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ANTE EL ATLAS LINGÜÍSTICO DE MÉXICO Necesito hacer una afirmación que me ahorre de reincidencias: este Atlas es una obra de importancia capital. Hablar luego de lo que uno quisiera encontrar o de lo que pudiera estar de acuerdo con otras posturas científicas, no es sino practicar la libertad cien- tífica a la que ninguno de nosotros debemos renunciar. Si digo que hay algo que yo preferiría de otro modo no es sino reconocer que en esta obra se ha hecho de manera distinta a la mía, lo que no es sino un beneficioso discrepar para que la ciencia siga^hacia adelante. Nadie, sin embargo, podrá atenuar mi categórica afir- mación: estamos ante una obra que prestigia a todos. Al autor y sus colaboradores, al Centro que la auspició, al país que supo apostar por un proyecto nunca igualado, a quienes hemos hecho de nuestra vida un silencioso laborar en estos pegujales. Que mis palabras no valgan, sino las del Cantar del Cid: "a todos alcanga ondra el que en buen ora cinxo espada". En uno de sus últimos trabajos, Karl Jaberg decía que —de una u otra forma— había estado presente en la geografía lingüís- tica de un medio siglo 1 y he aquí que mis años —muchos ya— han hecho que, en el mundo hispánico, se hayan cumplido los cuarenta en que he tenido que compartir muchas tareas con mis colegas. En el Atlas de Colombia y en el Atlas de México, mi nom- bre aparece al lado de los autores nacionales. No es una vanidad, sino la justificación de una vida: desde aquel curso que expliqué en El Colegio de México (1964), América ha sido mi costumbre. La he recorrido desde el norte de Nuevo México (Gallup, Arroyo de Bueyeros) hasta el mediodía más apartado, desde Santa Bár- bara o Zihuatanejo hasta Puerto Rico, Artemisa o Samaná. Creo 1 "Grossráumige und Kleinráumige Sprachadanten", VR, 14 (1954), p. 61. NRFH, XXXIX (1991), núm. 2, 665-687

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ANTE EL ATLAS LINGÜÍSTICO DE MÉXICO

Necesito hacer u n a afirmación que me ahorre de reincidencias: este Atlas es u n a obra de i m p o r t a n c i a cap i ta l . H a b l a r luego de l o que u n o quis iera encontrar o de lo que p u d i e r a estar de acuerdo con otras posturas científicas, no es sino pract icar la l i ber tad c ien­tífica a la que n i n g u n o de nosotros debemos renunc iar . Si d igo que hay algo que yo preferiría de o t ro m o d o no es sino reconocer que en esta obra se h a hecho de m a n e r a d i s t i n t a a la mía, lo que no es sino u n beneficioso discrepar para que la ciencia siga^hacia adelante. N a d i e , sin embargo , podrá atenuar m i categórica a f i r ­mación : estamos ante u n a obra que prest ig ia a todos. A l autor y sus colaboradores, al C e n t r o que la auspició, al país que supo apostar por u n proyecto n u n c a igualado , a quienes hemos hecho de nuestra v i d a u n silencioso laborar en estos pegujales. Q u e mis palabras no v a l g a n , sino las del Cantar del Cid: " a todos alcanga o n d r a el que en b u e n ora c inxo espada" .

E n uno de sus últimos trabajos , K a r l J a b e r g decía que —de u n a u o t r a f o r m a — había estado presente en la geografía lingüís­t i ca de u n m e d i o siglo 1 y he aquí que mis años — m u c h o s y a — h a n hecho que , en el m u n d o hispánico, se h a y a n c u m p l i d o los cuarenta en que he ten ido que c o m p a r t i r muchas tareas con mis colegas. E n el At las de C o l o m b i a y en el Atlas de Méx i co , m i n o m ­bre aparece al lado de los autores nacionales. N o es u n a v a n i d a d , sino la justificación de u n a v i d a : desde aquel curso que expliqué en E l Colegio de M é x i c o (1964) , América ha sido m i costumbre . L a he recorr ido desde el norte de N u e v o M é x i c o ( G a l l u p , A r r o y o de Bueyeros) hasta el mediodía más apartado , desde Santa Bár­b a r a o Z ihuatane j o hasta Puerto R i c o , A r t e m i s a o Samaná. Creo

1 "Grossráumige u n d Kleinráumige Sprachadanten" , VR, 14 (1954), p. 6 1 .

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que el profesor de dialectología no puede o lv idar el p o r v e n i r de nuestra l engua , que está aquí, con su e j e m p l a r i d a d , con su per­m a n e n c i a , con su razón de ser. Por eso las palabras de Beatr iz G a r z a en el pró logo a la obra son de u n a o p o r t u n i d a d i m p e r a t i ­v a : da cifras, lo que es m u c h o , pero da h is tor ia — l o que es m á s — y de la conjunción de ambas hemos de i n f e r i r algo que ya resulta lógico : este Atlas. Porque leer la h i s t o r ia de E l Coleg io de M é x i c o p o r q u i e n la ha v i v i d o y la está v i v i e n d o hace muchos años, por q u i e n tiene responsabi l idad de gobierno y por q u i e n ha colabora­do en los trabajos de dialectología, es seguir u n a aventura i n t e ­lec tual del más alto por te . Tenemos algún l i b r o excelente, como el de C l a r a E . L i d a y José A . Matesanz sobre la existencia de esta singularísima institución 2 , y sabemos lo que de algún m o d o nos l lega por m i l caminos de investigación, pero lo que Beatr iz G a r z a nos da es algo que vale más que todo el lo : la v i d a de unas gentes ejemplares. N o podemos zafarnos de lo que son los nombres , pues los nombres va len por sus obras: se habla de quienes h i c i e ron es­t a empresa y , u n a y o t r a vez, asalta la presencia v i v a de Henrí -quez Ureña y de Al fonso Reyes. Y con ella u n eco de lo que fue el C e n t r o de Estudios Históricos y el magister io de Menéndez P i -d a l . D o n Pedro salió de u n c ierto despego i n i c i a l hasta l legar a u n a teoría de plenitudes — l a de América y la de España—; d o n A l f o n s o , su hipotético discípulo, fue siempre u n apasionado y ge­nerosísimo reconoc imiento : jamás he leído páginas más h e r m o ­sas que su estremecedor elogio de Cast i l la cuando se cumplía el p r i m e r m i l e n a r i o del condado 3 . D o n Al fonso que colaboró en el C e n t r o de Estudios Históricos, que publicó en él artículo tras ar­tículo, que redactó — n a d a menos— 36 reseñas bibliográficas, que pergeñó c ó m o debía ordenarse u n reper tor io de l ibros y artícu­los, que con Amér i co Castro y Solal inde tenía u n ático en T o l e d o para serenarse del m u c h o t r a b a j o , que s iempre pensó en hacer en Méx i co u n trasunto del Centro de Estudios Históricos 4 , lo con­siguió en aquel la generosísima ayuda a los exil iados españoles. Y Beatr iz G a r z a lo dice con otras palabras, pero es esto m i s m o . Acaso por aquella sombra cuidadosa sentíamos nuestra prop ia t r a ­dición cuando pisábamos el rec into de E l Colegio de M é x i c o o

2 E l Colegio de México: una hazaña cultural, 1940-1962', E l Colegio de Méxi­co, México, 1990.

3 Véase ' 'Al fonso Reyes habla de C a s t i l l a " , que incluyo en m i l ibro Es­paña. Las ciudades, las lenguas, Barcelona, 1991.

4 M e ocupo de todo ello en "Al fonso Reyes y España", en la NRFH, 40 (1992), de próxima aparición.

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escuchábamos la poesía tradic ional y nos emocionaba — y nos emo­c i o n a — la generosidad de M é x i c o como ada l id de la u n i d a d de la lengua. P e r m i t i d m e que recuerde a d o n M i g u e l A lemán 5 , por ­que muchas palabras de Beatr iz G a r z a t i enen la m i s m a gallardía de su conducta y j u s t i f i c a n nuestros mismos quehaceres científi­cos. Porque bajo sombras egregias hemos llegado a la tercera época de E l Coleg io de M é x i c o y , gracias a los grandes maestros esta­mos con la obra que paso a comentar .

Beatr iz G a r z a hab la de m i ven ida al Colegio en 1964 y el n a ­c i m i e n t o de la idea de u n atlas lingüístico de la Repúbl ica . N a t u ­r a l m e n t e , no silencia lo que debemos a Henríquez Ureña, n i l a comple j idad que M é x i c o tiene desde u n a perspectiva sociolingüís-t ica . N o lo i g n o r a porque el la, con G l o r i a B r a v o , preparó aquel e jemplar Proyecto Oaxaca6, que tanto me hizo m e d i t a r 7 . Y no lo i g ­nora porque Méx i co es u n país de aguda sensibil idad para los p r o ­blemas indigenistas , pero leyendo este " P r ó l o g o " me viene a las mientes — u n a y otra vez— el test imonio de d o n Andrés Bello que, t rans fo rmado en sus palabras , sigue v i v o en su contenido : " L a u n i d a d lingüística del m u n d o hispánico ha sido, es y continuará siendo u n r i co potenc ia l de unión, creador y pos i t ivo , que puede dar a nuestra gran c o m u n i d a d m a y o r fuerza en su presencia en el m u n d o " 8 . Es o p o r t u n o decir esto al a b r i r la p r i m e r a página del Atlas de Méx i co porque serena nuestro espíritu de " m a l o s mes-t u r e r o s " que se h a n soltado como del arca donde se escondían los fantasmas de las pesadillas. L o digo desde m i condición de p r o ­fesor de h i s tor ia del español y de dialectólogo que se ha dedicado a todas las parcelas del m u n d o hispánico: no hay en estos finales del siglo x x n i preeminencias n i insular idades , hay sólo u n i n ­menso campo que c u l t i v a r y u n a c r i a t u r a increíble que ha ven ido a nuestros brazos. Esos más de 81 mi l lones de hispanohablantes de M é x i c o son el m e j o r aval para que pensemos en las tareas co­munes que debemos emprender y no serán las menores las de co-

5 Convocó la pr imera reunión de Academias del mundo hispánico y de ella salió la Asociación de Academias de la Lengua Española.

6 G L O R I A R U I Z D E B R A V O - A H U J A y B E A T R I Z G A R Z A , Problemas de integración, Inst i tuto de Investigación e Integración Social del Estado de Oaxaca, México, 1970.

7 "Bilingüismo e integración en Hispanoamérica", R E L , 1 (1971); re im­preso en el l ibro Hombre, etnia, estado, Gredos, M a d r i d , 1986.

8 Véase ANDRÉS B E L L O , Gramática de la lengua castellana, destinada al uso de los americanos, ed. crítica de Ramón T r u j i l l o , Santa Cruz de Tenerife, 1981, p. 129.

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nocer m e j o r la l engua , saber hacia dónde se o r i e n t a n sus pasos y c ó m o debemos atender a su desarrol lo . Las palabras de Beatr iz G a r z a h a n v e n i d o a poner el dedo en muchas llagas, pero no lo lamentemos , cuanto nos ha d icho es c ierto , y enlazando el hoy con los muchos ayeres hemos l legado a esta obra s ingular , a la que sus palabras s irven de introducción y las mías de comentar io .

Porque p a r a ahondar en el conoc imiento y resolver tantas y tantas cuestiones como hay pendientes, nada m e j o r que real izar u n atlas lingüístico, obra de esfuerzos denodados y de voluntades inquebrantab les , pero que — desde s i e m p r e — h a ven ido a resol­ver las cuestiones que pueden resolverse. J u a n M i g u e l Lope Blanch h a sido la persona que podía l l evar a cabo la tarea: b i en pudo de­c i r , c omo Cervantes , aquel lo de " T a t e , tate , f o l l onc i cos " , pues l a empresa para él estaba guardada . U n atlas es la colección de m a t e r i a l que adviene pertrechada de m i l exigencias para satisfa­cer nuestras p e n u r i a s 9 . M é x i c o es u n país científicamente favo­rec ido : los estudios lingüísticos, los d icc ionarios , las monografías de todo t i p o , lo sitúan en u n puesto de excepción en nuestro m u n d o 1 0 . Y no olvidemos que el español novomexicano fue allá, en u n lejanísimo 1909, el p u n t o de a r r a n q u e de la dialectología más ex igente 1 1 . A pesar de m i l trabajos beneméritos, ¿qué pue­den ofrecer ante este Atlas? V e o en él u n a nueva confirmación — m á s de u n siglo después— de aquel la insatisfacción que sentía Meyer -Lübke y a la que v i n o a remed iar el Atlas de Franc ia . E l g r a n maestro del pos i t iv i smo veía que n u n c a tendríamos u n a l i n ­güística románica si no se invest igaba con r igor la t o ta l idad de los dialectos. T a r e a —nos decía con d e s a z ó n — que tardaría más de u n a generación en CLimplirse. Se equivocó en la predicción, o p t i m i s t a para evi tar desconsuelos 1 2 . ¿Cuántas generaciones han pasado desde que firmó el pró logo a su m o n u m e n t a l Gramática de las lenguas románicas? S in embargo , el atlas de Gilliéron v i n o a l le ­n a r muchas lagunas y a hacernos renacer a la esperanza. Cuánto

9 A L AVIN K U H N , ' 'Sechzig Jahre Sprachgeographie in der Romanía" , R J , 1 ( 1 9 4 7 - 4 8 ) , pp. 6 2 - 6 3 ; SEVER POP, La dialectología, Gembloux, 1 9 5 0 , p. 1 7 , y E U G E N I O C O S E R I U , La geografía lingüística, Montevideo, 1 9 5 6 , p. 5 .

1 0 J U A N M . L O P E B L A N C H , E l español de América, Alcalá, M a d r i d , 1 9 6 8 , pp. 7 7 - 8 5 .

1 1 A U R E L I O M . ESPINOSA, E l español de Nuevo Méjico, t rad . y reelaboración de A . Alonso y A . Rosenblat, Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana, Bue­nos Aires, t . 1 , 1 9 3 0 , t . 2 , 1 9 4 6 .

1 2 W I L H E L M M E Y E R - L Ü B K E , Grammaire des langues romanes, t rad. E . Rabiet, Paris, 1 8 9 0 , t . 1 , p. v i i .

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m a y o r es nuestro desconsuelo si consideramos lo m u c h o que i g ­noramos del español de Amér ica y la desconfianza que sentimos de alcanzar u n presto conoc imiento de tantas realidades disper­sas. Sólo u n atlas puede co lmar — c o n las l imitac iones que le son inherentes— los vacíos que h o y existen. Y este atlas va a decirnos m u c h o de u n país del que ya conocemos bastante. Por eso ver es­ta obra produce u n a p r o f u n d a satisfacción, porque ahora vamos a disponer de esos materiales coherentes, d i s t r ibu idos con unos cr i ter ios válidos, recogidos in situ y allegados por científicos sol­ventes 1 3 . Si todo esto es m u c h o , su va lor se acrecentará al p r o ­yectarlo sobre el inmenso m u n d o que hab la español. Estamos ya en u n p u n t o re lat ivo en el que el proyecto se hace v i d a y gracias a ella podemos entender la gigantesca obra que ha l legado a nues­tras manos . T o d o nos va siendo aclarado: la h i s tor ia del proyecto desde su i n t e r i o r i d a d y como complemento del largo c a m i n a r que Beatr iz G a r z a nos ha descrito.

Porque estamos en 1966, cuando Lope Blanch propuso su Pro­yecto de delimitación de las zonas dialectales de México1*. Sólo u n año después se comenzaron las encuestas con u n cuest ionario p r o v i ­sional y con unas grabaciones de conversación l i b r e . Obten idos unos materiales válidos se redactó o t ro nuevo cuest ionario p r o v i ­s ional con el que se repitió la experiencia que permitió acceder al cuestionario d e f i n i t i v o 1 5 . Es lo que poco más o menos se ha he­cho siempre: lo que Pierre Gardette llevó a cabo en el L ionesado 1 6

y lo que yo realicé en Anda luc ía 1 7 . E n última instancia lo que se

1 3 Son las virtudes de los atlas, cf. K U H N , art . c i t . , pp. 13-14; C O S E R I U , op. cit., pp. 35-36; Lu is FLORES, Manual del A(tlas) Lingüístico) de C(olombia), Inst i tuto Caro y Cuervo, Bogotá, 1983, p. 68.

1 4 Véase Cuestionario para la delimitación de las zonas dialectales de México, El Colegio de México, México, 1970, p. 5.

15 Ibid., pp. 5-6. Como trabajos cuidadosos para preparar u n cuestiona­r i o , se pueden recomendar los de L . FLORES y T . BUESA, expuestos en E l atlas lingüístico-etnográfico de Colombia (ALEC), Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1954, pp. 7-17. Desde unos planteamientos generales, deben verse dos obras: SE-VER POP, Bibliographie des questionnaires lingüistiques, Comité Internat . Perma-nent de Linguistes, L o u v a i n , 1950, y Colloque de dialectología Texte des Communi­cations, P. Imbs-G. Straka, Strasbourg, 1957.

1 6 Véase " L e questionnaire des atlas régionaux de France " , BFS, 35 (1957), 253-260. JOSÉ J O A Q U Í N M O N T E S en una obra de tipo amplio se ha ocu­pado también de estas cuestiones: Dialectología general e hispanoamericana, Ins t i ­tuto Caro y Cuervo, Bogotá, 1982.

1 7 M . A L V A R , " E l atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía", en Estudios de geografía lingüística, M a d r i d , 1990, p. 210.

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viene hac iendo desde t iempos de Gilliéron, cuando el cuestiona­r i o del L a n g u e d o i l se adaptó al Languedoc y éste a Córcega y el de Córcega a Cata luña 1 8 . Se pretendía alcanzar en cada d o m i ­n i o aquel cuest ionario que fuera válido para las investigaciones, y no o t r o , pero no se debe o l v i d a r algo que es f u n d a m e n t a l : el inmenso m u n d o hispanohablante no es igualmente conocido y t a r ­daremos muchos años en disponer de una visión de con junto , pues obras excelentes como la de Délos C a n f i e l d 1 9 v ienen a mostrar las inmensas lagunas que hay en nuestros conocimientos y , sobre t o ­do , las di f icultades de l legar a u n a visión de c o n j u n t o . Y he aquí que la " I n t r o d u c c i ó n ' ' de Lope B lanch viene a p lantear u n a cues­tión de t i p o general : al desestimar todos los cuestionarios a n t e r i o ­res se hace u n a obra " d o m é s t i c a " , que sólo ocasionalmente t e n ­drá vinculación con las que se e m p r e n d a n en el m u n d o hispáni­co. L o que es caracterizador no es agrupador , y así se p lantea el p r o b l e m a de los atlas de grandes o pequeños domin ios . Las ense­ñanzas del Atlas de México son oportunas : c ierto que sólo se debe recoger para la Repúbl ica aquello que en ella es rentable y no lo que significaría únicamente aportaciones esporádicas. Estoy de acuerdo. Estoy de acuerdo, pero en cualquier atlas debe haber información válida para los otros , según hemos pract icado y se­gún h i c i e ron ver las conclusiones del Congreso I n t e r n a c i o n a l de Inst i tuc iones Hispánicas ( M a d r i d , 1963 ) 2 0 . L a val idez de lo que sirve para caracterizar ya estaba señalado por J a b e r g cuando h i ­zo la reseña del Atlas de Cataluña, de A n t o n i o G r i e r a 2 1 ; l a v i n c u ­lación de M é x i c o con el resto del m u n d o que habla nuestra l en ­gua es u n deseo al que debemos atender. Y esto nos l leva a consi­derar lo que venimos practicando desde el Atlas de Gascuña. M a n e j a r el inmenso m u n d o de la cartografía lingüística no es tarea fácil y , sin embargo , las referencias a otras empresas semejantes aho­r r a t raba jo y da coherencia a lo que sabemos. Válganos u n solo e jemplo : en 1987, Mar ía Angust ias Luzón ha preparado u n vo ­l u m e n de casi 200 páginas con los índices de los atlas españoles 2 2 .

1 8 Véase M . A L V A R , Estructuralismo, geografía lingüística y dialectología actual, 2 a ed. , Credos, M a d r i d , 1973, pp. 112-113.

19 La pronunciación del español en América. Ensayo histórico-descriptivo, I n s t i t u ­to Caro y Cuervo , Bogotá, 1962.

2 0 Véase Congreso de Instituciones Hispánicas, M a d r i d , 1964, pp. 115-116. 21 Ro, 50 (1924), 278-295. Aparte este motivo concreto que ahora nos

afecta, Jaberg reseñó también los atlas del Lionesado y de Walonia . 2 2 ' ' índices léxicos de los atlas lingüísticos españoles", EAc, 1987, núm.

47. Este es u n paso para facilitar el cotejo de las obras grandes y dispersas;

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A h o r a tendría que ampl iarse a los de C o l o m b i a , M é x i c o e H i s p a ­noamérica para que pudiéramos tener la visión coherente de lo que ya sabemos de nuestra lengua. Así toalla {ALMéx, 52) figura en los atlas de A n d o r r a , Cataluña, Aragón, N a v a r r a y R i o j a , San­tander y val le de A r a n ; araña {ALMéx, 54) en todos ellos y en el de Andalucía , en el de la Península Ibérica y , t ras lat i c iamente , en el de los mar ineros peninsulares ; casas {ALMéx, 70) se e n r i q u e ­ce con referencia al atlas de Canar ias , etc. Pensemos lo que ocu­rrirá si a estos mapas exc lusivamente fonéticos añadimos los apa­sionantes del vocabu lar i o , que t a n t o nos enriquecerán y que t a n ­tas sorpresas v a n a depararnos .

Pero no salgamos del cuest ionario de que disponemos porque nos da m o t i v o a nuevas consideraciones. D i ce L o p e B lanch que ' 4 el i n i c i a l propósito d e l i m i t a d o r de zonas dialectales determinó las características generales de nuestro cuest ionario : es exclusiva­mente lingüístico — n o etnográfico— y re la t ivamente asistemáti-co, por cuanto no se organiza en t o r n o a campos semánticos; pe­r o responde a nuestro ob jet ivo d i ferenc iador de regiones dialecta­l e s " . Grave decisión la que hubo de tomarse, porque se planteaban las mismas cuestiones que t u v i e r o n que resolver otros invest iga­dores y que p r o d u j e r o n otras tantas aporías. Estoy to ta lmente de acuerdo en la necesidad de d e t e r m i n a r zonas dialectales, y en la f o r m a de hacerlo . Pero esto m i s m o obl iga a suscitar — y a — u n a serie de atlas regionales que den la imagen real de cada u n a de esas zonas que const i tuyen la Repúbl ica M e x i c a n a , pues de o t ro m o d o corremos el riesgo de que muchos problemas queden sin explicación. Recordemos lo que Gilliéron no acertó a resolver por más que , estudiando las variantes de scíer en G a l o r r o m a n i a , a n ­d u v i e r a cerca de los umbrales del t e m p l o . Eso hizo a J u d y J a -b e r g adelantar las posiciones de su maestro y avanzar en tres as­pectos: sociolingüística, biología lingüística y relaciones de pala ­bras y cosas 2 3 . E l ALMéx es u n a buena muestra de los dos p r i m e r o s presupuestos; en cuanto al tercero, las puertas quedan abiertas. Creo que la lingüística se aclara en ocasiones si se acer­ca a la etnografía, según pude probar con las designaciones de la azada y del azadón2*, o de las dist intas clases de avispas2^: el

véase lo que hizo M . P A I V A B O L E O en " L e matériel de VI. L . B. et quelques études de comparaison avec Y Atlas lingüístico de la Península Ibérica et V Atlas pre­vio des Jalares baianos", RPF, 2 7 ( 1 9 7 6 ) .

2 3 Véase K . J A B E R G , Aspects géographiques du language, Paris, 1 9 3 6 , p. 1 9 . 2 4 A L V A R , Estudios de geografía. . . , pp. 2 1 0 - 2 1 2 . 2 5 Ibid., pp. 2 1 3 - 2 1 7 .

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ALEA ofrecía soluciones a lo que en el ALPI era u n e m b r o l l o . Y en los mapas del ALMéx, a pesar de su carácter estr ictamente fo­nético, vo lvemos a suscitar cuestiones afines: en el m a p a 57 (fal­das) encuentro nagua(s) en algún p u n t o del S.E. de la Repúbl ica . ¿Ambas palabras s igni f i can lo m i s m o o responden a ' ' cosas" d i ­ferentes? Ojeemos el ALEA y en su m a p a 1378 nos encontramos con u n a situación semejante: (e)nagua(s) es sinónimo de falda en m u l t i t u d de pueblos y , lo que es más curioso , el amer i can ismo se da en muchos lugares como término arcaico frente a la i n n o v a ­ción del germanismo falda. Ev identemente se t r a t a de u n prob le ­m a c u l t u r a l que debe ser estudiado a la luz de las palabras y las cosas, pues tampoco se puede desligar de o t r o , las designaciones de ' l a camisa de la m u j e r ' , m i e n t r a s que las 'enaguas' andaluzas (ALEA, 1380) son — e n t r e otras formas s in marcas— enaguas baje­ras, enagüela y el m u y prest ig iado enaguas blancas, que accedió a l complejísimo romance de Tamar de Federico García L o r c a 2 6 . Ca­misa se ha quedado como término invasor y su f o r m a acomodada a problemas en los que la h o m o n i m i a no cuenta: la ' camisa del h o m b r e ' era t rad i c i ona lmente camisón y , p o r supuesto, ' camisón, prenda de d o r m i r ' es totalmente desconocido. E n elALEICan (ma­pa 535) volvemos a encontrar cuestiones semejantes y la presen­cia del término ta ino vuelve a demostrarnos u n viejísimo arra igo y en el ALEANR ( m a p a 1049) las enaguas son sustituidas por tér­minos modernos , mientras que el amer icanismo ha penetrado i n ­cluso en algún pueblo que habla vasco. H e aquí c ó m o el m u n d o de la lingüística no puede desentenderse de los hechos etnográfi­cos y resulta curioso ver c ó m o la intrusión de u n a voz t a i n a ( i n ­sisto en la i n c e r t i d u m b r e que deja su signif icado) viene a co inc i ­d i r con el español de M é x i c o y con amplísimas zonas peninsula ­res. Capítulo de la h i s tor ia de nuestro vestido que necesitamos i l u s t r a r . Y no nos queda otro remedio que r e c u r r i r a las palabras y las cosas, como Aebischer h izo para expl icar la h is tor ia c u l t u r a l y la lingüística de la almohada o del colchón21.

2 6 M A N U E L A L V A R , E l romancero. Tradicionalidady pervivencia, 2 a ed. , Pla­neta, Barcelona, 1 9 7 0 , pp. 2 4 3 - 2 4 9 . Si volvemos al texto y sus vinculaciones etnográficas, tendríamos que considerar el l ibro de J . C H A U R A N D , Introduction à la dialectologie française, Paris, 1 9 7 2 , pp. 2 2 5 - 2 2 8 , y, fuera de nuestra preci­sión actual pero bien ligada a su futuro , la obra de R . CRESWELL y M . G O D E -L I E R , Outils d'enquêtes er d'analyse anthropologiques, Paris, 1 9 7 6 .

2 7 P A U L AEBISCHER, i ( Coussin et oreiller et quelques-uns de leurs synony­mes en la t in médiéval", BABL, 2 4 ( 1 9 5 1 - 5 2 ) , 1 1 7 - 1 3 2 . En este sentido se en­cuentran los numerosos trabajos de D . K R E K O U K I A S , / / mondo végétale nelle leg-

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E n cuanto a no organ izar el cuest ionario en campos semánti­cos, t a l vez merezca la pena hacer a lguna reconsideración. Las palabras — l o h a d icho L o p e con su h a b i t u a l buen j u i c i o — no se d a n a is ladas 2 8 , pero no sólo en la frase sino también en la teoría de los signif icados. D e ahí que al hacer semántica es t ruc tura l , el cuest ionario del ALEA, m u y denso por el número de preguntas , y m u y r igurosamente t razado , ha p e r m i t i d o hacer entre nosotros lo que en grandes maestros como Coser iu y Pot t i e r no pasó de l a especulación 2 9 . Ah í están los trabajos de Gregor i o S a l v a d o r 3 0 , de J u l i o Fernández-Sevil la 3 1 y de José Andrés de M o l i n a 3 2 . Por eso no sé si a t reverme a recomendar algo que tendrá especial va­l idez en los volúmenes del léxico: consignar c ó m o se ha f o r m u l a ­do la pregunta . D e este m o d o , sabríamos a qué concepto respon­den las respuestas obtenidas. Así el m a p a 58 (gajos), da u n térmi­n o generalizado que es el de la lengua m e d i a , pero otros de jan con i n c e r t i d u m b r e . ¿Por qué se ha preguntado? ¿ ' R a m a ' , ' d i v i ­sión de u n r a c i m o ' , ' r a c i m o apiñado ' , 'división i n t e r i o r de a lgu ­nos f r u t o s ' , etc.? M e da la impresión que es a esta acepción a la que corresponden las respuestas, pero tajada ¿es lo mismo? ¿ Y tro-cito^ ¿Y rodaja? ¿Y migaja? ¿ N o se ha equivocado el i n f o r m a n t e al responder bolsita, sámago, cañuto o bagaso? Frente al c on junto de l a Repúbl ica estas anomalías yucatecas nos hacen pensar en he­chos más complejos y , por t a n t o , necesitados de aclaración. L o m i s m o que canalete, incrustado en el m a p a de remos (85) , ¿es la m i s m a " c o s a " o s implemente u t i l i z a d a para los mismos fines por

gende tradizionali del popólo greco e siciliano, Atenas, 1970; Gliucelle nelle credenze e nelle tradizioni del popólo greco e siciliano, id., etc. También JABERG había señala­do cuestiones afínes a lo largo de la parte pr imera en su artículo " D e r rumä­nische Sprachatlas u n d die Struktur des dacorumänischen Sprachgebietes", VR, 5 (1940), 49-86.

2 8 Cf. G. B O T I G L I O N I , Introduzione al Atlante linguistico etnográfico della Corsi-ca, Pisa, 1935, p. 64; y J . V E N D R Y E S , E l lenguaje, 2 a ed. , Barcelona, 1943, p. 96.

2 9 E U G E N I O C O S E R I U , " P o u r une sémantique diachronique s tructura le " , T L L , 2 (1964), 139-186; B E R N A R D P O T T I E R , " V e r s une sémantique moder­n e " , ibid., 107-138; y del mismo autor, " L a défmition sémantique dans les d ic t ionnaires" , ibid., 3 (1965), 33-40.

3 0 "Es tud io del campo semántico arar en Andalucía", AO, 15 (1965), 73-111.

31 Formas y estructuras del léxico agrícola andaluz. Interpretación y estudio de 200 mapas lingüísticos, M a d r i d , 1975.

32 "Cabeza ( + sufijo) en andaluz. Estudio de un campo semántico etimo­lóg i co " , RFE, 55 (1972), 279-301. Y su tesis —sólo publicada en una extrema reducción: Introducción al estudio del léxico andaluz.

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más que sea diferente? N o qu iero caer en la añagaza de tantos críticos: censuran lo que ellos no son capaces de hacer. Sólo q u i e ­ro aduc i r m i experiencia y , t a l vez, cuando se proyecta u n a i n ­vestigación t a n grande como ésta, no pueda atenderse a todo lo que nosotros pensamos que convendría haber hecho. Y este n o ­sotros no es retórico sino inc lus ivo : empezando p o r mí m i s m o . A pesar de la enorme extensión, el cuest ionario debe ser d i s t in to del que suscitan los m a c r o d o m i n i o s , d igamos E u r o p a , o Amér i ­ca. E n el p r i m e r caso, porque la heterogeneidad lingüística o b l i ­ga a m i l cuestiones difícilmente atendibles; en el segundo, por ­que la homogene idad fuerza al conoc imiento prev io de la u n i d a d como paso necesario para l legar a la var i edad . Q u e las d i f i c u l t a ­des son evidentes no me parece necesario insistir machaconamente. Se proyectó el At las de E u r o p a y colaboré con e n t u s i a s m o 3 3 ; se publicó u n t o m o de muestra y se v io que la heterogeneidad no podía conduc i r m u y lejos y ahora se ha planteado — y traba jamos en é l— u n atlas de las lenguas románicas 3 4 .

Si descendemos a la rea l idad de América tendríamos que pen ­sar en el m u c h o parecido que t iene lo que en M é x i c o se ha hecho y lo que presenté en esta c i u d a d hace unos años con referencia a la t o t a l i d a d del N u e v o M u n d o 3 5 .

Q u e d a al m a r g e n de esta situación el Atlas del Mediterráneo, que servirá para la N e o r r o m a n i a en el l i m i t a d o campo del léxico m a ­r i n e r o , pero que exigirá u n estrecho estudio de la vinculación de palabras y cosas, e incluso u n a metodología de encuesta d i s t i n t a de las que he señalado y en el ALMéx se ha p r a c t i c a d o 3 6 .

T o d o esto nos l leva a otros aspectos de este cuest ionario : su naturaleza, el número de preguntas. Fijémonos — s ó l o — en lo que este v o l u m e n nos muestra , la fonética. C o m p a r t o to ta lmente el

3 3 A . W E I J N E N et al., Atlas linguarum Europae. Introducción, t rad . de M a n u e l y Carlos A lvar Ezquerra, M a d r i d , 1976; J . K R U I Y S E N , Atlas linguarum Euro­pae, Fundación Neerlandesa de Cooperación Internacional , s.l. n i año.

3 4 M . C O N T I N I y G . T U A I L L O N , "Pro je t d 'un Atlas linguistique R o m á n " , Géolinguistique, 3 (1987), 1-15; véase también M I C H E L C O N T I N I , " L 3 A t l a s Lin­guistique Román (ALR)", comunicación presentada al Congreso de Lingüística Románica (Santiago de Compostela, 1989). Reducido al ámbito lexicográfico está el volumen misceláneo que preparó H A N S FRIEBERTSHÁUSER, Dialektlexi-kographie, Wiesbaden, 1976.

3 5 Consta en " H a c i a una geografía lingüística de América" , trabajo re­cogido en mis Estudios de geografía lingüística, ya citados.

3 6 Sobre el atlas mediterráneo, véase la bibliografía que hay en la obra citada en la nota anterior, pp. 393-395.

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planteamiento de L o p e B l a n c h : seleccionar palabras adecuadas fac i l i ta la encuesta y enriquece los materiales de que vamos a d is ­poner . C r e o que no cabe d u d a . Gilliéron decía que 200 palabras b ien elegidas p e r m i t e n acopiar los fenómenos fonéticos de u n a l e n g u a 3 7 . A m p a r a d o en su a u t o r i d a d y en la condición de unas prácticas de clase, redacté u n cuestionario que apliqué en 45 puntos de la Repúbl i ca , con mis a lumnos de E l Colegio de M é x i c o o en s o l i t a r i o 3 8 ; después lo empleé en u n a p r i m e r a t o m a de contacto en G u a t e m a l a 3 9 . Los resultados fueron útiles y , qu iero creer, s ir­v i e ron para l l a m a r la atención a otros investigadores. Jus tamente la selección cuidadosa de esas palabras, postulado que Lope Blanch ha pract i cado , p e r m i t e conocer en cada m o m e n t o más de u n m o ­t i v o . Así , cuando en el m a p a 60 (flauta) se nos dice "secuencia lául ; Ifll i n i c i a l de p a l a b r a " , o en el 76 (aceite) " d i p t o n g o léil ; leí final absoluta precedida p o r / / / " (y añadiría I si y I ti) o en el 98 (enfermo), Cí/el in i c ia l absoluta trabada por nasal; secuencia Infl; Ir/ i m p l o s i v a " (y lo/ final). Basten estos botones de muestra para saber la u t i l i d a d de este c r i t e r i o , que — p o r o t r a p a r t e — nos l leva al p r o b l e m a de la transcripción fonética.

U n atlas que se asienta sobre la base del p o l i m o r f i s m o necesa­r iamente ha de suscitar el r i g o r de la transcripción fonética. Sólo elogios merece este c r i t e r i o , pues dar los materiales en b r u t o es servir a la ciencia sin condic ionar a nadie con lo que nosotros cree­mos que es o no es interesante. Las transcripciones puntuales son las únicas que valen según m i c r i t e r i o . N o invento nada : fue G i ­lliéron q u i e n , contra W e i g a n d , devolvió la d i g n i d a d a la pa la ­b r a 4 0 . Y esa d i g n i d a d sólo se l ogra con la transcripción exacta de

3 7 Recojo bibliografía en el " A t l a s lingüístico de los marineros peninsu­lares" (Estudios de geografía. . . , pp. 3 9 2 - 4 0 2 ) . V a envejeciendo el l ibro de SE-VER P O P , Bibliographie des qnestionnaires linguistiques (Louvaina, 1 9 5 5 ) , necesa­rio para conocer los planteamientos teóricos de esta importantísima parte, pre­v ia , a nuestra investigación.

3 8 Los resultados de esas encuestas (Al t ip lano , Oaxaca, Yucatán) fueron publicados en distintos momentos; ahora los recojo en el l ibro De la norma lin­güística sevillana al español de América, M a d r i d , 1 9 9 0 .

3 9 E l cuestionario citado en la nota precedente lo adapté para Centro-américa y los datos guatemaltecos fueron publicados en L E A , 2 ( 1 9 8 0 ) , 2 4 5 -2 9 8 , y recogidos más tarde en el l ibro que acabo de citar.

4 0 Para el sistema de notación empleado por Weigand véase M A N U E L A L ­V A R , "Metodología e historia lingüísticas: el atlas de R u m a n i a " , recogido en los Estudios de geografía. . . , pp. 26 -27 ' . Sobre los otros atlas rumanos, véase el artículo citado de K . J A B E R G , " D e r rumänische Sprachatlas. . . " , y, como planteamiento general, H U G O P L O N T E U X , La ricerca dialettale, Pisa, 1 9 7 5 .

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cada u n o de los componentes de la secuencia. Q u é d u d a cabe que los servicios que r inde este atlas son impagables , por más que , a veces, nos sintamos abrumados bajo el peso de tanta v a r i a n t e 4 1 : trece representaciones del f o n e m a / , diecinueve de e o cuarenta y cinco de s, etc. , nos hacen pensar en enormes di f icultades de transcripción. Y lo d igo porque m e sentí descorazonado por mis ve int i c inco eses andaluzas. Sé que cuanto más estrecho sea el sis­t e m a de transcripción tanto más se d i f i c u l t a la identificación de los sonidos y veo difícil l i m i t a r n o s a u n a transcripción fonológica, p o r q u e , al presc indir de matices, n u n c a sabremos si no hemos sa­cr i f i cado el p o r v e n i r del sistema lingüístico. Por eso creo o p o r t u ­n o la redacción de mapas sintéticos, con la enorme comple j idad que en el Atlas t i enen y con las di f icultades a la h o r a de cartogra-fiar. Si nos acodamos sobre el m a p a 26, importantísimo por cuanto dice, vemos que las dif icultades de lectura son inmensas. Y es que el número de in formantes no hace sino enmarañar la t r a n s c r i p ­c ión: se nos habla de las exigencias del polinK r f i s m o . Las sé, pe­r o no creo que u t i l i z a r cuatro in formantes en vez de u n o nos dé todas las posibi l idades del habla y en u n o , con u n largo cuestio­n a r i o , se d a n m u l t i t u d de var iantes . Fue Séguy q u i e n estableció p o r vez p r i m e r a estadísticas de este t ipo y en el ALEA, a i m i t a ­c ión del ALG, redactamos los mapas del t . 6, que t a n útiles v ie ­n e n siendo y , sobre todo , conseguimos u n p r i n c i p i o básico de la geografía lingüística: la visión espacial simultánea y coherente. D e o tro m o d o podemos salir de nuestro campo p a r a caer en el de la sociolingüística; lo m i s m o que al recoger romances , desvir ­tuamos el quehacer de u n dialectólogo. Pienso s iempre en nues­t r o enemigo el t i e m p o y pienso cuántos atlas se h a n quedado en el camino . Por eso siento u n a generosa env id ia al ver este desco­m u n a l t raba jo c u m p l i d o con r i g o r , con t i e m p o generoso, con de­nodados exploradores. D e todos modos p l u r a l i d a d de exp lorado ­res y m u l t i p l i c i d a d de in formantes acrecientan los riesgos de la imprec is ión 4 2 ; además, necesitamos lo que los sociólogos l l a m a n " h i s t o r i a s de v i d a " para saber s i tuar a cada h o m b r e en su con-

4 1 M e ocupo de ello en Estructuralismo, geografía. . . , pp. 91-92 y 195-196. 4 2 Las grabaciones pueden ayudar a resolver muchas dudas, según cuen­

to en Estudios de geografía. . . , pp. 91-98. En Rumania se recurrió a preparar sobre el ALR otro elaborado, el MALR, según digo en el trabajo que dediqué a esos atlas (recogido ahora en los Estudios de geografía. . . ) , y según expuso Ja-ber en su Dacorum Sprachgebiete. Deben considerarse también las observaciones de N . Rossi en su Atlas previo dos falar es baianos, R io de Janeiro, 1965, pp. 31-34.

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texto preciso. L o que en E u r o p a hacemos fac i l i tando muchas r e ­ferencias, muchísimas, sobre el i n f o r m a n t e : instrucción, n a t u r a ­leza, la de los padres y su esposa, viajes ( frecuencia y t i e m p o ) , servicio m i l i t a r (duración, qué compañeros t u v o ) , salidas a la r e ­colección, e t c . 4 3 . D e ello d e r i v a n no pocas explicaciones y , p o r supuesto, hacen de la selección del i n f o r m a n t e la tarea más difícil de nuestras encuestas 4 4 . Se ha d i cho que los atlas europeos p r e ­tenden el hab la de u n i n d i v i d u o dado en u n lugar dado y en u n m o m e n t o d a d o 4 5 . Es decir , u n a suerte de instantánea lingüísti­ca. D e s m e m b r a r la encuesta en busca de u n a pre tend ida hetero­geneidad es t a n anómalo como forzar a la u n i d a d . E l p o l i m o r f i s ­m o se da en u n hab lante , y en cuatro y en ocho y en dieciséis y e n . . . Pero hemos de atenernos a lo que es posible. T a l vez los viejos pueblos de E u r o p a presenten unas características d i f e r e n ­tes de los jóvenes de América , que las regiones arcaizantes son más estables que las innovadoras . A p u n t o problemas y he i n t e n ­tado dar soluciones. N o a todos les parecen válidas y ta l vez estén en lo c ierto ; si yo fuera convencido cambiaría de método , pero en m i c i rcunstanc ia creo en una metodología que yo no he i n v e n ­tado , como nadie ha inventado casi nada. L o i m p o r t a n t e es t r a ­bajar con honradez, lo demás queda en la gruta de los (im)posibles.

Porque hace muchos años que aplico los pr inc ip ios del p o l i ­m o r f i s m o , mis simpatías v a n hacia estos mapas mexicanos. T o ­dos par t imos de u n t raba jo espléndido de Alliéres, pub l i cado en u n a revista de difusión m u y res t r ing ida y de modestísima presen­c i a 4 6 . Y o tuve la suerte de t r a b a j a r con J e a n Séguy y sólo con emoc ión evoco su recuerdo . E n su casa de Toulouse me d io a l ­bergue: rodeado de l ibros en su estudio , tuve u n a cama el t i e m p o que trabajé. U n día llegó el número de Orbis donde aparecía el Proyecto del ALEA*1. Séguy no estaba de acuerdo con mis excesi­vos entusiasmos. Séguy, en F lorenc ia , buscó a m i m u j e r : su m a ­r i d o se está m a t a n d o , no se puede ser d i rec tor , exp lorador , r e ­dactor y ' ' e c o n o m i s t a " en so l i tar io . Séguy, creo, tenía razón, pe­ro u n día, en aquel la casa que me acogió , resbaló y se fracturó

43 Estructuralismo, geografía. . . , p. 55; Estudios de geografía. . . , p. 31 . 44 Ibid., pp. 151-155. 4 5 P O P , op. cit., pp. 310-311 y 1162. N o me parece improcedente aducir

en este momento a B R I G I T T E S C H L I E B E N - L A N G E y H A R A L D VVEYDT, "Für eine Pragmatisierung der Dia lekto log ie" , ZGL, 6 (1978), 257-282.

4 6 " L e polymorphisme de 1' -s implosi f en gascón garonnais" , Via Domi-tia, 1 (1945), 70-103.

4 7 T . 2, 1953, pp. 49-60.

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el cráneo, él que era escalador de alta montaña. Q u e su n o m b r e se recuerde con emoción en estos m o m e n t o s , pues en Via Domitia publiqué m u y p r o n t o y , en Via Domitia, Jacques Alliéres dejó su espléndido estudio . Si lo aduzco aquí — y L o p e B lanch m u y b i en conoce el t raba jo de Alliéres— es porque la p r i m e r a vez que , si n o estoy equivocado, se aplicó el p o l i m o r f i s m o al estudio de unas hablas vivas fue para estudiar el hab la de Santo T o m á s A j u s c o 4 8 . M u y modestos fueron los in ic ios , pero E l Colegio de M é x i c o los h a magni f i cado : lo que postulaba Alliéres ahora lo tenemos: a l ­gún día podrá hacerse u n atlas de p o l i m o r f i s m o 4 9 . Está ya aquí, y yo pienso en el lejano verano de 1953, cuando estudiaba en T o u -louse y Séguy, Alliéres y C o m p a n y s pertenecían a m i m u n d o más próx imo .

Estas consideraciones me h a n l levado a t o m a r en cuenta los problemas fonéticos de los mapas puntuales en los cuales también encontramos el p o l i m o r f i s m o . Los problemas fonéticos (vocales caedizas, c ierre de e y o: mapas 5-9) me parece que c o n f i r m a n lo que entre todos hemos ido al legando, así como la cuestión de la -n velar y las nasalizaciones ( m a p a 10) hacen pensar en las a f i r ­maciones de C a n f i e l d y posible carácter andaluz del fenómeno y , p o r supuesto, el eslabón que ya tenemos del español de C a n a ­r i a s 5 0 . Desde m i perspectiva de dialectólogo, me parecen del m a ­y o r interés los mapas 55 (baile), 75 (seis), 76 (aceite), 77 (peine), 92 (veinte), con los diptongos sumamente estables, frente a lo que ocu­r r e en España, mientras que vaciar (116) y cambiar (117) presen­t a n inestabil idades como vacear y cambear, b i e n conocidas en la Península 5 1 , mientras que copiar (118) n i allí n i aquí ha p e r m i t i ­do copear, que h u b i e r a p r o d u c i d o la h o m o n i m i a con copear 'beber

4 8 "Po l imor f i smo y otros aspectos fonéticos en el habla de Santo Tomás Ajusco " , ALM, 6 ( 1 9 6 6 - 6 7 ) , 1 1 - 4 2 . Véase J U A N M . L O P E B L A N C H , " P o l i m o r ­fismo canario y polimorfismo mexicano" , Primer Simposio Internacional de lengua española, Las Palmas de G r a n Canaria , 1 9 8 1 , pp. 2 7 5 - 2 8 8 . No otra cosa que polimorfismo fue lo que hizo N A V A R R O T O M Á S al estudiar la articulación de la o (boca) o la e {cepa) en el ALPI {Capítulos de geografía lingüística de la Península Ibérica, Inst i tuto Caro y Cuervo, Bogotá, 1 9 5 7 ) .

4 9 Es lo que postulaba en las conclusiones de su estudio. 5 0 Véase la bibliografía que aduzco a las Encuestas fonéticas en el Suroccidente

de Guatemala, pp. 2 6 2 - 2 6 3 , donde hay referencias al español canario, que aho­ra deben buscarse en la magnífica guía bibliográfica de E l español de Canarias, de­bida a los jóvenes y denodados investigadores, C R I S T Ó B A L CORRALES y M A ­RÍA ANGELES A L V A R E Z ( L a Laguna, 1 9 8 8 ) .

5 1 Véanse las notas de A . Rosenblat en el l ibro citado de A . M . ESPINO­SA, E l español de Nuevo Méjico, t . 2 , pp. 6 7 , 7 3 - 7 4 , 2 6 1 , 2 6 8 .

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copas ' . Ot ros fenómenos que me h a n interesado debo estudiarlos en mapas que , al parecer, h a n sido elaborados con otros fines. M e ref iero a las "consonantes h e r i d a s " en posición i n i c i a l abso­l u t a : no aparece la/? ' en patas (74 ) , papel (81) , piel (82) , peor (108) , pleitista /peleonero (110) ; tampoco la ¿' en tocayo (51) , toalla (52) , techo (89) ; n i la k' en casas (70) , canas (73) , comer (78) , camión (119) , pues b i en poco es encontrar u n caso de khasas, dos de khomer y o t r o de khamión en in f o rmantes v i r t u a l m e n t e aislados de los p u n ­tos 3, 4 y 6, y que significarían aspiración de la velar . Frente a esta pobreza las encuestas que yo hice en Yucatán me p e r m i t i e ­r o n acreditar el f enómeno d e n t r o de ciertos límites, ta l y como m e c o n f i r m a r o n unas grabaciones que debo a la gentileza de G l o ­r i a B r a v o , y ta l como apuntó M a r t i n e t d e n t r o de hechos de foné­t i ca g e n e r a l 5 2 . Tendr íamos , pues, u n caso en el que la m o n o g r a ­fía dialectal debe a p u r a r los materiales de los atlas, t a l y como viene señalándose desde hace muchísimos años. Y tampoco la nasal final, real izada como -ra, es abundante en los registros yucatecos (capitán 65, sacristán 66, imán 67, tren 94, sartén 95, cien 96 , león 109, camión 119, virgen 120), pues a l terna con -n velar o alveolar con algún archi fonema o con cero fonético. M i s informes de 1969 creo que enr iquecen lo que se desprende de estas láminas. Pero, como s iempre , habrá que pensar en la condición de los in formantes y su m a y o r o m e n o r conoc imiento de m a y a 5 3 .

N o es la ocasión de a p u r a r todo cuanto estos mapas, t a n r i ­cos, nos v a n ofreciendo, sino que par t i endo del p o l i m o r f i s m o po ­demos acercarnos a cosas que se h a n dicho y que ahora t i enen respuesta d e f i n i t i v a . Por supuesto, y como en todo el m u n d o h is ­pánico , l a debilitación de la s i m p l o s i v a ( i n t e r i o r o final) sirve pa ­r a conocer la situación de las hablas novohispanas dentro de u n panorama complejísimo, pero los mapas elaborados no sirven para responder a nuestras preguntas y habría que vo lver a la rea l idad

5 2 "Nuevas notas sobre el español hablado en Yucatán", / , 1 (1969), 159-190. Véase J U A N M . L O P E B L A N C H , "Sobre glotalizaciones en el español de Yucatán" , en Philologica Hispaniensia in HororemM. Alvar, M a d r i d , 1983, t . 1, pp. 373-385. L a cuestión puede llevarnos a los territorios plurilingües que han sido objeto de muchos estudios desde la geografía lingüística; bástenos el del entusiasta M I R K O D E M O V I C , " A t l a n t i Linguist ic i d i territorio p l u r i l i n g u i " , en Gli Atlanti Linguistici: problemi e risultati, Roma, 1967, pp. 185-192; y sobre todo la bibliografía que aduzco en "Cuestiones de plurilingüismo y diglosia en el mundo hispánico", en Humber to López Morales (en prensa).

5 3 Expliqué la situación lingüística de los informantes en el § 46 del t r a ­bajo citado en la nota anterior.

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que es la pa labra . Leamos el m a p a 34 ("Isi seguida de oc lusiva s o n o r a " ) ¿es el caso de s + b, s +d, s + g? ¿ Y el de s + /?, puesto que s +n está considerado en la lámina 3 1 . ¿Y las secuencias de s + rr y s +y? Nos quedamos sin respuesta, pues fa l tan mapas p u n ­tuales y cuando pudiéramos at isbar la repercusión de la pérdida de s sobre el sistema (sb > f} sd > o, sg > h, x) los datos son i n s u ­ficientes: los dientes ( m a p a 99) , los golpes ( m a p a 103), las secuen­cias que nos interesan están incomple tamente transcritas en m u ­chísimos puntos .

Si nos ocupáramos de las palatales tendríamos que hacer caso a una situación que es la de Andalucía y la de Canar ias , cuando se mod i f i ca la articulación de la ch o cuando se generaliza el yeís­m o . U n a inmensa r iqueza como la de los tipos de ch ( m a p a 35) es para mí menos s igni f i cat iva que la de techo (89) , t a n c laramente expresiva y tan dentro de la ordenación que reproducimos m i l veces en el m u n d o hispánico, o la de noche del m a p a 90, o la de leche (91) , t a n valiosa como las otras. R e p i t o m i admiración por el t r a ­ba jo que s igni f i can los mapas elaborados, pero , a pesar del enor­m e esfuerzo, no nos ev i tan que tengamos que repet i r u n a reela­boración de lo que se nos da in terpre tado y vue lvo a creer que l a fonética podría aclararse con procedimientos menos onerosos, d igamos los t ipos de ch según el m o d o de articulación, el p u n t o de articulación, la presencia o ausencia de sonor idad o, si la h u ­b i e ra , la aparición de sonidos cacuminales (ALEA, mapas 1709-1711). ¿Reservas? Acaso perspectivas dist intas para enfrentar los prob lemas . Soluciones que damos a las mismas cuestiones según las in terpre tamos con u n a u o t r a concepción de la geografía l i n ­güística, de la sociolongüística, de la visión de los problemas en u n contexto o en o t r o . Lope B lanch ha hecho — y m u y b i e n — u n a caracterización de zonas dialectales en u n solo país, yo estoy considerando unos mot ivos panhispánicos. Acaso lo que p a r a mí es i m p o r t a n t e no tiene relieve en Méx i co y por eso esas ausencias de que hab lo , que no son l imitac iones metodológicas, sino ex i ­gencias de u n método elegido. Y elegir u n método condic iona u n a fidelidad a los planteamientos y no la abigarrada incoherencia que acaba p o r no decir nada .

H e dicho que este Atlas resuelve def init ivamente cuestiones que la pereza d o c t r i n a l viene rep i t i endo desde s iempre. Estamos en el o rden de las palatales. C a n f i e l d publicó u n m a p a sobre la // y el y e í smo 5 4 ; es útil y preciso. C u a n d o hacíamos encuestas con los

E n C A N F I E L D , op. cit., mapa V .

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estudiantes de E l Co leg io de M é x i c o en nuestro parvo cuestiona­r i o teníamos // y ye ísmo. Leer hoy los mapas del ALMéx no nos p e r m i t e d u d a r : toalla ( lám. 52) o estrella (53) no presentan n i u n solo caso de // conservada, según mani festaban todos los estudios sobre el español mex i cano , pues la aparición de u n a // en O a x a -c a 5 5 es u n fenómeno secundario que nada tiene que ver con l a conservación que se da , p o r e jemplo en zonas andinas . Se ha es­f u m a d o aquel fantasma de mis clases de dialectología en la U n i ­vers idad de Salamanca: se conserva la // en la B a r r a n c a de A t o t o -n i l c o 5 6 . E r a u n espejismo: hará u n cuarto de siglo J u a n M . L o ­pe B l a n c h y yo quis imos d i l u c i d a r aquel ente que nos amagaba. Nos fu imos con Raúl A v i l a a la Barra nca de A t o t o n i l c o el G r a n ­de: preguntamos y preguntamos , sin que las respuestas c o n f i r m a ­r a n lo que en clase se repetía, ¿se seguirá repit iendo? E l Atlas nos trae u n a confirmación d e f i n i t i v a y no tendremos que atosigar a nuestros estudiantes, por más que yo qu iera conservar aquel exó ­t i co y sonoro topón imo : Ba r r a n c a de A t o t o n i l c o el G r a n d e .

De la m a n o nos viene el prob lema concomitante de l a j y 5 7 . D e ­j e m o s el m a p a 36, e laborado con muchísima información, y con­sideremos el léxicamente homogéneo de tocayo (mapa 51 ) :y abierta ( como en inmensas parcelas de Iberoamérica y España) ,y r e h i l a ­d a , y a fr icada. L o sabíamos y lo con f i rmamos ahora , con lo que el Atlas concuerda con las encuestas de Oaxaca y O r i z a b a , pero d a a todos estos fenómenos u n a proyección de la que carecíamos y que nos era necesaria para expl icar las cosas o, al menos, p a r a plantearlas : colonización, evolución espontánea, igualación dejy p r i m a r i a y yeísmo evoluc ionado. O t r o p o r t i l l o abierto para nues­t r o estudio y para m e d i t a r sobre u n p r o b l e m a que nos conduce a u n a reestructuración del sistema de las palatales, sean los es­quemas

5 5 Publiqué u n espectograma con // en "A lgunas cuestiones fonéticas en el español hablado en Oaxaca" , NRFH, 18 (1965-66), 353-377.

5 6 L a especie se repitió una y otra vez, la formuló Revil la en 1910 y llegó a las notas que puso Henríquez Ureña a Hi l l s y observaciones personales del maestro dominicano (cf. E l español en Méjico, los Estados Unidos y la América Cen­tral, tomo 4 de la Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana, Buenos Aires, 1938, pp. 4, 200, 334 y 340).

5 7 Vuelvo a hacer mención del mapa V de Canfield y debo referirme a cuestiones que figuran en mis trabajos sobre Oaxaca, Ajusco o Canarias (véa­se Niveles socioculturales en el habla de Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria , Las Palmas, 1972, pp. 124-126 y bibliografía a que me remito ) .

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t s ch.

d y

f rente a los castellanos

t o ch

\ / •y s

Y a u n habría que considerar las evoluciones de ly, de ny o de ñ > ny. Pero esto sería ya el cuento de nunca acabar.

E n o tro o r d e n de cosas, son importantísimos los mapas 15 al 25 , los 42-45 y tantos otros en u n a obra f u n d a m e n t a l , pero no puedo sino dar unas cuantas muestras que me h a n parecido más dignas de consideración, aunque m i selección pueda parecer ar ­b i t r a r i a . Creo que es s igni f i cat ivo lo que he elegido, aunque haya otros muchos test imonios de p r o f u n d o s ignif icado.

V o y a asomarme al léxico, p o r más que sea ajeno a las pre ­tensiones de este p r i m e r v o l u m e n . L l a m a n la atención las g r a n ­des capas un i tar ias que d e n u n c i a n mapas como ramas (72) , techo (89 ) , enfermo (98) o animales (102) . T a l vez nos haría falta conocer c ó m o se formuló la p r e g u n t a : lo que es necesario para saber qué quiere decir sello (88) , si cien es sinónimo to ta l de ciento (96) o p o r qué ferrocarril se in t roduce en u n m a p a bastante u n i f o r m e de tren (94) o si camión es lo que en sitios de M é x i c o l l a m a n troca, con u n c rudo ang l i c i smo , o es el 'autobús de v ia jeros ' como acredi tan el p r o p i o autobús o el sorprendente guagua, t a n caribeño y canar io , que aparecen en el m a p a . N o acaban aquí los mot ivos que debe­mos considerar , ¿tomar y beber (79) son lo mismo? ¿Hierro y fierro (83 ) , discordantes? ¿Virar y voltear no acredi tan ningún m a t i z es­pecífico? A p a r t e de estos problemas , ¿sartén (95) no tiene v a r i a n ­tes de género? ¿Japoneses es u n término que no tiene alternancias en las que p u d i e r a persist ir el arcaísmo japones? Nos quedan m e -xicanismos b i e n caracterizadores, como peleonero (110) o balacear (112). E n muchos sitios, al investigar problemas fonéticos me apa­rec ieron no pocas discrepancias léxicas que ind i caban niveles de hab la como las que h a n denunc iado el estudio de estos mapas . Así en Oaxaca hubo qu ien llamó al ' mosquito 'jején, mientras otros i n f o r m a n t e s , que conocían la voz , d i j e r o n que ellos usaban moyote o zancudo', en Yucatán, un iendo dos coleópteros d is t intos , los l l a ­m a r o n luserna, lusero, lusiérnaga, cocay y hasta grillo', en G u a t e m a l a ,

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el colibrí de unos era culibrino, gorrión o burrión para otros . Baste con estas observaciones marg ina les .

H e m o s re cor r ido u n largo c a m i n a r y parece necesario extraer algunas conclusiones. E l ALMéx está inserto entre dos etapas de l a geografía lingüística. D e u n a p a r t e , la o r t odox ia gilliéroniana: son empresas en las que la pa labra interesa p o r sí m i s m a , pero n o en su conexión con la etnografía. A h o r a b i e n , pract icando u n a fidelidad que h a caracterizado s iempre a nuestros estudios el AL­Méx superó lo que no h u b i e r a hecho de él o t r a cosa que unos Ta-bleaux pkonétiques, t a l como proyectó Gauchat y , en cierto m o d o , v i n o a ser el ALPI, según señaló Gianfranco Beccar ia 5 8 . Pero res­petando esta fidelidad que llegó a s igni f icar — n i más n i menos— l a d i g n i d a d de la pa labra , se v io que la pre tend ida u n i d a d de u n núcleo de población es u n m i t o 5 9 , porque u n m i t o es, también, l a u n i d a d lingüística del h o m b r e en la sociedad. Así el ALMéx t i e ­ne cabida en la segunda etapa de la geografía lingüística, la que en 1928 inauguró el AIS y que t a n revo luc ionar ia ha sido en nues­tros estudios 6 0 . Pero la vo luntar ia limitación a hechos estrictamen­te lingüísticos le ha i m p e d i d o acceder p lenamente al per iodo que i n a u g u r a n J u d y j a b e r g . Esto no quiere decir limitación, sino vo ­l u n t a r i a precisión de u n campo en el que los hechos de lingüística se exp l i can desde la lingüística m i s m a . A l g o de lo que es en nues­t r a c iencia la postura teórica de Y a k o v M a l k i e l p o r no c i tar sino u n n o m b r e i lus t re . Pero u n a lingüística autónoma tiene su p r o ­p i o s igni f icado, aunque en ocasiones pre f i ramos expl icar los he­chos lingüísticos por relaciones ajenas a nuestra ciencia. N o es n i m e j o r n i peor, s implemente , dos maneras de encararnos con los prob lemas , y o r t odox ia gilliéroniana de nuevo , por más que en ocasiones hubiéramos quer ido superarla . Pero el t raba jo de c a m ­po ha hecho ver que las hablas vivas no son bellas y monolíticas u n i f o r m i d a d e s , sino u n m u n d o complej ís imo en c o n t i n u a e b u l l i ­c ión. Es lo que l l amamos p o l i m o r f i s m o o coexistencia de real iza­ciones de los elementos de u n sistema. L o p e B lanch y sus colabo­radores h a n demostrado la existencia de u n p o l i m o r f i s m o de rea­l izaciones indi ferentes , el más p u r o de todos cuantos se conside-

5 8 " A proposito del I volume del l 'At lante linguistico della Peninsola ibé­rica (ALPI)", Boíl, dell Atlante Linguistico Italiano, núms. 7/8, p. 6 1 .

5 9 J . J U D y K . J A B E R G , Sprachatlas ais Forschungsinstrument, Hal le , 1928, p. 216.

6 0 G . R O H L F S no hace una evolución de la geografía lingüística desde u n plano teórico, por más que tal debiera ser el capítulo 1 de su Romanische Sprach-geographie, M u n i c h , 1971.

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r a n 6 1 . Pero ha inc id ido en los niveles socioculturales con esos d i a ­lectos superpuestos que vemos al enfrentar hablantes cultos con otros de instrucción i n f e r i o r o n u l a . Jus tamente entre estos últi­mos es donde el p o l i m o r f i s m o alcanza m a y o r c o m p l e j i d a d , según nos demuestra incansablemente el ALMéx. Entonces el español de l a Repúbl ica se ve no como u n b loque compacto , sino como u n a es t ruc tura deslizante y a las veces inestable; es lo que nos pone ante u n a rea l idad comple ja y en m a r c h a hacia la unificación. Es lo que demuestran esos índices numéricos de frecuencias, algo que p e r m i t e i n t u i r cuál es el c a m i n a r del sistema hacia su nivelación y el establecimiento de unas normas regionales que s irven p a r a caracter izar parc ia lmente y en c on junto esa inmensa parcela del español que son los Estados U n i d o s Mex i canos . C o n lo que viene a verse c ó m o el estructural ismo metodológico no es rentable , a u n ­que la consideración de m i l hechos polimórficos pueda l legar a u n a nueva estructuración del sistema.

L a condic ión de las encuestas viene a i n c i d i r en estos prob le ­mas de caracterización e irradiación de las variantes. Lope B lanch lo ha d icho sin ambigüedades: los grandes centros urbanos son focos de difusión lingüística. Estoy to ta lmente de acuerdo, y en esto se aparta de Gilliéron y N a v a r r o T o m á s para i r en el bando de J u d y J a b e r g y de cuantos creemos que las capitales deben es­tudiarse si queremos conocer el nac imiento de m i l procesos, se­gún demostró K a r l J a b e r g en su vie jo t ra tado Die Sprachgeogra-phie62, por más que París, Burdeos o Lión estuvieran tras c o r t i ­nas de silencio. Pero no es sólo esto lo que obtenemos al estudiar sociológicamente los hechos de hab la . H a y u n m a p a en el Atlas que me parece har to s igni f i cat ivo : el 62 (bacalao). ¿Por qué tantas ultracorrecciones, bacalado? Creo que por los mismos mot ivos que se d a n en todo el m u n d o hispánico: esas gentes con poca o n u l a c u l t u r a t i e n e n , sin embargo , la conciencia de u n hab la m e j o r , la que conserva la -d- en los par t i c ip ios , y h a n comet ido u n e r ro r real a l pretender remed iar o t ro inexistente . E l fenómeno es re­ciente, como en todas partes, pero en todas partes también la pér­d i d a de la -d- se ha generalizado tardíamente, pero con arra igo m u y enconado.

Tenemos m u l t i t u d de variantes que, agrupadas, pueden esta­blecer la n o r m a de dist intas regiones de M é x i c o o las de toda la Repúbl ica . Es tud iando la realización de -d- y -g- en sus alófo-

6 1 A L L I É R E S , art . c i t . , p. 98. 6 2 T r a d . de A . Llórente y M . A lvar , Granada, 1959, pp. 23-31.

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nos f r i ca t ivo y oclusivo creí que, por razones históricas, Yucatán iría con G u a t e m a l a ; s in embargo me parece que las cosas no se rep i ten del m i s m o m o d o a ambos lados de la f r o n t e r a 6 3 . D igamos que la política — o t r o hecho soc ia l— también puede condic ionar a los hechos lingüísticos. Y es que si algo nos dice este Atlas es que la rea l idad vale más que la abstracción. M a n e j a m o s rea l ida ­des, somos h o m b r e s , v i v i m o s en estructuras sociales. Si presc in­d i m o s de todo el lo, no somos nada .

Para que esta rea l idad sea inequívoca no basta con elegir unos hablantes , sino que hay que colocarlos en la geografía que v i v e n y en la que h a n v i v i d o quienes los h a n hecho ser entes históricos. E l ALMéx ha fijado unos puntos de encuesta; no sé si son muchos o pocos, la per i c ia de los investigadores merece nuestra con f ian ­za , pero hay u n a consideración que q u i e r o traer a colación. E l Atlas no se h a proyectado sobre los Estados U n i d o s . T a l vez sea u n acierto. M i experiencia no creo que sea inútil: he t raba jado en C a l i f o r n i a y allí no hallé sino mot ivos de sociología lingüística, n o de geografía lingüística. Después G i o r g i o Perissinotto parece haber encontrado a lguna c o n t i n u i d a d del español en Santa Bár­b a r a , pienso que m u y poco debe s igni f icar , p o r más que yo no fuera t a n a f o r tunado . Su investigación, en colaboración con M o ­reno de A l b a , algo puede decirnos h o y 6 4 . Trabajé también en T e ­xas. Busqué allí los herederos de las quince famil ias de Canar ias que f u n d a r o n la c iudad de San A n t o n i o , en el condado de Béjar. H e hablado de esa emocionante página de la colonización, pero poco saqué que aprovechara a la geografía lingüística, pues el ha ­b l a de esos 4 ' c a n a r i o s " m u c h o se ha as imi lado al español de los emigrantes de C h i h u a h u a y de C o a h u i l a 6 5 . Por último, inves t i ­gué el español de N u e v o M é x i c o , pero tuve que h u i r de la f ronte ­r a , pues allí, como m u c h o , obtendría materiales de sociolingüís-t i c a , no válidos para la geografía lingüística: desde A l b u q u e r q u e y Santa Fe hacia el nor te llegué a Taos , G a l l u p y A r r o y o de Bue -yeros. M i s esfuerzos fueron compensados: rasgos que en 1909 creía exhaustos A u r e l i o M . Espinosa ahora siguen con plena v i t a l i d a d . L o p e B l a n c h , que también ha t raba jado en estas regiones, t omó u n a decisión que me parece j u s t a . Ojalá el Atlas de Hispanoamérica pueda traer luz sobre esas realidades y las que d u r a n en A r i z o n a ,

6 3 A r t . c i t . , p. 257. 6 4 "Observaciones sobre el español en Santa Barbara, C a l i f o r n i a " ,

NRFH, 36 (1988), 171-201. 6 5 Algo conté en Mis Islas, L a Laguna, 1990.

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C o l o r a d o y L u i s i a n a 6 6 . Si de las razones teóricas que he expuesto poco antes descen­

diéramos a las que afectan a los atlas, tendríamos que reconocer el s ingular i smo que t iene el que acaba de p u b l i c a r E l Colegio de M é x i c o . D e u n a parte nos da u n a visión del español de la R e p ú ­b l i ca con u n a s ingular r iqueza de información, p o r más que t e n ­ga las restricciones de cua lqu ier obra h u m a n a . N o ha ro to con nada para hacer adelantar a la ciencia. Y no hacen falta r e v o l u ­ciones pasajeras, sino evoluciones que p e r m i t e n u n a duración en el t i e m p o . Por eso, a u n q u e no se d iga en las dos introducc iones de la obra , yo veo el resultado con engarces de lo que se ha hecho en Franc ia , en Córcega y en Cataluña; al real izar u n cuestiona­r i o nuevo está en la m i s m a línea que Gardet te en el Lionesado o N a u t o n en el M a c i z o C e n t r a l . Q u e no se debe r o m p e r con los trabajos semejantes del m u n d o hispánico, me parece evidente y no creo que Lope B l a n c h lo haya quer ido ; sin embargo , me gus­taría ver más explícitas esas relaciones que darán u n sentido tras­cendente a la rea l idad que es el español de M é x i c o . D e m o m e n t o fa l ta la etnografía; creo que será necesario contar con ella en a l ­gún m o m e n t o , lo m i s m o que — a b i e r t a esta c a n c i l l a — hará falta proyectar u n a serie de atlas regionales. T a m b i é n me gustaría ver u n a ordenación en campos léxicos y en campos semánticos, que ahora no existe. M a n e j a m o s teorías ideales, pero la rea l idad se nos i m p o n e con sus brutales restricciones. E n m i l mot ivos co inc i ­do con lo que Lope B l a n c h y sus colaboradores h a n hecho y q u i ­siera a m p l i a r los t ra tamientos fonéticos que con t a n t a generosi­dad nos h a n ofrecido: completaría nuestra visión y haría del Atlas el depósito de cuantas exigencias pudiéramos desear. A p a r t e h a n ido quedando en nuestros comentarios el va lor de los atlas y el de las monografías dialectales, el del p o l i m o r f i s m o y la nivelación del sistema, las peculiaridades regionales que , acaso, no h a n ac­cedido con la v i t a l i d a d que deben tener, los fantasmas l lamados a desaparecer de nuestros estudios, ciertas caracterizaciones del léxico. I n m e n s i d a d de mot ivos que no agota todo lo que este Atlas encierra y que yo no he pod ido sino a p u n t a r en lo que más me ha interesado.

Hemos llegado al final. Y quiero declarar m i postura ante obra tan gigantesca. Si me h u b i e r a l i m i t a d o a decir lo que siento, t a l vez va l i e ran estas dos líneas: el Atlas es la obra más i m p o r t a n t e

6 6 En Luisiana he hecho numerosas investigaciones que desautorizan m u ­chas cosas que se han dicho con ligereza.

Page 23: ANTE EL - aleph.academica.mxaleph.academica.mx/jspui/bitstream/56789/26757/1/39-002-1991-06… · En uno de sus últimos trabajos Karl Jaber, g decía que —de una u otra forma—

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de la lingüística mex i cana , obra capi ta l para la dialectología es­pañola y f u n d a m e n t a l p a r a la lingüística románica. T a l vez bas­tara con esto, pero yo no estaría satisfecho, por más que sean a f i r ­maciones verdaderas. Pero he dedicado muchas horas a estudiar la obra y muchísimas a m e d i t a r l a .

Podré discrepar en algo, y L o p e discrepará de mí . N o es o t ra cosa que nuestro sentido de la l i b e r t a d y el a m o r a la ve rdad . D i s ­crepar es u n a f o r m a de h o n r a r , p rueba de cariño y de respeto. Decía O r t e g a que ciencia es todo lo que puede ser d i s c u t i d o 6 7 . M i s dogmas son m u y pocos y n i n g u n o está en lo poco que puedo saber, flor de u n día que se agota demasiado p r o n t o . Q u e d a — c o m o a d o n Q u i j o t e en la a v e n t u r a de los leones— el esfuerzo del brazo y la grandeza del corazón; es lo que con la más honda admiración siento al ver esta obra gigantesca. M e queda u n h o n ­do poso de e n v i d i a : tener tales colaboradores, gozar de serenidad p a r a el t raba jo y estar a m p a r a d o por u n a benemérita institución. N o todos podemos decir lo m i s m o . Pero, si O v i d i o escribió que no todos podemos todas las cosas, tendré que r e s i g n a r m e 6 8 . S in e m ­bargo , en elogio de cuantos h a n colaborado en esta obra evocaré a V i r g i l i o : hombres mortales h a n hecho u n a o b r a i n m o r t a l 6 9 .

MANUEL ALVAR Real Academia Española

State Univers i ty of New Y o r k , Albany

6 7 "Orígenes del español", en sus Obras completas, Revista de Occidente, M a d r i d , 1966, t . 3, pp. 516-517.

6 8 " N o n omnia possumus omnes" (EcL, 7, 63). 6 9 " M o r t a l i n e manu factae inmortale carinae / fas habeant?" (Aeneida,

I X , 95-96).