ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA MEDIEVAL ESPAÑOLA E

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1 ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA MEDIEVAL ESPAÑOLA ¿CÓMO ERA EL ESPAÑOL EN LA EDAD MEDIA? l castellano era la lengua del antiguo Reino de Castilla. No hay una certeza absoluta sobre cuándo nació pero se calcula que hacia el siglo VIII-IX, pues los primeros testimonios escritos ya en castellano datan del siglo X. El castellano medieval representa una fase intermedia entre el latín, la lengua originaria, y el español actual, por lo tanto, se trata de una lengua todavía con muchas carencias e inseguridades. Hacia finales de la Edad Media, con la unificación de los Reinos de Castilla y Aragón gracias a los Reyes Católicos, el castellano fue una lengua común en toda España y por eso se le conoce como español. El castellano medieval, como el español actual, compartía con otras lenguas (como el gallego-portugués, el vasco o el catalán) y dialectos (como el astur-leonés, el navarro, el aragonés o el mozárabe) su condición de vehículo de comunicación en la Península Ibérica. Aunque el castellano fue transformándose a lo largo de los siglos medievales, presenta algunos rasgos característicos, sobre todo fonéticos: a. Conserva la /F-/ inicial de palabra: fierro, fazer o fijo (por hierro, hacer o hijo). b. Utiliza consonantes que después desaparecieron, representadas con distintas grafías: -La /s/ sonora: al pronunciar la /s/ vibran las cuerdas vocales produciendo un zumbido. -Sonido /v/: sonaba como una /f/ pero vibrando las cuerdas vocales en cavallero. -Grafía ç: sonaba como una ch pero chascando la punta de la lengua sobre los alveolos en coraçón o fuerça. -Grafía x: sonaba como cuando pronunciamos a la andaluza bixo (=bicho): dixo (‘dijo’). c. El verbo haber (escrito normalmente aver) significaba ‘tener’: fambre he (‘tengo hambre’). d. La segunda persona del singular de los verbos no terminaba en -ais, -eis (amáis, teméis) sino en - ades, -edes (amades, temedes). e. Los verbos estoy, soy, doy se decían estó, so, do. f. En lugar del nexo copulativo y utilizaban e: padres e fijos. g. Debido a la convivencia con los árabes, se incorporan al idioma muchos arabismos, algunos de uso común hoy día (almohada, albornoz, acequia, albañil, taza, jarra, azulejo, algoritmo, alcohol...), pero otros menos conocidos: albéitar (veterinario), adalid (caudillo militar), alfanje (espada en curva), baladí (sin importancia)... h. Como no existía una regularización ortográfica, los manuscritos presentan muchas vacilaciones: cada cual escribía como sabía. Solo la labor del rey Alfonso X el Sabio en el siglo XIII y, sobre todo, la generalización de la imprenta muy a finales del siglo XV consiguieron unificar las letras. E

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ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA MEDIEVAL ESPAÑOLA

¿CÓMO ERA EL ESPAÑOL EN LA EDAD MEDIA?

l castellano era la lengua del antiguo Reino de Castilla. No hay una certeza absoluta sobre

cuándo nació pero se calcula que hacia el siglo VIII-IX, pues los primeros testimonios escritos

ya en castellano datan del siglo X. El castellano medieval representa una fase intermedia

entre el latín, la lengua originaria, y el español actual, por lo tanto, se trata de una lengua todavía

con muchas carencias e inseguridades. Hacia finales de la Edad Media, con la unificación de los

Reinos de Castilla y Aragón gracias a los Reyes Católicos, el castellano fue una lengua común en

toda España y por eso se le conoce como español. El castellano medieval, como el español actual,

compartía con otras lenguas (como el gallego-portugués, el vasco o el catalán) y dialectos (como el

astur-leonés, el navarro, el aragonés o el mozárabe) su condición de vehículo de comunicación en la

Península Ibérica. Aunque el castellano fue transformándose a lo largo de los siglos medievales,

presenta algunos rasgos característicos, sobre todo fonéticos:

a. Conserva la /F-/ inicial de palabra: fierro, fazer o fijo (por hierro, hacer o hijo).

b. Utiliza consonantes que después desaparecieron, representadas con distintas grafías:

-La /s/ sonora: al pronunciar la /s/ vibran las cuerdas vocales produciendo un zumbido.

-Sonido /v/: sonaba como una /f/ pero vibrando las cuerdas vocales en cavallero.

-Grafía ç: sonaba como una ch pero chascando la punta de la lengua sobre los alveolos en

coraçón o fuerça.

-Grafía x: sonaba como cuando pronunciamos a la andaluza bixo (=bicho): dixo (‘dijo’).

c. El verbo haber (escrito normalmente aver) significaba ‘tener’: fambre he (‘tengo hambre’).

d. La segunda persona del singular de los verbos no terminaba en -ais, -eis (amáis, teméis) sino en -

ades, -edes (amades, temedes).

e. Los verbos estoy, soy, doy se decían estó, so, do.

f. En lugar del nexo copulativo y utilizaban e: padres e fijos.

g. Debido a la convivencia con los árabes, se incorporan al idioma muchos arabismos, algunos de

uso común hoy día (almohada, albornoz, acequia, albañil, taza, jarra, azulejo, algoritmo, alcohol...),

pero otros menos conocidos: albéitar (veterinario), adalid (caudillo militar), alfanje (espada en

curva), baladí (sin importancia)...

h. Como no existía una regularización ortográfica, los manuscritos presentan muchas vacilaciones:

cada cual escribía como sabía. Solo la labor del rey Alfonso X el Sabio en el siglo XIII y, sobre todo,

la generalización de la imprenta muy a finales del siglo XV consiguieron unificar las letras.

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Aquí tienes algunas muestras de cómo era el castellano medieval

¿CÓMO ERA LA ESCRITURA?

Para conocer la lengua y la literatura medievales nos tenemos que basar exclusivamente en

testimonios escritos. Durante los primeros siglos medievales muy pocos sabían leer y escribir,

normalmente solo los clérigos, por eso los manuscritos se copiaban en los monasterios. El proceso

de elaboración de un manuscrito era lento, laborioso y muy costoso: se utilizaba la piel de los

animales que había que tratar hasta convertirla en pergamino, después había que escribir el texto,

decorar con pinturas (o iluminar) y, por último, encuadernar. El resultado de todo este proceso era

un códice muy lujoso. Si quieres ver una ilustración interactiva de este proceso pincha en este enlace

o pon en google /Making art: Medieval manuscripts/.

Más tarde, a partir del siglo XIII, con el desarrollo de las universidades y la difusión del papel, el

proceso de copia a mano se hizo más frecuente, más barato y más rápido. Por fin, hacia mediados

del siglo XV en Alemania Guttemberg inventa la imprenta. Los primeros libros impresos se conocen

con el nombre de incunables. Con la imprenta se multiplican las copias y el libro pasa a ser un

objeto casi al alcance de cualquiera. Aquí tienes algunas muestras de un manuscrito en pergamino,

uno en papel y de un incunable.

Et ego domino Fanni de Sotelo dono ad meo

fijo una terra ennos Foios, alia terra ennos

eros Longares... et una vinea del Albariza et

la medietate dellas casas de Sotello

(Fragmento de un documento de donación

de tierras, año 1109)

Averigua qué dona y a quién el tal Fanni

Juan de Lucena, Diálogo de vita beata (S.XV)

Transcripción literal ante que nos partíesemos façer nos lo sa ber rrason seria señor marques. pues luçena nos a dicho el sumo byen nos mostrase su posada. Mas por no de scargarme sobre el rreçibo el pesso dello...

Transcripción modernizada ...antes que nos partiésemos, hacérnoslo saber. Razón sería, señor Marqués, pues Lucena nos ha dicho el sumo bien, nos mostrase su posada. Mas por no descargarme sobre el recibo el peso de ello...

A ver si eres capaz de transcribir este pequeño fragmento sacado de un

manuscrito del siglo XV

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ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA MEDIEVAL CASTELLANA

Autor y obra Siglo Tema y

propósito

Género Prosa/verso

Jarchas, cantigas y villancicos

Siglos X-XIV

Amoroso: queja de una chica ante su madre y hermanas por la ausencia del amado

Lírico: jarchas, cantigas de amigo y determinados villancicos castellanos de tipo popular comparten el mismo asunto.

Verso: versos de arte menor, rima asonante: zéjel, copla, canción paralelística...

Cantar de Mio Cid

Siglo XII

Ensalzar a un héroe militar

Épica: se narra el destierro de Rodrigo Díaz de Vivar y su posterior ascenso.

Verso: tiradas monorrimas de versos asonantes de unas 16 sílabas con irregularidad.

Auto de los Reyes Magos

Siglo XII

Religioso: representar el nacimiento de Cristo

Teatro: se representa el encuentro de los Magos, su conversación con Herodes y la entrevista de Herodes con sus sabios rabinos.

Verso: pareados eneasílabos, alejandrinos y heptasílabo con irregularidad.

Libro de Alexandre

Siglo XIII

Culto y religioso: proponer a Alejandro Magno como héroe excesivamente ambicioso

Mester de Clerecía (narrativa): se cuenta la precocidad del joven Alejandro, su valor, astucia y sabiduría, pero también su caída y muerte provocada por su excesiva ambición.

Verso: cuaderna vía, cuatro versos alejandrinos con la misma rima consonante.

Gonzalo de Berceo, Milagros de nuestra Señora

Siglo XIII

Religioso: fomentar la devoción a la Virgen María y atraer a los fieles

Mester de Clerecía (narrativa): se cuentan las intervenciones milagrosas de la Virgen.

Verso: cuaderna vía (AAAA).

El Infante don Juan Manuel, El conde Lucanor

Siglo XIV

Didáctico: enseñanzas políticas para un joven noble.

Narrativo: un ayo enseña al Conde a través de cuentos con moraleja.

Prosa: se usa el exemplum (ejemplo).

Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, Libro de buen amor

Siglo XIV

Humorístico y didáctico: enseñar a los jóvenes a defenderse

Fundamentalmente narrativo: se cuentan anécdotas, historietas y otros episodios mezclados

Verso: cuaderna vía y otras estrofas.

Manuscrito iluminado sobre pergamino

Manuscrito del Poema de Mio Cid

sobre papel

I

Incunable de 1499 de Celestina

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del amor. con poemas líricos,

Canciller Ayala, Rimado de Palacio

Siglo XIV

Didáctico: visión pesimista de la vida política de su tiempo.

Mester de clerecía: consideraciones sobre las flaquezas y pecados del mundo y los hombres

Verso: cuaderna vía (AAAA)

Embajada a Tamorlán

Siglo XV

Didáctico: Mostrar mundos desconocidos

Libro de viajes: viajeros medievales por tierras orientales que recogen por escrito sus testimonio

Prosa

Cancioneros y poetas cultos (Juan de Mena y Marqués de Santillana)

Siglo XV

Amorosos, políticos, humorísticos, filosóficos...

Poesía de cancionero: Poesía: canciones, dezires...

Amadis de Gaula

Siglos XIV-XV

Caballeresco: se recrea un mundo caballeresco ideal para entretenimiento de la nobleza.

Novelas o libros de caballerías (narrativo): cada episodio cuenta alguna hazaña caballerescas (no militar) o algún lance amoroso (del amor cortés) del protagonista.

Prosa: se trata de compuesta de una narración de episodios caballerescos

Cronicas

Siglo XV

Narrativo y propagandístico

Crónicas: proliferan en el siglo XV y, además de contar los hechos de un reinado o de un noble, sirven de propaganda política.

Prosa

Arcipreste de Talavera

Siglo XV

Crítica contra las mujeres

Literatura misógina: en el siglo XV surgieron dos corrientes literaria en torno a la consideración de la mujer: una misógina y otra profemenina.

Prosa con lenguaje coloquial

Romances

Siglo XV

Épicos, novelescos, fronterizos...

Romancero viejo (narrativo y lírico): narran diversos episodios de origen épico, caballeresco o amoroso.

Verso: tiradas de versos octosílabos de rima asonante los pares.

Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre

Siglo XV

Reflexión sobre el trascurrir de la vida y sobre el carácter inevitable de la muerte; alabanza de don Rodrigo Manrique

Lírico (elegía): el poeta expresa sus sentimientos e ideas sobre la vida y la muerte por medio de tópicos como el ubi sunt?, la vida de la fama... Además el autor hace un sentido homenaje a su padre muerto.

Copla manriqueña o de pie quebrado: dos sextillas seguidas (8a8b4c8a8b4c).

Tragicomedia de Calisto y Melibea (Celestina)

1499 (1ª edición)

Reprobación del amor humano.

Narrativa o teatro

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JARCHAS, CANTIGAS Y VILLANCICOS

TEXTO 1: una jarcha

Vayse meu corachón de mib

Ya Rab, ¿si se me tornarád?

¡Tan mal meu doler li-l-habib!

Enfermo yed, ¿cuándo sanarad?

[Mi corazón se me va de mí. Oh Dios, ¿acaso se me tornará? ¡Tan fuerte mi dolor por el amado! Enfermo está, ¿cuándo sanará?]

TEXTO 2: una cantiga de amigo

Ondas do mar de Vigo se vistes meu amigo? E ai Deus, se verrá cedo! Ondas do mar levado, se vistes meu amado? E ai Deus, se verrá cedo! Se vistes meu amigo, o por que eu sospiro? E ai Deus, se verra cedo! Se vistes meu amado, por que ei gran cuidado E ai Deus, se verrá cedo!

TEXTO 3: un villancico

Caballero, queraisme dejar, que me dirán mal. ¡Oh, qué mañanica, mañana, la mañana de San Juan, Cuando la niña y el caballero Ambos se iban a bañar! Que me dirán mal. Caballero, queraisme dejar, que me dirán mal.

a. Refleja en un esquema métrico la medida y la

rima de esta composición. ¿Miden todos los

versos lo mismo?

b. ¿De qué se queja concretamente la chica?

c. Aunque es una composición muy sencilla,

hay, al menos, una personificación hiperbólica.

¿Con qué expresión?

v. 3: ‘si vendrá rápido’.

levado: ‘alzado’.

v. 10: ‘por el que siento gran preocupación’.

a. ¿A quién dirige sus lamentos

amorosos la muchacha en este poema?

b. Explica la métrica del poema.

c. El poema expresa melancolía por

medio de tres repeticiones típicas de

estas composiciones (refrán, paralelismo

y encadenamiento): señala cada uno de

ellos.

a. En este caso la chica se queja por otra razón:

¿cuál?

b. ¿Qué motivo tradicional relacionado con el

amor aparece?

c. Esto es un zéjel: señala las partes que lo

componen. ¿Hay regularidad métrica?

d. En la composición aparecen dos voces

distintas: señala en qué versos interviene cada

una de ellas.

e. ¿Dónde hay una anadiplosis?

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CANTAR DE MIO CID1 La obra comienza con el Cid y algunos fieles vasallos saliendo de Vivar ‗con lágrimas en sus ojos tan fuertemente llorando‘ tras ser desterrado por el rey Alfonso VI y dejar atrás a su mujer, Jimena, y a sus hijas, Elvira y Sol. El destierro suponía una doble humillación: la confiscación de los bienes del desterrado y el alejamiento de la corte real. La obra cuenta el proceso de recuperación del poder económico y político del Cid. Cuando el Cid y sus sesenta fieles llegan a Burgos, nadie quiere alojarlos por miedo al castigo real y solo una niña se atreve a hablar con el Cid: Toda la gente de Burgos a las ventanas salió, con lágrimas en sus ojos, tan grande era su dolor. Y a sus bocas asomaba solamente una razón: –¡Dios, qué buen vasallo el Cid si tuviera buen señor! Y quisieran convidarlo, pero ninguno allí osaba, pues saben que el rey Alfonso le tenía muy gran saña. Antes del anochecer, a Burgos llegó su carta, con los honores debidos, bien cerrada y bien sellada: ordenaba que a Ruy Díaz nadie le diese posada, y aquellos que se la diesen supiesen, por su palabra, que perderían sus bienes y los ojos de la cara [...] Aguijó el Cid su caballo, a la puerta se llegaba; sacó el pie de la estribera y un fuerte golpe daba. Nadie les abre la puerta, que persistía cerrada. Una niña de nueve años a sus ojos se mostraba: –¡Campeador que en buena hora habéis ceñido espada! El rey lo tiene prohibido, anoche llegó su carta con los honores debidos, bien cerrada y bien sellada. Nadie abriros osará, ni os acogerá por nada, porque si no perderíamos nuestros bienes y las casas, y ademças de todo ello, lo ojos de nuestras caras.. Con nuestra desgracia, Cid, no habríais de ganar nada, que el Creador os ayude con toda su virtud santa. Esto la niña le dijo y se volvió hacia la casa. Así ha comprendido el Cid que del Rey no tiene gracia. Tras salir de su tierra casi sin provisiones ni dinero, la astucia del Cid trama un engaño a dos judíos –Rachel y Vidas– para conseguir dinero. Llama la atención que el Cid sea un modelo de caballero leal y honrado que sin embargo no duda en mentir. Pero en la obra se justifica porque los judíos son presentados como excesivamente codiciosos y no dudarán en quedarse con todo el dinero que puedan. Para su engaño el Cid se vale de uno de sus más fieles vasallos, Martín Antolínez: Cuento con vos para esto: prepararemos dos arcas, las llenaremos de arena, para que sean pesadas, cubiertas con fino cuero y con clavos adornadas. Los cueros serán bermejos, y los clavos bien dorados. Buscad a Raquel y Vidas, id con paso apresurado [...] Encontró a Raquel e Vidas, pues juntos estaban ambos, recontando las monedas que los dos habían ganado. Llegó Martín Antolínez, hombre sagaz y avisado: –Escuchad, Raquel y Vidas, entregadme vuestras manos. No habléis con nadie de esto, ni con moros ni cristianos. Para siempre os haré ricos, de nada estaréis ya faltos. Al Campeador los tributos a recaudar enviaron; grandes riquezas cobró, grandes bienes extremados, pero para sí guardó lo de valor señalado. Este es, sabed, el motivo por el que fue acusadeo. Tiene consigo dos arcas llenas de oro inmaculado: aquí tenéis la razón por la que Rey se ha enojado. El Cid sus bienes dejó, las casas y los palacios, si se llevara las arcas revelaría su engaño. Las quisiera confiar y dejar en vuestras manos, y le prestaréis por ellas lo que fuese aquí pactado. Tomad si queréis las arcas y ponedlas bien a salvo; pero dadme juramento, dame la palabra ambos de que no las miraréis en lo que resta del año. Raquel y Vidas, los dos, se apartaron para hablarlo:

1 La selección de fragmentos se ha extraído de la antología preparada por Pedro Martín Baños, “El Cantar de Mio Cid:

una antología útil”, Per Abbat 4 (2007), págs. 155-184.

Actividades a. ¿En qué se nota el enfado del Cid porque nadie le abre la puerta? b. ¿Qué valor tiene que sea precisamente una niña quien se atreva a hablar con el Cid?

Actividades a. Resume el engaño del Cid a los judíos. b. Los judíos dedicados a prestar dinero no eran fáciles de engañar. Busca en el texto dos motivos por los que en este caso sí se fían.

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–Lo que interesa es que en eso vengamos a ganar algo, porque el Cid, bien lo sabemos, él sí que ha ganado algo cuando entró en tierra de moros, de donde muchos ha sacado. Quien lleva encima dinero no duerme bien reposado. Aceptemos el acuerdo, tomemos las arcas ambos, las pondremos en lugar que queden a buen recaudo. –Pero decidnos, ¿y el Cid, por cuánto cerrará el trato? ¿Qué ganancia nos dará por todo lo de este año? Dijo Martín Antolínez, hombre sagaz y avisado: –Mio Cid solo querrá lo que sea razonado. Os ha de pedir muy poco por dejar su hacienda a salvo. Se unen a él mesnadas y hombres necesitados. Necesitaría, en suma, al menos seiscientos marcos. Dijeron Raquel y Vidas: –Los daremos con agrado. –Ya veis que se hace de noche, y el Cid anda apresurado, por necesidad os pide que le deis pronto los marcos. Dijeron Raquel y Vidas: –No funciona así el mercado, primero queremos ver, cumpliremos luego el trato. Dijo Martín Antolínez: –Dejad eso a mi cuidado. Venid ambos ante el Cid, el Campeador renombrado [...] Aquí los veis ya en la tienda del Campeador renombrado; así que entraron en ella, besaron al Cid las manos. Se sonrió Mio Cid, y así les comenzó hablando: –¡Ah, don Raquel y don Vidas, os habéis de mí olvidado! Raquel y Vidas, a una, al Cid besaron las manos, y así Martín Antolínez ha cerrado bien el trato: a cambio de dos arcas darían seiscientos marcos, y prometían guardarlas hasta el final de aquel año [...] Cuando cargaron las arcas, ¡qué gozo tenían ambos! No podían levantarlas, aunque eran fuertes y bravos. Raquel y Vidas se alegran con los dineros guardados, pues en tanto que viviesen muy ricos serían ambos. Poco a poco el Cid recibe nuevas adhesiones en su destierro. Ya en territorio musulmán, él y su pequeño ejército se dedican a guerrear y ganar batallas (es decir, se convierten en mercenarios). Con sus victorias, el prestigio y las riquezas del Cid van en aumento. Además de encomendarse a Dios, el héroe se muestra valiente y astuto en las batallas, pero también justo y magnánimo en el reparto del botín con su ejército. Por ejemplo, para tomar Alcocer el Cid finge que levanta el asedio y huye: cuando los árabes salen de las murallas a curiosear, los cogen por sorpresa. En otra ocasión, cuando se ven sitiados por un ejército más potente, el Cid toma la decisión de atacar por sorpresa a los propios sitiadores. Sujetan bien escudos delante del corazón; hacen descender las lanzas, cada cual con su pendón; las caras van inclinadas, por encima del arzón; y al combate se preparan con muy fuerte corazón. A grandes voces los llama el que en buena hora nació:

–¡Malheridlos, caballeros, por amor del Creador!

¡Yo soy Ruy Díaz, el Cid, el nombrado Campeador! […] Ved tantas lanzas allí bajar y después alzar; Tanta adarga en aquel punto sacudir y atravesar; Tanta loriga a los golpes desgarrar y desmallar, y tantos pendones blancos de sangre rojos quedar, y tantos buenos caballos sin sus dueños galopar. Los moros gritan: ¡Mahoma!, ¡Santiago! la cristiandad. Han caído derribados mil trescientos moros ya. La figura del Cid sigue engrandeciéndose por tierras de Aragón. Allí se enfrenta al conde de Barcelona, ‗un gran fanfarrón‘, y gana su primera espada, Colada. Entonces el Cid decide dirigirse a Levante. Allí comienza el Cantar segundo. En tres años el Cid domina las tierras levantinas y deja aislada la rica ciudad de Valencia. Los moros de Valencia piden ayuda al poderoso rey de Marruecos, Yusef, pero el Cid toma Valencia y allí se instala de forma permanente. El prestigio del Cid hace que el rey de Castilla le permita reunirse con su familia. Atraídos por la enorme fortuna del Cid, aparecen los codiciosos infantes de Carrión, que planean casarse con las hijas del Cid a pesar de considerarse superiores por pertenecer a la más alta nobleza. Pese a las reticencias del Cid, el rey otorga la mano de ambas hijas a los infantes de Carrión. Con las bodas se termina el Cantar segundo. En el Cantar tercero se describen algunos episodios en los que ambos infantes, Diego y Fernando, se muestran tan orgullosos como cobardes. En Valencia con los suyos vivía el Campeador. Con él estaban sus yernos, Infantes de Carrión. Un día que el Cid dormía en su escaño, sin temor, un mal sobresalto entonces, sabed, les aconteció: Escapose de una jaula, saliendo fuera, un león. Los que estaban en la Corte sintieron un gran temor;

Actividades a. Describe la métrica b. Señala los rasgos del estilo épico más destacados que veas en el fragmento c. Escudos, arzones, adargas, lórigas, pendones... forman parte de la indumentaria de los caballeros. Busca información y haz un dibujo de un caballero medieval señalando las partes de su indumentaria.

Una escena de prestamistas judíos

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recogiéronse sus mantos los del buen Campeador, y rodean el escaño en guarda de su señor. Allí Fernando González, infante de Carrión, ni en las salas ni en la torre ningún refugio encontró; metiose bajo el escaño, tan grande fue su pavor. Diego González, el otro, por la puerta se salió

diciendo con grandes gritos: –¡Ay, que no veré Carrión!

Tras la viga de un lagar metiose con gran temor; todo el manto y el brial sucios de allí los sacó. En esto que se despierta el que en buen hora nació; de sus mejores guerreros cercado el escaño vio:

–¿Qué pasa aquí, mis mesnadas? ¿Qué queréis? ¿Qué aconteció?

–Es que, mi señor honrado, un susto nos dio el león.

Apoyándose en el codo, en pie el Cid se levantó: El manto se pone al cuello y encaminose al león. La fiera, cuando vio al Cid, al punto se avergonzó; allí bajó la cabeza, y ante él su faz humilló. Nuestro Cid Rodrigo Díaz por el cuello lo tomó, y lo lleva de la mano, y en la jaula lo metió. A maravilla lo tiene todo el que lo contempló. Volviéronse hacia la sala donde tienen la reunión. Por sus dos yernos Rodrigo preguntó, y no los halló; aunque a gritos los llamaban, ni uno ni otro respondió, y cuando los encontraron, los hallaron sin color. No vieseis allí qué burlas hubo en aquella ocasión; mandó que tal no se hiciese nuestro Cid Campeador. Sintiéronse avergonzados Infantes de Carrión; fiera deshonra les pesa de lo que les ocurrió. Tras este y otros lances en los que los infantes demuestran su cobardía, los hombres del Cid se burlan de ellos, por lo que empiezan a tramar una venganza. Así, tras su boda con las hijas del Cid, los infantes deciden partir hacia Carrión con la excusa de mostrarles sus propiedades. A pesar de que el Cid no se fía de sus yernos, permite que se vayan y les regala sus dos ricas espadas: Colada y Tizón. En un robledal cerca de Corpes (Guadalajara), los infantes cumplen su venganza: Envía a sus vasallos adelante allí los dos. Así lo ordenaron ambos, los infantes de Carrión, que no quedase ninguno, fuese mujer o varón, solamente sus esposas, doña Elvira y doña Sol, porque quieren solazarse con ellas a su sabor. Todos se han ido delante, ya los cuatro solos son. ¡Qué vileza planearon los infantes de Carrión! –Sabedlo bien y creedlo, doña Elvira y doña Sol, aquí seréis ultrajadas, con el monte alrededor, y nosotros partiremos, quedaréis aquí las dos. No tendréis parte ninguna de las tierras de Carrión. Estos recados irán a Mio Cid Campeador. Nos vengaresmos ahora por las burlas del león. Allí les quitan el manto y también el pellizón, sobre sus cuerpos desnudos la camisa interior. Espuelas tienen calzadas los traidores del Carrión; en mano prenden las cinchas, que fuertes y duras son [...] Lo que pedían las damas nada les aprovechó, a golpearlas comienzan los infantes de Carrión, con las cinchas corredizas las maltratan con rigor; con las espuelas agudas les producen gran dolor; les rompieron las camisas y las carnes a ambas dos; sobre la tela tan blanca la limpia sangre brotó; ellas sienten ya los golpes en el mismo corazón. Ambas muchachas son rescatadas por un sobrino del Cid. Cuando el héroe se entera de lo que ha pasado, en lugar de buscar una venganza personal, solicita que sea el rey quien juzgue los hechos celebrando unas cortes. En ellas se concierta un duelo entre los infantes y dos caballeros del Cid, quienes, por supuesto, humillan a los infantes. Los príncipes de Navarra y Aragón solicitan la mano de las hijas del Cid. Al emparentar con familias reales, el Cid no solo recupera su honra sino que ocupa el lugar más alto en la sociedad medieval.

Actividades 1. ¿Crees que era normal en la época medieval tener leones u otros animales exóticos en los palacios y cortes de reyes y grandes señores? ¿Qué valor podía tener?

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Gonzalo de Berceo, Milagros de nuestra Señora (Siglo XIII) EL SACRISTÁN IMPÚDICO 1 Amigos, si quisierais un poco esperar, aun otro milagro os querría contar, que por Santa María se dignó Dios mostrar, de cuya leche quiso con su boa mamar. 2 Un monje muy devoto en un convento había, –el lugar no lo leo, decir no lo sabría–. Quería de corazón bien a Santa María, cada día a su imagen su reverencia hacía. 3 cada día a su imagen su reverencia hacía, hincábase de hinojos, decía: «Ave María». El abad de la casa diole la sacristanía, por libre de locura, por cuerdo lo tenía. 4 El enemigo malo, de Belzebud vicario, que siempre ha sido y es de los buenos contrario, tanto pudo bullir el sutil adversario que al monje corrompió, y lo hizo fornicario. 5 Tomó costumbre mala el loco pecador: de noche, cuando estaba acostado el prior, salía por la iglesia fuera del dormitor, para correr el torpe a su mala labor. 6 Y tanto a la salida como luego a la entrada, delante del altar caía su pasada; la reverencia y ―Ave‖ que tenía acostumbrada, non se le olvidaba en ninguna vegada. 7 Cerca del monasterio un río bueno corría; el monje pecador que pasarlo tenía; cuando de cometer su locura volvía cayó en él y se ahogó fuera de la freiría. 8 Cuando vino la hora de maitines tocar, non había sacristán que pudiese sonar: levantáronse todos, dejaron su lugar; y fueron a la iglesia al monje a despertar. 9 Abrieron la iglesia como mejor supieron, al clavero buscaron y hallar no lo pudieron. Por arriba y abajo todos tanto anduvieron que donde estaba ahogado por fin lo descubrieron, 10 Qué podría ser eso no lo podían pensar, si murió o lo mataron no lo sabrían juzgar; era grande la basca y mayor el pesar, porque perdía su precio por eso este lugar. 11 Mientras yacía perdido el cuerpo por el río, digamos de su alma y su pleito sombrío: porque vino por ella de diablos gran gentío, para llevarla al báratro, de deleites vacío. 12 Mientras los diablos iban con ella peloteando los ángeles vinieron, por ella iban bajando; los diablos los tuvieron gran tiempo querellando que esa alma era suya, que la fueran dejando. 13 No tuvieron los ángeles derecho a disputarla, porque tuvo mal fin, y debieron dejarla. No pudieron sacarles por valor de una agalla y hubieron de partirse tristes de la batalla.

Así pudo ser Gonzalo de Berceo

Actividades

1. Como habrás estudiado, el relato de cada milagro comprende tres partes: descripción de un pecador devoto de María-Problema causado por su pecado-Intervención milagrosa de la Virgen para salvarlo. Por tanto, trata de resumir este milagro en tres oraciones separadas por puntos. 2. Además de la narración del milagro, el texto presenta otras dos partes más: ¿cuáles son las otras dos partes y qué estrofas comprenden? 3. En este milagro a la Virgen no le vale solo con su poder, ¿qué argumento usa para convencer a los demonios? 4. En algunos momentos parece que Berceo se dirige a un grupo de oyentes: señala el número de estrofa y las palabras concretas donde ocurre. 5. En el texto aparece Dios como juez que dicta su sentencia. Busca en el arte romántico cómo se representa a este Dios todopoderoso y qué nombre recibe. 6. La estrofa 10 muestra a los monjes muy tristes, pero no porque su sacristán haya muerto. ¿Por qué? 7. Berceo incluye en la actitud de los diablos con el alma del devoto un pequeño rasgo de humor: ¿cuál es? 8. Analiza la métrica de los cuatro versos de la estrofa 14.

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14 Acudió la Gloriosa, Reína general, porque los diablos solo se acordaban del mal; mandoles atender; no osaron hacer ál, y movioles querella muy firme y cabal. 15 Propuso la Gloriosa palabra colorada, «Con esta alma, locos, -dijo- non tenéis nada. Mientras vivió en su cuerpo me estuvo encomendada, sufriría ahora daño por ir desamparada». 16 Por la parte contraria le respondió el vocero, un diablo sabedor, sutil y muy puntero: «Madre eres de Hijo, alcalde derechero, no le gusta la fuerza ni es de ella placentero. 17 Escrito está que el hombre, allí donde es hallado, sea en bien, o sea en mal, es por ello juzgado; y si un decreto tal por ti fuera falseado el Evangelio todo quedará descuajado». 18 «Hablas –dijo la Virgen– como una cosa necia. No me ofendo, porque eres una cativa bestia. Cuando salió de casa, de mí tomó licencia: de su pecado, yo le daré penitencia. 19 Yo no he de rebajarme hasta haceros violencia, mas apelo ante Cristo, ante Su propia audiencia, ante Él que es poderoso y lleno de sapiencia: yo de Su boca quiero oír esta sentencia». 20 El Señor de los Cielos, alcalde sabedor, decidió la contienda: nunca visteis mejor. Mandó tornar el alma a su cuerpo el Señor, luego cual mereciese recibiría el honor. 21 El convento quedaba triste y desconsolado por este mal ejemplo que les había llegado cuando resucitó el cuerpo ya pasado; espantáronse todos de verlo en buen estado. 22 Habloles el buen hombre, díjoles: «Compañeros, muerto fui y estoy vivo, podéis estar certeros. ¡Gracias a la Gloriosa que salva a sus obreros, que me libró de manos de los malos guerreros». 23 Contoles por su lengua toda la letanía, qué decían los diablos, y qué Santa María, cómo lo libró ella de su soberanía; si no fuese por ella , estaba en negro día. 24 Rindieron a Dios gracias de toda voluntad, y a la santa Reína y Madre de piedad, que hizo tal milagro por su benignidad, por quien está más firme toda la cristiandad. 25 Confesose el monje e hizo penitencia, mejorose de toda su mala continencia, sirvió a la Gloriosa mientras tuvo potencia, finó cuando Dios quiso sin variar su creencia... Requiescat in pace cum divina clementia. 26 Muchos milagros tales, y muchos más granados hizo Santa María sobre sus aclamados: no serían los milésimos por mil hombres contados, mas de los que supiéramos quedaréis bien pagados.

Vocabulario de hinojos: de rodillas. vicario: ayudante. bullir: revolver. vegada: vez, ocasión. freiría: convento. maitines: rezo a primera hora de la mañana. clavero: el que tiene las llaves. basca: inquietud nerviosa. báratro: infierno. ál: otra cosa. palabra colorada: discurso brillante. cativa: cautiva. letanía: oración en que se invoca a Cristo, la Virgen, los santos... Aquí es una metáfora que

significa narración del suceso.

Plano de una abadía medieval

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Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, Libro de buen amor (siglo XIV) 1. La ambigüedad del libro: los romanos piden leyes a los griegos

Palabras son de sabio y díjolo Catón: el hombre, entre las penas que tiene el corazón, debe mezclar placeres y alegrar su razón, pues las muchas tristezas mucho pecado son. Como de cosas serias nadie puede reír, 5 algunos chistecillos tendré que introducir; cada vez que los oigas no quieras discutir a no ser en manera de trovar y decir. Entiende bien mis dichos y medita su esencia no me pase contigo lo que al doctor de Grecia 10 con el truhán romano de tan poca sapiencia, cuando Roma pidió a los griegos su ciencia. Así ocurrió que Roma de leyes carecía, pidióselas a Grecia, que buenas las tenía. Respondieron los griegos que no las merecía 15 ni había de entenderlas, ya que nada sabía. Pero, si las quería para de ellas usar, con los sabios de Grecia debería tratar, mostrar si las comprende y merece lograr; esta respuesta hermosa daban por se excusar. 20 Los romanos mostraron en seguida su agrado; la disputa aceptaron en contrato firmado, mas, como no entendían idioma desusado, pidieron dialogar por señas de letrado. Fijaron una fecha para ir a contender; 25 los romanos se afligen, no sabiendo qué hacer, pues, al no ser letrados, no podrán entender a los griegos doctores y su mucho saber. Estando en esta cuita, sugirió un ciudadano tomar para el certamen a un bellaco romano 30 que, como Dios quisiera, señales con la mano hiciera en la disputa y fue consejo sano. A un gran bellaco astuto se apresuran a ir y le dicen: -"Con Grecia hemos de discutir; por disputar por señas, lo que quieras pedir 35 te daremos, si sabes de este trance salir". Vistiéronle muy ricos paños de gran valía cual si fuese doctor en la filosofía. Dijo desde un sitial, con bravuconería: "Ya pueden venir griegos con su sabiduría". 40 Entonces llegó un griego, doctor muy esmerado, famoso entre los griegos, entre todos loado;

subió en otro sitial, todo el pueblo juntado. Comenzaron sus señas, como era lo tratado. El griego, reposado, se levantó a mostrar 45 un dedo, el que tenemos más cerca del pulgar, y luego se sentó en el mismo lugar. Levantóse el bigardo, frunce el ceño al mirar. Mostró luego tres dedos hacia el griego tendidos el pulgar y otros dos con aquél recogidos 50 a manera de arpón, los otros encogidos. Sientáse luego el necio, mirando sus vestidos. Levantándose el griego, tendió la palma llana y volvióse a sentar, tranquila su alma sana; levántase el bellaco con fantasía vana, 55 mostró el puño cerrado, de pelea con gana. Ante todos los suyos opina el sabio griego: "Merecen los romanos la ley, no se la niego". Levantáronse todos con paz y con sosiego, ¡gran honra tuvo Roma por un vil andariego! 60 Preguntaron al griego qué fue lo discutido y lo que aquel romano le había respondido: "Afirmé que hay un Dios y el romano entendido tres en uno, me dijo, con su signo seguido. "Yo: que en la mano tiene todo a su voluntad; 65 él: que domina al mundo su poder, y es verdad. Si saben comprender la Santa Trinidad, de las leyes merecen tener seguridad." Preguntan al bellaco por su interpretación: "Echarme un ojo fuera, tal era su intención 70 al enseñar un dedo, y con indignación le respondí airado, con determinación, que yo le quebraría, delante de las gentes, con dos dedos los ojos, con el pulgar los dientes. Dijo él que su yo no le paraba mientes, 75 a palmadas pondría mis orejas calientes. "Entonces hice seña de darle una puñada que ni en toda su vida la vería vengada; cuando vio la pelea tan mal aparejada no siguió amenazando a quien no teme nada". 80 Por eso afirma el dicho de aquella vieja ardida que no hay mala palabra si no es a mal tenida, toda frase es bien dicha cuando es bien entendida. Entiende bien mi libro, tendrás buena guarida.

2. De como, por naturaleza, humanos y animales desean la compañía del sexo contrario y de cómo

se enamoró el Arcipreste.

Aristóteles dijo, y es cosa verdadera, que el hombre por dos cosas trabaja: la primera, por el sustentamiento, y la segunda era por conseguir unión con hembra placentera. Si lo dijera yo, se me podría tachar, 5 mas lo dice un filósofo, no se me ha de culpar. De lo que dice el sabio no debemos dudar, pues con hechos se prueba su sabio razonar. Que dice verdad el sabio claramente se prueba; hombres, aves y bestias, todo animal de cueva 10 desea, por natura, siempre compaña nueva y mucho más el hombre que otro ser que se mueva. Digo que más el hombre, pues otras criaturas tan sólo en una época se juntan, por natura; el hombre, en todo tiempo, sin seso y sin mesura, 15 siempre que quiere y puede hacer esa locura. Prefiere el fuego estar guardado entre ceniza, pues antes se consume cuanto más se le atiza;

el hombre, cuando peca, bien ve que se desliza, mas por naturaleza, en el mal profundiza. 20 Yo, como soy humano y, por tal, pecador, sentí por las mujeres, a veces, gran amor. Que probemos las cosas no siempre es lo peor; el bien y el mal sabed y escoged lo mejor.

Miniatura medieval

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3. Fracasos amorosos del Arcipreste: la casquivana Cruz Cruzada Yo, como estaba solo, sin tener compañía, codiciaba la que otro para sí mantenía: eché el ojo a una dama, no santa; yo setía y cruciaba por ella, que otro era baldía. Y como, así las cosas, yo con ella no hablaba, 5 puse de mensajero, por ver si la ablandaba, a un compañero mí; ¡buena ayuda me daba! Él se comió la carne en tanto yo rumiaba. Hice, con el disgusto, esta copla cazurra; si una dama la oyere en su enojo no incurra, 10 pues debiera llamarme necio cual bestia burra si de tu gran escarnio yo no trovase a burla. Mis ojos no verán luz pues perdido he a Cruz. Cruz cruzada, panadera, 15 quise para compañera: senda creí carretera como si fuera andaluz. Con una embajada mía mandé a Fernando García 20 le rindiese pleitesía y me sirviese de dux. Dijo lo haría de grado: de Cruz llegó a ser amado, me obligó a rumiar salvado 25 y él se comió el pan más duz. Le ofreció, por mi consejo, mi trigo, que ya era añejo, y él le regaló un conejo ¡el traidor, falso, marfuz! 30 ¡Dios confunda al mensajero tan astuto y tan ligero! ¡Dios no ayude al conejero que la caza no me aduz! Cuando la Cruz veía, yo siempre me humillaba; 35 me santiguaba siempre, cuando me la encontraba; mi amigo, más de cerca a la Cruz adoraba.

4. Consejos de don Amor: condiciones que ha de tener la mujer para ser bella Si leyeres a Ovidio que por mí fue educado, hallarás en él cuentos que yo le hube mostrado, y muy buenas maneras para el enamorado; Pánfilo, cual Nasón, por mí fue amaestrado. Si quieres amar dueñas o a cualquier mujer 5 muchas cosas tendrás primero que aprender para que ella te quiera en amor acoger. Primeramente, mira qué mujer escoger. Busca mujer hermosa, atractiva y lozana, que no sea muy alta pero tampoco enana; 10 si pudieras, no quieras amar mujer villana, pues de amor nada sabe, palurda y chabacana. Busca mujer esbelta, de cabeza pequeña, cabellos amarillo no teñidos de alheña;

las cejas apartadas, largas, altas, en peña; 15 ancheta de caderas, ésta es talla de dueña. Ojos grandes, hermosos, expresivos, lucientes y con largas pestañas, bien claras y rientes; las orejas pequeñas, delgadas; para mientes (fíjate) si tiene el cuello alto, así gusta a las gentes. 20 La nariz afilada, los dientes menudillos, iguales y muy blancos, un poco apartadillos, las encías bermejas, los dientes agudillos, los labios de su boca bermejos, angostillos. La su boca pequeña, así, de buena guisa, 25 su cara sea blanca, sin vello, clara y lisa, conviene que la veas primero sin camisa pues la forma del cuerpo te dirá: ¡esto aguisa!

ACTIVIDADES DE LOS TRES PRIMEROS FRAGMENTOS 1. El primer fragmento puede dividirse en tres partes: señala cada una de ellas indicando qué versos comprende y cuál qué contiene cada una. 2. Resume en cuatro líneas la historieta que se cuenta en el primer fragmento. 3. Escribe en una sola oración la idea esencial del fragmento segundo. 4. Seguimos en el fragmento segundo: busca información sobre Aristóteles y después contesta por qué dice el texto ‘si lo dijera yo, se me podría tachar’. 5. Si observas el fragmento tercero verás que aparecen dos tipos de métrica: analiza cada una de ellas. 6. El fragmento tercero contiene algunos juegos con el significado de las palabras: búscalos y trata de explicar en qué consisten.

Actividades del fragmento 4 1. En este fragmento aparecen muchos adjetivos. Haz dos listas: una con los adjetivos especificativos y otra con los explicativos. 2. Busca y recorta la foto de alguna mujer famosa que se ajuste a esta descripción.

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5. Consejos de don Amor: necesidad de una vieja mensajera y condiciones que ha de tener. Si le envías recados, sea tu embajadora una parienta tuya; no sea servidora de tu dama y así no te será traidora: todo aquel que mal casa, después su mal deplora. 5 Procura cuanto puedas que la tu mensajera sea razonadora sutil y lisonjera, sepa mentir con gracia y seguir la carrera pues más hierve la olla bajo la tapadera. Si parienta no tienes, toma una de las viejas 10 que andan por las iglesias y saben de callejas; con gran rosario al cuello saben muchas consejas, con llanto de Moisés encantan las orejas.

6. Más consejos de don Amor: evitar la pereza. El ejemplo de los dos perezosos. Te contaré la historia de los dos perezosos que querían casarse y andaban ansiosos; ambos la misma dama rondaban codiciosos. Eran muy bien apuestos y ¡verás cuán hermosos¡ El uno tuerto era de su ojo derecho, 5 ronco era el otro, cojo y medio contrahecho; El uno contra el otro tenían gran despecho viendo ya cada uno su casamiento hecho. Respondióles la dama que quería casar con el más perezoso: ése quiere tomar. 10 Esto dijo la dueña queriéndolos burlar. Habló en seguida el cojo; se quiso adelantar: -Señora- dijo-, oíd primero mi razón, yo soy el más perezoso que éste mi compañón. Por pereza de echar el pie hasta el escalón 15 caí en la escalera, me hice esta lesión. Otro día pasaba a nado por el río, pues era de calor el más ardiente estío; perdíame de sed, mas tal pereza crío que, por no abrir la boca, ronco es el hablar mío. 20 Luego que calló el cojo, dijo el tuerto: -Señora, pequeña es la pereza de que éste habló ahora;

hablaré de la mía, ninguna la mejora ni otra tal puede hallar hombre que a Dios adora. Yo estaba enamorado de una dama en abril, 25 Estando cerca de ella, sumiso y varonil, vínome a las narices descendimiento vil: por pereza de limpiarme perdí dueña gentil. Aún más diré, señora: una noche yacía en la cama despierto y muy fuerte llovía; 30 dábame una gotera de agua que caía en mi ojo; a menudo y muy fuerte me hería. Por pereza no quise la cabeza cambiar; la gotera que digo, con su muy recio dar, el ojo que veis huero acabó por quebrar. 35 Por ser más perezoso me debéis desposar. -No sé - dijo la dueña- por todo lo que habláis qué pereza es más grande, ambos pares estáis; bien veo, torpe cojo, de qué pie cojeáis; bien veo, tuerto sucio, que siempre mal miráis. 40 Buscad con quien casaros, pues no hay mujer que adore a un torpe perezoso o de un vil se enamora. Por tanto, mi amigo, que en tu alma no more defecto ni vileza que tu porte desdore.

7. Otro consejo: atiende a tu dama. El ejemplo del pintor Pitas Payas.

»No abandones tu dama, no dejes que esté quieta, [...] »Dejó uno a su mujer (te contaré la hazaña; si la estimas en poco, cuéntame otra tamaña) Era don Pitas Payas un pintor de Bretaña, 5 casó con mujer joven que amaba la compaña. »Antes del mes cumplido dijo él: -Señora mía, a Flandes volo ir; regalos portaría. Dijo ella: -Monseñor; escoged vos el día, mas no olvidéis la casa ni la persona mía. 10 »Dijo don Pitas Payas: -Dueña de la hermosura, yo volo en vuestro cuerpo pintar una figura para que ella os impida hacer cuelquier locura. Contestó: Monseñor; haced vuestra mesura. »Pintó bajo su ombligo un pequeño cordero 15 y marchó Pitas Payas cual nuevo mercadero; estuvo allá dos años, no fue azar pasajero. Cada mes a la dama parece un año entero. »Hacía poco tiempo que ella estaba casada, había con su esposo hecho poca morada; 20 un amigo tomó y estuvo acompañada, deshízose el cordero, ya de él no queda nada. »Cuando supo la dama que venía el pintor, muy deprisa llamó a su nuevo amador; dijo que le pintase, cual supiese mejor, 25 en aquel lugar mismo un cordero menor.

»Pero con la gran prisa pintó un señor carnero, cumplido de cabeza, con todo un buen apero. Luego, al siguiente día, vino allí un mensajero: que ya don Pitas Payas llegaría ligero. 30 »Cuando al fin el pintor de Flandes fue venido, su mujer, desdeñosa, fría le ha recibido: cuando ya en su mansión con ella se ha metido, la señal que pintara no ha echado en olvido. »Dijo don Pitas Payas: -Madona, perdonad, 35 mostradme la figura y tengamos solaz. -Monseñor -dijo ella-, vos mismo la mirad: todo lo que quisieres hacet; hacedlo audaz. »Miró don Pitas Payas el sabido lugar y vio aquel gran carnero con armas de prestar. 40 -¿Cómo, madona, es esto? ¿Cómo puede pasar que yo pinté corder y encuentro este manjar? »Como en estas razones es siempre la mujer sutil y mal sabida, dijo: -¿Qué, monseñer? ¿Petit cordet; dos años, no se ha de hacer carner? 45 Si no tardaseis tanto aún sería cordel. »Por tanto, ten cuidado, no abandones la pieza, no seas Pitas Payas, para otro no se cueza; incita a la mujer con gran delicadeza y si promete al fin, guárdate de tibieza. 50

Actividad del fragmento 5: 1. Analiza los verbos del fragmento indicando su modo, tiempo, persona...

Actividades de los fragmentos 6 y 7 1. Recuerda los fragmentos 1 y 2 del Libro de buen amor. Tras leer estos dos ejemplos. ¿Cuál crees que es la verdadera intención del libro? Justifica tu respuesta. 2. Resume estos dos ejemplos.

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8. Dificultades de El Arcipreste para conquistar a una mujer Amigos, grande es mi pena, y puesto estoy en la honda; a la dama voy a hablar, quiera Dios bien me responda. ¡Ay, Dios, cuán hermosa viene doña Endrina por la plaza! ¡Ay, qué talle, qué donaire, qué alto cuello de garza! ¡Qué cabellos, qué boquita, qué color, qué buenandanza! Con saetas de amor hiere cuando los sus ojos alza. Pero tal lugar no era para conversar de amores; acometiéronme luego muchos miedos y temblores, los mis pies y las mis manos no eran de sí señores, perdí seso, perdí fuerza, mudáronse mis colores. Unas palabras tenía pensadas para decir, la vergüenza ante la gente otras me hace proferir; apenas era yo mismo, sin saber por dónde ir; mis dichos y mis ideas no conseguían seguir. Hablar con mujer en plaza es cosa muy descubierta y, a veces, mal perro atado está tras la puerta abierta; es bueno disimular, echar alguna cubierta, pues sólo en lugar seguro se puede hablar cosa cierta.

9. El Arcipreste se vale de una intermediara, Trotaconventos, ante una dama: retrato de Juan Ruiz —Señora —diz la vieja—, yo le veo a menudo; el cuerpo tiene alto, piernas largas, membrudo, la cabeza no chica, velloso, pescozudo, el cuello no muy alto, pelinegro, orejudo. Las cejas apartadas, negras como el carbón, el andar muy erguido, así como el pavón, el paso firme, airoso y de buena razón, la su nariz es larga; esto le descompón. Las encías bermejas, sonora voz usual, la boca no pequeña; son sus labios, tal cual, más gruesos que delgados, rojos como el coral; las espaldas muy anchas; las muñecas, igual. Ojos algo pequeños; de color, morenazo; abombado su pecho y poderoso el brazo, bien cumplidas las piernas; el pie, chico pedazo. Señora, no vi más; en su nombre os abrazo. Es ligero, valiente y muy joven en días; en música, maestro; sabe de juglarías; galante, muy alegre. ¡Por las zapatas mías!, ¡un hombre así no anda hoy por las travesías!

10. Una serrana Pasando yo una mañana el puerto de Malangosto asaltóme una serrana tan pronto asomé mi rostro. -«Desgraciado, ¿dónde andas? ¿Qué buscas o qué demandas por aqueste puerto angosto?» Contesté yo a sus preguntas: -«Me voy para Sotos Albos» Dijo: -«¡El pecado barruntas con esos aires tan bravos! Por aquesta encrucijada que yo tengo bien guardada, no pasan los hombres salvos.» Plantóseme en el sendero la sarnosa, ruin y fea, dijo: -«¡Por mi fe, escudero! aquí me estaré yo queda; hasta que algo me prometas, por mucho que tú arremetas, no pasarás la vereda.» Díjele: -«¡Por Dios, vaquera, no me estorbes la jornada! deja libre la carrera; para ti no traje nada.» Me repuso: -«Entonces torna, por Somosierra trastorna, que aquí no tendrás posada.» Y la Chata endiablada, ¡que San Julián la confunda! arrojóme la cayada y, volteando su honda, dijo afinando el pedrero: -«¡Por el Padre verdadero, tú me pagas hoy la ronda!» Nieve había, granizaba, hablóme la Chata luego y hablando me amenazaba: -«¡Paga o ya verás el juego!» Dije yo:-«¡Por Dios, hermosa,

deciros quiero una cosa, pero sea Junto al fuego!» -«Yo te llevaré a mi casa y te mostraré el camino, encenderé fuego y brasa y te daré pan y vino. Pero ¡a fe!, promete algo y te tendré por hidalgo. ¡Buena mañana te vino!» Yo, con miedo y arrecido, le prometí un garnacha y ofrecí, para el vestido, un prendedor y una plancha. Dijo: -«Yo doy más, amigo. ¡Anda acá, vente conmigo, no tengas miedo a la escarcha!». Cogióme fuerte la mano y en su pescuezo la puso, como algún zurrón liviano llevóme la cuesta ayuso. -«¡Desgraciado!, no te espantes, que bien te daré que yantes como es en la tierra uso.» Me hizo entrar mucha aína en su venta, con enhoto; y me dio hoguera de encina, mucho conejo de Soto, buenas perdices asadas, hogazas mal amasadas y buena carne de choto.

11. Petición final y fecha de copia Señores, os he servido con poca sabiduría; para dar solaz a todos he hablado en juglaría. Un galardón solo pido por Dios: que en la romería ofrezcáis un Pater noster por mí y un Ave María. Era de mi y trescientos y ochenta y un años fue compuesto este romance contra los males e daños que causan muchos y muchas a otros con sus engaños, y por mostrar a ignorantes dichos y versos extraños.

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Don Juan Manuel, El conde Lucanor (Siglo XIV) Exemplo XXXV:

Lo que sucedió a un mancebo que casó con una muchacha muy rebelde

Otra vez hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le decía: -Patronio, un pariente mío me ha contado que lo quieren casar con una mujer muy rica y más ilustre que él, por lo que esta 5 boda le sería muy provechosa si no fuera porque, según le han dicho algunos amigos, se trata de una doncella muy violenta y colérica. Por eso os ruego que me digáis si le debo aconsejar que se case con ella, sabiendo cómo es, o si le debo aconsejar que no lo haga. 10 -Señor conde -dijo Patronio-, si vuestro pariente tiene el carácter de un joven cuyo padre era un honrado moro, aconsejadle que se case con ella; pero si no es así, no se lo aconsejéis. El conde le rogó que le contase lo sucedido. 15 Patronio le dijo que en una ciudad vivían un padre y su hijo, que era excelente persona, pero no tan rico que pudiese realizar cuantos proyectos tenía para salir adelante. Por eso el mancebo estaba siempre muy preocupado, pues siendo tan 20 emprendedor no tenía medios ni dinero. En aquella misma ciudad vivía otro hombre mucho más distinguido y más rico que el primero, que sólo tenía una hija, de carácter muy distinto al del mancebo, pues cuanto en él había de bueno, lo tenía ella de malo, por lo cual nadie en el 25 mundo querría casarse con aquel diablo de mujer. Aquel mancebo tan bueno fue un día a su padre y le dijo que, pues no era tan rico que pudiera darle cuanto necesitaba para vivir, se vería en la necesidad de pasar miseria y pobreza o irse de allí, por lo cual, si él daba su 30 consentimiento, le parecía más juicioso buscar un matrimonio conveniente, con el que pudiera encontrar un medio de llevar a cabo sus proyectos. El padre le contestó que le gustaría mucho poder encontrarle un matrimonio ventajoso. Dijo el mancebo a su padre que, si él quería, podía intentar 35 que aquel hombre bueno, que tenía una hija tan mala, se la diese por esposa. El padre, al oír decir esto a su hijo, se asombró mucho y le preguntó cómo había pensado aquello, pues no había nadie en el mundo que la conociese que, aunque fuera muy pobre, quisiera casarse con ella. El hijo le 40 contestó que hiciese el favor de concertarle aquel matrimonio. Tanto le insistió que, aunque al padre le pareció algo muy extraño, le dijo que lo haría. Marchó luego a casa de aquel buen hombre, del que era muy amigo, y le contó cuanto había hablado con su hijo, diciéndole 45 que, como el mancebo estaba dispuesto a casarse con su hija, consintiera en su matrimonio. Cuando el buen hombre oyó hablar así a su amigo, le contestó: -Por Dios, amigo, si yo autorizara esa boda sería vuestro peor amigo, pues tratándose de vuestro hijo, que es muy bueno, yo 50 pensaría que le hacía grave daño al consentir su perjuicio o su muerte, porque estoy seguro de que, si se casa con mi hija, morirá, o su vida con ella será peor que la misma muerte. Mas no penséis que os digo esto por no aceptar vuestra petición, pues, si la queréis como esposa de vuestro hijo, a mí mucho me 55 contentará entregarla a él o a cualquiera que se la lleve de esta casa. Su amigo le respondió que le agradecía mucho su advertencia, pero, como su hijo insistía en casarse con ella, le volvía a pedir su consentimiento. 60 Celebrada la boda, llevaron a la novia a casa de su marido y, como eran moros, siguiendo sus costumbres les prepararon la cena, les pusieron la mesa y los dejaron solos hasta la mañana siguiente. Pero los padres y parientes del novio y de

la novia estaban con mucho miedo, pues pensaban que al día 65 siguiente encontrarían al joven muerto o muy mal herido. Al quedarse los novios solos en su casa, se sentaron a la mesa y, antes de que ella pudiese decir nada, miró el novio a una y otra parte y, al ver a un perro, le dijo ya bastante airado: -¡Perro, danos agua para las manos! 70 Como es natural, el perro no lo hizo. El mancebo comenzó a enfadarse y le ordenó con más ira que les trajese agua para las manos. Pero el perro seguía sin obedecerle. Viendo que el perro no lo hacía, el joven se levantó muy enfadado de la mesa y, cogiendo la espada, se lanzó contra el perro, que, al 75 verlo venir así, emprendió una veloz huida, perseguido por el mancebo, saltando ambos por entre la ropa, la mesa y el fuego; tanto lo persiguió que, al fin, el mancebo le dio alcance, lo sujetó y le cortó la cabeza, las patas y las manos, haciéndolo pedazos y ensangrentando toda la casa, la mesa y 80 la ropa. Después, muy enojado y lleno de sangre, volvió a sentarse a la mesa y miró alrededor. Vio un gato, al que mandó que trajese agua para las manos; como el gato no lo hacía, le gritó: 85 -¡Cómo, falso traidor! ¿No has visto lo que he hecho con el perro por no obedecerme? Juro por Dios que, si tardas en hacer lo que mando, tendrás la misma muerte que el perro. El gato siguió sin moverse, pues tampoco es costumbre suya llevar el agua para las manos. Como no lo hacía, se levantó el 90 mancebo, lo cogió por las patas y lo estrelló contra una pared, haciendo de él más de cien pedazos y demostrando con él mayor ensañamiento que con el perro. Así, indignado, colérico y haciendo gestos de ira, volvió a la mesa y miró a todas partes. La mujer, al verle hacer todo esto, 95 pensó que se había vuelto loco y no decía nada. Después de mirar por todas partes, vio a su caballo, que estaba en la cámara y, aunque era el único que tenía, le mandó muy enfadado que les trajese agua para las manos; pero el caballo no le obedeció. Al ver que no lo hacía, le 100 gritó: -¡Cómo, don caballo! ¿Pensáis que, porque no tengo otro caballo, os respetaré la vida si no hacéis lo que yo mando? Estáis muy confundido, pues si, para desgracia vuestra, no cumplís mis órdenes, juro ante Dios daros tan mala muerte 105 como a los otros, porque no hay nadie en el mundo que me desobedezca que no corra la misma suerte. El caballo siguió sin moverse. Cuando el mancebo vio que el caballo no lo obedecía, se acercó a él, le cortó la cabeza con mucha rabia y luego lo hizo pedazos. 110 Al ver su mujer que mataba al caballo, aunque no tenía otro, y que decía que haría lo mismo con quien no le obedeciese, pensó que no se trataba de una broma y le entró tantísimo miedo que no sabía si estaba viva o muerta. Él, así, furioso, ensangrentado y colérico, volvió a la mesa, 115 jurando que, si mil caballos, hombres o mujeres hubiera en su casa que no le hicieran caso, los mataría a todos. Se sentó y miró a un lado y a otro, con la espada llena de sangre en el regazo; cuando hubo mirado muy bien, al no ver a ningún ser vivo sino a su mujer, volvió la mirada hacia ella con mucha ira 120 y le dijo con muchísima furia, mostrándole la espada: -Levantaos y dadme agua para las manos. La mujer, que no esperaba otra cosa sino que la despedazaría, se levantó a toda prisa y le trajo el agua que pedía. Él le dijo: 125 -¡Ah! ¡Cuántas gracias doy a Dios porque habéis hecho lo que os mandé! Pues de lo contrario, y con el disgusto que estos estúpidos me han dado, habría hecho con vos lo mismo que con ellos. Después le ordenó que le sirviese la comida y ella le 130 obedeció. Cada vez que le mandaba alguna cosa, tan

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violentamente se lo decía y con tal voz que ella creía que su cabeza rodaría por el suelo. Así ocurrió entre los dos aquella noche, que nunca hablaba ella sino que se limitaba a obedecer a su marido. Cuando ya 135 habían dormido un rato, le dijo él: -Con tanta ira como he tenido esta noche, no he podido dormir bien. Procurad que mañana no me despierte nadie y preparadme un buen desayuno. Cuando aún era muy de mañana, los padres, madres y 140 parientes se acercaron a la puerta y, como no se oía a nadie, pensaron que el novio estaba muerto o gravemente herido. Viendo por entre las puertas a la novia y no al novio, su temor se hizo muy grande. Ella, al verlos junto a la puerta, se les acercó muy despacio y, 145 llena de temor, comenzó a increparles: -¡Locos, insensatos! ¿Qué hacéis ahí? ¿Cómo os atrevéis a llegar a esta puerta? ¿No os da miedo hablar? ¡Callaos, si no, todos moriremos, vosotros y yo! Al oírla decir esto, quedaron muy sorprendidos. Cuando 150 supieron lo ocurrido entre ellos aquella noche, sintieron gran estima por el mancebo porque había sabido imponer su autoridad y hacerse él con el gobierno de su casa. Desde aquel día en adelante, fue su mujer muy obediente y llevaron muy buena vida. 155

Pasados unos días, quiso su suegro hacer lo mismo que su yerno, para lo cual mató un gallo; pero su mujer le dijo: -En verdad, don Fulano, que os decidís muy tarde, porque de nada os valdría aunque mataseis cien caballos: antes tendríais que haberlo hecho, que ahora nos conocemos de sobra. 160 Y concluyó Patronio: -Vos, señor conde, si vuestro pariente quiere casarse con esa mujer y vuestro familiar tiene el carácter de aquel mancebo, aconsejadle que lo haga, pues sabrá mandar en su casa; pero 165 si no es así y no puede hacer todo lo necesario para imponerse a su futura esposa, debe dejar pasar esa oportunidad. También os aconsejo a vos que, cuando hayáis de tratar con los demás hombres, les deis a entender desde el principio cómo han de portarse con vos. 170 El conde vio que este era un buen consejo, obró según él y le fue muy bien. Como don Juan comprobó que el cuento era bueno, lo mandó escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así: 175

Si desde un principio no muestras quién eres, nunca podrás después, cuando quisieres.

Actividades 1. Divide el exemplo que se cuenta en tres partes (planteamiento-nudo-desenlace) señalando lo más importante de cada una y qué líneas ocupa. 2. Haz un breve resumen del exemplum. 3. Busca en un diccionario qué significa la palabra “misoginia” y justifica si en este texto aparece la misoginia. 4. Atrévete a dibujar un cómic con la historieta que se cuenta.

Un día un mozo le dice a su padre que ha decidido casarse con una chica mora, muy rica pero de mal carácter.

Tras celebrarse la boda, los novios se van a su nueva casa. Pero los parientes temen que el mozo no salga vivo de su primera noche.

Antes de cenar el mozo mata salvajemente a su perro porque no le lavó las manos cuando se lo pidió.

Un día un hijo le propone a su padre que para conseguir dinero le permita casarse con una chica de familia rica

A continuación hizo lo mismo con su gato e incluso con su propio caballo.

Un día un hijo le propone a su padre que para conseguir dinero le permita casarse con una chica de familia rica

Pensando que la siguiente sería ella, la chica empezó a temblar y obedeció a la primera.

Al día siguiente el padre de la chica quiso emplear la misma estrategia con su propia esposa pero...

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POESÍA DE CANCIONEROS (Siglo XV)

Canción 1 Ven, muerte, tan escondida que no te sienta conmigo, porque el gozo de contigo no me torne a dar la vida. Ven como rayo que hiere, que hasta que ha herido no se siente su ruido, por mejor herir do quiere. Así sea tu venida; si no desde aquí me obligo que el gozo que habré contigo me dará de nuevo vida. Comendador Escrivá

Canción 2 Para jamás olvidaros, ni ansias a mí olvidarme; para yo desesperarme y vos nunca apiadaros, ¡ay, qué mal hice en miraros! No pueden mis ojos veros sin que me causen sospiros mi forzado requeriros, mi nunca poder venceros; para siempre conquistaros y vos siempre desdeñarme, para yo desesperarme y vos nunca apiadaros ¡ay, qué mal hice en miraros! Fray Íñigo de Mendoza

Canción 3 El amor ha tales mañas, que quien no se guarda de ellas, si se le entra en las entrañas, no puede salir sin ellas. El amor es un gusano, bien mirada su figura; es un cáncer de natura que come todo lo sano; por sus burlas, por sus sañas, de él se dan tales querellas, que si entra en las entrañas, no puede salir sin ellas. Florencia Pinar

Actividades 1. Estas tres canciones son de tema amoroso: precisa en cada caso qué aspecto de la relación amorosa se desarrolla. 2. En todos los poemas hay ciertos elementos del amor cortés, localízalos (sufrimiento amoroso, el amor como servicio, exaltación de la amada…). 3. Describe la métrica de las tres canciones. 4. Enumera las figuras retóricas de las dos primeras composiciones. 5. La canción 3 presenta una cierta ambigüedad: ¿en qué consiste?

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Actividades Copla 1: busca una personificación y una anáfora. Copla 2: explica con tus palabras el significado de esta copla. Copla 3: Investiga qué significa ‘señorío’ e interpreta esta copla 3. Copla 5: en esta copla hay una alegoría basada en la metáfora de la vida como un camino. ¿Qué otras metáforas componen la alegoría? Coplas 9, 16 y 17: ¿qué tópico aparece en ambas?, ¿en qué se centra cada una de estas tres coplas? ¿Con qué tipo de vida las puedes relacionar? Copla 29 y 30: ¿qué valora Jorge Manrique de su padre?, ¿por qué aparece la Muerte con mayúsculas? Analiza la métrica de cualquier copla.

JORGE MANRIQUE, COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE (SIGLO XV)

I Recuerde el alma dormida, avive el seso e despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor. II Pues si vemos lo presente cómo en un punto se es ido e acabado, si juzgamos sabiamente, daremos lo no venido por pasado. [...] III Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar e consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos e más chicos, allegados, son iguales los que viven por sus manos e los ricos.

V Este mundo es el camino para el otro, que es morada sin pesar; mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar. Partimos cuando nascemos, andamos mientras vivimos, e llegamos al tiempo que fenecemos; así que cuando morimos, descansamos. IX Decidme: La hermosura, la gentil frescura y tez de la cara, la color e la blancura, cuando viene la vejez, ¿cuál se para? Las mañas e ligereza e la fuerza corporal de juventud, todo se torna graveza cuando llega el arrabal de senectud.

XVI ¿Qué se hizo el rey don Juan? Los infantes de Aragón

¿qué se hicieron? ¿Qué fue de tanto galán, qué de tanta invención como trajeron? ¿Fueron sino devaneos, qué fueron sino verduras de las eras, las justas e los torneos, paramentos, bordaduras e cimeras?

XVII ¿Qué se hicieron las damas, sus tocados e vestidos, sus olores? ¿Qué se hicieron las llamas de los fuegos encendidos de amadores? ¿Qué se hizo aquel trovar, las músicas acordadas que tañían? ¿Qué se hizo aquel danzar, aquellas ropas chapadas que traían?

XXIX [Se refiere a su padre] Non dejó grandes tesoros, ni alcanzó muchas riquezas ni vajillas; mas hizo guerra a los moros ganando sus fortalezas e sus villas; y en las lides que venció, cuántos moros e caballos

se perdieron; y en este oficio ganó las rentas e los vasallos que le dieron.

XXXIII Después de puesta la vida tantas veces por su ley al tablero; después de tan bien servida la corona de su rey verdadero; después de tanta hazaña a que no puede bastar cuenta cierta, en la su villa de Ocaña vino la Muerte a llamar a su puerta,

XL Así, con tal entender, todos sentidos humanos conservados, cercado de su mujer y de sus hijos e hermanos e criados, dio el alma a quien se la dio (el cual la ponga en el cielo en su gloria), que aunque la vida perdió, dejonos harto consuelo su memoria.

Representación medieval de la muerte

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ROMANCERO VIEJO (Siglo XV)

Romance de Lanzarote y el

Orgulloso

Nunca fuera caballero de damas tan bien servido como fuera Lanzarote cuando de Bretaña vino, que dueñas cuidaban de él, doncellas, de su rocino. Esa dueña Quintañona, ésa le escanciaba el vino. La linda reina Ginebra se lo acostaba consigo, y, estando al mejor sabor, que sueño no había dormido, la reina toda turbada un pleito ha conmovido: -Lanzarote, Lanzarote, si antes hubieras venido no hablara el Orgulloso las palabras que había dicho: que a pesar de vos, señor, se acostaría conmigo. Ya se arma Lanzarote, de gran pesar conmovido; despídese de su amiga, pregunta por su camino. Topó con el Orgulloso debajo de un verde pino; combátanse de las lanzas, a las hachas han venido; ya desmaya el orgulloso, ya cae en tierra tendido; le cortara la cabeza sin hacer ningún partido. Vuélvese para su amiga, donde fue bien recibido. 1. Resume el contenido del romance y di de qué tipo es. 2. ¿Dónde hay un cambio en los

tiempos verbales?

Romance del Conde Olinos

Madrugaba el Conde Olinos, mañanita de San Juan, a dar agua a su caballo a las orillas del mar. Mientras el caballo bebe canta un hermoso cantar: las aves que iban volando se paraban a escuchar; caminante que camina

detiene su caminar; navegante que navega la nave vuelve hacia allá. Desde la torre más alta la reina le oyó cantar: -Mira, hija, cómo canta la sirenita del mar. -No es la sirenita, madre, que esa no tiene cantar; es la voz del conde Olinos, que por mí penando está. -Si por tus amores pena yo le mandaré matar, que para casar contigo le falta sangre real. -¡No le mande matar, madre; no le mande usted matar, que si mata la conde Olinos juntos nos han de enterrar! -¡Que lo maten a lanzadas y su cuerpo echen al mar! Él murió a la media noche; ella, a los gallos cantar. A ella, como hija de reyes, la entierran en el altar, y a él, como hijo de condes, unos pasos más atrás De ella nace un rosal blanco; de él, un espinar albar.

Crece el uno, crece el otro, los dos se van a juntar. La reina, llena de envidia, ambos los mandó cortar; el galán que los cortaba no cesaba de llorar. De ella naciera una garza; de él, un fuerte gavilán. Juntos vuelan por el cielo, juntos vuelan para a par. 1. Resume el contenido del romance y di de qué tipo es.

2. ¿Qué función tiene la canción que canta el conde Olinos? 3. Compara la función de la madre en la lírica tradicional (jarchas…) y en este romance.

Romance del Conde Arnaldos

¡Quién hubiese tal ventura sobre las aguas del mar como hubo el conde Arnaldos

la mañana de San Juan! Con un halcón en la mano la caza iba a cazar. Vio venir una galera que a tierra quiere llegar. Las velas traía de seda, la jarcia de un cendal; marinero que la manda diciendo viene un cantar que la mar hacía en calma, los vientos hace amainar, los peces que andan al hondo arribalos hace andar, las aves que van volando al mástil van a posar. Allí habló el conde Arnaldos, bien oiréis lo que dirá: -Por Dios ruego, marinero, dígasme ahora ese cantar. Respondióle el marinero, tal respuesta le fue a dar: -Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va. 1. Este romance presenta diversos elementos simbólicos: el mar, la mañana de San Juan (inicio del solsticio de verano) y la caza. ¿Qué representa cada uno de ellos?

2. ¿Qué efectos produce la mágica canción del marinero en la naturaleza? ¿Por qué? 3. La mañana de san Juan, la «caza» del caballero, la belleza de la nave, una canción que promete tanta felicidad, el deseo del caballero por conocer esa canción… explica qué sentido puede tener este romance. 4. Enumera los rasgos propios de los romances que encuentres

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Grabado y argumento del acto I según la edición de 1499

Fernando de Rojas (y un «antiguo autor»), Tragicomedia de Calisto y

Melibea o Celestina (1499 y 1502)

[La presente antología está modernizada y adaptada para una fácil lectura escolar. Se puede leer una versión completa adaptada en el este enlace] 1. Encuentro de Calisto y Melibea en el huerto. Calisto diviniza a su amada. CALISTO. En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios. MELIBEA. ¿En qué, Calisto? CALISTO. En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase, y hacer a mí, inmérito, tanta merced que verte alcanzase, y en tan conveniente lugar, que mi secreto dolor manifestarte pudiese. Sin duda, incomparablemente es mayor tal galardón que el servicio, sacrificio, devoción y obras pías que por este lugar alcanzar tengo yo a Dios ofrecido. ¿Quién vio en esta vida cuerpo glorificado de ningún hombre como ahora el mío? Por cierto, los gloriosos santos que se deleitan en la visión divina no gozan más que yo ahora en el acatamiento tuyo. Mas, ¡oh triste!, que en esto diferimos: que ellos puramente se glorifican sin temor de caer de tal bienaventuranza y yo, mixto, me alegro con recelo del esquivo tormento que tu ausencia me ha de causar. MELIBEA. ¿Por gran premio tienes éste, Calisto? CALISTO. Téngolo por tanto, en verdad, que si Dios me diese en el cielo silla sobre sus santos, no lo tendría por tanta felicidad. MELIBEA. Pues aun más igual galardón te daré yo si perseveras. CALISTO. ¡Oh bienaventuradas orejas mías, que indignamente tan gran palabra habéis oído! MELIBEA. Más desaventuradas de que me acabes de oír, porque la paga será tan fiera cual merece tu loco atrevimiento y el intento de tus palabras ha sido. ¿Cómo de ingenio de tal hombre como tú haber de salir para se perder en la virtud de tal mujer como yo? ¡Vete, vete de ahí, torpe!, que no puede mi paciencia tolerar que haya subido en corazón humano conmigo en ilícito amor comunicar su deleite. CALISTO. Iré como aquel contra quien solamente la adversa fortuna pone su estudio con odio cruel. 2. Calisto diviniza a su amada ante su criado Sempronio SEMPRONIO. Digo que nunca Dios quiera tal, que es especie de herejía lo que ahora dijiste. CALISTO. ¿Por qué? SEMPRONIO. Porque lo que dices contradice la cristiana religión. CALISTO. ¿Qué a mí? SEMPRONIO. ¿Tú no eres cristiano? CALISTO. ¿Yo? Melibeo soy, y a Melibea adoro, y en Melibea creo, y a Melibea amo. SEMPRONIO. Tú te lo dirás. Como Melibea es grande, no cabe en el corazón de mi amo, que por la boca le sale a borbollones. No es más menester; bien sé de qué pie cojeas; yo te sanaré. 3. Calisto describe emocionado a su amada y Sempronio se burla. CALISTO. Comienzo por los cabellos. ¿Ves tú las madejas del oro delgado que hilan en Arabia? Más lindas son y no resplandecen menos; son tan largos que le llegan hasta los pies; después cuando se los peina y los recoge con una delgada cuerda, convierte a los hombres en piedra. SEMPRONIO. (Hablando aparte) ¡Más en asnos! CALISTO. ¿Qué dices? SEMPRONIO. Dije que esos tales no serían cerdas de asno. CALISTO. ¡Mira que eres torpe eres con esa comparación! SEMPRONIO. (aparte) ¿Y tú estás cuerdo? CALISTO. Los ojos verdes, rasgados, las pestañas largas, las cejas delgadas y alzadas, la nariz mediana, la boca pequeña, los dientes menudos y blancos, los labios colorados y algo carnosos, el torno del rostro poco más largo que redondo, el pecho alto, la redondez y forma de las pequeñas tetas, ¿quién te la podría figurar? Que se despereza el hombre cuando las mira. La tez lisa, lustrosa, su piel oscurece la nieve, la color mezclada, como ella la escogió para sí.

ARGUMENTO GENERAL DE TODA LA OBRA (en su lengua original) Calisto fue de noble linaje, de claro ingenio, de gentil disposición, de linda criança, dotado de muchas gracias, de estado mediano. Fue preso en el amor de Melibea, muger moça, muy generosa, de alta y sereníssima sangre, sublimada en próspero estado, vna sola heredera a su padre Pleberio, y de su madre Alisa muy amada. Por solicitud del pungido Calisto, vencido el casto propósito della entreueniendo Celestina, mala y astuta mujer, con dos seruientes del vencido Calisto, engañados y por ésta tornados desleales, presa su fidelidad con anzuelo de codicia y de deleyte, vinieron los amantes y los que les ministraron, en amargo y desastrado fin.

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SEMPRONIO. (¡En sus trece está este necio!). CALISTO. Las manos pequeñas en mediana manera, de dulce carne acompañadas, los dedos finos, las uñas en ellos largas y coloradas, que parecen rubíes entre perlas. SEMPRONIO. ¿Has terminado? CALISTO. Lo más brevemente que pude. SEMPRONIO. Puesto que sea todo eso verdad, por ser tú hombre, eres más digno. CALISTO. ¿En qué? SEMPRONIO. En que ella es imperfecta, por el cual defecto desea y apetece a ti y a otro menor que tú. ¿No has leído el filósofo cuando dice: “Así como la materia apetece a la forma, así la mujer al varón”? [Sempronio aconseja a Calisto que contrate a una vieja alcahueta, Celestina. El otro criado, Pármeno, intenta advertir a Calisto del peligro al que se expone, pero Calisto no le hace caso. Llega Celestina y promete ir a casa de Melibea para engatusarla] 4. Entrevista entre Celestina y Melibea. CELESTINA. Señora, el perdón sobraría donde el yerro falta; de Dios seas perdonada, que buena compañía me queda. Dios la deje gozar su noble juventud y florida mocedad, que es el tiempo en que más placeres y mayores deleites se alcanzan. Que a la mi fe, la vejez no es sino mesón de enfermedades, posada de pensamientos, amiga de rencillas, congoja continua, llaga incurable, mancilla de lo passado, pena de lo presente, cuidado triste de lo porvenir, vecina de la muerte, choza sin rama que se llueve por cada parte, cayado de mimbre que con poca carga se doblega. MELIBEA. ¿Por qué dices, madre, tanto mal de lo que todo el mundo con tanta eficacia gozar y ver desea? CELESTINA. Desean harto mal para sí; desean harto trabajo; desean llegar allá, porque llegando viven, y el vivir es dulce, y viviendo envejecen. Así que el niño desea ser mozo, y el mozo viejo, y el viejo más, aunque con dolor; todo por vivir. Porque, como dicen, viva la gallina con su pepita. Pero ¿quién te podrá contar, señora, sus daños, sus inconvenientes, sus fatigas, sus cuidados, sus enfermedades, su frío, su calor, su descontentamiento, su rencilla, su pesadumbre?; aquel arrugar de cara, aquel mudar de cabellos su primera y fresca color, aquel poco oír, aquel debilitado ver, puestos los ojos a la sombra, aquel hundimiento de boca, aquel caer de dientes, aquel carecer de fuerza, aquel flaco andar, aquel espacioso comer. Pues, ¡ay, ay, señora!, si lo dicho viene acompañado de pobreza, allí verás callar todos los otros trabajos cuando sobra la gana y falta la provisión, que jamás sentí peor punzada que de hambre. MELIBEA. Madre, entonces gran pena tendrás por la edad que perdiste. ¿Querrías volver a la primera? CELESTINA. Loco es, señora, el caminante que, enojado del trabajo del día, quisiese volver de comienzo la jornada para tornar otra vez a aquel lugar. [...] No ay cosa más dulce ni graciosa al muy cansado que el mesón. Así que, aunque la mocedad sea alegre, el verdadero viejo no la desea, porque el que de razón y seso carece, casi otra cosa no ama sino lo que perdió. MELIBEA. Celestina, amiga, yo me he alegrado mucho en verte y conocerte; también has entretenido con tus razones. Toma tu dinero y vete con Dios, que me parece que no debes haber comido. CELESTINA. ¡O angélica imagen, o perla preciosa, y cómo te lo dices! Gozo me toma en verte hablar, ¿y no sabes que por la divina boca fue dicho, contra aquel infernal tentador, que no de sólo pan viviriamos? Pues así es, que no el sólo comer mantiene. Mayormente a mí, que me suelo estar uno y dos días negociando encomiendas ajenas sin comer nada, salvo hacer por los buenos, morir por ellos. Pues si tú me das licencia, te diré la causa de mi venida, que es otra que la que hasta ahora has oído, y tal que todos perderíamos si me volviera en balde sin que la sepas. MELIBEA. Di, madre, todas tus necesidades, que si yo las pudiere remediar, de muy buen grado lo haré. CELESTINA. ¿Mías, señora? Antes ajenas, como tengo dicho.[...] Doncella graciosa y de alto linaje, tu suave habla y alegre gesto, junto con el aparejo de liberalidad que muestras con esta pobre vieja, me dan osadía a decírtelo. Yo dejo un enfermo a las puertas de la muerte, que con sola una palabra de tu noble boca salida, que le lleve metida en mi seno, tiene por fe que sanará, según la mucha devoción tiene en tu gentileza. MELIBEA. Vieja honrada, no te entiendo, si más no declaras tu demanda CELESTINA. El temor perdí mirando, señora, tu beldad, que no puedo creer que en balde pintase Dios unos gestos más perfetos que otros. Pues como todos seamos humanos, nascidos para morir, y sea cierto que no se puede decir nacido el que para sí solo nasció ¿Por qué no daremos parte de nuestras gracias y personas a los próximos? Mayormente cuando están envueltos en secretas enfermedades, y tales que, donde está la medicina, salió la causa de la enfermedad. MELIBEA. Por Dios, que sin más tardar me digas quién es ese doliente, que de enfermedad tan extraña se siente que su pasión y remedio salen de una misma fuente. CELESTINA. Bien tendrás, señora, noticia en esta ciudad de un caballero mancebo, gentilhombre de clara sangre, que llaman Calisto. MELIBEA. ¡Ya, ya, ya, buena vieja, no me digas más! No pases adelante. ¿Ese es el doliente por quién has hecho tantas promesas en tu demanda, por quién has venido a buscar la muerte para ti, por quién has dado tan dañosos pasos? Desvergonzada barbuda, ¿qué siente ese perdido que con tanta pasión vienes? De locura será su mal. ¿Qué te parece? Si me hallaras sin sospecha de ese loco, con qué palabras me entrabas. [Al comprobar Celestina la indignación de Melibea, le dice que está en un error: en realidad viene para que le preste un cordón milagroso contra el dolor de muelas que padece Calisto. Aplacada Melibea, le entrega el cordón no sin que Celestina le haga grandes elogios de Calisto. Al mismo tiempo, Celestina utilizará el cordón que le ha dado Calisto en un conjuro diabólico para enamorar a Melibea] 5. Pármeno y Sempronio matan a Celestina por avaricia [En efecto, queda Melibea enamorada de Calisto, con quien ya ha mantenido una primera conversación a través de la puerta: han quedado en encontrarse la noche siguiente. Celestina, en tanto, ha conseguido otro regalo del galán, pero no accede a dar parte a sus aliados, los criados de Calisto, Pármeno y Sempronio. Ambos criados van a verla y a exigírselo. La vieja se niega con diversos argumentos]

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SEMPRONIO. Déjate conmigo de razones; a perro viejo no cuz cuz. Danos las dos partes por cuenta de cuanto de Calisto has recibido; no quieras que se descubra quién tú eres. A otros con esos halagos, vieja. CELESTINA. ¿Quién soy yo, Sempronio? ¿Me quitaste de la putería? Calla tu lengua; no amengües mis canas, que soy una vieja cual Dios me hizo, no peor que todas. Vivo de mi oficio como cualquier profesional del suyo, muy limpiamente. A quien no me quiere, no le busco; de mi casa me vienen a sacar, en mi casa me ruegan. Si bien o mal vivo, Dios es el testigo de mi corazón. Y no pienses con tu ira maltratarme, que justicia hay para todos, a todos es igual. Déjame en mi casa con mi fortuna. Y tú, Pármeno, no pienses que soy tu cautiva por saber mis secretos y mi vida pasada y los casos que nos ocurrieron a mí y a la desdichada de tu madre. PÁRMENO. ¡No me hinches las narices con esas memorias; si no, te enviaré con nuevas a ella, donde mejor te puedas quejar! CELESTINA. ¡Elicia, Elicia, levántate de la cama, trae mi manto presto, que por los santos de Dios, para aquella justicia me vaya bramando como una loca! ¿Qué es esto? ¿Qué quieren decir tales amenazas en mi casa? ¿Con una oveja mansa teneís vosotros manos y braveza? ¿Con una gallina atada? ¿Con una vieja de sesenta años? ¡Allá, allá, con los hombres como vosotros! Contra los que ciñen espada mostrad vuestras iras, no contra mi flaca rueca. SEMPRONIO. O vieja avarienta, garganta muerta de sed por dinero, ¿no estarás contenta con la tercera parte de lo ganado? CELESTINA. ¿Qué tercia parte? Vete con Dios de mi casa tú, y el otro no dé voces; no vayan a venir los vecinos No me hagáis salir de mis casillas; no queráis que salgan a plaza las cosas de Calisto y vuestras. SEMPRONIO. Da voces, o gritos, que tú cumplirás lo que prometiste o complirás hoy tus días. ELICIA. Mete, por Dios, la espada. Tenle, Pármeno, tenle; no la mate ese desvariado. CELESTINA. ¡Justicia, justicia, señores vecinos, justicia, que me matan en mi casa estos rufianes! SEMPRONIO. ¿Rufianes o qué? Espera, doña hechicera, que yo te haré ir al infierno con cartas. CELESTINA. ¡Ay, que me ha muerto, ay, ay, confesión confesión! PÁRMENO. ¡Dale, dale, acábala, pues comenzaste; que nos sentirán; muera, muera, de los enemigos los menos. CELESTINA. ¡Confesión! [Pármeno y Sempronio son detenidos y decapitados. Tras un mes de relaciones, Calisto acude a su cita nocturna con Melibea en su huerto. Otros criados, Sosia y Tristán, están aguardando fuera] 6. Muerte de Calisto CALISTO. Jamás querría, señora, que amaneciese, según la gloria y descanso que mi sentido recibe de la noble conversación de tus delicados miembros. MELIBEA. Señor, yo soy la que gozo, yo la que gano; tú, señor, el que me haces con tu visita incomparable merced. [Se oye ruido y alboroto fuera del huerto de Melibea] SOSIA. (Desde la calle se dirige a gente que pasa) Así bellacos, rufianes, ¿veníais a asustar a los que no os temen? Pues yo juro que si esperaseis que yo os hiciera ir como merecéis. CALISTO. Señora, Sosia es aquel que da voces; déjame ir a valerle, no le maten; que no está sino un pajecico con él. Dame presto mi capa que está debajo de ti. MELIBEA. O triste de mi ventura, no vayas allá sin tus corazas; tórnate a armar. CALISTO. Señora, lo que no hace espada y capa y corazón, no lo hacen corazas y capacete y cobardía. SOSIA. ¿Aún tornáis? Esperadme; quizá venís por lana. CALISTO. Déjame, por Dios, señora, que puesta está la escala. MELIBEA. O desdichada yo, y cómo vas tan recio y con tanta prisa y desarmado a meterte entre quien no conoces. Lucrecia, ven presto acá, que se ha ido Calisto a un ruido; echémosle sus corazas por la pared, que se quedan acá. TRISTÁN. (Dirigiéndose a Calisto) Tente, señor, no bajes, que ya se han ido. No eran sino Traso el cojo y otros bellacos que pasaban voceando, que ya se torna Sosia. Tente, tente, señor, sujétese con las manos a la escala. CALISTO. (Se resbala de la escala y cae a la calle) ¡O válgame Santa María, muerto soy! ¡Confesión! TRISTÁN. Llégate presto, Sosia, que el triste de nuestro amo se ha caído de la escala y no habla ni se bulle. SOSIA. (Pegándole puntapiés al cuerpo de Calisto) ¡Señor, señor! Tan muerto es como mi abuelo. ¡O gran desaventura! LUCRECIA. Escucha, escucha, gran mal es éste. MELIBEA. ¿Qué es esto que oigo? Amarga de mí. TRISTÁN. ¡O mi señor y mi bien muerto, o mi señor y nuestra honra despeñado! O triste muerte y sin confesión. Coge, Sosia, esos sesos de esos cantos; júntalos con la cabeza del desdichado amo nuestro. ¡O día aciago, o arrebatado fin! MELIBEA. O desconsolada de mí, ¿qué es esto? ¿Qué puede ser tan áspero acontecimiento como oigo? Ayúdame a subir, Lucrecia, por estas paredes; veré mi dolor; si no, hundiré con alaridos la casa de mi padre. Mi bien y placer todo es ido en humo; mi alegría es perdida; consumiose mi gloria. LUCRECIA. Tristán, ¿qué dices, mi amor? ¿Qué es eso que lloras tan sin mesura? TRISTÁN. Lloro mi gran mal, lloro mis muchos dolores; cayó mi señor Calisto de la escala y es muerto; su cabeza está en tres partes. Sin confesión pereció. Díselo a la triste y nueva amiga que no espere más su penado amador. Coge tú, Sosia, de los pies; llevemos el cuerpo de nuestro querido amo donde no padezca su honra detrimento; aunque sea muerto en este lugar. Vaya con nosotros llanto; acompáñenos soledad; síganos desconsuelo; visítenos tristeza; cúbranos luto. [Tras confesar a su padre Pleberio su desdichado amor por Calisto, Melibea se suicida arrojándose desde una torre. La obra acaba con el llanto de Pleberio ante el cuerpo destrozado de su hija]

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ACTIVIDAD: Estos son algunos de los grabados que aparecen en las ediciones antiguas de La Celestina. Resume el argumento de la obra según lo que se deduce de cada uno.