Angel Poems

download Angel Poems

If you can't read please download the document

description

poems

Transcript of Angel Poems

"...La raz del temblor llena tu boca, tiembla,se vierte en ti y canta germinal en tu garganta...""Praise to Joy the God"Gustav KlimtResea biogrfica Poeta espaol nacido en 1929 en Orense, donde pas su infancia y adolescencia. Inici estudios de Filologa Romntica en Santiago de Compostela y los termin en Madrid. Fue profesor de literatura en la Universidad de Oxford y funcionario de varios organismos internacionales en diversos pases. Adems de poeta fue ensayista y traductor. Es una de las voces ms representativas de la poesa espaola. Premio Adonais en 1955, Premio de la Crtica en 1960, Premio Prncipe de Asturias de las Letras en 1988, Premio Nacional de Poesa en 1993 y Premio Reina Sofa en 1998. Su poesa se caracteriza por una gran exigencia verbal. Falleci en el ao 2000. Ahora, amiga ma... Ahora no tienes, corazn, el vuelo... Anlisis del vientre Annimo: versin Cae la noche Cerqu, cercaste... Cmo se abra el cuerpo del amor herido... Cuando te veo as, mi cuerpo, tan cado... El adis El amor est en lo que tendemos... El ngel El crculo El deseo era un punto inmvil... El fulgor El pecado El temblor En muchos tiempos... Esta imagen de ti Estabas desleda en la dulzura... Graaal Hay una leve luz cada... Hoy andaba debajo de m mismo... Iluminacin La adolescente La blanca anatoma de tu cuello... La mujer estaba desnuda... La vspera Latitud Luego del despertar Mandorla Material, memoria III Muerte y resurreccin No amanece el cantor No me dejes vivir... Octubre Oda a la soledad Pjaro del olvido Pero t nunca Poema Por debajo del agua Prohibicin del incesto S t mi lmite Sern ceniza... Siete cantigas de ms all Slo el amor... Toda la noche... Puedes escuchar al poeta en: La voz de los poetas Volver a: A media voz Volver a: ndice A-K Volver a: Poesa sensual Pulsa aqu para recomendar esta pgina Ahora, amiga ma... Ahora, amiga ma que una flor de papel preside el aire, que el aire se deshace en dulces ptalos de jadeante miel en tus rodillas, ahora que no hablamos del otoo ya nunca ms para no tropezar con tu mirada, ahora que te adentras por la vida, ligera, segn dices, desposeda al fin de prejuicios, ideas recibidas, tiempo estril, incomprensibles normas y principios, ay -ahora que la virginidad navega todava como un barco vaco por oscuros telares, por intactos desvanes y sueos sin sentido, qu hacer en medio de la tarde, cmo entregarse sin terror de pronto y cmo confesar que detrs de tu lecho odiosa la inocencia, inservibles los claros pensamientos, traicionan palabras aprendidas en revistas de moda, tpicos de vanguardia, digo, tpicos que tan libre te hacen, aunque no de ti misma, aunque no de tu vientre inopinado donde sbito baja, feroz y sofocante, el duro golpe del corazn. Qu tierna insensatez la de estar solos, la del estremecimiento vergonzoso ante la voz del hombre Y el no estar a la altura de las propias palabras con esfuerzo aprendidas, pues ahora bien sencillo sera el acto del amor sin aquel eco soez de sumergidas tradiciones no expurgadas a tiempo, ahora que la misma indiferencia de las frases audaces y ante odas del loro varonil tan propicia parece, si la conversacin no fuera ya pretexto, argumento de un miedo mal oculto a no saber qu hacer en este trance. Demasiado tarde vuelves a recaer en frases y agudezas, mientras escondes el temblor que sube, absurdamente provinciano y burdo, de nia de agua dulce, desusada y antigua, hasta tus labios, mientras repites al pic-up la misma cancin francesa que nos gusta tanto, que nos hace sentir ms al corriente, casi no necios ni burgueses tristes. Qu fcil fuera ahora desnudarse, dejar caer el velo simplemente sin el terror oscuro que te ata a los nbiles senos, qu fcil fuera acaso si no fuera por la flor jadeante de papel amarillo que preside la tarde, por el desasosiego sbito que oprime hasta el dolor tu tmida cintura por la imposible confesin aciaga de tu aeja inocencia, por el urbano gesto de loro aclimatado a otras regiones con que el varn disfraza su animal procedencia, por los pasos de alguien que se acerca, por el timbre que suena como un ngel guardin ( te ruboriza sin poder evitarlo el pensamiento ) y la ocasin disuelve, mientras t ms segura recuperas ingenio y frases hechas, piensas que, al fin y al cabo, volver a repetirse, prefabricada como es, y entonces no dudars en entregarte, entonces- es decir, sin que llegue el deseo a pasin ni la pasin a amor ni el hlito terrible del amor al abrasado borde de tu cuerpo. Ahora no tienes, corazn, el vuelo... Ahora no tienes, corazn, el vuelo que te llevaba a las ms altas cumbres. Lates, reptante, entre las hojas secas del amarillo otoo. Y hasta cundo en la secreta larva de ti? Volvers a nacer en la maana, a respirar la frialdad del aire donde hay un pjaro? Lo oyes? Canta arriba, en las cimas, como t, como entonces. T eres slo latir cobijado en lo oscuro. Al pjaro que fuiste dedicas este canto. (El vuelo) Anlisis del vientre Aquel vientre era para ser observado con lupa, pues bajo el cristal cada pequeo pliegue, cada rugosidad se haca multiplicado labio. El amor, demasiado brutal, jams reparara, el petulante de la viril pasin que el aire agota de un solo trago intil jams reparara. Mas nosotros, mi amiga, analicemos con la frialdad habitual a la que slo el poema se presta la difcil pasin de lo menos visible. Annimo: versin Cima del canto. El ruiseor y t ya sois lo mismo. Cae la noche Cae la noche. El corazn desciende infinitos peldaos, enormes galeras, hasta encontrar la pena. All descansa, yace, all, vencido, yace su propio ser. El hombre puede cargarlo a sus espaldas para ascender de nuevo hacia la luz penosamente: puede caminar para siempre, caminar... T que puedes, danos nuestra resurreccin de cada da! "Poemas a Lzaro" 1960 Cerqu, cercaste.... Cerqu, cercaste, cercamos tu cuerpo, el mo, el tuyo, como si fueran slo un solo cuerpo. Lo cercamos en la noche. Alzose al alba la voz del hombre que rezaba. Tierra ajena y ms nuestra, allende, en lo lejano. O la voz. Baj sobre tu cuerpo. Se abri, almendra. baj a lo alto de ti, sub a lo hondo. O la voz en el nacer del sol, en el acercamiento y en la inseparacin, en el eje del da y de la noche, de ti y de m. Qued, fui t. Y t quedaste como eres t, para siempre encendida. Cmo se abra el cuerpo del amor herido... Cmo se abra el cuerpo del amor herido como si fuera un pjaro de fuego que entre las manos ciegas se incendiara. No supe el lmite. Las aguas podan descender de tu cintura hasta el terrible borde de la sed, las aguas. De "Material memoria" Cuando te veo as, mi cuerpo, tan cado... Cuando te veo as, mi cuerpo, tan cado por todos los rincones ms oscuros del alma, en ti me miro, igual que en un espejo de infinitas imgenes, sin acertar cul de entre ellas somos ms t y yo que las restantes. Morir. Tal vez morir no sea ms que esto, volver suavemente, cuerpo, el perfil de tu rostro en los espejos hacia el lado ms puro de la sombra. El adis Entr y se inclin hasta besarla porque de ella reciba la fuerza. (La mujer lo miraba sin respuesta.) Haba un espejo humedecido que imitaba la vida vagamente. Se apret la corbata, el corazn, sorbi un caf desvanecido y turbio, explic sus proyectos para hoy, sus sueos para ayer y sus deseos para nunca jams. (Ella lo contemplaba silenciosa.) Habl de nuevo. Record la lucha de tantos das y el amor pasado. La vida es algo inesperado, dijo. (Ms frgiles que nunca las palabras. Al fin call con el silencio de ella, se acerc hasta sus labios y llor simplemente sobre aquellos labios ya para siempre sin respuesta. "A modo de esperanza" 1955 El amor est en lo que tendemos... El amor est en lo que tendemos (puentes, palabras ). El amor est en todo lo que izamos (risas, banderas). Y en lo que combatimos (noche, vaco) por verdadero amor. El amor est en cuanto levantamos (torres, promesas). En cuanto recogemos y sembramos (hijos, futuro). Y en las ruinas de lo que abatimos (desposesin, mentira) por verdadero amor. "Breve son" 1968 El ngel Al amanecer, cuando la dureza del da es an extraa vuelvo a encontrarte en la precisa lnea desde la que la noche retrocede. Reconozco tu oscura transparencia, tu rostro no visible, el ala o filo con el que he luchado. Ests o vuelves o reapareces en el extremo lmite, seor de lo indistinto. No separes la sombra de la luz que ella ha engendrado. El crculo Estaba la mujer con sus dos senos, su nica cabeza giratoria, la longitud de su sonrisa, el aire de estar y de alejarse sabiamente fingido. Estaba rodeada de s misma, de admiracin opaca y compartida, bajo la oscura luz de las miradas. La complacencia del estar hencha de estlida ternura los objetos cercanos. Estaba en pie sumndose a su cuerpo. Las palabras sonaban conllevando sentidos superfluos y crasos. Giraba la mujer. Rebasaba su rbita como un pronunciamiento de todo lo que es bello, vaco, ritual, sonoro, triste. El deseo era un punto inmvil... Los cuerpos se quedaban del lado solitario del amor como si uno a otro se negasen sin negar el deseo y en esa negacin un nudo ms fuerte que ellos mismos indefinidamente los uniera. Qu saban los ojos y las manos, qu saba la piel, qu retena un cuerpo de la respiracin del otro, quin haca nacer aquella lenta luz inmvil como nica forma del deseo? El fulgor XXVI Con las manos se forman las palabras, con las manos y en su concavidad se forman corporales las palabras que no podamos decir. XXXIII Ya te acercas otoo con caballos heridos, con ros que rebasan el caudal de sus aguas, con sumergidos prpados y vientres sumergidos, con jardines que bajan descalzos hasta el mar. Ya llegas con tambores enormes de tiniebla, con largos lienzos hmedos y manos olvidadas, con hilos que deshacen en aire la maana, con lentas galeras y espejos empaados, con ecos que an ocultan lo que ha de ser voz. Y de s desatado el cuerpo envuelto en oros desciende oscuro al fondo oscuro de tu luz. XXXVI Y todo lo que existe en esta hora de absoluto fulgor se abrasa, arde contigo, cuerpo, en la incendiada boca de la noche. El pecado El pecado naca como de negra nieve y plumas misteriosas que apagaban el rechinar sombro de la ocasin y del lugar. Goteaba exprimido con un jadeo triste en la pared del arrepentimiento, entre turbias caricias de homosexualidad o de perdn. El pecado era el nico objeto de la vida. Tutor inicuo de ojerosas manos y adolescentes hmedos colgando en el desvn de la memoria muerta. El temblor La lluvia como una lengua de prensiles musgos parece recorrerme, buscarme la cerviz, bajar, lamer el eje vertical, contar el nmero de vrtebras que me separan de tu cuerpo ausente. Busco ahora despacio con mi lengua la demorada huella de tu lengua hundida en mis salivas. Bebo, te bebo en las mansiones lquidas del paladar y en la humedad radiante de tus ingles, mientras tu propia lengua me recorre y baja, retrctil y prensil, como la lengua oscura de la lluvia. La raz del temblor llena tu boca, tiembla, se vierte en ti y canta germinal en tu garganta. En muchos tiempos... En muchos tiempos tu cabeza clara. En muchas luces tu cintura tibia. En muchos siempres tu respuesta sbita. Tu cuerpo se prolonga sumergido hasta esta noche seca, hasta esta sombra. Esta imagen de ti Estabas a mi lado y ms prxima a m que mis sentidos. Hablabas desde dentro del amor, armada de su luz. Nunca palabras de amor ms puras respirara. Estaba tu cabeza suavemente inclinada hacia m. Tu largo pelo y tu alegre cintura. Hablabas desde el centro del amor, armada de su luz, en una tarde gris de cualquier da. Memoria de tu voz y de tu cuerpo mi juventud y mis palabras sean y esta imagen de ti me sobreviva. Estabas desleda en la dulzura... Estabas desleda en la dulzura de los secretos jugos de tu cuerpo y te llevaba el agua como a una larga cabellera verde engendrada en los limas obstinados del fondo. Era tu forma ese deshacimiento. Brotar. Fluir. Abandonarse. Bajaba el aire hasta los lmites perfectos de tu piel. Blancura. Y ya oblicuo, el poniente la encenda para nacer de ti aquella tarde de qu lugar, qu tiempo, qu memoria. (Orillas del Sar) Graal Respiracin oscura de la vulva. En su latir lata el pez del lgamo y yo lata en ti. Me respiraste en tu vaco lleno y yo lata en ti y en ti latan la vulva, el verbo, el vrtigo y el centro. Hay una leve luz cada... Hay una leve luz cada entre las hojas de la tarde. Dame tu mano y cruza de puntillas conmigo para nunca pisarla, para no arder tan tenue en sus dormidas brasas y consumirte lenta en el perfil del aire. (Octubre) Hoy andaba debajo de m mismo... Hoy andaba debajo de m mismo sin saber lo que haca. Hoy andaba debajo de la pena con risa inexplicable. Hoy andaba debajo de la risa con todo el llanto a cuestas. Hoy andaba debajo de las aguas sin que fuese milagro comparable. Hoy andaba debajo de la muerte y no reconoca sus cimientos. Andaba a la deriva por debajo del cuerpo confundiendo los dedos con los ojos. Hoy andaba debajo de m mismo sin poder contenerme. "Breve son"1968 Iluminacin Cmo podra aqu cuando la tarde baja con fina piel de leopardo hacia tu demorado cuerpo no ver tu transparencia. Enciende sobre el aire mortal que nos rodea tu luminosa sombra. En lo recndito te das sin terminar de darte y quedo encendido de ti como respuesta engendrada de ti desde mi centro. Quin eres t, quin soy, dnde terminan, dime, las fronteras y en qu extremo de tu respiracin o tu materia no me respiro dentro de tu aliento. Que tus manos me hagan para siempre, que las mas te hagan para siempre y pueda el tenue soplo de un dios hacer volar al pajarillo de arcilla para siempre. La adolescente Ya baja mucha luz por tus orillas, nadie recuerda la invasin del fro. Ya los sueos no bastan para darle razn de ser a todos los suspiros. T cantas por el aire. Ya se ponen de verde los vestidos. Ya nadie sabe nada. Nadie sabe ni cmo ni por qu ni cundo ha sido. La blanca anatoma de tu cuello... La blanca anatoma de tu cuello. Sub a la transparencia. Tallo de soberana luz, tu cuello. Podra estar exento, ser slo as en la naturaleza, tallo de una cabeza no existente. Cuello. Tallo de luz. Exento. Para inventar de nuevo tu mirada y tu irrealidad. Para soar de nuevo el mismo sueo. La mujer estaba desnuda... La mujer estaba desnuda. Lleg un hombre, descendi a su sexo. Desde all la llamaba a voces cncavas, a empozados lamentos. Pero ella no poda bajar y asomada a los bordes sollozaba. Despus, la voz, ms tenue cada da, ya se iba perdiendo en remotos vellones. La mujer sollozaba. Tendi grandes pauelos en las lmparas rotas. Vino la noche. Y la mujer abri de par en par sus inexhaustas puertas. La vspera El hombre despojse de s mismo, tambin del cinturn, del brazo izquierdo, de su propia estatura. Resbal la mujer sus largas medias, largas como los ros o el cansancio. Nublse el sueo de deseo. Vino ciego el amor batiendo un cuerpo annimo. De nadie eran la hora ni el lugar ni el tiempo de los besos. Slo el deseo de entregarse daba sentido al acto del amor, pero nunca respuesta. El humo gris. El abandono. El alba como una inmensa retirada. Restos de vida oscura en un rincn cados. y lo dems vulgar, ocioso. El hombre psose en orden natural, alzse y tosi humanamente. Aquella hora de soledad. Vestirse de la vspera. Sentir duros los lmites. Y al cabo no saber, no poder reconocerse. Latitud No quiero ms que estar sobre tu cuerpo como lagarto al sol los das de tristeza. Se disuelve en el aire el llanto roto, al pie de las estatuas recupera la hiedra y tu mano me busca por la piel de tu vientre donde duermo extendido. El pensamiento melanclico se tiende, cuerpo, a tus orillas, bajo el temblor del prpado, el delgado fluir de las arterias, la duracin nocturna del latido, la luminosa latitud del vientre, a tu costado, cuerpo, a tus orillas, como animal que vuelve a sus orgenes. Luego del despertar.... Luego del despertar y mientras an estabas en las lindes del da yo escriba palabras sobre todo tu cuerpo. Luego vino la noche y las borr. T me reconociste sin embargo. Entonces dije con el aliento slo de mi voz idnticas palabras sobre tu mismo cuerpo y nunca nadie pudo ms tocarlas sin quemarse en el halo de fuego. Mandorla Ests oscura en tu concavidad y en tu secreta sombra contenida, inscrita en ti. Acarici tu sangre. Me entraste al fondo de tu noche ebrio de claridad. Material, memoria, III El encuentro fugaz de los amantes en las furtivas camas del atardecer y ya el adis como de antes casi de empezar el amor y el jadeante amor bebiendo entre tus ingles el vientre azul de tu primer desnudo, tus prpados y el sbito pulso roto de un tiempo inmemorial largando amarras hacia adentro del tiempo. T decas ser de noche, amor. Y ya caa la luz, mas era igual, como era igual igual a igual y nunca a siempre, jams a todava en la sola estacin solar de tu mirada. Muerte y resurreccin No estabas t, estaban tus despojos. Luego y despus de tanto morir no estaba el cuerpo de la muerte. Morir no tiene cuerpo. Estaba traslcido el lugar donde tu cuerpo estuvo. La piedra haba sido removida. No estabas t, tu cuerpo, estaba sobrevivida al fin la transparencia. No amanece el cantor El cuerpo del amor se vuelve transparente, usado como fuera por las manos. Tiene capas de tiempo y hmedos, demorados depsitos de luz. Su espejo es la memoria donde arda. Venir a ti, cuerpo, mi cuerpo, donde mi cuerpo est dormido en todas tus salivas. En esta noche, cuerpo, iluminada hacia el centro de ti, no busca el alba, no amanece el cantor. No dejis morir a los viejos profetas pues alzaron su voz contra la usura que ciega nuestros ojos con xidos oscuros, la voz que viene del desierto, el animal desnudo que sale de las aguas para fundar un reino de inocencia, la ira que despliega el mundo en alas, el pjaro abrasado de los apocalipsis, las antiguas palabras, las ciudades perdidas, el despertar del sol como ddiva cierta en la mano del hombre. La paciencia del sur. Sus enormes lagartos extendidos. El caparazn oscuro de la noche mordido por la sal. No llega la pregunta a convertirse en signo. Interrogar, por qu? Quin nos respondera desde la plenitud solar sin destruirnos? Tena el mar fragmentos laminares de noche. Los arrojaba al da. Para que el ave tendida de la tarde no pudiera olvidar su origen en los terribles pozos anegados del fondo. Y t, de qu lado de mi cuerpo estabas, alma, que no me socorras? Inmersin de la voz. Las aguas. Entraste en el origen. Cabeza decapitada junto al mar. Despus no quedan ms silencios. Veo, veo. Y t qu ves? No veo. De qu color? No veo. El problema no es lo que se ve, sino el ver mismo. La mirada, no el ojo. Antepupila. El no color, no el color. No ver. La transparencia. El centro es un lugar desierto. El centro es un espejo donde busco mi rostro sin poder encontrarlo. Para eso has venido hasta aqu? Con quin era la cita? El centro es como un crculo, como un tiovivo de pintados caballos. Entre las crines verdes y amarillas, el viento hace volar tu infancia. -Detenla, dices.Nadie puede escucharte. Msicas y banderas. El centro se ha borrado. Estaba aqu, en donde t estuviste. Veloz el dardo hace blanco en su centro. Queda la vibracin. La sientes todava? Los muslos de la mujer eran largos y hmedos. El fino vello brillaba dorado al sol. Interminable profundidad sin fondo de la piel. Cuando rea, pareca su risa estremecerle el sexo y desatar bandadas por el aire de indeclinables pjaros. Brotaba all, me dije, como otras tantas cosas de la naturaleza. (Jardn botnico) What killed the dinosaurios?, preguntas mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. O quin? T misma, un meteoro, una erupcin volcnica? Murieron uno a uno apualados o fueron vctimas tempranas de una sbita y calculada exterminacin? (Anotacin para un fin de siglo) El oro fatigado envuelto en sangre de las tierras del sur. Los perros vagabundos llegaban hasta el lmite fro de los vientos para morir. Nadie habitaba ya el lugar incierto. xidos. Nadie. Los luminosos cuarzos amarillos incendiaba en su rpido descenso el sol. Despus, la sombra como una antorcha helada en todos los caminos que llevan al vaco. La soledad hambrienta devora las figuras. Sube el silencio contra el cielo, enorme, como un grande alarido. a rogelio Dedos sobre el tambor, la piel tendida, el aire que se llena de un susurro de huellas dactilares, de comienzos de or, de odos o silencios sbitos, plenitud del sonido, el silencio es la pura plenitud del sonido. Acelerada percusin. Los dedos. La llamada del dios. Los dedos solos sobre el puro temblor. Quera escribir Unter den Linden. Escribir las palabras en el mismo lugar al que designan. Igual que los graffiti. Decir ante un simblico pblico alemn Der Tod ist ein Meister aus Deutschland. Como si yo mismo fuese un campesino de esa tierra. Decirlo con amor y con tristeza. El da dos de noviembre, un da de difuntos, de mil novecientos noventa, ya casi al trmino del siglo, el aire es tenue aqu y fro y luminoso. Una nia cruza en bicicleta, haciendo largas eses descuidadas, los vestigios del lmite an visibles. (Berln) No me dejes vivir No me dejes vivir. Ahgame en lo alto. Sobre tu cuerpo enfurecido. No me dejes vivir... Hay navos que abaten en el largo descenso su arboladura amarga. Octubre Hay una leve luz cada entre las hojas de la tarde. Dame tu mano y cruza de puntillas conmigo para nunca pisarla, para no arder tan tenue en sus dormidas brasas y consumirte lenta en el perfil del aire. Oda a la soledad Ah soledad, Mi vieja y sola compaera, Salud. Escchame t ahora Cuando el amor Como por negra magia de la mano izquierda Cay desde su cielo, Cada vez ms radiante, igual que lluvia De pjaros quemados, apaleado hasta el quebranto, y quebrantaron Al fin todos sus huesos, Por una diosa adversa y amarilla Y t, oh alma, Considera o medita cuntas veces Hemos pecado en vano contra nadie Y una vez ms aqu fuimos juzgados, Una vez ms, oh dios, en el banquillo De la infidelidad y las irreverencias. As pues, considera, Considrate, oh alma, Para que un da seas perdonada, Mientras ahora escuchas impasible O desasida al cabo De tu mortal miseria La cada infinita De la sonata opus Ciento veintisis De Mozart Que apaga en tan inslita Suspensin de los tiempos La sucesiva imagen de tu culpa Ah soledad, Mi soledad amiga, lvame, como a quien nace, en tus aguas australes y pueda yo encontrarte, descender de tu mano, bajar en esta noche, en esta noche sptuple del llanto, los mismos siete crculos que guardan en el centro del aire tu recinto sellado. Pjaro del olvido Pjaro del olvido jams te tuve ms cierto en mi memoria. Vuelvo ahora desde no s qu sombra al da helado del otoo en esta ciudad no ma, pero al fin tan prxima, donde el sol de noviembre tiene la ltima dureza de lo que ya debiera morir. Y es ste el da de mi resurreccin? Las hojas arrastradas por el viento apagan nuestros pasos. Llego y ni siquiera s muy bien quin llega ni por qu fue llamado a este convite tantos aos despus. (Comparicin) Pero t, nica Soledad, s pero t nunca. Ausencia, pero t nunca: inmvil luz sin trmino bajo la luna fra de la falta de amor. Poema Sent real el plpito de tu oscura impresencia. Supe que estabas. Te busqu. Arda lento el fuego en los rincones ms secretos del ciego laberinto. No busqu la salida, la imposible salida. Te buscaba. Manifistate, dije, sintiendo repentino que ya lo habas hecho en el latido de lo no manifiesto. (el dios) 1 de mayo de 1997 Por debajo del agua... Por debajo del agua te busco el pelo, por debajo del agua, pero no llego. Por debajo del agua de tu cintura: t me llamas arriba para que suba. Para que suba al aire de tu mirada; mi corazn me enciende, luego se apaga. Te busco el pelo por debajo del agua, pero no llego. Prohibicin del incesto Piedra cuadrangular. El bho reposa en la lubricidad del pensamiento. Igual en el secreto envoltorio del vientre. El cuerpo de la mujer se quiebra as en dos formas sangrientas. Recuerdo el parto al amanecer como lleno de aire salino y la fatiga de haber corrido mucho por los arenales. Piedra cuadrangular. El tiempo roto en cuerpos que eran antes y que sern despus, mientras el amante recin engendrado entra en el cuerpo de la mujer madre con el alarido de la posesin. Y el mismo rito. Y el mismo cuerpo. Y la prohibicin solar de amar lo que hemos engendrado. S t mi lmite Tu cuerpo puede llenar mi vida, como puede tu risa volar el muro opaco de la tristeza. Una sola palabra tuya quiebra la ciega soledad en mil pedazos. Si tu acercas tu boca inagotable hasta la ma, bebo sin cesar la raz de mi propia existencia. Pero t ignoras cunto la cercana de tu cuerpo me hace vivir o cunto su distancia me aleja de m mismo me reduce a la sombra. T ests, ligera y encendida, como una antorcha ardiente en la mitad del mundo. No te alejes jams: Los hondos movimientos de tu naturaleza son mi sola ley. Retenme. S t mi lmite. Y yo la imagen de m feliz, que t me has dado. Sern ceniza... Cruzo un desierto y su secreta desolacin sin nombre. El corazn tiene la sequedad de la piedra y los estallidos nocturnos de su materia o de su nada. Hay una luz remota, sin embargo, y s que no estoy solo; aunque despus de tanto y tanto no haya ni un solo pensamiento capaz contra la muerte, no estoy solo. Toco esta mano al fin que comparte mi vida y en ella me confirmo y tiento cuanto amo, lo levanto hacia el cielo y aunque sea ceniza lo proclamo: ceniza. Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora, cuanto se me ha tendido a modo de esperanza. Siete cantigas del ms all I Amarillea amargo el tiempo y no hay tiempo para ms desdecir la muerte. Marinero que llevas la barca del pasar, el pjaro en la jarcia dice an su cantar. Lo escucho ms all del tiempo. II Anhelo. El verbo crea el movimiento de la luz en el fondo de las amargas aguas. Maana, no poses todava tus pjaros dorados sobre mi pecho herido. III Escucha, madre, he vuelto. Estoy en el atrio donde aquel da el gran cuerpo de mi abuelo qued. An oigo el llanto. Volv. Nunca haba partido. Alejarme tan slo fue el modo de quedar para siempre. IV El verbo. Recomponer el mundo para ir aadiendo sobre una muerte otra hasta alcanzar el tiempo que se va por el ojo de la luz del puente. Banderas sumergidas. Noche y soledad. Palpita el verbo. V Cerqu, cercaste, cercamos tu cuerpo, el mo, el tuyo, como si fueran slo un solo cuerpo. Lo cercamos en la noche. alzose al alba la voz del hombre que rezaba. Tierra ajena y ms nuestra, allende, en lo lejano. O la voz. Baj sobre tu cuerpo. Se abri, almendra. Baj a lo alto de ti, sub a lo hondo. O la voz en el nacer del sol, en el acercamiento y en la inseparacin, en el eje del da y de la noche, de ti y de m. Qued, fui t. Y t quedaste como eres t, para siempre encendida. VI Fomos ficando ss o Mar o barco e mais ns. Manoel Atonio. Despirtate en la tarde. Fuimos un modesto fenmeno de antao. Ahora se echa el viento, hermano. No s si fuimos. Pues as quedamos olvidados de nosotros, vacos ya enteramente de nosotros y sea ste al fin para nosotros el solo tiempo de la verdad. VII Palidecen los sueos, cae la noche en la noche. Ya no hay luz que no sea la blancura de tus senos. Aslame en el hlito. Que pueda or an, como Alexander Blok, el chillido de las galaxias cuando brille en el cielo la encendida cola del cometa Halley y cuando todas las seales del fin hayan sido juntadas. Vamos hacia la tarde, amor, del siglo sin saber si an habr ventura saecula o si el rostro del enigma no ser nuestro rostro en el espejo y si todas las palabras no se habrn, sin saberlo nosotros, por s mismas cumplido. De "Siete cantigas de ms all" Slo el amor Cuando el amor es gesto del amor y queda vaco un signo slo. Cuando est el leo en el hogar, mas no la llama viva. Cuando es el rito ms que el hombre. Cuando acaso empezamos a repetir palabras que no pueden conjurar lo perdido. Cuando t y yo estamos frente a frente y una extensin desierta nos separa. Cuando la noche cae. Cuando nos damos desesperadamente a la esperanza de que slo el amor abra tus labios a la luz del da. Toda la noche me alumbres... Toda la noche me alumbres redonda en el silencio. Toda la noche, luna, almbresme en el cielo. Toda la noche me alumbres, escudo de mi pecho, escudo de verdad firme en el cielo negro. Toda la noche me alumbres desnudo contra el sueo: con la luz que reluces hazme ms verdadero. Con la luz que reluces toda la noche me alumbres. AddFreeStats.com Free Web Stats in real-time !