación de Minería en unión de algún

perito, ó mandar que éste las practique acompañado de escribano ó con testigos

de asistencia. En la [sic] acta de las visitas se hará constar el estado en que se

encuentre la mina y lo que se observe con relación al artículo 120 de este título.

Si se notaren algunas faltas, la Diputación de Minería hará, por escrito, al dueño

de la mina, las prevenciones oportunas para corregirlas, en el término prudente

que deberá fijarle.

310 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Art. 124.­ Si el dueño de la mina no cumpliere con lo prevenido por la Diputación,

para remediar las faltas que haya notado, será multado ajuicio de la misma,

y según la gravedad de la falta, en cantidad de 50 á 250 pesos por la primera vez.

Si la desobediencia se repite la Diputación duplicará la multa, determinando la

suspensión parcial ó total de los trabajos, hasta que se ejecuten las obras que

haya ordenado.

Art. 125.­ Si por el medio indicado ó por alguna queja que hubiere, en cuyo caso

deberá practicarse de igual manera la visita de mina, apareciere que la falta ó

faltas son graves, en términos que con ellas se embarace la prosecución del labo­

río de la mina ó se ponga en peligro la vida ó la salud de los operarios, la Dipu­

tación de Minería dictará las disposiciones que juzgue oportunas, pudiendo llegar

á acordar como medida precautoria, la suspensión de los trabajos en toda la mina

Simonin (1867), mineros en

Chihuahua, México

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 311

ó en determinadas labores, según los casos. Si la suspensión decretada de los

trabajos fuere total, y el minero no corrigiese el mal indicado en el término de

seis meses, perderá la propiedad de la mina, y podrá adjudicarse á quien la denun­

cie por causa de abandono, conforme á lo prevenido en el artículo 50.

Art. 126.­ Si los interesados en la mina no estuvieren conformes con esas dispo­

siciones, se ejecutarán no obstante, y se pasará el expediente respectivo á la

autori dad judicial para su decisión en justicia. Esta, oyendo al interesado y reci­

biéndolo las pruebas que rinda, en un término que no exceda de quince días,

fallará lo que corresponda, y del fallo que pronuncie no habrá más recurso que

el de responsabilidad.

Art. 127.­ En estos casos, el fallo se pronunciará con citación del funcionario que

ordenó la suspensión, y las pruebas se recibirán también con su citación; pero si

hubiere denunciante que pida la adjudicación de la mina, el juicio se seguirá en

los términos prescritos en los arts. 70, 71 y del 78 al 83 del título IV.

Art. 128.­ La dirección de las obras interiores y exteriores de las minas, el bene­

ficio de los metales, y el establecimiento, construcción y conservación de las

maquinarias, será precisamente encomendado á peritos científicos ó á prácticos

de reconocida aptitud.

Art. 129.­ Los accidentes que por causa de impericia puedan ocurrir en el laborío

de una mina ó en el servicio de las máquinas, serán de la responsabilidad del

minero cuando no ocupe peritos facultativos ó prácticos, conforme al artículo

anterior.

Art. 130.­ En las minas que no estén dirigidas por peritos facultativos de minas,

en lugares en que los haya, las Diputaciones de Minería cuidarán que éstos inter­

vengan:

I. En el trazo de obras de importancia, como socavones, tiros generales, galerías

de comunicación, etc., con la obligación de visitar la obra cada uno ó dos meses,

conforme lo exija su progreso, á fin de evitar oportunamente algún yerro en la

ejecución:

II. En las comunicaciones que se hagan con labores inundadas 6 que contengan

gases mefíticos:

III. En la ejecución de labores cercanas á la superficie que puedan comprometer

la seguridad de los edificios ó habitantes.

Art. 131.­ Los administradores de las minas darán parte á la respectiva Diputación

de Minería, y en su caso á la autoridad política ó judicial, de la muerte ó acciden te

grave de algún trabajador, cuando ocurra en el interior dé la mina, y de cualquie­

ra desgracia que en ella tenga lugar, como derrumbe, inundación, incendio, etc.

312 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Art. 132.­ En las negociaciones de minas, cuyo pueblo exceda de doscientos ope­

rarios, habrá un botiquín, y tendrán á su servicio un cirujano que pueda hacer

las primeras curaciones de los mismos operarios, en los casos de accidentes ocurri­

dos durante el trabajo.

Título VII

Del desagüe de las minas, socavones, aventureros y galerías generales de investigación

Art. 133.­ Los dueños de minas, por medio de tiros ó socavones, y empleando los

recursos y arbitrios del arte que fueren adecuados, mantendrán en ellas continua­

mente el desagüe; de manera que si un minero se limita á trabajar las labores

altas sin mantener el desagüe de su mina, podrá ser denunciada, conforme á lo

establecido en los artículos 59 y 60.

Art. 134.­ Si el dueño do alguna mina, cuyas labores estén más bajas que las de

sus vecinos, resultare gravado en los costos de desagüe por no mantenerlo éstos,

o no mantenerlo en todo lo que es necesario, y afluir las aguas de esas minas á las

suyas, tendrá derecho á que los dueños de las minas así beneficiadas le indemni­

cen, contribuyendo á los costos del desagüe en proporción del beneficio que

reciban.

Art. 135.­ Los dueños de las minas que fueren desaguadas por completo entre­

garán, como indemnización á quien sostiene el desagüe, la décima parte de todos

los frutos que sacaren, abajo del nivel fijado con anticipación por peritos.

Art. 136.­ Si el desagüe no fuere completo, sino que sólo sé hiciere en parte, se dis­

minuirá más ó menos la retribución mencionada á tasación de peritos, nombrados

uno por cada parte, y un tercero en discordia por la Diputación de Minería.

Art. 137.­ Las minas que se abrieren nuevamente, en puntos donde puedan ser

beneficiadas por medio del desagüe ya existente en otras minas, quedarán suje­

tas á lo prevenido en los artículos precedentes,

Art. 138.­ Lo prevenido en los tres artículos anteriores sólo tendrá lugar cuando

los interesados no se convinieren sobre el particular, pues habiendo convenio á

que deben sujetarse.

Art. 139.­ Si por medio de un socavón se facilitase el desagüe, la investigación ó

él laborío de varias minas abiertas sobre cualquiera clase de criaderos, y se ofre­

cieren á labrarlo todos sus dueños, algunos de ellos, ó un extraño solo ó asociado

con varios compañeros, aun cuando ninguno sea dueño de las pertenencias que

el socavón deba atravesar, se admitirá al empresario ó empresarios su pretensión

y el denuncio que presenten, con las condiciones siguientes:

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 313

I. Que la obra ha de ser posible y útil, é juicio de un perito nombrado por la Diputación de Minería:II. Que al ocurso de denuncio se acompañe un plano formado por un perito, en el que se señalará el trazo del camino que deba seguir el socavón, su longitud, las pertenencias de las minas que ha de atravesar y las que queden á menos de cien metros, por cada lado.

Art. 140.­ En los denuncios de estos socavones se observarán los trámites estable­cidos para la adquisición de minas nuevas, y las medidas de sus pertenencias en las porciones do terreno libre, serán las siguientes:I. Si el socavón aventurero se ha de labrar sobre veta, la anchura de la cuadra será la que corresponda por el mayor ó menor echado de ésta, con forme á lo esta­blecido en el artículo 101 y el largo será la longitud del socavón proyectado:II. Si el socavón se ha de labrar en su mayor parte fuera de veta ó de otro criade­ro, su pertenencia tendrá de ancho 100 metros, repartidos por partes iguales a uno y otro lado de la línea ó líneas fijadas para su trayecto, y de largo la longitud del mismo socavón. En las porciones de terreno en que existan minas posesiona­das, se podrán conceder al aventurero las demasías libres, y se le permitirá que, respetando la propiedad de otras pertenencias, sus medidas puedan cruzarlas.

Art. 141.­ El dueño ó la compañía empresaria de un socavón aventurero cumpli­rá con las prevenciones especiales que para su ejecución fije, de acuerdo con el parecer de un perito, la Diputación de Minería, al darle la posesión; sujetándose además en el trabajo y amparo de la obra, á las prevenciones de los títulos ante­riores. Los trabajos de estos socavones seguirán próximamente la línea ó líneas señaladas en la concesión; pero si conviniere al empresario variar la dirección, lo solicitará, y podrá concedérsele, sin perjuicio de tercero, previos los trámites de un denuncio nuevo.

Art. 142.­ El dueño ó empresario de un socavón aventurero disfrutará de las si­guientes concesiones:I. Podrá labrarlo, no sólo en terreno libre sino también dentro de las pertenen­cias de minas ocupadas, sin perjudicar la seguridad de éstas:II. Podrá denunciar, al proyectar el socavón ó cuando lo esté ejecutando, y adqui­rir hasta cinco minas nuevas ó abandonadas, cada una de ellas con pertenencias de compañía, siempre que disten menos de 150 metros del trazo del socavón:III. Si en la prosecución del socavón se encontraren vetas ó criaderos nuevos, previo denuncio y los trámites respectivos y además de lo concedido en la frac­ción anterior, el dueño ó empresarios podrán adquirir sobre cada uno de ellos tres pertenencias si uno trabaja solo, y cuatro si lo hacen, en compañía, así como las demasías por entero si no cupiere pertenencia completa:IV. Las concesiones á que se refieren las dos fracciones anteriores se considera­rán anexadas al socavón y amparadas por el trabajo en éste; pero una vez termi­

nado el socavón, cada concesión se trabajará por separado.

314 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Art. 143.­ Cuando los socavones tengan por objeto principal el desagüe de las

minas, su dueño ó empresario percibirán, á falta de convenio, la indemnización

que se expresa en los artículos 135, 136 y 137 de este título, sin perjuicio de sus

demás prerrogativas como tales aventureros.

Art. 144.­ Si los empresarios de un socavón con sus obras encuentran frutos en

pertenencia ajena, han de estar obligados á dar inmediatamente aviso á la Dipu­

tación y al dueño de aquella, y á partir con él desde entonces los frutos y los

costos por iguales partes, siempre que su disfrute sea costeable; todo lo cual se

observará hasta tanto que el dueño de la pertenencia se barrene ó comunique con

el laborío, desde cuyo momento los empresarios del socavón cesarán de apro­

vechar los frutos encontrados.

Art. 145.­ Si el aventurero ó empresarios del socavón no dieren oportunamente

el aviso que se previene en el artículo anterior, pagarán al dueño de la pertenen­

cia, y por tasación de peritos, todo el valor de los frutos, sin deducción de gastos,

que estimen haber extraido, y se les prohibirá que continúen aprovechando la

parte quo pudiera corresponderles.

Art. 146.­ Si el socavón lo utilizan algunas minas para el trasporte y extracción,

pagarán al aventurero lo que con él hayan pactado, y á falta de convenio le entre­

garán el cinco por ciento de los frutos que extraigan por el socavón.

Art. 147.­ Ni el dueño de un socavón aventurero, ni en general ningún minero,

tendrán derecho á indemnización por los servicios de ventilación que puedan

hacer á otras minas con sus obras de comunicación.

Art. 148.­ Cuando en alguna mina se habilitasen uno ó más tiros para el desagüe

general de varias minas con máquinas competentes para hacer salir el agua hasta

la superficie, previa la petición correspondiente y los informes favorables de dos

peritos nombrados por la Diputación de Minería, se considerarán esos tiros gene­

rales, y los cañones ó cruceros que de ellos partan, como si fuesen socavones

aventureros, con los derechos y obligaciones de éstos, pudiendo proseguirse en

pertenencias ajenas.

Art. 149.­ Siempre que partiendo de un tiro ó de cualquiera labor subterránea se

proyecte alguna galería de investigación ú otra obra de utilidad común para el

laborío de varias minas, aun cuando no lleve por objeto el desagüe y tenga que la­

brarse en pertenencias ajenas, podrá concederse que se haga, si á juicio de dos

peritos nombrados por la Diputación de Minería, la obra fuere realmente útil.

Art. 150.­ Las condiciones para ejecutar las obras de que habla el artículo ante­

rior, serán las fijadas para los socavones aventureros.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 315

La distribución de sus costos y de los metales ó frutos entre las diversas minas,

se hará según convenio, y á falta de éste, proporcionalmente á juicio de peritos,

aplicándose las disposiciones referentes á los socavones aventureros en casos

semejantes.

Bono de Compañía Minera, Pachuca, Hidalgo. Fines del siglo XIX, principios del siglo XX

Título VIII

De las sociedades mineras

Art. 151.­ Las sociedades ó compañías que se formaren para el trabajo de las

minas y de las haciendas de beneficio, se regirán por las disposiciones del Códi­

go Civil del Distrito Federal, en cuanto no se modifiquen por las prevenciones

especiales de este título.

Art. 152.­ Toda mina, sean una, dos ó más las pertenencias que la constituyan,

según el título de su concesión, es indivisible, en el sentido de no poder fraccio­

narse para ser repartida entre distintos dueños, y en el de que los socios de una

316 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

compañía minera no tienen derecho para pretender trabajar por su cuenta indi­

vidual determinada pertenencia, ó labor de la mina ó minas que formaren el

objeto de la compañía, sino que los trabajos se harán en común, y los gastos y

frutos se dividirán según el convenio, y á falta de éste proporcionalmente á la

representación de cada uno.

Art. 153.­ Toda compañía formada para explotación de minas, conforme á lo de­

terminado en el artículo 49, puede adquirir por denuncio cuatro pertenencias

continuas sobre la misma veta ó criadero.

Art. 154.­ La sociedad minera debe hacerse constar por escritura pública, como

requisito esencial para su validez.

Art. 155.­ Ha de contener precisamente el contrato de sociedad, el nombre y do­

micilio de cada uno de los socios, y la representación de cada uno de ellos ó parte

que lleve en la Compañía, la que, sin tales requisitos, no se reputará constituida.

Art. 156.­ En toda sociedad ó compañía minera se considerará la mina dividida

en cierto número de acciones, y cada socio tendrá derecho á una ó á varias de

éstas, según el convenio.

Art. 157.­ Cualquiera de los socios es libre para enajenar la parte de su representa­

ción, sin que los demás tengan el derecho del tanto, dando aviso al director ó

gerente de la sociedad de la persona á quien la hayan enajenado, salvo el caso de

que las acciones sean representadas por títulos al portador.

Art. 158.­ La muerte de un socio no disuelve la compañía, que continuará con

sus herederos, pudiendo éstos hacer uso del derecho establecido por el artículo

anterior.

Art. 159.­ No se requiere, en la sociedad formada para la explotación en las minas,

que el capital sea fijo y determinado.

Art. 160.­ En las sociedades mineras sólo son responsables los socios hasta el im­

porte ó valor de sus acciones, deducido lo que en cuenta de él hubieren ya exhi­

bido para la explotación, si al constituirse la compañía se les ha fijado un valor

determinado; en el caso contrario, no responden á las obligaciones contraídas

por la sociedad, sino con el valor mismo de la mina ó negociación, comprendién­

dose cuanto pertenezca á ella.

Art. 161.­ No obstante ser la mina cosa raíz é inmueble, y estar en esta calidad

sujeta á todas las disposiciones del Código Civil del Distrito Federal, sobre bienes

raíces, en cuanto á su enajenación ó traslación del dominio, hipoteca y demás, las

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 317

acciones en una compañía ó sociedad minera, se reputan muebles para todos

los efectos legales.

Art. 162.­ Las acciones de que habla el artículo anterior, de minas ó haciendas de

beneficio, serán representadas por títulos al portador, ó bien a la orden y tras­

misibles por simple endoso, sin derecho alguno en los demás accionistas de ser

preferidos en su compra por el tanto.

Art. 163.­En defecto de estipulaciones contenidas en el contrato de compañía, la

decisión de los puntos que se ofrezcan con relación á los trabajos, adminis­

tración, etc., será lo que determinen los socios por mayoría de votos; mas para

toda resolución que importe enajenación de la propiedad en la mina, se requiere

la unanimidad de los votos.

Art. 164.­ En las deliberaciones de las sociedades el dueño ó dueños de una acción

tendrán un voto, y al que lo fuere de más se considerará en la votación con la

representación que corresponda por el número de acciones que tuviere; pero si

uno solo fuere dueño de la mitad ó más de las acciones, su voto valdrá siempre

por uno menos de la mitad.

Art. 165.­ En todos los casos en que por igualdad de votos hubiere empate, de­

berá ocurrirse á la Diputación de Minería para que decida, sin más sustanciación

que el conocimiento de lo ocurrido y manifestado en la junta, y las Diputaciones

deberán resolver, tomando en cuenta la equidad entre los socios y el interés de

la minería.

Art. 166.­ Para que sean válidos los acuerdos deberá preceder la citación ó convo­

cación de todos los accionistas, expresándose el objeto de la junta ó asunto que

haya de tratarse, con quince días, por lo menos de anticipación, y se requiere la

concurrencia de la mayoría ó de una mas de la mitad de las acciones; pero si por

falta de concurrencia se hubiere de citar de nuevo, podrá celebrarse la junta con

el número de acciones que fueren representadas por los que concurran.

Art. 167.­ La citación de que habla el artículo anterior se hará personalmente á

los accionistas conocidos que residieren ó tuvieren representante en el mismo

lugar, y á los demás por medio del periódico oficial del distrito, si lo hubiere, y no

habiéndolo, por el de la capital del Estado.

Art. 168.­ El socio que dejare de contribuir con la parte de gastos que le corres­

ponda, y no cubriese su cuota en el término de dos meses, perderá sus acciones

y éstas se declararán desiertas, acreciendo proporcionalmente á las demás, en los

términos y con las condiciones que se expresan en los artículos siguientes.

318 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Art. 169.­ Para declararse desierta una acción deberá preceder el aviso por los

socios contribuyentes ó por el director ó administrador de la mina á la respectiva

Diputación, para que, tomándose razón de la fecha en que el dueño de aquella

dejó de contribuir, se declare desierta la acción por la misma Diputación, si pasan

dos meses sin que lo verifique.

Art. 170.­ Si no consta que el accionista haya tenido conocimiento de la exhibición

acordada ó pedida y del pago que le tocaba hacer, y que se haya resistido ó negado

á hacerlo, los dos meses del plazo fijado en los artículos anteriores no correrán

sino desde que se le haya notificado por la Diputación la obligación en que está y

la suma con que debe de contribuir, cuya notificación, si no fuere conocido ó so

hallare ausente, se hará por los periódicos, y con término de quince días, como

está prevenido que se cite para las reuniones ó juntas en el articulo 167.

Art. 171.­ En el caso de ser declarada la deserción ó pérdida de algunas acciones

por la Diputación, el accionista dueño da ellas que no se conformare, podrá pro­

vocar el juicio respectivo contra la sociedad que haya pedido esa declaración, y

acudir al juzgado civil que corresponda, con tal que lo verifique dentro de quince

días contados desde que se le notifique aquella resolución, y no después.

Art. 172.­ El socio cuyas acciones fuesen declaradas desiertas, salvo convenio en

contrario, conservará solamente derecho al reembolso de lo que tenga exhibido.

Este reembolso se hará con el cincuenta por ciento de las utilidades de la mina,

después de haber sido pagados todos los gastos hechos por los actuales socios

antes y después de la deserción.

Art. 173.­ No tienen los socios, salvo convenio en contrario, obligación de benefi­

ciar en común los frutos, ni de contribuir para comprar ó establecer haciendas

de beneficio. La repartición de los frutos extraídos entre los socios, proporcio­

nalmente á sus representaciones, no se hará sino después de que cada cual haya

cubierto la parte que le corresponda de los gastos de la mina.

Art. 174.­ Las reglas y disposiciones anteriores sólo serán aplicables en defecto de

estipulación, pues si en el convenio celebrado ó en los respectivos estatutos se

adoptaren otras, se estará á ellas; pero no son renunciables ni pueden alterarse ó

modificarse por los particulares, las contenidas en los arts. 152, 154, 155, 156,

158 y 161 de este título.

Titulo IX

De los contratos de avío y otros, con relación a las minas

Art. 175.­ El contrato de avío puede celebrarse, ó adquiriendo el aviador parte en

la mina, ó como simple préstamo ó refacción, y en uno y otro caso se observarán

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 319

las estipulaciones del convenio, y á falta de él, las siguientes reglas, no pudiendo modificarse ni renunciarse las contenidas en los arts. 181, 183 y 186.

Art. 176.­ Cuando el avío se pacte, adquiriendo el aviador una parte de la mina, conservará ésta y su administración mientras que mantenga el avío, destinándose las utilidades, en primer lugar, á cubrir la deuda de avío, y en seguida se repartirán entre el dueño y el aviador, en proporción á las representaciones que cada uno de ellos tenga.

El aviador ó aviadores, pueden dar término al avío cuando lo quieran, perdien­do, en caso de hacerlo, la parte de la mina que condicionalmente tenían adqui­rida, la cual volverá al dueño ó dueños primitivos, conservando el aviador el derecho al pago de lo que hubiere gastado, mientras que no so­pierda la propie­dad de la mina,

Art. 177.­ Si se consumiere el caudal de avío ó quedare en parte descubierto no estará el minero obligado á satisfacerlo con sus bienes, sino únicamente con las utilidades de la mina, destinándose el cincuenta por ciento de éstas, después de cubierto el último avío, á ir pagando á los aviadores anteriores unos en pos de otros, comenzando por el último o menos antiguo, siempre que concurran las calida­des de la refacción.

Las deudas, gravámenes ó hipotecas quepueda tener una mina se extinguen en el caso de que se pierda su propiedad por causa de abandono ó por inobservan­cia de los preceptos de este Código, y no serán exigibles cuando se halle ya la

mina en poder de nuevo dueño.

Trabajo en minas, San Luis Potosí

320 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Art. 178.­ El avío celebrado en calidad de préstamo, ganando ó no interés, ó bajo

la condición de recibir en pago las platas ó frutos con alguna utilidad, será reem­

bolsado con sólo los productos de la mina, y no tendrá otra garantía que la misma,

á no ser que en el contrato se hubieren constituido ó estipulado expresamente

hipotecas de distintos bienes ú otras seguridades.

Art. 179.­ Con excepción de los jornales vencidos, es preferente el crédito del

aviador de que habla el anterior artículo, á cualquiera otro crédito que no proce­

da de avío, concurriendo en él las calidades de la refacción, y entre diversos avia­

dores, la preferencia corresponde al último ó posterior de los anteriores.

Art. 180.­ Si llegaren á embargarse y rematarse la misma mina y sus máquinas,

existencias y demás valores que formen parte de la negociación, se observará en

favor de los aviadores lo prevenido en los anteriores artículos sobre la preferencia

entre sí de sus créditos y respecto de otros acreedores.

Art. 181.­ Todo contrato de avío deberá constar por escritura pública, sin cuyo

requisito no tendrá validez ni producirá efectos legales.

Art. 182.­ Si el avío se hiciere por tiempo determinado, ó comprometiéndose el

aviador á facilitar al minero un capital ó cantidad fijos, perderá el derecho á co­

brar lo que hubiere ministrado, si suspende ó retira los avíos antes de llenar su

compromiso, sin perjuicio del derecho que el minero tendrá para exigirle el cum­

plimiento y para solicitar nuevo aviador.

Art. 183.­ El minero á quien el aviador no ministrare oportunamente la raya,

podrá tomar y vender para cubrirla, no obstante pacto en contrario, los efectos

ó útiles que más fácilmente .puedan realizarse; siendo la pérdida que so sufra por

cuenta del aviador.

Art. 184.­ Todo aviador podrá poner interventor si no administrare, y el minero

ó dueño podrá á su vez ponerlo al aviador si éste tuviese la administración, según

los términos del contrato.

Art. 185.­ Los interventores de que trata el artículo anterior no podrán ingerirse

en la administración, y se limitarán á vigilar y revisar las operaciones, libros y cuen­

tas, debiendo dar parte al aviador ó dueño á quien representen, de lo que les

interese saber, y en casos graves ó urgentes, y cuando se trate de impedir algún

abuso ó perjuicio, á la respectiva Diputación de Minería.

Art. 186.­ En las ventas y contratos respecto de las minas ó acciones en ellas, no

habrá en ningún caso lugar á los recursos de rescisión por causa de lesión, ni á

la restitución in integrum.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 321

Art. 187.­ El salario, jornal, partido ó cualquier otro sistema que se adopte para

el trabajo de negociaciones mineras, es materia de convenio particular entre los

dueños de ellas y los empleados ó trabajadores, y los contratos relativos se regi­

rán por las disposiciones del derecho común.

Título X

De los procedimientos en los negocios de minas

Art. 188.­ En lo económico y gubernativo los procedimientos á que deberán suje­

tarse las Diputaciones, en los negocios do minas, son los que se han determinado

en los títulos IV y VI de este Código.

Art. 189.­ Los juicios en materia de minas se sustanciarán y decidirán definitiva­

mente en el Distrito Federal, en el Territorio de la Baja California, ó en cada

Estado, por los jueces y tribunales que sean allí competentes, y conforme á sus

propias leyes de procedimientos; pero observándose siempre las reglas consigna­

das en los siguientes artículos.

Art. 190.­ El juicio será sumario siempre que por su naturaleza no debiese tener

una forma especial ó más breve, según la ley de procedimientos del Estado don­

de Se halle la mina, ó del Distrito Federal ó Territorio en su caso.

Art. 191.­ No podrán suspenderse loa trabajos de una mina ó hacienda de bene­

ficio con motivo de litigio, secuestro ó ejecución, sino que únicamente se podrán

intervenir.

Art. 192.­ Las máquinas, herramientas, utensilios y provisiones necesarias, ó exis­

tentes en la mina ó hacienda, no se podrán embargar ó secuestrar separadamen te

de la negociación por deuda del minero, y sólo para el pago de la raya de los ope­

rarios podrán tomarse y venderse de los mismos objetos, los qué para cubrir la

bastaren y fueren precisos.

Art. 193.­ En todo caso de secuestro ó ejecución se atenderá de preferencia y con

los productos de la mina ó hacienda, á la conservación de los trabajos.

Art. 194.­ En los casos de concurso, ó de testamentaría ó intestado, si entre los

bienes hay alguna mina ó establecimiento de beneficio, se atenderá á la conser­

vación de loa trabajos por el juez ó por el representante del concurso ó de la testa­

mentaría, y si no bastaren para olio los productos ele la­misma negociación, y no

se presentaren á contribuir todos los interesados, podrá hacer los gastos cual quiera

de ellos, en cuyo caso tendrá, por lo que con tal objeto suministrare y se invirtiere

en él, y además por su propio crédito si fuere acreedor, los derechos del aviador, y

á falta de hacerlo alguno de los interesados, se solicitará aviador extraño.

322 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Art. 195.­ El mismo derecho expresado en el final del artículo anterior tendrá

el acreedor ejecutante, si no bastando los productos para conservar los traba­

jos, ni proveyendo á ellos el poseedor ó ejecutado, el acreedor se ofreciere

á hacerlo.

Título XI

De los impuestos a la minería

Art. 196.­ Durante­ante el término de cincuenta años, contados desde la fecha do

esta ley, estarán exceptuadas de toda contribución directa las minas de carbón

de piedra en todas sus variedades, de hierro y de azogue, así como los produc­

tos de ellas.

Art. 197.­ Será libre de todo impuesto la circulación en el interior de la Repú­

blica del oro y de la plata, en pasta ó acuñados, la de los demás metales y la de

todos los productos de las minas.

Art. 198.­ El azogue continuará exceptuado de los derechos de importación y de

toda contribución directa.

Art. 199.­ Además de los derechos de acuñación y de exportación establecidos ó

que se establecieren, las minas no exceptuadas en el artículo 196 y sus produc­

tos, no reportarán más que un solo impuesto directo, que se fijará sobre el valor

del metal ó de la sustancia explotada, sin deducción de costos, y el cual nunca

podrá exceder del dos por ciento de ese valor.

Art. 200.­ El impuesto directo de que trata el artículo anterior, será para el Esta­

do en el cual esté ubicada la mina, ó para la Federación cuando se encuentre en

el Distrito Federal ó en el Territorio de la Baja California, y por tanto, el monto

de ese impuesto, dentro del límite marcado, lo fijarán anualmente las respecti­

vas Legislaturas de los Estados, y en su caso el Congreso de la Unión, atendiendo

á las necesidades de su erario y á la protección que puedan acordar á la minería.

Art. 201.­ Las haciendas de beneficio ú oficinas metalúrgicas de cualquiera clase,

sólo pagarán al Estado en que se encuentren, ó á la Federación, si estuvieren

ubicadas en el Distrito Federal ó en el Territorio de la Baja California,, las mis­

mas contribuciones que en la respectiva demarcación estén fijadas á los otros

establecimientos industriales sin diferencia alguna.

Art. 202.­ La Federación percibirá, según está establecido, el veinticinco por ciento

de las contribuciones que, conforme á los artículos anteriores, corres ponden á

los Estados.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 323

Titulo XII

Prevenciones generales

Art. 203.­ Es atribución de las Diputaciones de Minería, á más de las que espe­

cialmente van determinadas en esta ley, vigilar sobre la exacta observancia y

cum plimien to de sus disposiciones en las minas y haciendas de beneficio de su

respectivo distrito, bajo la dependencia y dirección de la Secretaría de Fomento.

En casos graves ó urgentes, que no dieren tiempo para consultar á dicha Secre­

taría, podrán decretar, bajo su responsabilidad, las medidas ó providencias que

estimaren necesarias ú oportunas, para la conservación y regularidad de las

obras y trabajos en las minas, y las autoridades locales y deberán prestarles auxi­

lio en la ejecución de aquellas, si fuere necesario.

Art.­ 204.­ A los individuos que formen las Diputaciones de Minería deberán

guardárseles las consideraciones que por las leyes se deben á las autoridades y

funcionarios públicos, y en caso de acusación contra alguno de ellos por razón

dé su encargo, sólo será competente para juzgarlos el tribunal que lo fuere para

conocer en las causas de los jueces de primera instancia.

Art. 205.­ Los Diputados de Minería y los empleados de las Diputaciones serán

responsables por los delitos ó abusos que cometan en el ejercicio de sus funcio­

nes, conforme á las disposiciones del Código penal del Distrito Federal.

Art. 206.­ En las faltas leves en que incurran y en los casos de queja por demorar

indebidamente y sin causa justificada el despacho de los negocios, podrán ser

suspensos y multados los individuos que formen las Diputaciones de Minería,

por acuerdo de la Secretaría de Fomento.

Art. 207.­ Las Diputaciones percibirán los derechos que señale el arancel que

forme la Secretaría de Fomento á las diligencias que practiquen ó en que inter­

vengan.

Art. 208.­ Los derechos de que habla el artículo anterior y los que el mismo aran­

cel señale á los peritos, serán pagados por el denunciante ó promovente; mas en

caso de haber sido fundado el denuncio de mina mal trabajada, y de no tomar la

posesión el denunciante, porque el dueño ó poseedor de la mina remedie las

faltas en el término que se le fije, las costas del denuncio serán satisfechas por el

expresado dueño ó poseedor.

Art. 209.­ Todos los propietarios ó aviadores de minas deberán tener en el Dis­

trito en que se hallare ubicada la mina de su propiedad ó que avien, si se ausenta­

ren de él, un agente ó apoderado, debidamente acreditado, con quien se entiendan

las autoridades y todas las diligencias que ocurran. En defecto de dicho agente ó

324 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

apoderado se entenderán y practicarán, sin necesidad de citar al dueño, con el administrador ó encargado de la negociación, si se hallare en ella, y á falta de éste con cualquiera de los dependientes. En defecto de todas estas personas el juicio se seguirá en rebeldía, conforme á la respectiva ley de procedimientos.

Art. 210.­ El Ejecutivo designará, en los términos del artículo 21 de la Constitu­ción, las penas en que incurran los que infrinjan las disposiciones de los regla­mentos que expidiere para la aplicación de este Código, facultando á su vez á las Diputaciones de Minería ó á los funcionarios que hicieren sus veces, para im­poner las mismas penas.

Art. 211.­ Los dueños de minas y de haciendas de beneficio, ó los administra­dores de ellas, están obligados á ministrar los datos y noticias estadísticas que se les pidan por las Diputaciones ó los funcionarios que hagan sus veces, según las instrucciones que dicte la Secretaría de Fomento ó la Dirección General de Esta­dística, quedando aquellos sujetos, en caso de no proporcionarlos, á las penas establecidas en el Reglamento de Estadística.

Disposiciones transitorias

Art. 212.­ Todas las propiedades mineras legalmente adquiridas antes de la fecha en que comience á regir esta ley, quedan subsistentes aun cuando sean de criade­ros ó sustancias no comprendidas en ella, ó cuyas pertenencias tengan una exten­sión diferente de la que ahora se establece.

Art. 213.­ Si las propiedades adquiridas con anterioridad á la fecha en que comience á regir la presente ley, por vía de denuncio, son de los criaderos ó sus­tancias que, conforme al artículo 10, pertenecen al dueño del suelo, las seguirán poseyendo como hasta aquí los propietarios á quienes hayan sido adjudicadas como minas y por esta sola vez disfrutarán de un amparo especial de dos años, con­tados desde la fecha en que este Código comience á regir, á fin de que dentro de ese plazo puedan ponerlas en explotación; y en el caso de que después de fene­cido dicho plazo las abandonen ó por caducidad pierdan sus derechos, se consi­derarán para lo sucesivo como propiedad del dueño del suelo.

Los denuncios presentados antes de que este Código empiece á estar en vigor, se decidirán conforme á las leyes vigentes en la fecha en que hubieren sido presen­tados; pero observándose en los procedimientos las disposiciones del presente Código.

Art. 214.­ Las minas que hasta la expedición de este Código estén en explotación ó legalmente amparadas, conservarán las medidas que tengan, aun cuando sus pertenencias sean diferentes de las que ahora se establecen; pudiendo ratificarse si lo solicitaren los interesados.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 325

Art. 215.­ En cualquier caso para continuar conservando los derechos adquiridos con anterioridad, es condición precisa que el poseedor cumpla en lo sucesivo con las prevenciones de este Código, bajo las penas que el mismo establece.

Art. 216.­ Las salinas que en las costas de la República ó en otros puntos del terri­torio nacional posea la Federación, se explotarán conforme al reglamento que forme la Secretaría de Fomento, respetándose los contratos de arrendamiento ú otros que sobre ellas se hubieren celebrado, hasta su terminación.

En cuanto á las que hubieren sida enajenadas por el Gobierno nacional, sus poseedores actuales continuarán disfrutándolas en los términos de sus contratos respectivos, y los dueños del suelo en que tales salinas so encuentren, respetarán los derechos adquiridos.

Art. 217.­ Los Estados cuyos impuestos sobro las minas y sus productos, así como sobre las haciendas de beneficio ó establecimientos metalúrgicos do cualquiera clase, no estuviesen arreglados á las prevenciones del título XI de este Código, expedirán las leyes necesarias, á fin de que dichos impuestos estén de acuerdo con las prevenciones de aquel título, desde el 1o. de Julio de 1885.

Disposición Final

Art. 218.­ Este Código comenzará á regir en toda la República el día 1° Enero de 1885, y desde entonces quedan derogadas las Ordenanzas de Minería, de 22 de Mayo de 1783, así como las demás leyes, decretos y disposiciones do la época colonial, de la Federación ó de los Estados, sobre el ramo de Minería, aun en la parte en que no fuesen contrarias.

Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento.

Dado en el Palacio del Poder Ejecutivo de la Unión, en México, á veintidós de Noviembre de mil ochocientos ochenta y cuatro.­ Manuel González.

Al C. Manuel Fernández, Oficial Mayor encargado del Despacho de la Secretaría de Fomento.

Y lo comunico á vd. para su inteligencia y fines consiguientes.

Libertad y Constitución. México, 22 de Noviembre de 1884.M. Fernández.Oficial Mayor.

Fuente: Dublán, Manuel y José María Lozano, Legislación mexicana o colección completa de las disposicio-nes legislativas expedidas desde la Independencia de la República, 42 tomos, México, Imprenta del Comer­cio, 1876­1912. vol. 15, 1880­1884, pp. 898­922.

326 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Escudo utilizado en el Semanario Judicial de la Federación, Tomo I, Quinta Época, 1918

327

Anexo 12

Ley Minera de los Estados Unidos Mexicanos

4 de junio de 1892

TITULO I

De las minas y de la propiedad minera

rtículo 1o. La propiedad minera en los Estados Unidos Mexicanos

se regirá por las siguientes bases, que reglamentará el Ejecutivo, de

acuerdo con sus facultades constitucionales.

Artículo 2o. Son objeto de la presente ley las substancias minerales que no

pueden ser explotadas sin previa concesión, y aquellas para cuya extracción se

requieran trabajos que puedan poner en peligro la vida de los operarios, la segu­

ridad de las labores y la estabilidad del suelo.

Artículo 3o. Las substancias minerales para cuya explotación es indispensable,

en cada caso, la concesión correspondiente, son las que en seguida se enu­

meran, cualquiera que sea la naturaleza, forma y situación de sus criaderos

respectivos:

A. Oro; platino; plata; mercurio; hierro, excepto el de pantanos, el de acarreo y

los ocres que se explotan como materia colorante; plomo; cobre; estaño, excep­

to el de acarreo; zinc; antimonio; níquel; cobalto; manganeso; bismuto y arséni­

co; ya se encuentren en el estado nativo o mineralizadas.

B. Las piedras preciosas, la sal gema, el azufre.

Artículo 4o. El dueño del suelo explotará libremente sin necesidad de concesión

especial en ningún caso, las substancias minerales siguientes:

A

328 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Los combustibles minerales. Los aceites y aguas minerales. Las rocas del terreno,

en general, que sirven ya como elementos directos, ya como materias primas

para la construcción y la ornamentación. Las materias del suelo, como las tierras,

las arenas y las arcillas de toda clase. Las substancias minerales exceptuadas de

concesión en el artículo 3o. de esta ley; y en general todas las no especificadas en

el mismo artículo de ella.

Los trabajos de excavación superficiales o subterráneos que exija la explotación

de algunas de esas substancias, quedarán siempre sujetos a los reglamentos que

se expidan para la policía y seguridad de las minas.

Artículo 5o. La propiedad minera legalmente adquirida y la que en lo sucesivo

se adquiera con arreglo a esta ley, será irrevocable y perpetua, mediante el pago

del impuesto federal de propiedad, de acuerdo con las prescripciones de la ley

que establezca dicho impuesto.

Artículo 6o. El título primordial de la propiedad minera que se adquiera nueva­

mente será el que expida la Secretaría y Fomento, de conformidad con las pres­

cripciones de esta ley.

Artículo 7o. La propiedad minera, excepto en el caso de placeres o criaderos

superficiales, se entiende sólo respecto del subsuelo, y no de la superficie, la cual

continuará bajo el dominio de su propietario, menos en la parte de ella que

necesite ocupar el minero en los casos y con las condiciones que se establecen

en el artículo 11 de este título.

Artículo 8o. La explotación de los frutos de las minas quedará completamente

limitado por los linderos respectivos, y sólo se podrá salir de dichos límites, de

acuerdo con lo que prevenga el Reglamento, cuando el terreno esté libre, y pi­

diendo previamente la ampliación respectiva de la concesión.

Para entrar en pertenencias ajenas, se requiere forzosamente el consentimiento

del dueño de ellas, salvo el caso de servidumbres legales.

Artículo 9o. Las aguas que se extraigan hasta la superficie en virtud de los traba­

jos subterráneos de las minas, pertenecen a los dueños de éstas, y deberán obser­

varse las prescripciones de las leyes comunes en cuanto a los derechos de los

propietarios de los terrenos por donde se dé curso a las mismas aguas.

Artículo 10. Son de utilidad pública los trabajos requeridos por la explotación y

el aprovechamiento de las minas y placeres; procediendo, en consecuencia, y a falta

de avenimiento, la expropiación forzosa por aquella causa de los terrenos nece­

sarios al efecto.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 329

Artículo 11. Los concesionarios de minas se concertarán libremente con los due­

ños del terreno superficial, a fin de ocupar la parte de éste que necesiten para la

explotación de los placeres o criaderos superficiales, en su caso, y en los otros,

para el establecimiento de edificios y demás dependencias de las minas; y cuando

no se aviniesen, ya por la extensión, ya por el precio, se procederá a la expropia­

ción por el juez local de la instancia, observándose el siguiente procedimiento,

entretanto se reglamenta el artículo 27 de la Constitución:

I. Cada una de las partes nombrará un perito valuador, y ambos presentarán al

juez sus avalúos dentro del término de ocho días, contados desde el día en que

reciban sus nombramientos. Si los avalúos son discordantes, el juez nombrará un

perito tercero en discordia, quien emitirá su dictamen dentro del perentorio

término de ocho días contados desde su nombramiento.

El juez, tomando en cuenta las opiniones de los peritos y las pruebas que las

partes le presenten mientras aquéllos emiten su dictamen, fijará la extensión

superficial que ha de ocuparse y el monto de la indemnización, dentro de los

ocho días siguientes. El fallo del juez se ejecutará sin más recurso que el de res­

ponsabilidad.

II. Si el dueño del terreno que ha de ser ocupado no hiciese el nombramiento

de su perito valuador, dentro del término de ocho días después de notificado

por el juez, este funcionario nombrará de oficio un valuador que represente los

intereses del dueño.

III. Si el poseedor o dueño de la propiedad que deba ser ocupada fuese incierto

o dudoso, el juez fijará como monto de la indemnización la cantidad que resulte

en vista del avalúo del perito que nombre el concesionario de la mina, y del que el

mismo juez designe, en representación del legítimo dueño, depositándose aquella

cantidad para entregarla a quien corresponda.

IV. Los peritos, para hacer sus avalúos, tomarán como base el valor del terreno,

los perjuicios que inmediatamente se sigan a la propiedad y las servidumbres

que sobre ella se establezcan.

Artículo 12. Las propiedades mineras y las comunes que con aquellas colinden,

gozarán y sufrirán, en su caso, las servidumbres legales de paso, acueducto, desa­

güe y ventilación, sujetándose los jueces, para la imposición de ellas y para las

correspondientes indemnizaciones, a la legislación de cada Estado, y del Distrito

Federal y Territorios, en lo que no quede modificada por las siguientes reglas:

I. La servidumbre legal de desagüe consiste: tanto en la obligación que, según

ordena el artículo 21 de esta ley, tiene el dueño de una pertenencia de indemnizar

330 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

al propietario de obra, por los daños y perjuicios que le ocasione con no man­

tener el desagüe de las labores subterráneas o no mantenerle en lo que sea

nece sario y afluir por esto el agua de unas a otras, cuanto en la obligación que

tienen todos los dueños de pertenencias de permitir que por ellas pasen los

socavones o contraminas cuyo fin exclusivo y necesario sea el desagüe de una o

varias labores.

II. Los socavones de desagüe, cuando no se hagan a virtud del pacto que autori­

za el artículo 23 de esta ley, sólo podrán emprenderse por el dueño o dueños de

pertenencias para quienes el socavón sea de necesidad absoluta.

III. En el caso previsto por la fracción anterior, todos los dueños de pertenencias,

beneficiadas con el desagüe conseguido por medio del socavón, quedan obliga­

dos a indemnización, en proporción al beneficio recibido, atenta la naturaleza y

según el estado de cada mina.

IV. No se procederá a la perforación de los socavones sin previa licencia que

otorgará la Secretaría de Fomento, después de oír el parecer del Agente de Mi­

nería respectivo y de examinar y aprobar los planos en que se detalle el rumbo y

la sección del socavón proyectado.

V. El metal costeable que se hallare al labrar el socavón, si se encuentra en perte­

nencias legalmente concedidas, es propiedad del dueño de éstas, y si se halla en

terreno libre, se repartirá entre los dueños de todas las pertenencias beneficiadas

con el socavón, con la proporcionalidad establecida en el anterior inciso 111.

VI. Si por descubrirse una o más vetas en terreno libre al emprender un socavón

de desagüe, se solicitare la concesión de las respectivas pertenencias o demasías,

se aplicarán los preceptos de los artículos 14 a 17 y relativos de esta ley, consi­

derándose a los empresarios del socavón como exploradores para los efectos de

la parte final del artículo 13.

VII. Una vez otorgada por la Secretaría de Fomento la licencia de que trata el

anterior inciso IV, sólo a virtud de pacto expreso podrán ser considerados como

empresarios del socavón de desagüe personas distintas de las que, conforme a ella,

resulten beneficiadas con el socavón.

VIII. Los dueños de pertenencias atravesadas por el socavón de desagüe, podrán,

mientras el socavón se esté labrando, dentro de su o sus respectivas pertenen­

cias, poner interventos de su confianza, cuyas funciones se limiten a vigilar la

obra y a dar parte al Agente de Minería o al juez correspondiente en su caso, de

cualquier abuso que se observe.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 331

IX. En los puntos de los socavones de desagüe, que por cualquier motivo se

comuniquen con labores mineras, se colocarán rejas que impidan el tránsito o

paso, tan pronto como se realice la comunicación.

X. Sólo a virtud de consentimiento unánime, expresado en escritura pública, de

los interesados en un socavón general de desagüe, conforme a la anterior frac­

ción III, podrá destinarse el socavón a fines distintos del de desaguar, en cuyo

caso se estipularán en el pacto, bajo pena de nulidad, todos los particulares refe­

rentes a paso o tránsito indicados en el anterior inciso IX.

XI. Las minas que se abrieren nuevamente, en punto donde puedan ser benefi­

ciadas por medio de socavón general de desagüe ya existente, quedarán sujetas

a lo prevenido en las fracciones III, VII, VIII, IX y X.

XII. La servidumbre legal de ventilación consiste en la obligación que tiene todo

dueño de pertenencias, de permitir que se comuniquen, con sus labores inte­

riores, los propietarios de pertenencias colindantes a quienes la comunicación

produzca, como resultado necesario, la ventilación que no podría alcanzarse de

otra manera, sino a costa de grandes gastos.

Cuadrilla de perforación de Doheny y Carfield en 1902, en Ebano, San Luis Potosí, equipada con un vehículo de tracción a vapor

332 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

XIII. Salvo pacto expreso en contrario, elevado a escritura pública por los dueños

del predio dominante y del predio sirviente, siempre se colocarán rejas que im­

pidan el tránsito o paso en el lindero de los predios respectivos.

XIV. Cuando una comunicación, distinta de la prevista en el inciso XII, ventile

de hecho una o más labores, ni sus servicios de ventilación dará derecho al mi­

nero que obtuvo la comunicación para exigir indemnización de los propietarios

de las otras labores ventiladas, ni éstos, a su vez, adquirirán servidumbre legal

con gravamen del predio minero que proporciona la ventilación.

XV. Si durante el cuele de la labor abierta para los efectos de la fracción XII, se

encontrare metal costeable, se observarán en lo conducente los preceptos de los

incisos V, VI y VIII.

XVI. También se observará en lo conducente el precepto de la fracción IV.

XVII. Todos los gastos que ocasione la labor que haya de abrirse para conseguir

la ventilación y los de la conservación posterior de esas obras, son a cargo exclu­

sivo del que haya solicitado la constitución de la servidumbre.

XVIII. Para la imposición en lo futuro de una servidumbre legal con provecho

de un fundo minero o gravamen de otro, se requiere: o aquiescencia del dueño del

predio sirviente, expresada bien en escritura pública, bien en declaración fir­

mada y ratificada ante la autoridad judicial o ante la Secretaría de Fomento: o

resolución administrativa consentida por los interesados: o sentencia judicial.

XIX. El dueño de pertenencias, a cuyo favor estime que es de constituirse una

servidumbre legal, que no logre la aquiescencia del que entiende que debe pres­

tar la servidumbre, ocurrirá ante la Secretaría de Fomento, la cual, dentro del

término y con las formalidades que establezca el Reglamento, resolverá lo que

estime conveniente, siempre previa audiencia del disentiente. Si éste o el solicitan­

te no se conformaren con la resolución administrativa, les quedará su derecho a

salvo para acudir a los respectivos Tribunales locales dentro del plazo que el

Reglamento fije. La ejecutoria se comunicará, por el Tribunal que la pronuncie,

a la Secretaría de Fomento.

XX. Si la resolución administrativa fuere favorable al solicitante y adversa al opo­

sitor, sólo podrá ejecutarse desde luego, dando el primero fianza, a satisfacción

del Ministerio de Fomento, de indemnizar daños y perjuicios, caso de que éste

obtenga ejecutoria a su favor en los Tribunales.

XXI. Son aplicables las reglas de los tres incisos precedentes, a todos los casos en que

lo preceptuado en los demás incisos dé o pudiese dar lugar a contienda judicial.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 333

TÍTULO II

De las exploraciones, pertenencias y concesiones mineras

Artículo 13. Todo habitante de la República podrá hacer libremente en los terre­

nos de propiedad nacional las exploraciones conducentes al descubrimiento de

criaderos minerales; pero si en lugar de sondeos practica excavaciones, éstas no

podrán exceder de diez metros de extensión, ni en longitud ni en profundidad.

No necesitará para ello de licencia, pero deberá dar previamente aviso a la auto­

ridad respectiva, según lo que prevenga el Reglamento.

En terrenos de propiedad particular no podrán hacerse exploraciones mineras

sin el permiso del dueño o de quien lo represente. Pero en el caso de que no se

obtenga ese permiso, podrá pedirse a la autoridad administrativa correspon­

diente, quién lo dará de acuerdo con lo que establezca el Reglamento, previa la

fianza que, por los daños y perjuicios que pueda causar, deberá otorgar el explo­

rador, a satisfacción de la autoridad, y con audiencia del dueño del terreno o de

su representante.

Dentro de los edificios particulares y de sus dependencias, sólo con permiso del

dueño podrán hacerse exploraciones. No se permitirá practicar exploraciones

mineras dentro del recinto de las poblaciones, ni en las obras y edificios públicos y

fortificaciones, ni en sus cercanías. El Reglamento fijará en todos estos casos las

distancias mínimas a que podrán ser permitidos dichos trabajos de investigación.

Dentro de tres meses improrrogables a contar desde la fecha del aviso, del per­

miso o de la resolución administrativa de que habla este artículo, sólo el explo­

rador tendrá derecho a que se le otorguen pertenencias.

Artículo 14. La unidad de concesión o la pertenencia minera será en lo sucesivo

un sólido de profundidad indefinida, limitado en el exterior por la parte de la su­

perficie del terreno que sirva de proyección a un cuadrado horizontal de cien

metros de lado, y en el interior, por los cuatro planos verticales correspondientes.

La pertenencia minera es indivisible en todos los contratos que acerca de las

concesiones mineras se celebren y que afecten al dominio.

Artículo 15. Salvo lo dispuesto al final del artículo 13 de esta ley, las concesiones

corresponderán y serán siempre otorgadas al primer solicitante, y abarcarán, en

todo los casos en que haya terreno libre suficiente, el número de pertenencias

que pida el interesado, el cual deberá especificar siempre con toda claridad y de

acuerdo con las disposiciones del Reglamento, la situación que hayan de tener

en el terreno, las pertenencias que constituyan su concesión.

334 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Si entre las pertenencias concedidas, y otras ya existentes quedase un espacio

menor que el de la unidad de concesión, también este espacio corresponderá y

será otorgado en propiedad al primer solicitante.

TÍTULO III

De los modos de adquirir las concesiones mineras

Artículo 16. La Secretaría de Estado y del Despacho de Fomento nombrará en

los Estados, Territorios y Distrito Federal, los Agentes especiales dependientes

de ella, ante quienes se presentarán las solicitudes de concesiones mineras. Estos

agentes estarán autorizados a cobrar honorarios, según el arancel que fije la mis­

ma Secretaría.

Artículo 17. Los agentes de la Secretaría de Fomento recibirán las solicitudes de

concesiones mineras, asentando inmediatamente en un registro el día y hora

de la presentación. Procederán en seguida a la publicación de la solicitud, y a la

medición de las pertenencias por el perito o práctico que ellos nombren y,

siempre que no hubiese opositor, remitirán copia del expediente y del plano a

la Secre taría de Fomento, para la correspondiente aprobación y expedición del

título.

El Reglamento fijará los plazos dentro de los cuales deberán suplirse esos trámites

y detallará los procedimientos de los agentes.

Artículo 18. Obtenida la aprobación del expediente y expedido el título de pro­

piedad a favor del concesionario, entra éste en posesión de las pertenencias

mineras sin que se necesite para ello de ninguna otra formalidad.

Artículo 19. Los agentes de la Secretaría de Fomento no podrán suspender por

ningún motivo la tramitación de los expedientes, si no es en el caso de oposi ción;

y una vez fenecidos los plazos que fije el Reglamento, estarán obligados a remitir

desde luego copia del expediente, en el estado en que se encuentra, a la Secreta­

ría de Fomento, para que examinado por ésta, declare desistido al solici tante

moroso, si ha lugar a ello, o exija la responsabilidad al agente, si por su causa se

entorpecieron los trámites. El solicitante moroso no podrá volver a pedir la mis­

ma concesión.

Artículo 20. Cuando se presente oposición por el dueño del suelo a la solicitud

de alguna concesión minera o a la práctica de las medidas correspondientes ale­

gándose que no existe el criadero, si hubiese indicios de éste en la superficie del

terreno, o alguna cata o trabajo de exploración en el mismo criadero, el Agente de

Fomento desechará de plano la oposición.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 335

En el caso de que no existan en la superficie del terreno indicios del criadero, ni

cata o trabajo alguno de exploración en él practicados, se seguirá un proce­

dimiento análogo al del artículo 11 de esta ley; el juez respectivo decidirá si es de

otorgarse o no la concesión, y su fallo es apelable en ambos efectos. La ejecutoria

se comunicará a la Secretaría de Fomento.

Artículo 21. Los agentes de la Secretaría de Fomento suspenderán los trámites en

el caso de que se presente oposición, y enviarán el expediente al juez de l a instan­

cia local respectivo, para la sustanciación del juicio correspondiente. La autoridad

judicial dará a conocer su fallo a la Secretaría de Fomento.

TÍTULO IV

Disposiciones generales

Artículo 22. La explotación de las sustancias minerales, ya sea de las concesibles

según esta ley, ya de las que corresponden al propietario superficial, queda su­

jeta a todas las medidas que dictará el Reglamento de esta ley, respecto de policía

y seguridad de las mismas explotaciones; pero cumpliendo con esas reglas, los

dueños gozarán, por otra parte, de completa libertad de acción industrial, para

trabajar de la manera que mejor les convenga, activando, retardando o suspen­

diendo por más o menos tiempo sus labores; empleando en ellas el número de

operarios que quieran y en el punto que les parezca más oportuno; y siguiendo,

por último, los sistemas que prefiera, de disfrute, extracción, desagüe y ventila­

ción, según lo juzguen más conveniente a sus propios intereses.

Quedan, sin embargo, los dueños responsables por los accidentes que ocurran

en las minas a causa de estar mal trabajadas, y a indemnizar los daños y perjui cios

que ocasionen a otras propiedades por falta de desagüe, o por cualquiera otra

circunstancia que menoscabe los intereses ajenos.

Artículo 23. Cuando haya necesidad, para impulsar los trabajos de las minas de

una localidad, de llevar a cabo socavones de desagüe, la ejecución de estas obras

será materia de contrato entre los interesados.

Artículo 24. Las Sociedades o Compañías que se formen para la explotación de

las minas, se regirán por las disposiciones del Código de Comercio, excepto en lo

relativo a Asociaciones que no son admisibles en asuntos mineros.

Artículo 25. El contrato llamado hasta hoy de avío, revestirá en lo sucesivo el ca­

rácter, o de sociedad, en cuyo caso se observará la prevención del artículo ante rior

de esta ley, o de hipoteca.

336 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

La hipoteca, en materia de minas, puede constituirse libremente con arreglo a las

disposiciones del Código Civil del Distrito Federal; pero teniendo en cuenta la

indivisibilidad de la pertenencia, establecida en el artículo 14 de esta ley y obser­

vándose, en cuanto al Registro, lo dispuesto en el Código de Comercio, a cuyo

efecto se abrirá un Libro especial de operaciones de minas.

El acreedor hipotecario tendrá siempre el derecho de pagar el impuesto de que

trata el artículo 5o. de esta ley, y adquirirá, por dicho pago, un derecho de prefe­

rencia respecto al dueño de la mina, con prelación a su propia hipoteca.

Artículo 26. La hipoteca podrá fraccionarse en obligaciones hipotecarias, nomi­

nativas o al portador, ya sea en el mismo título constitutivo de la deuda o por

documento posterior. En todo caso, contendrá las prevenciones que organicen

la representación común de los tenedores de obligaciones. Estas prevenciones, lo

mismo que las relativas al monto de la deuda y a las condiciones de ésta y de la ga­

rantía, constarán impresas en cada uno de los títulos hipotecarios.

Los tenedores de obligaciones hipotecarias sólo podrán ejercitar sus acciones

contra el deudor o el fundo hipotecado, por medio del representante común,

cuyos actos en lo que se refiera a esos derechos, serán obligatorios para la totali­

dad de los tenedores.

Artículo 27. Los juicios en materia de negocios mineros, se substanciarán en el

Distrito y Territorios Federales, o en cada Estado, por los jueces y tribunales que

sean allí competentes, conforme a las disposiciones del Código de Comercio,

observándose asimismo lo prescrito en el capítulo 9o., título lo., libro 4o. de di­

cho Código Mercantil, sobre la base de que el primero gasto de Administración

indicado en la fracción 2a. del artículo 1,030 del propio Código, es el pago del

impuesto.

Artículo 28. El nuevo impuesto que reportarán todas las concesiones mineras,

con excepción de las que estén expresamente exentas por contrato, será federal

de propiedad, y lo establecerá la ley especial correspondiente.

Respecto de los demás impuestos de la Minería, se observarán las prescripciones

de la ley de G de junio de 1887.

Artículo 29. La falta de pago del impuesto de propiedad, según las prescripcio­

nes y procedimientos de la ley que lo establezca, constituirá, desde la fecha de la

vigencia de la presente ley la única causa de caducidad de las propiedades mi­

neras, las cuales en este caso quedan libres de todo gravamen, y se otorgarán al

primer solicitante, conforme a las prevenciones de esta ley y de su reglamento.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 337

Artículo 30. El ramo de minería dependerá de la Secretaría de Estado y del

Despacho de Fomento, Colonización e Industria, la que podrá en consecuencia,

en conformidad con las prescripciones de esta ley, dictar todas las medidas que

juzgue convenientes para impulsar la prosperidad de la industria minera, y vigi­

lar por el cumplimiento de la misma ley, nombrando los Ingenieros Inspectores

de Minas que crea necesarios para visitar las explotaciones de las substancias

minerales, hacer estudios, practicar reconocimientos y desempeñar en general

las comisiones que les encomiende la propia Secretaría, de acuerdo con lo que

sobre el particular detalle el Reglamento.

Artículo 31. El Ejecutivo designará, en los términos del artículo 21 de la Cons­

titución federal, las penas gubernativas en que incurran los que infrinjan las

disposiciones de los reglamentos que expida para la aplicación de esta ley.

De los delitos oficiales de que sean responsables los agentes de la Secretaría de

Fomento, conocerán los Jueces de Distrito correspondientes, conforme a las

leyes respectivas.

Los delitos comunes que se cometan en las minas, quedan sujetos al juez territo­

rial correspondiente, sin perjuicio de las penas gubernativas que, en su caso,

pueda imponer la autoridad federal administrativa.

Artículo 32. El establecimiento y la explotación de las haciendas de beneficio y

de toda clase de oficinas metalúrgicas, se regirá por las prescripciones de las

leyes comunes, y, en materia de impuestos, por lo que previene la ley de 6 de

Junio de 1887.

Artículo 33. Queda exenta del impuesto la parte de los socavones situados fuera

de pertenencias, cuando éstos se destinan exclusivamente a la ventilación, desa­

güe y extracción de minerales que no provengan del mismo socavón.

TÍTULO V

Disposiciones transitorias

Artículo 1o. Los denuncios de minas o demasías, que se encuentren en trami­

tación al comenzar a regir esta ley, continuarán substanciándose y se decidirán

conforme a las prescripciones de la misma.

Artículo 2o. Las demasías o huecos existentes entre las propiedades mineras

inme diatas o colindantes, y que no hayan sido denunciadas al comenzar a regir

esta ley, corresponderán y serán otorgadas al primero que las solicite.

338 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Artículo 3o. Los contratos para la exploración y explotación de zonas mineras, celebrados con la Secretaría de Estado y del Despacho de Fomento, Coloniza­ción e Industrias, que están vigentes al comenzar a regir esta ley, y en virtud de los cuales los concesionarios estén cumpliendo con las estipulaciones respecti­vas, permanecerán en vigor por todo el tiempo de su duración, si así lo desean los concesionarios; pero éstos, dentro del plazo de un año, contado desde la fecha de la vigencia de esta ley, podrán optar por ella, y tan luego como así lo declaren ante la Secretaría de Fomento, serán relevados por ésta de las obligaciones que les imponen dichos contactos, se les devolverán los depósitos correspondientes, y, quedando tan sólo sujetos a las prescripciones de esta ley y de su Reglamento, adquirirán y conservarán a perpetuidad sus concesiones mineras, mediante el pago del impuesto federal de propiedad.

Artículo 4o. Las propiedades mineras existentes y que se encuentren en explo­tación o amparo al comenzar a regir esta ley, aun cuando no estén comprendi­das en ellas, quedan subsistentes; y las minas conservarán sus pertenencias con las medidas que tengan aun cuando sean diferentes de las que ahora se estable­cen, pero para los efectos del impuesto, servirá de unidad la expresada en el artículo 16 de esta ley.

Podrán, sin embargo, sus dueños pedir la rectificación de sus concesiones y la expedición de nuevo título de propiedad.

Artículo 5o. Los contratos de avío y todos los relativos a negocios mineros exis­tentes al entrar en vigor esta ley, se regirán por sus respectivas estipulaciones, y en los puntos omisos, por la legislación minera vigente en la época en que se hayan celebrado; pero será indispensable para la validez de los actos futuros que de los contratos emanen, que éstos se registren conforme a lo dispuesto en los artícu­los 24 y 25 de esta ley, dentro del plazo de un año, contado desde su vigencia. En consecuencia, en el caso de que una negociación minera se transfiriese por cualquier título a tercer poseedor, éste responderá de los gravámenes consecu­tivos a los referidos contratos, supuesto que de ellos emana una acción real.

Artículo 6o. Los trabajos que se estén ejecutando en pertenencias ajenas con­forme a la legislación vigente, no podrán proseguir adelante después de la fecha en que comience a regir la presente ley, sin consentimiento del dueño de las pertenencias.

DISPOSICIÓN FINAL

Artículo único.­ Esta ley comenzará a regir en toda la República el día 1o. de ju­lio de 1892, y desde esa fecha quedarán derogados el Código de Minería de 22

de noviembre de 1884, así como las circulares y disposiciones relativas.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 339

Queda también derogado desde la fecha de la promulgación de esta ley, el artícu­

lo 10 de la ley de 6 de junio de 1887.

Alfredo Chavero, diputado presidente.

V. de Castañeda y Nájera, senador presidente.

José M. Gamboa, diputado secretario.

Mariano Bárcena, senador secretario.

“Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento.”

Dado en el Palacio del Poder Ejecutivo de la Unión, en México, a cuatro de junio

de mil ochocientos noventa y dos.

Porfirio Díaz.

Gral. Porfirio Díaz Mori, Presidente de México

340 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Al C. Manuel Fernández Leal, Secretario de Estado y del Despacho de Fomento,

Colonización e Industria.

Y lo comunico a usted para su inteligencia y fines consiguientes.

Libertad y Constitución.

México, junio 4 de 1892.

M. Fernández Leal.

Fuente: De la crisis del modelo borbónico al establecimiento de la República Federal, Gloria Villegas Moreno y Miguel Ángel Porrúa Venero (coords.), Margarita Moreno Bonett. Enciclopedia Parlamentaria de México, del Instituto de Investigaciones Legislativas de la Cámara de Diputados, LVI Legislatura, México, 1a. ed., 1997, Serie III. Documentos, Volumen I. Leyes y documentos constitutivos de la Nación mexicana, t. III. p. 75.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 341

Águila y serpiente con los símbolos de la Justicia

343

Anexo 13

¿Pueden conocer de problemas de Constitucionalidad de Leyes,

autoridades distintas del Poder Judicial de la Federación?2

En relación con el proyecto de sentencia del Ministro Gabino Fraga, publicado en los números 13­14 de esta Revista, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público ha formulado el estudio que se publica a continuación y que contiene la tesis sustentada por este órgano del Poder Ejecutivo, en materia de tanta trascendencia, a fin de que se tome en consideración por la Suprema Corte de Jus­ticia de la Nación al resolver, en definitiva, el juicio de amparo en que se ha planteado la controversia a que alu­de el título anterior.

El propio proyecto del Ministro Fraga, motivó los estu­dios de los señores licenciados Antonio Martínez Báez y Antonio Carrillo Flores, que se publican en páginas anteriores.

C. Ministros de la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia

de la Nación.­Ciudad.

Estando para resolverse por la Sala Administrativa de esa H. Suprema Corte,

la revisión número 4072/941/11, relativa al juicio de amparo promovido por la

Compañía Telefónica de Sabinas, S. A., en liquidación; y consultando el proyec­

to de sentencia –que ya es del dominio público– el cambio de la jurisprudencia

2 Transcripción del documento original, publicado en Revista de la Escuela Nacional de Jurispruden-cia, México, UNAM, Vol. 4, No. 15, 1942, julio­septiembre, “¿Pueden conocer de problemas de Cons­titucionalidad de Leyes, autoridades distintas del Poder Judicial de la Federación?”, pp. 385­409.

C

344 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

sostenida al respecto por la Suprema Corte, sustentándose ahora una tesis de

tanta trascendencia para los intereses públicos, como es la de reconocer compe­

tencia a las autoridades dependientes del Poder Ejecutivo Federal, para conocer

de los problemas de inconstitucionalidad de las leyes; la Secretaría de Hacienda

y Crédito Público, en su carácter de tercero perjudicado que le ha sido recono­

cido en autos, presenta a la ilustrada consideración de ustedes el siguiente:

ESTUDIO

La tradicional jurisprudencia de la Suprema Corte, es la siguiente:

No compete a las autoridades comunes resolver si una Ley o Reglamen­

to son contrarios o no a la Constitución de la República, sino a la Justi­

cia Federal. (Tesis 30, Apéndice al Tomo LXIV, del Semanario Judicial de la

Federación; Tesis 27, Apéndice al Tomo L del mismo Semanario, etc.)

El proyecto de sentencia que se consulta, considera que no debe subsistir

esa jurisprudencia, y que, por lo tanto, pueden conocer de la inconstitucionali­

dad de las leyes, autoridades ajenas a la Justicia Federal, incluso, por ende, las

autoridades administrativas.

Ahora bien, ¿debe sostenerse la jurisprudencia anterior o es conveniente

substituirla por la opinión que propone el proyecto?

En concepto de esta Secretaría, debe conservarse la opinión tradicional de

la Corte, y de modo especial cuando se trate de autoridades administrativas, aun

cuando estén dotadas de facultades decisorias propias. Los fundamentos de esta

opinión son los siguientes:

Siguiendo la clásica doctrina de Derecho Público sobre división de Poderes,

desde los primeros códigos políticos de México, se aceptó que el ejercicio de la

soberanía se realiza por los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Pero se acep tó

también, como a todos es sabido, que esta división no es absoluta, sino que se le

atempera constantemente, transformándola en “colaboración de órganos”, lo que

permite a un Poder intervenir en las funciones de los otros.

Entre esas interferencias de un Poder en el de los demás, ha sido aceptada

en el Derecho Público Mexicano, invariablemente, la de que el Ejecutivo Fe­

deral puede intervenir en el proceso legislativo, bien ejercitando la facultad de

iniciativa de las leyes, bien realizando los actos promulgatorios de ellas; bien

oponiéndose a que sean expedidas.

Esta última facultad es la que se conoce en la doctrina con el nombre de

“veto”, y es aceptada unánimemente por los Códigos Políticos de los diversos

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 345

países de organización constitucional. (Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Es­tado Libre de Irlanda, Rumania, Finlandia, etc.)

Ahora bien, ¿cuál es la finalidad de esta prerrogativa? ¿capacitar únicamente al Ejecutivo para dar una garantía de prudencia legislativa, mediante la intervención ilustrada por la experiencia y afianzada en su responsabilidad personal, y evitar las invasiones del Poder Legislativo, o además de eso, y de manera preferente, evitar que se expidan leyes contrarias a la Constitución?

Veamos lo que opinan algunos de los exponentes de la doctrina continental europea:

Montesquieu, el estructurador de la teoría de división de poderes, recono­ce y justifica la posibilidad de impedirlas, por el Ejecutivo, “para evitar las malas leyes”. (“Espíritu de las Leyes”. Libro XI, capítulo VI), entendiendo por malas prin ­cipalmente aquéllas que están en desacuerdo con la norma fundamental del Estado.

A su vez, Kelsen, autoridad contemporánea en Derecho Público, expresa: “El monarca reclama para sí el derecho de publicar la ley y atestiguar su constitu­cionalidad... Por eso hay que rechazar todo juicio contrario al suyo acerca de la constitucionalidad de una ley por él publicada”. (Hans Kelsen, “Teoría General del Estado”. Capítulo VII. Apartado 36. Sección E)

Otto Mayer escribe: “El acto de creación normativa testimonia por el sólo hecho de haber sido promulgado, que existen los supuestos de su regularidad. Este testimonio lo hace obligatorio, a no ser que la legislación atribuya a alguien la competencia de revisar y anular tal acto”. (“Deutsches Verwal­tungsrecht”. Segun da edición, Tomo I)

A. Esmein, en su obra “Droit Constitutionnel Francais et Comparé” edición 1921, pág. 479, dice: “El veto fue introducido en Francia en la Constitución de 1791. Tiene efectos suspensivos, mientras no es ratificada la ley por dos legislaturas sucesivas, y garantiza la constitucionalidad de ella”.

Por su parte, los juristas angloamericanos, no son menos explícitos en esta materia.

Woodrow Wilson en su libro “Congressional Government”, pág. 272 de la traducción francesa, afirma: “Nadie podrá objetar el principio de que el Poder Legislativo es el genuino representante del pueblo; que el Poder Administrativo le está subordinado y sólo puede ejecutar las leyes emanadas de aquél, sin más posi­bilidad de objeción que la que le otorga el veto; ya que el único Poder facultado

para apreciar la constitucionalidad de las leyes ya expedidas, es el Judicial”.

346 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Según Willougliby, existe en el derecho público americano, la presunción

de constitucionalidad de toda ley secundaria, sea que emane del Congreso Fede­ral o de las legislaturas de los Estados, si ha sido debidamente promulgada por

el Ejecutivo, y ya no puede ser invalidada, sino por el Poder Judicial. (“Principles

of the Constitutional Law of the United States”. Segunda edición)

El Magistrado Gibson, en la ejecutoria Eakin vs. Raub, sustenta el mismo

principio de que, si el Presidente no ha formulado el veto contra una ley, o si

formulado, las Cámaras confirman su decisión anterior, el Ejecutivo debe promul­

garla, esto es, se encuentra obligado a certificar su validez, y en consecuencia no

puede ser desconocida por las autoridades dependientes del mismo Ejecutivo.

Bryce, en su obra “American Commonwealth”, Tomo I, página 55, comen­

tando la conveniencia del Veto Presidencial, para evitar leyes inconstitucionales

dice:

“La Nación tiene frecuentemente muy buenas razones para desconfiar

del Poder Legislativo, por ser un Cuerpo muy susceptible a las influen­

cias privadas... Por eso, en lugar de desagradar al pueblo el derecho

presidencial del Veto, el Presidente se granjea su asentimiento”.

P. W. James, para comprobar la eficacia del veto, asegura que éste “ha sido

usado por los Presidentes de’ los Estados Unidos, hasta principios del siglo XX,

434 veces; 17 de ellas en contra de leyes consideradas inconstitucionales”. (P. W.

James, “The American Government”, página 301)

John Fiske, en su “Introducción al Derecho Constitucional Americano”,

–capítulo VII, página 248, edición de 1906–, dice: “El veto Presidencial es un

deri vado, aunque estrecho del que, en lo antiguo ejercitaron los soberanos ingle­

ses, y absoluto hoy en la práctica. Como medio en contra de una ley inconstitu­

cional, el veto ha resultado ser una de las características más valiosas de nuestra

Constitución Federal”.

En nuestro derecho público, el veto ha existido en todas las Constituciones

vigentes en México a partir de la época independiente, con la misma finalidad

que le reconoce la doctrina extranjera a esa institución política.

La Constitución española de 1812, que fue declarada vigente en el país en

dos ocasiones, en su artículo 142 reconocía al rey la prerrogativa de objetar las

leyes; prerrogativa que al ser discutida por las Cortes Españolas, sostuvo y fundó

la comisión, por voz de su Presidente Argüelles, diciendo: “Cuando la Comisión

dio la sanción al rey, consideró que era necesario este artículo para el caso de

haber gran número de diputados, cuyas pasiones fuesen demasiado exaltadas, y

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 347

sus miras dirigidas a invadir la Ley Fundamental, pues entonces pueden tener un correctivo en la sanción del rey”. (Versión de las discusiones de la Constitución española de 1812, Montiel y Duarte)

Posteriormente, tanto la Constitución de 1824, (artículos 9, 10, 11 y 12), como las Siete Leyes Constitucionales (artículos 37 y 38), y las Bases Orgánicas de 1843, (artículo 84, frac. XX), consagraron el mismo principio.

La Constitución de 1857 recoge el precepto y, al ser discutido, su justifica­ción provoca animadas polémicas entre los constituyentes; pero se conviene al final en que debe subsistir el veto del Ejecutivo. “Porque hay que temer mucho del despotismo del Poder legislativo, y sin el veto no habría manera de remediar las leyes inconstitucionales que se expidan”. (“Derecho Público Mexicano”. Mon­tiel y Duarte, Tomo IV, página 759)

Los constituyentes de 1917 aprobaron sin discusión el artículo 72, que esta­blece el veto del Presidente de la República, reproduciendo el texto del Código de 1857, por lo cual cabe suponer que sirvieron de fundamento a tal precepto las mismas consideraciones que a sus análogos anteriores, que lo consideraron como un medio de remediar por parte del Ejecutivo Federal, las leyes incons­titucionales.

Si, pues, tanto en la doctrina extranjera, como en el derecho constitucional mexicano, se atribuye al veto del Presidente de la República, entre otras finali­dades la de impedir que se promulguen leyes inconstitucionales, y se le considera como el medio jurídico idóneo para obtener dicha finalidad, resulta evidente que toda ley promulgada por el Ejecutivo, debe reputarse respecto del mismo y de los funcionarios dependientes de él, como constitucional y, en consecuencia, obligatoria para todas las autoridades administrativas.

El único caso en que al expedirse una ley en México se ha expresado –en la exposición de motivos de ella– un criterio diverso, o sea que sí corresponde a las autoridades administrativas juzgar de la constitucionalidad de las leyes, aunque hayan sido debidamente promulgadas, es el que ofrece la motivación de la Ley Orgánica de los Tribunales Federales, de agosto de 1934. Pero cabe observar como dato revelador, que aun en ese único caso, el autor mismo de esa parte de la exposición de motivos, licenciado Antonio Carrillo Flores, reconoce expresa­mente en su obra “La Defensa Jurídica de los Particulares frente a la Adminis­tración”, páginas 121 y 122, el error de esa tesis por él sugerida, y se pronuncia por el principio de que una vez promulgada una ley no puede, en general, ser desacatada por las autoridades administrativas.

De no admitirse la interpretación anterior, se llegaría a las ilógicas, antiju­

rídicas y desquiciadoras consecuencias siguientes: a) Por una parte, se rompería

348 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

la unidad de régimen que supone una administración pública jerarquizada,

puesto que se daría la situación de que una ley inobjetable en concepto del Titu­

lar del Ejecutivo, promulgada por él y ordenado por él su cumplimiento, no sea

obedecida por las autoridades inferiores; b) Por otra parte, se crearía un verda­

dero caos, pues pudiendo cada empleado o funcionario público aplicar o no una

ley, a su arbitrio, según que a sus ojos apareciera como constitucional o no, exis­

tirían tantas y tan variadas interpretaciones subjetivas, como servidores del Poder

Público, lo cual conduciría, además de la confusión correspondiente tanto para

las autoridades como respecto de los particulares, al desquiciamiento mismo del

orden jurídico; c) Se pondrían en serio peligro los intereses fundamentales

del Estado, pues dejando al arbitrio de los servidores públicos, la facultad de deci­

dir sobre la constitucionalidad de las leyes, se les dejaría también la facultad de

no cumplir con ellas, y más aún, de dispensar su cumplimiento a los particulares.

Imagínese a qué extremos conduciría el que, por ejemplo, los jefes de las Ofici­

nas Federales de Hacienda –que son funcionarios con facultades decisorias

propias– declararan que no deben cobrar los impuestos federales, porque las leyes

en que se establecen no son votadas anualmente, como lo exige la fracción II

del artículo 65 constitucional; o que, en el ramo de guerra, se nieguen las auto­

ridades militares a cumplir con la Ordenanza General del Ejército, porque con­

tiene limitaciones a los artículos 9°, 11, 14 y 16 de nuestro Código Político. Y el

problema sube de punto si se considera que existen entre los agentes de la admi­

nistración –fundamentalmente en su aspecto municipal–, servidores públicos

iletrados, o por lo menos con tan exigua cultura general –ya no digamos jurídica–

que no pueden realizar interpretación alguna de la índole de la que requiere el

complejo examen de la constitucionalidad de las leyes. ¿Y va a dejarse al criterio

semianalfabeta de estos servidores públicos formular un juicio de valor respecto

de la validez de las normas del derecho objetivo? Es claro que si el Presidente de

la República, que cuenta con numerosos y preparados colaboradores técnicos,

con verdaderos especialistas en cada ramo, como deben ser los Secretarios de

Estado –quienes no sólo adquieren responsabilidad técnica en el refrendo de las

leyes, sino fundamentalmente responsabilidad política, de acuerdo con el artícu­

lo 92 constitucional–, no encuentra motivos para objetar la ley, con mucho menor

acierto podrá hacerlo una autoridad administrativa inferior, destinada por razón

de sus funciones a realizar actos de ejecución y no juicios discriminativos de

problemas de valorización de normas, que requieren una preparación sólida y

conocimientos destacados en la ciencia del derecho.

Es incuestionable que para juzgar con acierto acerca de si una disposición

legislativa es en verdad inconstitucional, requiere casi siempre un conocimiento

detallado de cada uno de los textos del Código Fundamental, pero además es

necesario estar enterado del alcance de cada precepto, de su connotación autén­

tica, y en repetidas ocasiones conocer cuál es la acepción técnica, o por lo menos

jurídica, de los vocablos usados por la Constitución; así, por ejemplo, determinar

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 349

cuál es el significado y alcance de conceptos como “retroactivo”, “orden públi­

co”, “tribunal especial”, “ley privativa”, “visita domiciliaria”, “tracto sucesivo”,

“fuero”, “dominio directo”, “absolver de la instancia”, “estanco”, “deficiencia de

la queja”, “Federación como parte”, “gran jurado”, “equidad”, etc., es tarea tan

delicada y difícil, que ha requerido la intervención de eruditos y tratadistas,

quienes en muchos casos, ni siquiera han podido ponerse de acuerdo sobre la

interpretación de tales conceptos.

El conocimiento del alcance de los términos usados por la Constitución es

tan preciso, que de faltar, conduce a peligrosos extremos; supongamos el siguien­

te caso en la materia que corresponde a la Dependencia a mi cargo: la Ley del

Impuesto sobre la Renta, fija cuotas “progresivas”, es decir, a mayor utilidad,

mayor impuesto, pero sin guardar una relación geométrica entre éste y la rique­

za gravada. Al ir a aplicar esa ley, las autoridades fiscales inferiores podrían

–siguien do los lineamientos del proyecto de ejecutoria que se consulta–, con

aparente razón, negarse a cobrar tal tributo, ya que se podría estimar infringido

el artículo 31 constitucional, que establece que el impuesto será “proporcional”

y no “progresivo”, arguyendo que el constituyente aludió a una determinada

clasificación financiera de impuestos. Sólo después de prolijos estudios de herme­

néutica constitucional, se llegaría a precisar que el artículo 31 no se refiere, al

hablar de impuestos “proporcionales” a una clasificación económica del impues­

to, que excluya la adopción de cuotas fijas, progresivas y degresivas, sino un

simple principio de equidad, defectuosamente expresado.

Pues imagínese cuál no sería la dificultad de las autoridades administrativas

subalternas para precisar, ya no la inconstitucionalidad de una ley secundaria,

referida a la Constitución, sino a un Tratado negociado por el C. Presidente y

aprobado por el Senado. Comiéncese porque tales Tratados no son, en muchas

ocasiones, del dominio público, y a veces su existencia es sólo conocida por un

limitado número de personas especialistas en derecho Internacional, por lo que

escapan a la mayoría de los servidores públicos. ¿Y cómo podría obligarse a éstos

que hicieran un análisis comparativo de las leyes que aplican, con tales tratados que

por lo regular desconocen, y aún conociéndolos, si ignoran cuáles fueron las ra­

zones de política internacional que justificaron la negociación de los mismos?

Al proyecto de ejecutoria no escapa la trascendencia de las consecuencias

que traería la adopción del sistema que permita a todas las autoridades realizar

la interpretación de las leyes, y se apresura a restringir dicha facultad única­

mente “al Presidente de la República y a un escaso número de funcionarios que

le están sometidos jerárquicamente y que tienen facultades de decisión en la

aplicación de la ley, en tanto que el resto se limita a cumplir órdenes de sus supe­

riores... así pues, aquella posibilidad sólo se reconoce en favor de aquellas autori­

dades que tienen facultades de decisión para aplicar las leyes”.

350 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Tal limitación propuesta por el proyecto, sería arbitraria y estaría en pugna

con el texto mismo del artículo 133 constitucional –en que se pretende fundar tal

facultad–, que no hace distinción alguna entre funcionarios con decisión propia

y funcionarios ejecutores; y por otra parte, aun admitiendo que– el superior sea

el encargado de examinar la constitucionalidad de la ley que aplica, excluyendo el

juicio del inferior, quedaría siempre a éste –en el orden de ideas sustentadas por

el proyecto– la posibilidad de examinar la constitucionalidad misma de la orden

del superior que va a cumplir, no habiéndose adelantado nada, pues quedaría

en pie el problema.

Cuando en el siglo anterior fueron formuladas las mismas objeciones a que

se viene haciendo referencia, respecto de la facultad de los jueces locales para

apre ciar la constitucionalidad de las leyes aplicadas por ellos, se dijo: que la

Admi nistración de Justicia sería imposible con el hecho de someter al criterio de

cada juez local, sin exclusión de los de ínfima categoría, cuestiones tan graves y

a veces tan difíciles como son las constitucionales; y que desde el momento en

que a los jueces les fuera lícito desobedecer impunemente las leyes, la anarquía

se apoderaría de los Tribunales, se relajaría la obediencia que los inferiores de­

ben a los superiores, y que las doctrinas de la jurisprudencia y la autoridad de las

ejecutorias, serían substituidas con las opiniones divergentes y contradictorias del

libre examen.

Pero Vallarta, siguiendo el pensamiento de la doctrina norteamericana, daba

la solución a tales objeciones, diciendo: “lícito, obligatorio, aun al juez local de

inferior categoría le es no aplicar la ley que en la interpretación que de ella haga,

juzgue contraria a la Constitución; pero no se sigue por ello que sus errores queden

sin correctivo, porque éstos se enmiendan en grado por los Tribunales Supe­

riores. Los Tribunales Superiores al revisarlas, no sólo las enmiendan, sino que

aun castigan al juez, cuando haya méritos para ello, y siempre que ha bastado

esta intervención de esos Tribunales, para que nunca el poder de interpretación

de los inferiores, traiga la anarquía como resultado necesario. El poder de revi­

sión de los Tribunales Superiores, da eficaces garantías contra ese temor. Y no

habrá tantos intérpretes de la Ley Suprema como hay jueces locales, ni siquiera

tantos cuantos son los Tribunativo? Es claro que si el Presidente de la República,

que cuenta con numerosos y preparados colaboradores técnicos, con verdaderos

especialistas en cada ramo, como deben ser los Secretarios de Estado –quienes

no sólo adquieren responsabilidad técnica en el refrendo de las leyes, sino fun­

damentalmente responsabilidad política, de acuerdo con el artículo 92 constitu­

cional–, no encuentra motivos para objetar la ley, con mucho menor acierto

podrá hacerlo una autoridad administrativa inferior, destinada por razón de sus

funciones a realizar actos de ejecución y no juicios discriminativos de problemas

de valorización de normas, que requieren una preparación sólida y conocimien­

tos destacados en la ciencia del derecho.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 351

Es incuestionable que para juzgar con acierto acerca de si una disposición

legislativa es en verdad inconstitucional, requiere casi siempre un conocimiento

detallado de cada uno de los textos del Código Fundamental, pero además es

necesario estar enterado del alcance de cada precepto, de su connotación autén­

tica, y en repetidas ocasiones conocer cuál es la acepción técnica, o por lo menos

jurídica, de los vocablos usados por la Constitución; así, por ejemplo, determinar

cuál es el significado y alcance de conceptos como “retroactivo”, “orden públi­

co”, “tribunal especial”, “ley privativa”, “visita domiciliaria”, “tracto sucesivo”,

“fuero”, “dominio directo”, “absolver de la instancia”, “estanco”, “deficiencia de

la queja”, “Federación como parte”, “gran jurado”, “equidad”, etc., es tarea tan

delicada y difícil, que ha requerido la intervención de eruditos y tratadistas,

quienes en muchos casos, ni siquiera han podido ponerse de acuerdo sobre la

interpretación de tales conceptos.

El conocimiento del alcance de los términos usados por la Constitución es

tan preciso, que de faltar, conduce a peligrosos extremos; supongamos el siguien­

te caso en la materia que corresponde a la Dependencia a mi cargo: la Ley del

Impuesto sobre la Renta, fija cuotas “progresivas”, es decir, a mayor utilidad,

mayor impuesto, pero sin guardar una relación geométrica entre éste y la riqueza

gravada. Al ir a aplicar esa ley, las autoridades fiscales inferiores podrían –siguien­

do los lineamientos del proyecto de ejecutoria que se consulta–, con aparente

razón, negarse a cobrar tal tributo, ya que se podría estimar infringido el artícu­

lo 31 constitucional, que establece que el impuesto será “proporcional” y no

“progresivo”, arguyendo que el constituyente aludió a una determinada clasifi­

cación financiera de impuestos. Sólo después de prolijos estudios de hermenéu­

tica constitucional, se llegaría a precisar que el artículo 31 no se refiere, al hablar

de impuestos “proporcionales” a una clasificación económica del impuesto, que

excluya la adopción de cuotas fijas, progresivas y degresivas, sino un simple princi­

pio de equidad, defectuosamente expresado.

Pues imagínese cuál no sería la dificultad de las autoridades administrativas

subalternas para precisar, ya no la inconstitucionalidad de una ley secundaria,

referida a la Constitución, sino a un Tratado negociado por el C. Presidente y

aprobado por el Senado. Comiéncese porque tales Tratados no son, en muchas

ocasiones, del dominio público, y a veces su existencia es sólo conocida por un

limitado número de personas especialistas en derecho internacional, por lo que

escapan a la mayoría de los servidores públicos. ¿Y cómo podría obligarse a éstos

que hicieran un análisis comparativo de las leyes que aplican, con tales tratados que

por lo regular desconocen, y aún conociéndolos, si ignoran cuáles fueron las ra­

zones de política internacional que justificaron la negociación de los mismos?

Al proyecto de ejecutoria no escapa la trascendencia de las consecuencias

que traería la adopción del sistema que permita a todas las autoridades realizar

352 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

la interpretación de las leyes, y se apresura a restringir dicha facultad única­

mente “al Presidente de la República y a un escaso número de funcionarios que

le están sometidos jerárquicamente y que tienen facultades de decisión en la

aplicación de la ley, en tanto que el resto se limita a cumplir órdenes de sus supe­

riores... así pues, aquella posibilidad sólo se reconoce en favor de aquellas autori­

dades que tienen facultades de decisión para aplicar las leyes”.

Tal limitación propuesta por el proyecto, sería arbitraria y estaría en pugna

con el texto mismo del artículo 133 constitucional –en que se pretende fundar

tal facultad–, que no hace distinción alguna entre funcionarios con decisión

propia y funcionarios ejecutores; y por otra parte, aun admitiendo que. el supe­

rior sea el encargado de examinar la constitucionalidad de la ley que aplica,

exclu yendo el juicio del inferior, quedaría siempre a éste –en el orden de ideas

sustentadas por el proyecto– la posibilidad de examinar la constitucionalidad

misma de la orden del superior que va a cumplir, no habiéndose adelantado

nada, pues quedaría en pie el problema.

Cuando en el siglo anterior fueron formuladas las mismas objeciones a que

se viene haciendo referencia, respecto de la facultad de los jueces locales para

apreciar la constitucionalidad de las leyes aplicadas por ellos, se dijo: que la Admi­

nistración de Justicia sería imposible con el hecho de someter al criterio de cada

juez local, sin exclusión de los de ínfima categoría, cuestiones tan graves y a veces

tan difíciles como son las constitucionales; y que desde el momento en que a los

jueces les fuera lícito desobedecer impunemente las leyes, la anarquía se apode­

raría de los Tribunales, se relajaría la obediencia que los inferiores deben a los

superiores, y que las doctrinas de la jurisprudencia y la autoridad de las ejecuto­

rias, serían substituidas con las opiniones divergentes y contradictorias del libre

examen.

Pero Vallarta, siguiendo el pensamiento de la doctrina norteamericana,

daba la solución a tales objeciones, diciendo: “lícito, obligatorio, aun al juez local

de inferior categoría le es no aplicar la ley que en la interpretación que de ella

haga, juzgue contraria a la Constitución; pero no se sigue por ello que sus erro­

res queden sin correctivo, porgue éstos se enmiendan en grado por los Tribuna­

les Superiores. Los Tribunales Superiores al revisarlas, no sólo las enmiendan, sino

que aun castigan al juez, cuando haya méritos para ello, y siempre que ha basta­

do esta intervención de esos Tribunales, para que nunca el poder de interpre­

tación de los inferiores, traiga la anarquía como resultado necesario. El poder de

revisión de los Tribunales Superiores, da eficaces garantías contra ese temor.

Y no habrá tantos intérpretes de la Ley Suprema como hay jueces locales, ni si­

quiera tantos cuantos son los Tribunales Superiores... pues la Constitución no

tiene sino un intérprete final y supremo, que es la Suprema Corte de Justicia de

la Nación”. (Votos tomo III, página 258)

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 353

De manera que, según la autorizada opinión de Vallarta, se evitan los incon­venientes apuntados, respecto de las decisiones de los jueces locales, porque hay posibilidad legal de que en todo caso sus sentencias lleguen al conocimiento de la Suprema Corte y sean por ella revisadas. Tal parece ser también la mente del proyecto de ejecutoria que se consulta, cuando al referirse a la calificación que haga el Tribunal Fiscal sobre la constitucionalidad de las leyes, expresa: “Debien­do además tener presente que la calificación que se haga por el Tribunal Fiscal, no podrá considerarse en ningún modo con carácter definitivo, pues a la Supre­ma Corte tocará en última instancia fijar la verdadera interpretación de los textos constitucionales”.

Ahora bien, tal cosa no acontece frecuentemente en materia administrativa, y, particularmente, tratándose del Tribunal Fiscal de la Federación, cuyas senten­cias, tienen características muy especiales.

En efecto, es práctica seguida en todo sistema procesal, establecer como una de las bases fundamentales del mismo, la igualdad de las partes en el litigio, es decir, que tanto el actor como el demandado gozan de las mismas garantías de procedimiento, de los mismos recursos, etc. Aun en juicios tan especiales como el de amparo, dicho principio de la igualdad procesal de las partes se conserva, dotando tanto al quejoso, como a la autoridad responsable, de derechos procesa­les análogos, capacitándolos para interponer los recursos legales correspondientes –revisión, queja, etc.– para ante la Suprema Corte. Pero en el juicio contencioso administrativo seguido ante el Tribunal Fiscal, no acontece tal cosa, pues sus sentencias no tienen la misma fuerza legal para todas las partes litigantes, ya que respecto de una de ollas, el particular inconforme, sólo constituye verdad legal re­lativa, puesto que pueden ser impugnadas en la vía constitucional; mientras que para las otras partes –autoridad fiscal demandada y autoridad fiscal tercero per­judicado– la resolución del Tribunal es definitiva, causa ejecutoria por sí misma, sin que sea susceptible de ser impugnada ya, ni en la vía común, ni en el juicio extraordinario de garantías, trayendo como consecuencia que las omisiones o errores en que incurra dicho Tribunal, no puedan ser subsanadas o corregidos por los Tribunales Federales de Justicia.

Siendo esa la situación del Tribunal Fiscal, resulta indisputable que no se sa tisfacen los requisitos que se señalan por la doctrina –y que se exigen por el pro yecto– como necesarios para que no exista el peligro de anarquía de la admi­nistración y de que se enseñoreen de ella las opiniones personales de los inferio­res, ya que las sentencias del Tribunal Fiscal, ni siquiera pueden ser objeto de re­visión administrativa por parte del C. Presidente de la República, ni de la Secretaría de Hacienda, por disponerlo así la ley que rige el Estatuto del mismo Tribunal.

Por eso el Código Fiscal de la Federación consideró pertinente limitar, en

forma expresa, el campo de competencia del Tribunal Fiscal, autorizando a éste

354 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

únicamente para juzgar de la legalidad de las resoluciones fiscales, consideradas

en relación con las leyes impositivas en particular; pero de manera alguna le

quiso dar competencia para decidir de la constitucionalidad de los actos admi­

nistrativos y mucho menos de la constitucionalidad de las leyes tributarias, ya

que se desvirtuaría la finalidad para la cual fue creado dicho Tribunal, y se le con­

vertiría, respecto de sus decisiones adversas al Estado, en una pequeña Suprema

Corte de Justicia, con menoscabo evidente de las atribuciones constitucionales

de ésta.

Cabe observar, por otra parte, que el proyecto de ejecutoria que se consulta,

señala como uno de los requisitos necesarios para admitir que las autoridades

administrativas puedan estimar la constitucionalidad de las leyes, el de que la

interpretación se haga por el funcionario para su propia acción, para el ejercicio

de sus propias facultades; y el Tribunal Fiscal de la Federación resolviendo con­

troversias en que se le planteen cuestiones de constitucionalidad de la ley apli­

cada por autoridad fiscal oficiosa, no realizaría esa interpretación para su propia

acción, sino para juzgar sobre los actos de otro órgano administrativo y para anular

las decisiones de éste, fundadas en una ley estimada ya por él como correcta.

Pero aún admitiendo la facultad de las autoridades administrativas para exa­

minar la constitucionalidad de las leyes que aplican, surgiría inmediatamente

esta otra serie de problemas cuya solución no ha sido prevista ni resuelta por la

ley; cuando un particular es afectado por una ley administrativa que juzga incons­

titucional, ¿en qué términos puede hacer valer su impugnación? ¿Oficiosamente

o tiene que esperar que se le aplique la ley? ¿Ante qué autoridad debe reclamar­

la? ¿Llenando qué formalidades? ¿En qué plazo? ¿Y si la decisión le es adversa,

puede acudir en contra de ella ante el superior jerárquico? ¿Cuándo? ¿Conforme

a qué procedimiento? ¿Existe un amparoide en materia administrativa? ¿Y en

qué podría fundarse la competencia del superior para conocer de problemas de

constitucionalidad decididos por el inferior? Y entonces, ¿qué sucede con la frac­

ción I del artículo 103 constitucional, que da jurisdicción a los Tribunales Fede­

rales para conocer de toda controversia que se suscite por actos de autoridad

que violen garantías individuales? ¿Hasta qué momento empieza la obligación

de acudir a los Tribunales? Y qué sucede con los plazos de caducidad que fija la

Ley de Amparo para intentar la acción constitucional, ¿se interrumpen mientras

decide la autoridad administrativa sobre la constitucionalidad de la ley o siguen

su curso? Y si la decisión del inferior se reclama en la vía jerárquica en última

instancia ante el titular mismo del Poder Ejecutivo, ¿cabe posibilidad jurídica y

sobre todo política, de que éste declare la inconstitucionalidad de una ley por él

promulgada, y en muchos casos, por él mismo expedida, bien en uso de faculta­

des extraordinarias, bien por ser una ley reglamentaria? ¿Y es que se va a conver­

tir en materia fiscal al Tribunal Fiscal de la Federación en corte de apelación en

asuntos constitucionales, de las resoluciones de las autoridades fiscales oficiosas?

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 355

Todos estos problemas quedan sin respuesta plausible, pues no habiéndose

pensado en asignar a los funcionarios administrativos misión tan delicada, claro

está que no se pensó tampoco en crear un sistema procesal especial para el caso,

como se ha creado cada vez que se entrega a un órgano del Estado una determi­

nada competencia y se reconoce al particular un interés jurídico protegido; ya

que dar una acción sin fijar al mismo tiempo los elementos procesales de su ejer­

cicio, equivale a no haber dado nada.

No, la Constitución, que es una norma suprema de orden y de equilibrio,

no puede querer, y ni siquiera permitir una anarquía semejante, ni entregarse

para ser interpretada en manos de la burocracia, por preparada que se le supon­

ga, que no es, ni nunca ha podido ser el genuino y autorizado intérprete de ella,

y mucho menos cuando el jefe nato de ella, el Presidente de la República, ha

puesto de relieve ya su sentir y externado su opinión al intervenir en el proceso

legislativo.

Indudablemente que el principio que se viene sosteniendo tiene como úni­

ca excepción aquella que fue ya estudiada y resuelta por la Corte de Pennsylva­

nia en el caso “Eakin vs. Raub”, y expuesta entre nosotros por Coronado, o sea

“aquellos casos en que los órganos administrativos reciben una competencia di­

recta de la Constitución”. En ese supuesto la Constitución no ha querido que su

cumplimiento esté condicionado a una previa intervención del Congreso; en­

tonces sí, una ley secundaria incompatible con el ejercicio de esa competencia

pone al Ejecutivo en la disyuntiva de aplicar la Constitución o la norma inferior,

y ante esa disyuntiva, no puede ni debe dudar en dar preferencia a la primera.

Pero ha de tratarse de una incompatibilidad directa, textual, evidente; tan pron­

to como el precepto constitucional resista la interpretación acogida en la ley del

Congreso, la administración debe respetarla.

Quizás se pudiera agregar a la anterior –pero no sin ciertas reservas– otra

excepción, fundada siempre en la conveniencia de que la Suprema Corte diga la

última palabra en las cuestiones constitucionales, y sería la que se refiere a aque­

llos casos en que el acto administrativo es jurídicamente irreparable y no existe

otra manera de hacer llegar a la Corte el conflicto entre la ley secundaria y la

Constitución.

Piensa la dependencia a mi cargo, que aceptando un sistema de interpre­

tación basado en las ideas expuestas, podría conseguirse tanto el respeto a la

supremacía constitucional, como el no dar lugar a los graves inconvenientes que

en líneas anteriores han sido señalados.

Examinada la cuestión relativa a los efectos jurídicos de la prerrogativa del

veto y precisado que éste es el medio pertinente de que se dota al Ejecutivo de la

356 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

República para que tenga la posibilidad de repudiar una ley inconstitucional,

conviene ahora estudiar, si además de ese medio tiene dicho Alto Funcionario y

las autoridades administrativas que de él dependen, algún otro que les permita las

mismas finalidades.

Se alude a este respecto en el proyecto de sentencia que se consulta al artícu­

lo 133 constitucional, que establece: “Esta Constitución, las leyes del Congreso

de la Unión que emanen de ella, y todos los tratados hechos o que se hicieren

por el Presidente de la República, con aprobación del Congreso serán la ley su­

prema de la Unión. Los jueces de cada Estado se arreglarán a dicha Consti­

tu ción, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber

en las constituciones o leyes de los Estados”, y se deriva de ahí una regla de com­

petencia, cuando que lo que establece el precepto es simplemente un enunciado

de la supremacía del derecho federal sobre el derecho local, y la obligación de

los jueces locales de respetar esa supremacía.

La existencia de este precepto en la Constitución Americana, no es una cosa

fortuita, y ni siquiera una redundancia innecesaria, sino por una parte, una dis­

posición que obedecía a la necesidad de fijar un límite a la facultad de los jueces

americanos, que estaban habituados, siguiendo la práctica consuetudinaria del

derecho inglés, a dejar de aplicar la Carta Magna, cuando existieran leyes poste­

riores del parlamento, que contuvieran disposiciones incompatibles, fundados

en que en Inglaterra todas las leyes del parlamento tienen igual categoría; y por

otra, la circunstancia de ir dirigido el precepto a los jueces locales, solamente

fue, según la expresión de Frankfurter un extraordinario y genial ardid político

utilizado por los confederados norteamericanos, para realizar la unidad nacio­

nal, pues evitando hacer declaración expresa referida a la soberanía de los con­

gresos y gobernadores de los Estados, poco dispuestos a la sujeción en las materias

de su competencia ­como se evidenció en los casos en que fueron declaradas in­

constitucionales leyes de Rhode Island, Ohio, Maryland y Georgia, en que estos

Estados llegaron a desconocer la autoridad federal­, implantaba a través de la

intervención judicial, el mejor medio de control indirecto de los actos realizados

por los poderes públicos de cada entidad federativa; y, por último, como lo asien­

ta Hamilton en “El Federalista”, la mente de encargar a los jueces locales verifi­

car la constitucionalidad de las leyes secundarias aplicadas por ellos, también

obedeció a la intención de que no se multiplicaran demasiado los tribunales

federales, ya que los locales podían servir de agentes y colaboradores de la Justi­

cia Federal, sujetos naturalmente, a la apelación ante ésta.

Si en nuestro país no se aceptara para justificar la existencia del precepto en

la Constitución, las razones que se tuvieron en cuenta por el legislador norteame­

ricano, podría construirse una fundamentación propia, pues existen en los docu­

mentos constitucionales mexicanos, elementos suficientes para precisar el origen

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 357

y el alcance del artículo 133 ya citado, que permiten fijar su interpretación par­ticular y su vinculación con la sistemática constitucional empleada por nuestro legislador primario.

Así, por ejemplo, la Constitución de 1824, cuya vigencia fue restaurada por el Acta Constitutiva y de Reformas de 18 de mayo de 1847, reconocía a los Esta­dos miembros la facultad de impugnar las leyes federales (artículo 166), y el Acta de Reformas misma, otorgaba expresamente a las legislaturas locales la prerro­gativa de “reclamar” dentro del mes siguiente a su publicación, la inconstituciona­lidad de las leyes federales (artículo 23), e incluso se les consultaría a las mismas legislaturas sobre la inconstitucionalidad de las leyes (artículo 24). El proyecto de Constitución de 1842, (artículo 81, fracción II), consagraba el mismo prin­cipio, así como el de que los gobernadores pudieran suspender por una sola vez la ejecución de las disposiciones federales contrarias al Código Político. En el proyecto de reformas a las Siete Leyes Constitucionales, presentado por don Igna­cio Ramírez en 30 de junio de 1840, se establecía que las Juntas Departamentales podían reclamar la constitucionalidad de las leyes generales. (“Derecho Público Mexicano”. Montiel y Duarte. Tomo III, pág. 150). El proyecto de la mayoría del Código Político presentado en 23 de agosto de 1842, también confería a los gobernadores de los Estados la misma prerrogativa de suspender la ejecución de las leyes federales, (obra citada Tomo III, pág. 211). Asimismo, el voto particular de la minoría de la comisión, formulado por los insignes constituyentes Otero, Muñoz Ledo y Espinosa de los Monteros, se pronuncia en la fracción II del artículo 81, por conservar la facultad de las legislaturas de los Estados, de objetar la constitucionalidad de las leyes federales, con la sola limitación de que se dé a esa prerrogativa un plazo de caducidad de un mes.

Como se ve, era doctrina corriente y aceptada comúnmente por nuestros más destacados juristas de la primera mitad del siglo anterior, la de reconocer a los Poderes Ejecutivo y Legislativo de los Estados la prerrogativa de impugnación de las leyes federales y la suspensión de su cumplimiento.

Pero al debatirse ese mismo problema en el seno del Constituyente de 1857, se optó por una solución diversa, negándose a tales organismos públicos esas prerrogativas.

Defendiendo la Comisión el artículo 114, por voz de su Presidente declara­ba, refiriéndose a las leyes federales: “Tales leyes fueron elementos de guerra y de discordia, porque los gobernadores las publicaban, las obedecían, las apli­caban o dejaban de hacerlo según lo creían conveniente. Subsistió tal estado de cosas, porque se olvidó que en los asuntos generales, no deben verse los intere­ses particulares de los Estados... lo que se quiere es que las leyes generales no queden a merced de los poderes de los Estados”, (Montiel y Duarte, obra citada,

Tomo IV, pág. 881).

358 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

El diputado Gamboa, individualizando la discusión, presentó como caso

concreto el de la legislatura de Oaxaca, que mandó suspender un decreto fede­

ral sobre la prensa, por considerarlo inconstitucional; y el constituyente Castañeda,

acerca del mismo tema dijo: “Cuando las legislaturas se opongan a alguna ley

federal, los gobernadores deben decirles que esas cuestiones no son de su com­

petencia”. Zarco encomia la prudencia de la Comisión diciendo: “La Comisión

sabiamente ha suprimido los escandalosos combates en que los decretos de las

legislaturas eran anulados por el Senado y los del Congreso General, por los Esta­

dos”. A su vez, el diputado Castañeda opina: “Si la Ley Federal no ha de estar

ya en pugna con la ley del Estado, si el ciudadano agraviado puede obtener jus­

ticia ante el Tribunal Federal, nada importa ya a los gobernadores y a las legisla­

turas que se promulguen leyes inconstitucionales”. García Granados es conclu­

yente: considera que los gobernadores no pueden ni siquiera discutir las leyes

federales, sino que están obligados a promulgarlas sin objeción; y por lo que toca

a las legislaturas locales, en caso de que se opusieren, “debe advertírseles que no

se mezclen en cuestiones que no son de su incumbencia”. El diputado Ruíz, para

que quedara clara la situación, propuso se modificara el proyecto de la Comisión

en el sentido de que se hiciera extensivo a los gobernadores lo dispuesto en el

artículo 123, sobre que los jueces locales se arreglarán a la Constitución, Leyes

Federales y Tratados, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber

en las Constituciones y Leyes de los Estados; pero esta adición no fue conside­

rada necesaria por la asamblea constituyente, pues la misma tan sólo pretendía

quitar a los gobernadores y a las legislaturas locales la posibilidad de no cumplir

con las leyes federales, suprimiendo todo precepto que así lo dispusiera y obli­

gando a los gobernadores, lisa y llanamente a hacer cumplir tales leyes. (Versión

de Zarco y de Montiel y Duarte)

Este mismo sistema es recogido por la Constitución de 1917 sin discusión

alguna, (Diario de los debates, pág. 117 y 695), por lo que es de aplicársele en

cuanto a su justificación, los argumentos y razones expuestos en la asamblea de

1857; pero con la adición expresa de poderse exigir a los gobernadores respon­

sabilidad por incumplimiento a la Constitución, así como a los diputados de las

legislaturas locales, por el mismo motivo, advirtiendo que no se exigiría tal res­

ponsabilidad a la legislatura local, como órgano político, ya que sus actos segui­

rían sujetos a la facultad de anulación por la vía jurisdiccional. (Artículo 108,

párrafo II)

El breve examen que acaba de hacerse revela plenamente que nuestros

legis ladores primarios tuvieron el propósito deliberado de sustraer las leyes fe­

derales al juicio de los Poderes Ejecutivo y Legislativo de los Estados, que por

disposición expresa de la ley se les reconocía con anterioridad; pero en vez de

formular una declaración expresa, categórica, como lo proponía el constituyen­

te por el Estado de Jalisco, don Espiridión Moreno, en su proyecto de Constitución

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 359

Federal presentado en 20 de julio de 1856, y que quedó de primera lectura, se

prefirió el sistema de obtener el mismo fin aprobando diversos textos que, sin

hacer tal declaración absoluta, fueran fijando en forma indirecta la supremacía

federal sobre los Poderes Legislativo y Ejecutivo de los Estados, y sólo se dejó a

dichas legislaturas en forma expresa la facultad de intervenir en las adiciones

y reformas al Código Político.

Pero como entonces surgía el mismo problema respecto del Poder Judicial

de 103 Estados, y para dejar precisado el punto, nada más fácil que adoptar el

artículo 6° de la Constitución Americana, y se vota el 126 de la Constitución de

1857, idéntico al 133 del actual –y que ya desde el año de 1840 había sido pro­

puesto por don Manuel Crescendo Rejón, en su proyecto de Constitución del

Estado de Yucatán obligando a los jueces locales a aplicar las leyes federales y

tratados, aunque estuvieren en contra de las Constituciones y Leyes de los mis­

mos Estados–; precepto que, por otra parte, completaba el sistema de control de

la constitucionalidad ideado por los autores del proyecto de Constitución de 57, al

convertir, por medio del artículo 102, a los jueces locales en agentes de la Fede­

ración, con facultades para resolver sobre las violaciones al Código Político, aún

en la vía de amparo.

De no entenderse así la existencia del precepto que se viene analizando en

la Ley de 1917, se tendría que admitir, como ya lo sostuvo en 1875 el licenciado

don Ramón Rodríguez, que es un precepto redundante e inútil, que no hacía

ninguna falta consignarlo, ya que la Constitución de un Estado republicano es,

por su organización misma la ley suprema o no vale nada; y esa supremacía no

nace de su simple proclamación en un artículo, sino de la estructuración gene ral

del régimen político adoptado y de los diversos medios de control y preeminen­

cia acordados a la ley y al Poder Federales a través de los diversos textos que

regulan la actuación de las entidades públicas. “Es tan inútil sentar esta verdad

–decía don Emilio Rabasa, refiriéndose a la supremacía de la Constitución–, en

precepto de la Constitución, misma, como lo sería la declaración en cada ley de

que debe ser observada por los ciudadanos. (“El Juicio Constitucional”, pág. 97).

Lo que sucede es que el órgano legislativo primario de un país, puede –siguiendo

el pensamiento de Mouskheli– para asegurar la supremacía de la Ley Fundamen­

tal, valerse del auxilio de cualquiera de los Poderes Legislativo, Ejecutivo o Judi­

cial –no siendo raros los sistemas en que el control se realiza por los dos primeros–

pero tanto la Constitución Americana como la Mexicana, consideraron más

conveniente valerse del Poder Judicial para obtener el aseguramiento y respeto

a los principios constitucionales, tal vez inspirados en la creencia ya externada

por Kent, de que el Poder Judicial es el más respetable por su independencia,

venerable por au sabiduría y el que por falta de fuerza material hace que sus

fallos aparezcan a los ojos de los demás poderes como menos vejatorios de sus altas

atribuciones.

360 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Debe advertirse, para acabar de entender la mecánica del precepto mexi­

cano, que ni la Constitución de 1857, ni la de 1917, –a diferencia de lo que pres­

criben respecto de los gobernadores y diputados locales– establecen sanción

algu na para los jueces de los Estados que no cumplan con el precepto que los

obliga a dar preeminencia a las leyes federales, y esto se debe a que se ha consi­

derado siempre, como quedó dicho, que en todo caso la justicia federal tiene

ingerencia en los asuntos judiciales sobre aplicación de leyes federales, (artículo

97, fracción I de la Constitución de 57 y 104, fracción I de la Constitución de 17),

y que puede examinar la legalidad de las sentencias de los jueces locales, bien en

uso de la jurisdicción concurrente, por vía de súplica, conforme al sistema primi­

tivo del artículo 104, bien en vía de amparo, cuando se quebrante en perjuicio

de un particular un derecho individual público.

Así pues, puede concluirse como queda indicado, que el artículo 133 del

Código de Querétaro, sólo consagra un principio de supremacía del derecho

federal sobre el derecho local “supremacía de mero contenido político”, según

la expresión de Castillo Velasco (“Apuntamientos para el Estudio del Derecho

Constitucional Mexicano”, pág. 249), y que por lo tanto, no es posible derivar de

él más consecuencia que esa, ni pretender aplicarlo a situaciones jurídicas en que

no se plantea debate alguno sobre aplicación entre leyes de este último fuero.

Baste para robustecer este aserto, suponer el caso de una autoridad fe deral que

para realizar un determinado acto, se encuentra en presencia de dos leyes fede­

rales, que contienen disposiciones contradictorias o simplemente incompatibles.

En tal hipótesis, es indudable que al juez federal no puede presen társele un

problema de supremacía de leyes, puesto que ambas tienen igual categoría de

normas federales, sino sólo problemas de vigencia, de retroactividad o de simple

interpretación de tales leyes, lo que es una cuestión del todo diferente y que com­

prueba que el precepto que se viene analizando tiene un alcance distinto.

Tal es, también, la opinión de Vallarta, expuesta en el caso de Justo Prieto;

(votos Tomo III, pág. 259), refiriéndose al alcance del artículo 126 de la Cons­

titución de 1857, análogo al 133 de la vigente, expresa: “El precepto habla con

los jueces de los Estados y no con los de la Federación, cuyas facultades detallan

otros textos”.

El jurisconsulto mexicano don Gabino Fraga, comentando en su obra

“Derecho Administrativo”, pág. 43 de la segunda edición, el objeto y alcance del

artículo 133 Constitucional, y refutando la tesis de que dicho precepto establez­

ca una categoría especial de leyes supremas expresa: “Se dice por otra parte, que

hay una categoría de leyes cuya calidad de supremas es reconocida por el artículo

133 Constitucional al decir: “Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión

que emanen, de ella y todos los tratados hechos y que se hicieren por el Presi­

dente de la República, con aprobación del Congreso, será la ley suprema de toda

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 361

la Unión. Los jueces de cada Estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y

tratados, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber en las Cons­

tituciones o Leyes de los Estados”. La redacción misma del precepto da, sin em­

bargo, idea muy clara de que su alcance es el de resolver el conflicto entre las

Leyes Federales y las Leyes Locales, que pudieran contradecirlas...”. Entonces,

¿cómo es posible que se pretenda ahora que su alcance sea otro muy distinto a

la redacción misma del precepto, atribuyéndole extensión para los casos en que

no se trata de conflictos de leyes federales con leyes de los Estados?

Finalmente, conviene aclarar que el artículo 6° de la Constitución Ameri­

cana dice: “Esta Constitución y las leyes de los Estados Unidos que en virtud de

ella se hicieren; y todos los tratados hechos o que se hagan bajo la autoridad

de los Estados Unidos serán la Suprema Ley de la tierra, y los jueces de cada Es­

tado estarán sujetos a ella, a pesar de lo que en contrario dispongan la Cons ti­

tución o las leyes de cada Estado”. Es decir, no contiene una separación entre el

párrafo primero y el segundo por medio de un punto que permita interpretarlos

aisladamente, sino que dicha separación se hizo por medio de una coma, lo que

revela la intención del legislador norteamericano de vincular las dos partes del

Ministro Ignacio L. Vallarta

362 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

precepto, dándolo caracteres de antecedente y consecuente, y por lo tanto queda

claro que estableció el precepto únicamente para los jueces locales. Pero por des­

gracia para la mejor inteligencia de dicho artículo, en las Constituciones mexi­

canas, la Comisión de estilo, sin explicación plausible alguna cambió la puntua­

ción en el texto mexicano, sustituyendo la coma por un punto, dando con ello

origen a innecesarios e injustificados problemas de interpretación fundados en

la separación de tales párrafos.

Cabe observar, por otra parte, que si el constituyente de 1917 hubiera acep­

tado con vista al artículo 133, la posibilidad legal de que el Ejecutivo Federal

pudiera suspender la ejecución de las leyes, fuera de loa términos fijados por

el ar tículo 72 Constitucional, habría establecido como causa de responsabilidad el

mal uso de ese derecho, por entrañar una violación al Código Político fundamen­

tal; pero muy por el contrario, la Constitución de 17 suprimió deliberadamente

la responsabilidad del Presidente de la República por violaciones a la Constitución,

que admitía el Código Político de 57, porque consideró que la pura aplicación de

las leyes ya promulgadas no podría dar lugar a violaciones a la Constitución. A su

vez, si los agentes administrativos también tuvieran invariablemente la obligación

de examinar la constitucionalidad de las leyes que aplican, indudablemente que

el quebrantamiento de esa regla sería motivo de responsabilidad de tales agentes

administrativos; pero no sólo la Constitución no lo consideró así, pero ni siquie­

ra la Ley Orgánica del Título IV de la Constitución, que fija detalladamente la

responsabilidad de los funcionarios y empleados administrativos, en ninguna de

sus 72 fracciones señala como causa de responsabilidad de tales servidores públi­

cos el no dar cumplimiento al artículo 133 Constitucional, y todo por la razón

sencilla de que este precepto no va a ellos dirigido.

En resumen, si el artículo 133 estatuye tan sólo la supremacía del derecho

federal sobre el derecho local y la obligación de los jueces de los Estados –en

orden a obtener el control de la constitucionalidad do las leyes–, de preferir el

primero sobre el segundo en caso de conflicto, no puede de manera alguna,

servir de adecuado fundamento a la exigencia de que las autoridades administra­

tivas deban analizar en cada caso la constitucionalidad de las leyes que apliquen: no

las federales, porque obran a base de facultades expresamente concedidas y enu­

meradas por el Estatuto Político; no las locales, porque la Constitución no entre­

ga a ellas el examen y declaración de in­constitucionalidad, sino a un órgano

distinto, como se demostrará en los párrafos siguientes.

Comprobado que el mandamiento contenido en el artículo 133 Constitucio­

nal, es un precepto que establece supremacía y no competencia y que va dirigido

a los tribunales locales; y comprobado también que la vía regular con que cuen­

ta el Presidente de la República para oponerse a las leyes inconstitucionales, es

la de ejercitar la facultad de vetarlas; cabe examinar, para completar el análisis

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 363

de estas cuestiones, si frente al texto del artículo 133, del que se pretende derivar

capacidad de los órganos administrativos para dejar de aplicar las leyes secunda­

rias existen elementos doctrinarios, históricos y de derecho objetivo, que permi­

tan descartar esa posibilidad, por encontrarse con que la facultad de realizar ese

juicio sobre la validez constitucional de las leyes secundarias, se entrega limitati­

vamente a otros órganos públicos, en cuyo caso, queda evidenciado de una vez

por todas, cuál haya sido la voluntad popular externada por la voluntad de los

legisladores primarios.

Por lo que toca a la doctrina, existe una poderosa corriente en relación a los

países de constitución rígida y forma federal, como la mexicana, en el sentido

de que la constitucionalidad de las leyes corresponde realizarla privativamente al

Poder Judicial.

James Bryce, al estudiar el problema en su libro “La República Norteameri­

cana”, –(Capítulo XXIII, pág. 9)–, sin vacilación alguna expresa: “La interpre­

tación de las leyes corresponde a los Tribunales de Justicia. Cuando una ley está

en contradicción con la Constitución, el problema debe ser zanjado por los tri­

bunales, no sólo porque se trata de una cuestión legal, sino porque no hay otra

autoridad capaz de tomar una decisión en ese punto. El Congreso no puede

hacerlo, porque es parte interesada... El Presidente, tampoco, porque no está

obligado a ser un jurisconsulto y hasta puede estar personalmente interesado.

Quedan, pues, sólo los tribunales. El papel de los tribunales se limita a declarar

la existencia de un conflicto entre dos leyes de distinto grado de autoridad”.

Y más adelante, el mismo Bryce, aludiendo concretamente a la posibilidad

de que el Ejecutivo conozca de la inconstitucionalidad de las leyes, agrega: “En

algún tiempo, los Presidentes reclamaron el derecho muy importante de estar

autorizados, salvo en casos de derecho privado, para interpretar la Constitución

por su propia cuenta, de manera general y prima facie y GUIARSE EN SU CON­

DUCTA POR ESA INTERPRETACIÓN... –que es lo que propone la ejecutoria

que se consulta–. Las mayorías del Congreso han reclamado más de una vez la

misma prerrogativa para sí. Sin embargo, desde hace ya algunos años, el Ejecu­

tivo y el Legislativo parecen menos afirmativos en sus reivindicaciones, pues se

han encontrado con graves obstáculos en la opinión pública y en sus propias

asociaciones profesionales, ya que la mayoría de los Presidentes, Ministros y lea­

deres [sic] del Congreso han sido abogados”. (Obra citada, capítulo XXXIII,

págs. 207 y 209).

Hamilton, que estaba indudablemente enterado de la mecánica constitu­

cional que él mismo había elaborado para su país, exponía sin reparos, el mismo

pensamiento: “La interpretación de las leyes es FUNCIÓN PROPIA Y EXCLU­

SIVA DEL PODER JUDICIAL”. Corresponde a los jueces establecer cuándo una

364 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

ley secundaria es contraria a la Constitución. Cuando encuentre contradicción

entre ambas, debe preferir la Constitución a la ley secundaria, o sea preferir la

voluntad del pueblo a la intención de sus agentes”. (“El Federalista”, núm. LXXVIII,

edición MeLean, año de 1788).

El magistrado Curtis, en la “Historia de la Constitución de los Estados Uni­

dos”, Tomo II, págs. 422 y 430 conviene también en que: “La conformidad de las

leyes del Congreso con los preceptos de la Constitución, solamente puede deter­

minarse por el Poder Judicial, cuando se pusiere en tela de juicio”.

Grimke, por su parte, comentando la organización pública de Norte Améri­

ca dice: “Los Tribunales de la Federación son los únicos que tienen una jurisdic­

ción incontestable para decidir si en casos dados deben o no ser aplicadas las

leyes que se objetan de inconstitucionales”. De modo alguno los demás Poderes.

(“Ciencia y Derecho Constitucional”, pág. 90)

Ya desde el siglo XVI, cuando se planteó en Inglaterra la controversia entre

la aplicación de leyes eclesiásticas y las del common law, que pretendió resolver el

Rey de propia autoridad, el magistrado Colee fundamentó el principio que exclu­

ye al Poder Ejecutivo de la interpretación de las leyes; Colee decía al Rey: “Cierto

es que Dios ha otorgado a su Majestad excelente ciencia y grandes dotes natu­

rales, pero su Majestad no está instruido en las leyes de su reino de Inglaterra, y

las causas que afectan la vida, la herencia, los bienes o la fortuna de sus súbditos,

no son para decidirse por la razón natural, sino por la razón y el juicio artificia les

de la ley. LEY PARA CUYO CONOCIMIENTO UN HOMBRE NECESITA LARGO

ESTUDIO Y GRANDE EXPERIENCIA”. (Haines. “The American Doctrine of

Judicial Supremacy”, capítulo II)

Y es que por lo regular las leyes se expiden con criterio político; se aplican

por el Ejecutivo con criterio administrativo, y se juzga sobre su aplicación con

criterio jurídico. Por eso ni los legisladores ni el Presidente de la República

necesitan ser abogados; éste requisito tan sólo se exige a los jueces.

Kent, en su magnífica obra “Commentaries of American Law”, –vol. I, núms.

449 y 450– aludiendo al sistema de control de leyes de Norteamérica asienta: “En

el país en dónde una Constitución escrita determina las facultades y los deberes

de cada uno de los Poderes del Gobierno, una ley puede quedar sin efecto, si

fuere contraria a la Constitución. Pero toca al Poder Judicial DETERMINAR

SI UNA LEY ES O NO CONSTITUCIONAL. El Poder Judicial, respetable por su

independencia, venerable por su sabiduría y gravedad, es el más a propósito

para ejercer el alto deber de exponer e interpretar la Constitución Y JUZGAR

DE LA VALIDEZ DE LAS LEYES, según aquellos principios, (And trying the vali­

dity of statutes by that standard). Por el libre ejercicio de ese deber, los Tribunales

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 365

PUEDEN PROTEGER A CADA UNO DE LOS DEPARTAMENTOS DEL GOBIER­

NO..., contra leyes ilegales y destructoras de sus derechos constitucionales”.

El eminente profesor de Derecho Constitucional español, don Jorge Alvara­

do, cuyo profundo conocimiento de estos problemas quedó evidenciado en su

notable monografía sobre “El Recurso contra la Inconstitucionalidad de las

Leyes”, –Edición de 1828, págs. 37 y siguientes– estudiando la base filosófica que

debe normar la competencia de los poderes públicos, se hace esta pregunta,

que es precisamente lo que se trata de investigar en este trabajo: “¿Está dentro de

la misión del Ejecutivo declarar la inconstitucionalidad de las leyes?”. Y sin subter­

fugios de ningún género contesta: “La nota de actividad que le imprime carácter,

su acción tutelar en la adaptación constante del derecho a las urgencias de la

vida, su típica inestabilidad, hasta la fuerza material que en él reside son motivos

poderosos para renunciar a poner en sus manos una misión tan reflexiva, pru­

dente e imparcial. Aparto de que una facultad de esa índole, esgrimida por el

Ejecutivo, podría aún inconscientemente, supeditar las Cámaras al interés políti­

co de un Ministerio”. “Quien juzgará entonces, y decidirá de la Constituciona­

lidad positiva o negativa de las leyes? Nosotros entendemos que SOLO el Poder

Judicial y por de su más alta representación”.

En fin, Jellinek, Berthelemy, Gastón Jeze y hasta Kelsen y Merkl, que por regla

general formulan sus hipótesis con base en el derecho objetivo de cada país, en

esta materia y refiriéndose a los sistemas políticos democrático­republicanos,

reconocen que en ellos existe de un modo ilimitado el derecho judicial de exa­

minar la constitucionalidad de las leyes, o bien se atribuye a un Tribunal especial

o “jurisdicción Constitucional” la misión de suspender las leyes inconstitucio­

nales; pero siempre dentro de un procedimiento en que la Suprema Autoridad

Judicial pueda decir la última palabra.

No ha faltado jurista para el cual lo verdaderamente medular, básico y ori­

ginal de la organización pública Norteamericana estriba en “esa supremacía

atribuida a los jueces para decidir ese silogismo en que la Constitución es la

premisa mayor, la ley secundaria, la premisa menor, y la conclusión, es decidir si

la segunda está o no de acuerdo con la primera; silogismo en que SOLO los

jueces pueden tener probabilidades de acertar, y eso sobre todo, porque intervie­

nen en varias instancias. (Laboulaye. “Historia de los Estados Unidos”, edición

francesa, pág. 197)

Por otra parte las consecuencias derivadas de dejar de aplicar una ley son

tan graves, que en la práctica jurídica americana no sólo se ha rodeado su decla­

ración de todas las garantías que ofrecen la preparación personal y conocimientos

jurídicos de los magistrados y el cumplimiento de las formas procesales pertinen­

tes indicadas por la doctrina, sino además, se ponen en juego garantías fundadas

366 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

en “la sabia y prudente administración de justicia”, no ordenadas por texto posi­

tivo alguno, pero sí aconsejadas por la experiencia. En primer término, como

existe la presunción de constitucionalidad de toda ley, cuando es objetada ésta

se realiza una serie de esfuerzos para armonizarla con la ley fundamental, median­

te una razonable interpretación. Sólo en último extremo, cuando no puede en

absoluto obtenerse esa armonización, ha lugar a declararse la inconstitucionali­

dad de la ley; pero en caso de duda, debe resolverse a favor de la validez de ella.

En segundo término, para pronunciar decisiones adversas a una ley, ha de con­

tarse con la mayoría absoluta de los integrantes totales de la Corte, pues de otra

manera puede suceder, que si se vota la decisión sin ese requisito, se niegue a la

ejecutoria fuerza obligatoria, como aconteció en 1834, en el caso New York vs.

Mien, cuando la Corte de apelaciones de Kentucky se rehusó a acatar una sen­

tencia federal, por no reunir dicho requisito. Por último las deliberaciones no

pueden tener lugar sino hasta que los magistrados manifiesten haber estudiado

el caso con toda la amplitud necesaria para poder fundar su voto a conciencia.

¡Cuán lejano estaría de llenar todos estos requisitos de prudencia, el acto

interpretativo realizado por la autoridad administrativa que casi siempre actúa

urgida por las exigencias del momento, acosada por una cantidad abrumadora

de trabajo y habituada a dictar sus acuerdos con criterio puramente administrati­

vo, cuando no basado en consideraciones político­económicas, ajenas en muchos

casos al campo del derecho, y encaminadas a la realización de postulados socia­

les o de intereses públicos inaplazables!

Espigando entre los juristas mexicanos que han abordado estas cuestiones,

se advierte con facilidad que su pensamiento es en todo análogo al de los trata­

distas de la doctrina extranjera, por lo menos en sus rasgos fundamentales.

Don Urbano Fonseca, en la iniciativa que presentó en el año de 1852, sobre

reformas constitucionales, al referirse al modo de controlar la exacta aplicación

del Código Político Fundamental expresaba: “Los gobiernos y las legislaturas de

los Estados y aún el Legislativo y el Ejecutivo de la Unión, pueden hallarse poseí­

dos del espíritu de facción dominante o también estar animados de intereses

parciales que no se hallan en consonancia con el espíritu de la Constitución. Los

Tribunales de la Nación, y especialmente la Suprema Corte de Justicia ofrecen,

por su misma organización, por las calidades personales requeridas, y por la

respon sabilidad con que obran las mayores seguridades de que se conservará fiel

el depósito que se les encomienda de la Constitución y de su observancia”.

No menos explícito es don Mariano Coronado, que en su ameritada obra

“Elementos de Derecho Constitucional Mexicano”, –pág. 197, edición de

1899– al comentar las funciones de los poderes públicos en nuestro país afirma:

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 367

Vagones­cisternas para transporte de petróleo, Compañía “El Águila”

368 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

“La facul tad de confrontar la ley secundaria con la Constitución, no pertenece

a todo el mundo, NI SIQUIERA A TODAS LAS AUTORIDADES; facultad tan

general, sería demasiado peligrosa. El Poder Judicial es el especialmente encar­

gado de aplicar la Ley Constitucional, cuando la ley secundaria está en pugna

con ella. Se justifica este precepto –artículo 126 de la Constitución de 1857–, no

sólo porque la ilustración de los funcionarios de aquel orden los pone en apti­

tud de resolver mejor las cuestiones relativas, sino porque... ESTA ES SU FUN­

CIÓN PROPIA”.

Castillo Velasco –estudioso jurista, que por añadidura fue constituyente en

1856–, es en esta cuestión terminante: “Facultar al Poder Judicial para que juzgue

de la constitucionalidad de las leyes, es el fin principal de ese poder. Confiar la

guarda de los principios constitucionales y los derechos del hombre, de la sobera­

nía de los Estados y del poder de la Federación, a un poder supremo e indepen­

diente, que no tiene ingerencia en la política, ni derecho de iniciativa, es colocar

ese depósito en manos de hombres que no pueden apasionarse como jueces, por

más apasionados que se les suponga como simples ciudadanos.” (“Apuntamien­

tos para el Estudio del Derecho Constitucional Mexicano”, págs. 195 y sigs).

El sistematizador de nuestro derecho público, don Isidro Montiel y Duarte,

en su “Estudio sobre la Soberanía de los Estados de la República Mexicana”,

–edición de 1874– analizando los documentos constitucionales en relación a las

facultades concedidas a los poderes públicos a través de la historia política de

México dice: “Durante la vigencia de la Constitución de 1824, el Ejecutivo tenía

como ahora, el deber de guardar la Constitución y hacerla guardar, así como las

leyes en su orden jerárquico, es decir, la Constitución con preferencia a las leyes

secundarias; pero de seguro que esto no significó nunca que pudiera embarazar

de algún modo la aplicación de una ley, pues lo más que podía hacer en el caso de

que alguna ley le pareciera anticonstitucional, sería hacerlo presente al Congre so.

El Ejecutivo no tenía, ni podía tener medio legal para impedir la aplicación de una

ley anticonstitucional. El Poder Judicial fue desde un principio, el designado para

conocer de las causas a que dieran lugar las infracciones a la Constitución”.

Un voto de calidad en esta materia lo constituye indudablemente la exposición

hecha por el diputado Aranda, tanto por haber sido uno de los que redactaron la

Constitución de 1857, como por haber formado parte de la Comisión que estu­

dió los textos relativos a la Supremacía de las leyes y las atribuciones de los Pode­

res Federales y locales de los Estados. Al hacer la defensa del sistema de control

constitucional propuesto por el proyecto, declaraba: “No se podía establecer que

toda ley contraria a la Constitución, fuese desobedecida, porque la calificación

sería arbitraria y establecería como sistema UN ESPANTOSO DESORDEN. Lo más

prudente es que se ocurra a un tercer Poder, y para quo éste sea imparcial no debe

ser... sino los Tribunales”. “El poder regulador NO SERIA EL CONGRESO, porque

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 369

no puede ser imparcial, tratándose de sus propios actos; TAMPOCO PUEDE

SER EL EJECUTIVO, porque se sobrepondría al Congreso... SOLO EL PODER

JUDICIAL”. (Zarco. Historia del Congreso Constituyente, pág. 501).

Vallarta que en tantas cuestiones de derecho público ha orientado el pen­

samien to jurídico mexicano, en uno de sus mejores votos, en que se debatía

precisamente el alcance del artículo 126 de la Constitución de 1857, explicaba

que en su concepto debía aceptarse como motivación racional y filosófica del

texto mexicano la expuesta y admitida respecto del texto americano, ya que el pri­

mero no es sino una copia del segundo; y que, por lo tanto, la facultad de verificar

el cotejo de la ley secundaria con la Ley Fundamental, es función propia del

Poder Judicial. Vallarta decía: “Los Tribunales tienen el indeclinable deber de

juzgar de la conformidad o inconformidad de la ley secundaria con la Funda­

mental... Entre nosotros, ese derecho constitucional de los tribunales es tanto más

urgente, CUANTO QUE ES EL ÚNICO VALLADAR QUE LOS CONSTITUYEN­

TES PUSIERON A LAS INVASIONES DEL PODER LEGISLATIVO.” (Votos. T. III,

pág. 257).

Don Emilio Rabasa, estudiando con su claro talento el fenómeno de las

usurpaciones del Poder Legislativo, a costa de las facultades del Ejecutivo, y la

posibilidad legal de éste de desacatar las leyes de aquél escribía: “Ya hemos visto

qué medios tan eficaces tiene el Legislativo dentro de nuestra ley constitucional

para avanzar sobre el terreno del Poder Ejecutivo y limitar hasta donde le plazca

sus más necesarias facultades. Basta que ponga en ejercicio la atribución de

dictar leyes para hacer efectivas las de los Poderes de la Unión. Sobre que toda

reglamentación es necesariamente la limitación de un precepto general, la

ley reglamentaria puede invadir inconsideradamente la esfera de acción del Eje­

cutivo, y éste no tendrá más caminos para elegir que o la desobediencia, decla­

rándose juez de la constitucionalidad de la ley o la sumisión. En el primer extremo

surge el conflicto entre los poderes que hemos visto en Chile encender la revolu­

ción congresista contra Balmaceda; en el segundo, la prudencia del Presidente

originará la reducción de sus funciones hasta llegar a la subordinación de un

poder y a la suplantación del sistema de gobierno que el país quiso darse. Para

resistir esa usurpación que se solapa con las facultades legítimas del Congreso,

NO TIENE EL EJECUTIVO MEDIO LEGAL QUE LO PROTEJA, porque la

incons titucionalidad de una ley sólo puede considerarla (declararla no) la Corte

Suprema...”. (“Organización Política de México”, pág. 254).

Es indudable que las opiniones de los publicistas citados en líneas anterio­

res son decisivas para fijar el sentido de la solución que ha de darse al problema

que viene siendo analizado: Las opiniones de los tratadistas americanos, por su

conocimiento directo de los preceptos comentados por ellos, y en muchos casos

–Hamilton, Madison–, por haber sido los autores mismos de tales preceptos; las

370 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

opiniones de los tratadistas mexicanos, unos por haber intervenido en las delibe­

raciones de las asambleas constituyentes, y otros, por haber realizado una labor

seria de interpretación dentro de la magistratura, o por lo menos por haberse

consagrado al estudio de estos problemas con el celo y el interés de juristas

destacados. Pero más decisiva que la opinión de los comentaristas, es siempre la

interpretación que se haga con base directa en los preceptos expresos del dere­

cho objetivo.

Analicemos someramente estos preceptos. En primer término aparece el

artículo 103, que da jurisdicción a los Tribunales Federales para resolver las con­

troversias que se susciten por leyes o actos do autoridad que violen las garantías

individuales; por leyes o actos de la autoridad federal que vulneren o restrinjan

la soberanía de los Estados, y por leyes y actos de éstos, que invadan la esfera de

competencia de la autoridad federal.

Este precepto que fue votado en la Constitución de 57 bajo el número 101,

tuvo por objeto, según lo afirma don Emilio Rabasa, fundar en él el poder de la

justicia nacional para conocer de todas las infracciones a la Constitución. “Esa

fue la intención de los constituyentes, y no juzgaron absurdo poner el remedio

a todas las violaciones, pues sabían que en abarcarlas todas estaba la integridad

del Poder Judicial y la garantía de respeto a la Constitución. (“El Juicio Constitu­

cional”, págs. 201 y 202).

Pero aún suponiendo que tal precepto no abarcara todas las violaciones,

viene a completar el sistema el artículo 104, que establece en su primera parte

que los Tribunales Federales conocerán de todas las controversias de orden civil

o criminal –y administrativo, según la interpretación acogida en diversas leyes, v. g.

Emilio Rabasa

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 371

Ley de Aguas, Ley Minera, Ley sobre el Petróleo, etc., y dada por la jurispruden­

cia de la Corte– que se susciten sobre el cumplimiento y aplicación de leyes

federales o con motivo de tratados celebrados con potencias extranjeras.

Recuérdese que según la tesis de Mariscal expuesta ya por Mata y corrobo­

rada después por Vallarta, reglamentando adecuadamente el artículo 97 de la

Constitución de 1857, semejante al 104 de la actual, se completaría la competen­

cia del Poder Judicial para conocer exclusivamente de las cuestiones que versa­

ran sobre aplicación de la Constitución.

A los anteriores preceptos debe agregarse la competencia dada a los Tribu­

nales por el artículo 27, en todos los cajos en que se trate de hacer efectivos los

derechos reconocidos por la Constitución en ese texto. Asimismo, recuérdese

que el artículo 97 faculta a la Suprema Corte para que averigüe de propia inicia­

tiva, o instada por el Ejecutivo Federal, por el Congreso o por los gobernadores

de los Estados, cualquier hecho que constituya violación a las garantías indivi­

duales, violación al voto público, o algún otro delito castigado por la Ley Federal.

En este último caso bastará para surtir la competencia ele la Corte, que en una

ley secundaria se exprese –como lo hace el Código Penal del Distrito Federal

aplicable a toda la República en materia federal–, que toda violación a la Cons­

titución entraña la comisión de un delito; pues entonces la Justicia Federal tiene

a su alcance el poder de perfeccionar su elevada investidura, pudiendo interve­

nir por esa vía en todos los casos de infracciones a nuestro Código Político.

Pero para acabar de dejar perfectamente claro que siempre que se ha trata­

do de estimar y resolver cuestiones de constitucionalidad, se ha pensado por los

legisladores primarios en el Poder Judicial, conviene hacer referencia a la dis­

posición contenida en el artículo 105, en concordancia con el artículo 76 del

Código de Querétaro.

Cuando en la asamblea constituyente de 17 se planteó la cuestión relativa a

quién debería conocer de los conflictos surgidos entre los diversos poderes de

un Estado, después de interesantes deliberaciones en que tomaron parte gran

número de representantes populares, se fijó la siguiente interpretación: cuando

los conflictos entre los poderes de un mismo Estado sean de carácter político

deberá conocer de ellos el Senado; cuando tales conflictos versen sobre la incons­

titucionalidad de los actos de dichos poderes, sería el Poder Judicial Federal.

Don Hilario Medina, apoyando en esto el dictamen de la Comisión presi­

dida por el licenciado Machorro Narváez, reafirmaba una vez más la voluntad del

constituyente de entregar a los jueces la facultad de ser ellos los encargados de

interpretar la Constitución cuando exclamaba: “La cuestión meramente cons­

titucional –de los conflictos entre los poderes de un Estado– la puede conocer la

372 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Corte, PORQUE ELLA ES LA QUE DEBE DECIR LA ULTIMA PALABRA EN

CUESTIONES CONSTITUCIONALES... PORQUE ESE ES SU PAPEL Y ESAS

SON SUS ATRIBUCIONES”. (Diario de los Debates del Congreso Const. de 1917,

pág. 563)

Otro voto de calidad es sin duda alguna, también el suministrado por el

representante popular don Fernando Lizardi, cuando impugnando la propo­

sición del diputado Pastrana Jaimes que daba intervención al Poder Judicial en

la confección de las leyes expresaba: “Si se tiene en cuenta que la suprema ley

es la Constitución y que los Tribunales tienen facultades para no aplicar la ley cuan­

do ésta es inconstitucional, si se tiene en cuenta también que, por vía del amparo

el conocimiento de un gran número de negocios llega a la Suprema Corte de

Justicia, que en cada caso concreto decide si tal o cual hecho es constitucional o

inconstitucional, es indudable que dejar la iniciativa en la formación de las leyes

al Poder Judicial, sería tanto como ponerse en el caso de quitarle su independen­

cia a ese mismo Poder para juzgar si las leyes iniciadas por él son constituciona les

o no lo son; y precisamente para conservar ese equilibrio, para dejarle al Poder

Judicial sus funciones propias, es por lo que entiendo que se puso el proyecto en

la forma en que está”. (Diario de los Debates, Sesión del 14 de enero de 1917,

pág. 283)

La asamblea legislativa no sólo aplaudió las palabras de Lizardi, sino que por

unanimidad votó por la tesis por él sustentada y que pone de manifiesto de ma­

nera patente que los constituyentes de 17 consideraron necesarios para poder

juzgar de la constitucionalidad de las leyes, entre otros requisitos el que el órga­

no encargado de esa función no hubiese intervenido en el proceso formativo de

las mismas, pues “perdería su independencia para formarlas”; en consecuencia,

como conclusión lógica se desprende que el constituyente excluyó al Poder Ejecu­

tivo –que sí inicia leyes y expide reglamentos–, de juzgar de la constitucionalidad

de unos y otros.

De manera que si siempre, absolutamente siempre, que el Constituyente

ha tocado en sus deliberaciones cuestiones relacionadas con la estimación de la

constitucionalidad de las leyes, ha proclamado abiertamente que esa facultad

la entrega al Poder Judicial; y en cambio, no existe un solo texto o una sola po­

nencia aprobada que autorice a los órganos administrativos para realizar tales

funciones; si no sólo el legislador primario ha expresado en sus deliberacio­

nes ese criterio, sino que lo ha convertido en ley constitucional, estructurando

todo un sistema preceptivo que permite a los jueces realizar el control de todas

las leyes y actos de contenido constitucional; si el Poder Ejecutivo, por la inter­

vención directa que tiene en la elaboración y expedición de las leyes, carece de

la independencia necesaria para juzgar de la invalidez de ellas; si coinciden en

esta opinión tanto los tratadistas extranjeros que han estudiado los sistemas de

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 373

control de las leyes en los Estados de Constituciones escritas, como los juristas

mexicanos, que han glosado estos problemas: si tal ha sido también el constan­

temente reiterado de la Suprema Corte, a través de los diversos componentes

que la han integrado, muchos de los cuales tenían indiscutible y notoria pre­

paración en las ciencias jurídicas; y si no se ha operado ninguna innovación en

el derecho positivo, que permitiera fundar un cambio de interpretación sobre

esta materia, resulta a todas luces debido, conveniente y atinado seguir conser­

vando la tesis tradicional de la Suprema Corte, cuya eficacia ha sido incuestiona­

ble, no sólo para obtener el control de la constitucionalidad de las leyes, sino

también el de la legalidad, y que evita los inconvenientes que traería la adopción

del sistema que ahora se propone, inconvenientes que ya han sido indicados en

el curso de este trabajo.

La Secretaría a mi cargo considera innecesario hacer hincapié en que el

problema jurídico a que se viene haciendo referencia, tiene para el Ejecutivo

Federal una importancia obvia, y por ello ha estimado pertinente formular este

estudio.

Por lo demás, es en absoluto improcedente examinar dicho problema en la

presente revisión, ya que de hacerlo, se supliría la deficiencia de la queja en un

asunto administrativo, que es de derecho estricto, y se quebrantaría el artículo

90 de la Ley de Amparo, que establece que “Las Salas que conozcan de los asun­

tos en revisión, examinarán ÚNICAMENTE LOS AGRAVIOS ALEGADOS CON­

TRA LA RESOLUCIÓN RECURRIDA”, pues si se traen a la vista las constancias

de autos, se encontrará con que la empresa quejosa se conformó con la senten­

cia del Juez de Distrito, y las autoridades que interpusieron el recurso en contra

de ella, no expresaron como agravio consideración alguna que se fundara en

una mala apreciación del juez sobre la facultad u obligación del Tribunal Fiscal

para examinar la constitucionalidad de las leyes.

El proyecto de ejecutoria que se consulta, para avocarse al conocimiento del

problema que se viene analizando, se funda según su considerando cuarto, en

el artículo 187 de la Ley de Amparo que estatuye que cuando en una misma de­

manda se invoquen, a la vez, violaciones a las leyes de procedimientos y a las

de fondo, se estudiarán primero aquellas, y en caso de estar comprobadas se

omitirá el estudio de las segundas; pero en esto incurre el proyecto en un error

manifiesto, pues el artículo 183 de la Ley de Amparo, que cita y las reglas que

establece, tienen ÚNICAMENTE aplicación en los juicios de amparo directo

ante la Suprema Corte; pero de ninguna manera en los recursos de revisión de

loa juicios de amparo tramitados por los Juzgados de Distrito, pues tales recursos

se rigen por reglas diversas, como son las contenidas en el artículo 90 de la mis­

ma Ley de Amparo, y, en consecuencia, la base del debate no podrá ser otra en

esa H. Sala, que los agravios alegados contra la resolución recurrida, y como no

374 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

existe, corno se dijo ya antes, ningún agravio expresado que se funde en una

mala apreciación del Juzgado de Distrito sobre la facultad del Tribunal riscal

para examinar la constitucionalidad de las leyes, el examen que se hace sobre

esta cuestión, resulta a todas luces oficioso y, por lo tanto, vedado en materia

administrativa por la fracción IX del artículo 107 Constitucional, en concordan­

cia con la fracción VIII del mismo Código Político, y de los preceptos de la Ley

de Amparo que han quedado invocados.

Reitero a esa H. Segunda Sala mi consideración atenta.

SUFRAGIO EFECTIVO. NO REELECCION.

El Subsecretario Encargado del Despacho,

México, D.F., 29 de septiembre de 1942.

Fuente: Revista de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, México, UNAM, Vol. 4, No. 15, 1942, julio­septiembre, “¿Pueden conocer de problemas de Constitucionalidad de Leyes, autoridades distintas del poder Judicial de la Federación?”, pp. 385­409.

eferencias documentales

R

377

Referencias documentales

1. Legitimidad de la Constitución de 1917 y la sustanciación de los juicios

de amparo al inicio de su vigencia

Decreto del Congreso relativo a la designación de los Ministros que

integraron la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 1917.

a. Queja en amparo penal. José Santos.

b. Queja en amparo penal. Francisco Joachín.

c. Queja en amparo penal. Rafael Navarrete.

d. Amparo civil directo ante la Corte. Rafael Chávez.

e. Incidente de suspensión en amparo civil. Ricardo Toriz.

f. Amparo penal. Ernesto Velasco.

g. Queja en amparo administrativo. Banco de Nuevo León.

2. Constitucionalidad de la reforma a la Constitución de 1857 en 1917

Amparo penal directo ante la Suprema Corte por parte de José Anto­

nio Rivera G. en agosto de 1917, en donde señala que no pueden exis­

tir dos Constitucio nes en vigor y observancia en la misma época.

3. Otorgamiento de una suspensión en cajetilla de cigarros.

Amparo interpuesto por Yndalecia López a favor de su hermano

Saraín V. López contra actos de la Jefatura de Operaciones del

378 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Estado de Chiapas, con relación a una ejecución de pena capital

el 20 de noviembre de 1917.

4. Primera controversia constitucional solicitada por un Ayuntamiento

Resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sobre la

controversia constitucional promovida por el Ayuntamiento de Teziu­

tlán, contra la Legislatura del Estado de Puebla.

5. Controversia sobre facultades legislativas entre la Federación y el

Estado de Oaxaca

Resolución de la Suprema Corte sobre la controversia constitucional

promovida por la Federación contra el Estado de Oaxaca, por la

expe dición de la Ley de 13 de febrero de 1932, sobre dominio y juris­

dicción de monumentos arqueológicos.

6. Implementación del Estado Social de Derecho por la Suprema Corte

La Suprema Corte emite resolución en la demanda de amparo direc­

to solicitada por diversas compañías petroleras contra actos de la Junta

Especial Número Siete de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje

y el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana.

7. Irretroactividad de las disposiciones constitucionales. Expropiación

petrolera

La Suprema Corte de Justicia de la Nación emite sentencia en el

juicio de amparo solicitado por diversas compañías petroleras contra

actos del H. Congreso de la Unión, del C. Presidente de la Repúbli­

ca, los C. Secretarios de Hacienda y Crédito Público, de la Economía

Nacional y de Gobernación por la declaración de expropiación con­

tenida en el Decreto de 18 de marzo de 1938.

8. Polémica sobre el control difuso de la constitucionalidad

Resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el juicio

de amparo promovido por la Compañía Telefónica de Sabinas, S.A.,

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 379

contra actos del Presidente del Tribunal Fiscal de la Federación, Primera

Sala del mismo Tribunal, Dirección General de Aduanas y Aduana de

la ciudad de Piedras Negras, Coahuila, por violación a los artículos

14, 16, 17, 21, 22 y 23 constitucionales.

9. Investigación sobre violaciones al voto público

Se solicita a la Suprema Corte de Justicia de la Nación ejercer la fa­

cultad de investigación otorgada por el artículo 97 constitucional, en

el conflicto sucedido en la ciudad de León, Guanajuato, con motivo

de las elecciones municipales en 1946. Se aduce por parte de los que­

josos que hubo violaciones a las garantías individuales, al voto pú­

blico y a la Ley Federal.

381

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387

Índice de imágenes

Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, 1917, AGN. P. 1

Mural “Don Venustiano Carranza y la Consti tución de 1917”, Jorge Gon­

zález Camarena, Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec,

1967. P. 4

Ministro Enrique M. de los Ríos, PJF. P. 6

La Constitución promulgada el 5 de febrero de 1917 dispuso que la Su­

prema Corte de Justicia quedara integrada por once Ministros.

Supre ma Corte de Justicia de la Nación. Ministros 1917-2004. Semblanzas.

2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005, p. 776. P. 7

Fachada de la antigua sede de la Suprema Corte de Justicia de la Nación,

entre 1920 y 1941. Ubicada en avenida Juárez No. 42, antes casa de

José Yves Limantour. PJF. P. 9

Imagen de Palacio Nacional hacia la segunda década del siglo XX. P. 13

Constituyentes de 1917, Ciudad de Querétaro. S/D. P. 18

388 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Teatro Iturbide, lugar donde se llevaron a cabo las sesiones del Congreso

Constituyente de 1916­1917. Ciudad de Querétaro, Querétaro. P. 28

Reclutamiento de soldados durante la leva, ca. 1914. Sinafo, Conaculta,

INAH. P. 31

Personas en la Ciudadela durante la Decena Trágica. P. 32

Aprehensión de Madero en Palacio Nacional, 1913. P. 35

Soldados en la calle de Balderas durante la Decena Trágica, 1913. P. 37

Águila y serpiente. Retratos vivos. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Ministros 1912-II-2006. México, SCJN, 2006. P. 43

Ministro Victoriano Pimentel. Retratos vivos. Suprema Corte de Justicia de la

Nación. Ministros 1912-II-2006. México, SCJN, 2006, p. 35. P. 43

Ministro Agustín Urdapilleta Pérez y Ocampo. Suprema Corte de Justicia de

la Nación. Ministros 1917-2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México,

SCJN, 2005, p. 721. P. 43

Ministro Enrique García Parra. Retratos vivos. Suprema Corte de Justicia de la

Nación. Ministros 1912-II-2006. México, SCJN, 2006, p. 26. P. 43

Ministro Alberto Mariano González. Retratos vivos. Suprema Corte de Justicia

de la Nación. Ministros 1912-II-2006. México, SCJN, 2006, p. 28. P. 43

Ministro Agustín del Valle. Retratos vivos. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Ministros 1912-II-2006. México, SCJN, 2006, p. 42. P. 43

Ministro Manuel E. Cruz. Retratos vivos. Suprema Corte de Justicia de la Na-

ción. Ministros 1912-II-2006. México, SCJN, 2006, p. 24. P. 44

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 389

Plaza de la Constitución en 1922. México. Un siglo de imágenes 1900-2000,

México, SG­AGN, 1999, p. 101. P. 47

Ministro Enrique M. de los Ríos. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Ministros 1917-2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005,

p. 601. P. 53

Ministro Enrique Moreno Pérez. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Ministros 1917-2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005,

p. 491. P. 57

Ministro Enrique Colunga Meade. Retratos vivos. Suprema Corte de Justicia

de la Nación. Ministros 1912-II-2006. México, SCJN, 2006, p. 23. P. 60

Plaza de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. P. 64

Salón de Audiencias del Tribunal Pleno, el cual funcionó entre 1920 y 1941.

Ministros reunidos para celebrar una sesión. Casa de la Avenida Juá­

rez número 42. Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ministros 1917-

2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005, p. 779. P. 69

Calle Independencia, Teziutlán, Puebla, 1920­1930. P. 71

Ministro Victoriano Pimentel. Retratos vivos. Suprema Corte de Justicia de la

Nación. Ministros 1912-II-2006. México, SCJN, 2006, p. 35. P. 72

Ministro Santiago Martínez Alomía. Retratos vivos. Suprema Corte de Justicia

de la Nación. Ministros 1912-II-2006. México, SCJN, 2006, p. 31. P. 73

Pirámides del Sol y la Luna (85), 1878. Óleo sobre tela, 32 x 46 cm. P. 75

Panorámica de Monte Albán en 1925. Fototeca Nacional, CONACULTA­

SINAFO. P. 76

390 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Aspecto de Monte Albán en 1930. Fototeca Nacional, CONACULTA­

SINAFO. P. 78

Panorámica de Monte Albán, Oaxaca hacia la década de 1930, durante

las excavaciones de Alfonso Caso. Joyce Marcus y Kent Flannery, La

civilización zapoteca. Cómo evolucionó la sociedad urbana en el Valle de

Oaxaca. Tr. de Jorge Ferreiro Santana, México, FCE, 2001, p. 30. P. 81

Monte Albán, Oaxaca, ca. 1931. Arqueología Mexicana Especial No. 7, Imá-

genes históricas de la arqueología en México. Siglo XX. P. 33. P. 81

Aspecto la Tumba 7 de Monte Albán en 1935. Fototeca Nacional, CONA­

CULTA­SINAFO. P. 81

Ministro Ricardo Couto. Retratos vivos. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Ministros 1912-II-2006. México, SCJN, 2006, p. 75. P. 82

Zona arqueológica de Teotihuacan, Estado de México, hacia la década de

los años 40’s. P. 83

Alfonso Caso, José Reygadas Vértiz e Ignacio Marquina en Monte Albán,

Oaxaca, ca. 1932. Arqueología Mexicana Especial No. 7, Imágenes histó-

ricas de la arqueología en México. Siglo XX. P. 38. P. 85

Juez John Marshall. P. 85

Audiencias celebradas para resolver los asuntos relacionados con los re­

cursos presentados por las compañías, 11 de mayo de 1938. P. 87

Fundación del sindicato petrolero, STPRM, 1935. P. 90

La Refinería de Minatitlán, Veracruz, propiedad de la Compañía Mexi­

cana de Petróleo “El Águila”, en una vista aérea captada por la Cía.

Mexicana (Aerofoto en el año de 1932). P. 92

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 391

El 8 de octubre de 1938, en la Segunda Sala de la Suprema Corte se celebró

una audiencia para resolver el último de los amparos presentados

por las compañías petroleras. P. 97

Integrantes de la Cuarta Sala de la Suprema Corte de Justicia, que negó

el amparo a las compañías petroleras. De izquierda a derecha: licen­

ciados Alfredo Iñarritu, Octavio M. Trigo, Salomón González Blanco,

Xavier Icaza y Hermilo López Sánchez. México, D.F., 1o. de marzo de

1938. Bandera al viento. Imágenes de la diplomacia mexicana 1930-1952,

Presentación de José Ángel Gurría Treviño, prólogo de Jorge Álvarez

Fuentes, México, SER, 1996, 191 p., p. 74. P. 101

El presidente Lázaro Cárdenas leyendo el Decreto de expropiación el 18

de marzo de 1938. P. 105

Presidente Lázaro Cárdenas del Río. P. 109

Discurso del Presidente Cárdenas en el balcón presidencial. Palacio Nacio­

nal, 23 de marzo de 1938. Bandera al viento. Imágenes de la diplomacia

mexicana 1930-1952, Presentación de José Ángel Gurría Treviño, prólo­

go de Jorge Álvarez Fuentes, México, SER, 1996, 191 p., p. 76. P. 115

Gobernadores de la república en acto de solidaridad con la postura del

Presidente Cárdenas en el conflicto petrolero. Hotel Gillow, México

D.F., 23 de marzo de 1938. Bandera al viento. Imágenes de la diplomacia

mexicana 1930-1952, Presentación de José Ángel Gurría Treviño, prólo­

go de Jorge Álvarez Fuentes, México, SER, 1996, 191 p., p. 75. P. 119

Los senadores manifiestan su apoyo al Presidente Cárdenas. Palacio Nacio­

nal, 8 de marzo de 1938. Bandera al viento. Imágenes de la diplomacia

mexicana 1930-1952, Presentación de José Ángel Gurría Treviño. P. 121

Donald R. Richberg, abogado de las compañías petroleras estadouniden­

ses que fueron expropiadas. México D.F., 8 de marzo 1939. Bandera

392 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

al viento. Imágenes de la diplomacia mexicana 1930-1952, Presentación de

José Ángel Gurría Treviño, prólogo de Jorge Álvarez Fuentes, México,

SER, 1996, 191 p., p. 79. P. 127

Mujeres entregando animales para pagar la deuda por la expropiación

petrolera. P. 131

Donativos foráneos para el pago de indemnizaciones a las compañías pe­

troleras. Bandera al viento. Imágenes de la diplomacia mexicana 1930-1952,

Presentación de José Ángel Gurría Treviño, prólogo de Jorge Álvarez

Fuentes, México, SER, 1996, 191 p., p. 78. P. 131

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1999, p. 107. P. 135

Mensaje presidencial a la Nación, por Lázaro Cárdenas en 1938. P. 141

El Gral. Lázaro Cárdenas comiendo con campesinos, 1936. P. 143

Ministro José María Truchuelo. Gustavo Adolfo Ávila Maldonado, Histo-

ria socioeconómica de Querétaro, Veracruz, 2008, p. 106. P. 145

Ministro José María Truchuelo, Ministro Abenamar Eboli Paniagua, Mi­

nistro Rodolfo Asiain Aguilar, Ministro Fernando López Cárdenas.

Ministros de la Segunda Sala de la SCJN que resolvieron el amparo

promovido por las Compañías Petroleras “El Águila” y otras, en el

Expediente 487304. Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ministros

1917-2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005. P. 146

El general Eduardo Hay, secretario de Relaciones Exteriores, entrega

al embajador Daniel cheque por un millón de dólares en pago de

indem ni zaciones a las compañías petroleras de los Estados Unidos.

México, D.F., 31 de mayo 1939. Bandera al viento. Imágenes de la diplo-

macia mexicana 1930-1952, Presentación de José Ángel Gurría Treviño,

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 393

prólogo de Jorge Álvarez Fuentes, México, SER, 1996, 191 p., p. 93.

P. 148

Sabinas, Coahuila. P. 152

Ministro Manuel Bartlett Bautista. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Ministros 1917-2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005,

p. 63. P. 157

Ministro Gabino Fraga Magaña. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Ministros 1917-2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005,

p. 227. P. 158

Aduana de Piedras Negras, Coahuila. P. 159

Incendio en la Aduana Fronteriza de Piedras Negras, Coahuila, 1947. P. 160

Ministros de la Suprema Corte durante el periodo presidencial de Manuel

Ávila Camacho (1940­1946). Sentados de izquierda a derecha: Franco

Carreño, Hermilo López Sánchez, Alfonso Francisco Ramírez, Salva­

dor Urbina, Tirso Sánchez Taboada, Antonio Islas Bravo, Manuel

Bartlett Bautista e Hilario Medina. De pie de izquier da a derecha:

Gabino Fraga, Fernando de la Fuente, Carlos L. Ángeles, Emilio

Pardo Aspe, José Ma. Mendoza Pardo, Octavio Mendoza González,

Nicéforo Guerrero Mendoza, Eduardo Vasconcelos, José Ma. Ortiz

Tirado y Teófilo Olea y Leyva. P. 164

Ministro Gabino Fraga Magaña (sentado), Presidente de la Sala Adminis­

trativa de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, con los Ministros

Franco Carreño, Octavio Mendoza González, Alfonso Ramírez Baños y

Manuel Bartlett Bautista. P. 165

Ministro Roque Estrada Reynoso. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Ministros 1917-2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005,

p. 215. P. 170

394 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Ministro Carlos Lauro Ángeles. Suprema Corte de Justicia de la Nación. Minis-

tros 1917-2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005,

p. 35. P. 170

Templo Parroquial en el jardín principal de la Ciudad de León, en 1947.

P. 173

Palacio Municipal de León, Guanajuato. P. 179

Vista de la Plaza principal de León, Guanajuato. P. 181

Presidente Manuel Ávila Camacho. P. 188

Plaza principal de León. P. 189

Ministro Presidente Salvador Urbina y Frías, 1946. Suprema Corte de Justicia

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Ministro Benjamín Mijangos Domínguez. Suprema Corte de Justicia de la

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Ministro Paulino Machorro y Narváez. Suprema Corte de Justicia de la

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Ministro Vicente Santos Guajardo. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

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La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 395

Ministro Antonio Islas Bravo. Suprema Corte de Justicia de la Nación. Minis-

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Ministro José María Ortiz Tirado. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

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Ministro Franco Carreño Gómez. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

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p. 107. P. 197

Ministro Emilio Pardo Aspe. Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ministros

1917-2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005, p. 551.

P. 199

Ministro Manuel Bartlett Bautista. P. 202

Ministro Carlos L. Ángeles. Retratos vivos. Suprema Corte de Justicia de la

Nación. Ministros 1912-II-2006. México, SCJN, 2006, p. 158. P. 203

Ministro Fernando de la Fuente Sanders. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Ministros 1917-2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005,

p. 243. P. 205

Ministro Antonio Islas Bravo. Retratos vivos. Suprema Corte de Justicia de la

Nación. Ministros 1912-II-2006. México, SCJN, 2006, p. 168. P. 206

Ministro Hilario Medina Gaona. Suprema Corte de Justicia de la Nación. Minis-

tros 1917-2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005,

p. 447. P. 207

Ministro Teófilo Olea y Leyva. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Ministros 1917-2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005,

p. 503. P. 209

396 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Mural La Justicia en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de José

Clemente Orozco, 1941. P. 211

El fusilamiento de Maximiliano (L’Exécution de Maximilien), Édouard Manet,

1867, National Gallery de Londres, Inglaterra. P. 221

Casa número 5, posteriormente 68, de la Avenida Juárez, esquina con

Revillagigedo, que dio asiento a la Suprema Corte de Justicia de 1906

a 1920. Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ministros 1917-2004. Sem-

blanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005, p. 775. P. 222

Casa número 42 de la Avenida Juárez, de la época porfiriana, de fachada

afrancesada, fue propiedad del señor José Yves Limantour y que

ocupó la Suprema Corte de Justicia de 1920 a mayo de 1941. Suprema

Corte de Justicia de la Nación. Ministros 1917-2004. Semblanzas. 2 tomos,

2a. ed., México, SCJN, 2005, p. 778. P. 227

Combate en el Zócalo durante la Decena Trágica. P. 234

Salón de Audiencias del Tribunal Pleno. Ministros reunidos para celebrar

una sesión. Casa de la Avenida Juárez número 42. Suprema Corte de

Justicia de la Nación. Ministros 1917-2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed.,

México, SCJN, 2005, p. 779. P. 236

Zócalo de la Ciudad de México entre 1925­1926. P. 239

En esta fotografía entre 1920 y 1923 se muestra en la esquina de las actua­

les calles de Corregidora y Pino Suárez, lo que fue el edificio prin­

cipal del conjunto erigido en el ex mercado del Volador. El proyecto

para construir este centro comercial se aprobó el 23 de octubre de

1891. Las obras se iniciaron el 16 de noviembre del mismo año, y al

final sólo se construyó el edificio mostrado, por lo que el resto del

terreno era ocupado por puestos removibles tipo tianguis. Este edifi­

cio fue demolido juntamente con el resto de los puestos provisiona­

les en 1934. P. 241

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 397

Monte Albán, Oaxaca, 1947. Arqueología Mexicana Especial No. 7, Imáge nes

históricas de la arqueología en México. Siglo XX. P. 49. P. 245

En esta otra imagen podemos apreciar que una vez demolidos los edifi­

cios del mercado, se acondicionó la Plaza del Volador como un jardín

que se terminó en 1935. Poco tiempo duró este jardín, porque para

el año de 1936 se inició la construcción del edificio de la Suprema

Corte de Justicia. P. 246

Yacimiento petrolero en el Golfo de México. P. 253

En 1936, el Titular del Poder Ejecutivo, el Presidente Lázaro Cárdenas

del Río giró instrucciones para que se construyera el edificio sede de

la Suprema Corte de Justicia de la Nación, encargando un proyecto

de tal envergadura en el arquitecto mexicano Antonio Muñoz García,

quien desarrolló este proyecto arquitectónico considerando varios

aspectos: el edificio sería de corte rectangular y dispondría de dos pa­

tios principales y dos secundarios. Su estructura sería de acero; el

recubrimiento exterior e interior de cantera chiluca y contaría con

amplios corredores abiertos, que estarían circunscritos por dos enor­

mes arcos de medio punto. Este H. Recinto fue inaugurado en 1941

por el Presidente Manuel Ávila Camacho, siendo el titular de la SCJN,

el Ministro Salvador Urbina. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Ministros 1917-2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005,

p. 787. P. 255

El 18 de marzo de 1938, Lázaro Cárdenas del Río, a las 10 de la noche

envía por radio un emotivo mensaje a la nación, mediante el cual

hace público el Decreto Expropiatorio de la industria petrolera.

Al día siguiente, el Zócalo se vio abarrotado de trabajadores de todos

los sindicatos, para manifestar su apoyo al gobierno. P. 258

Las mujeres mexicanas se manifestaron solidarias con la expropiación

petrolera y participaron de la movilización obrera y popular. P. 259

398 Las Resoluciones Judiciales que han forjado a México

Ministros Presidentes de la SCJN, 1917­1951. P. 261

Manifestaciones de apoyo al Presidente Cárdenas por el Decreto Expro­

piatorio, 19 de marzo de 1938. México. Un siglo de imágenes 1900-2000,

México, SG­AGN, 1999, p. 131. P. 265

Manifestaciones de apoyo al Decreto Expropiatorio del 18 de marzo de

1938 por parte de diversos sindicatos. P. 270

El General de División Manuel Ávila Camacho, Presidente de la Repúbli­

ca, pronuncia el discurso oficial durante la ceremonia de inauguración

del edificio de la Suprema Corte de Justicia. Salón de Audiencias del

Tribunal Pleno. Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ministros 1917-

2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005, p. 784. P. 271

Constitución de 1917. P. 279

El Ministro Salvador Urbina, Presidente de la Suprema Corte de Justicia,

pronuncia un discurso en la ceremonia de inauguración. Salón del

Tribunal Pleno. Junio 2 de 1941. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Ministros 1917-2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005,

p. 785. P. 281

El Petróleo pertenece a México. Litografía de Alberto Beltrán. P. 288

En la fotografía oficial, los Ministros de la Suprema Corte de Justicia visten

por primera vez la toga. Salón de Audiencias del Tribunal Pleno.

Junio 2 de 1941. Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ministros 1917-

2004. Semblanzas. 2 tomos, 2a. ed., México, SCJN, 2005, p. 786. P. 290

Trabajo en minas a principios del siglo XX. P. 298

Trabajo en las Minas de Oro. P. 303

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 399

Simonin (1867), mineros en Chihuahua, México. P. 310

Bono de Compañía Minera, Pachuca, Hidalgo. Fines del siglo XIX, prin­

cipios del siglo XX. AGN. P. 315

Trabajo en minas, San Luis Potosí. P. 319

Escudo utilizado en el Semanario Judicial de la Federación, Tomo I, Quinta

Época, 1918. P. 326

Cuadrilla de perforación de Doheny y Carfield en 1902, en Ebano, San

Luis Potosí, equipada con un vehiculo de tracción a vapor. P. 331

Gral. Porfirio Díaz Mori, Presidente de México. P. 339

Águila y serpiente. Retratos vivos. Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Minis tros 1912-II-2006, México, SCJN, 2006. P. 341

Ministro Ignacio L. Vallarta. Gran Historia Ilustrada de México, vol. IV. De la

Reforma a la Revolución 1857-1929, 4a. reimp., España, Planeta De Agos­

tini, 2004, p. 19. P. 361

Vagones­cisternas para transporte de petróleo, Compañía “El Águila”.

P. 367

Emilio Rabasa. P. 370

Esta obra se terminó de imprimir y en­cua der nar en septiembre de 2010 en los talle res de Ediciones Corunda, S.A. de C.V., calle Panteón núm. 209, Bodega 3, Colonia Los Reyes Coyoa cán, Delegación Coyoacán, C.P. 04330, México, D.F. Se utilizaron tipos ITC New Baskerville Std de 8, 10, 12 y 13 pun­tos. La edición consta de 2,000 ejemplares impresos en papel couché mate de 135 grs.