Anselm Grun Experiencia de Dios y Deseo PDF

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EXPERIENCIA DE DIOS Y DESEO - Anselm Grün- A Dios no lo podemos experimentar directamente, solo podemos tener una vivencia de él en este mundo en tanto y en cuanto lo percibamos como el origen de toda existencia. Nuestro corazón desea palpar a Dios en un fragmento del mundo. En cada persona hay oculto un anhelo que no puede ser apaciguado por nada en esta vida. Paul M. Zulehner habla sobre conceptos erróneos de personas “que creen tranquilizar rapidamente un deseo incontenible con un acto de felicidad pasajero” (Zulehner, Fur Kirchen – Liebhaberinnen, 20) Nuestro deseo tiende a lo infinito y no puede ser calmado por una meta finita. Al deseo no lo podemos “apaciguar con una series de pequeñas experiencias circunscriptas al poder, a los hombres o al dinero” (Arnold, Befreiungstherapie Mystik, “ mística de la terapia de la liberación”, 16). Para Zulehnner, nuestro deseo de sentir a Dios se desarrolla en forma discreta, “de este modo recobramos el recuerdo del Dios olvidado” (Ibíd., 20). Cuando no logramos experimentar a Dios, podemos entrar en contacto con nuestro deseo, el cual mantiene abierta la pregunta sobre Dios. Sino podemos concebir a Dios, por lo menos, llegamos a imaginarlo a través del deseo. El anhelo es el reflejo de Dios en nuestra alma. Mientras nosotros contemplamos la imagen reflejada de Dios en nuestra alma, va creciendo en nosotros la instrucción de quien es este Dios que es el único que puede calmar neutro deseo. Deseo Es el puente Entre tu y yo. Silencio Es el sonido, Que tu oído percibe. Amor Es la fuente De la que bebemos. Unidad Es la raíz, Que nos sostiene. Recuerdo Es el secreto De nuestra vida cotidiana.

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EXPERIENCIA DE DIOS Y DESEO- Anselm Grün-

A Dios no lo podemos experimentar directamente, solo podemos tener una vivencia de él en este mundo en tanto y en cuanto lo percibamos como el origen de toda existencia. Nuestro corazón desea palpar a Dios en un fragmento del mundo. En cada persona hay oculto un anhelo que no puede ser apaciguado por nada en esta vida. Paul M. Zulehner habla sobre conceptos erróneos de personas “que creen tranquilizar rapidamente un deseo incontenible con un acto de felicidad pasajero” (Zulehner, Fur Kirchen – Liebhaberinnen, 20) Nuestro deseo tiende a lo infinito y no puede ser calmado por una meta finita. Al deseo no lo podemos “apaciguar con una series de pequeñas experiencias circunscriptas al poder, a los hombres o al dinero” (Arnold, Befreiungstherapie Mystik, “ mística de la terapia de la liberación”, 16). Para Zulehnner, nuestro deseo de sentir a Dios se desarrolla en forma discreta, “de este modo recobramos el recuerdo del Dios olvidado” (Ibíd., 20). Cuando no logramos experimentar a Dios, podemos entrar en contacto con nuestro deseo, el cual mantiene abierta la pregunta sobre Dios. Sino podemos concebir a Dios, por lo menos, llegamos a imaginarlo a través del deseo.

El anhelo es el reflejo de Dios en nuestra alma. Mientras nosotros contemplamos la imagen reflejada de Dios en nuestra alma, va creciendo en nosotros la instrucción de quien es este Dios que es el único que puede calmar neutro deseo.

DeseoEs el puente

Entre tu y yo.

SilencioEs el sonido,

Que tu oído percibe.

AmorEs la fuente

De la que bebemos.

UnidadEs la raíz,

Que nos sostiene.

RecuerdoEs el secreto

De nuestra vida cotidiana.

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A menudo muchas personas, se quejan lisa y llanamente de que no pueden sentir a Dios . Dios se ha recluido; quieren tener una relación profunda con Él , pero se les presenta como algo lejano. Yo les infundo valor para que concreten su deseo . Ayudados por este afán de deseo, pueden llegar a percibir señales de Dios en su corazón y, algún, día esas señales los pueden guiar nuevamente hacia la experiencia de Dios . Un camino para entrar en contacto con nuestro propio deseo, podría consistir en colocar la mano sobre nuestro corazón . Se podrá percibir qué sucede en el corazón con los deseos. Se trata de un deseo de relación, de amor, que el corazón impulsa ; un deseo de sentir a Dios, que es el que da sosiego al corazón . Si a pesar de esto no sienten a Dios, al menos pueden presentir el deseo de experimentar el amor de Dios . En el momento en que se entra en contacto con el deseo, se presiente la presencia de Dios en el corazón . El deseo es el ansia que Dios ha puesto en el alma para poder asirse; es la puerta abierta a través de la cual Dios puede entrar en nosotros.

Mucha de la gente que está en la búsqueda siente que la sociedad moderna, que exige eficiencia, no es capaz de satisfacer el deseo. Pero también experimentan que la Iglesia quizá no es el lugar donde su deseo pueda encontrar una respuesta . La Iglesia está tan ocupada consigo misma “que no percibe más el llamado del deseo de la gente” (Ibíd. . 57). En la historia de la Iglesia existieron dos grandes teólogos que supieron auscultar los deseos humanos y que abordaron el tema en sus escritos : San Agustín y San Bernardo de Claraval . San Agustín logró ahondar sobre el deseo humano y lo investigó con desvelo . Descubrió que el origen del deseo se encuentra en la insatisfacción que, tanto ahora como antaño, representa una característica humana . Y San Agustín nunca se cansó de demostrar a los hombres cuál era la verdadera meta del deseo; “A ti, alma, sólo te basta con Aquel que te ha creado . Todo lo otro a lo que te vuelques te será miserable, porque a ti sólo te alcanza con Aquel que te ha creado según su imagen” (Ibíd. . 99). Todo aquello a lo que pretendamos aferrarnos y que no se corresponda con la voluntad de Dios se transformará en algo sin sentir. Nuestro corazón no se calmará hasta que encuentre paz en Dios .

Bernardo de Claraval observó detenidamente a la gente de su época . Al igual que San Agustín, San Bernardo descubrió en el afán de deseo la incesante búsqueda de Dios: Cada ser que dispone de entendimiento tiende afanosamente por naturaleza a querer más de aquello que considere valioso o necesario. No logra saciarse con nada, pues siempre descubre algo que le resulte superior e imprescindible... puedes ver personas colmadas de bienes y posesiones y, a pesar de ello, siguen sumando día a día un trozo más de tierra a sus bienes en incontenible codicia que no encuentra freno alguno . También puedes ver personas que moran en regias mansiones y amplios palacios y, sin embargo, continúan construyendo casas sin cesar, para luego demolerlas y remplazar una residencia cuadrada por una redonda o una redonda por una cuadrada” (Ibíd. 101). Las observaciones que realiza San Bernardo se pueden aplicar hoy a muchas personas que siempre están a la búsqueda de algo más y que nunca se sienten satisfechas . Esta situación también se da en forma incontenible en aquellos

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que persiguen un desmesurado afán de reputación y que siempre pretenden obtener posiciones cada vez más prestigiosas que, en vez de producirles satisfacción, terminan agotándolos con tanto ajetreo . Los seres humanos nunca podremos calmar nuestro deseos, pues siempre iremos tras nuevas sensaciones . Por ello debemos intentar contemplar nuestros deseos a través del Espíritu . Es necesario que dejemos de pensar en nuestro deseos, para así poder reconocer que Dios es la meta de todos nuestros anhelos . De esta manera, nuestro espíritu atribulado llega a encontrar paz .

Ernesto Cardenal , contemporáneo nuestro, ha tomado muy en serio la cuestión

del deseo y lo ha descrito de forma conmovedora .Su famoso libro Vida en el amor comienza con la siguiente oración : “Y en los

ojos de todo ser humano hay un anhelo insaciable . En las pupilas de los hombres de todas las razas ; en las miradas de los niños y de los ancianos y de las madres y de las mujer enamorada, del policía y del empleado y el aventurero y el asesino y el revolucionario y el dictador y el santo : existe en todos la misma chispa de deseo insaciable, el mismo secreto fuego, el mismo abismo sin fondo, la misma ambición infinita de felicidad y de gozo y de posesión sin fin “para Ernesto Cardenal cada persona anhela un amor incondicional, un amor que le dé valor a la vida y que le tramita que es única y valiosa como persona.

Los poetas poseen desde antaño un agudo sentido para expresar el deseo humano. Ellos dejan al descubierto el deseo y abren la pregunta sobre Dios. “El deseo es el origen de todo”, dice Nelly Sachs.

Con el deseo, el ser humano transita el camino para llegar a ser él mismo. Sin este deseo no seria persona; sin el deseo, se entumece y pierde su capacidad de vivir. Para Joachim Ernst Berendt, la meta de todo deseo es la entrega: “El que anhela busca entregarse y el deseo es el comienzo. Sin el deseo nada funciona.” El ser humano llega a serlo plenamente cuando se entrega a lo sublime, cuando – según Berendt – se entrega a si mismo, cuando entrega a su verdadero ser que es mas grande que su propio yo.

Rainer Maria Rilke plasmo en una poesía su posición al respecto. Dios da a cada hombre una palabra para el camino antes de enviarlo a la noche de este mundo. El poeta lo expresa de esta forma:

“partiendo de tus sentidos,ve hasta los confines de tus deseos: ofrécele tu manto.”

Dios ha introducido el deseo en el corazón humano para que la persona salga al mundo a descubrir su belleza y en esta belleza – como en todas las demás cosas – buscar a Dios mismo. Rikel nos impele para que lleguemos hasta los limites de nuestro deseo, para que dejemos de pensar en nuestro deseo y nos dejemos trasportar por encima de las fronteras de este mundo. Solo así nuestro deseo nos guiara a Dios.

En otra poesía, Rikel define al deseo de esta manera:

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“Esto es el deseo, vivir en constante devenir y no poseer ninguna morada en el tiempo.”

El deseo consiste en vivir en medio de las tribulaciones de este tiempo sin poseer ninguna morada. Nuestra morada se encuentra en otro lugar; San Pablo, está en el cielo. El deseo quiere recordarnos, en medio de este tiempo, que sólo podemos vivir de verdad allí donde la eternidad irrumpe en nuestro tiempo, donde tiempo y eternidad se derrumban. En definitiva, todos añoramos la morada. El romanticismo habla la flor habla la flor azul que buscamos. Novalis, uno de los mas profundos pensadores del romanticismo, dice de la filosofía: “ Filosofía es nostalgia... el deseo de estar en casa en cualquier lugar.” Todo pensamiento filosófico y teológico es sólo “un intento de calmar la nostalgia. Y la verdadera morada de nuestro espíritu es Dios” ( Walter, Auf der Suche Nach Dem UnfaBbaren Gott. “En búsqueda del Dios inalcanzable”, 46). Christian Morgenstem se compara con una paloma mensajera que anhela toda su vida su antigua morada: Perturbada cruza los paisajes, cae al suelo y se hiere: pero una ves que vuelve a recomponer sus alas, vuela nuevamente a través del único camino que satisface su incontenible deseo en busca de su lugar de origen.”

Nuestra época es una época de la desilusión. La esencia de la desilusión se muestra a través del escepticismo y del cinismo. Se han desvanecido las visiones y no confiamos en la grandilocuencia. Para algunos el deseo pasó a ser un espejismo. En la posmodernidad vivimos sin ilusiones. Sólo hay un “post”, un después. Sin esperanzas ni anhelos, y no hay ningún “pre”, ningún antes, que hace a la esencia del deseo.

No obstante, el hombre no puede dejar de lado su deseo inclusive en los tiempos posmodernos de la desilusión. Con sólo mirar a nuestro alrededor percibiremos la gran cantidad de deseo que entonan nuestros cantante de baladas románticas. Descubrimos los deseos ocultos en nuestras apetencia y necesidades que la sociedad de consumo despierta y pretende saciar. Se comercializa con los deseos escondiéndolos detrás de infinidad de placeres sustitutos.

O simplemente contemplando la popularidad de ciertos personajes que, a través de los medios gráficos, generan la ilusión de ser partícipes del brillo de algún artista o deportista famosos, o la curiosidad de experimentar lo que sucede en las casas y familias reales. Se desearía ser tal o cual princesa o rey . Seria muy interesante indagar hasta qué punto este tipo de publicidad influye sobre los deseos más íntimos de las personas y llega a tocar el aspecto religioso del deseo, para intentar convencer a un espectador de comprar un determinado producto . Éste es el camino opuesto al que tomó San Agustín, quien investigó las necesidades mundanas como una manifestación religiosa del deseo . Hoy en día, el aspecto religioso del deseo ha sido puesto al servicio de la estrategia comercial secular .

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DESEO Y ADICCIÓN

Normalmente detrás de alguna adicción se esconde nuestro deseo. Adicción es siempre un deseo incontenible. En la adicción busco realmente aquello que anhelo en lo más profundo de mi corazón .

Como no reconozco mi deseo, pretende ignorarlo a través de la adicción y simulo que tomo directamente aquello tanto ansió. El vocablo “adicción” en el alto alemán medieval se escribe Sucht, que proviene de la palabra siech, que significa estar enfermo . También existe la palabra Suche que significa “buscar” . Pero en nuestra época, se ha relacionado Sucht con Suche, es decir que se ha relacionado adicción con búsqueda . La adicción provoca dependencia y enfermedad. Dejo de buscar y me entrego a la dependencia que aparentemente me ofrece lo que yo anhelo, pero en realidad nunca recibiré aquello que deseo.

Las adicciones son hoy enfermedades muy corrientes: no sólo el alcoholismo o la drogodependencia, o la bulimia y la anorexia, sino también la adicción al juego al trabajo, a las relaciones al ser reconocido y al endeudamiento . Una vez que nos animamos a analizar profundamente el origen de nuestras adicciones, esta situación nos puede orientar a Dios y llevarnos a una verdadera experiencia de Dios . ¿Pero cómo sucede esto? Quizás una solución sea no emitir ningún juicio sobre nuestras adicciones sino simplemente preguntarnos sobre lo que buscamos en los más íntimo de nuestros corazones . ¿Qué es lo que persigo al tomar tanto alcohol? ¿Acaso pretende huir de la banalidad cotidiana, deseo experimentar algún sentimiento nuevo, quiero elevarme por encima de la diaria depresión para experimentar el mundo desde una posición más agradable y bella? Andrés Gide considera que el origen del alcoholismo se da cuando tenemos la ilusión de poder conseguir a través de la bebida algo que en realidad no nos es posible alcanzar . Con el alcohol nos engañamos a nosotros mismo creyendo soñar con la felicidad, pues corremos detrás de ella infructuosamente . Más aún, Gide constata una amarga realidad : “Lo más triste es que nunca se puede tomar lo suficiente” (Ibíd. 39). La bebida nunca calmará mi deseo. Los sueños no igualan a la realidad que yo tanto anhelo .

¿Qué es lo que persigo cuando no logro liberarme del trabajo?Posiblemente intente cubrir con trabajo el vacío interior que se produciría si no

tuviera nada para hacer y corro sin poder detener mi carrera . No soportaría enfrentarme a mí mismo y a mi realidad en mis momentos de ocio. Es probable que anhele reconocimiento social . Por ello me exijo cada vez más y evito pensar en mi propia persona . Anhelo una relación estable para sentir y experimentar que puedo ser querido. Deseo ser aceptado incondicionalmente, aceptarme a mí mismo y poder amar .

En vez de luchar contra mi adicción, debería concentrarme en lo más intimo de mí y descubrir el deseo que allí yace. De esta manera, la adicción se irá transformando lentamente en deseo . Si lucho frontalmente contra mi adicción, siempre perderé la batalla, y si abandono la adicción transitoriamente, volverá a

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aparecer aun con más fuerza . En vez de luchar contra la adicción, debería tomarla en serio y reconocer en qué me he vuelto adicto, en qué me he vuelto dependiente . De este modo debo dejar de obsesionarme por ella .

¿Acaso logro elevar mi estima a través del alcohol y así solucionar todos mis problemas? ¿O es que no deseo algo más? ¿Acaso no anhelo una realidad totalmente distinta, una realidad del espíritu?

“Spiritus contra spiritus” afirma C. G. Jung. Solo la apertura a lo espiritual puede superar al alcoholismo . Jung escribe sobre uno de sus pacientes: “Su adicción al alcohol se relaciona con un escalón inferior de la sed espiritual humana en búsqueda del todo, en el lenguaje medieval, de la unión con Dios ·”(cit. en Grof, Sehnsuchtnach Ganzheit, “El deseo en búsqueda de todo” , 9) . Y Christina Grof, psicóloga americana que sufrió el alcoholismo, escribe sobre su deseo y cómo intentó saciarlo a través de la bebida : “Si me retrotraigo a mi infancia, me doy cuenta de que siempre estuve a la búsqueda de algo que yo misma no podía definir . Fuera lo que fuese, era el deseo de sentirme bien, de sentirme como en casa, de sentir que pertenezco a ese lugar . Si hubiera descubierto mi deseo, no habría permanecido tanto tiempo sola . Habría sabido lo que significa querer y ser querido y hubiera podido brindar amor . Habría sido feliz, plena y hubiera estado en paz conmigo misma , con mi vida y con el mundo . Me hubiera sentido libre, ágil abierta a los demás y llena de alegría” (Ibíd. 17 ). Su búsqueda era, en realidad, una búsqueda espiritual, pero su ansia la llevó rápidamente a ahogarse en la bebida . Una vez que ella pudo verificar el origen de su enfermedad, reconoció que su deseo era una profunda sed en búsqueda del todo, de una identidad espiritual, de un origen celestial, en definitiva , de Dios . Superaremos nuestra adicción una vez que ésta llegue a ser transformada en deseo.

EL DESEO COMO FUNDAMENTO EXISTENCIAL DEL SER HUMANO

Para San Agustín, el anhelo es el fundamento existencial de los seres humanos . Cada persona, en el fondo, anhela la protección, el amor , la verdadera morada, la autenticidad y la libertad . Dios mismo ha colocado en nuestros corazones el deseo de tener una comunión eterna con Él . Más allá de nuestras propias intenciones, siempre que anhelamos algo con pasión, estamos en definitiva buscando a Dios . Si acumulamos incesantemente riquezas no llegaremos a cubrir nuestro afán de deseo . Detrás de la búsqueda de riquezas hay un deseo de bienestar y de vivir tranquilo . Pero lo trágico de esta situación es que nos obsesionamos con las posesiones y esto nos lleva a un estado de mayor intranquilidad .

Cuando perseguimos el éxito, buscamos ser valorados, pero a la vez sabemos que este éxito no calma de ningún modo nuestro deseo.

Solo en Dios llegamos a experimentar una auténtica valoración de nuestra persona . Cada persona anhela, en última instancia, amar y ser amada . Con solo leer los periódicos descubrimos cuántos de estos anhelos no logran ser satisfechos, quedan excluidos o no obtienen respuesta alguna . No obstante, en cada pequeño amor,

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hasta en el más sensual, se oculta el deseo del amor absoluto, el deseo de amar a Dios . Es bien conocida la expresión de San Agustín : “Nuestro corazón está inquieto, señor, hasta descanse que en ti .” El ser humano está poseído por un apetito incontenible de estar junto a Dios, de estar en la morada absoluta, de sentirse protegido, de reencontrarse con Dios en el paraíso perdido . Y aunque las metas humanas transiten por otro camino, Dios será siempre la ultima meta . Inclusive aquellas personas que se han alejado de Dios manifiestan el deseo de buscar algo más, de buscar a Aquel que es capaz de saciarnos .

Cuando dejamos de pensar en nuestros deseos y anhelos, nos sobreviene el deseo de buscar algo más, de sumergirnos en lo secreto que nos hacen trascender y que es más grande que nosotros mismos : en definitiva, buscamos a Dios . San Agustín dice de si mismo : “ No creo que pueda encontrar algo que anhele tanto como el deseo de encontrar a Dios .” Él estuvo en una constante búsqueda a lo largo de su vida . Primero intentó encontrar su felicidad en la relación con una mujer, luego en la filosofía, más tarde en la ciencia, en el éxito y en la amistad . Pero tuvo que aceptar que el motor de su búsqueda era Dios . Sólo cuando encontro a Dios, logró calmar su corazón .

Lo triste es que existen personas que, a pesar de haber alcanzado todo aquello que desearon, a menudo se sienten invadidas por un vacío interior . “Uno llega a ser el futbolista más famoso, otro se doctora con un sobresaliente, otro ha logrado formar la pareja ideal, o simplemente tiene tanto dinero que puede conseguir todo lo que desee en su vida” (Grof, ídem . 22). Pero en medio de toda esta saciedad queda un vacío interior y el deseo de buscar algo más se incrementa en nosotros . Nada puede calmar nuestra inquietud : ni el éxito terrenal, ni ninguna persona, ni siquiera la más amada. El amor mismo, que todos anhelamos, está en íntima relación con el deseo .

No existe amor alguno sin deseo . Peter Schellenbaum ha descrito la estrecha relación que existe entre ambos . Él opina que tanto el amor como el deseo se localizan en un mismo lugar del cuerpo, “Justo en medio del pecho a la altura del corazón, donde las manos de los que sufren por amor o deseo se juntan” (Schellenbaum, Die Wunde der Ungeliebten, “Las heridas de los que no son amados”, 84) . Justamente la tensión producida por el deseo hace más valioso al amor que lo llena con su insondable profundidad. La felicidad que brinda un gran amor o el sufrimiento desmesurado por el desamor coexisten uno junto al otro .

El amor nos lleva a aquel que está por encima de uno mismo . En el amor anhelamos lo absoluto y lo incondicional ; en definitiva, anhelamos el amor divino .

EL DESEO COMO AYUDA PARA ACEPTAR MI REALIDAD

Para sentir nuestro deseo, no es necesario evadir la realidad en la que vivimos . Por el contrario, si sentimos en nuestro interior el deseo de experimentar a Dios, de buscar aquello que está en el más allá, en algún lugar que trascienda este mundo,

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podremos reconciliarnos con la banalidad de nuestra realidad. Más aún, no nos sentiremos defraudados cuando a la persona que tanto amamos no logramos calmarle el profundo deseo de encontrar el amor absoluto .

De este modo, no recargamos nuestra relación de pareja con expectativas que en realidad sólo Dios puede satisfacer. Siempre me encuentro con personas que pretenden que su parejas las salve, las remida, las libere y les dé sentido a su vida . Pero esto es sólo una vana esperanza, ya que ninguna persona puede cumplir este anhelo .

El deseo de sentir a Dios relativiza nuestras aspiraciones, en especial cuando descubrimos que ésta no pueden ser satisfechas por persona alguna . Por ello, este deseo nos ayuda a convivir entre nosotros y deja que una persona sea lo que debe ser sin permitir comparación alguna con Dios .

Las desilusiones forman parte de nuestra vida . Nuestra familia nos desilusiona, nuestra profesión y nos desilusionamos de nosotros mismo. No hemos hecho ilusiones sobre nosotros mismos y sobre los demás . Pero nos hemos decepcionado y reconocerlo nos hiere, por ello muchos prefieren evadir ese dolor .

Esto sólo los lleva a huir permanentemente de si mismos y nunca encuentran paz en sus vida . Cuando reconocemos nuestro deseo, nos reconciliamos con la idea de que nuestra profesión no terminará de llenar nuestras aspiraciones, y de este modo nos reconciliamos con nosotros mismos, con nuestros errores y debilidades . No nos debemos conformar con nosotros mismos, ya que nuestra deseo va por encima de nuestra profesión e inclusive de nosotros mismos, y su meta es Dios . Sólo Dios puede llegar a complacer nuestro deseo . El deseo de sentir a Dios relativiza todo aquello que nosotros podemos llegar a encarar y nos libera de ese obstinado empeño de pretender ser aún más exitosos y de buscar un mayor reconocimiento; en una palabra, nos libera de la presión que a menudo ejercemos sobre nosotros mismo. Conozco a mucha gente que no vive de acuerdo con su propia persona, sino con las expectativas que los demás tienen de ella. Y como piensa que debe cumplir con estas expectativas, termina viviendo bajo una gran presión que ella misma se impone . El deseo de sentir a Dios nos lleva a que nos acerquemos a nuestra persona . Si logro sentir mi deseo, es que he logrado llegar a mi corazón . De este modo nadie podrá ejercer poder alguno sobre mi persona. El deseo evita que reaccione con resignación ante los desengaños en mi vida . Por el contrario, el desengaño mantiene despierto mi deseo . Hace casi treinta años realice un sensitivity – training (entrenamiento de sensibilidad).

En esa oportunidad logré entrar en contacto con mis necesidades insatisfechas de la niñez, lo que desencadenó en mí una crisis . Tuve la sensación de haber salido peor de lo que había entrado . Pero en otra ocasión, estando de vacaciones, me senté frente a un lago a solas y, mientras contemplaba el oleaje del agua, me sobrevino una sensación de profunda paz . En ese momento pude aceptar de una vez y para siempre todas mis necesidades insatisfechas y me dije: “Es muy bueno que no te sientas satisfecho . Esto logra mantener atento, vivo y abierto a Dios . Quizás hubieras llegado a ser un burgués e inclusive te hubiera conformado con ello . Pero en

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definitiva no habría descubierto tu verdadera vocación .” Considero que mi vocación es mantener despierto el deseo en mi corazón y, de este modo, estar a Dios con un corazón que se expande y llega a las personas que me rodean . El deseo no sólo llega hasta Dios, sino también hasta las personas . Un corazón grande tiene suficiente espacio para las personas . Un corazón grande no juzga, sino que acepta y experimenta la vida con sus decepciones y desilusiones . Tampoco se retrae, pues las desilusiones le han servido como trampolín para llegar al Dios todopoderoso. Una vez que el corazón asume su situación , va creciendo en él el deseo de sentir a Dios . Es el deseo el que enaltece al corazón .

Si considero mis satisfacciones e insatisfacciones a la luz del deseo, todo puede llegar a transformarse en una experiencia de Dios ; de este modo, la persona que me ama es una señal del amor de Dios . A través de su amor puede llegar a experimentar el amor infinito de Dios, sin hostigar a mi pareja con reclamos de un amor infinito. Pero no sólo el amor de mi pareja sino también la frustración de un amor no correspondido, mi propia decepción de no ser entendido, puede guiarme al terreno de la experiencia divina.

Justamente la decepción que me producen las personas me sirve de señal para llegar a Dios . En vez de quejarme de que el otro es insensible, debería profundizar mi deseo de amor a Dios a través de esa insensibilidad. La convivencia con otras personas será posible sólo cuando fundamente mi ser en Dios, y no en otros . Del mismo modo, pondré superar los vaivenes de éxitos y fracasos profesionales cuando reconozca que Dios es mi único sostén, ya que sólo de éxitos no puede vivir . Debo basar mi vida en otro tipo de realidad .

Si considero mi vida cotidiana a la luz del deseo, todo me servirá como punto de partida para llegar a Dios . Así no huyo de mi realidad, sino que ésta se transforma en el lugar que me señala constantemente a Dios .

Durante una entrevista realizada al celebrar sus 90 años, el filósofo ateo Ernst Bloch expresó : “He descubierto en mi vida que el deseo es la única y genuina cualidad del ser humano .” Sobre cualquier otra cosa se puede mentir o se puede llegar a fingir o engañar. El amor puede ser fingido, la cortesía sólo inculcada, el ayudar puede perseguir motivos egoísta, pero el ser humano no puede manipular el deseo . El ser humano es su anhelo.

He estado con personas que escriben color de rosa todo aquello que realizan . Si hablan de sus vacaciones, ellas fueron maravillosas . Si realizaron algún curso, éste les produjo la experiencia más profunda de sus vidas. A menudo tuve la sospecha de que detrás de tanto esplendor se esconde una frustración . En realidad, su vida es la de una persona común, durante sus vacaciones hubo sólo peleas con su pareja, pero hacia fuera no se debe hablar de esto . Al mismo tiempo la persona debe demostrarse a si misma que todo lo que realiza está bien, a pesar de que detrás de esta fachada se observa algo totalmente distinto .

El deseo me permite contemplar genuinamente mi vida . No necesito exagerar ni demostrar a los demás cuán profundas son mis experiencias o qué avances he logrado

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en mi camino interior . Me acepto tal cual soy, como una persona común, siempre en la búsqueda, en la lucha, con éxitos y fracasos, sensible e insensible, espiritual pero a la vez superficial. Contemplo mi vida tal cual es, pues mi deseo va por encima de esta vida. El deseo no puede ser manipulado. El deseo se hace sencillamente presente. Y allí donde ésta el deseo, se encuentra la vida verdadera. Sólo allí donde está mi deseo, estoy sobre la pista de mi vida.

Durante los retiros espirituales me pregunto y les pregunto a los que participan : “¿Cuál es tu más profundo anhelo?” Yo mismo no puedo dar una respuesta inmediata, pero cuando me hago esta pregunta abandono toda búsqueda compulsiva de tratar de mejorarme.

Todo aquello que me podría llegar a preocupar se transforma en algo intrascendente. De este modo llego a relacionarme conmigo mismo, con mi corazón, con mi propia vocación. ¿Quién soy yo en realidad? ¿Cuál es mi misión? ¿Qué rastros pretende dejar en este mundo? ¿Qué es lo que satisface mi deseo? Finalmente, siempre me encuentro a Dios como última meta de mi deseo.

La pregunta sobre mi más profundo deseo no sólo me lleva a Dios, sino que incluso satisface mi necesidad primaria de que Dios también anhele mi persona. Dios también me anhela, anuncian los místicos. Matilde de Magdeburgo le habla a Dios con estas palabras :¡Oh Dios que ardes en tu deseo!” Dios anhela amar a los seres humanos. Si llego a preguntarme sobre mi más profundo anhelo, descubro que quiero responder al anhelo de Dios sobre mí, del mismo modo que yo anhelo a Dios. Mi mas profundo anhelo consiste en ser lo mas permeable posible al amor de Dios y su bondad, a su misericordia y dulzura, sin ningún tipo de falsedades originadas por mi egoísmo, sin ser enturbiado por mi afán de reconocimiento o de éxito.

Tú Dios de la vidaY de mis relaciones.

Tú Dios de la alegría de vivirY Dios de mi anhelo.

Tú, Dios, que me buscas y llamasY que vienes a mi encuentro.

Tú, Dios, que estas en mi,En mi mundo interior.

Tú, protector de la vida, creador de la vida.Tú, Dios, que estas presente en mi.

Tú, Dios, que me asistes,Tú, Dios ardiente en tu anhelo.

DESEO Y ORACIÓN

¿De que forma podemos llegar a relacionarnos con nuestros deseos? Uno de los caminos es contemplar nuestra vida y descubrir qué deseo oculto hay detrás de

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nuestras pretensiones, adicciones, pasiones, necesidades, anhelos y esperanzas. En definitiva, uno de los caminos hacia Dios es dejar de pensar sobre todo aquellos que experimentamos, para concentrarnos en la esencia de nuestras experiencias. El otro camino es transitar por la oración. Según San Agustín, la oración tiene como tarea estimular nuestros deseos. Cuando pedimos en el padrenuestro: “Venga a nosotros tu Reino”, no significa – según San Agustín – que debamos implorar a Dios que finalmente el reino se haga presente, sino que estimulemos en nosotros el anhelo por ese Reino. Para San Agustín, los salmos son cantos del deseo. Mientras los cantamos, crece en nosotros el deseo por la verdadera morada en Dios. Cuando cantamos los salmos, San Agustín nos compara con peregrinos que cantan. En la época de San Agustín se peregrinaba durante la noche para evitar a los ladrones pero a menudo los envidia un miedo tremendo. Para alejarlo los temores, los peregrinos entonaban canciones oculares de su tierra natal. Del mismo modo, nosotros, en este mundo terrenal, alejados de la morada de nuestro Padre, entonamos cánticos de amor sobre aquel lugar divino para así sobrellevar el miedo a la oscuridad y estimular nuestro deseo de sentir a Dios. No se trata de cantar cada palabra con devoción, ya que este modo solo me concentraría en el sentido de las palabras. Mas bien, cada palabra cantada debería despertar y reforzar en mí el deseo de sentir a Dios. Esto no se circunscribe solamente a las palabras de deseo de los salmos, como ocurre en el salmo 63: “Dios, Tu mí Dios, yo te busco, sed de Ti tiene mi alma, en pos de Ti languidecen mi carne, cual tierra seca, agotada, sin agua” (Sl. 63, 2) o el Salmo 84, que es el canto de un peregrino en camino hacia el ansiado templo: “¡Que amable es Tu morada, Oh Yahvé Sebaot! Anhela mi alma y languidece detrás de los atrios de Yahvé” (Sl. 84,2). Toda palabra debe profundizar nuestro deseo de sentir a Dios. En el Antiguo Testamento, el hombre piadoso es aquel que anhela a Dios con todo su corazón. Así lo expresa Isaías: “Con toda mi alma te anhelo en la noche, y con todo mi espíritu por la mañana te busco” (Is. 26,9).

Imprime tu riza

Y el brillo de tu rostro,la bondad de tu mirad,

y las estrellas de tus ojosen mis grietas del corazón,que anhelantes te esperan.

Para San Agustín, la oración no se limita solo estimular nuestro deseo de sentir a Dios. El deseo ya es una oración. El monacato de la iglesia primitiva quería cumplir la consigna del apóstol Pablo en la Epístola a los tesalonicenses: “¡Orar sin cesar!” (Tes. 5,17).

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San Agustín opina que no podríamos orar sin pausa con nuestra boca, ni podemos tampoco doblar nuestras rodillas constantemente. El único camino para orar sin cesar es orar con el deseo. Así escribe Agustín sobre los versos del salmo delante de Ti están mis deseos: “Tu deseo es tu oración. Si es un deseo persistente, también es una oración persistente... si no quieres interrumpir tu oración, no interrumpas el deseo. Tu deseo ininterrumpido es tu voz, (orante) ininterrumpida”. Orar significa entrar en contacto con el deseo interior que se encuentra en nuestro corazón, es el deseo que ya en este mundo terrenal se une a Dios. Para San Agustín, este deseo se encuentra en el amor. Por ello: “Te callas, cuando dejas de amar... el enfriamiento del amor es el enmudecimiento del corazón. La fogosidad del amor es el llamado del corazón”. Anhelar a Dios significa también amar a Dios, significa también llegar a Dios a través del amor. Orar es la expresión de ese amor, y orar pretende al mismo tiempo profundizar en mi este amor.

Para mi, orar significa entrar constantemente en contacto con mi mas profundo deseo, en lo mas hondo de mi corazón. Para ello, cruzar mis manos sobre el pecho me ayuda a menudo a orar. Esto me provoca una sensación de calidez interior. De este modo presiento que hay en mi un deseo que, ante todo, me hace sentir persona; es el deseo de sentir a Dios, el deseo del amor divino que no es vulnerable como el amor humano. Contactarme con este tipo de amor me hace sentir libre y torna relativo todo lo otro. Siento en mi corazón que estoy por encima de este mundo, anclado allí donde se encuentra el gozo verdadero, tal como lo expresa la oración de la misa. Orar no significa ante todo desperdiciar palabras, sino que las palabras de mi oración me hacen recordar que aquí no me encuentro en casa, que mi morada está en el Cielo, tal como lo expresa san Pablo en la Epístola a los Filipenses.

Una hermosa narración, “La estrella perdida”, de Ernst Wiechert, relata la historia de un soldado alemán que pudo por fin regresar a su casa luego de su presidio en Rusia. Él se alegra de estar nuevamente en su hogar. Pero luego de unas semanas, descubre que ya no se siente más como en casa. Habla de eso con su abuela y descubren que la estrella de la casa se ha perdido y que el misterio no habita más entre ellos. Se ha estado viviendo superficialmente. Se planea, se construye, se hacen mejoras, se preocupan para que la vida funcione, pero lo esencial se ha perdido. La estrella del deseo ha desaparecido.

Allí donde esta estrella se ha caído de nuestros corazones, no podremos sentirnos más como en casa. Estar en casa es estar donde mora el misterio. Esto vale tanto para la familia como para la comunidad de un monasterio. La morada no se puede recrear a través de la repetición de viejos rituales, sino escudriñando el misterio y a Dios que moran entre nosotros.

Esto vale también para nosotros. Según los místicos, hay en nosotros un espacio en el cual Dios mora : un lugar de silencio adonde sólo Dios tiene acceso. Este lugar está libre de todo tipo de pensamiento bullicioso y también de las aspiraciones y deseos de los que nos rodean. Este lugar también se encuentra libre de nuestros reproches, desvalorizaciones y culpabilidades. Este espacio, en el que también el

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mismo Dios mora en nosotros, nos permite librarnos del dominio de otras personas y nos resguarda de todo daño. Allí estamos a salvo. Allí somos nosotros mismos. Allí donde el misterio habita en nosotros nos sentimos como en casa. Quien se siente consigo mismo como en casa, podrá experimentar la morada de Dios en cualquier lugar. Pero si en este silencio nos tropezamos con nosotros mismos, con nuestros problemas, nuestro defectos, nuestra represiones, con la complejidad de nuestra psique, deberíamos en algún momento alejarnos de esta situación. Nadie puede soportar confrontarse consigo mismo constantemente. Pero cuando sé que, en medio de todas estas represiones y vulnerabilidades, Dios mismo habita en mí, puedo soportarlas, ya que experimento en mi interior un lugar en el cual me siento como en casa : el misterio habita en mí.

¿Dónde se encuentra el lugarque está a salvo en mi interior,

donde tú Dios,te mantienes al resguardo?

Lo presientoEn algún lugar en mi cuerpo,

Lo descubroEn un lugar menos pensado

Y lo sientoEn forma y color,

En este lugar santo,Protegido y claro,

Lleno de misterio resguardadoEn medio de mi ser.

Ven, canta en mi, mi Dios,Un canto de libertad,

Que alejaTodo lastre de imágenes tuyas de antaño.

Solo ahí donde hay un lugar vacío,Puede originarse algo nuevo,

Sólo allí donde las viejas imágenesSe arrojan al cesto de basura,

es el lugarpara un Dios de la vida.

El deseo es el reflejo de Dios en mi espíritu y es, a la vez, la fuerza que infunde Dios en mi corazón. De este modo ora San Agustín :

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“Te invoco a ti en el interior de mi alma tú preparaste, para que te acepte a través del deseo que tú inspiraste.” Dios me ha dado el don del deseo, a través del cual no dejo de buscarlo y de experimentarlo. En el deseo no logro ninguna imagen de Dios ante mis ojos, pero, una vez que me relaciono con mi deseo, presiento que Dios está presente en mi, que el misterio de mi interior me supera y que ya en el deseo de sentirlo, he podido alcanzar a Dios.

Yo mismo soy el verdadero lugar donde transcurre la experiencia divina. Mientras ausculto de lo profundo de mi corazón, descubro el deseo y experimento a Dios en mi interior, que mora en mí y es que el siempre agita a mi alma a través del deseo que se mueve en mí .

Amadeo Cencini, "Amarás al Señor ,tu Dios"