Ansaldi - Porque La Tierra y La Libertad Les Eran Ajenas. Campesinos Rebeldes en Bolivia, 1927-1953

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    Porque la tierra y la libertad

    les eran ajenas.Campesinos rebeldes en Bolivia, 1927-19531

    Artculos centrales

    Waldo Ansaldi*

    Fecha de recepcin:

    Fecha de aceptacin:

    Correspondencia a:

    Correo electrnico:

    3 de octubre de 2013

    23 de octubre de 2013

    Waldo Ansaldi

    [email protected]

    *. Profesor titular consulto de la Facultad de Ciencias Sociales

    de la Universidad de Buenos, investigador del Instituto de

    Estudios de Amrica Latina y el Caribe (IEALC) y Director

    de la Maestra en Estudios Sociales Latinoamericanos.

    Investigador Principal jubilado del CONICET.

    Porque les es ms querida

    la libertad que no tienen,

    porque es ajena la tierra,

    y la libertad, ajena,y porque siempre los pueblos

    saben romper las cadenas.

    Idea Villario, Los orientales

    Alberto Filippi, rara mezcla de

    italiano y latinoamericano, pero

    sobre todo latinoamericanista,

    amigo, compaero. Salud!

    1. Este artculo expone resultados parciales alcanzados en dos investigaciones colectivas que dirijo: Condiciones sociohistricas de la violencia en Amrica Latina, 1954-1989,prxima a concluir y subsidiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas (CONICET), y Condiciones sociohistricas de la violencia rural en Amrica Latina,1950s-1990s, en curso.

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    Resumo

    Este artigo apresenta resultados parciais de duas pesquisas que se interessam pela violncia no mundo

    rural na Amrica Latina. Neste texto se analisa a insurgncia dos camponeses bolivianos entre 1927

    (rebelio de Chayanta) e 1953 (Lei de Reforma agrria). Nestes quase trinta anos, os camponesesdeviram sujeitos principais das lutas sociais e polticas do pas, protagonismo que no abandonaram e

    que com frequncia compartilharam/confrontaram com os operrios mineiros e incluso, alm do tempo

    aqui analisado, com as Foras Armadas (Pacto militar-campons).

    As pesquisas em andamento indagam as condies socio-histricas que fazem possvel a rebelio, as que,

    no caso boliviano, incluem as brutais condies de dominao e explorao dos indgenas camponeses,

    particularmente duras nas fazendas, nas quais subsistiam at a Revoluo Nacional, a instituio

    colonial do pongueaje.

    A Guerra do Chaco, primeiro, e as polticas reformistas dos presidentes Toro, Busch e, sobretudo, Vi-

    llarroel, geraram uma situao favorvel para a toma de conscincia, a organizao e o decidido passo

    aco camponesa, mudando radicalmente o curso da histria da classe e do pas.

    Palabras chave: camponeses, lutas sociais, rebelio.

    la rebelin deviene revolucin? Cul es la estruc-tura agraria ms favorable para la insurgencia? O,si se prefiere, por qu se rebelan los campesi-nos? Pregunta que se complementa con la que sesita en su antpoda: por qu no se rebelan loscampesinos sujetos a relaciones de dominacin y

    explotacin? La cuestin est muy bien planteadapor Barrington Moore Jr.: se trata de descubrirqu estructuras sociales y situaciones histricas

    Resumen:

    Este artculo expone resultados parciales de dos investigaciones que se ocupan de la

    violencia en el mundo rural en Amrica Latina. En este texto se analiza la insurgencia

    de los campesinos bolivianos entre 1927 (rebelin en Chayanta) y 1953 (ley de ReformaAgraria). En esos casi treinta aos, los campesinos devinieron sujetos principales de las

    luchas sociales y polticas del pas, protagonismo que no abandonaron y que a menudo

    compartieron / confrontaron con los obreros mineros e incluso, ms all del tiempo aqu

    analizado, con las Fuerzas Armadas (pacto militar-campesino).

    Las investigaciones en curso indagan las condiciones socio-histricas que hacen posible

    la rebelin, las que, en el caso boliviano, incluyen las brutales condiciones de dominacin

    y explotacin de los indgenas campesinos, particularmente duras en las haciendas, en

    las cuales subsistan hasta la Revolucin Nacional, la institucin colonial del pongueaje.

    La Guerra del Chaco, primero, y las polticas reformistas de los presidentes Toro, Busch

    y, sobre todo, Villarroel, generaron una situacin favorable para la toma de conciencia,

    la organizacin y el decidido paso a la accin campesinas, cambiando radicalmente el

    curso de la historia de la clase y del pas.

    Palabras claves:Campesinos - Luchas sociales - Rebelin.

    Algn da, tambin loscampesinos se rebelan

    En algn momento -pero no necesariamente-,los campesinos, como otros oprimidos y explota-dos, se alzan, se rebelan para ser tenidos en cuen-

    ta y en ese acto ponen en juego sus propias vidas.Cundo y cmo la resignacin se convierte enrebelin? Qu hace posible ese pasaje? Cundo

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    producen revoluciones campesinas o, al contra-rio, las inhiben (1973: 367). Es frecuente des-tacar el papel decisivo que juega la pobreza enel pasaje de los campesinos de la pasividad a la

    resistencia, pero la cuestin es ms compleja ylos estudiosos de las revoluciones no coincidenen una nica respuesta a las preguntas arriba for-muladas. La politloga norteamericana CynthiaMcClintock (1994: 395-400), una conocedora delmundo andino, presenta un ajustado y til resu-men de las principales posiciones, las cuales giranen torno a dos preguntas: 1) cul es el grupoms propenso a la insurreccin?: los asalaria-dos rurales sin tierras [no sera mejor preguntarpor los campesinos sin tierra?] o pequeos pro-pietarios?; 2) los campesinos ms afectados porel desarrollo del capitalismo en el campo son losms propensos a rebelarse? Respecto de la pri-mera pregunta, Jeffery Paige se inclina por los sintierra, mientras Eric Wolf y James Scott lo ha-cen por los pequeos propietarios, al tiempo que

    Theda Skocpol le resta importancia a la cuestin.

    Paige opta por quienes carecen de tierras porentender que, precisamente, no tienen nada que

    perder, mientras que los pequeos propietariosno quieren, o se resisten a, involucrarse en ac-ciones que ponen en riesgo sus propiedades, sincontar con que a menudo dependen de los te-rratenientes para la comercializacin de su pro-duccin u otras cuestiones necesarias para laactividad. En cambio, Scott y Wolf creen, pordistintas razones, que son los campesinos peque-o-propietarios quienes tienen mayor tendencia asublevarse. Para Scott, resea McClintock, los pe-queos propietarios, que muy probablemente viven

    en poblaciones lejanas y cerradas, conservan firmevalores precapitalistas que los impulsan a una tenazresistencia, mientras Wolf seala que los jorna-leros sin tierra son vigilados muy de cerca por susempleadores, y por lo tanto no pueden hacer movi-lizaciones polticas. Segn l, la accin revoluciona-ria campesina depende de la carencia de represinpor las autoridades locales, y esta libertad se obtienems fcilmente en poblados pequeos, sobre todolos inaccesibles (McClintock, 1994: 395).

    Skocpol coincide con Wolf en la importancia dela autonoma campesina como una de las condi-

    ciones para la accin revolucionaria, pero tam-bin entiende que la variable estructura agraria hasido exagerada y, en definitiva, tanto los campesi-nos sin tierra como los que son pequeos propie-

    tarios pueden ser sujetos revolucionarios, comolo prueba el caso de la revolucin burguesa mexi-cana. Para la sociloga histrica norteamericana,la variable ms importante es el contexto poltico.En cuanto a la segunda cuestin en debate,Paige afirma que el desarrollo de las empresasintensivas de capital de productos agrcolas deexportacin estimula los conflictos rurales declase y las protestas. [Joel S.] Migdal sostiene queun requisito previo para la revolucin es que loscampesinos estn en crisis econmica, con fre-cuencia provocada por la creciente explotacinde las autoridades. Ante esa situacin, argumen-ta, pretenden salir de la crisis mediante una ma-yor participacin en el mercado, experiencia queles deja un saldo negativo, pues las redes de co-mercializacin estn corruptas y no les producenutilidades. Por su parte, Wolf argumenta que laexpansin del capitalismo implica una disloca-cin social y econmica importante. Cita diver-sos cambios, desde la falta de ttulos de propie-

    dad garantizados hasta el surgimiento de nuevaselites (McClintock, 1994: 396-397).

    Volvamos a Barrington Moore. Sus muy suge-rentes hiptesis se construyen a partir de analizarlas diferentes situaciones histricas en las que searticulan las relaciones de la compleja trama urdi-da por terratenientes, campesinos y burgueses. ladvierte sobre la necesidad de escaparle a las hi-ptesis y teoras que prestan excesiva atencin alcampesinado, proponiendo atender tambin las

    actitudes de los terratenientes, responsables engran parte de las acciones campesinas. Ms an:Antes de fijarse en el campesinado, es necesario fijarse en

    la sociedad entera(1973: 370; itlicas mas).

    En primer lugar, Moore sostiene que existe unarelacin estrecha entre desarrollo de una econo-ma capitalista (l dice comercial) y movimientosrevolucionarios. Segn su parecer, el xito o elfracaso de la clase alta en la adopcin de una

    agricultura comercial tiene una incidencia decisi-va en los resultados revolucionarios. En aquelloslugares donde la clase alta rural ha pasado a

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    producir para el mercado y, por ende, el campoha quedado abierto a los influjos comerciales,las insurrecciones campesinas han tenido pocaimportancia. En contrapartida, los movimien-

    tos revolucionarios tuvieron ms facilidadespara desarrollarse, e incluso llegar a ser una seriaamenaza para el orden establecido, all donde laaristocracia rural no ha desarrollado un impul-so comercial poderoso dentro de sus propias fi-las. Respecto de la primera de estas situaciones,Moore advierte que no hay una nica manerade transitar hacia la economa agraria capitalista:Las respectivas victorias del landlord ingls y el

    Junkeralemn constituyen formas casi diametral-mente opuestas de esa transicin por una cla-se alta agraria. Tambin medios diametralmenteopuestos de destruir la base de accin poltica delcampesinado (Moore, 1973: 372 y 377).

    El autor acota, asimismo, que en aquellos pasesdonde los campesinos se rebelaron se encuentranindicios de una combinacin, en la extraccin deexcedente econmico a ellos, de los nuevos m-todos capitalistas con los tradicionales, no sloplenamente vigentes sino a veces incluso robus-

    tecidos () Lo que enfurece a los campesinos (yno tan slo a los campesinos) es una imposicino exigencia nueva y brusca que afecte a muchosde ellos a la vez y que entrae una ruptura con lasreglas y costumbres admitidas (1973: 382-383).Moore llama la atencin aqu sobre el doble im-pacto que la modernizacin capitalista provocaen los campesinos: econmico-social, uno; cultu-ral (e incluso psicolgico), el otro.

    Otra cuestin que forma parte del conjunto de

    hiptesis de este notable socilogo histrico es lade la solidaridad, el grado de solidaridad entre loscampesinos: un estado de solidaridad dbil ()obstaculiza en gran manera cualquieraccin polti-ca, es decir, acta conservadoramente (posicinque lo aproxima al Marx crtico de los campesi-nos parcelarios franceses); a su vez, la solidaridadfuerte puede orientarse hacia una u otra de lasdirecciones, la conservadora o la rebelde o revo-lucionaria. La solidaridad entre los campesinos

    ora ha ayudado a las clases dominantes ora hasido un arma contra ellas, pasando muchas ve-ces de lo uno a lo otro (Moore, 1973: 383-384

    y386; itlicas del autor). En Amrica Latina, elcaso de Sendero Luminoso, en Per, ilustra muybien este comportamiento dual. Que el potencialrevolucionario de los campesinos, aade Moore,

    se convierta en efectivo polticamente dependede que sus agravios se fusionen o no con los deotros grupos. Los campesinos nunca han podi-do consumar una revolucin por s solos. En esepunto los marxistas aciertan plenamente, si bien

    van fuera de trastes en otros aspectos trascen-dentales. Los campesinos han de tener lderes deotras clases. Pero el liderazgo solo no basta ()Qu aliado pueda hallar el descontento campe-sino depende de la fase porque la que atravieseel desarrollo econmico del pas y de circuns-tancias histricas ms especficas; esos factoresdeterminan tambin el punto en que los aliadosse vuelven contra el movimiento campesino paramoderarlo.

    Las hiptesis de Barrington Moore son ms quepertinentes y estimulantes, pero deben tomarsede manera heurstica, pues los campesinos y lasestructuras agrarias de Amrica Latina no sonlas mismas que las estudiadas por l (Inglaterra,

    Francia, Estados Unidos, Japn, China e India).Pero es bueno contar con ellas como gua, inclu-so si tomndolas no se las valida por completoy/o se llega a resultados diferentes.

    Sin profundizar en la cuestin, es claro que el re-pertorio de hiptesis para explicar la insurgenciacampesina es vasto. En rigor, es evidente que nohay una respuesta nica a las preguntas plateadams arriba.

    Dentro del espacio disponible, aqu he de consi-derar tan solo el caso de los campesinos bolivia-nos a lo largo de unos veinticinco-veintisis aos,entre la rebelin de Chayanta, en 1927, y la refor-ma agraria de la Revolucin Nacional, en 1953.

    De Chayanta a la Guerradel Chaco, 1927-1932

    En Bolivia, pas con una rica historia de resisten-

    cias, los campesinos comenzaron a escribir otrahistoria desde la soldadura de los conflictos pre ypos Guerra del Chaco, precedidos por los poste-

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    riores a la gran rebelin de Willka Zrate (1899)en Chayanta, Pacajes, Caquiaviri, y Jess de Men-chaca, entre muchos otros del llamado perodoliberal (1899-1920). En 1927, en Chayanta, tie-

    rra de campesinos rebeldes (orgullosos del an-tecedente de los kataris insurgentes de 1780), seprodujo un muy importante (y poco conocido)levantamiento, extendido por los campos de losdepartamentos de Potos, Chuquisaca e inclusoLa Paz. Se origin -cundo no!- en protesta antelas prcticas terratenientes de apropiarse de lastierras comunitarias, en demanda de abolicinde los servicios personales y el reclamo de es-tablecimiento de escuelas rurales. Campesinoscomunarios, colonos de haciendas opuestos almonopolio terrateniente y a las exacciones delos servicios personales y comerciantes llameros(pastores y transportistas de llamas) se conjuga-ron en una accin violenta que recibi el apoyode intelectuales y obreros de Sucre partidarios decambios sociales, incluyendo los agrarios.2En elotro polo de la confrontacin estaban los hacen-dados, las autoridades de pueblos, los partidariosde terminar con el rgimen comunal para per-mitir la expansin terrateniente y el ejrcito. La

    sublevacin se extendi entre fines de julio y co-mienzos de septiembre y concluy con la derrotaindgeno-campesina, no slo en el plano militarsino tambin en el econmico-social, pues loshacendados continuaron persiguindolos, incen-diando sus campos y apropindose de sus tierras.Los campesinos apresados y sometidos a juiciofueron luego indultados por el gobierno del pre-sidente Hernando Siles, en un acto y con argu-mentos inusuales al sostener que la sublevacinde los campesinos.

    fue originada por la explotacin de queson parte de propietarios, corregidores ycuras y que por su inferior condicin so-

    cial merecen el amparo y proteccin de lospoderes del Estado (Memoria del Minis-terio de Gobierno y Justicia, 1928-1928,apudArze Aguirre, 1987: 25).

    El tenor del levantamiento provoc reaccionesde intelectuales y algunos debates periodsticos-como el protagonizado por los diarios El Pasy La Defensa, ambos de Sucre. El primero eradecididamente proindgena y llev adelante unacampaa a favor que, en opinin de Ren Danilo

    Arze Aguirre, no tena precedentes en la histo-ria del periodismo nacional; el segundo, creadopor los hacendados de Chuquisaca, en cambio,se proclam defensor de la vida, honra y pro-piedad de todos los habitantes y enemigo detodas las doctrinas disociadoras del comunismoy las sublevaciones indigenales (edicin del 2de septiembre de 1927, apudArze Aguirre, 1987:23). Tambin en el campo intelectual son fuertela posicin del escritor Jaime Mendoza, quien su

    varias colaboraciones publicadas enEl Passea-l que el problema del indio, como problemahumano, es seguramente el mayor de todos losque tiene que resolver la repblica, y que la re-

    belin no era otra cosa que la reaccin ante laexplotacin de la trinidad siniestra de corregi-dor,3cura y hacendados, es decir, Estado, Iglesiay sociedad.4

    Entre 1927 y 1932 se produjeron otros hechosde violencia rural, particularmente en el cantnPatacamaya, donde en marzo de 1931 la policafusil a tres indgenas campesinos y orden ladetencin de otros 50 y en septiembre se enfren-taron campesinos comunarios y carabineros en

    una disputa por la tierra. En el nterin, en agostode 1930 se cre la Sociedad Repblica del Ko-llasuyo, hecho que Arze Aguirre reputa el mssobresaliente en la continuidad de las luchas

    2. En Bolivia, campesinos colonos eran aquellos que trabajaban en usufructo algunas parcelas de la tierra del hacendado (por lo general, menores a las tres hectreas e incluso a unaen Cochabamba) a cambio del pago de una renta en trabajo (un indeterminado nmero de das a la semana) y un canon anual. Estaban obligados a preparar la tierra de los hacendados(aquellas que stos no cedan en usufructo), cuidar el ganado, reparar y mantener los caminos, acequias y dems medios de riego, amn de la casa patronal, entre otras obligaciones.Tanto los varones cuanto sus esposas e hijos estaban obligados, adems, a los servicios de pongueaje (servicios domsticos) en las casas rural y urbana del patrn. Adems de loscolonos, tambin llamados pegujaleros existan otros tipos de campesinos: arrenderos o apareceros (arrendaban tierras de pequeos propietarios pueblerinos), piqueros (campesinoslibres con tierra propia), sitiajeros (disponan de una casa mas no de tierra en usufructo en el interior de la hacienda, pagndole al hacendado en trabajo o en especie a modo deretribucin por la ocupacin del sitio), cultivadores de tierra propia que suplementaban con tierra en usufructo, etc. Los comunarios son quienes integran (y trabajan en) una comunidadcampesina, con la cual comparten un sistema sociocultural propio y en cuyo seno las creencias y normas son complementarias de las relaciones e instituciones sociales, y viceversa.

    3. El corregidor era el representante del gobierno central en un cantn (divisin dentro de una provincia) con las funciones de recaudacin de impuestos, arbitraje en situacioneslitigiosas entre indgenas, entre otras. Obviamente, no era indgena. Las familias campesinas estaban obligadas a prestarle servicios personales y ejecutar sus obligaciones fiscales.

    4. Esta breve sntesis del levantamiento campesino de 1927 se basa en Arze Aguirre (1987, captulo I).

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    campesinas. Bajo la direccin de Eduardo NinaQuispe, un comunario de la provincia de La Paz,esta organizacin que levant la consigna de laRenovacin de Bolivia y una reforma agraria que

    reconociera la legitimidad de los antiguos ttulosde propiedad comunal, avasallados por hacenda-dos que llevaron su hambre de tierra al punto dela casi total apropiacin violenta de esas tierras,segn la denuncia de Nina Quispe. Obviamente,sectores de la derecha imputaron a la Sociedad elser comunista. Su activo lder fue detenido endiciembre de 1933 acusado de intentar suplan-tar al gobierno del Dr. [Daniel] Salamanca con supropia presidencia, restableciendo la Repblicadel Kollasuyo (apudArze Aguirre, 1987: 30, n.3). Fue sentenciado a seis aos de prisin, al igualque otros compaeros. Recobr la libertad enagosto de 1936, ya concluida la guerra del Chaco.

    A comienzos de 1931, dirigentes campesinos deLa Paz y Oruro fueron detenidos bajo la acusa-cin de estar en connivencia con el lejano Para-guay y de estar vinculados con agrupaciones co-munistas, la respuesta a su reclamo de escuelasy denuncia de atropellos patronales.

    El comienzo de la guerra con Paraguay, a media-dos de 1932, fue tambin el inicio de una nuevaofensiva de los hacendados e incluso de los co-rregidores sobre las tierras de los campesinos, enparticular las de los comunarios.5

    El tenor del levantamiento provoc reaccionesde intelectuales y algunos debates periodsticos

    como el protagonizado por los diarios El Pasy La Defensa, ambos de Sucre. El primero eradecididamente proindgena y llev adelante una

    campaa a favor que, en opinin de Ren DaniloArze Aguirre, no tena precedentes en la histo-ria del periodismo nacional; el segundo, creadopor los hacendados de Chuquisaca, en cambio,se proclam defensor de la vida, honra y pro-piedad de todos los habitantes y enemigo detodas las doctrinas disociadoras del comunismoy las sublevaciones indigenales (edicin del 2de septiembre de 1927, apudArze Aguirre, 1987:23). Tambin en el campo intelectual son fuerte

    la posicin del escritor Jaime Mendoza, quien suvarias colaboraciones publicadas enEl Passea-l que el problema del indio, como problemahumano, es seguramente el mayor de todos los

    que tiene que resolver la repblica, y que la re-belin no era otra cosa que la reaccin ante laexplotacin de la trinidad siniestra de corregi-dor, cura y hacendados, es decir, Estado, Iglesiay sociedad.

    Entre 1927 y 1932 se produjeron otros hechosde violencia rural, particularmente en el cantnPatacamaya, donde en marzo de 1931 la policafusil a tres indgenas campesinos y orden ladetencin de otros 50 y en septiembre se enfren-taron campesinos comunarios y carabineros enuna disputa por la tierra. En el nterin, en agostode 1930 se cre la Sociedad Repblica del Ko-llasuyo, hecho que Arze Aguirre reputa el mssobresaliente en la continuidad de las luchascampesinas. Bajo la direccin de Eduardo NinaQuispe, un comunario de la provincia de LaPaz, esta organizacin que levant la consignade la Renovacin de Boliviay una reforma agrariaque reconociera la legitimidad de los antiguos

    ttulos de propiedad comunal, avasallados porhacendados que llevaron su hambre de tierra alpunto de la casi total apropiacin violenta deesas tierras, segn la denuncia de Nina Quispe.Obviamente, sectores de la derecha imputarona la Sociedad el ser comunista. Su activo lderfue detenido en diciembre de 1933 acusado deintentar suplantar al gobierno del Dr. [Daniel]Salamanca con su propia presidencia, restable-ciendo la Repblica del Kollasuyo (apudArze

    Aguirre, 1987: 30, n. 3). Fue sentenciado a seis

    aos de prisin, al igual que otros compaeros.Recobr la libertad en agosto de 1936, ya con-cluida la guerra del Chaco.

    A comienzos de 1931, dirigentes campesinos deLa Paz y Oruro fueron detenidos bajo la acusacinde estar en connivencia con el lejano Paraguayy de estar vinculados con agrupaciones comunis-tas, la respuesta a su reclamo de escuelas y denun-cia de atropellos patronales.

    5. Arze Aguirre seala que tambin hubo casos de despojos de tierras entre hacendados y entre campesinos comunarios, incluyendo los de la frontera peru-boliviana (1987: 34).

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    Ofensiva terrateniente y resisten-cia campesina durante la Guerradel Chaco

    El comienzo de la guerra con Paraguay, a media-dos de 1932, fue tambin el inicio de una nue-

    va ofensiva de los hacendados e incluso de loscorregidores sobre las tierras de los campesinos,en particular las de los comunarios. La maniobrafue resultado del modo de conformacin de lastropas bolivianas: colonos y comunarios fueronincorporados como soldados y enviados al frentede batalla, es decir, alejados de sus lugares de re-sidencia y trabajo. Aunque tericamente la intan-

    gibilidad de las tierras de las comunidades estabaasegurada, en la prctica la ocupacin violentade las mismas o bien su compra fraudulenta fuefrecuente. As, mientras los indgenas campesi-nos moran en el frente de batalla librando unaguerra que no era la suya y por una patria queno conocan y los negaba, los terratenientes, queno fueron a pelear, se apropiaban de sus tierras.

    Tanta iniquidad no fue aceptada pasivamente,como tampoco el procedimiento mismo de re-clutamiento -a partir de abril 1934 mediante un

    sistema de cupos que tericamente estableca unadistribucin simultnea de 30 % de campesinosenrolados y 70 % permaneciendo en sus luga-res de trabajo, a modo de retaguardia encargadadel abastecimiento agrcola del ejrcito, medidaque pretenda cierta equidad en el alistamientopero tambin frenar la resistencia campesina-,de donde acciones que iban desde la fuga hasta,en el lmite, sublevaciones armadas. El gobiernorespondi tanto con la represin violenta cuan-to con la persuasin pacfica llevada a cabo poragentes civiles, en particular los curas de pue-blos. Cabe acotar, como bien lo hace Arze Agui-rre, que los hacendados de toda la repblica seopusieron al reclutamiento de sus colonos (loscampesinos dependientes de ellos), mas no al delos comunarios. Esa oposicin fue tanto al alis-tamiento para el frente de guerra como para lostrabajos viales conexos. En cuanto a las comu-nidades, Arze Aguirre apunta que hubo algunasque tuvieron una actitud favorable a la guerra, no

    slo en lo atinente al reclutamiento (forzoso) desoldados sino tambin en lo relativo a la espon-tnea provisin de alimentos, tejidos, cueros, ga-

    nado, etc., es decir, paralela a la forzosa decretadapor el gobierno. Sin embargo, este entusiasmomengu cuando los comunarios advirtieron quesus contribuciones no iban a la defensa del pas

    sino en provecho personal de los corregidores(Arze Aguirre, 1987: 60-64).

    La guerra, en fin, agudiz los conflictos estruc-turales del agro boliviano. En la coyuntura, laspatrullas armadas que recorran los campos enbusca de reclutas se ensaaron con los indge-nas ms dbiles y menos aptos para la guerra: losllameros, los comunarios, los colonos de fincas,los indgenas domiciliados en pueblos y ciudades.Los documentos de la guerra revelan, asimismo,que entre los perseguidos estaban tambin aque-llos colonos y comunarios inculpados de causarproblemas de tierra a ciertos hacendados. Conigual impunidad, las patrullas eliminaban a loscampesinos renuentes o resistentes al alistamien-to militar (Arze Aguirre, 1987: 48-49). Por si esofuera poco, las autoridades incrementaron lascontribuciones extraordinarias, forma adicio-nal de exaccin de los campesinos.

    A esas vivencias directas se sumaron las indirec-tas, las llegadas desde el frente de las operacionesblicas bajo la forma de noticias que daban cuentade los estragos: enfermedades varias (paludismo,tuberculosis, disentera, avitaminosis), hambre,sed, desesperacin. Debe tenerse en cuenta queel grueso del ejrcito boliviano estaba compuestopor indgenas quechuas y aymaras, habitantes delas altas mesetas y serranas andinas, que pasaronbruscamente y sin preparacin previa alguna deuna altura media de 3.500 metros sobre el nivel

    del mar a la vegetacin agreste y las altas tempe-raturas del Chaco (Arze Aguirre, 1987: 70).

    El caldo de cultivo de la resistencia estaba, pues,preparado. Buena parte del altiplano andino fueel escenario de estallidos intermitentes, una se-cuela de convulsiones agrarias que, acota Arze

    Aguirre, no siempre fueron tales sino, a veces,mero rumor, expresiones del miedo de hacenda-dos, corregidores y dems explotadores y domi-

    nadores a la sublevacin indgena, esa que, decauno de los rumores, exterminara a la raza blan-ca. El punto ms alto de la reaccin campesina

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    se alcanz en 1934, avivada por la detencin deNina Quispe y otros dirigentes de la SociedadRepblica del Kollasuyo. Para Arze Aguirre, elapresamiento del caudillo indgena de mayor as-

    cendencia en su poca fue el hecho que desenca-den el estallido campesino ms violento e inten-so registrado durante la guerra: el levantamientode las provincias Ingavi, Camacho, Omasuyo,Los Andes, que luego se propal por un vastombito del territorio boliviano (Arze Aguirre,1987: 96), avanzando desde el departamento LaPaz hasta Potos y Cochabamba. La represin fueinicialmente dbil, pero cuando el gobierno pudoarmar una fuerza de carabineros voluntarios noenrolados en el ejrcito (al cual suplieron, por es-tar ste afectado a la guerra), la represin fueimplacable, incluyendo, al parecer, el empleode la aviacin militar. Los detenidos, entre ellasmujeres agitadoras, fueron sometidos a la jus-ticia militar, acusados de tentativa de rebelincomunista y restar elementos para la defensanacional (Arze Aguirre, 1987: 113-114).

    A las sublevaciones agrarias del altiplano andino-tierra de quechuas y aymaras- se sumaron los le-

    vantamientos de los grupos tribales del Orientey el accionar de cuatreros y bandidos en el su-deste del pas, en reas colindantes con el teatrode operaciones militares. Todas estas convulsio-nes sociales, que fueron producto de sucesivaspolticas estatales de discriminacin, argumenta

    Arze Aguirre, tuvieron una significativa gravi-tacin en el ordenamiento rural boliviano y, con-secuentemente, en la conduccin y desenlace dela guerra. De hecho, aade, los levantamientoscampesinos contribuyeron a la derrota militar del

    pas frente a Paraguay, pero ellos no fueron msque la expresin de una conjuncin de fuertescontradicciones internas de una sociedad hete-rognea, la ausencia de unidad nacional y la cri-sis del capitalismo iniciada en 1929 (1987: 131).

    La guerra tuvo un alto costo para Bolivia, pagan-do los campesinos el precio ms alto. Empero,como coincide la mayora (si no la totalidad) delos estudiosos, la Guerra del Chaco fue un hia-

    to fundamental de la historia del pas. No slopor los efectos de aquellas diferentes formas deprotesta social, sino tambin por su impacto en

    la vida cotidiana, en los valores culturales, cos-tumbres, ritos, ceremonias, el dislocamiento dela familia campesina, la carencia de fuerza detrabajoArze Aguirre entiende que, en lo que a

    la cuestin agraria atae, la guerra tan solo ace-ler los procesos generados con anterioridad aella (1987: 132), pero ello no le impide reconocerque para quechuas y aymaras -es decir, para loscampesinos-, que estaban7 separados por cultu-ra e idioma, como tambin para cambas y valle-gradinos, para mestizos y criollos, la guerra cre,por la negativa, una identidad: se era bolivianoporque no se era paraguayo. Para los indgenas,que no tenan otra nocin ms all del ayllu y lacomunidad, la guerra fue el medio para viviruna primera experiencia extracomunal (Arze

    Aguirre, 1987: 80). Las consecuencias de esto seapreciarn a partir de la posguerra. De all queel mismo autor considere a los levantamientoscampesinos de los aos de la guerra un ciclo in-termedio entre los del perodo liberal y los de1927-1932, y los que abrieron el nuevo que lleva la Revolucin Nacional.

    Un da, los campesinos

    comenzaron a escribir otra historia

    La Guerra del Chaco concluy en 1935. A nues-tros efectos, podemos extender el perodo de laposguerra hasta 1952, esto es, un lapso de 17aos. Durante el mismo, los campesinos comen-zaron a construir otra historia. En la especficacontinuidad histrica -o su temporalidad, si seprefiere- que tiene todo proceso social, el saltocualitativo se produce en los momentos de rup-tura, es decir, en ese tiempo o momento de com-

    binacin de la diacrona y la sincrona (Calderny Dandler, 1984: 30). En lo que a los campesi-nos bolivianos respecta, ese tempose dio entre laGuerra del Chaco y el trienio militar o socialista,es decir, en el breve perodo de 1932 a 1939. Elreformismo de los jvenes oficiales, con David

    Toro Ruilova y Germn Busch Becerra al frente(y entre cuyos colaboradores se contaban VctorPaz Estenssoro y Walter Guevara Arze, dos delos cofundadores del Movimiento Nacionalista

    Revolucionario (MNR) en 1941), intent socavarel dominio oligrquico, construir un Estado fuer-te -encargado de regular las relaciones sociales y

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    promover el desarrollo econmico- y fundar lanacionalidad boliviana (equivalente, dice FerranGallego Margaleff, al ejrcito). Como en otras ex-periencias, el Estado (o, en este caso, ms estric-

    tamente, los aparatos estatales) pretenda suplirla ausencia de una burguesa nacional. Empero -yel argumento de Gallego Margaleff (1992: 26-27)es convincente-, el proyecto se bas en la estra-tegia de alianzas polticas decidida por los milita-res, quienes optaron por la que el autor llama elitede administradores (un conjunto social ambiguo,dentro de la cual haba incluso intelectuales dederecha), en desmedro de la movilizacin de lasmasas populares urbanas, los campesinos y losmineros. Gallego Margaleff subraya los lmitesde esta experiencia reformista -que se niega a vercomo inicio de un continuum nacionalista revo-lucionario que lleva a 1952-, entre ellos los bien

    visibles en la cuestin agraria, donde no slo nose avanz en materia de reforma de la propiedadsino que se mantuvieron el sistema de trabajosforzados, las condiciones de pongueaje6y los me-canismos de generacin y apropiacin de la rentadel suelo. Es significativo que los campesinos nofueran beneficiarios del Cdigo de Trabajo, que

    s incluy a trabajadores urbanos y a los mineros.Empero, acota Gallego Margaleff, el fracaso deesta experiencia reformista fue la gnesis de unarevolucin (1992: 35).

    Con todo, en cuanto a los campesinos colonos,hay una accin del reformismo militar que fuedecisiva para su organizacin y sus luchas: lacreacin de los sindicatos de campesinos, objetode un excelente y clsico estudio del antroplogoboliviano Jorge Dandler (1983). La sindicaliza-

    cin obligatoria fue dispuesta por decreto-ley deagosto de 1936, como parte de las proposicio-nes corporativistas del rgimen. En la estrategiade cambios desde arriba, el reformismo militar,apoyado en la elite de administradores, recurri a losnuevos intermediarios-representantes culturales, entrelos cuales descollaron los maestros rurales, expe-riencia que tena antecedentes cercanos en la de-sarrollada a fines de los aos 1920 y comienzo delos treinta, impulsada por profesores indigenistas

    cuestionadores de la educacin urbana tradicio-nal y enemigos de la explotacin de los campe-sinos y que cont con la decidida participacinde los indios y con mnimo patrocino econmico

    del gobierno. El gobierno de Toro nombr, en1936, director de la nueva Direccin de Educa-cin Indgena a Elisardo Prez, pionero, junto asu hermano Ral, de un centro de educacin ru-ral en Warisata. Tambin, se dispuso la construc-cin obligatoria de escuelas para los indgenas enlas haciendas, medidas que generaron un fuerterechazo por parte de los hacendados, quienesacusaron a los educadores de agitadores y entro-metidos en las haciendas (Dandler, 1983: 30-31).

    Al menos en Ucurea, la creacin de los sindica-tos campesinos tuvo su vertiente de bases, cam-pesinos que fueron combatientes y en el frenteconocieron a soldados que no eran campesinospero tenan simpatas por su causa y sus luchas.El papel de esos hombres provenientes del m-bito urbano o, en todo caso, no campesino, fuefundamental. En rigor, segn Dandler, en Ucure-a lugar donde estaba el extenso latifundio delmonasterio de Santa Clara, perteneciente a un

    convento de monjas de clausura de Cochabam-ba, donde se inici la sindicalizacin campesina-los sindicatos campesinos se crearon por propiainiciativa campesina (como en Ana Rancho) obien por agentes externos, erg., maestros rurales(como en Vacas). El papel de stos fue decisivo:se trataba de hbiles patrocinadores e innova-dores locales, y valiosos intermediarios-represen-tantes culturales que abran las posibilidades demayor comunicacin del campesino con la socie-dad ms all de sus comarcas. Se cre, as, una

    interdependencia estrecha entre escuela y sindi-cato. En muchos aspectos, la escuela estaba porencima de intrigas polticas y sirvi de efectivoescudo al sindicato (Dandler, 1983: 118, 119 y122).

    En agosto de 1939, Busch se suicid, muriendotras ocho horas de agona, tiempo suficiente paraque el jefe del Estado Mayor del Ejrcito, generalCarlos Quintanilla Quiroga, ejecutara un golpe

    6. El pongueaje, creado durante la dominacin colonial espaola en el mundo andino, era el trabajo gratuito que el indgena estaba obligado a prestar al hacendado del cual dependa.Subsisti legalmente hasta la reforma agraria de 1953. El hombre sometido a pongueaje era el pongo.

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    que quit del medio al vicepresidente EnriqueBaldivieso Aparicio (abogado, poeta, dramatur-go) y le permiti autocolocarse al frente del pashasta abril de 1940, fecha de asuncin del general

    Enrique Pearanda Castillo. Con ellos se restau-raba la dominacin oligrquica liberal. Pero yanada sera como antes de 1936. La marcha de loscampesinos en pos de sus reivindicaciones socia-les y polticas tena crecientes acompaantes. Trasel golpe de diciembre de 1943, la presidencia fueocupada por el mayor Gualberto Villarroel L-pez -combatiente de la Guerra del Chaco y par-tidario del reformismo militar del trienio, a vecesacusado de filofascista y, sin dudas, opositor ala poltica norteamericana-, quien gobern conapoyos tan dismiles como los del MNR, expre-sin poltica de una clase media urbana emergen-te, y el Partido Obrero Revolucionario (POR), laorganizacin creada en Crdoba (Argentina) en1934 por Tristn Maroff (seudnimo de Gusta-

    vo Navarro), un intelectual brillante, considera-do un indigenista y nacionalista de izquierda, y

    Jos Aguirre Gainsborg, de orientacin leninis-ta, agrupacin que luego devino explcitamentetrotskista. Con Villarroel se abri un nuevo, y

    otra vez breve, ciclo reformista. Cabe acotar quepor entonces, en 1940, Jos A. Arce, Ricardo

    Anaya, Gabriel Moiss y otros crearon el Partidode la Izquierda Revolucionaria (PIR), de filiacinmarxista, que tuvo la capacidad de insertarse r-pidamente en la clase obrera y en el campesina-do. Ganado luego por comunistas stalinistas, elPIR fue perdiendo parte de su peso poltico, enparticular debido a su errnea caracterizacin delMNR como una organizacin fascista a la cualhaba que combatir como enemigo principal, una

    alienacin similar a la que en la misma dcadatendrn los comunistas argentinos frente a otromovimiento nacionalista, tambin consideradoen iguales trminos, liderado por el coronel JuanDomingo Pern.

    El nuevo presidente era miembro de la logia Ra-zn de Patria (Radepa), integrada por otros jve-nes oficiales que haban hecho cursos en Italia,

    combatido en el Chaco y reivindicaban a Ger-mn Busch, de quien se sentan continuadores.Sus partidarios le llamaban Tata, expresin queen quechua y aymara significa padre Simultnea-

    mente, en el interior del MNR ganaba posicionesla corriente popular-obrerista encabezada por

    Vctor Paz Estenssoro. Las afinidades entre stey Villarroel facilitaron la creacin, en junio de1944, de una organizacin llamada a tener unainfluencia central en la vida poltica y social delpas: la Federacin Sindical de Trabajadores Mi-neros de Bolivia (FSTMB), cuyo primer Secre-tario Ejecutivo fue Juan Lechn Oquendo. Losmineros haban sufrido una brutal represin enCatavi, en 1942, hecho denunciado en su mo-mento por el MNR, accin que propici un acer-camiento entre ambos. El MNR, adems, formparte del gobierno de Villarroel desde fines de1944, cuando tres de sus hombres se incorpo-raron como ministros, entre ellos su lder VctorPaz Estenssoro, designado en la cartera de Ha-cienda, desde la cual atac a los barones del estaoque controlaban la minera.

    En cuanto al campesinado, el sujeto social que

    aqu nos interesa, Villarroel tendi a favorecerlo.Una de sus medidas en tal direccin fue la convo-catoria al Primer Congreso Nacional Indigenal,el cual se reuni, tras varias postergaciones, enLa Paz en mayo de 1945. El gran encuentro ve-na precedido del Primer y del Segundo Congre-sos de Indgenas de Habla Quechua, realizadosen Sucre en agosto de 1942 y agosto de 1943,respectivamente. En ambos, todava bajo el go-bierno de Pearanda, hubo una importante par-ticipacin de activistas polticos, en particular del

    PIR. La convergencia entre campesinos, obrerosy cuadros polticos de izquierda, s que era todauna novedad en la Bolivia de los aos 1940. Tam-bin lo fue la presencia en masa de indgenas enla Paz, al realizarse el Congreso Indigenal. Comobien describe Silvia Rivera Cusicanqui: La ciu-dadana pacea est visiblemente conmovida yatemorizada por la irrupcin de centenares de ca-ciques, alcaldes y jilaqatas7indios de todo el pas,

    7. El jilaqata es la mxima autoridad de cada ayllu. Dura un ao en su cargo y el tata jilaqata es acompaado por la mama jilaqata, su esposa. La asuncin de cargo el 1 de enero obien el 21 de junio, inicio del ao aymara- se realiza mediante una serie de ritos y ceremonias. Durante su ejercicio, esta autoridad originaria queda al frente de las comunidades, porcuyo bienestar general debe bregar. El cargo se ejerce gratuitamente. Segn las comunidades, puede ser llamado tambin tamani, awatiri, marani awki, mallku, jilanqu.

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    que por primera vez ingresan libremente a la pla-za Murillo dando vtores al tata Villarroel y a susdirigentes Francisco Chipana Ramos y Antonio

    lvarez Mamani (Rivera Cusicanqui, 1985: 166).

    El Congreso, inaugurado por el propio Villarroel,funcion como si fuera una autntica legislatura,culminando con la aprobacin de una serie depropuestas e incluso de cuatro decretos que fue-ron elevados al presidente de la repblica para supromulgacin, tal como ocurri poco despus.

    As se adoptaron cuatro decisiones fundamen-tales: la abolicin de los servicios de pongueajey mitanaje, la reglamentacin de servicios perso-nales, la educacin indigenal y medidas transito-rias para logran una mnimumde produccin en elpas y facilitar las relaciones laborales en procurade no incurrir en abusos. Conforme estos decre-tos, de entonces en ms los indgenas, colonos,comunarios o residentes pueblerinos o de ciuda-des quedaban desobligados de prestar esos ser-

    vicios forzosamente. En caso de aceptarlos vo-luntariamente, el patrn deba remunerarlos porsu justo precio. Asimismo, el colono pasaba aser dueo absoluto de su cosecha y libre de

    venderla a quien quisiera, como tambin queda-ba liberado de la entrega gratuita al hacendadode mulas, envases, corderos, lanas, aves, diezmos,pasturaje de ganado y de cualquier contribucinpara el pago de impuestos catastrales o de la ren-ta. Los decretos establecan penalidades para loscampesinos que

    alegando falsamente estas disposiciones osiguiendo consignas de agitacin poltica, incu-rrieran en el incumplimiento de las obliga-

    ciones inherentes a las faenas propiamenteagropecuarias con perjuicio de la produc-cin previa comprobacin del Ministeriode Gobierno y las autoridades provinciales(apudDandler y Tarrico, 1984: 161; itlicasmas).

    y tambin para los hacendados y administradoreso cualquier otra personas que empleare violenciacontra los campesinos o los vejare.

    Para Jorge Dandler y Juan Tarrico, la accin pro-campesina del gobierno de Villarroel no afront

    el problema de la tierra y su propiedad, centrn-dose, en cambio, en las relaciones de trabajo y laservidumbre, mientras Roberto Choque Canquientiende que la lucha por la tierra comunitaria

    fue el objetivo sostenido por los caciques apo-derados, y algunos de ellos influyeron induda-blemente en los representantes del Congreso(1992: 47). Pero aun cuando los dos primerostengan razn, lo resuelto por el Congreso y lossubsecuentes decretos firmados por Villarroelno era poco en la Bolivia oligrquica de los aos1940 y la reaccin terrateniente no demor enexpresarse.

    Hay una observacin de Choque Canqui que, a laluz de los acontecimientos posteriores, debe sertenida en cuenta. Ms all del Congreso Indige-nal, [l]a lucha por la recuperacin o reversin delas tierras estaba enraizada en la conciencia de losindgenas desde mediados del siglo XIX.

    A la distancia temporal, parece claro que el re-formismo de Radepa-MNR tena lmites cortos y,quizs sobre todo, era decididamente paternalis-ta, movilizador desde arriba, por tanto controla-

    dor de los campesinos. Villarroel fue, en ese sen-tido, claro en su discurso inaugural del CongresoIndigenal. Proclam el fin de los abusos, peroantes seal: hoy comienza la obra del gobiernoque vela por ustedes como un padre cuida a sus hijos. Elsentido era sin dudas distinto, pero las palabrasno eran diferentes de las que la dominacin delos hacendados y el imaginario oligrquico ha-ban escrito desde muy antao. El paternalismoreformista se montaba, entonces, en una muylarga tradicin clientelar, en una matriz ideolgi-

    ca de subordinacin. Silvia Rivera Cusicanqui loha expresado muy precisamente: la designacinde Villarroel como tata era tambin la que loscampesinos haban aplicado antes a Juan BautistaSaavedra, Jos Manuel Pando y Manuel IsidoroBelzu (significativamente, los cuatro fueron mili-tares), en una demostracin de sucesivos ciclosde aproximacin a una esfera estatal siempre es-quiva y excluyente. Y es quizs esta matriz ideo-lgica del campesino andino la que explica su fi-

    nal conformidad con el Estado surgido en 1952,que invariablemente ha sido interpretada comoresultado de la conversin de colonos y comuna-

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    rios en propietarios individuales de tierras (Ri-vera Cusicanqui, 1985: 167).

    Ambas limitaciones -la de Villarroel y la de los

    campesinos- no pudieron con la contraofensivaterrateniente. Empez tal vez con las represaliasde los hacendados y las autoridades locales so-bre aquellos que haban concurrido al Congresoy sigui con el no acatamiento de los decretosliberadores. Ms an: los hacendados no slo noacataron los decretos, sino que persiguieron a loscampesinos que participaron del Congreso Indi-genal e incrementaron la explotacin de los quetrabajaban en sus haciendas. Incluso las propiasautoridades locales encargadas de hacer efectivoslos decretos (corregidores, subprefectos, inten-dentes, etc.) no cumplieron con sus obligacionesy a menudo fueron sobornadas por los hacenda-dos. La inobservancia de los terratenientes, susadministradores y las autoridades departamenta-les en lo atinente a la abolicin de los tradicio-nales mecanismos de dominacin y explotacin,no poda menos que generar la reaccin de unoscampesinos que, con todas las limitaciones sea-ladas, ya no aceptaban vivir como haban vivido

    ellos y sus antecesores. Resistan cumplir el man-dato patronal, ese que el presidente de la Socie-dad Rural Boliviana expresara por aquellos das:el indio naci para servir al blanco(sic!;apudChoqueCanqui, 1992: 47). Una patronal en una ofensivaconsolidada y un gobierno crecientemente a ladefensiva dejaron a los campesinos, burlados yreprimidos, en una situacin tal que slo podazanjarse mediante la resistencia. As lo hicierondesde fines de 1945 en diferentes lugares, adop-tando a veces la modalidad de la huelga de brazos

    cados (como en haciendas de Cochabamba), ouna combinacin de huelga y amenaza de suble-

    vacin (en Chuquisaca). Advirtase la notoriainfluencia de las relaciones entre los campesinosy el movimiento obrero en la adopcin de unaforma de lucha tpicamente proletaria: la huelga.

    Dandler y Tarrico acotan que los conflictos delsegundo semestre de 1945 no fueron levanta-mientos ni rebeliones, sino ms bien procesos

    de movilizacin y organizacin concertada, dehuelgas de brazos cados frente a la intransigen-cia hacendal y la incapacidad gubernamental para

    intervenir simultneamente en numerosos acuer-dos concretos. Esa incapacidad del gobierno,que inclua el dejar a los campesinos indefensosfrente al ataque de los hacendados y las propias

    autoridades locales (cuando no a reprimirlos,incluso muy duramente, como ocurri en LasCanchas, en la provincia de Potos, en diciembrede 1945) revelaba varias cosas. Dichos autoresdicen que tal ineficiencia oficial fue por la exis-tencia de Estados locales y regionales que so-cavaron todo intento centralizador y pro-ind-gena mientras se desarrollaba una formidableavalancha de fuerzas opositoras dentro de fueradel mismo rgimen de Villarroel (1984: 173).Sin duda, pero tambin es una ratificacin de unproceso de larga duracin: el de la inexistencia deun Estado (ya no nacional, sino siquiera central),una demostracin palmaria de una forma de do-minacin oligrquica caracterizada por la exacer-bacin de los poderes locales.

    El primer semestre de 1946 fue de continuidadde la resistencia campesina, en particular median-te huelgas de brazos cados, pero tambin de cre-ciente debilitamiento del gobierno. De hecho, el

    conflicto agrario devino un elemento fundamen-tal para entender el derrocamiento y el brutal ase-sinato de Villarroel en julio de ese ao. Entinda-se bien: no estamos diciendo que los campesinosfueron factor decisivo en la insurreccin quetermin con el gobierno reformista. Decimos: elconflicto agrario, expresin que incluye tanto lasluchas de los campesinos como la ofensiva te-rrateniente y la incapacidad del propio gobiernopara reprimirla. Esta incapacidad no era ms queuna consecuencia de una poltica que desconfia-

    ba de las masas en accin independiente de latutela oficial. Por si fuera poco, tampoco contri-buy a afirmar esa independencia, segn dijimos,la matriz ideolgica del campesinado.

    La insurreccin urbana de julio de 1946 fue unode esos hechos complejos que suele producir lahistoria. El gobierno reformista y antioligrqui-co de Gualberto Villarroel (o de Villarroel-PazEstenssoro, como dicen no pocos) atac a La

    Rosca, a los barones del estaoy a los hacendados.Todos ellos fueron sus enemigos, a los cuales sesum uno bien poderoso: el imperialismo norte-

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    71ANSALDI : Porque la tierra y la libertad les eran ajenas. Campesinos rebeldes en Bolivia, 1927-1953

    americano. El Departamento de Estado vea condesconfianza a todos los regmenes nacionalistasde entonces, sobre todo si tenan componentespopulares o impulsaban polticas favorables a los

    pueblos -v.gr., los casos de Pern, Vargas, Arva-lo-, y llegado el caso no vacilaba de acusarlos denazis (Villarroel, Pern) o, terminada la guerra,de comunistas (Arbenz). En el caso de Bolivia, elLibro Azul denunciaba las que crea relaciones osimpatas de algunos personajes del gobierno conel rgimen de Hitler, tal como otro Libro Azul, eldedicado a Argentina, imputaba a Pern. Curio-samente, all donde el Departamento de Estado

    vea nazis, el stalinismo encontraba fascistas.

    Villarroel cay por una extraa combinacin deoligarcas, izquierdistas (del PIR), pequea bur-guesa y clase media urbanas, universitarios, algu-nos sectores de trabajadores (ferroviarios, banca-rios, maestros), militares, lmpenes, frente a unaclase obrera expectante. El Palacio Quemado fueatacado por una turba que asesin al presidentey a los tres colaboradores que le acompaabanen ese momento, todos los cuales fueron luegocolgados de los faroles de la plaza Murillo. Una

    Junta de Gobierno provisoria, encabezada por elpresidente de la Corte de Justicia, Toms MonjeGutirrez, asumi la conduccin del pas hastamarzo de 1947, fecha de asuncin de EnriqueHertzog Garaizabal, mdico y militar que ganlas elecciones como candidato del Partido de laUnin Republicana Socialista (PURS), el nombreequvoco de una organizacin constituida pararestaurar la dominacin oligrquica.

    Silvia Rivera Cusicanqui ofrece una muy intere-

    sante y plausible explicacin de la insurreccinque derroc a Villarroel, mucho ms sofisticadaque la ms difundida que hace hincapi en la co-lusin oligrquico-comunista. Tambin para estahistoriadora boliviana, el gobierno de Villarroel,segn est consensuado, haba tocado aquelloconsiderado intocable: la impunidad del seo-ro. Pero va ms all y en este ms all residela fuerza de su argumento: se haba permitidouna invasin de indios en el nico terreno hege-

    mnico que la oligarqua conservaba: el espaciofsico de la sede del gobierno. Si en cualquierotra ciudad el hecho poda ser soportado (como

    de hecho ya haba ocurrido), en La Paz, no. Lamultitud pacea que colg a Villarroel muestrahasta qu punto la ciudad, en todos sus estratos,comparta concepciones profundas acerca de la

    naturaleza y las fuerzas morales de la sociedad,concepciones moldeadas a partir de una paranoiacolectiva del asedio, de la memoria del ciclo deKatari y de Wilka, cuyos ejrcitos se haban dete-nido amenazantes en los bordes altiplnicos de lahoya urbana (Rivera Cusicanqui, 1985: 169; itli-cas mas). Dicho en otros trminos: en el contex-to de los aos 1940, el clivaje tnico se impona,en el mbito urbano de La Paz, sobre el de clases.El derrocamiento de Villarroel inici el llama-do Sexenio, el canto del cisne de la domina-cin oligrquica, perodo durante el cual fueronpresidentes Toms Monje Gutirrez, EnriqueHertzog Garaizabal, Mamerto Urriolagoitia Ha-rriagueos y general Hugo Ballivin Rojas. Perotambin fueron los aos de las Tesis de Pulacayo,de la rebelin de Ayopaya, de la primera insurrec-cin del MNR, a modo de heraldos de los nuevostiempos por venir.

    Si en la ciudad de La Paz el jbilo por la cada

    de Villarroel fue exuberante (Rivera Cusicanquidixit), en el campo, la represin fue dura (Dan-dler y Tarrico). Pero entonces, los campesinos in-dgenas humillados desde los tiempos de la con-quista y los proletarios de la ms reciente mineradel estao, no se doblegaron. Cuando el nuevogobierno dej sin efecto los decretos de Villarro-el, reimplant las antiguas formas de dominaciny explotacin y prohibi la sindicalizacin rural,una ola de rebelda campesina -el ciclo rebeldede 1947, le llama Rivera Cusicanqui- se extendi

    por el pas, particularmente en el Altiplano, en unclima exacerbado por la intensidad de las contra-dicciones. El miedo gan a los terratenientes, paraquienes el soliviantamiento era obra de la perfi-dia del MNR, que repeta la de Pando en 1899:

    valerse de la ignorancia y los bajos instintosde los indgenas. Todo comenz a fines de 1946en Chrigua (Cochabamba), Tarvita (Chuquisaca),

    Topoco (La Paz), continuando en enero de 1947en Ayganchi, Pucarani y Los Andes (La Paz) y en

    la provincia de Ayopaya (altos de Cochabamba).Se sumaron pobladores de Oruro y los valles yluego, hasta julio, los de provincias del departa-

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    mento La Paz, Potos, Cochabamba, Chuquisacae incluso campesinos de varias haciendas de los

    valles de Tarija, en una marea que llev al presi-dente de la breve restauracin oligrquica, Enri-

    que Hertzog a calificarla como la ms grave delas sublevaciones indigenales de nuestra historia(apud Rivera Cusicanqui, 1985: 169-170).

    La rebelin campesina no fue organizada, notuvo mando nico ni fue simultnea o coordi-nada. Se expres en forma de pequeos estalli-dos localizados, que si se resolvieron de mane-ra violenta fue por la desmesura de la represindispuesta por las autoridades. De alguna manera,no muy diferentes de las acciones del segundosemestre de 1945. Segn Rivera Cusicanqui hubodos tipos de polos generadores de conflicto:en las regiones ms permeadas por las relacio-nes mercantiles y con menor antagonismos in-tertnico, la lucha tendi a ser entre colonos yhacendados bajo la forma de huelga de brazoscados, sin desmedro de la negociacin, factiblepor la organizacin sindical de estos campesinos,la cual inclua asesora jurdica. En cambio, en el

    Altiplano y en los valles con campesinos predo-

    minantemente indgenas, fue fundamental la do-ble tensin entre hacienda y comunidad y entregrupos tnicos. En ese contexto, el liderazgo sur-gi externamente a la hacienda y se combin conla tradicional lucha comunal, de donde la formade accin predominante fue el asedio. Un asedioexterno a las fronteras de la hacienda (amenazas,destruccin simblica de mojones o linderos, fo-gatas) que provoc la huida de los hacendadosy se extendi al interior de la hacienda, dondelos colonos destruan las cosechas o se negaban a

    cumplir los turnos de trabajo. Cuando los hacen-dados optaban por resistir el asedio y requeran laaccin policial se producan los choques violen-tos (Rivera Cusicanqui, 1994: 179-180).

    En Ayopaya se alcanz el punto ms alto de lainsurgencia, explicable por ser un rea de inten-so dominio de las haciendas, en cuyo interior lasobreexplotacin estaba en incremento desdelos aos 1930. El plus de sobretrabajo fue una

    consecuencia del afn patronal de intensificaralgunos cultivos (en primer lugar, el de la papa)destinados al consumo urbano y de los centros

    mineros. En otras palabras, repitiendo las deDandler y Tarrico, intensificaron el sistema deservidumbre y reforzaron la organizacin internade la hacienda a travs de su personal administra-

    tivo (1984: 193). La masiva respuesta campesinainvolucr unas 10.000 personas y fue directa-mente proporcional a la explotacin ejercida porlos hacendados. De all, la violencia que alcanz.

    A la violencia campesina, los hacendados respon-dieron con otra, mucho mayor, ejecutada por lasfuerzas represivas (ejrcito, aviacin y polica)enviadas por el presidente Hertzog bajo el impe-rio de una movilizacin de tiempo de guerra, alas que se sumaron milicias civiles. En Ayopaya,donde la insurreccin se prolong durante unasemana, hasta su total derrota, el liderazgo estu-

    vo a cargo de campesinos indgenas que estabanen contacto con los dirigentes de otras reas ycon mineros de Oruro.

    En la provincia de Los Andes, en el departamen-to La Paz, hubo sublevaciones durante el primersemestre de 1947, particularmente en el mes dejunio. Algunas de ellas fueron abortadas por lasfuerzas represivas antes de comenzar, mientras

    otras alcanzaron un cierto desarrollo, tanto comopara producir nuevas acciones represivas queprodujeron matanzas de indgenas en los depar-tamentos de La Paz, Cochabamba y Potos, lascuales fueron realizadas por fuerzas de ejrcito, laaviacin y la polica (Choque Canqui, 1992: 52).La ms importante fue la de Pacajes. Tambinen estos casos el liderazgo fue de tipo comunaly otra vez la prensa acus a mineros (en estecaso, de Corocoro) y a activistas de la FederacinObrera Local (FOL), de tendencia anarquista, de

    incitar a la violencia. Durante el juicio a los in-surgentes, sealan Dandler y Torrico, el minerosurgi como la personificacin del engao y laagitacin: el causante de la rebelin (1984: 191; it-licas de los autores). A su vez, la FOL, parecehaberse convertido en la principal expresin ur-bana del movimiento de caciques del Altiplanopaceo. Esta organizacin reuna a trabajado-res de la madera, culinarias y floristas, trabajosconsiderados marginales. Se trataba de hombres

    y mujeres de origen rural y comunario, migrantesrecientes. En el caso de los hombres, haban to-mado parte en la Guerra del Chaco. Empero, esa

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    articulacin campesinos-trabajadores no incluya los sindicatos ms dinmicos del movimientoobrero, en particular los mineros (Rivera Cusi-canqui, 1994: 172).

    La brutalidad de la represin gener efectos dedistinto tenor, los cuales, aunados al comporta-miento ambivalente del MNR, provocaron unatotal desarticulacin entre los dos eventos demasas ms importantes del Sexenio: la rebelin de1947 y la guerra civil de 1949. As, se la observen la marginal participacin campesina en la in-surreccin de 1949, en la cual, bajo la direccindel MNR, fue decisiva la de mineros, ferroviarios,fabriles, clases populares urbanas e incluso sec-tores disidentes del ejrcito. De alguna manera,era la otra cara de la situacin inversa, la de lasrevueltas campesinas de 1947, no acompaadascon una activa y masiva presencia de aquellosgrupos (Rivera Cusicanqui, 1994: 173-174), aisla-miento prolongado durante los juicios penales alos insurgentes, cuando nadie -ni grupos polticosni universitario- se involucr abiertamente en sudefensa legal, ausencia que Dandler y Torricoadjudican al contexto represivo del Sexenio (1984:

    189). Empero, el MNR hizo efectiva una polticaque en poco tiempo le convirti en la principalfuerza popular. Por un lado, se ali con el PORpara una accin de resistencia comn. El papeldel PIR en el derrocamiento e Villarroel y sualianza temporaria con el gobierno de Hertzogprodujeron resultados negativos para este parti-do, no slo por la prdida de apoyo popular sinotambin por el drenaje de cuadros y militantesque trasvasaron al POR y al MNR. Un cambiode orientacin puso al PIR en la oposicin, pero

    con l no pudo remontar dicha prdida (Dandlery Tarrico, 1984: 179).

    Tambin el gobierno perdi fuerza. La represintermin siendo un elemento clave para confor-mar un bloque opositor ms slido tras la doblederrota popular de 1947 y 1949. Las crceles ylos campos de concentracin, donde confluye-ron campesinos indgenas y dirigentes sindicalesy polticos detenidos, devinieron el espacio don-

    de se forj la alianza de fuerzas populares. Lasprimeras clulas campesinas del MNR surgen deentre los confinados al trpico y la red de lde-

    res independientes surgida en las rebeliones de1947 termina articulndose polticamente con elmovimientismo, cuya influencia no hace ms quecrecer a lo largo del sexenio (Rivera Cusicanqui,

    1994: 173).

    Los campesinos en la RevolucinNacional

    La fuerza histrica del campesinado, para decirloen los trminos que da ttulo al libro de Dandlery Caldern (1984), se hizo presente otra vez y sehizo sentir decisivamente apenas poco despus, apartir de 1952 y la Revolucin Nacional. Con eltriunfo de la insurreccin de abril, la suerte de loscampesinos bolivianos qued entrelazada con lalucha por la hegemona dentro del movimientorevolucionario y termin atada a las fuerzas que,dentro del propio MNR, frenaron el proceso detransformacin societal con el golpe de Estadode 1964.

    Fernando Mires ha sistematizado y sintetizadobien las notas distintivas del proceso revolucio-nario, que comenz con hegemona obrera, de la

    cual fueron expresin la creacin de la Corpora-cin Minera de Bolivia (Comibol), la nacionaliza-cin de las minas, la desarticulacin del ejrcito yla promocin de la reforma agraria. La COB seconstituy en una efectiva instancia de poder(segn la expresin de Herbert Klein), incluso depoder dual. Esa situacin de co-gobierno COB-MNR le permiti a ste realizar en poco tiempolas tareas que no pudo en la fase de co-gobiernocon el ejrcito. Pero en la medida en que los obje-tivos estratgicos (que iban ms all de las coinci-

    dencias coyunturales) de una y otro divergan, eraclaro que en algn momento prximo se produ-cira una tensin de no fcil resolucin. La COB,aade Mires, persegua concretar las demandasde la clase obrera, mientras el MNR vea a staslo como un punto de referencia dentro dela heterogeneidad social del pas y sus dirigentesse negaban a hacer de la agrupacin una espe-cie de delegado poltico de los sindicatos, me-nos aun cuando la alianza con los trabajadores le

    haca perder apoyos dentro de las clases mediasy erosionaba su pretensin de rbitro entre lasclases. Fue en ese contexto que algunos pers-

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    picaces dirigentes del MNR descubrieron a loscampesinos (Mires, 1988: 259-260).

    Pero el protagonismo de la clase obrera tambin

    implicaba, para la direccin movimientista, lacontinuidad de la inquina norteamericana -el De-partamento de Estado se opuso en los aos cua-renta al MNR por considerarlo fascista, mientrasen los cincuenta lo miraba, inicialmente, comopro socialista-, un dato no menor en el terrenode la diplomacia, cuando laguerra frase expanda-a contrapelo de su nombre- como una bola defuego y con ella la amenaza de una intervencinyanqui, algo no del todo descabellado si se pien-sa que la misma, como qued demostrado en uncaso de proyecto revolucionario menos radicalque el boliviano, el de Guatemala, formaba partede la estrategia a seguir por el Departamento deEstado en territorio que consideraba su patiotrasero.

    Fue as, argumenta Mires, cmo la poltica mo-dernista y urbana del MNR comenz, tan tem-prano como en 1953, a favorecer una moviliza-cin campesina que iba a desarrollarse por cuen-

    ta propia, independiente de la pretensin obrerade dirigirlos. De este modo, objetivamente, loscampesinos devinieron el factor de contrapesoque el MNR necesitaba en sus relaciones con laclase obrera. No slo eso: al final, fue en el cam-po donde la revolucin obtuvo sus principalesconquistas y donde, paradojalmente, defini sucarcter, a pesar de ser la primera y nica revolu-cin obrera del continente, dejando como resul-tado -o quizs como nico resultado- las reformascampesinas. Puede cuestionarse esta conclusin

    tal vez excesiva de Mires, pero est fuera de dudaque hubo una revolucin campesina, dependien-te de la urbana, pero con objetivos muy distintos.En buenas cuentas, una revolucin en la revolu-cin (Mires, 1988: 260, 265 y 273).

    Apelacin a los campesinos, por un lado, reaco-modamiento de las relaciones con EE. UU., porel otro, fueron, entonces, dos mecanismos efica-ces para mantener al MNR en el poder, pero al

    precio de poner fin a la revolucin, seala Mi-res, aunque es mejor acotar en su potencialidadsocialista.

    La Revolucin se afirm sobre tres grandes me-didas: la universalizacin del sufragio (julio de1952), la nacionalizacin de las minas (octubrede 1952) y la reforma agraria (agosto de 1953). La

    introduccin del sufragio universal hizo del cam-pesinado la mayora del padrn ciudadano (los

    votantes efectivos pasaron de 120.000 en 1951a 960.000 en 1956, id. est ocho veces en cincoaos). Pensando en clculos electorales, no eraun dato menor, si bien el mero acto de universali-zar la ciudadana poltica no implicaba necesaria-mente votos para el MNR. Haba que contar conalgo ms. Ese plus, decisivo, fue la ley de reformaagraria. Pese a todas las objeciones y reparos quese le pueden hacer, sta fue un hecho revolucio-nario para la condicin indgena-campesina, laconcrecin tarda de aquel acto, tambin revolu-cionario, de Juan Jos Castelli, en mayo de 1811.

    Hasta la Revolucin, los indgenas campesinosvivan distribuidos en haciendas (dos tercios) ycomunidades (el otro tercio). En las primeras(autocntricas) existan relaciones de trabajo ser-

    viles, en las cuales era posible apreciar la explota-cin de la fuerza de trabajo mediante el usufructo

    y tenencia de la tierra. Se distinguan tres catego-ras de usufructuarios: 1) la primera persona (co-lono), obligado a trabajar cuatro das semanalespara el hacendado, proveyendo los bueyes y ara-do, ms trabajo familiar en el laboreo. La contra-prestacin patronal le permita usar una parcelapara la reproduccin de la vida material familiar(huerta). 2) La segunda persona, un jefe de familiacon obligacin de trabajar tres das por semana yaportar arado y bueyes, amn del trabajo perso-nal de sus hijos /un da por semana) en tareas do-

    msticas de la casa patronal, es decir, trabajo noagrcola. 3) Con frecuencia existan familias conderecho a casa y a un lote de tierra ms reducido,con la obligacin de trabajar para el hacendadoslo dos das a la semana.

    Los servicios personales -pongueaje- constituanuna de las formas ms terribles de la explotacinen el mbito del oikoshacendatario. Su capacidadde resistencia a las medidas gubernativas para

    abolirlos da cuenta del poder de los hacendadosy de la importancia crucial que ellos le asignabanpara reproducir la explotacin y la dominacin

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    de los indgenas campesinos. Las obligacionesdel pongo comprendan todo el da: desde elamanecer hasta el anochecer el afectado debaasear las habitaciones, patios y jardines de la casa

    patronal, limpiar los establos y pocilgas, cola-borar en la cocina, cuidar los nios del patrn ylas aves de corral, ensillar los caballos, elaborarchicha, ser mensajero Durante la noche debahilar, tejer, desgranar maz, cuidar la entrada de lacasa para recibir al patrn y/o a sus hijos si tras-nochaban y para impedir el ingreso de terceros. Acambio de estas prestaciones reciba un pequeoy miserable espacio para cocinar su alimento ydormir (por lo general prximo a los pesebres)y proveerse de su propia comida, incluso si po-da aprovechar las sobras de la familia patronalEsta breve y pobre enumeracin de obligacioneses suficiente para entender por qu la reformaagraria y la abolicin del pongueaje no slo pue-den ser consideradas parte importante de una re-

    volucin social, sino tambin porque la bolivianade 1952 lo fue.

    En principio, el gobierno de Paz Estenssoro selimit a hacer efectivos los decretos de Villa-

    rroel que abolan los servicios personales en lashaciendas, medida adoptada en mayo de 1952,cuando tambin se cre el Ministerio de Asun-tos Campesinos (al tiempo que se proscriba lapalabra indgena). En el seno de aquel coexistauna ala de izquierda que contaba con el apoyo deantiguos hombres del POR y entenda que la re-forma agraria era una necesidad urgente, y un alade derecha, dentro de la cual haba terratenientes,que la consideraban peligrosa si no se realizabauna previa y larga etapa educativa (Alb, 2007:

    84). Empero, la toma del poder por el MNR notard en alentar movilizaciones -a menudo conparticipacin y/o direccin de militantes delmismo- en el mbito rural. No casualmente, lainiciativa la tuvieron campesinos quechuas del

    Alto Valle de Cochabamba, encabezados porJos Rojas, un fogueado dirigente sindical deve-nido luego en el primer indgena con rango deministro (lo fue de Asuntos Campesinos), loscuales tenan tradicin de organizacin y lucha.

    Las tomas violentas de haciendas, las destruccio-nes de sus libros de cuentas y las agresiones ahacendados y mayordomos se hicieron crecien-

    tes, particularmente en el valle de Cochabambay en buena medida tambin en las Yungas de LaPaz, donde exista una tradicin organizativa. Es-timulados por la COB, los campesinos crearon

    sindicatos (si bien basados en los de los mineros,redefinidos ad hoc), recibieron armas (en muchoscasos arrebatadas a los hacendados) y formaronmilicias. El sindicato campesino fue una orga-nizacin de lucha, de gobierno local, devenidola organizacin que tom la posesin de factoode jure de las tierras de la hacienda para sus miem-bros (Dandler, 1984: 251). Durante los seis-sieteprimeros meses de 1953 la movilizacin campe-sina se increment an ms, no siendo ajeno atal hecho el frustrado intento de golpe de Estadocontrarrevolucionario en enero. De hecho, entreabril de 1952 y fines de 1953 se produjo una pro-funda transformacin en el sistema de hacienda,abrindose un proceso de jurdico de afectacin,expropiacin de ttulos prolongado por variosaos (Pearse, 1984: 340).

    La masiva y violenta movilizacin campesina lle-v al gobierno a crear una Comisin de ReformaAgraria, de la cual fueron parte miembros del

    POR y del PIR, amn de funcionarios del MNR.Su presidente fue Antonio Urquidi, un profesoruniversitario, dirigente comunista de larga tra-yectoria. Como resultado de los trabajos de esaComisin, el 2 de agosto de 1953, Vctor PazEstenssoro y su ministro de Minas y Petrleo, ellder obrero Juan Lechn Oquendo, firmaron enUcurea -simblicamente importante- el decretoley de reforma agraria, elevado al rango de ley enoctubre de 1956 y vigente hasta octubre de 1996.El suelo, el subsuelo y las aguas territoriales fueron

    declarados propiedad de la nacin, garantizando elEstado la propiedad privada cuando cumple unafuncin til para la comunidad nacional (artculo2). Fueron reconocidas seis formas de propiedadrural: el solar campesino, la pequea, la mediana,la comunidad indgena, la cooperativa, la empre-sa agrcola. Juan Lechn Oquendo, uflo ChvezOrtiz y otros dirigentes del ala de izquierda delMNR propiciaban la instalacin de cooperativasen reemplazo de los latifundios.

    La reforma entregaba a los campesinos la pose-sin provisional de las tierras que hasta entonces

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    tenan en usufructo, medida que regira mientrasse sustanciaba la afectacin legal de cada hacien-da, cuyos propietarios seran indemnizados conbonos ad hoc amortizables dentro de un plazo

    mximo de 25 aos. Las tierras eran entregadasa travs de los sindicatos y las comunidades yconllevaban la obligacin de no venderlas a ttuloindividual. Con todo, hubo campesinos excluidosdel reparto de tierra: los piqueros, propietarios depequeas parcelas desde antes de la RevolucinSe trataba de campesinos, independientes de lahacienda, en una condicin contrastante con loscolonos, usufructuarios de tierras de la hacienda.Existan otras categoras de campesinos, en con-dicin inferior a la de los colonos: arrenderos, pi-queros /arrenderos, arrimantes (dependan del colo-no y se hacan cargo de parte de las obligacionesde ste con el hacendado) y alijeros (slo tenanacceso a vivienda, pero estaban obligados a tra-bajar para el patrn) (Dandler, 1984: 257, n. 13).

    La reforma agraria de la Revolucin Nacionalafirm la propiedad parcelaria y en tanto permi-ti la existencia de grandes extensiones produc-tivas consolid una estructura agraria basada

    en la dada minifundio-latifundio. Tal vez es mspertinente apuntar que, ms que reforzar tal rela-cin, cre las bases para una nueva -que prontoiba a expandirse por toda Amrica Latina-, ahoraexpresada entre pequea propiedad (campesinao no) y gran propiedad capitalista, ms espec-ficamente complejo agroindustrial. Empero, elsistema latifundista de propiedad de la tierra, ycon la contrapartida de mltiples minifundios ode campesinos sin tierra, no desapareci.

    La empresa agrcola boliviana fue definida porel artculo 11 de la ley como aquella que invertacapital suplementario en gran escala, empleabatrabajo asalariado y medios tcnicos modernos(excepto estos ltimos en regiones de topogra-fa accidentada). La extensin mxima de lasempresas agrcolas oscilaba entre 400 y 2.000hectreas, segn la regin geogrfica en la que seencontraban. De hecho, era una forma de pro-piedad que permita salvar a la burguesa rural,

    distinguiendo la explotacin de lo que el artculo12 llamaba el latifundio no reconocido por elEstado-, cuya caracterstica era la de ser una pro-

    piedad rural de gran extensin (tambin en estecaso variable segn la regin) inexplotada o ex-plotada deficientemente por el sistema extensivo,con instrumentos y mtodos anticuados que dan

    lugar al desperdicio de la fuerza humana o a lapercepcin de renta fundiaria por la va del arren-damiento. El artculo haca explcita referencia aluso de la tierra en la zona interandina bajo lasformas de parcelas,pegujales, sayaasaparecerasu otras modalidades equivalentes en las cualeslos campesinos, en su condicin de siervos ocolonos transferan plusvalor al terratenientebajo la forma de renta en trabajo, determinandoun rgimen de opresin feudal, que se traduce enatraso agrcola y en bajo nivel de vida y de culturade la poblacin campesina.

    La reforma agraria se aplic rpidamente y sin laviolencia que se vivi en Mxico (Alb, 2007).Segn Juan Lus Hernndez y Ariel Salcito (2007:148), en los primeros diez aos se repartieron4.400.000 hectreas, que llegaron a 7.6000.000 en1967. Los campesinos legalmente beneficiados(esto es, munidos de ttulos definitivos) fueronunos 190.000, si bien se estima que hubo otras

    170.000 familias ocupantes de hecho de peque-os terrenos, carentes de ttulos legales. Las ci-fras que da Xavier Alb difieren ligeramente (tal

    vez porque toma aos distintos), pero no cues-tionan el argumento: hasta 1964 el gobierno delMNR distribuy unos 237.000 ttulos, afectan-do 5.700.000 hectreas, bsicamente de las an-tiguas haciendas andinas. El cambio estructuralfue notable en Cochabamba, La Paz y Tarija. Encambio, seala el autor, en reas del Oriente yel Chaco, la reforma agraria se hizo al revs,

    consolidando e incluso dotando haciendas a te-rratenientes aliados al MNR (Alb, 2007: 86).

    Y aade que el efecto ms inmediato producidopor el hecho de que los campesinos pudieran tra-bajar la tierra para s todos los das de la sema-na fue un aumento del consumo interno, lo cualafect a los mercados urbanos de alimentos.

    Una vez ocupadas las tierras, el sindicato seconvirti en una organizacin fundamental. En

    principio, pas a denominar, coyunturalmente,a la antigua organizacin comunal, tanto en lasex haciendas como en las genuinas comunidades

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    tradicionales, e incluso se pretendi que reempla-zase a stas, consideradas anticuadas. Pero, al fin,una y otro coexistieron y llegaron a expresar unacierta fusin de lo nuevo y lo viejo. Para no pocos

    comunarios, la sindicalizacin era un camino quellevaba al relacionamiento con el gobierno y aobtener de l prebendas. Lo novedoso consisti,precisamente, en que, gracias al sindicato, la or-ganizacin comunal entr a formar parte de unaamplia red oficialista extendida por casi todo elpas mediante la Confederacin Nacional de Sin-dicatos Campesinos de Bolivia (CNSCB), nexopermanente entre campesinos, gobierno y MNR.

    As, los campesinos obtuvieron, va el clientelis-mo, diferentes beneficios, tales como ttulos lega-les de tierras, escuelas, bonos de alimentos, entreotros (Alb, 2007: 85).

    La reforma agraria fue manifestacin incontrata-ble del cambio en la correlacin de fuerzas socia-les generado por la revolucin. En lo inmediatoexpres el logro de reivindicaciones campesinasfundamentales: fin de gamonalismo, del traba-jo servil, acceso a tierras y a la educacin. Fuetambin afirmacin de la conciencia nacional de

    los campesinos. Empero, sus alcances tuvieronun lmite y los obstculos se apreciaron pron-tamente. As, ni las reas donde se modific lapropiedad de la tierra, ni los mismos campesinosfueron quienes ms se beneficiaron. La Refor-ma Agraria cumpli prioritariamente la funcinde estabilizacin social del campesinado, clasemayoritaria de la sociedad boliviana, pero no fueel componente principal de la poltica agraria del

    gobierno revolucionario. Esta se orient en otradireccin: expansin de la frontera agrcola y de-sarrollo capitalista del campo mediante grandesempresas agro-ganaderas de exportacin. Este

    nuevo sector empresarial, productivo y comer-ciante, se constituy mediante grandes dotacio-nes de tierras, obras de infraestructura vial (ca-rreteras, ferrocarriles), plantas de procesamientoy polticas de apoyo financiero y tcnico en losdepartamentos de Santa Cruz y Beni (Dandler,1984: 244). El primero de stos se benefici par-ticularmente con la poltica del MNR, basal parael desarrollo de la burguesa crucea, la mismaque en los albores del siglo XXI se declarar au-tonomista (cuando no secesionista) frente al go-bierno de Evo Morales.

    En el valle de Cochabamba, un espacio de inten-sas movilizaciones polticas y de un proceso deocupacin de haciendas por los campesinos, lareforma agraria fraccion el latifundio en peque-as propiedades y gener un movimiento demo-grfico hacia el Oriente (tierra de colonizacin),hacia las ciudades y hacia Argentina. Al mismotiempo, el sector reformado se vincul con el

    mercado interno mediante una intensa mercan-tilizacin de productos agropecuarios, un proce-so de integracin del campesinado como consu-midor y la proliferacin del pequeo comercio(Dandler, 1984: 244). Por otra parte, la reformaagraria en este valle tuvo una secuela adicional: lalucha entre fracciones campesinas, uno de cuyosresultados ser el pacto militar-campesino, de al-gn modo indicador del final de la Revolucin.

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